Bolivia, de cara a las elecciones


Las masas bolivianas -en mayo y junio pasado- se lanzaron otra vez a la lucha en forma contundente y, una vez más, la profundidad de la movilización no ha estado equiparada con los logros alcanzados. A diferencia de octubre de 2003, las movilizaciones se han extendido a importantes regiones del Oriente, e incluso, por diversas razones, al Chaco mismo.

 


Sin embargo, un recuento cabal de los sectores movilizados nos lleva a la conclusión de que los sectores urbanos -principalmente en el interior del país- han estado casi al margen, concentrándose el grueso del conflicto en la ciudad de El Alto, y el bloqueo de caminos en manos de los sectores campesinos, maestros rurales, cooperativistas y mineros asalariados. Santa Cruz, una vez más, se ha convertido en la fortaleza de las corrientes de derecha, las cuales apostaron en los últimos días del conflicto a la eventualidad de salidas de fuerza.


 


La ausencia de una dirección, la relativa fortaleza de la burguesía cruceña, la gran dispersión de las direcciones del conflicto, el notable peso específico de las direcciones centristas y oportunistas, la irresponsabilidad de las direcciones ultraizquierdistas (tratando de mantener la lucha alteña cuando se iniciaba la desmovilización), son factores que demuestran claramente que las masas combatientes no hubieran podido tomar el poder.


 


Frente a ellas, tenemos con certeza una burguesía profundamente lastimada, aunque de ninguna manera derrotada. Datos recientes nos llevan a afirmar que el conflicto entre sus diversas facciones tiende a ser superado. De ser así -habida cuenta de la creciente polarización de posiciones dentro de la clase media-, el movimiento popular deberá estar como nunca preparado.


 


Ha quedado claro que el radicalismo por el radicalismo, la toma del poder como consigna a toda hora y a todo momento, sin el análisis de la situación concreta, no sirve para nada. También queda claro que no es dirección el grupo político que grita más fuerte o que plantea la ejecución de las tareas más “revolucionarias”. Las tareas para el movimiento popular -si quiere evitar la masacre y el triunfo de la reacción, y no permanecer otros 60 años en el limbo de los radicales- son arduas e implican un trabajo serio y responsable.


 


A partir del desenlace de la crisis, las organizaciones revolucionarias deben discutir alejadas del dogmatismo que niega la realidad y fortalece el reformismo, si participan o no en las elecciones generales de diciembre. Creemos -como enseñaban los bolcheviques-que cualquier perspectiva revolucionaria debe combinar el trabajo legal (posibilidad de utilizar en determinados momentos los espacios democráticos para potenciar la lucha revolucionaria) con el trabajo clandestino e ilegal.


 


Los resultados del reciente conflicto nos muestran el potencia-miento de la democracia directa de los trabajadores, por un lado, y las limitaciones en el nivel de conciencia de amplias capas sociales que aún creen en formas democratizantes (Asamblea Constituyente, convocatoria a elecciones, etc.), por el otro.


 


La posibilidad de triunfo de un gobierno de obreros y campesinos radica -por supuesto- en el potenciamiento ante todo de la primera tendencia: esto implica trabajar entre las bases para ajustar cuentas con los oportunistas y traidores, y luchar por organizaciones que no sirvan sólo para promocionar a sus eventuales dirigentes. Por otro lado, la neutralización del Parlamento, la tarea de “hacerlo explotar desde dentro”, como explicaba Lenin, no está peleada con la lucha por estructurar los órganos de poder de las masas. Sin duda alguna, la posibilidad de llegar al Parlamento y de participar en las elecciones debe discutirse en forma más profunda, ya que no se trata de ganar sólo votos sino de efectivizar una línea revolucionaria que permita superar el gran obstáculo de la revolución boliviana: la ausencia de dirección.


 


Lora y la cuestión electoral


 


Desde 2000, el debate político estuvo centrado sobre la salida política que se debe dar al actual “derrumbe económico, político y social” (así califica el empresariado la actual situación del país). Las jomadas de mayo y junio han dado paso a un nuevo proceso de salida democrática, adelantamiento de elecciones, y plantea nuevas tareas al proletariado y la vanguardia de nuestro país.


 


La corriente política del lorismo (POR) nuevamente ha planteado su posición inalterable de rechazo a cualquier posibilidad de participar en esta elección, dejando -sin quererlo o queriéndolo- el campo político para que el reformismo (MAS) salga potenciado de esta coyuntura.


 


Inviabilidad de la democracia burguesa


 


Para los revolucionarios la democracia burguesa, estrechamente representativa, es históricamente inviable, ya pasó el período donde ésta cumplió su rol revolucionario. “La época del parlamentarismo burgués ha terminado”, señala Lora. El octogenario diligente del POR afirma: “Bajo el largo predominio de las ramificaciones del liberalismo, prácticamente desde 1900 hasta después de la guerra chaqueña, no pudo lograrse la estructuración de la democracia formal”. Para Lora, “el liberalismo naufragó y se agotó políticamente al no poder construir una generosa democracia burguesa, pese a ser en ese momento la expresión política de los sectores más avanzados. Tampoco pudo materializar el desarrollo integral e independiente del capitalismo”. Los liberales entraron en escena como “el partido más popular y más nacional hasta ese momento”.


 


La democracia burguesa boliviana no se asemejó nunca a las “democracias clásicas (donde) el voto servía y sirve para perpetuar la dictadura de clase, pero dentro del juego equilibrado de sus diferentes tendencias” y así puede ser “árbitro supremo de la política, sino de los intereses generales de la clase dominante”. Ahora, cualquier perspectiva democrática, para Lora, “alienta la ilusión de que ésta pueda aún estructurarse”. Es en este punto donde nosotros nos alejamos de Lora, para retomar el marxismo.


 


Las ilusiones democráticas


 


Cuando la discusión se centra en la superación de las ilusiones democráticas, ahí es donde existe una distancia enorme entre los planteos del POR y la realidad y la táctica revolucionaria. Se trata de si el “parlamentarismo ha caducado políticamente”, no se trata de tomar el deseo de Lora y de sus devotos, como “una realidad objetiva” para la clase obrera y las demás amplias capas de la población.


 


Todo partido revolucionario, si quiere ser de masas, debe estar inserto en ellas. No significa rebajar la táctica revolucionaria a los prejuicios “democrático-burgueses y parlamentarios” de los trabajadores; se trata de “observar serenamente el estado real de conciencia y de preparación de la clase entera” para que ésta pueda superar esas “ilusiones democráticas”. Lo que el POR demuestra en estos momentos es una separación profunda entre las masas y su partido, de ahí que atribuya sus deseos a las más amplias capas de ella. Ese es el caso de las ilusiones que ha despertado la convocatoria a nuevas elecciones en los trabajadores del campo y la ciudad.


 


Por otra parte, aunque sea una minoría la ilusionada de obreros, campesinos, maestros, con el democratismo, corresponde que el partido revolucionario levante una tribuna revolucionaria en las nuevas elecciones o, en el futuro, en la Asamblea Constituyente.


 


Lenin y el parlamentarismo burgués


 


Aunque no le guste a Lora, los revolucionarios tenemos algunas experiencias acumuladas sobre la táctica frente al parlamentarismo, del cual la Asamblea Constituyente es su máxima expresión.


 


Para los bolcheviques la realidad era más rica y las tácticas más concretas. Una vez parado el régimen de los soviets, éstos en ningún momento dijeron que el “parlamentarismo ha caducado políticamente”, sino que educaron a los trabajadores ideológica, política y prácticamente “para aceptar el régimen soviético y disolver o admitir la disolución del Parlamento democrático burgués”, “pues no se trata de si los parlamentos -coronados por una Asamblea Constituyente- llevan mucho tiempo de existencia o existen desde hace poco”. Los bolcheviques incluso participaron, posteriormente al triunfo de la República Soviética, en la elección a la Asamblea Constituyente, una Asamblea con claros objetivos reaccionarios: “Hacer ver a las masas atrasadas por qué semejantes parlamentos merecen ser disueltos facilita el éxito de su disolución, facilita la ‘eliminación política’, del parlamentarismo burgués”. Esta táctica revolucionaria está mucho más lejos de los desvarios nacionalistas de Lora y sus chupamedias; la excepcionalidad boliviana; una creación teórica de Lora, es en realidad la ilusión. El programa revolucionario en ningún momento deja a un lado las reivindicaciones democráticas, incluso mínimas, de las clases trabajadoras.


 


El abstencionismo electoral


 


El abstencionismo electoral siempre ha sido utilizado como un parámetro que verifica la postura de Lora, dado el índice de personas que no votan, atribuyéndole un carácter revolucionario. Los nuevos estudios sobre el abstencionismo no han podido identificar las tendencias dominantes dentro de los dos millones de personas que no votan. Lora nunca ha estudiado con profundidad este fenómeno y por tanto no puede de manera científica precisar su postura, salvo el subjetivismo al que tiene acostumbrada a la militancia porista.


 

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