El 2005 y sus crisis financieras


Cuando se estaba cerrando la presente edición de El Obrero Internacional, tenía lugar una cadena de caídas en las principales Bolsas del mundo. La razón aparente de la baja habría sido un anuncio de la Reserva Federal de los Estados Unidos de que aceleraría el cronograma de los aumentos previstos en la tasa de interés.




Lo que ha ocurrido es, en realidad, un anticipo de la forma que tendrá la próxima crisis financiera, o, dicho de otra manera, un pequeño ensayo general. Es que con un déficit fiscal del orden de los 600.000 millones de dólares al año y una deuda externa neta de cuatro billones de dólares (seis billones y medio de deuda bruta), la cesación de pagos de Estados Unidos es un hecho. Nada lo demuestra mejor que el virtual cese del financiamiento de esa deuda por parte de los capitales privados; el ciento por ciento de la emisión de nueva deuda por parte del Tesoro norteamericano ha sido absorbido por los bancos centrales de los países que tienen superávit comercial. Esto significa simplemente que la deuda pública estadounidense es financiada con la emisión de dólares por parte del banco central de ese país. Por qué extrañarse entonces de que el dólar haya perdido la mitad de su poder de compra frente al euro… Aunque menos divulgada, otra noticia ha venido a sacudir también el tablero financiero internacional: el retiro de capitales del mercado inmobiliario de los Estados Unidos. Como los inmuebles se encuentran en general sobrevalorizados y cargados de hipotecas, un derrumbe de este mercado es capaz por sí solo de desatar una crisis financiera. De cualquier modo, una fuga de capitales simultánea de los mercados de bonos de deuda e inmobiliario significaría la declaración formal de una cesación de pagos. Pero ha sido para evitar esto que la Reserva Federal acaba de anunciar una aceleración del programa de suba de tasas de interés. No hay que despreciar tampoco el anuncio del banco central de Rusia de que convertiría parte de sus reservas en dólares a euros, o en el caso de otros bancos centrales, al oro. Que la contrapartida de la devaluación del dólar haya sido la revaluación en un ciento por ciento del precio del oro, muestra que no asistimos a una redistribución de capitales entre diferentes mercados sino a una inmovilización de capitales que es siempre precursora de la depresión capitalista.




Un factor adicional que ha precipitado los acontecimientos es la tendencia a la revaluación de algunas divisas importantes, fuera del euro y del yen, como ha ocurrido con la mayor parte de las monedas latinoamericanas. Esto, que es la consecuencia inmediata de un ingreso de capitales a esos mercados, deberá acentuar la salida de capitales de los Estados Unidos. Es que al hecho de que los rendimientos en estos mercados son superiores a los que ofrece el mercado norteamericano, se suma el incentivo que representa la inversión en monedas que tienden a aumentar de valor. A nadie se le escapa, sin embargo, que esa revalorización de monedas de países débiles eliminará las ventajas que representa una moneda subvaluada para impulsar la exportación. Colombia, por caso, ya ha declarado un estado de emergencia económica como resultado de la imparable revaluación de su divisa. No debe extrañar a nadie esta enorme capacidad que tiene Estados Unidos para exportar su crisis financiera.


 


China-Estados Unidos… Europa




Desde la crisis de la Bolsa norteamericana de 2000 se ha acentuado el acople internacional entre las economías de China y de Estados Unidos, el cual se ha convertido en el eje del reanima-miento económico internacional desde el 2002. El déficit fiscal norteamericano ha producido un incremento de la exportación china a Estados Unidos y a otros mercados importantes; ol superávit comercial resultante para China ha servido para incrementar las exportaciones a ese país por parte de Japón, y parte de Asia y de Europa; por otro lado, ha servido también (con el agregado del ingreso de capitales a China) para financiar el déficit norteamericano. Este mecanismo explica por qué un incremento del 4% del PBI mundial ha producido una suba del 12% del comercio internacional -un verdadero boom-. Una crisis de este acople desbarataría al comercio mundial en su conjunto.

Es eso, exactamente, lo que podría sobrevenir de un aumento de las tasas de interés en Estados Unidos, porque tal aumento produciría una reducción de la demanda e incluso una recesión, y porque un aumento de las tasas de interés puede provocar una caída en la cotización de los bonos norteamericanos.




De cualquier manera, el acople chino-norteamericano no ha dejado de tener consecuencias negativas formidables sobre Europa. Al final, Europa ha sido la variable de ajuste del acople. Mientras el yuan chino siguió como a una sombra la devaluación del 40% del dólar, el euro quedó un 40% más caro como resultado de esa devaluación; lo mismo vale para el yen japonés. Este realineamiento se ha reflejado en una drástica caída de la tasa de crecimiento de sus economías, en algunos casos en la recesión y en grandes quiebras industriales (en especial en Italia y Alemania). Los pronósticos de crecimiento de la UE, para el 2005, oscilan en torno a cero. La burguesía, en Europa, intenta resolver esta impasse mediante una ofensiva en regla contra la clase obrera (flexibilidad laboral y privatización de la previsión social), con el acompañamiento de la burocracia sindical.


 


Desacople




Otro factor, incluso mucho más poderoso, que podría desarmar el acople , chino-norteamericano es la crisis financiera potencial de China. En China se ha desarrollado en los últimos años un verdadero estalinismo de mercado; no otra cosa significa que la tasa de inversión nacional sea equivalente al 40% del PBI -algo simplemente desconocido en el pasado y en el mundo-. Las exportaciones chinas ascendieron a 1 billón de dólares, mientras que su PBI alcanza a 1,4 billones de dólares. Es decir que se trata de la mayor platafoma de “export-import” del planeta (no llega a ser una economía nacional). Esto significa dos cosas: la primera, que la inversión de capital se realiza en función de copar el mercado chino y que el destino de la producción son los mercados externos. Semejante proceso implica una sobreinversión de capital en relación con la expectativa de beneficios y de recepción de los mercados, y de otro lado, una enorme carga financiera de deudas. No debe sorprender entonces que la cartera de préstamos irregulares de los bancos chinos se encuentre en un 70% del total de créditos. La segunda cuestión es que para garantizar una afluencia de capitales de la magnitud de las inversiones en curso, China se ha dotado de una reserva del orden de los 600.000 millones de dólares -un seguro de cambio para inversores y especuladores-. Pero la contrapartida del ingreso de dólares es una enorme emisión de yuanes, la moneda china, que debe ser absorbida por el banco central mediante la emisión de bonos de deuda para evitar que se dispare la inflación.




Es decir que la financiación del déficit norteamericano por medio de la compra de bonos del Tesoro de Estados Unidos por parte del banco central chino, se convierte, en realidad, en una financiación de la deuda norteamericana a través de la emisión de deuda pública china. Mientras la tasa de interés que pague la deuda norteamericana sea superior a la que paga la deuda pública china, China tendrá un diferencial a su favor; pero esto no cancela para nada la montaña de deudas recíprocas que se ha creado, ni la explosión que podría provocar cualquier reversión de la relación entre las tasas de interés. Esta situación es particularmente grave para China, por el hecho de que su banco central y su Tesoro son responsables de última instancia por el 80% de la cartera de los bancos que se encuentra prácticamente en ‘default’.




Las conclusiones más importantes que se derivan de este proceso explosivo son muy instructivas. En primer lugar, ha quedado de manifiesto el límite insalvable que representan los déficits fiscales y las políticas monetarias para contrarrestar la tendencia a la depresión que deriva de la sobreacumulación de capital que se ha creado. Diga lo que se diga del incremento de la productividad obrera en Estados Unidos, ella no ha revertido la tendencia declinante de la tasa de beneficio del capital, incluso si consideramos la caída que se ha producido en los salarios reales. Por la vía de las políticas fiscales y monetarias sólo se ha logrado generalizar las condiciones de una crisis de mayor amplitud a la que se ha intentado superar. Para los países atrasados que se subieron al carro de la recuperación mundial, motorizada por el acople chino-norteamericano, las perspectivas para el 2005 pueden convertirse en siniestras, si se combinan aumentos de tasas de interés y derrumbe de los mercado de deuda, los que producirían, además, en forma inevitable, una caída del precio de las materias primas (por retroceso de demanda y por colapso del mercado especulativo de productos primarios).


 


Restauración capitalista y crisis mundial




En segundo lugar, la penetración capitalista en China ha acentuado la saturación del mercado mundial de mercancías y la sobreacumulación de capital con referencia al mismo mercado mundial. La conquista capitalista del mercado interior chino apenas ha comenzado -involucra al 20% de la población y al 10% del territorio, pero ya enfrenta la perspectiva de una crisis que enviaría al ejército de desocupados a por lo menos el 10% de la población activa vinculada al mercado-. La conquista del mercado interior chino es el gran desafío de la restauración capitalista, pero ella supone un extraordinario trabajo de desorganización de la vieja organización estatal de la economía; de expulsión de los campesinos de la tierra; de destrucción masiva d§ fuerzas productivas; de rebeliones, depresión y guerras civiles. La restauración del capitalismo representa perríodo de desorganización y de desmantelamiento de la vieja economía como tal, y de las relaciones derivadas de su mecanismo de planificación. La creación de una clase capitalista nativa, esto por medio de la transformación de la burocracia en clase propietaria, supondría la creación previa de un enorme ‘pool’ de capital que no podría surgir sino de un vasto proceso de desorganización de la economía.


 


Economía y política




Por importantes que sean las fluctuaciones de la economía capitalista, por otra parte inevitables, las que se encuentran en curso en el período actual están anunciando explosiones de carácter general de la organización social. Es llamativo que una amplia mayoría de gobiernos capitalistas, en primer lugar el de Bush, hayan descartado la posibilidad de una salida ‘concertada’ y ‘organizada’ a los actuales desequilibrios económicos (con la UE y Japón). Estados Unidos no quiere sacrificar el área monetaria especial que ha establecido con China, como lo plantearía la UE en cualquier discusión de una salida ‘concertada’, ni China podría aceptar su exclusión de una ‘concertación’. Estados Unidos presiona por reparar los desequilibrios del área dólar, por medio de una revaluación de la moneda china, el yuan. Además, la salida ‘concertada’ enfrenta otro obstáculo, incluso superior: la enorme masa de capitales que se encuentra invertida en operaciones financieras que tienen incorporadas diferentes apuestas y perspectivas sobre la evolución de las monedas y los diferentes mercados de mercancías y capitales. En especial en los mercados de fondos especulativos (‘hedge funds’) se encuentran circulando varios centenares de billones de dólares. Los gobiernos capitalistas temen que sus salidas ‘concertadas’ sean el verdadero detonante de una5 crisis financiera, que Se convertiría en política. La intervención ‘reguladora’ de la Reserva Federal es la única arma que las potencias capitalistas aparecen poniendo en juego. Pero muy pocos creen en su eficacia, y con razón.




La próxima etapa de la crisis mundial será encarada por todas las clases, no con los recursos de la economía sino de la política, no con discursos sino con guerras y revoluciones.


 

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