Ucrania: Crisis de las mafias y lucha entre imperialismos


El convulsivo proceso de restauración del capitalismo en la ex Unión Soviética y Europa del Este tuvo una nueva manifestación en la enorme crisis política que acaba de atravesar Ucrania.


 


Dos bandos restauracionistas




Desde el punto de vista interior, la crisis tiene por base el reparto mañoso de la propiedad estatal que realizaron las sucesivas administraciones posteriores a la declaración de independencia del país, en 1991. En ambos extremos del enfrentamiento se encuentran camarillas que se han beneficiado, claro que en forma desigual, de la privatización mafiosa de las grandes industrias y de los recursos naturales. En el bando oficial revistaban los grupos que mejor salieron parados de la repartija, acaparando la industria metalúrgica, las minas de carbón e incluso la mayoría de los medios de comunicación. De un modo general, estas camarillas ‘pagaron’ menos de la mitad del valor del patrimonio de las empresas rematadas, gracias a las adjudicaciones directas o al manejo inescrupuloso de las ‘licitaciones’. En el bando opositor se encontraron naturalmente loti desplazados y en particular los sectores que participaron más intensamente en los negociados vinculados al paso del gas ruso por Ucrania para consumo interno y la exportación a Europa. En ningún momento la crisis escapó a las fronteras mu mudas por estos dos grupos de interese restauracionistas. El populm Yuschtiilut, que finalmente ganó la praeidenola, de un ex presidente del Banco Central, y HU segunda, Timoshenko, fue la principal participante de los negociados del gas.




Esta lucha por la redistribución de la propiedad privatizada asemeja a Ucrania con Rusia, donde Putin encabeza una redistribución de las privatizaciones, en particular de la industria petrolera, pero que de ningún modo se limita a ella. Esta analogía conserva todo su valor incluso si, ideológicamente, los procesos ruso y ucraniano son divergentes, el primero estatizante y el segundo liberal, e incluso si ambos ocuparon los lados opuestos en la crisis.


 


Choques interimperialistas




Desde el punto de vista internacional, la crisis ucraniana tiene vinculación con los golpes ‘liberales’, igualmente apoyados en movilizaciones populares similares a las registradas en Ucrania, como el que ocurrió hace un año en Georgia, donde el nuevo gobierno está pergeñando incluso la disolución del banco central y de toda la legislación de protección del trabajo. Pero a una escala muy superior a lo ocurrido en Georgia, la crisis ucraniana ha implicado la participación de todas las grandes potencias e incluso de los países del Báltico y de Polonia. Esta intervención internacional tiene dos dimensiones: una económica y otra estratégica. La económica enfrenta a Alemania, Estados Unidos y Rusia. Mientras Alemania y Rusia reclaman que Ucrania sea la vía de paso del gas ruso a Europa, Estados Unidos privilegia a los oleoductos que parten de Asia Central con destino al mar Negro y al mar Caspio, esto a pesar de que Rusia y Alemania se colocaron en trincheras rivales en la crisis, y de que Alemania compartió con Estados Unidos el apoyo al opositor Yuschenko. Ucrania es una llave maestra en la serie de ‘corredores’ (ferroviarios, camineros, gasíferos, petroleros) que la Unión Europea está construyendo hacia el Cáucaso y el sur de Rusia en general.


 


Desde el punto de vista estratégico, el desenlace de la crisis ucraniana ha acelerado el ingreso de Ucrania en la Otan -un viejo objetivo del imperialismo, en particular el norteamericano11. Las bases militares norteamericanas ya se han instalado en varias ex naciones soviéticas de Asia Central, en especial en Uzbeskistán, y esto con el apoyo directo del gobierno de Putin. La burocracia rusa pretendía con estas autorizaciones ganarse el apoyo norteamericano en la guerra contra Chechenia e incluso mantener su influencia en Georgia y en las naciones vecinas. El tema de la Otan apunta, en un aspecto decisivo, a poner fin a la independencia formal (tecnológica) de la industria militar y espacial rusa, que es lo único que separa a los restauracionistas rusos de un ingreso de la propia Rusia a la Otan. El acceso de Yuschenko asegura el ingreso de Ucrania a la Otan, precisamente el objetivo que se dio la coalición formada en la región por Estados Unidos hace cinco años, entre Ucrania, Uzbeskistán, Azerbaidján, Moldavia y Tajekistán. Como se ve, la vía a la Otan ya estaba sólidamente emprendida por el régimen derrotado. Los “corredores” europeos y la Otan constituyen el gran diseño de la penetración en gran escala del capital internacional en la ex Unión Soviética.


 


Un arreglo que anuncia nuevas crisis




La crisis no dio pie a un levantamiento popular ni a una guerra civil, pues todas las fracciones en pugna negociaron una salida ‘ordenada’. Las decisiones de la Corte Suprema del anterior gobierno a favor de los reclamos de nuevas elecciones del opositor Yuschenko, e incluso más tarde el viraje de la Comisión Electoral que organizó los fraudes que fueron impugnados, reflejaron, junto al cambio de bando de los diputados de la Rada (parlamento), el esbozo de un pacto político entre los grandes ladrones de la industria y la fracción que les disputó la hegemonía. Yuschenko sigue afirmando que “revisará” las privatizaciones de los últimos años, pero en el marco del viejo régimen que sigue en pie, mientras que los acaparadores de esas privatizaciones ya han dicho que se avienen a una “renegociación” de los términos en que fueron efectuadas.


 


Lo más importante de la salida pactada está señalado en un artículo que el nuevo presidente, Yuschenko, escribió para el Financial Times. Dice allí, sin subterfugios, que “asegurará” el respeto a todos los intereses vinculados al negocio del gas, es decir, al pulpo estatal ruso Gazprom, a los socios alemanes de éste y a los Estados Unidos. Ucrania va a ser, de aquí en más, el terreno de una lucha sin precedentes entre el capital alemán y el norteamericano, como lo demuestra la actitud, también sin precedentes, del Deutsche Bank de organizar un consorcio internacional para financiar la compra de la petrolera rusa Yukos, controlada por el capital norteamericano, por parte de Gazprom, socio del capital germano.


 


Toda la prensa internacional ha coincidido en señalar a Putin como el gran perdedor de la crisis, por el hecho de que apoyó al bando oficial que tuvo que dejar el gobierno. La expectativa de que los sucesos ucranianos produzcan un ‘revival’ liberal en Rusia también apunta en esa dirección. Se trata de conjeturas, que se basan en la suposición de que Ucrania y, para el caso, todos los ex estados obreros han entrado por un camino de ascenso rectilíneo de la ‘economía de mercado’. Lo más probable es que ocurra lo contrario y que con el desarrollo de la crisis mundial las economías restauracionistas ‘liberales’ necesiten un reencauzamiento estatizante y ‘despótico’. Que la tentativa de Putin va de fracaso en fracaso es indudable, pero se hundirá como consecuencia de sus contradicciones insalvables, de la explosividad de la crisis social que genera la restauración capitalista, la crisis mundial y las rebeliones en Rusia.


 


La cuestión de la rebelión popular


 


Ucrania aportó una novedad, muy importante, entre las llamadas ‘revoluciones democráticas’ apoyadas por el imperialismo y manejadas por una fracción de los restauracionistas locales, a saber, que el movimiento popular que actuó como furgón de cola de esos intereses, no tuvo en Ucrania la homogeneidad de las experiencias anteriores en Europa oriental y recientemente en Georgia. Es cierto que en su seno dominaron las ONGs financiadas por Soros, que ya habían mostrado sus dientes en Yugoslavia y en Serbia (las Otpor de los Balcanes dieron paso al Pora en Ucrania), e incluso corrientes fascistas tradicionalistas del oeste de Ucrania.


Pero en el movimiento se distinguió (en realidad, fracasó en distinguirse) un movimiento juvenil de izquierda, el cual lamentablemente no ha superado la caracterización contrarrevolucionaria de la ‘revolución democrática’. El odio de las masas a los ‘sukamistas’, ‘berlusconianos’ o ‘menemistas’ ucranianos fue canalizado, debido a esta inmadurez, por la fracción ascendente del imperialismo y de los intereses locales de la restauración capitalista.


Sin embargo, las cosas ya no son como antes, y Ucrania puede haber sido el primer eslabón de un gran viraje en la orientación de las rebeliones populares contra los gobiernos ‘post-comunistas’.


 

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