El IV° congreso Mundial de la Liga Internacional de los Trabajadores


La LIT ha convocado a su cuarto congreso Mundial en una situación que ella misma define como de “crisis”. Para que no haya dudas, uno de los dos documentos de discusión es una especie de balance organizativo (1) que, en verdad, es sólo una autocrítica. Por su extensión, 45 páginas de compacta y menuda tipografía, se trata prácticamente de un libro. Un libro donde la dirección de la LIT se autoacusa de “errores y desvíos políticos, metodológicos, de régimen interno y hasta financieros… desvíos políticos propagandísticos, oportunistas y facilistas, con rasgos aventureros… análisis unilaterales y objetivistas… abandono del centralismo democrático sustituido por un régimen bonapartista, métodos burocráticos y de camarilla… antibolchevismo, cediendo al movimientismo”, etc. Los ejemplos que abonan estas caracterizaciones son más que abundantes, y no hay por qué dudar de ellos. El CEI de la LIT caracteriza que, en los últimos cuatro años, iba “en dirección del oportunismo total” (sic) sin, sin embargo, haberlo alcanzado. Daría la impresión de que una autocrítica tan extensa y detallada, no podría haber dejado de alcanzar la raíz de los problemas de esa organización. Para verificar esta posibilidad, es necesario hacer abstracción de una multitud de detalles, y concentrarse en la estructura de la explicación. En efecto, para su dirección la LIT tendría un balance altamente positivo entre 1982 (fundación) y enero de 1987 (muerte de su principal dirigente, Nahuel Moreno), pero con posterioridad ese balance es “categóricamente negativo”, lo que no es poco decir si tomamos en cuenta que se trata nada menos que de la mitad de la existencia de esa organización. La muerte de Moreno “es para la LIT lo que la muerte de Trotsky para la IVa Internacional” (sic) y “abrió una crisis histórica en la dirección internacional”, “un debilitamiento cualitativo de la dirección de la LIT”, etc.


 


Dejemos de lado el supuesto “bolchevismo” de Moreno, cuya trayectoria política total fue objeto de detallada crítica (2). El hecho es que, según las afirmaciones de la LIT, la muerte de Moreno habría sido, guardadas las debidas proporciones, de una importancia cualitativamente superior, no sólo a la de Trotsky, sino también a la del propio Lenin (cuya muerte nunca fue considerada por Trotsky como factor decisivo para la degeneración stalinista. La viuda de Lenin, N. Krupskaia, llegó a decir, en pleno período de ascenso de Stalin, que “Lenin hoy estaría preso”). Más allá de un obvio exabrupto, el factor “muerte de Moreno” tiene todo el aire de un chivo expiatorio.


 


Así, “la crisis de la LIT estalla ante la falta de respuestas y/o respuestas equivocadas rente a los fenómenos nuevos de la lucha de clases mundial (debidas a la) muerte de Moreno y al curso nacional-trotskista que se abre en la dirección argentina”. Moreno, por su parte, ya habría advertido acerca de las “tendencias nacionalistas” del Mas, sin conseguir evitar que éstas prevalecieran, porque “no dejó un equipo mínimamente consolidado a cargo de la dirección internacional”.


 


¿Qué clase de dirección formó el “super-bolchevique” Moreno, entonces, para que con su muerte, según la propia LIT, ésta se convirtiera en “un apéndice del Mas”? Peor todavía, la LIT pasó a ser la “tarea” de “un sector” de la dirección del Mas, “comisionado para ella, pues aquélla como tal no acompañó nunca la situación mundial” (¡lo cual no le impidió “teorizar** sobre la “situación revolucionaria mundial”!). “Los restantes cuadros de la LIT dejaron hacer”, dice el documento, agregando que los cuadros instalados en la dirección internacional se convirtieron en “ayudantes” (sic) del “sector” (sic) de la dirección del Mas. Sólo en broma puede llamarse a esto “Internacional el Partido Obrero caracterizó a ese “nacional-trotskismo” bien antes de la “crisis” (y de la propia muerte de Moreno).


 


Sin quererlo, la dirección de la LIT no sólo relativiza el papel “histórico” de Moreno, sino que también cuestiona la propia realidad internacional de su corriente, que no habría pasado de ser una “idea” de Moreno (pues carecía de dirección “mínimamente” propia). Pero ¿por qué la dirección argentina (históricamente formada por Moreno) actuó de forma tan equivocada y contraria a las enseñanzas de su maestro (también argentino)? La LIT cita entonces… a Moreno: “Creo que tenemos la presión de nuestra clase, educada en el burocratismo y en la disciplina más tremenda… la clase obrera argentina (es) super disciplinada, no acostumbra a discutir nada y no es nada rebelde a las órdenes de la burocracia”. Caracterización confirmada por la dirección de la LIT post-mortem (o post-Moreno): “el régimen de la reacción democrática se apoya en la conciencia atrasada, burguesa, nacionalista y sindicalista de nuestra clase”.


 


El círculo se cierra. La responsable de la “crisis de la LIT” sería… la clase obrera argentina. Es decir que: a) no considera a la clase obrera argentina como parte de la clase obrera internacional, lo que es el ABC del marxismo; b) repite el más vulgar de los pretextos stalinistas, ya denunciado por Trotsky (3): el de atribuir a la clase los errores de sus direcciones; c) ignora, no ya la historia secular de la clase obrera argentina, sino también su gran combatividad y tendencias independientes, inclusive bajo el régimen peronista (4), la clase de los “cordobazos y rosariazos” y también de la formidable huelga general de junio/julio 1975 (¡no decretada por la burocracia peronista!) contra la cual se instauró el régimen político más sanguinario que conoció América Latina, la dictadura militar (1976/1983); d) no explica porqué la supuesta “internacional revolucionaria” (la LIT) posee su sección más fuerte (en verdad, la única, al punto de transformar a la internacional en su apéndice) en el país que tiene la peor clase obrera del planeta; e) se constituye, por los motivos apuntados, en una explicación oportunista y autocomplaciente, donde el oportunismo es llevado hasta la frontera de la esquizofrenia política.


 


De este modo, una explicación iniciada en el subjetivismo extremo (la muerte de Moreno como factor independiente de la crisis) concluye en un objetivismo extremado, una especie de repetición al revés del objetivismo pablista (para quien la revolución era tan fuerte que poco importaba la calidad de su dirección; en el caso de la LIT la clase obrera es tan atrasada que ni su partido revolucionario consigue huir de ese atraso).


 


Está claro que ambas explicaciones se oponen por el vértice al marxismo. La del “factor Moreno” se opone a la teoría marxista sobre el papel del individuo en la historia, y la segunda, identifica al partido revolucionario con la clase obrera y con sus limitaciones políticas (no siendo, por lo tanto, el depositario del programa emergente del proletariado internacional), de manera que sería imposible, por ejemplo, para un partido obrero tener una política revolucionaria en un período contrarrevolucionario o, aún, de literal desintegración de la clase obrera (como fue el caso del partido bolchevique en el período 1918/1921).


 


Pero objetivismo y subjetivismo son complementarios (no contradictorios) y sirven para absolver, en nombre de factores fuera de control (la muerte de un dirigente o la característica histórica de una clase), a una dirección política, con lo que decreta de paso su propia impotencia. Así, según el CEI de la LIT, “seis meses después (de la afirmación de Moreno citada arriba) nos quedamos sin Moreno. Su ausencia definitiva no le va a permitir a la dirección argentina terminar este proceso”.


 


Esta suerte de limitación histérico-metafísica de la dirección argentina habría colocado a la LIT, siempre según la dirección, en una total impasse. El documento organizativo concluye afirmando que “las relaciones entre el viejo equipo de dirección nacional (argentino) y el equipo de conducción cotidiana de la LIT se deterioraron cada día más.


 


El balance de lo actuado en este primer período colocó al (nuevo) CEI en el centro de la explosión, ahondando la crisis del nuevo equipo en el Centro”. Esto confirma el análisis que hicimos, poco después de decretada la crisis, caracterizando a ésta como “un proceso de descomposición política” (5).


 


Chivo expiatorio


 


El CEI de la LIT le asigna a un sector de la dirección del Mas la condición de chivo expiatorio, atribuyéndole pecados históricos e irreversibles, y uno tiene la impresión de que está dispuesto a sacrificarlo para salvar al conjunto de la organización. Esto nada tiene que ver con la discusión propia de un partido revolucionario, donde se discuten las orientaciones políticas (no las “culpas”) y la responsabilidad por ellas es asumida colectivamente por las direcciones. Pero se parece mucho a los ajustes de cuentas propias de los partidos fisiológico-burgueses (donde el precio de los errores es pagado por aquellos que “sacan los pies del plato”).


 


A partir de la premisa apuntada, el CEI de la LIT procede a un verdadero rosario de autocríticas, tanto más detallado (y hasta masoquista) cuanto que el “culpable” ya fue designado de antemano. Pero está perfectamente equivocado en creer que, con ese ejercicio, supera el “nacional-trotskismo”. Pues el “discurso” actual se presenta como la reproducción en negativo del anterior. Si el “exitismo” de la “vieja dirección” consistía en concebir a la actividad internacional como proyección de la actividad argentina, la “autocrítica” de la “nueva dirección” consiste en privilegiar los errores cometidos en regiones donde la LIT carece de organizaciones y hasta de militantes (la URSS y el Este Europeo), o posee grupúsculos (Panamá), poniendo en segundo plano a la Argentina, donde la LIT ejerce reales responsabilidades políticas. Y, con relación a la Argentina (¡menos de media página entre 45!) se dice apenas que “el sector’ mencionado creía que la revolución estaba a la vuelta de la esquina, para lo cual proponía, sin embargo, una organización única “con Echega-ray y Vicente” (o sea, con el stalinismo y con un político pequeño burgués sin eco popular), siendo la dirección de la LIT poseedora del secreto de cómo perspectivas tan contradictorias se conciliaban en la cabeza de ese machacado “sector de la dirección”.


 


Aunque no hay por qué dudar de que la dirección del Mas concibió su propia autodisolución en un movimiento pequeño burgués stalinoide (con lo que la propia LIT habría desa parecido), no se dice una palabra sobre la política que llevó al Mas en esa dirección: el frente con el stalinismo y la sombra de la burguesía, hecho y deshecho varias veces (Frepu, Izquierda Unida, UTI, etc.) sobre la base del programa de aquéllos (“democracia con justicia social”), el voto a candidatos burgueses (peronistas o no), la apología de la burocracia rusa (“treinta años sin inflación en la URSS”, según Zamora), con vistas a mantener el frente con el stalinismo “corregido” (“socialismo con democracia”), el apoyo a los “26 puntos” de la burocracia peronista, la política democratizante en general. El CEI de la LIT saluda “la intervención del Mas en Semana Santa” (cuando los representantes de Izquierda Unida firmaron junto a Alfonsín la capitulación ante los- “cara-pintadas”), y calla sobre el vergonzoso papel del Mas" en la Tablada, cuando publicó solicitadas para denigrar a militantes (equivocados) que, en ese momento, eran masacrados por el ejército. En nombre de una autocrítica multinacional, se ocultan las responsabilidades políticas concretas de la LIT donde ella existe realmente: si lo anterior era “nacional-trotskismo”, ¡esto es “nacional-trotskismo al cuadrado”!


 


La “nueva dirección” de la LIT, por lo tanto, propone seguir el mismo rumbo frente populista y democratizante en la Argentina, con una sola diferencia: eliminar sus aderezos ^revolu-cionarios”. “Es preciso desterrar esa concepción de nuevos octubres como perspectiva política concreta e inmediata”. Es decir que se corrige hacia la derecha, cuando en las filas del Mas se pretende dar la impresión de un giro a a la izquierda. La “nueva dirección” ha resuelto abolir la perspectiva (“inmediata” claro) de “revoluciones de octubre” (es decir socialistas), pero no de “revoluciones de febrero” (es decir burguesas). Sin embargo, toda revolución plantea en la época actual la posibilidad de la revolución proletaria, como alternativa histórica a lo que sería la contrarrevolución burguesa. Negar la perspectiva (“inmediata” ¡pero hablar de una perspectiva inmediata es una contradicción lógica!) a la revolución proletaria es negar la posibilidad de revoluciones y situaciones revolucionarias y plantear por lo tanto la perspectiva-perspectiva de la consolidación del capitalismo y de una derrota estratégica ya consumada del proletariado mundial. La LIT gira a la derecha y revela el acierto de la caracterización de que es incapaz de plantear, formular o simplemente comprender la teoría marxista de la revolución (6).


 


O sea, cuando la crisis capitalista orilla lo insoportable (con una caída histórica del nivel de vida), cuando la crisis política coloca a gobiernos al borde de la caída (el de Collor, el de Menem y su familia de narcotraficantes), cuando la clase obrera protagoniza batallas anticapitalistas y antiburocráticas inéditas, en ese momento… ¡debe ser desterrada la revolución! La dirección de la LIT pretende salir de la crisis creada por la contradicción entre el discurso izquierdista y la práctica derechista…. profundizando el derechismo (o sea, el factor que provocó la crisis). Se trata de un proceso liquidacionista consciente.


 


Acerca de la otra barbaridad teórica que produjo esta orientación oportunista (presentar la distinción entre “febrero” y “octubre” como dos fases de una misma revolución, y no como dos revoluciones diferentes o como, según Lenin y Trotsky, “la segunda y la tercera revoluciones rusas” ) remitimos al lector a la demoledora critica hecha hace diez años por Jorge Altamira y Julio N. Magri (7).


 


No tenemos por qué poner en duda la caracterización que hace el CEI del régimen interno de la LIT como burocrático-bonapartista-aparatista. Pero el CEI no propone ninguna medida concreta para superarlo, de modo que la denuncia se remite a una abstracción. Por otra parte, para un marxista los desvíos organizativos nunca pueden ser considerados en sí mismos, sino como medios que desvían la organización de los objetivos (programa) y de la política revolucionarios.


 


Este es exactamente el punto: el “nuevo” CEI no propone ninguna orientación programática o política diferente de la seguida por la “vieja dirección”.


 


Frente populismo


 


La orientación frente populista-democratizante seguida en Brasil y en la Argentina no merece ninguna crítica: eso hace que la LIT sea incapaz de caracterizar la base programática de las denunciadas capitulaciones frente a la burocracia sindical, el stalinismo y la dirección petista. En un documento anterior, se hablaba de “capitulación ante la democracia burguesa”, sin precisar en qué consistía. Ahora, en el “proyecto de documento sobre la situación mundial” del CEI (8), se achaca nuevamente ese pecado a  la “antigua dirección”, pero se reafirma la base política de aquella capitulación: “enfrentar los golpes militares o las bandas de extrema derecha, y contra ese peligro concreto defender inclusive la democracia burguesa, pero con los métodos y la organización de la clase obrera, con las armas en las manos”. Este es un perfecto absurdo: el armamento del proletariado pone a la revolución proletaria a la orden del día. Defender, en este caso, a la democracia burguesa, es una política simplemente contrarrevolucionaria. Argumentar, para esa defensa, el “peligro” de golpe militar, implica proclamar una solidaridad de principios con el Estado burgués, pues mientras éste exista, existirá el “peligro” de golpe.


 


Que no se trata de un error circunstancial, queda probado por el hecho de que el “Proyecto”, a pesar de descubrir que la democracia burguesa viene siendo usada contra la revolución (en América Latina), insiste en que los procesos de cambio de dictaduras militares por gobiernos constitucionales son “revoluciones democráticas”. El problema es que, en ese caso, se trataría de “revoluciones” dirigidas por la misma clase social que ya estaba en el poder (los grandes empresarios y sobre todo la banca acreedora) y que se transformó en la base social de la “democracia” después de haber sido la base social de la dictadura, y aún de la “transición” entre éstas y aquellas. Estos cambios, no pueden ser “revoluciones”: simplemente ponen en evidencia el inicio de la desintegración del estado burgués y la conquista por parte de las masas de un campo más amplio para actuar, el cual de nada les serviría si fueran sometidas a la política de los gobiernos y partidos democratizantes. El aparato totalitario de Estado no fue desmantelado, no “a pesar”, sino ”gracias” a la “revolución democrática”, pues la pretensión de las clases dominantes fue apenas cambiar la dirección del timón, nunca destruir el barco.


 


La tesis de las “revoluciones democráticas” en la era de las revoluciones proletarias no es “una innovación” en relación a Trotsky, sino la revisión misma de los principios del marasmo: “la tesis del desenvolvimiento de la revolución democrática se opone por el vértice a las tesis de la revolución permanente. La esencia de éstas consiste en la caracterización de que en los países atrasados la dictadura del proletariado no puede ser la culminación de un largo período democrático, sino que la conquista de la democracia deberá pasar por la dictadura del proletariado” (9).


 


La URSS


 


La concepción democratizante del “Proyecto” se extiende a todos los terrenos. Así, con relación a la URSS y al este europeo, se dice que “está planteado el derrocamiento de la burocracia”. ¿Con qué programa? “Libertades democráticas plenas, de expresión, acceso a los medios de comunicación, de organización, de cultura y de religión”(!). Propone la reimplantación de las Iglesias (eso no hace falta, hasta Gorbachov invoca a Dios y se hace bendecir por el patriarca), pero no la revitali-zación de los soviets, o sea de la dictadura del proletariado. En el capítulo XI, “Ejes programáticos con los que lucha y se construye la LIT-CI”, no se propone la dictadura del proletariado (gobierno obrero y campesino) para la URSS, ni para los países imperialistas, ni para América Latina, ni para ningún lugar. Es el abandono de la piedra angular del marxismo y del Programa de Transición.


 


La defensa de la organización y del armamento independiente de las masas (dictadura proletaria) es el único medio para preservar las conquistas de Octubre contra la catástrofe burocrática y la penetración imperialista, y también para suscitar la acción común con el proletariado internacional. Pero la “convergencia” de la LIT con la burocracia “democratizante” (proimperialista y represiva) no se detiene ahí. Todas las tesis de la LIT sobre la crisis del Este europeo son un rejunte de lugares comunes sacados de los arsenales ideológicos de la burocracia y del propio imperialismo. El principal de ellos es la caracterización del colapso burocrático como “la ^ebacle9 de las economías planificadas de los estados obreros”. En realidad, el colapso de la URSS no fue generado por sus elementos de planificación centralizada (socialistas), sino por sus elementos de anarquía (la gestión burocrática), agravados por la tentativa burocrática de huir de la crisis de esa gestión a través del entrelazamiento y del endeudamiento con las economías capitalistas, que se remonta, no a la “apertura” gorbachoviana, sino a la “estagnación” brezhneviana.


 


Trotsky ya decía (La Revolución Traicionada) que la fisonomía y el rumbo de un estado obrero se definía por la relación cambiante entre sus tendencias socialistas (producción) y burguesas (distribución): el colapso de la URSS es la expresión de sus tendencias burguesas (capitalistas), no de lo contrario.


 


La burocracia y el imperialismo coinciden (con la LIT) en que la “debacle” de la URSS es el colapso de la planificación económica. La gran ventaja de esto para ellos (sobre todo para el imperialismo), es que de esta manera aíslan la crisis burocrática de la crisis (económica y política) del capitalismo mundial, y de esta manera consiguen formular incluso la ideología de un capitalismo “liberal” en plena expansión, falsa desde todos los ángulos (el capitalismo está sumergido en la más profunda crisis de su historia, y el “liberalismo” desapareció a comienzos de siglo, con la hegemonía creciente de los monopolios, llevada hoy hasta el paroxismo). La “debacle” de la burocracia rusa y del este europeo es un aspecto de la crisis mundial, que hunde a uno de los pilares del orden imperialista surgido como producto del “reordenamiento” capitalista de la segunda guerra mundial: la burocracia parásita y antiobrera apoyada en las conquistas sociales de Octubre.


 


Alemania


 


Fue sin duda bajo la inspiración de las “novedades” de la “nueva” dirección de la LIT, que fue posible escribir esto, con respecto a la unificación alemana: “esa restauración tan rápida y amplia es un caso excepcional en la realidad del Este. Ella fue posible porque el pueblo alemán oriental, así como el occidental, querían la reunifícación del país —ésta fue una de las grandes banderas de la revolución que derrumbó el muro. A través de la unificación, los orientales tenían la esperanza y veían posible conquistar el mismo nivel de vida de los trabajadores de la rica Alemania Occidental. Y ahí entró el factor decisivo: la burguesía imperialista alemana, con todo su poder político, se dispuso a ser la dirección política de la unificación reclamada. Con eso, consiguió el ápoyo de los alemanes del este para su programa de restauración capitalista” (10).


 


Así, la tendencia progresiva del pueblo alemán a oponerse a las fronteras burocrático-militares creadas por el imperialismo y la burocracia para impedir una revolución proletaria en Alemania como consecuencia del derrumbe del Estado nazi, es presentada como portadora natural de una restauración capitalista (¿Qué tiene entonces de progresiva?). La LIT ha perdido simplemente de vista que la restauración del Estado burgués alemán en el conjunto del territorio no fue el resultado político necesario de la movilización popular sino del acuerdo político-burocrático-militar de la burocracia de Gorbachov con el imperialismo —no solo el alemán, sino principalmente el yanqui— precisamente para prevenir el desarrollo de una revolución hasta sus últimas consecuencias. El documento de la “nueva dirección” reivindica sin pudor a la dirigente de la derecha conservadora argentina, Adelina de Viola, quien con un rotundo “socialismo, las pelotas”, retrucó las afirmaciones de Silvia Díaz, del Mas, cuando ésta pretendió que los alemanes querían “socialismo con democracia”. Ahora la “nueva dirección” reconcilia al Mas con Adelina: Sí, los alemanes querían la “sociedad de consumo”.


 


El imperialismo y la burocracia han impuesto una restauración burocrática del Estado burgués, pero no han resuelto la cuestión de la unidad nacional de Alemania. La destrucción capitalista de fuerzas productivas a la que se ha librado la burguesía alemana ha acentuado la disparidad nacional, integrando este factor a la lucha de clases entre el capital y el trabajo. La LIT da por consumada una “restauración capitalista” cuando la cuestión decisiva recién se acaba de plantear: si la unidad nacional de Alemania será viable con el método histórico propio del capital o por la revolución proletaria. El curso de los acontecimientos de Alemania prueba, efectivamente, que el capital no podrá resolver su “cuestión oriental” sin atacar a fondo al proletariado del “oeste” e incluso plantearse el  sometimiento político del centro de'Europa. La LIT no entiende una palabra sobre Alemania porque para ella, como para todos los pablistas, Alemania oriental era un Estado Nacional y no una maquinaria burocrática impuesta por el ejército rojo para bloquear la revolución alemana.


 


De la “Situación revolucionaria mundial! a la “contrarrevolución permanente”


 


El “nuevo” análisis de la situación mundial de la LIT es simplemente una enciclopedia del confusionismo: insiste en la existencia de una “situación revolucionaria mundial”, pero afirma simultáneamente que debe ser “desterrada” la perspectiva de revoluciones proletarias (“Octubres”). El “atraso del proletariado”, que ahora se enfatiza unilateralmente para justificar la segunda afirmación, allí donde existe, testimonia el carácter no revolucionario de la situación, pues la situación revolucionaria no es un fenómeno económico sino político, vinculado con la conciencia y la lucha de clases.


 


En verdad, la “situación revolucionaria mundial” que se sobrepone a todas las coyunturas, afirmada por el morenismo desde hace décadas, en especial a partir de su fracasado y efímero matrimonio con el lambertismo, es apenas un engañabobos “revolucionario”. La tendencia (la LIT) que hizo del optimismo “revolucionario” su divisoria de aguas con el resto de la izquierda caracteriza concretamente a la situación mundial tal como lo hacen el imperialismo y la burocracia: victoria del imperialismo en toda la línea (golfo Pérsico, penetración en el Este y en la URSS). Ahora afirma la existencia de una “contrarrevolución económica permanente” (lo que, además de ser una nueva categoría que no se explica en ningún momento, significa una verdadera catástrofe del proletariado) y critica a la “antigua dirección” por “haber olvidado al Frente Contrarrevolucionario Mundial”: “ El imperialismo yanqui encabezó (en la Guerra del Golfo) una alianza contrarrevolucionaria con la que no contó en Vietnam. La participación y el apoyo político-militar de los otros imperialismos y de los gobiernos burgueses árabes y del Tercer Mundo (y) la diferencia cualitativa: el giro del Kremlin”.


 


La alianza de los contrarrevolucionarios ya existía en la guerra de Vietnam, y fue derrotada no por el apoyo del Kremlin (que apoyó los acuerdos de Ginebra que perpetuaban la división de Vietnam) sino por la lucha del pueblo vietnamita y de las masas del mundo entero, inclusive en los EEUU. La guerra del Golfo, deflagrada después del ultimátum unilateral de los EEUU, fue el remate de una seria lucha interimperialista y el debut de una nueva fase más aguda de aquélla, que ya se manifiesta en las crisis abiertas en los gobiernos imperialistas europeos y en el Japón, lo que está bien lejos de configurar un “nuevo orden mundial“(ll). El impresionismo “contrarrevolucionario” tiene una base tan falsa como la del “revolucionario", ahora denunciado: “La LIT coloca en el Frente Contrarrevolucionario Mundial a todos quienes no plantean la revolución socialista. Esto la lleva a poner en el mismo plano histórico al imperialismo, la burocracia obrera, la burguesía de las naciones oprimidas y la pequeña burguesía democrática. Pero en tanto que el imperialismo es la expresión histórica de la contrarrevolución, la burocracia es una excrecencia contrarrevolucionaria por referencia a las tareas históricas e internacionales de la clase obrera, y la burguesía y la pequeño burguesía de los países atrasados procuran ampliar el margen del desarrollo capitalista a costa, relativamente, del imperialismo y de la clase obrera.


 


“Solamente cuando todas estas clases han encontrado la solución para sus problemas sociales en el marco del Estado burgués y del orden internacional capitalista; o solamente en las vísperas de la revolución proletaria; solamente en estas condiciones forman un bloque contrarrevolucionario unido.


 


“Es el caso de los países imperialistas que han integrado políticamente a la pequeño burguesía, y donde por este motivo los partidos pequeño burgueses no plantean reivindicaciones históricas progresivas.


 


“Es el caso también de los “frentes populares” entre la burguesía y los partidos obreros en situaciones revolucionarias, que se estructuran como recursos últimos contra la revolución proletaria inminente.


 


“El Frente Contrarrevolucionario que agrupe a todas las fuerzas sociales hostiles al proletariado y a la revolución proletaria, sólo puede tener lugar de un modo excepcional, es decir, concreto. La situación mundial actual no se caracteriza aún por la inminencia de revoluciones proletarias, sino por revoluciones, insurrecciones, huelgas generales y guerras revolucionarias que están dirigidas por partidos o frentes pequeño burgueses. Estas luchas no * tienen salida sino por medio de la victoria de la revolución proletaria mundial, y es en esa dirección que hay que luchar para superar sus presentes limitaciones políticas, a través de un partido revolucionario” (12).


 


Si la “antigua” dirección de la LIT, siguiendo los pasos de Moreno, se especializó en derribar las “viejas” tesis de Trotsky (por ejemplo, con relación a la “revolución democrática”), la “nueva” pretende seguirla en ese camino. Ahora, la “ofensiva imperialista” sería tan poderosa (¡en el cuadro de una “situación revolucionaria !)  que no confirmo la tesis de que sólo a través de una contrarrevolución violenta, que aplastase al movimiento de las masas, se podría conseguir la restauración del capitalismo en algún país”. Que lo digan los masacrados de la Plaza Tienanmen…


No hay una expansión pacífica del capitalismo. Existe una crisis conjunta del capitalismo y de la burocracia (crisis mundial), que se desenvuelve con ritmos desiguales, y que retrata el destartalamiento del orden mundial de Yaltay Postdam: el ritmo acelerado de las crisis en cada región del planeta (URSS, Este Europeo ¡Yugoslavia!, Golfo Pérsico, Oriente Medio, América Latina, etc.) sólo puede ser entendido de esa manera. El “nuevo programa” de la LIT es tan impresionista como el anterior (lo que significa que carece de programa) pues cambia las caracterizaciones estructurales al calor de cada coyuntura. Sólo progresa en un rumbo definido: él de la negación de todas las conquistas programáticas y políticas del marxismo: “en la URSS, donde esperábamos que se mantuviese en el proletariado el hilo histórico de la Revolución de Octubre y el bolchevismo, nos encontramos con que el stalinismo lo cortó” (entonces: ¿hay o no hay revolución antiburocrática?), “la teoría marxista no podrá ser la misma que antes de la caída del muro de Berlín”.


 


La afirmación de la LIT (que no dice cómo y porqué la teoría marxista debe cambiar después de la caída del muro), sólo puede ser entendida como la disposición para abandonar explícitamente el marxismo. Por su tentativa de autopreservarse ante la crisis total de su política, por su incapacidad de evaluar sus errores en base al programa trotskista, la dirección de la LIT encamina a su organización rumbo a su liquidación como corriente. La consumación de este objetivo reaccionario sólo deja para los militantes honestos y revolucionarios de la LIT la alternativa de la crítica radical del programa seguido hasta el presente, y la convergencia con los marxistas revolucionarios en la lucha por una auténtica tendencia trotskista internacional. 


 


 


 


(*) Luciano Avila es miembro de la Organización IV2 Internacional (Brasil)


(**)Se trata de una versión corregida y ampliada del texto original que apareció en Estudos nQ 27, San Pablo, 1991.


 


 


(1) LIT, Boletín de Discusión Internacional N1J 5, Hacia el IV Congreso Mundial, 7 de julio de 1991. *


(2)  Cf. Osvaldo Coggiola, Historia del trotskismo argentino (1929-1960), Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1985; El trotskysmo en Argentina (1960-1985), Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1986; así como Julio N. Magri y Aldo Ramírez, Los sindicatos en Argentina. Las posiciones de N. Moreno 1944/1954, Buenos Aires, Ed. PO, 1978.


(3) V. León Trotsky, Clase, Partido y Dirección. San Pablo, Quil-ombo, 1986.


(4) V. Osvaldo Coggiola, De Perón a Alfonsín. Movi miento Obrero Argentino 1945-1985,


(5) Cf. Luciano Avila, "LIT-MAS, un proceso de descom- 25 de julio de 1991; y Causa Operaría N- 142, San Pablo, posición política", Prensa Obrera Ne 336, Buenos Aires, 2 de agosto de 1991.


(6) La estrategia de la izquierda en la Argentina  prólogo editorial


(7) J. Altamira y ]. N. Magri, "Las tesis del Comité Internacional", Internacionalismo N-3, octubre de 1981.


(8) LIT, Boletín de Discusión Internacional, N- 6, Hacia Congreso Mundial, 21 de junio de 1991.


(9) Jorge Altamira, La estrategia de la izquierda en la Argentina, Buenos Aires, Ed. Prensa Obrera, 1989, p.130.


(10)   M. A. Ribeiro, "La particularidad de Alemania", Convergencia Socialista/ Nc302, San Pablo, 8 de agosto de 1991.


(11) V. Luis Oviedo, "El nuevo desorden internacional", Prensa Obrera NL> 334, Buenos Aires, 27 de junio de 1991.


(12) Jorge Altamira, "Crítica de las posiciones de la LIT", p.19, y "La estrategia de la izquierda…", pág. 168 y 169. Estudos N° 25, San Pablo , FFLCH/USP, octubre 1991,


 

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