Una radiografía de la burocracia restauracionista

Reproducido de “Le Monde Diplomatique”, setiembre de 1991


“La batalla de la propiedad puso en escena a los capitalistas de Estado y a los nuevos negociantes, los ‘viejos zorros’ y los ‘lobos jóvenes’. Se entabló a partir de 1990 con la irrupción en el comercio y las finanzas del ala moderna de la nomenklatura. Ni ésta ni tampoco el complejo militar-industrial son ya bloques monolíticos. A la muy conservadora Asociación de jefes de empresas del Estado, que dirige Alexandre Tiziakov (uno de los golpistas) se opone la Unión científica e industrial de Arkadi Volski, una suerte de “patrón de los patrones” reformistas, figura central de un movimiento de capitanes de la industria y de la banca que reunió en un primer congreso, el 19 y 20 de febrero de 1991 en Moscú, a todas las formas de propiedad.


 


“Otra punta de lanza de los adeptos del mercado: la Unión de empresarios y arrendatarios, a cuyo presidente, Pavel Bounitch, economista liberal-centrista, le gusta recordar que su asociación está sólidamente implantada en los países bálticos, a pesar de los separatismos políticos.


 


“La gigantesca fábrica de camiones Kamaz (114.000 trabajadores), en el Tatarstan (Federación Rusa), ha vendido acciones a 1.284 empresarios por 1,2 millones de rublos antes de ofrecerlas en el mercado mundial por 15.000 millones de dólares. La fábrica de automóviles Autovaz, en Togliattigrad (que produce los Lada) propuso cuotas-partes a razón del 20% para el colectivo de la fábrica, 20% para el Estado, 20% a empresas soviéticas y 40% a socios extranjeros —en este caso la Fiat.


 


“Estos no son más que algunos ejemplos espectaculares de una evolución que afecta a decenas de grandes unidades de Estado, transformadas en sociedades anónimas y comercializadas. ¿Revoque de fachada? Esto dependerá del sistema (precios, concurrencia, etc.) que se termine aplicando. Pero los grandes directores plantean desde ya su candidatura a la plena propiedad, invitando al capital extranjero a aprovechar esta ‘puesta en venta’ de los bienes del Estado. Tallos ya tienen el mercado — se queja uno de los animadores del movimiento cooperativo— nosotros solo tenemos el bazar’, apreciando con desconfianza, al igual que otros nuevos empresarios, esta ‘privatización por medio de la nomenklatura’.


 


‘“Los nuevos bancos cooperativos —observa Valeri Pis-siguine, dirigente de la Federación interregional de cooperativas— no disponen sino de una ínfima parte de los nuevos fondos bancarios y la privatización por arriba quiebra las iniciativas de la base. Por ejemplo de los trabajadores que optan por la propiedad de grupo”.


 


"Las leyes de privatización que fueron votadas a comienzo del verano de 1990 han acelerado un fenómeno que deberá afectar, hacia fines de 1992, al 60% de las pequeñas y medianas empresas.


 


El trabajo individual y la empresa privada ocupaban a comienzos de 1991, cerca del 7% de la población activa. Las creaciones de empresas se cuentan por centenas cada mes, en la construcción, en el comercio y servicios de reparaciones.


 


“La fiebre de la ‘desestatización´ se enfrenta con obstáculos que no sólo son administrativos: de acuerdo a ciertas estimaciones, el ahorro interno no podría cubrir más que el 10 al 20% del valor de los bienes privatizables. Las transferencias de propiedad a los colectivos de trabajo, que algunos consideran una buena fórmula transitoria, van a colocar a los trabajadores en condiciones muy desiguales. ‘Es previsible un hundimiento —nos ha declarado el economista Oleg Grigoriev— en la industria liviana y alimentaria. Solo podría sobrevivir la industria extractiva… en una economía que se asemejaría a la de Nigeria, o mejor aún, a la de Francia de hace cincuenta o sesenta años’.


“Pero esta caída (‘spad’) es una estrategia deliberada de los liberales, que esperan poder ‘reestructurar’ de este modo la producción, es decir, modernizar los instrumentos de producción y reducir masivamente la mano de obra.


 


Hay que destacar que si el FMI alienta una política de rigor y de cese de las subvenciones (lo que sin duda hubiera hecho el gobierno de los golpistas Ianaev y Pavlov), no presiona a favor de las privatizaciones, prefiriendo en una primera etapa una ´comercialización’ del sector público (se refiere a una autonomía financiera de las empresas que venden a precio de mercado).”

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