Los cambios “democráticos” en Bulgaria


Los resultados de los programas de transición hacia una economía de mercado en los países del Este de Europa fueron hasta ahora mucho más negativos que los pronósticos iniciales.


 


En 1991, la producción de los seis países (Bulgaria, Checoslovaquia, Polonia, Rumania, Yugoslavia, Hungría) disminuyó en un promedio de 14%.


 


Teniendo en cuenta que la caída promedio de 1990 frente a 1989 fue de 10%, para los dos últimos años (1989-1991) SC acumularía un 25%. Así, por ejemplo, el último año Hungría y Polonia marcan un 8%, 13-16% Checoslovaquia, Rumania y Yugoslavia, y 23% Bulgaria.


Tampoco se pueden delinear perspectivas optimistas, por lo menos para los próximos años, y quizás más. La fatal restricción del antiguo CAME, por un lado, que comprendía a la mayor parte del comercio exterior de los países miembros (70-85%), y por el otro, las políticas de ajuste y disminución brusca de los subsidios estatales junto con la entrada más que modesta de las inversiones de los países occidentales y la ayuda financiera internacional, colocan como incierto y preocupante el futuro inmediato. Según el profesor Ivan Angelov, el nivel de 1986-1987, sería alcanzado no antes de 1998-1999 (ver Económica, marzol992).


 


Las preocupaciones se reafirman por las dificultades económicas de los países de la CEE, delineadas a partir del acuerdo de Maastricht. El FMI ha construido dos variantes computarizadas acerca de los efectos económicos de dicho acuerdo. La primera, más optimista, prevé un decrecimiento del producto anual bruto de los 12 países de un 0,8%. Según el pronóstico pesimista, este decrecimiento sería de un 3% anual (ver 1000 días, 7/8/92).


 


La probabilidad de esperar ayuda importante por parte de la CEE en estas circunstancias es muy remota. Esto es válido también para los demás organismos financieros. Por ejemplo, de una ayuda prometida a Hungría, Checoslovaquia y Polonia, de 27 mil millones de dólares, por el FMI y el BM, sólo 14% era ayuda no atada. En realidad se ha brindado una pequeña parte del total. Por otro lado, los países occidentales son muy cuidadosos en cuanto a su eventual apertura a las mercancías del Este, siguiendo con las prácticas habituales de subsidios y barreras aduaneras. Sólo para la agricultura, en 1990 la CEE destinó 81,6 mil millones de dólares, Japón más de 30,9 mil millones y EE.UU. unos 35,9 mil millones (Estado de Sao Paulo, 4/5/92).


 


Partiendo de estas realidades no parece que algún país o grupo de países intentaran “ayudar” a los Este-Europeos. Al contrario: la tendencia actual es tratar de sacar riqueza nacional a través de inversiones a corto plazo o, la mayoría de los casos, a través de especulaciones financieras. No se puede pretender otra cosa, por supuesto, teniendo en cuenta las fuerzas motrices del capital: tasa de ganancia y seguridad que se le brinda. Como señaló el viceprimer ministro Al. Tomov frente a la radio búlgara… “Nadie invierte estratégicamente en Bulgaria. Por la simple razón de que no se sabe qué pasará… (Horizont, 26/7/92).


 


Hasta fines de 1991 las inversiones extranjeras en Bulgaria llegaron a 24 millones de dólares. A modo de comparación, por ejemplo, en Hungría éstas ascendieron a 2.000 millones. Este hecho es reconocido no sólo por la oposición socialista. El diputado de la Unión de Fuerzas Democráticas, Karabachev, relata: “A pesar de la buena ley de inversiones extranjeras, hasta hoy (11 de agosto de 1992) ‘no se ha realizado ni una sola inversión extranjera directa. Por desgracia esta ley permitió especulaciones bancarias de extranjeros. Se trata de la declaración de los depósitos bancarios, incluso de los de corto plazo…” (168 Horas, 11/8/92). Cualquier extranjero que depositaba el equivalente de sus dólares en algún banco búlgaro, recibía por un año casi 70% de interés. Como durante el último año el dólar se logró estabilizar, sólo bastaba transferir nuevamente las levas en dólares y llevárselos del país, sin meter ni un solo centavo en la economía búlgara.


 


Como señaló el primer ministro actual, Filip Dimitrov: “El medio fundamental de dinamizar y revivir la economía búlgara es exactamente la privatización, la transformación de la propiedad estatal en privada”. Teóricamente, los objetivos son claros: quitar el peso de las empresas subsidiadas e improductivas de los hombros del Estado y a la vez recibir los recursos necesarios para el Estado en esta etapa. La “dinamización” de las empresas debe ser promovida por el capital privado, simplemente porque el Estado “democrático” no puede asumir el peso de las medidas impopulares que objetivamente deben ser promovidas. Algunas de estas medidas son: liquidación de los puestos de trabajo “ociosos”, disminución de los gastos improductivos”, aumento del nivel de explotación. En este sentido, la idea de que las empresas estatales pueden ser modernizadas en manos del Estado es una ilusión. Otra ilusión es que la población en su conjunto vaya a ser beneficiada por la privatización, sea directamente por las mismas medidas, o indirectamente por el modo económico del mercado libre”. Las ideas igualitarias de muchas personas desembocan en creencias absurdas de que los frutos del mercado serán distribuidos por igual, junto con las esperanzas de que la seguridad social “socialista” será resguardada, hasta incluso extendida, o que el capitalismo Este-Europeo se asemejará a su vecino Occidental —estamos frente a las confusiones fundamentales de las sociedades post-totalitarias. En Bulgaria, por ejemplo, la Unión de Fuerzas Democráticas, que ya en sus primeros actos se’manifestó como fuerza de derecha, fue electa esencialmente por el voto popular contra la “nomenklatura” y tenía como espina dorsal un sindicato de izquierda—“Podkrepa”. Las dificultades que tienen las personas en cuanto al caos terminológico son enormes. Términos derivados de socialismo o social despiertan sospechas. Liberalismo, mercado libre, izquierda o derecha traen confusiones e incomprensión.


 


Al inicio parecía simple: el comunismo debía sustituirse por un sistema democrático, tipo occidental, que llevaría a la prosperidad económica. Lamentablemente, todos los sistemas democráticos requieren una estabilidad económica y, de ser posible, con fuertes posibilidades redistributivas. Una vez en el poder los regímenes postcomunistas se ven 'imposibilitados de cumplir las promesas electorales. Los principales grupos sociales que apoyaron la instalación de estos regímenes se convirtieron en sus primeras víctimas. Perdiendo su base político-social los nuevos gobiernos son presionados a mejorar la situación económica (sin tener posibilidades reales) o a renunciar. Por supuesto existe una tercera vía, la más probable a nuestro juicio, la de imponerse con fuerza a las presiones. Una vía incompatible, por lo visto, con la democracia.


 


El publicista polaco Adam Mijnic observa: " El síndrome del postcomunismo consiste en retórica populista, xenofobia nacionalista y tentaciones autoritarias” (Debati, 7/7/92). Probablemente ésta es la mejor síntesis de las realidades postotalitarias. La combinación de los tres elementos, que no son nada más ni nada menos que efectos de las realidades económicas fatales, constituye la mezcla explosiva de Europa Oriental. Si bien hace uno o dos años los investigadores del Este evadían el tema por temor a ser acusados de “reaccionarios”, ahora cada vez más se escribe al respecto. "No hay ni un solo país en la región, cuya población no viva peor que antes” —observa el ex canciller húngaro Dula Hom, y sigue: “El peligro mayor es la crisis social y económica de esta región entera” (24 Horas, 18/7). El economista del año 1990, profesor P. Petrov, advirtió en febrero: “Bulgaria no puede esperar mucho más las decisiones que la salven. Si esto no ocurre pronto, las contradicciones acumuladas y la tensión social llevarán a una explosión conjunta. Ella puede destruir el viejo sistema económico, pero a costa de enormes pérdidas y consecuencias imprevisibles” (Economía, febrero, p. 25). En su editorial, el periódico “1000 Días” es aún más directo: “El peligro mayor es que la inestabilidad y la lumpenización de ciertas capas lleve de nuevo a los regímenes autoritarios” (1000 días, 17/6/92).


 


En prácticamente todos los países de Europa Oriental el poder real está concentrándose en estructuras no electas por el voto popular. En Rusia, por ejemplo, B. Yeltzin, cada vez más se apoya en el Consejo de Seguridad Nacional, procurando más autonomía de decisión y acción. Precisamente, esta autonomía le garantiza la implantación de las medidas impopulares. Probablemente pronto se tomará inevitable el choque entre el presidente y el Parlamento. Y entonces tendrá que dar el paso decisivo hacia la dictadura o al contrario —retirarse. La ingenuidad de las declaraciones de que la democracia puede asegurar la estabilidad social, invirtiendo completamente la relación causa-efecto se comienza a manifestar en los acontecimientos en marcha.


 


El objetivo de la reforma búlgara fue acabar (o al menos parar) la recesión económica y, segundo, cambiar el sistema económico que se había transformado en un desemboque de las contradicciones. Hasta comienzos de 1991 la inflación no se manifestaba en sus formas “normales”. La reglamentación estatal de los precios produjo una acumulación monetaria difícil de realizar, por un lado, y déficit de mercancías, por otro. Con las medidas monetarias del gobierno, fue sustituido el déficit de los productos por el déficit monetario. La inflación evaporó los ahorros de la población. Los casi 30 mil millones de levas en circulación fueron reducidos casi en cinco. Así, de hecho, las aacumulaciones socialistas” fueron las que mantuvieron la reforma en su primera etapa, asegurando la paz social durante los dos procesos mutuamente condicionados —acumulación inicial de capitales y un brusco empobrecimiento de la mayoría de la población.


El profesor Zuneaki Zato, de la Universidad de Nijon, Tokio, observa: “Hace dos años los países de Europa Central y Oriental iniciaron un proceso de restauración del capitalismo, estancado a final de la Segunda Guerra Mundial por la introducción del modelo stalinista” (Debatí, 16/6).


 


La ley de restitución votada por el actual Parlamento, fue una de sus decisiones más discutidas.


 


Se restituían tierras, fábricas, casas, edificios, si éstos se conservaban físicamente. Con tal de implantar la “justicia” fue beneficiado menos del 5% de la población búlgara. Debido a que más de 44 años nos separan de la nacionalización socialista, a mayor parte de los ex-propietarios debieron conformare con bonos “compensatorios” y esperanzas futuras. 


 


. La nueva burguesía búlgara, cuyo representante es la Unión de Iniciativa Privada de los Ciudadanos, también criticó la medida, por supuesto visto por el prisma del interés particular. Su presidente advirtió: “Las leyes de restitución introdujeron una fuerte tendencia restauracionis-ta, que encuentra fuerte rechazo por parte de la mayoría de la población. Por resguardar esta tendencia, se llegará inevitablemente a medidas autoritarias rígidas —oligarquía, cesarismo o régimen militar (168 Horas, 10/3/92)


 


Curiosamente, buena parte de la cúpula de la Unión de Fuerzas Democráticas estaba directamente interesada en la restitución. Entre ellos Stefan Savov, actual presidente del Parlamento, Zlatca Ruseva, Al. Staliiski, Georgui Marcov, etc. Sólo el Hotel Imperial del actual ministro de Defensa está valuado en decenas de millones de levas (ver Duma, 2/6/92). Evidentemente, a partir de dicha ley se crea una capa de rentistas (propietarios de tierras e inmuebles) que vivirán del alquiler.


 


El ataque contra las cooperativas por parte de actuales gobernantes y el fraccionamiento de la tierra en miles de lotes, buena parte de cuyos propietarios hace décadas que vive en las ciudades, es probable que sólo sirva para aumentar el costo de la producción agrícola.


La privatización merece atención especial dentro de los procesos económicos en Bulgaria. Hasta ahora la lucha política por el control de este proceso prácticamente la ha bloqueado. De hecho es una lucha por el dominio de la máquina estatal encargada de privatizar la propiedad pública, distribuyendo por supuesto a los vencedores las tajadas más jugosas. Lejos de haberse llegado a una definición de los intereses de los participantes en este proceso dinámico, podríamos mencionar dos puntos de vista opuestos. El primero manifestado por el profesor Alex Alexiev, de Rand Corporation, ciudadano americano de origen búlgaro y actual asesor del primer ministro: “La demora de la privatización lleva a que la nomenklatura, con el fin de sacar dividendos de ella, trate de quebrar sus empresas y eventualmente comprarlas a precios más bajos” (168 Horas, 28/4).


 


La otra tesis es de Valentín Mollov, presidente de SSIG, quien afirma: “Ahora es mejor que la privatización se demore más, que forzarla… Si no paramos la privatización y la restitución, si no se aseguran condiciones preferenciales para la empresa privada, la crisis llevará a otro camino… (168 Horas, 10/3/92).


 


De hecho, los dos puntos de vista reflejan dos intereses contradictorios: del gran capital, que trata de ocupar los espacios económicos nacionales, y de los nuevos capitales búlgaros, que por ahora no pueden competir con el primero y necesitan tiempo para su estabilización. Probablemente, esta controversia concluirá con la afirmación del capital nacional asociado y subordinado a los intereses del gran capital. Fenómenos como “Multigrupp” (la empresa privada de Europa Oriental con mayor intercambio comercial con EE.UU. en 1991), sus contactos con Metrix Corporation y sus intereses poco disimulados en cuanto al renglón más rentable de la economía búlgara — la industria militar, usando contactos a nivel parlamentario y gubernamental— serán más frecuentes. En todo caso la lucha entre los diferentes grupos económicos, muchas veces disimulada, promete ser tenaz, envolviendo así a todas las estructuras del poder y a las fuerzas políticas.


 


A fines de 1989 se calculaba que la propiedad estatal tenía un valor aproximado de 120-150 mil millones de levas (Económica, enero de 1992, p. 31).


 


Teniendo en cuenta la inflación (que según el salario mínimo fue de 427%, a enero de 1992) se calcula un monto de 512-640 mil millones de levas. Por supuesto es sólo un cálculo aproximado, ya que algunos de los medios de producción básicos están casi totalmente amortizados. Pero, por otro lado, el valor simbólico de la tierra ha crecido considerablemente. Es difícil que las empresas militares (la propuesta presidencial es que se implante una moratoria de 3 a 5 años sobre su venta), la minería, los ferrocarriles y la industria pesada sean priva-tizadas ahora (300-320 mil millones de la industria ligera, el comercio, turismo, parte del transporte, etc). Los ahorros de la población, junto con el dinero en circulación, no sobrepasan los 50 mil millones. Por supuesto debemos añadir que más de la mitad de las empresas están en quiebra activa (profesor Ganchev, 168 Horas, 1992).


 


Según V. Mollov “… Más del 90% de las empresas están de hecho en quiebra, o su enorme deuda hacia los bancos las hace invendibles” (168 Horas, 10/3/92, p.4).


 


¿Qué pequeña o mediana empresa valuada entre 5 y 10 millones de levas puede comprarse si se debe asumir su deuda, que varía entre 35 y 60 millones? En este caso la empresa privada se orientará a la conquista de espacios mercantiles vacíos y no al mantenimiento o reparación de empresas arruinadas. Este es, precisamente, uno de los problemas fundamentales: quién va a mantener estas empresas y con qué dinero. “Lamentablemente empresas deficitarias siguen siendo ayudadas por el presupuesto con la idea de que esto ayuda a la disminución del desempleo”—se queja el asesor del primer ministro (168 Horas, 28/4/92, A. Alexiev) De hecho, estamos frente a un círculo vicioso; por un lado, si desaparecen los subsidios estatales, el régimen actual no podría subsistir por la reacción social. Por otro, su prórroga presupone aumento de los impuestos a la población y a las pocas empresas rentables, lo que les haría perder impulso y también, tarde o temprano, aumentaría el descontento social.


 


Otro problema actual es el de la deuda externa.


 


Veamos su comportamiento en la última década:


 


(deuda bruta en millones de dólares)


1980 4865,4


1981    4080,9


1982 3500,1


1983 3068,5


1984 2922,9


1985    4119,7


1986    5511,6


1987    7404


1988 9125,7


1989  10656,9


1990    11049,6


 


(1000 Días, 12 /6/92)


 


 


Hasta fines de 1991, Bulgaria acumuló 1,5 mil millones de nuevas deudas. Con los nuevos créditos y junto con los intereses, ya debe unos millones de dólares (168 Horas, 28/4).


 


Tras largas conversaciones infructuosas con el Club de Londres (al que se le debe un 80% de la deuda total), la parte búlgara propuso pagar 70-80 millones de dólares en los próximos meses y cambiar deuda contra propiedad. La propuesta de abril 1992, cuando los acreedores exigieron 120 millones en dos pagos, de los mil millones de dólares de intereses vencidos, fue calificada por la parte búlgara de “traición vulgar” y “saqueo” (168 Horas 11/8/92). El ministro de finanzas declaró en mayo, “regresando de Francfort “…Las ideas del Club de Londres en cuanto al pago de la deuda no concuerdan con los principios aceptados por la parte búlgara” (168 Horas, 19/5/92).


Kostov anunció su intención de mandar la última propuesta búlgara, a los bancos privados directamente, en septiembre. En la práctica esto significaría la negociación separada y bilateral. El presidente de la comisión económica del Parlamento, diputado por la UFD, Asen Michcovski, declaró: “…Si se llega hasta allí se verá la completa incompetencia del gobierno búlgaro en negociar la deuda. Se abrirían las puertas a la corrupción, la preferencia de un banco frente a otro, por supuesto frente a comisiones… Estoy seguro que algunos del gobierno desean esto” —termina él, (168 Horas, 11/ 8/92).


 


El tema de la corrupción es uno de los más delicados de la actualidad búlgara. Indudablemente, en el régimen actual encuentra un medio mucho mejor de desarrollo que en el anterior. El monopolio del comercio exterior, las innumerables restricciones en cuanto a la actividad económica v posesión de inmuebles, hasta la "moral socialista” que perjudicaban y limitaban a una parte de la nomenklatura, desaparecieron. Los numerosos escándalos que sacudieron últimamente la vida política búlgara demuestran un claro proceso de fusión de los intereses de la antigua nomenklatura y de representantes oficiales de UFD. Elocuente es el caso de la empresa “Sofis”, que en varios meses se convirtió de “lavadora de dinero rojo”, según “Democracia”, en empresa “respetable” (otra vez según el mismo periódico). Desde que la “Sofis” comenzó a subsidiar la distribución del Oficios, de repente fueron olvidadas las 29.700.000 levas, del “Fondo de Paz y Solidaridad” creado en 1979 y destinado a ayudar a países y movimientos “amigos”. Interesantes son los contactos personales de los gobernantes demócratas con delincuentes internacionales. Probablemente, el más destacado es el encuentro, ocurrido en la ciudad suiza de Zug del entonces ministro de Industria y Comercio Puchkarov (actualmente sólo diputado de UFD) con Mark Rich, por quien hay una recompensa de 750.000 dólares en EE.UU., donde tiene condena por unos 300 años. El mismo participó como protagonista en el “escándalo petrolero” de 1992. El anuncio de las conversaciones secretas de Kostovy E. Harsev (del Banco Nacional) con Alberto Capolla, hicieron fracasar su posible cargo diplomático búlgaro.


 


Dentro de los últimos casos podríamos mencionar el de Neftochim (la refinería estatal búlgara). Mientras que ésta debería pagar 35% de impuesto sobre el petróleo crudo importado, innumerables fundaciones “estudiantiles y de inválidos” importaban combustible refinado de Turquía y Grecia. Sólo en este caso el perjuicio anual para el fisco ascendió a 5 mil millones de levas. Además del perjuicio que sufrió la refinería después de las evidentes intenciones de hacerla quebrar.


 


El Banco de crédito agrario fue el único liberado de impuestos sobre la ganancia (con permiso especial del ministro de Finanzas). El perjuicio para el fisco: 96.665.000 levas.


 


La fundación “Sapio” —del amigo personal del ministro y su ex colega parlamentario Yasen Zlatcov —debe al fisco 900.000.000 levas. De nuevo ayudado por el “amigo desinteresado” Kostov.


 


Sin duda alguna, en Bulgaria se ha llevado a cabo un proceso de acumulación originaria y ha aparecido la clase de Los capitalistas. Sus intereses económicos están lejos de ser homogéneos, pero paulatinamente se están uniendo entre sí, y junto con la administración del Estado, para vencer los obstáculos que se interponen en su camino: sindicatos y sus reivindicaciones sociales, el pensamiento socialista y socíaldemócrata, y a veces el capital extranjero. El papel de la administración estatal frente a los dos polos: capital extranjero y nacional, no es uniforme, y depende esencialmente de los “argumentos” que se usan.


 


Uno de nuestros economistas principales, profesor Gueorgui Petrov advierte sobre “…el carácter especulativo de las afirmaciones de que sin una política preferencial fiscal y crediticia y medidas especiales proteccionistas, para algunas ramas, la economía búlgara será supeditada al poderoso capital extranjero e implantada una estructura colonial”. Para él es claro el objetivo de crear condiciones peculiares "…para que los nacientes capitalistas búlgaros realicen más rápido su acumulación inicial capitalista con apoyo económico del Estado… y probablemente con una tasa de explotación más alta” (Revista Económica, febr. 1992, p. 26).


 


Comienza a manifestarse así la contradicción conocida del Tercer Mundo “burguesía nacional-imperialismo”. No podemos analizar el discutible papel “progresista” de la burguesía nacional. Sin duda alguna ella concentra y dirige las tendencias nacionalistas, tan peligrosas en la Europa de hoy.


 


Estas merecen atención aparte como otro de los elementos de las realidades postotalitarias. Las llamas de la ex URSS y la ex Yugoslavia, por lo visto, no se van a apagar pronto. Por el contrario; hay un enorme peligro de que se extenderían a otros puntos “frágiles” del Este Europeo. “…La inseguridad política, el decrecimiento económico, la desmoralización social, la criminalidad en alza y otros hechos que acompañan toda crisis son caldo propicio del paso histórico de una ideología que tiene como fin la liberación, hacia otra que busca el desvío de la atención…” (Poul Ledway, Debatí, 14/ 7/92). A nuestro parecer hay otro elemento importante: mientras que anteriormente las burocracias locales del enorme conglomerado “socialista” cementaban sus intereses económicos y políticos con una ideología *antiimperialista”, supeditando los “nacionalismos” al “internacionalismo proletario", ahora ya éstas se convierten en partículas de la órbita de las contradicciones imperialistas. Por Otro lado, la consolidación do una clase ‘'capitalista” con intereses económicos contradictorios tanto a nivel nacional como internacional, pronostica luchas por “esferas de influencia” y “espacios vitales”, luchas que probablemente sobrepasarán su fase política.


 


Antes de la desintegración de la antigua URSS, los politólogos soviéticos localizaban 79 conflictos potenciales, 46 de ellos en el Cáucaso y Asia Central. Veinte de las 23 fronteras entre las repúblicas fueron calificadas de “peligrosas”. Ya en algunas de ellas se llevan verdaderas guerras. La heterogeneidad étnica de casi todos los países en cuestión los torna focos de conflictos potenciales. Por lo general, los derechos de las minorías y la Nación propia se miden con duplicidad. Algo como “yo soy patriota y tú nacionalista, separatista o chauvinista”. Dicho fenómeno es válido prácticamente para toda Europa Oriental.


 


Los húngaros en Eslovaquia son unos 700.000, en la ex Yugoslavia 450.000, en Rumania casi 2.000.000.


 


En Moldavia, los rusos y ucranianos son un 27%, pero son mayoría a la izquierda del Dniéster. En Kosovo vive un 90% albano. Es que casi el 40% de los albanos vive fuera de su país. En Bulgaria viven unos 900 mil “turcos”) ni queremos tocar el problema de Macedonia, donde es difícil definir quién es quién.


 


En Bosnia-Herzegovina los serbios y croatas son enemigos, aunque tienen intereses semejantes— separar más territorios para sus países. Es muy probable la libanización completa de este país o el surgimiento de algún estado musulmán tutelado por Turquía. En Kosovo ya se están creando órganos de poder local con cierta autonomía. En caso de algún conflicto allí, es posible la intromisión albanesa. En Macedonia Occidental los albaneses son también mayoría. A nuestro parecer, tal vez éste CS el punto más neurálgico de los Balcanes, porque involucra directamente los intereses de varios países colindantes. Y no sólo eso, sino también el choque entre las religiones más intolerantes —musulmanes y cristianos ortodoxos. El peligro real no consiste tanto en problemas de la política internacional, sino en su inseparable relación dinámica con los problemas internos de cada país. Históricamente, está comprobado que el nacionalismo es el mejor medio de unir una nación. Y siempre esta unificación requiere un enemigo.


 


A modo de conclusión podemos sólo reafirmar nuestro pesimismo en cuanto a la región del Este Europeo. Una vez más volvemos al relato del ex canciller húngaro Dula Horn:


 


“…Los llegados de la noche a la mañana al poder, élites en los países de la región, llevan una política malísima… El núcleo ligado a la oposición, que preparó de hecho los cambios, fue expulsado del sistema social. Vino al poder aquella nueva oposición conservadora de derecha, constituida esencialmente por la nobleza provincial, los snobs de la ciudad y su dique. Esta élite está fuertemente encaminada hacia puestos y títulos, pero también hacia una dirección centralmente dirigida. (24 Horas, 18-19 de julio, tomado de Der Spiegel).


Esta dirección de hecho es la clave y el medio de influenciar los procesos económicos que están transcurriendo dentro del Estado, esencialmente en provecho propio. También es el medio de resguardar el poder político.


 


El líder de la tercera fuerza política en el Parlamento, “El movimiento pro derechos y libertades”, Ajmed Dogan, en una entrevista advierte: “…El gabinete toma un curso rígido y crea condiciones para la imposición de la llamada dictadura administrativa”. Más adelante se queja: “…Es una paradoja que el primer gobierno democrático comenzara a usar métodos no democráticos”, prediciéndole una pronta caída al gobierno actual, en el mes de septiembre ( 168 Horas, 27/7/92).


 


En realidad, no vemos ninguna paradoja. Las masas quieren vivir mejor ya, mañana. Su voto a los actuales gobernantes fue dado precisamente por esto. A pocos se les ocurría pensar en la posibilidad de renunciar a la seguridad social, educación, derecho al trabajo. Precisamente por esto el “costo social” de la reforma de ninguna manera permitirá el “libre juego democrático”, menos todavía en países cuya población está acostumbrada a ciertos logros sociales. La futura aparición de regímenes autoritarios es un proceso lógico. Apuntarán esencialmente contra el descontento social organizado y especialmente contra las reivindicaciones sindicales.


 


El líder del Partido Social demócrata Búlgaro, P. Dertliev, después de haber salido de la UFD, declaró: “…No ha llegado el tiempo del capitalismo salvaje en Bulgaria, ni el pueblo búlgaro va a aceptar este fenómeno” (Debati, 21/7/92). Si pretende implantar el capitalismo socialdemócrata y occidental en Bulgaria, este hombre debería explicar su método. En cuanto al pueblo búlgaro, estamos de acuerdo que no va a aceptar por las buenas dicho fenómeno, de allí se fundamentan pronósticos.


Últimamente, se hace mucha alusión al camino de Alemania después de la Segunda Guerra Mundial, mostrándola como ejemplo para nuestro país. Nada menos que el corifeo económico, Rostov, dice: …Nuestro país está en un cruce de caminos: uno hará de nuestro país el patio trasero de Europa. El otro es el que moviliza al país, como ha movilizado a Alemania, la Alemania destruida después de la Segunda Guerra Mundial…” (168 Horas, 19/2/92). El experto económico del Partido Socialdemócrata, profesor Gancho Ganchev, en conversación personal fue más directo: “No queremos el capitalismo latinoamericano, queremos el de Alemania después de la guerra”. Lamentablemente, los buenos deseos no siempre se transforman en realidades. Las diferencias entre Bulgaria de hoy y Alemania de entonces son abismales. Bulgaria sale de un período de relativo bienestar y va hacia lo peor de la crisis. Alemania salió de una guerra total para comenzar su reconstrucción. Por fin, no puede esperarse un “Plan Marshall” para general, los derechos de las minorías y la Nación propia se miden con duplicidad. Algo como “yo soy patriota y tú nacionalista, separatista o chauvinista”. Dicho fenómeno es válido prácticamente para toda Europa Oriental.


 


Los húngaros en Eslovaquia son unos 700.000, en la ex Yugoslavia 450.000, en Rumania casi 2.000.000.


 


En* Moldavia, los rusos y ucranianos son un 27%, pero son mayoría a la izquierda del Dniéster. En Kosovo vive un 90% albano. Es que casi el 40% de los albanos vive fuera de su país. En Bulgaria viven unos 900 mil “turcos”) ni queremos tocar el problema de Macedonia, donde es difícil definir quién es quién.


 


En Bosnia-Herzegovina los serbios y croatas son enemigos, aunque tienen intereses semejantes— separar más territorios para sus países. Es muy probable la libanización completa de este país o el surgimiento de algún estado musulmán tutelado por Turquía. En Kosovo ya se están creando órganos de poder local con cierta autonomía. En caso de algún conflicto allí, es posible la intromisión albanesa. En Macedonia Occidental los albaneses son también mayoría. A nuestro parecer, tal vez éste CS el punto más neurálgico de los Balcanes, porque involucra directamente los intereses de varios países colindantes. Y no sólo eso, sino también el choque entre las religiones más intolerantes —musulmanes y cristianos ortodoxos. El peligro real no consiste tanto en problemas de la política internacional, sino en su inseparable relación dinámica con los problemas internos de cada país. Históricamente, está comprobado que el nacionalismo es el mejor medio de unir una nación. Y siempre esta unificación requiere un enemigo.


 


A modo de conclusión podemos sólo reafirmar nuestro pesimismo en cuanto a la región del Este Europeo. Una vez más volvemos al relato del ex canciller húngaro Dula Horn:


 


“…Los llegados de la noche a la mañana al poder, élites en los países de la región, llevan una política malísima… El núcleo ligado a la oposición, que preparó de hecho los cambios, fue expulsado del sistema social. Vino al poder aquella nueva oposición conservadora de derecha, constituida esencialmente por la nobleza provincial, los snobs de la ciudad y su dique. Esta élite está fuertemente encaminada hacia puestos y títulos, pero también hacia una dirección centralmente dirigida. (24 Horas, 18-19 de julio, tomado de Der Spiegel).


Esta dirección de hecho es la clave y el medio de influenciar los procesos económicos que están transcurriendo dentro del Estado, esencialmente en provecho propio. También es el medio de resguardar el poder político.


 


El líder de la tercera fuerza política en el Parlamento, “El movimiento pro derechos y libertades”, Ajmed Dogan, en una entrevista advierte: “…El gabinete toma un curso rígido y crea condiciones para la imposición de la llamada dictadura administrativa”. Más adelante se queja: “…Es una paradoja que el primer gobierno democrático comenzara a usar métodos no democráticos”, prediciéndole una pronta caída al gobierno actual, en el mes de septiembre ( 168 Horas, 27/7/92).


 


En realidad, no vemos ninguna paradoja. Las masas quieren vivir mejor ya, mañana. Su voto a los achuales gobernantes fue dado precisamente por esto. A pocos se les ocurría pensar en la posibilidad de renunciar a la seguridad social, educación, derecho al trabajo. Precisamente por esto el “costo social” de la reforma de ninguna manera permitirá el “libre juego democrático”, menos todavía en países cuya población está acostumbrada a ciertos logros sociales. La futura aparición de regímenes autoritarios es un proceso lógico. Apuntarán esencialmente contra el descontento social organizado y especialmente contra las reivindicaciones sindicales.


 


El líder del Partido Social demócrata Búlgaro, P. Dertliev, después de haber salido de la UFD, declaró: “…No ha llegado el tiempo del capitalismo salvaje en Bulgaria, ni el pueblo búlgaro va a aceptar este fenómeno” (Debati, 21/7/92). Si pretende implantar el capitalismo socialdemócrata y occidental en Bulgaria, este hombre debería explicar su método. En cuantoal pueblo búlgaro, estamos de acuerdo que no va a aceptar por las buenas dicho fenómeno, de allí se fundamentan pronósticos.


 


Últimamente, se hace mucha alusión al camino de Alemania después de la Segunda Guerra Mundial, mostrándola como ejemplo para nuestro país. Nada menos que el corifeo económico, Rostov, dice: …Nuestro país está en un cruce de caminos: uno hará de nuestro país el patio trasero de Europa. El otro es el que moviliza al país, como ha movilizado a Alemania, la Alemania destruida después de la Segunda Guerra Mundial…” (168 Horas, 19/2/92). El experto económico del Partido Socialdemócrata, profesor Gancho Ganchev, en conversación personal fue más directo: “No queremos el capitalismo latinoamericano, queremos el de Alemania después de la guerra”.


 


Lamentablemente, los buenos deseos no siempre se transforman en realidades. Las diferencias entre Bulgaria de hoy y Alemania de entonces son abismales. Bulgaria sale de un período de relativo bienestar y va hacia lo peor de la crisis. Alemania salió de una guerra total para comenzar su reconstrucción. Por fin, no puede esperarse un “Plan Marshall” para Europa Oriental. Pero veamos las realidades en resumen: la depresión seguirá durante 1992 en gran medida gracias a la descomposición de los mercados tradicionales.


La caída de la producción será de por lo menos 10 a 12% (hasta 15%) para 1992.


 


La inflación en 1992 será, por lo menos, de 60-70%. Teniendo en cuenta los múltiples frentes inflacionarios potenciales, podría sobrepasar el 100%.


 


Los ingresos reales seguirán disminuyendo, limitando la demanda interna.


 


El desempleo alcanzará, por lo menos, a finales del año $2, a 800-850 mil personas, es decir 25% de la población activa. Si comienza un proceso de quiebra masiva, cuyas premisas existen, el desempleo fácilmente alcanzará 1.000.000 de personas.


 


El déficit presupuestario marca una tendencia en alta, limitando los programas sociales, salud, educación, etc.


 


Sin un clima político-social favorable no se esperan inversiones (por lo menos hasta 1993). Por la calificación de riesgo de inversiones, Bulgaria está en el lugar 114 de la lista mundial. Como señala el profesor Ivan Angelov: “…El futuro financiamiento de la reforma búlgara debe apoyarse en fuerzas locales esencialmente” (Economía, marzo, 1992).


 


Dicho de otra forma: la acumulación “interna” del capital será respaldada por el empobrecimiento absoluto de la mayoría de los búlgaros.


No debemos esperar acceso importante a los mercados occidentales. Aunque fuéramos aceptados como miembros asociados de la CEE, habría un largo proceso de adaptación, de por lo menos 7 a 9 años. Y si nosotros abrimos nuestros mercados, (según el principio de reciprocidad) el desempleo pasará los 2.000.000 (ver Economía, marzo, 1992).


 


La tensión social seguirá en auge. Sus fuentes directas son el empobrecimiento absoluto, la inflación, la situación de los jubilados, la restitución. Crece el peligro de demagogos y populistas dentro del sistema “democrático”. Por otro lado, las decisiones políticas reales tienden a concentrarse en entidades “nombradas” y no electas por el voto popular. Cada vez más éstas expresan los intereses de la nueva clase capitalista y sus fracciones.


 


Los sindicatos inevitablemente chocarán con el gobierno, cualquiera que éste sea. Lo mismo se podría decir sobre el Parlamento "democráticamente electo”. Las medidas autoritarias futuras devienen de la imposibilidad objetiva de garantizar a la vez la acumulación interna capitalista y un nivel de vida mínimo de las masas. A medida de su consolidación, el nuevo Estado capitalista tendrá que emplear cada vez más sus instrumentos represivos contra el resurgimiento de la ideología comunista vuelta hacia sus fuentes históricas y la oposición sindical.


 


La otra variante, peor y en la que no queremos pensar, es la agudización de los conflictos étnicos dentro del país o una explosión nacional regional, una especie de internacionalización del conflicto yugoslavo. La existencia de un partido "turco”, el tercero en la vida política búlgara y con altísimo poder de decisión (los votos de sus representantes sumados a una de las fuerzas políticas, UFD o PS, dan la mayoría calificada para las decisiones parlamentarias) levanta muchas preocupaciones. En cualquier momento el “Movimiento pro derechos y libertades” puede provocar una crisis gubernamental. Y sus líderes supieron sacar dividendos de esta circunstancia. Fundado sobre las bases del “Movimiento de Liberación Turco Nacional”, existente antes de 1989, el MPDL lleva una política “cuyo determinante es el interés, no las ideas y principios. Y no el interés de sus electores, sino el de su cúspide y los intereses turcos con ella relacionados” (Rev. Postfactum, 31/8/92). Como concluye más adelante la revista “…este movimiento apareció en la escena política no por buscar lugar en ella, proponiendo alternativas en sentido político y económico, sino con objetivo de ser unificada y separada la comunidad turca en Bulgaria”.

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