A propósito del libro La Educación Católica, de Manuel Sánchez Márquez


En momentos en que la Iglesia esta asumiendo un mayor protagonismo en el escenario político internacional, asistimos al renovado intento de presentarla como una institución progresista.


 


Decimos renovado, porque ya en la década del 60, con motivo del Concilio Vaticano II, bajo el papado de Juan XXIII, se inauguró el llamado proceso de aggiornamiento (modernización).


 


Al igual que en ese entonces, dicha institución ha pasado a ser presentada como abanderada de los humildes, un vocero de la lucha contra el capitalismo salvaje y hasta una expresión de pluralismo y democracia.


 


Este nuevo rostro humano ha sido abonado con sucesivas manifestaciones públicas del Vaticano pidiendo perdón, ya por la conducta de la Iglesia bajo la Inquisición, con la persecución y asesinato de los denominados herejes, ya por el silencio, encubrimiento y complicidad con el holocausto bajo el nazismo. Dicha mea culpa se ha hecho extensiva a la cruzada entablada quinientos años atrás contra Galileo Galilei o siglos más tarde contra Darwin, admitiendo, por primera vez, la posibilidad acerca de la validez de la teoría de la evolución.


 


No es ajena a dicho fenómeno la izquierda, quien ha venido coqueteando con la Iglesia y ha vuelto a la carga con su vieja fantasía de conciliar al cristianismo con la revolución.


 


Este fenómeno de alcance internacional tiene entusiastas seguidores en nuestro país. Ctera (Central de trabajadores de la educación) cuya conducción es de filiación centroizquierdista, considera por ejemplo, a la institución clerical una aliada y la incluye dentro de lo que llama frente nacional.


 


Luego de semejante propaganda y calificativos, es lícito preguntarse si la Iglesia ha cambiado su carácter, si lo que históricamente fue el reducto de la reacción ha sufrido una transformación progresista.


 


Es muy revelador al respecto la publicación reciente del libro titulado Educación católica, escrito por el especialista Licenciado Manuel Sánchez Márquez, el cual ha despertado calurosos elogios y una espectacular acogida en los medios eclesiásticos, al punto tal que el Consudec ha decidido recompensarlo, publicando el libro como cabecera de la colección que acaba de lanzar a la calle. No es faltar a la verdad decir que la obra transmite con bastante fidelidad lo que es la posición oficial del clero.


 


Educación Integral


 


La Iglesia, según palabras del autor, reivindica lo que denomina educación integral. "La fe cristiana obliga a creer que la educación o es integral o no existe. Para el cristianismo es inaceptable que la formación de un espíritu pueda ser disociada de la formación de la conciencia y de la educación de las relaciones con Dios".


 


La labor educativa debe partir del reconocimiento de la "doble dimensión del hombre". La dimensión "terrenal" debe articularse con la "trascendente", que, en definitiva, es la más importante.


 


"El hombre es trascendente: supera infinitamente al hombre, pues la única manera válida de educar al hombre del mañana que el fin que pretende al lograrse a sí mismo está mas allá de sí; sólo se colma el ser del hombre cuando alcanza o es alcanzado por el infinito… por Dios".


 


Esta invocación a la "trascendencia" ha sido históricamente el instrumento para justificar la resignación. Como la salvación del hombre está en el cielo y no en la tierra, habría que aceptar las penurias, los tormentos, los atropellos y las privaciones terrenales o al menos, asumirlos como un mal transitorio en la ruta hacia la felicidad eterna.


 


"…No hay salvación sino en El (Cristo), tal cual lo expresa explícitamente la Sagrada Escritura… no existe bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el cual podamos alcanzar la salvación". Las desdichas de los propios explotados serían resultado de sus propios pecados y no de la estructura social.


 


"¿De qué sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde el alma?" se interroga el autor. La felicidad, el bienestar, dependerían del "perfeccionamiento interior", con lo cual se proclama la esterilidad de la lucha reivindicativa y aquélla dirigida a la transformación y trastocamiento del orden existente.


 


Procurando exaltar las supuestas ventajas que entraña la formación del espíritu, el libro cita a Paul Johnson, conocido historiador de filiación católica quien afirma que "La historia sugiere que la práctica regular de una religión estructurada impone restricciones a los apetitos humanos, tanto los individuales como los colectivos que son difíciles de implementar por otros medios".


 


La "educación integral" es una prueba de que la función que ancestralmente le ha cabido a la Iglesia no se ha alterado: el conformismo, la sumisión, el sometimiento, la pasividad de los explotados y, en particular, de la juventud frente a la voluntad de los explotadores.


 


Oscurantismo


 


La enseñanza de la fe pasa a dominar la labor educativa. El licenciado Márquez se da la licencia de presentar a aquélla como complementaria de la ciencia. "Fe y razón son dos órdenes de conocimiento, pero se deben dar la mano…".


 


"…un maestro, enseñe lo que enseñe, debe situar los fenómenos en la perspectiva de la fe, siendo objetivo, mostrando la consistencia interna de cada materia e incorporando al mismo tiempo los valores procedentes del mundo profano al cristianismo". La fe agrega "no es algo sobreimpuesto, sino que completa, termina, actúa y corona el esfuerzo plenamente de las ciencias humanas".


 


Los principios religiosos son inclusive exhibidos como fuentes rectoras para la enseñanza superior y la investigación científica: "En efecto, docencia e investigación son los dos quehaceres propios de la universidad, pero todo con espíritu científico, lo cual supone un profunda pasión por la verdad y un riguroso método científico, pero, a la vez, una sólida formación humana, un código bien claro de ética, y en nuestros centros de altos estudios, impregnación de fe, de Evangelio, dando justamente a la docencia y a la investigación un sentido evangélico, un fin social y patriótico, para servir mejor a la sociedad en que se halla inserta".


 


Uno de los grandes pasos trascendentes de la humanidad (si de "trascendencia" se habla) fue separar a la Iglesia del Estado y sustraer a la educación de las manos del clero. Estamos en presencia del fenómeno inverso. Siglos de humanidad son tirados por la borda para volver a la primacía del dogma.


 


El autor tiene la osadía de afirmar que la ciencia profana (es decir, la fe nos desayunamos sería una ciencia también, pero no profana) hasta constituiría un soporte para "alguna demostración de la religión". Márquez nos señala que "el electrón no se ve, pero existe. ¿Por qué Dios tampoco se ve y no puede existir?".


 


El licenciado, satisfecho como si hubiera hecho un gran hallazgo, delata, aunque ni siquiera lo advierta, su supina ignorancia. Las hipótesis y enunciados científicos son puestos a prueba y sometidos a verificación, confrontados una y otra vez con evidencias empíricas que los sustenten. Pero dichas evidencias no necesariamente son fenómenos observables (si por observables se entiende visibles a simple vista) y eso no implica que su presencia sea un producto de la imaginación.


 


El electrón como millones de fenómenos no observables de la física, la biología, la química o en las propias ciencias sociales tienen su base de sustentación rigurosamente en la experiencia o en la práctica o en los rastros o huellas que ésta ha dejado y su existencia es detectada a través de la variada y múltiple gama de instrumentos, pruebas, experimentación o métodos de observación (directos o indirectos) que ha ideado el hombre a lo largo de la historia.


 


Nada que ver con la fe religiosa que parte de verdades reveladas de una vez para siempre, inmodificables, indiscutibles y, como tales, al margen y fuera de cualquier constatación empírica.


 


Represión y auto-represión


 


El carácter retrógrado de la educación católica queda todavía más retratado cuando la obra aborda la cuestión de la sexualidad. "La banalización de la sexualidad es uno de los factores principales que están en la raíz del desprecio por la vida naciente: sólo un amor verdadero sabe custodiar la vida. Por tanto, no se puede eximir de ofrecer sobre todo a los adolescentes y a los jóvenes la auténtica educación de la sexualidad y del amor, una educación que implica la formación de la castidad como virtud que favorece la madurez de la persona y la capacita para respetar el significado esponsal del cuerpo".


 


En otras palabras, la censura y la autocensura, la prohibición de las relaciones extramaritales, el culto a la autorepresión, la negación de la libertad y del derecho de la persona a elegir sin ataduras su pareja, a gozar de la vida y disfrutar sexualmente.


 


"La ley moral les obliga (refiriéndose al matrimonio), de todos modos, a encauzar las tendencias del instinto y de las pasiones y a respetar las leyes biológicas inscriptas en sus personas. Precisamente este respeto legitima, al servicio de la responsabilidad en la procreación, el recurso de los métodos naturales de regulación de la fertilidad; estos han sido precisados cada vez más desde el punto de vista científico y ofrecen posibilidades concretas para adoptar decisiones en armonía con los valores morales".


 


Es decir, la exclusión de los métodos anticonceptivos, ni hablar del derecho al aborto. No es un secreto que la Iglesia es el principal obstáculo para la difusión de los preservativos aunque esto implique la condena de miles de jóvenes, expuestos al contagio del SIDA, privados de una adecuada educación sexual en las escuelas y de información en los medios de comunicación.


 


Es fácil advertir que la educación católica, en lo que se refiere a este ámbito, ya no es sólo un anacronismo, reñido con las pautas básicas que emanan de la pedagogía moderna sino que la tentativa de instaurar como principio rector una moral victoriana ha pasado a ser una cuestión vital en el estricto sentido de la palabra (es decir, de vida o muerte).


 


La Iglesia no se ha dado por satisfecha con las modificaciones que logró, tiempo atrás, en los contenidos de la EGB (Educación General Básica). Ahora, ha tomado como blanco aquéllos relativos a la Polimodal (cuya implementación está prevista a partir del próximo año en varias jurisdicciones).


 


El autor cita al presbítero Jorge Luis Lona quien denuncia que "este proyecto de tratamiento profundo e integral del gran tema conjunto persona, sexo, amor, familia queda completamente revertido en la versión 2.0 de Educación Polimodal".


 


Márquez, de su propia cosecha, agrega que "se elimina en la práctica de esos contenidos el tratamiento de familia y de matrimonio, lo que parece justificarse por respeto a las uniones de hecho, separaciones y otros tipos de uniones… pero en la práctica de esta manera se cae en la discriminación hacia la mayoría argentina: casada y de recta concepción de la familia y matrimonio tradicionales".


 


Servilismo I


 


Una de las funciones principales de la educación católica apuntaría a "lograr buenos patriotas" y "obtener ciudadanos fieles a la tradición". Dicho objetivo "no significa mirar siempre y sólo al pasado, sino proyectar la acción al futuro, apoyada en la tradición asentada en las bases sólidas iniciales, no desviándose de las lecciones de la historia y sobre todo de las grandes líneas rectoras señaladas por la religión y moral católicas que los fundadores de la patria siguieron y nos legaron"


 


Esta tradición, sin embargo, es coloniaje, es decir, la negación de la patria pues la historia argentina esta signada por el sometimiento secular del país a las metrópolis extranjeras y por la incapacidad de sus clases dirigentes para abrir un desarrollo autónomo e independiente.


 


La emancipación nacional supone superar esa tradición y crear una nueva conciencia nacional, pero esa tarea esta llamada a ser consumada por los explotados y no por los explotadores.


 


La obra se refiere a la conquista colonial, a cuyos protagonistas les asistía "una preocupación de cuerpo y mente, procediendo a un plan estructural de culturalización". Es decir, la colonización fue un empresa civilizadora y no una cruzada de exterminio, pillaje y sometimiento de la población indígena.


 


Sin escandalizarse, el licenciado expresa que se "han exagerado las críticas… pues, aunque ha habido tratos condenables que no se niegan, la fe católica llamaba a descubridores y colonizadores a respetar la vida indígena y la de los nuevos seres, fueran o no hijos de español".


 


Servilismo II


 


La educación debe orientar a los jóvenes a "cumplir leyes y normas, emanadas justamente de nuestras autoridades", lo cual "no sólo es un deber, sino hasta señal de ser un buen ciudadano".


 


Pero por medio de esas normas y esas leyes se ha venido implementando la pérdida de la jubilación, las rebajas salariales, la anulación de derechos laborales, las privatizaciones y los aumentos de tarifas, el despojo del patrimonio y el erario público, es decir, el capitalismo salvaje que el Vaticano proclama combatir.


 


De la mano de la cruz no ha venido una era mas justa y humana sino la superexplotación, los planes de austeridad, la desprotección e inseguridad colectiva. La Iglesia en todos los ámbitos en que le tocó actuar, no ha fijado las bases de una nueva sociedad sino que se ha limitado a ser el vehículo de la política neoliberal.


 


Basta observar la restauración capitalista en Polonia y en otros países del Este. El Vaticano se ha revelado una vez más como un aliado estratégico del imperialismo.


 


Historia


 


La obra contiene una exposición histórica detallada del papel político y educativo de la Iglesia en nuestro país. Su rechazo al matrimonio civil en 1880; su encarnizada oposición a la promulgación de la ley 1420; su resistencia militante a la reforma universitaria del 18 que se alzó contra el dominio clerical de los claustros; la organización de brigadas en la llamada semana blanca, en septiembre de 1919, "a fin de contener el avance desintegrador de las fuerzas integradas por los hijos de las tinieblas"; su apoyo al golpe de Uriburu y el sostenimiento de los gobiernos de la década infame.


 


Con la crisis del 30, el accionar de la Iglesia toma un renovado vuelo. De esa época data la formación de la Acción Católica y la Joc (Juventud Obrera Católica), que tuvo mucho que ver "con la contención del marxismo entre los obreros". Esa época coincide también con la "aglutinación de los colegios católicos" (Consudec) y la creación del Instituto de Cultura religiosa superior y de la Universidad Católica.


 


La educación religiosa es implantada en 1936 en la provincia de Buenos Aires en las escuelas estatales. Poco después ocurría otro tanto en la Nación.


 


En la primer presidencia de Perón se ratifica por ley lo dispuesto por los regímenes de facto y se otorga la "elección de religión o moral por parte de los padres en la escuela estatal". El matrimonio de Perón con la Iglesia se rompe en 1952 (más aún, al suprimirse la enseñanza religiosa en las escuelas y votarse la ley de divorcio) y la Iglesia va a participar activamente en la Revolución Libertadora. El golpe militar "hace que dicha supresión dure poco, por la inmediata sanción de la ley 14401/55" (reimplantación de la enseñanza religiosa).


 


Una nueva etapa se abre a partir del 55. La Iglesia que había logrado un amplio desarrollo en la primaria y, particularmente en el ciclo medio, va a lograr un nuevo avance con su incursión en la Universidad y la autorización para expedir títulos habilitantes.


 


El crecimiento de la Universidad privada y la confesional en particular fue espectacular desde entonces: ya en 1968 se registraban 10 estatales y 24 privadas y en la actualidad el balance arroja 39 estatales y 44 privadas.


 


La educación católica pasó a ser un Estado dentro del Estado, al reconocérsele hasta una estructura propia e independiente, incluso dentro del Ministerio de Educación, a través de la creación del SNEP (Superintendencia Nacional de Educación Privada). Dicha nueva estructura "significó además, el aporte a los colegios no estatales", es decir, los subsidios, consagrados por el gobierno de Frondizi, Allende en la provincia de Buenos Aires, y ratificados luego por Illia.


 


Bajo la dictadura militar de Onganía se extiende dicho reconocimiento a los títulos de los profesorados de gestión privada, desde entonces de "plena validez nacional". No es un secreto, por otra parte, la connivencia con la dictadura militar videliana, la que recibió la bendición de la jerarquía eclesiástica.


 


"La Iglesia durante la época del Proceso, ha sido acusada de connivente. No lo fue, aunque pudo haber hechos dudosos, como ha confesado recientemente una Asamblea Episcopal en 1996 y obispos por su cuenta". Recientemente, se han abierto los archivos del Departamento de Estado norteamericano de la época, saliendo a luz el activo papel de la cúpula eclesiástica (y del enviado del Papa en particular) en la conspiración golpista.


 


Se llama "hechos dudosos" a la participación hasta en forma física de curas y obispos en campos de concentración, su complicidad y encubrimiento del genocidio.


 


De modo que es un acto de total hipocresía hacer una invocación al pluralismo y al respeto mutuo en lo que se refiere a las relaciones entre la sociedad civil y la Iglesia, cuando ésta ha sido una maquinaria conspirativa y antidemocrática.


 


Autoritarismo


 


La Iglesia no puede pretender una educación liberadora y democrática porque ella misma es un modelo de lo opuesto. Gobierna formalmente como una dictadura y ejerce su jefatura en forma despótica. Pregona la pobreza como virtud pero se nutre de los negociados mas podridos de la banca. Los capitostes del Vaticano estuvieron implicados en las grandes estafas financieras de la última década, vinculados a la logia P-2, al quebrado Banco Ambrosiano, al financiamiento del narcotráfico y el golpismo en América Latina. O los sonados casos del Banco de Crédito Provincial de La Plata o del desfalco descubierto en una institución crediticia cordobesa, hechos en los que aparecieron implicados respectivamente, ni más ni menos, que los cardenales Quarraccino, recientemente fallecido y Primatesta.


 


La tolerancia y la libertad de enseñanza que reclaman desaparece al interior de sus establecimientos, donde reina el autoritarismo: los docentes no pueden sindicalizarse, están sometidos a la censura y la autocensura; no se permite la organización estudiantil independiente.


 


"Se hace difícil en muchos establecimientos católicos porque han ingresado maestros mucho menos ortodoxos y homogéneos. Ya no basta el título de un Instituto del Profesorado, de una Universidad dependiente de la Iglesia Católica, puesto que eso no garantiza en el momento del ingreso y menos con el avance de los años, la permanencia del docente en la pureza de la fe y de las costumbres. Así que hay que exigir de los docentes laicos una sólida formación teológica y moral, respetando de todas formas su conciencias" (¡¡¡menos mal!!!).


 


"Siendo difícil detectar desviaciones, mientras no escandalice públicamente y sea bueno profesionalmente, habrá que contar con ese docente y apoyarse en él. Lo que sí podrá la escuela es preocuparse por la formación permanente y actualizada de sus docentes en el orden espiritual y pastoral, organizado retiros espirituales, reflexiones, jornadas, reuniones o charlas obligatorias de doctrina espiritual y de documentos pontificios".


 


El ideal eclesiástico es elevar la educación a la categoría de feudo, sustraído de cualquier regulación o norma que provenga de la sociedad civil, donde el manejo esté reservado al poder omnímodo y discrecional de la conducción clerical.


 


"La escuela católica, además de tener libertad de elegir, tiene que vigilar continuamente el que el personal docente se mantenga en los principios cristianos y dé ejemplo. Una escuela católica que detecte traición a su finalidad encontrará en ello la principal razón para prescindir de algún docente, por más que brille por el resto de sus aptitudes y capacidad. De esto dependerá la estabilidad, pues de otro modo no formará cristianamente a sus alumnos. Será como tener un gusano dentro de una manzana aparentemente sana".


 


Democracia cómplice


 


El carácter retrógrado de la Iglesia no es nuevo. Lo sorprendente es el blanqueo y el encubrimiento que los partidos del sistema vienen realizando, incluso aquellos de tradición liberal, y aún progresista.


 


El libro es ilustrativo al respecto al detenerse en el periodo histórico más reciente iniciado con el advenimiento de la democracia. El autor no ahorra elogios al radicalismo. "Los gobiernos… de ese partido, aunque con sustos por declaraciones, exabruptos… no atentaron en contra (de la educación confesional)". Particularmente, se lo rescata por su rol en el Congreso Pedagógico. "Es de destacar el discurso del Dr. Alfonsín al inaugurarlo el 4 de abril de 1986, en el teatro Cervantes, donde hizo clara alusión a nuestra educación católica con mucho respeto y muy atinadamente".


 


Ni hablar del período menemista en el cual se procede a sancionar la ley federal de educación, la reforma de la Constitución nacional y de diversas provincias, en las que se consagra en forma más o menos explícita el derecho a introducir la enseñanza religiosa en los colegios, en nombre de la "libertad de los padres de elegir la educación de sus hijos".


 


Fundamentalismo


 


La Iglesia aparece como el último recurso para salvaguardar al sistema frente al fracaso de lo que se suele llamar el modelo liberal, basado en el individualismo, la libre empresa y la iniciativa privada. Dicho modelo que tuvo su época de esplendor en los 80, ha naufragado frente a los alcances de la crisis económica capitalista, que con su secuela de desocupación, recorte salarial y trabajo precario ha hecho que la población pierda confianza y deje de identificarse con el régimen social vigente y con las posibilidades de progreso.


 


Cuando la Iglesia habla de fracaso, y en especial a aquel vinculado a la estructura escolar, no se refiere a la tendencia moderna actual a impartir una educación efímera, superficial, dirigida a hacer de los jóvenes mano de obra barata al servicio de la corporación capitalista. En lo que hace a la reducción de los costos laborales, la Iglesia se ubica en la misma longitud de onda del Banco Mundial y promueve esas mismas pautas en sus propias instituciones escolares.


 


El fundamentalismo religioso apunta a presentarse como el antídoto capaz de encauzar la marea de "insatisfacción", "violencia", prácticas "anárquicas" y "disolventes", "escepticismo", que son algunos de los tantos eufemismos para calificar la tendencia a la rebelión de los explotados, y en particular de la juventud.


 


"Si el mundo está atravesando una crisis universal tan espantosa es porque en la vida privada, familiar, pública, se ha querido prescindir de Dios y su ley. No hablar de Dios en la educación es negarlo, o considerarlo como un personaje sin importancia en la vida del joven. Callar sería la forma mas absurda de la irracionalidad".


 


La Iglesia se postula para ejercer un padrinazgo moral sobre el conjunto de la sociedad. Pero eso implica una injerencia sin precedentes en todos los poros de la vida social y, en particular, en el educativo, que es lo que ya viene ocurriendo y a una sorprendente velocidad.


 


Dichas tendencias no son solamente un fenómeno nacional sino mundial. El texto comentado pasa revista a diversas manifestaciones: en Estados Unidos, partiendo del aliento al sostenimiento económico brindado por Nixon a las escuelas cristianas, o la más reciente resolución Luster, del Parlamento Europeo, que "obliga a los países miembros a no privilegiar ningún tipo de escuela, respetándose el derecho de conciencia en todas las escuelas, estatales o no, condiciones parejas de subvenciones, poder de reclamar otras para las escuelas no estatales, el otorgamiento de títulos y, en una palabra, igualdad de trato".


 


El avance clerical en Estados Unidos puede medirse por la modificación de los planes de estudio en numerosos estados, con la introducción del estudio de la Biblia en ciencias sociales o de la concepción creacionista en ciencias naturales, incluso, en algunos casos, bajo coacción judicial.


 


La propia Unesco ha hecho suyo ese planteo al enunciar que "debe en educación tener primacía la transmisión de los valores éticos" (Declaración de la segunda reunión de la Unesco, México, 1979).


 


Copamiento de la educación


 


Acorde con las nuevas responsabilidades que se le asigna, la Iglesia ha trazado un programa de acción, cuyos lineamientos son expuestos pormenorizadamente por el autor.


 


En primer lugar, la formación docente. "La ley no basta ni alcanza, si no hay disposición interior de los docentes". De allí el énfasis puesto en el perfeccionamiento, donde la curia reclama un papel gravitante.


 


Otro aspecto es el referido a mejoras salariales, que es una pantalla para reclamar más subsidios (hay que recordar que estos están vinculados con los niveles salariales) e introducir la flexibilidad laboral. En la obra se expresa una coincidencia con el proyecto Decibe de profesionalización docente.


 


Otro blanco, como ya lo señalamos, son los CBC de los polimodales cuyo contenido "es distinto de las conclusiones del Congreso Pedagógico Nacional; distinto de la posición asumida por el Gobierno nacional en los foros internacionales, distinto de lo legislado por ley…, desligado de la dimensión espiritual y moral, con ruptura de la historia y la tradición argentina, del patriotismo argentino, con la idea peregrina de que el conocimiento se construye a partir de la sociedad, de que la cultura es relativa, por tanto global, en nada nacional".


 


La Iglesia se traza como gran objetivo en la próxima etapa un reacercamiento con los humildes y recuperar el terreno que ella misma reconoce haber perdido con respecto a otras sectas. "Todos deben hacer más. Deben ir a buscar a las ovejas afuera, como hicieron en otras partes y en otros tiempos apóstoles y misioneros católicos desde hace dos mil años y en América hace quinientos. Por ello, nuestro continente entero, de norte a sur, fue católico en menos de diez lustros".


 


En este marco, la escuela católica acusada "muchas veces de elitista, porque es frecuentada por hijos de ricos o de clase media, debe procurar borrar esas barreras".


 


Una de las claves para ello consistiría en reforzar la ayuda económica de modo de multiplicar la presencia de la escuela católica en los barrios más humildes y carenciados.


 


Pasos en esta dirección fueron dados al otorgársele, por medio de la ley federal de educación, un idéntico status que a la estatal y pasar a denominarse "escuelas publicas de gestión privada", para distinguirlas de las primeras, o como se hizo en la flamante constitución porteña, que pasó a denominar aportes a los antiguos subsidios, para enfatizar el carácter de contribución obligatoria del Estado.


 


Las medidas, con toda la relevancia que se merecen, son apenas eslabones en función de una meta mayor que consiste en el copamiento más integral de la educación con la introducción de la enseñanza religiosa en los establecimientos estatales (cosa que ya viene ocurriendo en provincias como Córdoba, Tucumán y Salta).


 


El clero se plantea como estrategia "hacer tomar conciencia de la necesidad de que en las escuelas oficiales se asegure a todos, católicos o no, la posibilidad de un necesaria formación religiosa según el propio credo, de acuerdo a los principios de una enseñanza integral, la cual incluye esencialmente la apertura a la dimensión trascendente del hombre"


 


Conclusión


 


La presencia de la Iglesia siempre estuvo asociada al sometimiento de los pueblos. Lo fue bajo el imperio romano; cuando bajo Constantino se convirtió en religión oficial; en el medioevo, bajo la unión de la nobleza y el clero, con la inquisición y las cruzadas; en los albores del capitalismo con la conquista y la expansión colonial.


 


Esta vez, no es la excepción. El papel cada vez más gravitante de la institución clerical en la escena política es una señal del agotamiento histórico del régimen social capitalista y, a la vez, un recurso último por salvarlo.


 


La "desintegración moral que se ha abierto un alarmante camino", como se dice, no es más que el eufemismo para expresar una sociedad desgarrada por sus antagonismo sociales que no encuentran contención ni salida en el marco del orden social imperante. Cuando esto ocurre toda la superestructura política se revela anticuada y cruje al calor de la convulsión social que se ahonda.


 


La entrada en escena de un aparato reaccionario como el de la Iglesia expresa el hundimiento de los regímenes políticos democratizantes y las poderosas tendencias a la facistización del estado mediante la instauración de dictaduras civiles.


 


Pero no hay que olvidarse que si hay una reacción de este calibre es porque simultáneamente hay una acción en desarrollo de los explotados. Estamos frente a un escenario de grandes confrontaciones sociales donde nuevamente emerge al rojo vivo el conocido, pero no menos actual dilema, socialismo o barbarie.


 


A la Iglesia, una vez más, le está reservada por la historia la tarea de oficiar de verdugo, participando del selecto grupo de los que conforman el estado mayor de la contrarrevolución.


 


Por eso, no es suficiente lo que se diga sobre el pecado mortal en que incurre la izquierda al hacer caso omiso a estas circunstancias y fabular una solidaridad y una identidad de intereses que no existen.


 


El rol del clero debe ser denunciado implacablemente, desenmascararlo de cara a los masas, no por lo que representó en el pasado sino por lo que representa en el presente y, más que todo, por el papel que está llamado a jugar en el futuro que se aproxima.


 

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