Sobre “La crisis del trabajo abstracto”, de John Holloway


La intención de este trabajo es presentar una crítica al trabajo de John Holloway "La crisis del trabajo abstracto". En ese sentido, esta tarea se ve amenizada por la sólida coherencia interna del mismo, que nos permite ver a las claras de dónde parten y hacia dónde se dirigen las afirmaciones que van sucediéndose.


 


Sobre el "trabajo útil” y el "hacer útil”


 


El primer problema del texto de Holloway es el concepto de "hacer útil" en lugar de trabajo útil, justamente para enfatizar la distinción entre trabajo abstracto y trabajo útil. Mientras uno hace referencia al proceso por el cual la labor obrera es reducida a la cuestión cuantitativa —puesto que el criterio objetivo por el cual las mercancías determinan su valor de cambio es el tiempo de trabajo socialmente necesario para producirlas—, el trabajo útil debe entenderse, en palabras de Marx, como la "condición de vida del hombre (…) independiente de todas las formas de sociedad, una necesidad perenne y natural" (Marx, 2006, p. 53). Si bien Holloway dice aceptar esta independencia respecto de la formación socio-económica en la que participe y de su carácter productor de valores de uso, notamos que en realidad confunde esto, al afirmar que "la constitución de 'trabajo' como algo separado del flujo general del hacer es resultado de su abstracción", introduciendo de esta manera el concepto de hacer útil. Si profundizamos en lo que el autor afirma aquí, vemos que para él el concepto de trabajo debe ser utilizado ante todo para señalar la actividad vital productiva sólo en su forma enajenada, desdibujando este concepto como relación que el hombre establece con la naturaleza (y entre sí) para la reproducción de su existencia, y por la cual se erige ante todo como productor. Así, ya no se trata del elemento de salto ontológico que supo señalar Lukács, el "fenómeno originario" cuyos caracteres centrales son el modelo para el resto de las categorías o elementos sociales (Lukács, 2004).


 


Es por esta asociación total del trabajo con su abstracción que se prefiere utilizar la categoría de hacer útil. Esto se realiza en detrimento de la especificidad del trabajo útil, estableciéndose como multiplicidad de actividades vitales, como "la riqueza enorme de la creatividad humana". Si ya no nos referimos al trabajo útil como la actividad de subsistencia del hombre, sino que, antes bien, hacemos referencia al concepto de "hacer", nos quedamos ante el conjunto de la actividad del hombre sin poder establecer categorías, prácticamente dejando de lado la enorme construcción antropológica que el marxismo ha sabido establecer a través del estudio de las condiciones materiales del hombre en su papel determinante. Un horizonte en el cual el marxismo y la fenomenología sartreana pueden ponerse de acuerdo: el hombre es lo que hace. Pero ¿qué es primariamente lo que hace? ¿Qué lo hace ser hombre? El marxismo ortodoxo dice "el trabajo", como modelo de la praxis, mientras que el concepto de "hacer" es simplemente la potencia indefinida de la humanidad y nos deja sin respuestas frente a esta pregunta.


 


El catálogo de antagonismos


 


Holloway se refiere ahora a la existencia del hacer útil, "en-con- tra-y-más-allá del trabajo abstracto". Desarrolla así el antagonismo que se establece por la subordinación de nuestra actividad diaria al trabajo abstracto (la abstracción del hacer), a la relación de oposición que se vive entre lo que se quiere hacer y lo que se debe hacer para subsistir. Y pone de manifiesto la existencia de un margen, de situaciones en las cuales logramos, individual o colectivamente, auto-determinarnos. Ambas afirmaciones tienen gran relevancia: nos encontramos con esta situación cotidianamente, es la conversión del hombre en animal o máquina y el "huir como de la peste" del trabajo (en palabras de Marx). Es la contradicción viva que se presenta entre la necesidad y la libertad, pero ya no en su carácter universal (quiero volar y no puedo) sino en su momento concreto de la pérdida de determinación de capacidades humanas por el conjunto de la clase trabajadora ("frustración": quiero/queremos decidir nuestro destino y se nos imponen leyes humanas que no lo permiten). El problema que estudia Holloway es el mismo que nosotros: no la castración psicoanalítica del sujeto, sino la enajenación capitalista.


 


A este primer antagonismo, Holloway lo llama "lucha del hacer útil (…) contra el trabajo (y por lo tanto contra el capital, ya que es el trabajo que crea el capital)", pero a esto agrega otro. En el trabajo no se genera valor sino también plusvalía, que se acumula como capital a través de la explotación constante del trabajo asalariado; por lo tanto, se erige así el antagonismo del trabajo contra el capital. Lucha contra el trabajo y lucha del trabajo conforman el catálogo de antagonismos de Holloway. Ambas luchas supuestamente estructuradas contra el capital, pero en donde ha dominado la del trabajo.


 


Así, el autor ya ha preparado el terreno para introducir su denuncia: que el trabajo abstracto ha dominado la lucha contra el capital, y que por tanto ésta ha estado sujeta a las formas burocráticas de organización y a la fetichización de las ideas. Aquí señala por un lado el papel de la lucha sindical, generalmente entendida como económica con un complemento político dado por la lucha partidaria en función del Estado; ambas con la tendencia a reproducir la organización jerárquica propia del trabajo abstracto. Por el otro, la concepción cosificante (el fetichismo) de las relaciones sociales en que nos encontramos inmersos, en particular en relación con el Estado, que es visto por el movimiento obrero como organizador de la sociedad cuando, en realidad, es un momento de la abstracción del trabajo. Todo esto conforma la "cárcel conceptual y organizativa que efectivamente sofoca cualquier aspiración revolucionaria".


 


Veamos detenidamente las tesis que pone en juego el autor. Por un lado, la separación entre la lucha del hombre por liberarse de su enajenación y la lucha económico-política contra la burguesía no puede inscribirse en la tradición del marxismo más que violando su propia naturaleza. Los motivos por los que éstas han sido ligadas durante toda la historia deben ser señalados continuamente:


la revolución (Holloway todavía habla de "aspiración revolucionaria") será hecha en base a los hombres reales de hoy, cuyas necesidades actuales no pueden esperar; la experiencia real y su estudio atento demuestran que las contradicciones del capitalismo no permiten que en él se desenvuelva una liberación de la potencia creativa del hombre (de sus "fuerzas productivas"); por último, la toma del poder del Estado (de la cual el autor ha renegado hace algunos años) es el punto nodal de una transformación social de raíz.


 


De manera tal que la crítica de una organización partidaria, a pensar la política en torno al Estado, es el abandono (la "crítica") de una experiencia histórica de la clase obrera. El autor afirma: "Ya que el movimiento del hacer útil es el empuje hacia la creatividad socialmente autodeterminante, sus formas de organización son típicamente anti-verticales y orientadas hacia la participación activa de todos. Esta es la tradición consejista o asambleísta que siempre se ha opuesto a la tradición estadocéntrica y partidocéntrica dentro del movimiento anticapitalista." Coloca el eje donde tiene que ir: centralismo democrático para quienes quieran tomar el poder del Estado, horizontalismo para quienes no. Pero Holloway, que había trabajado en otro momento una seria caracterización del Estado para evitar su cosificación, terminó olvidando aquella parte del Estado que encierra el monopolio de la violencia, la asociación con los grandes monopolios y todos los caracteres que una concepción más "tosca" (pero mucho más centrada) pudo señalar. Se quiere combatir la fetichización, ya no por la vía del análisis y la praxis concretos, sino por la idealización. La pregunta es: el Estado es un momento del trabajo abstracto, pero ¿qué momento? El marxismo ortodoxo ve la unidad contradictoria de la violencia económica y la extra-económica, y apunta a cambiar el estado de cosas actual a partir de otra violencia, a partir de un Estado obrero que tenga un poder real y no una mera manifestación de principios que permite la reproducción capitalista.


 


La crisis del fordismo


 


La caracterización de la crisis del fordismo por parte del autor da en la tecla, porque revela hasta qué punto las transformaciones intelectuales son el efecto del desconcierto frente a la realidad de la crisis capitalista. Esta crisis se vinculó con un auge de la lucha de clases a nivel mundial, en donde la burguesía triunfó nuevamente sobre la clase obrera y logró recomponer parcialmente su dominio; pero que la ha colocado en una de las más intensas situaciones de su historia, en que cada día más se revela su incapacidad de hacer frente a sus propias contradicciones. Respecto de lo primero, Holloway dice: "Todo esto se entiende muchas veces como una derrota histórica de la clase obrera. Pero tal vez se debería ver más bien como una derrota para el movimiento obrero, para el movimiento basado en el trabajo abstracto, una derrota para la lucha del trabajo contra el capital y posiblemente una apertura para la lucha del hacer contra el trabajo. Si es así, entonces no es una derrota para la lucha de clases sino un desplazamiento hacia un nivel más profundo de lucha de clases. La lucha del trabajo está siendo remplazada por la lucha contra-y-más-allá del trabajo".


 


Vemos que, para el autor, la crisis del fordismo es ante todo la revelación definitiva de la superioridad de la lucha contra el trabajo frente a la lucha del trabajo. No se trata, entonces, de realizar un balance crítico en pos de una perspectiva estratégica, sino de abandonar esta perspectiva (claro que con el aval de la crisis capitalista).


 


Frente a las contradicciones crecientes de la burguesía, Holloway afirma: "La crisis del trabajo abstracto se puede ver en términos del marxismo clásico como la revuelta de las fuerzas de producción contra las relaciones de producción. Pero hay que entender las fuerzas de producción no como cosas, como tecnología, sino como la 'fuerza productiva del trabajo social', como nuestro poder-hacer social. Y el modo en el cual nuestro poder-hacer está rompiendo "su envoltura capitalista" (El Capital, I, p. 648) no es a través de la creación de unidades de producción cada vez más grandes sino a través de millones de grietas, espacios en los cuales la gente está diciendo que no van a permitir que sus capacidades creativas se encierren dentro del capital, sino que va a hacer lo que a ella le parece necesario o deseable." Vemos en todo esto que ya no se trata de realizar un análisis científico, a la vez económico y político, sino de proclamar a viva voz que "la gente" dice basta. Pero los contemporáneos vienen diciendo basta desde casi los albores del capitalismo, y sólo se han hecho grandes avances históricos en aquellos momentos en que se ha organizado la clase obrera, en conjunto con otros grupos y clases insurgentes, bajo las estructuras y formas que hoy se declaran caducas. De manera tal que la liberación del "poder-hacer social" se encuentra en la siguiente situación: sólo puede realizarse bajo la vía de un análisis concreto de la realidad capitalista, sólo puede ser si se reconoce y se orienta a su capacidad el sujeto que es capaz de llevarla adelante. La vía que escoge Holloway, por el contrario, es un callejón sin salida para todo el movimiento obrero, puesto que no se plantea algo que debe decirse lisa y llanamente: el fin del capitalismo.


 


Conclusión


 


Esto, que puede llamarse la disputa entre el marxismo crítico y el ortodoxo, desde ya no es un debate nuevo. Lo que aporta el actual trabajo de Holloway es clarificar el camino de pensamiento que se realiza para llegar a abandonar la toma del poder, el centralismo democrático, el permanente esfuerzo por orientar las luchas puntuales en una gran lucha general.


 


Al desdibujarse la categoría de trabajo útil, se deja ante todo de lado la perspectiva del materialismo histórico, su premisa antropo-ontológica primera. Pues el trabajo útil tiene, como bien señala Lukács, un carácter fundamental no sólo por ser la única categoría transicional del ser natural al ser social, sino también porque en él opera el mecanismo teleológico que es modelo de las actividades humanas: la postulación de un fin. Este hecho doble, que marca la constitución primera del ser social, es el que explica a su vez su posibilidad de desarrollo inmanente, su posibilidad de expandirse (Lukács, 2004). De manera tal que nos sumimos en una confusión muy profunda si seguimos la línea planteada por Holloway, puesto que no puede caracterizarse correctamente la relación entre la potencia del hacer humano y el trabajo útil, y por tanto la enajenación capitalista, que empieza (en su esencia) por la enajenación del trabajo.


 


Esto que planteamos se resume simplemente: el hombre necesita satisfacer sus necesidades y aspira a mejorar su calidad de vida, realizando esto primero por medio del trabajo, y de este hecho básico debemos partir para analizar la explotación capitalista. Es por ello que el desdoblamiento de luchas (del trabajo/contra el trabajo) no es válido: la lucha económico-política contra la burguesía (con el fin en la toma del poder) es la lucha, no contra la conversión del hacer en trabajo, sino contra la conversión del trabajo útil en trabajo enajenado, que oprime también todo el resto de las actividades humanas. El trabajo seguirá existiendo, pero puede reducirse drásticamente (quizá más de lo que podemos imaginar) y abrir el campo de la liberación de la potencia creativa del hombre. Esto, sin embargo, no puede ocurrir nunca en el marco del capitalismo, aunque queremos situarnos en sus márgenes. Es por esto que hoy día se mantiene vigente, como pensamiento avanzado de la lucha de clases, la alternativa de imponer el socialismo o recaer en la barbarie. La abstracción del trabajo no puede ver su fin hasta que no lo haga el sistema en el que se halla inmersa como elemento constituyente.


 


 


Bibliografía


 


Lukács, Gyorgy: Ontologia del ser social: El trabajo, Trad. de Miguel Vedda, Buenos Aires, Herramienta, 2004.


 


Marx, Karl: El Capital, Trad. de Pedro Scarón, Buenos Aires, Siglo XXI, 2006. Holloway, John: La crisis del trabajo abstracto, edición electrónica en www.herra- mienta.com.ar.


 


Este libro se terminó de imprimir en Noviembre de 2009 en Impresora Balbi SA, Av. Crisólogo Larralde 5820, Wilde Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina


 

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