La crisis nuclear y el acuerdo Irán-Brasil-Turquía


A mediados de mayo, Irán, Brasil y Turquía firmaron un acuerdo de intercambio de combustible nuclear, por el cual Irán enviaría uranio (1.200 kilos) bajamente enriquecido (3,5%) a Turquía, recibiéndolo de vuelta enriquecido a 20% (o sea, adecuado para uso medicinal y científico, pero no para construir armas nucleares). El gobierno de Brasil (Lula) ofició de intermediario del acuerdo, lo que fue entendido como una manifestación contundente de su carácter de "potencia emergente del siglo XXI", o como parte de una victoriosa estrategia antiimperialista global, que marcaría también el inicio de una "geopolítica multipolar", en la que, por primera vez "actores medios tienen acción en temas estratégicos". Fareed Zakaria, que a pesar de su nombre es un celebrado chupamedias del imperialismo yanqui, se preguntó "¿Este es el futuro?", en la tapa del Newsweek ilustrada con una foto de Lula, Ahmadinejad y Erdogan en (conjunta) actitud victoriosa. La derecha brasileña, a su vez, busca criticar la política externa de Lula como caballito de batalla en la campaña electoral presidencial, señalando el carácter represivo del gobierno iraní (a cuyo refuerzo concurriría el acuerdo nuclear con Brasil), el "aislamiento brasileño" (de Estados Unidos), pero haciendo, claro, mutis por el foro respecto del genocidio palestino por parte de Israel, o sobre el masacre afgana por parte de Estados Unidos.


 


Turquía-Israel


 


La aproximación de Turquía a Irán, a su vez, pondría fin a un distanciamiento originado en la "revolución islámica" de 1979 (Turquía apoyaba a la dictadura proimperialista del Sha Reza Pahlevi), agravado durante la guerra civil yugoslava (en especial por el apoyo turco a Bosnia) en la década de '90, y pondría fin a la alianza turco-israelí, con consecuencias estratégicas para el Estado sionista, para el cual el régimen turco era, desde hace una década, su aliado principal en Medio Oriente. Los turcos eran los musulmanes "buenos", integrados a la Otan (siempre hubo soldados turcos al lado de soldados norteamericanos en las guerras de Estados Unidos y mantenían buenas relaciones con Israel).


 


A finales de mayo, como es sabido, un convoy marítimo de bandera turca, que transportaba activistas y ayuda material de sobrevivencia a la población palestina de Gaza, fue salvajemente atacado por Israel, que torturó a los tripulantes del buque insignia Marmara Mavi y asesinó una decena de ellos, principalmente turcos, del IHH (Insan Hak ve Hürriyetleri ve Insani Yardim Vakfi – Fundación para los Derechos Humanos, las Libertades y la Ayuda Humanitaria). En el convoy viajaban personalidades de Europa, Estados Unidos y Asia -incluida una sobreviviente del holocausto del nazismo (la presencia de esta mujer era la expresión del distanciamiento de miles de judíos del mundo entero con un Estado que pretende justificar su existencia, justamente, en la necesidad de una protección estatal contra el antisemitismo). La calificación de crimen de Estado para lo ocurrido es rigurosamente exacta. Turquía criticó duramente el hecho de que el gobierno de Obama no condenase el ataque israelí, ni apoyara una investigación independiente (el gobierno turco fue el único que condenó como "terrorismo de Estado" la acción israelí). Egipto anunció que abriría, por tiempo indeterminado, su frontera con Gaza.


 


Para los palestinos, en especial para el Hamas islámico (que gobierna Gaza), Turquía pasó a ser considerado el aliado principal en la lucha contra el colonialismo sionista. E Irán seria el eje de la constitución de un bloque político en Medio Oriente, con Siria, el Hezbollah libanés, Hamas, y ahora Turquía y


Qatar (que, todavía en febrero pasado, junto a Kuwait, Emiratos Arabes y Bahrein, aceptó albergar misiles norteamericanos Patriot apuntando hacia Irán) contra Israel y los países proimperialistas de la región (Egipto y Arabia Saudita). Periodistas, con aires de "cultura" de solapa libresca, explicaron, en su momento, la alianza turco-israelí por el común racismo anti-árabe de ambos países; ahora buscan explicar el viraje turco anti-Israel como una tentativa de reconstituir, en nuevas condiciones, el Imperio Otomano…


 


En los últimos cinco años, Turquía buscó adherir a la Unión Europea, bajo críticas de los Estados Unidos, y ahora también, explícitamente, de los gobiernos de Sarkozy y Merkel. El país es gobernado por la más organizada clase capitalista del Medio Oriente musulmán. Tiene la capacidad de producción industrial más importante de la región, aumentó sus exportaciones de cerca de 30 mil millones de dólares, en 2000, a 130 mil millones, en 2008. El 90% de sus exportaciones son bienes industriales (en especial de la industria automotriz). Diversas multinacionales han hecho del país su cabeza de playa para Europa Oriental, Medio Oriente y el norte de África. Pretende ahora transformarse en un centro financiero y de arbitraje de negocios para todo el mundo árabe, el Cáucaso, Asia Central y los Balcanes. Tiene, además, el segundo mayor ejército de la Otan (después de los Estados Unidos), lo que la pone entre las tres mayores potencias militares de Eurasia, junto con Rusia e Israel. Posee armas nucleares en su territorio, pertenecientes a Estados Unidos, que las colocó en Turquía durante a la "guerra fría" como medio de presión sobre Unión Soviética.


 


La aproximación con Palestina y el deterioro de las relaciones Turquía-Israel no son cosa nueva. Desde que Hamas fue electo para dirigir el Consejo Legislativo Palestino (después aislado en Gaza), el gobierno del AKP turco siguió una política de aproximación: invitó autoridades del Hamas para conversaciones en Ancara en 2006, iniciativa criticada severamente por Israel y Estados Unidos. Cuando Israel atacó Gaza en diciembre de 2008, el gobierno turco criticó el ataque sionista violentamente. En el Foro Económico Mundial de Davos, en Suiza, el primer ministro turco Tayyip Erdogan atacó violentamente al presidente israelí, Shimon Peres. Los ejercicios militares conjuntos fueron suspendidos. El ataque al Mavi Marmara fue el episodio más reciente de la larga agonía de la "amistad" turco-israelí. Ni que decir tiene que, frente a los kurdos de su país, el gobierno turco sigue una política que poco difiere del tratamiento reservado por Israel para los palestinos.


 


Acuerdo y sanciones


 


El acuerdo nuclear fue presentado como un "frente antiimperialista" Irán-Brasil-Turquía, producto de la discusión de sus tres mandatarios en Teherán. Sin embargo, el acuerdo nuclear de mayo fue precedido, en abril, por un viaje a Irán del ministro de Relaciones Exteriores brasileño, Celso Amorim, en el cual éste presionó al gobierno iraní para que dé "garantías a la comunidad internacional de que su programa nuclear no tiene fines militares", para lo que debería "eliminar sus ambigüedades", o sea que el gobierno brasileño asumió la función de intermediario de la presión de las potencias imperialistas sobre Irán. La modalidad del acuerdo nuclear "antiimperialista", por eso, está lejos de ser nueva. En 2009, tras las presiones diplomáticas del "sexteto" imperialista (Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Rusia, Alemania y China), Irán accedió al inicio de inspecciones de la Agencia Internacional de Energía Atómica (Aiea) del nuevo centro nuclear de Qom.


 


Irán, Estados Unidos, Francia y Rusia se habían reunido a partir del 19 de octubre de 2009, en Viena, para debatir las posibilidades de enriquecer el uranio iraní en un tercer país: un responsable estadounidense declaró en ese momento que "podría alcanzarse un acuerdo para que Teherán enriquezca su uranio hasta el 20 por ciento en Rusia, antes que el Estado francés lo transforme en combustible para el reactor iraní, siempre bajo control de la Aiea". El acuerdo permitirá un mejor control del stock de uranio enriquecido de Irán, cuyo programa nuclear ya ha sido sometido a cuatro mil horas de "inspecciones internacionales". Para calmar el frente interno, el director de la Organización de Energía Atómica de Irán, Ali Akbar Salehi, declaró categóricamente que "no hay relación entre el acuerdo de intercambio y nuestras actividades de enriquecimiento". Si Irán cumpliera el acuerdo se debilitaría política y militarmente. Si no lo hace, dará más crédito a la tesis de Hillary Clinton de que la ofensiva militar contra el país es la única vía para evitar que Irán se transforme en país "atómico". El acuerdo es una trampa.


 


Después del tour oriental de Lula, se reveló el contenido de una carta que, poco antes, Obama enviara al brasileño, instándolo a proponer un acuerdo nuclear en ese molde al gobierno iraní, para "retomar el proceso diplomático constructivo" con Irán. Que el acuerdo saliera, pero fuera del marco institucional definido por los Estados Unidos (o sea, como acuerdo de tres "periféricos", y no en el marco del "grupo de Viena" (o G5 +1, como es llamado) o de las negociaciones Irán-Estados Unidos, no el contenido del acuerdo, fue lo que puso fuera de sí a la Secretaria de Estado Hillary Clinton (que también representa al lobby sionista del Partido Demócrata, con su expresión en el Congreso, en el Comité Israelí-Americano de Asuntos Públicos). Para Clinton, el acuerdo "mina la capacidad de la comunidad internacional de presentar un frente unido contra Irán" (previamente, había metido la pata hasta el cuadril, declarando que el acuerdo no saldría).


Celso Amorim afirmó que "el acuerdo es el que Estados Unidos propuso". El propio gobierno iraní vio el acuerdo como una posibilidad de evitar una nueva rueda de sanciones internacionales, lo que resultó exactamente en lo contrario.


 


Porque inmediatamente después del acuerdo Irán-Brasil- Turquía, el gobierno de Obama envió una propuesta, a la ONU (Consejo de Seguridad) de nuevas sanciones a Irán, por su programa nuclear. Hillary Clinton declaró: "No creemos que fue por casualidad que Irán concordó con ese acuerdo -justamente cuando nos estamos preparando para avanzar (contra Irán) en Nueva York- cediendo ante el esfuerzo de las potencias para aprobar nuevas sanciones". Las sanciones propuestas por los Estados Unidos acabaron aprobadas (resolución N° 1929, Consejo de Seguridad de la ONU), con el voto contrario de Turquía y Brasil, y la abstención del Líbano: por primera vez, un "paquete anti-iraní" no fue aprobado por unanimidad del organismo, de quince miembros. El embajador de Israel en Estados Unidos, Michael Oren, dijo que la resolución "puede servir como plataforma de lanzamiento para sanciones de largo alcance contra Irán por parte de Estados Unidos y naciones de mentalidad similar" (!).


 


La Unión Europea también aprobó sanciones, que configuran un vasto enmarañado de medidas y resoluciones (comerciales, diplomáticas y militares) contra empresas, instituciones y el gobierno de Irán, por parte de Estados Unidos, la Unión Europea y la ONU, o sea, el imperialismo capitalista en pleno, que hasta el momento Irán consiguió eludir en parte. Con las nuevas sanciones, se está articulando el bloqueo de sus inversiones externas, su derecho a la navegación en aguas internacionales y la compra de casi cualquier tipo de armas (ocho nuevas categorías de armas han sido agregadas al actual boqueo comercial). La resolución prohíbe a los miembros de la ONU vender armas convencionales a Irán, exige un mayor control de las operaciones bancarias de ese país en el exterior y agrega más empresas e individuos de esa nacionalidad a una "lista negra". También autoriza a los países a detener e inspeccionar barcos que les resulten sospechosos de transportar carga vinculada al programa nuclear iraní. Amos Harel y Avi Issacharoff escribieron en el periódico israelí Haaretz: "tanto Israel como Estados Unidos se dan cuenta de que las nuevas sanciones no harán que Irán se arrodille. La clave para lograr eso son sanciones complementarias que, a diferencia de las recién aprobadas por la ONU, puedan resultar paralizantes para la economía iraní, y especialmente para la Guardia Revolucionaria de Irán".


 


El conflicto con Irán


 


En 2007, Estados Unidos clasificó a la Guardia Revolucionaria de Irán como grupo terrorista. Por primera vez en la historia, una institución militar oficial de un país soberano fue considerada terrorista por Estados Unidos. La Guardia iraní está compuesta por más de 120 mil soldados, anexa al Ministerio de Defensa desde 1989, pero obedece directamente al líder supremo del país, el ayatolá Ali Kamenei, y existe como fuerza separada del Ejército. La clasificación yanqui permite, por ejemplo, el congelamiento de bienes y fondos controlados por miembros de la institución en bancos de Estados Unidos. La Guardia controla un tercio de la economía iraní, como responsable por contratos de construcción civil y de las operaciones del aeropuerto internacional de Teherán. Hasta el Brasil del amigazo Lula ("my man", Obama dixit) llegó a ser amenazado por sus ventas de etanol (alcohol combustible) a Irán. Rusia, por su lado, no suspendió sus ventas nucleares a Irán.


 


Irán había llegado a amenazar en cancelar el acuerdo con Brasil y Turquía, en caso de nuevas sanciones, lo que no sucedió. Internacionalmente, la energía nuclear viene ganando terreno como alternativa al consumo de derivados de petróleo y su consecuencia, el "efecto invernadero" (están en construcción 53 centrales nucleares, encomendadas otras 135, y 295 planeadas hasta el año 2030). Irán, en virtud del múltiple bloqueo comercial de que ha sido objeto, desarrolló un programa nuclear bastante vasto, con fines medicinales y de consumo interno de energía (a pesar de ser uno de los principales exportadores de petróleo, Irán tiene, en función de su atraso industrial y tecnológico, problemas de abastecimiento energético interno). Bloquear el programa nuclear iraní (so pretexto de evitar la construcción de bombas nucleares) significa apretar la tuerca de la dependencia y el estrangulamiento económico del país, un objetivo central del imperialismo yanqui en el Golfo Pérsico, que toma como excusa la "defensa de Israel" (y el supuesto antisemitismo del régimen iraní). El nacionalismo iraní tiene, sin embargo, fuertes bases en la clase dominante local, y también en toda la población del país.


 


Según Afshin Rattansi, en Counterpunch, "el programa nuclear satisface a todos los grupos, excepto a unos pocos intelectuales que hablan de energía solar. Provoca agua en la boca de los corruptos más ricos, que anticipan la perspectiva de nadar en lucros todavía mayores de la exportación de petróleo. Las usinas nucleares suministrarían energía para uso local y doméstico; sobraría petróleo para ser exportado y generar dólares fuera de Irán. En cuanto al resto de la sociedad civil, la energía nuclear es motivo de orgullo nacional y abre el camino para crear algún tipo de arma nuclear, que sería útil cuando Israel y sus ojivas atómicas se transformasen de amenaza en ataque". La defensa del programa nuclear unificó todas las corrientes del alto clero chiita, "moderados" o "radicales", del ex-presidente Ali Rafsanjani al líder máximo espiritual (y por la jerarquía islámica más importante que el presidente), Ali Kamenei.


 


El primer reactor nuclear del país, construido y alimentado de combustible por Rusia, debería ahora entrar en servicio: en Natanz (centro del país) 5.000 centrifugadoras ya han permitido acumular más de 1,3 toneladas de uranio débilmente enriquecido (LEU, low enrichment uranium, del que Irán fabrica 80 kilos mensuales), una cantidad suficiente para alimentar eventuales centrales nucleares. Rusia vendió a Irán misiles tierra- aire, instalados sobre bases móviles alrededor de las bases nucleares. El centro de investigación nuclear de Teherán, irónicamente, fue construido con financiamiento y tecnología norteamericanos, en la década del '60, en tiempos de la dictadura del Sha (aliado de los Estados Unidos)…


 


Pero nada de esto permite construir una bomba atómica, y los propios expertos norteamericanos admiten que Irán se encuentra muy lejos de esa posibilidad (un informe de la Agencia Nacional de Seguridad de los Estados Unidos concluyó que las tentativas -atolondradas- de construir una bomba atómica iraní, fueron abandonadas en 2003). El lanzamiento iraní de un misil de largo alcance, el 28 de septiembre de 2009, día del Yom Kippur judío, fue menos una "amenaza a Israel" (como lo presentó la prensa burguesa mundial) y mucho más un expediente en busca de reconstituir el "consenso interno", en un momento de grave crisis del régimen clerical chiíta. Bien antes, el egipcio Mohamed El Baradei, como director-general de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), consideró resuelto el contencioso nuclear con Irán.


 


Las acusaciones anti-iraníes eran casi kafkianas: el país debería demostrar que no desarrollaba tecnología que "podría" ser usada, en el futuro, para producir armas atómicas. La misma AIEA adoptó una actitud enteramente diferente con relación a Egipto y Corea del Sur: sus experiencias nucleares secretas fueron descubiertas por la agencia, que se contentó con una reprensión. Estados Unidos y la Unión Europea, conjuntamente, no avalaron el acuerdo entre Irán y la AIEA, lo que abrió una crisis y la salida de su director, Mohammed El Baradei, que se sumó recientemente a la oposición contra el gobierno pro-yanqui de Hosni Mubarak, en un Egipto marcado por el renacimiento de una importante movilización obrera y popular: el Medio Oriente es un polvorín, del cual la crisis con Irán es un aspecto.


 


Los acuerdos de 2009 entre delegados norteamericanos e iraníes preveían que el uranio fuese encaminado y enriquecido en Rusia, conservando Irán su propiedad, pero fuera de su alcance inmediato. China (que llegó a amenazar con vetar las sanciones anti-iraníes en la ONU) defendió el "diálogo con Irán", de cuyo petróleo es dependiente, aunque votó a favor de las sanciones (lo que fue premiado con la decisión de Obama de vender nuevas partidas de armamentos a Taiwán por 6.400 millones de dólares, un proyecto del gobierno de Bush). El Congreso de Estados Unidos pasó a discutir, en el mejor estilo bushiano, "sanciones unilaterales" a Irán, y a criticar el ingreso de Turquía a la Unión Europea. El envío de un representante yanqui (Richard Holbrooke) a Pakistán, cuyo gobierno es aliado de los Estados Unidos en Asia Central, no impidió el acuerdo Pakistán-Irán para la compra de gas iraní. Egipto, otro gran aliado de los Estados Unidos, propuso una conferencia internacional para declarar a Medio Oriente "zona libre de armas nucleares", lo que motivó una corrida diplomática del gobierno yanqui.


El alcance internacional de la crisis se midió con la firma, en inicios de julio, del acuerdo Estados Unidos-Polonia para instalar un escudo anti-balístico yanqui en Europa Oriental, bajo pretexto de "vigilar a Irán", pero claramente dirigido contra Rusia.


 


Chantaje nuclear


 


El "escudo" en Europa Oriental había sido denunciado por el gobierno de Putin como "una amenaza estratégica para la seguridad y la integridad del territorio ruso". La derecha republicana acusaba a Obama de capitular ante los rusos, frente a la decisión inicial del presidente demócrata de abandonar el "escudo". Obama envió al presidente ruso Medvedev una carta secreta sugiriendo que Estados Unidos podría renunciar al escudo en Europa Oriental si Moscú ayudaba a frenar el desarrollo en Irán de armas de largo alcance. La principal preocupación de Obama es el tratado de colaboración militar y nuclear que Rusia mantiene con Irán.


Como parte de ese tratado, Rusia se ha comprometido a proveer a Irán el sistema de defensa S-300, uno de los más avanzados y sofisticados del mundo, con gran alcances (200 kilómetros) y muchas capacidades: puede rastrear más de cien blancos simultáneamente, y golpear a doce al mismo tiempo.


 


Por su velocidad y vuelo a baja altura, los misiles rusos no son detectables por los radares de sus blancos. Pero esos misiles y radares todavía no han sido entregados a Irán. Las "concesiones" de Obama a Moscú apuntaban a que Putin- Medvedev renunciasen al tratado con Irán y no entregasen el sistema de defensa prometido: con los misiles en su poder, Irán tendría la capacidad de convertir un ataque norteamericano en una pesadilla (para Estados Unidos). Un analista norteamericano advirtió que, como consecuencia de las características del Golfo Pérsico, de sus costas y, sobre todo, del poderío de los misiles rusos, en caso de un contraataque iraní, "el Golfo se volvería rojo de sangre norteamericana".


 


La inauguración, el 6 de enero pasado, del gasoducto Dauletabad-Sarakhs-Khangiran, ligando el nordeste de Irán con Turkmenistán, afecta la estrategia global de los Estados Unidos. Turkmenistán posee la cuarta reserva de gas del mundo; ese gasoducto, de 183 kilómetros, y con capacidad de transportar anualmente 20 mil millones de metros cúbicos de gas, es de fundamental importancia para el abastecimiento da China, permitiendo que Irán destine sus exportaciones a otros mercados. Rusia e Irán controlan el 20 y el 47% de las reservas mundiales de gas del mundo, respectivamente. Compiten en el mercado mundial, e Irán quiere contener la presencia rusa en el Mar Caspio.


 


Obama apuntó a ganar a Rusia contra Irán. Ahmadinejad denunció al presidente ruso, Dimitri Medvedev, acusándolo de "sentarse junto a aquellos que fueron nuestros enemigos durante 30 años". Pero las reivindicaciones de la camarilla que gobierna Moscú son mucho más amplias que la anulación de la instalación de un sistema anti-misiles. Estados Unidos tiene la pretensión de ampliar la Otan para incluir a Ucrania y Georgia, a las que las camarillas moscovitas consideran como una esfera propia de influencia. Dado que su apoyo militar y político a Irán es la carta más fuerte de negociación del gobierno ruso, se considera improbable que se sume al bloque contra Irán si no obtiene "concesiones estratégicas norteamericanas" en Europa Oriental y Asia Central.


 


Israel no podría bombardear Irán sin la colaboración activa de los norteamericanos: los aviones israelíes deberían cruzar el espacio aéreo iraquí, y Estados Unidos es el único fabricante de las armas requeridas para bombardear las instalaciones iraníes (y el único que puede protegerlo en caso de contraataque). La diferencia, esta vez, sería que el bombardeo no aparecería como una jugada unilateral, "salvaje", de Israel sino como el resultado de un proceso político y diplomático internacional, con sucesivos actos y fases establecidas de antemano, que incluyen el reclamo de que la camarilla moscovita se sume al bloque contra Irán. Obama pretende dejar a Irán indefenso para tornar exitosa una extorsión de ataque (incluso nuclear) sionista contra su territorio.


 


Irán anunció la suspensión de sus negociaciones nucleares con las "potencias" hasta setiembre. Hasta el momento, el régimen iraní actuó en la certeza de que Estados Unidos no atacaría, y limitaría cualquier acción individual de Israel (incluido el delirante proyecto, descartado, de bombardear la central nuclear de Natanz… con aviones comerciales; o usando armas nucleares tácticas llamadas de "bunker-busters") pues un bloqueo del estrecho de Ormuz, controlado por Irán, por el que pasa un tercio del tráfico energético mundial, tendría consecuencias imprevisibles. Pero tanto Irán como Corea del Norte siguieron bajo amenaza: el secretario de Defensa de Obama, Robert Gates, dijo el 6 de abril pasado, durante la presentación de la "nueva estrategia nuclear estadounidense", que si ambos países "no van a cumplir con las reglas del TNP (Tratado de No Proliferación de armas nucleares) y van a convertirse en proliferadores nucleares, todas las opciones están sobre la mesa", repitiendo a Hillary Clinton que, a su vez, repitió a Bush, del cual Gates también era secretario de Estado.


 


El cinismo de la "no proliferación" no es ningún secreto, ya vastamente denunciado, en un mundo con 25.000 armas atómicas (96% en manos de los Estados Unidos y Rusia), y donde la única potencia nuclear medio-oriental es Israel (no firmante del TNP, junto con Pakistán e India, Irán sí lo es) con estimadas 200 cabezas nucleares, las primeras tres producidas en 1968 (en 1975, por intermedio de su actual presidente Shimon Peres, Israel negoció un proyecto militar-nuclear conjunto con el todavía firme régimen del apartheid de África del Sur, en que éste entraría con el financiamiento y la materia prima -uranio- abundante en el país africano). La Comisión para el Desarme de la ONU, creada en 1946, jamás fue otra cosa que un simple e inocuo foro de debates.


 


El TNP no es sólo un "tratado asimétrico", como afirman analistas académicos, sino un instrumento de dominio global del imperialismo, que reserva la producción y posesión de armas nucleares a los cinco países del "club atómico" (Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Rusia y China), instrumento concebido en su momento con el apoyo de la burocracia pseudo-comunista rusa (y también china) como un arma suprema de chantaje diplomático-militar contra todas las naciones oprimidas del planeta. Su "revisión" ha sido concebida como una reformulación (reforzada) de sus bases fundamentales, en condiciones de su completa crisis (debido a la proliferación -debida inclusive a la disolución de la ex URSS- de países y hasta de mini-países dotados de armas nucleares), siendo una maniobra enteramente reaccionaria en la que han quedado comprometidos los regímenes de los países oprimidos (Brasil e Irán incluidos).


 


Opción militar y opción política


 


Desde el 20 de junio naves militares norteamericanas, incluido el portaaviones Harry S. Truman, escoltado por uno o más submarinos nucleares y otros buques de guerra, y junto a buques militares israelís, navegan por el Canal de Suez-Mar Rojo-Golfo Pérsico para vigilar cuanta embarcación parta de, o llegue a, Irán. "Un ex jefe de inteligencia israelí pidió un ataque preventivo contra Irán", confirmó The Christian Science Monitor, el 22 de junio pasado. En los Estados Unidos del super-presupuesto militar de Obama se ha acelerado la construcción de la súper-bomba MOP (Massive Ordenance Perpetrator), "capaz de golpear objetivos subterráneos profundos en ambientes de alta amenaza", a pedido del Comando del Pacífico (que tiene bajo su responsabilidad a Corea del Norte) y del Comando Central (que tiene bajo su responsabilidad a Irán) -pedido que fue aprobado por el Congreso, que adjudicó a la McDonnel Douglas un contrato de 52 mil millones de dólares para implantar la bomba en bombarderos Sthealter B-2, considerado el arma ideal para atacar instalaciones nucleares profundas (como las de Natanz o Qom, en Irán).


 


Estas grandes maniobras militares se complementan con los métodos artesanales, como el financiamiento anglo-norte- americano a la "guerrilla" suní Jundollah (Soldados de Dios), que en octubre pasado realizó un atentado terrorista en Teherán, con 42 muertes. Su líder, Abdel Malik Regi, es descripto como "en parte traficante, en parte talibán, en parte activista suní". Establecido atrás de la frontera con Pakistán, el Jundollah promueve atentados en la región norte de Irán, Baluchistán, matando soldados iraníes y civiles, y es formado por miembros de la etnia baluche. El Mossad israelí ofrece equipo y entrenamiento militar al grupo kurdo-iraní Pejak (Partido de la Vida Libre del Kurdistán), ligado al PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán, Partiya Karkeren Kurdistan) de Turquía, rotulado por Washington y el gobierno turco como "organización terrorista"…


 


¿Significa esto que todas las fichas norteamericanas e israelíes están puestas en el enfrentamiento militar con Irán? Esto supondría que el imperialismo yanqui y su aliado sionista tuvieran "la sartén por el mango, y el mango también", lo que está muy lejos de la realidad, en el mundo, y en especial en Medio Oriente. La guerra sería el resultado del fracaso de las presiones diplomáticas (claro que acompañadas del chantaje militar). Como planteó un investigador del muy derechista Council of Foreign Relations de los Estados Unidos, "la idea de un Medio Oriente libre de armas nucleares sienta a los Estados Unidos e Irán en la misma mesa. Y claro que también cooperan en otros frentes: sus esfuerzos en Irak y Afganistán son paralelos, y también ambos luchan contra Al Qaeda" (el 'expert' llega a plantear que hasta podría abrirse un área de colaboración Israel-Irán, habida cuenta de los rotundos fracasos de la política exterior israelí en los años recientes, invasión del Líbano incluida). En la cuestión kurda, el gobierno iraní busca las bases de un acuerdo regional general y con los propios Estados Unidos (a costa del entierro de las aspiraciones nacionales del pueblo kurdo): Ahmadinejad declaró que defiende una solución pacífica para la crisis kurda, con la "necesidad de enfrentar las actividades terroristas del PKK. Irán también tiene una minoría kurda y sufre ataques rebeldes contra su territorio".


 


La declaración final de la Conferencia de Revisión del TNP, celebrada en mayo en Nueva York, cita (negativamente) a Israel (y no a Irán), y lleva la firma de ambos países (Estados Unidos e Irán) -lo que provocó la reacción histérica del régimen sionista. La política de alinear y presionar a los regímenes nacionalistas, inclusive los más extremos (apelando eventualmente a amenazas militares), usando las contradicciones de su política, ya esbozada por Bush, y determinada por la gravedad de la crisis económica y política mundial, continua siendo la nota dominante la política externa yanqui en el mundo semicolonial (o, como dicen dos columnistas del Financial Times, "Estados Unidos espera que las sanciones obliguen a Irán a negociar"). Por detrás de la diplomacia de Obama, se esboza la mayor "guerra contra el terror" fabricada por el imperialismo, ya esbozada como guerra contra el "terror atómico".


 


Ciertamente, como analizó José Luis Fiori, "la iniciativa diplomática de Brasil y Turquía no fue una "rebelión de la periferia", ni un desafío abierto al poder americano. En este momento, los dos países son miembros no-permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, y desde el inicio contaron con el apoyo y estímulo de sus cinco miembros permanentes. Además, la diplomacia brasileña y turca mantuvo contacto constante con los gobiernos de estos países durante todo el proceso de las negociaciones. Turquía pertenece a la Otan, y abriga en su territorio armas atómicas norteamericanas". Debería agregarse que el acuerdo de mayo, que está lejos de ser antiimperialista (al contrario, se sitúa dentro de las alternativas políticas barajadas por las potencias) y, menos todavía, susceptible de cerrar la crisis nuclear, es una evidencia de la crisis mundial de la política imperialista en su sector más sensible, el del aparato de dominación militar del planeta, y ha llegado a evidenciar una potencial ruptura del establishment norteamericano, esto es, la perspectiva de una crisis política explosiva en el propio centro del imperialismo capitalista.


 


Desde la guerra y la ocupación militar de Yugoslavia, el imperialismo mundial se metió en un pantano histórico cada vez más profundo, en Palestina, Irak, Afganistán, Haití, y hasta en el Cáucaso. No puede usar a fondo todos sus recursos militares potenciales, porque debería proceder a una militarización acentuada de sus Estados y de sus economías, además de quebrar derechos políticos y sociales que las masas consideran consagrados e inamovibles. Esta contradicción está debilitando a todos los gobiernos, imperialistas o no. El mundo del capital entra cada vez más en un período de guerras y, en consecuencia, de crisis políticas crecientes, y de grandes rupturas internacionales, que plantean la posibilidad de una amplia política antiimperialista por parte del movimiento obrero independiente y la izquierda revolucionaria.


 


 


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Bicentenario de la Revolución de Mayo


 

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