Los orígenes del Programa de Transición

En un artículo anterior publicado en esta revista (Gaido, 2014) señalamos que la táctica del frente único, plasmada en las “Tesis sobre la unidad del frente proletario” adoptadas por el Cuarto Congreso de la Internacional Comunista (AA VV., 1973: 191-200) se originó en una iniciativa del líder del Partido Comunista de Alemania (Kommunistische Partei Deutschlands, KPD), Paul Levi, conocida como la “Carta abierta” de la Zentrale del Partido del 8 de enero de 1921. En este artículo mostraremos que el método de demandas transicionales se originó en el KPD en el período inmediatamente posterior a la expulsión de Paul Levi, después de su crítica al putsch conocido como la “Acción de marzo” de 1921 (ver Paul Levi, “Nuestro Camino: contra el putschismo”, en Fernbach, 2011: 119-165). Según el principal historiador de la revolución alemana, Pierre Broué:

Fue la iniciativa de los trabajadores metalúrgicos de Stuttgart, en su lucha contra el socialdemócrata de izquierda Dissmann, la que inspiró la “Carta Abierta” de enero de 1921. Aquí encontramos, por primera vez, claramente formulada la política de frente único de los trabajadores. Esta había sido aplicada en Rusia en 1917, pero todavía no era una parte integral de la doctrina bolchevique, y fue la lucha para organizar el frente único de los trabajadores, comunistas y no comunistas por igual, en Alemania, la que iba a llevar a la aparición, primero en los debates de la Internacional y después en su programa, de la idea de consignas y reivindicaciones transicionales, cuyo objetivo era llenar, en el arsenal de la teoría comunista, el lugar que había quedado vacío por el colapso de la vieja separación entre programa máximo y mínimo, separación que se remontaba al Programa de Erfurt del Partido Socialdemócrata alemán (SPD) de 1891 (Broué, 2005: 855, énfasis mío).

El Tercer Congreso de la Internacional Comunista (22 de junio – 12 de julio de 1921)

El Tercer Congreso de la Internacional Comunista centró sus debates en el reciente (y fracasado) intento de putsch, conocido como la “Acción de Marzo” en Alemania, como la excepcional edición inglesa de las minutas del congreso por John Riddell deja claro (Riddell, 2015). En el curso de los debates, Lenin y Trotsky, con la ayuda de los delegados de la minoría alemana encabezada por Clara Zetkin, lograron sacar a la Internacional de su curso ultraizquierdista anterior, conocido como la “teoría de la ofensiva”, la cual contaba inicialmente con el apoyo de la mayoría de los delegados, incluyendo a Zinoviev, Bujarin, Béla Kun, Karl Radek y August Thalheimer. El congreso reorientó el trabajo de la Internacional a ganar el apoyo de la mayoría de la población para el Partido Comunista antes de lanzar una insurrección, una estrategia que fue resumida en el lema del congreso: “¡A las masas!”. El precio que los dirigentes bolcheviques tuvieron que pagar por esta reorientación de la estrategia de la Internacional fue a un acuerdo por el cual el congreso declaró la “Acción de Marzo” -cuyo resultado llevó a que la Internacional perdiese 200.000 trabajadores en el corazón industrial de Europa- como un “paso adelante” (Adler, 1980: 290), aunque en términos más bien incoherentes.(1) La táctica del frente único, a su vez, fue rescatada al precio de sacrificar a la persona que originalmente la desarrolló, Paul Levi (Gaido, 2014).

En cuanto a las reivindicaciones transicionales, la sección quinta de las “Tesis sobre la táctica” adoptadas por el Tercer Congreso, titulada “Combates y reivindicaciones parciales” (el original en alemán dice “demandas parciales”: Teilforderungen), declaraba:

En lugar del programa mínimo de los reformistas y centristas, la Internacional Comunista plantea la lucha por las necesidades concretas del proletariado, por un sistema de reivindicaciones que en su conjunto destruyan el poder de la burguesía, organicen al proletariado y constituyan las etapas de la lucha por la dictadura proletaria, cada una de las cuales, en particular, sea expresión de una necesidad de las grandes masas, aún si esas masas todavía no se ubican conscientemente en el terreno de la dictadura del proletariado (AA.VV., 1973: 45, cita alemana tomada de Kommunistische Internationale, 1921: 6).

Y en el Informe sobre la táctica y la estrategia, Radek afirmó:

Camaradas, nos damos cuenta de que los partidos comunistas tienen que comparar lo que están haciendo en este campo e intercambiar sus experiencias. Hasta ahora, esto no se ha hecho. Hasta el momento, los partidos no han presentado sus programas a la Internacional Comunista, y el intercambio de experiencias de agitación y de organización entre nosotros ha sido bastante limitado. Cuando este intercambio tenga lugar, esto nos permitirá crear un sistema concreto de acciones y demandas transicionales (ein konkretes System dieser Aktionen und Übergangsforderungen). Su rasgo característico es que no tienen como objetivo reformar al capitalismo, sino fortalecer la lucha contra el capitalismo. Este no es el programa mínimo de los social- patriotas. Tampoco es un programa específico con respecto a lo que nuestra dictadura va a hacer en el día de su victoria. Comprende todas las demandas que movilizan a las masas para la lucha por esta dictadura (Riddell, 2015, cita alemana en Kommunistische Internationale, 1921: 479).

La expresión reaparece en el Informe de Radek a la Comisión de Táctica y Estrategia: “El contenido de las medidas transicionales (Übergangsmaßregeln) como etapas en la lucha por la dictadura del proletariado” (Riddell, 2015, cita alemana tomada de Kommunistische Internationale, 1921: 912). Así, en el Tercer Congreso vemos el concepto de un Programa de Transición todavía en estado fluido. Se hace referencia a él en la vieja terminología como un sistema de “demandas parciales” (Teilforderungen) para el período de transición (Übergangsperiode) y, en la nueva nomenclatura, como un programa de “demandas o medidas transicionales” (Übergangsforderungen o Übergangsmaßregeln).(2)

La comisión del programa

El 11 de junio de 1922, un Comité Ejecutivo ampliado de la Internacional Comunista señaló que sus partidos miembros más grandes todavía no habían adoptado programas. Se estableció una comisión de treinta y tres miembros, procedentes de quince países, para ayudarlos en esta tarea. La Comisión del programa incluía a los cinco dirigentes del PC ruso asignados al trabajo de la Internacional (Lenin, Trotsky, Zinoviev, Bujarin y Radek), además de Clara Zetkin, August Thalheimer y Ernst Meyer, del KPD. Zinoviev pensaba que la comisión podría presentar un proyecto de programa para el Cuarto Congreso. Esta esperanza no se cumplió, pero la consideración de un programa de la Internacional Comunista y sus principales partidos miembros sería uno de los puntos importantes de la agenda del congreso.

Cuando la Comisión del programa se reunió, el 28 de junio de 1922, surgieron diferencias sobre el alcance apropiado de un programa del Comintern. Bujarin se opuso a incluir en el programa reivindicaciones transicionales, como el gobierno de los trabajadores (Arbeiterregierung, es decir un gobierno de coalición con partidos obreros reformistas, en particular el Partido Socialdemócrata, como una etapa hacia la dictadura del proletariado) y el frente único, que él veía como asuntos tácticos. En respuesta, Bohumír Smeral, del PC checoslovaco, argumentó que el programa debía abarcar la táctica y la línea de acción de los comunistas durante un período transicional posiblemente prolongado antes de la revolución. Clara Zetkin, del KPD, dijo que el programa tenía que ser “lo suficientemente amplio como para abarcar todo lo necesario en la situación dada” (Riddell, 2015: 35).

El debate programático en Die Internationale Kommunistische

Los proyectos de programa de los partidos comunistas nacionales disponibles para la discusión en el IV Congreso de la Internacional Comunista fueron publicados finalmente en dos números de Die Kommunistische Internationale, el órgano del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, de septiembre a noviembre de 1922 (N° 22 y 23).

El N° 22 de Die Kommunistische Internationale, publicado el 13 de septiembre de ese año, incluía tres ítems bajo el epígrafe Diskussion zur Frage des Programms der Kommunistischen Internationale: un artículo de Varga -“¿Cómo debería redactarse el programa de la Internacional Comunista?”- polemizaba contra la negativa de Bujarin a incluir cuestiones “tácticas” en el programa, un artículo del líder comunista checoslovaco Bohumír Smeral titulado “Sobre la discusión programática” y, finalmente, otro artículo escrito por el francés Charles L. Rappoport titulado “Pensamientos sobre el Programa”.(3)

De estas tres contribuciones, la mejor, así como la más relevante para nuestro tema, fue la de Bohumír Smeral, quien dirigía uno de los mayores partidos comunistas del mundo.(4) Šmeral argumentó que el programa debía incluir “demandas concretas que los partidos comunistas individuales consideren como las más importantes para su lucha inmediata”, y agregó:

Esta parte del programa será la expresión de lo que ya es el contenido de la práctica general de los partidos comunistas. La práctica de unirse a la lucha diaria de las masas por reivindicaciones parciales, y convertirlas en el punto de partida para un nuevo aumento en la actividad de las masas proletarias, recibió su primer estímulo con la Carta Abierta de Alemania.

Un paso más en su desarrollo fue el Frente Único. En el programa, esta práctica debe ser perfectamente planeada y elaborada sistemáticamente.

De esta manera, el congreso establecerá el plan de acción de los partidos comunistas en el período de transición, hasta el momento de la confrontación decisiva para la toma directa del poder (Šmeral, 1922: 87).

Entonces, Šmeral explicó cómo se originó la idea de reivindicaciones transicionales:

Nuestra práctica de partir de las demandas parciales concretas del día comenzó a formarse empíricamente. Dimos por sentado que debemos tomar parte en las luchas de la clase obrera contra la ofensiva del capital, por la jornada de ocho horas, en contra de la reducción de los salarios, por el derecho de asociación. ¿Hay que transferir nuestra actividad a otras áreas, debemos avanzar en las demandas que no son nuestras demandas programáticas máximas, sino demandas para el período de transición, para el período de existencia de los Estados democráticos, demandas concretas en el ámbito de los impuestos y del presupuesto del Estado, del Poder Judicial, de la administración pública, del suministro de alimentos, de los derechos civiles? Todas estas cuestiones están ahora planteadas agudamente en la vida política práctica de Alemania. En mi opinión, estas reivindicaciones transicionales podrían y deberían ser formuladas en partes específicas del programa. En cuanto a las cuestiones fiscales, por cierto, las tesis en cuestión ya han sido preparadas por el Ejecutivo [Varga, 1921], y la mera consecuencia lógica exige que también las otras cuestiones, incluyendo las relacionadas con el avance de la reacción, sean incluidas como demandas de transición en una parte especial del programa comunista (Smeral, 1922: 88).

Incluso las viejas demandas democráticas del programa de Erfurt habían adquirido un nuevo significado revolucionario, porque el capitalismo decadente era incapaz de satisfacerlas. El punto principal, sin embargo, era la forma en que los partidos comunistas planteaban estas demandas: “El objetivo de nuestras demandas parciales, incluso de aquellos que son casi idénticas a las demandas anteriores de la socialdemocracia, es que para nosotros no son el camino a la democracia, sino el camino de la democracia a la dictadura del proletariado” (Šmeral, 1922: 92).

El ejemplar pre-congreso de Die Kommunistische Internationale (N° 23, 1° de noviembre de 1922, págs. 114-55), de nuevo bajo el epígrafe Diskussion zur Frage des Programms der Kommunistischen Internationale, incluía los proyectos de programa de los partidos comunistas de Italia y Alemania, las críticas del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista al proyecto de PC italiano, además de las contribuciones a la discusión hechas por Varga, Thalheimer y Wera Kostrzewa, del PC polaco, sobre la cuestión agraria.(5) La contribución principal desde el punto de vista del desarrollo de un programa de transición fue el artículo de August Thalheimer, “Sobre el Programa Comunista”, que aparece como Apéndice I del presente artículo (Thalheimer, 1922).

El proyecto de programa del Partido Comunista de Alemania (15 de octubre de 1922)

En la revista Die Kommunistische Internationale, el texto de Thalheimer aparece como introducción al “Programa del Partido Comunista de Alemania (sección de la Internacional Comunista) (borrador)” (KPD, 1922). La Zentrale del KPD había considerado que el partido requería un nuevo programa, que se basaría en la experiencia acumulada desde 1919 y sustituiría al programa de la Liga Espartaco, aprobado en el Congreso Fundacional del Partido. Una comisión especial que comprendía a August Brandler, Wilhelm Koenen, Ludwig, Zetkin y August Thalheimer fue encargado de redactarlo. El proyecto fue presentado al Comité Central los días 15 y 16 de octubre de 1922, y aprobado por 24 votos contra 23, con el voto en contra de la (ultra) izquierda liderada por Ruth Fischer y Arkadi Maslow, que lo consideraba un documento oportunista y revisionista. Los líderes del Partido luego acordaron presentar el proyecto de programa para su discusión a la Internacional Comunista (Broué, 2005: 648).

El proyecto de programa del Partido Comunista de Alemania comenzaba con una sección dedicada al “Auge y decadencia del capitalismo”, que incluía las subsecciones “La era del imperialismo”, “La Guerra Mundial”, “Los tratados de paz imperialistas”, “La era de la revolución mundial” y “La crisis del capitalismo”. La Sección II, que trataba de “La conquista del poder político,” incluía las subsecciones “El proletariado como potencia activa y clase dirigente de la revolución socialista”, “El papel del Partido Comunista y su relación con los sindicatos, las cooperativas y otras organizaciones proletarias”, “El papel de la violencia”, “La democracia burguesa” y “La dictadura del proletariado”. La parte más relevante a los efectos del presente artículo era el inciso VI, titulado “Medidas transicionales antes de la conquista del poder político” (Übergangsmaßregeln vor Eroberung der politischen Macht).

Después de señalar la incompatibilidad entre los consejos de delegados obreros (Räte, soviets) y el parlamento, el proyecto de programa argumentaba que la transición de un sistema de gobierno al otro estaría marcada por un período de doble poder. El Partido Comunista tendría que contrarrestar la coalición de gobierno burgués-socialista con la consigna del frente único de los partidos de la clase obrera, cuya condición era la plena libertad de crítica y de propaganda y la independencia organizativa incondicional del KPD. A esta etapa correspondería la consigna de “gobierno obrero” Arbeiterregierung, es decir, una coalición del Partido Comunista con los partidos obreros reformistas), cuya función principal sería el armamento del proletariado y el fortalecimiento de los consejos. Este gobierno obrero implementaría “una serie de medidas económicas y financieras revolucionarias”:

Estas medidas transicionales aún operan formalmente en el marco del régimen burgués de propiedad, de las relaciones de producción y del sistema financiero burgués, pero, en realidad, son ya intervenciones del poder estatal proletario, constituido como un gobierno de los trabajadores, que limita de manera consciente y despiadada el derecho de los capitalistas a disponer de sus bienes y el afán de lucro capitalista, en interés y en beneficio del proletariado y de las masas trabajadoras más amplias (KPD, 1922: 140).

El proyecto de programa luego enumeraba una serie de medidas económicas transicionales que serían llevadas a cabo por un gobierno de los trabajadores, como la confiscación de los valores reales en Alemania (una demanda relacionada a la depreciación del valor del marco) y la participación mayoritaria del Estado en todas las empresas; la sindicalización o trustificación de la industria bajo control de los trabajadores a través de los comités de fábrica; la abolición del secreto bancario, industrial y comercial; el establecimiento de un monopolio estatal del suministro de alimentos y la introducción del racionamiento bajo control obrero; y el monopolio estatal del comercio exterior y de la banca bajo control obrero, ejercido sobre todo por los empleados de bancos.

Todas estas medidas de transición -aunque formalmente aún en el marco de la propiedad burguesa-, de hecho, ya están en realidad en fuerte contradicción con los intereses de la clase capitalista, y sólo pueden ser implementadas mediante la lucha más aguda y más amplia contra la burguesía. La resistencia amarga y sistemática de la burguesía naturalmente forzará al gobierno de los trabajadores, finalmente, a ir más allá de estas medidas semicontradictorias. En lugar de la incautación parcial de la propiedad burguesa y la mera restricción del derecho capitalista a disponer de ella, dicho gobierno se verá obligado a abordar la abolición completa de la propiedad burguesa sobre los medios de producción (incluyendo las materias primas) y la abolición total del derecho de propiedad capitalista (KPD, 1922: 140).

Finalmente, los dos últimos capítulos del proyecto de programa del KPD trataban de ‘”La transformación del capitalismo en un orden económico socialista” y de las tareas internacionales del partido.

El Cuarto Congreso de la Internacional Comunista (5 de noviembre al 5 de diciembre de 1922)

La discusión en el Cuarto Congreso sobre el programa se abrió con informes de Bujarin y Thalheimer, que presentaban los dos puntos de vista contrapuestos existentes en el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista. Bujarin condenó la idea de que “cuestiones tácticas como la incautación de los valores reales en Alemania, la táctica de frente único o la cuestión del gobierno obrero deban incluirse también en el programa” y agregó que Šmeral estaba equivocado “cuando, junto con Varga y Radek, pide que estas cuestiones, como la del ‘gobierno de los trabajadores’ y la ‘Carta Abierta’, se incluyan en el programa” (Riddell, 2011: 497, 500).

Thalheimer, por el contrario, sostuvo que “la cuestión de las medidas transicionales, las demandas por etapas, o como se las quiera llamar, antes de la conquista del poder” era “la cuestión central para la redacción exitosa del programa, tanto a nivel general como en términos de las partes individuales” (Riddell, 2011: 504), aunque inmediatamente procedió a estropear su argumento añadiendo una crítica luxemburguista de la teoría del imperialismo de Lenin (sobre este tema, ver Gaido y Quiroga, 2013). Apoyado por Radek, Thalheimer consideró como “un grave error” la separación de los “principios tácticos de los otros principios y objetivos”, lo que abría las puertas a una recaída en el reformismo (Riddell, 2011: 510). Thalheimer hizo hincapié en la necesidad de “establecer directrices tácticas”, de las cuales “todas las demandas individuales específicas pudieran ser derivadas de manera segura y sin ambigüedades”, mencionando entre los “temas de transición” que debían ser incluidos en un programa comunista “la cuestión del control de la producción, del capitalismo de Estado, de las directrices para cada partido sobre la política fiscal y financiera” (Riddell, 2011: 515).

Tres días más tarde, Bujarin leyó una breve declaración de la delegación rusa que, en esencia, respaldaba la posición Thalheimer-Radek. Decía lo siguiente:

Teniendo en cuenta que el debate sobre la manera de formular demandas transicionales y sobre dónde colocarlas en el programa ha dado una impresión totalmente errónea de un desacuerdo de principios, la delegación rusa confirma por unanimidad que no puede ser considerado como oportunismo incluir demandas de transición en los programas de la secciones nacionales, ni formularlos en términos generales y motivarlos teóricamente en el segmento general del programa. En representación de la delegación de Rusia: Lenin, Trotsky, Zinoviev, Radek, Bujarin (Riddell, 2011: 631).

Luego, los delegados adoptaron, con el voto en contra de la delegación italiana (que representaba los puntos de vista sectarios de la tendencia de Bordiga), una “Resolución sobre el Programa” que instaba a “las secciones nacionales de la Internacional Comunista que aún no cuentan con programas nacionales” a “comenzar a trabajar en ellos de inmediato, para que puedan ser presentadas al Ejecutivo a más tardar tres meses antes del V Congreso, con el fin de ser aprobados por el próximo congreso” (este material se publicó finalmente en Kommunistische Internationale, 1924). Los tres últimos puntos de la resolución, que se ocupaban específicamente de la cuestión de las demandas de transición, decían lo siguiente:

3) Los programas de las secciones nacionales deben motivar clara y decisivamente la necesidad de luchar por demandas transicionales (Übergangsforderungen), con la condición de que estas demandas se deriven de las condiciones reales del momento.

4) El programa general debe proporcionar definitivamente un marco teórico para todas las demandas transicionales o parciales (Übergangs-oder Teilforderungen). Al mismo tiempo, el IV Congreso condena enérgicamente los intentos de describir como oportunismo la inclusión de demandas transicionales en el programa, así como los intentos de emplear las demandas parciales para ocultar o suplantar nuestras tareas revolucionarias fundamentales.

5) El programa general debe representar claramente las variantes históricas básicas de demandas transicionales (Übergangforderungen) planteadas por las secciones nacionales, correspondientes a las diferencias fundamentales en la estructura económica y política de cada país, por ejemplo en Gran Bretaña en contraposición con la India, etc. (Riddell, 2011: 632, las citas en alemán fueron tomadas de Lenin, 1922b: 450-451).

El IV Congreso de la Internacional Comunista fue también la ocasión para la formulación del proyecto de programa de transición de Radek. Según Pierre Broué, “Radek redactó algunas observaciones preliminares para los delegados” que “originalmente no estaban destinadas para su publicación, pero que terminaron apareciendo en Bulletin communiste, N° 14, 5 de abril de 1923, págs. 126-8, bajo el título ‘La cuestión del programa de la IC’”. Radek “sugirió que se redactara un programa de transición, que establecería consignas que contribuirían a movilizar a las masas trabajadoras en la perspectiva de la lucha por la dictadura del proletariado” (Broué, 2005: 648-650 y nota 1). Este documento se ha añadido como Apéndice II al presente artículo.

Del Cuarto Congreso de la Internacional Comunista (1922) a la conferencia de fundación de la IV Internacional (1938)

La Oposición de Izquierda al régimen estalinista, que surgió originalmente en 1923 como oposición a la “troika” Zinoviev-Kamenev-Stalin (ver los documentos en Jeffries, 1975), recibió una articulación programática definitiva en los “once puntos” de la Oposición de Izquierda en diciembre de 1932. En el plano teórico, la Oposición de Izquierda pensaba que el legado de la Internacional Comunista no provenía por completo de Lenin y que no se debía buscar todo en sus escritos. Consideraba erróneas las decisiones adoptadas por el quinto y el sexto congreso, y quería reescribir el programa escrito por Bujarin y aprobado en el sexto congreso. Por lo tanto, su base programática eran las resoluciones adoptadas por los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista. En nombre de la independencia necesaria del partido obrero, la Oposición de Izquierda condenaba como oportunista la política llevada a cabo en China hacia el Kuomintang, el mantenimiento del Comité Sindical anglo-ruso tras la derrota de la huelga general de mayo de 1926, así como los “partidos obreros y campesinos”. En nombre del carácter internacional de la revolución proletaria, rechazaba la teoría de la “construcción del socialismo en un solo país” y corolarios como el “bolchevismo nacional”. Abordaba la “cuestión rusa”, la teoría de la “construcción del socialismo en un solo país”, como una cuestión de clase, como la refracción en el mundo soviético de la lucha de clases internacional. Consideraba a la Unión Soviética como un Estado obrero degenerado que era necesario defender contra el imperialismo. Condenaba la política económica de Stalin como un todo, en todas sus variantes y en todas sus formas -tanto el oportunismo de los años 1923-1928 (no la NEP misma, como lo haría más tarde el Che Guevara) como el aventurerismo económico de la industrialización y la colectivización forzosas a partir de 1928. Como Lenin, la Oposición de Izquierda se pronunciaba por una presencia activa en las organizaciones de masas, principalmente en los sindicatos reformistas, y denunciaba el papel nefasto de los “sindicatos rojos”. Rechazaba la fórmula de la “dictadura democrática de los obreros y campesinos” que la Internacional Comunista había planteado en lugar de la “dictadura del proletariado”. Retomando las fórmulas de Lenin sobre el frente único obrero, la oposición condenaba su interpretación como “frente único desde abajo”, así como la pseudo-teoría del estalinismo acerca de la transformación de la socialdemocracia en “social-fascismo”. Contra el control de los partidos comunistas por la burocracia estalinista, afirmaba que era necesario el restablecimiento de la democracia en el partido. Finalmente, abogaba por el uso de consignas de transición, para que las masas aprendieran por su propia experiencia, y en particular de las consignas democráticas. La sección séptima de los “once puntos” decía lo siguiente:

Reconocimiento de la necesidad de movilizar a las masas mediante consignas transicionales que correspondan a la situación concreta de cada país y, en particular, mediante consignas democráticas cuando se trate de luchar contra las relaciones feudales, la opresión nacional o la dictadura imperialista descarada en sus diversas variantes (fascismo, bonapartismo, etcétera).

Los “once puntos” de la Oposición de Izquierda fueron escritos en diciembre de 1932. El ascenso de Hitler al poder en enero de 1933 como resultado de la desastrosa política ultraizquierdista conocida como el “tercer período”, así como la falta de debates en el seno de la Internacional Comunista sobre las causas de dicha derrota, condujeron a Trotsky a plantear la necesidad de construir un nuevo partido mundial de la revolución socialista. El 15 de julio de 1933, Trotsky escribe el artículo “Es necesario construir nuevos partidos comunistas y una nueva Internacional” y el 26 de agosto de 1933 se da a conocer la “Declaración de los Cuatro: sobre la necesidad y los principios de una nueva internacional”, firmada por E. Bauer por la Oposición de Izquierda Internacional, J. Schwab por el Partido Socialista Obrero de Alemania (SAP), Peter J. Schmidt por el Partido Socialista Independiente de Holanda (OSP) y Henricus Sneevliet por el Partido Socialista Revolucionario de Holanda (RSP) (Trotsky, 1933). Dicha iniciativa no prosperó debido a la heterogeneidad política de los firmantes (Sneevliet apoyaría la política de colaboración de clases conocida como frente popular en España), por lo que el lanzamiento de la nueva organización internacional se pospondría aún por cinco años.

Entretanto, el método de las demandas transicionales fue codificado por Trotsky en su “Programa de acción para Francia” de junio de 1934, que fue diseñado para proporcionar contenido político y objetivos a la propuesta de frente único contra el fascismo, luego de que una demostración armada de grupos fascistas y reaccionarios derrocara al gobierno radical de Edouard Daladier y lo reemplazara por el gobierno “fuerte” de Gaston Doumergue (Trotsky, 1934a). En el folleto “¿Adónde va Francia?”, escrito a fines de octubre de 1934, Trotsky describió al “Programa de acción para Francia” como un proyecto de un programa de transición:

La lucha por el poder debe partir de la idea fundamental de que, aún si es posible oponerse a un agravamiento futuro de la situación de las masas en el terreno del capitalismo, no puede concebirse ninguna mejora real de su situación sin una incursión revolucionaria contra el derecho de propiedad capitalista. La campaña del frente único debe apoyarse sobre un programa de transición bien elaborado, es decir sobre un sistema de medidas que -con un gobierno obrero y campesino- deben asegurar la transición del capitalismo al socialismo. [Nota: no nos detendremos aquí sobre el contenido del programa propiamente dicho, y remitimos al lector al Programa de acción editado por la Liga Comunista en 1934, que es el proyecto de un programa de transición semejante] (Trotsky, 1934b: 46-47).

Finalmente, en un artículo escrito en conmemoración del noventa aniversario de la publicación del Manifiesto Comunista, Trotsky escribió lo siguiente acerca de las diez demandas transicionales contenidas en el mismo:

Concebido para una época revolucionaria, el Manifiesto Comunista contiene (al final del capítulo II) diez reivindicaciones que corresponden al período de transición directa del capitalismo al socialismo. En su prefacio de 1872, Marx y Engels declararon que estas reivindicaciones quedaban en parte anticuadas y que, en cualquier caso, sólo tenían una importancia secundaria. Los reformistas se asieron a esta valoración interpretándola en el sentido de que las reivindicaciones revolucionarias transicionales habían cedido el sitio para siempre al “programa mínimo” socialdemócrata, que, como se sabe, no rebasa los límites de la democracia burguesa. De hecho, los autores del Manifiesto indicaron con toda precisión la principal rectificación de su programa transicional, a saber: “la clase obrera no puede simplemente apoderarse de la maquinaria estatal existente y manejarla para sus propios fines”. En otras palabras, la rectificación estaba dirigida contra el fetichismo de la democracia burguesa. Posteriormente, Marx contrapuso al Estado capitalista el Estado del tipo de la Comuna [de París]. Este “tipo” adquirió más tarde la forma mucho más vívida de los soviets. Hoy no puede haber un programa revolucionario sin soviets y sin control obrero. Por lo demás, las diez reivindicaciones del Manifiesto, que parecían “arcaicas” en una época de pacífica actividad parlamentaria, han recobrado actualmente su verdadera significación. El “programa mínimo” socialdemócrata, por su parte, ha quedado irremisiblemente anticuado.

Conclusión

Las raíces del Programa de Transición en los escritos anteriores de Trotsky han sido rastreadas en la literatura secundaria (Alexander, 1991: 251-281). Se ha prestado mucha menos atención a los orígenes del Programa de Transición en los debates de la Internacional Comunista entre su tercer y cuarto Congreso, y en particular a la contribución de su sección nacional más grande fuera de Rusia, el Partido Comunista de Alemania, que había sido el origen del giro hacia la táctica del frente único en 1921. En este artículo hemos analizado las raíces del Programa de Transición en los debates de la Internacional Comunista. Esta tarea es importante porque muestra que las consignas del Programa de Transición no son dogmas sectarios, sino el resultado de la experiencia revolucionaria colectiva de la clase trabajadora durante el período considerado, desde la revolución bolchevique hasta la conferencia de fundación de la IV Internacional (1917- 1938).

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Apéndice I

Sobre el programa comunista

August Thalheimer Octubre de 1922

Fuente: August Thalheimer, “Zur Kommunistischen Programm”, Die Kommunistische Internationale, N° 23 (1° de noviembre de 1922), págs. 118-122.

I

El Manifiesto Comunista desarrolló los objetivos históricos y los principios del comunismo, pero también contiene, en forma breve y fragmentaria, demandas transicionales (Übergangsforderungen) -no hay demandas mínimas-, junto con algunas demandas para la protección de los trabajadores (protección del trabajo infantil).(6)

En el Programa de Erfurt, el énfasis práctico es en demandas para una reforma democrática y social. El texto básico establece los objetivos [socialistas] sólo en forma abstracta y general. No indica ni la forma concreta del ejercicio de la dictadura del proletariado (su forma de gobierno) ni las medidas transicionales hacia el socialismo.

El Programa de la Liga Espartaco se limita a la formulación de las formas concretas y los métodos de la dictadura del proletariado y de la transformación socialista. Ese es su foco. Las demandas democráticas del Programa de Erfurt desaparecen completamente. Lo que queda es sólo la demanda sumaria de una “legislación social radical”, etc. El Programa Espartaco no contiene ni un programa mínimo ni “demandas transicionales”.

El programa comunista que debemos redactar, debería volver en su forma (en el plan básico), pero no en su contenido, al modelo del Manifiesto Comunista, en el sentido de que debe contener, al lado de la descripción y justificación de los objetivos y principios comunistas, las demandas transicionales (Übergangsforderungen), las medidas políticas y económicas transicionales que, partiendo de la base de la democracia burguesa y del sistema de producción y de propiedad capitalista, “se sobrepasan a sí mismas”.(7) Estas “demandas transicionales”, en su carácter general, coinciden con las del Manifiesto comunista, aunque, naturalmente, no en cuanto a su contenido, porque 1) el punto de partida es diferente, y 2) el punto final puede ser comprendido de una manera mucho más concreta a la luz de las experiencias pasadas de revoluciones proletarias.

Estas demandas transicionales difieren marcadamente en su carácter general de las demandas democráticas del Programa de Erfurt. El objetivo de las demandas mínimas del Programa de Erfurt era profundizar la democracia burguesa; es decir, eliminar los restos militares- burocráticos-feudales del absolutismo en Alemania y aliviar la presión de la explotación capitalista. El objetivo de las demandas transicionales del programa comunista es el derrocamiento de la democracia burguesa -que en forma más o menos desarrollada es la condición previa real [de la revolución proletaria]- y del sistema capitalista, cuya presión ya no puede ser aliviada por meras reformas, sino sólo mediante medidas parciales (Teilmaßregeln) ya revolucionarias. El Programa Espartaco ignoró esas reivindicaciones transicionales, ya que su punto de partida no era la república burguesa, sino los consejos de obreros y soldados, y la profunda conmoción experimentada por el orden capitalista [después de la revolución de noviembre de 1918 en Alemania], y su objetivo inmediato era la expansión y el fortalecimiento del sistema de consejos y la transformación socialista.

¿Debe el programa contener explicaciones extensas, así como material de propaganda y polémica? El Manifiesto Comunista contenía también una presentación de la concepción materialista de la historia, a partir de material concreto, y polémicas (contra el socialismo “verdadero”, el socialismo pequeñoburgués, etc.). Esto era necesario porque en la época del Manifiesto comunista no existía una presentación unificada integral de la concepción comunista de la historia y de su método histórico (las obras de Marx y Engels de la época anterior al Manifiesto Comunista son obras preparatorias.) Por el contrario, están ahora disponibles en las tesis de los congresos de la Comintern, presentaciones propagandísticas y polémicas detalladas de los principios y objetivos de comunismo. Por ello, el programa [de la Internacional Comunista] y los programas [de los partidos comunistas individuales] deben limitarse, como los programas de los partidos socialdemócratas clásicos (el Programa de Erfurt, el Programa de la Socialdemocracia francesa), a resumir los resultados en una forma concisa y llamativa.

Ver la crítica de Engels al borrador del programa de Erfurt de 1891: “I. Exposición de los motivos en diez párrafos: hablando en términos generales, esta parte tiene el defecto de que trata de conciliar dos cosas inconciliables: servir de programa y, a la vez, de comentarios de ese programa. Se tiene miedo de no quedar bastante claro si se escriben fórmulas breves y convincentes, por cuya razón se insertan comentarios que hacen la exposición larga y locuaz. A mi modo de ver, el programa debe ser lo más breve y preciso posible. Poco importa, incluso, que se encuentre alguna vez una palabra extranjera o una frase cuyo sentido no se capte íntegramente de golpe. En este caso, la lectura pública en las reuniones y la explicación escrita en la prensa harán lo necesario, con lo cual, la frase corta y expresiva, una vez comprendida, se graba en la memoria y se convierte en consigna, lo que jamás ocurre con una explicación más larga. No se pueden hacer demasiadas concesiones en aras de la popularidad; no se deben subestimar las facultades intelectuales y el grado de cultura de muchos obreros, ya que han comprendido cosas mucho más difíciles que lo que les puede presentar el programa más conciso y más corto; y si el período de la ley de excepción contra los socialistas hizo más difícil y, en algunos lugares, impidió por entero la propagación de conocimientos universales entre las masas recién con quistadas, bajo la dirección de los viejos, será ahora fácil de recuperar lo perdido, ya que se puede otra vez guardar y leer libremente nuestras publicaciones propagandísticas” (Friedrich Engels: “Contribución a la crítica del proyecto de programa socialdemócrata de 1891”, Die neue Zeit, XX. 1, 1902, págs. 5, 6).

Los comentarios a un programa comunista ya están presentes en las tesis. El programa en sí debe ser memorizado y, por lo tanto, debe ser “breve y preciso”.

II

La pregunta es: ¿debe un programa comunista incluir demandas tran- sicionales? Nos opusimos a los miembros de la ex KAG(8), que querían incluir en el programa las consignas por un gobierno de los trabajadores, etc. Pero aquí hay una diferencia fundamental. Ellos tenían en mente demandas mínimas en el sentido del Programa de Erfurt, como las únicas demandas que entraban en consideración en el futuro inmediato, mientras que los objetivos y principios del comunismo aparecían sólo en forma teórica, ideal, de otro mundo; es decir, no tenían ninguna importancia práctica. Queremos formular las demandas de transición exclusivamente en el sentido de reivindicaciones transicionales; es decir, como posibles puntos de cruce (Durchgangspunkte), no como puntos de parada (Haltpunkte) en el futuro previsible; es decir, queremos formularlas en el sentido de las demandas transicionales del Manifiesto Comunista. Esa es una diferencia de principios.

La KAG, al unirse al USPD, al mostrar su disposición a entrar en un gobierno de coalición socialista-burgués, al cubrir previamente la política de la coalición anónima del USPD, al unirse, por último, a la fusión del USPD con el SPD, demostró que había abandonado los principios y objetivos comunistas, como preveíamos correctamente.

¿No se encuentran los partidos comunistas amenazados por un riesgo similar si incluyen demandas de transición en sus programas? No, en absoluto, si se adhieren estrictamente a su carácter transicional.

III

Otra pregunta: ¿es posible formular demandas transicionales generales (válidas para todos los países) y en qué medida puede un programa comunista universal ser válido?

Lo que el Manifiesto Comunista afirma, se aplica aquí absolutamente: “Estas medidas, naturalmente, serán diferentes en los diversos países”. Sin embargo, el Manifiesto Comunista formuló demandas transicionales para los “países más avanzados” de entonces.

Hoy en día existe un círculo mucho más amplio y variado de países donde el movimiento revolucionario juega un papel. Encontramos, además de los países capitalistas desarrollados -con diferentes formas de Estado, en diversas etapas de desarrollo de la lucha de clases, en diferentes etapas de decadencia económica-, países en diferentes etapas del capitalismo temprano, con producción mercantil simple, con formas patriarcales de producción, países coloniales y semicoloniales con constituciones más o menos absolutistas, etc.

El curso más adecuado a seguir, nos parece, por lo tanto, es el siguiente:

1. El programa general debería incluir una parte fundamental junto con demandas transicionales, según grupos de países, divididos de la siguiente manera:

a) los países donde el proletariado ha conquistado el poder;

b) los países capitalistas desarrollados, con una democracia burguesa más o menos desarrollada y que experimentan fuertes perturbaciones económicas y financieras, como Alemania, Austria, Checoslovaquia, Polonia, Suiza, Italia, Francia, los países de los Balcanes;

c) los países capitalistas con regímenes, por el momento, más estables: Inglaterra, Estados Unidos;

d) los países como Japón, con un capitalismo desarrollado, pero aún así Estados más o menos absolutistas;

e) países coloniales y semicoloniales: India, Egipto, Persia, China, etc. Las demandas transicionales generales para los países individuales deben, por supuesto, como en el Manifiesto Comunista, ser elásticas, dejando suficiente margen para las diferencias reales.

2. Los programas de los distintos países deben incluir la parte básica del programa general, junto con demandas transicionales diseñadas específicamente para el país en cuestión.

Las demandas transicionales del programa general deben servir como punto de partida, como un marco general para las demandas transicionales de los países individuales.

Apéndice II

La cuestión del programa de la Internacional Comunista

Karl Radek Noviembre de 1922

Fuente: Karl Radek: «La Question du programme de l’IC», Bulletin communiste, N° 14 (5 de abril de 1923), págs. 126-128.

[Nota del editor del Bulletin communiste, Boris Souvarine:] Contrariamente a lo que algunos tontos creen, los miembros del partido bolchevique no están sujetos a la regla ac perinde cadaver (“[bien disciplinado] como un cadáver”), sino que discuten apasionadamente todas las cuestiones planteadas por el movimiento revolucionario. En el Cuarto Congreso Mundial, Bujarin y Radek se vieron momentáneamente en desacuerdo sobre si el “programa de transición” debe tener un lugar en el programa general y teórico de la Internacional: la delegación rusa, después de un debate sustancial, decidió que Bujarin (que lo tomó con muy buen humor) estaba equivocado. Estas “observaciones preliminares” de Radek, escritas para la intimidad del congreso y no destinadas a la publicación, ayudarán a nuestros camaradas a orientarse en la discusión.

En la primera reunión de la Comisión del programa se llevó a cabo una discusión general sobre si un programa de la Internacional Comunista es posible y necesario, así como sobre los puntos que debe contener. Traté de presentar mis puntos de vista en las observaciones introductorias. Naturalmente, no podían tener la forma precisa de una declaración escrita. Las siguientes explicaciones son más precisas de lo que un discurso podría ser, pero el argumento no está todavía lo suficientemente desarrollado, un defecto que será reparado en un artículo que será publicado en Die Kommunistische Internationale.(9) Envío estos comentarios a los miembros de la Comisión del programa y a los camaradas que habían solicitado el consejo de la redacción de Die Kommunistische Internationale para dar una opinión tan pronto como sea posible sobre este asunto de la mayor importancia. Estas observaciones no estaban destinadas para su publicación, pero deberían acelerar y facilitar la discusión de la Comisión del programa, formulando claramente las diferentes posiciones.


Un programa de la Internacional: ¿es posible y necesario?

La Internacional hasta ahora no ha tenido un programa escrito; es decir, no ha formulado en términos generales sus puntos de vista sobre las fuerzas vivas de la evolución del capitalismo al comunismo y sobre el camino que la Internacional Comunista tiene la intención de seguir, a pesar de que ha definido claramente su punto de vista en numerosas resoluciones separadas. Baste recordar las tesis de Lenin [sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariado] en el Primer Congreso de la Internacional Comunista, el llamamiento programático del mismo congreso, las tesis del Segundo Congreso sobre el parlamentarismo, los sindicatos y el papel del Partido, las tesis del tercer Congreso sobre la táctica. En la medida en que [la elaboración del programa] es una cuestión de la concepción general de la evolución del capitalismo al comunismo, no tenemos más que codificar y reunir; éste es un trabajo, es necesario y hay que hacerlo. Además, es fácil, debido a que las cuestiones relativas al carácter general de la época de la revolución social no producen la más mínima divergencia en nuestras filas.

Pero ésta es sólo la parte más fácil del trabajo. Todos los partidos comunistas se han dado cuenta, durante su actividad práctica, de que las concepciones generales de la época no son suficientes, ya sea en su agitación y propaganda o en su acción política. La era de la revolución social a escala mundial, un período que con toda probabilidad habrá de durar décadas, requiere, aunque sólo sea por su duración, algo más que un punto de vista general. Plantea ante los partidos comunistas una serie de preguntas concretas que se han resuelto hasta ahora de una manera puramente empírica; por ejemplo, cuestiones económicas y políticas, tales como la actitud hacia la defensa de la democracia burguesa, hacia la política económica y fiscal de la burguesía, hacia la política mundial capitalista (ver las diferencias entre los partidos comunistas de Francia y Alemania sobre la cuestión de las reparaciones, la cuestión de la política exterior de la Rusia soviética). Por encima de todas estas cuestiones, está la cuestión de la naturaleza particular de la fase actual de desarrollo de la revolución mundial, la cuestión de decidir si debemos plantear demandas transicionales que aún no encarna la dictadura del proletariado, como lo hacían las demandas concretas del programa de la Liga Espartaco, sino que deben conducir a la clase obrera a una lucha que tendrá como objetivo directo la dictadura del proletariado sólo después de ser profundizada y generalizada.

¿Podemos resolver estos problemas de una manera general, válida para todos los países, o es imposible debido a las diferencias en las condiciones?

No hay duda de que, si bien el desarrollo del mundo sigue un solo curso general, por lo que es fácil caracterizar la ruta general del capitalismo al comunismo, este desarrollo se realiza en la práctica en condiciones muy dispares en diversas partes del mundo. Diferentes países se encuentran en diferentes grados de desarrollo de la revolución mundial y plantean ante los partidos comunistas tareas diferentes.

Recordemos las muy diferentes situaciones de los partidos comunistas en los Estados Unidos y Gran Bretaña, en Alemania y en Italia, en Francia, los países escandinavos, los Balcanes y, por último, en la Rusia soviética. Está claro que es imposible determinar todos los detalles de las consignas de lucha para todos estos países y utilizar las mismas demandas como palanca para la movilización de la clase obrera. Pero, en principio, las cuestiones pendientes ante los partidos comunistas de todos los países son iguales. Las preguntas a responder son:

1. ¿Podemos plantear ante los gobiernos burgueses demandas tran- sicionales que no corresponden a lo que haríamos si tomáramos el poder en nuestras manos?

2. ¿Qué actitud debemos tener hacia la cuestión del capitalismo de Estado, que surge tanto de las tendencias monopólicas de los trusts capitalistas como de nuestra lucha defensiva contra nuevos impuestos (por ejemplo, la demanda de confiscar los valores reales en Alemania) o, por último, de nuestra lucha en contra de la reducción de los salarios (por ejemplo, la demanda de la nacionalización de las minas británicas, en respuesta al intento de los magnates del carbón de reducir los salarios de acuerdo con los beneficios de cada mina)?

3. ¿Cuál debe ser nuestra actitud hacia la ofensiva de la reacción? Esto plantea la cuestión de los gobiernos de coalición. Rechazamos la coalición con la burguesía, pero ¿rechazamos también a los campesinos que luchan contra la burguesía urbana, como por ejemplo en Bulgaria, aunque no actúen en modo alguno como campesinos semiproletarizados?

La cuestión del frente único -es decir, políticamente hablando, el bloque con los partidos socialdemócratas y los sindicatos, así como el tema de gobierno de los trabajadores- entra en esta categoría. Se podrían enumerar toda una serie de cuestiones similares, como la muy diferente situación militar en los distintos países. Todas ellas plantean la cuestión de si, además de las exigencias económicas generales de la transición al capitalismo de Estado y del control de la industria por las organizaciones de trabajadores, también debemos plantear las correspondientes demandas políticas de transición, tales como el gobierno obrero.

A menudo se dice que se trata de cuestiones de táctica y no de cuestiones programáticas. No aceptamos esta respuesta. Tal separación clara de las cuestiones tácticas y programáticas era hasta ahora una de las características del oportunismo, que de buen grado observaba la “pureza” del programa con el fin de permitir todo tipo de porquerías en el trabajo práctico, volviendo así al programa ilusorio y sin fuerza.

La actitud de la clase obrera hacia otras clases, o de la vanguardia hacia el proletariado, la actitud del Partido Comunista hacia la clase trabajadora en general, son cuestiones de táctica. A fin de que la táctica no degenere en un empirismo lleno de contradicciones, debe basarse en una clara comprensión de la especificidad de la situación general en la que la Comintern se encuentra en el período comprendido entre la segunda y la tercera ola de la revolución mundial.

Nuestro programa, por tanto, debe proporcionar a la Comintern en su conjunto, así como a sus diversas secciones nacionales, la oportunidad de adoptar sin vacilar una actitud coherente con nuestros principios; es decir, con los intereses generales de la clase obrera, en las cuestiones concretas que constantemente cambian, apareciendo en formas siempre nuevas.

Y será así sólo si, además de la caracterización general de las tendencias que conducen al comunismo, presentamos, después de la caracterización de nuestro primer gran objetivo de la dictadura del proletariado y del régimen soviético, una imagen concreta del desarrollo de la revolución mundial y de las cuestiones planteadas por él.

Esta imagen debe caracterizar las tendencias contradictorias; los tipos y las formas concretas en los diferentes países o grupos de países no sólo deben ser identificados por sus nombres comunes, sino descritos en sus rasgos característicos. De tal manera, el terreno en el que surgen las cuestiones de transición estaría claramente preparado y el método para su solución sería indicado. Entonces, sólo restaría tomar postura en el programa sobre los principales temas concretos descritos anteriormente. Esto será más que suficiente para dotar a los partidos comunistas de un hilo de Ariadna, que les permita encontrar su camino en el laberinto de tendencias contradictorias y situaciones cambiantes. Esto nos lleva a la respuesta: no necesitamos sólo una caracterización de las principales tendencias generales del capitalismo al comunismo, sino también una caracterización de los caminos particulares de desarrollo y de los problemas especiales que éstos plantean a los partidos comunistas.

El contenido concreto del Programa de Transición

Una vez que hayamos no sólo descrito sino también analizado el curso hasta ahora seguido por la revolución mundial, aún tendremos que determinar las principales consignas que constituyen, en este período de transición, los medios para la movilización masiva de los trabajadores en la lucha por la dictadura del proletariado.

Estas son, en el campo económico, las consignas del capitalismo de Estado y el control obrero de la producción; en el campo político, en los países agrícolas, la consigna del gobierno de coalición con los partidos campesinos de la oposición para la victoria sobre la burguesía; en los países industrializados, la consigna del gobierno de los trabajadores -es decir, la coalición con los partidos socialdemócratas y otras organizaciones y partidos obreros.

En cuanto a la primera pregunta, no es necesario que la trate en detalle aquí, basta con referir a los lectores a las “Tesis sobre las cuestiones fiscales durante la era del capitalismo consolidado y durante su ruina”, que la comisión, integrada por los compañeros Heckert, Koritschoner, Skata, Varga, Kuusinen y yo, ha desarrollado en el otoño del año pasado. Estas tesis se discuten en el artículo del camarada Varga sobre cuestiones fiscales publicado en Die Kommunistische Internationale, y en mi folleto, publicado bajo el seudónimo de “Bremer”, sobre el colapso de la burguesía alemana y las cuestiones más apremiantes del Partido Comunista alemán, que fue reimpreso en Die Kommunistische Internationale.(10) Este folleto también analiza la relación entre las demandas económicas de transición y la cuestión del gobierno de los trabajadores.

He aquí algunas breves observaciones que me gustaría añadir: la ruina industrial y el creciente caos económico se ve acompañado por la cartelización continua de la industria en todos los países capitalistas. Esto coloca en la agenda la cuestión: ¿monopolio capitalista privado o monopolio estatal? El monopolio estatal bajo la dominación de la burguesía es el Estado capitalista. Esto significa, en el período de estabilización de la burguesía, la consolidación de su dominación, pero, al mismo tiempo, se extiende el frente de batalla del proletariado. En el momento actual, en que se socava constantemente la dominación de la burguesía, su tendencia hacia el monopolio privado se enfrenta a las tendencias simultáneas a establecer el control de la industria por la clase obrera. Si la revolución mundial crece lentamente, por lo que la destrucción de la economía capitalista continúa lentamente, la lucha contra la anarquía capitalista, incluso en el marco del capitalismo, se convertirá para el proletariado en una cuestión vital.

Esta lucha se verá reforzada por la defensa contra la presión fiscal, y de estas dos fuentes brotará la lucha por la subordinación de la industria al Estado y por el control de la industria por las organizaciones de trabajadores. En los países donde la industria está poco desarrollada, esta cuestión adquiere una gran importancia, desde el punto de vista de los impuestos y de la influencia [del Partido Comunista] sobre los campesinos.

Estas demandas económicas transicionales conducen a la cuestión del poder del Estado, porque no hay duda de que la burguesía toma, en el período de posguerra, una postura muy enérgica hacia las tendencias a un capitalismo de Estado. Si es posible, en teoría, que, bajo la presión del movimiento obrero, los gobiernos burgueses capitalistas o socialde- mócratas se vean obligados a avanzar hacia la política del capitalismo de Estado, es por lo menos muy probable que las grandes luchas sociales en desarrollo en torno de este tema conduzcan, en muchos países, a gobiernos formados por una coalición de partidos de la clase obrera, como una etapa en el camino hacia la dictadura del proletariado y el gobierno soviético. Sin afirmar en abstracto que el desarrollo en Occidente debe pasar necesariamente a través de la etapa de los gobiernos de los trabajadores, tenemos muchas razones para conducir la lucha de esa manera, porque facilita para nosotros en el mayor grado posible la táctica del frente único.

En este marco, también es fácil de resolver la cuestión de la actitud hacia la república burguesa y su defensa, así como hacia la fuerza armada del Estado. En los países donde la situación aún no es revolucionaria, donde prevalece en la burguesía la tendencia a convertir el año de servicio militar obligatorio general en un ejército mercenario, debemos mantener el servicio militar obligatorio para todos, para que los trabajadores puedan conservar las armas. Es evidente, por otro lado, que debemos lanzar en todas partes, como corolario de la consigna del gobierno de los trabajadores, la consigna de la milicia obrera.

Una vez que el actual período de transición esté así caracterizado y las principales demandas de transición sean así establecidas, el escenario estará listo para los programas de transición concretos de cada partido de la Internacional Comunista, para los cuales el programa de la Internacional Comunista debe constituir una especie de introducción requerida.

Conclusiones

Algunos compañeros adujeron contra los puntos de vista expuestos anteriormente que pronto podrían ser superados por los acontecimientos; es decir, por la marcha más rápida de la revolución mundial. Estos compañeros argumentan que tal curso volvería inmediatamente obsoleto al programa, y que el programa no debe interponerse en las curvas inesperadas del desarrollo. Así, por ejemplo, el Partido Comunista de Rusia había convertido sus medidas de comunismo de guerra en un programa que, en esta coyuntura histórica [con la transición a la NEP], ya no formula con claridad los objetivos inmediatos del Partido.

A estos argumentos podemos responder que, en su práctica del comunismo de guerra, el Partido Comunista de Rusia necesitaba un principio rector, y que habría sido una desgracia mayor no tenerlo en la lucha, que haberlo visto volverse obsoleto con el tiempo. Que este principio rector llevara el nombre de una resolución sobre la táctica no cambia el hecho de que se trataba de un programa de partido.

Pero esta comparación, además de ser infundada, no está relacionada con los temas que nos ocupan. El desarrollo de la revolución mundial puede tener un curso más rápido en el período que viene, pero sólo en algunos países; nuestro programa no debe perder de vista este hecho.

La revolución mundial no puede triunfar con un solo golpe.

Sea cual sea el ritmo de su desarrollo, necesitamos un programa de transición.

La tarea de un programa consiste en trazar una línea de demarcación entre la conducta de un determinado partido y la de todos los demás. Nos distinguimos de todos los demás partidos obreros, no sólo por las consignas de la dictadura del proletariado y el régimen soviético, sino también por nuestras demandas transicionales. Mientras que las demandas transicionales de los partidos socialdemócratas no sólo están destinadas ser realizadas dentro del capitalismo, sino que también sirven para reformarlo, las nuestras tienen como objetivo facilitar la lucha para la conquista del poder por la clase obrera, para la destrucción del capitalismo.

Esto es lo que debemos expresar claramente en nuestro programa de transición.

Daniel Gaido es historiador y profesor de la Universidad Nacional de Córdoba, autor o coautor, entre otros libros, de Theories of Business Cycles and Capitalist Collapse: The Second International and the Comintern Years; The Mass Strike Debate in German Social Democracy y The Formative Period of American Capitalism: A Materialist Interpretation.

NOTAS

1. “El debate sobre la táctica y la estrategia, el siguiente en el orden del día, se prolongó durante cinco sesiones. El extenso informe de Radek, presentado el 30 de junio, evaluó la ‘Acción de marzo’ como un ‘paso adelante’, acompañado por errores que, de repetirse, llevarían a ‘derrotas aún mayores’” (Riddell, 2015).

2. Rosa Luxemburgo ya había empleado la expresión “medidas transicionales en la dirección del socialismo” (Übergangsmaßregeln im Sinne des Sozialismus) en su folleto de 1899, Reforma Social o revolución, pero para hacer referencia a las medidas que serían adoptadas por el proletariado después de la toma del poder.

3. Eugen Varga: “Wie soll das Programm der Kommunistischen Internationale beschaffen sein?”, Die Kommunistische Internationale, N° 22, 13 de septiembre de 1922, págs. 80-84; Bohumír Šmeral, “Zur Programmdiskussion”, ibíd., págs 84-92; Charles L. Rappoport, “Gedanken über das Programm”, ibíd., págs. 92-96. Cf. el comentario de Bujarin: “En cuanto al artículo del camarada Rappoport, a pesar de mis mejores esfuerzos, no he sido capaz de encontrarle ningún tipo de sentido” (Riddell, 2015: 500).

4. Según Pierre Broué: “El checoslovaco PC, entonces, tenía más de 130.000 miembros, incluyendo a casi el 90% de los trabajadores de la industria” (Broué, 2005: 372).

5. Eugen Varga: “Entwurf des theoretischen Telis des Programms der KI (Die Nachkriegszeit)”, Die Kommunistische Internationale (1º de noviembre de 1922), N° 23, págs. 114-117; August Thalheimer: “Zur Kommunistischen Programm”, ibíd., págs. 118-122; “Programm der Kommunistischen Partei Deutschlands (Sektion der Kommunistischen Internationale) (Entwurf)”, ibíd., págs. 122-142; Das Präsidium des Exekutivkomitees der Kommunistischen Internationale, “Zum Programmentwurf der Kommunistische Partei Italiens”, ibíd., págs. 142-146; Wera Kostrzewa, “Thesen zur Agrarfrage”, ibíd., págs. 146-155.

6. Una referencia al Manifiesto Comunista, capítulo II: Proletarios y comunistas: “1. Expropiación de la propiedad territorial y empleo de la renta de la tierra para los gastos del Estado. 2. Fuerte impuesto progresivo. 3. Abolición del derecho de herencia. 4. Confiscación de la propiedad de todos los emigrados y sediciosos. 5. Centralización del crédito en manos del Estado por medio de un banco nacional con capital del Estado y monopolio exclusivo. 6. Centralización en manos del Estado de todos los medios de transporte. 7. Multiplicación de las empresas fabriles pertenecientes al Estado y de los instrumentos de producción, roturación de los terrenos incultos y mejoramiento de las tierras, según un plan general. 8. Obligación de trabajar para todos; organización de ejércitos industriales, particularmente en la agricultura. 9. Combinación de la agricultura y la industria; medidas encaminadas a hacer desaparecer gradualmente la diferencia entre la ciudad y el campo. 10. Educación pública y gratuita de todos los niños; abolición del trabajo de éstos en las fábricas, tal como se practica hoy, régimen de educación combinado con la producción material, etc., etc.” (Nota del traductor).

7. Otra referencia al Manifiesto Comunista, Cap. II: Proletarios y comunistas: “Esto [‘la centralización de todos los instrumentos de producción en manos del Estado -es decir, del proletariado organizado como clase dominante’], naturalmente, no podrá cumplirse al principio más que por una violación despótica del derecho de propiedad y de las relaciones burguesas de producción; es decir, por la adopción de medidas que desde el punto de vista económico parecerán insuficientes e insostenibles, pero que en el curso del movimiento se sobrepasarán a sí mismas y serán indispensables como medio para transformar radicalmente todo el modo de producción” (Nota del traductor).

8. Una referencia a la Kommunistische Arbeitsgemeinschaft (KAG), una escisión del Partido Comunista de Alemania que se desarrolló en 1921, como resultado del golpe de Estado conocido como la “Acción de marzo”. Fue dirigida por el ex presidente del Partido Comunista, Paul Levi, y luego se unió al Partido Socialdemócrata Independiente (USPD) en 1922.

9. No hemos podido ubicar el artículo en cuestión (Nota del traductor).

10. Una referencia a Karl Bremer: “Der nahende Zusammenbruch der deutschen Bourgeoisie und die KPD”, Die Kommunistische Internationale, N° 19, 1921, págs. 58-70 (Nota del traductor).

Referencias

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