Pablo Rieznik (1949-2015)

Mientras realizábamos las tareas de edición de este número de En defensa del marxismo, fuimos sacudidos por la muerte de Pablo Rieznik, animador permanente de nuestra revista, constructor cabal del Partido Obrero y de la IV Internacional.

Pablo fue un representante genuino de la generación del Cordobazo. Se incorporó a Política Obrera (antecesor del Partido Obrero) dos meses y medio después de la gran rebelión de Córdoba, cuando estudiaba en la Facultad de Ciencias Económicas.

Su actividad militante, sin embargo, había comenzado unos meses antes, cuando impulsó en Económicas el paro nacional universitario que se había resuelto en repudio al asesinato del estudiante correntino Juan José Cabral. La sanción a un profesor que adhirió al paro, Blas Alberti, reforzó la agitación en esa facultad, que tuvo a Pablo entre sus protagonistas, junto a otra estudiante independiente, Graciela Molle. Poco después, Pablo y Graciela se incorporaban a Política Obrera.

Pablo fue un pilar fundamental en la formación de la Tendencia Estudiantil Socialista Revolucionaria (Ters), la primera agrupación juvenil que impulsó nuestra corriente, y que sería un gran semillero de jóvenes revolucionarios. Pablo integró la dirección nacional que, en 1972, en un Congreso de más de 1.000 jóvenes en la Facultad de Arquitectura, pondría en pie la Unión de Juventudes por el Socialismo (UJS). Simultáneamente, Política Obrera había impulsado un Congreso del Frente Único Clasista, FUC, con más de 400 dirigentes y delegados sindicales.

Delimitación del nacionalismo burgués

La Ters tuvo importantes desempeños en elecciones universitarias (Económicas, Medicina, Filosofía) hacia el final de la dictadura, y Pablo pasó a ser uno de los 15 integrantes de la dirección nacional de la FUA. En esa instancia, jugó un importante papel en el trabajo de delimitación ideológica y política respecto del nacionalismo burgués, de la Juventud Peronista y Montoneros. En congresos universitarios, donde la voz de la izquierda pretendía ser acallada por la fuerza, Pablo nunca se amilanó: en un recordado episodio de uno de esos congresos, en la Facultad de Medicina, Rieznik tomó la palabra para señalar que, en el día del Ejército, cuando el entonces comandante Anaya prometió “aniquilar a los subversivos”, “el general Perón aplaudía a su lado”. Los jóvenes de la izquierda peronista debieron escuchar lo que sus dirigentes pretendían ocultar: después de hablar, Pablo -y la barra de la UJS- debieron defenderse a brazo partido contra las agresiones. Después de la huelga general de 1975 y en el marco de una creciente diferenciación del activismo obrero y la juventud respecto de la experiencia peronista, la UJS volvió a crecer fuertemente (en frentes de izquierda con otras tendencias) en las elecciones universitarias. Una vez más, Pablo lideraba el nuevo proceso que se abría.

Símbolo de la resistencia contra el golpe

Con el golpe videliano de 1976, Política Obrera fue ilegalizada y “disuelta” por la dictadura. La militancia pasó a ser clandestina. El partido encaró la nueva etapa contrarrevolucionaria armado de caracterizaciones políticas y templado por la lucha del período anterior contra la Triple A y la represión. En marzo de 1977 se realizó el segundo congreso de Política Obrera, bajo estrictas normas de clandestinidad. Uno de los documentos centrales de dicho congreso fue el balance del gobierno peronista, en cuya elaboración participó Pablo. Pocas semanas más tarde, el 25 de mayo de 1977, Pablo afrontó una prueba crucial de su vida y su militancia: fue detenido -en la vía pública- por una comisión policial y trasladado a la Comisaría 8 a, la que actuaba sobre la vieja Facultad de Filosofía, hoy Psicología, donde tantas veces había intervenido públicamente. Se encontraba junto a Miguel Guagnini, otro dirigente de Política Obrera. Pasó a ser un “desaparecido”.

Durante ocho días fue sometido a tremendas y atroces torturas en un campo secreto de la dictadura. No aflojó un instante. Pablo relató que en cierto momento le dieron inyecciones de pentotal (o algún similar) para vencer su voluntad, adormeciendo su conciencia. En esa situación, trató de mantener control sobre su cordura. Recordó la lectura de un libro que Política Obrera había publicado meses antes del golpe: La Tortura, de Henry Alleg, un militante argelino que enfrentó la tortura de los paracaidistas franceses que fueron a quebrar el movimiento revolucionario por la independencia de Argelia. Alleg relataba que, cuando le aplicaban las inyecciones, se pellizcaba la pierna para ver si seguía conciente y podía enfrentar el interrogatorio indirecto, más peligroso para quebrar a un prisionero político que el dolor directo de la tortura. Rieznik lo imitó, derrotando a sus verdugos.

Una fuerte campaña nacional e internacional logró su liberación. Entre otros hechos, la Unión Nacional de Estudiantes de Francia (Unef) se movilizó a la Embajada argentina en París, y amenazó con ocuparla si la dictadura no liberaba a Pablo Rieznik. Finalmente, Pablo fue liberado y arrojado en la vía pública, a merced de otros grupos de tareas. Al salir de su trabajo nocturno, un compañero de la UJS lo encontró casualmente.

Semanas más tarde, y desde la clandestinidad, Rieznik fue sacado al exilio para salvar su vida. Pablo nunca ‘usó’ su resistencia a la tortura como instrumento de propaganda: sólo habló de ello cuando declaró frente a los tribunales que juzgaban a los genocidas.

Cuartainternacionalista

Rieznik fue destacado dirigente de la IV Internacional. En 1972 viajó a Francia a un congreso estudiantil convocado por la Unef. Allí, participó del Comité de Organización por la Reconstrucción de la Cuarta Internacional (Corci), reagrupamiento impulsado por la OCI francesa de Pierre Lambert y el POR de Bolivia.

Años más tarde, en el obligado exilio, se integró a la militancia del trotskismo brasileño. También fue uno de los principales animadores de los cursos sobre El capital y la Historia de la Internacional, que Política Obrera realizó en Brasil en 1980 y 1981, con centenares de militantes. Por esos cursos desfilaron y se incorporaron destacados compañeros, como Gregorio Flores.

Más recientemente, participó de los encuentros de la dirección de la CRCI en Grecia.

Una de sus intervenciones más importantes fue en 1995, en Montevideo, en el Foro de San Pablo. Allí se reunían la mayoría de las corrientes que se reivindicaban de izquierda y antiimperialistas de América Latina. El Partido Obrero había participado desde su fundación en cinco encuentros, siendo el único partido que votaba en contra de los documentos oficialmente aprobados y presentando despachos propios. Fue una gran tribuna del PO, de debate y denuncia de la centroizquierda que se “preparaba para gobernar”, en función de la defensa del orden capitalista. En la sesión inaugural de ese encuentro de mayo de 1995, la delegación del PO, dirigida por Pablo, planteó una ‘moción de orden’: que se discutiera la incompatibilidad de la permanencia del Movimiento Bolivia Libre (MBL), que participaba del gobierno derechista de Sánchez de Lozada. En abril, ese gobierno había decretado el estado de sitio y reprimido fuertemente las protestas populares. Rieznik planteó la exclusión del MBL como primer punto: no se podía discutir con represores del pueblo. Este planteo generó una crisis en el foro: diez organizaciones de Brasil, Uruguay, México, Paraguay y Chile acompañaron una moción escrita en tal sentido. La mesa del foro la bloqueó. El PO se retiró del mismo denunciando que se cerraba toda posibilidad de debate con represores del pueblo, integrados en ese momento a gobiernos defensores del ‘orden’.

Tribuno del Partido Obrero

En el exilio se recibió de economista. Al volver a la Argentina, después de un tiempo en el que trabajó como bancario, ingreso a la docencia universitaria. Comenzó con otros compañeros a poner en pie el sindicato de los profesores de Sociales, facultad recién constituida, que sería el puntapié inicial para lo que sería Aduba, y luego fue miembro fundador de la AGD-UBA. En 1989 fue detenido junto a la dirección del PO por el alfonsinismo. Cayó preso junto a Cata Guagnini, destacada luchadora por los derechos humanos, también dirigente del PO y madre del compañero con el cual fuera detenido en 1977.

En los años ’90, Pablo fue uno de los más destacados tribunos políticos del Partido Obrero. En varias oportunidades fue candidato por la Capital Federal -a jefe de Gobierno y a diputado nacional- y también a vicepresidente, acompañando a Jorge Altamira en las elecciones de 1999.

Gran divulgador del marxismo, publicó numerosos libros e innumerables artículos que ayudaron a la formación de las nuevas generaciones. Las polémicas teóricas de Pablo sobre la crisis capitalista marcaron a fuego los debates estratégicos al interior de la izquierda. En esas polémicas, Pablo colocó a las crisis en el lugar histórico de la “fase superior del capitalismo” (Lenin) y, por lo tanto, como manifestaciones insoslayables de su declinación como orden social. La mayor parte de la izquierda, por el contrario, asumió las crisis como una fase del ciclo capitalista; o sea, como una manifestación contradictoria de la tendencia del capitalismo al equilibrio. En uno de los más recordados textos de esa polémica, Pablo señalaba lo siguiente:

La elaboración del catastrofismo se encuentra, si se nos permite la expresión, en el alma del marxismo. Marx mismo señaló que no había que ver en la miseria y degradación humana provocada por el capital, no sólo eso, miseria y degradación, sino reconocer en ellos su elemento revolucionario. De la catástrofe, entonces, emana el progreso, y es la civilización que se reconstituye de su negación, es la afirmación del hombre como autocreación por medio del trabajo, superando la alienación de ese mismo trabajo. Marx retomó para su propia cosecha lo mejor de la filosofía de Hegel en la cual se había formado. La catástrofe del capital -o lo que es la tendencia a la disolución social que implica su existencia más allá de las premisas que lo tornaron un fenómeno histórico necesario (y episódico entonces a la escala de la Historia)- es lo que Marx llamó la labor del “viejo topo”, precisamente, porque es la destrucción del capital la que se prepara como resultado de las leyes del movimiento, desarrollo y descomposición… del propio capital”.

Este texto, escrito en 2006 y publicado por En defensa del marxismo N° 34, desarrollaba ampliamente los límites y la naturaleza contradictoria de la recuperación de la economía capitalista iniciada en 2002, en el plano de la Argentina y de la economía mundial. Su lectura es crucial para comprender la bancarrota internacional, que se inició un año y medio después, así como la crisis del supuesto “modelo” kirchneriano.

Dedicamos la elaboración y las páginas de este número de En defensa del marxismo a nuestro querido compañero, amigo y revolucionario.

Libros publicados de Pablo Rieznik:

-Endeudamiento externo y crisis mundial: el caso de Brasil. Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso), 1986.

-Marxismo y Sociedad. Editorial Universitaria de Buenos Aires. Eudeba, 2000.

-Las formas del trabajo y la historia. Una introducción al estudio de la economía política. Editorial Biblos, 2003.

-El mundo no empezó en el 4004 antes de Cristo. Marx, Darwin y la ciencia moderna. Editorial Biblos, 2005.

-La revolución rusa en el siglo XXI. Editorial Rumbos, 2008. En coautoría.

-Un mundo maravilloso. Capitalismo, socialismo en la escena contemporánea. Editorial Biblos, Buenos Aires, 2009. En coautoría.

-1968, un año revolucionario. Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, 2010. En coautoría.

-La pereza y la celebración de lo humano. Editorial Biblos, 2015.

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