En la primera parte de este trabajo sobre el V congreso de la Internacional Comunista (IC) se analizó la relevancia que tuvo el fracaso de la revolución en Alemania en 1923. Esta discusión ocupó gran parte de las veinte sesiones del congreso, presionando para que los delegados se posicionen del lado del Ejecutivo de la IC, sobre la base de amañadas conclusiones y siendo pocas las voces disidentes a lo dictado por Zinoviev/Stalin. El fracaso alemán no sólo fue un duro golpe para las expectativas de los revolucionarios locales e internacionales, sino que a su vez y abrió la puerta de la liquidación revolucionaria por parte de la burocracia soviética. El lugar de mando de la troika (triunvirato conformado por los tres principales dirigentes del Buró ruso: Stalin, Zinoviev y Kamenev) se consolidó aún más y con ella su orientación de reemplazar la estrategia de la lucha por la revolución mundial por el “socialismo en un sólo país”.
La revolución alemana fracasó por culpa de la dirección zinovietista, al frente del Ejecutivo de la Internacional, el Comintern. Zinoviev avaló la política cobarde y capituladora de Brandler, desdiciéndose de la orientación que había sido consensuada (con la intervención directa de Trotsky) entre la Internacional y la dirección del PC alemán (KPD), en una reunión en Moscú, marcando los lineamientos tácticos insurreccionales a desarrollar. Contrariamente, la conclusión que la troika trasladó al conjunto de los partidos comunistas participantes, ocultaba su responsabilidad en el abandono de la resolución adoptada, es decir, el freno a la insurrección alemana. Pero la intervención de la troika no se limitaba a resoluciones: el aparato de la burocracia, que venía siendo puesto al servicio de liquidar a la oposición en territorio soviético, extendió sus tareas al plano internacional.
La troika alineaba a las direcciones comunistas de los distintos países en su lucha contra la oposición en territorio ruso, a la que tildaba de “derechista” y de carácter pequeñoburgués. Se barría a opositores locales y a dirigentes que osaran defender las posiciones de Trotsky. Pero al mismo tiempo, la burocracia asimilaba oposiciones que, sin importar la profundidad de sus divergencias en los congresos pasados, resultaran fieles al poder burocrático de Moscú. Es el caso de la alianza del Ejecutivo con la ultraizquierda comunista alemana, opuesta al Frente Único resuelto en los dos congresos anteriores.
En general, Zinoviev y Stalin van definiendo una orientación ultraizquierdista en este congreso. Con el objeto de encubrir sus responsabilidades directas en el fracaso alemán, y reforzar su dirección burocrática con el apoyo de la ultraizquierda, la troika termina construyendo una caracterización de la situación internacional por demás impresionista. Para justificar su orientación ultraizquierdista tiene que asegurar que las posibilidades revolucionarias se encuentran renovadas, revisando en parte la orientación del III y el IV congreso, desconociendo el reflujo democrático, y emparentando al fascismo con el resto de las variantes burguesas, siendo la socialdemocracia una de ellas.
La liquidación de la Oposición Internacional
El V congreso se presentó para la troika como un escenario de continuidad con el debate abierto meses atrás en Rusia. En el amañado XIII congreso del PCUS, donde primaron múltiples maniobras que vaciaron a la oposición de delegados y se generalizó el temor en la base partidaria, la troika supo derrotar a quienes venían cuestionando la burocratización partidaria. Tras el congreso, no sólo se profundizaron las expulsiones y los traslados de los dirigentes opositores, sino que la burocracia popularizó en las filas del Partido una serie de etiquetas que se adosaban a sus críticos: “mencheviques” y “oportunistas”. Trotsky era tildado de encabezar una desviación pequeñoburguesa que amenazaba con el devenir de la dictadura proletaria, era la cabeza de un supuesto “oportunismo de derecha”.
Esta campaña desplegada en la Unión Soviética, plagada de calumnias y ataques personales, debía ser introducida en la Internacional Comunista. El primer paso dado por la troika, en la previa del V congreso, fue la intervención en las direcciones de los partidos alemán, francés y polaco. Como ya vimos, Zinoviev contribuyó al desplazamiento de la dirección brandlerista, a partir de un balance que dejaba a la burocracia rusa sin responsabilidades sobre el fracaso alemán, al mismo tiempo que olvidaba los vicios ultraizquierdistas de la oposición de Fischer y compañía. En el caso polaco, la troika acompañó a la mayoría del partido frente a sus jefes históricos que, constituyendo una minoría, eran acusados de encabezar desviaciones derechistas, “brandleristas”, en Polonia. Estos dirigentes fueron los primeros en protestar contra la campaña que venía sufriendo el ex jefe del Ejército Rojo, por lo que Zinoviev apalancó su desplazamiento. En una declaración especial del congreso se los condenó por su “actitud frente al problema ruso y el problema alemán, que constituyen el fondo de la crisis por la que atraviesa actualmente el Comité Central polaco.” (Pág. 260) Su “parcialidad para con la oposición” implicó una resolución final del congreso, llamando a intervenir la dirección hasta la convocatoria de una conferencia especial.
Por último, para la troika tenía una relevancia especial el copamiento del Partido Comunista de Francia (PCF), ya que aquí estaba abocado centralmente Trotsky como miembro del Ejecutivo de la IC. Él personalmente se encargaba de discutir las orientaciones políticas e intervenir de cara a las distintas facciones del comunismo local. Fue así que la delegación francesa (integrada por Treint, Marrane y Tommasi) leyó en la primera sesión del V congreso su protesta frente a la presencia de Boris Souvarine, dirigente del PCF, expulsado por “violar la disciplina partidaria” al editar el folleto titulado “Nuevo Curso” de Trotsky. Al mismo tiempo, se lo acusaba de hacer públicas sus críticas a las direcciones del partido y la IC en el Bulletin Communiste. Los delegados franceses pidieron su inmediata expulsión del congreso, ya que éste no representaría al PCF, del que había sido expulsado meses atrás. Souvarine sostuvo que le asistía el derecho a participar por ser miembro del Ejecutivo saliente, denunciando la existencia de una “atmósfera de pogrom que se ha creado contra algunos camaradas” (“V congreso de la Internacional Comunista, 2da parte”, Pág. 9). Zinoviev y el presidium resuelven que se forme una comisión para estudiar el caso. Finalmente, se aprueba la expulsión de Souvarine a propuesta de la comisión que considera que la IC “no tolerará infracciones a la disciplina.”(“V congreso de la Internacional Comunista, 2da parte”, Pág. 19). Contra esta resolución, sólo votarán los cinco delegados italianos.
El debate ruso en la IC
Una vez depuradas, así sea parcialmente, las direcciones y delegaciones internacionales, la troika buscó ratificar las resoluciones del reciente congreso ruso contra la oposición y el trotskismo. Necesitaba probar la lealtad del conjunto de los partidos, dar un nuevo golpe a la oposición, anulando cualquier proyección internacional que pudiera aparecer. Como señala Edward Carr: “el Congreso Mundial de la Internacional Comunista representaba la más alta corte de apelaciones en todas las cuestiones relativas a los partidos que la constituían. (…) el grupo mayoritario estaba ansioso de obtener el aval formal de los partidos comunistas del mundo por su acción contra Trotsky; y el grado de agilidad mostrado por los jefes de los otros partidos en acordar este aval se consideró en la organización central de la Comintern como la prueba reveladora de su lealtad.” (Carr, Pág. 26)
En la decimoséptima sesión se abordó la situación de la Unión Soviética y el debate existente en el seno del partido ruso. El informe oficial a cargo de Aleksei Rikov, economista soviético y presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo de la URSS, expuso los problemas económicos de los últimos años de la NEP. La crisis y las dificultades de la dirección partidaria y estatal eran el primer argumento que expuso la camarilla para rechazar, por improcedente, cualquier planteo crítico o de oposición. La burocracia se aferraba a la resolución del X congreso del partido ruso que prohibía la formación de grupos de oposición y fracciones críticas. En manos de la burocracia, esta resolución pierde su carácter transitorio y coyuntural para transformarse en un instrumento de persecución y subordinación a la troika. Rikov se detiene en este punto, rechazando “la posibilidad de que grupos políticos variados incidan sobre nuestro partido”, siendo éstas “influencias pequeñoburguesas” (“Actas V congreso de la Internacional Comunista”, Pág. 248). Insólitamente, su dedo apuntaba al Jefe del Ejército Rojo.
Rikov acusaba a Trotsky de encabezar una tendencia pequeñoburguesa, la cual habría sido advertida en su momento por el propio Lenin. La ausencia del fallecido líder bolchevique permitía decir a la burocracia cualquier cosa en su nombre, aprovechando que el Testamento Político de Lenin, en dónde éste sugiere el desplazamiento de Stalin (como parte de una lucha más general contra la burocracia), estaba celosamente guardado bajo llave por la troika. Muchos de los delegados internacionales del congreso desconocían el contenido de este testamento, habiendo sido vetada su publicación por el propio stalinismo meses atrás.
Trotsky rechazó la interesada invitación de la troika a realizar un contrainforme, en el que expusiera sus puntos de vista frente al congreso. Declinó a la propuesta oficial argumentando que esta discusión ya había sido saldada en el congreso del partido ruso, por lo que debía disciplinarse a lo acatado por la mayoría. Creía que redundar en el debate ruso sólo iba a beneficiar a la troika. La burocracia quería replicar la “unanimidad” rusa en el terreno internacional, confirmar su lugar en la dirección de la IC bajo el ángulo de rechazo (y persecución) a la Oposición, en general, y a Trotsky, en particular. La troika hizo votar la siguiente resolución de alineamiento absoluto con la burocracia rusa:
“Las delegaciones abajo firmantes hablan en nombre de partidos que han seguido con gran atención, desde un primer momento, la discusión del Partido Comunista Ruso. Estos partidos han actuado así porque han visto en las proposiciones de la oposición una amenaza a la dictadura del proletariado y a la unidad del Partido Comunista Ruso. Con su actitud, la oposición rusa se alzaba de manera objetiva no sólo contra el Comité Central del Partido Comunista Ruso, sino también contra toda la Internacional Comunista, pues una amenaza a la dictadura de la URSS y un debilitamiento del partido ruso, el único que puede mantener a esta dictadura, atentaría contra la herencia de Lenin, que es lo más preciado para todo comunista. La Internacional Comunista debe, pues, exigir a todos sus miembros, que todas sus secciones, rechacen clara y enérgicamente las concepciones no leninistas contrarias a los intereses de la revolución mundial y capaces de atentar contra la autoridad de la vieja guardia bolchevique, que conduce no sólo el Estado Soviético, sino también la Internacional Comunista. (…) El V congreso debe ratificar la resolución del XIII congreso del Partido Comunista ruso y subrayar que las concepciones de la oposición rusa constituyen desviaciones pequeñoburguesas y oportunistas.” (“Actas del V congreso de la IC”, Pág. 259)
La “Bolchevización”
El V congreso fue el encargado de generalizar el término “bolchevización”, presentándose como la necesidad de dotar de una supuesta orientación “leninista” a las distintas secciones comunistas. Fue el dirigente Albert Treint, en aquel entonces a la cabeza de la cruzada contra el trotskismo francés, quien en marzo de 1924 dio lugar a la idea de “bolchevizar”. “Nuestra divisa es clara: no desbolchevización del partido ruso, sino al contrario: bolchevización de todos los partidos comunistas.” (Carr, “El V congreso de la Internacional Comunista”, Pág. 27) Valiéndose de la autoridad mundial del difunto Lenin y la sucesión usurpada en el último año, la burocracia digitó un operativo de disciplinamiento internacional. Obedecer al Ejecutivo, más precisamente a la troika rusa que lo comandaba, significaba entonces adquirir la condición de partido bolchevique. “Bolchevizarse” no era otra cosa que alinearse a la propia burocracia de Moscú, siendo las críticas a esta dirección una desviación no bolchevique. En definitiva, “Zinoviev con el pretexto de ‘bolchevizar’ a los partidos comunistas, se dispone a convertirlos en organizaciones serviles que dependen completamente del Ejecutivo.” (Broué, Pág. 242)
La confirmación no sólo de la camarilla rusa, sino también de Moscú como centro decisivo de la Internacional, era algo que había preocupado al propio Lenin desde el inicio de la nueva Internacional. En el II congreso su deseo era mudar el Ejecutivo de la IC a Berlín, lo que fue rechazado por la mayor parte de las delegaciones internacionales. Más allá de lo conveniente o inconveniente del caso, Lenin estaba atento a que las secciones europeas no sean simples ejecutantes de las orientaciones de los comunistas rusos. Sin embargo, tras el IV congreso la tendencia a la subordinación a Moscú fue creciendo hasta volverse un hábito. Las derrotas europeas, sin dudas, contribuyeron a minar la confianza de las organizaciones no rusas y buscar refugio en las palabras de quienes “no fallaron” en octubre de 1917. En este V congreso la opinión de la troika se convierte en la última palabra, a la que debe disciplinarse cada una de las secciones.
No es casual que la propia ultraizquierdista Ruth Fischer fuera una de las dirigentes que mayor énfasis puso en la “bolchevización”. La nueva dirección alemana (otrora opositora ultraizquierdista a Lenin) pasó a ser su abanderada, en un cómplice gesto de acompañar a la conducción de la troika en el Ejecutivo a cambio de ser apoyada en la conducción del KPD. Zinoviev celebró los cambios en la dirección francesa y búlgara como destacados ejemplos de “bolchevización”. Sin sonrojarse, afirmaba que “la bolchevización de los partidos comunistas debe hacerse de acuerdo al testamento de Lenin” (“Informes V congreso de la IC”, Pág. 38), cuando justamente era la troika quien ocultaba el Testamento de Lenin, para no verse afectada por la dura crítica realizada por el líder bolchevique antes de morir. Recordemos, el Testamento no sólo sugería el desplazamiento de Stalin, sino que pasaba nota de la actitud vacilante y contraria a la toma del poder de Zinoviev y Kamenev en octubre de 1917.
La “bolchevización” implicó entonces un fuerte disciplinamiento de las secciones comunistas a la troika. La liquidación absoluta de la oposición era el primer paso, la carta de confianza que debían presentar las direcciones (nuevas o viejas) frente a la burocracia rusa. La persecución de los opositores se desplegaba sobre la base de campañas difamatorias que, sin mediar ningún debate, ni garantizar un marco medianamente democrático de discusión, terminaban con el alejamiento, la desmoralización o, directamente, la expulsión de los dirigentes no alineados. Alfred Rosmer, comunista francés y miembro de la Oposición, analizaba las alternativas que le quedaban a quienes no aceptaban los planteos centrales de la troika: “se trataba de una guerra de desgaste en la que los obreros eran derrotados de antemano por unos funcionarios que, al no dedicarse a otros menesteres, imponían debates interminables; todos aquellos que habían osado emitir una crítica y a los que se abrumaba con el peso de la Internacional terminaban agotados, por ceder provisoriamente o bien simplemente por irse.” (Broué, Pág. 242)
Al mismo tiempo, el V congreso supo anular los debates internos, creando un estado de excepción permanente en la democracia de los partidos. La troika, en nombre del Ejecutivo, podría intervenir en todo momento en las discusiones internas, excusándose en la disciplina para poder barrer a los opositores y acomodar las discusiones en función de los intereses de la camarilla rusa. “El congreso encarga al Ejecutivo velar aún más estrictamente que hasta ahora por la disciplina férrea de todas las secciones y de todos los dirigentes. Comprueba que en ciertos casos el Ejecutivo, para no dañar el prestigio de camaradas de gran mérito, no ha intervenido con la energía suficiente contra las infracciones a la disciplina. Encarga al Ejecutivo, llegado al caso, a actuar con mayor decisión, y no retroceder ante las medidas excepcionales.” (“Actas del V congreso II parte”, Pág. 39) Así, el V congreso y sus delegados daban a la troika los poderes absolutos para dirimir sobre cualquier tema de cualquier organización comunista adherida a la Internacional.
En sus “Tesis sobre la bolchevización de los partidos de la Internacional Comunista adoptadas por el V° plenario Ampliado de la IC”, Zinoviev desenvuelve descaradamente el contenido de esta orientación. Aquí estaban las indicaciones que debían seguir los partidos comunistas para certificar su “bolchevización”. Como mencionamos anteriormente, eliminar las oposiciones en cada partido era una tarea inaplazable. “No es un fenómeno ruso, sino internacional. Desenmascarar el trotskismo en todos los partidos y hacerlo desaparecer como tendencia, es aplicar el leninismo en la IC” (“Actas del V congreso II parte”, Pág. 193) El trotskismo debía ser arrancado de raíz, por lo que la primera indicación de Zinoviev, en el apartado “Las tareas concretas de los diversos partidos” estaba dirigida a la URSS, donde planteaba la “liquidación completa del trotskismo como tendencia. La primera condición para que el PCUS tenga una política correcta respecto a las cuestiones: a) campesina; b) del papel dirigente del partido en los órganos administrativos y económicos del Estado en la actual fase de la NEP, etc.” (“Actas del V congreso II parte”, Pág. 201 y 202).
Una vez apuntalada la campaña contra la oposición en los partidos comunistas, las indicaciones de Zinoviev en sus “Tesis” buscaban dirigir personalmente la política de cada una de las secciones del resto del mundo. Es así que a toda una serie de punteos de tipo táctico, Zinoviev las definía como parte indiscutible de la tradición leninista y, por ende, de la “bolchevización” requerida. En estas tesis, en nombre de la“bolchevización”señalala necesidad de emprender un trabajo sobre las masas campesinas, lo que más tarde dará lugar a una abierta política oportunista en la Internacional. Del mismo modo, la aplicación del Frente Único Obrero y el trabajo en los sindicatos se planteaba como parte de esta orientación, pese a que se desenvolviera en términos vacilantes y zigzageantes, introduciendo, por ejemplo, el criterio del “frente único por la base”, rechazando así un verdadero frente único entre las organizaciones obreras.
Como vemos, poco se preocupaba Zinoviev en presentar a la “bolchevización” como un vulgar disciplinamiento burocrático. Pretendía que se confiara ciegamente en los dictados de la troika, respaldándose estos tres dirigentes en la profanada autoridad de Lenin. Ellos serían la viva expresión del partido leninista, “la vieja guardia” como se autodenominaban. A tal punto que Zinoviev podía afirmar que “la bolchevización de las secciones de la Internacional Comunista consiste en estudiar y aplicar en la acción las experiencias adquiridas por el partido comunista ruso en el curso de tres revoluciones y también correctamente entendidas”. (Acta, Pág. 187) Siendo el trotskismo “una variedad de menchevismo, que liga el oportunismo occidental y la frase “radical e izquierdista” y encubre de tal modo su pasividad política.” (Acta, Pág. 193)
Pocos meses después Trotsky ajustará cuentas, exponiendo qué lugar ocupó la troika en general (y Zinoviev en particular) en octubre de 1917, demostrando cuán falsificado era el balance de la burocracia expuesto como modelo a seguir por el resto de la Internacional. Las Lecciones de Octubre fueron un verdadero terremoto político para el Comintern.
¿La revolución está a la vuelta de la esquina?
La otra gran discusión que acompañó el balance del fallido octubre alemán y el debate sobre la oposición en la URSS, giró en torno a qué condiciones revolucionarias existían en Europa en el momento en que se celebraba el V congreso. Obviamente, el balance alemán no podía estar separado de las condiciones revolucionarias en la región, por lo que era de enorme importancia saber qué conclusiones se habían extraído. Para el presidium del congreso, con Zinoviev a la cabeza, las posibilidades revolucionarias en Alemania estaban abiertas en lo inmediato, posición que se acentuaba aún más al estar la nueva dirección del KPD hegemonizada por el ala ultraizquierdista de Fischer, Arkadi Maslow y Ernst Thälmann.
La caracterización sobre cómo el movimiento obrero alemán digirió la derrota, sin lucha, en octubre de 1923 no fue materia de debate. Al Ejecutivo sólo le importaba el balance alemán en tanto le permitiera exculparse de sus propias y decisivas responsabilidades, apuntando sus cañones a la “tendencia oportunista” encabezada por Radek y Brandler, los chivos expiatorios de la derrota. Al ser un congreso atravesado por una despiadada campaña contra la Oposición, Zinoviev quería asociar la capitulación alemana con la oposición trotskista. El objetivo primordial era confirmar la dirección de la burocracia barriendo a sus críticos, por lo que resultaba lógico que Zinoviev y su séquito elaboraran caracterizaciones que se ajustaran a sus intereses faccionales y no como resultado del análisis concreto de situación económica y la lucha de clases. Lo ocurrido en Alemania era así un episodio más, una pequeña derrota que anunciaba grandes triunfos en un futuro inmediato. En caso de existir ciertas tentativas democráticas-pacifistas eran leídas como un signo del colapso capitalista y no de reflujo de la clase obrera. En este sentido, el inminente ascenso democrático-burgués del laborismo al gobierno inglés resultaba de enorme interés para las delegaciones comunistas, e hizo que muchos, incluso el propio Zinoviev, en forma impresionista, afirmara que el centro de la situación política pasaba de Berlín a Londres: “lo que está aconteciendo en el movimiento laborista inglés es más importante que los acontecimientos alemanes.” (Carr, Pág. 7)
La troika, formalmente, confirmaba en las resoluciones del V congreso la necesidad de continuar la política de Frente Único y dedicarse a la conquista de las grandes masas. Esta orientación votada en el III congreso y perfeccionada en el IV congreso por impulso de Lenin y Trotsky, surgió tras las aventuras ultraizquierdistas que, entre otras acciones, incluían el fallido putsch de marzo de 1921 dirigido por el KPD. Al constatarse que los “recursos políticos y organizativos de los partidos comunistas eran insuficientes para la conquista del poder, se lanza la consigna “Hacia las masas”, es decir, hacia la conquista del poder por la conquista previa de las masas, en su lucha y en su vida cotidiana.” (Trotsky, Pág. 139) Paradójicamente, Zinoviev impulsaba ahora el Frente Único y la política elaborada contra los ultraizquierdistas, poniendo a éstos últimos a la cabeza del Comintern y acompañando sus infantiles movimientos ultraizquierdistas.
No podía, entonces, esperarse otra cosa que una lectura unilateral de los procesos revolucionarios por parte de la troika: si existieron condiciones insurreccionales en Alemania, a pesar de haber sido desaprovechadas, éstas iban a generalizarse en el corto plazo a lo largo de todo el continente. El ascenso de las izquierdas “democráticas” en Inglaterra y Francia eran un botón de muestra del giro a la izquierda en el terreno internacional y no de una política de contención para impedir el surgimiento de estallidos revolucionarios. La derrota búlgara en septiembre y la alemana en octubre de 1923 fueron leídas como el preparativo de la Internacional para inmediatas victorias. Un verdadero despropósito.
La posición de Trotsky
Desacreditar esta caracterización, por floja de papeles que estuviera, ponía a cualquier delegado crítico en el mismo campo de los oportunistas que habían capitulado en Sajonia una decena de meses atrás. “A los que sabían ver la situación con buenos ojos, a los que subrayaban la importancia de la derrota de octubre, a los que preveían la inevitabilidad de un largo período de reflujo revolucionario y una consolidación provisoria (“estabilización”) del capitalismo (con todas las consecuencias políticas que de ella derivan), los dirigentes del V congreso intentaban desprestigiarlos como oportunistas y liquidadores de la revolución.” (Trotsky, “Crítica al Programa de la Internacional Comunista”, Pág. 150)
El giro ultraizquierdista del V congreso parte de realzar la existencia de un oportunismo de derecha, al que la troika insistía con asociar a la oposición trotskista. Trotsky entendía que si bien esa lucha contra el oportunismo era correcta, “todas las cartas fueron mezcladas, y se clasificó en el campo de la derecha a los que, simplemente, comprendían mejor y más claramente las jornadas de ayer, de hoy y de mañana.” (Trotsky, Pág. 150) De este modo, la troika atacaba a la derecha adjudicándose encarnar la tendencia leninista. Sin embargo, este “leninismo” no era más que un “izquierdismo” aggiornado a la presente situación, que le permitía sostener cierta autoridad por medio de su retórica revolucionaria. Como bien sentenció Trotsky en torno a estas discusiones:“Hay personas que logran ser revolucionarios cerrando los ojos.” (Trotsky, Prólogo de “Los primeros 5 años de la IC”, Pág 47)
En su “Crítica al Programa de la Internacional Comunista” de 1928, Trotsky plantea que “no es difícil concluir de toda la política de la IC en este período que, en el curso 1924 y buena parte de 1925, su dirección consideró que la crisis alemana no había llegado aún a su punto culminante”, y por lo tanto, marca el error de“pretender que la situación siga siendo revolucionaria cuando claramente se había transformado.” (Trotsky, Pág. 147) Como no podía ser de otra manera, el giro que emprendió este V congreso de la Internacional Comunista se inauguró con la derrota aventurera de Estonia, el fallido levantamiento de Reval. Tras escasas horas de combate, los comunistas estonios fueron derrotados con facilidad por las fuerzas gubernamentales el 1 diciembre de 1924. Las enormes carencias militares de este levantamiento resultaron un factor secundario en un balance posterior que puso de manifiesto el verdadero problema: la subestimación absoluta de la acción de la clase obrera, que observó pasivamente esta fallida y aventurera acción militar de los comunistas.
Contrario a la orientación ultraizquierdista adoptada por este V congreso, Trotsky considera que “La necesidad más urgente entonces era examinar el presente más que prever el futuro. Las tareas esenciales del V congreso deberían haber consistido, en primer lugar, en llamar clara e implacablemente a la derrota por su nombre y poner al desnudo su causa “subjetiva”, y no permitir que nadie se ocultase detrás de las condiciones objetivas; en segundo lugar señalar que iba a comenzar una nueva etapa, en la que las masas se retirarían, la socialdemocracia crecería, el Partido Comunista perdería influencia; en tercer lugar, preparar a la IC para este retroceso a fin de que no la tome de improviso, armarla con los métodos necesarios para las batallas defensivas y consolidar su organización hasta el próximo cambio de situación. En todas estas cuestiones, el Congreso adoptó una actitud opuesta.” (Trotsky, Pág. 149)
Ahora bien, ¿qué posición levantó Trotsky en tiempo real? El historiador Carr entiende que entre su planteo en el congreso y la posición sostenida en 1928, de cara al VI congreso de la Internacional Comunista, existen diferencias decisivas. Esto no es así, aunque vale resaltar que, del mismo modo que sobre la crisis interna en el PCUS, Trotsky no emprendió una lucha abierta contra la troika. Esta actitud predominó a lo largo de este congreso. Sin embargo, como veremos en las próximas líneas, Trotsky presentará un informe para el congreso que, por problemas de impresión, sólo estuvo dos semanas antes de celebrarse la primera sesión en Moscú. En este documento que ya hemos citado, el Prólogo de “Los primeros 5 años de la IC”, realiza una minuciosa caracterización de la situación económica, el ascenso de las fuerzas democráticas, etc., que rebate cada una de las impresiones que la troika impondrá luego en el V congreso.
Ser “revolucionario” cerrando los ojos
El informe de la situación económica mundial fue realizado por Eugen Varga, economista húngaro que, prestando servicios a la troika, trató de minimizar ciertos signos de recuperación de las principales potencias europeas. Si bien remarcaba la “coyuntura especial francesa”, donde primaba una inflación lenta y cierta prosperidad a partir de la reconstrucción de las zonas afectadas por la guerra, o la estabilización del marco alemán, el cuadro de descomposición presentado no admitía un análisis más específico que diera lugar a un serio estudio de la crisis capitalista.
El historiador británico Edward Carr concluye que “las tesis de Varga sobre la situación económica(…) presumiblemente a consecuencia de una presión de la izquierda, habían sido ulteriormente modificadas en el seno de la comisión, a fin de hacerlas más favorables a las perspectivas de la acción revolucionaria” (Carr, Pág. 14). Como ya dijimos, las caracterizaciones estaban sujetas a la orientación tendiente al ultraizquierdismo que la troika defendía impulsar para este V congreso, por lo que el propio Varga debió reconocer que su informe final tenía ciertos cambios al folleto presentado tan sólo tres meses atrás, en el que se describía de mejor modo el cuadro económico europeo. “En el intervalo entre mi folleto, escrito en abril y mi discurso en el congreso, se han presentado hechos nuevos que han requerido una profundización de las perspectivas. (…) Esto ha sido lo que me determinó a presentar mi informe sobre la crisis capitalista con un matiz de agravación respecto a mi folleto.” (“Actas del V congreso de la IC”, Pág. 176.)
Ahora bien, ¿para qué manipular la caracterización de la situación económica? La burocracia rusa creía que la mejor forma para disimular las derrotas insurreccionales era impulsando nuevas insurrecciones, para hacerlo debía afirmar que las derrotas no modificaban en lo más mínimo la situación. Así, para la troika, el terreno que pisaba la burguesía europea no era el de una economía en recuperación sino el de una decadencia aún más profunda que los meses anteriores. Trotsky desmiente esta caracterización, remarca que el gran error del V congreso fue el optimismo de creer que la socialdemocracia y los sectores reformistas retrocederían frente a la influencia comunista, al mismo tiempo que explica la “recuperación” burguesa en función de la derrota obrera, siendo la socialdemocracia la expresión de esa recuperación económica en el terreno político. “La derrota de la revolución alemana fue la que permitió, en 1923, al capitalismo norteamericano abordar de lleno la realización de sus planes “pacíficos” para reducir a la servidumbre a Europa (por el momento).(…) Esta ofensiva tomaba el carácter de la “consolidación” económica de Europa, su normalización, pacificación y el saneamiento de sus principios democráticos. No sólo el pequeño burgués arruinado, sino también el obrero de alto rango se decían: si el Partido Comunista no supo triunfar, acaso la socialdemocracia nos dé, no la victoria (no se espera eso de ella), sino un pedazo de pan, reanimada la industria gracias al oro norteamericano.” (Trotsky, “Crítica del Programa de la IC”, Pág, 153-154)
La manipulación de la caracterización económica, digamos: los elementos objetivos, el impacto concreto de las medidas paliativas adoptadas por EE.UU. ante el temor de una revolución obrera en Europa, va de la mano de la caracterización de fuerzas que hace la troika y de aquellos partidos de base obrera defensores de la democracia burguesa. “Después de las derrotas, los errores y los fracasos, la dirección de los epígonos prefiere batirse en retirada y castigar ciegamente. Como los hechos reales infligían siempre las desmentidas más crueles, la dirección debía poner en primera fila cada vez más los hechos imaginarios. Haciendo cada vez menos pie, el CE de la IC se veía obligado a descubrir fuerzas y emanaciones revolucionarias donde no existían”. (Trotsky, Pág. 161). De este modo, Zinoviev describe el progreso del comunismo alemán en las elecciones de 1924 con 3.693.300 votos como decisivo de cara a una nueva lucha insurreccional, mientras que Trotsky matiza el resultado, entendiendo que “los elementos vacilantes se han alejado de nosotros. Una situación revolucionaria directa siempre se caracteriza por el flujo de elementos vacilantes hacia nuestras filas.” (Trotsky, Pág. 46)
Mientras Trotsky entendía que el centro de la escena sería ocupado por las fuerzas democráticas pacifistas, afianzando el SPD alemán su lugar frente al golpe sufrido por comunistas y fascistas en el año 1923, y replicándose este fenómeno en Inglaterra con el ascenso del Partido Laborista y en Francia con el Bloque de Izquierda, lo que constituiría un relativo reflujo tras el fallido Octubre Alemán, contrariamente, el V congreso leía estos ascensos reformistas como parte de un propicio escenario para una nueva insurrección obrera. “El V congreso no lo comprendió.(…) no vio que el proletariado de Europa, en todo el frente, ya había comenzado una retirada política; que la tarea a llevar no era la insurrección, sino una orientación nueva, batallas de retaguardia, la consolidación de posiciones del partido en el terreno de la organización, sobre todo en el seno de los sindicatos.” (Trotsky, Pág. 156) La burguesía europea, pero sobre todo el imperialismo norteamericano, había caracterizado mejor que Zinoviev el alcance de la derrota alemana y cómo ciertas mejoras (por insuficientes que resulten) podían satisfacer a las masas obreras descreídas de la lucha por el poder.
En su prólogo escrito para el V congreso, Trotsky planteó que no se puede “caracterizar la situación como si nada extraordinario hubiera pasado, como si sólo se hubiera producido una ligera sacudida, etc., sería falso y solamente auguraría los más groseros errores estratégicos. Lo que ha sucedido no es una demora superficial sino una enorme derrota, cuya significación debe ser asimilada por la vanguardia proletaria.” (Trotsky, Prólogo de “Los primeros 5 años de la IC”, Pág 47)
El V Congreso ante el Fascismo
El ultraizquierdismo actuante en la IC se mostró más infantil que nunca en este V congreso. Su rechazo a las caracterizaciones de la Oposición, tildada de reformista y pacifista por sostener la existencia de cierto reflujo del movimiento obrero tras la derrota alemana, se complementó con alocadas afirmaciones. Fue así que maduró la definición que durante tantos años el Comintern y el KPD sostuvieron respecto al fascismo y su vínculo con la socialdemocracia. Para la troika, la socialdemocracia no era otra cosa que una variante más del fascismo, como dirá Stalin su “ala moderada”. Si el estalinismo fue un organizador de derrotas, sin dudas, esta fórmula de “socialfascismo” es responsable de varias de ellas. Para Trotsky no existen dudas de que la socialdemocracia es el ala de izquierda de la sociedad burguesa, lo que nada tiene que ver con que sea el ala moderada del fascismo.
Ignorando, nuevamente, la derrota de octubre de 1923, la troika mantuvo su caracterización de que se estaba en un período de guerra civil, donde debería hacer aparición la variante más antiobrera de la burguesía en defensa de un sistema capitalista en decadencia, esta variante era el fascismo. Como esto no ocurrió y hasta fines de la década del 20 el nazismo no resultó atractivo para sectores de masas en Alemania, la troika entendió que cierta preponderancia de la socialdemocracia en estos años sólo podía interpretarse por ser ésta una variante del fascismo. Más allá del contenido derechista que había adoptado el SPD desde 1914 en adelante, Trotsky explica que su equiparación con el nazismo era absurda. Mientras el fascismo era una muralla de contención de la burguesía ante la posibilidad inmediata de una insurrección obrera, la socialdemocracia era el muro de contención de izquierda de la burguesía en los tiempos que preceden a una guerra civil, o en función de restablecer un régimen democrático burgués. Era esta última la utilidad que tenía la socialdemocracia para la burguesía en 1924.
Esta concepción ultraizquierdista que impulsaba la troika, no sólo desarmaba a los obreros frente al terror y los grupos de choque de los fascistas, sino que al mismo tiempo negaba la necesidad comunista de disputar a las bases obreras socialdemócratas, despejando así el camino a una dirección reformista en su defensa de la República burguesa. A su vez, choca de frente, en la práctica, con la resolución del congreso respecto a la táctica del Frente Único Obrero. El rechazo concreto de esta táctica por la ultraizquierda, no sólo de Fischer y la dirección alemana sino también del propio ultraizquierdista italiano Bordiga, fue la política que terminó adoptando el Comintern ante el problema fascista. Bordiga, quien luchaba contra el fascismo italiano de Benito Mussolini, entendía que esta corriente no sumaba nada nuevo a la política burguesa, el fascismo era la continuidad de la democracia burguesa, y debía ser derrotada sobre la base de un “movimiento comunista” y no del frente único obrero.
El V congreso confirmó el contenido “centrista burocrático” de la dirección de la Internacional Comunista, lógicamente, por confirmarse como una extensión de la burocracia comunista soviética. Los primeros giros ultraizquierdistas, como reflejo para ocultar sus responsabilidades en la tan costosa derrota alemana, serán continuados por giros derechistas de contenido oportunista. Más allá de este viraje derechista, que se presenta con mayor claridad inmediatamente después, en este V congreso ya existe un anticipo de este oportunismo. Por un lado, se exacerba la alianza con los campesinos al punto de orientar la formación de partidos “obreros y campesinos”, en detrimento de la organización de combate de la vanguardia proletaria. Al mismo tiempo, se incuba en Gran Bretaña la idea de conformar una política común con los sindicalistas, los tradeunionistas, como sustituto del débil comunismo inglés. En este mismo congreso también se acepta al Kuomintang, partido nacionalista chino, como adherente a la Internacional Comunista.
La siguiente cita de la conferencia de la IV Internacional reunida en 1936, explica con precisión el contenido “centrista burocrático” que tuvieron los volantazos impulsados por la camarilla que dirigía al PCUS y al Comintern: “Los dos métodos adoptados por la Comintern para manejar a las masas: por un lado, la adaptación sin principios a las circunstancias existentes, a la burguesía democrática y a los partidos reformistas pequeño-burgueses, y por el otro, los llamados repentinos e improvisados a los impulsos revolucionarios de las masas, tenían sus raíces en la posición social de la burocracia soviética. Debido a su carácter social, la burocracia soviética se inclinaba a adaptarse a los sectores privilegiados y explotadores de la sociedad soviética (kulaks, capas intelectuales, aristocracia obrera, etc.). Sin embargo, tan pronto como este desarrollo llegaba a un punto crítico, es decir, cuando estas capas llegan a ser tan poderosas socialmente que amenazan la posición política privilegiada de la burocracia, esta se protegía recurriendo a las masas. (…) En el campo internacional, la burocracia soviética y de la Comintern comenzaban a sentirse atraídas por la democracia burguesa. Pero cuando por razones nacionales, o la lógica de los acontecimientos, la burocracia soviética se encontraba en oposición a la democracia pequeñoburguesa, trataba repentinamente de conducir a las masas a la acción revolucionaria.” (“Conferencia Internacional pro IV Internacional”, Pág. 84).
Bibliografía:
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