En su lucha por el socialismo, la clase obrera tendrá que expropiar a la burocracia, sobre cuya tumba podrá escribir este epitafio: “Aquí yace la teoría del socialismo en un solo país” (Trotsky, “La Revolución Traicionada”, Pág. 244)
En estas líneas nos interesaremos por comprender el origen, el contenido y, al mismo tiempo, el alcance del “socialismo en un solo país”. Lo que podría ser entendido como una vieja polémica histórica, una más entre las tantas vulgaridades y falsificaciones stalinistas que tuvo que enfrentar Trotsky, resultó ser en verdad una profundo viraje reaccionario que en tan solo un puñado de años horadó trágicamente uno de los pilares más sólidos del proletariado revolucionario ruso: el internacionalismo.
Planteado a fines de 1924, a excusa de dar respuesta a la trotskista teoría de la Revolución Permanente, sus tesis son parte de un viraje reaccionario y burocrático que se venía gestando desde hace tiempo y que tuvo en Stalin a su principal intérprete. Veremos que el “socialismo en un solo país” terminará siendo un importante vehículo para que el dirigente georgiano pueda imponer un poderío de tipo personal frente al resto del triunvirato. En su teoría se rechazaba la necesidad de la edificación del socialismo a escala internacional, entendiendo Stalin que las fronteras nacionales rusas eran por demás suficientes para completar el socialismo, el fin de la explotación y de las clases sociales.
La revisión de Stalin no fue menos profunda que la elaborada por los reformistas bernstenianos treinta años atrás. Éstos habían planteado la vía democrática-parlamentaria como medio armónico para llegar al socialismo, tirando por la borda la estrategia de conquistar del poder político por la clase obrera como parte de un enfrentamiento irreconciliable con la burguesía, que irremediablemente se expresaría bajo métodos insurreccionales de acción directa. Stalin hizo lo propio, pero su revisión consistió en tirar al vacío nada más y nada menos que el internacionalismo proletario. Siendo ambas igualmente dañinas, cabe remarcar una diferencia entre una y otra revisión. Bernstein lo hizo abiertamente, marcando los supuestos errores de Marx, mientras que Stalin lo hizo por medio de la falsificación de Lenin. Es decir, al mismo tiempo que hablaba en nombre del leninismo lo contradecía en sus bases fundamentales.
Como en otras revisiones de esta dimensión, no será el “socialismo en un solo país” el resultado de una preocupación teórica. Sino más bien la vulgar justificación de Stalin a toda una política reaccionaria que conforma la etapa “termidoriana” de la revolución. Durante décadas, y bajo antojadizas interpretaciones, la fórmula adquirirá el carácter de ley para la burocracia y cada una de sus filiales internacionales. La orientación interna, desde las políticas económicas hasta el régimen jurídico-constitucional que se diseñó, y la estrategia contrarrevolucionaria a nivel internacional, encontraron en el “socialismo en un solo país” su fundamento. Su cuestionamiento equivalía a cuestionar todo un régimen, por lo que el silencio fue el camino adoptado por la enorme mayoría militante que no quería sufrir las consecuencias represivas de la burocracia. Trotsky, una vez más, encabezará la defensa del marxismo y la revolución de octubre empleando como instrumento la Revolución Permanente.
La respuesta de Stalin a Lecciones de Octubre
Para entender la discusión sobre el “socialismo en un solo país” es esencial analizar el escenario en que se desarrollaba el debate. La derrota de la revolución europea (con el reciente fracaso alemán en 1923), el agotamiento de las masas rusas que venían de sufrir la guerra civil y la hambruna, las persecuciones y expulsiones de opositores que condicionan o directamente anulan la crítica a la dirección partidaria, junto con la incorporación de una nueva base de militantes con escasa formación y experiencia comunista, creaban un escenario perfecto para los intereses reaccionarios y termidorianos de Stalin. Ya no solo podía desplegar su política burocrática con absoluta impunidad sino que incluso se animaba a impulsar una revisión teórica del marxismo.
Stalin se hizo una serie de preguntas simples, preguntas que otros ya se venían haciendo: ¿Qué hacer si la revolución europea finalmente no llega? ¿Cómo interpretar que a más de siete años de la revolución rusa, aún ésta no fue derrocada? Todos coincidían en que la lucha interimperialista durante y después de la guerra debilitó las fuerzas del capital para intervenir en la revolución de octubre. El escenario convulsionado y los alzamientos obreros en Europa, así hayan sido derrotados, también condicionaron la intromisión del capitalismo en tierras rusas. Para 1925 la crisis de las tijeras había quedado atrás en la URSS, mientras que la NEP dejaba ver una serie de resultados alentadores, por lo que se podía hablar de cierta estabilidad económica tras años de turbulencia. Es así que si el capitalismo estaba viviendo cierta estabilización tras la guerra, una recuperación lógica tras las penurias padecidas inmediatamente después de la gran carnicería interimperialista, lo mismo debía ocurrir en tierras soviéticas. Esa fue la primera respuesta que hizo Stalin: Rusia no perecería, sino que podía estabilizarse y superar por sí misma el desarrollo de las potencias capitalistas.
Con la publicación en 1924 de Lecciones de Octubre, prólogo de Trotsky a una compilación de artículos suyos escritos en 1917, aparece una catarata de respuestas por parte de la camarilla burocrática donde la condena al “trotskismo” se ratifica como posición oficial. En este prólogo, el ex jefe del Ejército Rojo denunció las vacilaciones centristas de reconocidos dirigentes bolcheviques en la revolución de 1917, al mismo tiempo que recreó sus tesis de la Revolución Permanente y cómo éstas habían sido aplicadas siete años atrás.
Más allá de la defensa culposa de Zinoviev y Kamenev sobre su propia intervención en 1917, el centro del contraataque de la troika iba a girar en torno a las tesis permanentistas y el pretendido carácter no leninista del planteo de Trotsky. Si las respuestas de Zinoviev, Kamenev, e incluso el propio Bujarin, eran por demás defectuosas, ancladas en superadas discusiones sostenidas por Lenin y Trotsky años atrás, el “aporte” de Stalin era lisa y llanamente un canto a la vulgaridad. Con el “socialismo en un solo país” creyó encontrar Stalin el mejor recurso para polemizar con Lecciones de Octubre, confiando más en el poderío de su aparato que en la debilidad de su pluma.
El 20 de diciembre de 1924 Stalin publicó en el Pravda un artículo titulado Octubre y la teoría de la Revolución Permanente del camarada Trotsky, el cuál fue reeditado en enero de 1925 como una introducción a En el camino de octubre, que recogía distintos discursos suyos de 1917. No solo fue una novedad que Stalin se embarcara en un debate por escrito con Trotsky, sino que lo hiciera en defensa del “leninismo”, atribución que mayormente se tomaba Zinoviev. Estaba claro que Stalin no quería dividir el poder en tres partes iguales (ni desiguales). En verdad: no quería compartir el poder con nadie.
Revolución Permanente o Socialismo en un solo país
Mientras la Revolución Permanente de Trotsky confirma que el estallido podría iniciarse en cualquier país (incluso siendo uno de los más débiles eslabones del sistema capitalista), bajo la imposibilidad no solo de detenerse en etapas democrático-burguesas sino de hacerlo dentro de fronteras nacionales, Stalin opone la novedad de la edificación socialista en un solo país. Para desarrollar su propia “teoría”, señaló las dos características centrales que tuvo la revolución rusa y cómo estas están en contradicción con la Revolución Permanente.
La primera sería la relevancia que tuvo la alianza obrera y campesina como motor revolucionario, lo que iba ligado con la ya clásica difamación de que Trotsky despreciaba a los campesinos. El mito construido planteaba que Trotsky rechazaba la alianza obrera-campesina bajo dirección proletaria que, en cambio, sí defendía Lenin. Vale la pena hacer dos aclaraciones al respecto.
Por un lado, Lenin no hablaba del campesinado como un todo homogéneo, sino que en todo momento, o al menos desde 1899, cuando publicó El desarrollo del capitalismo en Rusia, consideró las diferencias de clase existentes entre los propios campesinos. Sobre estas contradicciones es que supo considerar la alianza que debía dirigir el proletariado, tanto en la revolución como durante la guerra civil. La burocracia lejos de establecer una diferenciación, adoptará un giro oportunista, llegando al punto de plantear la necesidad de formar partidos obreros-campesinos a nivel internacional. El propio Stalin sobreestimó el rol del campesino como una fuerza eminentemente revolucionaria. Pocos años más tarde, irá sobre sus propios pasos, siendo su más despiadado verdugo.
Por otro lado, Stalin como el resto de los epígonos repetía hasta el cansancio un pasaje de Trotsky escrito en 1906, donde el autor de Resultados y Perspectivas consideraba que el campesinado iba a jugar un rol de oposición a la dictadura proletaria. Sin embargo, Trotsky hacía tiempo ya que había criticado ese planteo realizado en su primera elaboración de la revolución permanente. Al hacerlo advertía que la idea de un campesinado eminentemente opositor a la dictadura proletaria estaba muy generalizada entre los socialdemócratas rusos en aquella época, contando entre ellos incluso al propio Lenin.
Las elaboraciones posteriores de Trotsky sobre la Revolución Permanente ya no defendían el predestinado lugar de oposición que iba a tener el campesinado, siendo incluso el propio Trotsky uno de los primeros promotores de la política de coalición económica estipulada en la NEP con los sectores campesinos. Del mismo modo, era cierto que al enunciar la alianza en el terreno económico y político, Trotsky no solo remarcaba e insistía en el lugar de liderazgo de la clase obrera, sino que advertía sobre los límites que tenía la propia alianza.
La segunda característica decisiva de la revolución rusa que remarcó Stalin resultó ser un aspecto aún más controvertido. Este punto era el “socialismo en un solo país” ya no solo como algo posible, sino como fin último. Para que resultara más digerible, en sus primeras definiciones dio cierto encuadre internacional a la revolución. Con este planteo de superación nacional a las fuerzas internacionales del sistema capitalista, Stalin no solo proponía un choque con los defensores de la Revolución Permanente sino que lo hacía con la propia tradición marxista y bolchevique.
Sobre este aspecto el planteo permanentista partía de las mismas definiciones realizadas por Lenin durante toda su vida militante: la revolución socialista es esencialmente internacional, siendo la edificación del socialismo una tarea que no puede completarse nacionalmente. Sin embargo, apelando al poder de decir impunemente cualquier falsedad, Stalin planteaba que Trotsky no hacía otra cosa que valerse del carácter internacional de la revolución para reducir la acción soviética a la pasiva espera de la revolución europea. Stalin afirmaba que no tienen razón “quienes, recordando el carácter internacional de la revolución, se sienten inclinados a pensar que esta revolución es algo pasivo, y que su destino es el de recibir ayuda exterior”. Como planteó el historiador Carr: “Stalin resumió sus ideas en una fórmula enderezada a colgar el trotskismo el sambenito de un papel pasivo y negativo (es decir menchevique)”. (Carr, “El socialismo en un solo país”, Pág. 51)
De este modo Stalin creía tener una certera crítica al contenido internacional de la revolución y la dependencia existente al proceso revolucionario europeo, incluso siendo en la atrasada Rusia campesina. La edificación socialista podía darse en Rusia sin necesidad de apelar a la propagación internacional de la revolución, su desarrollo no podía depender de lo que aconteciera en el exterior, en países más avanzados, sino que la Rusia Soviética podía y debía desarrollarse por sí misma.
Es así que rechazando la necesidad de continuidad revolucionaria internacional como punto de desarrollo económico y apelando al potencial de la alianza obrera-campesina, Stalin sostuvo el “socialismo en un solo país”, planteando en Rusia la superación de las fuerzas productivas del capitalismo del primer mundo. El contenido internacional de la revolución socialista, Rusia como primer paso para la revolución internacional, será reducido por Stalin a una simple muestra de “apoyo” del proletariado internacional a sus hermanos soviéticos. Ya veremos las implicancias de esta afirmación en la Internacional Comunista.
En enero de 1926, ya con su tesis aprobada tanto en la XIV conferencia partidaria, en el propio CC y en el XIV congreso, Stalin define así su revisión: “¿Qué significa la posibilidad del triunfo del socialismo en un solo país? Significa la posibilidad de resolver las contradicciones entre el proletariado y el campesinado con las fuerzas propias de nuestro país, la posibilidad de que el proletariado tome el poder y lo utilice para edificar la sociedad socialista completa en nuestro país, contando con la simpatía y el apoyo de los proletarios de los demás países, pero sin que previamente triunfe la revolución proletaria en otros países.” (Stalin, Cuestiones del Leninismo, Pág. 145)
Críticas a Stalin y resquebrajamiento de la troika
Las citas descontextualizadas que Stalin realiza de Lenin con el afán de solventar su “socialismo en un solo país”, además de ser escasas fueron esgrimidas por su autor tras razones muy específicas. Estos pronunciamientos en favor del “socialismo en un solo país” fueron pronunciados por Lenin con el único objetivo de sostener políticas económicas de resistencia en el marco del más severo aislamiento capitalista, no en función de tapiar la acción revolucionaria dentro de las fronteras nacionales. Pero incluso más allá de estas citas que buscaban decorar de “leninismo” los planteos nacionalistas de Stalin, en sus propias obras (La Revolución de Octubre y la Táctica de los Comunistas Rusos -diciembre de 1924- y Cuestiones de Leninismo -enero de 1926-) éste reduce la posibilidad de edificar el socialismo localmente a una cuestión de fe… “La falta de fe en la fuerza y la capacidad de nuestra revolución, la falta de fe en las fuerzas y en la capacidad en el proletariado de Rusia: tal es el fondo de la teoría de la Revolución Permanente.” (Stalin, La Revolución de Octubre y la Táctica de los Comunistas Rusos, Pág. 84)
En el marco de una campaña sin igual contra su persona, Stalin decía que Trotsky apelaba a la revolución europea solo para subestimar la revolución rusa, en la que supuestamente no confiaba, en la que “no tenía fe”. Una vez más, ridículamente, se acusaba a unos de los dos principales dirigentes de la revolución de octubre de “menchevique”. La nueva teoría stalinista al ser un ataque tan grosero al marxismo terminaba por ampliar el espectro de las críticas recibidas más allá de Trotsky y sus seguidores. Al afirmar que la revolución socialista en territorio soviético era independiente del desarrollo revolucionario internacional, particularmente europeo, no hacía menos que atacar el internacionalismo, elemento constitutivo y ciertamente definido como un diferencial del bolchevismo.
La primera grieta que se abrió dentro de la cúpula dirigente separó a quienes creían que el establecimiento definitivo del socialismo en Rusia no podía concretarse por el atraso de la propia economía soviética, de quienes encontraban en la intervención extranjera el gran límite del desarrollo. La primera opinión era sostenida por los dos miembros restantes de la troika: Zinoviev y Kamenev, mientras que Stalin (y Bujarin) creían que no había imposibilidades internas para edificar una economía socialista avanzada.
Bujarin decía que “es mejor ir por este camino, con más lentitud pero iremos más seguros; es mejor que Rusia se desarrolle más despacio, pero que sea nuestra, no que lo haga más a prisa y pase a ser propiedad de extraños”. (Carr, Socialismo en un solo país, Pág. 53) “No nos iremos a pique a causa de las diferencias de clase que existen en nuestro país, acaso de nuestro atraso técnico, que nosotros podremos construir el socialismo aún sobre esta base pobre, que este crecimiento del socialismo se operará aún mucho más lentamente; que nosotros avanzaremos en su construcción aún con paso de tortuga, pero que la llevaremos a cabo.” (cita de Procacci, El Socialismo en un solo país, Pág. 12) Estas palabras fueron pronunciadas en diciembre de 1925 en el marco del XIV congreso, yendo más lejos que el propio Stalin, planteando incluso el polémico llamado al campesinado a “enriquecerse” en el marco de la NEP.
En su artículo El Leninismo, Zinoviev se posicionó ambiguamente sobre el “socialismo en un solo país”. En aras de tender lazos con el resto de la dirección partidaria y sobretodo con Stalin, Zinoviev reconoció que Lenin planteó el “socialismo en un solo país” como parte de la ley de desarrollo desigual del capitalismo, remarcando que la posibilidad de que un país atrasado inicie el camino revolucionario era un planteo diferencial de Lenin por sobre Kautsky y Trotsky. Este último, promotor en todo momento de la revolución en tierras rusas, es mencionado de forma completamente forzada, con el solo objeto de no quedar asociado Zinoviev con ninguna crítica común esgrimida por Trotsky.
Una vez tendidos estos puentes con Stalin, es decir: una vez que reflotó las descontextualizadas citas de Lenin, Zinoviev trae a colación otros pasajes donde el líder bolchevique remarcaba que la revolución rusa solo puede ser salvada por la revolución europea, y que del mismo modo, la rusa solo es el inicio de una revolución que debe continuar en el escenario internacional. El socialismo puede edificarse en un solo país, existe esa posibilidad, pero no en tanto proceso definitivo. Para que así sea debe darse la revolución socialista en otros países avanzados, valorando a su vez el acuerdo al que se pueda llegar con la mayoría campesina. Al mismo tiempo, adiciona otras advertencias de Lenin: el capital no puede ser batido en un solo país, y “mientras que permanezcamos solos, nuestra tarea consiste en la salvaguardia de la revolución, en la conservación de cierta dosis de socialismo, por débil que sea, hasta el momento en que la revolución estallará en los otros países y otros destacamentos se lanzarán al ataque”. (Zinoviev, El Leninismo, Pág. 39)
Enumerando un sinfín de extractos del propio Lenin, Zinoviev concluirá que el padre del bolchevismo entendía que mientras la revolución no llegase en los países avanzados, concluido esto tras las derrotas alemanas, húngaras, polacas, etc., la revolución rusa debía “tomarse un respiro”. En ese marco caracterizaba a la NEP como “una gran maniobra estratégica que tiene por objeto el reforzamiento -aún pagando el precio de pesadas concesiones- del bloque de la clase obrera y de los campesinos, en especial, durante el período de espera de la revolución proletaria en otros países”. (citado por Zinoviev, El Leninismo, Pág. 42) Parafraseando a Lenin, completa que tomarse un respiro es avanzar en el terreno internacional.
Alejándose y criticando lo postulado por Stalin, Zinoviev no cree que con la alianza campesina podrá resolverse el problema de la edificación socialista, siendo el terreno internacional el ámbito donde se resolverán los límites económicos de la propia Rusia. Otorga a la alianza con los campesinos un lugar decisivo, incluso una vez que el proletariado ruso pueda aliarse revolucionariamente con los obreros de otros países.
Como se advierte a lo largo de este artículo, de forma confusa y vacilante, temeroso de las consecuencias, Zinoviev esboza una crítica a Stalin y Bujarin, a quienes acusa por su “estrechez nacional” y advierte sobre los peligros de “ir a remolque de las masas”. (Ídem, Pág. 63) Si bien introducía sus críticas desde un lugar de poder incuestionable, siendo el responsable del Ejecutivo de la Internacional Comunista y de la poderosa sección bolchevique de Petrogrado (renombrada Leningrado), el grado de incomodidad frente a la figura de Stalin era cada vez mayor. Para el XIV congreso sus cuestionamientos en torno al “socialismo en un solo país” fueron acompañados por una crítica al crecimiento del burocratismo en el partido y las dificultades para debatir entre la minoría y la mayoría. El contenido del folleto es confuso, pretendiendo un equilibrio entre cierto rechazo al nacionalismo y los peligros que se desprendían del “socialismo en un solo país”, la reivindicación de Lenin y su internacionalismo, y el “principista” rechazo a Trotsky, a sabiendas de que compartiera el mismo punto de vista que Lenin sobre el desarrollo y las posibilidades de la revolución, volcado esto en las tan resistidas tesis permanentistas.
Quien no tendrá tantos reparos a la hora de esbozar el enfrentamiento interno es Stalin. Tras la aprobación de la tesis del “socialismo en un solo país” en la XIV conferencia del partido acusará a Zinoviev de atacar deslealmente la resolución aprobada. Le achacará “no tener fe en la edificación del socialismo en un solo país, desviarse del camino de Lenin”. (Stalin, Cuestiones del Leninismo, Pág. 145) Stalin señala a Zinoviev y Kamenev frente al conjunto del partido, acusándolos de “falta de fe en las fuerzas internas de la clase obrera y de las masas campesinas que las siguen. Creemos que sustentar este punto de vista es desviarse de la posición mantenida por Lenin”. (Ídem, Pág. 151). “Zinoviev quiere presentar su falta de fé como internacionalismo”. (Ídem, Pág. 153) Stalin emplea la misma metodología utilizada por Zinoviev contra Trotsky, y acusa a Zinoviev y la Nueva Oposición, que también incluye a Kamenev, de “mencheviques”, enrostrándoles además la actitud que tuvieron los nuevos opositores en el pasado, cuando ambos se enfrentaron a Lenin al rechazar éstos la toma del poder en 1917.
El internacionalismo de Trotsky frente a la revisión
Trotsky en todo momento remarca que el “socialismo en un solo país” es un engaño a los jóvenes. Sin dudas, esta revisión de Stalin pudo avanzar en un cuadro político muy particular, tanto dentro del partido como del propio país. Al repasar los posicionamientos de distintos cuadros bolcheviques en el pasado, Trotsky encuentra que no solo Lenin sino que otros dirigentes se habían hecho eco del contenido esencialmente internacional que tiene la revolución rusa. En este sentido, en ¿Socialismo en un solo país? Trotsky recupera citas del pasado de Zinoviev, Kamenev, Piatakov, e incluso del propio Bujarin, quien en enero de 1918 escribió: “o bien la revolución internacional, desencadenada por la revolución rusa, ahogará a la guerra y al capital, o bien el capital internacional ahogará la revolución rusa”. (Trotsky, ¿Socialismo en un solo país?, Pág. 328)
En el mismo sentido, Stalin, como redactor de prensa del Pravda en 1917, no realizó ninguna observación al texto publicado por Trotsky, en éste abiertamente planteó que “El internacionalismo no es para nosotros una idea abstracta… Es un principio director inmediato, profundamente práctico. Un éxito sólido, decisivo para nosotros es inconcebible por fuera de una revolución europea”. (Trotsky, Socialismo en un solo país, Pág. 326) Así como en las tesis de abril estaban muy presentes los pilares rectores de la Revolución Permanente, el conjunto del partido (incluso Lenin) guardaba muchos reparos con hacer mención a la teoría revolucionaria defendida desde hace muchos años por Trotsky.
Sin embargo, el carácter netamente internacional de la construcción socialista estaba fuera de discusión, apoyando o no las tesis permanentistas, nadie hasta 1924 se animó a plantear (al menos en el plano teórico) la edificación socialista en un solo país. Ni el propio Stalin, quien meses antes de ser el abanderado de su propia invención llegó a afirmar: “Para la victoria definitiva del socialismo, para la organización de la producción socialista, los esfuerzos de un solo país, sobretodo si es campesino como el nuestro son insuficientes: se necesitan los esfuerzos reunidos de varios países avanzados”. (citado por Trotsky, La Revolución Traicionada, Pág. 237) Este folleto, denominado Los fundamentos del leninismo, escrito en abril de 1924, será sacado de circulación por él mismo a los pocos meses.
Al mismo tiempo, Trotsky rechazó la falsificación de Stalin, quien impunemente afirmaba que Lenin habría cambiado su posición confirmando la posibilidad de que exista “socialismo en un solo país” tras sus famosas tesis de abril de 1917. Contrariamente, Lenin en abril afirmó que el proletariado ruso puede y debe iniciar el proceso revolucionario con la toma del poder, pero de esto no se desprende que podrá hacerlo en soledad, independientemente de lo que ocurra en las demás potencias capitalistas. La toma del poder del proletariado ruso deberá ser continuada por los obreros de Europa Occidental, Lenin plantea que esto no es un punto de llegada, en todo caso lo novedoso es que Rusia sí puede ser un punto de partida de la revolución internacional, cuando antes se reservaba esa tarea socialista a las potencias. Trotsky completará diciendo que “el hecho de que el proletariado ruso haya llegado primero al poder no significa de ninguna manera que llegará primero al socialismo”. (Trotsky, ¿Socialismo en un solo país?, Pág. 336) Advirtiendo que “la construcción económica en un Estado Obrero aislado, por importante que sea en sí misma, quedará truncada, limitada y será contradictoria; no puede alcanzar la altura de una sociedad armoniosa”. (Ídem, Pág. 337)
Frente a otra falsificación stalinista que ubica a la NEP y la alianza obrera y campesina como expresión de la profundización socialista, Trotsky retoma el contenido con que Lenin introdujo la NEP, planteando que esta nueva política económica, delineada a fines de 1921 y aplicada con mayor claridad en los años siguientes, fue la adaptación soviética a la extensión de los plazos en los que redundó la revolución europea tras sus distintos fracasos. Al mismo tiempo, Trotsky señala que “la unión con el campesinado es indispensable para la existencia misma del poder soviético; pero no reemplaza la revolución internacional que, únicamente puede crear la base económica de un régimen socialista”. (Ídem, Pág. 340)
¿Por qué pudo confirmarse el Socialismo en un solo país como una doctrina reaccionaria?
Al ver el terreno despejado, con una oposición diezmada, Stalin se animó a “teorizar”. El desarrollo nacional se imponía sobre cualquier pretensión revolucionaria internacional, mientras que la alianza con los campesinos rusos lo haría sobre la lucha común con los obreros de otros países. Así, Stalin supo dar a la lógica de construcción socialista, ya no como medio de subsistencia en un escenario complejo, rodeado por países capitalistas, sino en un nuevo sentido: el socialismo no solo podía desarrollarse nacionalmente, sino que podría completarse este estadío de desarrollo económico y social sin necesidad de vincularse con la revolución exterior. Para sostener esta afirmación debía alejarse de un elemental análisis de clase, negar el carácter mundial de la economía y emprender apelaciones de tipo nacional, en definitiva, debía apartarse del marxismo.
La fe a la que apelaba Stalin no giraba en torno ni a la creencia en las fuerzas proletarias ni a los beneficios de la alianza obrera-campesina, sino que hacía referencia a la fe en la nación rusa, la fe en los rusos como valor supremo. Así, supo adaptarse al nacionalismo preexistente de las masas que venía creciendo en medio del reflujo revolucionario y hacer del atraso ideológico un terreno firme para su política. “Se experimentaba orgullo por el triunfo de la revolución, pero también porque se trataba de un triunfo ruso, porque Rusia había sido la primera en un terreno en el que otros países que se decían más avanzados habían fracasado en sus intentos. (…) El atractivo nacional de la NEP se asociaba a la fe tradicional del campesino ruso e incluso tenía afiliaciones eslavófilas”. (Carr, Socialismo en un solo país, Pág. 57)
Los problemas que Trotsky divisaba como inherentes al aislamiento capitalista de las tierras soviéticas, Stalin y la camarilla lo presentaban como un escenario plagado de potencialidades, propias de un país extenso y con variados recursos naturales. Sin embargo, a Trotsky le preocupaban otras expresiones políticas que se venían fortaleciendo. “El aislamiento y la imposibilidad de aprovechar los recursos del mercado, aún cuando fuese sobre bases capitalistas (ya que el comercio exterior cayó entre cuatro y cinco veces de lo que era en 1913) no solo obligaron a hacer enormes gastos en defensa nacional, sino que provocaron una asignación de las fuerzas productivas extremadamente desventajosa y un débil crecimiento del nivel de vida de las masas. Sin embargo, el producto más desventajoso del aislamiento fue la plaga burocrática”. (Trotsky, La Revolución Traicionada, Pág. 243-245)
En definitiva, el mando de Stalin no era otra cosa que el poder de la propia burocracia que venía ascendiendo al frente del Estado Soviético. Tras las derrotas obreras internacionales y el propio aislamiento ruso, la burocracia tendió a fortalecerse. El “socialismo en un solo país” no era más que una expresión ideológica nacional de esa burocracia al mando del Estado, preocupada no solo por prevalecer de cara a la intervención internacional capitalista, sino también frente a la lucha de clases que podía gestarse dentro de Rusia, donde la revolución europea podría alentar a la clase obrera a recuperar el puesto de mando.
Para lograr el sostenimiento del poder soviético, Stalin remarcaba una y otra vez la importancia que tenía conseguir el apoyo de los obreros de otros países. Este “internacionalismo” no se ocuparía de preparar la lucha revolucionaria en Europa, América u Oriente, sino que solo buscaba el “apoyo” y la “simpatía” de los obreros del mundo a la URSS. Como decía Trotsky, Stalin “reserva al proletariado mundial el papel de guardián de frontera”. (Trotsky, ¿Socialismo en un solo país?, Pág. 352)
En el V congreso, incluso antes de definirse el “socialismo en un solo país”, el Ejecutivo bajo dirección de Zinoviev se encargó de desarmar las direcciones comunistas que sostenían planteos de la oposición o cercanos a Trotsky. Así, alineando las filiales comunistas a la troika de Moscú, se allanó el camino al “socialismo en un solo país” planteado por Stalin, quien meses después tomará el mando de la Internacional. Los planteos reaccionarios, conservadores y contrarrevolucionarios que adoptará la Internacional serán aplicados en distintos puntos del planeta, siendo la prioridad de la política internacional el sostenimiento del régimen burocrático que usurpó la dirección de la URSS. Bajo esta orientación, crecieron los frentes populares y alianzas estratégicas de los comunistas con la burguesía, en otros casos se apeló a cierto aventurerismo, e incluso la burocracia del Comintern se encargó de ahogar en sangre distintos procesos revolucionarios .
El “socialismo en un solo país” fue algo más que una burrada teórica. Si bien es cierto que fue la respuesta más burda que se ensayó contra la Revolución Permanente, vale decir que fue la más sincera y honesta. En ella se puso en el mundo de las ideas la política de dar cierre al proceso revolucionario abierto en octubre de 1917, entendiendo que alzar murallas a la revolución socialista rusa era el mejor camino para bloquear la lucha revolucionaria en el mundo y abrir paso a la restauración capitalista del propio régimen.
Aunque Trotsky quedó aislado en el aparato partidario, para derrotar sus ideas se tuvo que poner en marcha una maquinaria demencial de persecución política y se liquidó físicamente a gran parte de la vanguardia bolchevique sobreviviente. Sostuvo bien alto la bandera de octubre, trasladando las lecciones y la proyección de la revolución rusa al resto del mundo, advirtiendo sobre el rumbo que la burocracia daba a la URSS, y sosteniendo la intervención revolucionaria de la clase obrera en distintos puntos del planeta.
Bibliografía:
Broué, Pierre; “El Partido Bolchevique”, Alternativa, Buenos Aires, 2007.
Carr, Edward Hallet; “El Socialismo en un solo país (1924-1926). Tomo 2”, Alianza Editorial, Madrid, 1975.
Deutscher, Isaac; “Trotsky. El profeta desarmado”, Era, Madrid, 1985.
Trotsky; ¿Socialismo en un solo país?, “Stalin, el gran organizador de derrotas”, IPS, Buenos Aires, 2012.
Trotsky; “La Revolución Traicionada”, IPS, Buenos Aires, 2014.
Zinoviev y Stalin; “II. Socialismo en un solo país. El gran debate 1924-1926”, El Leninismo, Zinoviev; La Revolución de Octubre y la táctica de los comunistas rusos, Stalin; Cuestiones del Leninismo, Stalin; Siglo XXI, Madrid, 2015.