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La situación en Palestina tras la visita de Milei a Israel y Trump a Medio Oriente

Avance de un genocidio imperialista hecho en nombre de la civilización

La situación en Palestina tras la visita de Milei a Israel y Trump a Medio Oriente

Avance de un genocidio imperialista hecho en nombre de la civilización

La ofensiva genocida contra el pueblo palestino dio un salto a comienzos de mayo, cuando el gabinete israelí aprobó un plan de anexión de la Franja de Gaza y el primer ministro Benjamin Netanyahu anunció públicamente un sistema extorsivo de reparto de la ayuda humanitaria que quedó a cargo de una fundación afín a su gobierno y a los Estados Unidos. Esto, en medio de un bloqueo que ya lleva más de 90 días e impide el ingreso de alimentos, combustibles y medicinas al enclave costero, y que ha puesto a dos millones de personas al borde de la hambruna, según denuncian organismos internacionales. En paralelo, el bombardeo sionista contra Irán, iniciado el viernes 13, marca una nueva escalada en toda la región.

La agresión sin límites del sionismo, sin embargo, operó otro cambio significativo en las últimas semanas en lo que suele llamarse la “opinión pública”, y es una profundización del rechazo popular global a la ofensiva israelí, que se verifica en movilizaciones masivas en Europa y en una instalación del tema en eventos artísticos y deportivos de todo tipo (como el despliegue de banderas palestinas por parte de la afición del PSG, en la final de la Champions League, o el recital de Los Piojos, en Argentina). A esto se suman acontecimientos de gran repercusión, como el viaje de la flotilla Madleen –secuestrada en aguas internacionales por las fuerzas israelíes- y la Marcha Global por Gaza, con cerca de 4 mil activistas de distintas partes del mundo que intentó quebrar el cerco israelí al ingreso de ayuda humanitaria. El gobierno egipcio, en un nuevo acto de cooperación con el sionismo, montó un operativo de detenciones, deportaciones y retenes militares contra la caravana.

Ya no hay operaciones de prensa que basten para tapar ante los ojos del mundo el infierno –largamente prometido- que el sionismo y Trump han desencadenado contra el pueblo gazatí. El plan de anexión deja aún más claro que el motor de la operación no es la recuperación de los rehenes sino el aplastamiento de la resistencia palestina y el avance de la colonización, incluyendo a Cisjordania.

Una catástrofe humanitaria

Como durante su reciente gira internacional el presidente argentino Javier Milei dijo en uno de sus discursos que Israel “es un faro que ilumina el camino de la libertad y el compromiso con la civilización” (La Nación, 10/6), conviene repasar algunas características de la ofensiva. Desde octubre de 2023, cuando Israel lanzó su invasión contra la Franja de Gaza, son más de 50 mil los muertos en ese territorio, según las autoridades sanitarias del lugar. Dos millones de personas, lo que equivale a dos tercios de la población, tuvieron que desplazarse de sus hogares. En Cisjordania, las redadas del ejército israelí y los ataques de las bandas de colonos armados dejaron más de 700 muertos en el mismo período. Y, así como el gobierno israelí blanqueó recientemente su plan de anexión de Gaza, en Cisjordania sigue en marcha el plan de colonización, con la autorización de 22 nuevos asentamientos en las últimas semanas.

Las fuerzas israelíes atacan sistemáticamente las escuelas, hospitales y centros de refugiados. Han llegado, inclusive, a disparar contra ambulancias que se dirigían a socorrer heridos en Rafah, en el sur gazatí, dejando como saldo casi una decena de muertos. Todo se intenta justificar en nombre de la supuesta presencia de elementos “terroristas”, o, llegado el caso, se piden fingidas disculpas por los errores y se vuelven a aplicar los mismos métodos.

El sistema sanitario ha sido llevado al colapso como resultado de la falta de energía eléctrica y de insumos, cuando no directamente del asalto de las tropas israelíes y el bloqueo de hospitales por medio de tanques de guerra.

La modalidad con la que operan las fuerzas sionistas muestra que su objetivo es el pueblo entero de la Franja de Gaza y que están perpetrando un “genocidio de manual”, según la expresión de Craig Mokhiber, un exfuncionario de la ONU, a fines de 2023.

Sin lugar a dudas, las modificaciones en torno al reparto de la ayuda humanitaria confirman esta caracterización. Desde el 2 de marzo, antes incluso de que Israel rompiera el acuerdo de cese al fuego alcanzado con la resistencia palestina a comienzos de 2025, el gobierno sionista reimpuso un bloqueo total que, al cabo de más de 90 días, como ya señalamos, puso a casi toda la población gazatí al borde de la hambruna.

Y, en un movimiento de tenazas, este férreo bloqueo (Netanyahu solo autorizó el ingreso de un centenar de camiones en el mes de mayo para contrarrestar presiones diplomáticas) es acompañado por un nuevo  mecanismo manipulador de reparto que busca desplazar a organismos internacionales, como Naciones Unidas, que cuenta con unos 400 puntos de distribución en la zona.

El sistema que se puso en marcha a fines de mayo, a cargo de la Fundación Humanitaria Gaza (FHG), que es afín al gobierno israelí y la Casa Blanca, ofrece unas pocas bocas de expendio –bajo control militar sionista- a las que tienen que desplazarse los gazatíes. Cuando informaron sobre el plan, las autoridades israelíes anticiparon que un miembro por familia podría hacer los retiros, y que previamente debería registrarse y ser requisado.

Este sistema extorsivo, que condiciona el reparto de ayuda al afianzamiento de la ocupación israelí, fuertemente cuestionado por muchos organismos internacionales de ayuda, debutó con varias masacres. El 1 y el 3 de junio, 31 y 27 palestinos fueron asesinados cuando se acercaban a un centro de distribución, sin que Israel diera más justificaciones que la presencia de sospechosos, o presuntos miembros de Hamas. Fuentes de esta organización acaban de denunciar un total de 220 muertos en masacres similares (El País, 11/6).

Mientras Israel bloquea el ingreso de la ayuda humanitaria, ésta se amontona en las fronteras. La portavoz de la agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA, por sus siglas en inglés), Louise Wateridge, señaló desde Jordania que “tienen suficiente comida para 200.000 personas durante todo un mes, así como medicamentos suficientes para el funcionamiento de nueve centros de salud y 38 puntos médicos de la Agencia, con lo que atender a 1,6 millones de personas” (sitio de Naciones Unidas, 20/5/25). Pero todo se estrella con la implacable negativa sionista. Privar a la población del pan, y dispararle cuando se acerca a buscarlo, es un verdadero acto de perversión.

Imperialismo y sionismo

Una de las consecuencias del nuevo escenario que describimos al comienzo de este artículo es que los gobiernos europeos se vieron obligados a ajustar su discurso. El presidente español, Pedro Sánchez, lideró una iniciativa secundada por otros 16 estados de la Unión Europea (UE) para revisar el acuerdo de asociación económica con Israel, que establece ventajas comerciales para Tel Aviv. Al mismo tiempo, propuso un bloqueo de armas al Estado sionista. La UE es un importante socio comercial para Israel: en 2022 explicó el 25,6% de sus exportaciones y el 31,9% de sus importaciones (Newtral, 31/10/23). 

Pero conviene no confundirse, porque la UE no apunta a salvar al pueblo palestino del yugo sionista sino a maquillar los aspectos más odiosos de la operación. La jefa de la política exterior del organismo, la estonia Kaja Kallas, solo reclamó un desbloqueo de la ayuda humanitaria, sin exigir siquiera el retiro de las tropas israelíes de Gaza.

El Reino Unido, en tanto, canceló algunas de las licencias que habilitan la exportación de armas y anunció sanciones a organizaciones de colonos y a dos ministros del gabinete israelí, pero aún permite la exportación de piezas para los aviones que bombardean los campos de refugiados palestinos. Mientras tanto, numerosos activistas propalestinos son encausados.

En el caso de Alemania, cuyo gobierno es partidario de mantener como está el acuerdo de asociación económica con Israel, ratificó a comienzos de junio la venta de armas, lo cual transforma la iniciativa española en un saludo a la bandera, toda vez que la Casa Blanca y Berlín explican conjuntamente casi la totalidad del armamento que importa Tel Aviv. El remanente corresponde principalmente al Reino Unido, Francia (donde los trabajadores del puerto de Marsella vienen de negarse a cargar un envío en el puerto) e Italia. Por todo esto, las advertencias de la UE acerca de las víctimas palestinas tienen mucho de hipocresía. 

Del mismo modo, las potencias europeas cerraron filas con Israel tras el ataque a Irán del viernes 13. A pesar de reclamar una desescalada, defendieron el “derecho a defenderse” de Tel Aviv. El canciller alemán, Friedrich Merz, reconoció que Israel hace el “trabajo sucio” que necesita Occidente. Es que, en definitiva, el sionismo no opera al margen del imperialismo.

En el caso de Trump, si bien mantiene una postura de apoyo al gobierno de Netanyahu, e incluso calificó como “excelente” la última agresión contra Irán, toda vez que le permite apretar las clavijas contra el régimen de los ayatollahs, no se priva de hacer su juego propio. Por caso, arribando a un acuerdo por cuenta propia -de no agresión- con los hutíes yemenitas en el Mar Rojo, mientras estas milicias proseguían –en solidaridad con la causa palestina- sus ataques a Israel. Además, el afiebrado magnate anunció el levantamiento de las sanciones a Siria, mientras Netanyahu desaconsejaba tal paso.

Trump y las burguesías árabes

Examinemos más en detalle la política de Trump. Si bien la alianza estratégica del imperialismo yanqui y el sionismo está fuera de duda -tanto bajo la administración actual como la previa de Joe Biden-, el magnate ha ido variando sus posiciones y planteos.

Durante su campaña electoral, mostró un apoyo cerrado a Israel y prometió la deportación de los estudiantes universitarios que protagonizaron los acampes propalestinos de 2024, un punto en el que avanzó ya como presidente, con la detención de Mahmoud Kahlil y la revocación de visas estudiantiles. Pero una vez electo, sin embargo, con la intención de no asumir condicionado por ningún conflicto, alentó el acuerdo de cese al fuego que terminó firmándose a fines de enero. Recordemos que Trump quería resolver la guerra de Ucrania en 24 horas y despejar otros obstáculos, para concentrar sus cañones contra China.

El acuerdo de cese al fuego de enero incluía, en su primera fase, un intercambio de una parte de los rehenes por prisioneros políticos palestinos y el repliegue de las tropas israelíes a la frontera del enclave costero. Para una segunda ronda, estaba pautada la liberación del resto de los rehenes y la retirada completa de Israel de Gaza. Sin embargo, Trump dinamitó este acuerdo cuando se aproximaba la segunda fase de las conversaciones con un ultimátum a la resistencia palestina para que entregara todos los rehenes de un día para otro o, de lo contrario, abriría las “puertas del infierno”. 

A su vez, el magnate enseñó al mundo su plan de expulsión de los más de dos millones de palestinos de Gaza para construir, en su lugar, un complejo turístico de lujo, iniciativa que el sionismo apoyó con entusiasmo. El plan despertó el rechazo de las burguesías árabes, principalmente de Egipto y Jordania, que serían el receptáculo natural de una diáspora gazatí. Para estas dos naciones, semejante flujo de emigrados sería un factor de desestabilización interna.

Egipto tiene en carpeta un plan alternativo para reconstruir Gaza con financiamiento de las burguesías árabes y el imperialismo (según algunos medios, por 50 mil millones de dólares), cuyo desembolso estaría condicionado a la salida del poder de Hamas, su eventual entrega de las armas y la formación de un gobierno tecnocrático con figuras de confianza del capital financiero internacional. Esta salida carroñera, que aprovecha la ruina de Gaza para hacer negocios, y que cuenta con el aval de otros socios árabes y de la Autoridad Palestina, se presenta tramposamente como la alternativa al plan de expulsión de los dos millones de gazatíes de su territorio que defiende Trump.

Las oscilaciones del magnate –que tienen como denominador común la estrategia imperialista “Make America Great Again”- responden a que la anexión de Gaza y el desplazamiento masivo de su población entra en colisión con la estabilidad regional y los negocios con las burguesías árabes.

Trump hizo una visita a Medio Oriente a mediados de mayo. En Arabia Saudita, primer punto de su gira, se llevó un compromiso de inversiones por 600 mil millones de dólares en las áreas de energía, minería y defensa, que incluye un acuerdo de venta de armas a Riad, ya firmado, por 140 mil millones. En Qatar, el jeque Tamim bin Hamad al-Thani suscribió con el titular de la Casa Blanca un convenio para comprar alrededor de 200 aeronaves, por cerca de 100 mil millones de dólares. “Es el mayor pedido de aviones en la historia de Boeing”, se regocijó Trump. Además, Doha se comprometió a invertir 38 mil millones de dólares en refacciones en la base de Al-Udeid, donde hay 8 mil soldados norteamericanos desplegados. El proyecto favorece a las mismas contratistas de defensa yanquis que se benefician vendiendo armas al Estado sionista. En el colmo de los colmos, la diplomacia qatarí ofreció como regalo-soborno a su huésped un avión Boeing 747-8, que el magnate quería aceptar, a pesar de todas las advertencias políticas y morales. Finalmente, el estadounidense abrochó su gira con un pacto con los Emiratos para la construcción de un centro de inteligencia artificial en esa nación de Medio Oriente y un anuncio de inversiones hidrocarburíferas emiratíes en Estados Unidos.

Si bien las burguesías árabes mantienen una línea de colaboración con el sionismo y el imperialismo, se les hace muy difícil –dada la popularidad de la causa palestina en el mundo árabe- avanzar en ese camino con las imágenes de los niños pasando hambre y muriendo en Gaza. Con impulso del propio Trump -durante su primer mandato-, Emiratos Arabes, Bahrein y Marruecos normalizaron relaciones con el Estado sionista, sumándose a Egipto (1979) y Jordania (1994). El siguiente en la lista era nada menos que Arabia Saudita, pero todo esto voló por los aires con la acción del 7 de Octubre de la resistencia palestina y la invasión israelí de Gaza.

En un plano más general, estas burguesías acompañan la llamada “solución de dos Estados”, planeada en los acuerdos de Oslo de 1993 entre la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) e Israel, con el patrocinio de los Estados Unidos. Esta salida plantea la formación de un Estado palestino, pero completamente cercado por el Estado israelí, en los márgenes del vasto territorio colonizado por el sionismo. Es un plan que legitima al Estado sionista e impide el retorno de los desplazados. 

Sin embargo, desde su lanzamiento a esta parte, la propia salida de dos Estados fue crecientemente inviabilizada como fruto del incesante colonialismo sionista, que en los últimos años batió récords en la instalación de nuevos asentamientos, mientras que el gobierno empezó a entregar armas a las bandas de colonos que hostigan las aldeas palestinas.

Este panorama fue reconocido por el ministro de relaciones exteriores de Alemania, Johann Wadephul, quien dijo a comienzos de junio que “la política de asentamientos, tal y como está, es contraria al derecho internacional y obstaculiza literalmente la solución de los dos Estados” (El País, 5/6). El embajador israelí en Estados Unidos, Mike Huckabee, declaró por estos días que “no hay espacio” para la constitución de un Estado palestino. ¿Pero entonces qué? Entran a tallar los planteos de expulsión de los palestinos a otros países del mundo árabe.

Las justas y elementales reivindicaciones territoriales del pueblo palestino son incompatibles con el Estado sionista, lo que realza aún más la importancia estratégica de una Palestina única, laica y socialista, como parte de una federación socialista de pueblos de la región.

La escalada en la región

Llegados a este punto, es fácil comprender que la ola de ataques aéreos israelíes en curso contra Irán no es un acto de defensa frente al plan nuclear de Teherán sino parte de una ofensiva colonialista y belicista más general del sionismo.

Trump apoya estos ataques porque quiere forzar una “rendición incondicional” del régimen iraní: el desmantelamiento de su programa nuclear -que las autoridades persas aseguran que tiene propósitos civiles-, de su programa misilístico, y el cese del apoyo por parte de Teherán a las organizaciones  (en algunos casos armadas) de otros países del Medio Oriente  que defienden su soberanía nacional y luchan contra el sionismo/imperialismo.  Lo que en el fondo es la exigencia de que renuncie a toda influencia en la zona, en favor de Israel y Arabia Saudita.

Trump amenaza -en caso que Irán no acceda a sus reclamos- con un ataque devastador, a tal punto que ya recomendó una evacuación masiva de Teherán, donde viven casi 10 millones de personas. La Casa Blanca poseería aviones y bombarderos capaces de alcanzar las salas subterráneas de las instalaciones nucleares iraníes, lo que podría tener consecuencias humanitarias catastróficas.

De fondo, hay una tentativa del sionismo y el imperialismo por remodelar el mapa de Medio Oriente, según sus propios apetitos e intereses.

Por ello, a pesar del carácter oscurantista, represor y antiobrero del régimen iraní, planteamos el rechazo a la agresión sionista e imperialista contra Irán y todos los pueblos de la región.

Milei en Israel

La visita de Milei a Israel coincidió con la nueva etapa de la ofensiva genocida en Gaza y el ataque a Irán. Milei recibió en la Knesset un galardón (Premio Génesis) por su compromiso y un premio de un millón de dólares que donó para el desarrollo de propaganda israelí/sionista (es decir para reforzar los ataques contra los luchadores populares que se oponen al genocidio que se está ejecutando en Gaza) en América Latina. La Fundación que lo condecoró valoró tanto las medidas en respaldo a Tel Aviv (votaciones argentinas en organismos internacionales, declaración de Hamas y Hezbollah como organizaciones terroristas, etc.) como su orientación económica, incluyendo el ajuste fiscal. Devolución de gentilezas: uno apoya el plan criminal en Gaza, los otros el ajuste brutal en Argentina.

El memorándum de entendimiento que suscribieron Milei y Netanyahu, anticipado en noviembre de 2024 por el presidente argentino en un encuentro de la Cámara de Comercio Argentino-Israelí (CCAI), consagra un alineamiento con Tel Aviv detrás de la fachada del combate del “terrorismo” e involucra a la Argentina en el tablero de la guerra imperialista.

Milei también prometió que en 2026 se consumaría el trasladado de la embajada argentina a Jerusalén, que es reclamada por los palestinos como su capital. Como gesto previo, la residencia del embajador argentino fue trasladada en 2024 a dicha ciudad.

Los vínculos con el sionismo, sin embargo, no se circunscriben a los fanáticos de La Libertad Avanza. Todo el arco político patronal comparte el mismo alineamiento. El PJ no ha movido un dedo para repudiar la ofensiva israelí, y su último candidato, Sergio Massa, la justificó en noviembre de 2023 –cuando la situación dentro del enclave costero ya era dramática- en nombre del “derecho absoluto a la defensa” de Israel. “Wado” de Pedro, una figura muy importante del kirchnerismo, fue el principal promotor de los convenios de varias provincias argentinas con la firma de aguas israelí Mekorot durante su paso como ministro del Interior. Y en concreto, el peronismo orgánicamente no se moviliza contra el genocidio del pueblo palestino y cierra filas con los sionistas genocidas en toda oportunidad.

Asuntos domésticos

El ataque de Israel contra Irán busca, entre otros objetivos, disciplinar el tablero interno, en momentos en que Netanyahu libra una pulseada importante con sectores del Poder Judicial y del aparato de inteligencia. En marzo destituyó a Ronen Bar, jefe del Shin Bet (Servicios Secretos de Seguridad), quien según parece estaba detrás de las investigaciones que rozan al primer ministro por sobornos de la corona qatarí para mejorar su imagen en vísperas del mundial de 2022 (la prensa local define este desaguisado como “Qatargate”). La Corte Suprema, que ya ha tenido otros cruces importantes con Netanyahu, suspendió la decisión, pero el primer ministro avanzó igualmente en la designación de David Zini como nuevo titular de los servicios secretos.

Ahora, Netanyahu busca desplazar a la fiscal general Baharav-Miara, quien consideró “viciado” el nombramiento de Zini. Concretamente, se conformó un Comité Ministerial que podría recomendar la destitución de la funcionaria. La Corte Suprema le dio cinco días a Netanyahu para congelar esa resolución.

Paralelamente, los partidos ultraortodoxos (Shas y Judaísmo Unido por la Torá), que cuentan con 18 bancas en el parlamento, amenazan con retirar su respaldo a Netanyahu –lo que haría caer el gobierno- si no se vota una norma que exima a ese sector –judíos devotos que dedican gran cantidad de tiempo al estudio religioso- del servicio militar. 

La coalición de gobierno israelí está integrada por el Likud, de Netanyahu (32 bancas); los partidos ultraortodoxos (Shas, con 11 bancas, y Judaísmo Unido por la Torá –UTJ- con 7); Poder Judío, del ministro Itamar Ben-Gvir (7 bancas); el Partido Sionista Religioso, del ministro de Finanzas, Bezalez Smotrich (6 bancas); y Nueva Esperanza (4 bancas), que es un desprendimiento del Likud. Esto da 67 bancas, sobre un total de 120. Los números son claros: sin los ultraortodoxos, Netanyahu perdería la mayoría parlamentaria. En la oposición, el principal bloque opositor es el de Yesh Atid (23 bancas), del experiodista Yair Lapid. Le sigue el Partido de la Unión Nacional, de Benny Gantz (jefe de las fuerzas armadas durante la operación Margen Protector que, en 2014, dejó 2.300 gazatíes muertos), con 8 lugares.

Las exenciones de los ultraortodoxos y el financiamiento estatal de sus instituciones se fueron transformando en un problema creciente en Israel a medida que aumentaba su población. En 1948, cuando se establecieron las eximiciones, eran 40 mil los judíos ortodoxos (un 5% del total). Pero hoy, debido a su mayor tasa de natalidad, son más de un millón (más del 13% de la población total). Además, en medio del conflicto en Gaza, en que las fuerzas israelíes perdieron más de 800 soldados, crece la impopularidad de dicha exención.

El Times of Israel informó que el embajador estadounidense en ese Estado, Mike Huckabee, habría pedido personalmente a los dirigentes de los partidos ultraortodoxos que no precipiten una nueva elección, puesto que sería un golpe a la estabilidad política (y ni hablar ahora que hay una confrontación directa con Irán en curso). Aunque el embajador negó los dichos, la oposición reaccionó. “Israel no es un protectorado”, se quejó Yair Lapid, el principal referente de la oposición.

Lapid se muestra afilado en sus declaraciones contra Netanyahu, sin privarse de explotar las complicaciones de una ofensiva que se encamina ya a cumplir dos años. “Los héroes israelíes (sic) van a estar muriendo durante varios años (…) [ustedes, el gobierno] se están enfangando allí [por Gaza] y es un error estratégico, un desastre económico y una tragedia política que no nos permitirá ser parte del cambio histórico en Oriente Próximo del que hablaba el presidente Donald Trump durante su visita a Arabia Saudí”, dijo en el parlamento (Europa Press, 19/5).

Lapid –al margen de su intento de ganar el beneplácito del magnate estadounidense- no es un “pacifista”. Comparte –como casi todo el arco político israelí- desde el primer día la orientación de la ofensiva criminal, y aún hoy sigue aclarando que “todos apoyamos la idea de eliminar a Hamas” (ídem). En lo que sí marca una diferencia con Netanyahu es en la cuestión de la gestión futura del enclave, que, dadas las dificultades para mantenerlo bajo control, propone colocar bajo el mando de Egipto. Por el momento, en cambio, Netanyahu avanza en la línea de una anexión territorial.

“Bibi” enfrenta otro problema interno en la reticencia de los familiares de los rehenes, que se movilizan periódicamente para exigir un acuerdo de intercambio por prisioneros políticos con la resistencia palestina que ponga fin al conflicto. Las negociaciones se encuentran estancadas, ya que el gobierno israelí impide cualquier tratativa seria con la nueva operación que empezó a mediados de mayo y con la escalada en la región.

No al genocidio

Está planteado profundizar la ola de rechazo al genocidio a nivel global, tratando de involucrar a las organizaciones de masas de la clase trabajadora y la juventud, siguiendo el ejemplo de los portuarios de Marsella. 

No al genocidio. Viva la resistencia del pueblo palestino. Fuera las tropas israelíes de Gaza, Cisjordania, Siria y Líbano. No a los ataques contra Irán y Yemen. Libertad a los presos palestinos. Basta de persecución contra quienes denuncian los crímenes del Estado de Israel (Vanina Biasi, Bodart y otros). Por el derecho al retorno. Por una Palestina única, laica y socialista. Ruptura de relaciones diplomáticas con el Estado sionista. Abajo las leyes represivas de Milei y Bullrich contra las movilizaciones populares.

La ofensiva genocida contra el pueblo palestino dio un salto a comienzos de mayo, cuando el gabinete israelí aprobó un plan de anexión de la Franja de Gaza y el primer ministro Benjamin Netanyahu anunció públicamente un sistema extorsivo de reparto de la ayuda humanitaria que quedó a cargo de una fundación afín a su gobierno y a los Estados Unidos. Esto, en medio de un bloqueo que ya lleva más de 90 días e impide el ingreso de alimentos, combustibles y medicinas al enclave costero, y que ha puesto a dos millones de personas al borde de la hambruna, según denuncian organismos internacionales. En paralelo, el bombardeo sionista contra Irán, iniciado el viernes 13, marca una nueva escalada en toda la región.

La agresión sin límites del sionismo, sin embargo, operó otro cambio significativo en las últimas semanas en lo que suele llamarse la “opinión pública”, y es una profundización del rechazo popular global a la ofensiva israelí, que se verifica en movilizaciones masivas en Europa y en una instalación del tema en eventos artísticos y deportivos de todo tipo (como el despliegue de banderas palestinas por parte de la afición del PSG, en la final de la Champions League, o el recital de Los Piojos, en Argentina). A esto se suman acontecimientos de gran repercusión, como el viaje de la flotilla Madleen –secuestrada en aguas internacionales por las fuerzas israelíes- y la Marcha Global por Gaza, con cerca de 4 mil activistas de distintas partes del mundo que intentó quebrar el cerco israelí al ingreso de ayuda humanitaria. El gobierno egipcio, en un nuevo acto de cooperación con el sionismo, montó un operativo de detenciones, deportaciones y retenes militares contra la caravana.

Ya no hay operaciones de prensa que basten para tapar ante los ojos del mundo el infierno –largamente prometido- que el sionismo y Trump han desencadenado contra el pueblo gazatí. El plan de anexión deja aún más claro que el motor de la operación no es la recuperación de los rehenes sino el aplastamiento de la resistencia palestina y el avance de la colonización, incluyendo a Cisjordania.

Una catástrofe humanitaria

Como durante su reciente gira internacional el presidente argentino Javier Milei dijo en uno de sus discursos que Israel “es un faro que ilumina el camino de la libertad y el compromiso con la civilización” (La Nación, 10/6), conviene repasar algunas características de la ofensiva. Desde octubre de 2023, cuando Israel lanzó su invasión contra la Franja de Gaza, son más de 50 mil los muertos en ese territorio, según las autoridades sanitarias del lugar. Dos millones de personas, lo que equivale a dos tercios de la población, tuvieron que desplazarse de sus hogares. En Cisjordania, las redadas del ejército israelí y los ataques de las bandas de colonos armados dejaron más de 700 muertos en el mismo período. Y, así como el gobierno israelí blanqueó recientemente su plan de anexión de Gaza, en Cisjordania sigue en marcha el plan de colonización, con la autorización de 22 nuevos asentamientos en las últimas semanas.

Las fuerzas israelíes atacan sistemáticamente las escuelas, hospitales y centros de refugiados. Han llegado, inclusive, a disparar contra ambulancias que se dirigían a socorrer heridos en Rafah, en el sur gazatí, dejando como saldo casi una decena de muertos. Todo se intenta justificar en nombre de la supuesta presencia de elementos “terroristas”, o, llegado el caso, se piden fingidas disculpas por los errores y se vuelven a aplicar los mismos métodos.

El sistema sanitario ha sido llevado al colapso como resultado de la falta de energía eléctrica y de insumos, cuando no directamente del asalto de las tropas israelíes y el bloqueo de hospitales por medio de tanques de guerra.

La modalidad con la que operan las fuerzas sionistas muestra que su objetivo es el pueblo entero de la Franja de Gaza y que están perpetrando un “genocidio de manual”, según la expresión de Craig Mokhiber, un exfuncionario de la ONU, a fines de 2023.

Sin lugar a dudas, las modificaciones en torno al reparto de la ayuda humanitaria confirman esta caracterización. Desde el 2 de marzo, antes incluso de que Israel rompiera el acuerdo de cese al fuego alcanzado con la resistencia palestina a comienzos de 2025, el gobierno sionista reimpuso un bloqueo total que, al cabo de más de 90 días, como ya señalamos, puso a casi toda la población gazatí al borde de la hambruna.

Y, en un movimiento de tenazas, este férreo bloqueo (Netanyahu solo autorizó el ingreso de un centenar de camiones en el mes de mayo para contrarrestar presiones diplomáticas) es acompañado por un nuevo  mecanismo manipulador de reparto que busca desplazar a organismos internacionales, como Naciones Unidas, que cuenta con unos 400 puntos de distribución en la zona.

El sistema que se puso en marcha a fines de mayo, a cargo de la Fundación Humanitaria Gaza (FHG), que es afín al gobierno israelí y la Casa Blanca, ofrece unas pocas bocas de expendio –bajo control militar sionista- a las que tienen que desplazarse los gazatíes. Cuando informaron sobre el plan, las autoridades israelíes anticiparon que un miembro por familia podría hacer los retiros, y que previamente debería registrarse y ser requisado.

Este sistema extorsivo, que condiciona el reparto de ayuda al afianzamiento de la ocupación israelí, fuertemente cuestionado por muchos organismos internacionales de ayuda, debutó con varias masacres. El 1 y el 3 de junio, 31 y 27 palestinos fueron asesinados cuando se acercaban a un centro de distribución, sin que Israel diera más justificaciones que la presencia de sospechosos, o presuntos miembros de Hamas. Fuentes de esta organización acaban de denunciar un total de 220 muertos en masacres similares (El País, 11/6).

Mientras Israel bloquea el ingreso de la ayuda humanitaria, ésta se amontona en las fronteras. La portavoz de la agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA, por sus siglas en inglés), Louise Wateridge, señaló desde Jordania que “tienen suficiente comida para 200.000 personas durante todo un mes, así como medicamentos suficientes para el funcionamiento de nueve centros de salud y 38 puntos médicos de la Agencia, con lo que atender a 1,6 millones de personas” (sitio de Naciones Unidas, 20/5/25). Pero todo se estrella con la implacable negativa sionista. Privar a la población del pan, y dispararle cuando se acerca a buscarlo, es un verdadero acto de perversión.

Imperialismo y sionismo

Una de las consecuencias del nuevo escenario que describimos al comienzo de este artículo es que los gobiernos europeos se vieron obligados a ajustar su discurso. El presidente español, Pedro Sánchez, lideró una iniciativa secundada por otros 16 estados de la Unión Europea (UE) para revisar el acuerdo de asociación económica con Israel, que establece ventajas comerciales para Tel Aviv. Al mismo tiempo, propuso un bloqueo de armas al Estado sionista. La UE es un importante socio comercial para Israel: en 2022 explicó el 25,6% de sus exportaciones y el 31,9% de sus importaciones (Newtral, 31/10/23). 

Pero conviene no confundirse, porque la UE no apunta a salvar al pueblo palestino del yugo sionista sino a maquillar los aspectos más odiosos de la operación. La jefa de la política exterior del organismo, la estonia Kaja Kallas, solo reclamó un desbloqueo de la ayuda humanitaria, sin exigir siquiera el retiro de las tropas israelíes de Gaza.

El Reino Unido, en tanto, canceló algunas de las licencias que habilitan la exportación de armas y anunció sanciones a organizaciones de colonos y a dos ministros del gabinete israelí, pero aún permite la exportación de piezas para los aviones que bombardean los campos de refugiados palestinos. Mientras tanto, numerosos activistas propalestinos son encausados.

En el caso de Alemania, cuyo gobierno es partidario de mantener como está el acuerdo de asociación económica con Israel, ratificó a comienzos de junio la venta de armas, lo cual transforma la iniciativa española en un saludo a la bandera, toda vez que la Casa Blanca y Berlín explican conjuntamente casi la totalidad del armamento que importa Tel Aviv. El remanente corresponde principalmente al Reino Unido, Francia (donde los trabajadores del puerto de Marsella vienen de negarse a cargar un envío en el puerto) e Italia. Por todo esto, las advertencias de la UE acerca de las víctimas palestinas tienen mucho de hipocresía. 

Del mismo modo, las potencias europeas cerraron filas con Israel tras el ataque a Irán del viernes 13. A pesar de reclamar una desescalada, defendieron el “derecho a defenderse” de Tel Aviv. El canciller alemán, Friedrich Merz, reconoció que Israel hace el “trabajo sucio” que necesita Occidente. Es que, en definitiva, el sionismo no opera al margen del imperialismo.

En el caso de Trump, si bien mantiene una postura de apoyo al gobierno de Netanyahu, e incluso calificó como “excelente” la última agresión contra Irán, toda vez que le permite apretar las clavijas contra el régimen de los ayatollahs, no se priva de hacer su juego propio. Por caso, arribando a un acuerdo por cuenta propia -de no agresión- con los hutíes yemenitas en el Mar Rojo, mientras estas milicias proseguían –en solidaridad con la causa palestina- sus ataques a Israel. Además, el afiebrado magnate anunció el levantamiento de las sanciones a Siria, mientras Netanyahu desaconsejaba tal paso.

Trump y las burguesías árabes

Examinemos más en detalle la política de Trump. Si bien la alianza estratégica del imperialismo yanqui y el sionismo está fuera de duda -tanto bajo la administración actual como la previa de Joe Biden-, el magnate ha ido variando sus posiciones y planteos.

Durante su campaña electoral, mostró un apoyo cerrado a Israel y prometió la deportación de los estudiantes universitarios que protagonizaron los acampes propalestinos de 2024, un punto en el que avanzó ya como presidente, con la detención de Mahmoud Kahlil y la revocación de visas estudiantiles. Pero una vez electo, sin embargo, con la intención de no asumir condicionado por ningún conflicto, alentó el acuerdo de cese al fuego que terminó firmándose a fines de enero. Recordemos que Trump quería resolver la guerra de Ucrania en 24 horas y despejar otros obstáculos, para concentrar sus cañones contra China.

El acuerdo de cese al fuego de enero incluía, en su primera fase, un intercambio de una parte de los rehenes por prisioneros políticos palestinos y el repliegue de las tropas israelíes a la frontera del enclave costero. Para una segunda ronda, estaba pautada la liberación del resto de los rehenes y la retirada completa de Israel de Gaza. Sin embargo, Trump dinamitó este acuerdo cuando se aproximaba la segunda fase de las conversaciones con un ultimátum a la resistencia palestina para que entregara todos los rehenes de un día para otro o, de lo contrario, abriría las “puertas del infierno”. 

A su vez, el magnate enseñó al mundo su plan de expulsión de los más de dos millones de palestinos de Gaza para construir, en su lugar, un complejo turístico de lujo, iniciativa que el sionismo apoyó con entusiasmo. El plan despertó el rechazo de las burguesías árabes, principalmente de Egipto y Jordania, que serían el receptáculo natural de una diáspora gazatí. Para estas dos naciones, semejante flujo de emigrados sería un factor de desestabilización interna.

Egipto tiene en carpeta un plan alternativo para reconstruir Gaza con financiamiento de las burguesías árabes y el imperialismo (según algunos medios, por 50 mil millones de dólares), cuyo desembolso estaría condicionado a la salida del poder de Hamas, su eventual entrega de las armas y la formación de un gobierno tecnocrático con figuras de confianza del capital financiero internacional. Esta salida carroñera, que aprovecha la ruina de Gaza para hacer negocios, y que cuenta con el aval de otros socios árabes y de la Autoridad Palestina, se presenta tramposamente como la alternativa al plan de expulsión de los dos millones de gazatíes de su territorio que defiende Trump.

Las oscilaciones del magnate –que tienen como denominador común la estrategia imperialista “Make America Great Again”- responden a que la anexión de Gaza y el desplazamiento masivo de su población entra en colisión con la estabilidad regional y los negocios con las burguesías árabes.

Trump hizo una visita a Medio Oriente a mediados de mayo. En Arabia Saudita, primer punto de su gira, se llevó un compromiso de inversiones por 600 mil millones de dólares en las áreas de energía, minería y defensa, que incluye un acuerdo de venta de armas a Riad, ya firmado, por 140 mil millones. En Qatar, el jeque Tamim bin Hamad al-Thani suscribió con el titular de la Casa Blanca un convenio para comprar alrededor de 200 aeronaves, por cerca de 100 mil millones de dólares. “Es el mayor pedido de aviones en la historia de Boeing”, se regocijó Trump. Además, Doha se comprometió a invertir 38 mil millones de dólares en refacciones en la base de Al-Udeid, donde hay 8 mil soldados norteamericanos desplegados. El proyecto favorece a las mismas contratistas de defensa yanquis que se benefician vendiendo armas al Estado sionista. En el colmo de los colmos, la diplomacia qatarí ofreció como regalo-soborno a su huésped un avión Boeing 747-8, que el magnate quería aceptar, a pesar de todas las advertencias políticas y morales. Finalmente, el estadounidense abrochó su gira con un pacto con los Emiratos para la construcción de un centro de inteligencia artificial en esa nación de Medio Oriente y un anuncio de inversiones hidrocarburíferas emiratíes en Estados Unidos.

Si bien las burguesías árabes mantienen una línea de colaboración con el sionismo y el imperialismo, se les hace muy difícil –dada la popularidad de la causa palestina en el mundo árabe- avanzar en ese camino con las imágenes de los niños pasando hambre y muriendo en Gaza. Con impulso del propio Trump -durante su primer mandato-, Emiratos Arabes, Bahrein y Marruecos normalizaron relaciones con el Estado sionista, sumándose a Egipto (1979) y Jordania (1994). El siguiente en la lista era nada menos que Arabia Saudita, pero todo esto voló por los aires con la acción del 7 de Octubre de la resistencia palestina y la invasión israelí de Gaza.

En un plano más general, estas burguesías acompañan la llamada “solución de dos Estados”, planeada en los acuerdos de Oslo de 1993 entre la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) e Israel, con el patrocinio de los Estados Unidos. Esta salida plantea la formación de un Estado palestino, pero completamente cercado por el Estado israelí, en los márgenes del vasto territorio colonizado por el sionismo. Es un plan que legitima al Estado sionista e impide el retorno de los desplazados. 

Sin embargo, desde su lanzamiento a esta parte, la propia salida de dos Estados fue crecientemente inviabilizada como fruto del incesante colonialismo sionista, que en los últimos años batió récords en la instalación de nuevos asentamientos, mientras que el gobierno empezó a entregar armas a las bandas de colonos que hostigan las aldeas palestinas.

Este panorama fue reconocido por el ministro de relaciones exteriores de Alemania, Johann Wadephul, quien dijo a comienzos de junio que “la política de asentamientos, tal y como está, es contraria al derecho internacional y obstaculiza literalmente la solución de los dos Estados” (El País, 5/6). El embajador israelí en Estados Unidos, Mike Huckabee, declaró por estos días que “no hay espacio” para la constitución de un Estado palestino. ¿Pero entonces qué? Entran a tallar los planteos de expulsión de los palestinos a otros países del mundo árabe.

Las justas y elementales reivindicaciones territoriales del pueblo palestino son incompatibles con el Estado sionista, lo que realza aún más la importancia estratégica de una Palestina única, laica y socialista, como parte de una federación socialista de pueblos de la región.

La escalada en la región

Llegados a este punto, es fácil comprender que la ola de ataques aéreos israelíes en curso contra Irán no es un acto de defensa frente al plan nuclear de Teherán sino parte de una ofensiva colonialista y belicista más general del sionismo.

Trump apoya estos ataques porque quiere forzar una “rendición incondicional” del régimen iraní: el desmantelamiento de su programa nuclear -que las autoridades persas aseguran que tiene propósitos civiles-, de su programa misilístico, y el cese del apoyo por parte de Teherán a las organizaciones  (en algunos casos armadas) de otros países del Medio Oriente  que defienden su soberanía nacional y luchan contra el sionismo/imperialismo.  Lo que en el fondo es la exigencia de que renuncie a toda influencia en la zona, en favor de Israel y Arabia Saudita.

Trump amenaza -en caso que Irán no acceda a sus reclamos- con un ataque devastador, a tal punto que ya recomendó una evacuación masiva de Teherán, donde viven casi 10 millones de personas. La Casa Blanca poseería aviones y bombarderos capaces de alcanzar las salas subterráneas de las instalaciones nucleares iraníes, lo que podría tener consecuencias humanitarias catastróficas.

De fondo, hay una tentativa del sionismo y el imperialismo por remodelar el mapa de Medio Oriente, según sus propios apetitos e intereses.

Por ello, a pesar del carácter oscurantista, represor y antiobrero del régimen iraní, planteamos el rechazo a la agresión sionista e imperialista contra Irán y todos los pueblos de la región.

Milei en Israel

La visita de Milei a Israel coincidió con la nueva etapa de la ofensiva genocida en Gaza y el ataque a Irán. Milei recibió en la Knesset un galardón (Premio Génesis) por su compromiso y un premio de un millón de dólares que donó para el desarrollo de propaganda israelí/sionista (es decir para reforzar los ataques contra los luchadores populares que se oponen al genocidio que se está ejecutando en Gaza) en América Latina. La Fundación que lo condecoró valoró tanto las medidas en respaldo a Tel Aviv (votaciones argentinas en organismos internacionales, declaración de Hamas y Hezbollah como organizaciones terroristas, etc.) como su orientación económica, incluyendo el ajuste fiscal. Devolución de gentilezas: uno apoya el plan criminal en Gaza, los otros el ajuste brutal en Argentina.

El memorándum de entendimiento que suscribieron Milei y Netanyahu, anticipado en noviembre de 2024 por el presidente argentino en un encuentro de la Cámara de Comercio Argentino-Israelí (CCAI), consagra un alineamiento con Tel Aviv detrás de la fachada del combate del “terrorismo” e involucra a la Argentina en el tablero de la guerra imperialista.

Milei también prometió que en 2026 se consumaría el trasladado de la embajada argentina a Jerusalén, que es reclamada por los palestinos como su capital. Como gesto previo, la residencia del embajador argentino fue trasladada en 2024 a dicha ciudad.

Los vínculos con el sionismo, sin embargo, no se circunscriben a los fanáticos de La Libertad Avanza. Todo el arco político patronal comparte el mismo alineamiento. El PJ no ha movido un dedo para repudiar la ofensiva israelí, y su último candidato, Sergio Massa, la justificó en noviembre de 2023 –cuando la situación dentro del enclave costero ya era dramática- en nombre del “derecho absoluto a la defensa” de Israel. “Wado” de Pedro, una figura muy importante del kirchnerismo, fue el principal promotor de los convenios de varias provincias argentinas con la firma de aguas israelí Mekorot durante su paso como ministro del Interior. Y en concreto, el peronismo orgánicamente no se moviliza contra el genocidio del pueblo palestino y cierra filas con los sionistas genocidas en toda oportunidad.

Asuntos domésticos

El ataque de Israel contra Irán busca, entre otros objetivos, disciplinar el tablero interno, en momentos en que Netanyahu libra una pulseada importante con sectores del Poder Judicial y del aparato de inteligencia. En marzo destituyó a Ronen Bar, jefe del Shin Bet (Servicios Secretos de Seguridad), quien según parece estaba detrás de las investigaciones que rozan al primer ministro por sobornos de la corona qatarí para mejorar su imagen en vísperas del mundial de 2022 (la prensa local define este desaguisado como “Qatargate”). La Corte Suprema, que ya ha tenido otros cruces importantes con Netanyahu, suspendió la decisión, pero el primer ministro avanzó igualmente en la designación de David Zini como nuevo titular de los servicios secretos.

Ahora, Netanyahu busca desplazar a la fiscal general Baharav-Miara, quien consideró “viciado” el nombramiento de Zini. Concretamente, se conformó un Comité Ministerial que podría recomendar la destitución de la funcionaria. La Corte Suprema le dio cinco días a Netanyahu para congelar esa resolución.

Paralelamente, los partidos ultraortodoxos (Shas y Judaísmo Unido por la Torá), que cuentan con 18 bancas en el parlamento, amenazan con retirar su respaldo a Netanyahu –lo que haría caer el gobierno- si no se vota una norma que exima a ese sector –judíos devotos que dedican gran cantidad de tiempo al estudio religioso- del servicio militar. 

La coalición de gobierno israelí está integrada por el Likud, de Netanyahu (32 bancas); los partidos ultraortodoxos (Shas, con 11 bancas, y Judaísmo Unido por la Torá –UTJ- con 7); Poder Judío, del ministro Itamar Ben-Gvir (7 bancas); el Partido Sionista Religioso, del ministro de Finanzas, Bezalez Smotrich (6 bancas); y Nueva Esperanza (4 bancas), que es un desprendimiento del Likud. Esto da 67 bancas, sobre un total de 120. Los números son claros: sin los ultraortodoxos, Netanyahu perdería la mayoría parlamentaria. En la oposición, el principal bloque opositor es el de Yesh Atid (23 bancas), del experiodista Yair Lapid. Le sigue el Partido de la Unión Nacional, de Benny Gantz (jefe de las fuerzas armadas durante la operación Margen Protector que, en 2014, dejó 2.300 gazatíes muertos), con 8 lugares.

Las exenciones de los ultraortodoxos y el financiamiento estatal de sus instituciones se fueron transformando en un problema creciente en Israel a medida que aumentaba su población. En 1948, cuando se establecieron las eximiciones, eran 40 mil los judíos ortodoxos (un 5% del total). Pero hoy, debido a su mayor tasa de natalidad, son más de un millón (más del 13% de la población total). Además, en medio del conflicto en Gaza, en que las fuerzas israelíes perdieron más de 800 soldados, crece la impopularidad de dicha exención.

El Times of Israel informó que el embajador estadounidense en ese Estado, Mike Huckabee, habría pedido personalmente a los dirigentes de los partidos ultraortodoxos que no precipiten una nueva elección, puesto que sería un golpe a la estabilidad política (y ni hablar ahora que hay una confrontación directa con Irán en curso). Aunque el embajador negó los dichos, la oposición reaccionó. “Israel no es un protectorado”, se quejó Yair Lapid, el principal referente de la oposición.

Lapid se muestra afilado en sus declaraciones contra Netanyahu, sin privarse de explotar las complicaciones de una ofensiva que se encamina ya a cumplir dos años. “Los héroes israelíes (sic) van a estar muriendo durante varios años (…) [ustedes, el gobierno] se están enfangando allí [por Gaza] y es un error estratégico, un desastre económico y una tragedia política que no nos permitirá ser parte del cambio histórico en Oriente Próximo del que hablaba el presidente Donald Trump durante su visita a Arabia Saudí”, dijo en el parlamento (Europa Press, 19/5).

Lapid –al margen de su intento de ganar el beneplácito del magnate estadounidense- no es un “pacifista”. Comparte –como casi todo el arco político israelí- desde el primer día la orientación de la ofensiva criminal, y aún hoy sigue aclarando que “todos apoyamos la idea de eliminar a Hamas” (ídem). En lo que sí marca una diferencia con Netanyahu es en la cuestión de la gestión futura del enclave, que, dadas las dificultades para mantenerlo bajo control, propone colocar bajo el mando de Egipto. Por el momento, en cambio, Netanyahu avanza en la línea de una anexión territorial.

“Bibi” enfrenta otro problema interno en la reticencia de los familiares de los rehenes, que se movilizan periódicamente para exigir un acuerdo de intercambio por prisioneros políticos con la resistencia palestina que ponga fin al conflicto. Las negociaciones se encuentran estancadas, ya que el gobierno israelí impide cualquier tratativa seria con la nueva operación que empezó a mediados de mayo y con la escalada en la región.

No al genocidio

Está planteado profundizar la ola de rechazo al genocidio a nivel global, tratando de involucrar a las organizaciones de masas de la clase trabajadora y la juventud, siguiendo el ejemplo de los portuarios de Marsella. 

No al genocidio. Viva la resistencia del pueblo palestino. Fuera las tropas israelíes de Gaza, Cisjordania, Siria y Líbano. No a los ataques contra Irán y Yemen. Libertad a los presos palestinos. Basta de persecución contra quienes denuncian los crímenes del Estado de Israel (Vanina Biasi, Bodart y otros). Por el derecho al retorno. Por una Palestina única, laica y socialista. Ruptura de relaciones diplomáticas con el Estado sionista. Abajo las leyes represivas de Milei y Bullrich contra las movilizaciones populares.

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