En la entrega anterior, realizamos un recorrido histórico sobre el papel de la clase obrera desde principios del siglo XX hasta el golpe orquestado por la CIA en 1953 contra el gobierno Nacionalista de Mossadegh.
En este artículo, abordaremos el proceso que llevó a la revolución iraní en 1979. No se trata, simplemente, de caracterizar este proceso como una “revolución islámica” de los ayatollahs. Se trató de un proceso de luchas de años que coronó en una extensa huelga política de masas y culminó con una insurrección obrera y popular.
El cambio de frente de la burguesía luego del golpe 1953
Luego de derrotar al gobierno nacionalista de Mossadegh, el imperialismo norteamericano, con la colaboración de otros imperialismos y del sionismo instalado en 1948 en Israel, busca el fortalecimiento del gobierno del Sha, en manos de la dinastía de Sha Reza Palhavi. Este -que había huido ante las fuertes movilizaciones de apoyo a Mossadegh- a su regreso a Irán, busca avanzar en una mayor represión sobre la oposición política y cerrar todo el proceso abierto de movilizaciones populares de 1951-53.
La CIA yanqui y el Mossad (servicio de inteligencia de Israel), colaboran en la formación de una “Organización de Inteligencia y Seguridad Nacional”, conocida como SAVAK, organización represiva, con sus métodos de torturas brutales y ejecuciones a mansalva.
La plena reasunción del Sha se da en el marco del retroceso del imperialismo británico en el mundo y la zona, siendo desplazado por el ingreso yanqui. Irán se irá convirtiendo con el apoyo del imperialismo norteamericano e Israel, en el principal guardián de los intereses imperialistas sobre el Golfo y esa zona de Medio Oriente. La burguesía iraní aplica un cambio de frente reorientando al país abiertamente hacia la confluencia con los intereses del imperialismo norteamericano (e Israel) y un mayor sometimiento.
En 1963, el Sha confluye con el imperialismo, un proceso llamado “revolución blanca”, presentado como un intento de modernización-“occidentalización” de la sociedad iraní. Era un plan “desarrollista” a partir de inversiones de capitales extranjeros, buscando aprovechar las retenciones extraordinarias de la renta petrolera y del gas en un periodo de balanza económica favorable.
Este proceso provocará cambios sociales, políticos, económicos y culturales de importancia sobre la sociedad iraní que van a realinear a sectores, grupos políticos y religiosos del país, consolidando un poder represivo y absolutista por un lado y favoreciendo a un sector burgués ligado al capital financiero y los petrodólares.
Con la “revolución blanca”, el Sha establece una expulsión de sectores campesinos agrarios buscando enriquecer a sectores de la nobleza y terratenientes para que inviertan en la industria y reconvertirlos en un nuevo sector burgués nacional. Los campesinos fueron obligados a entregar sus tierras y emigraron a las ciudades para emplearse en las fábricas.
Se buscó acelerar al mismo tiempo un proceso de industrialización desde el Estado, favoreciendo la industria del acero, petroquímica, maquinaria, herramientas, caucho, entre otras. Este proceso trajo aparejado un proceso de cambios sociales y culturales: sindicalización, igualdad del voto entre hombres y mujeres, concesiones de derechos a la mujer como la prohibición de la ropa islámica, acceso gratuito a la educación y salud, etc.
Estas medidas generan choques al interior de sectores burgueses y de distintas ramas del islamismo (Shiitas, con posiciones de islamismo radical). La concentración agraria colisionaba contra el control de la tierra por parte de este sector religioso, lo mismo al garantizar ciertos derechos políticos y sociales sobre las mujeres y permitir igualdades que son rechazadas por sus posiciones religiosas conservadoras y reaccionarias.
Las reformas impulsadas por el Sha, también fueron rechazadas por un sector de la burguesía ligada a lo comercial, los bazaríes, que vieron afectados sus negocios por las inversiones extranjeras y la intervención corrupta y camarillesca del poder del Sha.
Las masas de campesinos que comienzan a migrar hacia las ciudades no encuentran suficientes viviendas en estas y se van formando villas miserias en los suburbios. El descontento sobre las medidas del Sha es creciente. Empieza a surgir la figura de Khomeini, un ayatollah islámico que se opone a las políticas llevadas por el Sha, principalmente la falsa reforma agraria y las imposiciones por parte de EEUU sobre el país.
Khomeini, llegó a plantear que Irán debe romper relaciones con EEUU e Israel. En 1964 va participar de un proceso de luchas, que lleva a una represión feroz con centenares de muertes, obligándolo a exiliarse.
El Partido Comunista Iraní (Tudeh), luego de su colaboración con el gobierno nacionalista de Mossadegh (y no combatir el golpe de 1953), empieza a tener una posición colaboracionista con el régimen del Sha, luego de las “reformas” que se toman con la “revolución blanca”. El PC iraní sigue la orientación de la burocracia soviética de “coexistencia pacífica”. Esta había establecido relaciones con el Sha. El imperialismo apoyándose en los gobiernos de Irán e Israel tendrá una permanente política de intervención económica, diplomática, política e incluso militar, sobre distintos países del Medio Oriente y del Golfo.
La burocracia soviética va a tener relaciones amistosas con el gobierno del Sha y refuerza acuerdos comerciales (exportación de gas natural de Irán a la URSS).
El Sha Reza Pahleví en 1967 se proclamó “shahanshah” (rey de reyes). En respuesta al régimen represivo y de ataque contra las masas, se generaron procesos de organización y movilización opositores. En donde se encuentran las Mezquitas religiosas y los Bazares -centros comerciales y financieros de cada ciudad donde se controla parte importante de las importaciones del país, la mayoría de las exportaciones petroleras y el comercio minorista- actuaban como un factor de organización contra el régimen del Sha.
La misma burguesía comercial, sectores medios y líderes religiosos (shiitas) que habían colaborado en la vuelta del Sha al poder en 1953, empiezan a chocar con sus medidas y promueven procesos de organización y lucha.
A estas disputas al interior de la clase dominante, se le suma un cuadro de creciente crisis económica. En 1973 la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), estableció un embargo petrolero por el apoyo de EEUU a Israel en la “guerra de Yom Kipur”, lo que provocó un aumento del precio del barril.. Esta disparada de los precios implicó ganancias extraordinarias para el régimen del Sha, que serán utilizadas de forma discrecional y con fuerte despilfarros, que solamente favorecen al círculo íntimo del gobierno, potenciando la bronca de sectores opositores al régimen y de las masas.
Esa situación económica favorable se desploma cuando el alza de la inflación a nivel mundial, afectó al país, generando un aumento de los productos, la caída de la actividad económica y el incremento de la desocupación a niveles alarmantes. Esto se profundiza cuando en 1978, el imperialismo y Arabia Saudita, le impiden al Sha un aumento del precio del petróleo, poniendo en crisis toda su política económica.
En las ciudades empieza a escasear la energía, aumentan los transportes y todo el costo de vida, generando un efecto negativo inmediato sobre las masas, pero también sobre los bazaries y las clases medias.
La revolución obrera y popular iraní de 1979: Una huelga política de Masas
Lejos de lo que caracterizaron la prensa burguesa e imperialista, la revolución de 1979, no fue en sus orígenes una revolución islámica: se trató de una ola de protestas y una huelga general coronada por un levantamiento insurreccional de masas. Tuvo una intervención protagónica histórica de la clase obrera que llegó a formar organismos de lucha que tendían a convertirse en organismos de poder: los “shoras”, consejos de trabajadores, campesinos y otros sectores oprimidos.
Desde comienzos de 1978, se empiezan a desarrollar masivas movilizaciones populares. En sus inicios, junto a reivindicaciones sociales se planteaba el “retorno de Khomeini”, que recordemos, se encontraba exiliado, y otros reclamos sobre libertades democráticas. Estas movilizaciones son reprimidas violentamente dejando el saldo de centenares de muertos. Es en Tabriz donde se da un primer levantamiento popular y se lanza la consigna “muerte al Sha”.
Las movilizaciones son cada vez más masivas y abarcan a distintos sectores, en donde el peso inicial de los líderes shiitas va creciendo. En septiembre las movilizaciones fueron de millones. En octubre y noviembre de 1978 nos encontramos ante huelgas generales con características insurreccionales en todo el país: se paralizan ramas enteras de la económia, en primer y fundamental lugar las refinerías de petróleo (lo que va paralizando el país, por falta de combustible) pero también en la industria del acero, textiles, ferrocarriles, marítimos, comunicaciones. Como también una masiva participación de estudiantes universitarios.
Los reclamos muestran un carácter insurreccional donde ya no solamente son reivindicaciones económicas por el salario, contra los despidos y las condiciones de vida de los trabajadores, sino el planteo de demandas políticas exigiendo el fin del régimen del Sha.
Estamos ante el desarrollo de una huelga política de masas como lo definió Rosa Luxemburgo en su obra ”Huelga de Masas, Partido y Sindicatos”: “La huelga de masas (…) refleja en sí mismo todas las fases de la lucha política y económica y todos los estadios y momentos de la revolución. (…) Huelgas políticas y económicas, huelgas de masas y huelgas parciales, huelgas generales y huelgas de ramas industriales aisladas, luchas pacíficas por aumentos salariales y batallas callejeras: todo esto fluye caóticamente, se dispersa, se entrecruzan, se desborda, es un océano de fenómenos, fluctuante y eternamente en movimiento. Y la ley de movimientos de este fenómeno no radica en la huelga de masas misma ni tampoco en sus particularidades técnicas, sino en las relaciones de fuerza políticas y sociales de la revolución.”1Luxemburgo, Rosa (2024): Huelga de Masas, Partido y Sindicatos, Editorial Panorama, Buenos Aires.
En Irán se da todo este proceso de forma acelerada, que expresa el potencial revolucionario de la clase obrera iraní, que tuvo dos experiencias frustradas con la huelga general y levantamiento de masas de 1929 y la entrega del nacionalismo de Mossadegh en 1953 al golpe del imperialismo, luego de masivas movilizaciones con huelgas generales.
La revolución iraní va a tener un rasgo característico de todos los procesos revolucionarios, que es una tendencia a la dualidad de poder.2“La dualidad del poder es a su vez el punto culminante del período de transición. Dos regímenes, el burgués y el proletario, se oponen, hostilmente uno al otro. El choque entre ambos es inevitable. De la salida de éste depende la suerte de la sociedad. En caso de derrota de la revolución, la dictadura fascista de la burguesía. En caso de victoria, el poder de los soviets, es decir, la dictadura del proletariado y la reconstrucción socialista de la sociedad.” Trotsky: Programa de Transición. En Irán se expresó durante 1978/80 con la conformación de los Shoras (Consejos) de trabajadores del petróleo, aviación y bancos que controlaban ciudades y que también nucleaba a desocupados, soldados y otros sectores de lucha, desde las nacionalidades oprimidas como los kurdos, a estudiantes y mujeres contra su opresión. Los Shoras fueron organizaciones de lucha de las masas y tuvieron experiencias de control obrero en distintas ramas industriales, la ocupación de tierras. Llegaron a tener control sobre ciudades enteras.
El “Febrero” iraní
El régimen del Sha y sus aliados reprimen las movilizaciones y la enorme lucha de los trabajadores. Pero estas no cesan. A principios de noviembre se busca operar un nuevo cambio de frente de la burguesía, formando un gobierno de coalición que integrara a sectores de la burguesía opositora (del Frente Nacional) y de los ayatollahs. El Sha termina nombrando primer ministro a Shapur Bajtiar del Frente Nacional. El Sha, asustado nombra un Consejo de Regencia, deja el poder en manos de Bajtiar y huye del país. El ayatollah Komeini, desde su exilio en París, rechaza toda negociación (en las que incluso intervenían, en forma no pública, sectores islámicos khomeinistas), llama a rechazar al gobierno continuista y a derrocar al Sha, terminando con la monarquía e instaurando una República Islámica.
Komeini ya había planteado a principios del 78 la consigna de exiliar al Sha, contra los intentos de sectores burgueses de conciliar con este una “democratización”.
Las movilizaciones seguían creciendo y ocupando las calles. Se notaban signos de fatiga y ruptura en las Fuerzas Armadas.
El nuevo primer ministro, busca un acuerdo y preparar la vuelta de Khomeini, en un intento de controlar el proceso de autoorganización de las masas en lucha y terminar con el desarrollo de las tendencias al doble poder.
El gobierno de coalición formado rápidamente, donde se integra parte del Frente Nacional, que es apoyado por los Bazaaries, declara como objetivo llamar a elecciones en los próximos meses para una Asamblea Constituyente. Esta propuesta es rechazada por Khomeini , que aparece levantando una posición consecuente, de lucha contra el régimen monárquico del Sha. Tiene, también, un reflejo perceptivo, que el proceso revolucionario en marcha era ya incontenible.
Las movilizaciones y las huelgas obreras se profundizan. Se paralizan las industrias, principalmente la petrolera y los transportes. La burguesía busca una salida de fuerza, intentando producir un golpe que fracasó por la respuesta obrera y popular. El gobierno de Bajtiar es de debilidad extrema. La prensa mundial lo caracteriza como un “no gobierno” y “algo más que un teléfono”.3The Times. 19/2/79 Durará unos 40 días.
Las huelgas no cesan y en febrero de 1979 se produce una insurrección armada: en un choque con fuerzas militares que dura varios días, estas deciden retirarse a los cuarteles, en medio de deserciones masivas que se pasan al campo de las masas insurrectas: cae el régimen del Sha.
Desde Política Obrera, organización antecesora del Partido Obrero, en un artículo de 19794Política Obrera, N° 291. 15/3/1979 caracterizamos este proceso revolucionario como el “Febrero” Iraní, en alusión a que en este país se estaba produciendo lo que fue el “febrero” de la revolución rusa que había barrido a partir de una huelga política de masas al gobierno del Zar, pero que no había llevado a los trabajadores y los campesinos definitivamente al poder, lo que va a terminar sucediendo con una nueva insurrección en Octubre que le dará el triunfo a los bolcheviques.
Bajtiar autoriza el retorno de Komeini para tratar de frenar la profundización del proceso revolucionario en desarrollo. Este regresa a Teherán el 1° de febrero de 1979: es recibido por una manifestación de casi 3 millones de personas. Pero llega relativamente tarde: días más tarde estallara la insurrección que derrotara a lo que se consideraba en la época la quinta fuerza armada más importante del planeta.
El 11 de febrero cae Bajtiar y, aprovechando el vacío de poder existente y la crisis al interior de las fracciones burguesas y del clero, Khomeini nombra primer ministro del poder provisional a Mehdi Bazargan. Este buscará reforzar la jefatura política de Khomeini, (que no participa directamente del gobierno) como el dirigente del levantamiento revolucionario que derrocó al Sha. Por un lado, acompaña la movilización de las masas, tomando medidas económicas que chocan contra el imperialismo como la nacionalización de distintas ramas industriales del país, por el otro lado siguiendo con sus posiciones ideológicas, ligadas al islamismo conservador, buscará frenar el proceso de las movilizaciones independientes de las masas, intentando controlar y disolver la formación de los Shoras (Consejos) obreros y de las masas oprimidas.
El regreso de Khomeini al país es en respuesta al temor a que la insurrección popular se profundice. Con el objetivo de lograr una “transición pacífica”5Ídem anterior que preservara una salida de la dictadura en crisis. Un proceso similar al de Peron en 1972/73 en Argentina, cuando la burguesía, el clero y el imperialismo aceptan el regreso pactado con el propio Peron, después que lo habían echado y enviado al exilio con el golpe de 1955.
Aunque Khomeini, trata de canalizar, frenar y regimentar la movilización revolucionaria de las masas, le costará mucho esfuerzo lograrlo. En su primer discurso llama a que las 75 mil ametralladoras, que las masas en lucha habían arrancado de los arsenales, “deben ser entregadas inmediatamente en las mezquitas, y que el desorden debe terminar”.6El País 14/02/1979. Ver: https://elpais.com/diario/1979/02/14/portada/287794805_850215.html?event=regonetap&event_log=regonetap&prod=REGONETAP&o=regonetap Pero el plan de desarme fracasa, las movilizaciones se intensifican y se toman cuarteles y comisarías.
La revolución obrera y popular triunfa y se profundizan las tendencias a un doble poder, con la extensión de los Shoras.
Los choques entre la revolución y la contrarrevolución
La caída del Sha y el retorno de Khomeini a Irán en febrero de 1979, recrudeció todas las tensiones sobre el destino de la revolución iraní. La burguesía nacional y los líderes religiosos, incluyendo sectores imperialistas se reagrupan detrás de la figura de Khomeini, buscando frenar y desviar el proceso revolucionario a un intento de recomposición estatal.
Durante dos años se van a dar levantamientos insurreccionales de masas que muestran la continuidad de una situación revolucionaria. Khomeini no acepta asumir el cargo directo y es Barzagan quien se hace cargo, pero bajo el control del primero (relativamente similar al proceso de Cámpora al gobierno y Peron al poder en la Argentina de 1973). Pero este no lograra estabilidad, las movilizaciones contra el gobierno provisional a manos de Barzagán eran crecientes. La primera gran movilización, es el 8 de marzo de 1979, en respuesta al decreto solicitado por Khomeini de la vuelta a la obligatoriedad del “velo” islámico. La respuesta de cientos de miles de mujeres en las calles de todo el país y en Teherán, hizo retroceder al gobierno y Khomeini.
Las movilizaciones continúan. El 1° de mayo en todo el país se dan movilizaciones masivas y en la capital, Teherán, se congregan casi medio millón de personas reclamando la profundización del proceso revolucionario.
Para la burguesía nacional, los líderes religiosos y el propio Khomeini había que erradicar las tendencias al doble poder y buscar el “restablecimiento del orden”. La división dentro de la burguesía y el clero iraní agudizan la crisis de poder, que choca con la profundización de la lucha de clases.
La convocatoria a una Asamblea Constituyente, un reclamo democrático revolucionario contra el Sha, es postergada. En forma bonapartista, Khomeini impone que a fines de marzo de 1979 se realice un referéndum para dar por terminada la monarquía del Sha e instaurar una República Islámica. El referéndum aprueba en forma irregular por un ¡98%! la propuesta de Khomeini. Una “Asamblea de Expertos”, bajo el “consejo y supervisión directo” de Khomeini, redactará la nueva Constitución. Que será refrendada en un nuevo acto eleccionario a fines de ese año: Khomeini asumirá entonces “constitucionalmente”.
Con la “Constituyente” de los “expertos”, ultra amañada, impuestos a dedo los constituyentes y un plebiscito a su medida para fortalecer su figura personal, consolidando una fracción de la camarilla shiita, se “institucionaliza” un poder bonapartista, “homogeneizando” a todas las fracciones de la burguesía en torno de su figura y su proyecto político.
Desde Política Obrera en 19807Política Obrera N° 306. 18/01/1980 caracterizamos la situación de la siguiente manera: “Este triunfo, en gran medida formal, de los Khomeinistas en las elecciones se apoyó en el golpe de mano contra las nacionalidades oprimidas, el movimiento obrero y las libertades democráticas arrancadas por la revolución (…) Khomeini y los comités islámicos lanzaron entonces un brutal ataque imponiendo la censura y el cierre de la mayoría de los diarios y periódicos pertenecientes a la burguesía disidente y la izquierda. Inmediatamente después atacó a los kurdos, que constituyen una parte importante del proletariado petrolero”. Este último hecho no es menor, Khomeini denunciando un “complot kurdo”, acusando al Partido Democrático Kurdo de ocupar la ciudad de Sanandaj, desarrolló un brutal ataque contra el armamento y la movilización de las masas kurdas que lucharon contra el Sha y por su independencia ante la opresión del régimen iraní.
Este golpe sobre las masas kurdas y la contraofensiva contra las movilizaciones masivas, es la que le permite a Khomeini ganar la confianza de las fuerzas patronales y convertirse en el árbitro del Estado.
La enorme resistencia del pueblo Kurdo y los levantamientos populares en varias ciudades, vuelven a poner en crisis este intento de ordenamiento del Estado. Nuevamente es la intervención de la clase obrera y las masas oprimidas, la que pone un freno al giro derechista que había imprimido Khomeini, en el intento de detener la continuación y profundización del proceso revolucionario.
La ocupación de la embajada de EEUU
En noviembre de 1979, se ocupa la embajada de EEUU en Teherán por miles de estudiantes. La ocupación se precipita luego de que el Sha, recibe asilo en EEUU y que el principal asesor del presidente Carter, entrevista en Argel al ministro de relaciones exteriores del gobierno de Bazargán. Reclaman la extradición del Sha para ser juzgado por sus crímenes contra el pueblo y la expropiación de los bienes que fugó y depósito en los bancos imperialistas.
Khomeini que se hace cargo de la crisis política por un nuevo ascenso de la lucha de las masas, pega un nuevo giro llamando a apoyar la lucha de los estudiantes (que en primera instancia había rechazado). Lo hace para ganar un nuevo apoyo popular, pero también aprovechando la toma de la embajada como un desvío de las tareas planteadas por la revolución: profundizar las tareas democráticos y sociales inconclusas (autonomía de las nacionalidades oprimidas, expropiación del gran capital, reforma agraria, control obrero de la producción), y la extensión del proceso revolucionario con el desarrollo de los consejos obreros, de campesinos y otros sectores oprimidos.
La ocupación y la toma de rehenes de la embajada duro 444 días. La fecha de liberación coincidió con la de la asunción en la Casa Blanca de Ronald Reagan, que derrota a Carter en las elecciones.
Irak invade Irán apoyado por el imperialismo y la burocracia soviética
En septiembre de 1980 se da la invasión de Irak a Irán. La ocupación de la ciudad de Khuzistan, donde se encuentran las principales refinerías de petróleo, para que ceda el control del canal de Chat el Arab, que desemboca en el golfo Pérsico, tiene como objetivo terminar con la revolución iraní, a través del intento de un golpe de Estado.
Desde Política Obrera caracterizamos que lo que estaba en juego en esa guerra, “era la defensa incondicional de la revolución iraní. Superficialmente puede argumentarse que de uno y otro lado del campo de batalla se encuentran Estados “no alineados” o “dirigidos” por gobiernos de tendencia nacionalista burguesa. Esto es cierto pero no alcanza para caracterizar la situación. Esta es la posición de la burocracia rusa, de Cuba, de la OLP, etc., quienes afirman que esta guerra es igualmente perjudicial para ambos países. Pero entonces ¿Por qué Irak habría de poner en marcha una invasión contra sí misma? Esta caracterización conduce a negar la defensa incondicional de la revolución iraní.”8Política Obrera, N° 315. 15/10/1980
Política Obrera, llamó a defender la revolución iraní contra la invasión patrocinada por EEUU y la burocracia soviética, planteando una guerra revolucionaria para derrotarla y llamando a que los trabajadores de todo el mundo abracen la defensa de Irán. Señalando que es necesario adoptar medidas revolucionarias dentro de Irán, planteando que los oprimidos iraníes se tienen que amar masivamente para enfrentar la invasión. Así también enfrentarían la política de Khomeini, de la propia burguesía nacional y el clero, que no quieren que la guerra tienda a un nuevo proceso de movilizaciones populares antiimperialistas en Irán y el Medio Oriente.
En ese sentido tomaba fundamental relevancia, el llamado a poner en pie una movilización revolucionaria formando guerrillas, uniendo a las distintas nacionalidades oprimidas y llamando a todos los explotados del mundo a apoyarlos: pone en el centro de la situación mundial la lucha por la revolución en todo Medio Oriente.
Que la invasión de Irak apoyada por el imperialismo y la burocracia soviética no triunfara fue un golpe a la política de Carter, que se suma también al proceso revolucionario en Nicaragua. Son estas derrotas de la administración Carter, lo que lo lleva a perder las elecciones en 1981.9Política Obrera N° 316. 18/11/1980
Pero no se logra rebalsar a la dirección khomeinista, que “aprovecha” la guerra para avanzar en su regimentación totalitaria. Luego de 8 años de guerra y a través de una negociación a la medida de EEUU, se acuerda el cese al fuego. La guerra llevo a un desangre de la revolución en las arenas del desierto y permite sacar las conclusiones de los límites insalvables del nacionalismo burgués.
Por un lado, Irak que lleva a cabo la guerra a través del régimen de Sadam Husein, abastecido por Moscú y los partidos comunistas del mundo árabe, terminara la guerra como rehén del imperialismo norteamericano.
Por otro lado, Irán y el régimen de Khomeini y los Ayatollah nunca buscó responder a la agresión imperialista mediante la movilización revolucionaria y antiimperialista, sino por el contrario aprovechó la guerra para profundizar un régimen de ropaje religioso, buscando extender en todo Medio Oriente, el dominio del clero shiita sobre el mundo musulmán, con el fanatismo religioso y lo que llamará la “guerra santa”.
Tanto Sadam Husein en Irak y el régimen de los Ayatollah en Irán, capitulan frente al imperialismo.
La revolución expropiada
En 1980 se desarrollan las elecciones y triunfa Bani-Sadr que expresa una posición “liberal y modernizadora” dentro de las alas del islamismo, Con posiciones contrarias a la ocupación de la embajada norteamericana, busca ser el hombre del imperialismo de Carter para avanzar en una regimentación sobre las masas, y así lo reflejan los primeros informes de los diarios imperialistas, para buscar el “restablecimiento del orden”. Bani-Sadr también se va declarar en contra lo que él llama “centros paralelos de poder” que representaban los Shoras (y las guardias revolucionarias formadas por Khomeini desde el propio Estado).
Pero las movilizaciones populares en diciembre, donde centenares de miles, formando nuevamente comités de fábrica, se concentran frente a la embajada yanqui ocupada, ponen en crisis este intento de “pacificación” por parte del régimen y el imperialismo.
La debilidad del gobierno de Bani-Sadr, es aprovechada por Khomeini (que realmente controlaba el poder), para destituirlo, bajo el argumento de “salvar la revolución”.
Con la destitución del presidente Bani-Sadr en 1981, es cuando comienza el proceso de declinación y cierre de la situación revolucionaria en Irán. La expulsión del presidente estuvo acompañada de una campaña de agresiones, ataques y asesinatos sobre la militancia de “izquierda islámica”, los Moudjadhin, que habían colaborado con el gobierno de Bani-Sadr y Fedayhin que era la fracción minoritaria.
Se consolida el poder de Khomeini derrotando los últimos procesos de autoorganización de las masas. En julio de 1983, las fuerzas militares lanzan una represión brutal sobre el pueblo kurdo iraquí, desmantelando las bases de las milicias kurdas.
El proceso revolucionario es derrotado, abriendo paso a la contrarrevolución liderada por Khomeini que homogeniza a la burguesía nacional, representando a la fracción integrista islámica que plantea el sometimiento completo de la sociedad al Corán.
Con la pérdida de las conquistas de las masas oprimidas logradas por la revolución y el restablecimiento de un orden capitalista que busca reintegrar la economía iraní dentro del sistema imperialista mundial, el régimen de Khomeini desarrolla un gobierno de ofensiva directa contra las masas.
La Izquierda y la revolución iraní
El balance de la revolución iraní, permite sacar conclusiones fundamentales sobre el rol jugado por las organizaciones obreras y la izquierda en este proceso.
Este levantamiento obrero y popular, llamó la atención de los revolucionarios del mundo y para Política Obrera, integrando en ese año la TCI (Tendencia Cuarta Internacionalista) en una reunión internacional de sus organizaciones, fijó una posición y un programa que planteaba que para el triunfo de la revolución iraní había que profundizar la extensión de los organismos de poder creados por la clase obrera.
La declaración establece que la revolución iraní concentraba para los revolucionarios, todos los problemas fundamentales de la época: la expropiación del capitalismo, la liberación y una verdadera independencia nacional de los pueblos oprimidos, con la necesaria hegemonía de la clase obrera y la lucha por la construcción de un partido revolucionario que conduzca la revolución a la victoria. Para ello la clase obrera tiene que liderar la dirección del proceso revolucionario, impulsando un programa que parta de todas las demandas democráticas y revolucionarias de la mayoría explotada y oprimida para asumir su desafío histórico de barrer con la intervención del imperialismo sobre el país y la región y superar los planes antidemocráticos de Khomeini y su camarilla de liquidar las conquistas logradas por la revolución.
La subordinación a Khomeini y la ausencia de una estrategia política revolucionaria por parte de la izquierda iraní, colaboró con la imposición de la contrarrevolución.
En primer lugar, el Partido Comunista Iraní (Tudeh), siguiendo con sus volteretas de colaboración con gobiernos nacionalistas, pasó de una posición de apoyo a las medidas sociales de la “revolución blanca” con el Sha, a integrarse abiertamente a la estrategia política de Khomeini. En una entrevista en 1980, Kianuri, Secretario general del PC iraní, expresa: “Nuestras tareas fundamentales eran dos: reconstruir nuestro partido para que pudiera responder a las condiciones del trabajo legal y participar activamente en la vida política del país. En la sesión plenaria del Comité Central de marzo de 1979, desarrollamos estas dos cuestiones y decidimos dirigir todos nuestros esfuerzos a la creación de un frente de cooperación entre todas las fuerzas antiimperialistas para el apoyo popular a la revolución antiimperialista de febrero de 1979. (Incluyendo a) las fuerzas del campo musulmán que están bajo el liderazgo del Imán, así como las fuerzas de izquierda y progresistas.”10Ver: https://merip.org/1980/03/interview-with-tudehs-kianuri/
El Partido Comunista Iraní, siguiendo las tesis del stalinismo, se integra al gobierno de Khomeini y toda su estrategia se basa en la política del Frente Popular y de apoyo a la burguesía nacional y clerical, aportando incluso personal profesional para apoyar sus medidas económicas, como también para la propaganda política dentro de los medios de comunicación controlados por el Estado. Incluso le aporta interrogadores políticos en las prisiones, continuando con la posición de cuestionar cualquier movilización popular de las masas que denuncie al régimen de Khomeini.
Por otro lado tenemos la “izquierda islámica” que durante el proceso revolucionario sufre divisiones internas entre un sector mayoritario, los Moudjadhin, que también desenvuelven una política de subordinación -en un primer momento- a Khomeini, para luego terminar adoptando posiciones liberales y republicanas apoyando a la fracción de la burguesía opositora al gobierno de Khomeini, que promueve el imperialismo.
En cambio la fracción minoritaria, los Fedayhin, van adoptar una posición de alianza con el PC iraní en la estrategia de Frente Popular y de subordinación al nacionalismo burgués clerical, mostrando la ausencia de una estrategia de independencia política.
Los trotskistas iraníes estaban nucleados en el Secretariado Unificado (SU) liderado por Mandel. En el número 65 de Intercontental Press (6/12/79), en el capítulo sobre la revolución iraní, Rovere, dirigente del SU, se refiere al papel de Khomeini de la siguiente manera: “una dirección nacionalista burguesa excepcional, es evidente, el comportamiento político de Khomeini, y una parte de la dirección nacionalista burguesa del Consejo de la Revolución. Contrasta, por su radicalización, con el que nos tenían acostumbrados, aún en los tiempos dorados, los Nasser, los Perón, los Arbenz. Ha sido raro ver en este siglo que una dirección nacionalista, burguesa o pequeñoburguesa, llevase hasta tan lejos el enfrentamiento con el imperialismo, ya sea cuando Khomeini, sin interrupción, exigió hasta el fin la partida del Sha y la caída de la dinastía, o cuando cubre, hoy día, con su autoridad, el secuestro del personal diplomático de la primera potencia imperialista del mundo. Puede ser que tengamos que remontarnos a comienzos de la revolución China con la dirección de Sun Yat Sen o las direcciones nacionalistas burguesas de los levantamientos de los años 20 y 30 en Vietnam para encontrar un equivalente”.
A esta posición del SU, sigue la orientación de las tesis del Comité internacional (también conocido como Comité Paritario entre Lambert, dirigente de la OCI de Francia, y Moreno, dirigente del PST de Argentina) de 1981, donde “actualizando” el Programa de Transición, establecen la siguiente caracterización: “el más espectacular de los problemas” de la posguerra, a saber que como norma general y exclusiva “las direcciones pequeños burguesas, burocráticas y contrarrevolucionarias” se han visto obligadas a romper con la burguesía, expropiar y tomar el poder”. Dicho de otro modo, lo que Trotsky consideró como “altamente improbable” fue lo único que se produjo.11Tesis del Comité Internacional, 1981.
Con estas tesis, el SU rompe con la lucha de Trotsky, que en el Programa de Transición denuncia que en la tarea de la construcción de partidos revolucionarios, los reformistas y los estalinistas actúan dentro del campo burgués bloqueando con sus propios métodos, los ascensos revolucionarios. Hecho que se demostró en la figura de Khomeini, al que el PC iraní apoyó abiertamente, siguiendo con la orientación desarrollada por la burocracia soviética, subordinando su actuación a una alianza de clases con el gobierno burgués y clerical.
La posición del SU generó una ruptura de un grupo trotskista en Irán, el Partido Socialista Obrero Iraní (HKS), que se alineó con el morenismo argentino, durante ese proceso.
En 1983, este grupo desarrolla un documento cuestionando la posición oficial del SU y planteando que se expulse a la fracción iraní ligada al Partido Socialista de Trabajadores (SWP) de Estados Unidos, que dentro de la posición mayoritaria del SU, subordinó su política al apoyo de Khomeini. Ese hecho nunca sucedió.
Por otro lado, el HKS, se disuelve a los pocos años posteriores a la revolución. Aunque el documento elaborado en 1983, plantea correctamente una posición crítica a la adoptada por el SU de subordinación al régimen nacionalista burgués clerical, mantiene una posición vacilante y propagandista a la hora de caracterizar el proceso revolucionario de 1979 y los enfrentamientos posteriores entre el imperialismo y el régimen de Khomeini.
En relación a la invasión de Irak sobre Irán, como parte de la avanzada imperialista y de la burocracia soviética sobre la revolución, plantean una posición vacilante y abstencionista. Caracterizan al igual que el PC iraní, la burocracia soviética, china y cubana, que esa guerra solamente favorece al imperialismo. Lo cual siendo cierto, no logran discernir que ha sido instigada por este para voltear el proceso revolucionario iraní. No llaman a enfrentar la invasión con los métodos revolucionarios de la clase obrera.
Otro debate que dividió posiciones sobre la estrategia revolucionaria, tiene que ver sobre la posición y la consigna de la asamblea constituyente. La consigna de Constituyente debía ser levantada para centralizar la lucha que terminará con el régimen del Sha, entrañaba en primerísimo lugar derrocar revolucionariamente al Sha.
En la constitución del PST Iraní, concretada por el SU, el 22 de enero de 1979, a través de la unión de varias organizaciones, declara públicamente: “las reivindicaciones de las masas iraníes no pueden esperar. Es urgente la convocatoria de una Asamblea Constituyente, aún permaneciendo el gobierno de Bajtiar”. Pero el problema consistía, justamente, en que esa era la propuesta del gobierno transicional nombrado por el Sha, que quería desmovilizar a las masas a la espera de elecciones constituyentes (como hizo el pacto entre Piñera y Boric en la Chile revolucionaria del 2019). Los “trotskistas” del SU se colocaban a la derecha de las masas en la lucha decisiva, que 15 días más tarde protagonizaron la insurrección que derribara al régimen del Sha y sus continuadores. No se preparaban para la revolución, sino para una salida electoral. Por eso a las semanas sacan “Una carta de derechos para los trabajadores y campesinos” (26/02/79), donde caracterizan el levantamiento insurreccional de la clase obrera iraní como la apertura de un proceso “constitucional”.
Desde luego, Khomeini una vez en el poder, no convocó a una Asamblea Constituyente Soberana, consciente que en épocas revolucionarias esto entrañaba peligros importantes, si las masas no estaban regimentadas. Por eso, realizó el plebiscito que comentamos más arriba, donde había que elegir entre la continuidad de la Monarquía o la instauración de una República Islámica. Una maniobra bonapartista antidemocrática. Porque no se decía que política y medidas iba a adoptar la República Islámica. “Ganado” el plebiscito, el régimen de Khomeini utilizó una Asamblea Constituyente ultraamañada y digitada a dedo, durante el mes de agosto, para desviar el proceso revolucionario y avanzar en un plan antidemocrático y de tutela de gobierno de liderazgo personal y de la jerarquía shiita.
El proletariado iraní, en su turbulenta historia, expresó una gran combatividad (así lo reflejamos en estos artículos), pero la ausencia de un programa revolucionario, impidió la oportunidad de transformar esa combatividad y coraje, en el triunfo definitivo de la revolución.
El sionismo y la revolución iraní
Es importante destacar que el proceso revolucionario iraní, dislocó el mapa del “ordenamiento” imperialista en Medio Oriente. El imperialismo norteamericano y mundial, con Israel como su principal aliado en la zona, busco impedir que la triunfante revolución iraní se profundizara y extendiera a otros países de la región.
Las relaciones entre Israel e Irán también sufrieron fuertes cambios luego de la revolución. Durante el gobierno del Sha las relaciones fueron cordiales y se establecieron acuerdos comerciales, en la cual Irán le vendía a Israel petróleo más barato. Al mismo tiempo Israel colaboraba en la provisión de armas al gobierno del Sha, desarrollando un programa armamentístico.
Khomeini, durante el proceso revolucionario rompe relaciones con Israel. “El nuevo régimen de los ayatollahs rompió las relaciones con Israel, dejó de reconocer la validez del pasaporte de sus ciudadanos y se apoderó de la embajada israelí en Teherán para cedérsela a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), que entonces lideraba la lucha por un Estado palestino contra el gobierno israelí.”12Ver: https://www.bbc.com/mundo/articles/c720pdj046ro Al mismo tiempo en Teherán se promoverán masivas movilizaciones, con el aval del régimen, en apoyo a la causa palestina.
Aunque en 1981, en el medio de la invasión de Irak sobre Irán, Israel (enfrentado en ese momento a Hussein) realiza un ataque aéreo a un reactor nuclear iraquí en la instalación de Osirak, favoreciendo circunstancial e indirectamente a la posición iraní en la guerra, poco después vuelve la enemistad entre Israel y el régimen iraní que tiene como disputa principal el control político de los gobiernos y regímenes políticos en Medio Oriente.
El giro regimentador impulsado por Khomeini, conllevó a un retroceso de las luchas obreras en Irán y la consolidación de un régimen reaccionario, basado en el peso del islamismo y de una burguesía nacionalista que busca retomar una relación de “normalización” y complicidad con el imperialismo.
Pero el imperialismo que es la reacción en toda la línea (como decía Lenin): pretende un cambio de régimen para imponerse plenamente. Ese es el objetivo sionista/imperialista hoy en día, en sus ataques a Irán, como maniobras políticos/militares en la evolución hacia una guerra mundial.