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Hospital Garrahan: ¿Qué significado tiene y cómo se organizó la huelga contra el ajuste de Milei?

Primera parte

Hospital Garrahan: ¿Qué significado tiene y cómo se organizó la huelga contra el ajuste de Milei?

Primera parte

Al momento de escribir este artículo venimos de realizar la movilización más importante de la historia del Hospital Garrahan, en un conflicto que crece entre sus trabajadores y el gobierno de Milei. La lucha de nuestro hospital conmovió a amplios sectores, empezando por las familias de cientos de miles de niños que se atienden anualmente. Organizaciones sindicales, estudiantiles, piqueteras y de jubilados fueron parte de una enorme movilización, acompañados por los trabajadores de salud de distintas jurisdicciones y hospitales del país. En distintos puntos del Interior se hicieron actos al mismo tiempo que la multitudinaria columna del hospital ingresaba a Plaza de Mayo, el jueves 17 de julio. Tras esta histórica marcha, nos dispusimos a convocar un Cabildo Abierto de la Salud el sábado 2 de agosto del que puedan salir nuevas instancias que extiendan la lucha por la defensa del Garrahan y de la salud pública a nivel nacional.

No sabemos cuál será el desenlace de esta importante lucha, pero sí podemos indagar en relación a qué conclusiones parciales se pueden extraer. ¿Qué elementos de nuestro conflicto valen ser analizados con detenimiento? ¿Hay lecciones? ¿Cuáles son? ¿Qué podemos aportar los trabajadores del Garrahan a la lucha de clases en nuestro país? 

La llegada de Milei al poder y su política de ajuste en la salud 

Dentro y fuera del hospital, una y otra vez, surge una legítima pregunta: ¿cómo puede ser que los trabajadores hayan apoyado a quien, sin disimulo, se presentaba como su más bestial verdugo? Están quienes se equivocan creyendo que los votantes dieron un apoyo cerrado a una serie de puntos programáticos que el “anarcolibertarismo”, en su versión más ultraderechista y exagerada, ofreció al electorado. Están quienes olvidan o justifican el ajuste hecho por el gobierno anterior. Están quienes culpan (tal vez sea esto lo más dañino) a los votantes de Milei y así impugnan siquiera el diálogo con ellos, celebran el daño cometido como si no los afectase y justifican su propia quietud a partir del hecho de no haberlo votado. 

Aún siendo múltiples las razones que explican el ascenso de Milei, existe cierto consenso en que tanto su excéntrica candidatura, como su victoria fueron la expresión de una fuerte crisis del régimen democrático burgués. El peronismo fue uno de los mayores aportantes a este desplome político, no sólo por ser el signo partidario predominante en los últimos cuarenta años de democracia, sino por ser protagonista de la fracasada experiencia de gobierno previa al mileísmo. Ya volveremos a esto y lo analizaremos en detalle. 

La llegada de Javier Milei, vino con una serie de etiquetas. Entre ellas, y asumiendo el sentido estratégico de su gestión, estaba la de ser un “anarcocapitalista”. Se presentó abiertamente como un agente del capital financiero, y al mismo tiempo planteó la tarea de “destruir el Estado desde adentro”. Lejos de llevar adelante ese “mandato del cielo”, Milei se encargó de confirmar el carácter más elemental del Estado: ser un instrumento de dominación del capital monopólico. Al contrario de su sentido “antiestatista”, Milei le dio vida al Estado en una variante aún más represiva y autoritaria, dejando al descubierto el contenido patronal y antiobrero que posee. Con leyes completamente antipopulares y militarizando las calles, se encargó de imponer no sólo un ajuste a requerimiento de la coyuntura y sus intereses político-electorales, sino que centralmente lo hizo con el interés de imponer una nueva relación de fuerzas en la explotación entre las clases sociales, aún más desfavorable para los trabajadores. 

La salud pública viene bastardeada desde hace años. Las políticas de la dictadura de descentralizar el sistema de salud –pasando hospitales a las provincias y municipios- en favor de reducir los presupuestos nacionales, fueron continuadas y profundizadas durante el menemismo, teniendo por correlato la precarización y tercerización de los trabajadores. Los gobiernos peronistas y macristas que sucedieron a la crisis del 2001, lejos de revisar el menemismo, se encargaron de confirmar esta dirección, allanando el camino para una mayor privatización y el arancelamiento que profesan y ejecutan los libertarios hoy. 

Frente al rumor de hacer, como hizo el macrismo, del ministerio de Salud una secretaría, Milei anunció antes de asumir que seguiría siendo un ministerio. Fueron los laboratorios quienes presionaron para que la cartera de Salud mantenga su jerarquía, conscientes de la presencia de nuevos y jugosos negociados. El primer ministro fue Mario Russo, funcionario del peronismo massista y del macrismo que luego devino en libertario. Su carta de presentación fue “descentralizar completamente el sistema de salud pública”, y ante la primera crisis sanitaria con que se topó, el crecimiento de casos de infectados de dengue, dio una solución tan ridícula como alineada al ajuste: “no usar pantalones cortos” (para que los mosquitos no nos piquen en las piernas). Los primeros despidos que ejecutó fueron en el Hospital Posadas -cuna impuesta de contratados y precarización laboral de todos los gobiernos- en medio del ataque general a los trabajadores estatales que impuso Milei. Finalmente, Russo fue expulsado por el gobierno en medio de los paros de residentes nacionales y el conflicto de los trabajadores del Garrahan. A los médicos residentes les prometió un aumento que luego el ministro de economía, Caputo, no autorizó, profundizando la crisis en la cartera. Su reemplazo fue otro Mario, en este caso Lugones, un hombre del sector privado y las prepagas. 

Lugones asumió su gestión planteando la “privatización de los hospitales nacionales”. Lo hizo haciendo la excepción del Garrahan, pero definiendo un fuerte desfinanciamiento para la principal institución pediátrica del país. A escasos metros de nuestro hospital, se encuentra el nosocomio de salud mental Laura Bonaparte, aquí apuntó Lugones planteando su cierre a fin del 2024. Los trabajadores respondieron inmediatamente, desbordando la parálisis de las burocracias sindicales, logrando tras un importante acompañamiento de movilización externa, que el gobierno retroceda. Sin embargo, a principios de este año, pudo avanzar con la expulsión de más de 200 trabajadores, dejando al Bonaparte resentido en sus posibilidades de atención. Esta ola de despidos se completó en otras áreas de salud como el propio Ministerio, cerrando incluso programas sanitarios, y en otros hospitales nacionales como el Baldomero Sommer, de General Rodríguez. 

El plan de Lugones queda a la vista. La salud se concibe en los términos en los que el gobierno y el capital definen el conjunto de las políticas públicas. Se impulsa el desfinanciamiento, el vaciamiento y potencial cierre de hospitales y programas sanitarios en función de reducir el gasto público y al mismo tiempo alimentar el ascendente negociado privado, que incluye laboratorios, clínicas y prepagas. Su plan, que apunta al completo arancelamiento de las prestaciones de salud, afecta no sólo a aquellos trabajadores que no tienen obras sociales, sino al conjunto de la clase, que deberán costear prestaciones que antes tenían una cobertura total o al menos parcial. “No se puede decir que todo el mundo tiene derecho a todo”, afirmó Lugones en su momento. Hoy lo lleva adelante encareciendo las prestaciones a los discapacitados y la medicación a los jubilados, o directamente afectando las posibilidades de atención de los niños del Garrahan, quienes padecen las patologías más complejas. Es un plan criminal. 

Las luchas contra Alberto y las conquistas obtenidas

Los trabajadores del Garrahan hemos cerrado la boca a ciertos cuestionamientos de la prensa oficialista. “¿Ahora se acuerdan de reclamar salarios? ¿Por qué no lo hicieron en el gobierno de Alberto?”, acusan incisivos los voceros oficiales. Lo que podría ser un problema para gran parte de los dirigentes de la burocracia sindical, para los trabajadores del Garrahan la respuesta resulta simple, sencilla: “luchamos contra todos los gobiernos, al de Alberto le hicimos paro durante toda su gestión”. Automáticamente, surge el silencio y cambian de tema.

Durante los cuatro años que duró el gobierno de Alberto Fernández se imprimió un duro ajuste a los trabajadores, con promesas cada vez más vagas de impulsar una política en favor de las mayorías populares. La verborragia del gobierno contra la agrícola exportadora Vicentín duró el tiempo que tardó la Sociedad Rural en llamar telefónicamente al entonces presidente. Frente al FMI, el peronismo de Unión por la Patria, con matices internos, adoptó el lugar de alumno aplicado a la búlgara Kristalina Gueorguieva. Dirigentes de los movimientos sociales y los sindicatos se “cobraron” su apoyo electoral a Alberto adquiriendo lugares en ministerios y secretarías, algunas de relevancia, otras creadas para la ocasión. El pacto incluyó retirarse de las calles y bajar cualquier reclamo en nombre de los puestos estatales conquistados. Así, la inflación devoró los salarios, creció la informalidad laboral y la pobreza. Todo con la cómplice mirada de los burócratas sindicales y barriales. 

En Salud la crisis se escribió con mayúsculas. En medio de una pandemia que tuvo conmocionado al mundo a partir de marzo de 2020, el sistema vio sus enormes y profundas fisuras, con hospitales destruidos, camas reservadas a quien pueda pagar la atención y trabajos que se realizaban bajo precarias condiciones y por remuneraciones salariales de pobreza. Alberto Fernández llamó a aplaudir a los trabajadores de salud, resaltando el heroísmo que representaba la labor realizada. Sin embargo, la demagogia no compensó los bolsillos vacíos de los trabajadores de salud. En octubre del 2020, UPCN firmó una paritaria de 7% con el gobierno de Alberto, la bronca del conjunto de los trabajadores explotó en un cuadro de salarios por debajo de las pautas inflacionarias crecientes. La Argentina tuvo ese año la segunda inflación más elevada de América Latina. 

Como nunca antes, distintas profesiones y turnos del Hospital se volcaron a la huelga por aumento salarial y el reconocimiento económico de una “esencialidad” que sólo será aludida para impugnar el derecho a huelga. Así, de cara a la elección presidencial del 2023, el Hospital tuvo luchas por salario en el año 2020 y el 2021. En ese contexto, si bien no se pudo frenar el ajuste salarial del gobierno, sí se consiguieron bonos e incrementos de los recursos genuinos, ítem que perciben los trabajadores producto de los ingresos propios del Hospital, ya sea por obras sociales, prepagas y demás prestaciones. También se consiguió la licencia por estrés de cinco días hábiles. En el 2023, las enfermeras franqueras impulsaron importantes paros contra la ilegal jornada de 14 hs. de los fines de semana y feriados (SaDoFe), logrando la reducción a 12 hs. por jornada laboral. 

Los responsables del ascenso de Milei

Mientras los trabajadores del hospital luchaban contra el ajuste del gobierno de Alberto, Cristina y Massa, la burocracia sindical, representada en el Hospital centralmente por UPCN y SUTECBA, aplicaba la misma política que el conjunto de las burocracias enroladas en la CGT y en la CTA. Es decir, firmaban paritarias a la baja en nombre de su integración al gobierno nacional y los distintos gobiernos provinciales. “Luchar es hacerle el juego a la derecha”, repetían hasta el cansancio. Esta dirigencia, tanto dentro como fuera del hospital, deslegitimó el rol de los sindicatos y las organizaciones sociales como defensoras de los intereses de los trabajadores, aprovechado esto por la propia derecha.

Volvamos a la pregunta inicial. Incluso, sabiendo que una encuesta en el hospital revelaría que el voto a Milei fue mayoritario en el balotaje, preguntémonos nuevamente: ¿por qué ganó Milei en el Hospital? La experiencia vivida con los ataques y la desaprensión del gobierno de Alberto-Cristina-Massa contra la salud pública y el Garrahan y las duras luchas que tuvieron que desarrollar fueron, sin duda, un factor de relevancia para los trabajadores del Garrahan. Pocos días antes de las elecciones, UPCN empapeló el hospital con afiches de campaña electoral con el rostro de Massa. Luego de largos años de quietud, el sindicato que firmaba paritarias a la baja, llamaba a votar al ministro de Economía artífice del más reciente ajuste contra los trabajadores. Si existían dudas sobre el voto, UPCN daba un empujoncito para optar contra lo “malo conocido”. Estaba claro que la mayoría de los trabajadores no iban a apoyar la fórmula contra la que venían de protagonizar fuertes luchas, incluyendo persecuciones y descuentos a los propios huelguistas. El peronismo, una vez más, allanó el camino del voto a la derecha, en esta oportunidad en su versión más cipaya, antiobrera y reaccionaria.

Ahora bien, independientemente de a quienes votaron los trabajadores del hospital, la burocracia sindical opera como correa de transmisión de la democracia burguesa. Acompaña la lógica “democrática” de votar y resignarse durante cuatro años a la política de quien ganó las elecciones, mientras que la explotación que los trabajadores viven todos los días sólo podrá ser enfrentada bajo el ejercicio de la lucha de clases. 

La respuesta de los trabajadores al ajuste de Milei 

Pocos días antes de asumir Milei, en una de las tantas reuniones que alternan entre el primero y el segundo día cada semana, los delegados de la Junta Interna de ATE en el Garrahan discutimos qué significaba el ascenso libertario, qué apoyo iba a tener entre los trabajadores del Hospital y cómo teníamos que organizarnos. Se discutió un volante y se mandó a hacer un pasacalle, con un mensaje concreto, directo, que fue resuelto por unanimidad. El texto debía ser preciso: “En el Garrahan la motosierra de Milei no pasará. Con la lucha defenderemos la salud pública”. El pasacalle aún está colgado en las rejas del ingreso de personal del hospital, que se encuentra en Combate de los Pozos 1881. Más allá de su mala calidad, la arpillera de plástico supo tolerar las altas y bajas temperaturas, el viento y la lluvia. Lo más sorprendente fue que tras largos meses, ningún funcionario de gobierno, ni burócrata sindical, atinó siquiera a correr el pasacalle, moverlo, arrancarlo o escracharlo. Hoy, la frase y la arpillera son parte de la reconocida huelga que impulsan los trabajadores del Garrahan contra el gobierno de Javier Milei y su motosierra. 

Señalar la cronología previa, las luchas que se libraron antes de la llegada de Milei, no es un capricho. Por un lado, como intenté describir, explica las razones políticas del ascenso libertario, pero por otro busca retratar cómo nos preparamos para su arribo. Si bien es cierto que a poco de asumir, los primeros meses de 2024, existía una expectativa (así sea de corto alcance) de la mayoría de los trabajadores en la gestión de Milei, quienes teníamos claro lo nocivo que resultaba este personaje ultraderechista, sostuvimos las recorridas y la paciente explicación de por qué no debíamos tener paciencia frente a un gobierno de naturaleza profundamente antiobrera. Al principio, en muchas salas y servicios nos corrían el rostro, se levantaban y se iban, o incluso lanzaban abiertas defensas al gobierno de Milei. Muchas veces, los trabajadores justificaban las políticas de ajuste libertarias bajo el único argumento de señalar el desastre del gobierno anterior. 

Sin embargo, ya para mediados del 2024, gran parte de los trabajadores comprendieron que la destrucción de sus salarios y el desfinanciamiento del Garrahan, no se corresponden con ninguna reparación del ajuste anterior, sino más bien su profundización. De asambleas pequeñas, pasamos a asambleas importantes. Frente al descontento reinante, no había nada que inventar, sólo retomar los métodos obreros fundamentales que en nuestro Hospital ya resultan tradicionales: asamblea, paro y movilización. A diferencia de otros lugares de trabajo, en el Garrahan no reinó la pasividad de la pandemia y la conciliación con Alberto, que la burocracia sindical reglamentó durante cuatro años. Este es un factor fundamental. La lucha contra Milei no nació de un repollo. 

Los trabajadores del Hospital desafiaron el proverbio peronista recitado por los burócratas de la CGT y las CTAs que dice que “luchar contra el ajuste de un gobierno peronista, es hacerle el juego a la derecha.” La derecha ascendió justamente por no luchar contra el ajuste. La confusión mileista se impuso por hacer de las organizaciones obreras, piqueteras y de lucha, colaterales estatales, que lejos de estar al servicio de los trabajadores, estaban al servicio del ajuste. Cabe remarcar este contraste entre la orientación de una Junta Interna clasista y la de la burocracia sindical, justamente porque la experiencia de lucha recientemente anterior se puso inmediatamente al servicio de la resistencia contra el ataque y la política de Milei. 

Así, una vez que creció el descontento general de los trabajadores del Garrahan frente a la política de Milei, no sólo se abrieron debates en los sectores de trabajo, sino que automáticamente se convocaron instancias generales de deliberación y medidas de acción directa. Nuestra Junta Interna de ATE durante años tuvo la política de unificar las asambleas para todos los trabajadores del Hospital, sin importar su afiliación, y bajo la convocatoria conjunta de los sindicatos que salen a luchar. La Asociación de Profesionales, bajo una conducción de izquierda, respondió afirmativamente al llamado de unificar, siendo hoy un hecho incuestionable la convocatoria común de las asambleas. Fue así que en agosto y septiembre del 2024 se pusieron en marcha las instancias de deliberación en términos masivos, y en coordinación con el sector de Autoconvocados (en general profesionales médicos y no médicos) se convocaron distintos paros y movilizaciones. 

Hubo paros de 24 y de 48 horas, de los turnos diurnos y los turnos nocturnos, y del combativo turno franquero, que venía de conseguir el histórico reclamo de las 12 hs de jornada. Con la participación de enfermeros y médicos, de las áreas técnicas, auxiliares, docentes, ayudantes y operarios, se hicieron movilizaciones a Plaza de Mayo, al ministerio de Salud y al Congreso. A su vez, la lucha arrancó con un reclamo muy preciso: salario mínimo igual a la canasta familiar. De este modo, el Garrahan no sólo marcaba el camino por el método de lucha para enfrentar a Milei, sino por el contenido: la reivindicación central era nada más y nada menos que un salario que alcance el costo de vida de una familia, definido bajo los precisos cálculos de la Junta Interna de ATE INDEC, a cargo de esta medición bajo los distintos gobiernos. A esta petición elemental se sumó el pase a planta de los más de 400 contratados, el pase al tramo profesional de licenciados de enfermería, instrumentación y bioimágenes, junto con el reconocimiento de la insalubridad hospitalaria. 

En medio de la huelga asumió Mario Lugones. Su primera acción fue el pedido de renuncia al Consejo de Administración del Garrahan. ¿La razón? En un cuadro de paritarias miserables para los estatales, el Garrahan conseguía un bono de $500.000. El paro y la movilización dieron sus primeros frutos, y Lugones tuvo que actuar despidiendo al Consejo, con los doctores Imventarza y Elmeaudy a la cabeza (quienes se encargaron de administrar el ajuste mileista hasta ese momento), bajo la preocupación de que esta primera conquista resultara un antecedente favorable para los trabajadores de otros centros de salud, idea que aterraba al gobierno. La expulsión vino acompañada con el rumor de que peligraba el pago del bono. En medio del paro, una masiva asamblea resolvió que si el bono no era acreditado al día siguiente, la medida de fuerza de 24 hs se extendería. El gobierno reculó e inmediatamente depositó el dinero. 

El 2024 culminó con diez paros al gobierno y decenas de movilizaciones, que incluyeron multitudinarios “abrazos” al hospital. En esta lucha se logró gestar la unidad de los trabajadores del Hospital. Trabajadores de distintas profesiones, con diferentes orígenes y realidades sociales, pudieron reconocerse en la lucha como parte de una misma clase, bajo intereses comunes. Una vez más se pudo comprobar que tanto los funcionarios, como su gobierno, eran los máximos responsables de los salarios a la baja y el vaciamiento del hospital. Multitudinarias y combativas movilizaciones se dirigieron a distintos centros del poder político, señalando la responsabilidad de Milei, Lugones y el propio Caputo. Al mismo tiempo, una vez más quedó en evidencia el rol de la burocracia sindical de UPCN y SUTECBA, oficialistas gobierne quien gobierne.

En diciembre, en medio del receso de vacaciones, las medidas de fuerza se suspendieron sin que se abandonara la lucha. Fue entonces que el gobierno tuvo nuevamente que ceder y otorgar un incremento de 15% bajo el ítem de Alta Complejidad. Sin resolver el problema de fondo, el Garrahan rompía el techo salarial del 1% y 2% que UPCN firmaba con Milei a nivel nacional. 

Una lucha en desarrollo

El puntapié inicial de la lucha de este año se dio en abril, siendo los residentes nacionales quienes reclamaron un aumento salarial similar al sostenido por la planta del hospital. Con salarios que rondaban los $850.000, los residentes iniciaron una serie de medidas de fuerza, que a los pocos días se transformó en una huelga por tiempo indeterminado sin guardias. La contundencia de la medida adquirió rápidamente la atención de la prensa, y al mismo tiempo dio un nuevo impulso a la lucha de todos los trabajadores del Hospital. La asamblea general que se venía desarrollando desde el año anterior fue convocada de urgencia, con la participación de todos los sectores, incluso de los profesionales autoconvocados, quienes el año anterior no venían siendo parte de su convocatoria. 

A partir de ese momento, se votaron medidas de fuerza de mayor contundencia que atemorizaron al gobierno. Los residentes recibieron un aumento de $300.000, en carácter de bono, y tras rechazarlo por insuficiente fueron amenazados con despidos. Si bien se intentó unificar la lucha de la planta y los residentes en una única asamblea, hasta el momento no se logró aún esa unidad. Atento a la división, el gobierno supo avanzar contra los residentes, logrando que estos se bajen parcialmente de las medidas de fuerza, arremetiendo con una nueva instancia de precarización, transformando las residencias nacionales en becas, bajo salarios aún más miserables. 

Fue así que el conflicto del Garrahan pasó a tener relevancia nacional. Médicos, enfermeros, técnicos, recorriendo los estudios de televisión, explicando al país que los salarios a la baja en el Hospital, con tramos iníciales de todas las profesiones por debajo de la línea de pobreza, derivaron en más de doscientas renuncias. El gobierno se posicionó sobre el conflicto del Garrahan, empezando por el vocero Adorni, siguiendo por las diputadas Lemoine y Santillán, para terminar con el ataque del propio ministro Lugones y el presidente Milei. Todos repiten una serie de vulgares insultos a los trabajadores, diciendo que los huelguistas somos “ñoquis”, que en otros países “los residentes no tienen salario” y demás agravios. 

Sin embargo, por mayores ataques que impulsó el gobierno, la llamada “opinión pública” aún continúa del lado de los trabajadores del Hospital. Decenas de familiares se acercan a la huelga, toman el micrófono y defienden al personal que actualmente atiende, que salvó o hizo lo imposible por salvar la vida de sus hijos. Que periodistas que ofician como voceros del gobierno no puedan abrir fuego contra los trabajadores del Garrahan es sintomático. TN, La Nación+ y América 24 no pueden hacerse eco de las operaciones oficialistas, no sólo por lo burdas que resultan las maniobras libertarias, sino porque el apoyo popular al día de hoy es demoledor. Desesperado, el gobierno puso a Candelaria Perelli, una empleada de Santiago Caputo, al frente de la oficina de prensa del Hospital, transformando los comunicados hospitalarios en posteos de contenido similar al empleado por los twitteros libertarios. Al mismo tiempo, esta oficina se encargó de censurar la presencia de distintos medios que se acercaron al conflicto.

Hasta el momento, todos los intentos del gobierno por deslegitimar el reclamo cayeron en el vacío. Incluso, la imagen de Lugones apoyando una motosierra en la mesa del ministerio de salud junto a su par norteamericano Robert F. Kennedy, no tuvo la misma aceptación que otras bravuconadas oficialistas. La motosierra asociada al ajuste que se lleva adelante en el Garrahan ya no es divisada como una lucha de Milei contra la casta, sino que es vista como lo que verdaderamente es: un ataque a los niños que sufren las patologías más tremendas que se puedan imaginar. 

La punta del iceberg

Ahora bien, ¿por qué la lucha del Garrahan adquirió esta notoriedad? Muchos creen y repiten que lo consiguió por el simple hecho de ser el hospital pediátrico más reconocido del país, lo que lo ubicaría por encima de otras causas populares, de otras luchas contra Milei que quedaron aisladas y terminaron en una derrota, a espaldas del pueblo. Sin dudas, el prestigio del hospital Garrahan es clave. Es un hospital de alta complejidad, en el que se atienden niños que son derivados de distintos puntos del país, e incluso del extranjero. El Garrahan tiene una red de intervención tan amplia que le otorga un prestigio de la misma extensión, que lo vincula positivamente con las masas populares de nuestro país. Sin embargo, reducirlo a esto solo es un error.

Luego de meses de conflicto, la simpatía popular por la lucha de los trabajadores del Garrahan no para de crecer. Pero para que haya simpatía a la lucha del hospital, primero que nada tiene que haber una lucha. Como vimos, en el Hospital se viene preparando esta pelea desde hace tiempo, incluso desde antes de que asuma este gobierno. La experiencia reciente nos permitió tomar como propios una serie de métodos de lucha que resultan decisivos a la hora de enfrentar un gobierno tan antiobrero como este, contrastando con lo ofrecido por la burocracia sindical. Mientras cegetistas y ceteistas promueven que “no se puede” luchar contra un gobierno como el de Milei (luego de decir que, por otras razones, no se podía contra un gobierno como el de Alberto) nosotros planteamos lo contrario: sí se puede y sí se debe luchar. En esto mismo es que los laburantes del Garrahan recogen también el apoyo del resto de los trabajadores y el pueblo. Es decir, no sólo impacta la imposibilidad de que los niños no sean atendidos, sino que también lo hace la decisión y el contenido que los trabajadores del hospital hemos dado a esta lucha. 

Frente a paritarias firmadas a espaldas de los trabajadores, frente a paros generales digitados para “descomprimir” la bronca existente (sin preparación ni perspectiva) y no para ganar una reivindicación sentida, en el Garrahan se definieron medidas de lucha en asamblea bajo el común interés de los propios trabajadores, con debates sobre cómo actuar y construir un plan de lucha. Pero al mismo tiempo, la lucha del Garrahan tiene por reclamos concretos el salario igual a la canasta familiar (consigna que aterra tanto al gobierno como a la burocracia sindical), el pase a planta de contratados, el reclamo de mayor presupuesto, y sobre estos ejes se plantea la defensa de la salud pública. Es decir, aquí no se defiende la “salud pública” en el vacío, como una defensa del sistema precedente, que habilite la incursión de actores ajenos a nuestros intereses, sino sobre la base de peticiones al gobierno que tampoco fueron resueltas por los gobiernos anteriores. 

Esto es relevante, porque en un conflicto de semejante envergadura, no sólo las jefaturas sino también ciertos bloques patronales operan todo el tiempo para desviar nuestras reivindicaciones y el contenido de clase de nuestra lucha. Se interesan porque no haya reclamos precisos y porque estos se manifiesten en otros terrenos, “institucionales”, alejados de la asamblea y la huelga. Lo intentan hacer ajustadores de otros colores, aliados a este gobierno en el Congreso, o la propia burocracia sindical adaptada al gobierno de Kicillof, que promueve la crítica a Milei como medio para tapar la destrucción hospitalaria en la provincia de Buenos Aires. 

Es por eso que la lucha del Garrahan tiene una enorme potencialidad. Su dirección clasista en unidad con la creciente simpatía popular resulta de enorme valor para organizar un amplio frente de lucha y enfrentar al gobierno de Milei. La burocracia sindical, la oposición política peronista y de otros sectores patronales, se interesan por salir en la foto del Hospital luchando, de la comunidad acompañando a trabajadores y familiares. Por todos los medios, se esfuerzan por no quedar por fuera de esta corriente de simpatía popular. Necesitan un mínimo de legitimidad en el cuadro de absoluto descreimiento que los ha llevado al fracaso en todos los terrenos. Pero no encaran una lucha nacional, real, en defensa de la salud pública contra la política de ajuste fondomonetarista que está desarrollando el régimen mileista.

Se ha dicho que el Garrahan es la punta del iceberg. Esta analogía plantearía que debajo de la superficie oceánica se encuentra un bloque de hielo infinitamente mayor de luchas y conflictos que no se divisan aún por no haber tenido un apoyo popular considerable. Resulte o no exagerada, es una analogía que vale la pena ser rescatada para los fines que nos debemos proponer. La lucha del Garrahan, sus posibilidades de victoria, resultan de interés para aquellos trabajadores que siguen a diario el conflicto. Es por eso que debemos empeñar nuestros esfuerzos por ampliar la solidaridad y la intervención de los trabajadores por su triunfo. Hacerlo implica desarrollar la lucha con otros sectores como los jubilados, los docentes y estudiantes, los obreros despedidos y aquellos que resisten frente a los cierres de fábricas, etc. Debemos hacer emerger el bloque entero del iceberg por encima de la superficie, imponiéndose los métodos y la perspectiva de lucha de nuestra clase. 

Si queremos cumplir la tarea que nos propusimos en esa bolsa arpillera a fines del 2023 -“la motosierra de Milei en el hospital no pasará”- debemos elevar nuestra lucha a una instancia de lucha general de los trabajadores contra el gobierno. Si decimos que es Milei o la salud, es Milei o la educación, es Milei o los jubilados, si es Milei o los trabajadores, debemos desarrollar una lucha decisiva para terminar con el gobierno. La lucha del Garrahan puede ser un aporte para desarrollar una huelga general por el incremento salarial, la reincorporación de los despedidos, el aumento de las jubilaciones y demás reivindicaciones (salud, educación, etc.), es decir que aglutine los elementales reclamos para terminar no sólo con la política de ajuste del gobierno, sino con el régimen de la motosierra.

Al momento de escribir este artículo venimos de realizar la movilización más importante de la historia del Hospital Garrahan, en un conflicto que crece entre sus trabajadores y el gobierno de Milei. La lucha de nuestro hospital conmovió a amplios sectores, empezando por las familias de cientos de miles de niños que se atienden anualmente. Organizaciones sindicales, estudiantiles, piqueteras y de jubilados fueron parte de una enorme movilización, acompañados por los trabajadores de salud de distintas jurisdicciones y hospitales del país. En distintos puntos del Interior se hicieron actos al mismo tiempo que la multitudinaria columna del hospital ingresaba a Plaza de Mayo, el jueves 17 de julio. Tras esta histórica marcha, nos dispusimos a convocar un Cabildo Abierto de la Salud el sábado 2 de agosto del que puedan salir nuevas instancias que extiendan la lucha por la defensa del Garrahan y de la salud pública a nivel nacional.

No sabemos cuál será el desenlace de esta importante lucha, pero sí podemos indagar en relación a qué conclusiones parciales se pueden extraer. ¿Qué elementos de nuestro conflicto valen ser analizados con detenimiento? ¿Hay lecciones? ¿Cuáles son? ¿Qué podemos aportar los trabajadores del Garrahan a la lucha de clases en nuestro país? 

La llegada de Milei al poder y su política de ajuste en la salud 

Dentro y fuera del hospital, una y otra vez, surge una legítima pregunta: ¿cómo puede ser que los trabajadores hayan apoyado a quien, sin disimulo, se presentaba como su más bestial verdugo? Están quienes se equivocan creyendo que los votantes dieron un apoyo cerrado a una serie de puntos programáticos que el “anarcolibertarismo”, en su versión más ultraderechista y exagerada, ofreció al electorado. Están quienes olvidan o justifican el ajuste hecho por el gobierno anterior. Están quienes culpan (tal vez sea esto lo más dañino) a los votantes de Milei y así impugnan siquiera el diálogo con ellos, celebran el daño cometido como si no los afectase y justifican su propia quietud a partir del hecho de no haberlo votado. 

Aún siendo múltiples las razones que explican el ascenso de Milei, existe cierto consenso en que tanto su excéntrica candidatura, como su victoria fueron la expresión de una fuerte crisis del régimen democrático burgués. El peronismo fue uno de los mayores aportantes a este desplome político, no sólo por ser el signo partidario predominante en los últimos cuarenta años de democracia, sino por ser protagonista de la fracasada experiencia de gobierno previa al mileísmo. Ya volveremos a esto y lo analizaremos en detalle. 

La llegada de Javier Milei, vino con una serie de etiquetas. Entre ellas, y asumiendo el sentido estratégico de su gestión, estaba la de ser un “anarcocapitalista”. Se presentó abiertamente como un agente del capital financiero, y al mismo tiempo planteó la tarea de “destruir el Estado desde adentro”. Lejos de llevar adelante ese “mandato del cielo”, Milei se encargó de confirmar el carácter más elemental del Estado: ser un instrumento de dominación del capital monopólico. Al contrario de su sentido “antiestatista”, Milei le dio vida al Estado en una variante aún más represiva y autoritaria, dejando al descubierto el contenido patronal y antiobrero que posee. Con leyes completamente antipopulares y militarizando las calles, se encargó de imponer no sólo un ajuste a requerimiento de la coyuntura y sus intereses político-electorales, sino que centralmente lo hizo con el interés de imponer una nueva relación de fuerzas en la explotación entre las clases sociales, aún más desfavorable para los trabajadores. 

La salud pública viene bastardeada desde hace años. Las políticas de la dictadura de descentralizar el sistema de salud –pasando hospitales a las provincias y municipios- en favor de reducir los presupuestos nacionales, fueron continuadas y profundizadas durante el menemismo, teniendo por correlato la precarización y tercerización de los trabajadores. Los gobiernos peronistas y macristas que sucedieron a la crisis del 2001, lejos de revisar el menemismo, se encargaron de confirmar esta dirección, allanando el camino para una mayor privatización y el arancelamiento que profesan y ejecutan los libertarios hoy. 

Frente al rumor de hacer, como hizo el macrismo, del ministerio de Salud una secretaría, Milei anunció antes de asumir que seguiría siendo un ministerio. Fueron los laboratorios quienes presionaron para que la cartera de Salud mantenga su jerarquía, conscientes de la presencia de nuevos y jugosos negociados. El primer ministro fue Mario Russo, funcionario del peronismo massista y del macrismo que luego devino en libertario. Su carta de presentación fue “descentralizar completamente el sistema de salud pública”, y ante la primera crisis sanitaria con que se topó, el crecimiento de casos de infectados de dengue, dio una solución tan ridícula como alineada al ajuste: “no usar pantalones cortos” (para que los mosquitos no nos piquen en las piernas). Los primeros despidos que ejecutó fueron en el Hospital Posadas -cuna impuesta de contratados y precarización laboral de todos los gobiernos- en medio del ataque general a los trabajadores estatales que impuso Milei. Finalmente, Russo fue expulsado por el gobierno en medio de los paros de residentes nacionales y el conflicto de los trabajadores del Garrahan. A los médicos residentes les prometió un aumento que luego el ministro de economía, Caputo, no autorizó, profundizando la crisis en la cartera. Su reemplazo fue otro Mario, en este caso Lugones, un hombre del sector privado y las prepagas. 

Lugones asumió su gestión planteando la “privatización de los hospitales nacionales”. Lo hizo haciendo la excepción del Garrahan, pero definiendo un fuerte desfinanciamiento para la principal institución pediátrica del país. A escasos metros de nuestro hospital, se encuentra el nosocomio de salud mental Laura Bonaparte, aquí apuntó Lugones planteando su cierre a fin del 2024. Los trabajadores respondieron inmediatamente, desbordando la parálisis de las burocracias sindicales, logrando tras un importante acompañamiento de movilización externa, que el gobierno retroceda. Sin embargo, a principios de este año, pudo avanzar con la expulsión de más de 200 trabajadores, dejando al Bonaparte resentido en sus posibilidades de atención. Esta ola de despidos se completó en otras áreas de salud como el propio Ministerio, cerrando incluso programas sanitarios, y en otros hospitales nacionales como el Baldomero Sommer, de General Rodríguez. 

El plan de Lugones queda a la vista. La salud se concibe en los términos en los que el gobierno y el capital definen el conjunto de las políticas públicas. Se impulsa el desfinanciamiento, el vaciamiento y potencial cierre de hospitales y programas sanitarios en función de reducir el gasto público y al mismo tiempo alimentar el ascendente negociado privado, que incluye laboratorios, clínicas y prepagas. Su plan, que apunta al completo arancelamiento de las prestaciones de salud, afecta no sólo a aquellos trabajadores que no tienen obras sociales, sino al conjunto de la clase, que deberán costear prestaciones que antes tenían una cobertura total o al menos parcial. “No se puede decir que todo el mundo tiene derecho a todo”, afirmó Lugones en su momento. Hoy lo lleva adelante encareciendo las prestaciones a los discapacitados y la medicación a los jubilados, o directamente afectando las posibilidades de atención de los niños del Garrahan, quienes padecen las patologías más complejas. Es un plan criminal. 

Las luchas contra Alberto y las conquistas obtenidas

Los trabajadores del Garrahan hemos cerrado la boca a ciertos cuestionamientos de la prensa oficialista. “¿Ahora se acuerdan de reclamar salarios? ¿Por qué no lo hicieron en el gobierno de Alberto?”, acusan incisivos los voceros oficiales. Lo que podría ser un problema para gran parte de los dirigentes de la burocracia sindical, para los trabajadores del Garrahan la respuesta resulta simple, sencilla: “luchamos contra todos los gobiernos, al de Alberto le hicimos paro durante toda su gestión”. Automáticamente, surge el silencio y cambian de tema.

Durante los cuatro años que duró el gobierno de Alberto Fernández se imprimió un duro ajuste a los trabajadores, con promesas cada vez más vagas de impulsar una política en favor de las mayorías populares. La verborragia del gobierno contra la agrícola exportadora Vicentín duró el tiempo que tardó la Sociedad Rural en llamar telefónicamente al entonces presidente. Frente al FMI, el peronismo de Unión por la Patria, con matices internos, adoptó el lugar de alumno aplicado a la búlgara Kristalina Gueorguieva. Dirigentes de los movimientos sociales y los sindicatos se “cobraron” su apoyo electoral a Alberto adquiriendo lugares en ministerios y secretarías, algunas de relevancia, otras creadas para la ocasión. El pacto incluyó retirarse de las calles y bajar cualquier reclamo en nombre de los puestos estatales conquistados. Así, la inflación devoró los salarios, creció la informalidad laboral y la pobreza. Todo con la cómplice mirada de los burócratas sindicales y barriales. 

En Salud la crisis se escribió con mayúsculas. En medio de una pandemia que tuvo conmocionado al mundo a partir de marzo de 2020, el sistema vio sus enormes y profundas fisuras, con hospitales destruidos, camas reservadas a quien pueda pagar la atención y trabajos que se realizaban bajo precarias condiciones y por remuneraciones salariales de pobreza. Alberto Fernández llamó a aplaudir a los trabajadores de salud, resaltando el heroísmo que representaba la labor realizada. Sin embargo, la demagogia no compensó los bolsillos vacíos de los trabajadores de salud. En octubre del 2020, UPCN firmó una paritaria de 7% con el gobierno de Alberto, la bronca del conjunto de los trabajadores explotó en un cuadro de salarios por debajo de las pautas inflacionarias crecientes. La Argentina tuvo ese año la segunda inflación más elevada de América Latina. 

Como nunca antes, distintas profesiones y turnos del Hospital se volcaron a la huelga por aumento salarial y el reconocimiento económico de una “esencialidad” que sólo será aludida para impugnar el derecho a huelga. Así, de cara a la elección presidencial del 2023, el Hospital tuvo luchas por salario en el año 2020 y el 2021. En ese contexto, si bien no se pudo frenar el ajuste salarial del gobierno, sí se consiguieron bonos e incrementos de los recursos genuinos, ítem que perciben los trabajadores producto de los ingresos propios del Hospital, ya sea por obras sociales, prepagas y demás prestaciones. También se consiguió la licencia por estrés de cinco días hábiles. En el 2023, las enfermeras franqueras impulsaron importantes paros contra la ilegal jornada de 14 hs. de los fines de semana y feriados (SaDoFe), logrando la reducción a 12 hs. por jornada laboral. 

Los responsables del ascenso de Milei

Mientras los trabajadores del hospital luchaban contra el ajuste del gobierno de Alberto, Cristina y Massa, la burocracia sindical, representada en el Hospital centralmente por UPCN y SUTECBA, aplicaba la misma política que el conjunto de las burocracias enroladas en la CGT y en la CTA. Es decir, firmaban paritarias a la baja en nombre de su integración al gobierno nacional y los distintos gobiernos provinciales. “Luchar es hacerle el juego a la derecha”, repetían hasta el cansancio. Esta dirigencia, tanto dentro como fuera del hospital, deslegitimó el rol de los sindicatos y las organizaciones sociales como defensoras de los intereses de los trabajadores, aprovechado esto por la propia derecha.

Volvamos a la pregunta inicial. Incluso, sabiendo que una encuesta en el hospital revelaría que el voto a Milei fue mayoritario en el balotaje, preguntémonos nuevamente: ¿por qué ganó Milei en el Hospital? La experiencia vivida con los ataques y la desaprensión del gobierno de Alberto-Cristina-Massa contra la salud pública y el Garrahan y las duras luchas que tuvieron que desarrollar fueron, sin duda, un factor de relevancia para los trabajadores del Garrahan. Pocos días antes de las elecciones, UPCN empapeló el hospital con afiches de campaña electoral con el rostro de Massa. Luego de largos años de quietud, el sindicato que firmaba paritarias a la baja, llamaba a votar al ministro de Economía artífice del más reciente ajuste contra los trabajadores. Si existían dudas sobre el voto, UPCN daba un empujoncito para optar contra lo “malo conocido”. Estaba claro que la mayoría de los trabajadores no iban a apoyar la fórmula contra la que venían de protagonizar fuertes luchas, incluyendo persecuciones y descuentos a los propios huelguistas. El peronismo, una vez más, allanó el camino del voto a la derecha, en esta oportunidad en su versión más cipaya, antiobrera y reaccionaria.

Ahora bien, independientemente de a quienes votaron los trabajadores del hospital, la burocracia sindical opera como correa de transmisión de la democracia burguesa. Acompaña la lógica “democrática” de votar y resignarse durante cuatro años a la política de quien ganó las elecciones, mientras que la explotación que los trabajadores viven todos los días sólo podrá ser enfrentada bajo el ejercicio de la lucha de clases. 

La respuesta de los trabajadores al ajuste de Milei 

Pocos días antes de asumir Milei, en una de las tantas reuniones que alternan entre el primero y el segundo día cada semana, los delegados de la Junta Interna de ATE en el Garrahan discutimos qué significaba el ascenso libertario, qué apoyo iba a tener entre los trabajadores del Hospital y cómo teníamos que organizarnos. Se discutió un volante y se mandó a hacer un pasacalle, con un mensaje concreto, directo, que fue resuelto por unanimidad. El texto debía ser preciso: “En el Garrahan la motosierra de Milei no pasará. Con la lucha defenderemos la salud pública”. El pasacalle aún está colgado en las rejas del ingreso de personal del hospital, que se encuentra en Combate de los Pozos 1881. Más allá de su mala calidad, la arpillera de plástico supo tolerar las altas y bajas temperaturas, el viento y la lluvia. Lo más sorprendente fue que tras largos meses, ningún funcionario de gobierno, ni burócrata sindical, atinó siquiera a correr el pasacalle, moverlo, arrancarlo o escracharlo. Hoy, la frase y la arpillera son parte de la reconocida huelga que impulsan los trabajadores del Garrahan contra el gobierno de Javier Milei y su motosierra. 

Señalar la cronología previa, las luchas que se libraron antes de la llegada de Milei, no es un capricho. Por un lado, como intenté describir, explica las razones políticas del ascenso libertario, pero por otro busca retratar cómo nos preparamos para su arribo. Si bien es cierto que a poco de asumir, los primeros meses de 2024, existía una expectativa (así sea de corto alcance) de la mayoría de los trabajadores en la gestión de Milei, quienes teníamos claro lo nocivo que resultaba este personaje ultraderechista, sostuvimos las recorridas y la paciente explicación de por qué no debíamos tener paciencia frente a un gobierno de naturaleza profundamente antiobrera. Al principio, en muchas salas y servicios nos corrían el rostro, se levantaban y se iban, o incluso lanzaban abiertas defensas al gobierno de Milei. Muchas veces, los trabajadores justificaban las políticas de ajuste libertarias bajo el único argumento de señalar el desastre del gobierno anterior. 

Sin embargo, ya para mediados del 2024, gran parte de los trabajadores comprendieron que la destrucción de sus salarios y el desfinanciamiento del Garrahan, no se corresponden con ninguna reparación del ajuste anterior, sino más bien su profundización. De asambleas pequeñas, pasamos a asambleas importantes. Frente al descontento reinante, no había nada que inventar, sólo retomar los métodos obreros fundamentales que en nuestro Hospital ya resultan tradicionales: asamblea, paro y movilización. A diferencia de otros lugares de trabajo, en el Garrahan no reinó la pasividad de la pandemia y la conciliación con Alberto, que la burocracia sindical reglamentó durante cuatro años. Este es un factor fundamental. La lucha contra Milei no nació de un repollo. 

Los trabajadores del Hospital desafiaron el proverbio peronista recitado por los burócratas de la CGT y las CTAs que dice que “luchar contra el ajuste de un gobierno peronista, es hacerle el juego a la derecha.” La derecha ascendió justamente por no luchar contra el ajuste. La confusión mileista se impuso por hacer de las organizaciones obreras, piqueteras y de lucha, colaterales estatales, que lejos de estar al servicio de los trabajadores, estaban al servicio del ajuste. Cabe remarcar este contraste entre la orientación de una Junta Interna clasista y la de la burocracia sindical, justamente porque la experiencia de lucha recientemente anterior se puso inmediatamente al servicio de la resistencia contra el ataque y la política de Milei. 

Así, una vez que creció el descontento general de los trabajadores del Garrahan frente a la política de Milei, no sólo se abrieron debates en los sectores de trabajo, sino que automáticamente se convocaron instancias generales de deliberación y medidas de acción directa. Nuestra Junta Interna de ATE durante años tuvo la política de unificar las asambleas para todos los trabajadores del Hospital, sin importar su afiliación, y bajo la convocatoria conjunta de los sindicatos que salen a luchar. La Asociación de Profesionales, bajo una conducción de izquierda, respondió afirmativamente al llamado de unificar, siendo hoy un hecho incuestionable la convocatoria común de las asambleas. Fue así que en agosto y septiembre del 2024 se pusieron en marcha las instancias de deliberación en términos masivos, y en coordinación con el sector de Autoconvocados (en general profesionales médicos y no médicos) se convocaron distintos paros y movilizaciones. 

Hubo paros de 24 y de 48 horas, de los turnos diurnos y los turnos nocturnos, y del combativo turno franquero, que venía de conseguir el histórico reclamo de las 12 hs de jornada. Con la participación de enfermeros y médicos, de las áreas técnicas, auxiliares, docentes, ayudantes y operarios, se hicieron movilizaciones a Plaza de Mayo, al ministerio de Salud y al Congreso. A su vez, la lucha arrancó con un reclamo muy preciso: salario mínimo igual a la canasta familiar. De este modo, el Garrahan no sólo marcaba el camino por el método de lucha para enfrentar a Milei, sino por el contenido: la reivindicación central era nada más y nada menos que un salario que alcance el costo de vida de una familia, definido bajo los precisos cálculos de la Junta Interna de ATE INDEC, a cargo de esta medición bajo los distintos gobiernos. A esta petición elemental se sumó el pase a planta de los más de 400 contratados, el pase al tramo profesional de licenciados de enfermería, instrumentación y bioimágenes, junto con el reconocimiento de la insalubridad hospitalaria. 

En medio de la huelga asumió Mario Lugones. Su primera acción fue el pedido de renuncia al Consejo de Administración del Garrahan. ¿La razón? En un cuadro de paritarias miserables para los estatales, el Garrahan conseguía un bono de $500.000. El paro y la movilización dieron sus primeros frutos, y Lugones tuvo que actuar despidiendo al Consejo, con los doctores Imventarza y Elmeaudy a la cabeza (quienes se encargaron de administrar el ajuste mileista hasta ese momento), bajo la preocupación de que esta primera conquista resultara un antecedente favorable para los trabajadores de otros centros de salud, idea que aterraba al gobierno. La expulsión vino acompañada con el rumor de que peligraba el pago del bono. En medio del paro, una masiva asamblea resolvió que si el bono no era acreditado al día siguiente, la medida de fuerza de 24 hs se extendería. El gobierno reculó e inmediatamente depositó el dinero. 

El 2024 culminó con diez paros al gobierno y decenas de movilizaciones, que incluyeron multitudinarios “abrazos” al hospital. En esta lucha se logró gestar la unidad de los trabajadores del Hospital. Trabajadores de distintas profesiones, con diferentes orígenes y realidades sociales, pudieron reconocerse en la lucha como parte de una misma clase, bajo intereses comunes. Una vez más se pudo comprobar que tanto los funcionarios, como su gobierno, eran los máximos responsables de los salarios a la baja y el vaciamiento del hospital. Multitudinarias y combativas movilizaciones se dirigieron a distintos centros del poder político, señalando la responsabilidad de Milei, Lugones y el propio Caputo. Al mismo tiempo, una vez más quedó en evidencia el rol de la burocracia sindical de UPCN y SUTECBA, oficialistas gobierne quien gobierne.

En diciembre, en medio del receso de vacaciones, las medidas de fuerza se suspendieron sin que se abandonara la lucha. Fue entonces que el gobierno tuvo nuevamente que ceder y otorgar un incremento de 15% bajo el ítem de Alta Complejidad. Sin resolver el problema de fondo, el Garrahan rompía el techo salarial del 1% y 2% que UPCN firmaba con Milei a nivel nacional. 

Una lucha en desarrollo

El puntapié inicial de la lucha de este año se dio en abril, siendo los residentes nacionales quienes reclamaron un aumento salarial similar al sostenido por la planta del hospital. Con salarios que rondaban los $850.000, los residentes iniciaron una serie de medidas de fuerza, que a los pocos días se transformó en una huelga por tiempo indeterminado sin guardias. La contundencia de la medida adquirió rápidamente la atención de la prensa, y al mismo tiempo dio un nuevo impulso a la lucha de todos los trabajadores del Hospital. La asamblea general que se venía desarrollando desde el año anterior fue convocada de urgencia, con la participación de todos los sectores, incluso de los profesionales autoconvocados, quienes el año anterior no venían siendo parte de su convocatoria. 

A partir de ese momento, se votaron medidas de fuerza de mayor contundencia que atemorizaron al gobierno. Los residentes recibieron un aumento de $300.000, en carácter de bono, y tras rechazarlo por insuficiente fueron amenazados con despidos. Si bien se intentó unificar la lucha de la planta y los residentes en una única asamblea, hasta el momento no se logró aún esa unidad. Atento a la división, el gobierno supo avanzar contra los residentes, logrando que estos se bajen parcialmente de las medidas de fuerza, arremetiendo con una nueva instancia de precarización, transformando las residencias nacionales en becas, bajo salarios aún más miserables. 

Fue así que el conflicto del Garrahan pasó a tener relevancia nacional. Médicos, enfermeros, técnicos, recorriendo los estudios de televisión, explicando al país que los salarios a la baja en el Hospital, con tramos iníciales de todas las profesiones por debajo de la línea de pobreza, derivaron en más de doscientas renuncias. El gobierno se posicionó sobre el conflicto del Garrahan, empezando por el vocero Adorni, siguiendo por las diputadas Lemoine y Santillán, para terminar con el ataque del propio ministro Lugones y el presidente Milei. Todos repiten una serie de vulgares insultos a los trabajadores, diciendo que los huelguistas somos “ñoquis”, que en otros países “los residentes no tienen salario” y demás agravios. 

Sin embargo, por mayores ataques que impulsó el gobierno, la llamada “opinión pública” aún continúa del lado de los trabajadores del Hospital. Decenas de familiares se acercan a la huelga, toman el micrófono y defienden al personal que actualmente atiende, que salvó o hizo lo imposible por salvar la vida de sus hijos. Que periodistas que ofician como voceros del gobierno no puedan abrir fuego contra los trabajadores del Garrahan es sintomático. TN, La Nación+ y América 24 no pueden hacerse eco de las operaciones oficialistas, no sólo por lo burdas que resultan las maniobras libertarias, sino porque el apoyo popular al día de hoy es demoledor. Desesperado, el gobierno puso a Candelaria Perelli, una empleada de Santiago Caputo, al frente de la oficina de prensa del Hospital, transformando los comunicados hospitalarios en posteos de contenido similar al empleado por los twitteros libertarios. Al mismo tiempo, esta oficina se encargó de censurar la presencia de distintos medios que se acercaron al conflicto.

Hasta el momento, todos los intentos del gobierno por deslegitimar el reclamo cayeron en el vacío. Incluso, la imagen de Lugones apoyando una motosierra en la mesa del ministerio de salud junto a su par norteamericano Robert F. Kennedy, no tuvo la misma aceptación que otras bravuconadas oficialistas. La motosierra asociada al ajuste que se lleva adelante en el Garrahan ya no es divisada como una lucha de Milei contra la casta, sino que es vista como lo que verdaderamente es: un ataque a los niños que sufren las patologías más tremendas que se puedan imaginar. 

La punta del iceberg

Ahora bien, ¿por qué la lucha del Garrahan adquirió esta notoriedad? Muchos creen y repiten que lo consiguió por el simple hecho de ser el hospital pediátrico más reconocido del país, lo que lo ubicaría por encima de otras causas populares, de otras luchas contra Milei que quedaron aisladas y terminaron en una derrota, a espaldas del pueblo. Sin dudas, el prestigio del hospital Garrahan es clave. Es un hospital de alta complejidad, en el que se atienden niños que son derivados de distintos puntos del país, e incluso del extranjero. El Garrahan tiene una red de intervención tan amplia que le otorga un prestigio de la misma extensión, que lo vincula positivamente con las masas populares de nuestro país. Sin embargo, reducirlo a esto solo es un error.

Luego de meses de conflicto, la simpatía popular por la lucha de los trabajadores del Garrahan no para de crecer. Pero para que haya simpatía a la lucha del hospital, primero que nada tiene que haber una lucha. Como vimos, en el Hospital se viene preparando esta pelea desde hace tiempo, incluso desde antes de que asuma este gobierno. La experiencia reciente nos permitió tomar como propios una serie de métodos de lucha que resultan decisivos a la hora de enfrentar un gobierno tan antiobrero como este, contrastando con lo ofrecido por la burocracia sindical. Mientras cegetistas y ceteistas promueven que “no se puede” luchar contra un gobierno como el de Milei (luego de decir que, por otras razones, no se podía contra un gobierno como el de Alberto) nosotros planteamos lo contrario: sí se puede y sí se debe luchar. En esto mismo es que los laburantes del Garrahan recogen también el apoyo del resto de los trabajadores y el pueblo. Es decir, no sólo impacta la imposibilidad de que los niños no sean atendidos, sino que también lo hace la decisión y el contenido que los trabajadores del hospital hemos dado a esta lucha. 

Frente a paritarias firmadas a espaldas de los trabajadores, frente a paros generales digitados para “descomprimir” la bronca existente (sin preparación ni perspectiva) y no para ganar una reivindicación sentida, en el Garrahan se definieron medidas de lucha en asamblea bajo el común interés de los propios trabajadores, con debates sobre cómo actuar y construir un plan de lucha. Pero al mismo tiempo, la lucha del Garrahan tiene por reclamos concretos el salario igual a la canasta familiar (consigna que aterra tanto al gobierno como a la burocracia sindical), el pase a planta de contratados, el reclamo de mayor presupuesto, y sobre estos ejes se plantea la defensa de la salud pública. Es decir, aquí no se defiende la “salud pública” en el vacío, como una defensa del sistema precedente, que habilite la incursión de actores ajenos a nuestros intereses, sino sobre la base de peticiones al gobierno que tampoco fueron resueltas por los gobiernos anteriores. 

Esto es relevante, porque en un conflicto de semejante envergadura, no sólo las jefaturas sino también ciertos bloques patronales operan todo el tiempo para desviar nuestras reivindicaciones y el contenido de clase de nuestra lucha. Se interesan porque no haya reclamos precisos y porque estos se manifiesten en otros terrenos, “institucionales”, alejados de la asamblea y la huelga. Lo intentan hacer ajustadores de otros colores, aliados a este gobierno en el Congreso, o la propia burocracia sindical adaptada al gobierno de Kicillof, que promueve la crítica a Milei como medio para tapar la destrucción hospitalaria en la provincia de Buenos Aires. 

Es por eso que la lucha del Garrahan tiene una enorme potencialidad. Su dirección clasista en unidad con la creciente simpatía popular resulta de enorme valor para organizar un amplio frente de lucha y enfrentar al gobierno de Milei. La burocracia sindical, la oposición política peronista y de otros sectores patronales, se interesan por salir en la foto del Hospital luchando, de la comunidad acompañando a trabajadores y familiares. Por todos los medios, se esfuerzan por no quedar por fuera de esta corriente de simpatía popular. Necesitan un mínimo de legitimidad en el cuadro de absoluto descreimiento que los ha llevado al fracaso en todos los terrenos. Pero no encaran una lucha nacional, real, en defensa de la salud pública contra la política de ajuste fondomonetarista que está desarrollando el régimen mileista.

Se ha dicho que el Garrahan es la punta del iceberg. Esta analogía plantearía que debajo de la superficie oceánica se encuentra un bloque de hielo infinitamente mayor de luchas y conflictos que no se divisan aún por no haber tenido un apoyo popular considerable. Resulte o no exagerada, es una analogía que vale la pena ser rescatada para los fines que nos debemos proponer. La lucha del Garrahan, sus posibilidades de victoria, resultan de interés para aquellos trabajadores que siguen a diario el conflicto. Es por eso que debemos empeñar nuestros esfuerzos por ampliar la solidaridad y la intervención de los trabajadores por su triunfo. Hacerlo implica desarrollar la lucha con otros sectores como los jubilados, los docentes y estudiantes, los obreros despedidos y aquellos que resisten frente a los cierres de fábricas, etc. Debemos hacer emerger el bloque entero del iceberg por encima de la superficie, imponiéndose los métodos y la perspectiva de lucha de nuestra clase. 

Si queremos cumplir la tarea que nos propusimos en esa bolsa arpillera a fines del 2023 -“la motosierra de Milei en el hospital no pasará”- debemos elevar nuestra lucha a una instancia de lucha general de los trabajadores contra el gobierno. Si decimos que es Milei o la salud, es Milei o la educación, es Milei o los jubilados, si es Milei o los trabajadores, debemos desarrollar una lucha decisiva para terminar con el gobierno. La lucha del Garrahan puede ser un aporte para desarrollar una huelga general por el incremento salarial, la reincorporación de los despedidos, el aumento de las jubilaciones y demás reivindicaciones (salud, educación, etc.), es decir que aglutine los elementales reclamos para terminar no sólo con la política de ajuste del gobierno, sino con el régimen de la motosierra.

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