Cuando pasaron ya varias semanas de las elecciones del 26 de octubre, el gobierno de Milei siente que vive su mejor momento. Las variables financieras más importantes se han estabilizado. El dólar en vez de aumentar ha reducido su cotización.También se redujo significativamente el riesgo país, que desde las elecciones a la fecha cayó a menos de la mitad. El sueño caputista de la vuelta a los mercados de crédito ya lo están concretando varias provincias, que en los últimos días han tomado nuevos préstamos en dólares en el exterior. También bajó sensiblemente la tasa de interés, recreando la expectativa de una vuelta del crédito, que había desaparecido en las semanas previas a las elecciones. Por su lado, las acciones de las empresas argentinas registraron subas significativas, tanto en la bolsa local, como en Nueva York. En términos políticos los cambios de gabinete se procesaron a bajo costo, reforzando a la camarilla de los hermanos Milei. El triunfo electoral le permitió a Milei eludir la presión de sumar a sectores opositores al gabinete, pero reforzó sin embargo el alineamiento de los gobernadores con las iniciativas oficiales en el parlamento. Esto vale para los mandatarios que se presentaron bajo el sello de Provincias Unidas (Santa Fe, Córdoba, Santa Cruz, Jujuy) como así también para varios del peronismo, que ya anticiparon su apoyo a las contrarreformas que impulsa el gobierno. La CGT, para no desentonar, eligió un nuevo triunvirato con claro sesgo colaboracionista. Semejante alineamiento de la Argentina capitalista con el gobierno impacta en los trabajadores, cuyas luchas están en una situación transitoria de reflujo al no encontrar la vía para enfrentar la ofensiva en curso. En este cuadro la camarilla libertaria destila euforia y ensaya planes de perpetuidad. Ya son varios los que han lanzado la versión de impulsar una reforma de la Constitución que reestablezca el mandato presidencial de 6 años y le dé carácter constitucional a la liquidación masiva de derechos ejecutada durante este gobierno.
Esta euforia libertaria ha contagiado también a los analistas políticos, que se desviven ahora por destacar las fortalezas del gobierno. Son los mismos, sin embargo, que luego de la derrota de la Libertad Avanza en las elecciones del 6 de septiembre en la provincia de Buenos Aires pronosticaban una derrota aplastante de Milei en las generales de octubre en todo el país. Insistían, en que si el gobierno no cambiaba de rumbo tenía los días contados ante una oposición peronista que había encontrado en Kicillof el punto de agrupamiento que le estaba faltando. Al reclamar un cambio de rumbo no solo referían al formato político del gobierno, que debía cambiar su elenco incorporando al PRO y a los gobernadores, sino también al rumbo económico, que debía poner el acento en la “acumulación de divisas”, lo cual era la forma elegante de plantear una devaluación monetaria de cierta envergadura. ¿Estaban equivocados antes cuando planteaban estas modificaciones o están equivocados ahora cuando resaltan la fortaleza del gobierno a pesar de que desoyó sus consejos?
La naturaleza del triunfo electoral de Milei
La desorientación de varios analistas se debe a una incorrecta comprensión de las razones que llevaron al triunfo electoral de Milei. La caracterización de que el gobierno enfrentaba antes del 26 de octubre una crisis muy severa era por completo correcta. El rescate económico operado por el FMI en marzo-abril ya se había agotado y Argentina volvía a estar al borde del default. Por eso el riesgo país volvía a rondar los 1.500 puntos dejando al país sin la posibilidad de enfrentar los próximos vencimientos de deuda. El Banco Central perdía reservas, agudizando su quebranto. El dólar tocaba el techo de la banda obligando al Banco Central a vender divisas que no tenía. Para evitar una mayor dolarización, Caputo solo podía recurrir a una suba escandalosa de la tasa de interés, que infartaba una economía que ya había ingresado técnicamente en recesión. La inflación, que volvía a crecer, superaba las magras paritarias firmadas por la burocracia sindical. La desvalorización del salario se enlazaba con la caída del consumo que abarcaba prácticamente todos los rubros. La agudización de la crisis llevó a varios gobernadores que habían colaborado sin sonrojarse con Milei a pintarse de opositores y armar un bloque diferenciado para las elecciones. Otro tanto hicieron sectores del peronismo. Más allá de las divergencias entre unos y otros los unía un programa a favor de una devaluación monetaria que era justificada en nombre de “la defensa de los sectores de la producción y el trabajo”. La derrota electoral en la provincia de Buenos Aires el 6 de septiembre por 14 puntos era la expresión que daba dimensión del retroceso del gobierno y de la delicada situación en la que había quedado. Una nueva derrota en las elecciones de octubre, pero ahora en todo el país, planteaba la posibilidad de su salida anticipada.
En este cuadro de debilidad extrema es que decide intervenir activamente Trump y el imperialismo norteamericano para rescatar a un gobierno que consideraban de su palo. El anuncio de un swap de 20.000 millones de dólares más un préstamo de un consorcio de bancos por un monto similar tuvo por función evitar el derrumbe del gobierno libertario y apuntalar el último tramo de la campaña electoral. El propio Trump buscó escenificar su intervencionismo cuando en la reunión realizada en la Casa Blanca advirtió que si Milei no ganaba, la ayuda económica se caía. El chantaje para el electorado era tan claro como obsceno. Como parte del operativo político para salvar al gobierno libertario, el secretario del Tesoro Scott Bessent se encargó directamente de intervenir en el mercado doméstico vendiendo dólares a través algunos bancos privados, para evitar una suba de la cotización previo a la votación. Pero el mensaje ya había sido dado: si Milei no ganaba esa ayuda económica cesaba y el dólar se iría a las nubes, con las consecuencias inflacionarias conocidas por todos. Trump no solo usaba el chantaje contra la Argentina, sino que hacía otro tanto con el pueblo de Nueva York que también enfrentaba un proceso electoral. En ese caso la amenaza consistía en que, si ganaba las elecciones el candidato Mamdani, del Partido Demócrata y miembro de la fracción de los “demócratas socialistas”, cortaría el envío de los fondos del estado federal a Nueva York.
¿Pero por qué el chantaje funcionó en la Argentina y no en Nueva York, donde Mamdani logró ganar con más del 50% de los votos? Responder a esta pregunta es fundamental, porque permite ver que no se trataba de un hecho fatal, sino que el resultado final dependía de la respuesta política que se diera. En Nueva York durante meses se desarrolló un gran movimiento de lucha contra el genocidio al pueblo palestino, que tuvo entre sus puntos más altos las ocupaciones de las principales universidades, así como también movilizaciones masivas. Mamdani se pronunció claramente contra el genocidio sionista y a la vez planteó una campaña de choque abierto con Trump, logrando movilizar a 100.000 voluntarios en su campaña electoral. El programa que defendió resumía reivindicaciones precisas de los sectores populares referidas a la vivienda, la salud, la educación, el transporte y el salario. Siempre es necesario recordar que las elecciones no son la expresión de la libre decisión de los ciudadanos, sino una expresión distorsionada de la lucha de clases. El movimiento generado en Nueva York, primero contra el genocidio sionista, en rechazo a la persecución a los migrantes y finalmente en apoyo a Mamdani permitió doblegar el chantaje de Trump. En nuestro país, en cambio, sucedió lo contrario. Todos los partidos patronales, incluido el peronismo-kirchnerismo, hicieron silencio ante el genocidio del pueblo palestino. Esa complicidad con el sionismo se tradujo en el plano interno en complicidad con la motosierra de Milei contra los trabajadores. La desmovilización que generó esa complicidad y adaptación resultaron claves para que, a diferencia de lo sucedido en Nueva York, el chantaje trumpista pueda lograr sus objetivos. El peronismo, que se presentó a sí mismo como la única barrera para frenar a Milei, resultó ser exactamente lo contrario. Como lo admitió la propia Cristina Fernández de Kirchner, el triunfo peronista del 6 de septiembre impulsó a votar a muchos sectores que se habían quedado en su casa. El balance muy negativo de los gobiernos peronistas terminó siendo uno de los recursos principales de Milei para conseguir su triunfo electoral.
Por qué es una crisis la derrota de las variantes centristas
El chantaje trumpista golpeó duramente a las listas de Provincias Unidas que respondían a los gobernadores de varias provincias importantes, empezando por Córdoba y Santa Fe. Su planteo principal, como ya lo señalamos, era y es la devaluación monetaria justificada en nombre de la “defensa de la producción y el trabajo”. Los sectores capitalistas suelen defender sus intereses de clase invocando la representación de un interés general de la población, incluidos los sectores de trabajadores. En este caso la devaluación se la presenta como un instrumento para evitar que la producción local sea sustituida por las importaciones, es decir que se le otorga la virtud de preservar los puestos de trabajo. Sin embargo, la experiencia indica que las devaluaciones han generado una inflación que desvaloriza los salarios, agrava la recesión económica y transfiere riqueza a los sectores capitalistas, especialmente a los productores de bienes transables.
El gobierno de Milei se había propuesto rechazar las presiones devaluatorias de los sectores capitalistas amparados principalmente en los gobernadores del centro del país. Lo hacía, no en nombre de la defensa del salario, pues golpeaba a los ingresos de los trabajadores mediante paritarias a la baja del 1% mensual, pactadas con la burocracia sindical. Sino que buscaba por un lado preservar su principal activo político, que es la baja de la inflación, y además beneficiar a sectores del capital financiero que han hecho enormes fortunas con el “carry trade”, valiéndose de un diferencial de tasa de interés que, para que cierre, requiere que al final del circuito el tipo de cambio se mantenga sin alteraciones. Además, el llamado atraso cambiario beneficia adicionalmente a los capitalistas de los servicios (telefonía, electricidad, etc.) que cobran tarifas más elevadas en dólares. En resumen, dólar caro o barato, o al revés, peso barato o caro, son siempre alternativas capitalistas que benefician a sectores distintos de la clase propietaria.
El salvataje de los EEUU le permitió al gobierno de Milei eludir las presiones devaluatorias más fuertes y mantener una política cambiaria sin modificaciones drásticas. Pero lo que puede ser un recurso a su favor en el corto plazo, puede transformarse finalmente en una crisis de amplia envergadura. Sucede que, bajo un esquema capitalista, la política de “atraso cambiario” termina agravando la crisis industrial que ya se plasma en el cierre de centenares de empresas con la pérdida de puestos de trabajo correspondiente. Fue lo que le sucedió a su modo a Menem luego de la devaluación del peso mexicano en el año 1994. Aunque Menem logró la reelección un año después, la crisis industrial y la recesión fueron en ascenso hasta terminar con el gobierno de Menem y luego con el de De la Rúa, que cayó con el estallido del 2001. Para que eso no suceda, debiera establecerse una transformación social integral que incluya una administración pública de la política cambiaria,, un repudio de la deuda usuraria así como del comercio exterior y de la banca y un repudio de la deuda usuraria: todos asuntos de primer orden en un plan político y económico de un gobierno de los trabajadores. Pero se trata de un programa que está fuera del GPS de todo el arco político patronal.
El esquema cambiario del gobierno ya está agravando la crisis industrial de un modo muy notorio. Si se compara el total de la producción industrial en los primeros 9 meses del 2023 y con el mismo período del 2025 arroja una caída del 9.5% de promedio. En algunos rubros la caída orilla el 20%, como textiles (18.9%), maquinaria y equipo (17.7%), productos de caucho y plásticos (20.3%) o productos de metal (22.8%). Este retroceso industrial se traduce en cierres cotidianos de empresas y en destrucción de puestos de trabajo de mayor calificación, que son reemplazados solo parcialmente por trabajo no registrado y precario.
La contraparte de este retroceso industrial es el crecimiento de la ola importadora de productos terminados, que provienen especialmente desde China. Las compras al gigante asiático crecieron en los primeros 9 meses del 2025 un 66% con respecto a igual período del año pasado. El monto involucrado supera la friolera de los 13.000 millones de dólares. Los productos chinos abarcan una amplia gama de rubros, desde fábricas o galpones terminados y listos para ensamblar, casas cápsulas, autos, productos textiles y juguetes. Un dato llamativo es la importación de tubos sin costura para construir un gasoducto en la provincia de Río Negro. El motivo de la importación es claro: el costo de los tubos es tres veces menor si se los compara con los fabricados por Techint en la Argentina. Gracias a estas importaciones China ha desplazado a Brasil como el principal socio comercial de la Argentina. Pero esto a costa de una aceleración del déficit comercial bilateral, que en los primeros 9 meses fue de 6.572 millones de dólares. A este número hay que agregarle que las exportaciones de nuestro país a China son básicamente productos primarios, y que en cambio nosotros le compramos al gigante asiático productos industriales.
La ola importadora amenaza con convertir en negativa la balanza comercial del país, lo que agravaría el déficit de cuenta corriente que, cada vez más, cuesta financiar. Se debe tener en cuenta que solo en los dos primeros trimestres del año el déficit de cuenta corriente superó los 8.000 millones de dólares. Ni la recesión que ya vive la economía, con dos trimestres seguidos de caída de la actividad, ha permitido reducir significativamente este agujero que no hay forma de enfrentar si no es mediante rescates internacionales, primero del FMI y luego del Tesoro yanqui. Esto revela que el esquema económico-monetario es insostenible y engendra una crisis a término. El final de un camino plagado de cierre de empresas y despidos es una nueva devaluación monetaria.
El pacto colonial con los EEUU
Este crecimiento arrollador de la presencia China en Argentina explica la intervención de Trump-Bessent, primero para apuntalar a Milei en las elecciones y luego para imponer un pacto comercial colonial. Bien visto, la relación entre el salvataje y el acuerdo comercial es fatal. Sucede que tanto el swap del Tesoro de los EEUU, como la promesa de un préstamo de un consorcio de bancos yanquis, le han permitido al gobierno eludir una devaluación. Pero una de las consecuencias más importantes de la política del peso caro o del dólar barato es el crecimiento de las importaciones. Así, se produce una paradoja muy llamativa: los fondos aportados por Trump-Bessent, pensados para alinear a la Argentina detrás de los EEUU en detrimento de China, terminan financiando las importaciones del gigante asiático.
Ante esta situación el acuerdo comercial y financiero anunciado por el gobierno de los EEUU tiene como propósito corregir por vía diplomática y política lo que Estados Unidos no logra hacer hoy por una vía comercial tradicional. Aun con lo impreciso del anuncio, un punto clave es el compromiso unilateral del gobierno argentino de darle un tratamiento “preferencial” a los productos yanquis en detrimento de los provenientes de China, Brasil e incluso la Unión Europea. La gama de productos que tendrán ese trato preferencial es enorme. Abarca mercancías tan diversas como autos y vehículos en general, maquinaria, productos químicos y farmacéuticos, dispositivos médicos y una amplia gama de productos agrícolas como ser carne bovina, aviar, productos lácteos, etc. Además, dentro de los compromisos asumidos por el gobierno están el reconocimiento de la patentes y propiedad intelectual a los monopolios yanquis, algo que tendrá impacto tanto sobre la industria farmacéutica como con el agro, por la delicada cuestión del comercio de semillas. En el acuerdo, EEUU también se aseguró un tratamiento privilegiado para la inversión en minerales críticos, una forma de aludir a las llamadas “tierras raras” que contienen minerales fundamentales para distintos tipos de industrias, incluida la militar. Es sabido que EEUU está en una competencia desesperada por las “tierras raras”, pues China le ha sacado una diferencia muy significativa, en tanto tiene el 60% de los yacimientos descubiertos hasta la fecha y el 80% de la capacidad de procesamiento.
Más allá de las vicisitudes que atravesará con seguridad este acuerdo comercial hasta que se ponga realmente en funcionamiento, lo cierto es que el “tratamiento preferencial” en favor de los EEUU tiene costos enormes para la economía argentina. Se trata de un compromiso de importar productos a precios más caros, pues si no fuese así no haría falta acuerdo comercial alguno. Para ello será necesario armar un esquema de barreras arancelarias contra los productos de otros países, empezando por China, lo cual supone un impacto inflacionario. Tendremos así el espectáculo único de un gobierno libertario aplicando todo tipo de trabas al libre comercio. La justificación de estos aranceles en nombre de combatir el “trabajo forzoso u obligatorio” supera todo lo visto en materia de cinismo, pues lo hace un gobierno empeñado en aplicar una contrarreforma laboral en toda la línea contra los trabajadores de la Argentina.
La subordinación hasta niveles coloniales con los EEUU no solo será una carga para la Argentina, en tanto nos atamos a un imperialismo en retroceso. Además, está llamado a provocar crisis políticas de todo tipo e incluso fracturas dentro de la propia clase capitalista dado que la relación comercial con China ha alcanzado un punto de difícil retorno, salvo que se afecten intereses muy de fondo que incluyen a sectores del agro, la minería, la energía, etc. Resta ver, también, qué afectación tiene sobre el Mercosur, pues el acuerdo con los EEUU es un golpe muy evidente sobre un bloque comercial estructurado sobre la base de un arancel externo común. La burguesía nacional, incapaz de promover un desarrollo nacional autónomo, oscila entre las distintas potencias, pero siempre defendiendo una inserción subordinada en el mercado mundial. La crítica de fondo al acuerdo colonial con los EEUU no debe confundirse ni por un instante con la reivindicación de la política de subordinación a los acuerdos con China, que han tenido con sus particularidades y especificidades un contenido que condena al país al atraso, la primarización y la destrucción de cadenas de valor.
Por último, en este punto no debe soslayarse que la sumisión a los EEUU se da en un cuadro de crisis interna del gobierno de Trump, que viene de sufrir una derrota electoral en varios estados y, más importante aún, del anuncio por varios analistas de la inminencia de una crisis financiera de amplio alcance, motivada por el estallido de la burbuja de las empresas de Inteligencia Artificial. Entre estos analistas se destaca la ex N°2 del FMI, Gita Gopinath, que advierte del alcance que tendría un estallido financiero. Según sus estimaciones podría destruir valor por 20 billones de dólares dentro de los EEUU y 15 billones adicionales de inversores extranjeros. Una crisis de este tipo sería muy superior al estallido de la burbuja de las punto.com a principios de los 2.000. El efecto inmediato sería una recesión internacional, una fuerte crisis financiera y una mayor guerra comercial. Para una Argentina sometida a los EEUU, las advertencias de Gita Gopinath son más que relevantes, pues una crisis de esa envergadura impactará de un modo decisivo sobre el esquema económico de Milei y debilitará al gobierno yanqui que hoy es su principal sostén. No sea cosa que el camino que Milei cree le permitirá su reelección sea el que lo lleve derechito al precipicio.
La prueba de fuerzas
Luego del triunfo electoral Milei repitió como un mantra que su próximo objetivo es aprobar en el Congreso una serie de leyes, que incluyen la reforma laboral, impositiva y del Código Penal. De todas éstas la que ha adquirido mayor relieve es la reforma laboral. A su modo se trata de una confesión del gobierno libertario de que su suerte está atada a llevar hasta el final una ofensiva contra los trabajadores, que incluye no solo un ajuste salarial, sino muy especialmente la liquidación del derecho laboral en el país. El ministro Caputo fue muy elocuente cuando rechazó las presiones devaluatorias de la burguesía diciendo que la reducción del “costo laboral” no debe hacerse mediante una devaluación monetaria sino a través de la liquidación de los derechos laborales. De este modo, la reforma laboral se convierte en la zanahoria que el gobierno les ofrece a los capitalistas para reclamar su apoyo. Resulta difícil, sin embargo, que la competencia con China, e incluso con EEUU, pueda resolverse mediante la liquidación del derecho laboral, prescindiendo un avance significativo de las inversiones y el desarrollo tecnológico.
Más allá de los límites que esta reforma laboral tenga para superar el atraso del país, lo cierto es que reúne el apoyo masivo de la clase capitalista y también de las fuerzas políticas de la llamada oposición. La mayoría de los gobernadores, incluso varios del peronismo ya han dado su apoyo. La propia Cristina Fernández de Kirchner ha dicho una y otra vez que hace falta “modernizar las relaciones laborales”, un lenguaje que ahora asumió también Milei. La pequeñaburguesía arribista de los Grabois e Itai Hagman se sumaron a su modo, defendiendo la reforma para las llamadas Pymes, que concentran el 80% de la fuerza de trabajo del país. De llevarse a cabo la reforma en estos términos los trabajadores “con derechos” serían una minoría residual. En una línea aún más cínica se expresó el dirigente del Movimiento Evita, Emilio Pérsico, que directamente llamó a los trabajadores precarizados a no movilizarse contra la reforma laboral de Milei, diciendo que solo afectará a una minoría privilegiada de trabajadores. Pérsico le ha dado el aval a la campaña demagógica de los libertarios que venden la reforma en nombre que le dará derechos a quienes hoy no lo tienen.
Para los trabajadores la importancia de la reforma laboral va más allá de la defensa de los derechos laborales. Será también la gran primera pulseada luego del triunfo electoral de Milei. Sería errado ocultar que el punto de partida para esta pelea encuentra a los trabajadores en condiciones de un reflujo pronunciado. La burocracia de la CGT ha sido un factor clave para que avance la motosierra libertaria. Las luchas libradas, incluso algunas triunfantes como el caso del Garrahan, que conquistó un aumento sorprendente del 61%, en vez de usadas para impulsar un movimiento de conjunto fueron cuidadosamente aisladas y hasta saboteadas. La posibilidad de que reedite una lucha similar a la del 2017 contra el gobierno de Macri dependerá exclusivamente de un impulso desde abajo, que debe buscarse mediante un gran trabajo de agitación en las grandes fábricas y sindicatos. Denunciar la entregada de la burocracia no debe confundirse con darle la espalda a los sindicatos. El reclamo de asambleas, plenarios y congresos para fijar posición sobre la reforma y votar iniciativas de acción es una de las grandes tareas del próximo período.
En una situación signada por la ofensiva capitalista la lucha contra la reforma laboral ofrecerá la oportunidad de revertir la relación de fuerzas que existe en la actualidad entre las clases sociales. La explicación de los límites del triunfo de Milei en el cuadro de la crisis internacional tiene la importancia de mostrar que lejos estamos de un gobierno triunfante que ya se ha asegurado su continuidad por un largo tiempo. La emergencia de choques internacionales, agresiones militares como la que el imperialismo se apresta contra amenaza a Venezuela y la posibilidad de estallidos financieros en el epicentro del imperialismo operarán como revulsivos que sacudirán la base de sustentación del gobierno libertario.
Para el Frente de Izquierda-Unidad la gran tarea es impulsar la acción directa contra el gobierno y la clase capitalista, desarrollando un bloque independiente de la clase obrera, claramente delimitado del peronismo y de la burocracia sindical. El llamado a la formación de Partidos de los Trabajadores a sectores de la burocracia sindical peronista, como hace el PTS, o de partidos amplios de tendencias con sectores de la centroizquierda, como plantea el MST, van justamente en un sentido contrario. No es casual que quienes apuestan a estos desarrollos oportunistas le hayan quitado el cuerpo al agrupamiento de sectores del movimiento obrero combativo junto con las organizaciones de piqueteras y de jubilados que impulsan medidas de acción de cara al próximo 20 de diciembre.
Tenemos por delante no la preparación de la campaña electoral del 2027, sino un gran conflicto de clases. Toda la energía del Partido Obrero está puesta en esa dirección.