La economía japonesa volvió a ser noticia en el mundo de las finanzas frente a una nueva y violenta muestra de su quebranto económico y financiero. Esta última semana hubo un “sell off” (liquidación) de bonos japoneses, lo que implica un desprendimiento generalizado de esos activos.
Las alarmas del sistema financiero internacional se encendieron frente al temor al contagio de parte de un actor estratégico para toda la estructura montada sobre Wall Street. Tal como ocurriera en agosto de 2024, cuando las bolsas globales entraron en pánico por las consecuencias de las políticas niponas (aumento de las tasas de interés), el “efecto Japón” es un fantasma que recorre el mundo y la tapa de los principales medios especializados.
Algo distintivo respecto de esa experiencia es que, en este caso, no se dio por una decisión del Banco Central, sino directamente por un desprendimiento masivo de bonos japoneses en rechazo a las políticas planteadas por la primera ministra. Sin embargo, al igual que lo ocurrido en 2024 la preocupación viene por un posible desarme del “carry trade”, el mecanismo por el cual los especuladores se endeudan en la moneda japonesa de forma gratuita (por su bajísima tasa de interés) y utilizan esos fondos para invertir en euros, dólares o criptomonedas.
De ahí que una suba de la tasa japonesa, que esta semana llegó a niveles inéditos desde la crisis de 2008, ponga en jaque a los distintos activos que dependen del apalancamiento que otorga el endeudamiento barato en yenes.La liquidación de bonos en el mercado se extendió a los bonos a más largo plazo aumentando la rentabilidad de los bonos del gobierno japonés a 30 años, alcanzando un máximo histórico del 3,35 por ciento.
La tasa podría no parece grave, si no fuera por el efecto que se teme genere en las finanzas globales.
En esta misma publicación, se planteaba hace apenas unos meses que “Si bien no existe una cuantificación precisa, sí hay estimaciones de los principales bancos del mundo. Algunas de las más rigurosas, estiman que desde 2011 asciende a unos 500.000 millones de dólares, y que aproximadamente la mitad de ese volumen se ha producido durante los últimos dos o tres años. En las últimas semanas se habrían cancelado alrededor de 200.000 millones de dólares de esas posiciones.”
Lo vivido el año pasado parece haber sido un “ensayo general” de la próxima explosión de la crisis mundial. Diversos analistas consideran que las deudas soberanas en general, y la de Japón en particular, podría ser la carta que haga caer todo el castillo.
Crisis política
En octubre el parlamento eligió una nueva Primera Ministra, Sanae Takaichi, luego del revés electoral del partido de gobierno (Partido Liberal Democrático) en las elecciones. El retroceso electoral se debió principalmente al estancamiento de los ingresos durante el gobierno de S. Ishiba y su inoperancia para contener la creciente alza de los precios (entre ellos del arroz, considerado un consumo esencial). Esto en un contexto donde la economía de Japón está cayendo del estancamiento a la recesión. Las últimas estadísticas revelan que la economía se contrajo a una tasa anualizada del 1,8 por ciento en el último trimestre
Los aranceles impuestos por Trump, a su turno, contribuyeron a la contracción de la economía tanto de Japón como de Estados Unidos. La primera se redujo un 0,2% y la segunda un 0,3%. O sea que ambos países tendrán menor recaudación impositiva y dificultades para financiarlos déficits con emisiones de deuda en un escenario de tasas altas.
El paquete de gasto incluye subsidios para los costos de energía, una reducción en el impuesto a la gasolina y ayudas específicas de pagos únicos en efectivo de 20.000 yenes (unos 130 dólares) por niño, la emisión de vales de arroz u otros cupones por valor de 3.000 yenes (unos 20 dólares) por persona, que serán distribuidos por las autoridades locales. El paquete suma en total unos 135 mil millones de dólares.
Lejos de llevar optimismo, las medidas anunciadas aumentaron la preocupación y empujaron la venta de bonos ya que no existe otra financiación que incrementar la deuda nacional, que ya supera el 260 % del PBI. Los anuncios de los miserables subsidios “populares” nos dan una radiografía del empobrecimiento de la población de los países del “primer mundo”. ¡Se están otorgando ayudas para comprar arroz!
Takaichi fue designada por el partido gobernante en reemplazo de Ishiba, que estuvo en el cargo solo un año y fue destituido luego de que el oficialismo retrocediera electoralmente y solo pudiera renovar 49 de 66 legisladores. En las últimas elecciones lograron avanzar los partidos de la ultraderecha (Partido de la Innovación) entrando por primera vez al parlamento. La alianza de estos con la derecha del partido oficialista (LDP) logró catapultar a la derechista Takaichi a la presidencia.
La crisis política no empezó con Ishiba, sino que viene de largo aliento. Desde que en 2020 renunciara el primer ministro Shinzo Abe, se sucedieron 5 primeros ministros. Abe estuvo 9 años (2012-2020) en el cargo y fue asesinado durante un acto de campaña en 2022.
La inestabilidad política fue una constante, así como las dificultades financieras del país del “primer mundo” más endeudado. Los gastos que insumen el pago de los intereses ya superan el 23 por ciento del presupuesto. Uno de cada cuatro yenes de la recaudación es destinado al pago de los intereses de la deuda.
El nuevo gobierno, si bien es del PLD del primer ministro saliente, tiene una preeminencia de su ala ultraderechista y una debilidad creciente: es la primera vez en más de dos décadas que el PLD gobierna sin Komeito, el socio centrista que ha sido la base de los gabinetes japoneses desde 1999.
Un gobierno golpeado, un proceso político agotado y una burguesía japonesa que, fogoneada por Estados Unidos, se prepara para un enfrentamiento armado. Es curioso que el rearme japonés sea fomentado ochenta años después, por los propios verdugos nucleares de la isla.
Del “pacifismo” al belicismo: breve historia militar
El bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki y la rendición ante Estados Unidos fue el inicio del dominio imperialista yanqui en Japón. Fue la ocupación más brutal de un país por Estados Unidos. El gobierno del emperador Hiroito aceleró su rendición ante las fuerzas armadas de Estados Unidos, preocupados por el acelerado avance de Ejército Rojo que derrotó a las fuerzas japonesas que ocupaban China en Manchuria y se disponían a una inminente invasión del Japón por el norte (Islas Kuriles y Hokaido).
La rendición ante el general Mac Arthur permitió a Japón mantener al emperador Hiroito y evitar el ingreso del Ejército Rojo en Japón. Luego Mac Arthur fue designado Comandante supremo de Japón por las fuerzas aliadas y gobernó con el fin de desmilitarizar y reformar la Constitución, cuyo proyecto fue redactada por su Estado Mayor, que fue aceptada por las autoridades japonesas (1947), y se establecieron reformas que liquidaban el régimen feudal. Un parlamento electo, igualdad de género, de religión y expresión, en un régimen acorde a los intereses de Estados Unidos, que apoyó la formación de partidos afines.
La “nueva constitución” incorporaba el famoso el Art 9 que establece el “pacifismo”, que impone que Japón renuncia a la guerra y se limita el tener un ejército regular, solo “Fuerzas de Autodefensa”.
El “pacifismo” de Japón siempre fue aparente, ya que fue un bastión de bases militares de Estados Unidos en el Pacífico. Hoy cuenta con 85 bases y establecimientos militares y es el país con mayor presencia de tropas de Estados Unidos, superando los 55 mil militares.
La constitución prohíbe a Japón una guerra ofensiva, no puede iniciar una guerra o usar la fuerza para resolver disputas internacionales.
El Art 9 de la Constitución dice: “Artículo 9:»El pueblo japonés renuncia para siempre a la guerra como derecho soberano de la nación y a la amenaza o al uso de la fuerza como medio de solución en disputas internacionales.»
«Para cumplir el objetivo del párrafo precedente, no se mantendrán fuerzas de tierra, mar o aire, así como otro potencial bélico. El derecho de beligerancia del estado no será reconocido.»
El gobierno de Shinzo Abe, no reformó la Constitución, realizó una reinterpretación. En julio de 2014, el gabinete de Abe aprobó una reinterpretación de la Constitución. No se modificó el texto, sino que se cambió la forma de entenderlo. La nueva interpretación declaró que:
Esto significa que las Fuerzas de Autodefensa de Japón (su ejército) pueden usar la fuerza para ayudar a un aliado, incluso si Japón no es el objetivo directo.
Takaichi espera convencer al público de aumentar el gasto en defensa y revisar la Constitución japonesa. Apuesta con comentarios belicistas contra China por “amenazar” a Taiwán, como una provocación para introducir el armamentismo en Japón.
Según una de las últimas encuestas de opinión pública, informa Reuters, aumentó entre los japoneses el apoyo al plan de Takaichi de aumentar el gasto en defensa del país.
El comentario de Takaichi podría respaldar a algunos círculos estratégicos estadounidenses que afirman la necesidad de cambiar la planificación estratégica estadounidense, pasando de la disuasión por negación, a la disuasión por castigo. Esto implica aumentar las capacidades estratégicas estadounidenses (portaaviones, submarinos, etc.) en torno al Estrecho de Taiwán y Japón.
Además, tras su comentario sobre Taiwán, Takaichi insinuó que Tokio revisaría su principio de los «tres no» (no propiedad, no desarrollo, no acogida) sobre armas nucleares. Muchos especulan que la reciente crisis y las amenazas de Pekín de usar la fuerza podrían ser una excusa para que Tokio modifique la política nuclear japonesa.
No debe sorprender a nadie que, frente a la recesión y depresión económica de larga data y frente a la creciente tensión entre Estados Unidos y China, un sector cada vez más importante de la burguesía japonesa intente superar su estancamiento por el desarrollo de la industria armamentística. Tampoco debe sorprender que sea un plan condenado al fracaso.
El rescatista quebrado
Japón expresa el agotamiento del auxilio del Estado al capital financiero. El agotamiento del auxilio del Estado se puede comprobar en que los bancos centrales siguen teniendo en sus balances los activos emitidos por el mismo Estado. Una bicicleta financiera donde el Banco Central suplanta la falta de compradores de las crecientes emisiones de deuda.
Los bonos han pasado de tasas negativas a las más altas en décadas, básicamente porque no los quiere nadie. El bono a 10 años que hoy tiene un rendimiento de 1.95%, cuando su rendimiento era NEGATIVO -0,20 por ciento, esto es que los que compraban esos bonos tenían un descuento en lugar de un pago por sus inversiones. Japón instrumentó tasas negativas para impulsar la economía, algo que como ya mencionamos estuvo lejos de ocurrir.
Japón, el país más endeudado de las economías desarrolladas, es también el mayor prestamista de Estados Unidos. Previamente, el principal poseedor de bonos del tesoro americano era China, pero la guerra comercial ha llevado a que el gigante asiático reduzca casi la mitad de su posición, desfinanciando a Estados Unidos.
En Agosto de 2024 el Banco de Japón decidió reducir las políticas de “facilidades cuantitativas” (QE) que impulsó para reavivar su mercado de capitales luego del derrumbe de 1989. La decisión de aumentar las tasas de interés fue consecuencia del aumento de la inflación, que pasó de ser negativa (deflación del 1% en 2020) a superar el 4% anual. La crisis internacional que generó, obligó al gobierno japonés a retroceder en su propósito de aumentar las tasas. Nuevas presiones inflacionarias decidieron ahora a las autoridades a enfrentarla con un aumento de las tasas de interés, luego de 20 años en que fueron mantenidas en terreno negativo.
Las autoridades financieras del Banco de Japón sugirieron esta semana que es probable que retomen la suba de las tasas, generando efectos desconocidos en un mercado mundial con valuaciones de las más exigentes de la historia. No se puede soslayar tampoco el riesgo que corre la economía yanqui si su principal acreedor se enfrenta a un quebranto histórico y decide no renovar un monto significativo de su deuda.
Por el lado empresarial hay que mencionar que las empresas industriales japonesas han sido beneficiadas por una devaluación del yen y tasas de interés negativas para exportar sus productos industriales. En particular la industria automotriz, acero, metales y algunos productos farmacéuticos.
Las principales empresas industriales exportadoras -como Hitachi, Toyota; Mitsubishi, Honda, Kawasaki- superaron en caída al promedio de las bajas. Son empresas que enfrentan súbitamente un cambio de escenario con la suba del yen respecto al dólar y mayores costos de endeudamiento por la suba de tasas. Sus productos son ahora más caros en dólares.
El acuerdo de Estados Unidos con Japón redujo los aranceles de base del 15 % para la mayoría de las exportaciones japonesas hacia Estados Unidos —incluyendo automóviles y autopartes—.
Como contraprestaciones para aceptar ese arancel del 15 %, Japón acordó varias concesiones: invertir US$ 550.000 millones en Estados Unidos, en proyectos que el gobierno de Trump seleccione; abrir su mercado a productos estadounidenses y aumentar las compras de productos agrícolas estadounidenses. No solo Milei se arrodilla ante Trump.
Las acciones de Toyota, por ejemplo, nunca recuperaron luego las caídas de 2024, y actualmente acumulan un recorte superior a la quinta parte, reflejando lo desfavorable del nuevo escenario para sus exportaciones.
Los bancos se convirtieron en un sistema estatizado, donde la Reserva Federal les otorga liquidez a bajas tasas de interés para préstamos de corto plazo y asistencia en caso de crisis, que se fue repitiendo en la quiebra de Silicon Valley Bank y durante la pandemia de 2019.
Las compras masivas de activos por parte del Banco de Japón pudieron funcionar mientras las tasas estaban en cero o fueron negativas. Pero todo cambió cuando el rendimiento de los bonos comenzó a subir ante la caída del precio de los bonos. El sistema salió del control de las autoridades del Banco de Japón y las tasas aumentaron el costo del servicio de la gigantesca deuda acumulada.
De allí que el “modelo de Japón” de facilidades de compra de activos por los bancos centrales está agotado. Es la práctica de un capitalismo parasitario, que no ha podido reducir el masivo endeudamiento del Estado y lo ha transferido a los bancos centrales.
Los balances de los bancos centrales están colmados de deuda que no tienen compradores, una clara señal de una emisión descontrolada. Estamos en el primer capítulo del comienzo de una nueva crisis financiera. Que, a diferencia de las anteriores crisis financieras, no tendrá en los bancos centrales un auxilio: su capacidad está saturada.
Japón será, probablemente, la primera estación de un nuevo coletazo de la crisis mundial, gestada al calor de la respuesta de los Estados al quebranto del 2008 y con el agravante de que ahora esos mismos Estados se enfrentan a un default sin precedentes en la historia reciente.
28/11/25