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A 50 años del golpe del 24 de marzo de 1976

Perón, la Triple A y la Memoria Histórica

A 50 años del golpe del 24 de marzo de 1976

Perón, la Triple A y la Memoria Histórica

 La reivindicación de Rucci  es parte de lo que hemos llamado el revisionismo derechista de los 70. Detrás de esta revisión hay un propósito político que es el de contribuir a la " unidad del peronismo". Se busca, por grotesco que sea, rescatar  a un peronismo en bancarrota  que  perdió  la primera minoría en Diputados  después de que los  gobernadores peronistas del norte  armaran  su propio bloque como colectora de La Libertad Avanza. Quebrados  por las derrotas,  Kicillof  y Cristina insisten  con garantizar que Milei debe gobernar hasta el 2027, caucionándolo para que siga con sus ataques a los derechos de los trabajadores y protegiéndolo de la bronca de los explotados que se movilizan.

  Desde hace  varios años emergió una corriente historiográfica que se propone estudiar a la  derecha peronista como  categoría de análisis. Estos historiadores distinguen sus  investigaciones de aquellas otras  que serían – según afirman-  periodísticas y  no académicas. Polemizan por caso  con  Verbintsky autor de  “Ezeiza” y  con otro periodista,  Ignacio González Janzen, quien  escribió  sobre la Triple A , definiéndola  como una “ federación de grupos de derecha”.  También toman distancia  del llamado  "giro subjetivo"   donde inscriben  a libros como “La Voluntad” de  Eduardo Anguita y Martín  Caparros basados  en historias y testimonios de militantes guerrilleros de los 60 y 70. De Anguita molestan  especialmente sus denuncias sobre el probado vínculo entre Perón y las 3 A.

La “intelectualidad” de derecha

 Para algunos académicos, hay una mirada sesgada y prejuiciosa de  la derecha peronista ignorando los "aportes” hechos por el nacionalismo a la constitución del peronismo. El rescate incluye  a  “intelectuales” como Carlos Disandro y Jacques de Mahieu. En otro artículo hemos escrito sobre Disandro, el fundador de la Concentración Nacional Universitaria (CNU), responsable de por lo menos un centenar de crímenes  en La Plata. La “Tercera Posición” que desarrolló  Disandro en sus escritos se identificó con la lucha contra la Sinarquía Internacional,  un  supuesto complot conjunto del capitalismo, el comunismo, el sionismo y la Iglesia infiltrada por el marxismo.  El filólogo  y profesor universitario  platense reivindicó  “la Comunidad Organizada” -ponencia presentada  en el Congreso de Filosofía de 1946-  donde Perón definió al justicialismo como la vía estatal para la  superación de la lucha de clases. En la “Comunidad Organizada” el peronismo “pronosticó” una atenuación  de las diferencias entre las clases – como se presentaba el gobierno peronista-  y con ésta de los enfrentamientos y guerras en el mundo abriendo paso a una “era de colaboración social”. En 1955 Perón pagaría caro esta “ilusión” y apología del imperialismo.

  El antropólogo Jacques de Mahieu fue director de la Escuela Superior del Partido Peronista. Nacido en Francia, llegó a la Argentina después del fin de la segunda guerra mundial con nombre falso.  Fue un exégeta  del nazismo, sirvió en las Waffen  SS  alemanas y fue parte del Régimen colaboracionista de Vichy en Francia. La  “Tercera Posición” de Jacques  Mahieu remite directamente al estado corporativo, jerárquico y fascista. Como antropólogo,  Jacques de  Mahieu  defendió lo que llamó  un “racismo científico” y elaboró una patética teoría sobre el origen vikingo de una tribu de América del Sur.  Mahieu fue uno de los ideólogos de Tacuara donde disputó -como peronista- influencias  con el sacerdote tomista y de derecha Julio Meinville, doctor en Teología. Meinville, a diferencia de Mahieu, era antiperonista y fue  mentor de la  formación de Tacuara a partir de 1954 cuando Perón chocó con la Iglesia que estaba metida de llena en el golpe oligárquico. Su declarado antiperonismo, no le impidió ser asesor  en el Rectorado de la UBA, en 1975, cuando Ottalagano tildaba a la universidad de campo de entrenamiento de la guerrilla. Conferencista de las FFAA,  Meinville  criticaba a  la “Tercera Posición”  del peronismo calificándola  de demagoga porque estaba en juego la defensa del  “Bloque de Occidente” para luchar contra el comunismo.  Agreguemos que Julio Meinville  predicaba una monarquía teocrática universal católica en oposición  a los estados nacionales.

Los  “aportes”  de estos intelectuales, que fueron   reivindicados por la dictadura de Videla y la jerarquía  católica colaboracionista, no fueron  más allá  de la reformulación  de   viejas utopías reaccionarias retrógradas, antimodernistas, medievalistas y corporativas.

San Martín-Rosas-Perón

    A la hora de  los  aportes del nacionalismo de los años 30, el peronismo acredita el revisionismo histórico y federal  como  antítesis de la  historia liberal mitrista,  rescatando  la figura de Rosas como defensor de la soberanía frente a los invasores anglo-franceses. Estos  fueron  temas de cabecera de los historiadores  nacionalistas  Federico Ibarguren, Ernesto Palacio y  José María Rosa. Según los “académicos”  la reivindicación del rosismo habría sido introducida  en el peronismo por la  Alianza Libertadora Nacionalista (ALN). Señalemos, brevemente, que la ALN  nació de la Legión Cívica montada en 1930 por  el general Félix de Uriburu, líder militar del “golpe con olor a petróleo”, contra Hipólito Yrigoyen. La Legión Cívica  fue  una organización paramilitar uniformada  a la  usanza de las escuadras fascistas  italianas. Con el golpe de Uriburu, y posteriormente, con el gobierno de la Concordancia  de Agustín P. Justo, se inició la Década Infame. Perón, quien había participado, como oficial de  la represión en la Semana Trágica de 1919, apoyó el golpe del 30 y tomó partido por el ala “liberal” y pro-británica, donde hizo carrera como militar. El peso y el prestigio que tuvo Perón en la Logia del GOU estuvieron directamente ligado a este apoyo inicial a Justo.

La ALN se peronizó durante el segundo mandato de Perón, cuando  Guillermo Patricio Kelly desplazó del mando de la Alianza a su fundador, Juan Queraltó.  Kelly, un oscuro personaje encarcelado luego por la Revolución “Fusiladora” (1955), terminó sus días como agente de la CIA y del Mossad.  Juan  Queraltó intentó reflotar los restos de la Alianza Libertadora Nacionalista  cuando el  peronismo volvió al  gobierno en el 73, sus miembros se incorporaron a las bandas de la Triple A de la camarilla derechista de Isabel Perón y López Rega.  A la Alianza Libertadora Nacionalista (ALN)  se le atribuye  la “línea histórica” -San Martín, Rosas, Perón- y   la consigna “Ni yanquis, ni marxistas, nacionalistas”, luego tomada y modificada por la derecha peronista. Esta consigna fue coreada por los jóvenes de la Alianza en 1948 como respuesta al  Acta (colonial pro-yanki) de Chapultepec firmada por Perón, y fue la postrera manifestación de autonomía de  la ALN antes de integrarse por completo al peronismo.

No deja de ser interesante la observación de los académicos cuando recuerdan  que el  “rosismo” de Perón  fue tardío y posterior a su  derrocamiento en 1955. Sobre Juan Manuel Rosas, "salvo para las expresiones más recalcitrantes de la historiografía  liberal, la Vuelta de Obligado es  considerada  (y lo es) un hito de la independencia nacional " (Cristian Rath).  El 20 de noviembre de 1845 las  fuerzas de la Confederación Argentina enfrentaron a las dos flotas de guerra más importantes de su tiempo  en una batalla desigual sobre el río Paraná. Rosas, gobernador de Buenos Aires  y cabeza de la Confederación, recibió el sable de campaña enviado por San Martín, en mérito a esta acción  de defensa nacional contra el intento de los invasores por establecer lo que Milcíades Peña denominó la dictadura del comercio extranjero (libre navegabilidad  de los ríos que querían las potencias europeas). Sin embargo la diplomacia británica  negoció con Rosas lo que consideraba una cuestión estratégica - la “independencia  de Montevideo"-  y en 1849 la Confederación Argentina  aceptó retirar  sus tropas del Uruguay consagrando la escisión de la Banda Oriental , por la  que Gran Bretaña  venía conspirando desde hacía años. Juan Manuel de Rosas, como representante de la  clase ganadera, defendió  los intereses y el comercio interior de la oligarquía terrateniente de la provincia de Buenos Aires y del Litoral pactando con Gran Bretaña esta concesión histórica.

Los “aportes” del nacionalismo

  El golpe militar  del Grupo de Oficiales Unidos (GOU) que derrocó al conservador Ramón Castillo – último presidente fraudulento de la Década Infame- se presentó como un movimiento de “regeneración” de la Nación frente a la corrupción y descomposición del viejo orden reinante. El GOU, que integró Juan Domingo Perón,  fue una mezcla heterogénea de oficiales nacionalistas, germanófilos y partidarios de los Aliados. Con el derrocamiento de Castillo, se conjuró el intento por entronizar a Robustiano Patrón Costas como candidato a presidente,  en una aproximación a los  EEUU. Por entonces el declive de Gran Bretaña y del imperialismo inglés iba inaugurando un nuevo periodo, la  heterogeneidad del GOU  no resistió las presiones  de  EEUU la potencia capitalista vencedora en 1945. El peronismo no surgió del golpe del 43 sino de una diferenciación y crisis interna en el gobierno militar. Juan Domingo Perón fue  depuesto en 1945, bajo la presión de la embajada norteamericana, las cámaras patronales, los partidos “democráticos”, el PS y el PC, y una fracción del propio  Ejército. Perón  volvería  al  poder con  la  gran irrupción obrera del 17 de octubre, triunfando  en la elección presidencial del 24 de febrero de 1946  y  polarizando la campaña electoral contra la Unión Democrática (“Braden o Perón”).

  El ascendiente  del peronismo sobre la clase obrera  no fue la consecuencia “natural”  del golpe militar del 43-  represivo y carente de base popular-  sino de la conformación del peronismo como movimiento nacionalista burgués de resistencia limitada al imperialismo yanki. Desde la Secretaría de Previsión y Trabajo, Juan Perón combinó  el  arbitraje en los conflictos entre las patronales y los trabajadores, con el reconocimiento de importantes conquistas obreras - rechazadas por la oligarquía-  junto a  una aceitada cooptación de dirigentes sindicales provenientes del Partido Socialista, ex  anarquistas, sindicalistas revolucionarios y del PC. Parte de esa  vieja burocracia sindical, asimilada  por Perón, constituyó el efímero  Partido Laborista que lanzó la candidatura  presidencial de  Perón para  las elecciones de 1946 y que  fuera después disuelto sin resistencia por el “Líder”.

Agotado el “boom” económico de post-guerra, la Alianza Libertadora Nacionalista  acompañó el giro cada vez más acentuado de Perón hacia los EEUU. En 1950,  Perón apoyó  al imperialismo norteamericano en la guerra de Corea y en 1954  firmó el contrato  con la California Oil, precursor de las concesiones petroleras del gobierno de  la UCRI. Arturo Frondizi llegó al gobierno en 1958 con los votos del peronismo, que tuvo en John William Cooke su operador político. Desafiando el pacto Frondizi-Perón hubo  miles de votos en blanco provenientes de las bases más  combativas del peronismo. Los antecedentes de las  políticas entreguistas  de Frondizi  estaban ya presentes en  el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) firmado por Perón.

Como señalamos, Tacuara surgió como una ruptura de la ALN  alineándose con el giro  golpista de la Iglesia Católica.  Quienes -como su fundador Alberto Ezcurra Uriburu-  formaron  el Movimiento Nacionalista Tacuara (MNT)   activaron  contra la  aprobación de la ley de  divorcio, la supresión de la enseñanza católica obligatoria en las escuelas  y la separación de la Iglesia del Estado. Con Frondizi, los futuros tacuaras actuarían como  grupo de choque de  los “libres” partidarios de la educación confesional y privada, contra los” laicos”. Su jefe Ezcurra Uriburu, admirador del fascismo católico,  abandonó la militancia política a mediados de los 60 para ordenarse sacerdote. Ex Tacuaras  se sumaron a las organizaciones de derecha del peronismo, ocupando la  primera línea  en la Masacre de  Ezeiza a las órdenes de Osinde.

El árbol y el bosque

Pese al abundante material informativo que manejan, el árbol no les deja ver el bosque a los académicos que soslayan el  por qué  de la completa impunidad  de la que gozaron los distintos grupos de derecha que conformaron  las 3A.  

Una síntesis de estos planteos los  encontramos en el  trabajo del  historiador platense, Juan Luis Besoki, “La derecha peronista en perspectiva". Este autor comparte  conclusiones con investigadores como Juan Luis Carnagui, quien cuestiona  lo que  denomina  el “sentido común” sobre la derecha peronista. Otro  historiador –citado por Besoki- afirma que la denominación  de derecha  asume en boca de los no académicos un carácter peyorativo, que  lleva a la simplificación política a la hora de clasificar a  organizaciones  peronistas  ortodoxas como Guardia de Hierro. “Adjetivaciones” –afirman los académicos- como ultraderechista,  fascista o parapolicial, serían más “una operación dirigida a situar a quienes hacen el planteo” que una “comprensión de  los  orígenes y   trayectorias de aquellos a quienes se ubican en el campo de la derecha peronista”. En sus reflexiones, Juan Luis Besoky formula algunas advertencias después de incluir como organizaciones del peronismo de derecha a la Alianza Libertadora Nacionalista  (ALN), al Comando de Organización, al Movimiento de la Juventud Federal, la CNU, la Juventud Peronista de la República Argentina (JPRA) y la Juventud   Sindical Peronista. Besoki concluye, no obstante, que es importante  “no clasificar lisa y llanamente a las organizaciones de la derecha peronista como parte de la  Triple A o del aparato represivo paraestatal”. Esta tesis apunta a separar a la “ortodoxia peronista”- a la que identifica fundamentalmente con los grupos leales a Perón e Isabel- del accionar violento de los “agentes de la represión ilegal” como  fue la Triple A. 

 Estos académicos no se detienen en   la responsabilidad de Perón en la violencia derechista,  ni  en  la  coordinación estatal de las bandas derechistas  a trasvés del  Ministerio de Bienestar Social. Este Ministerio fue la  plataforma de poder de  la camarilla lopezrreguista y la base de operaciones de la Triple A. Estamos frente a un blanqueo historiográfico y por lo tanto político de organizaciones como  la Juventud Peronista Lealtad, escisión por derecha de la JP Montoneros,  que apoyó hasta  el final el curso derechista del peronismo. Lo mismo vale para  la isabelista Guardia de Hierro. El debate tiene una enorme actualidad  porque los Kirchner integraron “La JP  Lealtad” y  además  porque varios de los cuadros de las organizaciones de derecha de los 70 son  parte  de la manoseada  unidad del peronismo, entre éstos  Guillermo Moreno, ex militante de Guardia de Hierro.  Tampoco es ajeno a esta “revalorización” de los 70 Juan Grabois, quien reivindica la fusión de Guardia de Hierro con el FEN que tenía como máximo dirigente a Grabois (padre). Por este  camino el revisionismo de los 70  le lava la cara a  Perón, a Isabel  y a la ortodoxia que actuó  en un campo común con la camarilla terrorista lopezrreguista.

 Señalemos  también  que en  1975  se puso oficialmente en marcha el “Decreto de Aniquilamiento”, apoyado por  todos  los sectores verticalistas y antiverticalistas del peronismo, sin excepción. Ítalo  Luder, uno de los firmantes, completó lo que había iniciado Isabel con el Operativo Independencia, haciendo de la Argentina  una zona liberada al accionar de las FFAA. Luder fue, luego, el candidato a presidente por el Frejuli en la elección de 1983 con el apoyo de todo el peronismo, incluido Montoneros e  Intransigencia y Movilización Peronista (IMP) que editaba el periódico La Voz con el financiamiento de los montos. Pocas veces el voto a los verdugos fue tan literal.

La derecha peronista  y el regreso de Perón

  Un estudio de la  derecha peronista no puede obviar la  responsabilidad directa de Perón en el curso derechista que llevó a la Masacre de Ezeiza, el 20 de  junio de 1973,  y a la formación de la Triple A, poco tiempo después. La Alianza Anticomunista Argentina fue un  adelanto del terrorismo de estado  de  la dictadura militar genocida. El  decreto de “aniquilamiento” fue y es  la coartada de los represores para justificar la violación de los Derechos Humanos y las matanzas,  antes y después del 24 de marzo de 1976. Los grupos de la  Triple A –de origen peronista y antiperonista se sumaron  a los grupos de tareas de la dictadura previa colaboración con los servicios de informaciones del Ejército y  cuando  era evidente el colapso del gobierno de María Estela Martínez de Perón (Isabelita). Las AAA  fueron funcionales al golpe genocida  por la masacre de activistas que ejecutaron bajo el gobierno de Isabel Perón, y porque les  sirvieron también  a los comandantes de las FFAA  golpistas para  invocar el monopolio de la fuerza contra el  desorden y la violencia "de ambos bandos". Un completo cinismo porque los “grupos de tareas” a cargo de los oficiales del ejército, la marina y la aeronáutica, se conformaron con las patotas lopezrreguistas.

Un ejemplo de esta estrecha colaboración fue la CNU que operó  bajo la protección del  gobernador de la provincia de Buenos Aires y burócrata  de la UOM,  Victorio  Calabró, quien se sumó abiertamente el golpe del 76. Desde un origen distinto y no peronista, la Guardia Restauradora Nacionalista (GRN)  conformada por jóvenes de derecha rosistas que habían militado en Tacuara, también se integró a las patotas  de la Triple A para “combatir al marxismo apátrida”. En Córdoba operaba, en 1975, el  Comando Libertadores de América, un grupo de exterminio  bajo las órdenes de Luciano Benjamín Menéndez, un general del más rancio antiperonismo golpista. Los “grupos de tareas” en Córdoba estuvieron integrados -desde antes del 24 de marzo- por personal del ejército, la policía y grupos de la derecha peronista. Los académicos acentúan las diferencias entre  la derecha peronista ortodoxa y la violencia de grupos terroristas como la CNU, pero no dicen que las 3 A  -que asesinaron  a más de mil militantes de la JP, la izquierda y a cientos de delegados y activistas  de la vanguardia obrera que luchaba contra el Pacto  Social y contra la burocracia sindical-  nació de las entrañas del tercer gobierno peronista. 

Para entender este curso derechista  hay que detenerse en el regreso de Perón a la Argentina  en el escenario de  crisis del Onganiato y, fundamentalmente, de ascenso revolucionario abierto por  el Cordobazo. Este ascenso fue gestando una nueva vanguardia obrera  clasista y un movimiento estudiantil  de izquierda y combativo. En las  barricadas del Cordobazo los obreros mecánicos  cantaban  consignas “por el gobierno obrero y popular” y en las asambleas del clasista  Sitrac  Sitram el activismo coreaba “Contra el Capitalismo: Socialismo”. No se puede entender la barbarie asesina de las 3A, ni las masacres de la dictadura  militar con el respaldo de toda la clase capitalista, al margen de la “amenaza” política que representaba la maduración política creciente  de una amplia franja de la vanguardia obrera que evolucionada hacia posiciones de clase. El foquismo nacionalista de Montoneros y el foquismo frentepopulista del PRT- ERP, fueron un obstáculo y un factor retardatario y negativo de esta evolución como se puso en evidencia en el Plenario Nacional Antiburocrático de 1974 en Villa Constitución. Allí, la  JTP  montonera le dio la espalda a la convocatoria y tanto el PC, como Agustín Tosco, el maoismo y el PRT rechazaron la moción   de constituir una Coordinación Clasista Nacional.

¿A qué volvió Perón a la Argentina?

El levantamiento de la proscripción de Perón, tras 18 años de exilio forzado, fue parte del “Gran Acuerdo Nacional” (GAN)  para reintegrar al peronismo y al propio Juan Domingo Perón a un esquema “institucional”/electoral, que permitiera a la dictadura retirarse en orden y disipara  la situación revolucionaria y las puebladas  de masas que habían herido de  muerte (1966- 1973). Perón volvió al país como fruto de un acuerdo con los partidos burgueses, negociando su retorno con el general Alejandro Agustín  Lanusse, aceptando   su marginación en los comicios del 11 de marzo del 73 y  pactando con el imperialismo que veía en la continuidad de la dictadura  el peligro de un levantamiento insurreccional  popular. Los EEUU  estaban abocados a la  liquidación del gobierno de la Unidad Popular en Chile.

El cambio de frente de la clase capitalista demostró que el  peronismo  no era “el hecho maldito del país burgués”; fue la burguesía argentina la que  recurrió a la autoridad de Perón como  recurso  de emergencia para estabilizar un régimen quebrado.  Fracasada la “primavera” camporista como intento de disolución democrática  del ascenso popular,  la burguesía argentina reclamó la presencia directa de Perón para poner en caja la lucha de clases. El “Líder” asumiría como tarea inmediata la  “pacificación”  y  la reconciliación nacional,  simbolizada en el abrazo Perón-Balbín. La fórmula electoral Perón-Isabel Perón, fue el desemboque de una “transición” planificada para desplazar a la izquierda peronista y sobre todo para imponer el Pacto Social (con la resignación obrera de sus reclamos), allí donde Cámpora estaba fracasando. El presidente provisional encargado de la “transición” fue el yerno de López Rega, Raúl Lastiri, confirmando el rumbo elegido por Perón mucho antes de que Montoneros inventase la patética teoría del “cerco”. 

La definición de la   fórmula presidencial no estuvo exenta de crisis políticas  teniendo en cuenta que el  General  Perón  empujaba  una fórmula de  “unidad nacional” con Balbín como vicepresidente. Con la  certeza de que Perón, enfermo y envejecido, no iba a finalizar su mandato, se impuso finalmente  la fórmula Perón-Perón que desplazó  el centro de gravedad  en favor de la camarilla de Isabel y López Rega. El péndulo se inclinó  hacia la derecha dando muestra del agotamiento del bonapartismo de Perón

 La subordinación de Montoneros

 Con Isabel como sucesora, Juan Domingo  Perón fue  desplazando, uno por uno, a todos los gobernadores de la “Tendencia” acusándolos por “su  complacencia con la subversión”. Los pedidos de renuncia, juicios políticos y destituciones barrieron a  la  izquierda peronista de las gobernaciones. Este “dominó”  arrancó con la destitución del gobernador peronista formoseño en noviembre de 1973 a quien  apoyaba la Unión de Ligas Campesinas de la provincia. Al año siguiente morirían el gobernador misionero y su vicepresidente en un  accidente  aéreo  denunciado por sus familiares como un atentado de la Triple A. En enero y  vestido con uniforme militar, Perón echó a Oscar Bidegain de la gobernación bonaerense, después del intento de copamiento de un cuartel en Azul por parte del ERP. La seguidilla continuó con el Navarrazo, el golpe policial que derrocó al gobierno provincial de Córdoba presidido por Ricardo Obregón Cano y Atilio López, quien fuera  posteriormente asesinado por las 3A. Política Obrera, antecesor del Partido Obrero, denunció al Navarrazo como el Anticordobazo de Perón. En paralelo con el Navarrazo, Perón ordenó la destitución de Alberto Martínez Vaca, gobernador de Mendoza, acusado por la Iglesia Católica  de “adoctrinamiento marxista” en las aulas, con Antonio Cafiero  como interventor de los tres poderes  mendocinos. Otro gobernador destituido, en 1974, fue Ragone, quien sería secuestrado y desaparecido en Salta en marzo del 76.

Juan Domingo Perón volvió como parte de un operativo contrarrevolucionario que en apenas 49 días tumbó a  Cámpora abriendo el curso derechista  que profundizó Isabel María Estela Martínez de Perón. Encubriendo a Perón y también el fracaso de sus propias  ilusiones, Montoneros  le atribuyó a López Rega y a la burocracia sindical vandorista  el "haber  cercado a Perón”. El discurso  de Perón del 1° de Mayo de 1974, cuando expulsó a los Montoneros de la Plaza, tratándolos de traidores y mercenarios, debería haber culminado una experiencia política con el peronismo que la izquierda peronista no cerró. Recordemos que  Montoneros llamó a  votar la fórmula Perón– Isabel  en el 73: un  año después, Mario Firmenich  anunció el pase a la clandestinidad  de Montoneros en nombre del  verdadero peronismo que “había traicionado Isabelita”.  Este  enfrentamiento aventurero y de aparato con el gobierno de Isabel y la camarilla lopezreguista fue el resultado de su  frustración con el “Perón revolucionario”. 

El voto a Luder, y la reinserción de viejos dirigentes montoneros en el PJ en 1983,  confirmaron la falta de independencia política de la llamada izquierda peronista. Con los años vendría el apoyo a Menem y al gobierno de los Bunge y Born. Los Montoneros fueron  no sólo derrotados militarmente sino quebrados en su voluntad de lucha. Siendo ya evidente el rumbo que seguía Perón en su tercer mandato, la Jotapé participó del Operativo Dorrego en tareas “sociales” con el Ejército, donde Perdía – dirigente montonero- “compartíó” fogones con Albano Harguindeguy, uno de los jefes militares protagonistas de la dictadura criminal del 76. Los “académicos" abundan en datos sobre las organizaciones de la derecha peronista pero no profundizan en estas cuestiones centrales. 

 Para   el peronismo post-dictadura y para el peronismo actual,  la responsabilidad de Perón en la Masacre de Ezeiza y en la formación de la Triple A es un tema tabú que hay que  “reescribir” como hiciera Axel  Kicillof con el homenaje a Rucci. Lo mismo ocurre con la responsabilidad que le cupo al peronismo en el golpe. Fue Isabel la que nombró  a Videla comandante del Ejército. Citamos un  párrafo de un discurso de Rucci -publicado en la revista En Defensa del Marxismo-  para escarnio de los que lo homenajearon: “Córdoba es un foco infeccioso al servicio de la sinarquía internacional”. Así calificó Rucci al proceso abierto con el Cordobazo. El revisionismo de los 70 coincide con la bajada de línea del kirchnerismo para “no repetir los errores del pasado”. Néstor y Cristina  Kirchner  dividieron campos  asignándole a la Cámpora el trabajo estudiantil y a la burocracia la dirección de los sindicatos. Los “herederos” de la vieja Jotapé borraron de su discurso toda referencia a la lucha contra la burocracia mientras cantan –como lo hacía Rucci-  que los sindicatos son de Perón.

 La Masacre de Ezeiza y el documento reservado

 Ocho días después de que Perón se impusiera en la elección presidencial con el 62% de los votos, se conoció el "documento reservado" para combatir la infiltración marxista. Publicado por el diario La Opinión, es muy probable que la filtración  haya sido adrede para combinar la persecución puertas adentro del peronismo con el amedrentamiento  e intimidación más general contra toda oposición obrera al Pacto Social. Lo elaborado y detallado del  manual de instrucciones -un verdadero  parte de guerra- desmiente que el Documento haya sido la respuesta “emocional” de Perón a la muerte de José Ignacio Rucci en el atentado reivindicado por Montoneros. Este Instructivo se elaboró mucho tiempo antes del 1 de octubre del 73 acorde al propósito de depuración de la izquierda peronista y de combate al clasismo al servicio de la estabilización burguesa. El documento  con  la firma del Consejo Superior Peronista, empezó a circular el 1/10/73  en “esta situación de guerra contra el marxismo” –llamando a  participar activamente  en las acciones “que se planifiquen para llevar esta lucha-   y aplicando-  todos los medios de lucha que se consideren eficientes en cada lugar y oportunidad". Este fue  el origen estatal  de las 3 A. El Ministerio de Bienestar Social regenteado  por José  López Rega, fue el centro operativo de la Triple A  generosamente financiada y armada por el aparato gubernamental en vida de Perón.

 Los " académicos" se empeñan en diferenciar a la llamada ortodoxia peronista del terrorismo ultraderechista de grupos como la Concentración Nacional Universitaria o la Alianza Libertadora Nacionalista. Vale citar este párrafo de la biografía de López Rega, escrita por Marcelo Larraquy, donde  apunta  que “apenas el Ministerio se puso en funcionamiento se subieron a las distintas secretarías y subsecretaría , ex tacuaras del Movimiento Nueva Argentina, militantes de la  Juventud Federal del estanciero de Anchorena, miembros de la CNU, un sector del  Encuadramiento orientado  por el diputado Rubén Contesti, cuadros técnicos de Guardia de Hierro, grupos sindicales ortodoxos y  militantes del CdO , el Comando de Organización de Alberto Brito Lima”. La otra pata de las 3 A fue la cúpula de la Policía Federal de Perón,  integrada por los comisarios Alberto Villar y Luis  Margaride, dos conspicuos antiperonistas que habían dirigido la represión policíaca bajo la dictadura de Onganía.

 Con la asunción de Cámpora, Villar pasó a retiro para ser repuesto por Perón  en su tercer gobierno. La colaboración entre Villar y López Rega en la represión estuvo  cruzada por una disputa feroz por la jefatura efectiva de la Policía Federal, en particular  después de  que el “Brujo” fuera ascendido por Perón de sargento  a comisario general,  de un tirón y sin escalas. El prontuario de Villar incluyó torturas, asesinatos y formación antisubversiva a cargo de miembros de la OAS francesa especialistas en la guerra sucia contra el FLN argelino. Perón fue a buscar a Villar sabiendo que éste había estado a cargo del operativo policial que irrumpió en la sede del Partido  Justicialista en 1972 donde se estaban velando los cuerpos de  militantes guerrilleros fusilados en Trelew. Villar se llevó los féretros de los compañeros asesinados como parte de la provocación de la dictadura lanussista. Luis Margaride también tuvo una  historia tenebrosa como represor de la juventud durante el Onganiato. Su rutina eran los operativos de “moral” en los hoteles alojamiento. Antes de la  designación de Villar y Margaride en  la cúpula de la Federal, Perón  ya había reincorporado  a dos oficiales de policía con antecedentes penales por robo, extorsión y asesinato, que fueron asignados a la custodia presidencial. Morales y Almirón actuaron como custodios presidenciales y en tanto  jefes de seguridad del Ministerio de Bienestar Social como responsables operativos de  las patotas de la Alianza Anticomunista Argentina.

López Rega con Perón

  López Rega armó su propio sello de goma juvenil con el nombre de Juventud Peronista de la República Argentina, a cargo de Julio Yessi. La JPRA adquirió  el status oficial de la rama juvenil del peronismo en abierto desafío a  la Juventud Peronista de las Regionales, la Tendencia y  Montoneros. Con despacho propio en el Ministerio de Bienestar Social, Yessi tenía rango de  asesor. A fines del 73 comenzó a editarse la revista " El Caudillo"- financiada por el lopezrreguismo-, cuyo lema era "el mejor enemigo es el enemigo muerto". En las páginas de este pasquín fascista  se anticipaba  la lista de  víctimas que irían siendo asesinadas por la Triple A. Su editor, Felipe Romeo, admirador de Hitler, atacó a una conocida revista de humor y a dos de sus periodistas,  Mario Mactas y Carlos Ulanovsky, quienes  habían sido contratados para hacer una publicación infantil para el Ministerio de Educación. Desde El  Caudillo – como narra Marcelo Larraquy- se  amenazaba con colgarlos, si el ministro Jorge Taiana no los hacía renunciar.

 En octubre Perón  presentó la Reforma al Código Penal que endureció las penas "antisubversivas". En otro artículo, narramos la amenaza directa de Perón en una conferencia de prensa a una periodista del diario El Mundo que le había preguntado por los grupos parapoliciales de derecha. Agreguemos que Perón chantajeó a los ocho diputados renunciantes  de la JP amenazando  con dar rienda suelta a la  represión ilegal si no le votaban  la legislación represiva.  Días después de la Reforma al Código Penal comenzaron los atentados y se hicieron públicos los nombres de los sentenciados a muerte  por la Alianza Anticomunista Argentina (AAA): la conexión entre el accionar terrorista de derecha y la impunidad garantizada desde el estado por Perón es imposible de ocultar. El primero de los atentados reivindicado por la Triple A fue contra el senador radical Solari Yrigoyen quien sobrevivió a la explosión con graves quemaduras. Este atentado  fue una represalia por su voto  de  rechazo a la Ley de Asociaciones Profesionales, hecha a medida de la burocracia sindical. Antes ya habían sido asesinados varios  militantes de la Juventud Peronista "sin firma". 

Los crímenes brutales la Triple A fueron en ascenso durante todo el año 1974, hitos de esta escalada fueron la publicación de la  lista de “objetivos” a ser eliminados que incluía  dirigentes de izquierda, de la Tendencia, del clasismo,  intelectuales y referentes del movimiento obrero combativo. La Triple A fue responsable de los asesinatos de Rodolfo Ortega Peña, Silvio Frondizi, Carlos Mugica, Julio Troxler entre otros, de la “Masacre de La Plata” en la que fueron acribillados ocho militantes del PST, y de  cientos de delegados clasistas. Anticipando al Plan Cóndor de la dictadura, las  AAA mataron a los  generales exiliados Prats y Torres, uno identificado  con Salvador Allende  y el otro opositor al dictador boliviano Hugo Banzer. Es imposible separar  estos asesinatos del reconocimiento del gobierno de Perón a la dictadura de Pinochet. Los vínculos represivos de Villar  se extendieron  al Uruguay y Brasil con la colaboración cruzada de las policías de cada uno de  esos países.

El 13 de diciembre de 1974 fueron secuestrados y acribillados los militantes de Política Obrera,  Fisher y Buffano, dirigentes de la fábrica Miluz, que habían participado del Plenario Nacional de Villa Constitución  al que concurrieron con el mandato de la fábrica para impulsar una corriente nacional del clasismo. Tanto la JTP montonera como el PRT, bloquearon esta posibilidad. La vuelta del peronismo al gobierno, acentuó el frentepopulismo de la izquierda; Tosco y el PC se negaron a integrar una fórmula  electoral clasista para “no dividir al campo popular”. El PRT hizo pública la tregua al gobierno de Cámpora anunciando que sí  iba a continuar combatiendo a las FFAA después del 25 de mayo del 73. Esta distinción entre gobierno y fuerzas armadas es contraria a una caracterización marxista del estado como órgano de dominación de clase. El accionar guerrillero del PRT pretendía encauzar un frente popular y democrático para enfrentar a la derecha peronista y a la represión paraestatal y de las FFAA. A comienzos  del 75 Isabel ordenó  la represión a la huelga de Villa Constitución, operación Víbora Roja. La represión a la “guerrilla fabril”, como la calificó Balbín, combinó el accionar de la policía con las patotas de la UOM y de  la Juventud Sindical Peronista (JSP). Crónicas de la Huelga de Villa hablan de una caravana de vehículos  que  transportaron 5000 efectivos  y parapoliciales desde la Capital  Federal  a la ciudad santafesina para aplastar la huelga. Para Isabel y López Rega y para toda la derecha peronista la liquidación del clasismo era una cuestión de estado.  

El Curso derechista de Perón

El revisionismo alcanza  a la Masacre de Ezeiza, a la que algunos “académicos” le niegan ese carácter, calificándola de sobreactuación de la JP y Montoneros. Los argumentos son vergonzosos porque parten de una supuesta “exageración” del número  de muertos y  heridos en los bosques de Ezeiza. Esta revisión miserable le pasa la página a la provocación montada por el peronismo para acelerar la renuncia- destitución  de Cámpora. Al día siguiente de la Masacre, Perón le echó las culpas del tiroteo a los “infiltrados”. La derecha peronista tuvo todo el control de la  Comisión Organizadora – en manos de Jorge Osinde y Norma Kennedy- y fue la que preparó la emboscada del 20 de junio.  Ezeiza  fue  no solo  una masacre  sino  la campana de largada de una ofensiva de la “ortodoxia” y la derecha peronista, que ya había actuado con Cámpora impulsando la toma de edificios públicos para evitar que fuesen  ocupados por la Tendencia y la Izquierda. Con Cámpora afuera, se terminó el doble juego -que promovió Perón-  previo a las elecciones del 11 de marzo del 73, cuando le daba   aire a las “formaciones especiales” de Montoneros, FAR y FAP,  mientras fortalecía a  Rucci al frente  de la CGT.

 La ortodoxia peronista  dejó de lado las disputas con el  sindicalismo neovandorista y  se  concentró en golpear  al activismo combativo y clasista. La continuidad de este curso derechista  fue –como señalamos- la decisión de Perón de voltear a los gobernadores alineados con la Tendencia. Muerto  Perón, el  lopezrreguismo fue copando el gobierno, impuso la reaccionaria y oscurantista Misión Ivanissevich y al fascista Ottalagano como rector de la Universidad de Buenos  Aires. En el 75 el Ministerio de Economía pasaría a manos de  Celestino Rodrigo.

La revisión de la Huelga General.

El Rodrigazo fue un clásico “programa de ajuste”. Con una inflación del 40 % anual, Celestino Rodrigo devaluó el peso, aumentó las tarifas de los servicios públicos en más de 100%, a la par de que se propuso desconocer los acuerdos paritarios firmados después del congelamiento de salarios –resistido- durante el Pacto Social. En la revista  En Defensa del Marxismo y en  Prensa Obrera se han publicado distintos artículos  sobre la Huelga General de Junio y Julio, su desarrollo,  el balance de  las Jornadas revolucionarias de Junio y Julio y sobre el rol que jugaron las direcciones de fábrica clasistas y combativas del Gran Buenos Aires y el Gran La Plata. Estas direcciones fueron el  motor del proceso huelguístico desde el mes de junio y antes que la CGT convocara a los paros  de 48 horas, convenientemente dosificados  para evitar la caída del gobierno de Isabel junto con el derrumbe del Plan Rodrigo. La revisión de los 70 poda a la Huelga General  de la conclusión fundamental: el “75”  no fue solo el año de la preparación del golpe genocida  sino también el punto más alto de ruptura de amplios sectores de la clase obrera con el peronismo. 

Los académicos minimizan esta huelga política de masas reduciéndola a los enfrentamientos entre verticalistas y antiverticalistas, y a las acciones tardías y por goteo  de Lorenzo Miguel y la CGT que desembocaron en la renuncia de Celestino Rodrigo. La misma burocracia  de la UOM que al final de la Huelga cantaba “Isabel Coraje, al Brujo dale el raje” era la que había marchado para darle las gracias a la presidenta lopezrreguista  por el reconocimiento de un aumento salarial que duró poco. Después sería la propia Isabel  la que desconociera los acuerdos paritarios firmados,  poniéndoles  un tope del 50%. A López Rega –quien tuvo que renunciar como coletazo directo de la caída de Celestino Rodrigo- lo echó la Huelga General y la movilización de masas de la clase obrera. El  balance debe integrar  también el operativo  armado por la burocracia sindical de la CGT, por  Luder, el PJ, el radicalismo y la cúpula de las FFAA para rescatar transitoriamente al gobierno de Isabel del torbellino obrero y popular  que amenazaba con llevarse todo puesto. Fue en este momento en que aparecieron las denuncias públicas del radicalismo que vinculaban a López Rega con las 3 A reclamando el “monopolio de la fuerza” represiva. La crisis abierta con el Rodrigazo llevaría al interinato de Luder y a una mayor descomposición del gobierno isabelista que alimentó la agitación golpista de las cámaras patronales. Burócratas “antiverticalistas”, como Victorio  Calabró, se pasaron abiertamente al campo del golpe militar, mientras que la dirección de  CGT contaba los días que faltaban hasta el 24 de marzo (los diarios de la burguesía anunciaban el “ final inexorable” con la fecha casi precisa del derrocamiento de Isabel). La parálisis y adaptación de la CGT al golpe quedó graficada en la tristemente famosa frase de Casildo Herreras cuando dijo “yo me borro” y se fugó a Montevideo.

El “75” expuso dramáticamente la crisis de dirección de la clase obrera. En nueve meses la situación política dio un viraje de 180 grados  de una huelga general de masas que paralizó a la Triple A y echó a López Rega,  al triunfo de un golpe contrarrevolucionario que asesinó a 30000 militantes y activistas en un genocidio y revancha capitalista sin  antecedentes. El frente único gestado en las Coordinadoras interfabriles y regionales donde militaron delegados de la JTP, del PRT junto al clasismo y la izquierda, careció de una proyección política y de poder para luchar  por un gobierno de la clase obrera.  En el fondo de esta crisis hubo una cuestión política irresuelta que fue la ruptura con el peronismo de las  direcciones  combativas   para construir una dirección política y sindical, clasista y revolucionaria.  Las organizaciones foquistas con peso en las Coordinadoras  vieron en la colosal irrupción obrera  de junio y julio del 75  no la oportunidad para un viraje histórico –apertura de un camino de lucha por un gobierno de la clase obrera como salida al derrumbe del peronismo-  sino el  punto de apoyo para la “guerra popular” con los trabajadores de partenaires pasivos.

 En los meses subsiguientes se sucedieron intentos de tomas de cuarteles y enfrentamientos directos con el Ejército que diezmaron y fueron aniquilando a Montoneros y al ERP.  El frentepopulismo del PRT se volvió a expresar en el intento  fallido de fusión del ERP con Montoneros en el 76 bajo la consigna “Argentinos a las Armas”, carente del menor sustento político. El PST morenista  escribió días después del 24 de marzo que los militares habían logrado  –echar a Isabel-  lo que las masas no pudieron hacer,  caracterizando a Videla de  “dictablanda”, la  dictadura más democrática de América Latina. Nahuel Moreno creía y se preparaba para una pronta salida institucional mientras las FFAA masacraban con los métodos de la guerra civil a la clase obrera.

Historia y Presente

Como se  señaló, el revisionismo de los 70, es la partitura de la “nueva musiquita” de Kicillof y todo el peronismo. Reivindicaciones como la de Rucci delatan una quiebra moral y política en un intento por reescribir la historia del tercer gobierno de Perón. Debates como éste importan –sobre todo con la juventud- para avanzar en la superación política de un  nacionalismo burgués peronista degradado, impotente y cómplice con la barbarie “libertaria”. El estudio crítico del peronismo es parte de la batalla cultural contra la derecha y un soporte teórico fundamental  para la construcción de un Partido Obrero, sólidamente enraizado en la vanguardia obrera y juvenil que lucha contra Milei.

 La reivindicación de Rucci  es parte de lo que hemos llamado el revisionismo derechista de los 70. Detrás de esta revisión hay un propósito político que es el de contribuir a la » unidad del peronismo». Se busca, por grotesco que sea, rescatar  a un peronismo en bancarrota  que  perdió  la primera minoría en Diputados  después de que los  gobernadores peronistas del norte  armaran  su propio bloque como colectora de La Libertad Avanza. Quebrados  por las derrotas,  Kicillof  y Cristina insisten  con garantizar que Milei debe gobernar hasta el 2027, caucionándolo para que siga con sus ataques a los derechos de los trabajadores y protegiéndolo de la bronca de los explotados que se movilizan.

  Desde hace  varios años emergió una corriente historiográfica que se propone estudiar a la  derecha peronista como  categoría de análisis. Estos historiadores distinguen sus  investigaciones de aquellas otras  que serían – según afirman-  periodísticas y  no académicas. Polemizan por caso  con  Verbintsky autor de  “Ezeiza” y  con otro periodista,  Ignacio González Janzen, quien  escribió  sobre la Triple A , definiéndola  como una “ federación de grupos de derecha”.  También toman distancia  del llamado  «giro subjetivo»   donde inscriben  a libros como “La Voluntad” de  Eduardo Anguita y Martín  Caparros basados  en historias y testimonios de militantes guerrilleros de los 60 y 70. De Anguita molestan  especialmente sus denuncias sobre el probado vínculo entre Perón y las 3 A.

La “intelectualidad” de derecha

 Para algunos académicos, hay una mirada sesgada y prejuiciosa de  la derecha peronista ignorando los «aportes” hechos por el nacionalismo a la constitución del peronismo. El rescate incluye  a  “intelectuales” como Carlos Disandro y Jacques de Mahieu. En otro artículo hemos escrito sobre Disandro, el fundador de la Concentración Nacional Universitaria (CNU), responsable de por lo menos un centenar de crímenes  en La Plata. La “Tercera Posición” que desarrolló  Disandro en sus escritos se identificó con la lucha contra la Sinarquía Internacional,  un  supuesto complot conjunto del capitalismo, el comunismo, el sionismo y la Iglesia infiltrada por el marxismo.  El filólogo  y profesor universitario  platense reivindicó  “la Comunidad Organizada” -ponencia presentada  en el Congreso de Filosofía de 1946-  donde Perón definió al justicialismo como la vía estatal para la  superación de la lucha de clases. En la “Comunidad Organizada” el peronismo “pronosticó” una atenuación  de las diferencias entre las clases – como se presentaba el gobierno peronista-  y con ésta de los enfrentamientos y guerras en el mundo abriendo paso a una “era de colaboración social”. En 1955 Perón pagaría caro esta “ilusión” y apología del imperialismo.

  El antropólogo Jacques de Mahieu fue director de la Escuela Superior del Partido Peronista. Nacido en Francia, llegó a la Argentina después del fin de la segunda guerra mundial con nombre falso.  Fue un exégeta  del nazismo, sirvió en las Waffen  SS  alemanas y fue parte del Régimen colaboracionista de Vichy en Francia. La  “Tercera Posición” de Jacques  Mahieu remite directamente al estado corporativo, jerárquico y fascista. Como antropólogo,  Jacques de  Mahieu  defendió lo que llamó  un “racismo científico” y elaboró una patética teoría sobre el origen vikingo de una tribu de América del Sur.  Mahieu fue uno de los ideólogos de Tacuara donde disputó -como peronista- influencias  con el sacerdote tomista y de derecha Julio Meinville, doctor en Teología. Meinville, a diferencia de Mahieu, era antiperonista y fue  mentor de la  formación de Tacuara a partir de 1954 cuando Perón chocó con la Iglesia que estaba metida de llena en el golpe oligárquico. Su declarado antiperonismo, no le impidió ser asesor  en el Rectorado de la UBA, en 1975, cuando Ottalagano tildaba a la universidad de campo de entrenamiento de la guerrilla. Conferencista de las FFAA,  Meinville  criticaba a  la “Tercera Posición”  del peronismo calificándola  de demagoga porque estaba en juego la defensa del  “Bloque de Occidente” para luchar contra el comunismo.  Agreguemos que Julio Meinville  predicaba una monarquía teocrática universal católica en oposición  a los estados nacionales.

Los  “aportes”  de estos intelectuales, que fueron   reivindicados por la dictadura de Videla y la jerarquía  católica colaboracionista, no fueron  más allá  de la reformulación  de   viejas utopías reaccionarias retrógradas, antimodernistas, medievalistas y corporativas.

San Martín-Rosas-Perón

    A la hora de  los  aportes del nacionalismo de los años 30, el peronismo acredita el revisionismo histórico y federal  como  antítesis de la  historia liberal mitrista,  rescatando  la figura de Rosas como defensor de la soberanía frente a los invasores anglo-franceses. Estos  fueron  temas de cabecera de los historiadores  nacionalistas  Federico Ibarguren, Ernesto Palacio y  José María Rosa. Según los “académicos”  la reivindicación del rosismo habría sido introducida  en el peronismo por la  Alianza Libertadora Nacionalista (ALN). Señalemos, brevemente, que la ALN  nació de la Legión Cívica montada en 1930 por  el general Félix de Uriburu, líder militar del “golpe con olor a petróleo”, contra Hipólito Yrigoyen. La Legión Cívica  fue  una organización paramilitar uniformada  a la  usanza de las escuadras fascistas  italianas. Con el golpe de Uriburu, y posteriormente, con el gobierno de la Concordancia  de Agustín P. Justo, se inició la Década Infame. Perón, quien había participado, como oficial de  la represión en la Semana Trágica de 1919, apoyó el golpe del 30 y tomó partido por el ala “liberal” y pro-británica, donde hizo carrera como militar. El peso y el prestigio que tuvo Perón en la Logia del GOU estuvieron directamente ligado a este apoyo inicial a Justo.

La ALN se peronizó durante el segundo mandato de Perón, cuando  Guillermo Patricio Kelly desplazó del mando de la Alianza a su fundador, Juan Queraltó.  Kelly, un oscuro personaje encarcelado luego por la Revolución “Fusiladora” (1955), terminó sus días como agente de la CIA y del Mossad.  Juan  Queraltó intentó reflotar los restos de la Alianza Libertadora Nacionalista  cuando el  peronismo volvió al  gobierno en el 73, sus miembros se incorporaron a las bandas de la Triple A de la camarilla derechista de Isabel Perón y López Rega.  A la Alianza Libertadora Nacionalista (ALN)  se le atribuye  la “línea histórica” -San Martín, Rosas, Perón- y   la consigna “Ni yanquis, ni marxistas, nacionalistas”, luego tomada y modificada por la derecha peronista. Esta consigna fue coreada por los jóvenes de la Alianza en 1948 como respuesta al  Acta (colonial pro-yanki) de Chapultepec firmada por Perón, y fue la postrera manifestación de autonomía de  la ALN antes de integrarse por completo al peronismo.

No deja de ser interesante la observación de los académicos cuando recuerdan  que el  “rosismo” de Perón  fue tardío y posterior a su  derrocamiento en 1955. Sobre Juan Manuel Rosas, «salvo para las expresiones más recalcitrantes de la historiografía  liberal, la Vuelta de Obligado es  considerada  (y lo es) un hito de la independencia nacional » (Cristian Rath).  El 20 de noviembre de 1845 las  fuerzas de la Confederación Argentina enfrentaron a las dos flotas de guerra más importantes de su tiempo  en una batalla desigual sobre el río Paraná. Rosas, gobernador de Buenos Aires  y cabeza de la Confederación, recibió el sable de campaña enviado por San Martín, en mérito a esta acción  de defensa nacional contra el intento de los invasores por establecer lo que Milcíades Peña denominó la dictadura del comercio extranjero (libre navegabilidad  de los ríos que querían las potencias europeas). Sin embargo la diplomacia británica  negoció con Rosas lo que consideraba una cuestión estratégica – la “independencia  de Montevideo»-  y en 1849 la Confederación Argentina  aceptó retirar  sus tropas del Uruguay consagrando la escisión de la Banda Oriental , por la  que Gran Bretaña  venía conspirando desde hacía años. Juan Manuel de Rosas, como representante de la  clase ganadera, defendió  los intereses y el comercio interior de la oligarquía terrateniente de la provincia de Buenos Aires y del Litoral pactando con Gran Bretaña esta concesión histórica.

Los “aportes” del nacionalismo

  El golpe militar  del Grupo de Oficiales Unidos (GOU) que derrocó al conservador Ramón Castillo – último presidente fraudulento de la Década Infame- se presentó como un movimiento de “regeneración” de la Nación frente a la corrupción y descomposición del viejo orden reinante. El GOU, que integró Juan Domingo Perón,  fue una mezcla heterogénea de oficiales nacionalistas, germanófilos y partidarios de los Aliados. Con el derrocamiento de Castillo, se conjuró el intento por entronizar a Robustiano Patrón Costas como candidato a presidente,  en una aproximación a los  EEUU. Por entonces el declive de Gran Bretaña y del imperialismo inglés iba inaugurando un nuevo periodo, la  heterogeneidad del GOU  no resistió las presiones  de  EEUU la potencia capitalista vencedora en 1945. El peronismo no surgió del golpe del 43 sino de una diferenciación y crisis interna en el gobierno militar. Juan Domingo Perón fue  depuesto en 1945, bajo la presión de la embajada norteamericana, las cámaras patronales, los partidos “democráticos”, el PS y el PC, y una fracción del propio  Ejército. Perón  volvería  al  poder con  la  gran irrupción obrera del 17 de octubre, triunfando  en la elección presidencial del 24 de febrero de 1946  y  polarizando la campaña electoral contra la Unión Democrática (“Braden o Perón”).

  El ascendiente  del peronismo sobre la clase obrera  no fue la consecuencia “natural”  del golpe militar del 43-  represivo y carente de base popular-  sino de la conformación del peronismo como movimiento nacionalista burgués de resistencia limitada al imperialismo yanki. Desde la Secretaría de Previsión y Trabajo, Juan Perón combinó  el  arbitraje en los conflictos entre las patronales y los trabajadores, con el reconocimiento de importantes conquistas obreras – rechazadas por la oligarquía-  junto a  una aceitada cooptación de dirigentes sindicales provenientes del Partido Socialista, ex  anarquistas, sindicalistas revolucionarios y del PC. Parte de esa  vieja burocracia sindical, asimilada  por Perón, constituyó el efímero  Partido Laborista que lanzó la candidatura  presidencial de  Perón para  las elecciones de 1946 y que  fuera después disuelto sin resistencia por el “Líder”.

Agotado el “boom” económico de post-guerra, la Alianza Libertadora Nacionalista  acompañó el giro cada vez más acentuado de Perón hacia los EEUU. En 1950,  Perón apoyó  al imperialismo norteamericano en la guerra de Corea y en 1954  firmó el contrato  con la California Oil, precursor de las concesiones petroleras del gobierno de  la UCRI. Arturo Frondizi llegó al gobierno en 1958 con los votos del peronismo, que tuvo en John William Cooke su operador político. Desafiando el pacto Frondizi-Perón hubo  miles de votos en blanco provenientes de las bases más  combativas del peronismo. Los antecedentes de las  políticas entreguistas  de Frondizi  estaban ya presentes en  el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) firmado por Perón.

Como señalamos, Tacuara surgió como una ruptura de la ALN  alineándose con el giro  golpista de la Iglesia Católica.  Quienes -como su fundador Alberto Ezcurra Uriburu-  formaron  el Movimiento Nacionalista Tacuara (MNT)   activaron  contra la  aprobación de la ley de  divorcio, la supresión de la enseñanza católica obligatoria en las escuelas  y la separación de la Iglesia del Estado. Con Frondizi, los futuros tacuaras actuarían como  grupo de choque de  los “libres” partidarios de la educación confesional y privada, contra los” laicos”. Su jefe Ezcurra Uriburu, admirador del fascismo católico,  abandonó la militancia política a mediados de los 60 para ordenarse sacerdote. Ex Tacuaras  se sumaron a las organizaciones de derecha del peronismo, ocupando la  primera línea  en la Masacre de  Ezeiza a las órdenes de Osinde.

El árbol y el bosque

Pese al abundante material informativo que manejan, el árbol no les deja ver el bosque a los académicos que soslayan el  por qué  de la completa impunidad  de la que gozaron los distintos grupos de derecha que conformaron  las 3A.  

Una síntesis de estos planteos los  encontramos en el  trabajo del  historiador platense, Juan Luis Besoki, “La derecha peronista en perspectiva». Este autor comparte  conclusiones con investigadores como Juan Luis Carnagui, quien cuestiona  lo que  denomina  el “sentido común” sobre la derecha peronista. Otro  historiador –citado por Besoki- afirma que la denominación  de derecha  asume en boca de los no académicos un carácter peyorativo, que  lleva a la simplificación política a la hora de clasificar a  organizaciones  peronistas  ortodoxas como Guardia de Hierro. “Adjetivaciones” –afirman los académicos- como ultraderechista,  fascista o parapolicial, serían más “una operación dirigida a situar a quienes hacen el planteo” que una “comprensión de  los  orígenes y   trayectorias de aquellos a quienes se ubican en el campo de la derecha peronista”. En sus reflexiones, Juan Luis Besoky formula algunas advertencias después de incluir como organizaciones del peronismo de derecha a la Alianza Libertadora Nacionalista  (ALN), al Comando de Organización, al Movimiento de la Juventud Federal, la CNU, la Juventud Peronista de la República Argentina (JPRA) y la Juventud   Sindical Peronista. Besoki concluye, no obstante, que es importante  “no clasificar lisa y llanamente a las organizaciones de la derecha peronista como parte de la  Triple A o del aparato represivo paraestatal”. Esta tesis apunta a separar a la “ortodoxia peronista”- a la que identifica fundamentalmente con los grupos leales a Perón e Isabel- del accionar violento de los “agentes de la represión ilegal” como  fue la Triple A. 

 Estos académicos no se detienen en   la responsabilidad de Perón en la violencia derechista,  ni  en  la  coordinación estatal de las bandas derechistas  a trasvés del  Ministerio de Bienestar Social. Este Ministerio fue la  plataforma de poder de  la camarilla lopezrreguista y la base de operaciones de la Triple A. Estamos frente a un blanqueo historiográfico y por lo tanto político de organizaciones como  la Juventud Peronista Lealtad, escisión por derecha de la JP Montoneros,  que apoyó hasta  el final el curso derechista del peronismo. Lo mismo vale para  la isabelista Guardia de Hierro. El debate tiene una enorme actualidad  porque los Kirchner integraron “La JP  Lealtad” y  además  porque varios de los cuadros de las organizaciones de derecha de los 70 son  parte  de la manoseada  unidad del peronismo, entre éstos  Guillermo Moreno, ex militante de Guardia de Hierro.  Tampoco es ajeno a esta “revalorización” de los 70 Juan Grabois, quien reivindica la fusión de Guardia de Hierro con el FEN que tenía como máximo dirigente a Grabois (padre). Por este  camino el revisionismo de los 70  le lava la cara a  Perón, a Isabel  y a la ortodoxia que actuó  en un campo común con la camarilla terrorista lopezrreguista.

 Señalemos  también  que en  1975  se puso oficialmente en marcha el “Decreto de Aniquilamiento”, apoyado por  todos  los sectores verticalistas y antiverticalistas del peronismo, sin excepción. Ítalo  Luder, uno de los firmantes, completó lo que había iniciado Isabel con el Operativo Independencia, haciendo de la Argentina  una zona liberada al accionar de las FFAA. Luder fue, luego, el candidato a presidente por el Frejuli en la elección de 1983 con el apoyo de todo el peronismo, incluido Montoneros e  Intransigencia y Movilización Peronista (IMP) que editaba el periódico La Voz con el financiamiento de los montos. Pocas veces el voto a los verdugos fue tan literal.

La derecha peronista  y el regreso de Perón

  Un estudio de la  derecha peronista no puede obviar la  responsabilidad directa de Perón en el curso derechista que llevó a la Masacre de Ezeiza, el 20 de  junio de 1973,  y a la formación de la Triple A, poco tiempo después. La Alianza Anticomunista Argentina fue un  adelanto del terrorismo de estado  de  la dictadura militar genocida. El  decreto de “aniquilamiento” fue y es  la coartada de los represores para justificar la violación de los Derechos Humanos y las matanzas,  antes y después del 24 de marzo de 1976. Los grupos de la  Triple A –de origen peronista y antiperonista se sumaron  a los grupos de tareas de la dictadura previa colaboración con los servicios de informaciones del Ejército y  cuando  era evidente el colapso del gobierno de María Estela Martínez de Perón (Isabelita). Las AAA  fueron funcionales al golpe genocida  por la masacre de activistas que ejecutaron bajo el gobierno de Isabel Perón, y porque les  sirvieron también  a los comandantes de las FFAA  golpistas para  invocar el monopolio de la fuerza contra el  desorden y la violencia «de ambos bandos». Un completo cinismo porque los “grupos de tareas” a cargo de los oficiales del ejército, la marina y la aeronáutica, se conformaron con las patotas lopezrreguistas.

Un ejemplo de esta estrecha colaboración fue la CNU que operó  bajo la protección del  gobernador de la provincia de Buenos Aires y burócrata  de la UOM,  Victorio  Calabró, quien se sumó abiertamente el golpe del 76. Desde un origen distinto y no peronista, la Guardia Restauradora Nacionalista (GRN)  conformada por jóvenes de derecha rosistas que habían militado en Tacuara, también se integró a las patotas  de la Triple A para “combatir al marxismo apátrida”. En Córdoba operaba, en 1975, el  Comando Libertadores de América, un grupo de exterminio  bajo las órdenes de Luciano Benjamín Menéndez, un general del más rancio antiperonismo golpista. Los “grupos de tareas” en Córdoba estuvieron integrados -desde antes del 24 de marzo- por personal del ejército, la policía y grupos de la derecha peronista. Los académicos acentúan las diferencias entre  la derecha peronista ortodoxa y la violencia de grupos terroristas como la CNU, pero no dicen que las 3 A  -que asesinaron  a más de mil militantes de la JP, la izquierda y a cientos de delegados y activistas  de la vanguardia obrera que luchaba contra el Pacto  Social y contra la burocracia sindical-  nació de las entrañas del tercer gobierno peronista. 

Para entender este curso derechista  hay que detenerse en el regreso de Perón a la Argentina  en el escenario de  crisis del Onganiato y, fundamentalmente, de ascenso revolucionario abierto por  el Cordobazo. Este ascenso fue gestando una nueva vanguardia obrera  clasista y un movimiento estudiantil  de izquierda y combativo. En las  barricadas del Cordobazo los obreros mecánicos  cantaban  consignas “por el gobierno obrero y popular” y en las asambleas del clasista  Sitrac  Sitram el activismo coreaba “Contra el Capitalismo: Socialismo”. No se puede entender la barbarie asesina de las 3A, ni las masacres de la dictadura  militar con el respaldo de toda la clase capitalista, al margen de la “amenaza” política que representaba la maduración política creciente  de una amplia franja de la vanguardia obrera que evolucionada hacia posiciones de clase. El foquismo nacionalista de Montoneros y el foquismo frentepopulista del PRT- ERP, fueron un obstáculo y un factor retardatario y negativo de esta evolución como se puso en evidencia en el Plenario Nacional Antiburocrático de 1974 en Villa Constitución. Allí, la  JTP  montonera le dio la espalda a la convocatoria y tanto el PC, como Agustín Tosco, el maoismo y el PRT rechazaron la moción   de constituir una Coordinación Clasista Nacional.

¿A qué volvió Perón a la Argentina?

El levantamiento de la proscripción de Perón, tras 18 años de exilio forzado, fue parte del “Gran Acuerdo Nacional” (GAN)  para reintegrar al peronismo y al propio Juan Domingo Perón a un esquema “institucional”/electoral, que permitiera a la dictadura retirarse en orden y disipara  la situación revolucionaria y las puebladas  de masas que habían herido de  muerte (1966- 1973). Perón volvió al país como fruto de un acuerdo con los partidos burgueses, negociando su retorno con el general Alejandro Agustín  Lanusse, aceptando   su marginación en los comicios del 11 de marzo del 73 y  pactando con el imperialismo que veía en la continuidad de la dictadura  el peligro de un levantamiento insurreccional  popular. Los EEUU  estaban abocados a la  liquidación del gobierno de la Unidad Popular en Chile.

El cambio de frente de la clase capitalista demostró que el  peronismo  no era “el hecho maldito del país burgués”; fue la burguesía argentina la que  recurrió a la autoridad de Perón como  recurso  de emergencia para estabilizar un régimen quebrado.  Fracasada la “primavera” camporista como intento de disolución democrática  del ascenso popular,  la burguesía argentina reclamó la presencia directa de Perón para poner en caja la lucha de clases. El “Líder” asumiría como tarea inmediata la  “pacificación”  y  la reconciliación nacional,  simbolizada en el abrazo Perón-Balbín. La fórmula electoral Perón-Isabel Perón, fue el desemboque de una “transición” planificada para desplazar a la izquierda peronista y sobre todo para imponer el Pacto Social (con la resignación obrera de sus reclamos), allí donde Cámpora estaba fracasando. El presidente provisional encargado de la “transición” fue el yerno de López Rega, Raúl Lastiri, confirmando el rumbo elegido por Perón mucho antes de que Montoneros inventase la patética teoría del “cerco”. 

La definición de la   fórmula presidencial no estuvo exenta de crisis políticas  teniendo en cuenta que el  General  Perón  empujaba  una fórmula de  “unidad nacional” con Balbín como vicepresidente. Con la  certeza de que Perón, enfermo y envejecido, no iba a finalizar su mandato, se impuso finalmente  la fórmula Perón-Perón que desplazó  el centro de gravedad  en favor de la camarilla de Isabel y López Rega. El péndulo se inclinó  hacia la derecha dando muestra del agotamiento del bonapartismo de Perón

 La subordinación de Montoneros

 Con Isabel como sucesora, Juan Domingo  Perón fue  desplazando, uno por uno, a todos los gobernadores de la “Tendencia” acusándolos por “su  complacencia con la subversión”. Los pedidos de renuncia, juicios políticos y destituciones barrieron a  la  izquierda peronista de las gobernaciones. Este “dominó”  arrancó con la destitución del gobernador peronista formoseño en noviembre de 1973 a quien  apoyaba la Unión de Ligas Campesinas de la provincia. Al año siguiente morirían el gobernador misionero y su vicepresidente en un  accidente  aéreo  denunciado por sus familiares como un atentado de la Triple A. En enero y  vestido con uniforme militar, Perón echó a Oscar Bidegain de la gobernación bonaerense, después del intento de copamiento de un cuartel en Azul por parte del ERP. La seguidilla continuó con el Navarrazo, el golpe policial que derrocó al gobierno provincial de Córdoba presidido por Ricardo Obregón Cano y Atilio López, quien fuera  posteriormente asesinado por las 3A. Política Obrera, antecesor del Partido Obrero, denunció al Navarrazo como el Anticordobazo de Perón. En paralelo con el Navarrazo, Perón ordenó la destitución de Alberto Martínez Vaca, gobernador de Mendoza, acusado por la Iglesia Católica  de “adoctrinamiento marxista” en las aulas, con Antonio Cafiero  como interventor de los tres poderes  mendocinos. Otro gobernador destituido, en 1974, fue Ragone, quien sería secuestrado y desaparecido en Salta en marzo del 76.

Juan Domingo Perón volvió como parte de un operativo contrarrevolucionario que en apenas 49 días tumbó a  Cámpora abriendo el curso derechista  que profundizó Isabel María Estela Martínez de Perón. Encubriendo a Perón y también el fracaso de sus propias  ilusiones, Montoneros  le atribuyó a López Rega y a la burocracia sindical vandorista  el «haber  cercado a Perón”. El discurso  de Perón del 1° de Mayo de 1974, cuando expulsó a los Montoneros de la Plaza, tratándolos de traidores y mercenarios, debería haber culminado una experiencia política con el peronismo que la izquierda peronista no cerró. Recordemos que  Montoneros llamó a  votar la fórmula Perón– Isabel  en el 73: un  año después, Mario Firmenich  anunció el pase a la clandestinidad  de Montoneros en nombre del  verdadero peronismo que “había traicionado Isabelita”.  Este  enfrentamiento aventurero y de aparato con el gobierno de Isabel y la camarilla lopezreguista fue el resultado de su  frustración con el “Perón revolucionario”. 

El voto a Luder, y la reinserción de viejos dirigentes montoneros en el PJ en 1983,  confirmaron la falta de independencia política de la llamada izquierda peronista. Con los años vendría el apoyo a Menem y al gobierno de los Bunge y Born. Los Montoneros fueron  no sólo derrotados militarmente sino quebrados en su voluntad de lucha. Siendo ya evidente el rumbo que seguía Perón en su tercer mandato, la Jotapé participó del Operativo Dorrego en tareas “sociales” con el Ejército, donde Perdía – dirigente montonero- “compartíó” fogones con Albano Harguindeguy, uno de los jefes militares protagonistas de la dictadura criminal del 76. Los “académicos» abundan en datos sobre las organizaciones de la derecha peronista pero no profundizan en estas cuestiones centrales. 

 Para   el peronismo post-dictadura y para el peronismo actual,  la responsabilidad de Perón en la Masacre de Ezeiza y en la formación de la Triple A es un tema tabú que hay que  “reescribir” como hiciera Axel  Kicillof con el homenaje a Rucci. Lo mismo ocurre con la responsabilidad que le cupo al peronismo en el golpe. Fue Isabel la que nombró  a Videla comandante del Ejército. Citamos un  párrafo de un discurso de Rucci -publicado en la revista En Defensa del Marxismo-  para escarnio de los que lo homenajearon: “Córdoba es un foco infeccioso al servicio de la sinarquía internacional”. Así calificó Rucci al proceso abierto con el Cordobazo. El revisionismo de los 70 coincide con la bajada de línea del kirchnerismo para “no repetir los errores del pasado”. Néstor y Cristina  Kirchner  dividieron campos  asignándole a la Cámpora el trabajo estudiantil y a la burocracia la dirección de los sindicatos. Los “herederos” de la vieja Jotapé borraron de su discurso toda referencia a la lucha contra la burocracia mientras cantan –como lo hacía Rucci-  que los sindicatos son de Perón.

 La Masacre de Ezeiza y el documento reservado

 Ocho días después de que Perón se impusiera en la elección presidencial con el 62% de los votos, se conoció el «documento reservado» para combatir la infiltración marxista. Publicado por el diario La Opinión, es muy probable que la filtración  haya sido adrede para combinar la persecución puertas adentro del peronismo con el amedrentamiento  e intimidación más general contra toda oposición obrera al Pacto Social. Lo elaborado y detallado del  manual de instrucciones -un verdadero  parte de guerra- desmiente que el Documento haya sido la respuesta “emocional” de Perón a la muerte de José Ignacio Rucci en el atentado reivindicado por Montoneros. Este Instructivo se elaboró mucho tiempo antes del 1 de octubre del 73 acorde al propósito de depuración de la izquierda peronista y de combate al clasismo al servicio de la estabilización burguesa. El documento  con  la firma del Consejo Superior Peronista, empezó a circular el 1/10/73  en “esta situación de guerra contra el marxismo” –llamando a  participar activamente  en las acciones “que se planifiquen para llevar esta lucha-   y aplicando-  todos los medios de lucha que se consideren eficientes en cada lugar y oportunidad». Este fue  el origen estatal  de las 3 A. El Ministerio de Bienestar Social regenteado  por José  López Rega, fue el centro operativo de la Triple A  generosamente financiada y armada por el aparato gubernamental en vida de Perón.

 Los » académicos» se empeñan en diferenciar a la llamada ortodoxia peronista del terrorismo ultraderechista de grupos como la Concentración Nacional Universitaria o la Alianza Libertadora Nacionalista. Vale citar este párrafo de la biografía de López Rega, escrita por Marcelo Larraquy, donde  apunta  que “apenas el Ministerio se puso en funcionamiento se subieron a las distintas secretarías y subsecretaría , ex tacuaras del Movimiento Nueva Argentina, militantes de la  Juventud Federal del estanciero de Anchorena, miembros de la CNU, un sector del  Encuadramiento orientado  por el diputado Rubén Contesti, cuadros técnicos de Guardia de Hierro, grupos sindicales ortodoxos y  militantes del CdO , el Comando de Organización de Alberto Brito Lima”. La otra pata de las 3 A fue la cúpula de la Policía Federal de Perón,  integrada por los comisarios Alberto Villar y Luis  Margaride, dos conspicuos antiperonistas que habían dirigido la represión policíaca bajo la dictadura de Onganía.

 Con la asunción de Cámpora, Villar pasó a retiro para ser repuesto por Perón  en su tercer gobierno. La colaboración entre Villar y López Rega en la represión estuvo  cruzada por una disputa feroz por la jefatura efectiva de la Policía Federal, en particular  después de  que el “Brujo” fuera ascendido por Perón de sargento  a comisario general,  de un tirón y sin escalas. El prontuario de Villar incluyó torturas, asesinatos y formación antisubversiva a cargo de miembros de la OAS francesa especialistas en la guerra sucia contra el FLN argelino. Perón fue a buscar a Villar sabiendo que éste había estado a cargo del operativo policial que irrumpió en la sede del Partido  Justicialista en 1972 donde se estaban velando los cuerpos de  militantes guerrilleros fusilados en Trelew. Villar se llevó los féretros de los compañeros asesinados como parte de la provocación de la dictadura lanussista. Luis Margaride también tuvo una  historia tenebrosa como represor de la juventud durante el Onganiato. Su rutina eran los operativos de “moral” en los hoteles alojamiento. Antes de la  designación de Villar y Margaride en  la cúpula de la Federal, Perón  ya había reincorporado  a dos oficiales de policía con antecedentes penales por robo, extorsión y asesinato, que fueron asignados a la custodia presidencial. Morales y Almirón actuaron como custodios presidenciales y en tanto  jefes de seguridad del Ministerio de Bienestar Social como responsables operativos de  las patotas de la Alianza Anticomunista Argentina.

López Rega con Perón

  López Rega armó su propio sello de goma juvenil con el nombre de Juventud Peronista de la República Argentina, a cargo de Julio Yessi. La JPRA adquirió  el status oficial de la rama juvenil del peronismo en abierto desafío a  la Juventud Peronista de las Regionales, la Tendencia y  Montoneros. Con despacho propio en el Ministerio de Bienestar Social, Yessi tenía rango de  asesor. A fines del 73 comenzó a editarse la revista » El Caudillo»- financiada por el lopezrreguismo-, cuyo lema era «el mejor enemigo es el enemigo muerto». En las páginas de este pasquín fascista  se anticipaba  la lista de  víctimas que irían siendo asesinadas por la Triple A. Su editor, Felipe Romeo, admirador de Hitler, atacó a una conocida revista de humor y a dos de sus periodistas,  Mario Mactas y Carlos Ulanovsky, quienes  habían sido contratados para hacer una publicación infantil para el Ministerio de Educación. Desde El  Caudillo – como narra Marcelo Larraquy- se  amenazaba con colgarlos, si el ministro Jorge Taiana no los hacía renunciar.

 En octubre Perón  presentó la Reforma al Código Penal que endureció las penas «antisubversivas». En otro artículo, narramos la amenaza directa de Perón en una conferencia de prensa a una periodista del diario El Mundo que le había preguntado por los grupos parapoliciales de derecha. Agreguemos que Perón chantajeó a los ocho diputados renunciantes  de la JP amenazando  con dar rienda suelta a la  represión ilegal si no le votaban  la legislación represiva.  Días después de la Reforma al Código Penal comenzaron los atentados y se hicieron públicos los nombres de los sentenciados a muerte  por la Alianza Anticomunista Argentina (AAA): la conexión entre el accionar terrorista de derecha y la impunidad garantizada desde el estado por Perón es imposible de ocultar. El primero de los atentados reivindicado por la Triple A fue contra el senador radical Solari Yrigoyen quien sobrevivió a la explosión con graves quemaduras. Este atentado  fue una represalia por su voto  de  rechazo a la Ley de Asociaciones Profesionales, hecha a medida de la burocracia sindical. Antes ya habían sido asesinados varios  militantes de la Juventud Peronista «sin firma». 

Los crímenes brutales la Triple A fueron en ascenso durante todo el año 1974, hitos de esta escalada fueron la publicación de la  lista de “objetivos” a ser eliminados que incluía  dirigentes de izquierda, de la Tendencia, del clasismo,  intelectuales y referentes del movimiento obrero combativo. La Triple A fue responsable de los asesinatos de Rodolfo Ortega Peña, Silvio Frondizi, Carlos Mugica, Julio Troxler entre otros, de la “Masacre de La Plata” en la que fueron acribillados ocho militantes del PST, y de  cientos de delegados clasistas. Anticipando al Plan Cóndor de la dictadura, las  AAA mataron a los  generales exiliados Prats y Torres, uno identificado  con Salvador Allende  y el otro opositor al dictador boliviano Hugo Banzer. Es imposible separar  estos asesinatos del reconocimiento del gobierno de Perón a la dictadura de Pinochet. Los vínculos represivos de Villar  se extendieron  al Uruguay y Brasil con la colaboración cruzada de las policías de cada uno de  esos países.

El 13 de diciembre de 1974 fueron secuestrados y acribillados los militantes de Política Obrera,  Fisher y Buffano, dirigentes de la fábrica Miluz, que habían participado del Plenario Nacional de Villa Constitución  al que concurrieron con el mandato de la fábrica para impulsar una corriente nacional del clasismo. Tanto la JTP montonera como el PRT, bloquearon esta posibilidad. La vuelta del peronismo al gobierno, acentuó el frentepopulismo de la izquierda; Tosco y el PC se negaron a integrar una fórmula  electoral clasista para “no dividir al campo popular”. El PRT hizo pública la tregua al gobierno de Cámpora anunciando que sí  iba a continuar combatiendo a las FFAA después del 25 de mayo del 73. Esta distinción entre gobierno y fuerzas armadas es contraria a una caracterización marxista del estado como órgano de dominación de clase. El accionar guerrillero del PRT pretendía encauzar un frente popular y democrático para enfrentar a la derecha peronista y a la represión paraestatal y de las FFAA. A comienzos  del 75 Isabel ordenó  la represión a la huelga de Villa Constitución, operación Víbora Roja. La represión a la “guerrilla fabril”, como la calificó Balbín, combinó el accionar de la policía con las patotas de la UOM y de  la Juventud Sindical Peronista (JSP). Crónicas de la Huelga de Villa hablan de una caravana de vehículos  que  transportaron 5000 efectivos  y parapoliciales desde la Capital  Federal  a la ciudad santafesina para aplastar la huelga. Para Isabel y López Rega y para toda la derecha peronista la liquidación del clasismo era una cuestión de estado.  

El Curso derechista de Perón

El revisionismo alcanza  a la Masacre de Ezeiza, a la que algunos “académicos” le niegan ese carácter, calificándola de sobreactuación de la JP y Montoneros. Los argumentos son vergonzosos porque parten de una supuesta “exageración” del número  de muertos y  heridos en los bosques de Ezeiza. Esta revisión miserable le pasa la página a la provocación montada por el peronismo para acelerar la renuncia- destitución  de Cámpora. Al día siguiente de la Masacre, Perón le echó las culpas del tiroteo a los “infiltrados”. La derecha peronista tuvo todo el control de la  Comisión Organizadora – en manos de Jorge Osinde y Norma Kennedy- y fue la que preparó la emboscada del 20 de junio.  Ezeiza  fue  no solo  una masacre  sino  la campana de largada de una ofensiva de la “ortodoxia” y la derecha peronista, que ya había actuado con Cámpora impulsando la toma de edificios públicos para evitar que fuesen  ocupados por la Tendencia y la Izquierda. Con Cámpora afuera, se terminó el doble juego -que promovió Perón-  previo a las elecciones del 11 de marzo del 73, cuando le daba   aire a las “formaciones especiales” de Montoneros, FAR y FAP,  mientras fortalecía a  Rucci al frente  de la CGT.

 La ortodoxia peronista  dejó de lado las disputas con el  sindicalismo neovandorista y  se  concentró en golpear  al activismo combativo y clasista. La continuidad de este curso derechista  fue –como señalamos- la decisión de Perón de voltear a los gobernadores alineados con la Tendencia. Muerto  Perón, el  lopezrreguismo fue copando el gobierno, impuso la reaccionaria y oscurantista Misión Ivanissevich y al fascista Ottalagano como rector de la Universidad de Buenos  Aires. En el 75 el Ministerio de Economía pasaría a manos de  Celestino Rodrigo.

La revisión de la Huelga General.

El Rodrigazo fue un clásico “programa de ajuste”. Con una inflación del 40 % anual, Celestino Rodrigo devaluó el peso, aumentó las tarifas de los servicios públicos en más de 100%, a la par de que se propuso desconocer los acuerdos paritarios firmados después del congelamiento de salarios –resistido- durante el Pacto Social. En la revista  En Defensa del Marxismo y en  Prensa Obrera se han publicado distintos artículos  sobre la Huelga General de Junio y Julio, su desarrollo,  el balance de  las Jornadas revolucionarias de Junio y Julio y sobre el rol que jugaron las direcciones de fábrica clasistas y combativas del Gran Buenos Aires y el Gran La Plata. Estas direcciones fueron el  motor del proceso huelguístico desde el mes de junio y antes que la CGT convocara a los paros  de 48 horas, convenientemente dosificados  para evitar la caída del gobierno de Isabel junto con el derrumbe del Plan Rodrigo. La revisión de los 70 poda a la Huelga General  de la conclusión fundamental: el “75”  no fue solo el año de la preparación del golpe genocida  sino también el punto más alto de ruptura de amplios sectores de la clase obrera con el peronismo. 

Los académicos minimizan esta huelga política de masas reduciéndola a los enfrentamientos entre verticalistas y antiverticalistas, y a las acciones tardías y por goteo  de Lorenzo Miguel y la CGT que desembocaron en la renuncia de Celestino Rodrigo. La misma burocracia  de la UOM que al final de la Huelga cantaba “Isabel Coraje, al Brujo dale el raje” era la que había marchado para darle las gracias a la presidenta lopezrreguista  por el reconocimiento de un aumento salarial que duró poco. Después sería la propia Isabel  la que desconociera los acuerdos paritarios firmados,  poniéndoles  un tope del 50%. A López Rega –quien tuvo que renunciar como coletazo directo de la caída de Celestino Rodrigo- lo echó la Huelga General y la movilización de masas de la clase obrera. El  balance debe integrar  también el operativo  armado por la burocracia sindical de la CGT, por  Luder, el PJ, el radicalismo y la cúpula de las FFAA para rescatar transitoriamente al gobierno de Isabel del torbellino obrero y popular  que amenazaba con llevarse todo puesto. Fue en este momento en que aparecieron las denuncias públicas del radicalismo que vinculaban a López Rega con las 3 A reclamando el “monopolio de la fuerza” represiva. La crisis abierta con el Rodrigazo llevaría al interinato de Luder y a una mayor descomposición del gobierno isabelista que alimentó la agitación golpista de las cámaras patronales. Burócratas “antiverticalistas”, como Victorio  Calabró, se pasaron abiertamente al campo del golpe militar, mientras que la dirección de  CGT contaba los días que faltaban hasta el 24 de marzo (los diarios de la burguesía anunciaban el “ final inexorable” con la fecha casi precisa del derrocamiento de Isabel). La parálisis y adaptación de la CGT al golpe quedó graficada en la tristemente famosa frase de Casildo Herreras cuando dijo “yo me borro” y se fugó a Montevideo.

El “75” expuso dramáticamente la crisis de dirección de la clase obrera. En nueve meses la situación política dio un viraje de 180 grados  de una huelga general de masas que paralizó a la Triple A y echó a López Rega,  al triunfo de un golpe contrarrevolucionario que asesinó a 30000 militantes y activistas en un genocidio y revancha capitalista sin  antecedentes. El frente único gestado en las Coordinadoras interfabriles y regionales donde militaron delegados de la JTP, del PRT junto al clasismo y la izquierda, careció de una proyección política y de poder para luchar  por un gobierno de la clase obrera.  En el fondo de esta crisis hubo una cuestión política irresuelta que fue la ruptura con el peronismo de las  direcciones  combativas   para construir una dirección política y sindical, clasista y revolucionaria.  Las organizaciones foquistas con peso en las Coordinadoras  vieron en la colosal irrupción obrera  de junio y julio del 75  no la oportunidad para un viraje histórico –apertura de un camino de lucha por un gobierno de la clase obrera como salida al derrumbe del peronismo-  sino el  punto de apoyo para la “guerra popular” con los trabajadores de partenaires pasivos.

 En los meses subsiguientes se sucedieron intentos de tomas de cuarteles y enfrentamientos directos con el Ejército que diezmaron y fueron aniquilando a Montoneros y al ERP.  El frentepopulismo del PRT se volvió a expresar en el intento  fallido de fusión del ERP con Montoneros en el 76 bajo la consigna “Argentinos a las Armas”, carente del menor sustento político. El PST morenista  escribió días después del 24 de marzo que los militares habían logrado  –echar a Isabel-  lo que las masas no pudieron hacer,  caracterizando a Videla de  “dictablanda”, la  dictadura más democrática de América Latina. Nahuel Moreno creía y se preparaba para una pronta salida institucional mientras las FFAA masacraban con los métodos de la guerra civil a la clase obrera.

Historia y Presente

Como se  señaló, el revisionismo de los 70, es la partitura de la “nueva musiquita” de Kicillof y todo el peronismo. Reivindicaciones como la de Rucci delatan una quiebra moral y política en un intento por reescribir la historia del tercer gobierno de Perón. Debates como éste importan –sobre todo con la juventud- para avanzar en la superación política de un  nacionalismo burgués peronista degradado, impotente y cómplice con la barbarie “libertaria”. El estudio crítico del peronismo es parte de la batalla cultural contra la derecha y un soporte teórico fundamental  para la construcción de un Partido Obrero, sólidamente enraizado en la vanguardia obrera y juvenil que lucha contra Milei.

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