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El carácter de la situación mundial

Informe internacional de Luis Oviedo al VIIIº Congreso del Partido Obrero

El punto de partida del debate de la situación internacional es el análisis de la crisis capitalista tomada en su conjunto, de la crisis mundial, que como ya caracterizamos en otros congresos, es una categoría histórica específica que se refiere al momento en el que la descomposición del capitalismo, como sistema mundial, adquiere la forma de crisis políticas, de crisis revolucionarias que engloba, en un proceso único, a la burocracia de los estados obreros degenerados, ya previamente integrada a la economía mundial. La base de esta crisis mundial es la incapacidad del capitalismo para contrarrestar la tendencia declinante de la tasa de beneficio.
Las manifestaciones que va adquiriendo esta crisis son múltiples, de una envergadura realmente enorme, y las hemos ido siguiendo en forma sistemática en nuestra prensa. El estancamiento de la producción a nivel mundial, o su mero crecimiento vegetativo; la existencia de una masa de desocupados que, en las actuales condiciones, no tiene ninguna posibilidad de ser reabsorbida; el agravamiento de las tensiones comerciales y monetarias entre las grandes potencias; el retroceso sistemático de las condiciones de vida de las masas en todos los países; la quiebra de grandes grupos económicos; la bancarrota de Méjico; el anuncio de crisis generalizadas en el Sudeste asiático y de una inminente crisis financiera internacional, que quizás haya comenzado ayer, con el derrumbe de las bolsas europeas y Wall Street; la incapacidad del capitalismo para darle una salida a los regímenes que emprendieron la restauración del capitalismo; el derrumbe de regímenes políticos centenarios, como es el caso de Bélgica; las guerras, como la de Yugoslavia; la catástrofe de Africa; la envergadura que está adquiriendo el movimiento reivindicativo de las masas a nivel mundial, incluso la emergencia de nuevos movimientos de características revolucionarias, como es el caso de Yugoslavia; son todas distintas manifestaciones de un proceso mundial único.
Ultraimperialismo
Sin embargo, esta caracterización es una opinión muy, muy minoritaria. Para la mayoría de las corrientes de pensamiento, incluida en esto el resto de la izquierda, no estamos frente a una crisis capitalista, sino frente a una etapa de auge, de crecimiento y de fortalecimiento del sistema de producción capitalista. Esto habría ocurrido como consecuencia de lo que se dio en llamar la globalización. ¿En qué consistiría esta globalización? En que, mediante la aparición de mercados aparentemente únicos a nivel mundial, desde el punto de vista financiero, desde el punto de vista de las mercancías, e incluso desde el punto de vista de la fuerza de trabajo, se habrían producido un conjunto de consecuencias políticas, sociales, e incluso culturales, que habrían abierto una nueva etapa histórica de desarrollo capitalista.
¿Cuáles son los puntos de apoyo de esta globalización? El primero, la circulación, sin limitaciones, de una masa de capital financiero que no guarda ninguna relación con el valor de la producción y del comercio internacional. Basta señalar se ha señalado ya inclusive en otros congresos que la masa de capital que circula en un día en las bolsas y los mercados monetarios del mundo, supera al monto del comercio mundial de un año. La segunda pata de esta globalización es la masiva exportación de capitales que habría tenido lugar en los últimos quince años, y que ha permitido que un pequeño grupo de pulpos imperialistas sea hoy el propietario de la tercera parte de los bienes de producción mundiales, y de una proporción inmensamente superior del comercio internacional. Esta globalización sería la obra de una nueva clase social, la burguesía mundial, esencialmente diferente de las burguesías clásicas porque se habría independizado del Estado nacional. Es decir, tenemos una nueva clase social: la burguesía mundial, y un nuevo desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones sociales correspondientes, tipificado en la globalización.
Las consecuencias que sus defensores extraen de esta concepción son de muy largo alcance. La primera nos dice que, como consecuencia de la aparición de esta burguesía mundial, y de la completa internacionalización del capital, las rivalidades nacionales tienden a extinguirse. La aparición de una burguesía que pierde sus intereses nacionales para convertirse en mundial, les quita a los Estados nacionales sus atribuciones económico-políticas e incluso, su relativa independencia frente a la circulación del capital mundial. Lo segundo que nos dicen los defensores de esta teoría de la globalización, es que ha caducado la lucha reivindicativa de las masas y, por lo tanto, han caducado los organismos propios de esta lucha reivindicativa, los sindicatos, porque los Estados nacionales debilitados ya no podrían actuar como árbitros entre la clase obrera y la burguesía de cada país. Si no se acepta la política de privatizaciones, flexibilizaciones, destrucción de la educación pública, por ejemplo, los capitales, en vez de radicarse en la Argentina, se van a radicar en Brasil, o en vez de hacerlo en América Latina, se van a radicar en el Sudeste asiático. La perspectiva de este proceso de globalización sería un progreso pacífico del capitalismo, entendido como ausencia de guerras nacionales y de guerras interimperialistas. Incluso, habría logrado superar la lucha de clases, al convertirla en inocua.
Ya desde Marx sabemos, sin embargo, que la tendencia a la expansión mundial es una tendencia inherente al capital, en la medida en que necesita constantemente ampliar sus escalas de producción, capturar nuevos mercados y expandir la circulación. Desde Lenin sabemos que la etapa del imperialismo es la etapa de la preeminencia del capital financiero sobre las restantes formas de capital. Es la preeminencia de la exportación de capitales sobre la exportación de mercancías, y es la época de la aparición de los trust y monopolios a nivel mundial. El planteo de que la expansión mundial del capitalismo superaría las rivalidades nacionales tampoco es nueva. Fue formulada hace alrededor de 80 años por Kautsky, y la refutación teórica de esta teoría, que se dio en llamar el ultraimperialismo, fue formulada por Lenin en 1916. La refutación práctica de esta teoría fueron las dos guerras mundiales.
Mistificación
Entonces, ¿qué esconde esta pretensión de presentar como nuevo tendencias que están funcionando hace más de un siglo, y presentar de nuevo utopías reaccionarias? El tema es que esta globalización no es más que una cobertura ideológica que pretende encubrir el agravamiento fenomenal de la crisis capitalista, el agravamiento fenomenal de la anarquía económica y, en particular, ocultar a los ojos de los trabajadores la fenomenal fragmentación y descomposición social que está provocando la crisis. Los fenómenos que presentan como específicos de la nueva época son los mismos a los que ha recurrido el capital para tratar de escapar a la crisis en el pasado; por ejemplo la expansión del crédito, el endeudamiento, las deudas públicas, son un mecanismo que repetidamente el capitalismo ha estado utilizando a partir de las primeras manifestaciones de la crisis, a mediados de la década del 70, y es este recurso sistemático de la expansión del crédito lo que ha creado la hipertrofia financiera que hoy se manifiesta en las bolsas y mercados mundiales de monedas. En segundo lugar, la exportación de capitales ha sido un recurso que han utilizado sistemáticamente como una forma de aprovechar la baratura de la mano de obra, la baratura de los recursos de los países atrasados, como una forma de aprovechar la divergencia de nivel entre el desarrollo de los países adelantados y atrasados, y como una forma también de producir una cuña entre el proletariado de los países adelantados, para limitar, sus reclamos sociales, inclusive para liquidarlos. Pero también encubre que estos mecanismos han creado una masa enorme de capital ficticio, que circula por las bolsas de todo el mundo, en procura de una masa de beneficios reales crecientes para evitar su desvalorización. Es decir que, a cada paso del progreso de la acumulación de capital financiero, tenemos un progreso en la contradicción entre la masa de capital financiero acumulado y la masa de plusvalía que la burguesía logra arrancarle a la clase obrera en una situación histórica determinada. Conforme esta contradicción, se agudiza, se agrava la tendencia a la desvalorización de estos capitales. El ejemplo que se comentaba ayer de Wall Street es realmente muy ilustrativo en este punto. Si ustedes leen el Clarín de hoy, van a ver que la Bolsa de Wall Street se valorizó en un 25% en el curso del año. Es decir que hubo una inflación fenomenal del capital especulativo, cuando la producción, en el mejor de los casos, en los últimos seis meses, en los EE.UU., ha aumentado un 1 ó 2 por ciento. En este caso tenemos una fenomenal desproporción entre la inflación del capital especulativo y de los beneficios que requiere este capital para seguir funcionando, y las posibilidades de extracción de plusvalía que tiene la burguesía norteamericana.
La exportación de capitales ha agravado, a su vez, la sobreproducción mundial y, en consecuencia, ha agravado la tendencia a la deflación en los propios países imperialistas, y por lo tanto ha agravado la tendencia al estancamiento económico de los países imperialistas y ha agravado la tendencia a las quiebras.
Lejos de la idea idílica de que el capitalismo ha entrado en una era de progreso pacífico, lo que tenemos en realidad, en los últimos años, es una serie de catástrofes financieras de enorme magnitud. Han desaparecido bancos históricos, como por ejemplo la Baring Brothers. Hay ramas enteras de la producción que están en una situación de virtual quiebra. Por ejemplo, la industria armamentista europea, los astilleros europeos, que reclaman abiertamente una guerra comercial contra EE.UU., contra Japón, para evitar la declaración formal de su bancarrota. En los EE.UU., y en los últimos quince años, han desaparecido 43 millones de empleos industriales. Si bien esto ha sido compensado con la creación de otros 70 millones de empleos, estos últimos han sido en un 90% en el ámbito de los servicios, o sea, empleos de una menor productividad. Es decir, tenemos como consecuencia una reducción de la productividad social, de la productividad del conjunto de la sociedad. El sistema financiero japonés está en quiebra. Hay países enteros que están virtualmente en quiebra. En el último Prensa Obrera se cita el caso de Francia, donde existe una división fenomenal de la burguesía por este motivo.
Derrumbe financiero
Este es el sustento del potencial, pero inevitable, tembladeral financiero mundial. Ustedes recordarán, Rath mencionó ayer a un articulista que decía que ningún banquero se anima a hablar de la sobrevalorización de las acciones. ¿Por qué? Por temor a que el solo hecho de decirlo provocara un derrumbe. Ayer hubo un tipo, el presidente del Banco Central Norteamericano, que precisamente aludió en el curso de una cena, y parece que de manera colateral, a la sobrevalorización de las acciones. Y bastó ese comentario para que las bolsas se derrumbaran en un día. Clarín dice hoy que no esperan una catástrofe, sino sólo una desvalorización del 20% Es decir, la evaporación de una masa de capital de billones de dólares.
Un banquero norteamericano acaba de señalar que la solvencia de los deudores depende de la liquidez de los acreedores. Esto qué quiere decir, que sólo mientras Argentina encuentre alguien que le siga prestando plata, va a poder pagar la deuda; qué sólo mientras Brasil encuentre alguien que le siga prestando plata, va a seguir pagando la deuda. Es decir, no existen a nivel mundial deudores solventes. El punto es que nadie es puramente deudor o puramente acreedor. Los capitalistas son, a la vez, deudores y acreedores. Y el punto es que, entonces, cualquier quiebre de la cadena de pagos, cualquier pequeña alteración en los contratos, puede provocar un hundimiento financiero de carácter internacional. En ese sentido es muy aleccionador lo que pasó con Méjico. Méjico fue salvado no porque fuera Méjico en particular, sino porque el hundimiento de Méjico llevaba al hundimiento de Wall Street. Y que un país de una importancia económica relativamente secundaria en el escenario mundial, pueda provocar una crisis de tan enormes proporciones, está indicando no sólo la globalización, en el sentido de la circulación que ha alcanzado el capital financiero internacional, sino sobre todo la debilidad de toda la cadena. Es decir que, una vez que un eslabón se rompió en un lado, no hay reaseguros en ningún punto. Este tembladeral económico y financiero es lo que está en la base de la crisis de los regímenes políticos que, en forma más o menos abierta, se manifiesta en todos los países. Nosotros, en el último periódico, citamos dos que son realmente fenomenales. Es el caso de Bélgica, donde la aparición y el descubrimiento de una serie de crímenes de características aberrantes y que tocan al aparato del Estado, es decir, un caso María Soledad, ha llevado a manifestaciones nacionales como no se habían visto nunca en la historia de Bélgica, y han puesto en la picota a todos los organismos del Estado belga. El de Francia, donde como decía ayer Altamira, la burguesía no pudo reprimir una huelga, porque si la reprimía bastaba con que la sangre de un camionero llegara al asfalto para que hubiera una huelga nacional. Y de la huelga nacional al derrumbe del gobierno había un solo paso.
Lejos de un curso pacífico, tenemos una situación de catástrofe. Una agudización de todas las contradicciones y de la polarización social en una escala que nosotros, como generación, nunca habíamos visto. En todos los países se registra un enorme retroceso en las condiciones de vida de las masas. En los EE.UU., por ejemplo, ha crecido de manera significativa el número de trabajadores que, trabajando y cobrando un salario, se encuentran por debajo del nivel de miseria. En todos los países imperialistas creció el desempleo en forma significativa. Y no sólo como consecuencia de la exportación de empleos, sino también y fundamentalmente por el alargamiento de la jornada de trabajo y por la agudización de los ritmos de producción. Tenemos un agravamiento muy sistemático del parasitismo capitalista. Una expresión de este parasitismo es que la inmensa mayoría de las exportaciones de capital a que se refieren los teorizadores de la globalización, como una muestra del progreso capitalista, han estado destinadas a la absorción de capitales ya existentes; no a la concentración del capital, sino a su mayor centralización, lo que da lugar a una acumulación enorme de beneficios especulativos. Es lo que ocurrió con las privatizaciones en Alemania, donde el capital financiero copó de una manera obscena las fuerzas productivas de Alemania oriental.
Nacionalización del capital
Pero este proceso de internacionalización de las fuerzas productivas ha profundizado, contra lo que dicen los teorizadores de la globalización, la base nacional del capital. Es decir que, lejos de haber nacido una burguesía mundial, lo que tenemos es una acentuación de la base nacional del capital. Hoy, más que hace 20 años, y más que hace 50 años, la economía mundial está dominada por un puñado de pulpos que son claramente identificados como originarios y pertenecientes a determinadas naciones. Por ejemplo, las encuestas demuestran que, de las grandes empresas multinacionales, sólo el 1 ó 2% de los accionistas corresponden a países distintos del origen del capital. Es decir, la Wolkswagen sigue siendo un pulpo imperialista alemán, la Ford sigue siendo un pulpo imperialista norteamericano y la Toyota sigue siendo un pulpo imperialista japonés. Esta concentración se ha producido en beneficio de un muy pequeño puñado de empresas: el 50% norteamericanas, un 15% japonesas, y un 15% británicas, controlan la tercera parte de los recursos productivos mundiales. La consecuencia de esto es una notable agudización de la contradicción entre el carácter internacional de las fuerzas productivas y el carácter nacional del capital, es decir, entre el carácter social de las fuerzas productivas y el carácter privado de la apropiación de los beneficios que crea la producción capitalista.
Ahora bien, como el capitalismo, como sistema mundial, es incapaz de dotarse de un Estado mundial único y de un gobierno mundial único, la consecuencia de la agudización de la competencia entre pulpos de distinta base nacional no es una tendencia al condominio mundial, sino una tendencia a la preeminencia, una tendencia a la pelea por la supremacía mundial. Esto lleva, en primer lugar, a un fortalecimiento sin precedentes del Estado nacional y de unos Estados nacionales contra otros. Contrariamente a las tesis de los globalizadores, los Estados nacionales, en los últimos veinte años, se han fortalecido de una manera espectacular. En primer lugar, por el crecimiento de las deudas públicas, como instrumentos de salvataje de los bancos y para el salvataje de las empresas en quiebra lo cual significa una fenomenal acción económica del Estado, que después la descarga sobre los trabajadores. En el artículo de Coggiola sobre la Cuarta Internacional se citan cálculos de que una tercera parte de las transferencias de riquezas se ha producido como consecuencia de leyes fiscales dictadas por los Estados. Pero donde más se nota esta tendencia de fortalecimiento del Estado es en la relación contra las masas. El hecho de que hayan obligado a la clase obrera argentina a poner el 10% de su salario en las AFJP, es la consecuencia de una acción despótica del Estado. Lo mismo sucede con las leyes de flexibilización.
Como consecuencia de la agudización de la concurrencia entre pulpos de distinta base nacional, y como consecuencia del fortalecimiento de los Estados, tenemos una tendencia al agravamiento de los choques nacionales y a un agravamiento de la opresión nacional. Esto se manifiesta, lo hemos señalado en la prensa, en la guerra comercial, en la manipulación monetaria, en la formación de bloques comerciales, en las disputas por la penetración en China, en Cuba, en Rusia, en la existencia de guerras por procuración como la guerra de Yugoslavia, y también en la campaña que lleva la burguesía en cada país como un instrumento de su competencia con sus rivales comerciales, por liquidar las conquistas sociales del proletariado de su propio país.
Pero junto con esta tendencia al agravamiento de los choques nacionales, existe también un intento de preservar el equilibrio existente, ante el temor de que un enfrentamiento descontrolado pueda derrumbar directamente naciones y estados. Esto se refleja en toda una serie de hechos que son objeto también de nuestro análisis; por ejemplo en la creación de la Organización Mundial de Comercio y los acuerdos entre los bancos mundiales para seguir la cotización de la moneda y para que no haya variaciones bruscas; en el freno que se le ha puesto, como se comentaba ayer en los informe de situación política, a la política devaluatoria agresiva del imperialismo norteamericano contra los imperialismos europeo y japonés, e incluso dentro de los propios bloques comerciales hay una búsqueda de preservación de determinados equilibrios, porque en la burguesía norteamericana existe una fractura sobre la cuestión de la Iniciativa de las Américas, es decir, del famoso bloque comercial propuesto por Bush desde Alaska hasta Tierra del Fuego. Por un lado, hay quienes sostienen que un bloque de estas características abultará la sobreoferta en los propios Estados Unidos, pero por otro lado, que un acuerdo de estas características, que impidiera el ingreso de mercancías japonesas y europeas a América y promoviese una agresiva política exportadora americana contra Europa y Japón, provocaría en un corto lapso de tiempo que Japón armara su propio bloque comercial en Asia, que Europa terminara su proceso de integración y, por lo tanto, que se produjera una fractura del comercio internacional, que podría actuar de disparador de un agravamiento fenomenal de la crisis.
Es decir que tenemos, por un lado, una tendencia, provocada por la propia crisis, a la agudización de los enfrentamientos nacionales, y por otro lado, una contra-tendencia que trata de mantener en este cuadro un cierto equilibrio, lo que hace aparecer muchas veces a la situación internacional como una situación de empantanamiento y de tires y aflojes.
La presente crisis mundial antecedió, en mucho, al derrumbe de los regímenes burocráticos y fue, en realidad, su detonador. Los regímenes burocráticos se derrumbaron como consecuencia del peso de la deuda externa, como consecuencia de la dislocación provocada por los planes fondomonetaristas para hacer pagar esta deuda externa y como consecuencia de los levantamientos populares contra los planes de hacerles pagar a los trabajadores de los países socialistas el costo de esta deuda externa. Es decir que las contradicciones sociales propias convirtieron a los regímenes burocráticos en el eslabón más débil de la cadena de la economía mundial capitalista.
En los últimos sesenta años, la burocracia había establecido una relación social muy profunda con el imperialismo, basada, por un lado, en la colaboración contrarrevolucionaria a escala mundial, es decir, en el hundimiento consciente de la revolución proletaria a escala mundial, y por otro, en la creciente integración económica, básicamente, en el endeudamiento de los regímenes burocráticos en el sistema financiero mundial. El Partido Obrero, a lo largo de todo este proceso, fue marcando los alcances que tenía esta integración, pero fue marcando también el límite muy preciso que tenía la divergencia irreconciliable entre los regímenes sociales que se habían establecido en los países donde había sido expropiado el capital y en los países imperialistas, y en la medida en que este proceso de entrelazamiento entre la burocracia y el imperialismo progresaba, la burocracia comenzaba a tener que enfrentar otros procesos que eran su consecuencia. A partir de 1953, con el alzamiento de los obreros de Berlín, comienza la etapa de la revolución política en los estados obreros burocratizados. Con el levantamiento del proletariado polaco en 1980, contra el intento de la burocracia de aplicar en un escala nunca vista los planes fondomonetaristas, para hacer frente al pago de la deuda externa polaca, quedó en claro que la burocracia era el agente del imperialismo en los Estados obreros. La restauración del capitalismo, que la burocracia empieza a partir de entonces, es un proceso contrarrevolucionario que tiene como objetivo la liquidación de las conquistas sociales de la revolución, la liquidación de la perspectiva de la revolución proletaria y la preservación de las prebendas que había logrado la burocracia, en el curso de sesenta años, bajo la forma estatal de propiedad.
Restauración Capitalista
Nosotros caracterizamos, desde el inicio, a la perestroika, como un proceso contrarrevolucionario, basándonos en tres puntos: El primero, la posición de la burocracia frente a la clase obrera mundial, cuando la burocracia firma con el imperialismo los acuerdos armamentistas, los acuerdos regionales para disolver las situaciones revolucionarias que había en distintos lugares del mundo, en Sudáfrica, en Centroamérica. El segundo aspecto es la posición de la burocracia frente al propio proletariado soviético, en la medida en que uno de los planteos de la perestroika era aumentar la productividad del trabajo por medio de la disciplina fabril y social, y en tercer lugar, por la posición de la burocracia frente a las bases sociales del Estado, en la medida en que los planteos perestroikos implicaban el desmantelamiento del monopolio del comercio exterior y el desmantelamiento de la economía planificada.
Esta caracterización conviene recordarla en función de otras caracterizaciones que han hecho otros grupos trotskistas, y que pueden sintetizarse de la siguiente manera, con estas citas textuales de Mandel: “Nosotros pensamos dice Mandel que la restauración del capitalismo es a corto, mediano y largo plazo, imposible”. Tenemos aquí, claramente, un contraste entre los pronósticos del Partido Obrero y los pronósticos que han formulado otras tendencias trotskistas, inclusive tendencias trotskistas que se reclaman como la continuidad histórica de la Cuarta Internacional.
Ahora bien, ha pasado casi una década de restauración en lo que era la Unión Soviética, ¿Cuál es el balance? Después de 10 años, el retroceso productivo en Rusia sigue imparable, tanto en el terreno industrial como en el terreno agrícola. El endeudamiento de Rusia es hoy mayor y más grave que en la época en que existía la URSS. Y el retroceso de la industria soviética con respecto a la industria mundial es todavía más agudo. El retroceso de las condiciones de vida de las masas ha sido terrible, existe una aguda penetración imperialista. Al mismo tiempo, existe una tendencia a la disgregación del Estado, no ya del Estado soviético que se ha disuelto, sino del propio Estado ruso, como lo muestra el caso de la guerra de Chechenia; Inclusive, las tensiones que se han mencionado en Prensa Obrera en distintas regiones, por ejemplo en el caso de Siberia, que siente la atracción potente del capitalismo japonés.
Entonces, ¿cuál es el balance que sacamos? Este proceso de restauración capitalista en Rusia, en los Estados obreros, destruyó lo que quedaba en pie de las relaciones sociales heredadas de la Revolución de Octubre. La apertura al capital externo, en la medida que decretó, de un momento para otro, la obsolescencia de la industria soviética, ha liquidado todas las relaciones de circulación interna. Los burócratas han logrado destruir las relaciones sociales creadas por la Revolución de Octubre, pero lo que no han logrado es crear relaciones sociales capitalistas acordes al planteamiento de restauración del capital. Lo que es claro es que el capitalismo no es sólo la propiedad privada, sino que es un conjunto de relaciones sociales que la burocracia y el capitalismo no han logrado imponer en la URSS.
Por ejemplo, las empresas rusas fueron privatizadas a precio de regalo. Ningún burócrata invirtió un mango en las empresas privatizadas; como consecuencia de esto, las empresas privatizadas siguen viviendo de los subsidios estatales como en la época soviética. Sin inversiones, estas empresas no tienen mercados; el 90% de la industria rusa, a excepción de los grandes productores de gas, de petróleo y de aluminio, no tiene lugar en el mercado mundial: y no solamente no lo tiene en el mercado mundial, también tiene cuestionada su sobrevivencia en el mercado ruso. Rusia no tiene un sistema financiero: los bancos que se han creado por medio de la virtual privatización de las empresas estatales no han creado un sistema de crédito; los depósitos se han usado en parte para fugar dinero al exterior, para comprar a precio de banana otras empresas estatales y para especular con la deuda pública. No hay un sistema monetario, en la medida que el valor del rublo está determinado por el ingreso de capitales externos, por los préstamos que el capitalismo mundial le hace a la burocracia rusa. No hay un sistema legal de propiedad; la propiedad en Rusia se adquiere y se mantiene por medios mafiosos. Lo hemos desarrollado en la prensa hasta el cansancio, y es la base de la lucha entre las camarillas que se disputan el poder en Rusia. No existe un sistema legal que obligue a las empresas a cumplir los contratos; por este motivo, ninguna empresa le paga a ninguna otra empresa ninguna deuda. Las empresas tampoco les pagan el salario a sus obreros. No hay un sistema impositivo. La evasión fiscal en Rusia es un deporte nacional. De esto resulta que, después de diez años de restauración, el capitalismo mundial como sistema, y la burocracia, han sido incapaces de establecer al mercado como el regulador de las relaciones económicas en el interior de Rusia. Este papel de unificación lo tienden a cumplir los estados imperialistas. Esto ha sido claro, por ejemplo, en el curso de las recientes elecciones que ganó Yeltsin. Han sido la presión y los préstamos de la banca mundial, los que han evitado que este régimen concretamente podrido y parasitario estallara. Es entonces muy acertada la caracterización de Rusia como un Estado burocrático en descomposición, porque todavía, a pesar de la enorme destrucción de relaciones sociales previas, no se ha logrado establecer un sistema de relaciones sociales capitalistas.
Pero el otro aspecto es que esta descomposición económica está provocando un enorme levantamiento de masas, como lo hemos ido siguiendo en la prensa: huelgas mineras, huelgas de los trabajadores de la industria naval, militar, huelgas de maestros, huelgas generales, e incluso, que es lo que aparece como más importante, la conformación de consejos obreros, es decir parece que estuviéramos volviendo a los libros de historia y no a los diarios, consejos de obreros y soldados para encarar la huelga, o sea, comités de huelga de obreros y soldados. Lo de Yugoslavia nos está mostrando que estas movilizaciones, a poco de andar, pueden adquirir un carácter revolucionario.
Proceso revolucionario
Ayer se comentaba, por ejemplo, el caso de Yugoslavia, donde todas estas direcciones que están al frente del movimiento hacen un esfuerzo fenomenal para evitar que esas manifestaciones de masas se conviertan en insurrección. Todo esto nos está mostrando que, por las enormes contradicciones que enfrenta, por la movilización de las masas y por la crisis capitalista de conjunto a nivel mundial, el proceso de la restauración capitalista en los Estados obreros está muy lejos de haber sido cerrado. Las contradicciones que enfrenta este proceso no se dan sólo al interior de los regímenes burocráticos. Estos procesos de restauración crean contradicciones a nivel mundial, y el caso más patente es el de China, que se ha convertido, a la vez, en un factor de atenuación de la crisis capitalista, por los fenomenales beneficios que produce la explotación de los obreros chinos y la apertura del mercado chino, y en un factor de agravamiento de esa crsis, esto porque las empresas capitalistas que han invertido en China, que están radicadas en China, han pasado a dominar ramas enteras de la producción mundial, desplazando de ese lugar a empresas imperialistas radicadas en países como Francia, y en Europa, y lo que está planteado, entonces, es un agravamiento de la deflación mundial, de la sobreproducción y de la tendencia a las quiebras.
Todo esto revela las contradicciones enormes que crea, a nivel de los regímenes burocráticos, a nivel de los países imperialistas y a nivel del sistema capitalista de conjunto, la restauración del capital. Y lo que está mostrando, por sobre todo, es la incapacidad del capitalismo mundial como sistema para digerir la restauración del capitalismo en los estados obreros.
Hoy, el capitalismo mundial no podría aguantar la plena integración de Rusia al mercado mundial, porque se hundiría el precio del aluminio, del oro, de los diamantes, del petróleo o el gas, porque se hundiría el precio de una enorme cantidad de materias primas; lo que en última instancia está mostrando que el fracaso de la restauración no es sólo las limitaciones de la burocracia y la resistencia de la clase obrera, sino por la incapacidad del capital mundial para dominar al mundo, como consecuencia de la crisis. En ese sentido podemos afirmar que el pronóstico fundamental de Trotsky, de que el carácter social de los Estados obreros degenerados él lo aplicaba a la URSS, se puede aplicar exactamente a los restantes regímenes, de que el carácter social de estos estados se va a definir, en última instancia, en la arena de la lucha de clases mundial, conserva plena vigencia. La lucha de clases a nivel mundial es la que va a definir el destino de este proceso de restauración capitalista.
La clase obrera mundial
El tercer aspecto sobre el que yo quería intervenir en esta cuestión de la situación mundial, es cómo ha reaccionado el movimiento obrero internacional frente al cataclismo que ha provocado la crisis mundial, al hundimiento de los regímenes burocráticos y al ataque sin precedentes a sus condiciones de vida.
Lo primero que hay que señalar es que las direcciones históricas del movimiento obrero se encuentran abiertamente en el campo del imperialismo, es decir, en el campo de la flexibilización, de la aplicación de los convenios Fiat-Smata, de la productividad y de la democracia burguesa.
Los partidos socialdemócratas son nada más que la fachada de un partido burgués clásico, han sido liquidados como partidos reformistas. No ha quedado nada de esos viejos partidos obreros burgueses, están todos completamente dominados por una pequeñoburguesía proimperialista que no los diferencia en nada de los restantes partidos patronales; por ejemplo, Felipe González, Craxi, Mitterrand. Los partidos stalinistas nunca fueron, a diferencia de la socialdemocracia, un partido nacional de la clase obrera de los distintos países: debían su carácter de partidos obreros a su subordinación a la burocracia soviética. Estos partidos también se encuentran en el campo imperialista. Se dice, normalmente, que estos partidos han sido liquidados por el derrumbe de la burocracia pero, no es así, en la medida en que muchos de estos partidos incluso fueron precursores del curso gorbachoviano. En ese sentido, los partidos comunistas, históricamente ligados a la burocracia soviética, no tienen ninguna otra posibilidad que su desaparición política.
Hay personas que sostienen que los partidos comunistas se estarían socialdemocratizando, convirtiéndose en partidos socialdemócratas. Sin embargo, si vemos cuál ha sido la función histórica del stalinismo, que ha sido liquidar a la clase obrera como clase revolucionaria, esta función histórica no admite renovación. ¿Cómo renovar una función histórica que ya no puede cumplir porque el aparato que lo sostenía se ha derrumbado? En ese sentido, caracterizamos que el destino que les espera a los partidos comunistas es su disolución y el reciclaje de su personal político por la vía de su integración a distintos partidos.
Un caso particular es el de Refundación Comunista, donde todo un sector de la burocracia del Partido Comunista Italiano se niega a seguir este curso, pero este sector está condenado al fracaso.
El otro aspecto de cómo han reaccionado las direcciones tradicionales del movimiento obrero y de las masas frente a la crisis mundial, es el pasaje casi sin intermediaciones del conjunto de las direcciones nacionalistas pequeñoburguesas al campo del imperialismo. Esto es claro en el caso del Congreso Nacional Africano, del IRA, del FMLN aquí en América Latina, de la OLP. En Prensa Obrera, Altamira escribió un artículo diciendo que el IRA se orientaba al acuerdo de paz y al proceso de paz, porque ésa era la política del imperialismo norteamericano, y que en una enorme medida el IRA era el instrumento de la política norteamericana en esos procesos de paz. Eso fue escrito en base a una caracterización política. Tiempo después, aparecieron en una revista (Foreign Affairs) que circula en los ámbitos diplomáticos, las actas del comité ejecutivo del IRA donde se vota la participación en los procesos de paz, y la moción de participar a favor de los procesos de paz gana por un voto, y la justificación de esa moción es que, precisamente, ésa es la política del imperialismo norteamericano. Estas direcciones, en la OLP es abiertamente evidente, han seguido este curso y, de una forma consciente, se han integrado al orden imperialista mundial. Y lo que esto está revelando, en un balance en perspectiva de lo que ha sucedido, es que estas direcciones estaban montadas en el cuadro de la coexistencia pacífica entre la burocracia y el imperialismo, y que roto ese cuadro no han tenido ninguna posibilidad de sobrevivencia.
El pasaje de las direcciones tradicionales, históricas de los movimientos de las masas al campo del imperialismo, no ha anulado, ni habría podido hacerlo, la lucha de clases. En el último período, en los últimos seis meses, tenemos una notable agudización de la lucha de clases en los principales países del mundo. Hemos citado el caso de las huelgas generales en Rusia; hemos citado el caso de las huelgas en Francia (que no es sólo la huelga de los camioneros); durante todo el curso del año, desde el gran movimiento huelguístico de fines del año pasado, en Francia se han venido registrando sistemáticos movimientos huelguísticos, manifestaciones de masas. Tenemos el anuncio de las huelgas que comienzan el mes que viene en Alemania. Lo que está en juego en Alemania es una reivindicación que la clase obrera alemana consiguió por medio de la huelga más importante de su historia, que es el pago de los días de enfermedad. Hace exactamente cuarenta años, en 1956, hubo una huelga que duró cuarenta días y que logró arrancarle a la burguesía esta reivindicación del pago de los días de enfermedad, contra todos los intentos de la burocracia por levantar la huelga, los cuales fueron superados por el movimiento hasta tanto se obtuvo esa reivindicación, y esto es lo que ahora la burguesía le quiere sacar al proletariado alemán. Y esto es lo que va a desencadenar una gran ola de huelgas en Alemania.
En los EE.UU. también hemos visto una importante cantidad de huelgas; en su mayoría son huelgas de distinto carácter, son huelgas aisladas, pero al mismo tiempo tenemos un proceso de crisis en la burocracia sindical. Incluso, ya hay una crisis política en la nueva dirección sindical de la AFL-CIO, cuya política de apoyar a Clinton ha fracasado estrepitosamente en cuanto a revertir la mayoría republicana en el Congreso. Además, una pequeña fracción de esa burocracia ha fundado un partido, el Labor Party, un proceso que recién está en el inicio.
El movimiento de masas ha tenido realmente una expansión mundial; han habido huelgas de gran magnitud en Australia; las que hemos señalado en el periódico en Canadá; en América Latina, las huelgas de Bolivia, de Chile, y no sólo movimientos obreros, sino también movimientos campesinos de gran magnitud en Paraguay, Brasil y Colombia, e incluso movimientos estudiantiles como el de los secundarios uruguayos. Tenemos un movimiento de masas que se moviliza, que va a la huelga contra el intento de liquidar sus conquistas sociales.
Balance
¿Cuál es el balance de la lucha de clases de este período? El balance que nosotros sacamos es el siguiente: que a pesar de los fenomenales ataques que ha sufrido la clase obrera, en ningún país del mundo la burguesía ha logrado imponer los convenios Fiat-Smata. No los ha logrado imponer en los convenios automotrices de EE.UU. y Canadá, donde ha obtenido fuertes concesiones de la burocracia, pero no ha logrado imponer los convenios. No ha logrado imponerlos en Alemania. Y lo que es más importante, no ha logrado imponerlos ni donde sí ha logrado imponerlos. En la medida en que no sólo basta hacerle firmar a la burocracia un convenio, sino que después, hay que impedir que los obreros que están obligados a cumplir ese convenio se rebelen contra el convenio que la burocracia ha firmado. Tenemos, para el caso, a los camioneros franceses, que eran el sector más explotado de la clase obrera francesa. Trabajaban el doble de horas que todo el mundo, trabajaban 62 horas, cobraban un salario cercano al mínimo, trabajaban los domingos, no se les consideraba tiempo de trabajo el tiempo entre carga y descarga, y como consecuencia de la brutal explotación a la que estaban sometidos estos trabajadores, y de los beneficios que dejaba el negocio del transporte camionero, y de la baratura del transporte, se fue produciendo un desplazamiento hacia el transporte en camión en Europa, particularmente en Francia. Como consecuencia de esto, fue aumentando el número de camioneros. Era un sector que, cuando todos los demás sectores estaban en crisis, estaba reactivado, y como consecuencia de esto, cuando los camioneros sintieron que tenían la fuerza de su lado, organizaron una huelga de la putísima madre y le rompieron la cabeza a la burguesía. La huelga francesa fue una verdadera operación militar. Los tipos cercaron los puertos, cercaron con camiones los depósitos de combustibles, no había forma de pasar, y con esto quebraron a la burguesía. Esto está demostrando que no basta solo firmar un convenio, sino que la derrota de la clase obrera tiene que traducirse en una alteración de las relaciones políticas entre la burguesía y la clase obrera, y como consecuencia de esto, en una alteración de los regímenes políticos. En la medida en que la burguesía esté obligada a manejarse en el cuadro de las libertades democráticas que las masas han conquistado, no hay posibilidad de que estos convenios se impongan en forma duradera. Basta un pequeño giro en la situación, la reactivación de una rama, para que los obreros salgan a la lucha y reconquisten lo que han perdido. Entonces, desde el punto de vista de la burguesía, no han logrado imponer ninguna derrota fundamental al movimiento obrero.
Ahora bien, no se trata solamente de las luchas que libra, sino del reflejo que esas luchas van dejando en la conciencia de los trabajadores. En ese sentido, tiene una aplicación realmente universal lo que se ha planteado aquí con respecto a la clase obrera argentina, en la medida en que la incapacidad del mercado para dar una solución al problema del empleo, para dar una solución al problema del salario, para dar una solución a todos los problemas que preocupan a las masas, va a ir marcando una derrota ideológica de la burguesía y es un punto de partida para la recomposición ideológica del movimiento obrero. Está claro que el punto de partida es muy atrasado, en la medida en que existe una confusión ideológica tal, que en determinados puntos impide la intervención política de la clase obrera. Por ejemplo, en el caso de Bélgica, hay un derrumbe completo de las instituciones del Estado, y sin embargo, no hay una intervención independiente de la clase obrera belga ¿Por qué?. Porque la política de las direcciones a las que ha seguido la clase obrera belga, la defensa de la democracia, la aceptación de la flexibilización, etcétera, se ha derrumbado. Entonces, la clase obrera hoy está sin perspectivas, y la derecha podría canalizar las manifestaciones y las movilizaciones que están teniendo lugar, por incapacidad del movimiento obrero para actuar políticamente frente a la crisis. En este sentido, vemos también que los desarrollos más importantes que han habido en el terreno de la reorganización política de la clase obrera, son muy débiles y muy limitados. Hemos señalado dos, uno es el Partido de los Trabajadores de Estados Unidos, y otro es el SLP británico, el partido que se ha formado con la fractura de un sector de la burocracia de izquierda del partido Laborista. Son muy débiles en la medida que son, a la vez de rupturas con la burocracia, un intento de poner un límite en la evolución hacia la izquierda de la clase obrera. Por ejemplo, el partido inglés impide, explícitamente, en sus estatutos, el ingreso de la izquierda organizada a sus filas. El partido norteamericano no prohíbe el ingreso de las organizaciones de izquierda, que por otra parte son muy débiles en los EE.UU., pero no rompe con el Partido Demócrata y ha tolerado el voto a Clinton en las últimas elecciones. Es muy débil lo que se está produciendo en términos de la reorganización política. Sin embargo, en este cuadro, hay un fenómeno relativamente novedoso, y éste es que la cuestión de la dirección de la clase obrera empieza a plantearse como un problema objetivo; quiere decir que ya no se trata sólo de que los internacionalistas, los trotskistas, etcétera plantean la reorganización de la IVª Internacional o una Internacional en general. Por ejemplo, un dirigente importante de la central obrera norteamericana, Dan Galling, ha escrito todo un folleto en el cual plantea las consecuencias de la globalización sobre la clase obrera. Lo que importa, sin embargo, son las conclusiones, porque dice que es necesario un reagrupamiento internacional y propone la formación de sindicatos industriales internacionales, por rama, a nivel mundial. El tipo es un reaccionario; propone que la función política de los sindicatos es la defensa de la democracia; no es un internacionalista. Pero el hecho de que un tipo de esta matriz esté planteando el problema de una reorganización internacional, es ya un dato objetivo del problema, es ya una demostración de que el problema se está planteando objetivamente. Es decir, con independencia de la voluntad nuestra, hay gente que ya se está planteando el problema de la reorganización internacional. Hay otros aspectos, quizá menores; por ejemplo, la aparición de Vicentinho en la marcha de la CGT. En este sentido, es un desarrollo relativamente nuevo.
Reconstruir la Cuarta
¿Cuál es la conclusión que nosotros sacamos? Bueno, que está planteada la reconstrucción de la IVª Internacional. ¿Cómo pensamos nosotros que puede ser esta reconstrucción? En este sentido, sólo son posibles algunas conjeturas. El primer aspecto, es que esta reconstrucción de una organización internacional de los trabajadores, sólo puede tener el aspecto de un reagrupamiento político. Hay tendencias, como los lambertistas, por ejemplo, que plantean que, como producto del fracaso de tres internacionales, etcétera, lo que está planteado es un reagrupamiento de tipo economicista de la clase obrera a nivel internacional. Entonces, plantean un programa contra el trabajo de los niños, contra esto, contra lo otro, por la jornada de ocho horas, pero no plantean un reagrupamiento de tipo político. Nosotros pensamos que no, que la experiencia de las internacionales que ha habido hasta el momento, de las cuatro internacionales, ha sido su carácter político desde el inicio; que estas internacionales dotaron a la clase obrera de un instrumento político adecuado a su acción cotidiana. El otro aspecto es que, con independencia de la voluntad de los actores de este reagrupamiento, en la medida en que se trata de un reagrupamiento político, no va a poder prescindir de los programas de las cuatro internacionales que le han precedido. Esto plantea objetivamente el programa de la IVª Internacional. En la medida, primero, de que la IVª Internacional es la cristalización de la experiencia histórica de la victoria y la degeneración de las tres internacionales anteriores, y en la medida en que todo agrupamiento internacional de la clase obrera lo demuestra la experiencia histórica, haya sido un agrupamiento genuino, ha tendido a la adopción de un programa comunista. Y en este sentido, el programa comunista es el programa de la IVª Internacional.
¿Qué política nos damos nosotros frente a esta cuestión? Cuando nosotros debatimos con los compañeros de Italia y Estados Unidos que vinieron al último congreso, o con otras organizaciones, lo que estamos intentando es establecer una delimitación política, en el sentido de profundizar nuestro propio programa y nuestra comprensión de los problemas que están planteados para la reconstrucción de la IVª Internacional, pero también una delimitación política que permita atraer a otras corrientes al debate, que permita ampliar la escala de la difusión de nuestras ideas. Y también nos permita identificar a los grupos en el desarrollo de la propia lucha de clases. Y esto último tiene un valor metodológico. Los que han estado presentes en otros congresos, recordarán cuando hacíamos la caracterización de porqué establecíamos relación con el Partido de los Trabajadores de Uruguay, o Causa Operaria de Brasil. Porque, amén de los acuerdos políticos que teníamos, eran organizaciones que participaron en la lucha de clases de sus países. En este sentido, el debate internacional también nos sirve a nosotros para identificar a las corrientes que están metidas en la lucha de clases de sus países, para diferenciarlas de los charlatanes. El debate con la ITO, a la vez que establecemos diferencias, etc., nos ha servido para identificar a grupos que intervienen con una política independiente en Refundación Comunista, que intervienen en el Labor Party norteamericano, que intervienen en el SLP, en el Partido Socialista Laborista inglés.
Yo creo, ahora lo vamos a discutir, y con esto voy finalizando, que el Partido Obrero ha hecho un gran progreso en su trabajo internacional en el último año. Ustedes, seguramente, pensarán que eso se debe al debate con otras corriente, con la ITO, otros debates que hemos tenido. En parte, sí. Pero yo creo que el salto más importante en el trabajo internacional que ha tenido el Partido Obrero en el último año lo identificó ayer Juan Ferro, cuando dijo que hemos suscripto por un año 1.300 revistas En Defensa del Marxismo. Porque yo creo que el instrumento fundamental de la lucha internacionalista nuestra, es la lucha por la difusión y la penetración de nuestra revista. El punto es que para el trabajo internacional de un partido lo más importante es la conciencia internacionalista que tiene la masa del partido, la disposición al trabajo internacional de conjunto de los militantes del partido. No es un trabajo de dos o tres, no es el trabajo de una dirección, sino que el problema internacional tiene que estar presente en la concepción de la militancia del conjunto del partido. Y en el sentido en que hemos duplicado o cuadruplicado la penetración de nuestra revista, yo creo que éste es un salto muy importante en el trabajo internacional que hemos dado. La penetración de la revista, en el trabajo de crear una conciencia internacionalista en la clase obrera argentina, son pasos fundamentales que nos permiten decir que, de un año a esta parte, hemos progresado.
Bueno, nada más compañeros.

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