San Pablo, Brasil, 6/11/97
A los compañeros de la dirección de la Liga Internacional de Trabajadores
En una reunión que tuvo lugar en Génova a mediados de marzo del corriente año, un conjunto de organizaciones y partidos de Asia, América Latina y Europa, que reivindicamos los objetivos históricos de la IVª Internacional, arribamos a la conclusión de que debíamos iniciar una campaña por su refundación, para lo cual establecimos un acuerdo de principios de cinco puntos: la reivindicación de la dictadura del proletariado como el objetivo político de la revolución proletaria y como el contenido común de la revolución socialista mundial; la reivindicación del método de acción política que está expresado en las demandas transitorias del programa fundacional de la IVª Internacional; la caracterización de los frentes populares, o sea de los frentes que subordinan al proletariado a la burguesía o a la pequeña burguesía democratizante, como un recurso último del imperialismo contra la revolución proletaria; el señalamiento de que el movimiento de restauración capitalista en los ex Estados obreros, replanteaba la necesidad de la revolución social en esos países, precisando que debe tomarse en cuenta la peculiaridad histórica y social de esas naciones, que les fue impresa por la experiencia, la influencia y las conquistas de la Revolución de Octubre de 1917, y por la degeneración ulterior motorizada por la burocracia stalinista; por último, que las expresiones tradicionales que han invocado el nombre de la IVª Internacional, como el Secretariado Unificado y el lambertismo, son irrecuperables, como programa y como organizaciones internacionales, para la reconstrucción de la IVª Internacional.
Sobre la base de este planteo, convinimos en impulsar la realización de una Conferencia Internacional por la refundación de la IVª Internacional. Desde esa fecha mantuvimos reuniones con partidos que se reclaman de la IVª Internacional y promovimos este objetivo desde la prensa de nuestros partidos y por los más diversos medios de propaganda.
La base principal de nuestro planteo está determinada por un conjunto de factores: 1) que los desarrollos catastróficos que tienen lugar en Rusia, Europa oriental, China, Indochina y Cuba forman parte de una crisis mundial, histórica del capitalismo; 2) que el problema de la crisis de dirección revolucionaria se plantea en cada país como la expresión de una crisis de dirección internacional; 3) que la quiebra del stalinismo y, como consecuencia, de sus más variados apéndices nacionales o internacionales, había liquidado toda referencia práctica internacional para la clase obrera de todo el mundo y sus organizaciones; 4) que el vacío dejado por esta debacle general sólo podía ser cubierto por un programa, por un método político y por una perspectiva que habían pasado triunfalmente la prueba de la historia, los de la IVª Internacional; 5) que tendía a agotarse la etapa política iniciada con la derrota de las revoluciones políticas e insurrecciones en Polonia, Berlín, Rumania, Pekín, y el consecuente impulso a la restauración capitalista, como lo demostraban la creciente crisis económica mundial en Japón, México, Europa occidental, y los movimientos populares como las huelgas francesas o argentinas, la huelga general política en Ecuador, la insurrección albanesa, la huelga general en Corea del Sur, el crecimiento guerrillero en Colombia, los movimientos de huelga y de ocupaciones de fábrica en China, así como otras manifestaciones de menor envergadura pero no de menor alcance político general; 6) que la tendencia a la creación de situaciones revolucionarias es la consecuencia inevitable de la incapacidad del imperialismo para darle una salida a su crisis por medio de una colonización semidemocrática y semi-pacífica de los ex Estados obreros; 7) por último, que la tendencia a reconstruir la IVª Internacional por medio de agrupamientos parciales, fracciones y encasillamientos organizativos se había demostrado como definitivamente incapaz de alcanzar el objetivo propuesto, y que esa tendencia fraccionista constituye hoy, frente a las tareas que plantea la crisis mundial, un obstáculo insalvable para recrear la IVª Internacional.
Es en estas condiciones que tomamos conocimiento de una declaración de la LIT, redactada sin embargo con anterioridad a la reunión y conclusiones de Génova, que propone una conferencia internacional sobre la base de 21 puntos que son expresamente señalados. De esta declaración, los partidos que redactamos el presente texto retenemos como coincidencias fundamentales el objetivo de reconstruir la IVª Internacional; la reivindicación de la dictadura revolucionaria del proletariado; la reivindicación de la Revolución de Octubre; la oposición a los frentes populares, y la disposición a iniciar un debate sobre esos 21 puntos.
Es por esta razón que aceptamos la invitación que ustedes formulan a quienes deseen participar en la conferencia internacional que convocan y que proponemos discutir con la dirección de la LIT las modalidades de nuestra participación.
Clarificaciones para discutir
Es en este marco de definición política que les hacemos llegar los puntos que entendemos necesarios que deberían ser clarificados en lo que concierne a los 21 puntos.
Frente popular
Los 21 puntos no dejan ningún margen para el equívoco cuando restringen o limitan la caracterización de contrarrevolucionarios solamente a los gobiernos de frente popular y no a los frentes populares en cuanto tales. Se trata de una distinción que no tiene justificación y que los 21 puntos no intentan siquiera explicar. Parece muy evidente que un gobierno de frente popular sólo puede ser caracterizado anticipadamente como contrarrevolucionario, es decir, antes de que actúe como gobierno, porque la coalición política que prepara ese gobierno como alternativa a la situación del momento es ya contrarrevolucionaria. Si se califica como contrarrevolucionario el gobierno que intentó construir Lula en Brasil, es porque el intento de construir ese gobierno, o sea el frente que materializaba la alternativa de gobierno, era contrarrevolucionario.
Sorprende la distinción que sobre este asunto establecen los 21 puntos, porque contradice los términos del programa de fundación de la IVª Internacional, que se refiere al frente popular como tal como un instrumento del imperialismo contra la revolución proletaria. No se entiende, por otra parte, cómo podría ser legítimo colaborar en la construcción de un frente popular y preparar, por lo tanto, su ascenso al gobierno, y deslegitimar luego a ese gobierno; en otras palabras, cómo impulsar un gobierno de frente popular y luego llamar a derrocarlo.
Este asunto del frente popular es una piedra de toque principista para los marxistas desde que Marx denunció la función contrarrevolucionaria del gobierno francés con la participación de Louis Blanc, entre febrero y junio de 1848. Por esa misma época, en la circular de 1850, Marx llama a oponer al Estado burgués un Estado de la clase obrera y, a partir de aquí, hacer la revolución permanente.
Desde la debacle del aparato stalinista internacional, la política de los frentes populares ha sufrido una modificación, que no deja de ser importante a pesar de que no es cualitativamente diferente al pasado. Aunque no han perdido nada de su condición contrarrevolucionaria, los frentes populares de hoy no son ya un instrumento de presión política y hasta de autodefensa diplomática de la desaparecida burocracia obrera estatal, como lo fueron los de la década del 30. Hoy, son exclusivamente agencias directas del imperialismo, como lo demuestran los gobiernos de Jospin, Blair o Prodi, por ejemplo, o el Frepaso argentino, el FA uruguayo y su alianza con el Encuentro Progresista, o el frente de Lula con Bisol o Arraes en Brasil, y el gobierno de Mandela o de la Autoridad Nacional Palestina. Es este frentepopulismo el que respalda un sector del partido Demócrata y del departamento de Estado norteamericano en América Latina. Su vehículo lo constituye gran parte del llamado Foro de San Pablo, el cual es, por lo tanto, un instrumento para liquidar la revolución cubana aunque cuente con el apoyo del castrismo, o precisamente por esto mismo. Para el registro político, queremos destacar la implacable lucha que desplegó el Partido Obrero de Argentina desde la primera reunión del Foro de San Pablo, contra su estrategia democratizante y contra su finalidad contrarrevolucionaria, preparando sistemáticamente su ruptura. Es muy claro que si desplazamos el centro de atención política para los gobiernos de frente popular y no para los frentes populares que se preparan como alternativa de gobierno, estaríamos desarmando a las masas para la comprensión del principal problema político que tienen que superar hoy en todos los continentes: el frente popular rebautizado como centroizquierda.
Con relación a esto mismo, observamos como peligrosa la afirmación de que los gobiernos de frente popular ofrecerían una oportunidad excepcional a los revolucionarios, con el argumento de que este hecho les facilitaría desenmascarar a las direcciones traidoras que pasan a integrar o a encabezar un gobierno burgués. Este desenmascaramiento debe hacerse, en nuestra opinión, antes de que lleguen al gobierno e incluso antes de que logren concretar la formación de un frente popular; primero, para evitar que lo consigan por medio de un desvío, contención o estrangulamiento de la revolución proletaria; segundo, para que si aun así llegan al gobierno, debuten en él con un alto grado de desconfianza de parte de las masas y con una aguda claridad acerca de las tareas que plantea la nueva situación de parte de su vanguardia.
Dictadura del proletariado y gobierno obrero y campesino
Coincidimos con los 21 puntos cuando definen que el reclamo a los partidos pequeñoburgueses para que tomen el poder, debe tener el carácter de un llamado a que rompan con la burguesía y a que armen a las masas.
Sin embargo, a la luz de toda la experiencia de la lucha teórica y política de los últimos treinta años, en especial (aunque no exclusivamente) con relación al SU y al lambertismo, es necesario restablecer el punto de vista auténtico del programa de transición, el cual caracteriza a la reivindicación del gobierno obrero y campesino como un sinónimo de la dictadura del proletariado. Es decir, para el marxismo, tanto la experiencia histórica como las conclusiones teóricas invalidan la posibilidad de un régimen político intermedio, de características propias, entre el Estado burgués y la dictadura proletaria. Un gobierno pequeñoburgués con las características revolucionarias apuntadas, estará rápidamente obligado a reconstruir un aparato de Estado contra las masas, entre otras cosas a desarmarlas, si su experiencia de gobierno no se transforma en apenas un episodio hacia la dictadura del proletariado. En estas condiciones, no solamente debemos exigir, en las ocasiones apropiadas, que los partidos pequeñoburgueses rompan con la burguesía mediante el armamento de las masas y la toma del poder, sino dejar claramente establecido que la realización integral de los objetivos revolucionarios exige el reemplazo en el gobierno de los partidos pequeñoburgueses por el partido proletario, y que sólo bajo la hegemonía del partido proletario la revolución se puede convertir en permanente.
El SU y el lambertismo (aunque no solamente ellos) han interpretado invariablemente la consigna de gobierno obrero y campesino en contraposición con la dictadura del proletariado, convirtiéndola en la práctica en un planteo de régimen intermedio entre la dictadura burguesa y la obrera, o sea, para utilizar la expresión de Stalin, en una dictadura democrática, es decir, en un régimen democratizante disfrazado, y para usar la expresión de Trotsky, en una soga democrática ceñida al cuello del proletariado.
El Secretariado Unificado y el lambertismo
El punto 3 hace referencia, en tiempo pasado, al revisionismo liquidacionista, que ha actuado como una correa de transmisión del stalinismo dentro del movimiento trotskista. Pero no identifica a este revisionismo con el SU ni con el lambertismo, en tanto fueron las dos corrientes que corporizaron la destrucción de la IVª Internacional a nivel mundial. Tampoco se lo conjuga en tiempo presente. Es decir que no dice si aún sigue presente o no.
Sobre este punto, nuestra conclusión es que son un obstáculo irrecuperable que debe ser superado políticamente para poner en pie a la IVª Internacional. Algunos de nosotros sostienen que es contrarrevolucionario, otros no.
Es necesario agregar algo importante. Hace mucho tiempo que el SU o el lambertismo han dejado de ser correas stalinistas, para transformarse en el vehículo de la opinión pública democratizante de los países imperialistas o de la opinión pública pro-imperialista democrática de los países oprimidos. A su manera, han sufrido el proceso de reconversión política e incluso social que ha seguido la propia burocracia de carácter staliniano. Este es el contenido que tiene la afirmación reiterada de los líderes del SU, acerca de que la Revolución de Octubre ha perdido vigencia histórica. Los discípulos del pablismo ejercen de este modo el lamentable oficio de repetir con veinte años de demora la tesis fundamental del eurocomunismo, que sirvió para la preparación ideológica de la restauración capitalista. Digamos de paso que ha quedado confirmada así la caracterización que los revolucionarios ya hicieron en aquel momento acerca de las afinidades teóricas y sociales entre el eurocomunismo y el SU. Negar la vigencia histórica de la Revolución de Octubre equivale a negar la necesidad de la IVª Internacional, que fue fundada bajo sus banderas, para la realización de nuevos Octubres, esta vez definitivamente victoriosos.
La ambigüedad frente al SU ha sido probablemente uno de los factores que más han contribuido al fracaso de las tentativas de reconstrucción de la IVª Internacional en el pasado, porque supusieron, por un lado, la posibilidad de su recuperación mediante el debate, es decir, no se percibió su contenido social pequeñoburgués antirrevolucionario, hostil a la clase obrera, y por el otro lado, porque las divergencias que se plantearon contra el SU no pasaron de ser una suma de cuestiones prácticas o de momento, y nunca denunciaron su carácter democratizante. Esta ambigüedad volvería a llevar al fracaso cualquier nueva tentativa de reconstruir la IVª. La esencia de las tareas de la vanguardia revolucionaria en este momento histórico consiste, precisamente, en presentar el programa, la organización y los métodos cuartainternacionalistas sin confusión ni manchas a la nueva generación que comienza a transitar las experiencias revolucionarias en los diferentes países. La IVª Internacional debe ser puesta en pie, nuevamente, con el objetivo fundamental de permitir acelerar la evolución política de esta nueva generación y facilitarle la mejor asimilación de la experiencia histórica del proletariado mundial.
Ustedes mismos afirman, en un artículo que figura en la misma revista del Llamado y los 21 puntos, que el SU ha renegado de la Revolución de Octubre y de las bases programáticas del marxismo. La permanencia liquidacionista del SU (y también del lambertismo, aunque éste nunca tuvo la importancia del primero) explica el desarrollo tendencioso y faccional de todas las tentativas de reconstrucción de la IVª Internacional. Han pululado las tendencias internacionales del más variado carácter y las diferenciaciones ideológicas, o presumiblemente tales, llevadas hasta el infinito, porque ha estado ausente una caracterización de conjunto de la degeneración protagonizada por el SU. La tendencia a convertir las más variadas divergencias sobre táctica, o sobre la apreciación del momento político, o por el control del aparato organizativo, en supuestas cuestiones de principio, es típico de un desarrollo sectario mortal, en especial, cuando se transforma en el pretexto reiterado para la creación de nuevas corrientes o grupos.
Es necesario superar en la teoría y en la acción al SU, mediante la refundación de la IVª sobre la base de una comprensión de las tareas del actual momento histórico de la revolución socialista mundial iniciada en Octubre de 1917.
La restauración capitalista
La introducción a los 21 puntos declara que la caída del stalinismo no es una victoria para el capitalismo, pero nada dice del significado del establecimiento de gobiernos burgueses y regímenes políticos de restauración capitalista en los ex Estados obreros. Esta sorprendente omisión deja la impresión de que la caída del stalinismo sería del mismo orden que la transformación social y política de contenido capitalista operada en esos Estados. Pero esto no es un tema secundario, y si se mete todo en la misma bolsa (la caída del stalinismo y la restauración capitalista) tendríamos que la victoria del capitalismo sería la victoria del proletariado.
La destrucción de la propiedad estatal y aun de la planificación burocratizada; la liquidación del monopolio del comercio exterior; las privatizaciones, y la penetración en gran escala del capital internacional en los viejos Estados obreros, constituyen sin el menor asomo de duda un enorme retroceso para el proletariado mundial y, por lo tanto, una derrota en beneficio del imperialismo. La confusión en torno a este punto no sólo constituye, en nuestra opinión, una visión completamente inadecuada del proceso político internacional, sino que, mucho más importante todavía, significaría no distinguir las grandes y pequeñas conquistas del proletariado de sus derrotas y de su mayor subalternización social y política, y significaría, por lo tanto, no saber qué tenemos que defender de nuestra condición presente, qué tenemos que superar en las conquistas que hemos obtenido y qué debiéramos procurar conquistar de aquí en más.
Algo más, los pasos importantes que se han dado en la restauración capitalista significan la liquidación de los restos precarios de las conquistas impuestas por la Revolución de Octubre. Minimizar esta pérdida, ni qué decir si se la desprecia por completo, equivaldría a abjurar del programa de esa revolución.
En nuestras discusiones, llegamos a la conclusión de que el origen o la causa de estas confusiones podría radicar en una dificultad para conceptualizar un fenómeno contradictorio, como lo constituye, de un lado, la quiebra del aparato stalinista internacional, y del otro, la derrota sufrida por la clase obrera. La confusión consiste en proclamar en forma unilateral uno u otro aspecto de la cuestión. Lo que ha ocurrido en realidad es que las gigantescas revoluciones políticas a partir de 1979, en Polonia, en Rumania, la ola de huelgas en Rusia, el movimiento de masas que derribó el muro de Berlín; este proceso revolucionario no llegó a su término, no fue victorioso, fue en definitiva derrotado, al menos transitoriamente. Sobre la base de un frente común para provocar esta derrota y, luego, sobre la base de estas derrotas, se erigió el acuerdo entre la burocracia contrarrevolucionaria y el imperialismo para promover la restauración capitalista.
La cuestión que se plantea es ahora la siguiente: ¿estas derrotas y la restauración política burguesa que ha resultado de ellas, significa el ingreso en un período de barbarie y la clausura prolongada de las posibilidades revolucionarias, o por el contrario, se trata de un episodio en la guerra entre la revolución y la contrarrevolución, que sigue dejando en el tapete la cuestión de socialismo o barbarie?
Como para nosotros, todos estos acontecimientos son episodios de gran envergadura, por cierto, que caracterizan a una nueva etapa revolucionaria, marcada por las revoluciones mencionadas, por el agravamiento de la crisis mundial y por la inevitabilidad de que se creen nuevas y mayores situaciones revolucionarias; para nosotros, decimos, que sí tienen ese carácter, esas derrotas de la revolución no se inscriben en una perspectiva de victoria estratégica de la reacción internacional, sino en una perspectiva que sigue siendo revolucionaria y que a cada momento puede convertirse en efectivamente revolucionaria.
Lo cual de ningún modo puede interpretarse, como lo establece a su manera la introducción a los 21 puntos, de que la restauración capitalista no ofrezca una salida a la impasse en que se encuentra el capitalismo. Al revés, decimos nosotros, esa restauración es su salida única y típica, y de concretarse, significaría una derrota histórica para todo el proletariado mundial, ya que ella es inconcebible sin la aplicación de métodos fascistas y aun de regímenes fascistas y de guerra; la consumación de la restauración capitalista en los ex Estados obreros no nos retrotraería a la situación previa a Octubre del 17 ella sería el sinónimo de la barbarie. Pero para esto el imperialismo deberá liquidar los derechos y libertades del proletariado y de las masas en todas las naciones principales del mundo.
Nos parece que los 21 puntos no tienen una posición común respecto de si la URSS era un Estado obrero, posición histórica de la IVª Internacional. La expropiación de la burguesía realizada en el Este Europeo, y sobre todo en la URSS, fue una conquista obrera: ¿qué piensa al respecto la LIT? Es claro que esto se relaciona con lo ya referido a la restauración capitalista en el Este. Pero como además, los 21 puntos establecen que la indefinición sobre este punto capital, que siempre fue considerado una de las conquistas mayores del programa de la IVª y de la teoría marxista, es dejada librada al resultado de una discusión de largo alcance y no a una delimitación política inmediata de las partes en conflicto; repetimos, como se consagra a esta indefinición como norma, señalamos que ello es incompatible con los métodos y hasta con la misma viabilidad para alcanzar el objetivo de reconstruir la IVª Internacional.
Nosotros defendemos, en relación a esto, el párrafo del punto 6 de los 21 puntos, en la parte que dice "reivindicamos la Revolución de Octubre (que) destruyó el Estado capitalista y estableció el Estado obrero". Agregamos, de nuestra parte, y que inició el período histórico de la revolución socialista internacional, que sólo podrá concluir con el triunfo del socialismo o de la barbarie.
Método
En el curso del análisis de los 21 puntos, los delegados de los diferentes partidos y organizaciones que nos hemos reunido en San Pablo, destacamos otros puntos para la discusión, como el relativo a la existencia de la nación bosnia o del movimiento de ayuda a Bosnia y el carácter de la guerra en la ex Yugoslavia en general; o el uso especial que el imperialismo hace de las instituciones de la democracia burguesa; o a que no es lo mismo defender a una nación oprimida que es agredida por el imperialismo que, como parece deducirse de algunas frases de los 21 puntos, defender a los movimientos nacionalistas burgueses del mismo imperialismo.
Pero, en Génova, ya habíamos llegado al acuerdo de que nuestro método para reconstruir la IVª no es hacer una lista de las divergencias reales o supuestas, sino concentrar la atención de los revolucionarios en la cuestión de la estrategia y del programa, y al acuerdo de proceder a refundar, mediante una discusión, la IVª Internacional como partido mundial de la revolución socialista, que habrá de basarse en el centralismo democrático. Condicionar a un acuerdo sobre lo fundamental y a lo que es menos fundamental la construcción del partido significa, por lo menos, concebir al partido como una organización monolítica, impermeable a las presiones de la sociedad, a la evolución de la comprensión política y a la socialización de la experiencia, y es renunciar al método de la delimitación de posiciones políticas para fusionarnos en un partido obrero revolucionario.
Hacia un pIanteamiento de conjunto
Tanto los 21 puntos de la LIT como los 5 puntos de nuestra reunión de Génova tienen en común una flagrante y ostensible limitación: no avanzan un solo paso en ofrecer una comprensión de conjunto del actual período histórico. Como se puede ver, no solamente compartimos varios planteamientos sino también varios defectos, lo cual no deja de ser una base que nos puede unir si nos proponemos superarlos.
Nuestro planteo por la refundación de la IVª y contrario a la construcción de otra tendencia internacional más, que se sumaría a la disgregación de los revolucionarios y al sectarismo; nuestro planteo, decimos, tiene por fundamento, precisamente, la idea de que esa refundación está ligada, y por eso es completamente viable, a un planteo estratégico que dé cuenta de las modificaciones producidas en la situación mundial en la última década y media, y que sobre esa base establezca un programa de acción. Para refundar la IVª entendemos necesario señalar este horizonte y mostrar el completo agotamiento de los métodos aplicados hasta el presente.
Los acontecimientos de las últimas semanas, que han visto un colosal derrumbe capitalista en los mercados de valores, es decir, de capitales, señalan el agotamiento que se está produciendo en la etapa abierta con la absorción capitalista en Alemania y la victoria del contra-golpe de Yeltsin en Rusia. Esta etapa le dio al imperialismo un margen de acción sin precedentes, al permitir reforzar su autoridad y su dominación a una escala que había perdido hacía mucho tiempo. Sin embargo, la vía de la restauración capitalista semi-pacífica y semi-democrática simplemente lo ha conducido a un callejón sin salida mucho más agudo que el que tenía hace diez años. Al imperialismo se le plantea una crisis en sus métodos y formas de dominación política, lo que equivale a decir que se inicia una nueva etapa de enfrentamientos entre las distintas potencias capitalistas, ya que un replanteo de la situación mundial no podría tener lugar nunca, bajo el capitalismo, sin un previo o simultáneo ajuste de cuentas entre los capitalistas.
La crisis de las últimas semanas ha acentuado la perspectiva de una depresión mundial, que ya se encuentra afectando al capitalismo japonés y que es, por otra parte, uno de los detonantes principales de la crisis bursátil y monetaria de las últimas semanas.
Queremos ir a la conferencia que ustedes convocan y a la que nos sentimos convocados según los términos de su llamamiento, no solamente para clarificar, delimitar y superar lo que aparecen como divergencias dentro de declarados principios comunes, sino para superar este encuadre y pasar a discutir el momento histórico presente y un plan de acción para orientar la lucha de las masas. Pero esta misma tarea no debe quedar reservada a la LIT y a los partidos que suscribimos la presente carta, sino que debe ofrecerse como propuesta a la vanguardia de las masas que luchan, para proceder a la reconstrucción del internacionalismo proletario, que no puede ser otro que el de la refundación de la IVª Internacional en la presente etapa y dentro de los plazos más breves posibles.
Oposición Trotskista Internacional (ITO)
Liga Trotskista (Estados Unidos)
Sección inglesa de la ITO
Asociación Marxista Revolucionaria Proposta (Italia)
Partido Obrero Revolucionario (Grecia)
Partido de los Trabajadores (Uruguay)
Oposición Trotskista del POR (Bolivia)
Partido Causa Operaria (Brasil)
Colectivo En Defensa del Marxismo (España)
Partido Obrero (Argentina)