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La verdad sobre el pacto nazi-sionista (Haavara en hebreo) 

Cuando los nazis entrenaban a la Haganá

Cuando asumía como canciller en Alemania en enero de 1933 “las metas de Hitler eran muy públicas, y en cuanto subió al poder empezó a cumplir su palabra con ataques inmediatos contra los judíos alemanes: algunos miles fueron robados, apaleados, asesinados durante los primeros meses” según es de público conocimiento, y también, de acuerdo al relato de Edwin Black, quien en 1984 publicó el libro referido al holocausto judío en Alemania y al traslado de judíos alemanes a Palestina, cuyo título es El acuerdo de transferencia: la dramática historia del pacto entre el Tercer Reich y la Palestina judía. Edwin Black relata que “los líderes de las tres organizaciones más importantes de la judería estadounidense, el Comité Judío Americano, el B´nai B´rith y el Congreso Judío Americano, convocaron una cumbre”. El tema era: “¿Qué vamos a hacer?”. Lo relatado tenía lugar en marzo de 1933. El Congreso Judío Americano sostenía la necesidad de realizar un boicot económico a la Alemania hitleriana, pero las otras dos entidades rechazaron la iniciativa. El 12 de marzo de 1933, según nos narra el autor mencionado “aprobó un programa de protestas y marchas que habría de culminar con una enorme demostración en el estadio Madison Square Garden (Nueva York) el 27 del mismo mes”. Siempre según el escritor e historiador judío Edwin Black: “Al instante los dirigentes del Comité Judío Americano y el B´nai B´rith convocaron a otra cumbre para oponerse a cualquier boicot”. Contaron, según este mismo relato, con la colaboración del presidente del mismo congreso que impulsaba ese plan de lucha, quien actuó como quinta columna y bombero del boicot. El hombre se llamaba Stephen Wise. No es ocioso señalar que, de acuerdo con la caracterización del historiador a quien citamos, el componente social de las organizaciones “opositoras” a la lucha pertenecía a familias de judíos acomodados y parte del establishment norteamericano, mientras que quienes la impulsaban eran de la clase media pobre y de la clase obrera. Cabe destacar que quienes dieron impulso a esta iniciativa boicotista del régimen nazi fueron veteranos norteamericanos judíos de la primera guerra. Dicho impulso tuvo inicio el 18 de marzo de 1933 a partir de la no compra de bienes y servicios alemanes. El 19 de marzo se reunía en Paris un grupo de organizaciones de judíos adinerados contra el boicot. Entretanto (relata Black) el partido laborista sionista (Mapai) dirigido por Ben Gurión, que controlaba la Agencia Judía (el autogobierno judío en el Mandato Británico de Palestina), los sionistas generales del ya mencionado Wise y los sionistas radicales de Nahum Goldmann, se oponían al boicot. En forma simultánea en Tel Aviv judíos furiosos querían prender fuego a la bandera nazi que ondeaba con la esvástica en el Consulado alemán, pero los líderes sionistas lo impidieron. Edwin Black lo explica diciendo que lo hicieron “por miedo a que Berlín suprima la Organización Sionista en Alemania y sus esfuerzos de levantar fondos” para el traslado a Palestina. Pero resulta que en forma simultánea los judíos polacos se manifestaban a favor del boicot al régimen nazi en Vilna. Es decir que entre los judíos del mundo existía una puja cuyo antagonismo consistía en desenvolver la lucha contra el nazismo o conciliar con él. Edwin Black nos dice en su detallado relato que Cordell Hull, secretario de Estado del presidente Franklin Roosevelt le pidió a su representante en Berlín, George Gordon, que hiciera un reporte favorable respecto a la ausencia de persecución a los judíos alemanes. Tenía lugar una pulseada entre las organizaciones sionistas vinculadas a los gobiernos imperialistas y un movimiento creciente de boicot comercial que se extendía de Estados Unidos a varias capitales y ciudades del mundo, y que ni bien comenzado logró la cancelación de operaciones comerciales con Alemania por dos millones de dólares (de aquella época). Pero las presiones del conjunto del gran capital a escala mundial, junto al sionismo y la misma Iglesia Católica, fueron un contrapeso. Mientras tanto en Melbourne, Buenos Aires, Filadelfia, Varsovia, Manchester, Marsella, Leeds, Newcastle, Birmingham, Glasgow, y en países como Holanda, Lituania y Egipto tenían lugar movilizaciones a favor del boicot. En Londres el Partido Laborista que dirigía los sindicatos manifestaba con carteles que decían “Boicot a los productos alemanes”. En medio de esta circunstancia, Göring, el principal dirigente nazi después de Hitler, convocó a todas las organizaciones judías con la finalidad de que contribuyeran a terminar con el boicot con amenazas intimidantes. Fue la Organización Sionista de Alemania la que se ofreció a contribuir a interrumpir el boicot. “Después de todo, tanto nazis como sionistas estaban de acuerdo en que los judíos no debían estar en Alemania” sostiene Black.  

La reflexión final del párrafo precedente de Edwin Black también la sostiene la Agencia “Palestina Libre” que afirma que la transferencia de más de 55.000 judíos a Palestina permaneció oculta durante tres décadas, significó un gasto de cien millones de dólares de esa época (casi 1700 millones de 2009) “con la condición de que las organizaciones sionistas pusieran fin al boicot económico a la Alemania nazi, una táctica potente que amenazaba debilitar al gobierno de Hitler solo en su primer año de poder”. Y sigue: “La Haavara era una compañía comercial creada por la Organización Sionista Mundial que tenía como misión comerciar con los nazis”. “El convenio se celebró con la intención de trasladar a los judíos hacia Palestina con sus familias y bienes a razón de mil libras en divisas por emigrante (quince mil reichsmarks, marco imperial), moneda de 1933. En ese período una familia de cuatro personas podía vivir un año con 300 libras”. La emigración incluía, según el mismo medio, bienes por valor total de 20.000 marcos y otros equipos industriales alemanes. El acuerdo comercial permitió al Tercer Reich salir de su situación agobiante en materia económica y financiera. Es que poco antes del ascenso de Hitler al poder, en 1932, Alemania tenía seis millones de desocupados (43,8% de la población), se mantenía parte del tratado de Versalles que impedía a Alemania tener marina y aviación de guerra. El desarrollo económico de Alemania en 1933, ya con Hitler al mando del Estado, era calamitoso. Necesitaba divisas para importar materias primas. Era urgente para el régimen nazi conseguir petróleo, hierro, acero, carbón, caucho, productos químicos, para lo cual era necesaria una fuerte inversión inicial. El boicot al boicot impuesto por las organizaciones sionistas a nivel internacional alivió las penurias del régimen en su primera etapa. Esto se complementó y fortaleció con el apoyo de prominentes figuras del establishment norteamericano: Prescott Bush padre y abuelo respectivamente de dos presidentes yankis. Este personaje estaba asociado al Brown Brothers Harriman, un holding que apoyaba a Hitler, y los Rockefeller, que contribuyeron a conseguir importantes líneas de crédito para el crecimiento de la Alemania nazi. La ya mencionada compañía Harriman firmó un convenio con Hitler con la finalidad de financiarlo. La Union Ranking Corp., fundada por el abuelo de Bush y la Brown Brothers Harriman, financiaron a Hitler a través del cartel alemán del acero (Vereinigte Stahlwerke). El padre del clan Kennedy, Joseph, era a la sazón embajador en Alemania. No es ocioso mencionar también que otras prominentes empresas norteamericanas colaboraron con el lll Reich en momentos en que él mismo dependía de ayuda exterior para despegar económicamente y que, en consecuencia, permitieron desenvolver más a fondo su política de expansión e invasión de Europa. Algunas, empresas muy prominentes, Kodak, Nestlé, IBM (fundamental en el descubrimiento pormenorizado y clasificación de quienes eran judíos a través de su sistema de perfoverificación), Ford, General Motors (que contribuyeron a la fabricación de material bélico), Westinghouse (asociada a Siemens), Shell (angloholandesa), Standard Oil, ITT (Standard Electric, en comunicaciones) se sumaron activamente. Es que el imperialismo anglo/yanqui/francés pretendía dirigir a la Alemania nazi a la guerra contra la URSS.

Muchos de estos datos los podemos obtener, en especial el referido a IBM en “IBM y el holocausto”, de Edwin Black. Todavía no había comenzado la política de la “Solución final”, aunque ya miles de judíos alemanes habían sido asesinados cuando se realizó la Conferencia de Évian, Francia, convocada por el presidente Roosevelt entre el 6 y el 15 de junio de 1938 para tratar la cuestión de los refugiados judíos. La mayoría de las naciones presentes se negaron a recibirlos. Estados Unidos, Noruega, Dinamarca, Suecia, Gran Bretaña, Brasil, Bélgica, Francia, Australia, Canadá y Argentina. Solo la República Dominicana aceptó refugiados judíos. Por esa época, dos artífices posteriores de la solución final de 1941, Eichmann y Himmler sostenían estrechas relaciones con el movimiento sionista de Alemania y de Estados Unidos y promovían la emigración de alemanes judíos de Alemania. Simplemente recordemos la persecución ostensible contra las organizaciones judías no sionistas en Alemania y el trato especial dado a las sionistas. Ese mismo año, el norteamericano Stephen Wise, presidente del Congreso Judío Mundial expresó: “Yo no soy un ciudadano norteamericano de fe judía. Yo soy un judío… Hitler tiene razón en una cosa. Él llama a las personas judías una raza y nosotros somos una raza”. ¿Qué duda cabe sobre la responsabilidad sionista en la entrega de los judíos no sionistas a las garras del genocidio hitleriano? No hay dudas sobre la responsabilidad de los Estados imperialistas “democráticos” en relación con el oxígeno dado al régimen nazi para que este creciera ocultando la persecución antisemita y la pasividad cómplice de las organizaciones sionistas alemanas y del sionismo internacional. Un dato de relevancia es que entre 1933 y 1936, como parte del acuerdo migratorio desde la Alemania nazi a Palestina, el 60% de las inversiones extranjeras en la región fueron alemanas, y abarcaban las industrias textil, metalúrgica, de maquinaria agrícola, etc. El boicot al que hicimos referencia había fracasado por obra de la acción de los gobiernos imperialistas “democráticos” y de La Organización Sionista Mundial, recién iniciado el periodo hitleriano. Ni qué decir de las movilizaciones masivas que se producían en el mundo contra el hitlerismo, desalentadas y desmembradas por el imperialismo norteamericano y mundial.

Según Palestina Libre y otras fuentes históricas coincidentes, con la finalidad de cumplir con el propósito nazi de sacarse de encima a las etnias impuras como eran considerados los judíos, el acuerdo entre el régimen hitleriano y “la Organización Sionista Mundial recibió permiso para organizar en territorio alemán alrededor de 40 centros de adiestramiento profesional y rural para los futuros emigrantes a Palestina”. El entrenamiento era militar pero también se los entrenaba en las técnicas de la agricultura; se trataba de un anticipo de Kibutz, granjas rurales que los colonos emigrantes aplicarían luego en Palestina, con el agregado de que el entrenamiento militar convirtió a esos colonos en una fuerza de choque para la expulsión y muerte de los palestinos que habitaban Palestina y la constitución de organizaciones terroristas como la Irgún y la Haganá. Es que la concepción sionista era también racista. Teodoro Herzl, fundador del sionismo fallecido en 1911, sostenía la necesidad de crear un “Estado étnico social judío”. Lo afirmado por Palestina Libre no es el resultado de un invento solitario. El 21 de junio de 1933 la Federación Sionista alemana publicó un memorándum que indicaba: “(….) el sionismo cree que el renacimiento de la vida nacional de un pueblo, lo que está ocurriendo ahora en Alemania a través del énfasis en su carácter cristiano y nacional, también debiera suceder en el grupo nacional judío. Para las personas judías, también el origen nacional, la religión, el destino común y un sentido de ser únicos deben ser de decisiva importancia, en la configuración de su existencia. Esto significa que el individualismo egoísta de la era liberal debe superarse y debe reemplazarse con un sentido de comunidad y de responsabilidad colectiva…” 1(publicado en A Holocaust reader, Behrman, Nueva York. Francis Nicosia, The third Reich and the Palestine Question, Universidad de Texas, Austin, reproducido por Abel Basti en Los secretos de Hitler).

El memorándum iba más allá en sus definiciones coincidentes con las del nazismo: “Creemos que precisamente es la nueva Alemania que puede a través de una determinación audaz en el manejo de la cuestión judía, dar un paso decisivo hacia la superación del problema, el cual, en verdad, tendrá que ser tratado con la mayoría de los pueblos europeos (…). Nuestro reconocimiento de la nacionalidad judía mantiene una relación clara y sincera con el pueblo alemán y su realidad nacional y racial. Precisamente porque no deseamos falsificar estos principios porque nosotros también estamos contra el matrimonio mixto y estamos por mantener la pureza del grupo judío y rechazamos cualquier transgresión en el dominio cultural, nosotros -habiendo sido educados en el idioma y la cultura alemanes- podemos demostrar un interés en los trabajos y valores de la cultura alemana con admiración y simpatía interna (…)”.  La cita habla por sí sola. Aunque es indudable que el memorándum constituía una postración respecto al régimen nazi, no se puede dejar de decir que estaba presente también el temor a represalias por parte del régimen hitleriano. Con todo, cabe insistir en que había dos orientaciones al respecto, ambas existentes también en Alemania, esto es: la que planteaba luchar y otra conciliadora y hasta podría afirmarse que “privilegiada” dentro de la colectividad judía alemana. Aunque es necesario relativizar la calificación de privilegiada, en virtud de la persecución sufrida por los judíos alemanes, tal adjetivación es el resultado de la actitud práctica de la Gestapo en ese aspecto. En un Memorándum de la Gestapo de Baviera del 18 de febrero de 1935 esta afirmaba: “Los miembros de las organizaciones sionistas no deben, en consideración a sus actividades dirigidas a la emigración a Palestina, ser tratados con el mismo rigor que es necesario hacia los miembros de otras organizaciones judío alemanas”. En ese sentido el rabino alemán Joachim Prinz escribió: “Era muy difícil para los sionistas operar. Era moralmente perturbador ver que eran considerados como los hijos favoritos del gobierno nazi. Particularmente cuando este disolvió los grupos juveniles antisionistas y parecía preferir a los sionistas entre otras cosas. Los nazis pedían una conducta más sionista” (Sionismo bajo el gobierno nazi, joven sionismo, Joachim Prinz, Londres, 1937, citado por Abel Basti en Los secretos de Hitler). Iván Gómez Avilés, señala en su libro: Acuerdo Haavara: el pacto entre nazis y sionistas: “Poco después de la llegada al poder de Hitler, comenzará una campaña de difamación, expropiación y persecución de los judíos alemanes y, posteriormente también de la población judía de los países ocupados por el lll Reich. Como consecuencia, no tardaron en producirse una serie de reacciones internacionales en sectores judíos que acabaron desembocando en un boicot comercial… Sin embargo los sionistas alemanes decidieron adoptar una estrategia muy diferente: pactar con el nazismo mediante lo que se conoce como el Acuerdo Haavara. A cambio de favorecer la paralización del boicot y de facilitar la salida de judíos hacia Palestina el gobierno nazi permitiría abandonar el país con parte de sus bienes a los judíos que se acogiesen al acuerdo”. Mientras se perseguía a las organizaciones judías no sionistas alemanas y se cerraban sus órganos de prensa, entre 1935 y 1936, la prensa sionista vio crecer su tirada de 7.000 a 40.000 ejemplares.

Cabe añadir una declaración del presidente de la Organización Sionista Alemana por aquella época que no hace más que constatar lo mencionado en el párrafo precedente: “La Gestapo hizo de todo en aquellos días para promover la emigración, particularmente la palestina. Recibimos a menudo su ayuda cuando requeríamos algo de otras autoridades con respecto a la preparación para la emigración”.

En 1934, por motivos de propaganda, se envió una delegación conjunta nazi/sionista a recorrer Palestina. Un artículo de Juanjo Sanz Vigo del año 2012, publicado por Kaos en la Red, da cuenta de que: “En 1934, para conmemorar el viaje del barón Leopold Itz Edler von Mildenstein (alias LIM) a Palestina, Goebbels se entusiasmó tanto con el proyecto de estos pioneros judíos que mandó a acuñar una medalla conmemorativa, que en el anverso figuraba la estrella de David y en el reverso la cruz gamada”. El mismo medio informativo cuenta que: “En 1934 la colaboración nazi sionista estaba en su máximo apogeo mediante el Acuerdo Haavara, cinco años antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial y catorce (1948) del establecimiento oficial de Israel como Estado sionista (…)”. Y continúa: “Este no fue el único pacto que los sionistas propusieron a los nazis. Yitzhak Shamir fue uno de los sionistas que en 1941 contactó con Hitler y le hizo una propuesta un tanto extraña. La iniciativa sionista consistía en la formación y entrenamiento en Europa de la organización militar internacional lNMO = Irgun Zvai Leumi (…). Esta organización terrorista constituyó el núcleo inicial de lo que más tarde sería el Ejército israelí IDF. La documentación sobre este acontecimiento está celosamente guardada en los archivos de Alemania con el número E 234158, DE FECHA 11-1-41.”

Como conclusión en torno a la conducta sionista podemos afirmar que, a la luz de los acontecimientos relatados en versiones provenientes de fuentes diversas, la creación del Estado de Israel fue potenciada por un acuerdo entre los verdugos de hombres, mujeres y niños judíos y el movimiento sionista internacional.

Herzl había ofrecido sus servicios al Zar de Rusia y también al Imperio turco con objetivos precisos de desviar la adhesión de los trabajadores y jóvenes judíos hacia las posiciones socialistas revolucionarias, llevándoselos a Palestina. El sionismo estableció un acuerdo con el Imperio británico (Declaración Balfour) y también con la Alemania nazi (Haavara).

Desde luego, que un ingrediente central para que esto ocurriera fue la conducta miserable y conciliadora de los países imperialistas “democráticos”, en especial Gran Bretaña y Estados Unidos y otros, tal como surge de las resoluciones de la Conferencia de Evian contra la recepción de inmigrantes judíos en la mayoría de las naciones participantes. Las mismas que respaldaron la emigración judía a Palestina y luego la “creación” del Estado de Israel, con la masacre y expulsión de palestinos.

Seis millones de judíos europeos sucumbieron al nazismo como fruto de esta política y la creación del Estado de Israel ha alumbrado un Estado racista y genocida, al servicio de la defensa de los intereses imperialistas en el Medio Oriente y cuya política de exterminio es su razón de ser y de existir.


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