La caída de Illia y el apoyo de la burocracia sindical y el peronismo a los golpistas

Reseña del libro 1966 de María Sáenz Quesada

1966, el libro de María Sáenz Quesada se ocupa de describir la presidencia de Arturo Illia y su derrocamiento mediante el golpe de junio de 1966. En todo el desarrollo del texto se refiere al presidente Illia como un tipo “bonachón” y hasta “buenudo”, que llegó a la presidencia casi por casualidad cuando no había competidores reales en el camino, ni del lado del peronismo, que estaba proscripto en el país, ni por el lado de los radicales en cualquiera de sus variantes. La atomización de los partidos, un peronismo proscripto y el régimen electoral permitieron a un candidato que obtuvo solo el 25% de los votos erigirse como presidente de la nación.

La presidencia de Illia se desarrolla luego de la fallida y olvidada incursión presidencial de José María Guido que asumió gracias a la Ley de Acefalía Presidencial como resultado del golpe de Estado de 1962 que derrocó y encarceló al entonces presidente Arturo Frondizi. Guido, un presidente sin poder alguno, asumió simplemente para una transición que finalizaría con el triunfo de Illia en 1963. Este período de la historia argentina está signado por la proscripción del peronismo y la recurrente amenaza de la “vuelta” de Perón, la intervención norteamericana en toda Latinoamérica y los golpes de Estado militares.

En todo el libro sobrevuelan las relaciones del presidente y sus funcionarios con la “Libertadora”, el golpe de 1955 que derroco a Perón. El primer ministro de economía de Illia fue secretario de hacienda y finanzas de los golpistas del 55, y así varios funcionarios más. El mismísimo Illia, siendo diputado nacional por Córdoba, fue parte de los comandos civiles que ayudaron al golpe de Estado de 1955. Illia llega a la presidencia con el aval de sectores militares y empresariales que finalmente serían los mismos que lo derrocarían.

Illia y la situación argentina

En los primeros capítulos del libro se describen algunos aspectos importantes de la presidencia de Arturo Illia y sobre cómo su gobierno trató de sortear a un peronismo que no tenía representación electoral sino a través de partidos muletos, pero actuante desde los sindicatos, las provincias y medios de prensa que controlaba. Por otro lado, estaban los sectores militares y sus adeptos que, aunque actuaban divididos entre “azules” y “colorados”, tenían una fuerte influencia en la vida cotidiana del país. También se toca el contexto internacional, sobre el cual volveremos al final.        

En los años que asume Illia la participación de los asalariados en el PBI era del 41%, no muy lejos de las cifras que ostentaba el gobierno de Perón. Hacia fines de 1965 las exportaciones de trigo tocaban un récord y la recaudación del fisco gozaba de buena salud a fuerza de retenciones reinstaladas por el gobierno a principios de 1965 y de un nuevo gravamen a los combustibles que también aportó lo suyo. Las retenciones al agro de solo un 5% son un tema no desarrollado en el libro pero que fue de vital importancia a la hora de los apoyos que tenía Illia al momento del golpe ya que todas las patronales agrícolas reclamaban la derogación y también la del impuesto a los sellos de gran recaudación. El gobierno se negó sistemáticamente esgrimiendo la necesidad de equilibrar las cuentas y a partir de esto lograr bajar la inflación, cosa que le fue difícil de controlar y ayudó al mal clima contra el gobierno, en 1965 la acumulada fue del 38%.

Una parte importante del gobierno de Illia transcurrió en el marco de una creciente alza de la economía mundial y así lo describe el libro. Las exportaciones crecieron un 6% anual y el déficit se convirtió en superávit. Aumentó la producción agrícola año a año, empujada por la gran demanda mundial de alimentos, lo mismo que la ganadera. Los sectores exportadores recibieron sus acostumbradas devaluaciones que los hacían más competitivos, todo parecía realizarse por caminos sensatos.

Dos cuestiones entorpecieron al gobierno y a la postre fueron fundamentales, ambas relativamente ausentes en el libro: la producción petrolera y la relación con las farmacéuticas.

En 1958 el presidente Arturo Frondizi -traicionando sus promesas electorales de no entregar el petróleo argentino a las multinacionales- firmó nuevamente contratos con las compañías petroleras norteamericanas. Posteriormente en 1963 Illia anuló esos contratos firmados por Frondizi. Illia utilizó los contratos entreguistas firmados por su antecesor como elemento de campaña y luego, presionado por los sindicatos petroleros, tuvo que cumplir su palabra. Años después, recordando el hecho, Illia aseguró que en una tensa conversación privada el subsecretario de Estado norteamericano, Averell Harriman, enviado por el presidente Kennedy, lo amenazó con la suspensión de la ayuda económica al país. La anulación le valió al presidente un enemigo que por ese entonces promovía golpes de Estado en cualquier país de Latinoamérica que no respondiera a sus intereses.

Durante el gobierno peronista se mantuvo un control sobre los precios de los medicamentos, las farmacéuticas fueron actores activos en el golpe del 55 y a partir de la “libertadora” se desreguló el mercado y se liberaron los precios, lo cual puso a los medicamentos por las nubes. En enero de 1964 se aprobaron dos leyes con la intención de controlar y regular los precios de los medicamentos. El paquete de leyes conocido como “Ley Oñativia”, en referencia al ministro de Salud Arturo Oñativia, congelaba los precios en forma retroactiva y por supuesto, devino en tensiones con las que gobierno de Arturo Illia debió entenderse. Las farmacéuticas conformaron un bloque común para enfrentar las leyes y una campaña contra el gobierno, la presión de los laboratorios extranjeros fue a la postre un determinante para el golpe.

Sindicatos y movimientos populares

El capítulo sobre la intervención de los trabajadores relata las complicidades de la burocracia sindical peronista de la época con los golpistas del 66. Los años de la presidencia de Illia fueron de alta conflictividad social en el medio de una fuerte interna peronista que enfrentaba a dirigentes que respondían directamente a Perón con otros que, en su nombre, pretendían correrlo del centro político. Se repitieron en muchos casos acciones de lucha como tomas de fábricas y huelgas en nombre de la vuelta del líder exiliado.

Illia desandó en parte el camino de sus antecesores Guido y Frondizi en cuanto a su relación con los trabajadores. Se negó a reprimir huelgas, pero estableció una nueva ley de Asociaciones Profesionales para intentar debilitar el poder de negociación de los sindicatos y fragmentó el poder financiero de las obras sociales. La burocracia sindical, para ese entonces abiertamente progolpista, respondió con un “plan de lucha por etapas” que incluyó ocupaciones masivas de empresas, aunque parciales y fuertemente regimentadas y controladas.

Uno de los que estaba a la cabeza de las acciones opositoras al gobierno fue “el lobo” Augusto Timoteo Vandor, secretario general de la UOM, que tenía bajo su mando cerca de medio millón de afiliados (otras fuentes ubican ese número en unos 300.000), un sindicato de los más poderosos del país. En uno de los más relevantes capítulos del libro de Sáenz Quesada se describe la relación de Vandor con otros sindicalistas de la época y la rivalidad que existía entre ellos por los favores del líder. “El Lobo” integró la comisión por el retorno de Perón que promovió el intento de regreso en diciembre de 1964, frustrado porque el imperialismo detuvo el avión en Río de Janeiro y lo devolvió a España, para preservar la estabilidad del gobierno de Illia. Vandor siempre coqueteó con la idea de armar un partido propio, un peronismo sin Perón -para lo que fue alentado por sectores militares y burgueses- cosa que nunca logró materializar. Dio un paso atrás, luego de que en marzo de 1966 se presentaron dos listas “peronistas” diferentes para las elecciones mendocinas: una apoyada por Vandor y la otra por Perón. Al ganar la segunda, Vandor hizo mutis por el foro.

Es interesante el relato que se hace en el texto sobre una comida que se celebró en agasajo a Jorge Leal, un comandante que llegó al Polo Sur. En la comida estuvieron altos mandos militares conviviendo con sindicalistas, entre ellos Vandor. La comida se hizo en la sede de Luz y Fuerza y no contó con la presencia de Onganía que, aunque estaba invitado, no pudo participar y envió un telegrama agradeciendo el convite. La anécdota pinta de cuerpo entero la relación de la burocracia sindical de la época y los altos mandos militares. Vandor y Alonso fueron los promotores del desplazamiento de Isabelita por la capital y el interior del país en una gira armada por Perón desde el exilio.

En la asunción de Onganía como presidente de facto, el 29 de junio de 1966, una foto muestra un escenario de unanimidad política pocas veces visto en la historia argentina. Están presentes representantes de la Sociedad Rural, de CRA, de la UIA, de la CGE, del PC, José Ber Gelbard y los enviados de cámaras empresariales extranjeras. En primera línea y en pleno, la dirección de la CGT. José Alonso, burócrata de las 62 de Pie, identificadas con Perón, saludaba la llamada “revolución argentina” porque “caía un régimen de comité y se abría la perspectiva de un venturoso proceso argentinista”. El día 7 junio anterior al golpe se realizó un muy importante paro nacional, el 29 de junio, para la asunción de Onganía, Vandor estaba presente en Casa Rosada. Posteriormente al golpe el burócrata y el dictador oficializaban de la mano el convenio metalúrgico.

Perón desde el exilio realizaba su parte y declaraba: “el gobierno militar surgido del golpe ha expresado propósitos muy acordes con los que nosotros venimos propugnando desde hace más de 20 años” y llamaba a “desensillar hasta que aclare”. Las posiciones del líder y los peronistas que lo seguían en Argentina fueron de complicidad con el golpe, en sus declaraciones torpedearon constantemente al gobierno de Illia y en la noche del golpe la burocracia no movió un pelo.

La Juventud y la universidad

El accionar de los jóvenes y particularmente de los universitarios en el golpe y sus días posteriores no tiene un capítulo exclusivo en el libro, pero sí está tocado en diferentes partes. Se describe el clima de protesta que había en las universidades en los meses previos al golpe y cómo las autoridades de distintas facultades se identificaban no con el peronismo, sino con corrientes de izquierda. Durante el golpe del 55 la universidad fue un reducto de gorilas antiperonistas, en los años previos al golpe de Onganía esto había sufrido modificaciones.

En la fecha del golpe la UBA emitió un comunicado, que está reproducido en el libro de Sáenz Quesada, en el que repudia al golpe militar y hace referencia a los golpes de Estado en países vecinos y sus consecuencias. Está presente un análisis de la posición de varios concejeros superiores que se negaron a convalidar el golpe y como, tibiamente, la FUA se expidió al respecto.

Importa destacar, y el libro lo hace, que en los momentos posteriores al golpe se realizaron movilizaciones estudiantiles con ocupación de edificios, que se dieron principalmente en la capital. Las acciones universitarias de docentes y estudiante tuvieron gran repercusión en los medios extranjeros y fueron causantes de un escándalo que tuvo pronunciamientos de distintos lugares contra la acción militar en la universidad.

“La Noche de los Bastones Largos” fue un hecho aberrante de la dictadura militar y que ocupa un lugar secundario en el desarrollo del libro, pero central en su presentación, es la foto de portada. Luego del golpe se desarrollaron tomas de facultades y protestas varias. Un mes después, el 28 de julio, la Policía Federal ingresaría por la fuerza a la Facultad de Exactas de la UBA, desalojando violentamente a más de 150 estudiantes, docentes y trabajadores no docentes. Esa noche los hicieron pasar por una doble fila policial que portando “bastones largos” los molieron a palos. Muchos de esos estudiantes fueron luego suspendidos por 6 meses e imposibilitados de cursar. Los “bastones largos” hace alusión a la noche de los “cuchillos largos” cuando, en 1934, las SS de Hitler ajustaron cuentas con las SA dirigidas por Ernst Röhm y tomaron control total del partido en medio de una masacre.

La represión fue tan feroz que varias de las autoridades universitarias de todas las universidades del país renunciaron a sus cargos en repudio a lo sucedido. Lo que sería acompañado por centenares de profesores que emigraron del país destruyéndose una parte importante de la estructura científica de la Argentina por un largo período. La juventud universitaria continuaría su resistencia al golpe asociada crecientemente a la lucha de la clase obrera. Un par de meses después fue asesinado por la policía Santiago Pampillón en una protesta en Córdoba. Fue sacado a la fuerza de una confitería cuando escapaba de la represión y fusilado frente a la resistencia que ofreció a ser detenido. Esta práctica era muy común, haciendo más que frecuentes los choques entre estudiantes y policías en los barrios estudiantiles. Justamente Córdoba será el escenario del inicio del fin del gobierno de Onganía unos años después.

Contexto internacional y ¿para qué un golpe?

El día concreto del golpe está descrito con detalles en el texto de la autora y muestra el accionar conjunto de distintos sectores de las fuerzas armadas, pero no su total unanimidad. Se deja entrever que Illia podría haber resistido con tropas de Córdoba que le eran leales, o más bien eran contrarias al sector de los militares que dio el golpe. Los golpistas sumaron apoyos de distintos sectores y crearon un clima favorable desde los medios de comunicación. Primera Plana, donde escribía el conocido periodista Mariano Grondona, fue una publicación al servicio del golpe. La iglesia desde sus distintas congregaciones también acompañó, muchos de sus cuadros conservadores, antiliberales y antimarxistas ya estaban entre los militares o terminarían siendo funcionarios del gobierno.

El tenso momento en que los militares ingresan en Casa Rosada para destituir en concreto a Illia está relatado con pormenores en el libro y muestra cómo el presidente depuesto resistió en soledad el inminente desalojo. A pesar de ser un golpe cantado hasta en la fecha no había junto a Illia funcionarios o allegados que lo acompañaran. La resistencia del radical fue solo un acto de orgullo personal al ver que los acontecimientos no tenían vuelta atrás.

Es evidente que el contexto internacional favoreció al golpe, EE.UU. desarrollaba en Latinoamérica una fuerte campaña “anticomunista”, basada en la llamada “doctrina de seguridad nacional”, una seria de operaciones tendientes a fortalecerse en el marco de la “guerra fría” asociados a sectores militares de distintos países donde se promovían golpes de Estado.  La Escuela -militar- de las Américas promovía golpes y dictaduras en toda la región, para disciplinar su “patio trasero”, volteando a gobiernos nacionalistas burgueses o populistas.

El 31 de marzo de 1964 se desató el golpe de Estado en Brasil, que derrocó al gobierno del presidente Goulart e instauró una dictadura militar encabezada por Castelo Branco. El golpe tenía una clara impronta anticomunista y arremetió en gran medida contra el PC brasileño, que en ese momento contaba con una importante fuerza militante e influencia en la clase obrera. En noviembre de ese año, un golpe militar en Bolivia destituye a un presidente del Movimiento Nacionalista Revolucionario, electo pocos meses antes y coloca una Junta Militar presidida por René Barrientos. En el curso de 1965 las Fuerzas Armadas ocuparán los pueblos mineros y producirán una masacre de trabajadores. En abril de 1965 los yanquis realizan un desembarco en la República Dominicana para enfrentar una rebelión popular e impedir que triunfara “el comunismo”. El gobierno de Illia votó en la OEA la propuesta de los EE.UU. de conformar una fuerza militar latinoamericana que invadiera República Dominicana (aunque a último momento la Argentina no la integró).

En el libro se relatan como posibles motivantes del golpe la influencia cubana en América Latina, el contexto de la guerra de Vietnam y la Revolución Cultural China. Está relatado como Illia se resistió a cortar lazos con la Unión Soviética, con la cual comerciaba granos y carne. El gobierno de Illia jamás rompió lazos con los Estados Unidos, pero se mostraba débil y con pocas fuerzas para emprender una ofensiva en regla contra la clase obrera que borrara las conquistas obtenidas en períodos anteriores. La burguesía de conjunto apoyó el golpe, los laboratorios y las petroleras lo festejaron, la burocracia sindical peronista se sacaba fotos con los golpistas. Tres años después del “Cordobazo” le daría un golpe de muerte a la dictadura que pretendía quedarse 20 años en el gobierno.

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