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Sobre el uso de las difamaciones en los ataques reaccionarios

Un método histórico del régimen saqueador para socavar la consecuente lucha del PO y del movimiento piquetero

“Para todos aquellos para quienes la palabra “socialismo” es el contenido de su vida moral, ¡adelante! ¡Ni las calumnias ni las persecuciones pueden detenernos! ¡Incluso sobre nuestros huesos blanqueados, la verdad triunfará! Porque, amigos míos, la mayor felicidad humana no es la explotación del presente sino la preparación del futuro”.

León Trotsky, alegato frente a la comisión Dewey, 1937

Las difamaciones contra el movimiento piquetero, en particular contra el Polo Obrero y el Partido Obrero, tienen como objetivo desacreditar ante grandes capas de los trabajadores al sector más consecuente de la vanguardia obrera. Sobre todo, en el marco de la crisis en la cual se encuentra el régimen patronal democrático ajustador. Las calumnias contra los luchadores sociales y revolucionarios no son un invento del Gobierno de Milei, que dicho sea de paso no se caracteriza por ser llevado adelante por agudos estrategas. La historia de la lucha de clases demuestra que la clase dominante amenazada intenta buscar la causa de su declinación, no en sus propias acciones y contradicciones, sino en los supuestos agentes del caos. No en el hambre de las masas que en situaciones de crisis luchan para sobrevivir y no perder lo poco que tienen, sino en supuestos agitadores y provocadores pagados por supuestas fuerzas opositoras y a menudo extranjeras.

Las calumnias aparecen como un método de defensa de los regímenes acabados, como un intento desesperado de la clase dominante por demostrar que sus adversarios revolucionarios, muy superiores moralmente, tienen intenciones turbias que desmienten sus correctos ideales. Cuando se trata de una amenaza a los intereses materiales, las clases poseedoras ponen en movimiento todos los prejuicios y extravíos que la humanidad arrastra desde hace siglos.

Algunos antecedentes históricos de las calumnias en la lucha entre clases

Remontándonos al proceso de las revoluciones burguesas a fines del siglo XVIII ya podemos encontrar las primeras difamaciones contra los revolucionarios: los monárquicos acusaban a los jacobinos de Robespierre de estar a sueldo de los prusianos. En el comienzo de las revoluciones obreras en 1848, los proletarios de París que se levantaron para instaurar la II República Francesa (la Republica de Febrero), fueron traicionados, calumniados y masacrados. Esta república burguesa fue obligada, por la acción del proletariado, a estar rodeada de instituciones sociales. Como los Talleres Nacionales ideados por la Comisión de Luxemburgo que garantizaban el trabajo para todos los ciudadanos. El Gobierno republicano, que aceptó las deudas del Gobierno monárquico anterior de Luis Felipe, descargó la crisis sobre las espaldas de los trabajadores. Con este fin comenzó una gran campaña de difamaciones contra los proletarios: “Una pensión del Estado por un trabajo aparente, he ahí el socialismo”, (Marx, Lucha de clases en Francia, Capítulo I, “La derrota de junio de 1848”).

El 16 de abril de 1848 el Gobierno organizó una gran calumnia contra los proletarios. “Los obreros se habían congregado en gran número en el Campo de Marte y en el Hipódromo para preparar elecciones de sus representantes a la Guardia Nacional y realizar una colecta en favor de la República. De pronto apareció el rumor de que los obreros armados se habían concentrado en el Campo de Marte para derribar el Gobierno provisional y proclamar un Gobierno comunista”, (Marx, ídem anterior). Cuando los obreros se acercaron a la sede del Gobierno para entregar la colecta se sorprendieron de la gran militarización del nuevo y efímero II estado republicano. Las provocaciones siguieron a todo vapor, comenzaron a impedir el ingreso de los extranjeros a los talleres nacionales, mandaron a los del interior a sus provincias con el pretexto de realizar obras que nunca se hicieron y les bajaron el salario a condiciones de miseria. Los obreros que defendían la republica revolucionaria fueron obligados a levantarse contra la misma para defender sus reivindicaciones. A pesar del enorme coraje y del armamento popular, después de días de lucha, fueron masacrados. Marx, indignado por las calumnias, la traición y masacre a los proletarios, exclamó: “Solo empapada en la sangre de los insurrectos de junio ha podido la bandera tricolor de la Revolución francesa transformarse en la bandera de la revolución europea, la bandera roja. Y nosotros gritamos: ¡La revolución ha muerto! ¡Viva la revolución!, (Marx, Ídem del anterior).

Los bolcheviques, en el proceso de preparación de la Revolución de Octubre en julio de 1917, fueron acusados por el Gobierno provisional burgués de ser agentes a sueldo de los alemanes. El 20-21, en Petrogrado, tuvieron lugar manifestaciones armadas contra la continuación de la guerra. Después de las mismas, donde el proletariado todavía no tenía la fuerza nacional para tomar el poder, la campaña contra Lenin se desencadenó como un huracán. Entonces Lenin tomó resueltamente la decisión de ocultarse, para escapar, no a la investigación, sino a posibles medidas de violencia y para reaparecer de nuevo en público, después de casi cuatro meses de ausencia, el día de la insurrección.

“Julio fue el mes de la calumnia desenfrenada, descarada y victoriosa; en agosto empezó ya a decrecer. La prensa de la sociedad ilustrada, que se defendía contra la supuesta barbarie bolchevista, aparecía llena de noticias análogas. Pero en realidad el movimiento de julio fue preparado por la continuidad de la guerra, el hambre inminente, la reacción que levantaba la cabeza, la incapacidad del Gobierno provisional, la fracasada ofensiva aventurera, la desconfianza política y la inquietud revolucionaria de los obreros y soldados”, (León Trotsky, Historia de la Revolución Rusa, tomo II, capitulo IV, “El mes de gran calumnia”).

Es interesante ver que el sentido histórico se vengó de esta calumnia contra los bolcheviques: los supuestos encargados de financiarlos, los imperialistas alemanes, cayeron producto de la imparable expansión de la Revolución rusa. La Revolución alemana –aunque no logró instaurar un gobierno obrero- se llevó puesto al imperio del Kaiser Guillermo y produjo la República de Weimar (que nació asesinando a los líderes comunistas-espartaquistas, Rosa Luxemburgo y Carlos Liebknecht). Ludendorff, el jefe de la tropas alemanas en la primera guerra y uno de los creadores del nazismo, justificándose por dejar pasar a Lenin por Alemania, decía: “Yo no podía suponer que la Revolución rusa se convertiría en la tumba de nuestro poderío. De la misma forma que Inglaterra le dio a China el opio, nuestros enemigos nos dieron la revolución”.

Ya en nuestras pampas, en el Río de la Plata, en el medio de la gran huelga general de 1919, denominada la “Semana Trágica” por la cantidad de obreros fusilados, los medios difundieron un supuesto complot soviético para implantar el comunismo en Argentina. Lo cual era increíble desde el punto de vista de que la URSS a principios de 1919 estaba metida en una guerra civil contra 14 ejércitos invasores y por lo tanto no tenía mucho tiempo para organizar complots del otro lado del planeta y siendo, además, contados con los dedos los comunistas argentinos existentes en esa época. “Los sectores más reaccionarios de la sociedad quisieron ver en las justas demandas obreras un complot que tenía sus raíces en la URSS. Asustaban a la clase media alta con el peligro de una revolución. Todo lo ruso resultó peligroso y esa sospecha se extendió a la colectividad judía lanzando una verdadera campaña antisemita”, (Felipe Pigna, Página 12, 7 de noviembre del 2017).

La policía del “democrático” Yrigoyen masacró a los anarquistas, socialistas, obreros, rusos y judíos. También se constituyeron guardias blancas con elementos oligarcas que atacaban a las organizaciones obreras en complicidad con la policía. Mientras, los diarios radicales y conservadores difundían falsas noticias sobre el supuesto “complot soviético”. Un obrero de origen ruso y un miembro del Partido Socialista fueron acusados de estar a la cabeza del complot “maximalista rojo” y fueron encarcelados por un tiempo breve. El supuesto complot fue agitado con fuerza mientras duró el conflicto, pero cuando se llegó a un arreglo con el sector más dialoguista de las centrales obreras (los sindicalistas) con el otorgamiento de algunas reivindicaciones, si bien sin el juicio a los asesinos, cayó en el olvido por total falta de pruebas.

Historia de las calumnias contra el PO y el movimiento piquetero

En Argentina las difamaciones contra el PO no son exclusivas de los fachos liberales, sino que fueron llevadas adelante por la mayoría de los Gobiernos de la democracia ajustadora y represora. Recordemos por ejemplo al primer presidente de la democracia post dictadura, Raúl Alfonsín quien, en el marco de una brutal hiperinflación, saqueos generalizados y declaración de estado de sitio, detuvo a la dirección del PO en 1989 acusándola de organizar los saqueos a los supermercados. Cuando el PO en sus declaraciones políticas exhortaba a pasar de largo los supermercados y dirigir el reclamo a los centros del poder. Los dirigentes más importantes del Partido Obrero fueron detenidos en la Casa Rosada y en el local central de Ayacucho 448. El Gobierno alfonsinista no solo detuvo a la dirección del Partido, sino que también allanó el local central y numerosos locales regionales, de la misma forma que lo hace la justicia entongada con el Gobierno de Milei, violando todas las libertades democráticas.

En el cuadro de una gran campaña nacional e internacional de repudio, el Partido rompió el estado de sitio con una movilización frente a los tribunales en Morón, para exigir la libertad de los compañeros. Una semana después los dirigentes detenidos fueron liberados y al año fue dictada la falta de méritos en la causa. “El objetivo inmediato de la acción represiva del alfonsinismo contra el PO pretendía obligarnos a pasar a la clandestinidad, para que la opinión pública ‘corroborara’ las acusaciones de grupo empeñado en una acción subversiva-sediciosa, alentando el saqueo a supermercados. Con el objetivo de consumar el papel del PO como chivo expiatorio para justificar la aguda crisis económico-social y de régimen político en desarrollo que aconteció en ese periodo”, (Rafael Santos, Prensa Obrera, 2 de junio de 2019).

Cuando Darío Santillán y Maximiliano Kosteki cayeron fusilados por las balas policiales, en la masacre del Puente Pueyrredón el trágico 26 de junio del año 2002, el Gobierno de Eduardo Duhalde sostuvo, por casi dos días, una delirante teoría pergeñada por la bonaerense sobre una supuesta reyerta entre piqueteros que se mataron entre ellos. Funcionarios y periodistas repetían este relato sin sonrojarse hasta el jueves 28 por la tarde. Pero la movilización popular de la misma tarde del 26 y del día posterior con más de 50.000 personas, presionó para que la verdad saliera a la luz. El diario Clarín se vio obligado a revelar fotos donde quedaba clarísimo el accionar fusilador de la policía bonaerense en la estación Avellaneda.

Duhalde, acorralado por la evidencia y el repudio popular, tuvo que salir a desdecirse admitiendo que la Policía realizó una brutal cacería y llamó a elecciones adelantadas. En esa ocasión “Aníbal Fernández no tuvo tiempo para procesar el cambio de discurso oficial y siguió repitiendo la teoría del complot piquetero, dando datos extraídos de dos informes, uno de la Side y otro trabajado en la Secretaría de Seguridad -que si fuesen calificados como burdos sería apelar a la generosidad-”, (Página 12, 22 de junio de 2002).

Tras la rebelión de los usuarios del ferrocarril del oeste (ex Sarmiento) el 4 de septiembre del 2008, el infame Aníbal Fernández -ahora como ministro del Gobierno de Néstor Kirchner- acusó al Partido Obrero de haber orquestado los incidentes. En realidad los usuarios del tren estaban hartos de las demoras y cancelaciones y esa mañana cuando el tren se quedó clavado en la estación Haedo se desató una verdadera rebelión, que fue el repudio a años de vaciamiento ferroviario llevado adelante por el régimen de las privatizaciones. Aníbal Fernández montó esa mentira para encubrir al vaciador Grupo Cirigliano, amigo de los K.

No se sabe si la gente prendió fuego a los trenes o si el fuego fue una consecuencia de un desperfecto que hacía que el tren no pudiera avanzar, lo cual demuestra el estado lamentable de las formaciones, bajo el gobierno de Néstor K, producto de la desinversión empresaria. Este abandono criminal llevaría, más tarde, a la tragedia de Once en el 2012. En concreto, después de acusar al PO de quemar trenes esa tarde de septiembre del 2008 prácticamente por cadena nacional, el ministro Fernández no realizó una sola denuncia en la justicia, ni tampoco presentó una sola prueba. La causa que se intentó montar contra el compañero del Partido Obrero de la zona oeste (José María Escobar) quedaría descartada. La justicia finalmente obligó a un “periodista”, reconocido por su trayectoria de provocador al servicio de los Gobiernos de turno y por sus feroces y calumniadores ataques contra las luchas obreras y populares, a rectificarse de la campaña que desarrolló contra el PO.

Después del brutal asesinato de nuestro compañero Mariano Ferreyra, a manos de la burocracia ferroviaria de Pedraza el 20 de octubre del 2010, tanto el Partido Obrero como sus compañeros nunca fueron tratados como víctimas. Serían atacados desde el primer momento por el Gobierno y una cantidad de medios de comunicación. Cristina K, que en ese entonces ejercía la presidencia salió a decir: “hay sectores que buscan un muerto”. Esta campaña tuvo un epicentro el 23 de diciembre del mismo año 2010. La ministra de seguridad Nilda Garré responsabilizó al Partido Obrero de incidentes en la estación Constitución. Estos “disturbios” no eran la expresión de la ira popular, sino un contraataque de la burocracia de Pedraza para garantizar su impunidad frente al asesinato de Mariano y para pudrir un acuerdo que los tercerizados habían arrancado ese mismo día con una acción de lucha.

“Esta persecución se plasmará con la detención de los ferroviarios Jorge Hospital y Omar Merino, y el pedido de captura contra Eduardo Belliboni, dirigente del Partido y del Polo Obrero”, (Claudia Ferrero, Prensa Obrera, 2 de agosto de /2020). Una enorme movilización popular que se venía desarrollando desde el 20 de octubre y el repudio que generó en la mayoría de los trabajadores la persecución a los compañeros de Mariano logró la libertad inmediata de los detenidos. Esta histórica movilización consiguió la detención de Pedraza, el juicio oral y, finalmente, la condena a cadena perpetua para los responsables materiales e intelectuales,  tirando por la borda todas las provocaciones y calumnias del gobierno K contra el PO.

Los ataques y calumnias de la actualidad

Buena parte de las acusaciones mentirosas realizadas contra el Polo y el Partido por el Gobierno facho-liberal fueron fabricadas durante el Gobierno de Alberto, Cristina y Massa. Lo cual permite conjeturar que, si Massa ganaba, seguramente hubiera continuado el camino iniciado por su Gobierno anterior. Ahora, como en el pasado, las acusaciones que lleva adelante el Gobierno son mentiras insostenibles por falta de pruebas. Por 3 testigos anónimos, que fueron identificados y prácticamente obligados a declarar, la fiscalía acusa al Polo Obrero de “extorsión”. A pesar de que estos testigos desmintieran con sus declaraciones todas las acusaciones primarias de la fiscalía sosteniendo que el Polo no le saca la comida a nadie y que la única arma que se utiliza para ganar a los compañeros a la lucha es el convencimiento de la necesidad de luchar por nuestras reivindicaciones. Los aportes al Polo son voluntarios (como en cualquier organización sindical), discutidos y aprobados en asambleas democráticas, donde se hace lo que vota la mayoría. Acusan al Polo de “desviar fondos de los convenios” cuando tiene rendido a las secretarías del Gobierno anterior (con facturas de todo) hasta el último centavo. Los compañeros del Polo que aportan al Partido Obrero lo hacen por la convicción de que los trabajadores tenemos que ser independientes políticamente para poder defender nuestros intereses. Esto es lo que más les molesta a todos los sectores patronales que nos atacan con calumnias.

Pero he aquí, nuevamente se manifiesta la rigurosidad del sentido histórico, mientras acusan al Polo y al Partido Obrero para utilizarnos como chivo expiatorio, no paran de saltar los verdaderos curros de un nuevo Gobierno de la casta más corrupta y reaccionaria, como el ocultamiento de los alimentos que ya había comprado el Gobierno anterior, los funcionarios que cobran sobresueldos en dólares y los que hacen negocios con la sobrefacturación del alimento para las cárceles. Mientras el Ministerio de Seguridad ataca a las movilizaciones tratando de impedir las protestas, el Gobierno y los medios de comunicación ensobrados no pueden ocultar que en la Argentina existen bandas de redes de pedofilia y trata, que tienen la capacidad de afanarse a los niños a plena luz del día, ayudados por las fuerzas de seguridad y la justicia cómplices. Mientras los tribunales atacan a trabajadores honestos y luchadores, los Calcaterra y otros corruptos capitalistas son indultados pese a las brutales coimas del pasado (reconocidas oficialmente) para ser adjudicados con negocios millonarios. El ladrón de Caputo, responsable del endeudamiento brutal del Gobierno de Macri, no es molestado por los tribunales a pesar de haber estado a cargo de uno de los desfalcos y vaciamientos más grandes de la historia.

Como le decía Joseph Goebbels (jefe de la propaganda nazi) a su jefe Hitler: “Miente, miente, que algo quedará”. El Gobierno de Milei lleva adelante un plan criminal contra el pueblo trabajador, con decenas de miles de despidos, carestía brutal, quita de derechos y represión. Este gobierno antiobrero necesita desorientar y confundir a la clase trabajadora. Sobre todo en el cuadro donde se está gestando una importantísima resistencia popular al plan motosierra. Con movilizaciones enormes como la del mes de abril en defensa de la universidad, con el plan de lucha piquetero que comenzó el 20 de diciembre, con las jornadas de paro general, con las movilizaciones obreras contra los cierres, los despidos y por paritarias libres. Con la importante y combativa concentración del 12 de junio contra la Ley Bases que desafió el protocolo represivo. Todo esto a pesar de la tregua que lleva adelante la burocracia de la CGT, que realiza paros aislados sin llamar a un plan de lucha consecuente.

Pero lo que no te mata te fortalece, el ensañamiento de los Gobiernos anteriores y el actual facho liberal tiene que ver con dos cuestiones: en primera instancia con el rol que juega el movimiento piquetero y el Partido Obrero en la lucha de clases de la Argentina en los últimos 60 años. Un rol de lucha y de denuncia contra la democracia ajustadora, en defensa de todas las reivindicaciones populares, que no tranzó con ningún gobierno capitalista ni con el FMI saqueador y que llama a los trabajadores a luchar por un gobierno obrero. Y en segundo lugar porque en esta lucha el Partido y el Polo se han fortalecido. No solo eso, la resistencia del Movimiento Piquetero, y del Polo en particular, al embate facho liberal, comienza a llamar la atención de los luchadores de la clase obrera a nivel mundial. Como le hizo decir Cervantes de Saavedra a su personaje más ilustre: “Ladran Sancho, señal que cabalgamos”.

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