El V congreso de la Internacional Comunista (IC) ha sido poco estudiado en general. Los trotskistas reivindicamos los primeros cuatros, pero ¿por qué nos distanciamos de lo resuelto en el V congreso? ¿Qué sucedió en este decisivo encuentro que duró más de dos semanas? A cien años de su celebración, queremos remarcar los ejes decisivos de este congreso internacional -bisagra entre el carácter revolucionario de la III Internacional bajo la dirección de Lenin y Trotsky y la organización copada por la reacción stalinista- que contó con la participación de 406 delegados de 41 países.
Con sede en Moscú, este congreso se realizó entre el 17 de junio y el 8 de julio de 1924. Centralmente, significó un decisivo viraje político de la Internacional Comunista en su alineamiento con la burocracia soviética, la troika. Empleando el fracaso alemán, acontecido en octubre del año anterior, como principal fundamento para encarar una pretendida lucha contra el “oportunismo”, la dirección burocrática de la Internacional supo desplegar una fuerte caza de brujas en el terreno internacional. La autoridad de la revolución rusa, y el lugar usurpado por Zinoviev-Stalin-Kamenev tras el fallecimiento de Lenin, hicieron del partido ruso algo más que la organización de referencia de la Internacional. En el Politburó ruso se definía la política internacional y se balanceaban los errores y aciertos a “piacere”, terminando por imponer líneas de acción a los partidos comunistas de cada país.
Una increíble paradoja se suscita en este congreso. Zinoviev, cabeza del Ejecutivo y uno de los responsables principales del fracaso alemán, supo desligarse de lo hecho tan sólo unos meses atrás y enfocar sólo a la dirección comunista local como la culpable de la fallida insurrección. En un mismo movimiento, Zinoviev hizo extensiva las responsabilidades a otros dirigentes comunistas acusados de defensores de una línea oportunista, buscando ligar a los capituladores alemanes con la oposición comunista que batallaba en territorio soviético, y también en otras secciones importantes como Francia y Polonia. El V congreso terminó siendo la excusa de la burocracia rusa para trasladar al plano internacional la liquidación de la oposición de izquierda, siendo finalmente la de la palabra de la troika la única autorizada, ya no sólo en territorio soviético sino en cada uno de los partidos comunistas adherentes a la IC.
Importancia de la experiencia revolucionaria alemana
El Partido Bolchevique y la Internacional vivían pendientes de la extensión de la revolución al resto de Europa, en primer lugar a Alemania, para romper el aislamiento al que estaba sometida la Unión Soviética (URSS) por las potencias imperialistas. Las derrotas sufridas en 1919/20 y marzo de 1921 primero, y ahora en 1923, de la revolución en Alemania, fueron un balde de agua fría para el entusiasmo revolucionario de la militancia bolchevique e internacionalista.
El fracaso de la revolución alemana de 1923 (saboteado por la dirección de la Internacional dominada por la troika) abrirá el camino a la teoría del “socialismo en un sólo país”, definido pocos meses después del congreso por Stalin, confirmando en forma acabada la orientación que finalmente hizo de la Internacional Comunista un órgano contrarrevolucionario a escala mundial. Este congreso fue su puntapié. Se abandonaría el apoyo al desarrollo de la revolución socialista mundial, por el de la construcción del socialismo dentro de las fronteras de la URSS.
Regimentación
La hegemonía de la troika burocrática rusa en el congreso fue total. Más allá de algunas voces críticas, el resultado fue la confirmación de aquellas direcciones partidarias que mostraran una lealtad absoluta a la nueva burocracia de Moscú. Aceptar la política de la troika era la única prueba real de que se estaba asumiendo una pretendida “bolchevización” partidaria, orientación de asimilación al PCUS definida por la propia burocracia. Los problemas internacionales, los giros de derecha a izquierda del Ejecutivo de la IC, se pensaban en función de los intereses de la burocracia soviética. A partir de este congreso, la “revolución” guardaba importancia como agregado retórico que podía usarse más o menos de cara a los intereses de la camarilla rusa.
En esta primera parte del análisis sobre el V Congreso de la IC, veremos que la discusión y el balance del intento revolucionario alemán, actuó como parteaguas decisivo (aunque de una manera confusa) entre quienes acompañaban a la troika y quienes quedarán del lado de la oposición de izquierda, camino a ser expulsados de sus partidos y de la propia Internacional. Aquí se discutirá la aplicación del Frente Único Obrero y qué posiciones tuvo la dirección del Partido Comunista Alemán (KPD) y el Ejecutivo de la Internacional Comunista en ese proceso. Para poder orientar la Internacional como órgano ejecutor del “socialismo en un sólo país”, la naciente burocracia stalinista tuvo que perseguir a la oposición en general y al trotskismo en particular.
Breve reseña del fallido “Octubre Alemán”
El fallido “octubre alemán” fue debatido acaloradamente a fines de 1923 y durante el V congreso de la Internacional Comunista, al año siguiente. La disputa giró en torno a quiénes fueron los responsables de la insurrección que finalmente no fue. En su balance posterior, todos coincidían, excepto el principal dirigente del Partido Comunista Alemán (KPD), Heinrich Brandler, en que había condiciones para encarar la lucha por la toma del poder en octubre. La hiperinflación, sumada a la invasión del Ruhr impulsada por los franceses (en reclamo de compensaciones a los perdedores de la guerra), habían generado un malestar popular durante todo 1923, poniendo al proletariado alemán nuevamente en la iniciativa. En agosto, una huelga general (con posiciones de dirección comunistas) logró derribar al gobierno burgués de Wilhelm Cuno, formándose de emergencia una coalición de salvataje republicana que unificó a la burguesía y la socialdemocracia (SPD).
La fórmula del Frente Único Obrero (votada en el tercer congreso y ratificada en el cuarto congreso de la IC) le permitió a los comunistas alemanes obtener una importante inserción en las masas tras la fallida y desacertada acción putschista realizada en marzo de 1921. Incluso, por medio del voto obrero, consiguió el KPD un buen número de escaños parlamentarios. Al mismo tiempo, la lucha práctica y la política profundamente burguesa del SPD, acercaron a los comunistas con un sector de la izquierda de la socialdemocracia. El flamante gobierno burgués encabezado por Stresemann era consciente del ascenso comunista y la proximidad de un levantamiento obrero en un cuadro político y económico por demás crítico. Tanto el gobierno como los comunistas comenzaron a sentir el tufo revolucionario que impregnaba las fábricas y barriadas obreras. El punto era cómo y cuándo actuar.
De un lado, la plana mayor del KPD, encabezada por Brandler, se dirigió a Moscú y junto con el Ejecutivo de la Internacional Comunista trazaron una línea de acción: armar a los obreros y organizar la insurrección. Para ampliar el radio de acción comunista y armar definitivamente a los obreros se definió el ingreso a los gobiernos de la izquierda socialdemócrata tanto en Sajonia (donde participa el propio Brandler) como en Turingia, siguiendo la táctica del gobierno obrero, aprobada en el IV congreso de la IC: un gobierno de la izquierda obrera sin presencia de sectores burgueses. El Ejecutivo de la IC, con importante participación de Trotsky, no sólo aprobó esta táctica, sino que orientó la línea de acción insurreccional, enviando al territorio alemán a miembros propios que, junto con Brandler y Radek, estuvieran a cargo de todas las decisiones a tomar.
Del otro lado, Stresemann era consciente del ascenso y el clima revolucionario que se está viviendo. Empleando el crecimiento de la extrema derecha de Munich como excusa (siendo en este momento Hitler una figura minúscula y en cierto sentido inofensiva), el gobierno plantea movilizar las tropas berlinesas para “defender la República de Weimar”. El envío de tropas a Sajonia, con el fin de golpear el gobierno de los comunistas y la izquierda socialdemócrata, era su verdadero objetivo, volviéndose una posibilidad cada vez más factible.
El KPD denunció la maniobra del gobierno y en la conferencia obrera de Chemnitz, realizada el 21 de octubre (con la participación de 498 delegados), formuló sus planteos insurreccionales, que se ajustaban al ascenso obrero y la crisis de poder de los últimos meses. En esta conferencia, la izquierda socialdemócrata, confiando en que Stresemann no enviaría tropas contra un gobierno legítimo y siendo contrarios a armar a los obreros, rechazó la propuesta de Brandler y el KPD. La dirección comunista retrocedió, renunciando entonces a organizar cualquier acción insurreccional, caracterizando que la situación había refluido y no estaban dadas las “condiciones objetivas”. Esto fue comunicado a Zinoviev al frente de la Internacional, quién avaló el retiro. Así, se introdujo una gran confusión y desmoralización en el seno de la vanguardia obrera revolucionaria.
La desmoralización desde arriba contagió a las bases obreras, el desconcierto de la dirección comunista creó mayores inseguridades en un movimiento obrero que venía de voltear a un gobierno. Trotsky dirá que: “En Alemania vaciló toda la dirección, y esta vacilación se transmitió al partido y, a través de él, a la clase obrera. Así dejó escapar una situación revolucionaria.” (Trotsky, “La III Internacional después de Trotsky”, Pág. 147) El resultado final de estas jornadas es conocido: cuando el gobierno burgués nacional de Berlín, manda tropas contra los gobiernos izquierdistas de Sajonia y Turingia, la dirección del KPD pega un nuevo giro y lanza una huelga general (sin insurrección, con los obreros desarmados) que es derrotada a los tres días y el gobierno sajón del socialdemócrata de izquierda Zeiger termina cayendo derrotado. En Hamburgo se extiende el enfrentamiento (sin ninguna perspectiva, ni chance real) durante unos días más.
A menos de ocho meses de la revolución que no fue, Zinoviev, la principal voz del V congreso de la Internacional Comunista, marcó el tono y encuadró la polémica sobre el problema alemán. Las causas de la derrota provenían de una “desviación brandleriana”, de una excesiva confianza en el frente único con la dirección de la izquierda socialdemócrata integrando un gobierno común. Zinoviev y sus socios trataron de ocultar su responsabilidad en las vacilaciones para encarar la insurrección en Alemania, echándole la culpa a la “desviación derechista”, “oportunista”, de Brandler.
El Frente Único Obrero y la aplicación del Ejecutivo
En el informe realizado por Zinoviev, éste balanceó la ejecución de la política definida en el IV congreso: el Frente Único Obrero. Esta táctica defensiva se correspondía a una etapa en que los comunistas debían penetrar las filas obreras, pujando por un frente con las otras organizaciones de clase para frenar la ofensiva de los capitalistas. No sólo se buscaba masificar la acción contra los gobiernos capitalistas, sino demostrar, al mismo tiempo, los límites de las otras organizaciones, y permitir así crecer a los comunistas, ganando lugares de dirección. Todo esto, encuadrado en el ejercicio de la acción directa en la lucha de clases.
¿Cómo se ejecutó el Frente Único? Esa era la gran pregunta, disparando distintos y arbitrarios tipos de respuestas según lo que balanceara cada una de las tendencias políticas del congreso. En nombre del Ejecutivo de la IC, Zinoviev decía que los “oportunistas” aprovecharon la táctica del Frente Único, así como la consigna de Gobierno Obrero, para tender lazos con la socialdemocracia y asumir su orientación pequeñoburguesa. Esa imputación se hacía sobre la dirección del KPD, con Brandler a la cabeza, siendo –según Zinoviev- Karl Radek el otro gran responsable del fracaso alemán.
Zinoviev insistía en que el Frente Único Obrero había sido profanado. Éste debía servir para unificar a las bases obreras “desde abajo”, para acercar a los trabajadores socialdemócratas e independientes con la militancia comunista. Los acuerdos “por arriba” debían hacerse con “todas las precauciones, para que se ponga al servicio de la movilización revolucionaria de las masas” (“V congreso de la Internacional Comunista”, Pág. 72). Lo que no podía hacerse jamás, decía, era un frente único sólo desde arriba. Algo ridículo. Los acuerdos de frente único implican necesariamente un acuerdo entre organizaciones. Zinoviev imputaba a Brandler y a Radek que al ejecutar una línea de acuerdos con la socialdemocracia de izquierda y participar en un gobierno obrero “de coalición” en Sajonia y Turingia desestimaron la importancia de ponerlo al servicio de la movilización revolucionaria de las masas y su armamento.
Al no ser este el desenlace, Zinoviev acusaba a la dirección del KPD de haber traicionado la lucha por el poder. “Lo que ha ocurrido en Sajonia es una trivial comedia parlamentaria. La experiencia sajona nos ha demostrado qué se hace del Frente Único y del Gobierno Obrero en el ala derecha de la Internacional Comunista.” (“V congreso de la Internacional Comunista”, Pág. 74.) “Radek y los demás teóricos de la derecha quieren, sin remedio alguno, mezclar su alquitrán oportunista con la miel de la táctica del frente único” (Pág. 78). El ensañamiento contra Radek no era casual. La troika no iba a perdonar a quien tan sólo unos meses atrás había puesto su firma en la Carta de los 46, un manifiesto de oposición a la troika que dirigía el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS).1Ver https://revistaedm.com/edm-24-03-17/trotsky-frente-a-la-carta-de-los-46-y-la-conferencia-de-moscu-de-1924/
Finalmente, Zinoviev acusó a Radek de “derrotista”, de trazar un cuadro internacional sombrío para los revolucionarios. “Radek atraviesa actualmente un período al cual podemos llamar derrotista. Todo le parece bueno con tal que le sirva para demostrar que retrocedemos.” (“V congreso de la Internacional Comunista”, Pág. 200) Como remate, Zinoviev explica este accionar de Radek a partir de sus “desviaciones pequeñoburguesas, que el Partido Comunista y la Internacional Comunista deben enderezar.” (Pág. 201)
La simbiosis de la troika y la ultraizquierda alemana
Ahora bien, los principales voceros de la denuncia al oportunismo del KPD en el V congreso eran miembros del sector ultraizquierdista alemán, encabezados por Ruth Fischer. Estos militantes no eran los más autorizados para abrir una crítica al brandlerismo. Tras el fracaso de la conferencia de Chemnitz, Fischer llamó a la huelga general y la insurrección (al igual que en marzo de 1921), sin importar el voto en contra de sectores de la izquierda socialdemócrata. No planteaba ni le interesaba ensayar una política que permitiera a los comunistas avanzar sobre el dominio político vacilante de sus aliados: agitando la necesidad de resistir el inevitable golpe que iba intentar el gobierno burgués de Berlín y organizando esa resistencia para pasar a la ofensiva para que este no se ejecutara.
Mucho menos autorizada estaba Fischer para criticar la ejecución del Frente Único Obrero, ya que históricamente para la ultraizquierda no era un problema de cómo se instrumentaba la táctica, sino que era rechazada de plano. Fischer y compañía objetaban el acuerdo “por arriba” con la izquierda socialdemócrata, al que tildaban de oportunista en cualquier caso, política que había sido apoyada por el Ejecutivo. Poco le importó a Zinoviev el pasado reciente de la ultraizquierda alemana, su interés estaba puesto en conformar una dirección comunista local fiel a sus dictados.
El ascenso de Fischer en la dirección del partido alemán se dio pocos meses antes de este encuentro internacional. En el congreso del KPD realizado en Francfort en abril de 1924, se impuso un Comité Central anti brandlerista, conformado por la izquierda y el centro, que terminó siendo un aliado de Zinoviev. De los 118 delegados, sólo 11 tomaron el balance de Brandler (que entre otras cosas negaba que en Alemania existieran condiciones revolucionarias), imponiéndose la dirección y la orientación de quienes resuelven “extirpar los vestigios del brandlerismo”. (Broué, Pág. 276) Este balance venía cocinándose desde hace tiempo. Por conveniencia, la ultraizquierda guardó bajo llaves sus viejas críticas al Ejecutivo de la IC, mientras que la troika soviética olvidó las profundas diferencias que, entre otras cosas, había llevado a marginar a Fischer y su grupo de las reuniones prerrevolucionarias realizadas en Moscú. Terminó siendo un cuadro simbiótico: unos necesitaban una dócil dirección en la segunda sección comunista más importante del planeta, mientras que otros sabían que para estar al frente del partido alemán había que apoyar sin condicionamientos a la troika moscovita.2La maniobra era evidente. Todo el congreso conocía el carácter ultraizquierdista previo de la nueva dirección del KPD, por lo que Zinoviev debía dar muestras de haber reorientado al partido alemán y su dirección. “Si algunos pudieron imaginar que el Comité Ejecutivo abandonaría al Partido Alemán a la extrema izquierda, ahora puede ver que están equivocados.” (“V congreso de la Internacional Comunista”, Pág. 84) Así Zinoviev quería acomodar la historia de los ultraizquierdistas alemanes dando algunas sugerencias menores a la política del KPD y su nueva dirección, por ejemplo, alejándolos de los vicios antisindicales que constituían una parte fundamental de su política.
En la séptima sesión, la intervención de Ruth Fischer sostuvo las críticas ultraizquierdistas que en el pasado había hecho sobre las resoluciones del IV congreso de la IC, considerándolas ambiguas en lo referente al FUO y el Gobierno Obrero. “El gobierno obrero es, como coalición de los partidos obreros, la liquidación de nuestro partido” (“V congreso de la Internacional Comunista”, Pág. 119) Sin embargo, su intervención fue de enorme ayuda para Zinoviev, ya que en lo que respecta al fallido octubre alemán supo quitarle responsabilidades al Ejecutivo y al presidente del congreso, poniendo el foco en la figura de Radek y alineándose así completamente con la troika en la discusión rusa. “Deseamos que el Quinto Congreso Mundial concrete las tareas prácticas de las diferentes secciones y que adopte una actitud clara contra el radekismo y el brandlerismo a escala internacional. ¡Que las decisiones de este congreso contra esas desviaciones oportunistas sean tan unánimes como las del XIII congreso del partido ruso!” (Pág. 122). Recordemos, que este congreso ruso fue una gran purga contra los dirigentes de la oposición de izquierda.
Al mismo tiempo, Fischer falseó el balance alemán contribuyendo al mito que durante décadas glorificó el estalinismo: “En Chemnitz se decidió, bajo la dirección de Brandler y la influencia de Radek, no ir a combate; en Hamburgo los obreros marchaban con las manos vacías contra la burguesía.” (Pág. 120 y 121). El contraste construido entre una y otra región colaborará para que Ernst Thaelmann, responsable de la ultraizquierda de Hamburgo, se posicione en lo alto del comunismo alemán, siendo presidente del partido y elegido para el Ejecutivo de la Internacional Comunista en este V congreso. En sus intervenciones, Thaelmann atacará duramente a la dirección brandlerista, en línea con el resto de la ultraizquierda. Su reivindicación de los hechos ocurridos en el puerto norte alemán, le servirán para crear un relato que sólo será cuestionado en el congreso por la intervención de Clara Zetkin.
Trotsky, los chivos expiatorios alemanes y las responsabilidades del Ejecutivo
Tanto Brandler como Radek eran dirigentes cercanos a Trotsky, por lo que Zinoviev y la troika querían ligar el amañado balance del octubre alemán con el ex jefe del Ejército Rojo. Las discusiones plenarias de la Internacional Comunista se celebraron a poco de culminar el XIII congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, donde Stalin pudo ubicarse como el sucesor de Lenin, sufriendo la oposición una dura derrota. El antitrotskismo desplegado por la troika se manifestó en este congreso, aunque de forma limitada, dejando para los más obsecuentes delegados las acusaciones nominales contra el propio Trotsky. En cualquier caso, se quería vincular el “oportunismo” de la Internacional Comunista con las tendencias “pequeñoburguesas” de Rusia, apuntando contra los seguidores de Trotsky y los diversos grupos de oposición que habían puesto su firma en la Carta de los 46.
El peso propio y el lugar de Trotsky no podían ser ocultados por la burocracia. Más allá de la remoción de aquellos dirigentes de los partidos polaco y francés (por haber protestado públicamente contra el ataque desleal a Trotsky y sus planteos de oposición), la burocracia no había podido socavar el prestigio del dirigente bolchevique en el terreno internacional. La troika tuvo que nombrarlo miembro de la mesa principal del congreso, como representante de la delegación rusa junto a Stalin, Bujarin y Clara Zetkin. Para incomodidad de Zinoviev y Stalin, Trotsky recibió una ovación a su persona en el momento en que se conmemoraron las hazañas del Ejército Rojo en la guerra civil.
La búsqueda por evitar una confrontación directa con Trotsky fue un cuidadoso movimiento digitado por la burocracia. Esta actitud ya había sido aplicada por Zinoviev y Stalin en el XII congreso del PCUS, en el que la troika temía que Trotsky activara la “bomba” preparada por Lenin sobre el problema georgiano. El objetivo de Zinoviev y Stalin en este congreso era desmantelar metódicamente cualquier vestigio de oposición internacional y crear líneas de conducción obedientes a los dictados moscovitas. Al igual que en la conferencia de Moscú y en el último congreso del PCUS, el XIII, celebrado tan sólo unos meses atrás, Trotsky prefirió mantener un perfil bajo y no responder a las acusaciones, sean directas o indirectas.
Mientras la troika trasladó las internas rusas a la Internacional (delegados de distintos países se pronunciaron contra la oposición rusa, acusada de “derechista”, con una resolución especial del congreso), Trotsky se reservó cualquier roce polémico. Fue así que no aceptó la invitación de hacer un contrainforme al realizado por Rikov en torno al debate congresal ruso. No quiso exponer el contenido antiburocrático de sus críticas al “Nuevo Curso” planteadas en el congreso del PCUS. “Trotsky declinó a la invitación con el pretexto de que las discusiones habían sido concluidas por la decisión del congreso del partido.” (E. H. Carr, “El socialismo en un sólo país”, Pág. 16 y 17.) Nuevamente, la disciplina partidaria (ahora internacional), pesó a la hora de batallar en un congreso que estaba dominado por la burocracia.
Sin embargo, frente a la polémica sobre el fracaso de la revolución alemana, Trotsky sostuvo en este congreso que “sólo una cosa se demostró que faltaba en aquel momento. Lo que faltaba en el partido comunista era el grado necesario de penetración, determinación y capacidad de combatir para llevar adelante una ofensiva en el momento justo y alcanzar la victoria” (“V congreso de la Internacional Comunista”, Carr, Pág. 21). La responsabilidad de la dirección brandlerista del KPD era señalada, y si bien no forjó una polémica explícita, la misma también recaía directamente sobre el Ejecutivo y la izquierda del propio partido alemán.
Trotsky se preparó para el desarrollo de este debate fundamental en la Internacional Comunista sobre el fracaso de la esperada revolución en Alemania. Por demoras en la imprenta oficial, recién en junio de 1924, dos semanas antes del inicio de las sesiones del V Congreso, apareció un libro que reunía sus principales intervenciones en los cuatro congresos anteriores de la III Internacional: “Los primeros cinco años de la Internacional Comunista”. En el Prólogo de este libro, que recopilaba la intervención de Trotsky en la IC, Trotsky, en forma directa plantea: “¿Por qué no ha podido triunfar la revolución alemana? Todas las razones hay que buscarlas en lo táctico y no en las condiciones objetivas. Nos hemos enfrentado a una situación revolucionaria clásica y la hemos dejado escapar”.
Trotsky planteaba que hacía falta, en ese momento, un “giro enérgico” de la dirección comunista, en lugar de que se consolara pensando que las condiciones eran desventajosas, que no estaban aún maduras: “Cuando la situación objetiva exigía un giro decisivo, el Partido se limitó a esperar la revolución en lugar de organizarla”. Luego, en el transcurso del V congreso, su intervención fue escasa y mal preparada para una lucha facciosa completamente desigual.
Lo que no pudo desarrollar en el V Congreso, lo planteó con más detalles para el VI Congreso, donde envió su Crítica al Programa de la Internacional Comunista escrito en 1928, pero que la dirección stalinista ya asentada no permitió ni su presencia (fue expulsado de la URSS en 1929) ni la distribución de su documento crítico (que circuló entre los delegados en forma semiclandestina): “Tenemos aquí un clásico ejemplo de cómo se deja pasar una situación revolucionaria. Habría sido posible llevar al proletariado alemán al combate si este hubiera podido convencerse de que esta vez el problema de la revolución estaba claramente planteado, que el Partido Comunista estaba dispuesto a ir nuevamente a la batalla y que era capaz de asegurar el triunfo. Pero el Partido Comunista realizó el cambio de orientación sin convicción y con un retraso extraordinario. No sólo los derechistas, sino también los izquierdistas, a pesar de la lucha encarnizada que sostenían entre ellos, consideraron hasta septiembre-octubre el proceso de desarrollo de la revolución con un gran fatalismo.” (Trotsky, “Crítica al Programa de la Internacional Comunista”, Pág. 142 y 143)
Quien sí se posicionó claramente en el V congreso contra el Ejecutivo fue Clara Zetkin, quien en la undécima sesión planteó: “Se ha hablado aquí de brandlerismo y radekismo. Pero hasta la derrota de octubre el Comité Central estuvo aprobado por el Ejecutivo. Así pues, si el partido es culpable, el Ejecutivo lo es tanto como él.” (“V congreso de la Internacional Comunista”, Pág. 143) Al mismo tiempo, entendía que el informe de Zinoviev no otorgaba ninguna claridad sobre cómo debía aplicarse la táctica del Frente Único Obrero.
Sigamos, a Trotsky se le endilgaron responsabilidades por la conducta de Brandler. Esta era una difamación difícil de sostener. Su actitud en el momento de la insurrección alemana había sido mucho más desconfiada y crítica del KPD que el Ejecutivo en su conjunto. Zinoviev acompañó todos los pasos dados por el propio Brandler, mientras que Trotsky no sólo discutió con Brandler sobre si “¿Es posible fijar una fecha para la revolución?”, como tituló un breve folleto en torno a la insurrección en Alemania, sino que estuvo distanciado de los hechos y la ejecución concreta de la política alemana. Esto último sucedió porque fue, justamente, el Ejecutivo quien vetó en septiembre el pedido de Brandler de que sea Trotsky quien dirija la revolución alemana (el auto-ofrecimiento de ser Zinoviev fue rechazado por el propio KPD), quedando finalmente Radek, Piatakov, Shmid y Unshlicht como los enviados oficiales de la IC en Berlín. Es decir, la participación de Trotsky en Alemania era fácilmente refutable, del mismo modo que la acusación de estar en línea con la intervención de Brandler no tenía ningún fundamento.
Trotsky denunció que en los ataques a Brandler se buscaba un “chivo expiatorio”, rechazando en cualquier caso ser parte de esta maniobra. “La tentativa posterior de hacerme solidario con la línea de conducta del CC brandleriano, cuyos errores no eran más que el reflejo de las faltas generales de la dirección de la IC, se debe, sobre todo a que después de la capitulación del partido alemán me he opuesto a que se haga de Brandler un chivo expiatorio, aunque (o, más bien, porque) juzgaba la derrota alemana mucho más seria de lo que creía la mayoría del CC. En ese caso, como en otros, me he opuesto a un sistema inadmisible que, para salvar la dirección de la Internacional, destrona periódicamente a los comités centrales nacionales, sometidos después a una persecución salvaje e incluso siendo expulsados del partido.” (Trotsky, “Crítica al Programa de la Internacional Comunista”, Pág. 144)
El Ejecutivo apuntó contra Brandler y Radek, quienes sin duda fueron parte responsable de la fallida insurrección. En el caso de Radek (acusado abiertamente de ser un “colaborador de la socialdemocracia”) su defensa personal estuvo en involucrar al conjunto del Ejecutivo con las decisiones específicas y la táctica política. En este sentido, Radek señaló que Zinoviev no rechazó el “gobierno de coalición” con la izquierda socialdemócrata establecido en Sajonia, sino que fue también aprobado por él.
La intervención de Radek, que recibió el aplauso de escasos delegados, culminó con una denuncia a la política sostenida por la troika: “Zinoviev ha planteado al final de su discurso el problema de la disciplina. Si en el seno de la Internacional nos limitamos a observar la disciplina oficial, nos transformaremos en un esqueleto oficial y no seremos ya una Internacional con vida.” (Actas, Pág. 117) Radek fue, como bien señala Edward H. Carr, “el principal disidente de la línea oficial, habiendo obtenido permiso para expresar un punto de vista personal, último ejemplo en la historia del partido ruso de oposición autorizada.” (Carr, “V congreso de la Internacional Comunista”, Pág. 11-12). Más allá de su capitulación y su realineamiento estalinista posterior en 1929, Radek fue un importante opositor durante estos años de discusión interna en el PCUS y por consecuencia en la Internacional Comunista.
Brandler, el otro apuntado por Zinoviev y el congreso, inició su intervención en la octava sesión remarcando las acusaciones recibidas. Las mismas iban desde “traición a la revolución” a “revisar el comunismo y la teoría del Estado de Lenin”. Más allá de justificar cada uno de los pasos que dio el KPD, desde antes de la caída de Cuno hasta el fallido octubre, el error central se encontraba en que “fuimos vencidos porque nos propusimos la ofensiva en lugar de la defensiva allí donde el adversario se había apoderado de la iniciativa y porque apreciamos mal la relación de fuerzas. No somos los únicos en cargar con la responsabilidad de esta falta. La cometimos todos juntos: la izquierda, el centro, la derecha, el Ejecutivo y los representantes de los demás partidos que tomaron parte de las deliberaciones decisivas.” (Actas, Pág. 125)
Thalheimer, mano derecha de Brandler en el KPD, sin vueltas, sostuvo que la revolución en Alemania fracasó porque sencillamente no había condiciones para que ocurriera, y que tanto aquí como en Bulgaria las faltas de conducción estribaron en el Ejecutivo. Si bien renegaba de la intromisión de Moscú en las demás secciones comunistas, haciendo a su vez una defensa cerrada de Radek, Thalheimer resaltó que en lo que a la interna del PCUS respecta, su posición siempre fue estar contra la oposición “de derecha” en Rusia, apuntando a Trotsky y la Oposición.
El objetivo central que la troika le había impreso a este congreso era el de alinear a las secciones detrás de la burocracia de Moscú y tapar su responsabilidad en la derrota del intento revolucionario en Alemania. En la segunda parte se verá con mayor claridad, la involución política y metódica de la Internacional Comunista, en línea con lo acontecido en el PCUS. La discusión sobre el balance alemán buscaba blindar a la dirección del Ejecutivo de cualquier crítica, sea de la oposición cercana a Trotsky o no. La aprobación de un balance en los términos del Ejecutivo era condición indiscutible para ser “comunista”. El ascenso de la ultraizquierda a la dirección del KPD alemán por conveniencia de Zinoviev, el ataque a las desviaciones “derechistas” (reales o inventadas) del Frente Único Obrero, darán lugar al giro ultraizquierdista de la IC en el próximo período, puntapié de un inconsecuente zigzagueo político.
Bibliografía:
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