En un primer artículo publicado en Prensa Obrera, ya hemos abordado críticamente las posiciones de la izquierda ante la crisis venezolana. Pero Venezuela ha sido el escenario donde se ha procesado la experiencia nacionalista burguesa más radicalizada de América Latina en el último cuarto de siglo y donde el imperialismo ha protagonizado numerosas tentativas golpistas. En consecuencia, Venezuela ha sido un laboratorio donde se han puesto a prueba las tácticas y estrategias de la izquierda latinoamericana e internacional. Con este nuevo artículo, pretendemos profundizar la crítica a los posicionamientos de la izquierda en la situación actual en Venezuela y repasar la ubicación que esta ha tenido en algunos de los momentos críticos del proceso venezolano.
Es evidente que las elecciones venezolanas han sacado a relucir la falta de solidez con la que la izquierda aborda la crisis que se desarrolla en el país caribeño. Distintos sectores de la izquierda, en momentos en que la descomposición política del chavismo ha alcanzado su grado más alto, se han abroquelado acríticamente en la defensa y reivindicación del régimen de Maduro, en nombre de la lucha contra las maniobras golpistas del imperialismo norteamericano. Por otro lado, un sector significativo de la izquierda se sumó a la ola “democrática” impulsada por la derecha y el imperialismo, en nombre de la lucha contra la dictadura chavista. Ambas orientaciones son nocivas para los objetivos estratégicos de la izquierda obrera y socialista, pues la identificación de las banderas de la izquierda y el socialismo con una dictadura represiva no hace más que reforzar la propaganda imperialista, así como la identificación de la izquierda con las maniobras golpistas representa una lápida ineludible.
De conjunto, la izquierda ha pasado por alto en sus análisis que el proceso electoral estuvo signado por el Acuerdo de Barbados, es decir, por un pacto entre el gobierno, la oposición y el imperialismo yanqui, de espaldas a los trabajadores y al pueblo venezolano. El imperialismo, con el concurso de la oposición derechista venezolana, condicionó el proceso electoral a través de las sanciones económicas y el bloqueo comercial, en un avasallamiento explícito de los intereses nacionales de Venezuela. El gobierno de Maduro, por su parte, proscribió candidaturas de derecha e izquierda y cercenó el derecho al voto a millones de venezolanos residentes en el exterior. Desde el punto de vista del Partido Obrero, a diferencia de lo que ha planteado la mayor parte de la izquierda, se trata de denunciar el conjunto del proceso político-electoral, oponiéndole a la encerrona planteada la lucha por la estructuración de una alternativa política independiente de la clase obrera.
Campismo chavista
En el campo de la izquierda que se encuentra cerrando filas con Maduro se encuentra el Party for Socialism and Liberation (PSL) de EEUU, quien directamente proclamó “la victoria de Maduro” y que “la revolución está bajo fuego del imperialismo norteamericano” (Declaración del PSL de EEUU del 30/8). El PSL de EEUU -que a diferencia de una gran parte de los partidos de la izquierda se ha mantenido independiente del Partido Demócrata, presenta candidaturas independientes en el proceso electoral norteamericano y juega un papel destacado en el impulso y la organización de la lucha contra el genocidio al pueblo palestino en el mismísimo Estados Unidos- adolece de una posición independiente frente a los gobiernos nacionalistas de los países semicoloniales. Peor aún, mantienen un planteo campista, es decir, de alineamiento con Rusia en la guerra en Ucrania y con China frente a las provocaciones norteamericanas en Taiwán. Autodefinidos chavistas y castristas, convocaron a que, en la presente crisis, “todas las fuerzas progresistas del mundo tomen una posición activa con la Revolución Bolivariana de Venezuela y sus aspiraciones socialistas”.
Es claro que el PSL de EEUU confunde a un gobierno nacionalista burgués de extracción militar, para colmo en decadencia y descomposición, con el socialismo. Pero lo que distingue al socialismo es, antes que nada, el liderazgo político de la clase obrera, algo que nunca ha tenido lugar en la llamada “Revolución Bolivariana”. Por el contrario, el chavismo ha sido un enemigo acérrimo de la estructuración independiente de los trabajadores en términos políticos y sindicales. El rechazo del chavismo a la estructuración independiente de los trabajadores tuvo una expresión muy clara y constante en su plan de estatización de la central obrera venezolana (UNT), en la persecución y encarcelamiento de dirigentes sindicales no alineados, y en la impunidad garantizada por el régimen para los sicarios responsables del asesinato de numerosos activistas obreros. Luego del lockout patronal de 2002-2003, cuando el imperialismo intentó voltear a Chavez, el gobierno desmanteló el control obrero de una de las mayores refinerías de PDVSA, Puerto La Cruz. Los trabajadores petroleros, saboteando el lockout reaccionario y poniendo a producir las refinerías, habían jugado un papel decisivo en la derrota del golpe. El desmantelamiento del control obrero en las refinerías, con el objetivo de pasarle el mando a una burocracia estatal adicta, fue una expresión clara del rechazo de Chávez a cualquier tipo de liderazgo obrero.
La crisis económica en la que ingresó Venezuela, especialmente a partir de 2015, forzada por la caída de los precios del petróleo, representó un golpe demoledor para un país de supervivencia meramente rentista, y fue agravada fuertemente por las sanciones criminales del imperialismo. Pero la crisis no fue descargada sobre la “boliburguesía” ni tampoco sobre la burocracia y la camarilla militar chavista, que mantuvo sus privilegios. Por el contrario, fue descargada sobre las masas trabajadoras, con una brutal licuación de sus salarios y, prácticamente, con la anulación de las negociaciones paritarias, ya que la masa de los ingresos de los trabajadores provienen de bonos y tickets de montos fijos establecidos unilateralmente por el Estado.
Tampoco ha sido el régimen chavista una “democracia popular”, como sostiene el PSL de EEUU. La reforma constitucional impulsada por Chavez en 1999, a pesar de incorporar a la norma constitucional aspectos de mayor soberanía del país frente a la injerencia imperialista, reforzó el carácter presidencialista del régimen venezolano, otorgándole mayores facultades al presidente -incluyendo la posibilidad de convocar referendos- y extendiendo un año el mandato presidencial. Fue de la mano de sus triunfos plebiscitarios como Chavez terminó por erigirse como un bonaparte. Pero luego de la aplastante derrota parlamentaria que sufrió el chavismo en 2015, a manos de la oposición derechista y proimperialista, el régimen mutó de un bonapartismo plebiscitario a un bonapartismo de facto, sobreviviendo a fuerza de decretos y fallos de un Poder Judicial adicto. Recordemos, finalmente, que la “democracia popular” chavista no sólo proscribió a la derecha en las recientes elecciones, sino a todo el arco político ubicado a su izquierda.
Campismo disimulado
Quien ha tenido una posición más sofisticada frente a las elecciones venezolanas ha sido el grupo Resistencia, de origen trotskista, que es parte integrante del PSOL de Brasil. Este grupo, en su declaración titulada “Lo que está en juego en Venezuela”, considera “correcto reconocer la victoria electoral de Maduro”, ya que lo contrario “sería confiar en las acusaciones de una líder de extrema derecha, María Corina Machado”. Como se ve, Resistencia-PSOL queda presa de la puja reaccionaria, donde ambos bloques han sido responsables de la manipulación del proceso electoral: la derecha y el imperialismo chantajeando al electorado con las sanciones económicas, de un lado, y el oficialismo proscribiendo a la izquierda y cercenando el derecho a voto a 4,5 millones de venezolanos, del otro. Existe, en este punto, una diferencia sustancial con los golpes o tentativas golpistas que tuvieron lugar en Venezuela y América latina durante las últimas décadas. Mostrando la inconsistencia de su proclamación de Maduro como ganador de la contienda, Resistencia-PSOL le reclama al gobierno la publicación de las actas oficiales “para poder darle la debida legitimidad al resultado”. Se suma, de esta manera, a los pedidos de Lula, Petro y AMLO. Una posición similar a la de Resistencia levanta la organización Podemos del Estado Español.
Resistencia-PSOL, reconoce que el gobierno lleva adelante una política represiva y de restricción de las libertades democráticas contra la izquierda, los movimientos sociales y sindicatos, y critica la política económica del gobierno de Maduro, por estar “marcada por las desigualdades, con algunas capas privilegiadas, como la cúpula militar y algunos empresarios enriqueciéndose, mientras grandes sectores de la clase trabajadora atraviesan innegables dificultades, con salarios reducidos”. Pero se alinea con el gobierno porque, a su entender, “lo que está en juego en Venezuela en este momento no es el autoritarismo del régimen actual, sino más bien el peligro de que la extrema derecha tome el poder violentamente, destruyendo la soberanía nacional y las libertades democráticas que aún existen y entregando petróleo y otras riquezas naturales del país a los norteamericanos”. Por supuesto que las libertades democráticas no serán garantizadas de la mano del golpismo proyanqui, pero la propia Resistencia reconoce que esas libertades están siendo brutalmente avasalladas por el gobierno. Sin ir más lejos, las fuerzas de seguridad del gobierno han matado a decenas personas y detenido a millares de manifestantes, especialmente de los barrios más pobres. Maduro amenaza con enviarlos a campos de trabajo forzoso. El agotamiento y el cuadro de descomposición en que ha ingresado la experiencia chavista es harto evidente. De la mano del propio régimen de Maduro, como consecuencia del bloqueo pero también como resultado del gigantesco fracaso de la política económica del gobierno, ha progresado una bestial dolarización de la economía y se le ha abierto paso a la penetración de Chevron en la Faja Petrolífera del Orinoco. ¿No significa esto, acaso, un proceso de entrega de la soberanía nacional? De la mano del Acuerdo de Barbados el propio Maduro se ha pretendido presentar como el garante más seguro para el regreso de los monopolios petroleros norteamericanos a la explotación petrolera en Venezuela.
Es indiscutible que la identificación de la izquierda que se reclama obrera y socialista con un régimen represivo, autoritario y hambreador, que en el plano internacional se alinea con los enterradores de los Estados obreros (los gobiernos de Rusia y China), no hace más que tributar a la pseudo salida “democrática” del imperialismo yanqui.
Proimperialismo
En el otro extremo, los agrupamientos venezolanos alineados con los partidos integrantes del Frente de Izquierda de la Argentina, a excepción del Partido Obrero, se encuentran levantando una posición tributaria a la política y los candidatos de la oposición proimperialista. Lo mismo vale para el Nuevo MAS y el PSTU.
El PSL de Venezuela, la fuerza alineada con Izquierda Socialista de Argentina, le recrimina a María Corina Machado y Edmundo González que “no llamaron a profundizar la movilización” y que “en los meses previos a las elecciones le hicieron creer a la gente que sólo votando se podría derrotar al gobierno, nunca advirtieron sobre el fraude”. Llaman a “darle continuidad a la protesta popular” y a mantenerse “en las calles organizando la movilización”. Sus consignas del momento son “¡No al fraude! ¡Ante el fraude, movilización popular!” (Declaración del PSL 30/7). Por su parte, Marea Socialista, alineada con el MST argentino, señala que “a partir del reclamo con el que sale hoy el pueblo a la calle por las libertades democráticas y el respeto a su voto, sigamos acumulando fuerzas en la lucha por nuestros derechos, con unidad, conciencia e independencia de clase” (Declaración de Marea Socialista 30/7). El Nuevo Mas plantea “apoyamos la movilización popular que ha estallado en las calles, que de momento parece ser independiente pero que posiblemente o sea reprimida completamente por Maduro (cosa que rechazamos) o cooptada por la extrema derecha de Machado” (Declaración SoB 30/7) y la UCT (PSTU) plantea “¡No al fraude electoral! ¡Abajo la dictadura de Maduro! ¡Todo el apoyo a las movilizaciones!” (Declaración UCT 30/7).
Como se ve, toda la izquierda ha salido a respaldar o a mostrarse “solidaria” con las movilizaciones impulsadas por Corina Machado o con aquellas que han surgido espontáneamente. El PSL (IS) y la UCT (PSTU) van incluso más allá y plantean profundizar las movilizaciones. ¡Pero las movilizaciones levantan como programa excluyente la caída de Maduro y el reconocimiento del triunfo de Gonzalez Urrutia, es decir, el reconocimiento del candidato del imperialismo! Por eso, en tanto apoyan y se solidarizan con las movilizaciones, la delimitación con Corina Machado y Gonzales Urrutia no es más que un saludo a la bandera. Es evidente que respetar el derecho de un pueblo a manifestarse y repudiar la represión estatal o paraestatal nada tiene que ver con apoyar o ser solidarios con esas movilizaciones, que bregan por un planteo reaccionario y proimperialista.
El PSL venezolano (IS) y Marea Socialista (MST) han logrado algo que sin dudas debe ser reconocido como una verdadera proeza literaria: redactar sus respectivas declaraciones sobre Venezuela eludiendo denunciar la injerencia directa y descarada de los yanquis de la mano de la oposición en el proceso electoral y evitando siquiera mencionar la palabra “imperialismo”. ¿Cómo se puede redactar, siquiera un párrafo, destinado a analizar el proceso venezolano sin incorporar al análisis el papel del imperialismo nortemericano? Dejando de lado que se trata de una verdadera hazaña, lo que importa señalar es que semejante omisión desarma por completo a esa izquierda para dar cuenta de los choques y conflictos que efectivamente están en juego en el proceso venezolano y, en consecuencia, queda inhabilitada para postularse como dirección política de los trabajadores.
Esta misma izquierda levantó la consigna “Fuera Maduro” en 2019, cuando arreciaba el golpe de Guaidó, y “Fuera Dilma” en 2016, cuando la derecha y el imperialismo cocinaban el impeachment brasileño. Su actual compromiso con las movilizaciones que reclaman la caída de Maduro y la asunción de Gonzalez Urrutia, encuentra un hilo conductor con su apoyo a la “rebelión agraria” en Argentina en 2008, su integración a la “resistencia siria” en el marco de la guerra civil, su reivindicación del Euromaidán en 2014 y su apoyo al campo de la OTAN en la guerra en Ucrania. Tiene, también, un hilo conductor con su oposición, en nombre de “la defensa de la democracia”, al levantamiento popular que lideró Chávez en 1992.
¿Y el PTS?
La LTS, vinculada al PTS argentino, señala: “Somos solidarios con las movilizaciones y comprendemos plenamente la rabia expresada con la demanda de que se cumpla la voluntad expresada por la mayoría del pueblo en los votos. Exigimos que cese el fraude, que el gobierno dé acceso como debe ser a todos los datos, actas y vías de auditoría”. (Declaración de la LTS 30/7).
La LTS (PTS), que reconoce y subraya la injerencia directa del imperialismo en el campo de la oposición patronal venezolana, mantiene intacta su “solidaridad” con las movilizaciones que durante el lunes posterior a las elecciones salieron a reclamar la renuncia de Maduro y el reconocimiento de Gonzalez Urrutia como nuevo presidente. Con esta posición, el PTS ha terminado por darle la razón, en forma vergonzante y retroactiva, a Izquierda Socialista y su apoyo a la resistencia siria en la guerra civil. Recordemos que la insurrección popular contra la dictadura de Bashar al Assad fue parte de la zaga de rebeliones populares en el norte de África y Medio Oriente que tomaron el nombre de Primavera Árabe. Pero lo que comenzó como una rebelión con reivindicaciones sociales y políticas contra una dictadura mutó a una guerra civil, donde las grandes potencias mundiales y regionales mantuvieron una injerencia directa en los distintos campos en pugna. Izquierda Socialista apoyó abiertamente a la “resistencia siria”, sin importarle los intereses imperialistas que actuaban y operaban detrás de ella. Con su posición en Venezuela, y antes con su defensa de una “resistencia independiente” en la guerra en Ucrania -que no es más que colocarse como la extrema izquierda del campo otanista- el PTS encara un revisionismo de tipo reaccionario.
La exigencia dirigida al gobierno de Maduro de que “publicite las actas” es la confirmación de una asimilación al régimen de parte del PTS y de toda esta izquierda. Por supuesto que el pueblo tiene derecho a conocer los resultados de las elecciones, pero ese derecho está precedido por el derecho del pueblo a votar sin los condicionamientos políticos que el imperialismo y la oposición ejercen de la mano del bloqueo y las sanciones económicas. El reclamo de las actas es, efectivamente, la fruta envenenada con la que Lula, Petro, AMLO y Cristina Fernández, con el concurso del imperialismo yanqui, pretenden cercar a la dictadura de Maduro, sea para pactar las condiciones de su continuidad sea para abrirle paso a un gobierno de la oposición. Con el reclamo unilateral de la publicidad de las actas, la izquierda se suma al circo “democrático” con el que la centroizquierda latinoamericana tributa al imperialismo. Así, la izquierda revela su carácter democratizante. Es decir, muestra su tendencia a quedar entrampada en la lógica “dictadura versus democracia”, que interesadamente instala el imperialismo y la derecha, abstrayéndose de los intereses que efectivamente se encuentran en pugna y del carácter fraudulento de todo el proceso electoral. ¿Cómo pueden ser democráticas unas elecciones, por más actas que se muestren, donde el pueblo padece las consecuencias de las sanciones que el imperialismo pactó con la oposición, donde Maduro proscribe candidatos de la derecha y de la izquierda y donde millones de migrantes venezolanos no han tenido derecho a votar?
Como se ve, el planteo político de una izquierda obrera y socialista debe partir de denunciar y rechazar todo el proceso electoral y defender la estructuración independiente de los trabajadores, en oposición a las dos variantes reaccionarias en pugna. Como señala el comunicado del PO, es necesario rechazar “la represión y el fraude, las maniobras de golpes y autogolpes y todo tipo de sanciones económicas e injerencia imperialista. La defensa de la cuestión nacional, crucial para Venezuela, no pasa por defender al gobierno de Maduro, sino por la puesta en pie de un verdadero plan económico en manos de un gobierno de los trabajadores que utilice los recursos energéticos como palanca para la industrialización del país. La consigna del momento es la organización independiente de los trabajadores”.
Balance
La izquierda, a su modo y a su escala, ha contribuido a que los trabajadores y el pueblo venezolano queden presos de una polarización reaccionaria. Es preciso recordar que algunas de las fuerzas que hoy se encuentran en el campo “democrático” del imperialismo fueron en el pasado fervientes defensoras de la experiencia chavista. Es el caso del PSL de Venezuela (IS) y de Marea Socialista (MST).
Izquierda Socialista ha intentado, en numerosas ocasiones, desconocer el pasado chavista de su organización venezolana. Sin embargo, el núcleo fundador de esa organización fue el PRS, adherido a la UIT-CI, la corriente internacional que integra Izquierda Socialista. En noviembre de 2006, a pocos días de las elecciones presidenciales, IS señalaba que los golpistas proimperialistas, agrupados en las listas liderada por Manuel Rosales, “no tienen posibilidades de ganar”. Sin embargo, alertaba que “la derecha proyanqui quiere liquidar las conquistas revolucionarias” y que por eso “el PRS (Partido Revolución y Socialismo), y la C-CURA (Corriente Clasista de la UNT), están haciendo una gran campaña de apoyo electoral a Chávez para derrotar al imperialismo y golpismo encarnados por Rosales” (El Socialista 29/11/2006). Es decir, la disolución política de esta izquierda con el chavismo era gratuita, pues había plena conciencia de que la derecha no tenía chances. No solo eso, el apoyo electoral a Chávez fue desde un acuerdo unitario “con una lista independiente de los partidos chavistas (MVR, PPT, Podemos y PCV)”. Como se ve, la disolución política del PRS con el chavismo fue completa. A pesar de este derrotero, el Partido Obrero no dudó en llamar a votar por el PSL cuando presentó una candidatura obrera independiente, la de Orlando Chirino, en las elecciones presidenciales de 2012.
El caso de Marea Socialista (MST) es más explícito. Es que esta corriente continúa reivindicando, al día de hoy, la llamada “revolución bolivariana”. No solo eso, Marea Socialista se sumó al PSUV en 2006, siguiendo la línea política que desde 1957 a 1964 impulsó Nahuel Moreno en la Argentina, cuando desarrolló un “entrismo orgánico” en el peronismo con el lema “bajo las disciplina del General Perón y el Consejo Superior Peronista”. La disolución al interior del movimiento nacionalista burgués, tanto en la Argentina del siglo XX como en la Venezuela del siglo XXI, tuvo consecuencias similares: un balance organizativo catastrófico. La propia Marea Socialista admite que “la burocratización también nos quitaría gente o sería absorbida por el peso del chavismo y la derrota o destrucción del proceso revolucionario fragmentó y dispersó o golpeó sensiblemente a la vanguardia de izquierda” (ver De la Revolución Bolivariana de Chávez al régimen lumpenburgués, antiobrero y autoritario madurista 10/20)
Como se ve, lo que ha caracterizado a la izquierda venezolana son sus oscilaciones entre el seguidismo al nacionalismo burgués y el seguidismo al golpismo proimperialista. Detrás de los planteos “tácticos” se ha puesto al descubierto toda una desorientación estratégica, dictada por las presiones patronales de los distintos campos en pugna. En oposición a ese derrotero, lo que hace falta en Venezuela es librar una lucha implacable por la independencia política de los trabajadores. Para eso, hace falta una izquierda con claridad estratégica y con personalidad política.