Shostakovich contra Stalin

Publicado por Editorial Galaxia, del autor catalán Xavier Güell, ha salido la novela Shostakovich contra Stalin. Una interesante obra literaria para entender la represión y restricciones que vivían los artistas en tiempos de burocracia soviética. Narrado en primera persona, llevando los sucesos a hechos más carnales, como si fueran relatados por el propio músico.

En sus más de cuatrocientas páginas, se hace referencia sobre la vida y obra del Dmitri Shostakovich (1906-1975) compositor, director de orquesta y pianista, y su lucha contra la burocracia estalinista.

“Me denunciaron muchas veces por traicionar a la Unión Soviética y me criticaron otras por someterme a sus dictados. Que lo sigan haciendo ¿Quién puede saber que se oculta en mi alma? Quizás ni yo mismo (…) ¿Dónde aplacar esta ansiedad? ¡Lo he buscado, si, lo he buscado al otro lado de la música, en ese lado que permanece oculto, que solo es posible intuir. La clarividencia del solitario, el delirio del creador; traspasar el límite del sufrimiento, eso es para mí la felicidad. Si, lo sé, llegaré al final sin logar serenarme. Y no creo en el extremo descanso de los muertos” así inicia y culmina el preludio de la novela. Con un Dmitri Shostakovich, en su dacha de Zhukovka, a treinta kilómetros de Moscú. El 5 de julio de 1975, culminando de posar en partituras su Sonata para Viola y Piano, y pronto a fallecer. “A partir de esta noche la historia de Dmitri Shostakovich será de los demás”.

Dmitri Dmitrievich Shostakovich nació el 26 de septiembre de 1906, en San Petersburgo, para aquel entonces capital principal del imperio zarista, comandado por Nicolás II (hasta su derrocamiento en 1917, con la revolución de Febrero). A los trece años, ingresa al conservatorio de Petrogado, donde desarrolla sus primeros pasos y creaciones.

Mientras producía su segunda sinfonía, comenzó a trabajar en una ópera satírica, La Nariz, basada en el cuento de Nikolai Gógol. Entre músicas folclóricas y canciones populares describe la historia de Iván Yokovievich, barbero petersburgués, que descubre en el pan de su desayuno una nariz humana. La que reconoce, perteneciente al mayor Kovaliov. Explotando el grotesco y el absurdo, retrata el intento de Iván, de deshacerse de la nariz, y la del militar para recuperarla. El intento de soborno a la fuerza policial, y un final muy llamativo, que no anticipará para no espolear la bella obra teatral.

“La Nariz es una de las mayores obras maestras del joven Shostakovich, una hazaña electrizante de acrobacias vocales, colores, instrumentales salvajes y absurdo teatral, todo a través de una mezcla desbastadora de risa y enojo. El resultado, en las manos despiadadamente irreverentes de Shostakovich, es como una versión operística de Charles Chaplin o Los Monty Python… A pesar de su tema magníficamente absurdo y música virtuosísima, La Nariz es una obra perfectamente viable y proporciona una tarde enormemente entretenida en el teatro” (Boosey & Hawkes, 1927).

En 1934 presenta su segunda opera, Lady Macbeth de Mtsensk. Dos años más tarde, y con más de cien representaciones, cuenta con la visita, en el teatro, de Joseph Stalin, el 26 de enero de 1936, que terminada la obra la condena duramente. Tema sobre el cual se centra dicho libro. En páginas del Pravda se evaluaba a la producción artística como “Bulla en vez de música” y acusándola de “formalista”, “Naturista” y “Cacofónica”. Acto seguido, es quitada de cartel, y “reelaborada ideológicamente”. Acto de censura y atropello sobre la libertad creativa, moneda corriente en tiempos de purga estalinista.

Abalizamientos y prohibiciones que llevaron a levantar la obra, reestrenada tres décadas más tarde. Sumado a la detención y asesinato de familiares y amigos de Dmitri, como Mijail Tujachevski (general y principal estratega reconocido del Ejército Rojo, acusado de “conspiración” con Trotsky en los Procesos de Moscu y fusilado en 1937), Nikolai Zhiliaev (musicólogo), su suegra, Sofía Mijailovna Vaizar (enviada a un campo de concentración) entre otros.

Una semana más tarde, el mismo diario, que expresaba entonces la voz “oficial” (stalinista) en la URSS, vuelve a atacar al compositor. En esta ocasión por su pieza de ballet “La Corriente Límpida”, objetando que “no suena y no expresa nada” sobre la vida de los campesinos en un koljós (granja colectiva).

Como bien lo describe Güell, el artista fue catalogado como un “opositor alejado del pueblo”. A partir de entonces, el músico debió sobrevivir con la persecución de la burocracia y sus purgas, como del fascismo alemán. Se debe recordar que, parte importante de la obra de Dmitri, se desarrolla en un San Petersburgo rodeado por el ejército nazi. “Acusado de subversión en sus obras, el realismo socialista vería con malos ojos a un Shostakovich que habría de vivir en la fina línea de la complacencia del estalinismo y la búsqueda de una identidad propia” desgrana la novela histórica.

Como respuesta, a dichas “críticas” el compositor pide una cita con el mandamás soviético. Ante la ausencia de respuestas, demostrando el enorme alejamiento del gobierno con el pueblo, y los ataques injustificados, consigue una reunión con Platón Kerzhenstev, presidente del Comité Estatal de Cultura de la URSS, quién le ordena que “rechazara los errores de formalistas y que su arte lograra algo que pudiera entenderlo las grandes masas” (cita del libro de Shostakovich contra Stalin).

Hechos que no detuvieron su accionar de denuncia. Para aquellos años, el concertista compone un ciclo de canciones sobre la base de un libro de poesías populares de la comunidad judía. Once arias, de las cuales ocho describen los hostigamientos, maltratos y ataques que vivió el judaísmo “opositor” en la URSS.

1941 será el año de esplendor para Shostakovich. Iniciada el ataque de Hitler contra la URSS, no admitido en el Ejército Rojo, por sus problemas de miopía, se ocupa de componer la Séptima Sinfonía. Tres movimientos en homenaje a la resistencia del pueblo de Leningrado al ataque alemán. Un himno contra el avance del fascismo. “La ausencia de subtítulos no debe privar a los espectadores de descubrir mi programa” describe el realizador en sus memorias, escritas por Solomon Volkov, y transcriptas en la novela de Güell, donde relata que “El tema de la invasión no tiene nada que ver con el ataque. Pensaba en otros enemigos de la humanidad cuando compuse este tema. No tengo nada en contra de denominar a la séptima sinfonía Leningrado, pero no se trata del Leningrado que Stalin ha destruido y Hitler no ha hecho más que acabar su obra”.

Más tarde, como luto a los caídos soviéticos en la Batalla de Stalingrado (sucedida entre el 23 de agosto de 1942 y el 2 de febrero de 1943). Obra musical prohibida por el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), y declarada como contrarrevolucionaria y antisoviética “¿Por qué Shostakovich escribió una sintonía optimista destruyendo a los fascistas y una trágica ahora? Al principio, nos estábamos retirando y ahora estamos atacando, destruyendo a los fascistas. Y Shostakovich está actuando trágico, eso significa que está del lado de los fascistas”.

Seis años después (1948), el Politburó denuncia a un conjunto de artistas, incluido Dmitri, de escribir música formalista e inapropiada, occidentalista y no rusa. Convocando a presentar disculpas públicas, frente a tribunal político. A la par, decretando la prohibición de todas sus creaciones. “Espero mi arresto por la noche en el rellano del ascensor, para que al menos no moleste a la familia” expresa Shostakovich en la novela.

“El miedo te obliga a oscilar en un cable de alta tensión, es una droga inyectada en las venas que te permite sentir con enorme intensidad, con escalofrío. Solo se supera después de dudas y sufrimiento” afirma y relata el creador musical, textual del libro de Güell.

La realización del Congreso Cultural y Científico por la Paz Mundial, desarrollado en 1949, en la ciudad de Nueva York, cuenta con la presencia del compositor ruso, pero con un discurso escrito por el estalinismo. Tal es así, que al momento de leerlo, su rechazo fue de un grado tan elevado, que su alocución fue nerviosa y casi inaudible. Interrumpido y culminado por un locutor radial. El libro de Güell lo describe con detalle, incluyendo una reflexión de Nicolás Nabokov, amigo del artista, quien escribe su biografía y memorias. “No era un hombre libre, sino una herramienta obediente de su gobierno”.

El deceso de Stalin (1953) reubica al músico en lugar de mayor libertad. En 1959 vuelve a los escenarios, en su Rusia natal. Y un año después se afilia al Partido Comunista. Nikita Jrushchov, para aquel entonces primer secretario, le planteó dirigir la Unión de Compositores Soviéticos. Nombramiento que Dmitri rechaza, definiéndolo como un chantaje, y defendiendo la libertad de expresión y producción artística, sin el asedio del aparato burocrático del Estado.

“Lo más sorprendente es que una vez muerto Stalin, Shostakovich se siente de alguna manera huérfano. Teme haber perdido el estímulo, como si hubiera dejado de escuchar la voz de ese Diamon maléfico que pautaba sus partituras” expresa el autor del libro.

“Como recuerdo a Vladimir Ilich Lenin” (palabras de Shostakovich). En 1961 compone la Sinfonía número 12 en re menor, subtitulada “El Año 1917”. Obra que venía escribiendo desde los años 30. Una biografía musical del líder y fundador del Partido Bolchevique, y de la revolución de octubre.

Cuatro años más tarde, la orquesta que él dirigía, se levantó y expresó su apoyo al poeta Joseph Brodsky, sentenciado al exilio y trabajos forzados, acusado de publicar textos “antisoviéticos y pornográficos”. La campaña de Shostakovich, junto a otros artistas, personalidades políticas, de la cultura e intelectuales, logró el retorno de Bordsky a Leningrado.

Xavier Güell es productor y compositor musical barcelonés. Autor de La Música de la Memoria (2015) donde analiza vida y obra de Beethoven, Schumann, Brahms, Liszt, Wagner, Mahler. Los Prisioneros del Paraíso (2017), Yo Gaudí (2019) y Cuarteto de Guerra (2021). En todas sus creaciones, no solo pone la lupa en lo meramente artístico, sino también en el contexto político y social del momento. Por ejemplo, en su primer libro, como parte de su estudio sobre el romanticismo, como expresión cultural, le agrega lo político. Un análisis de la lucha de clases, principalmente en la Europa de fines del siglo XVII e inicios del XVIII. Las revoluciones burguesas, los incipientes pasos de la revolución industrial. El paso del régimen feudal al burgués. En todas sus obras, Xavier baja de sus pedestales a los grandes artistas, y retrata sus cotidianidades, su vida diaria, las crisis personales, y los ataques que debieron soportar por parte del Estado. Bien claro se observa en esta última entrega. Entrevistado por diario El País (01/08) como parte de la presentación de su última novela histórica, el autor afirma que “Somos víctimas de la imagen que queremos proyectar en los demás”. En otro medio expresa que la música de Dmitri es “…un humor cáustico, muy dostoievskiano, que le sirve de armadora y refugio”.

“La música de Shostakovich es la respuesta más genial que yo encuentro al miedo provocado por Stalin, pero también es la forma que tuvo de identificarse con el sufrimiento de sus compatriotas. Él no creía que la música pudiera combatir el mal. Pensaba más bien que la tristeza es el único sentimiento verdadero, y que los seres humanos son un misterio, pero no aprenden de sus errores, destruyen con crueldad, o se atormentan con pasiones enfrentadas, donde aparecen el instinto de matar, el temor a la muerte, el egoísmo, la bondad, el amor, el odio, la mezquindad, y el deseo. Escuchen sus últimas obras: la decimocuarta sinfonía, el decimoquinto cuarteto de cuerdas, su magistral forma de poner música a los sonetos de Miguel Ángel, su sonata para viola y piano, y comprobarán como los rusos -ese pueblo de alma grande, tan lejano y a la vez tan próximo al nuestro- llevan en la sangre el culto del martirio y van por la vida con la venas abiertas” (Revista de Prensa, 17/06).

Gran Purga o también conocido como el Gran Terror (Yezhov) fue un conjunto de acciones políticas de represión, persecución, expulsión, encarcelamiento, envío a campos de concentración y de labores forzosas, torturas y asesinato, cometidos por el régimen burocrático, comandado por Joseph Stalin, principalmente en la década de 1930. Las víctimas, aquellos y aquellas con opinión diferente de las decisiones de la burocracia del PCUS. Muchos de ellos, comunistas, socialistas y anarquistas, partícipes de la revolución de octubre de 1917. Solo en 1937, más de 939 mil personas fueron arrestadas, 554 mil condenados, en juicios de sumario express, 328 mil ejecutados, 205 mil enviados a campos de concentración, y más de 16 mil exiliados.

“Solo los 16 meses de gran terror (agosto de 1937-noviembre de 1938) concentraron las tres cuartas partes de las condenas a muerte dictadas entre el final de la guerra civil en 1921 y la muerte de Stalin en 1953, por tribunales especiales militares (…) Hoy se calcula que fueron detenidos unos 100 mil cuadros comunistas, de los cuales algo más de la mitad fueron ejecutados” (Grand Continet, 07/04).

El caso más emblemático fue el asesinato de León Trotsky, en 1940, exiliado en México. Como así también Nikolai Bujarín, Zinoviev y Kamenev, fusilados como sentencia de los “Juicios de Moscú”. Inclusive, el régimen estalinista entregó al fascismo alemán, a marxistas opositores políticos. Catalogándolos socios o serviciales del nazismo, por expresar un mensaje diferente al discurso único. Terminando en el paredón o las cámaras de gas.

La comunidad artística también sufrió la descarga del terrorismo del Estado. No solo Shostakovich. Personalidades como Walter Benjamin, Grigori Lelevich, Myer Hold, Osip Mandelstman, Isaak Babel, Maksim Gorky, Alexander Fadeyev, Fyodor Gladkov, resistieron los campos de concentración, la censura, fuertes sanciones económicas, el exilio y hasta, en algunas ocasiones, la muerte. Intervenciones de las garras de la burocracia del Estado obrero, que impide la libertad en la acción creativa de los artistas. Que no solo es el acallamiento de un escritor, de un actor, director teatral, cinematográfico y/o radial, sino también de la voz del pueblo trabajador.

Shostakovich contra Stalin es una interesante novela histórica para entender cómo el terror, no solo ha destruido el avance revolucionario en Rusia, sino también en todo el viejo continente, dándole espacio a la llegada del fascismo. Sino también la lucha dentro de la propia Unión Soviética por la libertad creativa, contada por uno de los músicos más populares. Por el fin de las actuales burocracias y oligarquías burguesas, restauradoras del capitalismo. Por una nueva revolución en Rusia para instaurar un auténtico gobierno de trabajadores.

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