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El derechista Narendra Modi

Un emergente del fracaso de la burguesía nacional para independizar y desarrollar la India

El Bharatiya Janata Party (BPI) liderado por Narendra Modi venció por tercera vez consecutiva en las elecciones realizadas en la nación india desde 19 de abril hasta el 1º de junio de 2024, en el que se iban a elegir 543 representantes al parlamento, y donde se iba a definir la elección del presidente, quien elige al primer ministro, que preside el poder ejecutivo. Narendra Modi y su partido gobiernan la enorme y superpoblada nación asiática (1400 millones de habitantes) desde el 2014, siendo nuevamente reelecto ahora. Este es el tercer periodo durante el cual va a ejercer la jefatura del ejecutivo. Pero, a diferencia de las anteriores, en las que tuvo mayoría parlamentaria absoluta que le permitió hacer del poder legislativo una escribanía del ejecutivo (en 2019 obtuvo 303 diputados), en estas elecciones en las que pretendía alcanzar 400 escaños obtuvo apenas un 20% más que la opositora Alianza Inclusiva Para el Desarrollo Nacional, cuyo integrante principal es el Partido del Congreso. En las elecciones provinciales, Modi y su partido, fueron derrotados en la mitad de ellas. Modi perdió en esta elección el 12% de los escaños respecto a los que tenía hasta el momento. Esa reducción de votos obedece a la rabiosa política de ataque a la clase obrera que se tradujo en los últimos años en huelgas de los obreros del carbón, siderúrgicos, de correos, del cobre, del petróleo.

Modi subió a caballo del enorme hartazgo de la población india con más de medio siglo de gobierno del nacionalismo burgués (Partido del Congreso de Gandhi y Nehru) vinculadas a la insatisfacción de sus necesidades y a su política antiobrera.

La política de Modi

La política ambiental de Modi ha sido completamente depredadora, derogando las leyes de protección ambiental. Se ha producido una formidable degradación ambiental, cuyas consecuencias son la sequía, la muerte de los ríos y, al mismo tiempo, las inundaciones. Para favorecer a las empresas constructoras sacan de forma indiscriminada arena. La deforestación da lugar a olas de calor y la pérdida de la producción de trigo. La construcción de presas hidroeléctricas en el Himalaya se ha realizado sin medir el impacto ambiental: han arrasado bosques y han producido la caída de escombros como resultado de los derrumbes de las montañas. Del mismo modo, y sin contemplar su impacto ambiental, tomando medidas paliativas de precaución, se han realizado 47.000 km de nuevas autopistas y el puente ferroviario más alto del mundo, El Chenab. En lo referido a la situación laboral, cabe señalar que el 80% de los puestos de trabajo son informales y la mayor parte de los trabajadores de la India viven por debajo de la línea de la pobreza. Por otro lado, se ha incrementado la inversión extranjera en la industria militar.

El gobierno del BPI se ha desarrollado a partir de su política de favorecer un “capitalismo de amigos”. Se pueden destacar entre ellos a viejos conocidos de Modi, cuando gobernó su provincia. Ellos son Gautami Adami y Mukeshi Ambani, el primero de los cuales vio incrementar su patrimonio en 1830%, mientras que el otro lo hizo en un 400%. Lo hicieron merced, entre otras cosas, a la compra de tierras a bajo precio y a la derogación del impuesto a la riqueza. En medio de esta política rabiosa de favorecimiento del gran capital, el presupuesto dedicado a salud se mantiene constante entre un 1,2% y un 0,6% del total. Desde 2014, el patrimonio en su conjunto de los multimillonarios se ha incrementado en 700.000 millones de dólares. Las causas del aumento de ese patrimonio han ocurrido, además de los factores ya mencionados, gracias a la compra de activos especulativos de alto riesgo, y al acceso privilegiado al capital y a los mercados para el capital financiero. El 7,2 % de crecimiento producido entre 2022 y 2023 ha ocurrido en medio del crecimiento de la desigualdad, desempleo, pobreza, desnutrición, mortalidad infantil y disminución de la salud de las mujeres.

En 2018, el gobierno Modi endeudó a la India en un billón de euros (la deuda pública es de 2 billones 300 mil millones de euros en el 2021, una de las más altas del mundo).

No es de extrañar la política de Modi. Su antecedente está en el contexto de su gobierno en la provincia de Gujarat, en la que gobernó del 2001 al 2009, período durante el cual redujo gastos en educación, salud y programas sociales. En el transcurso de esos años trabó relaciones con los capitalistas que más tarde se convertirían en los financiadores de su partido y sus campañas.

Modi ha reducido los gastos sociales de un 14,6% a un 12,6% a partir de su primer gobierno.

Un millón y medio de trabajadores han perdido sus puestos de trabajo. Bajo el pretexto de combatir el comercio en negro sacó de circulación el 86% de las rupias, eliminando los billetes de alta denominación de 500 y 1000 rupias, circunstancia que llevó durante un largo período a la falta de pago a 150 millones de jornaleros rurales, y a protestas de los mismos, con una respuesta represiva del gobierno de Modi que llevó a la muerte a una cantidad considerable de trabajadores rurales.

Un aspecto esencial de la política de Modi es la defensa del supremacismo hindú por sobre las otras confesiones y grupos étnicos. Como resultado de esta política han tenido lugar pogroms (matanzas) de musulmanes (que en la India cuentan con 200 millones de seguidores). Han usado, en ocasiones, como “argumento” para justificar las agresiones a los musulmanes que estos consumen carne vacuna (animal considerado sagrado para los hindúes). También se puso en práctica la prohibición de que los jóvenes musulmanes formen pareja con mujeres de la confesión brahmanista; la persecución incluye el boicot a los comercios cuyos dueños son musulmanes.

El antecedente de esta corriente política confesional la encontramos en la época en que India era una colonia británica. En 1925 tuvo lugar la fundación de un movimiento denominado Asociación de Voluntarios Nacionales. En el presente este movimiento cuenta con escuelas y asociaciones de caridad. Modi, en su juventud formó parte de una organización hinduista paramilitar llamada Rhashtrija Swayanarat Sangh.

Sobre la base de su enorme poder ha logrado domesticar al poder judicial, que ha dejado pasar los desastres ambientales. También ese ha sido el punto de apoyo, junto al que le brindan los capitalistas amigos -para silenciar las voces disidentes- a partir de la compra por parte de empresarios adictos de los principales medios de comunicación. Otra fuente de financiamiento está constituida por los emigrados indios que viven y hacen negocios en Estados Unidos que pertenecen socialmente a las viejas castas privilegiadas, que solo han sido formalmente suprimidas desde la independencia de 1947, pero que persisten en la sociedad india. Contradictoriamente, Modi se ha presentado en forma demagógica como el “hijo de la tierra”, oponiendo ese rótulo a quienes venían detentando el poder del estado hasta 2009, esto es, el Partido del Congreso, cuyo fracaso en términos de la satisfacción de las necesidades de las grandes masas miserables de la India ha sido ostensible.

Una manifestación de la precariedad laboral creciente en la India es que en la planta siderúrgica de Bhilai, en la que en 1950 trabajaban 96.000 obreros fijos, en la actualidad lo hacen 10.000 y 40.000 contratados que perciben un salario tres veces menor que los efectivos. Otro ejemplo es la industria del cemento en la que se redujo al 10% el plantel estable.

Todo esto está sustentado en una fuerte represión, que en muchos casos adopta formas fascistoides. Su política de atemorizamiento creciente se combina con la desfinanciación de los partidos opositores, la represión a la actividad sindical y la implantación del sistema Pegasus, un software de espionaje. Pero junto al garrote está la zanahoria, consiste en la entrega de 113 millones de retretes a los hogares humildes (en un país donde es moneda corriente arrojar los desechos fecales a las calles) y gas subsidiado. Lo que de ninguna manera ha cubierto las enormes necesidades insatisfechas y las condiciones de existencia de mayor pauperización, no obstante lo cual ha permitido en algunos sectores de la población lograr simpatía y obtener un importante caudal de votos, que de todos modos han mermado en la última elección, en gran medida por lo que ya se ha señalado: el creciente empobrecimiento y desocupación combinado con una tasa de inflación ascendente.

No es de extrañar, dada la política de Modi, que sea un aliado del gobierno de Netanyahu y defensor de Estado sionista de Israel, y que en su condición de tal se haya abstenido el 26 de octubre en la ONU en relación al alto el fuego en la Franja de Gaza. Es que los capitalistas amigos de Modi han realizado inversiones redituables en Israel. En ese mismo sentido, India ha pasado a formar parte fundamental de una alianza militar pergeñada, financiada y dirigida por el imperialismo yanqui, constituida por Japón, Australia, Corea del Sur, Taiwán, en contra de China, un factor más en la ofensiva imperialista para colocarle combustible a la creciente tendencia a una conflagración mundial. No obstante, ha sido cuidadoso en lo que se refiere a su relación con Rusia (nación a la que no ha condenado por el conflicto con Ucrania), dada la compra de petróleo crudo (a precios menores a los del mercado mundial aprovechando las circunstancias del bloqueo imperialista) y de armamentos provenientes de ese país.

De la independencia al gobierno de Modi. Décadas que pavimentaron su camino al poder

La independencia de la India, podemos afirmar, fue una especie de contrarrevolución democrática. En primer lugar, porque el virrey de la potencia colonial británica, Lord Mountbatten, no fue derrocado por las masas indias, sino que realizó un relevo en orden con el partido del Congreso de Mahatma Ghandi y Nehru, para luego integrar junto a 56 países el Commonwealth, reconociendo la jefatura simbólica de la corona británica.

El estallido de la segunda guerra mundial determinó la decisión del imperialismo inglés de enviar tropas indias para combatir en la conflagración imperialista. La clase obrera india se enfrentó a esta decisión como respuesta al hecho de que serían utilizados para defender los intereses de la potencia imperialista y colonial que los oprimía. Una de las expresiones de esta resistencia y lucha fue la gran huelga de 900.000 obreros de Bombay, el amotinamiento de los marineros de la armada real india, y de las tropas de la fuerza aérea desde Karachi a Calcuta, sin olvidar la de Trichinopoly y Ahmedabad en 1946. El imperialismo maniobró de mil modos para sostener el estatuto colonial, razón por la cual la corona envió a la misión Cripps en 1942 buscando sostenerlo. Le ofreció a Mahatma Gandhi y a Nehru el autogobierno después de la guerra a cambio del apoyo a la empresa bélica de Gran Bretaña, pero fracasó, ya que ellos pedían la independencia inmediata, pero en los términos en que la burguesía nacional de un país colonial lo hace y que luego veremos. Esta respuesta, desde luego estaba condicionada por la presión y el hartazgo de las masas indias oprimidas por la política colonial. Esta lucha tenía lugar desde hacía décadas por parte de una clase obrera que enfrentaba al imperialismo, como lo hizo con la gran huelga de 1908 en Mumbai, en 1930 en Salapur, donde los trabajadores tomaron la ciudad o, también en el curso del año 1930, en que los trabajadores de Calcuta irrumpieron en su parlamento, como así también la lucha de los portuarios de Mumbai y Calcuta que se negaron a cargar buques con armas para la guerra en 1945. Durante 1942, ante el fracaso de la misión Cripps, el Partido del Congreso (de Ghandi y Nehru) organizaba protestas bajo la consigna “Fuera de la India” que fueron brutalmente reprimidos, con la secuela de 60.000 presos. En 1946 tuvieron lugar las elecciones provinciales en las que el Partido del Congreso y la Liga Musulmana arrasaron. El Partido Comunista apoyó a Nehru, por considerar progresiva su candidatura, en consonancia con la orientación stalinista de apoyar a la burguesía nacional representada por el Partido del Congreso. Durante ese mismo año se produjeron motines en la Royal India Navy, una expresión insurreccional que ponía de relieve que se abría una situación revolucionaria directa, que también encontraba su manifestación en la gran huelga de correos, telégrafos y ferrocarriles. Pero ninguna de estas iniciativas revolucionarias de las masas indias fue apoyada por el Partido del Congreso, cuya política consistió en la “resistencia pasiva” con la finalidad de alcanzar un acuerdo con el imperio británico que sostuviera las bases sociales basadas en la propiedad capitalista y que favoreciera a la burguesía india, sin que esta llevara adelante las medidas democráticas contra las estructuras que eran una rémora del régimen colonial y del atraso del gran territorio indio.

Cuando todavía no había comenzado la Segunda Guerra, Trotsky advertirá sobre el rol del Mahatma: “El rechazo moral de Gandhi a la violencia refleja simplemente el temor de la burguesía india ante sus propias masas. (…) Mientras el movimiento de liberación esté controlado por una clase explotadora será incapaz de liberarse del callejón sin salida. Lo único que puede unificar a la India es una revolución agraria bajo la bandera de la independencia nacional. Una revolución que encabece el proletariado no estará dirigida contra el dominio británico, sino contra los príncipes indios, contra las concesiones extranjeras, contra el estrato superior de la burguesía nacional y los dirigentes del Congreso Nacional, como así también contra los dirigentes de la Liga Musulmana” (“Manifiesto de emergencia de la Cuarta Internacional ante la guerra mundial”, 1940).

No se trataba simplemente de una premonición, sino de una conclusión basada en la experiencia acerca del papel de las burguesías nacionales en los países coloniales y semicoloniales que le permitió a Trotsky elaborar sus conclusiones en “La Revolución Permanente”.

El nuevo estado indio, en acuerdo con el virrey Mountbatten, había obtenido su independencia formal, pero preservó, por ser burgués, las jerarquías económicas en el campo, una herencia de los británicos. Los terratenientes seguían siendo los señores de la tierra y continuaban teniendo el poder político. A pesar de que hubo una legislación agraria que otorgaba ciertos títulos de propiedad a los campesinos, estos eran muy limitados, sin afectar en lo esencial la propiedad latifundista, donde los principales afectados fueron quienes formaban parte de las castas oprimidas.

Un dato de especial importancia es que la sanción de la independencia india en 1947, lejos de unificar a la población de origen india, la dividió originando guerras y matanzas entre los bandos religiosos en pugna y dando origen a dos naciones divididas: India y Pakistán, en función de los intereses de las burguesías de ambas fracciones religiosas. Esta división, que también se concretó en la región de Cachemira, dio lugar a sangrientas guerras.

La deformada industrialización iniciada en la década de 1950 se realizó junto a una agricultura atrasada; estaba basada en la superexplotación del campesino pobre y del proletariado rural, combinado con un enorme atraso tecnológico. En estas circunstancias, la fuerza de trabajo industrial empleada en la construcción de caminos y represas demandaba alimentos provenientes del campo indio, que éste no podía satisfacer. Así la enorme demanda, combinada con la escasez de la oferta dio lugar a una disparada de precios que abrió las puertas a la inflación, la cual a su turno ralentizó la industrialización. En este contexto las reservas monetarias de la India se redujeron de modo que la importación de granos estaba completamente limitada. Ya se ponía en evidencia la incapacidad de la burguesía india de resolver el principal problema de las masas, consistente en la resolución de la cuestión alimentaria. Es que, como podemos observar, la “industrialización” se realizó de un modo anárquico, en el marco de un desarrollo desigual y combinado, sin planificar ni tener en cuenta que debía realizarse en el marco de un plan que vinculara la industria al agro, sobre la base de la realización de una revolución agraria, una de cuyas cuestiones fundamentales fuera la expropiación de la tierra y su industrialización, sobre la base de su tecnificación y la multiplicación de su producción. La consecuencia fue, que en 1965 el imperialismo norteamericano era el primer exportador de alimentos a la India, lo cual fue usado para presionar la alineación política internacional junto a Estados Unidos. (Cabe añadir que los granos comprados por la India a Estados Unidos fueron denunciados como de baja calidad, para alimentar aves de corral).

La presión yanki tuvo sus resultados: en 1966, la primera ministra Indira Gandhi se reunía en Washington con quien era entonces presidente, Lyndon Johnson, aceptando las condiciones de Estados Unidos y el Banco Mundial, consistentes en la eliminación de las restricciones a las importaciones, la concesión de licencias a industrias estadounidenses, la inversión norteamericana en fertilizantes y devaluar la rupia (moneda india) un 57%. Lejos de obtener granos y préstamos del Banco Mundial, lo ocurrido fue una disparada inflacionaria y, agreguemos, que el alto precio de los arrendamientos rurales aumentaban la pobreza de los pequeños campesinos. El dinero obtenido por el terrateniente en términos de arrendamientos era usado en la usura y no en la mejora tecnológica de la tierra.

En el transcurso de la década de 1960, sobre la base de la nacionalización de 14 bancos privados, comenzaron a otorgarse créditos al campesinado. Sin embargo, estos créditos a baja tasa de interés, favorecieron a los campesinos ricos, ya que el monto de los mismos se daba en proporción al valor de la propiedad .Lo mismo sucedía con la subvención a la compra de fertilizantes químicos y riegos a escala industrial. El estado burgués indio, por otra parte, no modificó el régimen de propiedad de la tierra. Además el estado compensó con subsidios a la industria de fertilizantes para cubrirla de su venta a precios bajos. Esto revela, a su vez, que tanto el régimen de propiedad de la tierra, como el de la industria que le proporciona insumos, además de mantener la desigualdad, impide un mayor desarrollo de la productividad agraria.

En el transcurso de 1990/91 cayeron las reservas de divisas extranjeras, que alcanzaba para pagar dos semanas de importaciones. La salida del estado indio, a cuyo mando estaba el Partido del Congreso aún, fue recurrir al FMI y al Banco Mundial. Las condiciones del FMI fueron un enorme ajuste que consistió entre otras cuestiones en el otorgamiento de licencias a bancos privados, cuya aparición incidió en un perjuicio en el campo, ya que aún el escaso crédito de la época precedente, otorgado por bancos del estado, con sucursales asentadas en regiones agrarias, desapareció junto al levantamiento de esas sucursales. Los agricultores debieron recurrir a créditos informales y a altísimas tasas de interés.

Como podemos observar la India “independiente”, no se habían sacudido las cadenas de la opresión imperialista. En 1995, India se incorpora a la Organización Mundial de Comercio. Esto determinó que el campesino indio debiera competir con agricultores de países altamente industrializados, subsidiados por sus gobiernos, y que trabajaban miles de hectáreas, a diferencia del indio, cuya explotación agraria era apenas de unos pocos acres. Así los fertilizantes aumentaron sus precios, que elevaron los costos para producir. El estado indio, que durante un breve periodo había subsidiado selectivamente la producción agraria, la disminuía en forma drástica, con el agravante de que el precio mundial de los productos agrícolas, en especial el algodón, bajaban, arruinando a los trabajadores rurales.

Un reflejo del agravamiento de las condiciones de existencia del pueblo indio es que entre 1995 y 2001 la cantidad de personas desnutridas en India aumentó en una cifra cercana a los 20 millones. La FAO, en un estudio de 2003, llamado “Estado de inseguridad alimentaria en el mundo”, informaba que de 842 millones de personas que sufren desnutrición en el mundo, 214 millones vivían en la India. Y hay que agregar un dato trágico: durante esa época un cuarto de millón de campesinos se suicidaron en la India.

Pero, los suicidios, que son una terrible manifestación de la frustración, no fueron la única expresión del hundimiento de las masas indias, víctimas del sometimiento al imperialismo y la burguesía nacional de ese país, sometida al mismo. En efecto: hubo protestas masivas contra la usurpación de tierras públicas, la defensa de tierras de cultivo para evitar que sean arrebatadas para zonas económicas especiales en la aldea de Bhatta Parsaul y no ha habido región de este país asiático que no haya sido testigo y protagonista de revueltas en ese periodo.

En 2004 el aumento de los precios internacionales agrícolas, en especial del algodón, permitieron una mejora crediticia a favor de los campesinos indios, que les permitió incrementar sus ingresos. En esa etapa gobernaba la UPA (Alianza Unida Progresista, que lideraba el Partido del Congreso). Pero en 2009, en un nuevo mandato de UPA, signado por la crisis mundial, la política de la misma coalición favoreció mucho más abiertamente al gran capital indio: desreguló el precio de los fertilizantes, liberalizó el arrendamiento de tierras, la agricultura fue sometida al comercio de futuros. En este contexto, el gran capital se apoderó de enormes extensiones de tierra, desplazando a las comunidades indígenas de sus aldeas y bosques, se apoderó de los recursos mineros y horadó a los bancos públicos a través de fraudes y falta de pago. Durante ese periodo los mercados de acciones elevaron su capitalización bursátil. El ya nombrado Ambani (su hijo se casó hace poco en una fastuosa boda que recorrió los medios internacionales por el derroche en medio de la pobreza extrema de millones de indios), un empresario que es mano derecha de Modi, obtuvo un beneficio de 12 millones de dólares en cinco días, bajo un gobierno dirigido por el Partido del Congreso. Los vaivenes de las crisis capitalistas fueron determinando el rumbo de los ataques a los obreros y campesinos indios, pero lo esencial es que el régimen capitalista indio, de naturaleza semicolonial, el régimen de propiedad de la tierra, la tendencia al sometimiento al imperialismo, es aquello que no cambió, sosteniendo las riendas de la economía en manos del gran capital nacional y extranjero. En el contexto de la presente crisis mundial de sobreproducción de mercancías y exceso de capitales, cuya característica central es la feroz guerra comercial y la creciente tendencia a una nueva guerra mundial, la situación de las masas explotadas de este vasto país asiático se ha agravado. Una de las manifestaciones más crudas de esto es el gobierno de Modi.

Una de las expresiones de la situación de la India es que disposiciones de la Constitución sancionada en 1950, tres años después de la independencia, con apariencia progresista, escritas para disipar la acción de los oprimidos, han sido convertidas en letra muerta. Como aquellas que protegen el salario, el trabajo, la maternidad, la infancia, y sancionan a quienes tengan actitudes discriminatorias con quienes han pertenecido antes de la independencia a las castas bajas o a los “intocables”. No obstante lo cual existen hoy en la India trescientos millones de Dalits (intocables), muchos de los cuales forman parte de quienes realizan las tareas más duras en el campo, explotados por los grandes propietarios, que pertenecen a la vieja casta de los Guijjars. Cabe señalar que el sistema de castas formalmente abolido, pero persistente a partir del hecho de que la India es una nación capitalista y semicolonial, que ha colocado a las viejas castas bajas y a los intocables como una fuerza de trabajo super explotada, e incluso maltratada y vilipendiada, bajo la “justificación” de esa pertenencia ancestral. Aunque el régimen de Modi ha incrementado esta agresión, el Partido del Congreso cuando estuvo en el gobierno, no la había suprimido, antes bien, la había sostenido y agravado a partir de los ajustes dictados por el imperialismo, sobre los cuales hemos hablado.

Siendo Modi una expresión de la decadencia del régimen político y social indio, revela que su burguesía, en sus expresiones políticas diversas no ha sido capaz de realizar una revolución democrática suprimiendo el régimen de castas, unificando a la diversidad de culturas en una sola nación, ni sacudirse el yugo de la opresión imperialista, ni realizar la revolución agraria y alcanzar la plenitud de las libertades democráticas, ha depredado la naturaleza provocando desastres ambientales. Las masas explotadas y oprimidas de la India, que ya han demostrado su valor y combatividad, también en épocas recientes han encontrado una traba en las direcciones, que bajo el disfraz del progresismo, han frustrado la lucha que han librado y la han empujado al sufrimiento de un gobierno de la derecha racista y represiva.

Es necesario que los sectores que se reclaman de la izquierda no se subordinen al frente de apoyo electoral con la oposición burguesa del Partido del Congreso, sino que se organicen en forma independiente y busquen el desarrollo de la lucha de clases y la acción directa de las masas. Por los reclamos sociales perentorios y la defensa irrestricta de las libertades democráticas. Contra la injerencia de la India en el esquema guerrerista del imperialismo yanqui. Por un gobierno obrero y campesino.

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