En la edición anterior de “En Defensa del Marxismo” on line, hemos publicado la primera parte de la nota de Roberto Gellert, que completamos ahora.
Sobre la insurrección y su oportunidad
Dos situaciones que constituyen ejemplos sobre la importancia que tiene una dirección revolucionaria en la adopción de la decisión a tomar teniendo en cuenta la situación de conjunto para la toma del poder, en especial la maduración de las masas. Ellas son las jornadas de julio de 1917 en Rusia y las de enero de 1919 en Alemania. La reflexión de Trotsky, que ocupa un capítulo de su “Historia de la Revolución Rusa”, se resume en el siguiente razonamiento: “Al reducir en cuatro meses -¡un plazo enorme!- los dolores del parto de la revolución proletaria, los bolcheviques se hubieran encontrado con un país menos exhausto y con el prestigio de la revolución en Europa menos quebrantado. Esto no solo habría dado a los soviets enormes ventajas en las negociaciones de paz con Alemania, sino que hubiera ejercido una influencia inmensa en el curso de la guerra y de la paz en Europa. La perspectiva era demasiado seductora. Y, sin embargo, la dirección del partido tenía completa razón al no adoptar el camino de la insurrección. No basta con tomar el poder. Hay que sostenerlo. Cuando en octubre los bolcheviques habían juzgado que había llegado su hora, los peores tiempos para ellos empezaron después de la toma del poder. Fue necesario someter a las fuerzas de la clase obrera a la máxima tensión para soportar los innumerables ataques de los enemigos. En julio, ni siquiera los obreros de Petrogrado estaban dispuestos a sostener esta lucha abnegada. Tenían la posibilidad de tomar el poder y, sin embargo, lo ofrecieron al Comité ejecutivo. El proletariado de la capital, cuya aplastante mayoría se inclinaba ya del lado de los bolcheviques, no había roto el cordón umbilical de febrero, que le unía a los conciliadores. Existían todavía no pocas ilusiones, en el sentido de que con la palabra y la manifestación se podía obtener todo; de que, intimidando un poco a los mencheviques y social revolucionarios, se les podía incitar a una política común con los bolcheviques. Incluso la parte avanzada de la clase no tenía una idea clara de cómo se podía llegar al poder. Lenin decía poco después de aquellos días: “El verdadero error de nuestro partido en los días 3 y 4 de julio , puesto ahora de manifiesto por los acontecimientos, consistió en que… consideraba aún posible las transformaciones políticas por la vía pacífica, mediante la modificación de los soviets, cuando, en realidad, los mencheviques y los social revolucionarios, gracias a su espíritu de conciliación se hallaban ya tan atados a la burguesía, y ésta se había convertido hasta tal punto en contrarrevolucionaria, que no se podía pensar en una solución pacífica.” Y continúa en el párrafo siguiente: “Si el proletariado era políticamente heterogéneo y poco decidido, el ejército campesino lo era aún más. Con su conducta en los días 3 y 4 de julio, la guarnición daba a los bolcheviques la posibilidad completa de tomar el poder. Sin embargo, en la guarnición había también unidades neutrales, las cuales ya al atardecer del 4 de julio se inclinaban decididamente hacia los partidos patrióticos.” El 5 de julio, los regimientos neutrales se colocaron al lado del Comité Ejecutivo y los que se inclinaban hacia los bolcheviques tendieron a tomar un barniz de neutralidad. Esto dejó las manos del poder mucho más libres que la llegada con retraso de las tropas del frente. Si los bolcheviques se hubieran decidido a tomar el poder el 4 de julio, la guarnición de Petrogrado, no solo no lo hubiera sostenido, sino que habría impedido que los obreros lo defendieran al ser atacados inevitablemente desde el exterior”. Luego Trotsky desenvuelve con detalle la situación en diversas regiones de Rusia. Finalmente los bolcheviques impiden la insurrección convirtiéndola en una gran manifestación de masas de obreros armados, impidiendo una derrota, y preparando la victoria ocurrida en octubre.
En enero de 1919, en Alemania se careció de una dirección que impidiera el estallido prematuro de la insurrección. Mientras Liebknecht se impresionaba con la presencia de 200.000 manifestantes en Berlín, y Rosa Luxemburgo careció de la firmeza para detener la insurrección contra la postura minoritaria de Richard Müller y Däumig de impedirla, según un obrero testigo de la realidad, la situación el día 6 de enero de 1919 era la siguiente: “Esas masas no estaban preparadas para tomar el poder……..”. “Hay en total, y a pesar de los centenares de miles de huelguistas, menos de 10.000 hombres dispuestos a batirse” “…… La masa obrera berlinesa está preparada para la huelga e incluso para la manifestación, pero no para la lucha armada”. En este contexto Liebknecht, dirigente espartaquista, con la oposición de dirigentes de su propio partido como Leo Jogiches y del PCUS (que estaba impulsando la formación de la Internacional Comunista), como Radek, llamaba a la insurrección. De acuerdo al relato transcripto por Pierre Broué en “La Revolución alemana”: “La Liga de Los soldados Rojos llama por su cuenta a los trabajadores armados a reunirse en la calle para la lucha”. Que el llamado era prematuro lo retrata la descripción de Broué: “Los trabajadores de Berlín , en su mayoría , no están dispuestos a tomar parte, ni siquiera a resignarse a esta guerra civil que está a punto de estallar entre los dos bandos , que se dicen los dos socialistas”. Hay que tener presente que Alemania estaba gobernada por la socialdemocracia y que su presidente era Ebert, un dirigente sindical (contrarrevolucionario). Esto revelaba la enorme confusión existente entre las filas de la clase obrera berlinesa y alemana. La socialdemocracia alemana aprovechará esta confusión para pasar a la ofensiva usando a los Freicorps y la Reichswehr (bandas armadas, que años más tarde serán grupos de tareas del nazismo), y a todo el aparato represivo para ahogar en sangre la frustrada insurrección, detener a Liebknecht y a Rosa Luxemburgo y otros dirigentes y asesinarlos. El 11 de enero de 1919, Rosa Luxemburgo escribía en Die Rohte Fahne: “La ausencia de dirección, la inexistencia de un centro encargado de organizar a la clase obrera debe terminar. Si la causa de la revolución debe progresar, si la victoria del proletariado y del socialismo deben ser algo más que un sueño, los obreros revolucionarios deben construir organismos dirigentes para conducir y utilizar la energía combativa de las masas.” Una conclusión en un sentido tardía por la tragedia y la derrota que poco después iba a tener lugar con su propio asesinato, pero de vital importancia y trascendencia para las posteriores generaciones de la clase obrera internacional y de su vanguardia, en la medida en que se aproximaba a la necesidad de poner en pie un partido centralizado y disciplinado basado en la concepción leninista. No es ocioso enfatizar sobre esto, ya que es ese partido, el bolchevique, centralizado, con penetración entre las masas, el que supo tomar el pulso de su estado de ánimo, el del ejército ruso y el de las masas campesinas, para evitar una acción prematura, que no ocurrió en Alemania. Las conclusiones sobre esta derrota las expresaba Rosa Luxemburgo en su último texto, antes de su detención y asesinato “El orden reina en Berlín”, en el que señalaba: “¿Era de esperar una victoria final del proletariado revolucionario en este conflicto, el derrocamiento de Ebert y Scheidemann y el establecimiento de la dictadura socialista? Ciertamente que no, si se tienen en cuenta todos los elementos que deciden la cuestión. El punto débil de la causa revolucionaria en este momento, la inmadurez política de la masa de soldados, que todavía se dejan abusar por sus oficiales para fines contra revolucionarios, antipopulares, es en sí misma una prueba que no era posible una victoria duradera de la revolución en este encontronazo. Por otro lado esta inmadurez de los propios soldados, es solo un síntoma de la inmadurez general de la revolución”. Esta era la conclusión de esta gran revolucionaria. Sin embargo, en esta misma carta afirma algo contradictorio en relación a esta conclusión: “Ante el hecho de que Ebert y Scheidemann montaron una provocación descarada, los obreros revolucionarios se vieron obligados a tomar las armas. Sí, era una cuestión de honor para la revolución repeler de inmediato el ataque con toda su energía para no alentar a que la contrarrevolución siguiera avanzando; había que sacudir las filas revolucionarias del proletariado y la reputación moral de la revolución alemana en la Internacional”. Luxemburgo se refería a la destitución del jefe de policía de Berlín, Emile Eichorn, partidario de los espartaquistas, que fue respondido por la ocupación de éstos del periódico de la socialdemocracia Vorwarts, siendo desalojados a sangre y fuego por orden del gobierno de Scheidemann, Ebert y el carnicero socialdemócrata Noske, para luego continuar ahogando la prematura insurrección. Esta justificación de la gran revolucionaria revela que la dirección espartaquista no actuó para evitar la insurrección, aún inmadura para su victoria, tal como ella misma admitía en su carta postrera.
En 1923, tampoco tuvo lugar la revolución alemana, a pesar de la madurez existente, debido al giro conservador de la Internacional Comunista, dirigida directamente por Zinoviev, que cambió la orientación votada semanas antes con Trotsky de armar a los obreros alemanes y llevar adelante la insurrección. Brandler, entonces dirigente del Partido Comunista alemán, se dirigió a Moscú, semanas antes, donde se decidió planear y ejecutar el asalto al poder, para explotar la crisis revolucionaria que se estaba abriendo. El Partido Comunista alemán había ganado prestigio en la clase obrera, había una hiperinflación enorme, y los franceses habían invadido la cuenca carbonífera del Ruhr para cobrarse indemnizaciones de guerra. Poco antes, en agosto, una huelga general había derribado al gobierno burgués de Cuno. La situación estaba madura. Strassermann, gobernante de la burguesía alemana, comprendía el peligro de la situación, y envió tropas a Sajonia. En el transcurso de la conferencia obrera de Chemnitz del 21 de octubre de 1923, los representantes obreros del Partido Comunista plantearon la cuestión de la toma del poder, pero los socialdemócratas de izquierda se rehusaron a actuar diciendo que habían cambiado las condiciones objetivas, contagiando con esta posición a los dirigentes del Partido Comunista. Esto fue avalado por Zinoviev, quien dirigía entonces la lll internacional. Trotsky afirmaría al respecto: “En Alemania vaciló la dirección, y esta vacilación se transmitió al partido y a toda la clase obrera. Así se escapó una situación revolucionaria.” Esto llevó a un enorme retroceso, ya que luego, inoportunamente se produjeron levantamientos en varias regiones de Alemania, entre ellas Berlín y Munich, sofocadas a sangre y fuego. Antes, en marzo de 1921, en forma aislada tuvo lugar en Sajonia un levantamiento obrero contra los dueños de las minas. La respuesta del gobernador, un socialdemócrata, ocupa la zona minera con la policía. El Partido Comunista decide la huelga general revolucionaria, sin que el proletariado del resto de Alemania estuviera maduro, lo cual dio lugar a una derrota.
Las experiencias descriptas ponen de relieve la importancia de la oportunidad de la decisión de una insurrección , considerando la maduración de la clase obrera, la extensión de la misma, la situación de las fuerzas armadas, la existencia de una división o su ausencia en su interior, y como en el caso de 1923, la acción decidida y sin vacilaciones por parte de una dirección revolucionaria, que no deje pasar el momento, la oportunidad, y especialmente la preparación política, junto a su traducción en términos de armamento de la clase obrera.
La lucha contra los anarquistas: dos estrategias antagónicas
La lucha de Trotsky contra los anarquistas no fue solo teórica, con lo importante que es este aspecto de la lucha política. Las diferencias con los anarquistas no son solo tácticas, sino estratégicas. Se trató de una lucha política concreta en diversas circunstancias históricas de la lucha de clases en las que la suerte del proletariado estuvo en juego. En ese sentido puede afirmarse que la contraposición entre los marxistas revolucionarios y los anarquistas en el campo de la teoría tuvo su correlato práctico. Trotsky, en un texto sobre el anarquismo, en diciembre de 1937, expresaba: “Esta sola justificación: “No hemos tomado el poder, no porque no hayamos podido, sino porque no hemos querido, porque estamos contra toda dictadura”, etc, encierra una condena del anarquismo como doctrina completamente contrarrevolucionaria. Renunciar a la conquista del poder es dejárselo voluntariamente a los que lo tienen, los explotadores. El fondo de toda revolución ha consistido y consiste en llevar a una nueva clase al poder y de este modo darle todas las posibilidades para realizar su programa. Es imposible hacer la guerra sin desear la victoria. Nadie habría podido impedir a los anarquistas establecer luego de la toma del poder, el régimen que les hubiera parecido bueno, admitiendo evidentemente que fuera realizable. Pero los jefes anarquistas mismos habían perdido la fe en él. Se alejaron del poder, no porque estaban contra toda dictadura -de hecho, a pesar suyo- sino porque habían abandonado completamente sus principios, y perdido su valentía…….”. “Pero de lo que ante todo, estos charlatanes tenían miedo, era de las masas revolucionarias”. “Los jefes de la CNT y de la FAI ayudaron a la burguesía, no solo a mantenerse a la sombra del poder en julio de 1936, sino también a restablecer pedazo a pedazo lo que habían perdido de un solo golpe. En mayo de 1937, sabotearon la insurrección de los obreros y salvaron con ello la dictadura de la burguesía. Así, el anarquista que solamente quería ser antipolítico, se encontró de hecho como antirrevolucionario, y en los momentos más críticos como contrarrevolucionario.”
¿A qué se refería el jefe del ejército rojo?
A las jornadas de mayo de 1937, en Barcelona. Pierre Broué y E. Témime en “La Revolución y la guerra en España” detallan esos acontecimientos: “Era en Cataluña donde subsistía lo esencial de las conquistas revolucionarias y del armamento de los obreros; allí se encontraba el bastión de la oposición revolucionaria. Allí se encontraba también la organización más resueltamente decidida a poner fin a la revolución, el PSUC (stalinista) al que apoyaban firmemente el Estado republicano de Companys y la pequeña burguesía impaciente por sacudirse el yugo de los anarquistas.” La ofensiva contrarrevolucionaria (dentro del campo republicano) se propuso aplastar la tendencia al doble poder por parte de los comités de obreros organizados y armados en Barcelona: “Comenzó el 17 de abril con la llegada a Puigcerdá, y después a Figueras y a toda la región fronteriza de los carabineros de Negrín, que habían llegado para quitar a los milicianos de la CNT el control de las aduanas, del que se habían apoderado desde julio de 1936. Ante la resistencia de las milicias, el Comité Regional de la CNT catalana fue corriendo a los lugares para negociar un entendimiento. Una provocación precipitó los acontecimientos dando un pretexto a los stalinistas y a la burguesía republicana para avanzar en sus propósitos de liquidar la revolución: “El 25 de abril en Molins de Rey, Roldán Cortada, dirigente de la UGT Y miembro del PSUC stalinista, fue asesinado”. Este asesinato fue aprovechado por parte de la burguesía republicana y el PSUC, desatando una ofensiva, la cual no se interrumpió a pesar de que la CNT condenó formalmente el asesinato y exigió una investigación. El entierro del dirigente del PSUC fue una manifestación de poderío de policías y soldados armados bajo la dirección del PSUC. Los hechos posteriores fueron de una persecución ostensible, deteniendo a dirigentes anarquistas sospechosos. Hubo choques armados y muertos de ambos bandos. Pero lo fundamental fue que: “en Barcelona se propaló el rumor de una circular del ministerio de Gobernación prescribiendo el desarme de todos los grupos de obreros no integrados a la policía del Estado”. “El gobierno prohibió toda manifestación y toda reunión para el 1º de mayo. El 3 de mayo “Los hombres de la CNT le habían quitado a los sublevados el edificio” Había una situación de doble poder controlada por los milicianos armados anarquistas.” En ese contexto la mayoría de los obreros de Barcelona fueron a huelga. El 4 de mayo los obreros eran dueños de la capital catalana que cercaron poco a poco”. A pesar de que la fuerza de la clase obrera era incontenible, el comité regional de la CNT ordenó: deponed las armas” Para fortalecer la desmovilización obrera y la insurrección en marcha, los ministros anarquistas del gobierno del Frente Popular, García Oliver y Federica Montseny llegaron desde Valencia. Aunque el 5 de mayo, los obreros seguían en las barricadas apoyados por el POUM, las juventudes libertarias y los Amigos de Durruty, la acción de desaliento y desmoralización de la dirección anarquista de la Generalitat y nacional, lograron desmovilizar a las milicias que desde diversos puntos se acercaban a la capital catalana. Depuestas las armas, como resultado de la acción contrarrevolucionaria de la dirección anarquista, el gobierno ingresó en Barcelona con sus tropas, y hubo asesinatos de obreros revolucionarios. Cabe señalar que la fuerza numérica de los obreros en huelga en Barcelona era enorme. Broué transcribe a propósito lo siguiente: “Robert Louzon, en su estudio sobre las jornadas de mayo se declaró sorprendido por la aplastante superioridad de los obreros en armas, dueños, prácticamente sin combate de las nueve décimas partes de la ciudad. “Pero subraya que esta fuerza no fue utilizada más que para la defensiva: durante toda la duración del conflicto seis tanques permanecieron, sin combatir, detrás del edificio de la CNT. Los cañones del 75 jamás se apuntaron, y los del Montjuich, en manos de los milicianos de la CNT, no dispararon jamás. La dirección de la CNT se dedicó a propalar por radio órdenes de rendición. El POUM se adaptó. Así llegó el fin de la autonomía catalana, se confiscaron las armas, los periódicos y las emisoras de radio fueron colocados bajo censura, se prohibió al POUM y se comenzó la caza de sus dirigentes. Pierre Broué concluye: “Las jornadas de mayo fueron en realidad el toque de agonía de la revolución, anunciaron la derrota política para todos y la muerte para algunos militantes revolucionarios.” El escritor anarquista José Peirats en su obra “Los anarquistas. En la crisis política española (1869-1939)” condena en los mismos términos a la dirección anarquista encarnada en Federica Montseny y García Oliver, y a los dirigentes de la CNT-FAI al referirse a las jornadas de mayo de 1937.
En el capítulo sobre La Conferencia nacional de Moscú, de su Historia de la Revolución Rusa, Trotsky realiza una crítica demoledora al anarquismo ruso, a partir de la intervención del máximo exponente del anarquismo ruso, Kropotkin, en la que reivindicaba la necesidad de una federación como la existente en Estados Unidos y elogiaba a Lloyd George (ministro de la corona británica) y Poincaré (presidente del imperialismo francés durante la primera guerra) por acercarse al socialismo, aunque “estatal”. Trotsky, con su habitual mordacidad y agudeza decía: “Los principios del liberalismo no viven en la realidad, más que combinados con la policía. El anarquismo es una tentativa para depurar al liberalismo mediante la eliminación de la policía. Pero del mismo modo que el oxígeno puro es irrespirable, el liberalismo sin la policía significa la muerte de la sociedad. En su calidad de sombra caricaturesca del liberalismo, el anarquismo ha compartido, en general el mismo destino que aquél. El desarrollo de las contradicciones de clase, al matar al liberalismo, han matado asimismo al anarquismo. Como toda secta que no funda su doctrina en el desarrollo real de la sociedad humana, sino en uno de los rasgos de la misma, llevado hasta el absurdo, el anarquismo estalla como una burbuja de jabón en el mismo momento en que las contradicciones sociales llegan hasta la guerra o la revolución……”. En España, aliado a la burguesía republicana, en Rusia de 1917 aliado a la contrarrevolución, junto a Kerenski y Miliukov, los anarquistas han revelado estar inhabilitados para emancipar a los explotados de sus cadenas.”
Sobre la lucha electoral y parlamentaria
El debate acerca de la intervención en la lucha electoral y parlamentaria no es un fenómeno nuevo, aunque aún perdura. Quienes aseguran que no hay que participar de las elecciones de la burguesía lo hacen basándose en una media verdad, a saber, que las elecciones no constituyen una vía de resolución de las aspiraciones de los trabajadores, y que en consecuencia –deducen- hay que recurrir al boicot. Pero hay que distinguir entre el agotamiento histórico del parlamento burgués y su agotamiento político. Establecer esa diferenciación no es ocioso, ya que la misma nos permite advertir las ilusiones democráticas de las masas, que un partido revolucionario tiene la obligación de agotar mediante su participación electoral y parlamentaria, ya que éste es un aspecto de la lucha de clases y un terreno en el cual se confrontan los intereses de los explotadores y los explotados, un instrumento de clarificación y delimitación política y un método para agrupar revolucionariamente a trabajadores y oprimidos tras un programa socialista revolucionario. En su obra “La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo” Lenin ocupa todo un capítulo relacionado con esta cuestión: ¿Debe participarse en los parlamentos burgueses? Y comienza transcribiendo una cita de los comunistas de izquierda alemanes: “rechazar del modo más categórico, todo retorno a los métodos de la lucha parlamentaria, los cuales han caducado ya histórica y políticamente…..”.
Lenin respondía señalando que efectivamente se había producido la caducidad histórica: “Pero nadie ignora que de ahí a su superación práctica hay una distancia inmensa.” “Hace ya algunas décadas que podía decirse, con entera justicia, que el capitalismo “ha caducado históricamente”, lo cual no impide ni mucho menos que nos veamos precisados a sostener una lucha prolongada y tenaz sobre el terreno del capitalismo.” “El capitalismo ha caducado históricamente desde el punto de vista histórico general; es decir la época del parlamentarismo burgués ha terminado, la época de la dictadura del proletariado ha empezado. Pero el terreno histórico general se cuenta por décadas.” “….. Pero a partir de ahí para aplicar a una cuestión de política práctica, la escala de la historia universal es de una falsedad teórica escandalosa”. Luego se refiere específicamente a Alemania de 1919: “En primer lugar, los comunistas de “izquierda” alemanes como se sabe, ya en enero de 1919 consideraban el parlamentarismo como “políticamente caduco”, contra la opinión de dirigentes políticos tan eminentes como Rosa Luxemburgo y Carlos Liebknecht. Como es sabido los “izquierdistas” se equivocaron. “ Pero dejemos expresarse a Rosa Luxemburgo ante las elecciones de la Asamblea Nacional” en el congreso de fundación del Partido Comunista alemán. Esta respondía el 30 de diciembre de 1918: “Las tareas son enormes y desembocan en la revolución socialista mundial. Pero lo que hemos visto hasta ahora en Alemania es la inmadurez de las masas. Nuestra próxima tarea es entrenar a las masas, debemos cumplir con esta tarea. Esto es lo que queremos conseguir a través del parlamentarismo. Les digo que es precisamente gracias a la inmadurez de las masas, que aún no han entendido como llevar el sistema de los consejos a la victoria, que la contrarrevolución ha logrado establecer la Asamblea Nacional contra nosotros como un baluarte. Ahora nuestro camino nos conduce a través de este baluarte. Es mi deber utilizar toda la razón para luchar contra él, entrar a la Asamblea Nacional para golpear con el puño………” “Las elecciones son un nuevo instrumento de lucha revolucionaria: Están confundidos por la vieja rutina. Para ustedes solo existe el parlamento del Reichstag alemán. No se pueden imaginar cómo utilizar este medio en sentido revolucionario. Para ustedes solo hay ametralladoras o parlamentarismo. Queremos un radicalismo un poco más refinado, no solo una antinomia grosera. Es más cómoda, es más simple, pero es una simplificación que no sirve para la formación y educación de las masas.” “Desde un punto de vista práctico ¿pueden decir con la conciencia tranquila, si se deciden por el boicot, que ustedes son el mejor núcleo de la clase obrera alemana, y como representantes de la clase más revolucionaria tienen la oportunidad de asegurar conscientemente que las amplias masas de la clase obrera realmente seguirán su consigna de boicot y no participarán?….. Solo puede tratarse de que método es más apropiado para el propósito de esclarecer a las masas.” Luego, para sintetizar concluye que la finalidad de intervenir electoral y parlamentariamente es ayudar a agotar entre las masas las ilusiones parlamentarias para terminar ocupando las calles revolucionariamente.
Conclusión
El valor de la lucha política y teórica de Trotsky contra el sectarismo ultraizaquierdista y el oportunismo es que tenía la indudable pretensión de dejar huellas revolucionarias a las generaciones contemporáneas y futuras. En ese sentido, una experiencia (limitada) en la lucha de clases del proletariado argentino puede ilustrar sobre el valor de tener presente la situación concreta, y para ello atender especialmente a la situación psicológica de las masas. Recientemente, el 1º de mayo de 2024, la CGT, cuya pasividad frente al gobierno de Milei delataba una enorme y nueva traición de la burocracia sindical frente a la ofensiva antiobrera, resolvió movilizarse no a Plaza de Mayo, pero si concentrarse por la calle Paseo Colón. La caracterización del Partido Obrero fue converger con la finalidad de confraternizar con decenas de miles de trabajadores que pronosticábamos iban a concurrir. Ese pronóstico estaba basado en la circunstancia de que en las fábricas y lugares en los que nuestros compañeros trabajan o desenvuelven una actividad desde afuera, tenía lugar una deliberación que dejaba constancia del hartazgo de una creciente franja de trabajadores con el gobierno, de lo cual concluíamos que habría una importante concurrencia. Efectivamente, concurrieron 100.000 trabajadores, no todos del aparato sindical, sino impulsados por la necesidad de luchar y enfrentar al gobierno de Milei. En el transcurso de la movilización se confraternizó con los trabajadores que llenaron las columnas sindicales: nuestros dirigentes más reconocidos fueron abordados con entusiasmo por muchos de ellos y se repartieron decenas de miles de volantes llamando a preparar la huelga general, reclamando paro y plan de lucha a la CGT. Otras organizaciones de izquierda partieron de una caracterización unilateral y sectaria: “se trata de la burocracia traidora, decían, con ella no nos movilizamos”, y se recluyeron en las asambleas barriales de autoconvocados, cuya incidencia en el movimiento sindical, es de una enorme debilidad. No asistimos en este caso a paralelismo sindical, pero sí a un paralelismo que impide a los revolucionarios tomar contacto con las masas e incidir en una situación dinámica en el movimiento obrero, cuya dirección hay que disputarle a la burocracia. Así actuaron el SUTNA, la Comisión Interna del Garrahan, AGDUBA, etc, en la comprensión de que ese debe ser el centro de la preocupación de los partidos que se reclaman revolucionarios y socialistas.
Otra: la huelga general de junio y julio de 1975 fue el resultado de dos factores centrales: uno, la anulación de las paritarias en medio de una enorme hiperinflación y tarifazo del gobierno de Isabel/López Rega. El otro, cierta maduración del movimiento obrero, que se expresó, en parte, en la conquista de decenas de cuerpos de delegados en el periodo previo, en el contexto de la herencia del Cordobazo. La CGT se vio obligada a declarar el paro, un sector considerable de la clase obrera llenó Plaza de Mayo, pero la continuidad de la huelga tuvo lugar, en gran medida, como resultado de la acción de las fábricas dirigidas por los cuerpos de delegados antiburocráticos. La huelga general no era una expresión de deseos de una minoría en el vacío, antes bien, del estado subjetivo de la clase obrera. Pero, la maduración no había sido suficiente. En primer lugar, porque la mayoría de los sindicatos permanecían en poder de la burocracia sindical peronista, y a que el ritmo de conquista de nuevos cuerpos de delegados por parte del activismo antiburocrático aunque constante, era lento.
Producto del semitriunfo, en materia reivindicativa, de la Huelga General, la burguesía y el imperialismo comenzaron a diseñar el golpe de estado. Contaron para ello con la política previa del gobierno peronista, que venía ejecutando un plan de asesinatos de sectores de la vanguardia obrera y estudiantil.
En el transcurso del periodo que abarcó julio a de 1975 a marzo de 1976 la burguesía fue viendo cómo derrotar a las masas. El golpe del brigadier Capellini de diciembre de 1975 fracasó entre otras cuestiones debido a que la burguesía y las fuerzas armadas aún no habían encontrado propicio, la maduración para ejecutar el golpe y tuvo que enfrentar, concretamente, la amenaza abierta de la huelga general antigolpista.
El ascenso de Mondelli (otro Rodrigo) al ministerio de economía, estimuló a las coordinadoras y fábricas combativas, a nuevas acciones y movilizaciones, antes de la ejecución del golpe del 24 de marzo, cuando ya la burguesía se había ido unificando detrás de los genocidas.