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1934: Insurrección obrera en Asturias

La Alianza Obrera (frente único) enfrentó al fascismo

El 6 de octubre de 1934 tuvo lugar una heroica sublevación obrera en Asturias, cuyo protagonismo central lo tuvieron los mineros. El levantamiento duró más de una semana y se llevó adelante con un armamento improvisado. Fue, finalmente, aplastado por el ejército con tropas de choque, moros (originarios de la parte colonial española en Marruecos) y el tercio (unidades militares de la legión extranjera). 

En realidad iba a ser una sublevación obrera general en España. Pierre Broué señala en su libro  “La revolución y la guerra de España” que “El movimiento fracasó en el resto de España, en Cataluña, a consecuencia de la traición  de algunos catalanistas, de las vacilaciones de la Esquerra, y sobre todo, en virtud de la abstención de la CNT; y en Madrid por falta de una preparación seria.” 

Antecedentes

En el transcurso de 1923,  el general José Antonio Primo de Rivera, se adueñó del poder del estado español mediante un golpe de estado instaurando una dictadura, avalado por el rey Alfonso XIII. El gobierno dictatorial de Primo de Rivera duró hasta 1931, año en que se volvió al régimen republicano, luego de una derrota monárquica en las elecciones municipales. Largo Caballero, secretario general de  la UGT (Central Obrera dirigida por el Partido Socialista), fue cooptado por la dictadura de Primo de Rivera, aceptando transformarse en consejero de estado del gobierno de Primo de Rivera, y a su vez actuar en las comisiones paritarias de arbitraje. Mientras la dictadura perseguía a la CNT (central obrera anarquista). Luego, el mismo Largo Caballero, como integrante del Partido Socialista, con el advenimiento de la República, fue ministro de trabajo del gobierno republicano de Azaña, y campeón de, según la definición de Pierre Broué “de la colaboración  de los sindicalistas y de los socialistas con el Estado, el cabo de fila  del reformismo más franco y abierto”. Pero la llegada de la CEDA (frente derechista) al gobierno en las elecciones de 1933, lo haría variar de posición, según él “asqueado de la política de la burguesía republicana”, afirmando que la única salida era “la revolución social”. Esto lo llevó a promover la Alianza Obrera que se concretó en Asturias entre la UGT (socialista) con la CNT (anarquista), frente único al que se agregarían los llamados comunistas antiestalinistas del Frente obrero campesino y los trotskistas de la Izquierda Comunista (quienes más adelante formarían el Poum). El PC stalinista que se oponía a la Alianza Obrera, se incorporaría a último momento. La derrota electoral de los socialistas, fue producto del freno a las luchas obreras y de la insatisfacción de las reivindicaciones de los trabajadores, por el gobierno dirigido por la burguesía republicana. 

El crecimiento de la Falange Española era otro de los factores. Habían triunfado los nazis en Alemania en 1933 y el derechista católico Dolfuss en Austria. La incorporación de la derechista CEDA en el gobierno republicano fue el detonante del cambio de posición de Largo Caballero, presionado por una ola de indignación radicalizada de las masas trabajadoras, temerosas del avance del fascismo en la conquista del poder a través de la entrega de la burguesía republicana. Y, en definitiva, del levantamiento de Asturias. 

Largo Caballero trató de extender el levantamiento a toda España, pero no se terminó de lograr. 

Las causas del movimiento revolucionario eran muy profundas. De acuerdo a la descripción de Pierre Broué: “En 1931, dos millones de trabajadores agrícolas no tenían tierra, mientras que 50.000 hidalgos campesinos poseían la mitad de las tierras de España(…) Mientras que un millón y medio de pequeños propietarios cuyas tierras no ascendían a más de una hectárea de superficie, se veían obligados a trabajar las tierras de los grandes para vivir. 10.000 propietarios tenían más de cien hectáreas”.

El historiador Hugh Thomas en su obra “La guerra civil española”, expresaba que “En los años 30, la clase trabajadora española comprendía ocho millones de personas, de una población de 24 millones. Alrededor de cuatro millones y medio (54,5%)  trabajaban la tierra…”. En este contexto, en el que la clase obrera formaba parte de un tercio de toda la población española, el crack de l929 impactó en la economía española y golpeó a los trabajadores. Hugh Thomas lo describe así: “Además, aunque la gran depresión había sido menos dura en España que en los países industriales más avanzados, también presentó en este país grandes dificultades, especialmente en el terreno minero. A  lo largo de 1931 empezarían a sentirse los efectos de la depresión en Cataluña. Entretanto, el regreso de muchos trabajadores del extranjero, particularmente de América, exacerbaría el paro (desocupación) en las regiones más pobres, como Galicia y Andalucía. En el campo, el paro siempre sería doblemente duro que en las ciudades aunque se notara menos. Y por entonces en España no había subsidio de paro, y los servicios sociales eran rudimentarios en comparación con  los que existían en el norte de Europa. Como vemos las condiciones sociales de los explotados españoles eran un ingrediente explosivo e iban a constituir un factor de la insurrección asturiana.

En 1930, según consigna Thomas alrededor de un millón de obreros españoles simpatizaban con los anarquistas. Los socialistas contaban también con una multitud de adeptos en el seno de la clase obrera. Bajo las condiciones descriptas, se llevaron a cabo elecciones para las cortes constituyentes en el mes de junio, cuyo resultado expresó una victoria republicana en todos sus matices, pero los socialistas llevaron la delantera obteniendo 117 escaños, 69 radicales socialistas, 27 de Acción Republicana de Azaña, 89 radicales, seguidores de Lerroux (quien dos años después promovería al gabinete de ministros a Gil Robles de la derecha católica, CEDA), y 27 republicanos de derecha, seguidores de Alcalá Zamora, 33 de la Esquerra catalana y 16 nacionalistas gallegos. Los trabajadores agrícolas votaron a los socialistas por la legislación  agraria que prometían. La iglesia fue derrotada. La Acción Nacional que los representaba obtenía solo 7 escaños. El triunfo socialista/republicano en las elecciones municipales determinó la caída de la monarquía (el rey Alfonso XIII se autoexilio, asustado por la irrupción popular) y el comienzo de la Segunda República. Los resultados electorales revelaban la ratificación de la República, de su ala izquierda y anticlerical, pero como veremos no consecuente.

¿Pero qué ocurriría con la república burguesa?

En noviembre de 1933 tuvieron lugar nuevas elecciones. Su resultado fue desfavorable para la izquierda republicana. Eso le abrió a la derecha las puertas para formar gabinete. Lerroux, un clerical encubierto ocupó el cargo de primer ministro. Incorporó a tres integrantes de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), presidida por Gil Robles.  

¿Dónde podemos encontrar las razones de esta derrota de la izquierda? 

Frank Mintz, en su obra Autogestión y sindicalismo da cuenta que: “Para las elecciones  de noviembre de 1933, la CNT llevó una intensa campaña de abstención: “Frente a las urnas, la revolución social”, planteaba. Si las derechas triunfaban en el escrutinio  “se desencadenaría la insurrección”, afirmaban los dirigentes de la CNT. La derrota de los republicanos y la izquierda la había producido el boicot de la CNT y la bronca de las masas por la impotencia reformista del gobierno republicano. La CNT había librado a una campaña antielectoral de grandes alcances, llevada a tambor batiente bajo el lema de Casas Viejas (pueblo en el que había tenido lugar una violenta represión contra los anarquistas). “Todos sus medios, que eran cuantiosos, fueron empleados para la declaración de una huelga sin precedentes: la huelga electoral. Se celebraron por los anarquistas mítines en serie, se difundió  propaganda a manos llenas. La consigna “No Votar” llegó a ser acuñada en la moneda fraccionaria corriente. Dos grandes diarios (Solidaridad Obrera de Barcelona y CNT de Madrid) y multitud de semanarios sembraron la consigna por todos los pueblos y aldeas de obediencia sindicalista. En vísperas de los comicios en la Plaza de Toros Monumental de Barcelona se celebró uno de los mítines “monstruos”, ante cien mil personas…”. El desarrollo de una tendencia insurreccional no era una simple expresión de deseos, o una deducción mecánica del boicot electoral. Tendría lugar meses después. Es importante  responder a las razones profundas que llevaron al éxito de la campaña de boicot. Luego del alumbramiento de la segunda República, las Cortes Constituyentes (Asamblea Constituyente) cumplían con su cometido de aprobar una constitución. Había tres cuestiones fundamentales que debían resolver: la cuestión agraria, el problema del ejército y la Iglesia. Peirats señala “ Un primer proyecto cortaba por lo sano. Se disolvían todas las órdenes religiosas y se nacionalizarían  sus inmensas riquezas inmuebles, quedaría totalmente suprimido el presupuesto del clero y culto, y separados el estado español y la Iglesia. Pero los dos ministros conservadores (presidencia y gobernación), amenazaron con desencadenar la crisis si esto quedaba aprobado. Azaña (presidente de la república) presentó entonces una enmienda: las órdenes religiosas subsistirían en espera de una ley que regularía su existencia. El presupuesto del clero se seguiría abonando durante dos años. ”Quedaban disueltas las órdenes religiosas que imponían además  de los tres votos canónicos (castidad, pobreza y obediencia), otro especial de obediencia a autoridad distinta de la legítima del estado”. Una maniobra, perfectamente superable por parte de la Iglesia. Los oficiales del ejército siguieron gozando de sus pasados privilegios. Y los bienes inmuebles de los terratenientes (la Iglesia uno de los principales) no fueron tocados. La nueva Constitución fue una expresión de la protección por parte de la burguesía al comando de la República, de las viejas castas, que se rehusaba a tocar algún privilegio de las rémoras de la monarquía (ejército, iglesia) y a sancionar una reforma agraria consecuente. Esta burguesía, sea con Alcalá Zamora o Azaña en el ejercicio de la presidencia de España, tuvieron la misión de defender los intereses de las castas mencionadas y del conjunto de la burguesía. Más allá de que su texto intentara disimularlo con ciertos maquillajes. Se creaba una nueva fuerza represiva, la Guardia de Asalto, y se atacaban las libertades democráticas y los derechos de la clase obrera. 

Las huelgas comenzaban a multiplicarse contra los despidos (Duro-Felguera, en Zaragoza, etc.). Así, en 1933, había en las cárceles españolas nueve mil afiliados a la CNT, víctimas de la represión durante levantamientos y luchas ocurridas en 1932. La burguesía republicana dejaba ver su propósito. Miguel Maura (ministro del interior del presidente Alcalá Zamora) decía: “El problema que  se nos planteaba era el siguiente. La monarquía se había suicidado y, por lo tanto, o nos incorporábamos a la revolución naciente, para defender dentro de ella los principios conservadores legítimos, o dejábamos el campo libre, en peligrosísima exclusiva, a las izquierdas y a las organizaciones obreras”. Alcalá Zamora decía lo mismo con otras palabras: “Una república viable, gubernamental, conservadora, con el desplazamiento consiguiente hacia ella de las fuerzas gubernamentales, la sirvo, la propongo y la defiendo.Una república convulsiva, epiléptica, llena de entusiasmo, de idealidad, más falta de razón, no asumo la responsabilidad de un Kerenski para implantarla en mi patria”. Eran los girondinos de la república española.

Como vemos, el abismo entre el gobierno que duró desde 1931 a 1933, representando a la República, con representantes incluso del partido socialista (cuya ala izquierda encarnada en  Largo Caballero) terminaría arrepintiéndose, y las reivindicaciones elementales de una república, sumadas a las del proletariado rural y urbano y los campesinos pobres pendientes no era susceptible de ser cicatrizado. La CNT anarquista, por eso pudo canalizar la campaña del boicot a las elecciones de noviembre de 1933 que llevaron a la derrota al gobierno, que llamándose de izquierda, capituló frente a lo más reaccionario de la política y la sociedad española. No había margen. La clase obrera española  iría a tomar en sus manos la lucha consecuente para imponer lo que la burguesía ya no podía, ni deseaba realizar.

El triunfo electoral de la derecha encabezada por Lerroux, presidente de la República en alianza con la CEDA, no tardó en manifestarse con medidas contra la clase obrera, tales como la disminución de salarios, aumento de los alquileres y los desahucios (desalojos). Los anuncios realizados tiempo antes en el gran acto anarquista de Barcelona acerca de la consecuencia del triunfo electoral de la derecha, no tardarían en hacerse efectivos. Según Hugh Thomas: “Las primeras dificultades de Lerroux surgieron de una serie de desafíos provenientes de sectores influenciados por los anarquistas. Estos atacaron puestos de la guardia civil e hicieron descarrilar el express de Barcelona…”. “En Madrid hubo una prolongada huelga de empleados de teléfonos. En Valencia y Zaragoza se plantearon huelgas generales que duraron varias semanas. La gran huelga general de Zaragoza iniciada para pedir la libertad de los prisioneros detenidos por el gobierno del año anterior duró nada menos que 57 días. La CNT nunca pagaba compensaciones por huelga, pero la resistencia de los obreros dejó asombrado al resto del país.”  En ese contexto, y dentro de un clima de tensión política y social considerable, “el 8 de diciembre  se instaló en Zaragoza un comité revolucionario dirigido por Buenaventura Durruti, Cipriano Mera y el doctor Isaac Puente. Durante varios días luchó contra la policía, reforzada por el ejército y respaldada por tanques.” De los sucesos de Zaragoza y en otros sitios “hubo 87 muertos, muchos heridos y 700 prisioneros”. Según el mismo Thomas: “No es de extrañar que se extendiera a la militancia de la UGT, especialmente en su sección más extensa… la FNTT agraria. Sus miembros se veían afectados  por la reducción de los salarios, consecuencia  de la actuación de los presidentes de derechas nombrados por el ministro radical del Trabajo, José Estadella, para los comités de arbitraje de Largo Caballero”. 

La beligerancia de los obreros rurales crecía al ritmo del envalentonamiento de la oligarquía por el respaldo del gobierno derechista. Aunque la ley de Reforma Agraria continuaba vigente, su aplicación se abandonó de hecho. Generales golpistas como Sanjurjo, y todos los implicados en el golpe de 1932 fueron dejados en libertad.

Así fue madurando la necesidad de superar la república burguesa. Una fracción del Partido Socialista bajo la dirección de Largo Caballero sacó la conclusión de que la salida era la revolución social. Y en función de esta progresiva conclusión planteó la necesidad de una Alianza Obrera, en especial dirigida a la CNT. De tal forma fue germinando la insurrección de Asturias. El punto de vista de Largo Caballero triunfó al interior de su partido, no sin ocasionar una escisión. Sus elementos moderados renunciaron al Comité Nacional. “A partir de entonces, los socialistas  empezaron a organizar el entrenamiento militar de sus juventudes,….” (Hugh Thomas). 

Pero Broué señala: “El primer resultado práctico  de esta nueva orientación (la de los socialistas) la organización auspiciada por él, de la “Alianza Obrera”, frente único de los partidos y sindicatos obreros al cual los comunistas y la C.N.T, salvo en Asturias no se sumaron”.

Del movimiento insurreccional  auspiciado por Largo Caballero: “En Madrid, la UGT proclamó una huelga general, y algunos militantes socialistas avanzaron disparando hacia el ministerio de la gobernación, situado en la Puerta del Sol. Los acompañaron unos cuantos oficiales jóvenes. Pero la CNT no”. “El campo, agotado por las huelgas anteriores de aquel año permaneció inactivo. La Alianza Obrera solo se había extendido en Madrid a los socialistas y algunos  grupos menores. Hubo una confusión general. Al acabar el día, el gobierno se había hecho dueño de la situación y los dirigentes socialistas habían sido detenidos” (Hugh Thomas). Pero la derecha también se estaba preparando para imponerle una derrota a la clase obrera española. Los carlistas, la CEDA, la Falange Española se estaban aprestando para la contrarrevolución. Por esos días, en Cataluña, como fruto y respuesta al nombramiento de miembros de la CEDA en el gabinete nacional, había crecido el nacionalismo separatista. Hugh Thomas nos dice: “Sin embargo esta rebelión catalana fue aplastada con la misma rapidez que la huelga general en Madrid. Hubo algo de lucha entre los escamots de Dencas (fuerza paramilitar de la Esquerra catalana, cuyo jefe Dencas había reprimido a los anarquistas) y los mozos de escuadra (fuerza de seguridad creada en Cataluña en tiempos de la monarquía). Resultaron muertas cuarenta personas. Los anarquistas se mantuvieron al margen. Diciendo que no colaborarían con los socialistas, a no ser  que estos dejasen de colaborar con la Esquerra. Dencas se apresuró a  arrestar a Durruti y a otros dirigentes anarquistas. Sobre el levantamiento de Barcelona el anarquista José Peirats da cuenta de los siguiente: “En Barcelona los sucesos tomaron  un sesgo trágico-grotesco. La CNT se había encontrado allí ante una difícil situación. Los insurgentes eran sus peores enemigos” (se refiere a Dencas y la Esquerra catalana). Y continúa aclarando: “La víspera de la insurrección  la policía de la Generalidad había encarcelado a tantos anarquistas como pudo echar mano. Entre los encarcelados  figuraba Durruti. La misma policía  había declarado la huelga general obligando a los obreros  de las fábricas a abandonar el trabajo. Los sindicatos estaban clausurados desde hacía mucho tiempo. La censura de prensa había tachado completamente el número de Solidaridad Obrera de aquel 6 de octubre.” La CNT, frente a la represión y cierre de sindicatos, había publicado una declaración rechazándolas. Y luego pasó a la acción: “Cuando los confederales (CNT) del Sindicato de la Madera procedieron a abrir sus locales precintados, intervino la fuerza pública entablándose un furioso tiroteo. La radio oficial al instante daba cuenta del suceso diciendo que se estaba luchando contra los fascistas de la FAI”. Esta última afirmación era una provocación mentirosa, ya que las FAI (Federación Anarquista Ibérica) no eran fascistas. Peirats aclara la finalidad contrarrevolucionaria de los nacionalistas catalanes, en “defensa” de la República: “Por la tarde hubo un gran despliegue de guardias y escamots frente a las oficinas de redacción de Solidaridad Obrera, que fueron asaltadas y clausuradas  al mismo tiempo que los talleres donde se confeccionaba el diario. Al anochecer comenzó la parada de la fuerza pública y de nutridos grupos de paisanos armados con Winchesters”. Los paisanos eran los paramilitares de la Esquerra. Los hechos de Barcelona revelan, del mismo modo que otros, antes y durante la guerra civil española, la conducta de la burguesía republicana (tanto española como catalana) que coloca su mira en liquidar a la vanguardia obrera, clausurar sindicatos y publicaciones obreras y encarcelar a los luchadores. La constatación de lo señalado lo relata el propio Peirats: “Casi al mismo tiempo  se proclamaba el estado de guerra por el general Batet (catalán que servía al poder central español). Unos quinientos soldados dispersaron fácilmente a los amotinados (se refiere a los escamots de la Esquerra), guardias de asalto comprendidos, quienes arrojando las armas, se retiraron a sus domicilios. Bastaron unos cuantos cañonazos con proyectiles sin espoleta sobre las fachadas de la Generalidad y del Ayuntamiento para que el Estado Mayor insurgente se rindiera”. Pero, ya entonces había realizado el trabajo sucio de actuar como fuerza de choque contra los trabajadores: miles de obreros estaban en las cárceles. Tanto  Thomas, como Peirats, afirman que la Esquerra republicana burguesa actuó en forma abierta en una acción decididamente represiva junto al gobierno de la Generalitat clausurando sindicatos y periódicos obreros. 

La insurrección de Asturias

“La insurrección de Asturias será para los trabajadores españoles, tanto anarquistas como socialistas, una epopeya ejemplar, el primer intento  de los obreros para la toma del poder con organismos de clase, sus comités revolucionarios, de reclutar tropas, de armar a los obreros, en una palabra, de edificar su propio estado, contra el Estado de la oligarquía. Su lema: “U.H.P. (Unión de Hermanos Proletarios) se convirtió en el de toda la clase” (Pierre Broué).  Efectivamente, eso fue la revolución obrera de Asturias. 

¿Qué impulsó al proletariado asturiano a esa insurrección? 

En primer lugar, la conclusión de que la burguesía había demostrado, al mando del estado republicano  su inviabilidad para la resolución de  las reivindicaciones democráticas y obreras. En segundo lugar el triunfo de Hitler y el nazismo en Alemania en 1933, aplastando las libertades democráticas, liquidando las organizaciones obreras, derrotando a la clase obrera, y el de Dolfuss, un católico de derecha en Austria, más la incorporación de la derechista CEDA al gobierno republicano, planteó el temor de un copamiento fascista del poder. 

La conclusión de la Alianza Obrera entre socialistas y anarquistas en Asturias surgía de la comprensión de que solo un frente único obrero podría impedir el avance del fascismo. Largo Caballero del Partido Socialista, la UGT y a la CNT  tomaron la decisión de impulsar la Alianza Obrera.

En Murcia, durante la campaña electoral Largo Caballero llegó a decir: “Nosotros no hemos dicho nunca que se pueda socializar  todo de un día para el otro. Por eso en nuestras tácticas aceptamos y propugnamos un periodo de transición, durante el cual la clase obrera, con todos los resortes del poder político en sus manos, realiza la obra de socialización y el desarme económico y social de la burguesía. Eso es lo que nosotros llamamos la dictadura del proletariado, hacia la cual vamos”. Los hechos de Alemania y Austria habían tenido una importancia decisiva en sus conclusiones. Era evidente a todas luces el peligro del fascismo.  Todas las alas de la contrarrevolución en España estaban actuando en una vasta conspiración. Hughes describe la situación así: “El 31 de marzo de 1934, Antoni Goicoechea, el dirigente monárquico de las cortes, visitó a Mussolini, junto con dos carlistas (Rafael Olazábal y Antonio Lizarza) y el general Barrera (….). (Mussolini) “prometió a los rebeldes un millón y medio de pesetas, 20.000 fusiles, 200 ametralladoras, y 20.000 granadas, así como una ayuda más amplia cuando se produjera el alzamiento.” 

El ánimo de unidad fue reflejado en un artículo del periódico La Tierra escrito por un joven anarquista, dirigente de la CNT, Valeriano  Orobón Fernandez , cuyo contenido destaca Hugh Thomas. En la misma decía que el peligro del fascismo en España  en realidad era tan grande que se hacía necesaria una nueva alianza de la clase obrera. En Asturias esta aspiración se concretó en un frente único obrero en el que anarquistas, socialistas, el Bloque Obrero- Campesino, comunistas, la UGT y el bloque regional de la CNT se unieron en la Alianza Obrera que iba a organizar el levantamiento y vencer a la burguesía en Asturias. 

Hay quienes han comparado los acontecimientos de Asturias con la Comuna de París de 1871. Esa comparación tiene asidero, porque se arrancó el poder a la burguesía, se desarmó a su aparato represivo, y fueron los gloriosos obreros asturianos quienes resolvían sus destinos, expropiando a los explotadores. Su aislamiento también fue una de sus características. No obstante, nos corresponde como revolucionarios y socialistas reivindicarla, no únicamente por el heroísmo, sino porque constituye un jalón de la lucha por la revolución obrera para los socialistas. Y cabe enfatizar que fue parte de la preparación de importantes franjas de la clase obrera española  que enfrentaron a la reacción política y a la propia burguesía republicana en los años posteriores.

Hugh Thomas destaca: “El alzamiento de Asturias se preparó cuidadosamente en toda la provincia. Su cuartel general estaba en Oviedo, la capital, y se organizaron importantes acciones en las cercanas ciudades mineras de Mieres y Sama. La señal del alzamiento fue, como en todas partes, la entrada de la CEDA en el gobierno. Pero los mineros estaban muy bien organizados para el caso de que se produjera esta eventualidad. Tenían armas. Tenían dinamita. Contaban ya con comités  conjuntos de trabajadores para dirigir sus actividades. La reacción ante la conquista fascista del poder en Madrid fue la de desencadenar, en la medida de lo posible, una revolución total de las clases trabajadoras. Manuel Grossi en  “La insurrección de Asturias” (escrito en la cárcel de Cartagena en 1935) relata: “Hacia las ocho y media de la mañana del 5 de octubre se congrega sobre el ayuntamiento, ocupado por los obreros insurrectos, una multitud de más de dos mil personas. Proclamó desde uno de los balcones la República Socialista (Grossi habla en primera persona). El entusiasmo es indescriptible. Se suceden las vivas a la revolución  y a la República Socialista. Cuando consigo hacerme oír de nuevo, doy instrucciones para continuar la acción (…)”. Esto significaba, nos aclara Thomas, “ataques a los puestos de la Guardia Civil, iglesias, conventos, ayuntamientos y otros edificios de los pueblos y ciudades de la región.” Con ese entusiasmo, sin pérdida de tiempo, con una formidable resolución, con la voluntad consciente de arrancar una victoria “a los tres días  de iniciarse la revolución, gran parte de Asturias estaba en manos de los mineros. Todas las ciudades y pueblos capturados estaban controlados por un comité revolucionario que se hacía responsable de la alimentación y la seguridad de sus habitantes. Una emisora de radio instalada en Turón mantenía  la moral.” Pero arrancar la victoria imponía a los obreros insurrectos pertrechos bélicos; entonces “Las fábricas de armas de Trubia y La Vega (Oviedo)  fueron incautadas por un comité de sus propios obreros y se pusieron a producir día y noche. En los demás sitios se abandonaron fábricas y minas. Las oficinas de reclutamiento reclamaban los servicios de todos los trabajadores entre dieciocho y cuarenta años para el Ejército Rojo. Al cabo de diez días se habían movilizado treinta mil trabajadores”.  Y un dato, que es objeto de un destacado comentario de Thomas: “Hasta los anarquistas reconocieron la necesidad de una dictadura temporaria…..”. Es que la realidad viva, la lucha por la expropiación de los explotadores les permitía ver en carne viva la necesidad de que la mayoría explotada impusiera a la minoría explotadora su poder revolucionario despótico, como una necesidad imperiosa. ”Aquí se agotaban los debates abstractos y la necesidad de imponer por la fuerza una derrota a la clase capitalista. Pero la realidad también ofrecía dificultades: “La lucha se concentró sobre todo en Oviedo y en Gijón. Los 1500 hombres que constituían las tropas regulares con base en Asturias y otros sitios de la costa norte eran demasiado pocos y tuvieron que limitarse a resistir el sitio de su guarnición en el centro de Oviedo” (Thomas. H ).  Peirats agrega un dato : “En el centro industrial de La Felguera, otro foco anarquista , se construyeron los primeros blindajes para los vehículos y material de guerra, especialmente cartuchería”. No obstante, algo que iba a tener consecuencias en relación al desenlace del levantamiento fue que, si bien había armas, se carecía de municiones. El historiador Paco Ignacio Taibo ll  da cuenta de que tanto socialistas de la UGT, como anarquistas, se venían preparando para el levantamiento, haciendo referencia a que miembros de las juventudes socialista y también libertarias  fueron entrenados por ex sargentos en ejercicios disimulados por actividades excursionistas. Así mismo, el escritor mencionado afirma que las armas eran robadas pacientemente de las fábricas de Oviedo y Trubia, que otras las conseguían de contrabando. Todas eran escondidas en depósitos clandestinos proporcionados por los obreros.

Un dato de interés que revela una cierta diferencia con la Comuna de París es que se procedió a la requisa  de 9 millones de pesetas del Banco de España de Oviedo para financiar la revolución y privar a la burguesía de esa suma debilitándola. 

También hay que destacar la organización de los servicios médicos en la retaguardia.

Además de Oviedo, las ciudades que fueron el epicentro de la insurrección fueron Gijón, bajo la dirección anarquista; Mieres, a cuya cabeza estaban los socialistas de la UGT y las Juventudes Socialista; La Felguera, encabezada por la CNT anarquista.

José Peirats, hace referencia al principio del fin de la insurrección: “Casi al mismo tiempo (del inicio del levantamiento) aparecieron en las fronteras de Asturias las tropas de represión expedicionarias. La escasez de armamento y munición  produjo la caída de Gijón el día 10 (de octubre). La columna del general Ochoa, detenida en Grado, desvía hacia Avilés y avanza hacia Oviedo. En el puerto de Musel, bajo la protección de la escuadra, desembarcan los contingentes del Tercio y Regulares procedentes de África (marroquíes). Los focos  de la capital han inmovilizado a los batallones mineros. El día 18, con el enemigo cerca de Oviedo, perdido Gijón y arrasados los pueblos por la aviación, el gobierno revolucionario pone fin al movimiento con un manifiesto conmovedor: …. “Estimamos necesaria una tregua en la lucha, deponiendo las armas en evitación de males mayores (…) Es un alto en el camino, un paréntesis, un descanso reparador después de tanto surmenage. Nosotros, camaradas, os recordamos esta frase histórica: “Al proletariado se lo puede derrotar, pero jamás vencer. ¡Todos al trabajo y a continuar luchando por el triunfo!” 

El mismo autor describe: “La represión tuvo en Asturias una furia inverosímil: hacinamiento de presos, palizas, culatazos, descoyuntamiento de huesos, patadas en las partes viriles, asesinatos, matanzas colectivas”.

Hugh Thomas nos otorga más detalles sobre la ofensiva del gobierno republicano contra la revolución obrera: “El gobierno no solo llamó al general Franco, que conocía bien Asturias para dirigir la batalla contra los mineros, sino también a la Legión Extranjera y a las tropas marroquíes, porque dudaba que el ejército regular pudiera tener éxito.” Esto último, según señala Thomas, por la inexperiencia de los reclutas (y el temor al contagio revolucionario). Thomas da cuenta, lo mismo que Peirats,  de que el Comité revolucionario, al decidir la rendición, lo hacía debido a la ausencia de municiones, una clara desventaja  frente a un ejército al que no le faltaban.

La mayoría de las víctimas de la insurrección fueron obreras, y se contaron alrededor de 30.000 presos, además de represalias en términos de despidos y listas negras contra obreros socialistas, anarquistas, y de las otras organizaciones menores para impedir que pudieran obtener algún puesto de trabajo.

Para las elecciones de 1936, dos años después, se constituye el Frente Popular, un frente que “extiende” la Alianza Obrera de los partidos y centrales obreras, incorporando a sectores de la burguesía republicana (comprometida en la represión al levantamiento asturiano). Será un frente para frenar la combatividad obrera, un frente de conciliación de clases. 

Un punto central de la campaña electoral fue la sentida reivindicación de la libertad de los presos de Asturias. 48 horas después del triunfo electoral del Frente Popular, se amotinan los presos en las cárceles y las masas avanzan sobre las prisiones, liberando a los 30 mil presos. Ante este revolucionario accionar el nuevo gobierno frentepopulista saca una resolución de emergencia decretando libertades que ya se habían consumado. Se inicia otro capítulo en la lucha revolucionaria española. 

Conclusiones

La primera y fundamental conclusión de este acontecimiento histórico revolucionario es que solo la clase obrera podía enfrentar consecuentemente al fascismo en ascenso en España, y que así lo comprendieron los obreros asturianos. La burguesía republicana que combatió a sangre y fuego a la clase obrera, abrió las puertas al fascismo, mientras esgrimía el argumento de la conciliación de clases en el campo republicano, y reprimía al proletariado revolucionario en la ciudad y en el campo, liquidando la única posibilidad de derrotar al fascismo. En Asturias de 1934 hay que destacar la constitución de la Alianza Obrera, el frente único obrero. Que no pudo materializarse ni en el país vasco, ni en Madrid, ni en Cataluña, en gran medida por la oposición del stalinismo y el anarquismo. Esa es una de las causas centrales de la derrota asturiana: su aislamiento. Esto demoró una escisión al interior de las fuerzas armadas, que impidió que parte de la tropa apoyase la insurrección obrera. Así como reivindicamos la Comuna de París  como un hito y una enseñanza, un modelo de Estado Obrero, sin funcionarios privilegiados, un Estado barato, con salarios de funcionarios iguales a los obreros calificados, con cargos revocables, sin un ejército profesional, con el armamento del pueblo. De la misma manera lo hacemos con la Comuna de Asturias.

Vale la pena esta reivindicación, a partir de la aparición de nuevos gobiernos de ultraderecha en el mundo, con tendencias fascistas, al estilo de Meloni, Bukele, Milei, Narendra Modi y nuevamente Trump, cuyos ascensos han sido el fruto de políticas antiobreras de gobiernos que se han reivindicado progresistas, cuyos ataques a la clase obrera, han provocado el avance de la derecha. 

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