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Trotskismos, lucha armada y estrategia revolucionaria

Las polémicas con el pablismo y el morenismo en los 60-70 y la actualidad: entre el foquismo, el democratismo y la política socialista

Este trabajo fue elaborado para el III Evento Internacional León Trotsky, para una mesa titulada “Los trotskismos y la lucha armada” que finalmente no se concretó. Pablo Giachello presentó también una ponencia para la mesa “Los trotskismos y Venezuela” que publicaremos en una próxima edición de EDM.

La estrategia reformista, que aboga por una transformación pacífica y gradual del capitalismo al socialismo, fue combatida tempranamente por el marxismo revolucionario. El mismísimo Engels se enfureció con la tergiversación de su Introducción a Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850 para su publicación en Vorwärts en 1895, el órgano de la socialdemocracia alemana. Más tarde, Bernstein se valdría de estas tergiversaciones para atribuirle, nada más y nada menos que a uno de los fundadores del socialismo científico, compañero y colaborador más cercano de Marx, una estrategia reformista y parlamentarista. Rosa Luxemburgo saldó cuentas con Bernstein en Reforma o Revolución, donde explicó que el rechazo a la teoría del colapso del capitalismo (catastrofismo) estaba en la base del planteamiento reformista, opuesto a la estrategia revolucionaria. Lenin retomará la polémica contra el reformismo en su ¿Qué hacer?, dirigiéndose contra el ala socialdemócrata rusa que, escondida detrás del reclamo de “libertad de crítica”, ocultaba su oportunismo y su confluencia política y teórica con los Bernstein y los Millerand. Incluso Kautsky, mucho antes de transformarse en un “renegado”, en la época que fue “el maestro que educó a la vanguardia proletaria internacional”, será parte de la lucha teórica contra el sector revisionista y reformista de la II Internacional en su libro La revolución social

El estallido de la Primera Guerra Mundial y, sobre todo, el triunfo de la Revolución de Octubre significaron un revés categórico para los planteamientos reformistas y un espaldarazo sin precedentes al impulso de la estrategia revolucionaria a escala mundial. Sin embargo, la socialdemocracia continuó ocupando un lugar destacado y, en la mayoría de los casos, preponderante entre el proletariado europeo en el período posterior al triunfo de Octubre. A su turno, el estalinismo, traicionando el legado revolucionario, dio nuevos bríos a los planteamientos reformistas bajo la cobertura del prestigio usurpado al Partido Comunista de Rusia. La proclamación en el VI Congreso de la Internacional Comunista de la consigna “dictadura democrática de obreros y campesinos” fue el resultado de la “teorización” estalinista contra la revolución permanente, destinada a confirmar su oposición a la lucha por la dictadura proletaria. Más tarde, el viraje de la Internacional Comunista hacia la estrategia frentepopulista, tras los resultados catastróficos del llamado “tercer período”, reafirmó una línea de subordinación del proletariado a la burguesía “democrática”. La disolución de la URSS, finalmente, sería precedida por toda una política de “coexistencia pacífica” con el imperialismo mundial.

León Trotsky y la IV Internacional fueron los encargados de defender la estrategia, el programa, las tácticas y los métodos de la revolución proletaria. Asentado en la premisa económica de la revolución socialista, según la cual las fuerzas productivas han encontrado un chaleco insoportable en las relaciones capitalistas de producción y en los estados nacionales, Trotsky colocó todo el peso de su crítica en la “crisis de dirección del proletariado”. La madurez de las condiciones objetivas para la instauración del socialismo reclamaba la superación del atraso de las condiciones subjetivas, determinadas por la política contrarrevolucionaria de la II y la III Internacional. La IV Internacional fue la fuerza política heredera de la lucha consecuente por la revolución socialista, entendida esta como el único medio capaz de poner fin a la dictadura del capital, emancipar a la clase obrera de la explotación capitalista y, con ella, a la humanidad de todo tipo de opresión, inaugurando el tránsito histórico al socialismo.

El movimiento trotskista, sin embargo, no ha estado exento de adaptaciones políticas a lo largo de su historia. Las dificultades del trotskismo latinoamericano para consolidarse en el movimiento de masas, las presiones políticas del capital e incluso las “modas” políticas que han surgido en diferentes momentos históricos dentro de la propia izquierda, han llevado a diversas corrientes que se reivindican del trotskismo y la IV Internacional a adoptar desviaciones estratégicas, tanto hacia la izquierda como hacia la derecha. La vía de la acción directa, que promueve la sublevación de las masas contra el capital, su Estado y sus partidos, utilizando los métodos propios de la clase obrera, fue reemplazada, desde principios de los años 60 hasta mediados de los 70, por una estrategia foquista, que sustituye la construcción del partido proletario —cuya esencia radica en representar los intereses históricos de la clase obrera— por grupos armados desvinculados de la evolución política de las masas trabajadoras. Esta orientación se combinó con una adaptación a los movimientos nacionalistas burgueses más o menos radicalizados. Más recientemente, predominó en el movimiento trotskista una adaptación al régimen democrático burgués, sacrificando la independencia política de los trabajadores y subordinando el impulso de la acción directa de las masas —dos baluartes insustituibles en la lucha por la revolución socialista— a la obtención de escaños parlamentarios y la instalación de figuras electorales. Así, se puso en evidencia una tendencia al electoralismo democratizante. 

La actualidad de la lucha revolucionaria, la cual, a su turno, volverá a poner en agenda la lucha armada, plantea una confrontación de estrategias, apelando a una crítica implacable a las adaptaciones a derecha y a izquierda. 

La OLAS y la concepción foquista

Será bajo el influjo de la Revolución Cubana que el movimiento trotskista incurrirá, mayoritariamente, en una orientación foquista. El Secretariado Unificado (SU) de la IV Internacional, que reagrupó desde 1963 a las principales tendencias del trotskismo del momento (el pablismo-mandelismo, el morenismo y el posadismo) en una organización única, se sumará de lleno a la concepción foquista de la revolución latinoamericana. En oportunidad del lanzamiento de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS) en 1967, por parte del gobierno cubano, se reafirmó el pleno alineamiento del SU con el castrismo y su estrategia foquista para América Latina.

La conferencia de la OLAS marcó un punto de quiebre con todas las conferencias internacionales precedentes convocadas por direcciones de masas luego de concluida la Segunda Guerra Mundial. Las conferencias previas a la de la OLAS (las afroasiáticas, las de los partidos comunistas desde 1957 a 1960 e incluso la conferencia de la Tricontinental de 1966) estaban condicionadas por la línea de “coexistencia pacífica” entre los Estados obreros y el imperialismo y se limitaban a defender las revoluciones coloniales en los marcos de la democracia burguesa, planteando, en el mejor de los casos, una perspectiva lejana al socialismo. En cambio, el programa adoptado en la conferencia de la OLAS unió la lucha antiimperialista con la anticapitalista, superando el planteo etapista del estalinismo y el nacionalismo y sentando las bases de un planteo permanentista para América Latina. Pero los aciertos políticos-programáticos estuvieron profundamente condicionados por la ausencia del principal desafío estratégico de un planteo acabadamente socialista: la pelea por la construcción de partidos obreros revolucionarios en cada país latinoamericano. La conferencia de la OLAS reemplazó la estrategia de construir partidos obreros por la creación de focos guerrilleros en toda América Latina. El sujeto social sobre el cual debían estructurarse las guerrillas era el campesinado, que debían encontrar su vínculo con las masas urbanas a través de una asociación con los partidos comunistas estalinistas. La centralidad que la conferencia de la OLAS otorgaba al campesinado echaba por tierra una máxima del marxismo, a saber, que la clase obrera es el sujeto social portador de la transformación revolucionaria de la sociedad capitalista. Pasaba por alto, a su vez, una experiencia latinoamericana cercana en el tiempo: la Revolución Boliviana de 1952, liderada por el proletariado minero, a pesar de la condición mayoritaria del campesinado y minoritario del proletariado. Así, la conferencia de la OLAS exponía sus alcances y limitaciones: por un lado, daba un paso adelante en una ruptura programática con el planteo etapista, propio de la burocracia soviética y de las movimientos nacionalistas burgueses, por el otro, evadía la construcción del partido obrero revolucionario, elevaba al campesinado como el sujeto líder de la revolución social latinoamericana y mantenía una expectativa y un entendimiento con los partidos comunistas que —como lo habían demostrado la propia experiencia cubana y también la venezolana— sostenían una política de colaboración con la burguesía y traicionaban los procesos revolucionarios.1El Partido Socialista Popular de Cuba, la expresión cubana del estalinismo antes del triunfo de la revolución, condenó el asalto al cuartel de la Moncada e incluso mantuvo una política de colaboración con la dictadura de Batista. La colaboración del Partido Comunista de Venezuela con la burguesía nacional condujo al PCV a una capitulación que desató una fuerte lucha política con Fidel Castro.

No se trataba, claro, de darle la espalda a la OLAS desde una posición purista y sectaria. Política Obrera, la organización predecesora del Partido Obrero, reivindicando y reconociendo todos los aspectos progresivos de la conferencia de la OLAS, se colocó en ese campo revolucionario, aunque sin dejar de señalar sus límites y sosteniendo en alto la lucha por la construcción del partido obrero revolucionario como tarea estratégica. El SU, en cambio, se adaptó por completo y en forma acrítica a la línea castrista. Así, la corriente mayoritaria del trotskismo internacional incurriría en un aventurerismo que tendría consecuencias catastróficas. 

Desde noviembre de 1966 a octubre de 1967, el Che Guevara, liderando el Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Bolivia, puso a prueba la estrategia que el castrismo iba a catapultar como la orientación general de la OLAS para toda América Latina. Guillermo Lora, el dirigente trotskista boliviano del POR Masas, fue quien desarrolló, en el fragor de los acontecimientos, una crítica severa a la estrategia foquista. La posición de Lora contrastó con la del POR Combate, la tendencia liderada por Gonzalez Moscoso que, en tanto sección oficial del SU, se integró a la guerrilla del Che. Lora realizó su crítica respetando un método revolucionario elemental: declarando, desde el momento mismo en que el oficialismo boliviano denunció la existencia de una guerrilla actuante en los cañadones de Ñancahuazú, su solidaridad incondicional con los guerrilleros. 

“(…) el POR dice públicamente que se solidariza y apoya al movimiento guerrillero que acaba de estallar, según partes oficiales, en el sudeste del país. Se asume esta actitud sin previamente considerar su fortaleza o debilidad, sus virtudes y defectos. Los guerrilleros, pese a todas las limitaciones que puedan tener, son parte de la avanzada armada del pueblo. Sus objetivos son la liberación nacional y social y están al servicio del progreso y del avance de la historia: la violencia que utilizan se justifica por eso.”2Lora, Guillermo: “Revalorización del método de las guerrillas” en Revolución y foquismo, Ediciones RyR 2011.

Defendiendo ese método, Lora realizaba una crítica furibunda a Rodolfo Ghioldi, dirigente del Partido Comunista Argentino, que en su folleto No puede haber una “revolución” en la revolución rechaza de plano el método de la guerrilla, defendiendo la política de la coexistencia pacífica de Moscú. En la misma línea Lora criticó a Liborio Justo, que a través de su libro Bolivia: la revolución derrotada insinuó que la guerrilla boliviana era una aventura de religiosos que no sólo no provocaría la revolución sino que incluso favorecería la invasión yanqui a Cuba. Lora lo refutaba señalando que “la crítica revolucionaria de un movimiento armado no debe consistir en denunciarlo como ‘aventura de neófitos’, sino en descubrir sus defectos para procurar superarlos por medio de su efectiva ligazón con el movimiento de masas”.3Ídem.

Fue desde esta posición que Lora desenvolvió una crítica implacable al foquismo. Lora fue el autor de las Tesis de Pulacayo, que el congreso de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia hizo propias en noviembre de 1946. Estas Tesis, que en parte se materializaron en la revolución del 52, instalaron el planteo permanentista en un país atrasado como Bolivia, señalando a la clase obrera, en particular al proletariado minero, como el sujeto encargado de liderar la revolución, acaudillar al campesinado, y realizar las tareas democrático-burguesas inconclusas en combinación con tareas propiamente socialistas. Las Tesis establecieron, a su vez, los métodos de la revolución proletaria en Bolivia: la acción directa, la huelga general, la ocupación de las minas y el armamento de los trabajadores.  Sin embargo, el estallido revolucionario de 1952 encontrará al POR en un cuadro de enorme debilidad organizativa y, por sobre todo, condicionado por la orientación de la IV Internacional que el propio POR integraba. Bajo la dirección del pablismo, la IV Internacional impulsó el seguidismo a los partidos comunistas o a las fuerzas nacionalistas burguesas de los países semicoloniales. Pero la orientación de la IV Internacional pablista era exactamente la contraria de la que reclamaba la situación boliviana, a saber: una separación tajante del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) desenvolviendo una intensa pelea por catapultar al órgano de las masas en lucha, la Central Obrera Boliviana, como el órgano de poder obrero. Fue así que el POR vaciló en desarrollar una política revolucionaria de doble poder y se adaptó circunstancialmente al ala izquierda del MNR.4Rieznik, Pablo: “El POR en la Revolución Boliviana de 1952” en En Defensa del Marxismo Año 1 N° 2, pp. 93 a 97.

La crítica de Lora al foquismo delimitaba muy claramente a la guerrilla del foco. Mientras la guerrilla no es más que una de las formas legítimas que puede asumir la guerra emprendida por las milicias obreras o campesinas contra sus enemigos de clase, según lo indique el análisis concreto del momento histórico y las particularidades de la situación de un país dado, la concepción foquista considera que es el foco guerrillero quien crea las condiciones subjetivas de la revolución, sobre la base de acciones ejemplares. La guerrilla es una actividad propia de los explotados, una creación de las mayorías populares, es la guerra informal que libran los oprimidos contra los opresores y su Estado. El foco, en cambio, se organiza y actúa al margen de las masas y, en muchos casos, contra su resistencia, y vive gracias al apoyo que se le brinda desde el exterior. Al respecto, Lora fue categórico:

“Rechazamos el foco y apreciamos en lo que vale a la guerrilla. Algo más, consideramos que el proletariado y las masas explotadas en general deben incorporar en su arsenal el método de la lucha de las guerrillas, de la guerra informal. Sería absurdo sostener que la liberación de la clase obrera se hará indefectiblemente por el canal de las guerrillas, pero también sería arbitrario sostener que por principio no puede ni debe recurrir a esta forma de lucha”.5Lora, Guillermo: “Revalorización del método de las guerrillas” en Revolución y foquismo, Ediciones RyR 2011.

En su lucha política y teórica contra el foquismo, Lora desarrolla a fondo la polémica con el “Che” Guevara y su teorización sobre el foco insurreccional, plasmada en su folleto La guerra de guerrillas. Allí, Guevara sostiene que “no siempre hay que esperar a que se den todas las condiciones para la revolución, el foco insurreccional puede crearlas”. Guevara se refiere, evidentemente, a las condiciones subjetivas. Para Guevara, no sería necesario contemplar el nivel de maduración de la conciencia de clase de los trabajadores y las masas, lo que especialmente se refleja en el grado de desarrollo alcanzado por el partido revolucionario, para emprender la fase insurreccional de la lucha revolucionaria. Es decir, para Guevara, el foco insurreccional puede crear al partido revolucionario. Se trata de una grave desviación que Lora se encarga de refutar, ya que conduce al aventurerismo. El partido no se improvisa en los momentos decisivos o definitorios de la lucha o de la guerra civil. Por el contrario, el partido obrero revolucionario, nutrido de un programa y una estrategia, es el resultado de una construcción sistemática. Su dirección y sus cuadros se forjan en la lucha teórica y en el combate político, y también como dirigentes de las luchas reivindicativas o políticas de la clase obrera. Estas se transforman en escuelas de preparación, donde las tácticas y los métodos empleados deben ser sometidos a un escrutinio severo, para asimilar críticamente tanto las derrotas como las victorias. El foco, en cambio, se saltea todo este derrotero inevitable en el que se forja el partido revolucionario. No solo eso: por su práctica y por su método, el foco tiende a sustituir la propia acción y lucha de la clase obrera y, en consecuencia, atenta contra la estructuración de los trabajadores como vanguardia revolucionaria y alternativa de poder.

Lora atribuyó el fracaso de la experiencia foquista en Bolivia a la falta de conexión de la guerrilla de Ñancahuazú con el movimiento de masas e, incluso, a su carácter excesivamente foráneo, aunque reivindicó la solidaridad internacionalista. La ausencia de un apoyo decidido del movimiento estudiantil —que protagonizó masivas movilizaciones antigubernamentales entre mayo y julio del 67, pero sin transformarse en un movimiento de solidaridad con la guerrilla en el sudeste boliviano— fue una expresión muy clara del divorcio entre la guerrilla y el movimiento de masas. Lora señaló que “La tragedia se desarrolló ante la mirada atónita de un pueblo aparentemente insensible, sin que se levantase ni una sola voz para denunciar el asesinato en masas o el hecho de que los guerrilleros indefensos hubiesen servido para que los oficiales ejercitase su puntería”.6Ídem. E incorporó otro elemento importante que se encontraba en la base del fracaso de Ñancahuazú:

“Las guerrillas del Movimiento 26 de Julio eran parte del pueblo cubano; las de Bolivia, aunque en ellas participaron bolivianos, fueron traídas desde el exterior, por encima de toda consideración acerca de la situación del país. Desde el punto de vista de la revolución boliviana su exotismo las condenó al fracaso desde el primer momento…”7Ídem.

Mientras Lora desenvolvía esta crítica a la experiencia del ELN de Bolivia en 1967, Nahuel Moreno, aunque reconocía la necesidad de un trabajo en el movimiento de masas, mantenía su alineamiento a fondo con el planteo de la “guerra civil continental” impulsada por el castrismo, lo que continuaba pasando por el impulso del guerrillerismo. En 1968, Moreno señalaba:

“(…) qué organizaciones de clase revolucionarias planteamos que tomen el poder para combinarlas con: Constituyente, Abajo los gobiernos reaccionarios, Federación con Cuba, etc.? ¿Las organizaciones sindicales como antes? Creemos categóricamente que no. La dinámica organizativa de clase por el poder se concreta en: Todo el poder al ELN boliviano, las FALN venezolanas, y así por el estilo.”8Moreno, Nahuel: “Latinoamérica y la OLAS”, Estrategia n° 7 (ver https://ceip.org.ar/Estrategia-Nro-7).

Sin embargo, la crítica desarrollada por Lora al foquismo, en contra de la orientación del pablismo y el morenismo, permitió armar teórica y políticamente a la vanguardia boliviana, que en el IV Congreso de la Central Obrera Boliviana (COB), en mayo de 1970, votó una Tesis Política que se pronunciaba por la independencia política de la clase obrera y por la conexión de la lucha antiimperialista con la lucha por el socialismo, basada en un documento presentado por el POR Masas. El congreso constituyó, a su vez, un Comando Político formado por la COB, los principales sindicatos y los partidos de izquierda. El Comando Político se erigió como la dirección del movimiento popular, conforme a los puntos programáticos proclamados en la Tesis Política de la COB. Mientras que, entre agosto y octubre de 1970, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) sufría una devastadora derrota en la región de Teoponte, la clase trabajadora, bajo la dirección del Comando Político, bloqueaba a través de una huelga general el intento de golpe fascista por parte del general Miranda. Montándose en la extraordinaria iniciativa obrera, el general Torres asumió el gobierno e implantó un régimen nacionalista burgués de izquierda. Seguidamente, intentó avanzar en una cooptación e integración del movimiento obrero a su gobierno, ofreciéndole al Comando Político hasta el 50% de los ministerios de su gabinete. Pero el Comando Político, a pesar de las tentaciones de los estalinistas y nacionalistas, rechazó la participación de la COB en un cogobierno con el general Torres y, en su lugar, convocó a la formación de una Asamblea Popular con características similares a los soviets, es decir, un órgano de autoorganización de las masas, con delegados electos y revocables directamente en los lugares de trabajo, que en su breve existencia se definió como “órgano de poder obrero” y como “frente único antiimperialista dirigido por el proletariado”. A pesar de la profundidad y el alcance de este proceso, el grupo pablista de la IV Internacional, bajo la dirección de González Moscoso, se mantuvo al margen de estos acontecimientos y se enfocó en la reorganización de la guerrilla rural y el ELN, en colaboración con otras corrientes.

El 19 de agosto de 1971 estalla el golpe fascista en Santa Cruz de la Sierra, por parte del ala derecha del ejército. Los golpistas, liderados por el coronel Hugo Banzer, encarnan un planteamiento profundamente anticomunista. El golpe salió a enfrentar el fortalecimiento de la Asamblea Popular, órgano de las masas bolivianas en lucha, que expresaba abiertamente su tentativa de implantar el gobierno obrero y campesino. “Desde el momento de iniciación de la revuelta fascista en Santa Cruz hasta la partida de Torres del Palacio Quemado, transcurrieron tres escasos días y, sin embargo, fue un lapso suficiente para que las masas ganasen las calles; el centenar de muertos y el medio millar de heridos constituyen elocuentes y trágicas pruebas”.9Lora, Guillermo: Bolivia: de la Asamblea Popular al golpe fascista, Editorial El Yunque. El POR, que combatió con las armas en la mano el golpe fascista, sería acusado por las distintas alas del trotskismo de no haber planteado que la Asamblea Popular tome el poder antes del golpe y de no haber trabajado por la división del ejército y el armamento popular. Al respecto, Lora señaló:   

“No puede haber la menor duda de que es necesario el armamento de las masas, particularmente del proletariado, y la constitución de destacamentos de combate, esto porque en el momento insurreccional la política se manifestará a través de los métodos militares. Pero sería un grueso error considerar este problema al margen de la evolución política del país, proceso del que la movilización de las masas constituye uno de sus elementos más importantes.”10Lora, Guillermo: Historia del Movimiento Obrero Boliviano, tomo VI (1964-1974) (ver https://www.marxists.org/espanol/lora/hist-mov-obrero/tomo-6-(1964%20-%201974).pdf)

Lora fustigaba a los ultristas por intentar resolver la compleja cuestión del armamento popular, que se encuentra subordinada al nivel de movilización de las masas y la incidencia de esa movilización en las fuerzas armadas, al desafío de encontrar un generoso proveedor de armas para los diminutos grupos foquistas. Lora señala como “infantilista” esa afirmación, planteando que “El arsenal natural del pueblo boliviano se encuentra en los cuarteles, lo que supone que la avalancha revolucionaria repercute en el ejército”11Ídem., apoyándose en la experiencia de la revolución del 52. Lora señala que: 

“Ni en agosto de 1971 ni antes se dio esta situación en toda su plenitud, apenas si aparecieron las primeras y casi invisibles fisuras en el aparato militar (manifiesto de los clases y suboficiales de aviación, etc). No se puede deducir mecánicamente de este hecho la conclusión de que el ascenso de las masas era demasiado incipiente o que no habían posibilidades de victoria. (…) La Asamblea Popular fijó el esquema de la organización de las milicias, pero no pudo, en el corto tiempo de su existencia, resolver prácticamente el problema del armamento de las masas (…).”12Ídem.

A pesar de la experiencia boliviana, donde el trotskismo mundial jugaría su rol más importante desde el fin de la Segunda Guerra y donde la estrategia del foco insurreccional mostraría sus limitaciones insalvables, la orientación del SU de la IV Internacional para América Latina va a seguir siendo, en lo fundamental, el foquismo. 

El guerrillerismo argentino

La fusión entre el grupo de Nahuel Moreno, Palabra Obrera, y el Frente Revolucionario Indoamericano Popular (FRIP), liderado por Mario Roberto Santucho, en 1965, dio lugar a la creación del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT).  Pero para 1968 el PRT ya estaba escindido  entre las dos fracciones que le habían dado nacimiento. El SU, que como ya señalamos mantenía como orientación estratégica su adhesión al castrismo y al foquismo, designará como la sección argentina oficial de la IV Internacional a la organización de Santucho, ahora bautizada como el PRT El Combatiente, mientras que la organización de Moreno, denominada PRT La Verdad, será rebajada a la condición de simpatizante. 

En un conocido documento de febrero de 1968, Santucho establece los lineamientos de su ruptura con Moreno. El documento, titulado “El único camino hasta el poder obrero y el socialismo”, pone en evidencia la desorientación estratégica, desde el punto de vista del trotskismo, de quienes pasarían a ser la sección oficial de la IV Internacional. Para Santucho, “la tarea teórica principal de los marxistas revolucionarios, es fusionar los aportes del trotskismo y el maoísmo en una unidad superior” y destacaba “los esfuerzos de la dirección cubana por llegar a esa unidad superior”.13Santucho, Mario Roberto: “El único camino hasta el poder obrero y el socialismo”. IV Congreso del Partido Revolucionario de los Trabajadores, Argentina, Febrero de 1968. Ver: https://www.archivochile.com/America_latina/JCR/PRT_A/doc_de_PRT/prtde0003.pdf El planteo de Santucho no era en realidad nada original, pues ya había sido formulado por el propio Moreno seis años antes en su libro La Revolución Latinoamericana, cuando su organización, Palabra Obrera, se encontraba realizando un “entrismo” en el peronismo, incurriendo en una completa adaptación política al nacionalismo burgués -con resultados organizativos catastróficos. En aquel folleto Moreno afirmaba que “el maotsetunismo o teoría de la guerra de guerrillas, es la refracción particular en el campo de la teoría, de la actual etapa de la revolución mundial”, y que “el maotsetunismo y el castrismo reflejan, en el campo de la teoría, la realidad revolucionaria de la que son protagonistas”.14Moreno, Nahuel: La revolución Latinoamericana, pág. 45. Ver: /https://www.nahuelmoreno.org/escritos/La%20Revoluci%C3%B3n%20Latinoamericana-1962.pdf Apuntemos, a modo de registro, que el giro castrista de Moreno, reflejado en La Revolución Latinoamericana en 1962, había estado precedido por un rechazo a la revolución cubana durante todo el año 195915Así lo reconoce el propio Ernesto González, histórico militante morenista, en su Qué fue y qué es el peronismo, pág. 46. Ver https://ceip.org.ar/Que-fue-y-que-es-el-peronismo, caracterizando a la revolución liderada por Castro como un “golpe gorila” y equiparando al dictador Batista con Perón.

No se trata, claro está, de barrer cualquier tipo de diferencia entre los partidos de origen estalinista que lideraron una revolución, como en China, y los partidos comunistas que ahogaron y traicionaron los procesos revolucionarios, como en Italia, Francia, etc.. Tampoco se trata de pasar por alto o menospreciar los aportes a la lucha y a la técnica militar que significaron las experiencias guerrilleras en China, Cuba y Vietnam. Por el contrario, es necesario estudiar esas prácticas, para asimilarlas como parte del acervo revolucionario. Más aún, el proletariado revolucionario debe apropiarse, en la medida de sus posibilidades, de todos los avances existentes de la técnica militar, la cual progresa incesantemente de la mano de los Estados burgueses, en especial de los imperialistas, con el objetivo de mantener su tutelaje y control en determinadas zonas del globo y prepararse para nuevas y más violentas conflagraciones. Pero lo que revela una profunda desorientación estratégica, por parte de Santucho, el mandelismo y Moreno, es su intención de “fusionar el trotskismo con el maoísmo”. De esa manera, elevan a estrategia política lo que en realidad son aportes realizados en materia de táctica y técnica militar por parte de Mao. Así, la estrategia política revolucionaria, condensada por Trotsky en el Programa de Transición  y en la tesis de la revolución permanente, queda desdibujada dando lugar a planteos estratégicos de colaboración de clases, como lo es el “bloque de las cuatro clases”. En las revoluciones china y cubana, y lo mismo vale para la yugoslava y la vietnamita, actuaron partidos de origen estalinista o pequeño-burgués que avanzaron en una ruptura con la burguesía y en la expropiación del capital. Fueron ejemplos concretos de “esa variante poco probable” de la que hablaba Trotsky en el Programa de Transición.  Al respecto de esos procesos, importa rescatar lo señalado por Política Obrera algunos años más tarde:

“Un partido de origen stalinista o pequeño burgués que toma el poder y expropia a la burguesía no es un partido proletario revolucionario, aunque haya actuado revolucionariamente. Por su programa y tradición continúa poniendo una muralla entre la revolución en un país y la revolución mundial; por su burocratismo tiende a bloquear la gestión obrera y el gobierno obrero por la centralización burocrático-militar. Lo que resulta de aquí es un partido centrista de origen stalinista que oscila entre las presiones de la revolución, de un lado, y del imperialismo y el Kremlin del otro. Que concluya con compromisos más o menos estables con éstos, o con uno de los dos, dependerá de la evolución de la lucha de clases en el plano nacional y mundial”.16Altamira, Jorge y Magri, Julio: “Las ‘tesis’ del Comité Internacional”, Internacionalismo N° 3, agosto de 1981. Ver https://revistaedm.com/internacionalismo/internacionalismo-n-3/las-tesis-del-comite-internacional/

Efectivamente, unos meses después de que Santucho escribiera “El único camino hasta el poder obrero y el socialismo”, planteando al castrismo como la “unidad superior” entre el trotskismo y el maoismo, Fidel Castro apoyó la invasión de la Unión Soviética a Checoslovaquia con el objetivo de ahogar la Primavera de Praga. El gigantesco levantamiento obrero y juvenil antiburocrático en Praga, que empalmó con el Mayo Francés, con la ofensiva del Vietcong vietnamita y con un ascenso revolucionario internacional, instaló la lucha por la revolución política en Checoslovaquia. Su desarrollo habría significado un espaldarazo decisivo a la lucha por la revolución política en todos los Estados obreros degenerados, representando una amenaza mortal para el estalinismo y las burocracias restauracionistas. Castro, con su apoyo a la intervención militar soviética, daba cuentas  de los límites del giro progresivo emprendido por la dirección cubana con el impulso de la OLAS en 1967. Por otra parte, en febrero de 1972, Mao Tse-Tung recibía al presidente norteamericano Richard Nixon en China. El acercamiento de China con el imperialismo nortemericano había sido tejido a través de un viaje secreto de Kissinger al gigante asiatico el año previo, inaugurando la política de “coexistencia pacífica” de China con el imperialismo norteamericano. Este acercamiento se producía en el mismo momento en que recrudecían brutalmente los bombardeos y la ofensiva militarista yanqui contra la heroica lucha y resistencia del pueblo vietnamita, que, a partir de 1968, había lanzado la Ofensiva del Tet de la mano del Vietcong. El derrotero seguido por las direcciones de las revoluciones de posguerra pondría en evidencia el error estratégico que significó para las distintas expresiones del trotskismo internacional adaptarse o capitular ante las “modas” políticas del momento, sea el castrismo o el maoísmo. 

Cuando lo que hacía falta era defender el programa trotskista como la única expresión consecuente de la lucha por el internacionalismo proletario y socialista, Santucho, desde la concepción plasmada en su documento, define claramente la necesidad de una adhesión plena al castrismo, al que equipara con el guevarismo. Le recrimina a Moreno que su llamado “acuerdo estratégico con el castrismo” es inconsecuente, ya que no define de un modo claro sus posiciones ante las concepciones estratégicas y tácticas del líder cubano y tampoco lo “demuestra con su praxis”. De esta manera, Santucho le recriminaba a Moreno, que ese mismo año planteaba en Bolivia “Todo el poder al ELN”, que no pusiera en marcha la guerrilla en Argentina. Santucho intenta establecer una diferenciación entre el impulso de la guerrilla y la lucha armada, de un lado, y la teoría del foco, del otro. Sin embargo, su concepción de la lucha armada lo empuja a una concepción putchista o militarista con enormes puntos de contacto con el foquismo, pues Santucho plantea el inicio de la lucha armada y la guerrilla con independencia de una evaluación de la situación y las condiciones políticas concretas, en general, y de la evolución del movimiento de masas en particular. Santucho señalaba:

“El castrismo se encontró, como dirección revolucionaria ante una realidad objetiva que se le imponía: en América Latina no existen partidos revolucionarios fuertes; crearlos es una tarea que exige, en la época del gendarme mundial del imperialismo, una estrategia política y militar desde el inicio mismo de toda actividad revolucionaria. (…) Donde no existen partidos revolucionarios habrá que crearlos como fuerzas militares desde el comienzo. Donde existen y son débiles, habrá que desarrollarlos, pero transformándolos en fuerzas militares de inmediato… ”17Santucho, Mario Roberto: “El único camino hasta el poder obrero y el socialismo”. IV Congreso del Partido Revolucionario de los Trabajadores, Argentina, Febrero de 1968. https://www.archivochile.com/America_latina/JCR/PRT_A/doc_de_PRT/prtde0003.pdf

Como se ve, Santucho pretendía construir el partido revolucionario a través de la creación de una fuerza militar. Justamente lo que ya había fracasado en Bolivia un año antes y que Lora había criticado. Es por este motivo que el estallido del Cordobazo en mayo de 1969, la gigantesca huelga política de masas liderada por el proletariado cordobés, va a sorprender al PRT El Combatiente intentando armar la “guerrilla rural”. Ya con la constitución del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) la actividad del PRT pasará a estar dominada por las acciones militares, pero ahora de la “guerrilla urbana”. Aunque muchas de ellas fueron exitosas desde el punto de vista técnico, en gran medida por un cuadro de desarticulación de las fuerzas represivas como consecuencia del extraordinario ascenso obrero inaugurado por el Cordobazo, y que incluso despertaban simpatías entre los trabajadores, estos actos encerraban un límite infranqueable: sustituían la propia acción y evolución de la clase obrera por las acciones de un grupo armado que actuaba, como tal, por fuera de las organizaciones de masas. Mientras que la subordinación de la violencia revolucionaria a la política revolucionaria había sido una línea directriz de todos los grandes teóricos del socialismo científico, Santucho y el PRT El Combatiente hacían exactamente lo contrario: subordinaban la actividad política al armamento de su grupo y transformaban sus acciones armadas en su principal acción política. El propio Lenin ya había polemizado contra esta tendencia 70 años antes de la aparición del PRT-ERP.  

“Nosotros consideramos, por el contrario, que sólo pueden tener influencia real y seriamente ‘agitadora’ (excitante), y no sólo excitante, sino también (y esto es mucho más importante) educativa, los acontecimientos en los que el protagonista es la propia masa y que son originados por su estado de ánimo, y no escenificados ‘con fines especiales’ por una u otra organización. Opinamos que un centenar de regicidios jamás producirán la influencia excitante y educativa que ejerce la sola participación de decenas de miles de obreros en asambleas en las que se examinan sus intereses vitales y el nexo entre la política y estos intereses; la influencia que ejerce esta participación en la lucha, que pone en pie realmente a nuevos y nuevos sectores ‘bisoños’ del proletariado, alzándoles a una vida más consciente, a una lucha revolucionaria más amplia”.18Lenin, Vladimir: “Nuevos acontecimientos y viejos problemas” ver  https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1902/noviembre/000b.htm

La orientación foquista del SU y su alineamiento con el castrismo, como un atajo a la construcción del partido obrero revolucionario, concluirá en un completo fracaso. El derrotero del PRT-ERP, rompiendo con la IV Internacional en 1973 y señalando que “el movimiento trotskysta, es necesario aclararlo, agrupa a sectores heterogéneos. Desde aventureros contrarrevolucionarios, que se sirven de su bandera prostituyéndola, hasta consecuentes revolucionarios”19Santucho, Mario Roberto: “Por qué nos separamos de la IV Internacional”, agosto de 1973. Ver https://www.marxists.org/espanol/santucho/1973/agosto-b.htm#n1, había sido anticipado en Chile. Los militantes del SU en el país trasandino, constructores del MIR junto a sectores claramente alineados con el castrismo, terminaron siendo expulsados de la organización. Esto, a pesar de que el dirigente trotskista, Enrique Sepúlveda, había sido elegido como el secretario general del MIR en el primer congreso de la organización, en agosto de 1965. Para agosto de 1967, los trotskistas chilenos habían sido apartados de la organización. Ambas organizaciones tendrán una evolución hacia el frentepopulismo. El PRT-ERP planteará en el documento de su Comité Central, en julio de 1975, que “El paso a la oposición de importantes sectores políticos no proletarios que se está produciendo, en consecuencia, pone a la orden del día la construcción de un amplio Frente Democrático y Patriótico”.20Santucho, Mario Roberto: “Ante las posibilidades democráticas, ¡Forjar y fortalecer la unidad!”. Informe sobre la situación nacional presentado al Comité Central del Partido Revolucionario de los Trabajadores. Ver https://www.marxists.org/espanol/santucho/1975/vii-1975.htm El MIR, por su parte, se constituirá como la extrema izquierda de la Unidad Popular (UP) liderada por Salvador Allende. El gobierno de la UP fue un clásico ejemplo de frente popular, caracterizado por la contención y la conciliación de clases, así como por su prédica reformista. Es decir, pretendía alcanzar el socialismo por la vía pacífica, dentro de los marcos del Estado y de la democracia capitalista. Con esta política, terminó allanando el camino al golpe pinochetista.

Como se ve, el “desvío foquista” de parte de las fuerzas que se reivindican de la IV Internacional, desde principios de los 60 a mediados de los 70, escondía una marcada tendencia a la disolución en el nacionalismo burgués y en el frentepopulismo, confirmando que el ultraizquierdismo y la política democratizante suelen ser dos caras de la misma moneda. 

El democratismo hoy

Luego del reflujo del proceso revolucionario de los 70 lo que primó en las organizaciones que otrora habían sido defensoras del “guerrillerismo” fue la adaptación al democratismo y al nacionalismo, pero ahora sin una mascarada ultraizquierdista. Así, el morenismo caracterizó el triunfo de Alfosín como una “revolución democrática”, justificó la masacre de los militantes del MTP en La Tablada por parte de los militares y el gobierno de Alfonsín, se embanderó con el planteo peronista de la “justicia social” y pasó a reivindicar un “socialismo con democracia”. El mandelismo, por su parte, fue más lejos aún, y directamente pasó a integrar gobiernos burgueses frentepopulistas, como el de Lula en Brasil. No es el objetivo de este ensayo, sin embargo, realizar un repaso pormenorizado de todas las desviaciones a derecha del mandelismo y el morenismo en el último medio siglo. Pero el alejamiento de estas corrientes de una verdadera estrategia revolucionaria ha sido, evidentemente, una constante. La puesta a debate de la estrategia y la práctica política del trotskismo ocupa hoy, por ende, un lugar central, ya que pone de relieve hasta dónde ha permeado una política democratizante opuesta a una estrategia revolucionaria. 

En Argentina, la constitución en 2011 del Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) —integrado por el Partido Obrero, el PTS e Izquierda Socialista— representó una superación de todas las experiencias previas de coaliciones de izquierda en el país. Es que el FIT, y a partir de 2019 con la integración del MST el FIT-Unidad, se estructuró en base a un programa de independencia de clase y de lucha por el gobierno de los trabajadores. La simplificación de la lucha política, ofreciéndole a la vanguardia y a la clase obrera un único instrumento electoral clasista, representó un aporte significativo a la lucha por la separación de los trabajadores de los partidos capitalistas y a la proyección política de la izquierda obrera y socialista. Sin embargo, el Frente de Izquierda no avanzó en una mayor homogeneización política entre sus componentes. Las divergencias, que eran pre-existentes y se expresaban en posicionamientos tácticos, contenían una proyección estratégica.

En el núcleo de esas divergencias se ubica la polémica acerca de cuál debe ser la estrategia de la izquierda. Mayoritariamente, la izquierda ha ido avanzando en la idea de construirse como una mera etiqueta electoral, abocada a la proyección de candidatos y realizando concesiones políticas al nacionalismo burgués. Así, la mayor parte de la izquierda se fue alejando de una estrategia obrera, socialista y de lucha revolucionaria por un gobierno de los trabajadores, y puso en evidencia su tendencia a la integración, más o menos solapada, al régimen democrático burgués. El Partido Obrero, en cambio, ha defendido la estructuración de la izquierda como una fuerza política inserta en las organizaciones obreras, con el objetivo de impulsar y organizar la lucha de los trabajadores contra el capital y su Estado, como instancias preparatorias e insustituibles de una insurrección obrera y popular bajo una estrategia socialista. Así, progresivamente, se fueron cristalizando dos estrategias alternativas al interior del FIT-U. 

Estrategia democratizante vs. estrategia revolucionaria

Efectivamente, el PTS , quien detenta hoy los voceros de izquierda de mayor instalación pública, se fue cristalizando como un partido con una impronta profundamente electoralista. En su XIX Congreso de 2022, el PTS llegó a lanzar su fórmula presidencial con casi un año y medio de anticipación a las elecciones de 202321“Al FITU. El Congreso del PTS propuso a Myriam Bregman y Alejandro Vilca como precandidatos presidenciales” en La Izquierda Diario 21/06/2022. Ver: https://www.laizquierdadiario.com/El-Congreso-del-PTS-propuso-a-Myriam-Bregman-y-Alejandro-Vilca-como-precandidatos-presidenciales, no solo anticipándose a la izquierda sino también a todo el arco político patronal, y focalizó su plan de desarrollo político-organizativo entre “los votantes del Frente de Izquierda”. Así, el partido revolucionario no recluta en el seno de la vanguardia obrera y juvenil sino entre un electorado votante del FIT-U, con independencia de su procedencia social y su papel en la lucha de clases, quien pasaría a ser una especie de “nuevo sujeto histórico”.22“La fórmula del PTS, electoralismo de espalda a las luchas. El votante, un nuevo sujeto histórico” por Juan García en Prensa Obrera n° 1647. Ver https://prensaobrera.com/politicas/la-formula-del-pts-electoralismo-de-espalda-a-las-luchas En su intervención en todas las elecciones sindicales y estudiantiles de los últimos años, el PTS ha colocado como eje de sus materiales las caras de Myriam Bregman y Nicolás Del Caño, sus principales figuras electorales nacionales. El “detalle” representa toda una definición política: para el PTS las elecciones gremiales y estudiantiles no serían el ámbito donde educar a una vanguardia en un espíritu combativo, en la necesidad de recuperar las organizaciones obrera y estudiantiles para ponerlas al servicio de la organización y la lucha, sino el ámbito donde proyectar a sus candidatos. Otra arista de esta orientación electoralista han sido las concesiones políticas del PTS al kirchnerismo, con el objetivo de “morder” entre el sector del electorado más crítico de la evolución derechista del kirchnerismo. Fue así que el PTS señaló el juicio contra Cristina Fernández por la causa Vialidad como un “juicio cuestionado” en el cual “no se pudo probar un vínculo directo de Cristina con los hechos”.23“Causa Vialidad. En un juicio cuestionado, el fiscal pidió 12 años de prisión e inhabilitar a Cristina Kirchner” en La Izquierda Diario 22/8/2022. Ver: https://www.laizquierdadiario.com/En-un-juicio-cuestionado-el-fiscal-pidio-12-anos-de-prision-e-inhabilitar-a-Cristina-Kirchner El Partido Obrero, en cambio, sin dejar de denunciar las parcialidades, manipulaciones e intencionalidad política en el juicio de Vialidad, donde la justicia mostró su doble vara, como resultado de su alineamiento política con la oposición patronal, sostuvo la responsabilidad directa de Néstor Kirchner y Cristina Fernández en la corrupción de la obra pública bajo sus respectivos gobiernos.

Es evidente que entre la orientación electoralista del PTS y su histórico rechazo al movimiento piquetero existe un hilo conductor.  ¿Qué argumento puede ser válido para no ser parte del movimiento de lucha compuesto por decenas de miles de trabajadores informales y desocupados? En un país donde el 50% de la fuerza laboral se encuentra en la informalidad y sumida en la pobreza, la organización de este sector adquiere un carácter estratégico. No solo por el vasto universo que representa, sino también como un mecanismo para evitar enfrentamientos fratricidas dentro de la propia clase obrera y frenar la presión a la baja sobre el precio de la fuerza de trabajo. Es evidente que el PTS ha cedido ante las presiones del régimen cuando rechaza volcarse a la organización de este sector y, peor aún, cuando señala que los piqueteros no luchan en forma “voluntaria y consciente”. Reproduce, de esta manera, los prejuicios y estigmatizaciones que la burguesía lanza a la “opinión pública” con el objetivo de meter una cuña al interior de la clase trabajadora y de esa manera dividirla. El movimiento piquetero ha sido el movimiento de contenido obrero y popular más masivo de la Argentina, al menos durante todo el último cuarto de siglo. Se ha colocado a la vanguardia de la lucha contra todos los gobiernos, logrando instalar en el centro de la agenda política nacional el problema de la pobreza, la miseria, el trabajo en negro y los bajos salarios. La primera movilización contra el gobierno de Milei, a solo 10 días de su asunción, fue motorizada y liderada por el movimiento piquetero, acaudillando a los sindicatos combativos y a la izquierda. El movimiento piquetero representa, en gran medida, una de las principales herencias que la clase obrera heredó de la rebelión popular de 2001. Es por todo esto que el movimiento piquetero en general, y el Polo Obrero en particular, han sido los blancos predilectos de los ataques y la persecución política de la burguesía. 

En las “Tesis sobre la estructura, los métodos y la acción de los partidos comunistas”, aprobadas en 1921 en el III Congreso de la Internacional Comunista, se señalaba lo siguiente:

“…los comunistas deben participar en todos los combates espontáneos y en todos los movimientos de la clase obrera y tomar a su cargo la defensa de los intereses de los obreros en todos sus conflictos con los capitalistas (…). Sólo si se participa constantemente en ese menudo pero absolutamente necesario trabajo cotidiano, si se aplica el mayor espíritu de sacrificio en todos los combates del proletariado, el “partido comunista” podrá convertirse en un verdadero partido comunista. (…) Solamente colocándose al frente de las masas obreras en sus constantes escaramuzas contra los ataques del capital, el Partido Comunista puede ser capaz de convertirse en esa vanguardia de la clase obrera, de aprender sistemáticamente a dirigir en los hechos al proletariado y de adquirir los medios de preparar conscientemente la derrota de la burguesía”.24“Tesis sobre la estructura, los métodos y la acción de los partidos comunistas” en Programas del movimiento obrero y socialista, Ed. Rumbos.

Un partido que durante 25 años se ha mantenido de espaldas a la lucha de las masas más empobrecidas del país contra todos los gobiernos capitalistas ¿puede autodenominarse revolucionario? Es, de mínimo, cuestionable. 

Si hay algo que puso claramente en evidencia la orientación electoralista del PTS fue la gran rebelión popular chilena de 2019. Del 28 al 30 de septiembre de 2019 se realizó en Chile la Conferencia Nacional del PTR (la sección chilena de la FT-CI). De la Conferencia participó también Claudia Cinatti, del comité central del PTS. La principal tesis de la conferencia fue la siguiente:

“En este marco, priman rasgos de estabilidad relativa y el escenario electoral toma cada vez más peso, no solo hacia las municipales del 2020, sino también sobre las figuras presidenciales de 2021. El escenario más probable que observamos, es de un mayor predominio de la lucha política de partidos, principalmente en el terreno parlamentario, y ya el año siguiente con el inicio del ciclo electoral”.25Ver “Internacionalismo. Conferencia Nacional del PTR de Chile: las tareas de la izquierda revolucionaria” en La Izquierda Diario 4/10/2019 https://www.laizquierdadiario.com/Conferencia-Nacional-del-PTR-de-Chile-las-tareas-de-la-izquierda-revolucionaria

De la mano de esta tesis, el PTR establecía como su principal resolución político-organizativa lo siguiente: 

“intervenir con candidatos propios en las elecciones municipales del 2020. Para ello, iniciaremos nuestra legalización en Santiago, Antofagasta y Arica y buscaremos potenciar la recolección de firmas que ya iniciamos en Valparaíso como parte de lanzamiento de nuestro proyecto de partido a nivel nacional sumado a las regiones donde ya contamos con legalidad partidaria (regiones de La Araucanía, Los Ríos y Los Lagos)”.26Ídem.

Como se ve, la línea adoptada por la Conferencia del PTR no establecía, ni siquiera como una hipótesis improbable, la emergencia combativa de las masas chilenas. En consecuencia, ponía todo el acento de su intervención en la preparación electoral. Sin embargo, el 7 de octubre de ese mismo año, comenzaban los “molinetazos” de los estudiantes secundarios contra el aumento del metro. Para el 18 de octubre, apenas dieciocho días después de concluida la Conferencia del PTR que hablaba de “estabilidad relativa” y de un cuadro dominado por el proceso electoral, estallaba en Chile una gigantesca rebelión popular, que puso en vilo a toda América Latina. Para el 25 de octubre, dos millones de chilenos copaban las calles de Santiago de Chile y de todo el país, derrotando el toque de queda decretado por el gobierno de Sebastián Piñera. El 12 de noviembre irrumpe el movimiento obrero organizado, con una huelga general que se transformaría en el principal hito de la rebelión popular. Como se sabe, la rebelión se extendió durante meses y condicionó todo el proceso político chileno desde entonces hasta la actualidad.

Bien visto, el “Manifiesto del PTS a 7 meses del gobierno de Milei”27“Argentina: Manifiesto del PTS a 7 meses del gobierno de Milei. Que la crisis la paguen los grandes empresarios que ganan millones” en La Izquierda Diario 30/7/2024. https://www.laizquierdadiario.com/Que-la-crisis-la-paguen-los-grandes-empresarios-que-ganan-millones-257037, ha dado nuevas muestras de su tendencia electoralista. Es que el Manifiesto aprobado por la Conferencia del PTS pone el eje de su intervención política en el desarrollo de una delimitación de orden programática con las fuerzas del sistema. Por eso el Manifiesto se titula “Que la crisis la paguen los grandes empresarios que ganan millones”. Dejemos por un momento de lado el carácter concesivo del planteo dirigido exclusivamente contra “los grandes empresarios que ganan millones” (siendo que la inmensa mayoría del proletariado industrial de nuestro país trabaja en las denominadas “pequeñas y medianas empresas” que ejercen un papel tan explotador y antiobrero como el que ejercen los “grandes empresarios”). Detengámonos en registrar el eje ordenador del Manifiesto del PTS: proceder a desarrollar una lucha política de “orden programática”. En cambio, un mes antes de la Conferencia del PTS, el XXIX Congreso del Partido Obrero emitió un Manifiesto que pone el acento de su intervención política en la lucha por sublevar a la clase trabajadora contra el gobierno antiobrero: “Preparar la huelga general para derrotar a Milei”.28“A los trabajadores y al pueblo. Preparemos la huelga general para derrotar a Milei.” Ver https://po.org.ar/declaraciones/a-los-trabajadores-y-al-pueblo/ Aunque el Manifiesto del PTS se pronuncia por el paro, el plan de lucha y la huelga general, y el Manifiesto del PO también desarrolla una delimitación programática, lo que importa detectar y contrastar es cual es el eje de intervención política de cada partido. Mientras el del PO se inscribe en una orientación de acción directa dirigida a promover la caída del régimen mileista, el del PTS apunta a una acumulación electoralista. 

La evolución de la situación política argentina, con una caída significativa de la imagen del gobierno de Milei, llevó a que en octubre de 2024 el Partido Obrero pasara de plantear la lucha por la huelga general para “derrotar a Milei” a plantear directamente el “Fuera Milei”. De esta manera, el PO busca convertirse en el vocero político de un sentimiento popular creciente que choca con todo el régimen político burgués, ya que no solo plantea la expulsión del gobierno, sino que también cuestiona la política del peronismo de “preparar las elecciones de 2025 y 2027” – e incluso su variante más “radicalizada”, que propone el juicio político a Milei con el objetivo de canalizar el rechazo popular contra el gobierno por una vía institucional. Aunque es significativo que, a excepción del PO, ninguno de los partidos que se reclaman del trotskismo levante la consigna “Fuera Milei”, esto no debería sorprender. El PTS rechazó levantar la consigna “Fuera Trump” en 2020, en el marco de la rebelión popular en Estados Unidos desatada luego del asesinato policial de George Floyd, y “Fuera Macron” en el contexto de la gigantesca huelga general desatada en Francia contra la reforma previsional en 2023. Izquierda Socialista, que rechaza el “Fuera Milei”, defendió sin sonrojarse el “Fuera Maduro” en 2019, en el marco de la tentativa golpista de Juan Guaidó y el imperialismo estadounidense, y el “Fuera Dilma” en 2016, durante el impeachment impulsado por la reacción brasileña y el imperialismo. El grupo liderado por Jorge Altamira, Política Obrera, que rompió con el Partido Obrero en 2019 levantando la consigna “Fuera Macri” en pleno proceso electoral —pasando por alto que, con una pose combativa, en realidad contribuían al recambio presidencial peronista— ahora, al igual que el peronismo, se rehúsa a levantar el “Fuera Milei”.

Golpe a la independencia obrera

Más grave aún que las concesiones políticas hechas por el PTS al kirchnerismo fueron las posiciones adoptadas por Izquierda Socialista y el MST en el balotaje argentino de 2023.  Representó el golpe más significativo dado por los partidos morenistas a la lucha por la independencia política de los trabajadores en la Argentina desde la creación del Frente de Izquierda. Su llamado a votar por Massa en el balotaje, en nombre  del acompañamiento “a los millones que con la nariz tapada van a votar a Massa para que no gane Milei”, representó el apoyo de Izquierda Socialista y el MST al candidato que contaba con la venia de una fracción considerable del imperialismo nortemericano y de la burguesía nacional, y que durante cuatro años fue el encargado de aplicar junto a los Fernández el ajuste fondomonetarista contra los trabajadores y el pueblo argentino. Para disimular su adaptación política forzaron una caracterización: equipararon un eventual triunfo de Milei con un “ascenso del fascismo”. Sin embargo, Milei nunca lideró un movimiento pequeñoburgués de masas capaz de atacar o destruir las organizaciones obreras. No se trataba, claro, de despreciar la orientación represiva y reaccionaria de Milei. El Partido Obrero señaló tempranamente la tentativa de Milei de instaurar una “democracia de infantería”. Sin embargo, confundir eso con el fascismo representa un embellecimiento de la democracia burguesa, que desarma políticamente a la vanguardia obrera. Por un lado, porque absuelve a la democracia de su carácter profundamente represivo. Por el otro, porque llama a “derrotar al fascismo” con el sufragio universal, es decir, con los métodos de la democracia burguesa, no con los métodos de la clase obrera, que son los únicos capaces de derrotar al fascismo. Así, por enésima vez en la historia, el morenismo manipulaba el legado de Trotsky en función de una maniobra oportunista. Los diez primeros meses del gobierno de Milei dejaron en claro cuál fue la caracterización correcta: hubo un profundo reforzamiento del aparato represivo del Estado, una represión y persecución a los movimientos de lucha, en particular al movimiento piquetero,  pero de ningún modo se ha instaurado un régimen fascista. Por el contrario, la “clase media” fue protagonista de las movilizaciones más importantes que se han desarrollado hasta el momento contra el gobierno de Milei: la del 8 de marzo en el día internacional de la mujer trabajadora y las del 23 de abril y 2 de octubre en defensa de la universidad pública, con más de un millón de personas en las calles de todo el país, y con el desarrollo de un verdadero estudiantazo nacional.

En el balotaje argentino, el voto por Massa no empalmó, de ningún modo, con una rebelión popular ni con un ascenso del movimiento de masas frente a la emergencia del derechista Milei. Eso marcó una diferencia significativa con los balotajes de Chile en 2021 y de Colombia en 2022. Allí, Boric y Petro, respectivamente, fueron la expresión política distorsionada de ambas rebeliones populares. El voto por ellos buscaba conectar con las aspiraciones y expectativas de las masas protagonistas de la rebelión y derrotar a los derechistas, pero sobre la base de clarificar que no debía otorgárseles ningún apoyo político, ya que sus programas no venían a dar salida a las reivindicaciones motoras de las rebeliones y que, peor aún, venían a enterrar la rebelión mediante una vía institucional. Tampoco se dirimió en el balotaje argentino la posibilidad de la consolidación de un gobierno golpista, a diferencia de lo que sucedió en el balotaje brasileño de 2018 o en el balotaje boliviano de 2020. Por el contrario, Massa fue el principal exponente del gobierno saliente, que se encontraba jaqueado por la evolución de la crisis capitalista en Argentina e implementando un brutal ajuste contra el pueblo.

El golpe a la independencia política que significó el apoyo de IS y el MST a Massa en el balotaje argentino, ya estaba presente en la política de alianzas de estas fuerzas en otros países latinoamericanos, como Brasil. La organización hermana de Izquierda Socialista —la CST, integrante de la UIT-CI— durante casi 20 años realizó “entrismo” en el PSOL, un ‘partido amplio’ caracterizado por su orientación centroizquierdista y de colaboración de clases, hoy completamente integrado al gobierno de Lula. La organización del MST —RS, integrante de la LIS— aún se mantiene dentro del PSOL. El “entrismo” del morenismo y el mandelismo en el PSOL fue la vía para la disolución política de la izquierda trotskista en el frentepopulismo. El MRT (organización del PTS, integrante de la FT-CI), aunque no fue parte del PSOL, integró en 2016 y 2018 sus listas, cuando este postulaba como principal consigna la construcción de “un frente parlamentario comprometido con la reconstrucción y el desarrollo de Brasil”, en alianza con el PT, el PCdoB, PDT y PSB, y levantaba como candidata a Luiza Erundina, quien integró distintos gobiernos capitalistas llevando adelante incluso represiones contra los trabajadores. El PSOL ha quedado reducido a un sello electoral sostenido por un acuerdo superestructural entre distintas tendencias. Lejos de transformarse en un motor de la lucha de clases, se ha limitado a ser un apéndice del lulismo. Asimismo, la organización hermana de IS en Perú, Partido de los Trabajadores Uníos, fue parte del Frente Amplio, un agrupamiento democratizante opuesto a la estrategia de un gobierno de trabajadores. Todo este derrotero, pone en evidencia la tendencia electoralista que impera entre  una parte de la izquierda que se reclama del trotskismo. La disolución de la izquierda en frentes o partidos ‘amplios’ de carácter centroizquierdista —que agrupan bajo un mismo paraguas a organizaciones con políticas antagónicas y son dirigidos por camarillas cuyo objetivo es la obtención de cargos mediante la colaboración de clases— se evidenció como un obstáculo a la estructuración política independiente de la clase obrera.

El democratismo, la adaptación al régimen democrático burgués, se ha revelado como el desvío estratégico fundamental que enfrenta el trotskismo en la actualidad. 

A modo de cierre

Un debate sobre cuál debe ser la estrategia revolucionaria en nuestro tiempo plantea, antes que nada, una caracterización del momento histórico. Es evidente que el ‘nuevo orden mundial’ que el imperialismo proclamó tras la disolución de la URSS, con la intención de dar por concluido el proceso histórico iniciado por la Revolución de Octubre, ha colapsado. El estallido de la guerra en Ucrania en 2022, con la participación directa de las principales potencias imperialistas y militares, marcó un punto de inflexión en la tendencia global hacia una nueva conflagración mundial. Esta situación ha desencadenado una carrera armamentista a nivel internacional. El genocidio perpetrado contra el pueblo palestino por el Estado de Israel ha intensificado la tendencia a una regionalización de los conflictos bélicos en todo el Medio Oriente. Al mismo tiempo, los conflictos en el Sahel occidental, Sudán y la República Democrática del Congo continúan latentes, mientras el imperialismo arma a Taiwán, Japón y Corea del Sur para fortalecer su amenaza contra China, que responde con una escalada de ejercicios militares en el Mar de China Meridional. La cuestión de la guerra, las estrategias a seguir, y cómo manejar la creciente oposición de masas al genocidio en Palestina, se ha convertido en una prioridad en la agenda política de las principales potencias imperialistas, como se reflejó en las elecciones europeas de mediados de 2024 y en la campaña electoral presidencial de los Estados Unidos. Junto con las guerras han tenido lugar numerosas rebeliones populares en distintas partes del globo. En el continente asiático, el reciente levantamiento de la juventud trabajadora y estudiantil de Bangladesh forzó la salida de la primer ministro, rememorando el gigantesco levantamiento popular en Sri Lanka en 2022 que volteó al presidente. En el continente africano, la rebelión del pueblo de Kenia derribó una ley fondomonetarista y nuevas movilizaciones se suscitan con el objetivo de derribar al gobierno. Entre 2019 y 2021 se han desarrollado una zaga de rebeliones populares en América latina. En 2020 una enorme rebelión tuvo lugar en Estados Unidos, contra la violencia racial y policial. El dato más destacado, sin embargo, es la aparición en escena del proletariado en las principales metrópolis, como lo evidenció la gigantesca huelga general francesa contra la reforma previsional o el proceso de sindicalización en los EEUU y la enorme huelga automotriz de 2023. Como se ve, la brillante síntesis de Lenin, al resumir la fase imperialista del modo de producción capitalista como una “era de guerras, crisis y revoluciones”, ha cobrado una renovada actualidad. 

Esta caracterización, enraizada en el análisis de la dinámica histórica, coloca al partido de combate en el centro de la estrategia revolucionaria. Es necesario rescatar y reivindicar la vigencia histórica de la lucha por la construcción de partidos de combate de la clase obrera, pese a los esfuerzos, tanto de los defensores abiertos del capitalismo como de los personeros de una izquierda desmoralizada y democratizante, de relegar al partido obrero revolucionario al museo de las reliquias o de transformarlo en un aparato electorero. El partido de combate, concebido como una vanguardia organizada y disciplinada del proletariado, resurge en este escenario no solo como una necesidad, sino como un imperativo histórico.

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