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1934: Los fascistas son batidos en Francia por la movilización de la masa obrera

El Frente Popular vino a contener un proceso revolucionario

1934: Los fascistas son batidos en Francia por la movilización de la masa obrera

El Frente Popular vino a contener un proceso revolucionario

El 30 de enero de 1933 Hindenburg nombra canciller de Alemania a Adolf Hitler, y así el nazismo llegaba al poder en una coalición con los conservadores nacionalistas. Papen, por el lado de los conservadores, sería vicecanciller en un gabinete en que su partido era mayoritario, con la ilusión de que los nazis en minoría podrían ser controlados.  Tras el nombramiento de Hitler como canciller las NSDAP-DNVP, las SA y las SS organizaron belicosos desfiles de antorchas por Berlín. La división de los opositores y, especialmente,la política estalinista de mantener divididas las filas obreras por su ataque a la socialdemocracia, caracterizada como socialfascista, consolidarían el poder de Hitler. El Tratado de Versalles, impuesto al terminar la primera guerra mundial,que cargaba de fuertes indemnizaciones a Alemania, fue uno de los caballitos de batalla del ascenso de Hitler. Luego de su asunción el tratado fue ampliamente desconocido.

El ascenso nazi fue un golpe para toda la izquierda mundial: en muchos países amplios sectoresde la clase obrera entendieron plenamente que esto no era un gobierno capitalista más y que el combate a Hitler debía darse en las calles, en unidad y de inmediato.  En ese momento la Internacional Comunista (estalinista) todavía sostenía la teoría del socialfascismo, que equiparaba a la socialdemocracia  de los distintos países con el fascismo y llamaba a combatirlos por igual. Esta teoría, que sostuvieron hasta 1935,  los llevó a dar la espalda a los frentes únicos de la clase obrera para luchar contra el fascismo que tenía por objetivo directo destruir todo tipo de organización obrera y enfrentar contrarrevolucionariamente el avance de la revolución socialista. El frente único obrero para reagrupar a la clase  trabajadora contra un peligroso enemigo que se extendía por toda Europa, era combatido por el estalinismo mundial denunciando su carácter trotskista. 

Los obreros y los banqueros

La Gran Depresión, que tuvo su origen en los Estados Unidos, rápidamente se esparció por todo el mundo y los obreros franceses aun la sufrían a principios de 1934.  Europa no terminaba de salir de las catástrofes económicas de la posguerra y la depresión terminó calando hondo en los bolsillos de los trabajadores y en la clase media. Por supuesto, que una parte de los banqueros y grandes capitalistas, que, aunque vieron disminuidas sus ganancias, consiguieron minimizar las pérdidas a costa de la miseria y superexplotación de los obreros, campesinos y la pequeñoburguesía. 

Es en este clima descontento de las clases medias y donde la clase obrera -imposibilitada de hacer un frente único (por la división entre comunistas y socialistas) para enfrentar a la ultraderecha- no encontraba una dirección revolucionaria en Francia, donde el fascismo encuentra terreno fértil para armar sus fuerzas. Los fascistas franceses utilizaron el deterioro del poder adquisitivo de la población en general para encauzarlo en especial contra el gobierno del Radical-socialista Daladier (que había aceptado  darle asilo político “secreto” a León Trotsky en Francia) y luego contra el del Radical Camille Chautemps, acusaban a ambos de corruptos y de ser demasiado blandos con la izquierda y los inmigrantes, un discurso que rápidamente también iría contra los obreros en general. 

A fines de 1933 estalla un nuevo escándalo (varios se produjeron durante el año) que le vino como anillo al dedo a la derecha,en este caso implicaba a banqueros y organizaciones financieras. El director del Crédit Municipal de Bayonne, Gustave Tissier, fue acusado de poner en circulación más de 200 millones de francos falsos. Salió a la luz, rápidamente, que el autor material de la estafa era Serge Alexandre Stavisky, un financista de origen judío-ucraniano. Lo cual le sirvió en bandeja a los fascistas para multiplicar sus acusaciones contras los inmigrantes. Luego se supo de las conexiones que tenía el estafador con altos mandos del gobierno y que había sido beneficiado mediante 19 aplazamientos de un juicio por estafa, cuando el caso estaba bajo el control del cuñado de Chautemps, que en ese momento presidía el gobierno. Más tarde, Stavisky apareció muerto el 8 de enero de 1934. Lo cual dio  lugar a más especulaciones por parte de la prensa y  la derecha en general. Según la versión policial, se habría suicidado, pero los fascistas corrieron la teoría que había sido asesinado por órdenes de Chautemps, con el fin de evitar que otros escándalos salieron a la luz. Lo cierto es que este affaire produjo la dimisión de Chautemps acosado por todas las fuerzas políticas y asumió otro radical, Daladier. La derecha aprovechó el escándalo para sumar fuerzas movilizadas en medio de un gran enojo de la población contra el gobierno y los políticos en general.

Francia y el fascismo

“Naturalmente, en Francia se ha pensado durante mucho tiempo que el fascismo nada tenía que ver con este país. Por ser Francia una república, en ella todas las cuestiones son resueltas por el pueblo soberano mediante el sufragio universal. Pero el 6 de febrero, algunos miles de fascistas y monárquicos armados de revólveres, cachiporras y navajas han impuesto al país el gobierno reaccionario de Doumergue, bajo la protección del cual las bandas fascistas continúan creciendo y armándose. ¿Qué nos depara el mañana?” (Trotsky, León, ¿Adónde va Francia?). De esta forma describía Trotsky la situación en Francia a fines de febrero de 1934: las bandas fascistas habían forzado la salida de Daladier e impuesto un gobierno reaccionario.

Durante el mes de enero las organizaciones de derecha convocaron a distintas movilizaciones en Francia, la mayoría de ellas dirigidas a la Plaza de la Concorde en Paris donde habitualmente se concentraban las manifestaciones populares. 

Días antes de la manifestación del 6 de febrero se produce el despido del jefe de la Policía Jean Chiappe, una persona cercana a los fascistas y a la derecha en general, que siempre se había mostrado bastante “indulgente” con las movilizaciones armadas por la derecha. Las Ligas de extrema derecha utilizaron este hecho nuevamente para cargar contra el gobierno y relacionarlo con Stavisky, presentándolo como una suerte de intercambio de favores con el ala izquierdista del gobierno a cambio de apoyo parlamentario, que el gobierno no tenía por estar en minoría en el parlamento.

El 6 de febrero las fuerzas de derecha que habían estado movilizadas durante todo el periodo convocaron a la Plaza de la Concorde. La movilización fue importante en su número y fue llamada por diversas organizaciones, algunas de importancia y otras menores. Las Ligas de extrema derecha agrupaban a varios grupos: Action Française (Acción Francesa), la Ligue d’Action Française de carácter abiertamente monárquico, Camelots du Roi, las Jeunesses Patriotes, que reivindican la herencia de la Ligue des Patriotes, la Solidarité Française, y otros grupos, luego cercanos al franquismo español. Algunos de estos agrupamientos contaban con parlamentarios en el Concejo de Paris, otros se mostraban antiparlamentarios, sus números variaban entre algunos cientos y varios miles. Muchos contaban con financiamiento de la burguesía francesa.(Fueron ilegalizados en 1936 por el gobierno del Frente Popular;  los que se sostuvieron terminaron como colaboradores del nazismo durante la ocupación de Francia, en la Segunda Guerra Mundial). 

El 6 de febrero, por la tarde, las fuerzas de la Liga estaban concentradas en distintos puntos de París y deciden marchar a la Plaza de la Concord. Otros se ubicaron cerca del Sena para movilizarse directamente al Palacio del Eliseo, sede de la Presidencia de la República. Muchos de ellos marcharon armados con revólveres y cuchillos. Los grupos no estaban realmente coordinados para que esta manifestación tuviera la fuerza de hacerse del poder. Existían rivalidades entre ellos, algunos tenían intenciones de derrocar al gobierno en ese mismo momento y otros preferían mantenerse aún dentro de la legalidad del régimen burgués. 

Se produjeron disturbios durante varias horas que la policía de París término dispersando con un saldo de cerca de 20 muertos y más de 2000 heridos. En ese mismo momento estaba reunida la Cámara de Diputados y allí los diputados de la derecha intentaron aprovechar los disturbios  para dar un golpe: exigir la dimisión de Daladier. Pero la izquierda no lo avaló, cerrando el paso a una destitución inmediata. 

Daladier resuelve al día siguiente tomar una serie de medidas contra las bandas de derecha, redacta decretos y ordena detenciones. Pero la Justicia y la Policía deciden desobedecer esas órdenes: el jefe del gobierno francés perdía poder y apoyos. Varios de los ministros del gobierno deciden dar un paso al costado y restarle apoyo a Daladier, presionados por la derecha movilizada. El 7 de febrero por la noche Daladier decide dimitir, sin haber convocado a ningún tipo de movilización popular en apoyo al gobierno o contra las bandas de derecha. La Liga había cumplido parcialmente sus objetivos golpistas con la movilización del 6 de febrero. 

A partir de ese momento se arma un gobierno de “unidad nacional”, donde se reúne a las principales figuras de la derecha, pero también a varios radicales e incluso algunos izquierdistas. El gobierno presidido por el ex presidente de la república Gastón Doumergue, cuanta con el apoyo de una gran cantidad de diputados y coloca como ministro de guerra al mariscal Philippe Pétain, futuro colaborador de los nazis en la Francia ocupada durante la Segunda Guerra Mundial.

La acción del 6 de febrero fue parte de un complot en el que los centros de poder capitalista participaban hace mucho tiempo. La venían preparando con la intención de sustituir al actual gobierno por un régimen bonapartista de derecha. Los capitalistas percibían de antemano la agitación y el crecimiento de la intervención obrera antifascista y actuaron en consecuencia: para que la situación en Francia no se transformara en revolucionaria.

La huelga del 12 y la respuesta obrera

En Francia en los años 30 los trabajadores se reunían mayoritariamente en torno a las dos confederaciones de trabajadores, la CGT dirigida por los Socialistas y CGT-U, dirigida por los comunistas. Estas dos centrales surgen de una división de la CGT en 1921 (posteriormente se reunificaron en 1936). Los principales partidos que dirigían ambas centrales eran el SFIO, sección francesa de la Internacional obrera que se identificaba con la Segunda Internacional, dirigida por León Blum y el Partido Comunista Francés sección de la Komintern estalinista. Los trotskistas, una organización de menor envergadura, estaban representados por La Liga Comunista.

Las organizaciones sindicales y partidos de izquierda perciben el peligro de la manifestación fascista del 6 de febrero y deciden convocar a una movilización obrera para el día 9 de febrero. En la movilización las fuerzas policiales, ahora en manos de Doumerge, arremeten contra los manifestantes y causan al menos nueve muertos. Si la movilización de la derecha del 6 de febrero fue multitudinaria, tres días después las fuerzas de izquierda y los sindicatos movilizaron aún más. La jornada del 9 abrió las puertas a un paro general, tres días después.

El 12 de febrero, las centrales sindicales más importantes de Francia, la CGT (socialista) y la CGTU (comunista), deciden la convocatoria de una huelga general, la SFIO y el Partido Comunista Francés llaman también a una manifestación en las calles de París y todos confluyen en la Plaza de la Concorde.

Las centrales sindicales dirigidas por socialistas y comunistas estaban enemistadas en ese momento, eran contrarias al frente único,  y la movilización se convoca en forma separada. Pero al llegar al punto de encuentro los mismos manifestantes, la masa de las columnas obreras, deciden unificar las columnas y realizar un acto conjunto: las bases pasan por encima de sus direcciones y plasman en la realidad la necesidad de la unidad de los trabajadores para enfrentar a la derecha. “Aux barricades” (a las barricadas) fue la consigna usada por los manifestantes en 1934, la misma que se usó en el Mayo Francés en 1968 y luego por los chalecos amarillos en 2018 y la que se ejerció en las revoluciones de 1789, 1848 y la Comuna de París en 1871.

El Frente Único Obrero que surgió espontáneamente de la huelga y movilización del 12 de febrero fue desviado por la burocracia estalinista, para lo que después sería el armado del Frente Popular (que llegaría al gobierno en 1936): un frente formado por comunistas y socialistas con… el partido burgués Radical. Este frente tiene un componente de un Stalin desesperado, que ordena a los partidos comunistas integrados en la Komintern (tercera internacional dominada por el estalinismo) realizar un viraje y pasa de rechazar cualquier frente con los socialdemócratas, a plantear una política de alianzas con ellos, pero incorporando también a los partidos burgueses que se reclaman “democráticos” y antifascistas.

En “Un programa de acción para Francia”(1934), Trotsky manifiesta “Es muy característico de la burocracia obrera pequeñoburguesa asustada, sobre todo del estalinismo, haberse aliado con los Radicales “”para luchar contra el fascismo””, después de que los Radicales mostraran su completa incapacidad para luchar contra el fascismo. El acuerdo electoral con los Radicales, que era un crimen desde el punto de vista de los intereses históricos del proletariado, tenía por lo menos un sentido práctico en los marcos restringidos del parlamentarismo. La alianza extraparlamentaria con los Radicales contra el fascismo no es solo un crimen, sino también una idiotez.”

Recordemos que el radical Daladier había renunciado, sin ofrecer resistencia, presionado por la derecha fascista, para dar paso al ascenso del derechista Doumergue. La huelga general y la poderosa manifestación política de la masa obrera precipitaron la caída del gobernante bonapartista fascistoide.

La idea de frente único contra el fascismo, que había sido el eje de la agitación de la Liga Comunista francesa (trotskista) desde hacía tiempo, tomando el nefasto ejemplo del ascenso de Hitler en Alemania, empezó a  tener eco en las bases militantes de los partidos obreros y los sindicatos. En la constitución del Frente Popular se planteó la creación de comités de base. Trotsky tomó positivamente esta idea y llamó a la vanguardia obrera a impulsar los mismos. Comités de Base que representen a las propias masas en lucha, (serían prototipos de soviets), junto a la organización de  milicias obreras armadas  para enfrentar los ataques y provocaciones fascistas, en unidad de acción, debían ser las bases del frente único. El estalinismo tenía otros planes, entendían que la lucha debía tener una base parlamentaria y de alianzas con el partido Radical, de la burguesía imperialista que se reclamaba “democrática”.  Trotsky denunció esta orientación como una política de freno a las aspiraciones socialistas de las masas obreras y preparatoria de la derrota. 

Trotsky veía una fuerte tendencia de lucha en la clase obrera dispuesta a resistir y aplastar los avances de la derecha y llamó a construir comités de acción del Frente Popular en los barrios, pueblos y fábricas, alertando que la presencia de los radicales en el Frente  era la pata burguesa  para contener la lucha en el marco del sistema capitalista. Los revolucionarios deberían reclamar en todo momento que los radicales sean expulsados del frente y se avanzara estratégicamente hacia la lucha por un gobierno obrero. Las órdenes de Moscú, por supuesto, eran contrarias a esto. Es más intentaron que otros partidos “democráticos” de corte burgués y pequeño burgués ingresaran al Frente. 

Si los Radicales decidían formar parte de los Comités de Acción (cosa poco probable, porque no tenían miembros en las fábricas y barriadas obreras) lo harían en minoría y tendrían que terminar aceptando las reivindicaciones que la mayoría obrera discutiera y votara. La fuerza del proletariado se impondría: los comités serían instrumentos de lucha de las masas. Ninguna alianza política con defensores del estado burgués, los trabajadores debían llevar la experiencia hasta el final bajo el comando de una dirección revolucionaria fuerte y decidida: al fascismo se lo derrota en las calles y en las fábricas, con la lucha.

La emergencia de las luchas obreras y la agitación creciente entre los obreros llevó  al Partido burgués Radical a integrarse al armado del Frente Popular y su llegada al gobierno en las elecciones de 1936. Pero se oponían enérgicamente a la constitución de los Comités de Base, cuestión a la que se allanaron el PC y la socialdemocracia. Para el Partido Radical el Frente Popular aparecía como un recurso de contención ante el avance obrero. El Frente Popular era un frente de colaboración de clases constituido  por la Sección Francesa de la II Internacional (SFIO), el Partido Radical y el Partido Comunista Francés. Este último no integró con ministros el gobierno del Frente Popular que asumió en 1936, pero sí fue parte del bloque frentepopulista en el parlamento.

A pocos días del ascenso del gobierno del Frente Popular, estalla una ola de huelgas que sacuden el país con reivindicaciones muy atrasadas de los trabajadores franceses. Ocupaciones de fábrica, banderas rojas, millones en las calles y en huelga.Estas huelgas terminaron con importantes conquistas de la clase obrera y un acuerdo firmado en 1936, el Acuerdo de Matignon (por el nombre del hotel donde residía el presidente).  Las actas fueron rubricadas por León Blum y las dos confederaciones de trabajadores. Las conquistas incluían mejoras salariales, vacaciones pagas de 15 días y reducir la semana laboral de 48 a 40 horas, entre otros avances importantes. Pero el desarrollo de la Huelga General planteaba abiertamente el problema de imponer un gobierno de trabajadores. Esto fue contenido.

Los acuerdos de Matignon fueron arrancados a la burguesía en el marco de un alza en las luchas, pero a partir de allí el Frente Popular acentuó su carácter burgués y de freno a las luchas obreras. La burguesía no podía tolerar un nuevo avance de la clase obrera y a esto se sumó que las direcciones obreras no llevaron hasta el final las luchas planteadas. La experiencia llegó a su fin en 1938 luego del estallido del gobierno ante las peleas intestinas y las represiones a manifestaciones callejeras y nuevas huelgas. El Frente Popular había cumplido un papel reaccionario: el camino al fascismo y al infame régimen colaboracionista de Vichy estaba abierto. 

La misión del fascismo es la de aplastar a la clase obrera, destruir sus organizaciones y ahogar cualquier tipo de libertad política. No se puede  enfrentar al fascismo  haciendo alianzas con los partidos “democráticos” que defienden el régimen burgués. En su defensa del estado capitalista,  estos partidos inevitablemente capitulan, abriendo el camino al fascismo. El ascenso de Mussolini en Italia en la década del 20 y de Hitler en 1933, originó una reacción defensiva de la clase obrera que se instaló plenamente en Francia. En España fue primero el levantamiento de Asturias en 1934 y luego la rebelión obrera contra el golpe de Franco en 1936. En Brasil la lucha en las calles del frente único de la izquierda (con protagonismo trotskista) la que desbando a las bandas fascistas, también en 1934.

La lucha contra los avances fascistas de Trump y del gobierno de Milei, que contiene elementos fascistas en su interior, empezando por él mismo, debe tener en cuenta estas experiencias históricas: con los trabajadores y sus organizaciones en las calles y en la más amplia unidad de las organizaciones obreras.

El 30 de enero de 1933 Hindenburg nombra canciller de Alemania a Adolf Hitler, y así el nazismo llegaba al poder en una coalición con los conservadores nacionalistas. Papen, por el lado de los conservadores, sería vicecanciller en un gabinete en que su partido era mayoritario, con la ilusión de que los nazis en minoría podrían ser controlados.  Tras el nombramiento de Hitler como canciller las NSDAP-DNVP, las SA y las SS organizaron belicosos desfiles de antorchas por Berlín. La división de los opositores y, especialmente,la política estalinista de mantener divididas las filas obreras por su ataque a la socialdemocracia, caracterizada como socialfascista, consolidarían el poder de Hitler. El Tratado de Versalles, impuesto al terminar la primera guerra mundial,que cargaba de fuertes indemnizaciones a Alemania, fue uno de los caballitos de batalla del ascenso de Hitler. Luego de su asunción el tratado fue ampliamente desconocido.

El ascenso nazi fue un golpe para toda la izquierda mundial: en muchos países amplios sectoresde la clase obrera entendieron plenamente que esto no era un gobierno capitalista más y que el combate a Hitler debía darse en las calles, en unidad y de inmediato.  En ese momento la Internacional Comunista (estalinista) todavía sostenía la teoría del socialfascismo, que equiparaba a la socialdemocracia  de los distintos países con el fascismo y llamaba a combatirlos por igual. Esta teoría, que sostuvieron hasta 1935,  los llevó a dar la espalda a los frentes únicos de la clase obrera para luchar contra el fascismo que tenía por objetivo directo destruir todo tipo de organización obrera y enfrentar contrarrevolucionariamente el avance de la revolución socialista. El frente único obrero para reagrupar a la clase  trabajadora contra un peligroso enemigo que se extendía por toda Europa, era combatido por el estalinismo mundial denunciando su carácter trotskista. 

Los obreros y los banqueros

La Gran Depresión, que tuvo su origen en los Estados Unidos, rápidamente se esparció por todo el mundo y los obreros franceses aun la sufrían a principios de 1934.  Europa no terminaba de salir de las catástrofes económicas de la posguerra y la depresión terminó calando hondo en los bolsillos de los trabajadores y en la clase media. Por supuesto, que una parte de los banqueros y grandes capitalistas, que, aunque vieron disminuidas sus ganancias, consiguieron minimizar las pérdidas a costa de la miseria y superexplotación de los obreros, campesinos y la pequeñoburguesía. 

Es en este clima descontento de las clases medias y donde la clase obrera -imposibilitada de hacer un frente único (por la división entre comunistas y socialistas) para enfrentar a la ultraderecha- no encontraba una dirección revolucionaria en Francia, donde el fascismo encuentra terreno fértil para armar sus fuerzas. Los fascistas franceses utilizaron el deterioro del poder adquisitivo de la población en general para encauzarlo en especial contra el gobierno del Radical-socialista Daladier (que había aceptado  darle asilo político “secreto” a León Trotsky en Francia) y luego contra el del Radical Camille Chautemps, acusaban a ambos de corruptos y de ser demasiado blandos con la izquierda y los inmigrantes, un discurso que rápidamente también iría contra los obreros en general. 

A fines de 1933 estalla un nuevo escándalo (varios se produjeron durante el año) que le vino como anillo al dedo a la derecha,en este caso implicaba a banqueros y organizaciones financieras. El director del Crédit Municipal de Bayonne, Gustave Tissier, fue acusado de poner en circulación más de 200 millones de francos falsos. Salió a la luz, rápidamente, que el autor material de la estafa era Serge Alexandre Stavisky, un financista de origen judío-ucraniano. Lo cual le sirvió en bandeja a los fascistas para multiplicar sus acusaciones contras los inmigrantes. Luego se supo de las conexiones que tenía el estafador con altos mandos del gobierno y que había sido beneficiado mediante 19 aplazamientos de un juicio por estafa, cuando el caso estaba bajo el control del cuñado de Chautemps, que en ese momento presidía el gobierno. Más tarde, Stavisky apareció muerto el 8 de enero de 1934. Lo cual dio  lugar a más especulaciones por parte de la prensa y  la derecha en general. Según la versión policial, se habría suicidado, pero los fascistas corrieron la teoría que había sido asesinado por órdenes de Chautemps, con el fin de evitar que otros escándalos salieron a la luz. Lo cierto es que este affaire produjo la dimisión de Chautemps acosado por todas las fuerzas políticas y asumió otro radical, Daladier. La derecha aprovechó el escándalo para sumar fuerzas movilizadas en medio de un gran enojo de la población contra el gobierno y los políticos en general.

Francia y el fascismo

“Naturalmente, en Francia se ha pensado durante mucho tiempo que el fascismo nada tenía que ver con este país. Por ser Francia una república, en ella todas las cuestiones son resueltas por el pueblo soberano mediante el sufragio universal. Pero el 6 de febrero, algunos miles de fascistas y monárquicos armados de revólveres, cachiporras y navajas han impuesto al país el gobierno reaccionario de Doumergue, bajo la protección del cual las bandas fascistas continúan creciendo y armándose. ¿Qué nos depara el mañana?” (Trotsky, León, ¿Adónde va Francia?). De esta forma describía Trotsky la situación en Francia a fines de febrero de 1934: las bandas fascistas habían forzado la salida de Daladier e impuesto un gobierno reaccionario.

Durante el mes de enero las organizaciones de derecha convocaron a distintas movilizaciones en Francia, la mayoría de ellas dirigidas a la Plaza de la Concorde en Paris donde habitualmente se concentraban las manifestaciones populares. 

Días antes de la manifestación del 6 de febrero se produce el despido del jefe de la Policía Jean Chiappe, una persona cercana a los fascistas y a la derecha en general, que siempre se había mostrado bastante “indulgente” con las movilizaciones armadas por la derecha. Las Ligas de extrema derecha utilizaron este hecho nuevamente para cargar contra el gobierno y relacionarlo con Stavisky, presentándolo como una suerte de intercambio de favores con el ala izquierdista del gobierno a cambio de apoyo parlamentario, que el gobierno no tenía por estar en minoría en el parlamento.

El 6 de febrero las fuerzas de derecha que habían estado movilizadas durante todo el periodo convocaron a la Plaza de la Concorde. La movilización fue importante en su número y fue llamada por diversas organizaciones, algunas de importancia y otras menores. Las Ligas de extrema derecha agrupaban a varios grupos: Action Française (Acción Francesa), la Ligue d’Action Française de carácter abiertamente monárquico, Camelots du Roi, las Jeunesses Patriotes, que reivindican la herencia de la Ligue des Patriotes, la Solidarité Française, y otros grupos, luego cercanos al franquismo español. Algunos de estos agrupamientos contaban con parlamentarios en el Concejo de Paris, otros se mostraban antiparlamentarios, sus números variaban entre algunos cientos y varios miles. Muchos contaban con financiamiento de la burguesía francesa.(Fueron ilegalizados en 1936 por el gobierno del Frente Popular;  los que se sostuvieron terminaron como colaboradores del nazismo durante la ocupación de Francia, en la Segunda Guerra Mundial). 

El 6 de febrero, por la tarde, las fuerzas de la Liga estaban concentradas en distintos puntos de París y deciden marchar a la Plaza de la Concord. Otros se ubicaron cerca del Sena para movilizarse directamente al Palacio del Eliseo, sede de la Presidencia de la República. Muchos de ellos marcharon armados con revólveres y cuchillos. Los grupos no estaban realmente coordinados para que esta manifestación tuviera la fuerza de hacerse del poder. Existían rivalidades entre ellos, algunos tenían intenciones de derrocar al gobierno en ese mismo momento y otros preferían mantenerse aún dentro de la legalidad del régimen burgués. 

Se produjeron disturbios durante varias horas que la policía de París término dispersando con un saldo de cerca de 20 muertos y más de 2000 heridos. En ese mismo momento estaba reunida la Cámara de Diputados y allí los diputados de la derecha intentaron aprovechar los disturbios  para dar un golpe: exigir la dimisión de Daladier. Pero la izquierda no lo avaló, cerrando el paso a una destitución inmediata. 

Daladier resuelve al día siguiente tomar una serie de medidas contra las bandas de derecha, redacta decretos y ordena detenciones. Pero la Justicia y la Policía deciden desobedecer esas órdenes: el jefe del gobierno francés perdía poder y apoyos. Varios de los ministros del gobierno deciden dar un paso al costado y restarle apoyo a Daladier, presionados por la derecha movilizada. El 7 de febrero por la noche Daladier decide dimitir, sin haber convocado a ningún tipo de movilización popular en apoyo al gobierno o contra las bandas de derecha. La Liga había cumplido parcialmente sus objetivos golpistas con la movilización del 6 de febrero. 

A partir de ese momento se arma un gobierno de “unidad nacional”, donde se reúne a las principales figuras de la derecha, pero también a varios radicales e incluso algunos izquierdistas. El gobierno presidido por el ex presidente de la república Gastón Doumergue, cuanta con el apoyo de una gran cantidad de diputados y coloca como ministro de guerra al mariscal Philippe Pétain, futuro colaborador de los nazis en la Francia ocupada durante la Segunda Guerra Mundial.

La acción del 6 de febrero fue parte de un complot en el que los centros de poder capitalista participaban hace mucho tiempo. La venían preparando con la intención de sustituir al actual gobierno por un régimen bonapartista de derecha. Los capitalistas percibían de antemano la agitación y el crecimiento de la intervención obrera antifascista y actuaron en consecuencia: para que la situación en Francia no se transformara en revolucionaria.

La huelga del 12 y la respuesta obrera

En Francia en los años 30 los trabajadores se reunían mayoritariamente en torno a las dos confederaciones de trabajadores, la CGT dirigida por los Socialistas y CGT-U, dirigida por los comunistas. Estas dos centrales surgen de una división de la CGT en 1921 (posteriormente se reunificaron en 1936). Los principales partidos que dirigían ambas centrales eran el SFIO, sección francesa de la Internacional obrera que se identificaba con la Segunda Internacional, dirigida por León Blum y el Partido Comunista Francés sección de la Komintern estalinista. Los trotskistas, una organización de menor envergadura, estaban representados por La Liga Comunista.

Las organizaciones sindicales y partidos de izquierda perciben el peligro de la manifestación fascista del 6 de febrero y deciden convocar a una movilización obrera para el día 9 de febrero. En la movilización las fuerzas policiales, ahora en manos de Doumerge, arremeten contra los manifestantes y causan al menos nueve muertos. Si la movilización de la derecha del 6 de febrero fue multitudinaria, tres días después las fuerzas de izquierda y los sindicatos movilizaron aún más. La jornada del 9 abrió las puertas a un paro general, tres días después.

El 12 de febrero, las centrales sindicales más importantes de Francia, la CGT (socialista) y la CGTU (comunista), deciden la convocatoria de una huelga general, la SFIO y el Partido Comunista Francés llaman también a una manifestación en las calles de París y todos confluyen en la Plaza de la Concorde.

Las centrales sindicales dirigidas por socialistas y comunistas estaban enemistadas en ese momento, eran contrarias al frente único,  y la movilización se convoca en forma separada. Pero al llegar al punto de encuentro los mismos manifestantes, la masa de las columnas obreras, deciden unificar las columnas y realizar un acto conjunto: las bases pasan por encima de sus direcciones y plasman en la realidad la necesidad de la unidad de los trabajadores para enfrentar a la derecha. “Aux barricades” (a las barricadas) fue la consigna usada por los manifestantes en 1934, la misma que se usó en el Mayo Francés en 1968 y luego por los chalecos amarillos en 2018 y la que se ejerció en las revoluciones de 1789, 1848 y la Comuna de París en 1871.

El Frente Único Obrero que surgió espontáneamente de la huelga y movilización del 12 de febrero fue desviado por la burocracia estalinista, para lo que después sería el armado del Frente Popular (que llegaría al gobierno en 1936): un frente formado por comunistas y socialistas con… el partido burgués Radical. Este frente tiene un componente de un Stalin desesperado, que ordena a los partidos comunistas integrados en la Komintern (tercera internacional dominada por el estalinismo) realizar un viraje y pasa de rechazar cualquier frente con los socialdemócratas, a plantear una política de alianzas con ellos, pero incorporando también a los partidos burgueses que se reclaman “democráticos” y antifascistas.

En “Un programa de acción para Francia”(1934), Trotsky manifiesta “Es muy característico de la burocracia obrera pequeñoburguesa asustada, sobre todo del estalinismo, haberse aliado con los Radicales “”para luchar contra el fascismo””, después de que los Radicales mostraran su completa incapacidad para luchar contra el fascismo. El acuerdo electoral con los Radicales, que era un crimen desde el punto de vista de los intereses históricos del proletariado, tenía por lo menos un sentido práctico en los marcos restringidos del parlamentarismo. La alianza extraparlamentaria con los Radicales contra el fascismo no es solo un crimen, sino también una idiotez.”

Recordemos que el radical Daladier había renunciado, sin ofrecer resistencia, presionado por la derecha fascista, para dar paso al ascenso del derechista Doumergue. La huelga general y la poderosa manifestación política de la masa obrera precipitaron la caída del gobernante bonapartista fascistoide.

La idea de frente único contra el fascismo, que había sido el eje de la agitación de la Liga Comunista francesa (trotskista) desde hacía tiempo, tomando el nefasto ejemplo del ascenso de Hitler en Alemania, empezó a  tener eco en las bases militantes de los partidos obreros y los sindicatos. En la constitución del Frente Popular se planteó la creación de comités de base. Trotsky tomó positivamente esta idea y llamó a la vanguardia obrera a impulsar los mismos. Comités de Base que representen a las propias masas en lucha, (serían prototipos de soviets), junto a la organización de  milicias obreras armadas  para enfrentar los ataques y provocaciones fascistas, en unidad de acción, debían ser las bases del frente único. El estalinismo tenía otros planes, entendían que la lucha debía tener una base parlamentaria y de alianzas con el partido Radical, de la burguesía imperialista que se reclamaba “democrática”.  Trotsky denunció esta orientación como una política de freno a las aspiraciones socialistas de las masas obreras y preparatoria de la derrota. 

Trotsky veía una fuerte tendencia de lucha en la clase obrera dispuesta a resistir y aplastar los avances de la derecha y llamó a construir comités de acción del Frente Popular en los barrios, pueblos y fábricas, alertando que la presencia de los radicales en el Frente  era la pata burguesa  para contener la lucha en el marco del sistema capitalista. Los revolucionarios deberían reclamar en todo momento que los radicales sean expulsados del frente y se avanzara estratégicamente hacia la lucha por un gobierno obrero. Las órdenes de Moscú, por supuesto, eran contrarias a esto. Es más intentaron que otros partidos “democráticos” de corte burgués y pequeño burgués ingresaran al Frente. 

Si los Radicales decidían formar parte de los Comités de Acción (cosa poco probable, porque no tenían miembros en las fábricas y barriadas obreras) lo harían en minoría y tendrían que terminar aceptando las reivindicaciones que la mayoría obrera discutiera y votara. La fuerza del proletariado se impondría: los comités serían instrumentos de lucha de las masas. Ninguna alianza política con defensores del estado burgués, los trabajadores debían llevar la experiencia hasta el final bajo el comando de una dirección revolucionaria fuerte y decidida: al fascismo se lo derrota en las calles y en las fábricas, con la lucha.

La emergencia de las luchas obreras y la agitación creciente entre los obreros llevó  al Partido burgués Radical a integrarse al armado del Frente Popular y su llegada al gobierno en las elecciones de 1936. Pero se oponían enérgicamente a la constitución de los Comités de Base, cuestión a la que se allanaron el PC y la socialdemocracia. Para el Partido Radical el Frente Popular aparecía como un recurso de contención ante el avance obrero. El Frente Popular era un frente de colaboración de clases constituido  por la Sección Francesa de la II Internacional (SFIO), el Partido Radical y el Partido Comunista Francés. Este último no integró con ministros el gobierno del Frente Popular que asumió en 1936, pero sí fue parte del bloque frentepopulista en el parlamento.

A pocos días del ascenso del gobierno del Frente Popular, estalla una ola de huelgas que sacuden el país con reivindicaciones muy atrasadas de los trabajadores franceses. Ocupaciones de fábrica, banderas rojas, millones en las calles y en huelga.Estas huelgas terminaron con importantes conquistas de la clase obrera y un acuerdo firmado en 1936, el Acuerdo de Matignon (por el nombre del hotel donde residía el presidente).  Las actas fueron rubricadas por León Blum y las dos confederaciones de trabajadores. Las conquistas incluían mejoras salariales, vacaciones pagas de 15 días y reducir la semana laboral de 48 a 40 horas, entre otros avances importantes. Pero el desarrollo de la Huelga General planteaba abiertamente el problema de imponer un gobierno de trabajadores. Esto fue contenido.

Los acuerdos de Matignon fueron arrancados a la burguesía en el marco de un alza en las luchas, pero a partir de allí el Frente Popular acentuó su carácter burgués y de freno a las luchas obreras. La burguesía no podía tolerar un nuevo avance de la clase obrera y a esto se sumó que las direcciones obreras no llevaron hasta el final las luchas planteadas. La experiencia llegó a su fin en 1938 luego del estallido del gobierno ante las peleas intestinas y las represiones a manifestaciones callejeras y nuevas huelgas. El Frente Popular había cumplido un papel reaccionario: el camino al fascismo y al infame régimen colaboracionista de Vichy estaba abierto. 

La misión del fascismo es la de aplastar a la clase obrera, destruir sus organizaciones y ahogar cualquier tipo de libertad política. No se puede  enfrentar al fascismo  haciendo alianzas con los partidos “democráticos” que defienden el régimen burgués. En su defensa del estado capitalista,  estos partidos inevitablemente capitulan, abriendo el camino al fascismo. El ascenso de Mussolini en Italia en la década del 20 y de Hitler en 1933, originó una reacción defensiva de la clase obrera que se instaló plenamente en Francia. En España fue primero el levantamiento de Asturias en 1934 y luego la rebelión obrera contra el golpe de Franco en 1936. En Brasil la lucha en las calles del frente único de la izquierda (con protagonismo trotskista) la que desbando a las bandas fascistas, también en 1934.

La lucha contra los avances fascistas de Trump y del gobierno de Milei, que contiene elementos fascistas en su interior, empezando por él mismo, debe tener en cuenta estas experiencias históricas: con los trabajadores y sus organizaciones en las calles y en la más amplia unidad de las organizaciones obreras.

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