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Rosa Luxemburgo: “Huelga de Masas, Partido y Sindicatos”

Obra fundamental para la caracterización de la etapa

Rosa Luxemburgo: “Huelga de Masas, Partido y Sindicatos”

Obra fundamental para la caracterización de la etapa

Huelga de masas, partido y sindicatos es una de las principales obras de la revolucionaria polaca y dirigente de la Socialdemocracia alemana,  Rosa Luxemburgo. Luego de convertirse en una de las principales referentes de la lucha contra el oportunismo socialdemócrata, con una serie de artículos polémicos l criticando al principal referente de esta ala, Eduard Bernstein, recopilados bajo el título Reforma Social o Revolución, Rosa Luxemburgo seguirá llevando adelante una doble pelea: contra la reacción, como así también una pelea dentro de su propio partido. Como está presente a lo largo de toda su obra, Rosa debía enfrentar la tendencia creciente a la adaptación al parlamentarismo por parte de la dirección del Partido Social Demócrata (SPD) alemán, como así también del surgimiento de una burocracia sindical, que separándose cada vez más de los trabajadores, surge como una capa social que tiende a representar a sectores de la aristocracia obrera” cooptados por el monopolio imperialista y también con intereses propios, contrarios a los de la clase obrera.

Escrita posteriormente a la experiencia de la revolución rusa de 1905, esta obra no es un simple análisis de los hechos sucedidos en todo el imperio ruso, incluyendo las naciones oprimidas por el mismo, como es la propia Polonia de la cual la revolucionaria era oriunda, sino como una hoja de ruta a seguir. Quitándole el carácter de especificidad rusa, Rosa entiende que la Huelga de Masas es una manifestación concreta de un estadío de la lucha de clases, una de las fases más elevadas en camino a la revolución socialista, en la que la irrupción de las masas combina tareas y reivindicaciones tanto económicas como políticas, convirtiéndose así no solo en una herramienta de intervención contra la clase capitalista y el estado, ya sea bajo el absolutismo ruso o la democracia burguesa, sino también como una herramienta de delimitación frente a las alas oportunistas de su propio partido . 

Revolución de 1905: La condensación de una experiencia histórica

El estallido de 1905 se produce a partir del famoso “Domingo Sangriento” en el que las fuerzas zaristas reprimen salvajemente una manifestación de trabajadores en el marco de un aumento de la carestía a partir de las consecuencias de la guerra ruso japonesa. Las ya de por sí ruinosas condiciones a las que estaban sometidos los trabajadores rusos, habían empeorado a partir de la invasión rusa lanzada en 1904 sobre el territorio japonés, de pésimo resultado para el absolutismo ruso, en el que se vieron humillantemente derrotados por el ejército japonés.

El régimen zarista, una monarquía absoluta, fue considerado por Marx como la principal reserva de la reacción. El atraso ruso, que tenía un desarrollo productivo muy menor comparado no solo con las grandes potencias europeas, sino también con el propio Japón y EEUU, fue sin duda un condicionante tanto del fracaso militar, como de las condiciones del propio estallido. Mientras las potencias europeas habían avanzado a pasos acelerados a una industrialización en los siglos XVII y XVIII, el imperio ruso contaba con dos tercios de población campesina, con un atraso de características feudales. Señala Trotsky: “El Estado ruso que se había formado sobre una base económica primitiva, entró en relación y llegó a tener conflictos con organizaciones estatales que se habían desarrollado sobre una base económica más alta y más estable. (...) el Estado ruso tendría que adelantarse, en su desarrollo, a la evolución propia de las condiciones económicas y gastar muchas más energías vitales que las que hubiesen sido necesarias en el caso de un desarrollo aislado.” (Trotsky, 2017, p12) Afirmando que este elemento por sí solo no era suficiente para explicar el desarrollo del estado ruso, Trotsky señala que: “Como consecuencia de esta presión ejercida desde Europa occidental, el Estado devoró una parte excesivamente grande de la plusvalía, o lo que es lo mismo, vivía a expensas de las clases privilegiadas que se acababan de formar, retardando así su -de todos modos- lento desarrollo. Pero esto no es todo. El Estado se lanzó sobre el producto necesario del campesinado, le privó de sus medios de existencia, obligándole, con ello, a abandonar la tierra en la que acaban de establecerse y, de esta manera, obstaculizó el crecimiento de la población y frenó el desarrollo de las fuerzas productivas. Así, en la medida en la cual el Estado devoró una parte desproporcionada de la plusvalía, obstaculizó la diversificación, ya bastante lenta, de las capas sociales; y en la medida en que quitó una parte considerable del producto necesario, destruyó él mismo las primitivas bases de producción, que eran su apoyo.” (Trotsky, 2017, p13)

El desarrollo industrial tardío impulsado por el zarismo a finales del Siglo XIX, hacía convivir una tendencia sumamente contradictoria, en la que convivía un fuerte atraso y los vestigios feudales, con una imponente y moderna industria. Bajo inversión extranjera, y con fuerte supervisión estatal, la industria rusa paría un minoritario, pero muy numeroso y concentrado proletariado industrial. Ese proletariado, concentrado en las ciudades y en las fábricas, tendría entonces un peso político relativo mucho mayor a su peso demográfico, convirtiendo así a la burguesía rusa en un “enano entre dos gigantes”: el proletariado y el imperialismo. El absolutismo, se había convertido entonces en el defensor no solo de los intereses de la nobleza rusa, sino del imperialismo, que veía en su régimen el único capaz de sostener el orden y la explotación sobre la clase obrera.

Los obreros rusos (y de todas las nacionalidades que habitaban el imperio ruso), debían enfrentar entonces no solo condiciones miserables de existencia, sino un estado absolutamente policial sobre ellos, que defendía los intereses del capital imperialista bajo un régimen profundamente represivo y persecutorio. La revolución de 1905 no es el simple resultado del rechazo a la represión policial del domingo sangriento (https://revistaedm.com/edm-25-01-19/el-domingo-sangriento-de-1905/), sino la condensación histórica de un período huelguístico iniciado en 1896, y que tendrá puntos altos nuevamente en 1902 y 1903, donde el proletariado ruso fue forjando una experiencia histórica en la lucha por sus reivindicaciones materiales, como así también por reivindicaciones políticas contra la autocracia zarista. Es bajo este período, también, en el que se forjará el Partido Socialdemócrata ruso, con creciente inserción en los círculos obreros y estudiantiles, del cual surgirán en el congreso de 1903 sus tendencias bolchevique y menchevique.

La irrupción obrera y popular, surgida en San Petesburgo y extendida a lo largo de todo el imperio, combinó numerosas huelgas “económicas” es decir, por reivindicaciones sindicales (salarios, reducción de la jornada laboral, etc.), como así también “políticas”, exigiendo libertades democráticas como el derecho a la asociación política y sindical, la libertad de expresión, etc. El curso de la lucha de masas dio lugar a la creación de organismos que luego se transformarían en órganos de poder obreros y campesinos: los “Soviets”. El movimiento revolucionario atravesaba bajo ese entonces un profundo debate en torno a las tareas de la revolución. Mientras los mencheviques y Plejanov sostenían que la revolución en Rusia debía actuar como una repetición de las revoluciones burguesas de Europa, es decir, la realización de las tareas democráticas y el desarrollo capitalista bajo dirección de la burguesía, Lenin defendía la fórmula de la “dictadura democrática del proletariado y el campesinado” para hacerse cargo de las tareas democráticas hasta el final. Trotsky, junto con Parvus, madura otra concepción: el carácter permanente de la revolución. Así, sostenía que el atraso ruso no sería superado por la burguesía de dicho país, debido a su debilidad relativa tanto frente al imperialismo, como frente al proletariado. Por sus intereses de clase, el proletariado, habiendo tomado el poder, no podría limitarse a llevar adelante las tareas burguesas de desarrollar el capitalismo ruso acompañado de las tareas democráticas, sino que deberá avanzar también por el camino de una revolución socialista.

Atravesado también por el populismo ruso (los Social Revolucionarios) y el partido de la burguesía liberal (los Kadetes), el proceso de la revolución de 1905 atravesará fuertes puntos de conflictividad, como conquistas importantes. Combinando métodos de brutal represión como de cooptación, el Zarismo logra restituir el orden a partir de un acuerdo con la burguesía liberal, estableciendo una Duma (parlamento profundamente limitado), al que tras varias idas y vueltas, le dará un carácter meramente consultivo, y disolverá en numerosas oportunidades, mientras avanzara en el aplastamiento del proceso huelguístico de San Petersburgo y Moscú mediante una brutal represión. Aunque aplastado, este proceso sería definido posteriormente como una antesala de la revolución de 1917, siendo sus lecciones fundamentales no solo para la Revolución Rusa de 1917, sino para todo el movimiento revolucionario.

¿Qué es la Huelga de Masas?

La irrupción de la Revolución de 1905 en Rusia, lejos estará de tener a Rosa Luxemburgo como una analista lejana. Desoyendo las indicaciones de la dirección del SPD, decide viajar a Varsovia para participar en carne propia del estallido. De manera clandestina, se infiltra en un tren de soldados zaristas, destinados a reprimir la revolución. El régimen zarista, sin saberlo, llevaba dentro de sus trenes junto a una gran cantidad de hombres armados para sofocar una rebelión, un arma que posará contra su propia cabeza bajo una tenaz intervención revolucionaria.

La Huelga de masas será para Rosa Luxemburgo, la conjunción de las huelgas económicas, es decir de luchas por reivindicaciones materiales de la clase obrera con lo que ella define como huelgas de protesta o políticas, en donde la clase obrera lucha por sus derechos políticos en una intervención de masas que supera el elemento parcial de ambas para conjugarlas y cuestionar las relaciones sociales en su conjunto. “La huelga de masas, tal como nos muestra la revolución rusa, que refleja en sí mismo todas las fases de la lucha política y económica y todos los estadios y momentos de la revolución. (...) Huelgas políticas y económicas, huelgas de masas y huelgas parciales, huelgas generales y huelgas de ramas industriales aisladas, luchas pacificas por aumentos salariales y batallas callejeras: todo esto fluye caóticamente, se dispersa, se entrecruza, se desborda, es un océano de fenómenos, fluctuante y eternamente en movimiento. Y la ley de movimientos de este fenómeno no radica en la huelga de masas misma ni tampoco en sus particularidades técnicas, sino en las relaciones de fuerza políticas y sociales de la revolución.” (Luxemburgo, 2025:40)

Sobre esto, agrega: “La huelga de masas es más bien la denominación, el concepto unificador de todo un período de años, quizás de decenios de la lucha de clases”. Desarrollando posteriormente la definición de la huelga de protesta como la manifestación de la huelga bajo objetivos estrictamente políticos, planificados de antemano y organizado, al que le otorga un papel secundario, la distingue de la huelga combativa, que sería en cambio la demostración de la conjunción entre ambas, en las que luchas económicas reivindicativas se convierten en políticas. “En una palabra, la lucha económica es la que conduce de una situación política a otra; la lucha política produce la fertilización del terreno en el que surge la lucha económica.” (Luxemburgo, 2025, 43), retomando algo explicado en el capítulo III: “El motivo inmediato del movimiento fue completamente casual y hasta secundario, su irrupción fue espontánea, pero por la forma en la que se produjo el movimiento, se manifestaron los frutos de una agitación de varios años por parte de la socialdemocracia; en el curso de la huelga general fueron los agitadores socialdemócratas los que estuvieron a la cabeza del movimiento, dirigiéndolo y llevando adelante una intensa propaganda revolucionaria.” (Luxemburgo, 2025: 21)

Retomando la tensión existente entre lo espontáneo y el elemento consciente, Rosa afirma: “Si la huelga de masas no significa un hecho aislado, sino todo un período en la lucha de clases, y si este período es idéntico a un período revolucionario, resulta claro que la huelga de masas no puede ser desencadenada arbitrariamente, por más que esta proceda de la suprema dirección del partido socialdemócrata.” Demostrando lo poco efectivo de la convocatoria de huelgas políticas convocadas por la Socialdemocracia en el período, salvo contadas excepciones, Rosa afirma que la agitación por la huelga de masas en sí resulta estéril, siendo esta el resultado de una irrupción de las masas en un período determinado. No significa esto que la agitación política sea innecesaria o que la irrupción de las masas sea el resultado de una auto realización espontánea de la conciencia, sino la expresión de la experiencia política acumulada de las masas, que en situaciones determinadas, se convierte en explosivas y revolucionarias. El partido revolucionario, debe entonces luchar por la dirección política de ese movimiento y evitar tener un abordaje técnico o automático sobre la misma: “En lugar de romperse la cabeza con la parte técnica, con el mecanismo de la huelga de masas, la socialdemocracia está llamada a hacerse cargo de la dirección política aún en medio de un período revolucionario. La consigna, señalar la orientación de la lucha, fijar la táctica de la lucha política de tal forma que cada fase y en cada momento se movilice la fuerza actual, activa y desencadenada del proletariado de la socialdemocracia, por su decisión y agudeza, no se encuentra nunca por debajo del nivel de las relaciones de fuerza existentes, sino que por el contrario, se sitúe por encima de este nivel: esa es la tarea más importante de la dirección en un período de la huelga de masas”.

Entendemos que la etiqueta de “espontaneísta” atribuida a su teoría, tanto por el estalinismo como por expresiones vulgarizadas del “luxemburguismo” que dio el siglo XX es incorrecta. Rosa advirtió, incluso antes que Lenin y Trotsky, el carácter reaccionario y conservador de la dirección de la Socialdemocracia Alemana y sus dirigentes sindicales, ofreciéndonos "Huelga de masas, partido y sindicatos" como otra obra indispensable del Marxismo. El elemento ‘espontaneísta' de Rosa es equívoca y (mal) intencionadamente contrapuesto al concepto de partido. Ya en sus primeras páginas, Rosa nos advierte que el viraje conservador y oportunista de las direcciones traidoras, no puede borrar de un plumazo la experiencia política de una clase fuertemente organizada y con enorme conciencia, siendo esta el resultado de enormes luchas políticas y teóricas por parte de su vanguardia. En el segundo capítulo, expresa el rechazo que la acción huelguística generaba en las direcciones sindicales, por su carácter incontrolable, mientras denunciaba por querer limitarlo a una acción defensiva en el marco del parlamentarismo al ala oportunista del partido.

El factor espontáneo, de la lucha objetiva que las masas pueden tener contra el capital, en ocasiones masivas, como puede ser el caso ruso de la Revolución de 1905 del que nos habla no es el resultado de una autorrealización espontánea de conciencia, sino la expresión de la experiencia política acumulada a partir de las enormes luchas políticas que clase y partido han dado en común. Su carácter progresivo, está en advertir la relación dialéctica entre lo que ella denomina “huelgas económicas” a las que las burocracias sindicales buscarán limitar en una pelea parcial y salarial, “políticas” en las que la dirección de la Socialdemocracia buscará limitar a sus objetivos parlamentarios, y la huelga de masas, donde la barrera entre los objetivos “políticos” y “económicos” de las masas, se extinguen. 

La traba que ponen las burocracias sindicales, algo presente hasta el día de hoy esconden en realidad el temor al desborde y que el irrumpir de las masas pueda ser posteriormente incontrolable, a la par que atribuyen argumentos organizativos. “La valoración falsa y exagerada de la importancia organización en la lucha de clase del proletariado se suele completar con la subvaloración de la masa no organizada y de su madurez política. Es en los períodos revolucionarios, en el empuje de las grandes luchas de clases que despiertan donde se muestra la influencia educativa del rápido desarrollo capitalista y la acción de la socialdemocracia sobre las capas populares más amplias” (Luxemburgo, 2025: 59).

La oportunidad que estas situaciones le presenta a los elementos más avanzados de las direcciones obreras será la de recuperar el carácter revolucionario de las masas, quienes sacan a la fuerza a sus direcciones adaptadas de la inacción y/o recuperan sus organizaciones para la lucha consecuente con nuevas direcciones. Rosa buscará también quitarle el carácter particular que los dirigentes alemanes querían darle al caso ruso, explicando cómo el método de la huelga de masas tenía plena vigencia dentro de Alemania. Otro elemento fundamental de esta obra será el planteo de la necesidad de unificar reclamos entre los sectores obreros calificados y los descalificados, ignorados por la dirección sindical socialdemócrata. A la vez, el valor de esta obra reside en el análisis dialéctico entre la lucha objetiva de la clase obrera contra el capital, expresada en las luchas económicas, y la intervención del elemento consciente del partido que permite elevar la lucha objetiva contra el capital por mejoras económicas por una lucha subjetiva por el poder político. Este proceso de articulación entre el elemento económico y el político bajo las situaciones revolucionarias, dependerá para Rosa Luxemburgo de la “fertilización del terreno” que lleven adelante los elementos conscientes del proletariado: “La socialdemocracia es la vanguardia más ilustrada y consciente del proletariado. No puede y no debe esperar con los brazos cruzados, con mentalidad fatalista, a que aparezca la  situación revolucionaria; no puede y no debe esperar a que el deseado movimiento popular espontáneo caiga del cielo. Por el contrario, debe adelantarse, como siempre, al desarrollo de los acontecimientos, tratar de acelerarlos.

Sobre esto, también señalaba Trotsky:

“Es innegable que Rosa Luxemburgo contrapuso apasionadamente la espontaneidad de las acciones de masas a la política conservadora «coronada por la victoria» de la socialdemocracia alemana, sobre todo después de la revolución de 1905.[3] Esta contraposición revestía un carácter absolutamente revolucionario y progresivo. Mucho antes que Lenin, Rosa Luxemburgo comprendió el carácter retardatario de los aparatos partidario y sindical osificados y comenzó a luchar contra los mismos. En la medida en que contó con la agudización inevitable de los conflictos de clase, siempre predijo con certeza la aparición elemental independiente de las masas contra la voluntad y la línea de conducta del oficialismo. En este amplio sentido histórico está comprobado que Rosa tenía razón. Porque la revolución de 1918 fue «espontánea», es decir, las masas la llevaron a cabo contra todas las previsiones y precauciones del oficialismo partidario.”

En ese sentido, Rosa Luxemburgo también coincidirá en los puntos centrales con la teoría de la Revolución Permanente, ofreciendo numerosos pasajes en donde señala el carácter dirigente de la clase obrera en la revolución frente a la incapacidad de las burguesías rusa, y en su caso también polaca, de dirigir la revolución democrática (Luxemburgo, 2025, 62). Coincidirá con Trotsky y Parvus en que habiendo alcanzado el poder, el proletariado no se limitará a las tareas democrático burguesas, sino que avanzará hacia las tareas socialistas, superando la limitada concepción de Lenin de la “dictadura democrática de obreros y campesinos”, aunque siendo más escépticos  que Trotsky en torno al efecto que la revolución rusa podría tener en Europa, pero coincidiendo en la necesidad de que esta se expanda para no sucumbir frente a la reacción.

Su vigencia hoy

Es evidente que el primer punto común que uno puede encontrar con el período histórico citado es la tendencia a la guerra de la actualidad. Al igual que en los inicios del Siglo XX, donde el conflicto ruso japonés fue una antesala de la Primera Guerra Mundial, la etapa actual está atravesada por una creciente tensión entre las potencias. El propio territorio del ex imperio ruso se encuentra hoy en pleno conflicto entre Rusia y Ucrania, donde las negociaciones de paz iniciadas entre Trump y Putin, excluyendo a Ucrania, parecen la antesala de la profundización del conflicto comercial, y potencialmente militar con China. Las masas rusas, tanto como las ucranianas, debieron enfrentar una fuerte aumento de la carestía material al interior de sus propias fronteras, como así también el aumento del carácter policial de sus estados, ahogando cada vez más cualquier tipo de libertades democráticas, como así también regimentado enormemente la vida social interna de ambos estados. Las burocracias sindicales, alineadas con ambos gobiernos, fueron un verdadero factor de contención de las masas, ahogando cualquier iniciativa existente contra la guerra y la carestía.

Las irrupciones populares en curso contra Trump, Milei, o el acuerdo entre conservadores y Alternativa para Alemania, bajo su forma anti fascista, son formas embrionarias de lo que puede considerarse “huelgas políticas”, aunque evidentemente, sin una dirección clara. En el caso argentino, sin lugar a dudas, un factor de contención y un límite para que estos procesos puedan extenderse hacia “huelgas de masas”, es la burocracia sindical, que bloquea conscientemente cualquier acción, incluso meramente reivindicativa o “económica”, bajo un acuerdo entre la CGT y Milei. La agitación política por el Fuera Milei, levantada por el Partido Obrero, busca ser un “fertilizador” del terreno para una irrupción de las masas, combinando consignas transicionales en lugares de trabajo, como consignas políticas que van desde el Juicio Político a Milei hasta la propia consigna central de la etapa, buscando que el gobierno se vaya mediante una irrupción popular bajo la cual la clase obrera pueda constituirse como alternativa de poder. Es evidente que esta irrupción, como lo fue el 2001, no tendrá la forma de una resolución de un partido, sino que la función del partido debe ser la de preparar las condiciones para esta, y que en medio del estallido, este se pueda convertir en la dirección del movimiento.

En un cuadro de una integración cada vez mayor de grupos de izquierda al estado, desde el Frente Patria Grande o el Partido Comunista, integrados al peronismo en Argentina, al Partido Demócrata en EEUU o al PT en Brasil, buscan presentarse a sí mismas como la alternativa frente al Fascismo bajo la forma del “frente popular”. Ahogando cualquier iniciativa independiente de las masas, o buscando contener cualquier forma de irrupción, buscan limitar cualquier acción a los márgenes del parlamentarismo burgués, garantizando una transición electoral o bajo las formas del constitucionalismo burgués, algo que la propia Rosa Luxemburgo denunciaba tempranamente como la intención de la Socialdemocracia de limitar las huelgas políticas a reivindicaciones parlamentarias, presentado cualquier acción como arriesgada o “que no es el camino”, incluso, como propone el PSOL a través de la revista Jacobin, mediante una batalla cultural para “izquierdizar el PT”, rechazando cualquier acción hasta por la reivindicación material más mínima.

Este déficit es compartido no solo por las corrientes integradas al estado, sino incluso también por sectores del Frente de Izquierda. El PTS, que rechaza levantar la consigna Fuera Milei (por un cálculo electoral), sustituye la estrategia de intervención de las masas por la instalación de la figura electoral de Myriam Bregman. Al mismo tiempo rechaza organizar a las capas más explotadas de la sociedad capitalista, hoy nucleadas en el movimiento piquetero bajo argumentos que se asemejan a los denunciados por Rosa Luxemburgo, argumentando la falta de “voluntad y conciencia” y generando una división entre los explotados. Desde el Partido Obrero, llevamos adelante una agitación política permanente entre estos sectores, entendiendo al igual que la revolucionaria polaca, que “las revoluciones no se aprenden en la escuela” sino que son el resultado de una experiencia de lucha concreta contra el estado capitalista.

Lejos de renunciar a la dirección del movimiento, o de separar al Partido de las masas, Huelga de Masas, Partido y Sindicatos, demuestra la íntima conexión que la revolucionara establece entre la agitación política llevada adelante por el partido revolucionario y la acción de las masas. Esta irrupción de las masas que supera a sus direcciones burocráticas no se debe a un emerger espontáneo de la conciencia, sino que es el resultado de una experiencia histórica que recuperan de los métodos históricos de su clase. Mientras Rosa Luxemburgo tomaba el caso ruso como un ejemplo a seguir para superar la dirección burocratizada de la Socialdemocracia alemana, la huelga de masas, presente en el inconsciente colectivo de la clase obrera a partir de las experiencias históricas de 1924, del Cordobazo y todas las huelgas del período, o la huelga general contra el Rodrigazo en 1975, continúa siendo una herramienta fundamental de las masas en su lucha por la emancipación y por la reconstrucción de su dirección.


Bibliografía
Frolich, Paul (2013) Rosa Luxemburg Vida y Obra, Ediciones IPS, Buenos Aires.
Lenin, Vladimir (2015); Informe sobre la Revolución Rusa de 1905 en Espontaneidad y Acción, RyR, Buenos Aires
Luxemburgo, Rosa (2015), El Experimento Belga y Por Tercera vez el Experimento Belga en Espontaneidad y acción, RyR, Buenos Aires.
Luxemburgo, Rosa (2010) Reforma Social o Revolución, Ediciones Luxemburg, Buenos Aires.
Luxemburgo, Rosa (2024): Huelga de Masas, Partido y Sindicatos , Editorial Panorama, Buenos Aires.
Oroz, Pino (2025): El Domingo Sangriento de 1905 en Revista en Defensa del marxismo, Buenos Aires. https://revistaedm.com/edm-25-01-19/el-domingo-sangriento-de-1905/
Pitrola, Nestor (2024): La cuestión de la Huelga General en Apéndice Huelga de Masas Partido y Sindicatos, Editorial Panorama, Buenos Aires.
Trotsky, León (2017). Resultados y Perspectivas, Buenos Aires: Montaña, 2017.Trotsky, León (2015) Historia de la Revolución Rusa, RyR, Buenos Aires.
Roldán, Andrés; Rath, Christian; Grammar, Marcelo (2017): La actualidad de la Revolución de Octubre en En Defensa del Marxismo nº50, Buenos Aires.
Santos, Rafael (2024): El Frente Popular le allana el camino a la derecha en Revista En Defensa del marxismo: https://revistaedm.com/edm-24-11-03/brasil-el-frente-popular-pavimenta-el-camino-a-la-derecha/
Santos, Rafael (2024); A 100 años de que la huelga general reclamara un sistema jubilatorio con aporte patronal exclusivo en Apéndice, Huelga de Masas Partido y Sindicatos, Editorial Panorama, Buenos Aires.

Huelga de masas, partido y sindicatos es una de las principales obras de la revolucionaria polaca y dirigente de la Socialdemocracia alemana,  Rosa Luxemburgo. Luego de convertirse en una de las principales referentes de la lucha contra el oportunismo socialdemócrata, con una serie de artículos polémicos l criticando al principal referente de esta ala, Eduard Bernstein, recopilados bajo el título Reforma Social o Revolución, Rosa Luxemburgo seguirá llevando adelante una doble pelea: contra la reacción, como así también una pelea dentro de su propio partido. Como está presente a lo largo de toda su obra, Rosa debía enfrentar la tendencia creciente a la adaptación al parlamentarismo por parte de la dirección del Partido Social Demócrata (SPD) alemán, como así también del surgimiento de una burocracia sindical, que separándose cada vez más de los trabajadores, surge como una capa social que tiende a representar a sectores de la aristocracia obrera” cooptados por el monopolio imperialista y también con intereses propios, contrarios a los de la clase obrera.

Escrita posteriormente a la experiencia de la revolución rusa de 1905, esta obra no es un simple análisis de los hechos sucedidos en todo el imperio ruso, incluyendo las naciones oprimidas por el mismo, como es la propia Polonia de la cual la revolucionaria era oriunda, sino como una hoja de ruta a seguir. Quitándole el carácter de especificidad rusa, Rosa entiende que la Huelga de Masas es una manifestación concreta de un estadío de la lucha de clases, una de las fases más elevadas en camino a la revolución socialista, en la que la irrupción de las masas combina tareas y reivindicaciones tanto económicas como políticas, convirtiéndose así no solo en una herramienta de intervención contra la clase capitalista y el estado, ya sea bajo el absolutismo ruso o la democracia burguesa, sino también como una herramienta de delimitación frente a las alas oportunistas de su propio partido . 

Revolución de 1905: La condensación de una experiencia histórica

El estallido de 1905 se produce a partir del famoso “Domingo Sangriento” en el que las fuerzas zaristas reprimen salvajemente una manifestación de trabajadores en el marco de un aumento de la carestía a partir de las consecuencias de la guerra ruso japonesa. Las ya de por sí ruinosas condiciones a las que estaban sometidos los trabajadores rusos, habían empeorado a partir de la invasión rusa lanzada en 1904 sobre el territorio japonés, de pésimo resultado para el absolutismo ruso, en el que se vieron humillantemente derrotados por el ejército japonés.

El régimen zarista, una monarquía absoluta, fue considerado por Marx como la principal reserva de la reacción. El atraso ruso, que tenía un desarrollo productivo muy menor comparado no solo con las grandes potencias europeas, sino también con el propio Japón y EEUU, fue sin duda un condicionante tanto del fracaso militar, como de las condiciones del propio estallido. Mientras las potencias europeas habían avanzado a pasos acelerados a una industrialización en los siglos XVII y XVIII, el imperio ruso contaba con dos tercios de población campesina, con un atraso de características feudales. Señala Trotsky: “El Estado ruso que se había formado sobre una base económica primitiva, entró en relación y llegó a tener conflictos con organizaciones estatales que se habían desarrollado sobre una base económica más alta y más estable. (…) el Estado ruso tendría que adelantarse, en su desarrollo, a la evolución propia de las condiciones económicas y gastar muchas más energías vitales que las que hubiesen sido necesarias en el caso de un desarrollo aislado.” (Trotsky, 2017, p12) Afirmando que este elemento por sí solo no era suficiente para explicar el desarrollo del estado ruso, Trotsky señala que: “Como consecuencia de esta presión ejercida desde Europa occidental, el Estado devoró una parte excesivamente grande de la plusvalía, o lo que es lo mismo, vivía a expensas de las clases privilegiadas que se acababan de formar, retardando así su -de todos modos- lento desarrollo. Pero esto no es todo. El Estado se lanzó sobre el producto necesario del campesinado, le privó de sus medios de existencia, obligándole, con ello, a abandonar la tierra en la que acaban de establecerse y, de esta manera, obstaculizó el crecimiento de la población y frenó el desarrollo de las fuerzas productivas. Así, en la medida en la cual el Estado devoró una parte desproporcionada de la plusvalía, obstaculizó la diversificación, ya bastante lenta, de las capas sociales; y en la medida en que quitó una parte considerable del producto necesario, destruyó él mismo las primitivas bases de producción, que eran su apoyo.” (Trotsky, 2017, p13)

El desarrollo industrial tardío impulsado por el zarismo a finales del Siglo XIX, hacía convivir una tendencia sumamente contradictoria, en la que convivía un fuerte atraso y los vestigios feudales, con una imponente y moderna industria. Bajo inversión extranjera, y con fuerte supervisión estatal, la industria rusa paría un minoritario, pero muy numeroso y concentrado proletariado industrial. Ese proletariado, concentrado en las ciudades y en las fábricas, tendría entonces un peso político relativo mucho mayor a su peso demográfico, convirtiendo así a la burguesía rusa en un “enano entre dos gigantes”: el proletariado y el imperialismo. El absolutismo, se había convertido entonces en el defensor no solo de los intereses de la nobleza rusa, sino del imperialismo, que veía en su régimen el único capaz de sostener el orden y la explotación sobre la clase obrera.

Los obreros rusos (y de todas las nacionalidades que habitaban el imperio ruso), debían enfrentar entonces no solo condiciones miserables de existencia, sino un estado absolutamente policial sobre ellos, que defendía los intereses del capital imperialista bajo un régimen profundamente represivo y persecutorio. La revolución de 1905 no es el simple resultado del rechazo a la represión policial del domingo sangriento (https://revistaedm.com/edm-25-01-19/el-domingo-sangriento-de-1905/), sino la condensación histórica de un período huelguístico iniciado en 1896, y que tendrá puntos altos nuevamente en 1902 y 1903, donde el proletariado ruso fue forjando una experiencia histórica en la lucha por sus reivindicaciones materiales, como así también por reivindicaciones políticas contra la autocracia zarista. Es bajo este período, también, en el que se forjará el Partido Socialdemócrata ruso, con creciente inserción en los círculos obreros y estudiantiles, del cual surgirán en el congreso de 1903 sus tendencias bolchevique y menchevique.

La irrupción obrera y popular, surgida en San Petesburgo y extendida a lo largo de todo el imperio, combinó numerosas huelgas “económicas” es decir, por reivindicaciones sindicales (salarios, reducción de la jornada laboral, etc.), como así también “políticas”, exigiendo libertades democráticas como el derecho a la asociación política y sindical, la libertad de expresión, etc. El curso de la lucha de masas dio lugar a la creación de organismos que luego se transformarían en órganos de poder obreros y campesinos: los “Soviets”. El movimiento revolucionario atravesaba bajo ese entonces un profundo debate en torno a las tareas de la revolución. Mientras los mencheviques y Plejanov sostenían que la revolución en Rusia debía actuar como una repetición de las revoluciones burguesas de Europa, es decir, la realización de las tareas democráticas y el desarrollo capitalista bajo dirección de la burguesía, Lenin defendía la fórmula de la “dictadura democrática del proletariado y el campesinado” para hacerse cargo de las tareas democráticas hasta el final. Trotsky, junto con Parvus, madura otra concepción: el carácter permanente de la revolución. Así, sostenía que el atraso ruso no sería superado por la burguesía de dicho país, debido a su debilidad relativa tanto frente al imperialismo, como frente al proletariado. Por sus intereses de clase, el proletariado, habiendo tomado el poder, no podría limitarse a llevar adelante las tareas burguesas de desarrollar el capitalismo ruso acompañado de las tareas democráticas, sino que deberá avanzar también por el camino de una revolución socialista.

Atravesado también por el populismo ruso (los Social Revolucionarios) y el partido de la burguesía liberal (los Kadetes), el proceso de la revolución de 1905 atravesará fuertes puntos de conflictividad, como conquistas importantes. Combinando métodos de brutal represión como de cooptación, el Zarismo logra restituir el orden a partir de un acuerdo con la burguesía liberal, estableciendo una Duma (parlamento profundamente limitado), al que tras varias idas y vueltas, le dará un carácter meramente consultivo, y disolverá en numerosas oportunidades, mientras avanzara en el aplastamiento del proceso huelguístico de San Petersburgo y Moscú mediante una brutal represión. Aunque aplastado, este proceso sería definido posteriormente como una antesala de la revolución de 1917, siendo sus lecciones fundamentales no solo para la Revolución Rusa de 1917, sino para todo el movimiento revolucionario.

¿Qué es la Huelga de Masas?

La irrupción de la Revolución de 1905 en Rusia, lejos estará de tener a Rosa Luxemburgo como una analista lejana. Desoyendo las indicaciones de la dirección del SPD, decide viajar a Varsovia para participar en carne propia del estallido. De manera clandestina, se infiltra en un tren de soldados zaristas, destinados a reprimir la revolución. El régimen zarista, sin saberlo, llevaba dentro de sus trenes junto a una gran cantidad de hombres armados para sofocar una rebelión, un arma que posará contra su propia cabeza bajo una tenaz intervención revolucionaria.

La Huelga de masas será para Rosa Luxemburgo, la conjunción de las huelgas económicas, es decir de luchas por reivindicaciones materiales de la clase obrera con lo que ella define como huelgas de protesta o políticas, en donde la clase obrera lucha por sus derechos políticos en una intervención de masas que supera el elemento parcial de ambas para conjugarlas y cuestionar las relaciones sociales en su conjunto. “La huelga de masas, tal como nos muestra la revolución rusa, que refleja en sí mismo todas las fases de la lucha política y económica y todos los estadios y momentos de la revolución. (…) Huelgas políticas y económicas, huelgas de masas y huelgas parciales, huelgas generales y huelgas de ramas industriales aisladas, luchas pacificas por aumentos salariales y batallas callejeras: todo esto fluye caóticamente, se dispersa, se entrecruza, se desborda, es un océano de fenómenos, fluctuante y eternamente en movimiento. Y la ley de movimientos de este fenómeno no radica en la huelga de masas misma ni tampoco en sus particularidades técnicas, sino en las relaciones de fuerza políticas y sociales de la revolución.” (Luxemburgo, 2025:40)

Sobre esto, agrega: “La huelga de masas es más bien la denominación, el concepto unificador de todo un período de años, quizás de decenios de la lucha de clases”. Desarrollando posteriormente la definición de la huelga de protesta como la manifestación de la huelga bajo objetivos estrictamente políticos, planificados de antemano y organizado, al que le otorga un papel secundario, la distingue de la huelga combativa, que sería en cambio la demostración de la conjunción entre ambas, en las que luchas económicas reivindicativas se convierten en políticas. “En una palabra, la lucha económica es la que conduce de una situación política a otra; la lucha política produce la fertilización del terreno en el que surge la lucha económica.” (Luxemburgo, 2025, 43), retomando algo explicado en el capítulo III: “El motivo inmediato del movimiento fue completamente casual y hasta secundario, su irrupción fue espontánea, pero por la forma en la que se produjo el movimiento, se manifestaron los frutos de una agitación de varios años por parte de la socialdemocracia; en el curso de la huelga general fueron los agitadores socialdemócratas los que estuvieron a la cabeza del movimiento, dirigiéndolo y llevando adelante una intensa propaganda revolucionaria.” (Luxemburgo, 2025: 21)

Retomando la tensión existente entre lo espontáneo y el elemento consciente, Rosa afirma: “Si la huelga de masas no significa un hecho aislado, sino todo un período en la lucha de clases, y si este período es idéntico a un período revolucionario, resulta claro que la huelga de masas no puede ser desencadenada arbitrariamente, por más que esta proceda de la suprema dirección del partido socialdemócrata.” Demostrando lo poco efectivo de la convocatoria de huelgas políticas convocadas por la Socialdemocracia en el período, salvo contadas excepciones, Rosa afirma que la agitación por la huelga de masas en sí resulta estéril, siendo esta el resultado de una irrupción de las masas en un período determinado. No significa esto que la agitación política sea innecesaria o que la irrupción de las masas sea el resultado de una auto realización espontánea de la conciencia, sino la expresión de la experiencia política acumulada de las masas, que en situaciones determinadas, se convierte en explosivas y revolucionarias. El partido revolucionario, debe entonces luchar por la dirección política de ese movimiento y evitar tener un abordaje técnico o automático sobre la misma: “En lugar de romperse la cabeza con la parte técnica, con el mecanismo de la huelga de masas, la socialdemocracia está llamada a hacerse cargo de la dirección política aún en medio de un período revolucionario. La consigna, señalar la orientación de la lucha, fijar la táctica de la lucha política de tal forma que cada fase y en cada momento se movilice la fuerza actual, activa y desencadenada del proletariado de la socialdemocracia, por su decisión y agudeza, no se encuentra nunca por debajo del nivel de las relaciones de fuerza existentes, sino que por el contrario, se sitúe por encima de este nivel: esa es la tarea más importante de la dirección en un período de la huelga de masas”.

Entendemos que la etiqueta de “espontaneísta” atribuida a su teoría, tanto por el estalinismo como por expresiones vulgarizadas del “luxemburguismo” que dio el siglo XX es incorrecta. Rosa advirtió, incluso antes que Lenin y Trotsky, el carácter reaccionario y conservador de la dirección de la Socialdemocracia Alemana y sus dirigentes sindicales, ofreciéndonos «Huelga de masas, partido y sindicatos» como otra obra indispensable del Marxismo. El elemento ‘espontaneísta’ de Rosa es equívoca y (mal) intencionadamente contrapuesto al concepto de partido. Ya en sus primeras páginas, Rosa nos advierte que el viraje conservador y oportunista de las direcciones traidoras, no puede borrar de un plumazo la experiencia política de una clase fuertemente organizada y con enorme conciencia, siendo esta el resultado de enormes luchas políticas y teóricas por parte de su vanguardia. En el segundo capítulo, expresa el rechazo que la acción huelguística generaba en las direcciones sindicales, por su carácter incontrolable, mientras denunciaba por querer limitarlo a una acción defensiva en el marco del parlamentarismo al ala oportunista del partido.

El factor espontáneo, de la lucha objetiva que las masas pueden tener contra el capital, en ocasiones masivas, como puede ser el caso ruso de la Revolución de 1905 del que nos habla no es el resultado de una autorrealización espontánea de conciencia, sino la expresión de la experiencia política acumulada a partir de las enormes luchas políticas que clase y partido han dado en común. Su carácter progresivo, está en advertir la relación dialéctica entre lo que ella denomina “huelgas económicas” a las que las burocracias sindicales buscarán limitar en una pelea parcial y salarial, “políticas” en las que la dirección de la Socialdemocracia buscará limitar a sus objetivos parlamentarios, y la huelga de masas, donde la barrera entre los objetivos “políticos” y “económicos” de las masas, se extinguen. 

La traba que ponen las burocracias sindicales, algo presente hasta el día de hoy esconden en realidad el temor al desborde y que el irrumpir de las masas pueda ser posteriormente incontrolable, a la par que atribuyen argumentos organizativos. “La valoración falsa y exagerada de la importancia organización en la lucha de clase del proletariado se suele completar con la subvaloración de la masa no organizada y de su madurez política. Es en los períodos revolucionarios, en el empuje de las grandes luchas de clases que despiertan donde se muestra la influencia educativa del rápido desarrollo capitalista y la acción de la socialdemocracia sobre las capas populares más amplias” (Luxemburgo, 2025: 59).

La oportunidad que estas situaciones le presenta a los elementos más avanzados de las direcciones obreras será la de recuperar el carácter revolucionario de las masas, quienes sacan a la fuerza a sus direcciones adaptadas de la inacción y/o recuperan sus organizaciones para la lucha consecuente con nuevas direcciones. Rosa buscará también quitarle el carácter particular que los dirigentes alemanes querían darle al caso ruso, explicando cómo el método de la huelga de masas tenía plena vigencia dentro de Alemania. Otro elemento fundamental de esta obra será el planteo de la necesidad de unificar reclamos entre los sectores obreros calificados y los descalificados, ignorados por la dirección sindical socialdemócrata. A la vez, el valor de esta obra reside en el análisis dialéctico entre la lucha objetiva de la clase obrera contra el capital, expresada en las luchas económicas, y la intervención del elemento consciente del partido que permite elevar la lucha objetiva contra el capital por mejoras económicas por una lucha subjetiva por el poder político. Este proceso de articulación entre el elemento económico y el político bajo las situaciones revolucionarias, dependerá para Rosa Luxemburgo de la “fertilización del terreno” que lleven adelante los elementos conscientes del proletariado: “La socialdemocracia es la vanguardia más ilustrada y consciente del proletariado. No puede y no debe esperar con los brazos cruzados, con mentalidad fatalista, a que aparezca la  situación revolucionaria; no puede y no debe esperar a que el deseado movimiento popular espontáneo caiga del cielo. Por el contrario, debe adelantarse, como siempre, al desarrollo de los acontecimientos, tratar de acelerarlos.

Sobre esto, también señalaba Trotsky:

“Es innegable que Rosa Luxemburgo contrapuso apasionadamente la espontaneidad de las acciones de masas a la política conservadora «coronada por la victoria» de la socialdemocracia alemana, sobre todo después de la revolución de 1905.[3] Esta contraposición revestía un carácter absolutamente revolucionario y progresivo. Mucho antes que Lenin, Rosa Luxemburgo comprendió el carácter retardatario de los aparatos partidario y sindical osificados y comenzó a luchar contra los mismos. En la medida en que contó con la agudización inevitable de los conflictos de clase, siempre predijo con certeza la aparición elemental independiente de las masas contra la voluntad y la línea de conducta del oficialismo. En este amplio sentido histórico está comprobado que Rosa tenía razón. Porque la revolución de 1918 fue «espontánea», es decir, las masas la llevaron a cabo contra todas las previsiones y precauciones del oficialismo partidario.”

En ese sentido, Rosa Luxemburgo también coincidirá en los puntos centrales con la teoría de la Revolución Permanente, ofreciendo numerosos pasajes en donde señala el carácter dirigente de la clase obrera en la revolución frente a la incapacidad de las burguesías rusa, y en su caso también polaca, de dirigir la revolución democrática (Luxemburgo, 2025, 62). Coincidirá con Trotsky y Parvus en que habiendo alcanzado el poder, el proletariado no se limitará a las tareas democrático burguesas, sino que avanzará hacia las tareas socialistas, superando la limitada concepción de Lenin de la “dictadura democrática de obreros y campesinos”, aunque siendo más escépticos  que Trotsky en torno al efecto que la revolución rusa podría tener en Europa, pero coincidiendo en la necesidad de que esta se expanda para no sucumbir frente a la reacción.

Su vigencia hoy

Es evidente que el primer punto común que uno puede encontrar con el período histórico citado es la tendencia a la guerra de la actualidad. Al igual que en los inicios del Siglo XX, donde el conflicto ruso japonés fue una antesala de la Primera Guerra Mundial, la etapa actual está atravesada por una creciente tensión entre las potencias. El propio territorio del ex imperio ruso se encuentra hoy en pleno conflicto entre Rusia y Ucrania, donde las negociaciones de paz iniciadas entre Trump y Putin, excluyendo a Ucrania, parecen la antesala de la profundización del conflicto comercial, y potencialmente militar con China. Las masas rusas, tanto como las ucranianas, debieron enfrentar una fuerte aumento de la carestía material al interior de sus propias fronteras, como así también el aumento del carácter policial de sus estados, ahogando cada vez más cualquier tipo de libertades democráticas, como así también regimentado enormemente la vida social interna de ambos estados. Las burocracias sindicales, alineadas con ambos gobiernos, fueron un verdadero factor de contención de las masas, ahogando cualquier iniciativa existente contra la guerra y la carestía.

Las irrupciones populares en curso contra Trump, Milei, o el acuerdo entre conservadores y Alternativa para Alemania, bajo su forma anti fascista, son formas embrionarias de lo que puede considerarse “huelgas políticas”, aunque evidentemente, sin una dirección clara. En el caso argentino, sin lugar a dudas, un factor de contención y un límite para que estos procesos puedan extenderse hacia “huelgas de masas”, es la burocracia sindical, que bloquea conscientemente cualquier acción, incluso meramente reivindicativa o “económica”, bajo un acuerdo entre la CGT y Milei. La agitación política por el Fuera Milei, levantada por el Partido Obrero, busca ser un “fertilizador” del terreno para una irrupción de las masas, combinando consignas transicionales en lugares de trabajo, como consignas políticas que van desde el Juicio Político a Milei hasta la propia consigna central de la etapa, buscando que el gobierno se vaya mediante una irrupción popular bajo la cual la clase obrera pueda constituirse como alternativa de poder. Es evidente que esta irrupción, como lo fue el 2001, no tendrá la forma de una resolución de un partido, sino que la función del partido debe ser la de preparar las condiciones para esta, y que en medio del estallido, este se pueda convertir en la dirección del movimiento.

En un cuadro de una integración cada vez mayor de grupos de izquierda al estado, desde el Frente Patria Grande o el Partido Comunista, integrados al peronismo en Argentina, al Partido Demócrata en EEUU o al PT en Brasil, buscan presentarse a sí mismas como la alternativa frente al Fascismo bajo la forma del “frente popular”. Ahogando cualquier iniciativa independiente de las masas, o buscando contener cualquier forma de irrupción, buscan limitar cualquier acción a los márgenes del parlamentarismo burgués, garantizando una transición electoral o bajo las formas del constitucionalismo burgués, algo que la propia Rosa Luxemburgo denunciaba tempranamente como la intención de la Socialdemocracia de limitar las huelgas políticas a reivindicaciones parlamentarias, presentado cualquier acción como arriesgada o “que no es el camino”, incluso, como propone el PSOL a través de la revista Jacobin, mediante una batalla cultural para “izquierdizar el PT”, rechazando cualquier acción hasta por la reivindicación material más mínima.

Este déficit es compartido no solo por las corrientes integradas al estado, sino incluso también por sectores del Frente de Izquierda. El PTS, que rechaza levantar la consigna Fuera Milei (por un cálculo electoral), sustituye la estrategia de intervención de las masas por la instalación de la figura electoral de Myriam Bregman. Al mismo tiempo rechaza organizar a las capas más explotadas de la sociedad capitalista, hoy nucleadas en el movimiento piquetero bajo argumentos que se asemejan a los denunciados por Rosa Luxemburgo, argumentando la falta de “voluntad y conciencia” y generando una división entre los explotados. Desde el Partido Obrero, llevamos adelante una agitación política permanente entre estos sectores, entendiendo al igual que la revolucionaria polaca, que “las revoluciones no se aprenden en la escuela” sino que son el resultado de una experiencia de lucha concreta contra el estado capitalista.

Lejos de renunciar a la dirección del movimiento, o de separar al Partido de las masas, Huelga de Masas, Partido y Sindicatos, demuestra la íntima conexión que la revolucionara establece entre la agitación política llevada adelante por el partido revolucionario y la acción de las masas. Esta irrupción de las masas que supera a sus direcciones burocráticas no se debe a un emerger espontáneo de la conciencia, sino que es el resultado de una experiencia histórica que recuperan de los métodos históricos de su clase. Mientras Rosa Luxemburgo tomaba el caso ruso como un ejemplo a seguir para superar la dirección burocratizada de la Socialdemocracia alemana, la huelga de masas, presente en el inconsciente colectivo de la clase obrera a partir de las experiencias históricas de 1924, del Cordobazo y todas las huelgas del período, o la huelga general contra el Rodrigazo en 1975, continúa siendo una herramienta fundamental de las masas en su lucha por la emancipación y por la reconstrucción de su dirección.


Bibliografía
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Santos, Rafael (2024); A 100 años de que la huelga general reclamara un sistema jubilatorio con aporte patronal exclusivo en Apéndice, Huelga de Masas Partido y Sindicatos, Editorial Panorama, Buenos Aires.

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