Carlos Oliva Funes es uno (sino el más destacado) de los referentes de la industria frigorífica. Acaba de publicar un libro con sus memorias: “Un disparo en la oscuridad. PECADOS DE LA CARNE EN LA ARGENTINA” (Ediciones Galerna).
La ganadería ha jugado en la constitución económica del país un lugar destacado. El libro de Horacio Giberti, “Historia Económica de la Ganadería Argentina” se ha transformado en un clásico, donde analizando la evolución de esta rama económica, se ve el desarrollo de la clase dominante nativa y las alianzas políticas/sociales que fue estableciendo con el capital extranjero. Habiéndose publicado su versión original en 1954, en 1981 apareció una nueva edición con ampliaciones y retoques. Es un trabajo serio, importante como insumo para el análisis marxista de la evolución de la realidad nacional.
La aparición del libro de Oliva Funes, ha sido considerada por varios publicistas, como un “análisis de cinco décadas de políticas públicas y gobernantes que fueron decisivos para el presente y el futuro del sector cárnico y la economía de Argentina”. Pero a diferencia de Giberti, no está basado en un estudio socio/económico de la realidad y sus transformaciones, sino en la narración de “hechos, impresiones y memorias” que habría vivido el autor. La “memoria”, es sabido, es altamente “selectiva” y en el caso de Oliva Funes es directamente hagiográfica. El mismo se autocalificara afirmando que “este libro ha sido (y aún es) un gran rompecabezas, no solo de mi memoria, sino de la historia económica, política, industrial y agropecuaria –al menos en gran medida- del último medio siglo de la Argentina” (pág. 259). Oliva Funes, se considera un honesto empresario dotado de una “intuición innata” que ha sabido orientarse “en la oscuridad” para “triunfar”.
El autoanálisis de su trayectoria, sirve de referencia directa para la caracterización de la evolución política/social de la burguesía nacional.
Frente a la represión de la dictadura
Como todas las burguesías en los diferentes países, Oliva Funes y la clase dominante nativa, ha vivido entrelazada directamente al Estado, del cual mama sus riquezas y desarrollo.
Bajo la dictadura militar de Videla, Oliva Funes, sufrió la persecución y secuestro de su esposa (simpatizante de Montoneros), proceso en el cual estuvo a punto de perder también a su hija. Ante la persecución de esta, Oliva Funes, no tuvo mejor idea que entrevistarse con un referente de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), para pedirle garantías sobre su seguridad.
“Busque contactos con los militares y di con ese de la ESMA” (pág. 42).
“- No te preocupes, te vamos a ayudar a encontrarla para sacarla del país. Es una ciudadana americana y no queremos tener problemas. Pero tenés que saber que está metida en todo este despelote.
-¿Pero está seguro de que está metida?- le pregunté.
-Sí.” (pág. 43).
¿Funes confiaba en el “accionar antisubversivo” de los militares de la dictadura? ¿Qué datos brindo? ¿Pensaba que la entrega de un perseguido garantizaba su vida?
Un poquito más adelante, Funes nos va a contar (pág. 45), que años después, cuando “ya era vicepresidente ejecutivo” del Swift, lo visitó el “capitán Fierro”, alias “el francés”, militar por él conocido, activo elemento represor de la dictadura, para pedirle favores. Charlando con él, Oliva Funes le comento: “¿Vos sabes que falleció mi mujer?”. El capitán Fierro le reconoció: “Yo fui quien dio la orden de matarla”. Oliva Funes, afirma que se indignó frente a esta aseveración, a lo cual el militar represor le dijo: “¿Vos sabés que yo te salvé?”.
Oliva Funes, nos dice, que airadamente lo echó. “El francés” fue uno de los imputados en el juicio de La Perla. Con este tipo de elementos represivos y la intervención de la Embajada norteamericana fue que trató Oliva Funes.
Los negocios bajo la dictadura
Fue también bajo la dictadura que empezó a crecer la figura de Oliva Funes en el negocio de los frigoríficos. En agosto de 1977 ganó la licitación de la quiebra del Swift. Las plantas de Berisso y Rosario del Swift fueron incluidas, en 1973, por la quiebra del grupo Deltec (consorcio yanqui, auspiciado por el ex ministro de Economía de Ongania, Krieger Vasena, en el que participaban, entre otros, parientes directos de Lanusse, el último presidente de la dictadura instaurada en 1966). Fue un conocido vaciamiento empresario y un desfalco.
El estado intervino rescatando con 250 millones de dólares al Swift. Pero el gobierno peronista que asumió en 1973, no lo nacionalizo. Fue la dictadura de Videla la que, finalmente, en 1977 terminará por licitarlo, entregándolo a Carlos Oliva Funes y un consorcio de amigos (Grupo Huancayo, Constantini, etc.) que conformaron la empresa “Carnes Argentinas”. (Esto, por otra parte, se dio en el marco de sospechosos “ajustes de cuentas” aducidos a los Montoneros contra ejecutivos). El Estado se encargó de la deuda de los “acreedores”. Según Oliva Fuentes pagaron el 40% y el 60% restante quedó como una deuda en pesos indexados, a saldar en 5 años, con las ganancias producidas cada año. ¡Un regalo!
Pero, rápidamente (en 1980), con la excusa de dificultades (por la política antidevaluatoria de Martinez de Hoz y su famosa “tablita”), para pagar la deuda indexada entregaron el 40% de la empresa al monopolio yanqui de Sopas Campbell, quizás la alimenticia más importante del mundo (que ya integraba el Swift antes de la compra de Oliva Funes).
En poco tiempo y gracias a sus contactos bajo la dictadura, el consorcio en el que participaba Oliva Funes quedó al frente de cinco importantes frigoríficos, incluyendo también tierras y varios miles de cabezas de ganado, para sustentar la faena.
Privilegiados negociados bajo la democracia
Oliva Funes, se jacta de que fue el ideólogo de lo que se llamó la “capitalización de los bonos de la deuda externa argentina”: “Aunque me anticipe a las cronologías, lo que se hizo en tiempos de Raúl Alfonsín fue comprar de deuda soberana para promover la situación productiva y económica argentina, donde uno la plata la tenía que poner sí o sí en la inversión que se realizaba en el país, si no, no te deban ese poder de cambiar los bonos por pesos” (pág. 65).
¿”Promover la situación productiva y económica argentina” o los negociados de Campbell Soup? Monopolio que al poco tiempo se transformó en propietaria del 100% del Swift, dejando a Oliva Funes como presidente de la empresa. Entre otras cosas por las aceitadas relaciones que este tenía con el poder y por el “éxito” obtenido en el operativo de “capitalización de los bonos de la deuda externa argentina” para financiar el desarrollo del consorcio.
Oliva Funes nos explica cómo se realizó el operativo “capitalización de los bonos de la deuda”: “en 1983, o más bien ya 1984, fue que le presenté al gobierno de Raúl Alfonsín mi proyecto de comprar bonos de deuda argentinos (…) Para ello, lo fui a ver a Víctor Martínez, vicepresidente de la Nación, y a quien conocía porque mi familia era muy amiga de los Martínez de Córdoba (…) Le dije: – Víctor, mira se me ha ocurrido una idea. Tengo pensado hacer una gran inversión en Rosario, pero no tengo financiación, es muy difícil que me lo aprueben, pero a mí se me ocurrió una cosa: están los bonos de deuda argentinos, que están al 34 por ciento de valor nominal en dólares, yo los compro a ese 34 por ciento en dólares, se los vendo al gobierno al 100 por ciento en moneda nacional y con eso me financió para invertir en la planta nueva” (pág. 119).
Oliva Funes, continúa contando la respuesta del vicepresidente Martínez: “– Bueno, me parece interesante, te voy a organizar una reunión con el ministro de Economía, Bernardo Grinspun (…) A Grinspun le gustó la idea” (ídem). Y organizó una serie de “licitaciones” en ese sentido. Por supuesto que Oliva Funes “ganó” una de estas. “A esa licitación se presentaron asimismo varios inversores extranjeros, también estuvo el Grupo Perez Companc con el Hotel Continental….” (pág. 120).
Oliva Funes reconoce que la nueva planta que quería modificar en Rosario “tenía un costo de 80 millones de dólares, pero que bajaba muchísimo con estos bonos de deuda argentinos, y nos daba un retorno de inversión importante” (ídem).
Oliva Funes, nos cuenta que con este plan se presentó en Filadelfia (EEUU) ante una reunión del directorio mundial de Campbell Soup y fue “aprobado» por toda la mesa: “Salí del salón donde se había desarrollado la reunión de directorio y todos me abrazaron” (ídem), afirma alborozado, a pesar del tiempo transcurrido.
La deuda externa la paga el pueblo trabajador (¡y cómo!) y los “retornos” se los embolsan (y fugan) los grandes capitalistas nacionales e imperialistas, unidos para desfalcar al país (las penas son de los trabajadores, las vaquitas y los frigoríficos de los Oliva Funes y los monopolios).
Peón del imperialismo
Oliva Funes, no solo económicamente, sino también políticamente, fue un peón de los monopolios yanquis.
Su relación con el poder político hizo que tuviera aceitadas relaciones con todos los gobiernos de la Argentina desde la dictadura en adelante. Y obtuviera de estos innumerables favores (desgravaciones impositivas, subsidios, etc.).
En los inicios del gobierno de Menem (1989/90) –se acaban de cumplir 35 años- estalló el escándalo del Swiftgate que tuvo como uno de los protagonistas principales al directorio del Swift y sirvió para condicionar y alinear al menemismo en forma más directa tras el imperialismo yanqui.
Según relata en sus memorias Oliva Funes, el Swift había solicitado la exención del pago de impuestos a la importación de ciertas máquinas necesarias para su nueva planta. El monto de la exención impositiva no queda claro: algunos (Verbitsky) hablan de millones de dólares, Oliva Funes nos dice que se trataba de 400 mil dólares. La cuestión era que el gobierno menemista no terminaba de decretar dicha exención, a pesar de reiteradas promesas de que lo iba a hacer. Menem, en persona, le había prometido a Oliva Funes, la aprobación de la medida, porque “lo que está haciendo Swift es parte de la ‘revolución productiva’”, en una reunión en la que participó también Emir Yoma, cuñado del presidente y factótum de los “negocios” del clan familiar.
Según, hizo trascender el directorio del Swift, la autorización no salía porque se reclamaba el previo pago de una coima. El peso del “clan Yoma” se manifestó en muchas otras denuncias (contrabando de armas, lavado de dinero, Yacyretá, etc.). El embajador yanqui, Terence Todman, hizo pública una carta de la Embajada al presidente Menem, denunciando esta corrupción, que perjudicaba a las empresas norteamericanas, tomando como eje el caso Swift. Oliva Funes, dice en sus memorias, que no fue él, el que pasó la información a la Embajada, insinuando que lo hizo uno de sus subordinados.
El Swifgate se unió a otras denuncias y escándalos de “corrupción”, generando una grave crisis política. En la que fue mediando Domingo Cavallo, ministro de Relaciones Exteriores. Finalmente, la crisis se resolvió con la salida de Emir Yoma y del ministro de Economía, Antonio Erman González, que fue reemplazado por Cavallo, que terminaría imponiendo la famosa convertibilidad del peso con el dólar. Este subió con el respaldo de la Embajada yanqui y su lugar en el ministerio de Relaciones Exteriores fue ocupado por Guido Di Tella. Es último fue el que implementó una política de “relaciones carnales” con el imperialismo yanqui. El semigolpe yanqui dentro del gabinete menemista, entronó al tándem Cavallo-Di Tella y fue decisorio para que Menem se sumara activamente a la coalición imperialista para atacar a Sadam Hussein y a Irak. La Marina argentina envió fragatas bajo el mando yanqui a esa guerra colonial.
En medio de la crisis del Swiftgate, Oliva Funes nos recuerda en su libro que existía un conflicto entre los intereses de los curtidores exportadores y los representantes de los frigoríficos exportadores. En octubre de 1990, la secretaría de Comercio yanqui, había impuesto aranceles “del 15 al 23 por ciento sobre los cueros curtidos y manufacturados (más de 65 millones de dólares, el primer rubro de las ventas a ese país antes de los caños de acero de Siderca), en represalia por la prohibición argentina de exportar cueros crudos” (pág. 157). Se trataba de la lucha entre dos grupos capitalistas: el de los curtidores exportadores versus el de los frigoríficos exportadores. En el cual el imperialismo yanqui tomaba partido, con medidas económicas (aranceles) y políticas (carta y planteo del embajador Todman) a favor de los frigoríficos.
Oliva Funes lo dice explícitamente: “Los intereses de curtidores como Yoma se oponen a los frigoríficos exportadores como Swift. A raíz de la prohibición de exportar en crudo, el precio del cuero pagado al productor bajó el 8 por ciento, pero este beneficio para las curtiembres desaparecía si los productos elaborados con materia prima más barata debían tributar el nuevo derecho compensatorio en el principal mercado consumidor” (ídem).
¡Y varios periodistas y comentaristas intentan ensalzar a Oliva Funes como un representante de los sectores “industrialistas” de la burguesía nacional!
Claramente: explotador antiobrero
En sus memorias, Oliva Funes, deja clara su condición antiobrera y explotadora.
Al comprar el Swift en 1977, el consorcio Carnes Argentinas, dejo constancia de la “baja productividad” de la planta de Berisso, de “privilegios” (nombre que le da a las conquistas sindicales) de los obreros. Protesta contra la “industria del juicio (…) por incapacidad”, en lugar de eliminar la alta tasa de accidentes de trabajo, debido a la baja inversión empresaria (pág. 82/83). Frente a lo cual lanza un plan de “racionalización”: “Se ajustan las dotaciones, se quitan privilegios y se le da un fuerte impulso a la productividad” (ídem). Despidos, incremento de los ritmos de trabajo, ataque a las conquistas laborales, aprovechando la vigencia del clima represivo de la dictadura. Oliva Funes reconoce que “en 1979 la planta de La Plata se encontraba operando con cierta normalidad” (ídem). Y, en diversas partes de su libro nos habla de que venían ganando mucha plata. Pero… Oliva Funes plantea que “se produce el abrupto incremento en el precio de la carne, que sumado al atraso existente en el tipo de cambio, puso en crisis a la exportación de carne”. En este panorama, Carnes Argentinas descarga las dificultades que surgen por la política económica de la dictadura sobre las espaldas de los trabajadores: “vacaciones adelantadas”, suspensiones, “retiros voluntarios”, congelamiento salarial, etc. Frente al alza inflacionaria del costo de vida, los obreros y el Sindicato piden un “incremento salarial”. Como la empresa no accede, se declara una huelga de brazos caídos” (pág. 83).
En pleno accionar represivo la huelga se extiende durante varias semanas. Nuestro periódico, de distribución clandestina, Política Obrera (antecesor de Prensa Obrera) en su edición N° 304 (30/11/1979), titula: “LA EXTRAORDINARIA HUELGA DEL SWIFT. Contra el chantaje antinacional de la patronal”. Allí se saludaba que “los trabajadores del Swift completaron más de 20 días de huelga ‘brava’, en los días que la patronal ha recurrido a todos los medios posibles para intentar hundirla: despidió a 30 activistas, suspendió luego masivamente y cerró la planta para tratar de quebrar la huelga afuera y abrió finalmente un registro de retiros voluntarios (…) Nada de esto afectó la masividad de la lucha (…) Al cierre de esta edición la patronal apelaba a un expediente extremo, la cesantía de todo el personal y la apertura de un nuevo registro de ingresantes”. Política Obrera denunciaba que las medidas antiobreras de los Oliva Funes eran parte de una extorsión para que el gobierno militar otorgará subsidios y permisos preferenciales para exportación. Lamentablemente, la dirección del Sindicato de la Carne, dejó aislado este conflicto fundamental, que Oliva Funes considera en sus memorias como un conflicto que produjo “un quiebre: un antes y un después” (pág. 83).
Pero el ataque a fondo, vendrá en 1983. Oliva Funes, decide –previo vaciamiento: “traslado de equipos de Berisso a la planta de Rosario” (pág. 107)- cerrar el frigorífico de Berisso, dejando en la calle a 1700 trabajadores. Oliva Funes nos dice que “los militares estaban en retirada. Pero todavía gobernaban” y aprovechó esa oportunidad. Aduciendo el alto costo de los trabajadores (es un adelantado en reclamar contra las indemnizaciones por despido) anuncia el cierre. Oliva Funes nos cuenta que diversos dirigentes peronistas y del Sindicato de la Carne, le piden que modifique ese propósito de cierre (porque el Swift de Berisso está en el “origen del peronismo”). Pero Oliva Funes lo ejecuta a rajatabla. La dirección del Sindicato finalmente acepta a cambio del pago de indemnizaciones. Oliva Funes concluye: “la verdad con los sindicatos y los peronistas nunca pasaría nada, ni luego nadie –desde Carlos Menem hasta Guillermo Moreno o el matrimonio Kirchner- me vendrían a decir o a reprochar nada” (ídem).
No pierde las mañas
Oliva Funes cuenta una larga serie de anécdotas de corrupción: cuando el jefe de la SIDE, en nombre de Menem, le ofrece un cargo (la Secretaría de Agricultura) o un favor (la cesión para instalar un Bingo). Cuando logra que Menem le devuelva el 7% de los “reembolsos a la exportación” (“me los subieron directamente para los productos industrializados, cosa que me ayudó mucho, porque se trataba de plata” (pág. 211).
¿Después los economistas burgueses se preguntan por qué hay déficit presupuestario?
Oliva Funes será uno de los beneficiarios de la privilegiada “Cuota Hilton” (reconociendo que “desde hacía rato era la fuente de corrupción más grande que se había pasado de un gobierno al otro”, pág. 223). En este tema, como en el del Swifgate, Oliva Funes no aporta muchos detalles: oscurece más que aclara.
En el 2002, después del “argentinazo” funda el “Consorcio de Exportadores de Carnes Argentinas”, constituyéndose en su portavoz público. En 2005 vende el Swift a una multinacional brasileña.
Pero… no se retira. “Vuelve” al negocio de la carne adquiriendo gran parte del paquete accionario del Frigorífico Rioplatense, radicado en General Pacheco (Prov. de Buenos Aires). En el 2023, la “compañía” figuraba en el segundo lugar nacional por faena con casi 360 mil cabezas de ganado, dedicado el 70% a la exportación. En el 2024 fue el mayor beneficiario de la Cuota Hilton con unas 1900 toneladas. “Hoy nos va muy bien” dice Oliva Funes (pág. 270).
Pero… lo que no perdió Oliva Funes es su esencia antiobrera. Los trabajadores vienen luchando en defensa de sus salarios, conquistas y puestos de trabajo contra las tendencias negreras de la patronal del Rioplatense.
Mi compañero, Christian Cari, en prensaobrera.com (29/1/2025), señala que las patronales de la industria frigorífica “se van alineando con un mismo objetivo: aplastar al movimiento obrero”. Cari afirma que el Rioplatense “en 2024 tuvo récord de faena y aumentó sus exportaciones casi al 80% de su producción e impulsa una agenda antiobrera”. Constantini, uno de los CEO del Rioplatense declaró: “El gobierno eliminó todo tipo de trabas, bajaron retenciones en algunos cortes y las quitaron en otros, no hay cupos ni baratas”.
Pero… el precio de la carne sube para la mesa del trabajador argentino y la patronal en combinación con el gobierno de Milei no solo restringe los aumentos salariales, sino que ataca las conquistas obreras y presiona para aumentar el ritmo de la explotación laboral. La patronal del Rioplatense “suspendió unilateralmente el otorgamiento de un bono anual compensatorio a las y los operarios por el aumento de la producción” (ídem prensaobrera.com). E incentiva los “retiros voluntarios” (y también los despidos directos) para echar a los trabajadores con más antigüedad y tomar nuevos operarios contratados y precarizados, atacando también la organización sindical de fábrica. El año pasado, despidió 42 trabajadores, por reclamar en el marco de la inflación mileista un aumento salarial, lo que originó un conflicto en el frigorífico. Frente a lo cual los Oliva Funes y Constantini, “militarizaron” la fábrica con fuerzas policiales provinciales del gobernador Kicillof, para intimidar la lucha obrera.
La historia empresaria de Oliva Funes está recorrida por compras y ventas de empresas relacionadas con el negocio de la carne (con vaciamientos, acciones de testaferro y negociados incluidas). Con los Kirchner logró el 15% de reembolso “lo que era una diferencia enorme con cualquier otro frigorífico que careciera de producción con valor agregado” (pág. 263). Oliva Funes es no solo antiobrero, es también un adelantado para imponer el completo dominio de los grandes frigoríficos en el mercado interno, eliminando la competencia de los matarifes y a los carniceros (pág. 266).
No ha habido “disparos en la oscuridad”, los logros de Oliva Funes y las patronales frigoríficas de exportación se han hecho en “la oscuridad” de las negociaciones en los despachos de todos los gobiernos desde la dictadura al presente. Así funciona el Estado Burgués. Hoy son “mileistas”, porque este arremete contra la clase trabajadora y esquilma las finanzas estatales a favor de estos pulpos.
La de Oliva Funes, es la radiografía no de un personaje capitalista inescrupuloso, sino el “pecado original” de toda la clase dominante argentina.