Muchas voces se han escuchado en estos días intentando trazar un balance de los primeros cien días del segundo gobierno de Donald Trump. Existe la costumbre en la política norteamericana de juzgar una presidencia por sus primeros cien días, especialmente si se trata de gobierno que, como este, anuncian venir a dar un giro brusco en la política de su Estado y la situación de su país. El origen de esta tradición es en el gobierno de Franklin Delano Roosevelt, que en los primeros tres meses de su gobierno encaró un importante paquete de legislación intervencionista de parte del Estado norteamericano, el famoso New Deal, con 77 leyes aprobadas en una sesión especial que se extendió todo el período, y que empezó a ensayar una salida keynesiana al desastre de la crisis capitalista del crack de 1929, aunque éste recién se terminaría de revertir con la movilización militar de la economía norteamericana para intervenir en la Segunda Guerra Mundial.
Los 100 días de Trump 2.0 sin dudas marcan un giro profundo en la política del Estado norteamericano, pero la postal es de signo contrario. El resultado inmediato de sus políticas no ha sido el de levantar una sociedad deprimida, sino el de pinchar un alza marcado de la bolsa norteamericana, que arrancó el año en un boom especulativo récord, llevándolo a una caída que fue resultado directo de sus medidas de gobierno. Los datos oficiales marcan una contracción de -0,1% del PBI en el primer trimestre. Anualizada, la caída crece a -0,3%.
La primera y principal víctima de la ofensiva proteccionista de Donald Trump en Abril ha sido la economía norteamericana. Aunque sin dudas la caída de los mercados de acciones ha sido internacional, la caída de Wall Street y el cuestionamiento del dólar como centro del sistema financiero internacional, son el rasgo distintivo del nuevo escenario.
El punto de partida del segundo gobierno de Trump fue la idea de que iba a un blitz para revertir la declinación de la dominación internacional de EEUU. Este declive existía, más allá de los indicadores optimistas en el momento del paso del poder de Biden a Trump. Sin embargo, el remedio parece haber sido mucho peor que la enfermedad. El resultado de los primeros choques parece haber pronunciado ese declive, al mismo tiempo que poniendo en evidencia las contradicciones internas de la potencia decadente.
La primera víctima de estos fracasos es la popularidad del propio Trump, que aparece cayendo en las encuestas. Una encuesta publicada por Newsweek el 9 de mayo, por ejemplo, muestra a Trump con números negativos de apoyo neto no solo en 7 estados “swing” disputados, sino con una ventaja del 2% para los que lo rechazan en el estado tradicionalmente republicano de Texas, donde sacó más del 56% de los votos en la reciente elección presidencial.
Trump, llamando a la población a preparase para menos bienes de consumo disponibles, y más caros (“dos muñecas en vez de treinta, y un poco más caras”), reconoció públicamente que sus políticas están generando un empobrecimiento en sus votantes, pero también en la misma industria que sus medidas en teoría vienen a “proteger”. Isaac Larian, director ejecutivo de MGA Entertainment, el mayor fabricante de juguetes de Estados Unidos, afirmó que los aranceles serían “desastrosos” y pronosticó una “caída del 30-40 % en las ventas”. La empresa obtiene el 65 % de sus productos de fábricas chinas, y los aranceles la obligarán a subir los precios de forma considerable: duplicarían de 15 a 30 el costo de una muñeca Bratz, uno de sus artículos más populares. “Si no se reducen los aranceles, nos veremos obligados a despedir a gente, incluso a personas de nuestra fábrica aquí que fabrican juguetes en Estados Unidos”, afirmó Larian, quien votó a Trump en noviembre pasado.1“Donald Trump’s ‘Marie Antoinette moment’: call for national sacrifice falls flat”, Guy Chazan, 4/5/2025, Financial Times https://www.ft.com/content/1094f1eb-4790-450c-ba41-98ddef20e63c?sharetype=gift
El mundo de las finanzas está tan sacudido como el de la industria. Liz Ann Sonders, estratega de inversiones de Charles Schwab & Co. sintetizaba para Reuters, “La pregunta de si las políticas de Trump han causado daños irreversibles al sistema económico de EE.UU. es crucial. Sabemos que ha causado un daño tremendo y que nuestros socios se preguntan si seguimos siendo confiables”. En números, el S&P, uno de los principales índices de Wall Street, se desplomó 8% y en el mismo proceso el dólar perdió 9% contra una canasta de divisas. 60 mil millones de dólares en acciones estadounidenses fueron vendidas desde el inicio de marzo.
Los efectos contradictorios a los objetivos proteccionistas de Trump incluyen la corrida de empresas y hogares para aprovisionarse antes de que entren a regir los aranceles, que dio lugar a un aumento en las importaciones que impactó en un PBI del trimestre, que pegó un salto en el déficit de la balanza comercial de US$464 mil millones, un salto 20 veces mayor al déficit comercial del mismo periodo en el 2024.
Elon Musk: Game Over
El clima de derrota respecto a los objetivos del lanzamiento del segundo gobierno de Trump se extiende a su entorno directo. Su gabinete acaba de despedir a su primera figura, Mike Waltz, el asesor de Seguridad Nacional, justamente cuando toda medida del gobierno es explicada por razones de seguridad, mientras el mundo observa una actitud completamente errática de EEUU frente a sus aliados tradicionales y en los escenarios más complejos como Ucrania y Medio Oriente. Es que los objetivos ambiciosos de Trump en política exterior han sido una de los grandes fracasos de este primer periodo de gobierno. Su pretensión de tener la capacidad de desactivar los conflictos por su mera presión personal, aduciendo que él podía terminar con la guerra en Ucrania en un día, y que había traído la paz a Palestina se han mostrado como un fiasco total. Trump ha reafirmado los intereses coloniales de EEUU, imponiendo un acuerdo de apropiación de minerales raros contra Ucrania y expresando el interés en establecer un protectorado territorial en Gaza, sin que esto haga atenuar los choques, sino que profundice las masacres en curso. Su capacidad de arbitraje está cuestionada. Ha alejado y desarrolla una relación hostil con Europa, a quien no ha podido disciplinar. Por el contrario, sus históricos aliados se enfrentan a EEUU y plantean catapultarse como una fuerza militar independiente. Este golpe a la capacidad de EEUU para imponer su ordenamiento internacional es un factor de erosión de su gobierno y prefigura nuevos choques internacionales. En estos choques se inscribe la tendencia a una nueva guerra mundial, aunque todavía estamos en una etapa en la que el camino hacia esta pueda transitar nuevos choques y realineamientos entre las potencias.
Waltz era considerado un “halcón”, promoviendo medidas inmediatas de guerra contra Irán y China. Había mostrado su ineptitud personal, integrando sin querer a un periodista al chat en el que coordinaban una operación de bombardeos sobre Yemen hace algunas semanas.
La purga no parece terminar allí, y muchos dan por cerrado el ciclo de Elon Musk en el gobierno El hombre más rico del mundo, que lideró el desembarco del apoyo de Silicon Valley a Trump y se hizo armar un organismo especial de desregulación estatal a medida, estaría cerca de la salida. El Financial Times preanuncia “La dolorosa partida de Elon Musk”y dice que “lo que comenzó con una motosierra está terminando en un suspiro (..)Según sus propios criterios, el llamado Departamento de Eficiencia Gubernamental de Musk ha fracasado. Lejos de alcanzar los 2 billones de dólares de ahorro que tanto pregonaba, Doge podría acabar costando dinero a los contribuyentes. Mientras tanto, Musk ha perjudicado a Tesla, a donde pronto regresará. (…) El patrimonio neto de Musk ha caído en unos 130 mil millones de dólares desde la toma de posesión de Trump”.2Ver: https://www.ft.com/content/0c6e3841-b277-4431-be93-4adf7664d08e El recorte fiscal logrado ha sido menor.
Tesla, que tiene su principal planta de producción super-automatizada en China, ha sido golpeada por la política arancelaria de Trump, como gran parte de la industria. Y la reacción de Musk estuvo indisimuladamente en el campo de los industrialistas afectados, contra el diseño de los aranceles que lanzó su gobierno. Llamó al secretario de comercio Peter Navarro, un “imbécil” y “más tonto que un saco de ladrillos” luego de que Navarro sugiriera que la oposición del jefe de Tesla a los aranceles era por interés propio.
Por encima de las dificultades generales de la industria, Tesla fue afectada por movilizaciones, escraches y una campaña activa de boicot nacional e internacional. El rol de Musk en promover despidos y cierres de servicios públicos, su saludo nazi y su intervencion en las elecciones europeas a favor de la ultraderecha neonazi le ganaron a su auto el mote “Swasticar”, y así se ha marcado a sus locales y autos en numerosos países.
En retrospectiva, está claro que la posición de Musk con respecto a Trump se deterioró a principios de abril, cuando su dinero no logró inclinar la balanza a favor de un candidato conservador al Tribunal Supremo en Wisconsin. Aunque Musk gastó 22 millones de dólares en la campaña judicial más cara de la historia, ganó el otro juez, lo que significa que sigue habiendo una mayoría filodemócrata en el tribunal más alto de ese estado disputado.
Mientras tanto, el escándalo alrededor de su toma por asalto de la burocracia administrativa por el DOGE ha hecho mucho ruido pero bajó mucho menos el gasto efectivo de lo que se propuso y no ha logrado presentar hechos de corrupción significativos para fundamentar el ataque, luego de anunciar largamente escándalos de corrupción que no terminaron de fundamentar. Las empresas de Musk, de todas maneras, apuestan a recuperar parte de su retroceso mediante los jugosos contratos multimillonarios de defensa nacional, como el “domo dorado” anti-misiles que involucra a su división de satélites, SpaceX.
Si uno consulta a la inteligencia artificial Grok, recientemente instalada en su plataforma X, sobre la experiencia de Musk en el gobierno, esta responde, “Su experimento con DOGE provocó una crisis operativa, problemas legales y resultados limitados, lo que eclipsó las modestas ganancias… más que un triunfo, fue una lección de lo que no se debe hacer”.
La guerra de aranceles es, finalmente, guerra
¿Es una excusa completa la idea de la guerra de tarifas como un problema de seguridad nacional? O, dicho de otra manera, ¿tiene sentido económico aplicar una medida económica como han sido los aranceles sean en su versión completa inicial anunciada el “día de la Liberación” o en la versión fuertemente recortada que anunció la semana siguiente?¿O es una medida económica que solo puede ser entendida como un acto de choque directo, de fuerza en una pelea entre potencias?
Desde el punto de vista de los economistas liberales, el proteccionismo de Trump aparece como un hecho directamente irracional, y así lo plantean. Pero las guerras han sido las parteras repetidas de las reactivaciones capitalistas que siguen a sus crisis por contradicciones insalvables. La destrucción de capital excedente y la puesta en marcha de la industria militar es un fuerte motor revitalizador de la economía capitalista. Es un juego claro, de riesgos altísimos, ya que muchísimos de los regímenes desgastados que intentan darse una salida militar, terminan haciendo explotar sus contradicciones internas en revoluciones o colapsos políticos y económicos.
La capacidad de la Rusia gobernada por Putin, abastecida por China, de pelear más de dos años y avanzar en muchos casos contra la Ucrania de Zelensky armada por todas las potencias occidentales nucleadas en la OTAN ha planteado una impugnación al esquema de producción industrial transnacionalizada al que han virado EEUU y Europa desde fines del siglo XX. Así lo ha entendido Trump y no le falta enteramente la razón. Los pronósticos de Biden y muchos otros que suponían que Rusia colapsaría rápidamente al caer las sanciones y la exclusión del sistema financiero mundial muestran la potencia de la capacidad de mandar a la batalla a una parte significativa de su población (capacidad también cuestionada en las potencias occidentales) y de poder sostener el abastecimiento y pertrecho de esas tropas con una producción local.
La avidez de Trump de montar negociaciones con decenas de países a costa de amenazar con aranceles pretende producir con más nitidez cual es el campo militar y diplomático estrictamente aliado a EEUU por oposición con el multilateralismo vigente, donde muchísimos países han ido tejiendo relaciones múltiples, al ritmo del debilitamiento geopolítico de EEUU. La guerra económica contra China pretende obligar a los países a alinearse con EEUU en términos de su área de seguridad nacional y el abastecimiento y compatibilidad de armamentos. La concentración nacional de las fuerzas económicas es el tema central de la hoja informativa de la Casa Blanca sobre los aranceles y la orden ejecutiva de Trump. El documento plantea repetidamente preocupaciones sobre la “seguridad nacional”, haciendo hincapié en la incapacidad de Estados Unidos para producir suficiente material militar como justificación para las medidas proteccionistas radicales.
En su orden ejecutiva, Trump planteó que “los déficits comerciales elevados y persistentes constituyen una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional y la economía de los Estados Unidos”. Afirmó que estos déficits han “provocado el vaciamiento de nuestra base manufacturera; han inhibido nuestra capacidad para ampliar la capacidad manufacturera avanzada nacional; socavado cadenas de suministro críticas; y hecho que nuestra base industrial de defensa dependa de adversarios extranjeros (…) La pérdida concomitante de capacidad industrial ha comprometido la preparación militar”. Esta “vulnerabilidad”, declaró, “solo podía abordarse mediante medidas rápidas y correctivas para reequilibrar el flujo de importaciones hacia Estados Unidos”. Los “socios comerciales” solo podrían obtener una reducción de los aranceles si tomaban “medidas significativas” para “alinearse con Estados Unidos en materia económica y de seguridad nacional”.
Scott Bessent, secretario del Tesoro de Estados Unidos, ha dejado claro que quiere que Estados Unidos establezca una “zona de seguridad” en la que los aranceles se configuren en función de la actitud de cada país hacia Estados Unidos. Habría una zona verde para aquellos que comparten los mismos valores, moneda y defensa, una zona roja para los países hostiles y una zona amarilla para aquellos que se oponen abiertamente a las políticas estadounidenses, pero que aún no se encuentran en el bando enemigo. En otras palabras, el proteccionismo global está íntimamente ligado al aumento del gasto militar.
Un límite importante a esta ofensiva arancelaria ha sido la propia oposición del gran capital norteamericano. Un intenso lobby de parte de los grupos capitalistas afectados trabajó para lograr el recule parcial en la política de aranceles de Trump. No se dedicaron en general a críticas públicas sino a hacer gestiones directas para intentar aliviar el efecto de las medidas sobre sus industrias y empresas.
Wall Street no tiene línea directa con Trump como en su primer gobierno y este incluso ha pretendido minimizar la caída de las acciones como un problema ajeno a la gente común, pretendiendo actuar una agitación populista contra la bolsa de acciones. El carácter hueco de esta demagogia, claro, es que el mismo proceso que golpeó a Wall Street ha sido catastrófico para Main Street (la arquetípica calle principal de pueblo).
Aunque Trump ha cedido un poco en el punto de aranceles frente a las evidencias de la marcha a un desplome financiero, no ha dejado de mostrarle los dientes a los grupos capitalistas para intentar alinearlos. Aparte de la saga de choques con las Universidades prestigiosas de la Ivy League alrededor de la persecución de activistas pro-palestinos, un choque significativo ha sido su imposición a los principales bufetes de abogados a que se subordinen a sus causas elegidas, donando horas de trabajo gratuito, si quieren mantener las credenciales de seguridad que les permite operar en temas federales de alto nivel. Se estima que grandes firmas han sido presionados para proporcionar casi mil millones de dólares en trabajo gratuito para lobbys favorecidos por MAGA, preocupados de que enfrentarse a la Casa Blanca pueda perjudicar sus negocios.
La guerra económica también está dirigida contra la clase trabajadora estadounidense, a pesar de las afirmaciones de Trump —respaldadas escandalosamente por la burocracia sindical— de que beneficia a los trabajadores estadounidenses. Indicativamente, Trump largó los aranceles rodeado de obreros para pretender mostrar que las medidas venían a defenderlos.
Una de las grandes mentiras del régimen de Trump es que los aranceles los pagan solo los países extranjeros. En realidad, son un impuesto indirecto masivo que recae sobre los consumidores, los trabajadores y sus familias, en forma de precios más altos en una amplia gama de productos, desde alimentos hasta bienes de consumo duraderos.
La “locura” de la guerra comercial expresa la locura del sistema capitalista, arraigado en la contradicción entre la producción integrada a nivel mundial y la división del mundo en Estados-nación rivales, en el que se basa la propiedad privada de los medios de producción y el beneficio privado.
Esta contradicción se expresa necesariamente de forma más aguda en Estados Unidos, que busca resolver su crisis aplastando a sus rivales, primero mediante la guerra económica y luego mediante una nueva guerra mundial.
El impacto negativo de la guerra arancelaria de Trump sobre el capital yanki fue inmediato. Uno de sus efectos fue poner en peligro sus ambiciones de fomentar la producción nacional de chips, obstaculizando los objetivos de Estados Unidos de dominar la carrera por desarrollar el liderazgo global en inteligencia artificial. Expertos del sector afirman que la escalada que las medidas podrían aumentar los costes de construcción de plantas de fabricación de semiconductores y centros de datos de IA en Estados Unidos.
Nvidia, el gigante de chips, declaró que prevé una pérdida de ingresos de 5500 millones de dólares debido a las nuevas restricciones a la exportación impuestas por Estados Unidos sobre la venta de sus chips a China, lo cual repercutió en una fuerte caída del precio de sus acciones. Apple dijo que si los aranceles se mantienen en el nivel actual tendrán un impacto negativo de unos 900 millones para la empresa el próximo trimestre.
La combinación del aumento de la oferta de la OPEP y los temores de que los aranceles comerciales de EE. UU. perjudiquen a la economía mundial provocó que el precio del crudo Brent cayera casi un 20 % en abril, la mayor caída mensual en casi tres años y medio.
Mientras Trump había confiado en extender la extracción de petróleo en la modalidad de shale oil mediante la rebaja de límites ambientales, la caída internacional de precios está dando lugar a anuncios de los principales productores de que recortarán sus planes de inversión. La producción estadounidense de petróleo llegó a su punto máximo y podría comenzar a descender.
A pesar del anuncio de que las piezas importadas de China quedarían exentas, y que los fabricantes de automóviles no tendrían que pagar los aranceles sobre el acero y el aluminio, las automotrices anunciaron una expectativa de una caída significativa de sus ingresos para este año. Ford dijo que esperaba una pérdida de 1.500 millones de dólares en sus beneficios operativos de este año debido a los aranceles de Trump. General Motors dijo que esperaba que los beneficios operativos ajustados cayeran entre 10 000 y 12 500 millones de dólares, un 23 % por debajo del año anterior. Afirmaron que el caos en la cadena de suministro provocado por los aranceles podría causar trastornos en la producción de vehículos en todo el sector.
Sumado a estos efectos negativos, hay obstáculos muy serios para el objetivo declarado de hacer retroceder la migración de las plantas industriales de capital norteamericano que ha marcado los últimos 30 años. Cuando EEUU sepultó económicamente a Europa en la segunda posguerra, su producción manufacturera era la mitad de la producción internacional; en 2024 fue un poco más de un décimo. Aunque algunas empresas han anunciado el traslado de plantas a EEUU, y varias han planteado el traslado de plantas de China a otros países que puedan ser escalas menos aranceladas para importar a EEUU, sigue habiendo muchas razones de peso que obstaculizan la relocalización fabril a EEUU.
En primer lugar, el salario fabril promedio en EEUU es el doble del de China y casi seis veces el de Vietnam. A pesar de esto, hay una relativa dificultad para cubrir los puestos de trabajo fabriles en EEUU, según censos de actividad económica del gobierno. Hay un notorio faltante de mano de obra calificada como soldadores, electricistas y maquinistas.
La mayoría de las fábricas son antiguas y también lo son sus instalaciones y conexiones de servicios. Construir una planta en EEUU también es mucho más caro que en otros países. Y las nuevas medidas migratorias de Trump empeoran los faltantes laborales en la industria y en la construcción. Sus aranceles, por otra parte, encarecen los insumos de construcción y producción. Un tercio de los insumos fabriles que usa la industria norteamericana es importada, y por ende, encarecida por la guerra comercial que Trump ha desatado.3The Economist, 28/4/2025 https://www.economist.com/business/2025/04/28/the-trouble-with-magas-manufacturing-dream
Las negociaciones arancelarias avanzan muy lentamente, aunque hay noticias de reuniones con Europa, e incluso China ha declarado su disposición a retomar negociaciones sin que se levanten los aranceles. Mientras tanto, ha sido sin duda China la que más ha podido explotar la disrupción generada por Trump para afianzar sus sociedades comerciales y ofrecerse como un reaseguro para mantener los intercambios comerciales en un clima internacional enrarecido e impredecible.
Trump, a pesar de la oposición de los propios capitalistas, no solo no cambia el libreto proteccionista, sino que lo profundiza. En los últimos días, sumó a los aranceles existentes, la amenaza de instalar aranceles contra las películas producidas en el extranjero para “hacer grande a Hollywood de vuelta”. La pretensión de tener a China como enemigo principal se caería completamente en la aplicación en un rubro que sobre todo estaría orientado a evitar relocalizaciones a países “aliados” como Reino Unido, Australia o Nueva Zelandia. Los ejecutivos del rubro rechazaron las medidas, señalando que el libre comercio para la industria cinematográfica mundial es de enorme importancia económica para Estados Unidos, donde la mano de obra y las instalaciones son más caras. Dado que la mayor parte de los ingresos de la industria se obtienen fuera de Estados Unidos, cualquier arancel recíproco sería extremadamente perjudicial, advirtieron y se apuraron a señalar las dificultades en diferenciar el precio en contenidos que se distribuyen masivamente en las mismas plataformas de streaming. El sector cinematográfico y televisivo estadounidense generó un superávit comercial de 15 300 millones de dólares en 2023 y obtuvo 22 600 millones de dólares en exportaciones, con un saldo comercial positivo en todos los grandes mercados del mundo, según la Motion Picture Association.4Ver: https://www.ft.com/content/dcd6adeb-988a-4c86-b689-9ec2d8cf3946
El recule de Trump ha obedecido a razones poderosas. No solo la oposición activa de los principales capitalistas de su país sino la evidencia de que podía estar iniciando una cadena de quiebras y desplomes financieros. Las negociaciones que se han reencaminado lentamente, sin embargo, no cambian el signo general de la etapa de disputa encarnizada. Puede haber pausas y marcha atrás con los aranceles o en la escalada militar pero Trump está obligado a volver a la carga, porque responde a su objetivo estratégico, remontar el declive histórico de EEUU como potencia mundial. La política de Trump es una política de Estado y no una simple cruzada individual. Hemos ingresado definitivamente a una etapa de choques internacionales que no son el resultado de personalidades, ni de estrategias, sino de contradicciones estructurales.
El derrumbe del dólar todopoderoso
El recule de Trump sobre el esquema arancelario original que había lanzado, para todos los países con excepción de China, se explica por la contradicción existente entre la voluntad expresa de devaluar el dólar, y el costo enorme de desmantelar las ventajas que le dan a EEUU el lugar único y privilegiado que han usufructuado el dólar y los bonos de deuda emitidos por el Tesoro norteamericano como mecanismo de seguridad del sistema financiero mundial. Trump y su vice, J.D. Vance, han dicho que la apreciación relativa del dólar tiene un impacto negativo para la competitividad de la industria de EEUU.
“Hoy en día, Estados Unidos solo representa alrededor de una cuarta parte de la economía mundial, pero más del 57 % de las reservas oficiales de divisas del mundo están en dólares, según el FMI. El dólar también es fundamental en el comercio, ya que el 54 % de todas las facturas de exportación están denominadas en dólares, según el Atlantic Council. En las finanzas, su dominio es aún más absoluto. Alrededor del 60 % de todos los préstamos y depósitos internacionales están denominados en dólares, así como el 70 % de la emisión de bonos internacionales. En el mercado de divisas, el 88 % de todas las transacciones se realizan en dólares”.5Ver: https://www.ft.com/content/73294414-8cdc-4298-a46a-e548253c90c0 Esta es la contradicción que Trump pretende resolver. Quiere valerse de la enorme centralidad de Estados Unidos en el sistema imperialista mundial para ampliar su participación económica. No podemos descartar que suceda al revés, y se avance en la liquidación del rol universal del dólar, sin embargo, mientras se fracase en maximizar su participación en el PBI. De todas maneras, serán choques de fondo e incluso militares los que determinen el resultado de la pulseada que ha comenzado.
Bajo su gobierno ya ha avanzado una devaluación relativa del dólar, que oficia como moneda internacional de reserva e intercambio desde hace más de 50 años. Esto tiene consecuencias enormes tanto en el frente doméstico como el internacional. En todas las crisis económicas recientes, el dólar había reaccionado apreciándose, por ser una moneda de reserva segura. Fue la reacción contraria en esta crisis, no solo del dólar sino de los bonos del tesoro, la que hizo retroceder a Trump. Michael Roberts, el renombrado economista marxista, liga el recule a la posibilidad de un desastre para los capitalistas norteamericanos. “Trump dio marcha atrás porque el mercado de bonos mostraba signos de grave tensión que podían provocar una restricción crediticia, especialmente para los fondos de cobertura que poseen una importante cartera de bonos estadounidenses. Si los bonos se desplomaran, muchas empresas podrían declararse en quiebra, especialmente las llamadas «empresas zombis», muy endeudadas, que constituyen alrededor del 20 % de todas las empresas de Estados Unidos. Las quiebras podrían entonces repercutir en toda la economía, provocando un colapso financiero y una recesión”.6Ver: https://thenextrecession.wordpress.com/2025/04/13/tariffs-triffin-and-the-dollar/ Al colocarle aranceles al mundo, Trump debería haber reflexionado sobre el hecho de que capitales extranjeros poseían 8,5 billones de dólares en bonos del Tesoro estadounidense a finales de 2024, cerca de una cuarta parte de la deuda pública norteamericana total. Por ejemplo, se informó de que los fondos de pensiones daneses y canadienses (algunos de los mayores inversores del mundo) estaban “enfriando” su consideración de Estados Unidos como fuente institucional fiable de crecimiento y dinamismo económico, haciéndose eco de informes de otros inversores institucionales en general. Mientras tanto, la Reserva Federal ha recibido un número récord de solicitudes de bancos centrales extranjeros para retirar y repatriar físicamente sus reservas de oro de la sucursal de la Fed en Nueva York.
61% de inversores mundiales relevados por el Bank of America esperan que se siga devaluando en los próximos 12 meses. Una mayoría de los inversores también afirmaron que limitarían el peso de sus inversiones en bonos norteamericanos. Los analistas hablan de una “crisis de confianza” en las inversiones en EEUU. Esta devaluación también beneficia a sus rivales, aliviando en términos relativos el endeudamiento masivo en dólares de países de todas las latitudes. La caída de las acciones norteamericanas, la venta de las posiciones en sus bonos equivalen a un franco proceso de fuga de capitales, como respuesta a las medidas de Trump.
La muerte del dólar como eje del sistema financiero internacional no ha sucedido, y no podría suceder sin un cataclismo económico internacional muy superior a los que vimos recientemente. Sin embargo, el declive del rol de EEUU se mantiene, y es imposible que se eviten nuevos choques y tembladerales.
Por otra parte, la liquidación de la capacidad cuasi-ilimitada de EEUU de colocar deuda, plantea un límite restrictivo a su presupuesto estatal enorme. La deuda neta del Gobierno federal equivale aproximadamente al 100 % del PBI. En los últimos 12 meses, Estados Unidos ha gastado un 7 % más del PBI de lo que ha recaudado en ingresos y ha destinado más dinero al pago de intereses que a la defensa nacional. Durante el próximo año, los funcionarios deberán refinanciar una deuda de casi 9 billones de dólares (el 30 % del PBI).
Diagnóstico económico: reservado
Tomando relieve de los pronósticos económicos de los propios referentes del sistema capitalista, tomemos nota de que la cabeza del FMI, Kristalina Georgieva, planteó que el “reinicio del sistema comercial mundial” por parte de Estados Unidos, el mayor accionista del fondo, provocaría “notables recortes” en las estimaciones de crecimiento. Aunque el FMI ha elevado sus previsiones sobre la presión inflacionaria, se detiene al borde de pronosticar que las políticas del presidente estadounidense empujarán a la economía mundial hacia una recesión en regla. Reconocen sin embargo, que continuará la volatilidad de los mercados frente a la incertidumbre comercial.
Jay Powell, el presidente de la Reserva Federal advirtió que los aranceles de Trump “probablemente” pondrán en peligro los objetivos del organismo de mantener a raya los precios y el desempleo, al tiempo que hizo hincapié en el enfoque del banco central estadounidense en la inflación. «La Administración [Trump] está aplicando cambios políticos significativos y, en particular, el comercio es ahora el centro de atención. Es probable que los efectos de ello nos alejen de nuestros objetivos (…) lo mismo ocurrirá probablemente con los efectos económicos, que incluirán una mayor inflación y un crecimiento más lento”. John Williams, presidente de la Reserva Federal de Nueva York, dijo que esperaba una inflación del 3,5-4 % este año; una encuesta de la Universidad de Michigan reveló que los consumidores esperan que los precios suban un 6,7 % durante el próximo año.
En términos de recesión , el propio Trump recientemente reconoció que el periodo inmediato continuaría en esa dirección. Cuando un entrevistador le preguntó al respecto, respondió: “Hay un período de transición porque lo que estamos haciendo es muy grande”. El Instituto Peterson de Economía Internacional afirmó que la economía estadounidense crecería solo un 0,1 %, frente al 2,5 % de 2024. No hay perspectivas de que “America” se ponga “great” muy pronto.
El choque que se ha desarrollado estos meses entre Trump y Powell tiene perspectivas explosivas. En primer lugar, porque el desacuerdo que han expresado alrededor de bajar o no las tasas de interés, tiene consecuencias potencialmente explosivas y es una muestra, en sí misma, de la acumulación de contradicciones estructurales. Trump ve la necesidad de recortar las tasas para facilitar el crédito al consumo, patear el miedo a una recesión y sostener de esa manera a la importante fracción de los capitalistas norteamericanos que son empresas “zombies”, cuyo endeudamiento supera sus ingresos, y que pueden cerrar masivamente ante un nuevo desplome económico. Powell, oponiéndose a ceder en la rebaja, está tratando de contener una nueva escalada inflacionaria, que podría superar rápidamente el aumento de precios que erosionó velozmente al gobierno de Biden. Cualquiera de las opciones es riesgosa y tiene un alcance explosivo. Es probable que en la medida en que esta contradicción económica no sea resuelta con claridad, se desarrolle una combinación de recesión e inflación, la temida stagflation. El telón de fondo es la bancarrota capitalista,cuya centralidad es clave para entender la crisis de EEUU y la irrupción de Trump. EEUU como primera potencia capitalista del mundo concentra todas las contradicciones sobre sus hombros.
El otro aspecto explosivo es que en este desacuerdo económico se da otro aspecto de crisis de los poderes de Estado, ya que Trump ha amenazado reiteradamente con despedir a Powell, cuyo cargo en la Reserva Federal tiene autonomía según sus leyes constitutivas. Las contradicciones en la clase capitalista se expresan rápidamente en crisis políticas y de los poderes de Estado.
La motosierra presupuestaria de Trump
Trump presentó a principios de mayo su propuesta de presupuesto al Congreso. Este incluye un aumento del 13% en el presupuesto de defensa y del 65% en el de seguridad interior para hacer frente a la «invasión» de migrantes. Luego plantea un recorte del 22% en el gasto público no militar, que equivale a 163.000 millones de dólares. Confirma a su vez el desmantelamiento de toda la red de “ayuda internacional”, centrada en USAID, que había sido suspendida apenas asumieron el gobierno.
La parte más importante recae sobre los servicios de salud, que abarcan desde la investigación y el desarrollo hasta las prestaciones de Medicaid a los sectores más pobres de la población activa, que carecen de seguro médico. La investigación médica verá caer su presupuesto de unos 48.000 millones de dólares a 27.000 millones.
Desaparecen del presupuesto incontables programas sociales, entre ellos iniciativas vinculadas a multilingüismo, alfabetización de adultos o apoyo a los hijos de trabajadores agrícolas migrantes. Desaparece a la vez el programa de acogida y la asistencia para migrantes y refugiados.
La respuesta republicana en el Congreso ha sido exigir una muestra aún mayor de militarismo. Aunque el presupuesto será el primero en destinar más de un billón de dólares al Pentágono (además de miles de millones más en gastos militares ocultos en los presupuestos de otros departamentos), tres destacados senadores republicanos han emitido comunicados en los que se oponen a la parte del presupuesto destinada al ejército por considerarla insuficiente.
El ajuste ya ha comenzado previo al presupuesto con el DOGE liderado hasta el momento por Elon Musk una campaña de gran alcance por parte de la administración Trump para reducir drásticamente la plantilla federal y desmantelar instituciones públicas esenciales. Las agencias que no están directamente vinculadas al aparato militar y de inteligencia, la policía nacional y fronteriza, o el aumento de los beneficios empresariales están siendo objeto de destrucción. Más de 70 000 empleados federales ya han aceptado indemnizaciones voluntarias y los despidos en el Estado se calculan por encima de los 200 mil puestos de trabajo. 20 mil de esos despidos fueron en el servicio público de salud. Se ha anunciado el cierre de un programa nacional de jardines de infantes.
La política de brutal ajuste contra el pueblo ha sumado en el mes de mayo la litigación agresiva de parte del Estado para cobrar préstamos dados para realizar estudios universitarios, empezando las presentaciones para embargar sueldos y propiedades de los 43 millones de trabajadores que no han cumplido con el pago de estas deudas.
Los cierres de trabajos esenciales han incluido la reducción de controladores aéreos, que se ha relacionado a una sucesión notable de accidentes aéreos; la reducción drástica de oficinas y personal del sistema de Seguridad Social, generando enormes dificultades para procesar nuevos pedidos de pensiones; se cerraron instalaciones y servicios de parques nacionales; se vaciaron programas de atención de la discapacidad; se vaciaron todo tipo de entes controladores, que facilitaran la posibilidad de grandes empresas de violar regulaciones de defensa a los consumidores, ambientales y evadir impuestos; se vaciaron los controles para alimentos y medicamentos; se achicó el servicio de correo; se terminó el programa de medicación para pacientes con VIH; entre muchas otras áreas afectadas por la “motosierra” de Trump y Musk.
Aunque todos estos ataques han generado protestas políticas, la actitud de la burocracia ha sido pasiva al punto de la complicidad, sin convocar huelgas, ni medidas de acción directa, ni siquiera asambleas en los lugares de trabajo.
El ataque a la educación por un lado ha tenido un eje en el desmantelamiento del departamento de educación, por un lado, y por otro en una pulseada con las universidades.
El ataque de Trump a las universidades tiene como objetivo aparente purgar la ideología “woke” de las aulas y la contratación, y combatir el supuesto antisemitismo. La administración ha amenazado con retener los fondos federales a menos que las escuelas se sometan a sus edictos, ha detenido a estudiantes que participaron en protestas a favor de Palestina y ha limitado los gastos en investigación científica.
La sangría que los recortes ya empezaron a producir sobre las posibilidades de investigación universitaria ya ha provocado un éxodo de centenares de investigadores de las universidades norteamericanas a Europa, donde tanto la UE como el RU han montado programas especiales para captar la fuga de científicos.
En cuanto a las órdenes de separar a los alumnos marcados por participar en el movimiento por Palestina, el caso testigo fue la universidad de Columbia, que luego de un recorte de 400 millones de dólares, cumplió con las imposiciones de remover docentes y estudiantes señalados por el gobierno. Incluso frente a esta actitud colaboracionista de las autoridades, el gobierno continuó reteniendo los subsidios federales. Luego de esto, otra de las universidades emblemáticas, Harvard, luego de aceptar separa al profesor titular de Estudios de Medio Oriente, decidió rechazar las imposiciones del gobierno y ha recurrido a la justicia tanto para rechazarlas como para reclamar la discriminación política de retirar los fondos como forma de extorsión.
Deportaciones y el enfrentamiento con la corte
Junto al conflicto con las universidades, la política migratoria de Trump es el otro tema que ocupa el centro de los choques con el poder judicial. Durante los primeros 100 días de su segundo mandato, ha intentado poner fin a la ciudadanía por nacimiento; ha utilizado poderes de guerra para deportar a presuntos miembros de bandas a El Salvador; ha revocado los visados de más de 1700 estudiantes internacionales y recién graduados; y ha clasificado como fallecidos a unos 6000 migrantes con el fin de cancelar sus tarjetas de la Seguridad Social y animarlos a auto deportarse.
El ritmo de las deportaciones puede estar por detrás del último año del mandato del presidente Joe Biden, en gran parte porque los cruces irregulares en la frontera sur han caído al nivel más bajo en décadas. Los encuentros con migrantes comenzaron a disminuir el año pasado después de que México tomara medidas y Biden restringiera el asilo. Las amenazas de Trump, el despliegue del ejército y el fin efectivo del asilo en la frontera han reducido aún más los cruces.
Los choques para aplicar la política de deportaciones masivas no solo han significado movilizaciones en su contra, sino incluso verdaderas crisis de poder, en particular choques con la justicia. El juez James Boasberg emitió una orden en tiempo real intentando impedir la deportación de cientos de migrantes venezolanos a El Salvador sin que medie audiencia judicial alguna sobre su situación. Como los funcionarios de Trump mantuvieron el vuelo para trasladar a los deportados a la mega-prisión de Bukele, el juez abrió una causa por desacato criminal a los funcionarios de Trump, mientras la Casa Blanca pidió el juicio político contra el juez.
Otra deportación masiva fue bloqueada por la Corte Suprema, en uno de tres fallos recientes contra las acciones de Trump. Rechazaron el uso de la Alien Enemies Act para deportar a determinados inmigrantes. El planteo es significativo, ya que la calificación de enemigos externos a los inmigrantes es el dudoso sostén legal que marca todo el operativo deportador de Trump. La corte debe definir en mayo sobre la pretensión de Trump de anular la ciudadanía de los hijos de migrantes nacidos en EEUU, un derecho claramente establecido en el texto de la Constitución.
Más de mil estudiantes extranjeros han tenido revocadas sus visas como forma de persecución política por organizar movilizaciones contra el genocidio en Palestina o incluso por publicar artículos con esa opinión. La lucha contra el genocidio y la defensa contra las deportaciones se han fusionado efectivamente en un mismo movimiento de lucha. El caso testigo de Mahmoud Khalil, organizador de las protestas en Columbia, que está detenido desde marzo y sobre quien pesa una orden de deportación a pesar de tener la green card de residencia permanente, es uno de los más sonados, entre cientos. Otro detenido, Mohsen Madhawi, cofundador de la Unión de Estudiantes Palestinos de Columbia junto a Kahlil, fue liberado por orden de un juez el 30 de abril. El fallo consideró a su detención, realizada durante una cita para tramitar su nacionalización definitiva, parte de una campaña de persecución política contra la libertad de opinión, equiparable a la del macartismo.
La posibilidad de una escalada en el choque de Trump con la Corte es explosivo. Aunque la corte tiene una mayoría conservadora, tres fallos sucesivos contra Trump muestran que tiene la pretensión de ponerle límites a la avanzada de este hacia un régimen de poder personal. La Corte tiene agendada también para mayo, definir la constitucionalidad de que el gobierno establezca los aranceles sin pasar por el Congreso, alegando también razones de seguridad nacional. Si en este punto, la política económica central del gobierno, la corte desautorizara también a Trump, se generaría una crisis política de magnitud.
El tema de la independencia de la Reserva Federal, autónoma del ejecutivo, está incluido entre los puntos que puedan quedar para contiendas judiciales. Aunque por el momento Trump pospuso esa amenaza, estuvo semanas amenazando con despedir a su cabeza, Jerome Powell, para lograr que rebaje las tasas de interés, como medida anti recesiva.
Se van reuniendo condiciones crecientes para una crisis de Estado, incluyendo algunas voces disidentes en el propio Partido Republicano. Cuatro senadores republicanos se unieron recientemente a sus colegas demócratas para aprobar una resolución que pondría fin a los aranceles sobre Canadá al revocar la declaración de emergencia nacional de Trump. Sin embargo, dicha resolución fracasó sin reunir apoyo republicano en la cámara baja. El choque de Trump con el Congreso incluye la pretensión de este de impedir el gasto de los fondos asignados a leyes votadas por el Congreso.
Trump tiene planteada una lucha en su propia base y clase social para imponer el régimen de poder personal que es el núcleo duro de su proyecto político. Un panorama de obstáculos crecientes en la lucha obrera y popular desde abajo, en la crisis económica y/o en los choques internacionales va a profundizar las fisuras en su control del Estado norteamericano, que ya tiene múltiples expresiones de una crisis entre sus poderes, o sea de dificultades de Trump de imponer su liderazgo personal.
Una respuesta obrera y popular creciente
La jornada del 1o de Mayo fue un punto alto del creciente proceso de movilización y lucha de los trabajadores contra el gobierno de Trump. Cientos de miles a lo largo del país se congregaron en 1300 movilizaciones en ciudades de todos los estados, incluyendo huelgas en universidades y fábricas, piquetes y acciones callejeras. La consigna central fue “Trabajadores por encima de los billonarios”. Fue una continuidad significativa del movimiento que se había expresado en 1000 movilizaciones con el lema “Hands Off” el 5 de abril, que actuó como una respuesta inmediata de masas al “día de liberación” de los aranceles trumpianos del 2 de abril, congregando a más de un millón de manifestantes.
El clima de protestas en estos meses se ha ido caldeando con múltiples afluentes. Desde las protestas contra Tesla, a las marchas en defensa contra la represión y expulsión de migrantes, que han incluido acciones estudiantiles en colegios y universidades, al desembarco de activistas en las reuniones de legisladores republicanos con sus electores, que han debido ser suspendidas en todo el país porque terminaban en acciones de protesta donde se realizasen, incluidos los estados más conservadores y republicanos del país. Estas modalidades de acciones activistas también han tenido por objeto a legisladores demócratas que enfrentan denuncias del activismo por su complicidad con el genocidio israelí.
Vienen creciendo movimientos huelguísticos en la Universidad de California, en empleados públicos del condado de Los Ángeles (¡una huelga de 50 mil trabajadores!), entre docentes, huelgas fabriles como la de principio de mayo de 3000 obreros de la planta Pratt & Whitney que fabrica motores de aviones militares.
Pero la disposición a la lucha contrasta con el escandaloso colaboracionismo de la burocracia sindical con el régimen de Trump. Un ala de la AFL-CIO se ha directamente solidarizado con las deportaciones, como Sean O’Brien de Teamsters (camioneros), quien había roto la colaboración histórica con los demócratas ya en las elecciones, llamando a votar a Trump. Pero también Shawn Fain, el nuevo presidente del gremio automotriz UAW, considerado un renovador combativo y progresista apoyado por la izquierda demócrata, como el portal Labor Notes, apoyó los aranceles de Trump, equiparando el proteccionismo económico a la defensa de los intereses obreros, en un planteo de un nacionalismo reaccionario y progubernamental. El “progre” Fain declaró su disposición a “trabajar con Trump en el tema del comercio” y felicitó al gobierno por “tomar medidas para poner fin al desastre del libre comercio que ha devastado a las comunidades de la clase trabajadora durante décadas”.
Incluso el ala que se declara contra el ajuste y los despidos de Trump, como una decena de gremios que han sacado un pronunciamiento político planteando la necesidad de oponerse a sus planes, en los hechos no coordinan un proceso de huelgas o movilizaciones que pueda oponerse con seriedad a la ofensiva que el gobierno ha puesto en marcha.
La estrategia de las direcciones burocráticas de la AFL-CIO contra los despidos masivos y los cierres en el Estado se ha centrado en presentaciones legales y movilizaciones fuera de los lugares de trabajo. Solo la acción directa, la ocupación de los lugares de trabajo donde se realicen despidos, la extensión de las asambleas de trabajadores y una verdadera democracia sindical pueden desbordar la función desmovilizadora de la burocracia sindical integrada al Estado capitalista.
Las diversas alas del Partido Demócrata intervienen en todo el movimiento de lucha para intentar revertir la crisis de la clase obrera con este partido que fue evidenciada en la elección que ganó Trump y que se desprende del profundo desastre que fue el gobierno Biden y más en general su responsabilidad en el largo proceso de erosión de las condiciones de vida de los trabajadores, así como en el carácter opresivo y colonial de EEUU y su impacto hacia adentro y a nivel internacional.´Bajo el gobierno Trump la cobardía política y desmovilización de los representantes de este partido ha profundizado el desprestigio de este partido entre las masas. Pero sus activistas quieren colonizar las luchas que se dan a su pesar. La lógica electoralista, institucional y de mal menor fue defendida por oradores colocados por la estructura demócrata en muchísimas de las movilizaciones del 5 de abril.
Quienes más han aportado a tratar de revitalizar al Partido Demócrata como opción política para la etapa de oposición a Trump son sus tribunos más verborrágicos: Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez. La gira de actos “Luchar contra la oligarquía” que estos dos protagonizan ha reunido multitudes en todo el país. Sanders quiere promover a AOC, que varios del establishment demócrata han ponderado como figura en ascenso, como relevo suyo en la interna demócrata. Al mismo tiempo ha colocado una amenaza al Comité Nacional Demócrata que lo barrió de la interna del 2020, llamando a presentar candidatos díscolos como “independientes” si el partido no los inscribe. Esta táctica electoral no puede ser confundida con un llamado a romper con este partido imperialista y una estrategia de verdadera independencia de clase. Sanders, como candidato independiente, o AOC y su “escuadrón”, compitiendo en las internas demócratas, se han integrado a la disciplina de partido de sus bancadas, y sus gobiernos patronales, como fue el de Biden-Harris.
Las imágenes de Sanders, que defiende incluso en esta etapa de la limpieza étnica en Gaza el “derecho de Israel a defenderse”, señalando a la seguridad de sus actos que retiren a activistas que llevaban banderas palestinas y cantaban consignas, muestra el carácter de estos “izquierdistas” como un ala del mismo régimen político.
¿Trump ha logrado constituir un régimen fascista?
Las proyecciones económicas a futuro se han puesto oscuras. Las protestas de sectores populares y las huelgas crecen. La adhesión de la clase capitalista local se diluye y desde rincones insospechados del propio Estado norteamericano se empieza a poner frenos a los proyectos que son la nave insignia del proyecto político de Trump.
El bonapartismo con tendencias fascistas que caracteriza al régimen político de Trump encuentra muy rápido su primer obstáculo, mostrando límites inmediatos a la fuerza que su prepotencia internacional pretende demostrar.
Juega al límite de la legalidad permanentemente, manteniendo deportaciones ilegales contra órdenes expresas de jueces. Al ser indagado si los 2 millones de inmigrantes que él pretende deportar no tienen derecho al recurso a la justicia, Trump respondió que no está seguro, que lo determinarán sus abogados, pero que él tiene un mandato electoral para deportarlos. Al mismo tiempo ha coqueteado con la idea de quedarse a un tercer periodo electoral, que está expresamente prohibido por la constitución. Su método de gobierno se coloca en el límite de la legalidad, dibujando una excepcionalidad que estaría fundamentando su acción.
Toda su ofensiva está atada a la idea del choque entre potencias y la preparación bélica del país. Tanto las medidas migratorias como de aranceles se han planteado como necesidades de emergencia que no pasan por el congreso por afectar intereses de seguridad nacional. En la medida que se multiplican las dificultades económicas y las divisiones en la clase capitalista y el Estado, sin duda la idea de lanzar alguna aventura militar aparece como atractiva para Trump, que no puede evitar mirarse en el espejo de gobiernos como el de Putin, Zelensky o Netanyahu, que han pasado por arriba caídas de popularidad y fuertes crisis políticas argumentando las necesidades del país en guerra para sostener su poder político por encima de las pretensiones democráticas a las que dicen atenerse. Tampoco la supresión de las libertades democráticas amparadas en la identificación de un enemigo externo es una ruptura tan total con la tradición de la democracia imperialista de EEUU. Basta mirar el macartismo y la pelea contra la “infiltración comunista” o la “lucha antiterrorista” del Patriot Act a principios del siglo XXI para ver que el libreto es harto repetido.
La represión estatal ha pegado una escalada descomunal, con un eje muy cargado sobre los inmigrantes en general, con la excusa de las bandas del narco y la crisis del fentanilo, y en particular contra las universidades y los activistas extranjeros dentro del movimiento por Palestina que tuvo un epicentro en estos centros de estudio en los últimos dos años. Las detenciones ilegales, deportaciones sin orden judicial e incluso contra orden judicial, virtuales campos de concentración en el exterior, en la base Guantánamo en Cuba y en El Salvador mediante un acuerdo con el presidente facho Bukele, son los puntos fuertes de la escalada. También, claro, los despidos masivos en el Estado, y el intento de los grupos de tarea informáticos de Elon Musk de capturar información impositiva y previsional para facilitar la persecución de inmigrantes.
Cada uno de estos ataques, sin embargo, han tenido una respuesta de movilización importante, aunque no a la altura de impedir el avance de los golpes de Trump. No ha aparecido, por el contrario, una verdadera movilización de masas pro-Trump, que desde su primer periodo Trump ha buscado. La clase obrera norteamericana y las masas en general no han sido derrotadas, aunque no tienen hoy una organización ni una dirección que esté a la altura del enorme peligro planteado.
El efecto del primer paquete de medidas ha desconcertado en primer lugar, al propio Trump, y golpeado su relación con su propia base. Trump está lejos de haber consolidado el régimen de regimentación fascista de la sociedad con la que sueña.
Sin embargo, Trump claramente no ha lanzado esta ofensiva para desmoralizarse frente a las dificultades.
Trump juega en múltiples frentes y multiplica las provocaciones en las que pueda montarse para dar un salto hacia la aventura militar. También es una tradición del imperialismo norteamericano fabricar un casus belli cuando esto es una necesidad política. La explosión fraudulenta del USS Maine en el puerto de La Habana en 1898 fue la excusa para la guerra con España que consolidó a EEUU como potencia imperialista. Lo mismo el incidente del golfo de Tonkin del 4 de agosto de 1964, donde el USS Maddox afirmó falsamente haber intercambiado fuego con una unidad de Vietnam del Norte como argumento para intensificar la intervención yanki en el país, que fue derrotada definitivamente una larga y sangrienta década después.
El genocidio de Gaza, bajo la clara modalidad de una limpieza étnica definitiva, sigue el modelo planteado por Trump. EEUU mientras tanto aumenta los bombardeos sobre los hutíes de Yemen, el único sector que practica una solidaridad militar activa con la resistencia palestina. Trump ha planteado en el último mes que cada acción de los hutíes sería retribuida de manera directa a Irán, pero a su vez que China está detrás de sus acciones, planteando que es una empresa satelital vinculada al ejército chino la que permite las acciones de piratería de alta mar y ataques con misiles y drones que practican. Aunque las amenazas de Trump se intercalan con negociaciones, como lo vemos con Irán, la búsqueda del causal de guerra nunca está lejos de su discurso, y hay necesidades políticas internas muy claras para esto.
Pero una fuga hacia adelante que implique nuevas ofensivas económicas o militares no lo salvará de las contradicciones que se están poniendo en evidencia. El aventurerismo de Trump puede estar preparando un colapso histórico del imperialismo norteamericano y del sistema capitalista internacional que ha presidido y preside.
El peligro del aventurerismo imperialista y la militarización fascista de la sociedad es enorme. Las contradicciones y retrocesos que Trump enfrenta lo debilitan pero no lo hacen menos peligroso. Su coalición de poder se hace más estrecha, pero no descarta recurrir a salidas de fuerza para abrirse paso. Las luchas que vendrán establecerán las relaciones de fuerza y los límites a la pretensión de Trump de avanzar en un cambio de fondo del régimen político.
No solo se agravan las contradicciones capitalistas que vienen llevando a un declive a EEUU como potencia imperialista. Se reúnen las condiciones para un ascenso obrero y popular que pueda quebrar la ofensiva fascistizante. A condición de que desarrolle una organización y dirección que tenga la capacidad de explotar la debilidad y las contradicciones del enemigo que tiene por delante.
El creciente y combativo activismo no puede limitarse a movilizaciones de protesta. Es necesaria la verdadera constitución de frentes únicos de la clase obrera que tomen medidas de acción directa contra cada medida represiva y avanzada antiobrera. Y es más urgente que nunca la constitución de un partido de la clase obrera que le de expresión política a los miles de trabajadores y jóvenes que desean oponer una alternativa socialista al capitalismo imperialista decadente. Esta tarea es de interés no solo de la vanguardia internacionalista, sino de toda la clase obrera mundial.