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La independencia del 9 de julio y las mentiras de los dos relatos oficiales

Un aporte al debate historiográfico

La independencia del 9 de julio y las mentiras de los dos relatos oficiales

Un aporte al debate historiográfico

La historiografía (disciplina que se dedica al estudio de la historia con un método científico) argentina, irrumpe a mediados del siglo XIX como la forma que tuvieron los liberales de justificar su victoria después de la caída del “Restaurador del Orden” (Rosas). Esa victoria comenzó en Buenos Aires y después se expandió por el resto del país. Entre sus iniciadores se encuentran Vicente Fidel López y el primer presidente, Bartolomé Mitre. Quien en su obra sobre Belgrano, comienza con el ocultamiento del verdadero carácter antinacional y antidemocrático del Congreso de 1816, donde mientras se declaraba la independencia con el guiño del imperio británico se dejaba afuera a más de la mitad de las provincias para garantizar la hegemonía porteña y se entregaba (en oscuras negociaciones secretas) parte del territorio al imperio portugués radicado en Brasil, para sofocar a los revolucionarios federales artiguistas del Litoral y la Banda Oriental. De estos primeros trabajos de historia se ha nutrido el Estado Argentino para construir una especie de historia oficial. Según Halperin Donghi en “Mitre y la formulación de una historia nacional para la Argentina”, las principales operaciones ideológicas de Mitre, en sus trabajos históricos, fueron utilizados por el estado como mitos fundacionales. 

En estas operaciones sobresale una idea de “unidad nacional” basada en supuestos intereses comunes que se manifestaron en momentos como el 9 de julio. Según La Nación del 24 de septiembre del 2022, diario fundado por el mismo general político e historiador, Mitre es el iniciador de la “historia oficial” como primer ejecutor de un modelo de Estado. Creando la falsa idea de un pasado glorioso para entusiasmar con un posible futuro semejante. Mitre supo acompañar el dato histórico con una “innegable destreza poética” que le permitió falsificar los hechos todo lo necesario para ajustarse con su relato. Para esto deformó la imagen de dos  protagonistas, convirtiéndolos en héroes míticos. Este fue el caso de San Martín y Belgrano.

Otra corriente importante en la historiografía argentina es el revisionismo, que no tuvo la capacidad de romper con este camino inicial comenzado por los historiadores liberales y que estuvo ligado a la irrupción del nacionalismo burgués a mediados del siglo XX en nuestro país. Fue bajo el peronismo que se desarrolló la línea revisionista que planteaba como eje propagandístico el lema de San Martín-Rosas-Perón. Lema que sería levantado por la “izquierda nacional” y retomado por el kirchnerismo, constituyendo el segundo relato oficial: el “nacional y popular”. Estos tienen la hipocresía de poner en el mismo lugar a los federales revolucionarios que luchaban contra la tiranía porteña con Rosas, el “Restaurador del Orden”. Pero el brigadier coronel siempre defendió a capa y espada la dictadura porteña sobre la Aduana. Y como los liberales conservadores porteños que impulsaron el Congreso de Tucumán de 1816 contra la supuesta “anarquía artiguista”, don Juan Manuel era enemigo de la libertad de los pueblos, férreo partidario del “orden” contra la profundización de la revolución, especialmente en el campo social (en torno a la reforma agraria en la Banda Oriental, medida que lesionaba los intereses de muchos latifundistas porteños, propietarios de esas tierras). También es preciso caracterizar la traición de López y Ramírez, en el antifederal pacto de Pilar de 1820. Un pacto que tuvo el objetivo de terminar con este verdadero federalismo social, no el comienzo de la “Argentina Federal” como sostienen el revisionismo y los liberales.

“Tomamos posición contra las corrientes que han convertido al ciclo revolucionario de Mayo, en un proceso intrascendente de cambio de opresión de una metrópoli a otra, de España a Inglaterra” (Rath-Roldan, La Revolución Clausurada, guía para el lector. Pág. 29). La revolución de Mayo se enmarca en el proceso de las revoluciones burguesas, donde la burguesía se impuso al régimen feudal en el viejo continente. Este proceso de triple revolución (industrial, liberación norteamericana y francesa) llegó con sus coletazos al sur americano. El ciclo fue preparado por las rebeliones de Tupac Amaru y Tupac Katari. La derrota de ambos no impidió que a partir de 1806 con las invasiones inglesas en el Río de la Plata comience un proceso revolucionario que continuó hasta 1820. El Congreso de 1816 fue uno de los sistemáticos intentos de la clase propietaria porteña de cerrar ese ciclo revolucionario. El movimiento revolucionario de Mayo no solo tuvo como protagonistas a algunos ilustrados porteños, se extendió a otras capas sociales y algunos de sus representantes jugaron un papel decisivo. En este marco tenemos que incluir el papel de Artigas y Güemes.

Esta caracterización se empeña en poner de relieve las corrientes populares que intervinieron y son antecesoras históricas de nuestra clase obrera. Esas clases oprimidas surgieron de las formaciones pre capitalistas en la colonia como los artesanos, los semi proletarios, mulatos (negros) esclavos y libertos. Todos estos residían en las orillas de las pequeñas ciudades y pueblos. En los campos estaban los campesinos, gauchos y más allá los originarios (indios). Antes de la llegada de los proletarios inmigrantes europeos en la segunda mitad del siglo XIX, estas eran las clases oprimidas que intervinieron en la lucha de clases de esos años convulsivos de Mayo y todos los relatos anteriores buscaron ocultar. Esas que se armaron en las milicias que enfrentaron las invasiones inglesas, que echaron al virrey español en mayo. Esas masas campesinas que lucharon junto a Artigas y Güemes. También junto a Belgrano antes de que volviera derechista (termidoriano) de su viaje a Europa con Rivadavia. Las mismas que cruzaron Los Andes al mando de San Martín. Analizando sus programas, sus métodos de lucha, sus errores y aciertos. Esas masas fueron parte de la lucha contra el antiguo régimen colonial, luego se empeñaron en construir una Patria que los albergará y luego se enfrentaron al régimen que ellas ayudaron a construir. Este nuevo régimen mientras se conformaba comenzó una verdadera guerra contra los elementos más populares y revolucionarios. Esta fue la tendencia que se manifestó en la asamblea del año XIII y que dominó el Congreso de Tucumán del año XVI.  

La asamblea del año XIII

“La Asamblea del año XIII fue convocada por el llamado Segundo Triunvirato, surgió de la necesidad de forjar una supuesta unión nacional de la oligarquía porteña con las oligarquías provinciales, bajo el protectorado de la diplomacia británica” (Rath, La verdad sobre la asamblea del año XIII, Revista En Defensa del Marxismo N° 38). Como planteaba Bartolomé Mitre en su obra historiográfica, estas fuerzas sociales coincidían en la necesidad de "impedir que el populacho tomase en la gestión de los negocios públicos una participación directa y activa" (ídem anterior). Con respecto a la Independencia, cuestión crucial en ese proceso, la asamblea no la declaró. El Triunvirato pactó con la diplomacia británica la no declaración, porque Napoleón aún se mantenía activo y España era aliada de Inglaterra. El gobierno nacional y las oligarquías provinciales subordinaron sus intereses a los del imperialismo inglés, acto que se repetirá hasta el hartazgo en los años posteriores.  

El Triunvirato controló la asamblea del año XIII con una elección de delegados ferozmente regimentada y sobre todo proscriptiva. La elección de los representantes quedó en manos de las oligarquías de las provincias intervinientes. En la Banda Oriental (el actual Uruguay que formaba parte de las Provincias del Sur, primera organización nacional del Río de la Plata) se utilizó un método mucho más democrático: veintitrés pueblos eligieron a sus representantes y se realizaron reuniones para levantar puntos en común, con documentos mandatados por las mayorías intervinientes. “Estos documentos exigen la independencia de España, la organización de las provincias en un sistema federativo, la designación de una capital que no fuera Buenos Aires" (Félix Luna, Los Caudillos). Como estos planteamientos eran un grito de guerra contra los planes hegemónicos de Buenos Aires, los diputados fueron excluidos del congreso, con el acuerdo de todos los diputados, incluidos los de la logia de los Lautaros donde se encontraban Alvear y San Martín (dirigentes de esta organización). Acto seguido la Asamblea lanzó una represión salvaje contra el artiguismo que llevó a la guerra civil entre revolucionarios en medio de la guerra de la independencia.

El Congreso de 1816

https://lh7-rt.googleusercontent.com/docsz/AD_4nXfbiXDylGyMvzFrIn2KxmM2NnZdjBkYlY_BA0lyEAv8p8uQOxW8kAV0K1SzTxYI8ZqjvknRe3AAwPpazm8kGTr-XI1vYudWm32NOwQwxMKAISy4jcEhc8prNvbm-EUeTtOzu3mo-fPCakX3TBzvwDc?key=Jd03MYcJNr2FAX1YyULVmg

La situación política a nivel mundial había dado un viraje. En Europa triunfaba la reacción y la Santa Alianza. Napoleón fue derrotado definitivamente en la famosa batalla de Waterloo.  En España, Fernando VII, repuesto en su trono, intentó una reconquista de todas sus antiguas posesiones coloniales americanas. En esos meses en el puerto de Cádiz se preparaba una expedición del ejército español, que corrían rumores de que podría venir al Plata. Finalmente en 1815, habiendo salido la expedición “pacificadora” española del puerto de Cádiz, estando en alta mar, definió su rumbo hacia Venezuela. Alentados por este giro de los acontecimientos los realistas se reagrupaban en el Alto Perú, en los mismos momentos en donde San Martín se reunió con Belgrano en el norte. Alvear asume como Director y profundiza la represión contra el artiguismo, realizando intervenciones militares que fueron rechazadas. Al mismo tiempo su relación con San Martín fue empeorando producto de que el general era partidario de la declaración de la Independencia de forma inmediata y de ir a buscar a los realistas hasta Chile y el alto Perú. Cuando San Martín ya estaba controlando la provincia de Cuyo y con un fuerte respaldo popular se preparaba el cruce de los andes, Alvear intentó un golpe de estado en esa provincia y el pueblo de Mendoza se levantó haciéndolo fracasar. 

“La crisis de 1815 es la primera crisis de fondo del régimen revolucionario que vivió desde su nacimiento en crisis permanente. Esto se produce porque las esperanzas de liberación y mejoramiento que sintió el interior ante el movimiento de mayo, fueron claramente defraudadas. Buenos Aires se enriqueció con el libre comercio, los comerciantes y terratenientes prosperaron asociados al capital inglés” (Palacios, Historia de la Argentina. el Congreso de Tucumán). Pero el interior se empobrecía, con la guerra de la independencia que cerraba los mercados de Chile-Perú y las primitivas industrias del interior no podían competir con las manufacturas inglesas que entraban con el “libre comercio”. Alvear como Director de las provincias estaba en minoría, en el Norte estaba Güemes, en Cuyo San Martín y en el litoral se extendía el artiguismo. Desesperado realiza negociaciones secretas con los ingleses, intentando lograr un Protectorado inglés, dispuesto a ser una colonia del imperio británico. 

Al conocerse los términos de las negociaciones secretas en Buenos Aires, nuevamente estalló un levantamiento que junto al repudio nacional hizo renunciar al director Alvear. En este cuadro se disuelve la asamblea del año XIII. Se provoca, como en Mayo, una situación de doble poder, por un lado el Directorio reaccionario (Pro porteño y agente inglés-portugués) que estaba muy debilitado y por el otro una mayoría de provincias dominadas por los federales dispuestas a profundizar la revolución. En un gran error histórico, Artigas evitó el ingreso de fuerzas federales a Buenos Aires, confiando en las promesas del nuevo gobierno central. Pero una característica central de las situaciones revolucionarias es que son oportunidades que se desvanecen rápido y al perderse se facilita el reagrupamiento de los amenazados: los comerciantes (criollos e ingleses) y los estancieros, que sintieron que podían perder todo si entraban los artiguistas partidarios del reparto de tierras como en la Banda Oriental. No dejarían que se vuelva a repetir la oportunidad.  

Después de la primera caída del Directorio “el Cabildo se hizo cargo del gobierno de la ciudad y convocó a elecciones para una junta de observación de 5 miembros, los cuales convocaron a un Congreso Constituyente a realizarse en Tucumán. Mientras tanto a la amenaza realista del Alto Perú y a la posible incursión de la marina española (la expedición que al final fue a Venezuela), se le sumaba la portuguesa que pretendía ocupar la Banda Oriental, reavivando viejas intenciones territoriales de los lusitanos contra la corona española en siglos anteriores. La locación del Congreso era parte de una cantidad de medidas que estaba tomando este nuevo gobierno central para diferenciarse del anterior que era repudiado por la opinión pública” (Palacios, ídem anterior). Nuevamente como en la asamblea del año XIII, las provincias dominadas por el artiguismo -todo el Litoral y el Uruguay- fueron excluidas. Córdoba, que simpatizaba con el artiguismo, también estuvo ausente. Muchas de las provincias ocupadas por los realistas estuvieron supuestamente representadas, por porteños o por provincianos pro-porteños. No se realizaron elecciones de delegados en ningún lado, los congresales fueron puestos a dedo por la oligarquía porteña y sus socios. “El gobierno porteño planteó a los enviados de Artigas una alternativa drástica -independencia total de la Banda Oriental o envío incondicional de diputados a reunirse en Tucumán- disyuntiva que el caudillo oriental no aceptó, planteando la guerra a portugueses y españoles bajo la bandera del federalismo” (La Revolución Clausurada, cap. 8). 

Pero lo cierto es que las mismas fuerzas que tres años antes se negaban a declarar la independencia ahora la declararon. 

¿Qué fue lo que cambió? 

La derrota de Napoleón y el control del mercado mundial por parte del imperio británico, hizo que estos mismos ya no desearan mantener ciertas cortesías con España. La Corona británica sintió que ya era tiempo de aprovechar a fondo el libre comercio implantado en las colonias emancipadas del sur y por eso apoyó la independencia y las intenciones de San Martín aportando buques para su arribo a Perú. En el Congreso de Tucumán, que según la obra de Bartolomé Mitre constaba de una mayoría de hombres “dignos y respetables”, se realizaron negociaciones secretas con los portugueses para que avanzaran contra la provincia de la Banda Oriental y otras provincias del litoral dominadas por el artiguismo (Federación de los Pueblos Libres). En estas negociaciones secretas, Buenos Aires garantizaba la inacción de las provincias allí reunidas frente a la invasión del territorio nacional por parte de los portugueses. 

La independencia de los “restauradores del orden” y entregadores de la Banda Oriental

“En este cuadro el congreso de Tucumán, con su preparación fraudulenta, su declaración tardía de la independencia y sus conspiraciones secretas, fue un escenario de la evolución conservadora de los núcleos dirigentes porteños” (Revolución Clausurada, capítulo 8). Este fue el congreso que el 9 de julio declaró la independencia para terminar con la revolución. Aparte de la entrega de la Banda Oriental, otra de las cuestiones que la historiografía liberal mitrista quiso ocultar, es que la independencia que se declaró pomposamente el 9 de julio de 1816 sólo se refería a España. Lo cual acrecentó la agitación política ante la presunción de un arreglo con los portugueses o los ingleses. Se corrían rumores fuertes que en las reuniones secretas del Congreso de Tucumán, el mismísimo Manuel Belgrano que volvió desmoralizado de Europa, alimentaba ideas de entregar el país a los portugueses. Por este motivo la asamblea se vio obligada a agregar, recién 10 días después, el 19 de julio de 1816, la independencia no solo de España, sino también de “toda potencia extranjera”.

El 1 de agosto de 1816 el Congreso de Tucumán emite un comunicado que explicaba los objetivos del reconstituido poder directorial: “El estado revolucionario no puede ser el estado permanente de la sociedad, por este motivo decretaron el fin de la revolución y el principio del orden” (ídem anterior). Entre fines de 1816 y principios de 1817, se desató una importante represión que barrió a toda la oposición. La plana mayor del antiguo Morenismo bonaerense fue deportada, entre ellos Manuel Moreno (hermano de Mariano Moreno) y Manuel Dorrego, quienes denunciaban a los cuatro vientos la entrega antinacional de la provincia de la Banda Oriental. Por orden de Belgrano, el federal Moldes fue detenido y enviado a Chile. Al mismo tiempo Belgrano dio la orden de ejecutar al federal santiagueño artiguista Borges, uno de los primeros asesinatos políticos entre patriotas. Todos los que llevaron adelante este intento significativo de terminar con el proceso revolucionario fueron premiados con una condecoración que llevaba la inscripción “honor a los restauradores del orden”.

Belgrano, San Martín y el relato del 9 de julio 

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Es un hecho evidente, para los lectores de la historia argentina, que “personajes descollantes” tienen una conducta “notoriamente contradictoria” en el proceso revolucionario de mayo que se produjo de 1806 hasta 1820.  Belgrano por ejemplo: se comportó como un verdadero revolucionario en las jornadas de Mayo en 1810. También cuando creó la bandera  y fue  líder de la batalla de Tucumán, no obedeciendo  en estas ocasiones al tibio gobierno porteño del Triunvirato. El mismo Belgrano, años después, dio el informe político del Congreso  de Tucumán marcando una orientación conservadora de este congreso. “Pero Belgrano no se limitó a dar el informe político sino que se involucró directamente en la represión a los federales desde fines de 1816 y mediados de 1817. Intentó barrer con la resistencia a la política directorial de pasividad frente a la invasión portuguesa, y de ataque desde el otro flanco a las fuerzas de la Liga de los Pueblos Libres y sus simpatizantes” (200 años de la muerte de Manuel Belgrano. Andrés Roldan, Prensa Obrera 20-6-2020)..

Existe un ocultamiento de la historiografía oficial, en sus dos relatos, de la labor de Belgrano después del congreso del XVI. (Belgrano ha sido especialmente ensalzado por Cristina Fernández de Kirchner, como su “prócer preferido”, sin criticar su etapa de reacción termidoriana). Porque la verdad es que Belgrano en sus comienzos compartía sus ideas con Moreno, Castelli y otros integrantes del grupo más radicalizado de la Revolución de Mayo. A partir de 1814, en sintonía con lo que sucedía en Europa, no sólo participó del viraje conservador, dictatorial y represivo sino que fue uno de sus mentores y ejecutores. “No por nada Mitre lo coloca en un pedestal como el modelo a seguir. Como le escribió Mitre a Vicente Fidel López, contemporáneo y también uno de los precursores de la historiografía argentina: Los dos, usted y yo, hemos tenido la misma predilección por las mismas figuras y la mismas repulsiones por los bárbaros desorganizadores como Artigas a quien hemos enterrado históricamente” (La Revolución Clausurada, Cap. 8).

Otra figura en la cual centraron su atención tanto la historiografía liberal mitrista como la revisionista es en la de José de San Martin. Que al igual que muchos patriotas de la época, tuvo actitudes contradictorias. San Martín promovía la independencia de España. Y a diferencia de Belgrano, defendió a Artigas contra los portugueses. 

San Martín le entregó a Belgrano una carta para Pueyrredón apoyando a Artigas, instando a negociar con este para enfrentar a los portugueses. Carta que Belgrano, adrede, no entregó. Otra diferencia con Belgrano es que Don José se negó a levantar su espada contra los supuestos “anarquistas” artiguistas. “En octubre de 1819, Rondeau, que había sustituido a Pueyrredón como nuevo director pidió al Ejército de los Andes y al Ejército del Norte que bajaran al Litoral para reprimir a los federales que amenazaban al poder central. La Logia le solicitó a San Martín que trajera su ejército a Santa Fe, pero San Martín se negó y se quedó en Chile realizando los últimos preparativos para arribar al Perú” (San Martín y los sepultureros de Mayo, Leo Furman. Prensa Obrera 17 de agosto del 2020). Esta posición le trajo enormes consecuencias en el futuro. La Logia directoral, personificada en Rivadavia, no se lo perdonará jamás, fue excluido de los círculos del poder, marchando al exilio.

Un pequeño balance

Los dos relatos dominantes en la historiografía argentina y utilizados por el Estado para difundir un relato oficial, nos han intentado presentar un 9 de julio como un hecho fundacional de una nueva nación. Cuando en realidad se trataba de desmembrar la nación para acabar con la revolución. Las clases hegemónicas que se impusieron finalmente en la Revolución de Mayo (comerciantes, terratenientes) enfrentaron las invasiones ingleses primero, pero terminaron buscando, poco tiempo después, la alianza con el “libre comercio” británico para zafar del monopolio español. En el proceso de ruptura revolucionaria se armó a una parte del pueblo con las milicias y los ejércitos revolucionarios. Como antes con Tupac Amaru, con el levantamiento en la Banda Oriental y el reparto de tierras, rápidamente comprendieron el peligro de las masas armadas por lo cual intentaron terminar con la revolución. La asamblea del año XIII y el Congreso de 1816, tuvieron ese objetivo: poner fin al proceso revolucionario. Pero en circunstancias diferentes las dos fracasaron. 

Recién en el año 1820 con el pacto de Pilar, donde se rompe el frente de los federales artiguistas (abandonando a la Banda oriental invadida por los portugueses a su propia suerte) y la masacre de los elementos del bajo pueblo que apoyaban a Dorrego en Buenos Aires, lograron terminar con la revolución. Juan Manuel de Rosas, con apenas 20 años, intervino con sus “colorados del monte” para terminar con los insurrectos dorreguistas de Pagola y se ganó el título de “Restaurador del Orden”, mismo título con el cual condecoraron a los represores del año 1816-1817, cuatro años antes. La figura de Manuel Belgrano (y la de San Martín) siempre fue alabada por las variantes más diversas de la historiografía y la política de nuestro país. Bartolomé Mitre los coloca como los primeros próceres de la historiografía liberal. El revisionismo y más recientemente los historiadores más cercanos al kirchnerismo, como Pacho O´Donell, se desviven en elogios frente a ellos.

Pero estos relatos no coinciden con el desarrollo de los hechos. A partir de 1811 se vivió un desmembramiento del viejo Virreinato en función de los intereses de la burguesía porteña y sus socios británicos. Rivadavia establece una Aduana contra el Paraguay y esta provincia se separa. Continuó con el enfrentamiento del Triunvirato y el Directorio contra el interior artiguista revolucionario para defender la propiedad de la tierra, su monopolio comercial con Europa y su control de la Aduana por la burguesía porteña. Llegando a entregar la provincia oriental y todo el litoral al imperio portugués. En la década del 20 se pierde definitivamente también el Alto Perú y a fines de la del 40 se entrega definitivamente la Banda Oriental en un pacto con los ingleses a cargo de Rosas. Mitre, como nuevo hombre fuerte de la provincia porteña después de Caseros, separa a Buenos Aires del resto del país en 1852 para no perder los privilegios frente al intento de unificación urquicista. Buenos Aires se suma a la “unión nacional” recién cuando tiene la fuerza para aplastar a los federales del interior, que ya no desempeñan ningún rol revolucionario. La famosa construcción del Estado Nacional se da muchos años después bajo la tutela de los capitales ingleses. Al 9 de julio, a Belgrano y San Martín los utilizaron para contar una historia desfigurada, fundada por Bartolomé Mitre y continuada con los revisionistas, ocultando aspectos centrales de su trayectoria. La película de Belgrano realizada en el periodo del Kirchnerismo, lo muestra como revolucionario decidido, sin marcar sus virajes conservadores o limitaciones a la hora de extender la revolución, marcados por su condición de clase. 

Las tareas inconclusas del proceso revolucionario de Mayo, no podrán ser completadas por la burguesía argentina, que es hija de la burguesía de Buenos Aires. Que siempre prefirió desmembrar la nación y masacrar a los pueblos para defender sus privilegios y su alianza con los capitalistas ingleses. Después del retroceso del imperialismo inglés ocupó su lugar el yanqui. Solo la clase obrera heredera de las luchas de los oprimidos de ayer, puede continuarlas y llevarlas a la victoria. Hoy los liberales que crearon nuestra patria semi colonial vuelven al ruedo para generar un retroceso histórico de nuestro nivel de vida en un cuadro de senilidad del sistema capitalista. Hoy los supuestamente “nacionales y populares” se aprovechan del ajuste nacional para implantar el ajuste en sus provincias. La clase obrera tiene que solucionar las limitaciones históricas inevitables que tuvieron las clases oprimidas anteriores de nuestro suelo. Hay que terminar con el gobierno de Milei y los gobernadores cómplices. Pero hoy, un nuevo proceso revolucionario, aunque tenga comienzos en el territorio nacional, sólo podrá imponerse a escala continental en una lucha común con obreros y campesinos latinoamericanos contra el imperialismo y las oligarquías y burguesías nativas asociadas a este: será la lucha por la Unidad Socialista de América Latina.  Comprender correctamente nuestra historia es un paso para cambiarla. 

La historiografía (disciplina que se dedica al estudio de la historia con un método científico) argentina, irrumpe a mediados del siglo XIX como la forma que tuvieron los liberales de justificar su victoria después de la caída del “Restaurador del Orden” (Rosas). Esa victoria comenzó en Buenos Aires y después se expandió por el resto del país. Entre sus iniciadores se encuentran Vicente Fidel López y el primer presidente, Bartolomé Mitre. Quien en su obra sobre Belgrano, comienza con el ocultamiento del verdadero carácter antinacional y antidemocrático del Congreso de 1816, donde mientras se declaraba la independencia con el guiño del imperio británico se dejaba afuera a más de la mitad de las provincias para garantizar la hegemonía porteña y se entregaba (en oscuras negociaciones secretas) parte del territorio al imperio portugués radicado en Brasil, para sofocar a los revolucionarios federales artiguistas del Litoral y la Banda Oriental. De estos primeros trabajos de historia se ha nutrido el Estado Argentino para construir una especie de historia oficial. Según Halperin Donghi en “Mitre y la formulación de una historia nacional para la Argentina”, las principales operaciones ideológicas de Mitre, en sus trabajos históricos, fueron utilizados por el estado como mitos fundacionales. 

En estas operaciones sobresale una idea de “unidad nacional” basada en supuestos intereses comunes que se manifestaron en momentos como el 9 de julio. Según La Nación del 24 de septiembre del 2022, diario fundado por el mismo general político e historiador, Mitre es el iniciador de la “historia oficial” como primer ejecutor de un modelo de Estado. Creando la falsa idea de un pasado glorioso para entusiasmar con un posible futuro semejante. Mitre supo acompañar el dato histórico con una “innegable destreza poética” que le permitió falsificar los hechos todo lo necesario para ajustarse con su relato. Para esto deformó la imagen de dos  protagonistas, convirtiéndolos en héroes míticos. Este fue el caso de San Martín y Belgrano.

Otra corriente importante en la historiografía argentina es el revisionismo, que no tuvo la capacidad de romper con este camino inicial comenzado por los historiadores liberales y que estuvo ligado a la irrupción del nacionalismo burgués a mediados del siglo XX en nuestro país. Fue bajo el peronismo que se desarrolló la línea revisionista que planteaba como eje propagandístico el lema de San Martín-Rosas-Perón. Lema que sería levantado por la “izquierda nacional” y retomado por el kirchnerismo, constituyendo el segundo relato oficial: el “nacional y popular”. Estos tienen la hipocresía de poner en el mismo lugar a los federales revolucionarios que luchaban contra la tiranía porteña con Rosas, el “Restaurador del Orden”. Pero el brigadier coronel siempre defendió a capa y espada la dictadura porteña sobre la Aduana. Y como los liberales conservadores porteños que impulsaron el Congreso de Tucumán de 1816 contra la supuesta “anarquía artiguista”, don Juan Manuel era enemigo de la libertad de los pueblos, férreo partidario del “orden” contra la profundización de la revolución, especialmente en el campo social (en torno a la reforma agraria en la Banda Oriental, medida que lesionaba los intereses de muchos latifundistas porteños, propietarios de esas tierras). También es preciso caracterizar la traición de López y Ramírez, en el antifederal pacto de Pilar de 1820. Un pacto que tuvo el objetivo de terminar con este verdadero federalismo social, no el comienzo de la “Argentina Federal” como sostienen el revisionismo y los liberales.

“Tomamos posición contra las corrientes que han convertido al ciclo revolucionario de Mayo, en un proceso intrascendente de cambio de opresión de una metrópoli a otra, de España a Inglaterra” (Rath-Roldan, La Revolución Clausurada, guía para el lector. Pág. 29). La revolución de Mayo se enmarca en el proceso de las revoluciones burguesas, donde la burguesía se impuso al régimen feudal en el viejo continente. Este proceso de triple revolución (industrial, liberación norteamericana y francesa) llegó con sus coletazos al sur americano. El ciclo fue preparado por las rebeliones de Tupac Amaru y Tupac Katari. La derrota de ambos no impidió que a partir de 1806 con las invasiones inglesas en el Río de la Plata comience un proceso revolucionario que continuó hasta 1820. El Congreso de 1816 fue uno de los sistemáticos intentos de la clase propietaria porteña de cerrar ese ciclo revolucionario. El movimiento revolucionario de Mayo no solo tuvo como protagonistas a algunos ilustrados porteños, se extendió a otras capas sociales y algunos de sus representantes jugaron un papel decisivo. En este marco tenemos que incluir el papel de Artigas y Güemes.

Esta caracterización se empeña en poner de relieve las corrientes populares que intervinieron y son antecesoras históricas de nuestra clase obrera. Esas clases oprimidas surgieron de las formaciones pre capitalistas en la colonia como los artesanos, los semi proletarios, mulatos (negros) esclavos y libertos. Todos estos residían en las orillas de las pequeñas ciudades y pueblos. En los campos estaban los campesinos, gauchos y más allá los originarios (indios). Antes de la llegada de los proletarios inmigrantes europeos en la segunda mitad del siglo XIX, estas eran las clases oprimidas que intervinieron en la lucha de clases de esos años convulsivos de Mayo y todos los relatos anteriores buscaron ocultar. Esas que se armaron en las milicias que enfrentaron las invasiones inglesas, que echaron al virrey español en mayo. Esas masas campesinas que lucharon junto a Artigas y Güemes. También junto a Belgrano antes de que volviera derechista (termidoriano) de su viaje a Europa con Rivadavia. Las mismas que cruzaron Los Andes al mando de San Martín. Analizando sus programas, sus métodos de lucha, sus errores y aciertos. Esas masas fueron parte de la lucha contra el antiguo régimen colonial, luego se empeñaron en construir una Patria que los albergará y luego se enfrentaron al régimen que ellas ayudaron a construir. Este nuevo régimen mientras se conformaba comenzó una verdadera guerra contra los elementos más populares y revolucionarios. Esta fue la tendencia que se manifestó en la asamblea del año XIII y que dominó el Congreso de Tucumán del año XVI.  

La asamblea del año XIII

“La Asamblea del año XIII fue convocada por el llamado Segundo Triunvirato, surgió de la necesidad de forjar una supuesta unión nacional de la oligarquía porteña con las oligarquías provinciales, bajo el protectorado de la diplomacia británica” (Rath, La verdad sobre la asamblea del año XIII, Revista En Defensa del Marxismo N° 38). Como planteaba Bartolomé Mitre en su obra historiográfica, estas fuerzas sociales coincidían en la necesidad de «impedir que el populacho tomase en la gestión de los negocios públicos una participación directa y activa» (ídem anterior). Con respecto a la Independencia, cuestión crucial en ese proceso, la asamblea no la declaró. El Triunvirato pactó con la diplomacia británica la no declaración, porque Napoleón aún se mantenía activo y España era aliada de Inglaterra. El gobierno nacional y las oligarquías provinciales subordinaron sus intereses a los del imperialismo inglés, acto que se repetirá hasta el hartazgo en los años posteriores.  

El Triunvirato controló la asamblea del año XIII con una elección de delegados ferozmente regimentada y sobre todo proscriptiva. La elección de los representantes quedó en manos de las oligarquías de las provincias intervinientes. En la Banda Oriental (el actual Uruguay que formaba parte de las Provincias del Sur, primera organización nacional del Río de la Plata) se utilizó un método mucho más democrático: veintitrés pueblos eligieron a sus representantes y se realizaron reuniones para levantar puntos en común, con documentos mandatados por las mayorías intervinientes. “Estos documentos exigen la independencia de España, la organización de las provincias en un sistema federativo, la designación de una capital que no fuera Buenos Aires» (Félix Luna, Los Caudillos). Como estos planteamientos eran un grito de guerra contra los planes hegemónicos de Buenos Aires, los diputados fueron excluidos del congreso, con el acuerdo de todos los diputados, incluidos los de la logia de los Lautaros donde se encontraban Alvear y San Martín (dirigentes de esta organización). Acto seguido la Asamblea lanzó una represión salvaje contra el artiguismo que llevó a la guerra civil entre revolucionarios en medio de la guerra de la independencia.

El Congreso de 1816

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La situación política a nivel mundial había dado un viraje. En Europa triunfaba la reacción y la Santa Alianza. Napoleón fue derrotado definitivamente en la famosa batalla de Waterloo.  En España, Fernando VII, repuesto en su trono, intentó una reconquista de todas sus antiguas posesiones coloniales americanas. En esos meses en el puerto de Cádiz se preparaba una expedición del ejército español, que corrían rumores de que podría venir al Plata. Finalmente en 1815, habiendo salido la expedición “pacificadora” española del puerto de Cádiz, estando en alta mar, definió su rumbo hacia Venezuela. Alentados por este giro de los acontecimientos los realistas se reagrupaban en el Alto Perú, en los mismos momentos en donde San Martín se reunió con Belgrano en el norte. Alvear asume como Director y profundiza la represión contra el artiguismo, realizando intervenciones militares que fueron rechazadas. Al mismo tiempo su relación con San Martín fue empeorando producto de que el general era partidario de la declaración de la Independencia de forma inmediata y de ir a buscar a los realistas hasta Chile y el alto Perú. Cuando San Martín ya estaba controlando la provincia de Cuyo y con un fuerte respaldo popular se preparaba el cruce de los andes, Alvear intentó un golpe de estado en esa provincia y el pueblo de Mendoza se levantó haciéndolo fracasar. 

“La crisis de 1815 es la primera crisis de fondo del régimen revolucionario que vivió desde su nacimiento en crisis permanente. Esto se produce porque las esperanzas de liberación y mejoramiento que sintió el interior ante el movimiento de mayo, fueron claramente defraudadas. Buenos Aires se enriqueció con el libre comercio, los comerciantes y terratenientes prosperaron asociados al capital inglés” (Palacios, Historia de la Argentina. el Congreso de Tucumán). Pero el interior se empobrecía, con la guerra de la independencia que cerraba los mercados de Chile-Perú y las primitivas industrias del interior no podían competir con las manufacturas inglesas que entraban con el “libre comercio”. Alvear como Director de las provincias estaba en minoría, en el Norte estaba Güemes, en Cuyo San Martín y en el litoral se extendía el artiguismo. Desesperado realiza negociaciones secretas con los ingleses, intentando lograr un Protectorado inglés, dispuesto a ser una colonia del imperio británico. 

Al conocerse los términos de las negociaciones secretas en Buenos Aires, nuevamente estalló un levantamiento que junto al repudio nacional hizo renunciar al director Alvear. En este cuadro se disuelve la asamblea del año XIII. Se provoca, como en Mayo, una situación de doble poder, por un lado el Directorio reaccionario (Pro porteño y agente inglés-portugués) que estaba muy debilitado y por el otro una mayoría de provincias dominadas por los federales dispuestas a profundizar la revolución. En un gran error histórico, Artigas evitó el ingreso de fuerzas federales a Buenos Aires, confiando en las promesas del nuevo gobierno central. Pero una característica central de las situaciones revolucionarias es que son oportunidades que se desvanecen rápido y al perderse se facilita el reagrupamiento de los amenazados: los comerciantes (criollos e ingleses) y los estancieros, que sintieron que podían perder todo si entraban los artiguistas partidarios del reparto de tierras como en la Banda Oriental. No dejarían que se vuelva a repetir la oportunidad.  

Después de la primera caída del Directorio “el Cabildo se hizo cargo del gobierno de la ciudad y convocó a elecciones para una junta de observación de 5 miembros, los cuales convocaron a un Congreso Constituyente a realizarse en Tucumán. Mientras tanto a la amenaza realista del Alto Perú y a la posible incursión de la marina española (la expedición que al final fue a Venezuela), se le sumaba la portuguesa que pretendía ocupar la Banda Oriental, reavivando viejas intenciones territoriales de los lusitanos contra la corona española en siglos anteriores. La locación del Congreso era parte de una cantidad de medidas que estaba tomando este nuevo gobierno central para diferenciarse del anterior que era repudiado por la opinión pública” (Palacios, ídem anterior). Nuevamente como en la asamblea del año XIII, las provincias dominadas por el artiguismo -todo el Litoral y el Uruguay- fueron excluidas. Córdoba, que simpatizaba con el artiguismo, también estuvo ausente. Muchas de las provincias ocupadas por los realistas estuvieron supuestamente representadas, por porteños o por provincianos pro-porteños. No se realizaron elecciones de delegados en ningún lado, los congresales fueron puestos a dedo por la oligarquía porteña y sus socios. “El gobierno porteño planteó a los enviados de Artigas una alternativa drástica -independencia total de la Banda Oriental o envío incondicional de diputados a reunirse en Tucumán- disyuntiva que el caudillo oriental no aceptó, planteando la guerra a portugueses y españoles bajo la bandera del federalismo” (La Revolución Clausurada, cap. 8). 

Pero lo cierto es que las mismas fuerzas que tres años antes se negaban a declarar la independencia ahora la declararon. 

¿Qué fue lo que cambió? 

La derrota de Napoleón y el control del mercado mundial por parte del imperio británico, hizo que estos mismos ya no desearan mantener ciertas cortesías con España. La Corona británica sintió que ya era tiempo de aprovechar a fondo el libre comercio implantado en las colonias emancipadas del sur y por eso apoyó la independencia y las intenciones de San Martín aportando buques para su arribo a Perú. En el Congreso de Tucumán, que según la obra de Bartolomé Mitre constaba de una mayoría de hombres “dignos y respetables”, se realizaron negociaciones secretas con los portugueses para que avanzaran contra la provincia de la Banda Oriental y otras provincias del litoral dominadas por el artiguismo (Federación de los Pueblos Libres). En estas negociaciones secretas, Buenos Aires garantizaba la inacción de las provincias allí reunidas frente a la invasión del territorio nacional por parte de los portugueses. 

La independencia de los “restauradores del orden” y entregadores de la Banda Oriental

“En este cuadro el congreso de Tucumán, con su preparación fraudulenta, su declaración tardía de la independencia y sus conspiraciones secretas, fue un escenario de la evolución conservadora de los núcleos dirigentes porteños” (Revolución Clausurada, capítulo 8). Este fue el congreso que el 9 de julio declaró la independencia para terminar con la revolución. Aparte de la entrega de la Banda Oriental, otra de las cuestiones que la historiografía liberal mitrista quiso ocultar, es que la independencia que se declaró pomposamente el 9 de julio de 1816 sólo se refería a España. Lo cual acrecentó la agitación política ante la presunción de un arreglo con los portugueses o los ingleses. Se corrían rumores fuertes que en las reuniones secretas del Congreso de Tucumán, el mismísimo Manuel Belgrano que volvió desmoralizado de Europa, alimentaba ideas de entregar el país a los portugueses. Por este motivo la asamblea se vio obligada a agregar, recién 10 días después, el 19 de julio de 1816, la independencia no solo de España, sino también de “toda potencia extranjera”.

El 1 de agosto de 1816 el Congreso de Tucumán emite un comunicado que explicaba los objetivos del reconstituido poder directorial: “El estado revolucionario no puede ser el estado permanente de la sociedad, por este motivo decretaron el fin de la revolución y el principio del orden” (ídem anterior). Entre fines de 1816 y principios de 1817, se desató una importante represión que barrió a toda la oposición. La plana mayor del antiguo Morenismo bonaerense fue deportada, entre ellos Manuel Moreno (hermano de Mariano Moreno) y Manuel Dorrego, quienes denunciaban a los cuatro vientos la entrega antinacional de la provincia de la Banda Oriental. Por orden de Belgrano, el federal Moldes fue detenido y enviado a Chile. Al mismo tiempo Belgrano dio la orden de ejecutar al federal santiagueño artiguista Borges, uno de los primeros asesinatos políticos entre patriotas. Todos los que llevaron adelante este intento significativo de terminar con el proceso revolucionario fueron premiados con una condecoración que llevaba la inscripción “honor a los restauradores del orden”.

Belgrano, San Martín y el relato del 9 de julio 

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Es un hecho evidente, para los lectores de la historia argentina, que “personajes descollantes” tienen una conducta “notoriamente contradictoria” en el proceso revolucionario de mayo que se produjo de 1806 hasta 1820.  Belgrano por ejemplo: se comportó como un verdadero revolucionario en las jornadas de Mayo en 1810. También cuando creó la bandera  y fue  líder de la batalla de Tucumán, no obedeciendo  en estas ocasiones al tibio gobierno porteño del Triunvirato. El mismo Belgrano, años después, dio el informe político del Congreso  de Tucumán marcando una orientación conservadora de este congreso. “Pero Belgrano no se limitó a dar el informe político sino que se involucró directamente en la represión a los federales desde fines de 1816 y mediados de 1817. Intentó barrer con la resistencia a la política directorial de pasividad frente a la invasión portuguesa, y de ataque desde el otro flanco a las fuerzas de la Liga de los Pueblos Libres y sus simpatizantes” (200 años de la muerte de Manuel Belgrano. Andrés Roldan, Prensa Obrera 20-6-2020)..

Existe un ocultamiento de la historiografía oficial, en sus dos relatos, de la labor de Belgrano después del congreso del XVI. (Belgrano ha sido especialmente ensalzado por Cristina Fernández de Kirchner, como su “prócer preferido”, sin criticar su etapa de reacción termidoriana). Porque la verdad es que Belgrano en sus comienzos compartía sus ideas con Moreno, Castelli y otros integrantes del grupo más radicalizado de la Revolución de Mayo. A partir de 1814, en sintonía con lo que sucedía en Europa, no sólo participó del viraje conservador, dictatorial y represivo sino que fue uno de sus mentores y ejecutores. “No por nada Mitre lo coloca en un pedestal como el modelo a seguir. Como le escribió Mitre a Vicente Fidel López, contemporáneo y también uno de los precursores de la historiografía argentina: Los dos, usted y yo, hemos tenido la misma predilección por las mismas figuras y la mismas repulsiones por los bárbaros desorganizadores como Artigas a quien hemos enterrado históricamente” (La Revolución Clausurada, Cap. 8).

Otra figura en la cual centraron su atención tanto la historiografía liberal mitrista como la revisionista es en la de José de San Martin. Que al igual que muchos patriotas de la época, tuvo actitudes contradictorias. San Martín promovía la independencia de España. Y a diferencia de Belgrano, defendió a Artigas contra los portugueses. 

San Martín le entregó a Belgrano una carta para Pueyrredón apoyando a Artigas, instando a negociar con este para enfrentar a los portugueses. Carta que Belgrano, adrede, no entregó. Otra diferencia con Belgrano es que Don José se negó a levantar su espada contra los supuestos “anarquistas” artiguistas. “En octubre de 1819, Rondeau, que había sustituido a Pueyrredón como nuevo director pidió al Ejército de los Andes y al Ejército del Norte que bajaran al Litoral para reprimir a los federales que amenazaban al poder central. La Logia le solicitó a San Martín que trajera su ejército a Santa Fe, pero San Martín se negó y se quedó en Chile realizando los últimos preparativos para arribar al Perú” (San Martín y los sepultureros de Mayo, Leo Furman. Prensa Obrera 17 de agosto del 2020). Esta posición le trajo enormes consecuencias en el futuro. La Logia directoral, personificada en Rivadavia, no se lo perdonará jamás, fue excluido de los círculos del poder, marchando al exilio.

Un pequeño balance

Los dos relatos dominantes en la historiografía argentina y utilizados por el Estado para difundir un relato oficial, nos han intentado presentar un 9 de julio como un hecho fundacional de una nueva nación. Cuando en realidad se trataba de desmembrar la nación para acabar con la revolución. Las clases hegemónicas que se impusieron finalmente en la Revolución de Mayo (comerciantes, terratenientes) enfrentaron las invasiones ingleses primero, pero terminaron buscando, poco tiempo después, la alianza con el “libre comercio” británico para zafar del monopolio español. En el proceso de ruptura revolucionaria se armó a una parte del pueblo con las milicias y los ejércitos revolucionarios. Como antes con Tupac Amaru, con el levantamiento en la Banda Oriental y el reparto de tierras, rápidamente comprendieron el peligro de las masas armadas por lo cual intentaron terminar con la revolución. La asamblea del año XIII y el Congreso de 1816, tuvieron ese objetivo: poner fin al proceso revolucionario. Pero en circunstancias diferentes las dos fracasaron. 

Recién en el año 1820 con el pacto de Pilar, donde se rompe el frente de los federales artiguistas (abandonando a la Banda oriental invadida por los portugueses a su propia suerte) y la masacre de los elementos del bajo pueblo que apoyaban a Dorrego en Buenos Aires, lograron terminar con la revolución. Juan Manuel de Rosas, con apenas 20 años, intervino con sus “colorados del monte” para terminar con los insurrectos dorreguistas de Pagola y se ganó el título de “Restaurador del Orden”, mismo título con el cual condecoraron a los represores del año 1816-1817, cuatro años antes. La figura de Manuel Belgrano (y la de San Martín) siempre fue alabada por las variantes más diversas de la historiografía y la política de nuestro país. Bartolomé Mitre los coloca como los primeros próceres de la historiografía liberal. El revisionismo y más recientemente los historiadores más cercanos al kirchnerismo, como Pacho O´Donell, se desviven en elogios frente a ellos.

Pero estos relatos no coinciden con el desarrollo de los hechos. A partir de 1811 se vivió un desmembramiento del viejo Virreinato en función de los intereses de la burguesía porteña y sus socios británicos. Rivadavia establece una Aduana contra el Paraguay y esta provincia se separa. Continuó con el enfrentamiento del Triunvirato y el Directorio contra el interior artiguista revolucionario para defender la propiedad de la tierra, su monopolio comercial con Europa y su control de la Aduana por la burguesía porteña. Llegando a entregar la provincia oriental y todo el litoral al imperio portugués. En la década del 20 se pierde definitivamente también el Alto Perú y a fines de la del 40 se entrega definitivamente la Banda Oriental en un pacto con los ingleses a cargo de Rosas. Mitre, como nuevo hombre fuerte de la provincia porteña después de Caseros, separa a Buenos Aires del resto del país en 1852 para no perder los privilegios frente al intento de unificación urquicista. Buenos Aires se suma a la “unión nacional” recién cuando tiene la fuerza para aplastar a los federales del interior, que ya no desempeñan ningún rol revolucionario. La famosa construcción del Estado Nacional se da muchos años después bajo la tutela de los capitales ingleses. Al 9 de julio, a Belgrano y San Martín los utilizaron para contar una historia desfigurada, fundada por Bartolomé Mitre y continuada con los revisionistas, ocultando aspectos centrales de su trayectoria. La película de Belgrano realizada en el periodo del Kirchnerismo, lo muestra como revolucionario decidido, sin marcar sus virajes conservadores o limitaciones a la hora de extender la revolución, marcados por su condición de clase. 

Las tareas inconclusas del proceso revolucionario de Mayo, no podrán ser completadas por la burguesía argentina, que es hija de la burguesía de Buenos Aires. Que siempre prefirió desmembrar la nación y masacrar a los pueblos para defender sus privilegios y su alianza con los capitalistas ingleses. Después del retroceso del imperialismo inglés ocupó su lugar el yanqui. Solo la clase obrera heredera de las luchas de los oprimidos de ayer, puede continuarlas y llevarlas a la victoria. Hoy los liberales que crearon nuestra patria semi colonial vuelven al ruedo para generar un retroceso histórico de nuestro nivel de vida en un cuadro de senilidad del sistema capitalista. Hoy los supuestamente “nacionales y populares” se aprovechan del ajuste nacional para implantar el ajuste en sus provincias. La clase obrera tiene que solucionar las limitaciones históricas inevitables que tuvieron las clases oprimidas anteriores de nuestro suelo. Hay que terminar con el gobierno de Milei y los gobernadores cómplices. Pero hoy, un nuevo proceso revolucionario, aunque tenga comienzos en el territorio nacional, sólo podrá imponerse a escala continental en una lucha común con obreros y campesinos latinoamericanos contra el imperialismo y las oligarquías y burguesías nativas asociadas a este: será la lucha por la Unidad Socialista de América Latina.  Comprender correctamente nuestra historia es un paso para cambiarla. 

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