En nuestra revista En Defensa del Marxismo online quincenal, volvemos a salir en una edición semanal especial, esta vez dedicada a China. Tres artículos (Pablo Heller, Pablo Giachello y Luis Brunetto) desarrollaran diversos aspectos de una caracterización del Estado chino y de su repercusión en la situación política internacional. Con esto pretendemos abrir públicamente el debate sobre este importante tema teórico y político, que hoy en día discute toda la izquierda marxista a nivel internacional.
La caracterización sobre China en la actualidad, la naturaleza y el carácter del estado chino es un centro de debate internacional. Se trata de una cuestión controvertida que viene desatando polémicas, incluso en el campo del marxismo y la izquierda.
El carácter del Estado chino no se lo puede separar del proceso de restauración capitalista, de sus avatares en el tiempo. La restauración capitalista abierto con la disolución de la URSS y la integración de China y ex Estados obreros a la órbita de la acumulación capitalista representa una regresión histórica. En lugar de extenderse la revolución socialista, y abrirse paso en el planeta, el orden burgués logró restablecer su reinado en países donde había sido expropiado. Esta circunstancia introduce un fenómeno nuevo sobre el que había advertido tempranamente Trotsky, pero ya no solo se trata de un pronóstico, sino que tenemos el hecho consumado y en pleno desarrollo.
La restauración capitalista amplió el radio de explotación del capitalismo internacional. Ofreció al capital nuevas e inéditas posibilidades de explotación que involucran a centenares de millones de trabajadores (China), de apropiarse de recursos, incluido un sofisticado patrimonio tecnológico como Rusia. Esto despertó una euforia en la clase capitalista mundial disparando grandes expectativas en sus filas de que en este proceso era el puntapié de una nueva era de florecimiento del capitalismo. La apuesta fue que esta anexión de las economías estatizadas sería el vehículo para devolverle al capital la vitalidad perdida y revertir el escenario de crisis en la economía mundial que se registra a partir de la década del 70. Esto fue acompañado, en el campo intelectual por digresiones apologéticas sobre “el fin de la historia”, un eufemismo para proclamar la definitiva superioridad y primacía del capital y dar por enterrado al socialismo.
Estas expectativas del capital no se cumplieron. La paradoja es que la restauración capitalista, lejos de ser una tabla salvadora que podría revertir la crisis capitalista, terminó convirtiéndose en un factor de su agravamiento. Ahí tenemos la crisis financiera de 2008, cuyos efectos se arrastran hasta el día de hoy, y que vino precedida por temblores previos de la economía mundial como fue la crisis del Tequila, del sudeste asiático, la quiebra del fondo estadounidense LCTM, las punto COM, la crisis rusa y argentina en el 2001. La incorporación de los ex Estados obreros ha contribuido a una saturación el mercado, es decir, a exacerbar la crisis de sobreproducción ya reinante en la economía mundial. Es que el capital encara la restauración capitalista, como no podía ser de otra forma, con los métodos que les son propios: la anarquía inherente a la economía de mercado, la competencia entre los monopolios y las disputas interimperialistas y su exacerbación por el afán, entre otras cosas, de tener una primacía, a expensas de sus rivales, en la penetración y copamiento económico del exespacio soviético y en China. La voracidad capitalista va de la mano con una brutal confiscación económica, apropiación de los recursos, superexplotación de los trabajadores, un aumento de la desigualdad y contrastes sociales. La restauración capitalista, en definitiva, tropezó con las contracciones irreprimibles e insalvables del capitalismo. Esto es el mérito y el acierto de las Tesis Programáticas para la Cuarta Internacional aprobadas en su Congreso por la CRCI en el 2004 que anticipó este desenlace en momentos que un optimismo desbordante (que se reveló infundado) reinaba en los círculos de negocios y en el poder económico y político mundial. Esa onda expansiva terminó encandilando a muchas corrientes de izquierda, que se apresuraron a dar por cerrado el ciclo de la revolución de Octubre.
A la hora de hacer un balance histórico, tomando en cuenta las consideraciones que hemos indicado, la restauración capitalista reviste un carácter contradictorio.
Por un lado, se ha restablecido el capitalismo en las economías estatizadas. Lo que hoy impera en el exespacio soviético y China son relaciones de producción capitalistas y los Estados de esas naciones actúan como garantes, defensores y representantes de ese modo de producción. Las sucesivas reformas de la constitución china realizadas en los años 1993, 94, 99 y 2004 han legitimado esta mutación al consagrar el derecho a la propiedad privada y la herencia y legalizar la economía privada como parte importante del sistema. A la par de ello, el PCCH abrió sus puertas al ingreso de los capitalistas, lo cual terminó por enterrar definitivamente cualquier vestigio de clase del histórico Partido Comunista. Esta mutación quedó legitimada con la consagración como doctrina oficial “la triple representatividad”. Establece que el PCCH debe representar a “las fuerzas productivas avanzadas” de China, a los “sectores avanzados de la cultura” y de “los intereses de la mayoría del pueblo chino”. La “Triple Representatividad” fue un paso clave en el proceso de restauración capitalista.
Restauración capitalista: un resultado contradictorio
Pero este giro no se ha hecho en los términos a los que aspiraba el capital internacional. El lugar que el imperialismo les reserva a China y Rusia es el de un engranaje subordinado, un apéndice auxiliar en la acumulación capitalista mundial regenteado por las potencias capitalista tradicionales. Es decir, la restauración capitalista –tal como fue alentado por la burguesía imperialista- está asociada a un proceso de colonización, o sea, de sometimientos de los ex Estados obreros a la tutela económica y política directa del imperialismo. La autonomía que promueven las élites dirigentes de Rusia y China se hace cada vez más incompatible con las necesidades y exigencias de la burguesía mundial, en momentos en que se agrava la bancarrota capitalista. La peculiaridad del escenario global, en resumen, es el ascenso meteórico de China que ha pasado a ocupar un lugar central en términos económicos y de influencia geopolítica, ha sobrepasado a las viejas potencias imperialistas tradicionales con excepción de Estados Unidos, ha colocado la rivalidad entre Estados Unidos y China en el centro de la situación mundial. Esta circunstancia plantea una crisis total del sistema imperialista vigente, cuya resolución será objeto de confrontaciones de fondo, que pavimentan la tendencia a una guerra mundial.
De la globalización, del acople chino norteamericano, hemos pasado a la guerra comercial y la guerra misma. El contexto general es una exacerbación del choque entre las corporaciones y entre los Estados, que incluye el uso creciente de la fuerza para dirimir los conflictos. La expectativa de un modus vivendi entre el imperialismo y Rusia y China es imposible. y esto ha quedado nuevamente en evidencia con la guerra de Ucrania. El imperialismo ha avanzado en la colonización de Europa del Este estableciendo un cerco contra Rusia. El propósito último, como ha confesado al comienzo de la guerra el presidente Biden es alterar el régimen político de Rusia y es un tiro por elevación contra China. No hay que descartar, como ya ocurrió con Yugoslavia en su momento, que eso pueda ser acompañado por un desmembramiento de nuevas naciones.
La comprensión de este proceso es lo que nos permite entender la dinámica actual que anima la guerra de Ucrania y de un modo general la confrontación que enfrenta a las metrópolis capitalistas tradicionales con Rusia y China.
Desde este punto de vista de los objetivos del imperialismo, la transición histórica iniciada con la disolución de la URSS y el retorno al capitalismo de China aún sigue siendo una tarea que debe ser completada. De ahí que no nos debe sorprender que en los planes e hipótesis de guerra de la OTAN, del Pentágono, de la cúpula militar y de defensa de la UE, Rusia y China sean catalogadas como “enemigo estratégico”. La paradoja de la situación es que
Esto se conecta con el escalda general en que está empeñado ESTADOS UNIDOS. Junto a la guerra de Ucrania, se regionaliza la guerra en Medio Oriente, que no se detiene y crecen las tensiones en el Pacifico con China en torno a Taiwán. La Casa Blanca en comunión con el sionismo están operando alevosamente por un cambio del régimen político en Irán. Esta ofensiva obedece a razones de fondo. El imperialismo intenta encontrar una vía de salida frente a la impasse en que se encuentra y el cual tiene una de sus manifestaciones más ostensibles en el declive económico y político de la principal potencia capitalista, o sea, del propio ESTADOS UNIDOS- y para ello, promueve un rediseño del planeta a su medida y de acuerdo a sus necesidades, que es una fuente de crisis nacionales e internacionales y enfrentamientos bélicos. Esta escalada nutre la tendencia a una guerra mundial y a la par de ello, de estallidos sociales, rebeliones populares y la creación de situaciones revolucionarias. El sometimiento de Rusia y China se inscribe en este paquete. El imperialismo no ha renunciado a su objetivo estratégico de moldear la restauración capitalista que se ha consumado en sus propios términos. Pero debe enfrentar -y en esto consiste la paradoja de la situación mundial – la irrupción de China como potencia rival de las históricas metrópolis hegemónicas.
Los contrastes del gigante asiático (I)
El resultado contradictorio y paradojal de la restauración capitalista puede apreciase al examinar el capitalismo en China.
El gigante asiático experimentó un desarrollo prodigioso en los últimos 25 años. Ha pasado a ser la principal potencia manufacturera y la segunda economía del mundo en términos de PBI y a conquistar un liderazgo del comercio mundial. China se destaca con empresas del top 100 global por capitalización: en tecnología, consumo, y banca. En este último caso, tiene los 4 bancos como mayores activos a nivel global. Al menos una decena de compañías están en este ranking., entre las que figuran Alibaba y Tencent. En la lista de los 3028 millonarios que publica la revista Forbes, 450 son chinos. Al mismo tiempo ha desarrollado una política de expansión económica a nivel mundial con la llamada ruta de la seda, la cual no solo se circunscribe a exportación de productos sino también de capital y engloba no sólo inversiones directas sino préstamos. El desembarco de China se registra en la periferia, en primer lugar, en Asia, en África, donde ha tenido un desarrollo veloz y también en América Latina. Estos son algunos de los elementos que son tomados en consideración para plantear que China sería un país imperialista.
Pero, simultáneamente, el PBI per cápita de China está muy alejado de los países capitalistas avanzados. En 2024, Estados Unidos tuvo un PBI per cápita de U$S86. 600. En contraste, el PBI per cápita de China se situó en 13445 (China Briefing, Economía de China vs Estados Unidos, 15-03-25). Esta cifra es propia de los países subdesarrollados de la periferia. Lo mismo sucede con la productividad del trabajo que es un sexto de la vigente en ESTADOS UNIDOS. La fuerza de trabajo norteamericana asciende a 168 millones de trabajadores contra aproximadamente 780 millones de China.
En lo que se refiere al PBI per cápita y la productividad del trabajo, las potencias capitalistas tradicionales se mueven en un rango muy cercano con los de ESTADOS UNIDOS. “Este año, el trabajador estadounidense medio generará unos 171.000 dólares de producción económica, frente a los 120.000 dólares (en términos de paridad de compra) de la zona del euro, los 118.000 de Gran Bretaña y los 96.000 de Japón. Esto representa un aumento del 70% de la productividad laboral en Estados Unidos desde 1990, muy por delante de los aumentos en otros lugares: 29% en Europa, 46% en Gran Bretaña y 25% en Japón” (Infobae, 16-10-24). Medido por hora, de acuerdo a datos de la OCDE, tenemos una productividad de Estados Unidos de 91,50 y valores ligeramente hacia arriba de Francia o por debajo de Alemania para tomar algunos ejemplos.

En cambio, lo que separa a China no sólo con ESTADOS UNIDOS, sino con cualquiera de los países capitalistas avanzados, es un abismo. Si bien no hay datos oficiales, las estimaciones colocan a la producción por hora en China alrededor de los 12 dólares y genera anualmente unos 17. 000 dólares. Se ha pretendido bajarle el precio a estos datos y argumentando que estarían distorsionado dada la gigantesca población china. Pero ese hecho y la distribución interna de la enorme fuerza de trabajo no es una cuestión menor y secundaria sino que obedece a razones estructurales y centrales de la sociedad china.
Una parte significativa de la población aún trabaja en sectores de baja productividad, como: Agricultura (donde trabaja ~25% de la población, pero genera solo ~7% del PIB). Esto da cuenta de la gravitación del atraso agrario.
Pero la baja productividad no se circunscribe al campo sino también se traslada a la órbita urbana. Pequeños comercios y servicios informales, con baja mecanización y tecnología. En contraste, los países industrializados tienen una mayor proporción de trabajadores en sectores de alto valor agregado, como tecnología, servicios financieros o industria avanzada.
Uno de los problemas más serios es una migración rural-urbana incompleta Muchos trabajadores migrantes (“mingong”) trabajan en condiciones precarias y no acceden plenamente a los beneficios urbanos. El sistema de Hukou (registro de residencia) restringe la movilidad laboral completa y genera una dualidad entre trabajadores rurales y urbanos. El trabajo precario de los mingong (migrantes rurales en China) afecta negativamente la productividad laboral por varios motivos económicos. Los principales factores que inciden en este hecho son los siguientes:
Los mingong suelen trabajar en condiciones temporales, sin contratos estables ni garantías laborales. Esto genera alta rotación de personal, lo cual impide la acumulación de experiencia y reduce la productividad media del trabajo. “El alto nivel de rotación laboral en el sector manufacturero chino, vinculado a la temporalidad de los mingong, impide la consolidación de habilidades técnicas y reduce la productividad del trabajo.”(Andreas, Joel (2019), Disenfranchised: The Rise and Fall of Industrial Citizenship in China)
Las empresas no tienen incentivos para capacitar a trabajadores que probablemente no se quedarán mucho tiempo. Esto limita el desarrollo de habilidades técnicas y profesionales. “La precariedad laboral impide que los trabajadores sean entrenados o promovidos, lo que reduce significativamente la eficiencia en sectores intensivos en trabajo.” (Pun Ngai&LuHuilin, 2010, Unfinished Proletarianization: Self, Anger, and Class Action among the Second Generation of Peasant-Workers in China) Jornadas largas, salarios bajos, vivienda precaria, y escasa protección social afectan la salud física y mental de los trabajadores, reduciendo su capacidad productiva.El agotamiento físico impacta directamente en el rendimiento laboral.
El modelo de desarrollo chino ha privilegiado el uso de trabajo barato más que la innovación o eficiencia. La existencia de millones de mingong dispuestos a trabajar en condiciones precarias frena los incentivos para modernizar procesos productivos. “La abundancia de fuerza de trabajo rural migrante ha llevado a un modelo de crecimiento extensivo basado en el bajo costo, en lugar de uno impulsado por productividad.”(Martin Hart-Landsberg (2010), The Chinese Reform Experience: A Critical Assessment)En resumen, el trabajo precario de los mingong abarata los costos laborales a corto plazo, pero frena el desarrollo de una fuerza de trabajo calificada, estable y productiva. En términos marxistas, esto refleja una forma de superexplotación donde la valorización del capital depende de la degradación de las condiciones laborales, lo cual tiene límites objetivos en la productividad media del trabajo.
Otro de los factores a tener en cuenta es la baja eficiencia en muchas empresas estatales A pesar de las reformas, muchas empresas estatales (SOEs) siguen siendo ineficientes: tienen exceso de personal, baja innovación y operan protegidas de la competencia. La asignación de recursos (capital, subsidios, crédito) a estas empresas reduce la productividad total del sistema.
Aunque China lidera en algunos sectores tecnológicos (IA, baterías, telecomunicaciones), una gran parte de las PyMEs en el sector privado aún opera con baja inversión en I+D y prácticas de gestión atrasadas. No hay que olvidar que en el vastísimo universo de la economía privada que engloba a 57 millones de empresas, la abrumadora mayoría son Pymes. En general, la distribución tecnológica es desigual entre sectores y regiones. Hay una gran disparidad geográfica: El este (Shenzhen, Shanghai) tiene productividad comparable a países desarrollados. El interior y el oeste tienen niveles similares a los países en desarrollo. Un aspecto que incide también son las limitaciones institucionales y de incentivos Inseguridad jurídica, corrupción local y controles y regulaciones estatales que limitan la innovación y la inversión eficiente El énfasis en metas cuantitativas (como el crecimiento del PIB) a nivel local a veces promueve proyectos ineficientes.
No se puede ignorar, además, que, a pesar de avances, aún hay dependencia en: Chips avanzados, software empresarial, y maquinaria de precisión. Esta dependencia reduce el valor agregado y limita la productividad total en industrias clave.
De lo aquí expuesto se desprende que la brecha de productividad que separa a China de las potencias capitalistas tradicionales responde a cuestiones de fondo, estructurales que tienen que ver con la naturaleza del régimen chino No se lo puede circunscribir a una incorporación tardía de China al proceso de industrialización. Si se tratara de esto, la superación de este abismo sería simplemente “cuestión de tiempo”. Lo que está detrás de este desfasaje respecto a las metrópolis capitalistas es la estructura social y la conformación histórica de China, como parte de las leyes del desarrollo capitalista desigual y la dinámica de la acumulación mundial
Los contrastes del gigante asiático (II)
Uno de los rasgos que distingue al imperialismo es la transferencia de ingresos de la plusvalía generada de la periferia hacia las metrópolis, que se puede verificar por cuatro vías “el dominio y señoreaje de su moneda; los flujos de ingresos de las inversiones de capital; el intercambio desigual a través del comercio; y los cambios en los tipos de cambio”. En relación a estos parámetros, el bloque de países imperialistas no se ha modificado respecto a 100 años atrás Abarca una parte importante de la constelación de los países que Lenin identificó como países imperialistas
“Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, el bloque imperialista (BI) obtuvo anualmente alrededor del 1 % de su PIB a través de la transferencia de plusvalía en el comercio internacional del resto de las principales economías «en desarrollo» (PEN) en el G20; mientras que este último perdió alrededor del 1 % de su PIB en plusvalía transferida al bloque imperialista. (Michael Roberts, Sobre la Economía del imperialismo, Sin Permiso, 4/5/2024). Estas proporciones están aumentando. Importa destacar que entre estas economías del G 20 a la que hace referencia el autor se destaca China, Rusia, Sudáfrica, India, Brasil, ósea los miembros fundadores del BRICS.
La otra gran área de transferencias de ingresos proviene del flujo internacional de ganancias, intereses y rentas apropiados por el bloque imperialista a través de su inversión en activos, tanto tangibles como financieros, en la periferia. Los flujos de ingresos brutos al G7 son ahora siete veces mayores que los recibidos por los BRICS.
Ahora, si se suma la ganancia del 1 % del PIB en ingresos del comercio internacional descrito anteriormente, entonces “el bloque imperialista se beneficia en un 2-3% del PIB cada año de la explotación de los BRICS”.
“La Base Mundial de Datos de Desigualdad (WID), el grupo de economistas de «desigualdad» con sede en París, incluidos Thomas Piketty y Daniel Zucman, acaba de publicar un análisis profundo en el que destaca que la riqueza extranjera ha alcanzado alrededor del doble del tamaño del PIB mundial El bloque imperialista controla la mayor parte de esta riqueza externa, con el 20 % de los países más ricos que capturan más del 90 % de la riqueza extranjera total. El WID también incluye la riqueza oculta en los paraísos fiscales y los ingresos de capital devengados de ella. (Thomas Piketty y Daniel Zucman, World Inequality Reoort 2022, publicado el 7-12-2021)
Este nuevo estudio confirma, según Michael Roberts, una conclusión. El grupo selecto de naciones sigue siendo prácticamente el mismo e incluso había que restar, entre otros, de ese círculo a Rusia que se ha sufrido un retroceso histórico de sus fuerzas productivas con una privatización de su economía y un desmantelamiento de su sofisticada infraestructura industrial que la caracterizaba bajo la existencia de la URSS No solo esto sino ha aumentado su extracción de ingresos por riqueza del resto, y eso incluye a países como China, India, Brasil y Rusia”.
Una visión similar la desarrollan otros dos investigadores Nievas y Soldano, que no declaran una filiación marxista
Medido por valores absolutos, “la transferencia de valor del bloque de países del G7 aumentó de 20 000 millones de dólares anuales en la década de 1960 a 90.000 millones de dólares en la de 1970, y descendió a 50 000 millones de dólares en la de 1980. Posteriormente, con el paso de China a la gran potencia comercial, se produjo un despegue a finales de la década de 1990, alcanzando más de 120 000 millones de dólares en la época de la Gran Recesión de 2008 (Nievas y Soldano, Has de US exorbitant privilege become a rich wrold privilege? Rates of return and foreign assets from global perspective,1970-2022)
Nievas y Soldando concentran su atención en la categoría del «10 por ciento superior» del PBI per cápita que, en efecto, representa una ampliación del grupo de países del G7, menos Italia, pero incluyendo Estados como Australia, Suiza y Noruega. Para estos países excepcionalmente acomodados, el flujo anual transfronterizo de rendimientos excesivos –es decir, la diferencia entre los rendimientos de los activos exteriores y la salida de fondos para hacer frente a los pasivos exteriores– es positivo en un grado de alrededor del 2% del PIB. El privilegio más exorbitante lo han disfrutado los ESTADOS UNIDOS, para los que el exceso de rendimientos desde 2000 se ha situado generalmente en el rango del 2-3%, con una tendencia creciente (ídem)
Los países más ricos, explican estos dos investigadores, han prosperado actuando como los «banqueros del mundo». Estos Estados ricos –y, sobre todo, Estados Unidos y Gran Bretaña– proporcionan refugios seguros, aunque de bajo rendimiento, para el exceso de ahorro de los gobiernos, las empresas y los ciudadanos acomodados de las naciones más pobres. Aprovechando la liquidez barata proporcionada por los pobres del mundo, las élites financieras de los países ricos invierten estos flujos en empresas más rentables, muchas de ellas en el Sur Global.
En los últimos años, las tasas de rendimiento de los activos mantenidos en el extranjero han tendido a disminuir tanto para los países ricos como para los pobres, incluso cuando el volumen real de estos activos ha seguido creciendo exponencialmente. En cuanto a los pasivos frente al exterior, el panorama es diferente. Como resultado de la posición central de los países ricos en el sistema monetario y financiero internacional, explican Nievas y Sodano, el coste de mantener estos pasivos ha disminuido para el 20% de los países más ricos, pero no para el resto del mundo. Para los países ricos, el crédito es barato y cada vez más barato, con los siguientes resultados:
“Esta gran transferencia neta de recursos permite a los países más ricos incurrir en mayores déficits comerciales sin necesidad de endeudarse… Además, obliga al 80% más pobre del mundo a registrar superávits comerciales para poder financiar dicha transferencia. Si no lo consiguen, tendrán que compensarlo adquiriendo más deuda, lo que refuerza la dinámica (ídem)
Entre los Estados del Sur Global que han acabado marginados y explotados por el sistema financiero mundial se encuentran los cinco grandes países de «renta media» del bloque original de los BRICS: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Desde 2007, los flujos netos de ingresos de crédito primario para estos países han sido negativos, lo que corresponde a pérdidas anuales del PIB de entre el 2 y el 3%.
Este fenómeno que afecta a los BRICS se ha producido a pesar de que sus economías presentan características marcadamente divergentes.” India ha sufrido déficits comerciales constantes desde la década de 1990, mientras que Brasil y Sudáfrica han registrado superávits durante la mayor parte de este siglo (…) En todos los casos, sin embargo, el exceso de rendimiento ha sido negativo, ya que los ingresos recibidos de los activos extranjeros de bajo rendimiento no han logrado compensar las grandes sumas enviadas al extranjero” (ídem)
En el escenario descrito se puede ver con claridad la conexión directa que hay entre la brecha tecnológica y de productividad del trabajo que separa las metrópolis de la llamada periferia, por un lado y el flujo de la plusvalía. “La transferencia de valor desde la periferia hacia los países imperialistas a través del comercio internacional y la competencia se produce porque estos últimos tienen una composición orgánica de capital mucho mayor. Esto refleja su superioridad tecnológica y genera una elevada productividad laboral. Las economías del G7 son, en promedio, cinco veces superiores tecnológicamente que los BRICS y, por lo tanto, cuatro veces más productivas por trabajador.” (Michael Roberts, obra citada)
Nievas y Sedano calculan que la salida de capitales de China en forma de beneficios, intereses y rentas ha sido cercana al 2% del PIB del país cada año entre 2005-22. Según estos investigadores, las cifras negativas se explican en gran medida por los pasivos de capital adeudados por China y por las deudas que han sido sustancialmente más caras que la media mundial; por cualquier riesgo que haya supuesto entrar en el enorme y lucrativo mercado chino, los intereses occidentales se han compensado bien a sí mismos. En las décadas transcurridas desde 1990, la economía china se ha expandido, por supuesto, a un ritmo excepcionalmente rápido. China se ha convertido en un país acreedor a gran escala, y durante muchos años ha sido responsable en gran medida de la financiación de los déficits presupuestarios de ESTADOS UNIDOS.
Para Rusia, los costes de la apertura al bloque imperialista han sido aún más gravosos que para China, y los resultados finales mucho menos favorables. Al vender materias primas mínimamente procesadas en los mercados mundiales, Rusia almacenó ganancias extranjeras por valor de cientos de miles de millones de dólares en bonos del Tesoro estadounidense de bajo rendimiento. Las escasas ganancias de estos bonos no compensaban ni de lejos las sumas que salían de Rusia como beneficios remitidos, pagos de intereses y rentas. Tras admitir a empresas occidentales en su economía, Rusia, según relatan Nievas y Sedano, acabó incurriendo en «enormes pérdidas debido a los pasivos de inversión extranjera directa». Entre 2010-22, según estos investigadores, las pérdidas anuales de Rusia en ingresos primarios netos fueron de las peores de las naciones BRICS, con una media cercana al 4% del PIB. Es importante tener presente estos señalamientos pues es usual en la economía convencional pero también en la izquierda, incluida la marxista, catalogar a Rusia a también de imperialista
La ubicación de China en los análisis de Isikara y Morke, en cambio, es más matizada y desmiente parcialmente las conclusiones que venimos de señalar revela como China pasó de ser un perdedor neto en transferencias durante la década del 90 al ganador neto, especialmente desde la crisis global de 2008 (Estimation of international value transfers ( 1995-2020. Multiregional input-output analysis) Este cambio fue impulsado significativamente por una mayor composición de capital y avances tecnológicos. Ambos, sin embargo, reconocen que China no puede ser entendida ni simplemente como un país periférico clásico ni plenamente como una potencia imperialista tradicional.
Isikara no encasilla a China automáticamente como un país imperialista, pero sí reconoce que ha pasado de ser una economía subordinada a tener rasgos de una potencia capitalista emergente, con elementos de subimperialismo o intermediación en la transferencia de valor.China sigue siendo productora de valor, debido a su enorme clase obrera industrial, especialmente en manufactura. Al mismo tiempo, una parte de la burguesía china (y del Estado) comienza a apropiarse de valor ajeno, especialmente en Asia, África y América Latina.China combina un rol de productor de valor con una creciente capacidad de apropiación, al menos parcial, de valor global, lo que la ubica en una posición híbrida dentro de la jerarquía imperialista.” (Isikara, 2021, Transferencias de valor y jerarquías en el capitalismo global) China, según el autor, no es aún una potencia imperialista plena como Estados Unidos, pero ha dejado de ser una economía exclusivamente subordinada. Es un actor intermedio, que articula producción y captura parcial de valor.
Morke, por su parte, adopta una visión similar pero acentúa más la contradicción interna del desarrollo chino. En sus escritos, China aparece como una economía capitalista periférica en origen, basada en la exportación, salarios bajos y dependencia tecnológica. Pero que ha desarrollado capacidades autónomas en sectores estratégicos (como energía, infraestructura, inteligencia artificial).El Estado chino funciona como capitalista colectivo, que dirige una inserción subordinada pero activa en la economía mundial.“China es parte del capitalismo dependiente global, pero se ha convertido en una potencia regional con capacidad de imponer condiciones y capturar valor en su periferia.”(Morke 2022)También utiliza el concepto de «acumulación dependiente activa»: China acumula capital y valor, pero sigue dependiendo de mercados externos, tecnología occidental y financiamiento internacional.
En ambas opiniones se registran diferencias pero un denominador común es que China aparece como una economía capitalista con rasgos propios de la periferia y al mismo tiempo con crecientes capacidades imperialistas parciales. Ni Morke ni Isikara afirman que China haya alcanzado el estadio imperialista clásico (como ESTADOS UNIDOS o Alemania), pero ambos la ubican como un nodo activo de apropiación parcial de valor en la estructura mundial.
En econometrías con datos país‑industria (2000‑2014), el factor más importante para la captura de valor fue la presencia de actividades improductivas (finanzas, comercio mayorista, inmobiliario), que capturan en promedio un 65 % más valor agregado que las actividades productivas. La segunda variable más relevante fue la relación capital‑trabajo (capital intensivo)
Como se aprecia, el tema es controvertido Para Isikara y Mokre, China actualmente captura valor neto del sistema global; ya no es simplemente exportadora de plusvalía, sino una potencia tecnológica-capitalista emergente.
Sin embargo, estudios como Rotta & Kumar (Value Capture and Value production in the World Economy : Marxian Analysis i of Global Value Chains 2000-2014) muestran que las economías centrales del Norte Global capturan mucho valor a través de sectores improductivos, especialmente finanzas y comercio, y que China sigue siendo productora más que captadora dominante en comparación.
Ambos enfoques coinciden en que el capital intensivo y la innovación tecnológica fueron claves en el giro de China hacia la captura de valor, pero difieren en el peso relativo de la clase trabajadora, finanzas e intangibles. Bajo la clasificación convencional (todas las actividades consideradas productivas), estos roles se invertirían; pero con la clasificación marxista, ESTADOS UNIDOS aparece como captador neto a través de actividades improductivas “El flujo prevalente de valor se dirige desde sectores intensivos en trabajo (como manufactura en China) hacia sectores capital-intensivos y no productivos en ESTADOS UNIDOS y Europa” (Tomas Rotta, SAGE Journals)
En síntesis, Rotta & Kumar sostienen que China es el mayor donante de valor neto, mientras que Estados Unidos es el principal captador de valor, especialmente vía sectores improductivos como finanzas, comercio mayorista o bienes raíces, aunque no ofrece nuevos estudios empírico más que el que había confeccionado inicialmente y que se circunscribe hasta 2014.
Un estudio publicado en PLOS ONE confeccionado por: Quiang et al. (2025) analiza la división internacional del trabajo de China desde 1993 hasta 2016: Construye un índice sobre la posición de China en la división internacional del trabajo, según la composición orgánica de capital en sectores de exportación e importación Concluye que no hay ruptura con su bajo estatus en la cadena global: las industrias de importación tienen alta composición orgánica, lo que refuerza su posición (Christine Zhenwei Qiang ( autora principal junto con Yan Liu y Victor Steenbergen, An Investiment Perspective of Global Value Chains, 2021 )
El estudio de Quiang et al., que llega hasta 2016, refuerza la tesis de que China continúa con una posición subordinada estructural: no ha mejorado su capacidad de captación neta de plusvalía y sigue siendo transferidora neta de valor hacia países con mayor composición de capital orgánico.
Nievas y Soldano, a su turno, abordan la dinámica global de transferencia y captura de valor desde una perspectiva centrada en el sistema financiero mundial y el poder asimétrico de distintas economías, incluyendo a China. Aunque no analizan específicamente flujos de valor industrial entre países como Rotta o Isikara, su enfoque ilumina cómo estas transferencias se estructuran a través del sistema financiero global.
Nievas y Soldano destacan que países ricos como Estados Unidos y Reino Unido actúan como depósitos seguros para el excedente de ahorro global, especialmente proveniente del Sur Global. Este capital se canaliza, a tasas bajas, hacia inversiones más lucrativas en economías desarrolladas:
“Esta gran transferencia neta de recursos permite a los países más ricos incurrir en mayores déficits comerciales sin necesidad de endeudarse… además obliga al 80 % más pobre del mundo a registrar superávits comerciales para poder financiar dicha transferencia.”
Las economías ricas captan valor no por producción directa, sino mediante su posición privilegiada en el sistema financiero global. El Sur Global, incluyendo China, transfiere recursos —aunque genere valor productivo— al alimentar este sistema con superávit comercial o endeudamiento. Aunque China exporta valor agregado industrial y crece económicamente, sus pasivos financieros externos superan sus retornos. La plusvalía financiera capturada globalmente (en los núcleos centrales) es mayor que la generada o recaudada por países emergentes.
Peculiaridad del desarrollo chino
Es necesario tener cuidado con las comparaciones y datos numéricos que puede n resultar engañosos. Para sacar conclusiones, no basta señalar el lugar de origen de la producción y/ o de las exportaciones sino la procedencia de las empresas, la composición de su paquete accionario y los bancos y fondos financieros que lo controlan.
El stock (acumulado) de empresas extranjeras en China al cierre de 2023 era de 465 000 empresas, un aumento de 46 000 respecto a 2019.El valor estimado de los activos de esas empresas ronda actualmente los 4 billones de dólares, lo que representa un componente esencial del aparato productivo chino, especialmente en sectores claves como tecnología, manufactura avanzada y finanzas. Una parte de los activos están registrados como propiedad con sede en Hong Kong o paraísos fiscales, lo que complica el seguimiento del origen real del capital La procedencia de Hong Kong y en menor medida de Macao o Taiwán sirve para enmascarar capitales extranjeros provenientes de las potencias capitalistas tradicionales. Empresas con sede en Hong Kong son filiales de Apple, Samsung, o se tratan de empresas de Taiwán como TSMC o Foxconn que son los principales fabricantes mundiales de chips y teléfonos inteligentes, respectivamente. Esta última es la que produce la mayor parte de los Iphones.
Una porción de estas empresas son capitales chinos que reciclan los fondos a esos enclaves y prefieren aparecer invirtiendo desde esas sedes para aprovechar beneficios y ventajas que otorga la legislación vigente para atraer inversiones extranjeras. Es una operatoria conocida con el nombre de “round-tripping» cuando se trata de capital chino que regresa disfrazado de extranjero, o «trans-shipping» cuando es capital extranjero redirigido por razones legales o fiscales Probablemente, la participación extranjera sea mayor pues hay mecanismo velados de participación extranjera en las propias empresas que son registradas como locales de capital nacional.
Lo cierto es que, aunque tenemos estos contornos vidriosos, las empresas extranjeras al menos representan el 20 % del PBI y son responsables de un tercio de las exportaciones y de las importaciones.
China en 2023 recibió US $163 mil millones en inversión extranjera, una caída del 13,7 % respecto a 2022, pero representó el 12,3 % del total global de inversiones del país y mantiene una base sólida en la presencia de empresas de capital extranjero Pese a caídas en inversión real en 2023–2024, la creación de nuevas empresas sigue fuerte, con un sesgo marcado hacia la alta tecnología, manufactura avanzada y servicios ( o sea, en sectores estratégicos) y concentra el 86 % de las nuevas empresas. El stock de activos totales de capital extranjero y entre ellos, los de empresas tecnológicas occidentales (Apple, Tesla, Intel, etc.) continúan siendo significativos y ascendentes
No ocurre lo mismo con el proceso inverso. Las exportaciones de capitales de China hacia las economías capitalista avanzadas tradicionales son marginales (en el caso de ESTADOS UNIDOS representa apenas el 2 % de producto bruto). La gravitación que tienen las grandes multinacionales en el país asiático no se reproduce en la dirección contraria. Esto esclarece los términos en que se desenvuelve en la actualidad las relaciones de dominación y dependencia en el escenario internacional
La exportación de capitales ha ido creciendo, pero se concentra en los países de la periferia. Inicialmente, China logró comprar algunas empresas imperialistas como la italiana Pirelli (parcial) o la suiza Syngenta, pero este avance fue bloqueado por el veto por los estados imperialistas, lo cual habla que una reconfiguración del imperialismo solo puede ser violenta.
A la hora de caracterizar si China es un país imperialista no se puede hacer una abstracción del hecho que las potencias imperialistas adquirieron esa condición en una etapa de ascenso del capitalismo. El capitalismo, en este caso, irrumpe como sustituto del decrépito régimen feudal, agotado y decadente China, en cambio, inicia este proceso a partir del desmantelamiento de una economía estatizada donde el capital fue expropiado y en el marco de una decadencia histórica capitalista. En este contexto, la restauración capitalista tiene un carácter peculiar; de ninguna manera es una réplica de las transiciones históricas del pasado.
En los umbrales del capitalismo, la formación de los estados nacionales nace como un proceso endógeno. El sujeto de la transformación es la burguesía nacional que se va abriendo paso en las entrañas e intersticios de la antigua sociedad feudal. En cambio, el capitalismo en los ex estados obreros irrumpe desde afuera como resultado de la penetración del capital extranjero. Y si bien ese proceso se ha atenuado bajo el impacto de la guerra comercial, el peso de las multinacionales sigue siendo importante y sigue condicionando la economía del gigante asiático. Esta influencia podría estar incluso subestimada pues parte del capital de empresas locales tienen su origen en paraísos fiscales, donde la identidad de los inversores aparece oculta.
El capitalismo es un sistema mundial y la potencia hegemónica ocupa ese lugar por el control que ejercen sobre los resortes y las palancas de la economía mundial. La emergencia de un nuevo país imperialista plantea una reestructuración total, generalizada y violenta de todo el sistema capitalista, la cual no podrá ser indolora, sino que está llamada a atravesar por confrontaciones no sólo en el plano económico sino bélico. La distancia que separa a China de las naciones más avanzadas en el plano de las finanzas internacionales es marcada. A pesar del declive de ESTADOS UNIDOS, el 60 por ciento de las transacciones internacionales se sigue haciendo en dólares. A eso le sigue el euro en una proporción más reducida. El renminbi representa una porción ínfima de los pagos internacionales y de las reservas de los bancos centrales, pese a los anuncios hechos en los BRICS de armar un circuito independiente La divisa norteamericana sigue oficiando como medio de pago y reserva de valor internacional.
El hecho de que el capitalismo haya venido desde afuera, ha dado lugar a una burguesía nativa débil. En ese sentido, el desarrollo capitalista tiene un punto de contacto con la de los países semicoloniales. La clase capitalista autóctona no se ha afirmado como clase dirigente. Es un segundo violín en las decisiones y su lugar es ocupado por el estado. Esta situación es reforzada por el hecho que la restauración capitalista no se abre a paso en un país semicolonial o colonial, sino que tiene como precedente un estado originado en una revolución social que logró preservar la unidad nacional de China. No debemos olvidar que el actual régimen chino se presenta formalmente como la continuidad del PCCH, aunque en su contenido ya no es una expresión de la revolución sino de la contrarrevolución.
En ese contexto se explica la gravitación que tiene el estado en la vida social, económica y política del país. Si bien el capital privado es mayoritario y, hay un total de 47 millones de empresas privadas representativas del 60 % del PBI -, lo que habla a las claras de que lo que impera en el país son las relaciones capitalistas de producción-, la empresa estatal tiene un rol determinante. “El dinamismo (económico) convive aún con los tentáculos de un Partido Comunista que lo abarca casi todo. China tiene unas 150.000 empresas estatales. Es una cantidad ínfima en comparación con el total de compañías que existen en el país, pero su poder es abrumador. Actúan en un régimen de casi monopolio en industrias clave, de las telecomunicaciones a la energía, y pese a ser menos eficientes y productivas nadie puede competir contra ellas por la protección del Partido” (El País, 8/1/20).
La burguesía local en China no es un bloque homogéneo. A partir de los procesos de reforma y apertura iniciados por Deng Xiaoping en 1978, se fue estructurando una clase capitalista que incluye fracciones con intereses y posiciones diferenciadas frente al Estado y al Partido Comunista Chino (PCCh). Estas fracciones están marcadas por diferencias en su origen, sectores de acumulación, grado de vinculación con el Estado, acceso a financiamiento, orientación hacia el mercado interno o externo, y actitud frente al control político.
El entrelazamiento mayor es el que se constata entre quienes dirigen las empresas estatales y el propio estado. Engloba a gerentes, cuadros del PCCh o burócratas que controlan empresas estatales (Soles) En este caso, lo más apropiado sería hablar de una burocracia capitalista pues administran pero no detentan la propiedad de las empresas. Dependen del estado y su existencia y reproducción está asociado al mantenimiento del orden estatal. Por este vínculo con el estado, cuentan con ventajas en la competencia a través de acceso privilegiado a subsidios, licencias, monopolios naturales (energía, transporte, telecomunicaciones). “La estructura económica china está dominada por un capitalismo de Estado donde el sector público sigue desempeñando un papel central. Esta forma de burguesía estatal está estrechamente entrelazada con la burocracia del Partido.”( Minmi Li, The Rise of China and the Demise of the Capitalist World-Economy, 2008.)Dentro de este grupo figuran empresas como Sinopec, PetroChina, State Grid, China Mobile.Muchos directores generales de estas empresas son también miembros del Comité Central del PCCh.
Un segundo grupo, es el de burguesía privada nacional, que engloba a empresarios surgidos al calor de las reformas de los años 80 y 90, especialmente en las zonas costeras, cuyas actividades cubren un amplio espectro: manufactura, bienes de consumo, bienes raíces, tecnología. Algunos se beneficiaron del desmantelamiento parcial del sistema estatal La relación con el Estado es ambigua. Necesitan del Estado, pero también reclaman mayor autonomía. Algunos se integraron al PCCh (política de «Triple Representatividad»), otros han sido perseguidos.Entre sus exponentes se encuentran Wang Jilin (Dalian Wanda Group) – capital inmobiliario. Ren Zhengfei (Huawei) – vinculado al Estado, pero de origen privado.
Dentro de este sector, es preciso diferenciar el núcleo de la burguesía tecnológica/digital (plataforma capitalismo) Se trata de las tecnológicas especializadas en sectores como e-commerce, finetech, IA, telecomunicaciones. Y lo que lo distingue son sus dimensiones y escala de producción a nivel local y global, algunas de las cuales cotizan en bolsas extranjeras En los últimos años, están sometidos a crecientes tensiones con el PCCH y al disciplinamiento estatal. En este núcleo se ubican Alibaba, Tencent, Didi, Byte Dance, que enfrentan regulaciones del Estado sobre educación online, videojuegos y big data y reestructuración forzada como Ant Group tras la caída en desgracia como señalamos de Jack Ma.
Un grupo particular que es necesario diferenciar es el capital chino transnacional (offshore) Debemos tener presente que una parte de la clase capitalista invierte en el exterior, muchas veces con estructuras financieras offshore y abarcan un abanico muy variado de actividades: finanzas, bienes raíces globales, industria, compras de empresas occidentales. La relación con el Estado es ambigua. Algunos operan con apoyo estatal; otros se refugian en el extranjero por disputas con Beijing con fugas de capital hacia Hong Kong, Singapur o paraísos fiscales, como Islas Vírgenes Británicas Este sector engloba empresas como HNA Group, Anbang Insurance, Evergrande (antes de su crisis). El estado mantiene un severo control financiero: alienta la repatriación de capitales y busca frenar una fuga de capitales.
Existe también una burguesía regional que engloba a empresarios locales vinculados a las provincias o municipios a menudo implicados en corrupción o luchas de facciones, fuertemente ligados a redes políticas locales. Están sujetos a los cambios en la política local y atravesados por quiebras o detenciones.“El poder de los gobiernos locales para financiarse mediante deuda y tierras los convierte en polos de acumulación propios. Las élites regionales forman fracciones capitalistas con agendas que a veces chocan con Beijing.” (Ching Kwan Lee, The Specter of Global China, 2017.)
Uno de los factores de choque que está levantando polvaredas son las crecientes regulaciones tecnológicas y financieras, entre la cuales, figuran leyes antimonopolio, regulación de plataformas digitales y control sobre empresas fintech. En 2021, el Estado introdujo fuertes regulaciones contra plataformas como Didi, Tencent, Meituan, etc, como ya señalamos más arriba. El gobierno exige una revisión de seguridad nacional en empresas que buscan cotizar en bolsas extranjeras. Las empresas consideran que estas regulaciones son impredecibles, limitan la innovación y reducen el acceso al financiamiento internacional. Didi Chuxing fue investigada por violar leyes de ciberseguridad tras su IPO en Nueva York, lo que llevó a su expulsión temporal de las tiendas de aplicaciones.
Xi Jin Ping ha puesto el acento en la política de “prosperidad común” y redistribución, que es visto por la burguesía como un impulso a una mayor tributación progresiva y control sobre ingresos excesivos Y como una forma de confiscación indirecta y una amenaza a su acumulación de riqueza.
Un aspecto que se ha vuelto cada vez más explosivo son las limitaciones al capital inmobiliario y financiero especulativo, lo cual se ha traducido en controles estrictos al endeudamiento de grandes desarrolladoras (conocido como la política de “las tres líneas rojas” que limitó el acceso al crédito.) El colapso de Evergrande fue precipitado por las medidas oficiales.
Otras fuentes de choque son las restricciones a la educación privada y sectores sensibles En 2021, el Estado prohibió que las empresas del sector educativo lucraran con la educación básica obligatoria (reforma «double reduction»). También hubo restricciones a sectores como videojuegos y entretenimiento por razones ideológicas. La burguesía denuncia una intervención ideológica excesiva que destruye modelos de negocios viables. Empresas como New Oriental y TAL Education vieron colapsar su valor en bolsa tras las nuevas regulaciones.
Otro de los flancos de conflicto son las limitaciones a las inversiones fuera de China y salidas de capital. Vienen afirmándose los obstáculos para que los empresarios locales inviertan en el extranjero o saquen sus capitales del país. Controles estrictos sobre fusiones y adquisiciones transfronterizas. Los empresarios perciben que se los encierra dentro del aparato nacional sin posibilidades de diversificación global de sus activos Multimillonarios como Pan Shiyi (SOHO China) vendieron activos tras el endurecimiento de los controles regulatorios y la presión política.
Las regulaciones señaladas afectan al capital extranjero. Una de las bases fundamentales de operaciones del capital extranjero, a partir de la cual viene penetrando en China, se concentra en Hong Kong. La Ley de Seguridad Nacional (Hong Kong, 2020) apunta a restringir los movimientos en dicho enclave. La represión interna en Hong Kong implicó también restricciones al capital financiero y empresarial que operaba con criterios más liberales en esa región.
Pero,por sobre todas las cosas, la principal tensión entre el estado y la burguesía estriba en el control político del PCCH en las propias empresas El PCCH exige que las empresas privadas establezcan células del partido en su interior, que participan en las decisiones clave. Los empresarios privados reclaman mayor autonomía en la gestión y cuestionan la intromisión del partido en la toma de decisiones corporativas.
La burguesía china está profundamente estratificada y sus fracciones mantienen una relación contradictoria con el Estado. Mientras algunas están fusionadas con el aparato estatal, otras reclaman mayor autonomía o han sido disciplinadas por el PCCh. Esta heterogeneidad interna también se refleja en los conflictos dentro de las políticas económicas y en los mecanismos de control político del régimen
El modelo chino promueve un capitalismo fuertemente subordinado al Estado y al PCCH, lo que genera una relación ambigua entre colaboración y conflicto con la burguesía nativa Esta clase se ha enriquecido bajo el paraguas del Estado, pero choca con sus límites estructurales y políticos, especialmente cuando intenta disputar autonomía, influencia o acceso a mercados financieros globales. La injerencia del estado se vuelve más tensa y chocante cuanto más nos desplazamos hacia los estratos superiores, pujantes y poderosos de la clase capitalista.
“A pesar del crecimiento del capital privado, la burguesía china no controla el Estado ni dirige la política económica general. Las reformas no eliminaron el control burocrático, lo reestructuraron.” (…) La clase capitalista china es dependiente del Partido para su reproducción. Esto genera un conjunto de tensiones que estallan cuando el capital privado intenta escapar de esa dependencia.” (Martin Hart-Landsbergis ( Capitalist Development and Class Formation in China)
“La burguesía china no constituye una clase dominante en el sentido pleno del término, ya que no controla el aparato de Estado. Su riqueza y poder dependen en gran medida del favor del Partido-Estado.” Au Loong-Yu, 2012,China’s Rise: Strength and Fragility)
“A medida que el capital privado crece, también crecen sus tensiones con el Partido, ya que exige mayor autonomía. Pero el PCCh está decidido a mantener el monopolio político. Esto genera una contradicción estructural entre la expansión del capital y el control burocrático.”(ídem)
“El caso de Jack Mi mostró que cualquier intento de la burguesía de ganar influencia pública, fuera del control del Partido, será duramente reprimido. No es el mercado quien manda, sino el Partido.” (ídem)
Rusia
Es esclarecedor lo que ocurre en Rusia. Las empresas estatales dominan sectores estratégicos y tienen un peso relevante y controlan el 60 % de la economía formal mientras que las empresas extranjeras aportan ingresos considerables (sobre todo del comercio y manufactura fuera) aunque su presencia ha disminuido sensiblemente con las sancione luego de la ocupación de Crimea y especialmente partir de la invasión rusa a Ucrania Las tres empresas de energía más grandes son estatales. Rosneft es la mayor empresa petrolera de Rusia y una de las mayores del mundo. Gazprom es el gigante estatal del gas, con actividades integradas desde producción hasta exportación (importa señalar que estuvo asociada con capital alemán hasta que se precipitó la crisis con Ucrania) Gozaron Net, subsidiaria de Gazprom, es la tercera productora en volumen. Recién luego, aparece Lisol y Novatek, empresas privadas, pero, de todos modos, condicionadas a la tutela que ejerce el estado en el conjunto de la actividad económica. El capital nacional ruso tiene un peso considerable en sectores medios (comercio, construcción, agro) pero su influencia política y estructural es subordinada al Estado y a los grandes conglomerados estatales. Su existencia y desarrollo depende de su conexión con el poder político. Es un capitalismo dependiente, concentrado y no hegemónico que actúa como soporte y no como motor autónomo de desarrollo. La gravitación política y económica que ocupan los oligarcas rusos se fue alterando. De tener una influencia política autónoma e incluso superior al gobierno bajo la época Yeltsin (1991-1999), en el periodo inicial de privatizaciones. pasaron a quedar relegados a un segundo plano a la hora de tomar las decisiones bajo el mandato de Putin. La amenaza cierta de una disolución nacional obligó al Kremlin a un volantazo, devolviéndole al estado una centralidad en la vida del país a expensas y en detrimento de los grupos económicos privados al extremo incluso de confiscarlos, cuando hizo falta, quitándole la titularidad de sus activos. Rusia ha quedado reducida a una potencia de segundo orden Su PBI ha retrocedido y es inferior a Brasil Hablar de imperialismo (entendido como fase superior del capitalismo y su ubicación privilegiada en el concierto de naciones, de acuerdo a la definición clásica leninista) no se compadece con la realidad. El único imperialismo del que podemos hablar nos remite a los viejos imperios de épocas pasadas basado más en una anexión militar y territorial que en el poder económico. En este marco, hemos caracterizado la guerra de Ucrania como reaccionaria de ambos bandos.
Algunos de los que defienden la tesis de que China es imperialista han pretendido respaldarse en Lenin y su apreciación sobre la diversidad de la constelación de potencias imperialistas de la época. El dirigente bolchevique se refiere a Rusia de la siguiente forma: “El imperialismo ruso difiere del imperialismo de Europa occidental en muchos aspectos. No es un imperialismo de la última etapa del desarrollo capitalista. Rusia es un país que importa capital, que es un objeto de los países exportadores de capital –El imperialismo ruso es un imperialismo feudal, militarista) …) No hay imperialismo que sea más crudo, más bárbaro y más sanguinario que el imperialismo ruso” (Lenin,) Si estas diferencias que separaban a Rusia de los metrópolis capitalistas más avanzadas no fueron un impedimento para que el régimen zarista fuera incluida por Lenin entre los países imperialistas, no habría, ninguna razón, de acuerdo a este hilo de razonamiento, para no integrar a China en el presente dentro de esa categoría. Pero el defecto consiste en hacer un traslado mecánico sin tener en cuenta que Rusia se inserta en este pelotón cuando el imperialismo estaba en un proceso de gestación y el capitalismo recién estaba mutando a esa nueva fase histórica. China, en cambio, quedó confinada en el siglo XX a una condición de país semicolonial. cuando el imperialismo ya estaba plenamente afianzado-El salto de China no fue hacia el imperialismo sino a una expropiación del capital. Una confesión de que los países atrasados no van a transitar el mismo recorrido histórico que tuvieron las naciones capitalistas industrializadas Estamos frente a un marco histórico diferente que es la que le otorga un carácter singular e inédito a la presente transición del país asiático.
Más sobre China
Hablando de China, la presencia estatal incluso va más lejos pues las fronteras entre lo público y lo privado son difusas. Muchas empresas que formalmente son privadas, en los hechos funciona bajo directivas estatales (ver: TheEconomist https://www.infobae.com/economist/2023/11/27/el-control-de-xi-jinping-sobre-las-empresas-chinas-se-hace-incomodamente-estrecho/).
A esto habrá que agregar el control estatal sobre la mayoría de las grandes empresas privadas. El intervencionismo se ha afianzado bajo la gestión de Xi Jinping. En toda empresa con dimensiones medianas hay comités de control del partido comunista. La seguridad jurídica que goza el capital en los países imperialistas no la poseen los capitales radicados en el país asiático Esta injerencia del estado refuerza el carácter precario de la propiedad privada, empezando por los empresarios locales cuya integridad física está también amenazada si sus vínculos con el PCCH se vuelven conflictivas. El hecho que existan un contingente de multimillonarios como se ha informado no agota una caracterización pues esta clase social tiene todavía un carácter frágil y endeble. Ahí tenemos el ejemplo emblemático de Jack Ma, dueño de Alababa y uno de los hombres más ricos del país, que fue prácticamente excomulgado y desapareció varios meses cuando se atrevió a cuestionar a la burocracia dirigente, lo cual le valió, además, represalias económicas, que incluyo el veto para ingresar en la bolsa internacional de Ant Group, una de las corporaciones más relevantes de su grupo económico.
Las cuestiones aquí señaladas no pueden ser ignoradas a la hora de caracterizar a China. No se nos escapa que entre las llamadas potencias imperialistas hay diferencias. Ya el propio Lenin, hacia una distinción entre diferentes grupos: un primer bloque en el integrado por que identificaba tres potencias ´principales (Gran Bretaña, ESTADOS UNIDOS y Alemania), un segundo núcleo( Francia, Rusia y Japón) y un tercer bloque donde figuraba Italia, Austria y Hungría. El imperialismo se trata de un sistema jerárquico. El hecho de que algunas naciones no tuvieran alguno de los atributos del imperialismo que enumera Lenin, no desmiente su carácter imperialista. Por ejemplo, Japón no se caracterizaba por su exportación de capital y esto no la excluyó dentro de este pelotón. Tampoco era una atributo destacado de los ESTADOS UNIDOS al principio del siglo XX. Lo mismo vale para Rusia en la que lo que prevaleció fue la penetración de capitales extraños dentro de sus fronteras y no las inversiones rusas en el exterior.
Por supuesto, sería engañoso utilizar como vara exclusivamente al país que lidera el ranking de naciones imperialistas, en este caso, ESTADOS UNIDOS y al constatar que no hay equivalencia entre éste y China, excluirla del círculo de naciones imperialistas. Esto es metodológicamente erróneo.La ley del desarrollo desigual y combinado rige y se extiende a los propios países imperialistas y en este sentido, es lógico y natural que haya diferencias entre las propias naciones que revistan esa condición. Pero, hay diferencias y diferencias. En lo que se refiere a parámetros claves, como el PBI per cápita, productividad laboral, transferencia de plusvalía, control y dirección del estado, lugar que ocupa la burguesía nativa, hay una brecha cualitativa. El país asiático está en una sintonía diferente no sólo con ESTADOS UNIDOS sino respecto a todos los países que se identifican como imperialistas o se encuentran dentro del pelotón de las naciones capitalistas avanzadas-
La sumatoria de factores que aquí describimos y que actúan en muchos casos contradictoriamente en China hablan de una singularidad. Está a la vista que que estamos ante un hecho nuevo y como tal, la hora de querer caracterizarlo, no encaja en las categorías viejas. Hay que hacer el esfuerzo por hacer un análisis concreto de la situación concreta y no caer en un esquema preestablecido o en la tentación de una simplificación. A la hora de ensayar una caracterización es necesario integrar todos los elementos, aunque revistan un carácter contradictorio. China tiene rasgos que lo emparentan con los países semicoloniales, entre los cuales, no hay que olvidar que Hong Kong y en Taiwán son enclaves donde China no ejerce su soberanía y están sometidos a la acción de imperialismo, aunque importa destacar que Pekín ha afirmado su injerencia y tutela política sobre Hong Kong y avanzado en su integración a China continental. No se nos puede escapar, a su turno, que la modernización industrial en la ciudades convive con el atraso en el campo, La población campesina que representa un tercio de la población sigue viviendo en tierras nacionalizadas por la revolución de 1949, aunque es preciso señalar que ha empezado un proceso de privatización velada de las tierras donde los gobiernos locales han cedido el uso de la tierra (la propiedad continúa siendo formalmente estatal) a emprendimientos inmobiliarios y al capital privado para su explotación capitalista. Paralelamente a lo expuesto, tiene rasgos que la aproximan a los países imperialistas. “Tomemos, por ejemplo, la Iniciativa de la Franja y la Ruta. (…) Más allá del bien que pueda proporcionar un proyecto específico, sigue siendo un hecho que, en general, la Iniciativa de la Franja y la Ruta se impulsa por la lógica de la ganancia y los intereses geopolíticos del régimen monolítico del PCCh. En casos específicos emerge un escenario en el que todos ganan, pero es altamente improbable que este sea el caso para la mayoría de los países participantes, sin importar si en última instancia la Iniciativa resulta un éxito o un fracaso para China” (¿Es China un potencia imperialista? Entrevista a Au Loong –Yu Nueva Sociedad, Enero-Febrero de 2024.)
En general, la estrategia global china en curso, en la que se embarcó a comienzos de siglo, “representa una clara regresión en su política exterior: del relativamente progresista tercermundismo a priorizar los intereses comerciales de las empresas chinas y la influencia global de Beijing. Aun si la actuación china en los países en desarrollo no es tan mala como la de los países occidentales, este cambio cualitativo de promover el desarrollo autónomo en el Tercer Mundo (como proponía Mao) a perseguir la rentabilidad que ofrece el Tercer Mundo es claramente un retroceso. Por añadidura, el ingreso de China en la competencia con Occidente por mercados y recursos necesariamente acelera la competencia a la baja para los derechos laborales y la protección ambiental”. (ídem)
China tiene una presencia militar internacional limitada, pero en expansión, especialmente si se la compara con potencias imperialistas tradicionales como Estados Unidos. Sin embargo, en la última década ha comenzado a desarrollar una estrategia militar de proyección exterior En parte tiene que ver con una estrategia defensiva, si tenemos en cuenta que China viene soportando un belicismo creciente de las metrópolis imperialistas, empezando por ESTADOS UNIDOS. Pero, por otra parte, va asomando una estrategia ofensiva para respaldar su política expansionista y blindar sus intereses económicos globales, como la Ruta de la Seda y sus inversiones en Asia, África y América Latina, que están presididas, como señalamos, por la lógica de mercado y de la acumulación capitalista. A diferencia de lo que ocurre con las metrópolis capitalistas tradicionales, la influencia económica de China no se traduce por ahora en un sujeción político y militar de los países de la periferia con los cuales se vincula. Aunque viene haciendo avances en su capacidad militar es limitada comparada con los bloques imperialistas hegemónicos. La función de gendarme internacional está reservada a estos últimos. Mientras ESTADOS UNIDOS cuenta con 750 bases militares en el mundo, China tiene una sola base en Yibuti (Djibouti) y los proyectos de construcción de nuevas bases que tiene en la gatera son a cuentagotas y tienen, por ahora un final incierto. Pero, aunque la presencia China no ha adoptado el perfil de las viejas potencias imperialistas en el plano político y militar, eso no significa que no tenga un carácter extorsivo y confiscatorio, en el plano económico. Basta con observar lo que hizo en Sri Lanka cuando este país no pudo devolver su préstamo: China obligó a Sri Lanka a cederle un mayor control de su puerto en Amantita. Las empresas chinas, incluso, aquellas de propiedad estatal reproducen en términos generales el comportamiento de las metrópolis capitalistas tradicionales. Ejemplos parecidos se constatan en Zambia donde empresas chinas explotan minas muy importantes de cobre, con elevados márgenes de ganancia, bajos salarios y condiciones precarias de trabajo. Es un calco de la política extractivista que viene llevando adelante la multinacional que se apropian de las riquezas sin que eso redunde en un desarrollo independiente o industrialización. Lo mismo vale para Angola donde se canjean recursos, en especial petróleo, por préstamos pero que están atados, reforzando su dependencia de China y de sus inversiones que llevan a cabo sus proyectos con su propia mano de obra. Los condicionamientos son muy pronunciados en Pakistán y Laos, con la financiación en este último caso de la construcción de trenes de alta velocidad con elevadas tasas de interés y que como contrapartida, ha concluido con el control mayoritario en China sobre la operación ferroviaria. En Ecuador los contratos entre ambas naciones son opacos: tienen cláusulas de confidencialidad a lo que se agrega tribunales de arbitraje favorables a China y establece condiciones leoninas de entrega futura de crudo. No hay que olvidarse de la privatización, en el marco de la crisis griega de la deuda, del puerto del Pareo que fue adjudicado a la empresa china Cosco. El personal griego fue parcialmente reemplazado por subcontratistas con peores condiciones laborales que va acompañado por una pérdida de soberanía económica del país helénico sobre un activo estratégico.
Lo expuesto se compadece y va de la mano con un cambio de la política exterior desde el “tao guango yang hui” de Den Jinping ( no mostrar la propia capacidad sino mantener un perfil bajo) a la posturas más agresivas de Xi Jinping conocida como” fin fa you wei” ( esforzarse para alcanzar logros)El reclamo chino de la línea de los nueve trazos sobre el Mar de la China Meridional fue un punto de inflexión fundamental, ya que representó el inicio de la expansión ultramarina del país, política y militarmente hablando. Primero, porque su reclamo es totalmente ilegítimo. (….)China nunca ha dominado efectivamente el área completa de la línea de los nueve trazos que reclama (excepto algunas islas, como las Paracelso). Su reclamo sobre la mayor parte del Mar de la China Meridional no solo no se justifica; es un pronunciamiento de sus ambiciones hegemónicas en Asia, que corren en paralelo con sus ambiciones económicas globales representadas por la Iniciativa de la Franja y la Ruta (ídem)
Conclusiones
Sintetizando, así como el gigante asiático tiene semejanzas y punto de contacto con formaciones atrasadas y dependientes, por un lado, e imperialistas, por el otro, también tiene una distancia marcada con ambos y es natural que así sea porque nunca hemos atravesado una experiencia histórica como ésta.
En la búsqueda de una aproximación científica a esta nueva realidad, podríamos caracterizar a China como “un capitalismo de estado sui generis”. Una definición así, con todos los límites que tiene una definición, da cuenta, por un lado, de la restauración de las relaciones capitalistas de producción y, al mismo tiempo, de la peculiaridad de esa restauración que está determinada por la gravitación y papel del estado Esta definición constituye una delimitación con quienes en el campo del marxismo, plantean que China sigue siendo un estado obrero deformado y hablan de un “economía de transición al socialismo,” o “socialismo a la China” cuando estamos en presencia de un estado capitalista. La injerencia del estado no representa una negación de una economía de mercado sino su presencia ha tenido como función viabilizara. El estado chino ha sido el principal vehículo de la restauración del capitalismo.
“Mientras que en otras partes del mundo la lógica imperialista está impulsada por el capital privado con el apoyo del Estado, en China el Estado y el capital estatal son los principales jugadores. Esto es así a pesar del hecho de que el sector privado representa más de la mitad de la economía. Algunos podrían responder: «Si los altos mandos de la economía están fuertemente monopolizados por empresas estatales, entonces se encuentran bajo propiedad social o propiedad pública, lo cual es una característica del socialismo, o como mínimo, la propiedad estatal es un baluarte contra el capital privado en busca de ganancias». Esto significa olvidar que, mucho tiempo atrás, Friedrich Engels se burlaba de quienes pensaban que los esquemas de propiedad estatal de Bismarck eran un rasgo de socialismo. En realidad, la propiedad estatal y la propiedad social son dos cosas muy diferentes. El Estado chino- agrega- es un Estado predatorio enteramente controlado por una clase explotadora cuyo núcleo lo constituyen los burócratas del Partido Comunista Chino (PCCh). Me refiero a esta clase explotadora como una burocracia de Estado aburguesada.” (ídem)
Agregamos a la definición “sui generis” para poner el acento que no es un calco o una repetición de otras experiencias de intervencionismo estatal, sino que tiene una impronta particular al tratarse de un retorno al capitalismo de una nación protagonista de una revolución. Esta circunstancia le otorga una capacidad de maniobra que no tienen otros países emergentes sometidos a la presión imperialista.
Aunque reina el hermetismo oficial, las tensiones entre el capital privado y el estado han venido creciendo. El capital internacional tuvo inicialmente al Estado chino como un aliado para integrar al gigante asiático al proceso mundial de acumulación capitalista; lo mismo puede decirse de la burguesía nativa china que creció a la sombra y bajo la protección de la elite dirigente del PCCh. Pero con el tiempo se ha ido transformando en un escollo para ambos sectores. El imperialismo, por un lado, y la burguesía nacional, por el otro, cuyas aspiraciones, intereses y apetitos no son siempre coincidentes -y resulta en muchos casos antagónicos-, vienen pugnando por llevar a la práctica las reformas que pongan fin a las regulaciones y proteccionismo estatal aún vigente Uno de los aspectos es afianzar la seguridad jurídica en materia de derechos de propiedad que está sometido como señalamos a la discrecionalidad del gobierno chino.
La posibilidad de que países en los cuales se han restaurado al capitalismo se transformen en imperialistas deberá pasar por guerras y conflictos internacionales previamente. Lejos de asistir a un nuevo mundo multipolar “, donde supuestamente nuevas potencias en ascenso sustituirían a las viejas potencias en retroceso-lo cual sería un síntoma de una revitalización del capitalismo – estamos en presencia de un deshilachamiento del orden imperialista, sin que haya podido ser sustituido por un orden nuevo. Los Brics no son una alternativa superadora del imperialismo, sino que su aspiración se limita a defender cierta autonomía y su tajada en la apropiación de plusvalía en el marco del orden establecido vigente. Los países que integran este bloque forman parte del FMI, integran la OMC (Organización Mundial de Comercio) y los organismos multilaterales apadrinados por el capital internacional. Una lucha con porvenir contra la dominación imperialista está reservada a los trabajadores y su movilización independiente.
De tanto poner énfasis en el declive estadounidense, no debemos perder de vista que la crisis capitalista no ha dejado indemne al gigante asiático. Lejos de sacar al mundo de la crisis capitalista, China ha sido arrastrada por ella. No olvidemos que el auge de China ha estado asociado al acople con Estados Unidos que se ha desarrollado en las últimas décadas, de modo tal que la ruptura de ese acople y las tendencias a la guerra comercial que viene en ascenso, ha terminado impactando a en la economía china. De las tasas chinas de dos dígitos hemos pasado a menos del 5 %, aunque hay quienes dicen que la desaceleración de la economía es aún más pronunciada y que las estadísticas oficiales ocultan la realidad. China enfrenta una crisis inmobiliaria que se ha llevado puesto a uno de los gigantes del ramo como Envergando, y que ha provocado una retracción de la construcción que representa el 25 % del PBI a lo que se suma un endeudamiento que ha venido creciendo como bola de nieve y cuyo financiamiento se ha vuelto cada vez más insostenible.
China está expuesta a una vulnerabilidad en el plano económico, social y político. El Estado chino no solo está sometido a las presiones del imperialismo y la burguesía nativa sino también potencialmente a la presencia de una gigantesca clase obrera que viene reclamando por sus derechos contra el super explotación. El imponente desarrollo capitalista ha ido acompañado de un crecimiento espectacular de la clase obrera. Esta circunstancia condiciona todos los pasos de la burocracia, que oscila entre adaptarse a las exigencias de una mayor apertura económica, por un lado, o recurrir a un mayor intervencionismo estatal para evitar un descalabro económico y que la situación social se desmadre, por el otro. La tensión sindical, por más que se la oculte y se la pretenda acallar apelando a una represión y persecución del activismo, está presente. Entramos en una etapa convulsiva de la historia china donde la capacidad de arbitraje de la región bonapartista de Xi Jinping que concentra en sus manos un poder excepcional, va a ser puesta a prueba.
Es muy útil al respecto la reflexión que hace de Auloong Yu“En lo que se refiere a China, debemos ser capaces de entender tanto lo universal como lo particular. Su potencial para transformarse en una potencia imperialista es inmenso. También es el primer país imperialista emergente que ha sido previamente un país semicolonial. Además, China tiene que afrontar la cuestión de su atraso. Estos factores pueden haber contribuido en parte a su ascenso, pero a la vez ciertos aspectos siguen limitando su capacidad de desarrollarse con suficiente eficiencia y, sobre todo, de una forma más equilibrada”
“El pcch deberá superar- agrega- algunos obstáculos fundamentales antes de que pueda consolidar a China como un país imperialista estable y sustentable. El círculo íntimo de Xi sabe que antes de que el país pueda satisfacer su ambición imperialista, tiene que superar el lastre de su legado colonial y el atraso chino.”
La conclusión que saca el investigador chino es que deberemos caracterizar a China como “imperialista emergente”. Hay otras corrientes y autores que se mueven dentro de la misma sintonía y hablan de imperialismo “en formación “, “en desarrollo”, “en construcción”.
“Tomando todo esto y otras cosas en consideración,- señala Auloong-Yu -creo que se puede decir que China es un país imperialista emergente. Está lejos de estar consolidado como una potencia imperialista, pero tiene el potencial para alcanzar ese estatus si por un plazo suficiente no se la cuestiona desde adentro y desde afuera (ibid.)
Pero los obstáculos que tropieza China no se circunscriben al atraso ni a sus resabios coloniales. Lo que está en juego y en discusión es la totalidad de su estructura social que engloba las relaciones entre todas las clases y los actores y fuerzas sociales en presencia en la vida del país. La China actual es una organización social dominada por contradicciones muy agudas que no están resueltas y son las que deben dirimirse: como el rol determinante que cumple el estado, el papel subordinado de la burguesía, el lugar del imperialismo que sigue teniendo un peso gravitante y pugna por colocar a China bajo su tutela económica y política y la clase obrera, que se erige como una amenaza potencial en la escena política del país. Aunque se le añade el término “emergente “o “en formación”, la definición consagra a China como país imperialista, dando por consumado un salto que todavía está pendiente de resolución. El cuestionamiento “desde adentro” y “desde afuera” al que se refiere el investigador chino no es solo una perspectiva que se plantea para el futuro. Este cuestionamiento opera hoy en día, en el presente, y se hace sentir en la actualidad en todos los poros de la vida del país y condiciona su desarrollo.
Hay quienes afirman que China es un país imperialista a partir de reconocer que se trata de un Estado capitalista “No hay gran potencia capitalista que no sea imperialista. China no es una excepción.” (Pierre Rousset, China, la emergencia de un nuevo imperialismo,14-01-2021 ) Pero justamente el problema es que China es una excepción. Lo nuevo, lo singular es que la emergencia de China como potencia no es una calco del pasado, La afirmación de que. “no hay gran potencia capitalista que no sea imperialista “es válida para todo el espectro de naciones que se transformaron en imperialistas a fines del siglo XIX y principios del siglo XX. No es válida cuando el contexto ha cambiado y la restauración capitalista se ha realizado en otro escenario dominado por la decadencia capitalista y en naciones donde se había expropiado el capital. Esto es lo que le da una impronta original a la experiencia china.
Se aproxima más a una definición acertada otro pasaje de la nota del investigador chino que destaca “que tenemos en China una suerte de capitalismo de Estado, pero uno tal que merece un nombre propio. En mi opinión, «capitalismo burocrático» es el concepto más apropiado para China porque captura la característica más importante del capitalismo en ese país: el rol central de la burocracia, no solo en la transformación del Estado (de uno hostil a la lógica capitalista –aunque jamás genuinamente comprometido con el socialismo– a uno completamente capitalista), sino también en el enriquecimiento propio mediante la fusión del poder de coerción y el del dinero”.
Una alteración de estos factores que interviene en la vida china, tanto las relaciones de clase internas como el dominio y la hegemonía del mercado mundial que ejerce el imperialismo plantea la guerra o la revolución, no una evolución pacífica de la acumulación económica. Un escenario de guerra internacional- que es el que está asomando -abre también un terreno para que pueda colarse e irrumpir la clase obrera china y mundial. El destino de China, en definitiva, está condicionada por la lucha de clases al interior del gigante asiático y a escala global.