El 21 de agosto de 1940, un sicario enviado por Stalin asesinó a León Trotsky. En el 85 aniversario de la muerte de uno de los padres de la Revolución Rusa de 1917 analizaremos sus posiciones y tempranas advertencias respecto del inevitable advenimiento de la Segunda Guerra Mundial. Nos encontramos en un período de guerras y revoluciones; los conflictos bélicos surgen en distintas partes del mundo como consecuencia de la descomposición capitalista: Ucrania, Yemen, Gaza, Irán, Siria, Líbano, Mar de la China, Venezuela… La crisis capitalista no encuentra salida y empuja a los regímenes imperialistas hacia la guerra. Lo que no pueden resolver mediante la diplomacia lo pasan a las armas. Una década antes de la invasión de Polonia por parte del ejército nazi, el fundador del Ejército Rojo nos señalaba la masacre que se avecinaba para los trabajadores del todo el mundo. Sus textos no solo son un pronóstico de lo que vendrá, sino también un manual de cómo preparar a la clase obrera para enfrentar la guerra.
1930-1932 – Cortar la cabeza de la serpiente
Ya desde principios de los años 30 Trotsky hacía serias advertencias sobre el rol del nacionalsocialismo y sobre las consecuencias que tendría su ascenso al poder. Las elecciones de 1928 habían dado un crecimiento del Partido Socialdemócrata que sacó más de 9 millones de votos y del Partido Comunista que estuvo por arriba de los 3 millones. Toda la derecha retrocedió, en especial los nazis que apenas sacaron 800 mil sufragios. Pero en los dos años siguientes no se dio respuesta a las necesidades sociales reclamadas por masas trabajadoras. Y la crisis capitalista mundial de 1929, agravó notablemente la catástrofe social: la masa de desocupados en Alemania, creció de poco más de 1 millón a principios de 1930 a 6 millones en 1933. Esto en un desenfrenado mar de corrupción y especulación capitalista. En esos años, Hitler ya había ganado cierta popularidad entre sectores pequeñoburgueses y entre oficiales del ejército, pero todavía su poder no se había consolidado. La crisis en curso lo potenció notablemente. En las elecciones de 1930 el Partido Socialdemócrata retrocede un 6% y saca alrededor de 8,5 millones de votos. El PC en cambio crece un 4,6% obteniendo 4,5 millones de sufragios. Pero es el nazismo el que pega un gran salto, creciendo más del 600% y obteniendo 6,3 millones de votos. En distintos artículos y cartas, Trotsky advierte al Partido Comunista alemán sobre la necesidad de aplastar al fascismo cuando todavía no estaba afianzado y sobre la catástrofe que sobrevendría si los fascistas tomaban el poder en Alemania.
A fines de 1930, Trotsky ya escribe textos destacando la importancia de Alemania en la situación internacional y marca las tareas del momento: “El crecimiento gigantesco del nacionalsocialismo refleja dos hechos esenciales: una crisis social profunda, que arranca a las masas pequeñoburguesas de su equilibrio y la ausencia de un partido revolucionario que, desde este momento, juegue a los ojos de las masas un papel de dirigente revolucionario reconocido. Si el Partido Comunista es el partido de la esperanza revolucionaria, el fascismo, en tanto que movimiento de masas, es el partido de la desesperanza contrarrevolucionaria.” (El giro de la Internacional Comunista y la situación en Alemania – 1930). Trotsky opone el creciente desarrollo del nacionalsocialismo a la construcción y el refuerzo del PC alemán, como un arma para detener a tiempo lo que ya se avizora, preocupado, sin embargo, por la política ultrista del Stalin que rompe la posibilidad de la unidad de las filas obreras.
Sobre el cierre de 1931 publica “Alemania, la clave de la situación internacional”, donde se insiste con los análisis sobre Alemania y sobre la importancia que ocupa en la situación internacional. Acá critica directamente el papel centrista/liquidacionista del PC alemán y su incapacidad para llevar a los obreros por el camino de la revolución. Los estalinistas alemanes, siguiendo la orientación de Moscú y la Internacional Comunista “depurada”, caracterizaban que el fascismo estaba débil y que se derrumbaría en breve. El PC alemán stalinista y la Komintern hablaban del “socialfascismo”, un invento que igualaba al fascismo con la socialdemocracia e impedía a los trabajadores poner en práctica el frente único para enfrentar conjuntamente las escuadras nazis que atacaban a las organizaciones obreras para destruirlas. El stalinismo allano el camino de Hitler al poder, lo dejó desarrollarse desde sus comienzos.
Trotsky alertó: “La llegada al poder de los nacionalsocialistas significará, sobre todo, el exterminio de la élite del proletariado alemán, la destrucción de sus organizaciones y la pérdida de confianza en sus propias fuerzas y en su porvenir”. Y previno claramente (1932): “el advenimiento del fascismo en Alemania (…) provocará inevitablemente la guerra contra la URSS” (“El único camino” artículo compilado en la “Lucha contra el fascismo en Alemania”). La advertencia es muy concreta: no dejen crecer a Hitler porque la catástrofe será indescriptible. Conocemos el final de esta parte de la historia: el encarcelamiento y la matanza de lo mejor del proletariado revolucionario alemán.
En el mismo texto encontramos una de las primeras menciones al problema de la guerra. El imperialismo mundial nunca había renunciado a doblegar a la URSS y restaurar el capitalismo en sus vastos territorios. Terminada la primera guerra mundial, mantuvo durante varios años expediciones y ayudas militares a favor de los blancos contra los rojos. No pudo seguir con una invasión en toda la regla, porque los trabajadores de Europa Occidental no estaban dispuestos a seguir la guerra y menos contra la “patria de los trabajadores”: arriesgaban revoluciones proletarias en sus dominios. Trotsky advierte que la llegada del nazismo al poder, destrozando a la clase obrera más combativa de Europa, creará las condiciones para que este desarrolle sus apetitos imperiales contra la URSS. El imperialismo mundial vio con satisfacción el advenimiento de Mussolini en Italia y de Hitler en Alemania, alejando la emergencia de la revolución socialista. Las denuncias de Trotsky apuntan a despertar al proletariado alemán (y mundial) para que emprenda su cruzada contra Hitler.
Un año antes (diciembre de 1931) del ascenso nazi en “Por un frente único obrero contra el fascismo – Carta a un obrero comunista alemán, miembro del Partido Comunista Alemán” Trotsky fija claramente la posición y las tareas para el próximo período. El revolucionario ruso alerta que la llegada del fascismo al poder tendría que suceder pasando por encima del PC alemán; es decir, liquidándolo. E insiste con la necesidad de promover el frente único de socialdemócratas y comunistas para batir al nazismo. Thaelmann, principal dirigente comunista alemán, sostiene, en cambio que se debe vencer al fascismo y a la socialdemocracia, al mismo tiempo, durante los próximos meses. Una caracterización derivada del invento ultrista del “socialfascismo” realizado por el estalinismo.
“Ahora hay que volverse contra el fascismo formando un solo frente. Y este frente de lucha directa contra el fascismo, formado por todo el proletariado, hay que utilizarlo para un ataque por el flanco, pero tanto más eficaz, contra la socialdemocracia. Hay que mostrar en la práctica la mayor disposición para formar con los socialdemócratas un bloque contra los fascistas en todas partes donde estén dispuestos a adherirse a este bloque”. La política a seguir es clara; y Trotsky se apoya en la historia del proletariado ruso: cuando Kornilov intentó un golpe de estado en 1917 contra el gobierno de Kerenski, inmediatamente propuso -y llevó a la práctica- un frente único con mencheviques y socialistas revolucionarios para derrotar el golpe. Ningún acuerdo que implique disolución política, ni bajar ninguna bandera. ¡Marchar separados, golpear juntos! ¡Ponerse de acuerdo únicamente sobre la manera de golpear, sobre quién y cuándo golpear! Esta era la posición del revolucionario ruso cuando el fascismo alemán comenzaba a desarrollarse: la necesidad de un frente único es imperiosa para la clase obrera ahora, cuando todavía es posible derrotarlo antes de que se fortalezca y evitar una catástrofe mayor, el rechazo de esta política por parte del estalinismo permitió el avance de Hitler.
1933 – Primera advertencia
La asunción de Hitler como Canciller de Alemania fue un llamado de atención directo importante de la tendencia hacia un conflicto bélico. El tratado de Versalles impuesto a Alemania por parte de los vencedores de la Primera Guerra Mundial era de imposible cumplimiento para los derrotados. Alemania, a pesar de su fracaso, seguía siendo una potencia industrial que necesitaba expansión y el pacto firmado en Francia la dejaba sin colonias, ni mercados que explotar. La burguesía alemana clamaba por su necesidad de nuevas colonias, y la mayoría de ellas ya estaban en manos de Francia, Inglaterra o Estados Unidos.
En su texto “¿Qué es el nacionalsocialismo?” Trotsky clarifica desde su nacimiento al movimiento fascista alemán; la bandera del nacionalsocialismo exige orden y mano de hierro ante la creciente pauperización de la sociedad, que pagaba los platos rotos de la aventura imperialista de Guillermo II. La bandera nazi era levantada por los viejos cuadros del ejército, que odiaban al proletariado y a las fuerzas socialista a las que pérfidamente acusaban de ser causantes de la derrota de Alemania en la guerra y a la falta de reconocimiento a su sacrificio. En el nacimiento del fascismo, en el rearme alemán y en su necesidad de expansión, Trotsky veía corporizarse la amenaza de la guerra imperialista, especialmente contra la URSS.
En su postscriptum al artículo sobre el nacionalsocialismo (02/10/1933) el revolucionario ruso escribe: “Cuanto más imponente es el régimen policíaco de los nazis en el terreno de la economía nacional, más obligado se ve a desplazar sus esfuerzos al terreno de la política exterior. La fecha de la nueva catástrofe europea la determina el tiempo necesario para el armamento de Alemania. No es cuestión de meses, pero tampoco de décadas. Pasarán, no obstante, antes de que Europa se sumerja de nuevo en una guerra, a menos que las fuerzas internas de Alemania se anticipen a Hitler a tiempo”. La advertencia es concreta, la situación interna del capitalismo alemán no puede sostenerse en el tiempo y los nazis trasladarán su crisis al resto de Europa y del mundo. Finalmente, Trotsky guarda alguna esperanza para el proletariado alemán; pero las derrotas en las gestas revolucionarias de años anteriores todavía pesan en sus hombros. Para Trotsky surge nítidamente que la política de Stalin es responsable directa del hundimiento del PC alemán como partido revolucionario. La clase obrera volverá a organizarse y levantarse, pero el PC stalinista no: es necesario construir un nuevo Partido revolucionario de los trabajadores para enfrentar al fascismo, derrotar el camino a la guerra imperialista que significaba una masacre en primer lugar para los propios obreros alemanes y consumar el camino de la revolución socialista. Pocos meses después, llegará a la misma conclusión, respecto a construir una nueva Internacional, ante el hecho de que dentro de los partidos integrantes de la Internacional Comunista regimentada por el stalinismo no se han alzado críticas a la política liquidacionista que permitió el ascenso de Hitler.
1934 – Los preparativos están marcha
En junio de 1934 se publica un extenso texto firmado por el Secretariado Internacional de la Liga Comunista Internacional que había constituido Trotsky, donde se caracteriza la situación política y la guerra que se avecina. Con este texto la Liga intenta preparar a sus militantes frente a las tendencias en marcha hacia una guerra mundial y definir cómo intervenir ante la situación.
Trotsky vuelve sobre la caracterización leninista de que la nuestra es una época de guerras y revoluciones. Caracteriza la decadencia de las fuerzas productivas, la ruptura de los lazos económicos internacionales y la agudización de las contradicciones de clase y entre naciones. Está claro que el belicismo fascista que domina Alemania es el factor más importante de la guerra que se podría desencadenar, pero el armamentismo y la decadencia capitalista recorre a todos los estados imperialistas en distintos grados. No solamente Europa golpeada fuertemente por la crisis del 30 y la inviabilidad del Tratado de Versalles -que los ganadores querían perpetuar- son materiales para una guerra; también lo es Estados Unidos. La gran potencia emergente fue una de las ganadoras del desastre de la Primera Guerra Mundial, erigiéndose como acreedora de europeos y asiáticos, pero necesitaba nuevamente un cambio de rumbo para salir de “su”propia crisis y para obtener más mercados para comerciar sus productos. Estados Unidos tiene que “reorganizar” el mundo y una guerra puede ser ese comienzo.
La Liga Comunista le hace una advertencia a Stalin en este texto sobre la posibilidad de un ataque a la URSS. En realidad se trata de un llamado a los trabajadores rusos a no quedarse cruzados de brazos mientras la Komintern divide al movimiento obrero. Trotsky dice que una intervención armada en territorio ruso no solo es absolutamente posible; sino inevitable. “Cualquier gran guerra, más allá de cuáles sean sus motivos iniciales, planteará abiertamente el problema de la intervención militar contra la URSS como medio para inyectar sangre fresca en las escleróticas venas del capitalismo” (La Guerra y la Cuarta Internacional, 10/06/1934).
Hay una advertencia contra un próximo ataque de Hitler. Los imperialistas quieren destruir las conquistas socialistas del Estado Obrero y reducir a toda su población nuevamente al yugo capitalista: la restauración capitalista aparecía como un imperativo para el imperialismo. Si la revolución no avanza en el mundo, retrocede.
El problema “nacional” está presente en el Manifiesto contra la guerra: “A la clase obrera no le es indiferente su nación”. Esto rompe con el mito de que a los socialistas no les importa el destino de su país; el problema es que la guerra se desarrolla en función de intereses capitalistas que van más allá de los estados nacionales. Se trata de las necesidades de un grupo de explotadores y de las peleas intercapitalistas: lo que es bueno para los explotadores norteamericanos no necesariamente lo es para los de Alemania. Los trabajadores de ningún país capitalista pueden defender a su gobierno que los toma como carne de cañón para la guerra. No se trata de una contienda entre democracia y fascismo, como lo quieren presentar los imperialistas democráticos, ni contra el colonialismo de Gran Bretaña y Francia como plantean los fascistas; se trata de un reparto de rapiña del mundo entero. La perspectiva estratégica es terminar con el dominio burgués por medio de la revolución socialista para abrir el camino a la colaboración pacífica de los pueblos: los Estados Unidos de Europa. Lo mismo se plantea para los países coloniales y semicoloniales de Asia, América y África, ahora despojados por países imperialistas.
Trotsky trata de orientar a los revolucionarios del mundo:“La política del socialpatriotismo dejó inermes a las masas frente al fascismo. Si durante la guerra hay que dejar de lado la lucha de clases en beneficios de los intereses nacionales, entonces también hay que dejar de lado el marxismo durante una gran crisis económica” (ídem). La crítica va dirigida contra los dirigentes de la Segunda Internacional, que traicionaron los principios marxistas al comienzo de la Primera Guerra Mundial cuando votaron en los distintos parlamentos los créditos de guerra. Pero no solo fue eso, tomaron partido por sus estados nacionales presionados por sus propias burguesías. La Primera Guerra Mundial liquidó a la Segunda Internacional como organización revolucionaria. La guerra que se avecina terminará de liquidar a la Tercera Internacional regimentada por el stalinismo y a su política de socialismo en un solo país.
En la orientación se insta a los trabajadores de toda Europa a no ir detrás de sus propias burguesías. Como dijo Karl Liebknecht: “El principal enemigo del pueblo está en su propio país”. El texto de La Liga Comunista intenta explicar a los trabajadores del mundo entero que una derrota militar en un país, es un mal menor si es que esto admite un avance revolucionario que permita que triunfe el socialismo, garantía final para terminar con las guerras y masacres. Para luchar contra el fascismo hay que luchar contra los explotadores en cada país. No será el estado quien desarme a los fascistas, será el proletariado organizado.
1935-1936 La Cuarta Internacional y la guerra
En mayo de 1935 se publica la “Carta abierta por la creación de la IV Internacional”. En ella, Trotsky da por cerrada la actuación de la Tercera en cuanto organización internacional socialista. Las principales razones para sacar esta conclusión están a la vista: la defección de la Tercera en detener el ascenso de Hitler que ya ha tomado el poder en Alemania, la aniquilación del proletariado de España (aislamiento de la revolución en Asturias, etc.) para armar un bloque con la pequeñoburguesía en un período revolucionario, la persecución a los leninistas en todo el mundo -especialmente, en la URSS-, dan cuenta de que la Tercera Internacional está en bancarrota; y no podrá dirigir la revolución internacional con estos elementos. Para el revolucionario ruso, en este período que precede a la guerra, es sumamente importante tener una organización socialista revolucionaria capaz de orientar al conjunto del proletariado mundial, y esa organización no puede ser La Tercera Internacional estalinista, ni la Segunda Internacional socialdemócrata adaptada a las burguesías de cada país.
“El peligro de guerra es cuestión de vida o muerte para el pueblo, es la prueba suprema para todo grupo y tendencia de la clase obrera. “La lucha por la paz”, “la lucha contra la guerra”, “la guerra a la guerra” y otras consignas similares son frases huecas y fraudulentas si no van acompañadas por la propaganda y la aplicación de métodos de lucha revolucionarios.
“La única manera de poner fin a la guerra es derrocando a la burguesía. La única manera de derrocar a la burguesía es mediante una revolución”. (Carta abierta por la creación de la IV Internacional, 1935). Así el reagrupamiento marxista liderado por Trotsky define su táctica contra la guerra, no sirve solo oponerse o pedir por la paz, el período en el cual se desarrollan los acontecimientos exige la construcción de partidos revolucionarios en cada país y de una nueva Internacional revolucionaria: la propaganda tiene que estar dirigida a los obreros de todas las nacionalidades para explicarles que la única forma de parar la guerra es mediante la revolución, ningún acuerdo con las burguesías locales en nombre del “patriotismo”.
La táctica concreta a seguir en cada país deberá adaptarse a las particularidades nacionales. No es lo mismo un partido que actúa en Alemania o en Italia a un partido que actúa en Francia o en Inglaterra. En una entrevista hecha por la Intercontinental Press -“Cómo deben combatir a Hitler los obreros austríacos”, publicada en julio de 1936- Trotsky arremete contra el socialpatriotismo -muy desarrollado en Europa- y, particularmente, contra la supuesta dicotomía fascismo-democracia. Cuando a Trotsky le preguntan si una guerra entre Francia y Alemania no es un choque de dos regímenes políticos irreconciliables, él contesta claramente que no es así, que se trata de un choque entre potencias imperialistas y que cada una de ellas tomará las excusas que más le convengan para engañar a los trabajadores y para edulcorar su acción bélica. Las peores porquerías se hacen en nombre de causas nobles, como la “democracia” o la “paz”.
Consultado sobre si el hecho de hacer la revolución en un país en guerra no debilitaría al ejército de dicho país en su lucha contra el fascismo, el revolucionario ruso responde: “Para las masas hambrientas, para las cuales la muerte es un hecho cotidiano, hacer la revolución en tiempos de guerra es mucho menos riesgoso que no hacerla”. Ni un centímetro a las burguesías dominantes en cada país, ninguna alianza con ellas en pos de “un mal menor”. La única forma de detener una guerra es mediante la acción revolucionaria. El tiempo le dará la razón: el ejército alemán avanzó casi sin oposición en Francia; la burguesía francesa se hizo colaboracionista del hitlerismo, el imperialismo francés se concentró en salvar la opresión que mantenían sobre sus colonias, y la resistencia la organizaron los partisanos franceses reclutados en la clase obrera.
1937: El caso León Trotsky, y qué hacer de inmediato
En las actas de la comisión Dewey acerca de las acusaciones formuladas contra Trotsky en los infames Juicios de Moscú, el fundador del Ejército Rojo defiende la posición de defensa de la Unión Soviética a pesar de estar perseguido por Stalin; defiende las conquistas de la revolución a pesar de la burocracia estalinista que las está enterrando. Esto importa porque se hace un llamamiento a todos los obreros del mundo a defender el único Estado Obrero existente, aun con las deformaciones burocráticas contrarrevolucionarias impuestas por el stalinismo, en el marco de la inminente guerra y del ataque que se avecina de parte de Hitler.
Acá se vuelve sobre el tema de qué hacer en cada país. Hace nuevamente una diferencia sobre la táctica a usar en Francia respecto de Alemania o Japón: “En Alemania yo haría todo lo que pudiera para sabotear la maquinaria de guerra. Son dos cosas diferentes. En Alemania y Japón yo aplicaría métodos militares en la medida de que pueda pelear, oponerme y dañar la maquinaria militar de Japón. En Francia es la oposición política contra la burguesía y la preparación de la revolución proletaria. Los dos son métodos revolucionarios” (actas de la Comisión Dewey, 1937). Se defiende el método socialista, aun en el marco de una guerra: la mejor forma de defender las conquistas de la Revolución Rusa es provocar la revolución en cada país.
Al final de la entrevista Trotsky aclara su posición irrenunciable de independencia de los Partidos Comunistas stalinistas de cada país. Señala que la Unión Soviética podría establecer una alianza militar con un país capitalista en una supuesta guerra contra Hitler para defender su Estado y sus conquistas: se trata de un asunto táctico. Pero esto jamás debería implicar que los partidos de ese país aliado se tengan que adecuar al gobierno capitalista y renunciar a su lucha independiente en defensa de los intereses de la clase obrera. Plantea la independencia absoluta para luchar contra las burguesías locales.
En “Principios y tácticas en la guerra”, (diciembre 1937), Trotsky insiste sobre enfrentar al socialpatriotismo para no caer bajo las presiones chovinistas que estaban a la orden del día. En un momento en que se acercaba una guerra las burguesías locales presionan con aún más fuerza sobre las masas proletarias para que estas defiendan su “patria”, que no es otra cosa que defender la capacidad que tiene la burguesía de explotar al obrero dentro de ciertos límites territoriales.
“El proletariado de cada país capitalista aliado a la URSS debe mantener total y absolutamente su intransigente hostilidad hacia el gobierno imperialista de su propio país.” (Principios y tácticas de guerra, 1937). La recomendación va en dos sentidos, ninguna subordinación a las burguesías locales, pero también actuar en forma resuelta para enfrentar y voltear a esos gobiernos que nos llevan a la guerra. Justamente esto último va golpear la táctica estalinista de pasividad en la lucha de clases en los países “aliados” para no entorpecer los acuerdos por arriba. “El proletariado puede y debe utilizar el debilitamiento de su ‘propia’ burguesía en los países imperialistas para preparar y para llevar adelante de un modo implacable su revolución social en conexión con la derrota militar engendrada por la guerra y tomar el poder. Esta táctica se conoce como derrotismo revolucionario” (ídem).
1938 – El papel de Estados Unidos
El análisis respecto de la principal potencia imperialista y de su rol en la guerra no es menor para Trotsky. No solamente por status de principal explotador del mundo, sino también por su injerencia en América Latina y el Pacífico.
El imperialismo yanki salió bien parado de la Primera Guerra Mundial debido a que está básicamente no se desarrolló en su territorio y a que su participación directa militar fue menor, por lo cual el desgaste fue mínimo. Su injerencia más importante fue mediante el aporte de créditos a las potencias beligerantes. Al quedar devastada Europa por la guerra, ellos resultaron bien parados y consolidaron su poderío internacional cobrando los créditos de guerra entregados.
Estados Unidos, doctrina Monroe mediante, había asegurado su dominio sobre América Latina, el papel declinante de Inglaterra en la región debía quedar finalmente desplazado luego de una guerra en la cual el Imperio Británico seguramente haría un gran desgaste. Con base en este razonamiento, el revolucionario ruso nos dice en 1938, que EEUU entrará en la Segunda Guerra más rápido que en la Primera, porque está obligado a hacerlo para consolidar su poderío mundial y asegurar sus zonas de influencia en América y el Pacífico, este último en disputa con Japón.
“Dada la debilidad financiera y técnica de los otros beligerantes, comparada con EEUU, este seguramente desempeñará un papel aún más decisivo que la última vez en la conclusión de la guerra. Todo indica que, si el imperialismo europeo no es derrotado por la revolución proletaria y no se establece la paz sobre bases socialistas, EEUU dictará los términos de una paz imperialista después de aparecer como el vencedor. Su participación determinará el campo de los vencedores, y también la disposición del botín, del que reclamará una parte leonina”. (El papel mundial del imperialismo norteamericano, septiembre de 1938)
La caracterización resultó enteramente acertada a la luz de los acontecimientos, EEUU esperó el tiempo necesario para entrar en la guerra, forzando su participación en el Pacífico. La intención era clara: detener la influencia de Japón de la zona. Pero no solo en su franja de influencia directa, sino también en América Latina donde, junto con Alemania, habían empezado a acrecentar sus negocios. La destrucción de sus socios y contrincantes en la guerra, catapultó a EEUU como la potencia imperialista dominante de la posguerra.
En el texto citado, Trotsky también intenta fijar una posición para el Workers Party, para que los compañeros de EEUU puedan tener una política y una orientación al interior de sus fronteras. Trotsky explica que la principal potencia imperialista necesita sofocar a los obreros dentro de su territorio, pero también fuera de él: en los países donde ya tiene un dominio establecido debe explotar intensivamente sus recursos. EEUU necesita una porción mayor del mercado mundial ya repartido y controlar los movimientos revolucionarios fuera y dentro de sus fronteras. Los recurrentes golpes de estado a los que estuvieron sometidos los países de Centroamérica y Latinoamérica por esos años y después, dan cuenta del razonamiento. Entonces la lucha contra el imperialismo norteamericano es, al mismo tiempo, una lucha contra la guerra y una pelea por la liberación de los pueblos oprimidos. Los trabajadores norteamericanos son explotados por el capital monopolista y con mayor dureza lo son los afroamericanos. Trotsky consideraba fundamental una campaña contra el racismo y por la unidad de los obreros contra el capital.
1938 – La lección de Múnich
En octubre de 1938 se reúnen los principales mandatarios y cancilleres del Reino Unido, Francia, Italia y Alemania para firmar un pacto por el cual Alemania se anexaba territorios que desde la Primera Guerra Mundial pertenecían a Checoslovaquia. La rapiña de estos territorios se hizo con la complicidad de las potencias europeas. Le regalaron a Hitler territorios que reclamaba, con la idea de que esto lo tranquilizaría en su sed expansionista sobre las posiciones occidentales y reorientaría su afán imperial hacia el Este, hacia la guerra con la URSS. En 1939 los nazis invadieron y conquistaron toda Checoslovaquia. La capitulación ante el nazismo tuvo como contraparte el “compromiso” de Hitler de no reclamar más territorios en Europa, lo que desconoció al poco tiempo.
El parlamento francés votó otorgarle poderes a Daladier para negociar en Múnich. Los socialistas franceses se abstuvieron en esta votación, lo cual fue muy criticado por Trotsky, ya que la posición correcta hubiera sido la negativa y una campaña para sabotear el pacto con Alemania. Donde algunos veían una posibilidad de parar la guerra, el revolucionario ruso veía el comienzo de los preparativos para esta, Alemania se aprestaba tácticamente para dar comienzo a la contienda y Francia quería apaciguar y “negociar” que en todo caso fuera hacia el Este.
El imperialismo se encamina inevitablemente a una nueva guerra de reparto del mundo. La paz pactada en Versalles ha quedado atrás; es insostenible para Alemania ese tratado y ya ha sido desconocido innumerables veces. Para evitar la catástrofe solo queda terminar con el guerrerismo imperialista. Trotsky plantea claramente el problema: “El único obstáculo en el camino de la guerra es el temor a la revolución que sienten las clases propietarias. Mientras la Internacional Comunista permaneció fiel a los principios de la revolución proletaria representó -junto con el Ejército Rojo, al que estaba estrechamente ligada- el factor más importante para garantizar la paz. Al prostituir la Komintern transformándola en una agencia del imperialismo ‘democrático’, al descabezar y paralizar la fuerza militar de los soviets (por el descabezamiento de la dirección del Ejército Rojo en los procesos stalinistas de Moscu), Stalin les dejó a Hitler y a sus adversarios las manos totalmente libres y empujó a Europa a la guerra” (Una lección reciente, octubre 1938). El único obstáculo es el temor revolucionario que pueda surgir de la guerra. En una reunión entre el embajador francés Robert Coulondre y Adolf Hitler en los días previos al estallido de la Segunda Guerra Mundial discutieron que, si se desataba una guerra mundial, el único “ganador” podría ser León Trotsky: el temor a la revolución proletaria estaba presente. Hitler coincidía, pero reprochaba que el culpable era el imperialismo anglofrances que no cedía ante sus reclamos.
1939 – Comienza la guerra
Cuando pareciera que la guerra es cada vez más inminente el fundador del Ejército Rojo analiza la reciente derrota de la revolución en España y las responsabilidades del estalinismo. “Si la revolución española hubiera resultado victoriosa, habría dado un fuerte impulso al movimiento revolucionario en Francia y en otros países de Europa” (Solo la revolución puede terminar con la guerra, marzo de 1939). Una victoria en la guerra civil que se desarrolló en España hubiera sido un freno a la guerra sin ninguna duda. Una victoria podría haber dado ánimos a los obreros franceses y de otras nacionalidades a seguir el camino revolucionario. En Francia el Frente Popular de colaboración de clases estaba estrangulando el ascenso obrero surgido ante el avance del fascismo.En España fue también el Frente Popular el que estranguló la revolución obrera. La derrota del bando republicano redundó en un fortalecimiento de los reaccionarios de Europa de la mano de Franco. Hitler y Mussolini practicaron en España sus tácticas terroristas de guerra. El estalinismo traicionó a los obreros y campesinos españoles que querían derribar a la burguesía, recuperar los medios de producción y apoderarse de las tierras. Reprimió a las masas obreras revolucionarias y asesinó a los mejores líderes revolucionarios. Moscú intentó por todos los medios demostrarle a los imperialistas británicos y franceses que no representaba un peligro revolucionario para ellos. La derrota española significó una victoria para Hitler y para Mussolini. “El socialismo en un solo país” de Stalin, se mantuvo sacrificando a los obreros españoles.
El 1 de septiembre de 1939, Alemania invade Polonia por occidente; y Rusia hace lo propio dos semanas después por el flanco oriental. A través de un pacto Hitler y Stalin, se repartieron Polonia. El acuerdo con el nazismo fue un golpe desmoralizador para gran cantidad de socialistas alrededor del mundo. El fascismo combatido por todo revolucionario honesto es ahora materia de un acuerdo. Penoso desenlace.
Trotsky planteó que el pacto germano-soviético no cambia la apreciación sobre las conquistas del Estado Obrero surgido de una revolución que ha expropiado a la burguesía. El pacto con Hitler es solo una muestra cabal del grado de descomposición de la burocracia stalinista gobernante y su complicidad con el imperialismo mundial. Rusia es un Estado Obrero degenerado, pero seguía siendo un Estado Obrero. La tarea de los revolucionarios es el derrocamiento de burocracia y el restablecimiento del poder pleno de los soviets. “El derrocamiento de la burocracia presupone, por consiguiente, el mantenimiento de la propiedad estatizada y de la economía planificada”. La burocracia no es una clase, se trata de una casta que ha usurpado la revolución socialista. Trotsky nos dice a renglón seguido que, si la burocracia no es derrotada y se retoma el camino leninista, lo más probable es que vuelva la barbarie capitalista a Rusia, en forma de un régimen totalitario. Defendía la URSS en tanto Estado Obrero y sus conquistas.
En agosto de 1937 la revista Liberty publica una entrevista a León Trotsky donde él lanzaba la siguiente sentencia: “Hitler lucha contra la alianza franco-soviética porque quiere tener las manos libres para establecer con Moscú un acuerdo contra París”. En su momento, esta frase le trajo numerosas críticas al revolucionario ruso (lo trataron de agente nazi), pero luego se terminó confirmando de la peor manera. Poco menos de un año después de la invasión nazi a Polonia, el 14 de junio de 1940, ante una Europa horrorizada, las tropas de la Wehrmacht desfilaban por los Campos Elíseos, en París, al compás de la marcha de San Lorenzo.
En el razonamiento de Trotsky las razones del pacto entre los dictadores son distintas. En ambos casos, no quieren un enfrentamiento prematuro, pero por razones diferentes. Hitler pretende enfocarse en Francia e Inglaterra antes de atacar la URSS. Quiere dar un golpe de efecto a sus posibles adversarios conquistando Francia y, de esa forma, forzar un posible acuerdo que le convenga.
En el caso de Stalin tiene temor de un pueblo que ya hizo tres revoluciones en lo que va del siglo; tiene temor de que su casta de advenedizos y de burócratas sea desplazada por una nueva revolución, en el marco de una guerra que no se sabe cómo terminará. Stalin pacta con Hitler por un doble temor, el miedo a una nueva revolución rusa y el cuidado al poderío militar alemán.
1940 – Últimos escritos
El 21 de agosto de 1940 León Trotsky es asesinado por un sicario de la GPU, sus últimos escritos tienen por propósito orientar a los trabajadores del mundo entero en medio de la guerra de rapiña ya desatada.
En mayo de 1940 se publica el “Manifiesto de la IV Internacional sobre la guerra imperialista y la revolución proletaria mundial”, aprobado en una Conferencia de Emergencia de la IV Internacional.
Lo primero a señalar en el Manifiesto es la cuestión metodológica. No está dirigido a los gobiernos o las burocracias sindicales que apoyan a sus burguesías. Está dirigido a los obreros del mundo. Se les aclara nuevamente que vivimos en una época de guerras y de revoluciones, y que la actual contienda no es el capricho de un loco (por Hitler); es el resultado de las contradicciones de los intereses capitalistas internacionales. No es una guerra para terminar con “todas las guerras”; es la declinación del capitalismo y sus consecuencias. Las causas inmediatas de la guerra son las rivalidades entre las potencias mundiales: por un lado, Gran Bretaña y Francia y por el otro Alemania e Italia, sumado a las necesidades expansionistas de nuevas potencias mundiales: EEUU y Japón.
El manifiesto aclara que la situación no es la misma que antes de la Primera Guerra Mundial: “En el siglo XIX la competencia entre países se desarrollaba en un mercado mundial en expansión. Hoy, en cambio, el espacio económico de la lucha se estrecha de tal manera que los imperialistas no tienen otra alternativa que la de arrancarse unos a otros los pedazos del mercado mundial” (Manifiesto de la IV Internacional sobre la guerra imperialista y la revolución proletaria mundial, mayo de 1940). El capitalismo imperialista en descomposición lleva una lucha entre explotadores, unos tienen que morir para que otros puedan sobrevivir. La crisis de los años 30 está latente en la economía mundial y las potencias buscan una salida a largo plazo, en este caso llevando al matadero a millones de trabajadores.
El manifiesto advierte a los trabajadores sobre la “defensa de la patria” y las mentiras de sus gobernantes para llevarlos a la guerra. La burguesía no defiende la “patria”, sino los mercados, los enclaves en el extranjero, las fuentes de materias primas, el derecho a explotar a los trabajadores mediante el monopolio de los medios de producción. No les importa la “patria”. Los trabajadores del mundo entero no defienden la “patria” capitalista, sino la destrucción revolucionaria del estado burgués. La defensa de la “patria” tanto como de la “democracia” en abstracto, son recursos capitalistas para enviar a los proletarios a la guerra mientras tienen su país bajo control.
Trotsky critica muy fuertemente el pacto entre Hitler y Stalin que llevo a la esclavitud del pueblo polaco. Pero entiende que la defensa de la URSS es todavía una prioridad para los trabajadores del mundo entero. El estrangulamiento de la economía planificada y la transformación de todo el país en una colonia alemana no redundaría más que en más hambre y miseria para el pueblo ruso y en el fracaso final de la revolución rusa. Ningún obrero consciente quiere esto.
El Manifiesto trata de orientar a los trabajadores de todo el mundo en la lucha revolucionaria, América Latina en su independencia de los EEUU, China y el Pacífico para salir de la trampa del imperialismo nipón y del bloque con la burguesía entreguista y antiobrera de Chiang Kai Shek. La lucha contra las burocracias sindicales, que en épocas de guerra refuerza su papel de policía militar dentro de la clase obrera. La construcción de partidos revolucionarios fuertes, arraigados en la clase obrera, con direcciones resueltas para conducir al proletariado. Todo el Manifiesto es un intento denodado por orientar a los trabajadores con una conclusión muy clara: “Hay que llevar adelante la tarea de organizar y educar la vanguardia proletaria con una energía multiplicada por diez. Este es precisamente el objetivo de la Cuarta Internacional”.
La invasión de Francia por parte de Alemania en mayo de 1940 acentuó en Europa las argumentaciones socialpatriotas. “No queda otra que unirse a EEUU”, “hay que apoyar a Inglaterra” y proclamas por el estilo, se esparcieron por todo el viejo continente. Las burguesías del mundo entero usaban este argumento para mantener a los trabajadores bajo su bota. “Por la causa de la victoria” todos los estados capitalistas introdujeron medidas dictatoriales. La IV Internacional se opone resueltamente a todas ellas, defendió la independencia de los trabajadores y la necesidad de una revolución socialista para terminar con la guerra definitivamente. La tarea de los revolucionarios no consiste en apoyar a los ejércitos imperialistas, sino templar sus filas para las situaciones revolucionarias. “El nuevo mapa bélico de Europa no invalida los principios de la lucha de clases revolucionaria. La cuarta Internacional no cambia su rumbo” (No cambiamos nuestro rumbo, junio de 1940)
Preparar al proletariado
Todos los escritos del revolucionario ruso tienen un propósito común: orientar a la clase obrera frente a la inevitable tendencia del sistema imperialista hacia una guerra mundial.
Trotsky no inició la lucha contra la guerra cuando ésta se inició. Sino como había hecho también la Segunda Internacional antes de 1914 (posición de la que después las direcciones oportunistas renegaron), desarrolló una vasta campaña contra las tendencias a la guerra, llamando a través de la propaganda, la agitación y la organización, a las masas trabajadoras a oponerse a la misma, luchando contra sus burguesías, para no ser arrastradas a una carnicería. El revolucionario luchó a brazo partido para construir partidos revolucionarios y formar la IV Internacional y avanzó en todo tipo de acuerdos de acción con los sectores que se oponían revolucionariamente a la guerra. La urgencia de crear la IV Internacional, era la de formar la organización mundial revolucionaria, que pudiera enfrentar la guerra e impedirla. O, de no lograrlo, crear las condiciones para el triunfo de la revolución frente al desenlace catastrófico de la misma.
85 años después del asesinato del revolucionario, ordenado por Stalin para bloquear ese proceso de organización revolucionaria mundial, hay corrientes que se reclamen de izquierda e incluso trotskistas, que siguen pensando que la guerra es solo una opción política del imperialismo y que no es inevitable. El reciente congreso del PTS (FT-CI) realizado en junio en su resolución internacional afirma sin pelos en la lengua: “no se ha abierto el camino a una tercera guerra mundial”. Siguen con un trabajo evolutivo de autoconstrucción. Pero Ucrania, Gaza, Siria, Líbano, Irán, etc., etc. marcan claramente los pasos militaristas ya en curso y que nos aproximan a una guerra y hecatombe nuclear.
Es URGENTE encarar la lucha mundial contra la guerra imperialista en gestación y desarrollo. La Conferencia Contra la Guerra realizada en julio pasado en Nápoles (Italia), impulsada por el PO de Argentina junto a varias organizaciones europeas, está orientada en esa perspectiva. Convocamos al lector a leer el folleto que hemos editado con las resoluciones de dicha Conferencia. ¡Reagrupemos a los revolucionarios socialistas y a la vanguardia obrera en forma independiente de las burguesías contra la guerra imperialista!