Luciana Alter e Iván Zeta son integrantes de Judíes x Palestina
Del 18 al 27 de agosto, como representantes de nuestra agrupación Judíes x Palestina participamos de un programa para referentes de organizaciones judías que combaten al sionismo y que repudian el genocidio, el apartheid y la ocupación, organizado por el Center for Jewish Nonviolence (CJNV). Recorrimos Jerusalén Este y territorios ocupados por Israel, tanto al norte como al sur de Cisjordania. Mientras se desarrolla la etapa más cruenta del genocidio en Gaza ante los ojos del mundo, con una hambruna inducida, nuevos bombardeos y órdenes de evacuación en la Ciudad de Gaza apuntando a un hacinamiento total de la población gazatí en el sur de la Franja, las agresiones y el avance de la colonización en Cisjordania no sólo no se detienen, sino que recrudecen.
La delegación internacional estuvo compuesta por integrantes de Estados Unidos (Jewish Voice for Peace, If Not Now y Rabbis for Ceasefire), Canadá (Independent Jewish Voices), Brasil (Vozes Judaicas por Libertaçao), Reino Unido (Na’amod), Países Bajos (Erev Rav) y Francia (Tsedek!). Con la mayoría de estas organizaciones compartimos la red internacional Global Jews for Palestine1Erev Rav y Tsedek! integran también European Jews for Palestine, otra red con posiciones antisionistas que tiene foco en la acción sobre el parlamento europeo y en campañas continentales. un agrupamiento que involucra a 20 países y que busca desarrollar una coordinación global contra la acción propagandística internacional del sionismo (Hasbara).
CJNV organiza desde hace diez años programas de presencia judía protectora contra la violencia de los colonos y el ejército israelí en la zona de Masafer Yatta (donde se filmó el documental “No Other Land”, ganador del Oscar), que incluye acompañar a los pastores con su ganado, escoltar a les niñes al colegio e impedir apedreos de los colonos, además de tomar registro de las agresiones sionistas. Los activistas internacionales también toman cursos de árabe dictados por los activistas locales. En el norte de Cisjordania, en Burin, también realizan campañas de presencia protectora en la cosecha del olivo, y colectas solidarias para diferentes iniciativas palestinas como centros comunitarios en diversas zonas. Este año sin embargo decidieron organizar algo más: un encuentro político que pueda aportar iniciativas y coordinación con los activistas que están en el terreno y los activistas internacionales, así como también aportar a la organización de la lucha por Palestina en los diferentes países.
El activismo de presencia judía protectora consiste en utilizar la “condición” judía, que para el Estado de Israel es una condición superior, para frenar o demorar las ofensivas sionistas, registrar y difundir sus atrocidades y generar atención y un condicionamiento internacional a partir de la exposición pública. Pero claramente este tipo de actividad tiene límites muy fuertes, en la medida en que es puramente defensiva. No pretende sustituir a la resistencia de la población nativa palestina, y tampoco genera un debate con la población israelí que vive del otro lado de los muros, base social del régimen de ocupación. En palabras de los organizadores, buscaban abrir perspectivas de debate, organización y vínculos internacionales que los pueda sacar de una dinámica agotadora, de defensa de la población y el territorio, donde siempre se empata o se pierde, pero nunca se gana, en la medida en que los colonos y el ejército nunca detienen su ofensiva. En el último período, la ofensiva no sólo ha acelerado, sino que además Israel comenzó a detener a los activistas internacionales para deportarlos, y a los de nacionalidad israelí los colonos los están atacando e hiriendo con mayor frecuencia.
Para nosotros fue una gran oportunidad para recorrer el territorio, aumentar nuestra comprensión sobre el régimen en Cisjordania, establecer lazos con activistas y organizaciones, y para dar voz a la población palestina que resiste, a conciencia de que en Occidente las voces palestinas suelen ser ignoradas o se les da menor importancia, como parte del operativo de deshumanización. Conscientes de que muchas veces se nos escucha por ser de origen judío, o se valora más nuestra palabra, nos proponemos desde siempre utilizar ese “privilegio” para amplificar a quienes buscan ser silenciados.
Awdah Hathaleen
Semanas antes del encuentro ocurrió un hecho terrible que casi hace que la actividad se suspenda. El colono fascista Yinon Levy asesinó de un tiro a Awdah Hathaleen, de 31 años, padre de tres niñes, maestro de inglés y uno de los principales organizadores de la comunidad de Umm Al-Khair, en Masafer Yatta. Awdah filmó su propio asesinato, mientras intentaba junto a sus compañeros frenar el avance de las topadoras sobre un sector de la aldea. Esas topadoras son propiedad del asesino, que tiene una empresa contratada por la ocupación israelí para avanzar sobre el territorio. Durante 2024 no habían podido contratarlo porque pesaban sobre él sanciones de la Unión Europea y de Estados Unidos por sus crímenes. Donald Trump revocó esas sanciones al asumir, y así la historia llegó a este punto. En una entrevista que le realizamos, Tariq Hathaleen reflexionó sobre las sanciones y sobre el régimen que respalda a los colonos.
Si bien Israel quiere presentar al movimiento de colonos como algo independiente del estado, es el que hace una parte del trabajo sucio de expulsar a las comunidades de sus tierras. A su vez, la impunidad con la que actúan los colonos demuestra a las claras que son parte de la maquinaria israelí de limpieza étnica y genocidio del pueblo palestino. Por supuesto, los asentamientos en tierras ocupadas van en contra del derecho internacional, pero incluso aquellos que son ilegales para el régimen sionista (puestos de avanzada o “outposts”) cuentan con protección del ejército e incluso gozan de servicios de agua y electricidad, que se les niegan a los palestinos.
Levy fue detenido después de asesinar a Awdah en cámara, pero sólo por unos días y con arresto domiciliario. Apenas fue liberado volvió a Umm Al-Khair a seguir acosando y aterrorizando a la población. Mientras tanto 17 familiares y compañeros de Awdah fueron detenidos por el ejército sionista el día del asesinato, señalados por el propio asesino, como se lo puede ver en varios videos dando indicaciones a los militares para las detenciones. Para completar la situación, el Estado de Israel retuvo el cuerpo de Awdah varios días, buscando impedir que fuera velado y que la población local se alzara contra esta injusticia. Fueron las mujeres del pueblo, entre ellas la esposa de Awdah, quienes se organizaron y empezaron una huelga de hambre para recuperar el cuerpo, como nos cuenta Na´ama Hathaleen en esta entrevista.
Durante nuestra visita a Umm Al-Khair el pueblo se encontraba de duelo. Para algunas comunidades islámicas los primeros 40 días después de la muerte tienen una importancia especial, y nos compartieron que durante ese período las mujeres solo pueden ver a hombres de su familia, por lo que Hanady (esposa de Awdah), su madre y su suegra recibieron a las mujeres de la delegación en su casa, para compartirnos historias no sólo del rol de Awdah como activista y organizador de su comunidad, sino también su lado humano, tan importante ante tanta deshumanización.
La comunidad de Umm Al-Khair sigue adelante, a pesar de las agresiones, continuando el legado de Awdah Hathaleen y Hajj Suleiman. Su entereza y su resiliencia nos resultaron verdaderamente inspiradoras. Como militantes socialistas y revolucionarios, fue imposible no hacer la conexión entre todo este caso y el de nuestro compañero Mariano Ferreyra. En simultáneo sentimos la misma fibra vibrar, nos miramos y dijimos: “es Mariano”. Ese mismo día salió este artículo de nuestras tripas.
Los organizadores del viaje y la comunidad local sostuvieron el programa porque sintieron la necesidad de recibir ese abrazo militante, ese impulso. Creemos que fue un gran acierto y que el programa fue muy positivo para todas y todos los que participamos.
Apartheid y limpieza étnica
Nuestro recorrido estuvo en todo momento condicionado por el régimen de ocupación y apartheid vigente. La presencia del muro infame, las cámaras de seguridad, las barreras, los checkpoints con soldados con sus armas empuñadas en todo momento, los desvíos debido a rutas cerradas por Israel, la imponencia de las colonias sionistas con todo su sistema de seguridad arrinconando a la población palestina. En numerosas ocasiones debimos modificar nuestro itinerario para evitar situaciones de peligro, especialmente para nuestros compañeros palestinos que están bajo constante riesgo de ser interceptados y detenidos con cualquier excusa por el solo hecho de ser activistas. Ghassan, uno de nuestros guías en el norte, con tan solo 40 años ya acumula más de 9 años de prisión en distintos períodos, y sus posibilidades de trabajo se ven limitadas a la organización colectiva en cooperativas o al trabajo de coordinación de los grupos de activistas internacionales que van al territorio.
Cisjordania está, a grandes rasgos, dividida en tres zonas distintas desde los acuerdos de Oslo de 1993. Lo que debía ser una situación temporal, de retirada de la ocupación y de transición hacia la creación de un Estado palestino, fue mutando hacia un vehículo de avance permanente de la colonización sionista. Existen las zonas A, B y C. La A es de control administrativo y militar de la “Autoridad Palestina” (AP). La B, administrada por la AP, con tutela militar israelí, y la C, bajo control absoluto de Israel. En la práctica, toda Cisjordania vive bajo la ocupación del ejército sionista, y la Autoridad Palestina no gobierna más que simbólicamente algunas ciudades. Existe un mapa interactivo muy útil, elaborado por la organización israelí de derechos humanos B´Tselem, que recomendamos consultar.
Un concepto importante que nos quedó fue que las condiciones de vida y las formas que toma la ocupación sionista generan también distintas formas en las que el pueblo palestino resiste. Aunque conviven muchas realidades y orientaciones diferentes en todos los casos, pudimos ver un predominio de la llamada “resistencia no violenta” en las zonas agrarias (zona C) como las aldeas de Masafer Yatta, mientras que en las grandes ciudades que visitamos en el norte (Nablus, Jenín, Ramallah) hay una tradición muy arraigada de organización clandestina armada, que busca llevar a cabo la defensa del territorio que la Autoridad Palestina no hace.
En las zonas agrarias, la ocupación se “siente” día a día en el avance de los asentamientos ilegales que ahorcan a las aldeas, en las agresiones permanentes de colonos que rompen paneles solares, que queman olivos, que pinchan o envenenan tanques de agua, que cierran o sabotean caminos para aislar comunidades. Allí no hay grandes concentraciones de población palestina, y el ejército está siempre disponible para atacar o encarcelar a cualquiera que enfrente estas provocaciones. Desde octubre del 2023 sin embargo la delgada línea que dividía a los colonos del ejército regular terminó de borrarse, ya que como Israel llamó a sus reservistas ante la gran movilización militar que estaba desarrollando en Gaza, de un día para el otro muchos colonos se aparecieron con los uniformes del ejército. Decenas de miles, además, recibieron licencias y armas directamente del ministro Ben Gvir.
En estas áreas la resistencia pasa por seguir viviendo, por seguir trabajando la tierra, por no ser expulsados ni detenidos, por tejer lazos de solidaridad con las comunidades cercanas y con organizaciones internacionales que buscan colaborar. Es clara la intención sionista de empujar a los palestinos de las zonas rurales a las grandes concentraciones urbanas, con vistas a anexarse todas las tierras de la zona C. En forma complementaria, buscan demoler construcciones viejas y nuevas, declarando “firing zones” o zonas de entrenamiento militar a grandes extensiones de tierra donde viven palestinos.
En uno de los pueblos que visitamos en la zona de Masafer Yatta, llamado Susya, sus habitantes se refieren a su situación como una “Nakba en curso y constante”. En 1986 los echaron de sus casas en el pueblo y los colonos se instalaron en ellas (!). Entonces construyeron nuevas casas en sus campos de cultivo que destruyeron ya siete veces desde entonces. En 1997 llegó a este lugar la primera camada de activistas de solidaridad, que ha jugado un importante rol junto con la propia organización de resistencia y solidaridad entre los propios palestinos de la región, para evitar los repetidos intentos de desalojo. La organización israelí Ta´ayush fue una de las pioneras en el activismo de presencia en estos territorios.
En este pueblo tienen una relación especial con Mekorot, la empresa de agua israelí que lamentablemente conocemos bien en Argentina. Después de que les quitaron todas sus fuentes de agua, los habitantes del pueblo solicitaron sacar agua (pagando hasta el doble de lo que pagan en Tel Aviv) de una bomba que se encuentra a 50 metros y se lo negaron aduciendo que ellos constituían una aldea ilegal (!!), mientras por supuesto proveen de agua a los asentamientos realmente ilegales.
Otro claro ejemplo de resistencia en no abandonar las zonas rurales es la organización de cooperativas de trabajo agrícola que visitamos en Burin, en el norte de Cisjordania, que existe desde 2020. Contradictoriamente, luego del 7/10 y la prohibición para muchos palestinos de seguir estando empleados en los territorios ocupados por Israel, hizo que muchas y muchos se dedicaran a la agricultura, y de esa manera volvieran a trabajar y defender sus tierras. Ellos mismos sostienen que no están esperando a que termine la ocupación para construir sus proyectos, que han decidido construir mientras se defienden.
En la cooperativa que visitamos la mayoría son mujeres, y están rompiendo con prejuicios acerca de que hombres y mujeres trabajen juntos. Todos sus miembros fueron educados en la universidad, pero en los últimos dos años es muy difícil estudiar para las y los palestinos, por lo que también están construyendo una biblioteca con el objetivo de formar políticamente a la juventud del pueblo.
En las zonas suburbanas y ciudades (zonas B y A), la presencia de la ocupación la visualizamos mucho más en términos de presencia de muros, checkpoints en los accesos, cámaras de seguridad e incursiones violentas del ejército. Allí se concentran cientos de miles de palestinas y palestinos, lo que condiciona el accionar de la ocupación y también permite un grado mayor de organización y fuerza numérica en la resistencia. El último grupo armado de la ciudad de Nablus, “la Guarida de los Leones”, reunió a más de un centenar de jóvenes entre 2022 y 2024. Activistas de la zona denuncian que fueron delatados por la Autoridad Palestina ante Israel, y de ahí derivó su desactivación, con 60 asesinados por el ejército israelí y el resto en prisión perpetua. Importa destacar que todos los testimonios que recibimos de activistas palestinos incluyeron una denuncia contra la Autoridad Palestina, sea por incompetencia en el mejor de los casos, o por complicidad directa, como lo que acabamos de relatar.
En Jenin visitamos el Freedom Theatre o Teatro para la Libertad, que existe desde 2006. Tenían su sede en el campo de refugiados pero fue destruída con los bombardeos de enero de 2025. La compañía está centrada en la idea de usar la cultura para resistir. También de acercar la realidad a la gente, y que sean ellos mismos quienes cuenten sus historias al mundo, en lugar de los políticos, los diplomáticos o incluso los actores profesionales. Encontramos aquí la misma idea que en la cooperativa de Burin: la liberación es ahora, hacer cosas todos los días, no algo en el futuro. Por último, también aquí sus protagonistas nos relataron tensiones con algunos sectores de la comunidad acerca del trabajo conjunto de hombres y mujeres, y como a través del trabajo y el debate se van abriendo camino.
El activismo israelí
Tanto en el terreno de Masafer Yatta como en encuentros específicos convocados en Jerusalén Este, nuestra delegación pudo vincularse con activistas de ciudadanía israelí. Aunque es importante utilizar todos los elementos a nuestro alcance para socavar el relato y la fortaleza política del Estado de Israel, la clave para el fin de esta situación no se vislumbra dentro de la población ocupante. Reafirmamos nuestra postura: la liberación palestina solo puede ser obra de los palestinos mismos. Con toda la ayuda que podamos organizar, pero el protagonista no puede ser otro que la resistencia palestina.
Es de destacar que en señal de respeto a los palestinos evitan hablar en hebreo en su presencia, realizan cursos de árabe, se cubren tatuajes o simbología hebrea, y no mencionan a Israel como tal, sino “territorios ocupados en el 48”. En general hay una búsqueda de generar lazos de co-resistencia, y evitar todo tipo de idea salvacionista: las personas judías allí son aceptadas si se comportan como compañeras de lucha contra un régimen y respetan el liderazgo palestino en la toma de decisiones.
Mahmoud Nawaja, coordinador general del BNC (Comité Nacional palestino de BDS – boicot, desinversión y sanciones), fue clarificador en una reunión respecto de la visión que tienen y el uso que le dan al concepto de “normalización”. No cualquier vínculo entre palestinos e israelíes es normalizador: si el contenido de un proyecto conjunto parte de reconocer el derecho al retorno, el derecho a la resistencia y a la igualdad de derechos, entonces podemos hablar de co-resistencia y no se trata de co-existencia. La co-existencia y la normalización son combatidas por el movimiento palestino de lucha, y son en la práctica una especie de salida al debate sobre la “solución al conflicto”: la pregunta para ellos no es si uno o dos estados, la pregunta es si el pueblo palestino puede autodeterminarse y liberarse. En este sentido, el problema de la “normalización” refiere solamente al mundo árabe. En el plano global, el problema es si hay o no complicidad del resto de los estados y las fuerzas políticas con la ocupación sionista. La línea roja para los movimientos políticos está marcada por el financiamiento israelí: con todos los demás hay que dar la lucha política.
El fenómeno más interesante que vimos en el activismo israelí es el de los refuseniks, jóvenes que se rehúsan a enlistarse en el ejército. En diálogo con representantes públicos de Mesarvot, conocimos que la apariencia minoritaria de este movimiento tiene que ver con que pocos activistas realizan su actividad de forma pública, sin utilizar vericuetos normativos, que van a la cárcel durante meses para generar esa tribuna política de denuncia contra el régimen. Existen miles de jóvenes de cada generación que se vinculan y se organizan, pero son refuseniks “grises”: no se exponen, utilizan recursos relacionados con exenciones por salud mental o física, creencia religiosa o lo que haya a su alcance. La organización es mucho más grande de lo que se percibe desde afuera. Y cada año se renueva con el paso de las generaciones. El dato saliente de este sector de la juventud, más allá de los vaivenes de la cantidad de personas que rechazan ser reclutadas al ejército (y del cual no hay estadísticas públicas precisas), es que cada vez más personas continúan luego con un activismo de presencia en Cisjordania y participan de las movilizaciones contra el régimen.
Existe además un grupo grande de jóvenes de entre 18 y 35 años aproximadamente que se organiza para sostener una presencia continua en Masafer Yatta y en aldeas del Valle del Jordán. Sin una organicidad muy estructurada, cientos de ellos se turnan tanto en la semana como los fines de semana si trabajan, para sostener una solidaridad permanente con estas aldeas ante una hostilidad creciente y sistemática, que requiere de redes de respuesta rápida para poder moverse de un lugar a otro ante cada nuevo suceso. Este mismo activismo está a la cabeza, junto con militantes de izquierda y de partidos árabes, del llamado “Bloque Radical” en las movilizaciones dentro de los territorios del ´48. Ante una virtual prohibición total de las manifestaciones políticas, el minoritario Bloque Radical dentro de las manifestaciones por el regreso de los rehenes y el fin de la “guerra”, se transformó en el canal donde se expresan todo tipo de reclamos y reivindicaciones. Estas manifestaciones si bien han alcanzado cierta masividad callejera representan todavía a una minoría de la sociedad israelí. Este grupo es el único que sostiene pancartas y banderas contra el genocidio y también contra el pinkwashing en los desfiles LGBT. Se puede ver gran parte de su actividad en cuentas como Free Jerusalem Resistance Solidarity Network o Kivsa Shchora. También participan integrantes que conocimos de Green Olive Collective.
De una generación mayor, tuvimos un intercambio con representantes de B´Tselem (ONG de derechos humanos), del Human Rights Defenders Fund (asesores legales), de las revistas Jewish Currents y +972, y de activistas con recorridos de más de 25 años construyendo solidaridad con palestinos de Cisjordania, que participaron de Ta’ayush. En este sector, además de la trayectoria, destaca una fuerte desmoralización que se comprende a la luz del deterioro de la situación de los últimos 30 años, incluyendo los avances criminales y colonizadores de Israel al mismo tiempo que se daba una derechización absoluta de toda la sociedad civil israelí, favorecida además por dos factores demográficos: la enorme superioridad de cantidad de hijos de las familias religiosas por sobre las seculares o más progresistas, y el abandono de Israel de parte de quienes no soportan ser parte de un estado de ocupación y guerra permanentes.
Para completar el panorama, pudimos recorrer un sector de Jerusalén Este donde se alojaron los primeros años los migrantes judíos provenientes de países árabes. La guía con un relato histórico estuvo a cargo de Reuven Abergel, fundador de los “Panteras Negras” de Israel. Judío marroquí, organizó junto a otros “Mizrahim” un movimiento en la década del 70 que luchaba contra el régimen sionista que los discriminaba y que los llevó a ser parte de un proletariado muy explotado, apenas un estrato (o dos, si contamos a los judíos negros etíopes) por encima de los palestinos. Resultó particularmente interesante su denuncia del accionar conjunto en la década del ´50 y del ´60 del sionismo con gobiernos árabes cómplices, para generar un traslado forzado de judíos árabes desde Marruecos, Irak, Egipto, Siria, Líbano, hacia Israel. No se trató de una simple expulsión judeófoba como quieren presentar los defensores de Israel. Si bien había elementos de discriminación contra los judíos en esos países, eran minoritarios en comparación una mayoría asimilada que ocupaba lugares destacados en esas sociedades, incluyendo médicos, profesionales, etc. Lo que llama la atención fueron los operativos israelíes para incentivar elementos antisemitas e incluso atentados de falsa bandera para generar pánico en sectores que huyeron luego hacia la Palestina ocupada para reforzar demográficamente a la minoría judía ashkenazí.
Una única maquinaria de opresión, un único pueblo que resiste
La situación fragmentaria de la población palestina es intencional por parte de Israel: las distintas realidades a las que la somete el sionismo (habitantes de Gaza, de Cisjordania, residentes de Jerusalén sin ciudadanía, ciudadanos de los territorios del ´48, refugiados en la diáspora, etc.) buscan quebrar una identidad y una conciencia histórica. Es reconfortante haber podido comprobar que en más de 77 años, el fracaso israelí en este punto es total. Todos se reivindican palestinas y palestinos, todos alzan la misma bandera negra, blanca, verde y roja, nadie deja de considerar al resto sus hermanos. Incluso aquellos que cuentan con el “privilegio” de la ciudadanía israelí, que incluye un pasaporte y algunas libertades de movimiento, mantienen su sentido de pertenencia y expresan, en la medida de sus posibilidades concretas, una solidaridad y una lucha en común.
En Cisjordania la conciencia acerca de que lo peor del genocidio está recayendo sobre la población de Gaza es total. Sin embargo, pudimos recoger de varios activistas no sólo la idea de que toda la actuación de Israel es parte de la misma maquinaria genocida, sino también una idea de que si Israel llevaba adelante su plan de exterminar y/o expulsar a toda la población, la situación en sus territorios podría dar un giro: “Nos hacen sentir que algún día vamos a acabar como Gaza. Ya han empezado”, nos comentaba un activista de Burin en referencia al control actual del ejército sobre los alimentos, el agua y prácticamente todo aspecto de la vida.
Donia, una militante palestina de la Fundación Rosa Luxemburgo y de HaMoked (organización de derechos humanos dentro de Israel que defiende a las y los palestinos que viven bajo la ocupación), lo resumió en términos muy similares al resto: Israel es una única maquinaria que reprime a las y los palestinos, nosotros somos un único pueblo resistiendo, aunque nos quieran dividir. Impactó en su relato el nivel de persecución e incluso de autocensura al que tienen que llegar los palestinos con ciudadanía ante el recrudecimiento de la represión y la persecución desde octubre del 2023: en el primer mes posterior el 7/10 hubo cien detenciones y en el primer año mil detenciones sólo por posteos en redes sociales, algunos incluso eran solamente una bandera palestina. Viven con todos los comportamientos que conocemos de los activistas que vivieron bajo las dictaduras militares latinoamericanas, tomando precauciones respecto de las expresiones en público, cuidando de no tener agendados a otros activistas de forma que puedan ser delatados, “limpiando” sus teléfonos y redes sociales en forma diaria para que no haya elementos en su contra en caso de ser detenidos, muchos se han deshecho de libros y simbología de sus casas que pueda afectarlos en un allanamiento.
De estos testimonios también surge la dificultad de vincularse y organizarse entre los diversos activistas de estas distintas realidades. Cada uno tiene las “manos ocupadas” con su propia situación y sus propias luchas, además de que la limitación para el movimiento y las comunicaciones opera en todo momento en este sentido. Como dijimos antes, todos los testimonios siempre comenzaron con un reconocimiento de que la mayor urgencia y sufrimiento están en Gaza, pero al mismo tiempo todos se ven comprometidos a desarrollar sus propias denuncias y su propia lucha y organización. Esto lo vivimos también nosotros: en el recorrido del programa nos resultaba muy difícil conocer novedades actualizadas de lo que estaba sucediendo en la Franja de Gaza. La realidad que uno ve es tan terrible y abrumadora, especialmente en las aldeas de Cisjordania, que se produce una especie de efecto burbuja donde cuesta seguir cualquier evento por fuera del lugar donde uno está, porque es una oleada permanente de ofensiva opresora.
Cómo seguimos
Volver de Palestina viene representando un gran desafío para el trabajo cotidiano de la agrupación. A la ya frenética actividad de nuestras propias iniciativas, la participación en el Comité de Solidaridad, el impulso de coordinadoras como Sandía o la novísima Cine x Palestina y la participación en Global Jews for Palestine, se suman ahora iniciativas de campañas internacionales que fueron surgiendo a lo largo del viaje, y la aplicación de diversas herramientas que aprendimos de otras organizaciones judías para lograr abrirnos mayor paso dentro de la comunidad judía local que se encuentra mayormente bajo la égida del sionismo.
Todas las organizaciones involucradas en el programa compartimos estas mismas dificultades: a la realidad del día a día, a las luchas políticas contra los cómplices locales del sionismo, a la lucha contra la persecución judicial y la represión, se suma el trabajo de amplificar las voces palestinas que nos llegan ahora de primera mano. Todo esto nos plantea el objetivo de crecer. Necesitamos más fuerzas, más recursos, más militantes que tomen en sus manos la lucha contra el genocidio y por la liberación del pueblo palestino. También se nos plantea el desafío de encontrar el modo de fomentar y organizar contingentes de activistas judíos con mayor o menor grado de involucramiento que puedan dar un salto a partir de una experiencia en el territorio, con el objetivo de que se transformen en organizadores ellos mismos.
Como militantes socialistas y revolucionarios, más allá de la sensibilidad lógica que nos produce la existencia de este nivel de opresión y aniquilamiento, y más cuando todo eso se hace en nombre de las persecuciones que han sufrido judías y judíos a lo largo de la historia, se trata de poder debatir en el marco del activismo antisionista las raíces capitalistas de esta barbarie, la necesidad de hacer de la causa palestina una causa de todos los trabajadores y trabajadoras del mundo, en la medida en que una derrota imperialista en Palestina es un paso adelante para todos los pueblo oprimidos.