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Economía mundial 2025: Frentes de tormenta múltiples y explosivos

Trump acelera las contradicciones

Economía mundial 2025: Frentes de tormenta múltiples y explosivos

Trump acelera las contradicciones

Si hay algo que distingue la economía mundial es la multiplicación de frentes de tormenta que tienen un alcance explosivo. La guerra comercial y arancelaria ha pegado un salto con los anuncios de Trump de abril de este año. Los choques y enfrentamientos entre los estados y capitales se han acentuado muy sensiblemente. Y a partir de ello pavimenta las tendencias que se veían insinuando hacia una guerra mundial. La ofensiva de Trump, forma parte de una tentativa por parte de EEUU de contrarrestar el declive norteamericano y recuperar el poderío económico y político en retroceso y el lugar que fue perdiendo en el concierto internacional. Pero el resultado hasta ahora es incierto, atravesado por luces y sombras

Recesión con inflación 

Lo central a la hora de un balance de la gestión del magnate estadounidense es que no sólo no ha logrado relanzar la producción norteamericana con esta ofensiva, sino que esta sigue teniendo señales negativas. Está asomando una recesión sin que haya logrado mitigar las tendencias inflacionarias. Los aranceles están provocando una disparada de los precios, de modo tal, que se está abriendo paso una tendencia a una “stagflation” (recesión con inflación).

Por lo pronto, los índices de desempleo han empezado a aumentar. Datos revelan un aumento menor al esperado en los nuevos empleos creados en EE.UU. en julio. Estamos en presencia de un marcado enfriamiento del mercado laboral, donde el crecimiento del empleo ha sido de apenas 35.000 puestos mensuales en los últimos tres meses, comparado con 168.000 por mes durante 2024.

Las promesas de Trump, de que la imposición de aranceles permitiría un nuevo florecimiento de la actividad productiva no se han constatado. “En el primer trimestre de 2025 hubo una contracción del 0,5 %. El crecimiento del 3, 3 % del 2° trimestre, no refleja el crecimiento real ya que la caída de las importaciones de casi el 30 % distorsiona hacia arriba el cálculo del PBI” (Datos extraídos del Departamento de Comercio a través del Bureau of Economic). El crecimiento real del segundo semestre podría ubicarse del 1, 3 % con un promedio anual para 2025 cercano al 1,7 %. A pesar de estas tendencias —que normalmente elevarían la tasa de desempleo—, esta se ha mantenido estable en torno al 4,2 por ciento durante el último año. Esto se debió en gran parte a lo que Powell describió como “la abrupta caída en la inmigración”, resultado de las medidas represivas del régimen de Trump contra los inmigrantes desde que asumió el poder.

Aunque todavía tenuemente, los primeros impactos sobre precios ya empiezan a verificarse. Los aumentos arancelarios aún no se han reflejado completamente en los datos oficiales de inflación al consumidor, ya que algunas empresas han optado—al menos hasta ahora—por no subir los precios con el fin de conservar sus ingresos y participación en el mercado. Pero esta situación no puede sostenerse indefinidamente, y los aumentos ya empiezan a notarse en los bienes duraderos de consumo. Los precios mayoristas, medidos por el índice de precios del productor (IPP), fueron un 3,3 por ciento más altos en julio que el año anterior. 

General Motors ha afirmado que los aumentos arancelarios han reducido sus ganancias en más de 1.000 millones de dólares. Stellantis ha dicho que los aranceles a las importaciones reducirán U$$350 millones de su balance final; Nike afronta aumentos de costos de 1.000 millones y ha dicho que planea aplicar precios “quirúrgicos” para intentar contrarrestar el efecto en sus resultados. General Motors ha señalado que absorberá el golpe arancelario, al igual que otras empresas. Las industrias más pequeñas se enfrentan a consecuencias serias. Según un informe de Bloomberg, la Cámara de Comercio de Estados Unidos ha estimado que alrededor de 236.000 importadores pequeños —aquellos con menos de 500 trabajadores— compraron bienes por valor de unos U$S 868 mil millones en 2023. La cámara dijo que el impacto arancelario anual combinado para estas empresas sería de U$S 202 mil millones, un promedio de U$S 856.000 para cada empresa.”(Los aranceles de Trump. SWS, 17-08) 

Choques y fractura 

La guerra arancelaria, entretanto, alimenta un cuadro de incertidumbre y dislocamiento de la economía mundial. Esto afecta a las propias corporaciones yanquis, cuya estructura de negocios está altamente integrada y se ven perjudicadas por las barreras impuestas por el gobierno para ingresar a EEUU los bienes que fabrican en el exterior. Del mismo modo que los aumentos de los aranceles sobre los insumos redundan en un salto de los costos internos y afectan la rentabilidad de las empresas radicadas en el país. Las represalias comerciales adoptadas por China ya están agitando las aguas del sector agrario norteamericano frente al anuncio de Pekín de que pasaría a comprar la soja en Brasil en lugar de EEUU. Las represalias llegan al extremo de amenazar la paralización de la producción como ocurre con el freno dispuesto por Pekín al suministro de “tierras raras”, un material estratégico para varias industrias de punta, en el cual es el principal proveedor mundial. A partir de la tregua entre EEUU y Europa se han restablecido suministros, pero no ha alcanzado a los niveles previos a la crisis. 

Washington ha logrado imponer sus acuerdos arancelarios sobre Europa, y también Japón y Corea. Sin embargo, está prorrogando la aplicación de los aranceles a China, su principal rival y objetivo, sin lograr importantes modificaciones a su favor. Los aranceles contra India, por su comercio, con Rusia han provocado un desplazamiento de esta a un entendimiento más cercano con China. Los ataques en este marco de Trump no pretenden solo concesiones políticas (libertad de Bolsonaro en Brasil, ruptura de la importación de petróleo ruso por la India) sino concesiones económicas en todos los terrenos (apertura de mercados, primacía para sus inversiones, bienes y contratos en obras y servicios públicos, reconocimiento de pago de las patentes farmacéuticas de sus corporaciones., etc.)

A pesar del anuncio de los acuerdos indicados y una tregua entre Estados Unidos y China hasta noviembre, el caos provocado por los aranceles impuestos por el presidente Trump persiste e incluso se intensifica.

La mayor confusión gira en torno a los aranceles del 25 por ciento sobre automóviles impuestos bajo la Sección 232, que afectan especialmente a Alemania, Corea del Sur y Japón.

“Japón y EE.UU. anunciaron un acuerdo el 25 de julio que redujo los aranceles generales al 15 por ciento. Si bien este arancel general se ha implementado, el del 25 por ciento sobre autos se mantiene. Casi un mes después del anuncio, los funcionarios japoneses aún no han visto una orden ejecutiva de Trump que indique que el 15 por ciento no se suma a los aranceles sobre autos. El principal negociador comercial japonés, Ryosei Akazawa, afirmó el viernes pasado: “Seguimos viendo daños: la hemorragia no se ha detenido. Queremos que EE.UU. firme la orden ejecutiva lo antes posible.” La “hemorragia” para Japón sería significativa. Corea del Sur ha recibido un arancel general del 15 por ciento, pero el recargo del 25 por ciento sobre automóviles sigue vigente. Los datos comerciales muestran que sus exportaciones de autos a EE.UU. cayeron casi un 17 por ciento en valor en el primer semestre del año, mientras que sus exportaciones de acero —también sujetas a medidas de la Sección 232— bajaron un 11 por ciento.” (A pesar de los “acuerdos de Trump, reina confusión sobre los aranceles, SWS ,20-08) 

La UE, a su turno, creyó que se aplicaría un techo del 15 por ciento a los autos. Pero hasta ahora no ha sido así”. La Asociación Alemana de la Industria Automotriz (VDA) está presionando por una resolución rápida, ya que sus miembros están siendo golpeados duramente. En una declaración a Bloomberg la semana pasada, la presidenta de la VDA, Hildegard Müller, dijo: “El acuerdo entre la UE y EE.UU. aún no ha traído claridad ni mejoras para la industria automotriz alemana. Los costos incurridos ascienden a miles de millones y continúan aumentando.” (ídem)

Si no se revierten estos escollos, habrá presión de los fabricantes de autos para que la UE tome represalias, de modo tal que lejos de dar por concluido la crisis entre EEUU y la UE puede llegar a reabrirse con más virulencia. Recordemos que los acuerdos leoninos, como ocurrió con la “Paz de Versalles”, al final de la primera guerra mundial, con las indemnizaciones de guerra impuestas por los aliados a Alemania, fueron el combustible que alimentó el recorrido hacia la segunda guerra mundial. 

Trump dijo que la tasa arancelaria sobre chips sería “aproximadamente del 100 por ciento”, pero que no se aplicaría a las empresas que estén construyendo instalaciones de producción en EE.UU. “Apple parece haber obtenido una excepción tras comprometerse a aumentar sus inversiones en EE.UU. de 100.000 millones a 600.000 millones de dólares. Pero Apple depende de otros proveedores que no tienen la capacidad de trasladar sus operaciones al país. Las grandes productoras de chips tienen dificultades para determinar qué deben hacer para obtener concesiones.” (ídem)

La extensión de la tregua está ligada a una decisión extraordinaria del gobierno de Trump que “permite la exportación a China de chips de alta gama utilizados en el desarrollo de inteligencia artificial (IA) por parte de Nvidia y Advanced Micro Devices (AMD). Según el acuerdo, Nvidia y AMD entregarán al gobierno estadounidense el 15 por ciento de todos los ingresos por ventas de chips a China a cambio de la concesión de licencias de exportación. Se trata de un acuerdo “sin precedentes” pues ninguna empresa estadounidense ha aceptado nunca entregar parte de sus ingresos para obtener licencias de exportación. Permitir las ventas de chips a China representa un giro respecto a la decisión tomada por Trump en abril, cuando prohibió la exportación del chip H20 de Nvidia y ha provocado una fuerte reacción en los círculos militares y de inteligencia estadounidenses.” (ídem)

Los demócratas también intervinieron, denunciando la decisión de Trump como un socavamiento de la seguridad nacional de EE. UU. y un “peligroso uso indebido de los controles de exportación”. La decisión de Trump, parte de la extensión de la tregua, ha expuesto las profundas divisiones dentro de la clase dominante estadounidense. 

Burbuja e Inteligencia artificial

El auge bursátil récord que existe, crea un espejismo de que hay una onda ascendente, pero en realidad el boom obedece y está concentrado exclusivamente en las empresas líderes y en especial las llamadas 7 Magníficas del sector tecnológico. Estas últimas crecen a un ritmo anual del 26 por ciento mientras que apenas han aumentado para las otras 493 empresas del índice. Las 10 mayores compañías del S&P 500 por capitalización bursátil están dominadas por empresas tecnológicas encabezadas por Nvidia, Microsoft, Alphabet, Apple, Amazon, Tesla, Meta, Broadcom a los que se agregan Berkshire Hathaway y JP Morgan Chase. Y representan el 56 por ciento del aumento del S&P desde el 8 de abril.

Pero, inclusive el ascenso de las acciones nombradas, tiene bases endebles desde el momento que las expectativas depositadas en un aumento de ganancias derivado de la incorporación de la inteligencia artificial no se han verificado. La rentabilidad está muy por debajo de los niveles de inversión. 

A finales de este año, Meta, Amazon, Microsoft, Google y Tesla “habrán gastado más de 560 mil millones de dólares en inversión de capital en IA en los últimos dos años, pero solo han acumulado ingresos por unos 35 mil millones de dólares. Amazon planea gastar 105 mil millones de dólares en inversión de capital este año, pero obtendrá ingresos de solo 5 mil millones de dólares. Y los ingresos no son ganancias, ya que los ingresos se miden antes de los costes de la prestación de servicios de IA. La inversión de capital en IA es ahora de 332 mil millones de dólares en 2025 para solo 28,7 mil millones de dólares de ingresos. Se planea que la inversión en los enormes centros de datos necesarios para entrenar y obtener modelos de IA alcance 1 billón de dólares para finales de década” (Michael Roberts, Sin Permiso, 27-07)

Pero si alguna de las Siete Magníficas comienza a enfriarse sobre lo que está gastando en relación con los ingresos y las ganancias y, por lo tanto, reduce sus compras de chips, el precio de las acciones de Nvidia podría bajar rápidamente, llevándose a otros con ella.

¿Es probable que se materialicen los rendimientos esperados de esta inversión masiva de capital?

Tomemos el ejemplo del conocido ChatGPT. “Supuestamente tiene 500 millones de usuarios activos semanales, pero en el último censo, solo 15,5 millones son suscriptores de pago, una tasa de conversión de solo el 3%. Si bien un número cada vez mayor de personas usa chatbots de IA, solo un pequeño número paga por el servicio de IA que utilizan, produciendo ingresos anuales de alrededor de 12 mil millones de dólares, según una encuesta de 5.000 adultos estadounidenses de Menlo Ventures. Cuando se trata de ganancias de IA, la situación es aún peor. Los resultados de crecimiento de las ganancias anuales de las grandes tecnológicas se han estancado o ralentizado durante los últimos trimestres y se espera que disminuyan aún más en 2025 y 2026” (ídem).

Por lo tanto , no es aventurado advertir que el boom de la IA podría culminar de la misma forma que la crisis de las punto.com a finales de los 90. Uno de los interrogantes es el impacto de la IA en la productividad laboral. Como dice el informe de la OCDE: "Durante el último medio siglo hemos llenado oficinas y bolsillos con computadoras cada vez más rápidas, sin embargo, el crecimiento de la productividad laboral en las economías avanzadas se ha ralentizado de aproximadamente el 2 por ciento anual en la década de 1990 a alrededor del 0,8 por ciento en la última década. Incluso la alguna vez creciente producción de China por trabajador se ha estancado". La productividad de la investigación se ha ralentizado. El científico promedio ahora produce menos ideas innovadoras por dólar que su contraparte de la década de 1960 (OCDE, IA: burbujeando, Sin Permiso, 28-07)

El factor clave para aumentar la productividad laboral es la inversión en nueva tecnología que ahorre mano de obra. Pero la inversión empresarial se ha ralentizado notablemente en todos los países. Y la OCDE deja claro por qué. La "desaceleración de la inversión a pesar del crédito fácilmente disponible y barato para las empresas con acceso a los mercados de capitales está en línea con los patrones históricos que muestran que la incertidumbre y las ganancias esperadas tienden a desempeñar un papel más importante que las condiciones financieras en las decisiones de inversión". En otras palabras, la rentabilidad del capital disminuyó, reduciendo el incentivo para invertir en nuevas tecnologías. (ídem)

Y los llamados "intangibles", como la inversión en software, no compensaron la disminución de la inversión en plantas, equipos, etc. "Viene al caso destacar la mutación en la estructura del capitalismo estadounidense en las últimas décadas. Hace unos 30 años, las empresas líderes eran industriales, energéticas, de bienes de consumo básicos y tecnológicos. Hoy, ocho de las diez compañías más importantes son tecnológicas, y las dos restantes son financieras.

Esta transformación ha provocado un cambio significativo en la composición de los activos y en la forma de acumulación de ganancias. Los activos de las grandes empresas del S&P antes consistían en activos físicos, como fábricas, equipos e inventarios.” Alrededor del 90 por ciento de sus activos son intangibles, desde propiedad intelectual, valor de marca y redes, hasta código, talento de contenido y conocimiento. En Estados Unidos, la inversión en activos intangibles superó a la inversión en activos tangibles como proporción del PBI a fines de los años noventa, y la brecha no ha dejado de ampliarse. 

Hay un cambio en la forma de acumulación de ganancias en sectores clave de la economía. ”Las empresas industriales, por ejemplo, buscaban aumentar sus beneficios mediante una mayor inversión en planta y equipamiento. Pero las tecnológicas dependen cada vez más de formas parasitarias de acumulación. Los beneficios de Apple, por ejemplo, dependen del monopolio que tienen sobre sus sistemas operativos, por los cuales cobran lo que es esencialmente una renta. Si el precio de un iPhone se basara en el costo de sus componentes, su precio de venta se reduciría en cientos de dólares. Una de las fuentes de beneficios de las 7 Magníficas se deriva de establecer, sino un monopolio, al menos una posición dominante en el mercado” (El gráfico de la fiebre bursátil, SWS 23-08).

También se están produciendo cambios significativos “en la financiación de las corporaciones que están teniendo un impacto sobre los precios de las acciones. Las grandes empresas dependen cada vez más de la deuda y el apalancamiento, en lugar de recaudar fondos mediante la emisión de nuevas acciones. Por el contrario, el rasgo dominante es el fenómeno de la recompra de acciones”. (ídem).

Hasta 1982, esta práctica era ilegal, ya que se consideraba manipulación de mercado. Pero desde que la ley cambió bajo el gobierno de Reagan, se ha convertido en moneda corriente.

Las empresas estadounidenses están recomprando sus acciones a un ritmo récord, habiendo anunciado recompras por valor de 983.6 mil millones de dólares en lo que va del año, un total que se espera ascienda a 1,1 billón de dólares para fin de año, un récord histórico. Entre las principales, figuran Apple y Alphabet, la empresa matriz de Google, así como grandes bancos como JP Morgan, Bank of America y Morgan Stanley.

Este auge bursátil crea el espejismo de una economía saludable. Pero los recursos no van para financiar nuevas inversiones, capacidad productiva ni generar empleo. Esto ha provocado una valorización ficticia de las acciones, inflando sus utilidades que son distribuidas entre los accionistas, CEOS y directivos de la empresa.

Crisis de la deuda y caída del dólar

La economía mundial y en particular la estadounidense, se ha sostenido sobre la base de un creciente endeudamiento. Los booms de la bolsa no se compadecen con el desempeño de las empresas en la economía real, que arrojan resultados exiguos o directamente perdidas. Estamos en presencia de empresas “zombi” que no logran ni siquiera hacer frente a sus deudas y que vienen refinanciándolas. Las elevadas tasas de interés hacen cada vez más insostenible y comprometen el sistema financiero, que le ha prestado. Este edificio parasitario ha sido sostenido a través del rescate de los bancos centrales, empezando por la FED, ha salido en socorro de lo que hay que añadir la deuda privada de 14 billones y la deuda pública, que son otros 18 billones. El endeudamiento total de EEUU asciende a 69 billones, o sea más del doble de su PBI. EEUU soportó un temblor en marzo de 2020, cuando el mercado de bonos del Tesoro —la base del sistema financiero global y supuestamente el más seguro del mundo—se congeló. Su colapso sólo fue evitado mediante la inyección de más dinero por parte de la Fed, junto con rescates del gobierno. Tres años después, estalló la corrida sobre Silicon Valley Bank y First Republic en marzo de 2023, cuando subieron los tipos de interés y se devaluaron los bonos del Tesoro que tenían en su poder. Esto obligó a la Fed y otras autoridades gubernamentales a intervenir para organizar un rescate, no sólo de los bancos implicados, sino también con una garantía implícita para todos los demás.

La crisis capitalista y el declive norteamericano se expresan en el dólar. Una de las señales que ilustran este fenómeno es el auge del oro que ha llegado a máximos históricos. En las últimas semanas, ha pegado un nuevo salto y se aproxima a los 3700 dólares la onza. Uno de los principales demandantes son los bancos centrales. El oro se ha convertido en el segundo mayor componente de las reservas del banco central, desplazando al euro. 

El descenso actual de la divisa norteamericana completa un ciclo que arranca hace más de medio siglo con la inconvertibilidad del dólar dispuesta por el presidente Nixon en agosto de 1971, a partir del cual el dólar ha funcionado como una moneda fiduciaria. Es decir, no está respaldado por un valor real, sino que se basa en el poder financiero del Estado norteamericano y sus instituciones.

La confianza en ese poder se ha ido erosionando constantemente con la evolución de la crisis capitalista mundial y en particular en el declive yanqui. Las crisis recurrentes y cada vez de mayor envergadura, obliga a un salvataje del estado que sea expreso en una emisión cada vez mayor de dólares por parte de la Reserva Federal y un endeudamiento creciente del Tesoro. 

La política de Trump, empezando por la guerra arancelaria, ha incentivando los choques entre los estados y capitalistas y terminado por minar el orden financiero y económico internacional de posguerra, lo cual, a su turno, erosiona el poderío norteamericano. En este contexto, los bonos del tesoro y la propia divisa norteamericana han dejado de oficiar, como ocurría en el pasado, como “refugio seguro” frente a las crisis. 

El gobierno ha reducido los impuestos al capital en tanto aumenta los gastos en defensa y, agreguemos, el pago de intereses llega a la friolera de 1 billón de dólares. Los recortes de gastos en diferentes dependencias del estado, personal incluido, así como partidas sociales, no ha logrado compensar este desequilibrio. El rol llamado a jugar por el organismo comandado por Elon Musk (DOGE), creado por el magnate al comienzo de su mandato, ha terminado en un estruendoso fracaso. 

La promesa de la Casa Blanca de que las recaudaciones de los aranceles permitirán compensar la merma de ingresos por la poda de impuestos y contrarrestar por esa vía los déficits fiscales no se ha verificado. 

La disputa por la tasa de interés

En este contexto, la reducción de la tasa de interés ha pasado a ser un imperativo no solo para Wall Street, sino más de conjunto para círculos financieros y de negocios pues un estallido arrastraría la economía en su totalidad. La insistencia de Trump está vinculada a este hecho, pero sus consecuencias podrían ser contraproducentes en otros planos. Una reducción de la tasa de interés reavivaría las tendencias inflacionarias. Reduciría el costo de la deuda, entre ella de la deuda pública, pero simultáneamente, provocaría una salida de capitales invertidos en la deuda norteamericana frente a la caída de sus rendimientos y agudizaría las tendencias ya existentes a una desvalorización de los bonos del tesoro y a la propia caída del dólar que viene perdiendo terreno frente a otras monedas y activos, en especial el oro que ha alcanzado sus máximos históricos. El fenómeno inédito es que, a diferencia de otras crisis, los bonos del tesoro norteamericano hayan dejado de oficiar de “refugio seguro”. Entre los inversores empieza a asomar dudas sobre la capacidad de pago de la deuda norteamericana lo cual ha llevado a que las consultoras internacionales hayan decido bajarle la calificación de tiple A que ostentaba.

El cónclave de Jackson Hole -que anualmente reúne a los máximos representantes de los bancos centrales de todo el mundo académico y financiero- estuvo atravesado por las turbulencias que agitan la economía mundial.

Una de las expectativas principales estuvo dirigida hacia lo que dijera el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell sobre las tasas de interés. En los últimos dos años, estamos frente a elevadas tasas de interés en contraste con el dinero barato que imperó en el pasado. Las presiones sobre la Reserva Federal a favor de una reducción de la tasa de interés son crecientes. Más que un recorte de 25 puntos básicos (0,25 puntos porcentuales) -lo cual Powell acaba de anunciar- se busca una señal clara de que esto será solo el comienzo. La intención de la FED sería hacer dos recortes más similares de 0,25 porcentuales cada uno antes de fin de año. La sensación en el “mercado” -y obviamente en Washington- fue de gusto a poco.

Una de las preocupaciones fundamentales es la burbuja bursátil. El interrogante es ¿hasta cuándo puede seguir esta espiral? El anuncio de Trump de los nuevos aranceles en abril provocó inicialmente un estremecimiento de la bolsa y si bien hubo un rebote, la situación sigue siendo extremadamente precaria. Wall Street quiere curarse en salud y reclama un descenso del costo del dinero que permita financiar la operatoria de la bolsa, prolongar la especulación y evitar un estallido.

Trump quiere evitar, a través de la intervención estatal, una retracción de la economía que puede adquirir características severas. Un aspecto central de este intervencionismo por la rebaja de la tasa -que debería ser de 3 puntos, según el magnate- es lo que está en la base de las tensiones crecientes con el presidente de la Reserva Federal, que se opone a este pedido. Al fracasar su intento por removerlo, viene apelando a desplazar a otros miembros de la conducción del organismo. La gobernadora Lisa Cook fue destituida de su puesto. Esta movida forma parte de su campaña para poner a la Fed bajo su control, colocando a sus partidarios en la junta de siete miembros, que desempeña un papel central en la determinación de los tipos de interés por parte del Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC), compuesto por 12 miembros.

Pero la cosa no resulta sencilla pues la integrante de la FED resiste la destitución y estamos frente a los inicios de una batalla legal que va tener cola y que va a llegar hasta la Corte Suprema estadounidense. Esto ya ha despertado una gran polvareda pues lo que está en juego y en discusión es la independencia de la Reserva Federal. Franjas importantes del mundo académico y de los círculos de negocios han tomado distancia de la ofensiva de la Casa Blanca, alertando sobre el peligro que ésta puede ocasionar a la estabilidad financiera e institucional y al propio dólar y a la posición global del capitalismo estadounidense. No se nos puede escapar que la tentativa que Trump encarna está dirigida a la concentración del poder en manos del Poder Ejecutivo, que apunta al armado de un régimen de fuerza de tenor bonapartista con características fascistoides, por encima de las instituciones republicanas. Pero este intento tropieza con la resistencia de sectores de la clase capitalista, lo cual tiene una traducción también en el plano judicial. El magnate ha debido soportar una serie de fallos adversos que declaran ilegales deportaciones realizadas por el gobierno, la remoción de la gobernadora de la Reserva Federal, la intervención de la Guardia Nacional en Los Ángeles y, recientemente, la declaración de ilegalidad de los propios aranceles. Sintetizando, los frentes de tormenta son múltiples y en muchos casos contradictorios. Esto nos habla del carácter explosivo de la situación y al mismo tiempo explica los choques, vacilaciones y divisiones en la propia clase capitalista sobre el rumbo a seguir. Este escenario, entretanto, está erosionando la base de apoyo del gobierno de Trump, lo que se traduce en una pérdida de popularidad entre la población y un distanciamiento en las filas de la clase capitalista, como quedó plasmado en la fractura con Elon Musk, y que se extiende a otros líderes corporativos.

Si hay algo que distingue la economía mundial es la multiplicación de frentes de tormenta que tienen un alcance explosivo. La guerra comercial y arancelaria ha pegado un salto con los anuncios de Trump de abril de este año. Los choques y enfrentamientos entre los estados y capitales se han acentuado muy sensiblemente. Y a partir de ello pavimenta las tendencias que se veían insinuando hacia una guerra mundial. La ofensiva de Trump, forma parte de una tentativa por parte de EEUU de contrarrestar el declive norteamericano y recuperar el poderío económico y político en retroceso y el lugar que fue perdiendo en el concierto internacional. Pero el resultado hasta ahora es incierto, atravesado por luces y sombras

Recesión con inflación 

Lo central a la hora de un balance de la gestión del magnate estadounidense es que no sólo no ha logrado relanzar la producción norteamericana con esta ofensiva, sino que esta sigue teniendo señales negativas. Está asomando una recesión sin que haya logrado mitigar las tendencias inflacionarias. Los aranceles están provocando una disparada de los precios, de modo tal, que se está abriendo paso una tendencia a una “stagflation” (recesión con inflación).

Por lo pronto, los índices de desempleo han empezado a aumentar. Datos revelan un aumento menor al esperado en los nuevos empleos creados en EE.UU. en julio. Estamos en presencia de un marcado enfriamiento del mercado laboral, donde el crecimiento del empleo ha sido de apenas 35.000 puestos mensuales en los últimos tres meses, comparado con 168.000 por mes durante 2024.

Las promesas de Trump, de que la imposición de aranceles permitiría un nuevo florecimiento de la actividad productiva no se han constatado. “En el primer trimestre de 2025 hubo una contracción del 0,5 %. El crecimiento del 3, 3 % del 2° trimestre, no refleja el crecimiento real ya que la caída de las importaciones de casi el 30 % distorsiona hacia arriba el cálculo del PBI” (Datos extraídos del Departamento de Comercio a través del Bureau of Economic). El crecimiento real del segundo semestre podría ubicarse del 1, 3 % con un promedio anual para 2025 cercano al 1,7 %. A pesar de estas tendencias —que normalmente elevarían la tasa de desempleo—, esta se ha mantenido estable en torno al 4,2 por ciento durante el último año. Esto se debió en gran parte a lo que Powell describió como “la abrupta caída en la inmigración”, resultado de las medidas represivas del régimen de Trump contra los inmigrantes desde que asumió el poder.

Aunque todavía tenuemente, los primeros impactos sobre precios ya empiezan a verificarse. Los aumentos arancelarios aún no se han reflejado completamente en los datos oficiales de inflación al consumidor, ya que algunas empresas han optado—al menos hasta ahora—por no subir los precios con el fin de conservar sus ingresos y participación en el mercado. Pero esta situación no puede sostenerse indefinidamente, y los aumentos ya empiezan a notarse en los bienes duraderos de consumo. Los precios mayoristas, medidos por el índice de precios del productor (IPP), fueron un 3,3 por ciento más altos en julio que el año anterior. 

General Motors ha afirmado que los aumentos arancelarios han reducido sus ganancias en más de 1.000 millones de dólares. Stellantis ha dicho que los aranceles a las importaciones reducirán U$$350 millones de su balance final; Nike afronta aumentos de costos de 1.000 millones y ha dicho que planea aplicar precios “quirúrgicos” para intentar contrarrestar el efecto en sus resultados. General Motors ha señalado que absorberá el golpe arancelario, al igual que otras empresas. Las industrias más pequeñas se enfrentan a consecuencias serias. Según un informe de Bloomberg, la Cámara de Comercio de Estados Unidos ha estimado que alrededor de 236.000 importadores pequeños —aquellos con menos de 500 trabajadores— compraron bienes por valor de unos U$S 868 mil millones en 2023. La cámara dijo que el impacto arancelario anual combinado para estas empresas sería de U$S 202 mil millones, un promedio de U$S 856.000 para cada empresa.”(Los aranceles de Trump. SWS, 17-08) 

Choques y fractura 

La guerra arancelaria, entretanto, alimenta un cuadro de incertidumbre y dislocamiento de la economía mundial. Esto afecta a las propias corporaciones yanquis, cuya estructura de negocios está altamente integrada y se ven perjudicadas por las barreras impuestas por el gobierno para ingresar a EEUU los bienes que fabrican en el exterior. Del mismo modo que los aumentos de los aranceles sobre los insumos redundan en un salto de los costos internos y afectan la rentabilidad de las empresas radicadas en el país. Las represalias comerciales adoptadas por China ya están agitando las aguas del sector agrario norteamericano frente al anuncio de Pekín de que pasaría a comprar la soja en Brasil en lugar de EEUU. Las represalias llegan al extremo de amenazar la paralización de la producción como ocurre con el freno dispuesto por Pekín al suministro de “tierras raras”, un material estratégico para varias industrias de punta, en el cual es el principal proveedor mundial. A partir de la tregua entre EEUU y Europa se han restablecido suministros, pero no ha alcanzado a los niveles previos a la crisis. 

Washington ha logrado imponer sus acuerdos arancelarios sobre Europa, y también Japón y Corea. Sin embargo, está prorrogando la aplicación de los aranceles a China, su principal rival y objetivo, sin lograr importantes modificaciones a su favor. Los aranceles contra India, por su comercio, con Rusia han provocado un desplazamiento de esta a un entendimiento más cercano con China. Los ataques en este marco de Trump no pretenden solo concesiones políticas (libertad de Bolsonaro en Brasil, ruptura de la importación de petróleo ruso por la India) sino concesiones económicas en todos los terrenos (apertura de mercados, primacía para sus inversiones, bienes y contratos en obras y servicios públicos, reconocimiento de pago de las patentes farmacéuticas de sus corporaciones., etc.)

A pesar del anuncio de los acuerdos indicados y una tregua entre Estados Unidos y China hasta noviembre, el caos provocado por los aranceles impuestos por el presidente Trump persiste e incluso se intensifica.

La mayor confusión gira en torno a los aranceles del 25 por ciento sobre automóviles impuestos bajo la Sección 232, que afectan especialmente a Alemania, Corea del Sur y Japón.

“Japón y EE.UU. anunciaron un acuerdo el 25 de julio que redujo los aranceles generales al 15 por ciento. Si bien este arancel general se ha implementado, el del 25 por ciento sobre autos se mantiene. Casi un mes después del anuncio, los funcionarios japoneses aún no han visto una orden ejecutiva de Trump que indique que el 15 por ciento no se suma a los aranceles sobre autos. El principal negociador comercial japonés, Ryosei Akazawa, afirmó el viernes pasado: “Seguimos viendo daños: la hemorragia no se ha detenido. Queremos que EE.UU. firme la orden ejecutiva lo antes posible.” La “hemorragia” para Japón sería significativa. Corea del Sur ha recibido un arancel general del 15 por ciento, pero el recargo del 25 por ciento sobre automóviles sigue vigente. Los datos comerciales muestran que sus exportaciones de autos a EE.UU. cayeron casi un 17 por ciento en valor en el primer semestre del año, mientras que sus exportaciones de acero —también sujetas a medidas de la Sección 232— bajaron un 11 por ciento.” (A pesar de los “acuerdos de Trump, reina confusión sobre los aranceles, SWS ,20-08) 

La UE, a su turno, creyó que se aplicaría un techo del 15 por ciento a los autos. Pero hasta ahora no ha sido así”. La Asociación Alemana de la Industria Automotriz (VDA) está presionando por una resolución rápida, ya que sus miembros están siendo golpeados duramente. En una declaración a Bloomberg la semana pasada, la presidenta de la VDA, Hildegard Müller, dijo: “El acuerdo entre la UE y EE.UU. aún no ha traído claridad ni mejoras para la industria automotriz alemana. Los costos incurridos ascienden a miles de millones y continúan aumentando.” (ídem)

Si no se revierten estos escollos, habrá presión de los fabricantes de autos para que la UE tome represalias, de modo tal que lejos de dar por concluido la crisis entre EEUU y la UE puede llegar a reabrirse con más virulencia. Recordemos que los acuerdos leoninos, como ocurrió con la “Paz de Versalles”, al final de la primera guerra mundial, con las indemnizaciones de guerra impuestas por los aliados a Alemania, fueron el combustible que alimentó el recorrido hacia la segunda guerra mundial. 

Trump dijo que la tasa arancelaria sobre chips sería “aproximadamente del 100 por ciento”, pero que no se aplicaría a las empresas que estén construyendo instalaciones de producción en EE.UU. “Apple parece haber obtenido una excepción tras comprometerse a aumentar sus inversiones en EE.UU. de 100.000 millones a 600.000 millones de dólares. Pero Apple depende de otros proveedores que no tienen la capacidad de trasladar sus operaciones al país. Las grandes productoras de chips tienen dificultades para determinar qué deben hacer para obtener concesiones.” (ídem)

La extensión de la tregua está ligada a una decisión extraordinaria del gobierno de Trump que “permite la exportación a China de chips de alta gama utilizados en el desarrollo de inteligencia artificial (IA) por parte de Nvidia y Advanced Micro Devices (AMD). Según el acuerdo, Nvidia y AMD entregarán al gobierno estadounidense el 15 por ciento de todos los ingresos por ventas de chips a China a cambio de la concesión de licencias de exportación. Se trata de un acuerdo “sin precedentes” pues ninguna empresa estadounidense ha aceptado nunca entregar parte de sus ingresos para obtener licencias de exportación. Permitir las ventas de chips a China representa un giro respecto a la decisión tomada por Trump en abril, cuando prohibió la exportación del chip H20 de Nvidia y ha provocado una fuerte reacción en los círculos militares y de inteligencia estadounidenses.” (ídem)

Los demócratas también intervinieron, denunciando la decisión de Trump como un socavamiento de la seguridad nacional de EE. UU. y un “peligroso uso indebido de los controles de exportación”. La decisión de Trump, parte de la extensión de la tregua, ha expuesto las profundas divisiones dentro de la clase dominante estadounidense. 

Burbuja e Inteligencia artificial

El auge bursátil récord que existe, crea un espejismo de que hay una onda ascendente, pero en realidad el boom obedece y está concentrado exclusivamente en las empresas líderes y en especial las llamadas 7 Magníficas del sector tecnológico. Estas últimas crecen a un ritmo anual del 26 por ciento mientras que apenas han aumentado para las otras 493 empresas del índice. Las 10 mayores compañías del S&P 500 por capitalización bursátil están dominadas por empresas tecnológicas encabezadas por Nvidia, Microsoft, Alphabet, Apple, Amazon, Tesla, Meta, Broadcom a los que se agregan Berkshire Hathaway y JP Morgan Chase. Y representan el 56 por ciento del aumento del S&P desde el 8 de abril.

Pero, inclusive el ascenso de las acciones nombradas, tiene bases endebles desde el momento que las expectativas depositadas en un aumento de ganancias derivado de la incorporación de la inteligencia artificial no se han verificado. La rentabilidad está muy por debajo de los niveles de inversión. 

A finales de este año, Meta, Amazon, Microsoft, Google y Tesla “habrán gastado más de 560 mil millones de dólares en inversión de capital en IA en los últimos dos años, pero solo han acumulado ingresos por unos 35 mil millones de dólares. Amazon planea gastar 105 mil millones de dólares en inversión de capital este año, pero obtendrá ingresos de solo 5 mil millones de dólares. Y los ingresos no son ganancias, ya que los ingresos se miden antes de los costes de la prestación de servicios de IA. La inversión de capital en IA es ahora de 332 mil millones de dólares en 2025 para solo 28,7 mil millones de dólares de ingresos. Se planea que la inversión en los enormes centros de datos necesarios para entrenar y obtener modelos de IA alcance 1 billón de dólares para finales de década” (Michael Roberts, Sin Permiso, 27-07)

Pero si alguna de las Siete Magníficas comienza a enfriarse sobre lo que está gastando en relación con los ingresos y las ganancias y, por lo tanto, reduce sus compras de chips, el precio de las acciones de Nvidia podría bajar rápidamente, llevándose a otros con ella.

¿Es probable que se materialicen los rendimientos esperados de esta inversión masiva de capital?

Tomemos el ejemplo del conocido ChatGPT. “Supuestamente tiene 500 millones de usuarios activos semanales, pero en el último censo, solo 15,5 millones son suscriptores de pago, una tasa de conversión de solo el 3%. Si bien un número cada vez mayor de personas usa chatbots de IA, solo un pequeño número paga por el servicio de IA que utilizan, produciendo ingresos anuales de alrededor de 12 mil millones de dólares, según una encuesta de 5.000 adultos estadounidenses de Menlo Ventures. Cuando se trata de ganancias de IA, la situación es aún peor. Los resultados de crecimiento de las ganancias anuales de las grandes tecnológicas se han estancado o ralentizado durante los últimos trimestres y se espera que disminuyan aún más en 2025 y 2026” (ídem).

Por lo tanto , no es aventurado advertir que el boom de la IA podría culminar de la misma forma que la crisis de las punto.com a finales de los 90. Uno de los interrogantes es el impacto de la IA en la productividad laboral. Como dice el informe de la OCDE: «Durante el último medio siglo hemos llenado oficinas y bolsillos con computadoras cada vez más rápidas, sin embargo, el crecimiento de la productividad laboral en las economías avanzadas se ha ralentizado de aproximadamente el 2 por ciento anual en la década de 1990 a alrededor del 0,8 por ciento en la última década. Incluso la alguna vez creciente producción de China por trabajador se ha estancado». La productividad de la investigación se ha ralentizado. El científico promedio ahora produce menos ideas innovadoras por dólar que su contraparte de la década de 1960 (OCDE, IA: burbujeando, Sin Permiso, 28-07)

El factor clave para aumentar la productividad laboral es la inversión en nueva tecnología que ahorre mano de obra. Pero la inversión empresarial se ha ralentizado notablemente en todos los países. Y la OCDE deja claro por qué. La «desaceleración de la inversión a pesar del crédito fácilmente disponible y barato para las empresas con acceso a los mercados de capitales está en línea con los patrones históricos que muestran que la incertidumbre y las ganancias esperadas tienden a desempeñar un papel más importante que las condiciones financieras en las decisiones de inversión». En otras palabras, la rentabilidad del capital disminuyó, reduciendo el incentivo para invertir en nuevas tecnologías. (ídem)

Y los llamados «intangibles», como la inversión en software, no compensaron la disminución de la inversión en plantas, equipos, etc. «Viene al caso destacar la mutación en la estructura del capitalismo estadounidense en las últimas décadas. Hace unos 30 años, las empresas líderes eran industriales, energéticas, de bienes de consumo básicos y tecnológicos. Hoy, ocho de las diez compañías más importantes son tecnológicas, y las dos restantes son financieras.

Esta transformación ha provocado un cambio significativo en la composición de los activos y en la forma de acumulación de ganancias. Los activos de las grandes empresas del S&P antes consistían en activos físicos, como fábricas, equipos e inventarios.” Alrededor del 90 por ciento de sus activos son intangibles, desde propiedad intelectual, valor de marca y redes, hasta código, talento de contenido y conocimiento. En Estados Unidos, la inversión en activos intangibles superó a la inversión en activos tangibles como proporción del PBI a fines de los años noventa, y la brecha no ha dejado de ampliarse. 

Hay un cambio en la forma de acumulación de ganancias en sectores clave de la economía. ”Las empresas industriales, por ejemplo, buscaban aumentar sus beneficios mediante una mayor inversión en planta y equipamiento. Pero las tecnológicas dependen cada vez más de formas parasitarias de acumulación. Los beneficios de Apple, por ejemplo, dependen del monopolio que tienen sobre sus sistemas operativos, por los cuales cobran lo que es esencialmente una renta. Si el precio de un iPhone se basara en el costo de sus componentes, su precio de venta se reduciría en cientos de dólares. Una de las fuentes de beneficios de las 7 Magníficas se deriva de establecer, sino un monopolio, al menos una posición dominante en el mercado” (El gráfico de la fiebre bursátil, SWS 23-08).

También se están produciendo cambios significativos “en la financiación de las corporaciones que están teniendo un impacto sobre los precios de las acciones. Las grandes empresas dependen cada vez más de la deuda y el apalancamiento, en lugar de recaudar fondos mediante la emisión de nuevas acciones. Por el contrario, el rasgo dominante es el fenómeno de la recompra de acciones”. (ídem).

Hasta 1982, esta práctica era ilegal, ya que se consideraba manipulación de mercado. Pero desde que la ley cambió bajo el gobierno de Reagan, se ha convertido en moneda corriente.

Las empresas estadounidenses están recomprando sus acciones a un ritmo récord, habiendo anunciado recompras por valor de 983.6 mil millones de dólares en lo que va del año, un total que se espera ascienda a 1,1 billón de dólares para fin de año, un récord histórico. Entre las principales, figuran Apple y Alphabet, la empresa matriz de Google, así como grandes bancos como JP Morgan, Bank of America y Morgan Stanley.

Este auge bursátil crea el espejismo de una economía saludable. Pero los recursos no van para financiar nuevas inversiones, capacidad productiva ni generar empleo. Esto ha provocado una valorización ficticia de las acciones, inflando sus utilidades que son distribuidas entre los accionistas, CEOS y directivos de la empresa.

Crisis de la deuda y caída del dólar

La economía mundial y en particular la estadounidense, se ha sostenido sobre la base de un creciente endeudamiento. Los booms de la bolsa no se compadecen con el desempeño de las empresas en la economía real, que arrojan resultados exiguos o directamente perdidas. Estamos en presencia de empresas “zombi” que no logran ni siquiera hacer frente a sus deudas y que vienen refinanciándolas. Las elevadas tasas de interés hacen cada vez más insostenible y comprometen el sistema financiero, que le ha prestado. Este edificio parasitario ha sido sostenido a través del rescate de los bancos centrales, empezando por la FED, ha salido en socorro de lo que hay que añadir la deuda privada de 14 billones y la deuda pública, que son otros 18 billones. El endeudamiento total de EEUU asciende a 69 billones, o sea más del doble de su PBI. EEUU soportó un temblor en marzo de 2020, cuando el mercado de bonos del Tesoro —la base del sistema financiero global y supuestamente el más seguro del mundo—se congeló. Su colapso sólo fue evitado mediante la inyección de más dinero por parte de la Fed, junto con rescates del gobierno. Tres años después, estalló la corrida sobre Silicon Valley Bank y First Republic en marzo de 2023, cuando subieron los tipos de interés y se devaluaron los bonos del Tesoro que tenían en su poder. Esto obligó a la Fed y otras autoridades gubernamentales a intervenir para organizar un rescate, no sólo de los bancos implicados, sino también con una garantía implícita para todos los demás.

La crisis capitalista y el declive norteamericano se expresan en el dólar. Una de las señales que ilustran este fenómeno es el auge del oro que ha llegado a máximos históricos. En las últimas semanas, ha pegado un nuevo salto y se aproxima a los 3700 dólares la onza. Uno de los principales demandantes son los bancos centrales. El oro se ha convertido en el segundo mayor componente de las reservas del banco central, desplazando al euro. 

El descenso actual de la divisa norteamericana completa un ciclo que arranca hace más de medio siglo con la inconvertibilidad del dólar dispuesta por el presidente Nixon en agosto de 1971, a partir del cual el dólar ha funcionado como una moneda fiduciaria. Es decir, no está respaldado por un valor real, sino que se basa en el poder financiero del Estado norteamericano y sus instituciones.

La confianza en ese poder se ha ido erosionando constantemente con la evolución de la crisis capitalista mundial y en particular en el declive yanqui. Las crisis recurrentes y cada vez de mayor envergadura, obliga a un salvataje del estado que sea expreso en una emisión cada vez mayor de dólares por parte de la Reserva Federal y un endeudamiento creciente del Tesoro. 

La política de Trump, empezando por la guerra arancelaria, ha incentivando los choques entre los estados y capitalistas y terminado por minar el orden financiero y económico internacional de posguerra, lo cual, a su turno, erosiona el poderío norteamericano. En este contexto, los bonos del tesoro y la propia divisa norteamericana han dejado de oficiar, como ocurría en el pasado, como “refugio seguro” frente a las crisis. 

El gobierno ha reducido los impuestos al capital en tanto aumenta los gastos en defensa y, agreguemos, el pago de intereses llega a la friolera de 1 billón de dólares. Los recortes de gastos en diferentes dependencias del estado, personal incluido, así como partidas sociales, no ha logrado compensar este desequilibrio. El rol llamado a jugar por el organismo comandado por Elon Musk (DOGE), creado por el magnate al comienzo de su mandato, ha terminado en un estruendoso fracaso. 

La promesa de la Casa Blanca de que las recaudaciones de los aranceles permitirán compensar la merma de ingresos por la poda de impuestos y contrarrestar por esa vía los déficits fiscales no se ha verificado. 

La disputa por la tasa de interés

En este contexto, la reducción de la tasa de interés ha pasado a ser un imperativo no solo para Wall Street, sino más de conjunto para círculos financieros y de negocios pues un estallido arrastraría la economía en su totalidad. La insistencia de Trump está vinculada a este hecho, pero sus consecuencias podrían ser contraproducentes en otros planos. Una reducción de la tasa de interés reavivaría las tendencias inflacionarias. Reduciría el costo de la deuda, entre ella de la deuda pública, pero simultáneamente, provocaría una salida de capitales invertidos en la deuda norteamericana frente a la caída de sus rendimientos y agudizaría las tendencias ya existentes a una desvalorización de los bonos del tesoro y a la propia caída del dólar que viene perdiendo terreno frente a otras monedas y activos, en especial el oro que ha alcanzado sus máximos históricos. El fenómeno inédito es que, a diferencia de otras crisis, los bonos del tesoro norteamericano hayan dejado de oficiar de “refugio seguro”. Entre los inversores empieza a asomar dudas sobre la capacidad de pago de la deuda norteamericana lo cual ha llevado a que las consultoras internacionales hayan decido bajarle la calificación de tiple A que ostentaba.

El cónclave de Jackson Hole -que anualmente reúne a los máximos representantes de los bancos centrales de todo el mundo académico y financiero- estuvo atravesado por las turbulencias que agitan la economía mundial.

Una de las expectativas principales estuvo dirigida hacia lo que dijera el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell sobre las tasas de interés. En los últimos dos años, estamos frente a elevadas tasas de interés en contraste con el dinero barato que imperó en el pasado. Las presiones sobre la Reserva Federal a favor de una reducción de la tasa de interés son crecientes. Más que un recorte de 25 puntos básicos (0,25 puntos porcentuales) -lo cual Powell acaba de anunciar- se busca una señal clara de que esto será solo el comienzo. La intención de la FED sería hacer dos recortes más similares de 0,25 porcentuales cada uno antes de fin de año. La sensación en el “mercado” -y obviamente en Washington- fue de gusto a poco.

Una de las preocupaciones fundamentales es la burbuja bursátil. El interrogante es ¿hasta cuándo puede seguir esta espiral? El anuncio de Trump de los nuevos aranceles en abril provocó inicialmente un estremecimiento de la bolsa y si bien hubo un rebote, la situación sigue siendo extremadamente precaria. Wall Street quiere curarse en salud y reclama un descenso del costo del dinero que permita financiar la operatoria de la bolsa, prolongar la especulación y evitar un estallido.

Trump quiere evitar, a través de la intervención estatal, una retracción de la economía que puede adquirir características severas. Un aspecto central de este intervencionismo por la rebaja de la tasa -que debería ser de 3 puntos, según el magnate- es lo que está en la base de las tensiones crecientes con el presidente de la Reserva Federal, que se opone a este pedido. Al fracasar su intento por removerlo, viene apelando a desplazar a otros miembros de la conducción del organismo. La gobernadora Lisa Cook fue destituida de su puesto. Esta movida forma parte de su campaña para poner a la Fed bajo su control, colocando a sus partidarios en la junta de siete miembros, que desempeña un papel central en la determinación de los tipos de interés por parte del Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC), compuesto por 12 miembros.

Pero la cosa no resulta sencilla pues la integrante de la FED resiste la destitución y estamos frente a los inicios de una batalla legal que va tener cola y que va a llegar hasta la Corte Suprema estadounidense. Esto ya ha despertado una gran polvareda pues lo que está en juego y en discusión es la independencia de la Reserva Federal. Franjas importantes del mundo académico y de los círculos de negocios han tomado distancia de la ofensiva de la Casa Blanca, alertando sobre el peligro que ésta puede ocasionar a la estabilidad financiera e institucional y al propio dólar y a la posición global del capitalismo estadounidense. No se nos puede escapar que la tentativa que Trump encarna está dirigida a la concentración del poder en manos del Poder Ejecutivo, que apunta al armado de un régimen de fuerza de tenor bonapartista con características fascistoides, por encima de las instituciones republicanas. Pero este intento tropieza con la resistencia de sectores de la clase capitalista, lo cual tiene una traducción también en el plano judicial. El magnate ha debido soportar una serie de fallos adversos que declaran ilegales deportaciones realizadas por el gobierno, la remoción de la gobernadora de la Reserva Federal, la intervención de la Guardia Nacional en Los Ángeles y, recientemente, la declaración de ilegalidad de los propios aranceles. Sintetizando, los frentes de tormenta son múltiples y en muchos casos contradictorios. Esto nos habla del carácter explosivo de la situación y al mismo tiempo explica los choques, vacilaciones y divisiones en la propia clase capitalista sobre el rumbo a seguir. Este escenario, entretanto, está erosionando la base de apoyo del gobierno de Trump, lo que se traduce en una pérdida de popularidad entre la población y un distanciamiento en las filas de la clase capitalista, como quedó plasmado en la fractura con Elon Musk, y que se extiende a otros líderes corporativos.

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