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La lucha palestina es parte esencial de la revolución árabe

Abajo los regímenes reaccionarios socios del sionismo y el imperialismo

La lucha palestina es parte esencial de la revolución árabe

Abajo los regímenes reaccionarios socios del sionismo y el imperialismo

La lucha del pueblo palestino por su derecho a la autodeterminación nacional está asentada en la lucha contra la opresión sionista/imperialista, como parte de la revolución árabe contra el imperialismo mundial. Desde fines del siglo XIX se planteó políticamente la lucha contra la intervención y opresión imperialista en todo el Medio Oriente.

En la primera guerra mundial uno de los objetivos del imperialismo europeo fue el desguace y reparto del viejo imperialismo otomano. Se trataba de un imperialismo de viejo tipo, basado en el dominio militar/administrativo directo.

Al empezar la guerra en 1914 el imperio Otomano tenía bajo su férula directa, a prácticamente toda la zona de Medio Oriente: Líbano, Siria, Irak, Palestina, Yemen, Arabia Saudita, Jordania. Divididas en diferentes provincias otomanas, se habían formado pequeñas burguesías árabes y oligarquías feudales  que coexistían con las autoridades imperiales. La guerra mundial y el agotamiento del viejo imperio otomano (llamado el “hombre enfermo” por el zar ruso) planteaba la independencia nacional de los árabes. Esto fue manipulado por Francia y Gran Bretaña que alentaron el levantamiento de los árabes contra la Turquía imperial –con la que se estaban enfrentando militarmente en la guerra imperialista mundial- prometiendo apoyo y reconocimiento de la independencia y unidad nacional árabe en todo el vasto territorio que iba desde el Canal de Suez y Egipto hasta Persia (ahora Irán).

En 1916 se producirá el levantamiento árabe, que jugó un papel importante en retener a gran parte de las tropas otomanas y contribuyó a su derrota final en 1918 a manos del imperialismo anglo/francés. Pero las “promesas” imperialistas a los árabes, no se cumplieron. Porque eran falsas desde el principio. En 1916, se firmó un pacto secreto entre el Reino Unido y Francia -el Acuerdo Sykes-Picot- para repartirse los territorios árabes del Imperio Otomano al terminar la guerra. El levantamiento nacional árabe sería utilizado como “carne de cañón” del imperialismo occidental en su lucha interimperialista contra Alemania y su aliado Otomano.

El acuerdo dividió esa región en el dominio de esferas de influencia directa de Francia y Gran Bretaña. Palestina quedará bajo el mandato del Reino Unido. No solo eso: en 1917 Gran Bretaña emitirá la Declaración Balfour, prometiendo –a instancias del movimiento sionista- instalar en el territorio de Palestina un “Hogar Judío”. Los británicos introducían así, en Palestina, una abierta “quintacolumna” sionista, auxiliar de su dominación sobre los pueblos árabes. No es ocioso recordar que el movimiento sionista desde sus inicios ofreció, a las potencias imperialistas, sus servicios para defender los intereses de la “civilización” (imperialista) contra la “barbarie” (musulmana y árabe). Las fronteras de los nuevos estados de la región fueron manipuladas y creadas a conveniencia de Francia y Gran Bretaña. La aspiración a crear una “nación árabe” fue cortada de cuajo por un proceso de “balcanización” de todo el Medio Oriente árabe. Algo similar a lo que ocurrió con América Latina un siglo antes en su proceso independentista de España, donde se rompió la unidad continental por la creación de una serie de estados “independientes” alentando el poder de oligarquías locales. Esto para mejor poder manipular el destino de las nuevas naciones.

La lucha del pueblo palestino por su independencia y autodeterminación es, desde sus inicios, parte de la revolución árabe. A fines del año 1917, el ejército británico, proveniente de Egipto, penetró a través de Gaza en la Palestina y se instaló como gobierno, luego refrendado por un “mandato” de la Liga de las Naciones (anterior a la ONU). Traicionó así las promesas realizadas de independencia de la “nación árabe”. La resistencia palestina comenzó al poco tiempo. Pero en Palestina, a diferencia de los otros estados del Medio Oriente, se terminó instalando directamente una empresa de colonización para crear un “Estado” de los sionistas. Esto se realizó sobre la base de un proceso violento de conquista y expulsión del pueblo que allí habitaba. No se buscaba la creación de un régimen de “apartheid” para que la minoría sionista/imperialista pudiera superexplotar a los nativos palestinos, sino la expulsión violenta de los mismos, para crear un estado colonial racista.

En 1936 estalló la gran rebelión palestina contra los británicos. Se inició con una huelga general que duró más de 6 meses, seguida de lucha de guerrillas. El imperio inglés invirtió gran cantidad de tropas en la represión, acompañadas por bandas paramilitares sionistas contra los árabes. La rebelión se terminó extinguiendo porque no se extendió al resto de las regiones árabes y no recibió tampoco de estas, suministros y armas para resistir. Entonces se planteo, por primera vez, un proyecto de “Partición” de Palestina (Comisión Peel) en dos Estados: uno judío y otro árabe (que por supuesto fue rechazado por los palestinos).

Los imperialismos fueron estableciendo acuerdos con las monarquías feudales, los jeques musulmanes y las camarillas burguesas de cada una de las regiones del Medio Oriente para mantener un cuadro geopolítico favorable que permitiera la explotación de los recursos naturales (el petróleo en primer lugar) por los monopolios transnacionales. 

En este cuadro de opresión imperialista, han proliferado tendencias nacionalistas en el mundo árabe. Corrientes panárabes o panislámicas subordinadas a direcciones reaccionarias que oprimen a sus propios pueblos y, suelen traicionar, cualquier mandato de lucha consecuente contra el imperialismo y el sionismo.

En 1948 al producirse la “Partición” y formarse el Estado sionista, fue la Liga Arabe la que coordino la intervención de los ejércitos de Egipto, Irak, Siria, Líbano, Arabia Saudita, Yemen y Transjordania. Lo hizo muy mal. El de Transjordania era el ejército más importante. Este reino había sido creado unos años antes, separándolo de Palestina, por los británicos. Su ejército había sido entrenado y estaba dirigido por un oficial inglés que tenía como “táctica”, en la guerra contra los sionistas, una política defensiva (defender zonas bajo control transjordanas), pero no atacar las posiciones sionistas. Golda Meir, que sería primera ministra del Estado sionista, tuvo largas conversaciones (“durante meses”) con el rey Abdallah I para que no permitiera, siquiera, la creación de un Estado Palestino en el territorio en disputa. Prefirió entregar las tierras de lo que se conoce como Cisjordania, para que quedaran integradas al reino hachemita de Transjordania. A las pocas semanas de iniciada la confrontación entre judíos y árabes, los primeros tenían el doble de hombres en armas (y también de armas, provistas por Checoslovaquia) que los ejércitos  árabes intervinientes. Cada país firmo la paz por separado con el nuevo estado sionista de Israel. La “unidad” de la “nación árabe” se evidencio como un mito. Las clases dominantes eran incapaces de unificarse en búsqueda de una salida antiimperialista y antisionista, en defensa del pueblo palestino. Transjordania pasaría a llamarse Jordania y asimilaría a su territorio la Cisjordania para tener bajo control al pueblo palestino, allí residente. Egipto haría lo mismo con Gaza.

El golpe angloyanqui que en 1953 derribo a Mossadegh (por sus medidas de nacionalización de las empresas petroleras imperialistas) y la restauración del Sha (rey) en Irán, creo un dispositivo militar geopolítico contrarrevolucionario en coordinación con el “nuevo” Estado sionista.

Meses antes se produjo el golpe nacionalista de Nasser (1952) en Egipto que derribo a la monarquía aliada con los ingleses. Y se produjeron otros movimientos (Irak, Siria) que dieron lugar a gobiernos nacionalistas contra viejas camarillas monárquicas. Israel actuó en todos los casos como ejecutor de planes del imperialismo. Cuando Egipto nacionalizó el Canal de Suez (1956), bajo “propiedad” de Francia y Gran Bretaña, estas dos potencias imperialistas en alianza con Israel, declararon la guerra al régimen nasserista. Buscaban recuperar el dominio del Canal y voltear al régimen nacionalista.

Las corrientes nacionalistas burguesas (y pequeñoburguesas) árabes intentaron pasos para imponer la unidad de la “nación árabe”, e incluso recuperar Palestina. Se llegó a formar la República Arabe Unida (RAU: unión entre Egipto y Siria, adhesión política posterior de Irak). Pero fracasó. El mismo Nasser denunció la ruptura de Siria de la RAU por obra de los sectores árabes reaccionarios. La unión árabe se pretendía realizar sin tomar medidas revolucionarias (reforma agraria, expropiaciones antiimperialistas, armamento popular, etc.) que ahogaran el peso social de las clases dominantes feudales y capitalistas que buscaban apoyarse en el imperialismo (y pactar con su enclave israelí en Medio Oriente) por el temor a la movilización y el armamento de las masas. Los regímenes nacionalistas quedaban a medio camino de la realización de una revolución democrática.

Israel actuará todo el tiempo como peón imperialista, interviniendo activamente para tratar de rediseñar el mapa geopolítico de Medio Oriente. Cuando la guerra de 1967, Israel retomó el control de la Cisjordania, arrebatándosela a Jordania, de Gaza y el Sinaí, quitándoselas a Egipto y de los Altos del Golán, de manos de Siria. Sus tropas trataron de avanzar hacia la capital siria, Damasco, para terminar de voltear al gobierno nacionalista.

Este papel de gendarme del sionismo se acrecentó en importancia con el triunfo de la revolución iraní que derribó al régimen del Sha (1979), adoptando una posición antiyanqui y antisionista. Irán tenía, entonces, al ejército más importante de Medio Oriente, armado hasta los dientes por los yanquis. 

La OLP (Organización para la Liberación de Palestina) fue reconocida por la Liga Arabe, para dar una representatividad a los palestinos, recién en 1964: 16 años después de su expulsión por  las tropas sionistas. El drama de los refugiados que vivían en campamentos en Transjordania, Líbano, Siria y Egipto, y sus tendencias a organizarse, llevaron a esta creación. La OLP desarrollo una política de resistencia a la ocupación sionista. La guerra detonada en 1967 por el Estado sionista salió a prevenir la estructuración político-militar de la OLP. Jordania tuvo un mínimo papel en esta guerra y como resultado de la derrota, el reinado jordano entregara a Israel las tierras que había incorporado en 1948, para sacarse de encima a las masas palestinas, que eran un factor de movilización antiimperialista en su país. El gobierno jordano girará cada vez más hacia un acuerdo con Israel, convirtiéndose en un fuerte adversario del pueblo palestino. En 1970 se provocaría el llamado “septiembre negro” donde el gobierno jordano llevo adelante una feroz represión contra la OLP y el movimiento palestino. Se estiman en alrededor de 25000 muertos y unos 10000 presos palestinos. La dirección de la OLP que funcionaba en Jordania se vio expulsada y obligada a trasladarse a El Líbano.

En 1982 el ejército sionista ataca, nuevamente, El Líbano y llega a ocupar parte de la capital, Beirut, planteando la expulsión de la OLP. El mundo árabe, en general, salvo protestas, deja que se consuma esta nueva ofensiva criminal sionista. Parte de la guerrilla de la OLP, para retirarse, debe entregar sus armas. Sobre esta base es que el sionismo y sectores fascistas libaneses tomarán por asalto a los indefensos grandes campamentos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila, provocando más de 5000 muertos. Obligada a emigrar, ningún país árabe quería ser sede de la OLP. Esta tuvo que instalarse en la lejana Túnez, actuando con muchas limitaciones.

En 1987 se produjo la Intifada en los territorios ocupados por las tropas sionistas. Se trata de una masiva rebelión, con piedras contra los tanques israelíes, de las masas juveniles que nacieron expulsadas de sus tierras. Antes, en 1977, el gobierno egipcio terminó reconociendo al Estado de Israel y firmando una “paz”, promovida por el gobierno yanqui. La Intifada fue una respuesta del pueblo palestino a las políticas de conciliación con el régimen sionista. La Intifada había estallado al cumplirse 20 años de la ocupación de los territorios de Gaza, Cisjordania y Jerusalén por los sionistas, después de la guerra de 1967. El gobierno israelí venía desarrollando procesos de radicación de colonias sionistas en los “territorios ocupados”. Como había hecho antes de 1948, expulsando a los palestinos residentes.

Presionados por los regímenes árabes, la Intifada fue desviada por su dirección (Arafat de la OLP) para establecer los Acuerdos de Oslo en 1994. Por estos Acuerdos se acepto la Partición de Palestina en 1948, con el reconocimiento del Estado de Israel y la formación de otro Estado Palestino. Se dio marcha atrás en el programa de la OLP que planteaba la lucha por un Estado único, laico, democrático y no racista, en todo el territorio histórico de Palestina, lo que planteaba la disolución del Estado sionista/imperialista y el “derecho al retorno” de las masas árabes expulsadas. Esto dividió a la OLP y género la creación de Hamas y otras corrientes palestinas que se escindieron de la autoridad de Al Fatah, planteando mantener la lucha por un estado único. Pero también cambió la orientación laicista que tenía Al Fatah. Hamas y otras organizaciones plantearon la constitución de un Estado islámico, buscando el apoyo de los Hermanos Musulmanes de Egipto y del gobierno de Irán. Pero mantuvieron las banderas del retorno y del estado único y disolución del estado sionista.

Como sabemos, la Autoridad Nacional Palestina (ANP) que se constituyo como un remedo de Estado, quedo prisionera del gobierno sionista en un territorio dividido, controlado por las fuerzas armadas sionistas. Actuaba como una policía colaboracionista de los sionistas contra los activistas palestinos que se organizaban y movilizaban. El pueblo se fue volcando por las organizaciones palestinas contrarias a los acuerdos de Oslo. En el 2000 estalló una segunda Intifada que duró hasta el 2004, especialmente en los territorios ocupados, pero también en sectores palestinos dentro del propio Israel, ante el avance colonizador. En el 2006, en elecciones democráticas dentro de Gaza, ganó la fracción de Hamas (que rechaza la política capituladora de los Acuerdos de Oslo) desplazando a Al Fatah. La ANP quedó recluida solo a Cisjordania, donde desde entonces se negó a convocar elecciones, temiendo un resultado similar al de Gaza.

La “Primavera Arabe” estallara en 2011, recorriendo gran parte de los países árabes del Medio Oriente. Fue una ola de revoluciones y alzamientos de los trabajadores y pueblos contra sus gobiernos reaccionarios y explotadores. Varios de ellos usaban una fraseología de apoyo a la lucha del pueblo palestino -mientras negociaban y acordaban con los sionistas/imperialistas- para distraer acerca de la opresión que ejercían sobre sus pueblos. El más importante, fue el estallido revolucionario en Egipto que derribó a la dictadura de 30 años de Mubarak, enrolado directamente en el bando imperialista (participó de la alianza angloyanqui en la guerra contra Irak en 1991, etc.).

Al calor de esta ola de ascenso de las luchas populares en Medio Oriente, también intervinieron las masas palestinas.  En mayo del 2011, en el aniversario de la Nakba, se organizaron grandes manifestaciones de miles de “exiliados” palestinos residentes en las vecinas Jordania, Siria y El Líbano (acompañadas por organizaciones populares) sobre las zonas ocupadas por Israel. Estas fueron primero reprimidas por los gobiernos de estos países y cuando lograron de todas maneras sobrepasar, tuvieron que enfrentar la represión sionista. 

El pueblo palestino tuvo que enfrentar una y otra vez no solo al sionismo/imperialismo, sino también a los gobiernos árabes cómplices de estos. Después de Egipto y Jordania, en 2020, con la intervención rectora de los yanquis se firman los “Acuerdos de Abraham” por los que también Barehin, Emiratos Arabes, Sudan y Marruecos reconocen la legitimidad de la existencia del Estado sionista de Israel. Y en el 2023 estaban a punto de adherir a estos “Acuerdos”, Arabia Saudita y Catar. La extraordinaria acción militar del 7 de octubre de ese año, protagonizada por la Resistencia Palestina, tenía como uno de sus objetivos políticos bloquear esta adhesión que iba dejando cada vez más aislada la lucha palestina.

La desigual, terrorista y sanguinaria guerra que lanzaron el régimen de Netanyahu y el imperialismo contra Gaza contó con un vasto apoyo imperialista y de los colaboracionistas gobiernos árabes. La dictadura de Sissi en Egipto fue un factor clave: ayudó a cercar férreamente Gaza impidiendo la entrada de alimentos y medicinas y la salida de enfermos y heridos. También reprimió a su pueblo y a las delegaciones internacionales que intentaron romper desde afuera el cerco del gueto de Gaza. Es cómplice directo del genocidio sobre el pueblo palestino. Jordania participo directamente para la defensa antiaérea de Israel, permitiendo la instalación de misiles en su territorio para parar los ataques de represalia contra los bombardeos a Gaza, Siria, Yemen, Libia e Irán. Y bloqueando su frontera a los palestinos de Cisjordania. Catar que se ufana de “neutral” tiene instalada en su territorio una de las mayores bases militares yanquis (más de 10 mil soldados) de la región, que fue construida con apoyo del gobierno catarí y desde donde parten misiles y bombardeos sobre diversos países de la región, siendo también parte del dispositivo antiaéreo de defensa de Israel. 

La guerra genocida contra los palestinos es parte de los intentos de modificar el esquema geopolítico, para producir un “reordenamiento” proimperialista y reaccionario en Medio Oriente. Los sionistas sirvieron de punta de lanza para provocar la caída del gobierno de Siria, los fuertes golpes contra Hezbollah en El Líbano, los bombardeos contra Irán y Yemen buscando cambio de regímenes políticos, etc. Diversos países árabes han tenido, ahora, un papel importante en apoyar el “plan de paz” de Trump (y Netanyahu), presionando a la Resistencia Palestina para que adhiera al mismo, sin enfrentar los términos lesivos para el pueblo palestino. No es una muestra de panarabismo entendido como unidad y solidaridad política de los estados árabes; sino de subordinación de estos a la estrategia trumpista.

Este amplio frente contra la lucha palestina ha tenido como contrapartida apoyos parciales de diversos gobiernos, organizaciones y, fundamental, de las masas árabes que se han manifestado en diversas oportunidades contra el genocidio sionista, cuestionando en muchos casos a sus gobiernos. Gaza no hubiera podido resistir sin ciertos apoyos materiales de diversos gobiernos árabes y organizaciones de lucha (Hezbollah de El Líbano, etc.). Y, por supuesto, a medida que se desarrollaba la actual guerra genocida, sin las grandes movilización de masas en el mundo (EEUU, Reino Unido, Italia, etc.). 

La lucha por la libertad y autodeterminación de Palestina está íntimamente unida a la lucha de clases contra las políticas de que propugnan una conciliación entre las clases explotadoras y las clases explotadas en torno a una “unidad nacional” dirigida por las clases dominantes, subordinando (y reprimiendo) los reclamos de las masas trabajadoras. Cuando las masas explotadas se organizan para exigir sus derechos contra la explotación, las clases dominantes giran al acuerdo con el imperialismo y la reacción sionista para derrotarlas.

Estas clases dominantes sufren también por la expoliación imperialista, pero son incapaces de librar una lucha consecuente de liberación nacional. Su papel de terratenientes o burgueses de un país atrasado los lleva a reclamar contra los poderes imperiales, pero el temor de movilizar a las masas y responder a los reclamos de esta, los frena.

A lo largo del siglo XX y lo que va del XXI, el imperialismo se alió a camarillas de las monarquías feudales primero, luego de los gobiernos republicanos que se reclamaban nacionalistas y, más tarde, a los regímenes islámicos. Cada una de estos regímenes diferentes planteó la conciliación de clases, la subordinación de las clases explotadas, postergando sus reclamos esenciales (reforma agraria, etc.), para constituir gobiernos de unidad nacional. La bandera antiimperialista y más aún la antisionista, fue usada como pantalla para producir esta “unidad nacional” reaccionaria. La bandera del panarabismo (y más aún la del panislamismo confesional) han devenido en reaccionarias. En todas las guerras habidas en torno a Palestina, diversos gobiernos árabes actuaron como traidores abiertos a la lucha popular. Las clases dominantes se acuerdan de sus “deberes nacionales” cuando la presión imperialista/sionista amenaza con desalojarlos. Y, a veces, ni siquiera. No se podrá ganar una guerra contra el sionismo, si antes no se desarrolla una intensa lucha de clases para echar del poder a las clases dominantes árabes. Los pueblos árabes están casi unánimemente del lado de la lucha palestina, como lo evidencian las grandes manifestaciones que se han venido desarrollando, en muchos casos frenadas o reprimidas por sus gobiernos (Egipto, etc.). No podrá haber una lucha triunfante esperando la acción común con estos regímenes reaccionarios. La actual guerra genocida así lo evidencia. 

Las derrotas militares árabes solo pueden explicarse políticamente. No por un supremacismo sionista/imperialista. Dos millones de gazaties han demostrado durante dos largos años como pudieron resistir lo más completo de la tecnología bélica sionista y del imperialismo mundial. Para avanzar en el camino de la revolución árabe, hay que avanzar en organizar a las masas obreras y campesinas explotadas en forma independiente de sus gobiernos.

Desde ya, nadie plantea desdeñar los apoyos circunstanciales materiales de algunos regímenes u organizaciones de Medio Oriente que no se proclaman socialistas, sino nacionalistas o islamistas. La Resistencia de Gaza habría tenido mucho más dificultades si no hubiera contado con ellos. Pero la perspectiva es que realmente se produzca una revolución árabe, que no solo tome medidas democráticas revolucionarias (expropiación imperialista, reforma agraria, armamento de las masas, etc.), sino que ponga al frente a una dirección obrera y socialista. Una revolución permanente hasta eliminar la explotación capitalista/imperialista/sionista en Medio Oriente.

Apoyamos en forma incondicional toda lucha real contra el sionismo y el imperialismo, más si esta es, como lo ha sido en Gaza, armada. En ese campo, debemos apelar a las masas árabes para que se levanten contra sus gobiernos reaccionarios, prosionistas y proimperialistas e instauren gobiernos de obreros y campesinos. Así se podrá avanzar en la Federación Socialista de los pueblos árabes (y otras etnias) de Medio Oriente, contra el sionismo y el imperialismo y sacar a las masas de su presente de explotación, guerra y miseria.

La lucha del pueblo palestino por su derecho a la autodeterminación nacional está asentada en la lucha contra la opresión sionista/imperialista, como parte de la revolución árabe contra el imperialismo mundial. Desde fines del siglo XIX se planteó políticamente la lucha contra la intervención y opresión imperialista en todo el Medio Oriente.

En la primera guerra mundial uno de los objetivos del imperialismo europeo fue el desguace y reparto del viejo imperialismo otomano. Se trataba de un imperialismo de viejo tipo, basado en el dominio militar/administrativo directo.

Al empezar la guerra en 1914 el imperio Otomano tenía bajo su férula directa, a prácticamente toda la zona de Medio Oriente: Líbano, Siria, Irak, Palestina, Yemen, Arabia Saudita, Jordania. Divididas en diferentes provincias otomanas, se habían formado pequeñas burguesías árabes y oligarquías feudales  que coexistían con las autoridades imperiales. La guerra mundial y el agotamiento del viejo imperio otomano (llamado el “hombre enfermo” por el zar ruso) planteaba la independencia nacional de los árabes. Esto fue manipulado por Francia y Gran Bretaña que alentaron el levantamiento de los árabes contra la Turquía imperial –con la que se estaban enfrentando militarmente en la guerra imperialista mundial- prometiendo apoyo y reconocimiento de la independencia y unidad nacional árabe en todo el vasto territorio que iba desde el Canal de Suez y Egipto hasta Persia (ahora Irán).

En 1916 se producirá el levantamiento árabe, que jugó un papel importante en retener a gran parte de las tropas otomanas y contribuyó a su derrota final en 1918 a manos del imperialismo anglo/francés. Pero las “promesas” imperialistas a los árabes, no se cumplieron. Porque eran falsas desde el principio. En 1916, se firmó un pacto secreto entre el Reino Unido y Francia -el Acuerdo Sykes-Picot- para repartirse los territorios árabes del Imperio Otomano al terminar la guerra. El levantamiento nacional árabe sería utilizado como “carne de cañón” del imperialismo occidental en su lucha interimperialista contra Alemania y su aliado Otomano.

El acuerdo dividió esa región en el dominio de esferas de influencia directa de Francia y Gran Bretaña. Palestina quedará bajo el mandato del Reino Unido. No solo eso: en 1917 Gran Bretaña emitirá la Declaración Balfour, prometiendo –a instancias del movimiento sionista- instalar en el territorio de Palestina un “Hogar Judío”. Los británicos introducían así, en Palestina, una abierta “quintacolumna” sionista, auxiliar de su dominación sobre los pueblos árabes. No es ocioso recordar que el movimiento sionista desde sus inicios ofreció, a las potencias imperialistas, sus servicios para defender los intereses de la “civilización” (imperialista) contra la “barbarie” (musulmana y árabe). Las fronteras de los nuevos estados de la región fueron manipuladas y creadas a conveniencia de Francia y Gran Bretaña. La aspiración a crear una “nación árabe” fue cortada de cuajo por un proceso de “balcanización” de todo el Medio Oriente árabe. Algo similar a lo que ocurrió con América Latina un siglo antes en su proceso independentista de España, donde se rompió la unidad continental por la creación de una serie de estados “independientes” alentando el poder de oligarquías locales. Esto para mejor poder manipular el destino de las nuevas naciones.

La lucha del pueblo palestino por su independencia y autodeterminación es, desde sus inicios, parte de la revolución árabe. A fines del año 1917, el ejército británico, proveniente de Egipto, penetró a través de Gaza en la Palestina y se instaló como gobierno, luego refrendado por un “mandato” de la Liga de las Naciones (anterior a la ONU). Traicionó así las promesas realizadas de independencia de la “nación árabe”. La resistencia palestina comenzó al poco tiempo. Pero en Palestina, a diferencia de los otros estados del Medio Oriente, se terminó instalando directamente una empresa de colonización para crear un “Estado” de los sionistas. Esto se realizó sobre la base de un proceso violento de conquista y expulsión del pueblo que allí habitaba. No se buscaba la creación de un régimen de “apartheid” para que la minoría sionista/imperialista pudiera superexplotar a los nativos palestinos, sino la expulsión violenta de los mismos, para crear un estado colonial racista.

En 1936 estalló la gran rebelión palestina contra los británicos. Se inició con una huelga general que duró más de 6 meses, seguida de lucha de guerrillas. El imperio inglés invirtió gran cantidad de tropas en la represión, acompañadas por bandas paramilitares sionistas contra los árabes. La rebelión se terminó extinguiendo porque no se extendió al resto de las regiones árabes y no recibió tampoco de estas, suministros y armas para resistir. Entonces se planteo, por primera vez, un proyecto de “Partición” de Palestina (Comisión Peel) en dos Estados: uno judío y otro árabe (que por supuesto fue rechazado por los palestinos).

Los imperialismos fueron estableciendo acuerdos con las monarquías feudales, los jeques musulmanes y las camarillas burguesas de cada una de las regiones del Medio Oriente para mantener un cuadro geopolítico favorable que permitiera la explotación de los recursos naturales (el petróleo en primer lugar) por los monopolios transnacionales. 

En este cuadro de opresión imperialista, han proliferado tendencias nacionalistas en el mundo árabe. Corrientes panárabes o panislámicas subordinadas a direcciones reaccionarias que oprimen a sus propios pueblos y, suelen traicionar, cualquier mandato de lucha consecuente contra el imperialismo y el sionismo.

En 1948 al producirse la “Partición” y formarse el Estado sionista, fue la Liga Arabe la que coordino la intervención de los ejércitos de Egipto, Irak, Siria, Líbano, Arabia Saudita, Yemen y Transjordania. Lo hizo muy mal. El de Transjordania era el ejército más importante. Este reino había sido creado unos años antes, separándolo de Palestina, por los británicos. Su ejército había sido entrenado y estaba dirigido por un oficial inglés que tenía como “táctica”, en la guerra contra los sionistas, una política defensiva (defender zonas bajo control transjordanas), pero no atacar las posiciones sionistas. Golda Meir, que sería primera ministra del Estado sionista, tuvo largas conversaciones (“durante meses”) con el rey Abdallah I para que no permitiera, siquiera, la creación de un Estado Palestino en el territorio en disputa. Prefirió entregar las tierras de lo que se conoce como Cisjordania, para que quedaran integradas al reino hachemita de Transjordania. A las pocas semanas de iniciada la confrontación entre judíos y árabes, los primeros tenían el doble de hombres en armas (y también de armas, provistas por Checoslovaquia) que los ejércitos  árabes intervinientes. Cada país firmo la paz por separado con el nuevo estado sionista de Israel. La “unidad” de la “nación árabe” se evidencio como un mito. Las clases dominantes eran incapaces de unificarse en búsqueda de una salida antiimperialista y antisionista, en defensa del pueblo palestino. Transjordania pasaría a llamarse Jordania y asimilaría a su territorio la Cisjordania para tener bajo control al pueblo palestino, allí residente. Egipto haría lo mismo con Gaza.

El golpe angloyanqui que en 1953 derribo a Mossadegh (por sus medidas de nacionalización de las empresas petroleras imperialistas) y la restauración del Sha (rey) en Irán, creo un dispositivo militar geopolítico contrarrevolucionario en coordinación con el “nuevo” Estado sionista.

Meses antes se produjo el golpe nacionalista de Nasser (1952) en Egipto que derribo a la monarquía aliada con los ingleses. Y se produjeron otros movimientos (Irak, Siria) que dieron lugar a gobiernos nacionalistas contra viejas camarillas monárquicas. Israel actuó en todos los casos como ejecutor de planes del imperialismo. Cuando Egipto nacionalizó el Canal de Suez (1956), bajo “propiedad” de Francia y Gran Bretaña, estas dos potencias imperialistas en alianza con Israel, declararon la guerra al régimen nasserista. Buscaban recuperar el dominio del Canal y voltear al régimen nacionalista.

Las corrientes nacionalistas burguesas (y pequeñoburguesas) árabes intentaron pasos para imponer la unidad de la “nación árabe”, e incluso recuperar Palestina. Se llegó a formar la República Arabe Unida (RAU: unión entre Egipto y Siria, adhesión política posterior de Irak). Pero fracasó. El mismo Nasser denunció la ruptura de Siria de la RAU por obra de los sectores árabes reaccionarios. La unión árabe se pretendía realizar sin tomar medidas revolucionarias (reforma agraria, expropiaciones antiimperialistas, armamento popular, etc.) que ahogaran el peso social de las clases dominantes feudales y capitalistas que buscaban apoyarse en el imperialismo (y pactar con su enclave israelí en Medio Oriente) por el temor a la movilización y el armamento de las masas. Los regímenes nacionalistas quedaban a medio camino de la realización de una revolución democrática.

Israel actuará todo el tiempo como peón imperialista, interviniendo activamente para tratar de rediseñar el mapa geopolítico de Medio Oriente. Cuando la guerra de 1967, Israel retomó el control de la Cisjordania, arrebatándosela a Jordania, de Gaza y el Sinaí, quitándoselas a Egipto y de los Altos del Golán, de manos de Siria. Sus tropas trataron de avanzar hacia la capital siria, Damasco, para terminar de voltear al gobierno nacionalista.

Este papel de gendarme del sionismo se acrecentó en importancia con el triunfo de la revolución iraní que derribó al régimen del Sha (1979), adoptando una posición antiyanqui y antisionista. Irán tenía, entonces, al ejército más importante de Medio Oriente, armado hasta los dientes por los yanquis. 

La OLP (Organización para la Liberación de Palestina) fue reconocida por la Liga Arabe, para dar una representatividad a los palestinos, recién en 1964: 16 años después de su expulsión por  las tropas sionistas. El drama de los refugiados que vivían en campamentos en Transjordania, Líbano, Siria y Egipto, y sus tendencias a organizarse, llevaron a esta creación. La OLP desarrollo una política de resistencia a la ocupación sionista. La guerra detonada en 1967 por el Estado sionista salió a prevenir la estructuración político-militar de la OLP. Jordania tuvo un mínimo papel en esta guerra y como resultado de la derrota, el reinado jordano entregara a Israel las tierras que había incorporado en 1948, para sacarse de encima a las masas palestinas, que eran un factor de movilización antiimperialista en su país. El gobierno jordano girará cada vez más hacia un acuerdo con Israel, convirtiéndose en un fuerte adversario del pueblo palestino. En 1970 se provocaría el llamado “septiembre negro” donde el gobierno jordano llevo adelante una feroz represión contra la OLP y el movimiento palestino. Se estiman en alrededor de 25000 muertos y unos 10000 presos palestinos. La dirección de la OLP que funcionaba en Jordania se vio expulsada y obligada a trasladarse a El Líbano.

En 1982 el ejército sionista ataca, nuevamente, El Líbano y llega a ocupar parte de la capital, Beirut, planteando la expulsión de la OLP. El mundo árabe, en general, salvo protestas, deja que se consuma esta nueva ofensiva criminal sionista. Parte de la guerrilla de la OLP, para retirarse, debe entregar sus armas. Sobre esta base es que el sionismo y sectores fascistas libaneses tomarán por asalto a los indefensos grandes campamentos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila, provocando más de 5000 muertos. Obligada a emigrar, ningún país árabe quería ser sede de la OLP. Esta tuvo que instalarse en la lejana Túnez, actuando con muchas limitaciones.

En 1987 se produjo la Intifada en los territorios ocupados por las tropas sionistas. Se trata de una masiva rebelión, con piedras contra los tanques israelíes, de las masas juveniles que nacieron expulsadas de sus tierras. Antes, en 1977, el gobierno egipcio terminó reconociendo al Estado de Israel y firmando una “paz”, promovida por el gobierno yanqui. La Intifada fue una respuesta del pueblo palestino a las políticas de conciliación con el régimen sionista. La Intifada había estallado al cumplirse 20 años de la ocupación de los territorios de Gaza, Cisjordania y Jerusalén por los sionistas, después de la guerra de 1967. El gobierno israelí venía desarrollando procesos de radicación de colonias sionistas en los “territorios ocupados”. Como había hecho antes de 1948, expulsando a los palestinos residentes.

Presionados por los regímenes árabes, la Intifada fue desviada por su dirección (Arafat de la OLP) para establecer los Acuerdos de Oslo en 1994. Por estos Acuerdos se acepto la Partición de Palestina en 1948, con el reconocimiento del Estado de Israel y la formación de otro Estado Palestino. Se dio marcha atrás en el programa de la OLP que planteaba la lucha por un Estado único, laico, democrático y no racista, en todo el territorio histórico de Palestina, lo que planteaba la disolución del Estado sionista/imperialista y el “derecho al retorno” de las masas árabes expulsadas. Esto dividió a la OLP y género la creación de Hamas y otras corrientes palestinas que se escindieron de la autoridad de Al Fatah, planteando mantener la lucha por un estado único. Pero también cambió la orientación laicista que tenía Al Fatah. Hamas y otras organizaciones plantearon la constitución de un Estado islámico, buscando el apoyo de los Hermanos Musulmanes de Egipto y del gobierno de Irán. Pero mantuvieron las banderas del retorno y del estado único y disolución del estado sionista.

Como sabemos, la Autoridad Nacional Palestina (ANP) que se constituyo como un remedo de Estado, quedo prisionera del gobierno sionista en un territorio dividido, controlado por las fuerzas armadas sionistas. Actuaba como una policía colaboracionista de los sionistas contra los activistas palestinos que se organizaban y movilizaban. El pueblo se fue volcando por las organizaciones palestinas contrarias a los acuerdos de Oslo. En el 2000 estalló una segunda Intifada que duró hasta el 2004, especialmente en los territorios ocupados, pero también en sectores palestinos dentro del propio Israel, ante el avance colonizador. En el 2006, en elecciones democráticas dentro de Gaza, ganó la fracción de Hamas (que rechaza la política capituladora de los Acuerdos de Oslo) desplazando a Al Fatah. La ANP quedó recluida solo a Cisjordania, donde desde entonces se negó a convocar elecciones, temiendo un resultado similar al de Gaza.

La “Primavera Arabe” estallara en 2011, recorriendo gran parte de los países árabes del Medio Oriente. Fue una ola de revoluciones y alzamientos de los trabajadores y pueblos contra sus gobiernos reaccionarios y explotadores. Varios de ellos usaban una fraseología de apoyo a la lucha del pueblo palestino -mientras negociaban y acordaban con los sionistas/imperialistas- para distraer acerca de la opresión que ejercían sobre sus pueblos. El más importante, fue el estallido revolucionario en Egipto que derribó a la dictadura de 30 años de Mubarak, enrolado directamente en el bando imperialista (participó de la alianza angloyanqui en la guerra contra Irak en 1991, etc.).

Al calor de esta ola de ascenso de las luchas populares en Medio Oriente, también intervinieron las masas palestinas.  En mayo del 2011, en el aniversario de la Nakba, se organizaron grandes manifestaciones de miles de “exiliados” palestinos residentes en las vecinas Jordania, Siria y El Líbano (acompañadas por organizaciones populares) sobre las zonas ocupadas por Israel. Estas fueron primero reprimidas por los gobiernos de estos países y cuando lograron de todas maneras sobrepasar, tuvieron que enfrentar la represión sionista. 

El pueblo palestino tuvo que enfrentar una y otra vez no solo al sionismo/imperialismo, sino también a los gobiernos árabes cómplices de estos. Después de Egipto y Jordania, en 2020, con la intervención rectora de los yanquis se firman los “Acuerdos de Abraham” por los que también Barehin, Emiratos Arabes, Sudan y Marruecos reconocen la legitimidad de la existencia del Estado sionista de Israel. Y en el 2023 estaban a punto de adherir a estos “Acuerdos”, Arabia Saudita y Catar. La extraordinaria acción militar del 7 de octubre de ese año, protagonizada por la Resistencia Palestina, tenía como uno de sus objetivos políticos bloquear esta adhesión que iba dejando cada vez más aislada la lucha palestina.

La desigual, terrorista y sanguinaria guerra que lanzaron el régimen de Netanyahu y el imperialismo contra Gaza contó con un vasto apoyo imperialista y de los colaboracionistas gobiernos árabes. La dictadura de Sissi en Egipto fue un factor clave: ayudó a cercar férreamente Gaza impidiendo la entrada de alimentos y medicinas y la salida de enfermos y heridos. También reprimió a su pueblo y a las delegaciones internacionales que intentaron romper desde afuera el cerco del gueto de Gaza. Es cómplice directo del genocidio sobre el pueblo palestino. Jordania participo directamente para la defensa antiaérea de Israel, permitiendo la instalación de misiles en su territorio para parar los ataques de represalia contra los bombardeos a Gaza, Siria, Yemen, Libia e Irán. Y bloqueando su frontera a los palestinos de Cisjordania. Catar que se ufana de “neutral” tiene instalada en su territorio una de las mayores bases militares yanquis (más de 10 mil soldados) de la región, que fue construida con apoyo del gobierno catarí y desde donde parten misiles y bombardeos sobre diversos países de la región, siendo también parte del dispositivo antiaéreo de defensa de Israel. 

La guerra genocida contra los palestinos es parte de los intentos de modificar el esquema geopolítico, para producir un “reordenamiento” proimperialista y reaccionario en Medio Oriente. Los sionistas sirvieron de punta de lanza para provocar la caída del gobierno de Siria, los fuertes golpes contra Hezbollah en El Líbano, los bombardeos contra Irán y Yemen buscando cambio de regímenes políticos, etc. Diversos países árabes han tenido, ahora, un papel importante en apoyar el “plan de paz” de Trump (y Netanyahu), presionando a la Resistencia Palestina para que adhiera al mismo, sin enfrentar los términos lesivos para el pueblo palestino. No es una muestra de panarabismo entendido como unidad y solidaridad política de los estados árabes; sino de subordinación de estos a la estrategia trumpista.

Este amplio frente contra la lucha palestina ha tenido como contrapartida apoyos parciales de diversos gobiernos, organizaciones y, fundamental, de las masas árabes que se han manifestado en diversas oportunidades contra el genocidio sionista, cuestionando en muchos casos a sus gobiernos. Gaza no hubiera podido resistir sin ciertos apoyos materiales de diversos gobiernos árabes y organizaciones de lucha (Hezbollah de El Líbano, etc.). Y, por supuesto, a medida que se desarrollaba la actual guerra genocida, sin las grandes movilización de masas en el mundo (EEUU, Reino Unido, Italia, etc.). 

La lucha por la libertad y autodeterminación de Palestina está íntimamente unida a la lucha de clases contra las políticas de que propugnan una conciliación entre las clases explotadoras y las clases explotadas en torno a una “unidad nacional” dirigida por las clases dominantes, subordinando (y reprimiendo) los reclamos de las masas trabajadoras. Cuando las masas explotadas se organizan para exigir sus derechos contra la explotación, las clases dominantes giran al acuerdo con el imperialismo y la reacción sionista para derrotarlas.

Estas clases dominantes sufren también por la expoliación imperialista, pero son incapaces de librar una lucha consecuente de liberación nacional. Su papel de terratenientes o burgueses de un país atrasado los lleva a reclamar contra los poderes imperiales, pero el temor de movilizar a las masas y responder a los reclamos de esta, los frena.

A lo largo del siglo XX y lo que va del XXI, el imperialismo se alió a camarillas de las monarquías feudales primero, luego de los gobiernos republicanos que se reclamaban nacionalistas y, más tarde, a los regímenes islámicos. Cada una de estos regímenes diferentes planteó la conciliación de clases, la subordinación de las clases explotadas, postergando sus reclamos esenciales (reforma agraria, etc.), para constituir gobiernos de unidad nacional. La bandera antiimperialista y más aún la antisionista, fue usada como pantalla para producir esta “unidad nacional” reaccionaria. La bandera del panarabismo (y más aún la del panislamismo confesional) han devenido en reaccionarias. En todas las guerras habidas en torno a Palestina, diversos gobiernos árabes actuaron como traidores abiertos a la lucha popular. Las clases dominantes se acuerdan de sus “deberes nacionales” cuando la presión imperialista/sionista amenaza con desalojarlos. Y, a veces, ni siquiera. No se podrá ganar una guerra contra el sionismo, si antes no se desarrolla una intensa lucha de clases para echar del poder a las clases dominantes árabes. Los pueblos árabes están casi unánimemente del lado de la lucha palestina, como lo evidencian las grandes manifestaciones que se han venido desarrollando, en muchos casos frenadas o reprimidas por sus gobiernos (Egipto, etc.). No podrá haber una lucha triunfante esperando la acción común con estos regímenes reaccionarios. La actual guerra genocida así lo evidencia. 

Las derrotas militares árabes solo pueden explicarse políticamente. No por un supremacismo sionista/imperialista. Dos millones de gazaties han demostrado durante dos largos años como pudieron resistir lo más completo de la tecnología bélica sionista y del imperialismo mundial. Para avanzar en el camino de la revolución árabe, hay que avanzar en organizar a las masas obreras y campesinas explotadas en forma independiente de sus gobiernos.

Desde ya, nadie plantea desdeñar los apoyos circunstanciales materiales de algunos regímenes u organizaciones de Medio Oriente que no se proclaman socialistas, sino nacionalistas o islamistas. La Resistencia de Gaza habría tenido mucho más dificultades si no hubiera contado con ellos. Pero la perspectiva es que realmente se produzca una revolución árabe, que no solo tome medidas democráticas revolucionarias (expropiación imperialista, reforma agraria, armamento de las masas, etc.), sino que ponga al frente a una dirección obrera y socialista. Una revolución permanente hasta eliminar la explotación capitalista/imperialista/sionista en Medio Oriente.

Apoyamos en forma incondicional toda lucha real contra el sionismo y el imperialismo, más si esta es, como lo ha sido en Gaza, armada. En ese campo, debemos apelar a las masas árabes para que se levanten contra sus gobiernos reaccionarios, prosionistas y proimperialistas e instauren gobiernos de obreros y campesinos. Así se podrá avanzar en la Federación Socialista de los pueblos árabes (y otras etnias) de Medio Oriente, contra el sionismo y el imperialismo y sacar a las masas de su presente de explotación, guerra y miseria.

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