Por aquello de que el que calla otorga, Cristina no abrió la boca para referirse al acto-homenaje a Rucci montado por el gobernador Kicillof y la CGT regional, en La Plata. También guardó prudente silencio La Cámpora de Máximo a pesar de que José Ignacio Rucci fue una pieza clave en el semi-golpe que organizaron Perón y la derecha peronista para terminar con el gobierno del «Tío».
Los «leales» y Rucci
Néstor y Cristina Kirchner rompieron con la JP de la Tendencia antes de que Perón echara a los Montoneros el 1° de Mayo de 1974 de la Plaza. Según reconoció la propia titular del PJ nacional, en la ruptura mucho tuvo que ver el atentado y la muerte de José Rucci reivindicada por Montoneros. En marzo de ese año se había oficializado la ruptura de la JP Lealtad con la conducción nacional de Montoneros encabezada por Mario Firmenich y Roberto Quieto. Con la Lealtad (JPL) se irían el Chacho Álvarez – fundador del Frepaso en los 90 y vicepresidente de Fernando De la Rúa con la Alianza -; Horacio González, exdirector de la Biblioteca Nacional entre el 2005 y el 2015; Fernando Galmarini, quien fuera Secretario de Deportes de Menem, y hoy dirigente del Frente Renovador de Sergio Massa, y el exgobernador justicialista santafesino Jorge Obeid entre otros.
El 1° de Mayo, los Kirchner se quedaron en la Plaza mientras las columnas de JP y Montoneros se retiraban repudiando el ataque de Perón a la «juventud maravillosa” y la defensa acérrima que hizo el «Viejo» de la burocracia sindical. En su discurso Perón atacó violentamente a los » imberbes» (por la JP) que se «creen con más méritos que el movimiento obrero organizado», refiriéndose claramente a la burocracia sindical y al propio Rucci, muerto el 23 de setiembre del año anterior. La reivindicación enardecida de la burocracia fue el premio a su apoyo al Pacto Social. También al compromiso de la burocracia sindical de la CGT de combatir las huelgas y luchas obreras independientes.
La Juventud Peronista Lealtad fue una escisión de la Tendencia y Montoneros. Los “ leales” apoyaron todo el curso derechista de Perón, criticando a los diputados de la JP que renunciaron a sus bancas en desacuerdo con las reformas al Código Penal para endurecer la política represiva. Con el fallecimiento de Juan Domingo Perón, en julio de 1974, la Lealtad llamó a «no dejar sola» a Isabel que había asumido como presidenta. Con Isabelita, la camarilla derechista y terrorista de López Rega ganó en poder hasta la huelga de junio y julio del 75 que impuso el raje del “Brujo”.
En el mismo campo que la JP Lealtad estuvieron los restos del FEN de Pajarito Grabois (reivindicado por su hijo Juan); la Juventud Sindical Peronista (JSP), fundada por José Ignacio Rucci, a principios de 1973, como «anticuerpo a la infiltración marxista en los sindicatos»; la fantasmal Juventud Peronista de la República Argentina, un sello armado por Perón y conocida entonces como la Jotaperra de Julio Yessi, integrante del Consejo Superior Peronista, y el maoísta PCR de Otto Vargas que viró del ultraizquierdismo frentepopulista a la subordinación completa al gobierno de Isabel Perón. A partir del 24 de marzo de 1976 calificarían a Videla y la Junta genocida de agentes del socialimperialismo ruso que habían derrocado al gobierno “nacionalista” de Isabel. Disparates que forman parte de la historia del PCR.
Quien haya militado en los 70 sabe bien cómo actuaba la burocracia sindical dentro y fuera de las fábricas. Los volanteos de las agrupaciones clasistas debían ser defendidos del accionar de las patotas armadas que trataban de impedirlos a palazos y tiros. La “patria peronista” era el grito de guerra de los Rucci y Cía. para “limpiar de zurdos” al movimiento obrero y lo sería para enfrentar las huelgas contra el Pacto Social.
Rucci y la lealtad
Hace varios años que -quienes supieron ser cafieristas o menemistas en los 90 y más tarde transitaron por el kirchnerismo , el Evita o el reciente Movimiento Derecho al Futuro de Kicillof- piden la reivindicación histórica del burócrata José Ignacio Rucci a quien colman de elogios como el dirigente obrero más leal que tuvo Juan Domingo Perón. Kicillof y el “Cuervo” Larroque se sumaron a esta ola ruchista con el homenaje al exsecretario general de la CGT (1970 – 1973) en La Plata y con la bajeza propia de los renegados que elevan a Rucci a la categoría de un emblema de la lucha de la clase trabajadora.
El 1 de octubre del 2020, la Legislatura bonaerense ya había hecho su homenaje similar a José Ignacio Rucci por iniciativa de un diputado provincial de Juntos por el Cambio, homenaje al que adhirió en sus términos el “Frente de Todos” de los Fernández y Kicillof. La reciente ordenanza en el Concejo Deliberante de La Plata – que motivó el bautizo de la Calle Rucci – contó con el voto casi unánime del cuerpo comunal, incluido la Libertad Avanza. A la hora de reivindicar a Rucci no hay grieta entre los partidos de la burguesía, incluso en medio de la campaña electoral.
La Agencia Paco Urondo, que lleva el nombre del militante montonero y poeta asesinado por la dictadura de Jorge Rafael Videla, viene reclamándole insistentemente al kirchnerismo, una reivindicación pública de José Rucci. En un artículo firmado por Horacio Bustingorry – de cinco años atrás – se reconocen los lazos de Rucci con la derecha peronista pero para limitarlos a una cuestión de afinidad ideológica sin «consecuencias posteriores». Esta falsificación se propone desligar al burócrata Rucci de la Masacre de Ezeiza (20/6/73). Lo más relevante de la nota es que inscribe la defensa histórica de Rucci y su lealtad a Perón en la reivindicación del Pacto Social para “poner al capital en función social y construir una Patria Justa, Libre y Soberana». La APU (Agencia Paco Urondo), como todo el peronismo «setentista», borró del mapa toda pretensión y referencia a la «Patria Socialista», que la JP y Montoneros se proponían construir mediante una alianza de clases con la burguesía nacional. En 1989, Firmenich y Perdía apoyarían a Menem y al antinacional gobierno con los Bunge y Born, haciendo lo mismo con el indulto para “pacificar al país”.
Antes de ser el «Papa peronista», Bergoglio ofició una misa para honrar la memoria del “hijo dilecto” de Perón. Los orígenes políticos de Francisco en la derecha peronista son harto conocidos. Antes de que Cristina y todo el peronismo se volviera “francisquista”, Bergoglio arrastaba la condena de los familiares de las víctimas de la dictadura que lo denunciaron por inacción y complicidad.
¿A qué viene esta extemporánea reivindicación de Rucci?
Sería muy ingenuo limitarla a la persona del exsecretario general de la CGT. Con los homenajes a José Rucci el peronismo «setentista» de ayer recapitula su propia historia para blanquear a los Rucci de hoy, que son los Moyano, Daer, Andrés Rodríguez y Gerardo Martínez entre otros burócratas. El relato del «Cerco» – encubridor de la responsabilidad política de Perón en el entronizamiento de la camarilla lopezreguista en el poder- fue sustituido por el de Rucci mártir de la clase obrera, para blanquear el rumbo derechista y represivo del tercer gobierno peronista.
Montoneros se adjudicó el atentado a Rucci, si bien la planificación y ejecución del operativo habría corrido por cuenta de las FAR de Roberto Quieto, que en setiembre de 1973 aún no habían consumado la fusión con los Montos. Posteriormente, Mario Firmenich asumiría la responsabilidad política por el asesinato de Rucci, como parte de la disputa aparatosa para forzar a Perón a negociar la futura composición del gabinete y los ministerios. En la lógica militarista de Montoneros, estas acciones debían servir para restablecer el «equilibrio» perdido por la JP y la Tendencia, con la renuncia de Cámpora después de la Masacre de Ezeiza. Reversionando la historia, uno de los dirigentes de la «Lealtad» escribió en Infobae que los «incidentes de Ezeiza» fueron magnificados para justificar el asesinato de Rucci. Aldo Duzdevich – de él se trata- escribió en su libro «La Lealtad y los Montoneros que se quedaron con Perón” sobre el enfrentamiento armado del que fue parte Montoneros ese 20 de junio de 1974, negando que haya existido una masacre. Lo mismo que decía Perón y la camarilla isabel-lopezreguista.
El revisionismo derechista le lava la de cara a Rucci y a la burocracia sindical pero apunta fundamentalmente a reivindicar íntegramente al tercer gobierno peronista desde la asunción de Juan Domingo Perón hasta el derrocamiento de su esposa María Estela Martínez. Isabelita gobernó con la camarilla de López Rega que tenía el control del gabinete, puso a Celestino Rodrigo como ministro de Economía, metió a los fachos de la Misión Ivanissevich en la Universidad, y al general Numa Laplane al frente del Ejército. La “lealtad peronista” consiste en tragarse todos los sapos por más reaccionarios que sean.
Así, al gobierno de las 3 A de Isabel se lo llama el «gobierno constitucional» escondiendo su responsabilidad en los caminos que llevaron al golpe, su apoyo a la militarización de país en nombre de la lucha contra la «subversión» y al accionar de las bandas fascistas que después se integraron a los grupos de tareas de la dictadura.
Rucci, Isabel y Villarruel
La reivindicación de Rucci conecta con la crisis política actual. La vicepresidenta Victoria Villarruel está en la línea de sucesión directa si la crisis vuelve a poner en jaque a Milei. La franela del peronismo con Villarruel no se agota en el derechista confeso de Guillermo Moreno como lo probó la foto del pejotista gobernador formoseño Gildo Insfran, las reuniones de la vice de Milei con Pichetto y el acto compartido en Formosa que sumó al jefe de la bancada de Unión por la Patria en el Senado, el cristinista José Mayans, para rendirle homenaje a los soldados muertos por la guerrilla. Villarruel, la defensora de genocidas, se abrazó con Isabel Perón y es la voz cantante de la campaña que lleva adelante Claudia Rucci para que se declare crimen de lesa humanidad al asesinato de su padre.
De esta forma se justifica también el decreto de aniquilamiento –dirigido no solo contra la guerrilla foquista, sino principalmente contra la vanguardia obrera– firmado durante el interinato de Luder, como un acto de defensa del “gobierno constitucional”. Es lo que sostiene, hasta el día de hoy, otro firmante del decreto -Carlos Ruckauf- quien habilitó el despliegue operacional del Ejército en toda la Argentina facilitando el posterior golpe genocida. El entonces ministro de Isabel fue, años más tarde, gobernador peronista en la provincia de Buenos Aires y es hoy un » justicialista con peluca» que apoya a Milei.
La vuelta de Perón
La lealtad de Rucci a Perón estuvo al servicio del “Gran Acuerdo Nacional” (GAN) de la » Revolución Argentina» (1966- 1973) . Lo fue también para someterse al Pacto Social que firmaron el ministerio de Economía (Gelbard), la patronal Confederación General Económica y la CGT, con la asunción de Cámpora en 1973, para suspender las paritarias por dos años. Las negociaciones con Lanusse incluían los términos del retorno de Perón a la Argentina, después de 18 años de exilio, para contener el ascenso revolucionario abierto con el Cordobazo.
La desconfianza del General Perón -a la luz de la experiencia vandorista de un peronismo sin Perón- encumbró a José Ignacio Rucci un dirigente metalúrgico hasta entonces de tercera categoría. Contrapesando, Perón alentó a las «formaciones especiales”, como elemento de presión y desgaste de Lanusse, el último presidente de facto de la dictadura que inició Juan Carlos Onganía. La “renuncia”-destitución de Héctor José Cámpora a poco de haber asumido como presidente el 25 de mayo de 1973, y el llamado de la burguesía a poner orden para terminar con la primavera camporista lo trajo a Perón del exilio por segunda vez, esta vez en forma definitiva. Juan Domingo Perón ganó las elecciones de setiembre de ese año con el 62 % de los votos, asumiendo la primera magistratura que ocupaba provisionalmente Lastiri, el yerno de López Rega. El traspaso fue cuidadosamente planificado para cortarle las alas a la izquierda peronista.
Perón consagró a Rucci al frente de la CGT en 1970. Dos años antes, en mayo de 1968, se había reunido el Congreso Normalizador “Amado Olmos” que culminó con la división entre la CGT Azopardo liderada por Vandor y la CGT de los Argentinos con Raimundo Ongaro. Desde el fracasado “operativo retorno” de 1964 que Perón pedía la cabeza de Vandor, esto iría in crescendo con el pacto entre el burócrata de la UOM y el gobierno de Onganía. Augusto Timoteo Vandor murió acribillado por un comando guerrillero en la propia sede de la UOM. La CGT de Ongaro, opositora a la dictadura de Juan Carlos Onganía, se disolvió a fines de 1974 antes del ascenso obrero que llevó a la Huelga General de masas de junio y julio del 75. La CGT vandorista segmentada en distintas fracciones participacionistas y de colaboración con la dictadura de Onganía, había condenado el Cordobazo. Con la muerte de Vandor llegaría el turno de José Rucci.
Rucci en sus orígenes estuvo ligado a Angel Perelman, ex comunista que fundó un sindicato metalúrgico paralelo (UOM) auspiciado por Peron en 1943. Perelman adhirió, luego al partido “trostkista”/socialista de Jorge Abelardo Ramos (PSIN), que acompaño a Perón. Razón por la cual, Rucci -que conoció a Perelman en 1953 en la fábrica metalúrgica Catita, cuya Comisión Interna dirigía- fue tildado, al principio, por opositores como “el trotsko”. Al poco tiempo estaba entrelazado con Vandor que se transformo en dirigente de los metalúrgicos. Este llego a separar a Rucci por intrigante y luego lo reconvoco para que fuera a intervenir la UOM de San Nicolás donde había una oposición combativa. Como incondicional del apoyo a Perón, Rucci demostró mucha capacidad para reventar y alinear fracciones rivales y “construir poder interno”. Así fue subiendo en la escalera burocrática.
Un balance histórico del Onganiato debe incluir el rol jugado por Perón quien había llamado en 1966 a “desensillar hasta que aclare” en un apoyo inicial a la “Revolución Argentina. El “Lobo” Vandor estuvo presente en el acto donde el dictador asumió como presidente, después del golpe militar que tumbó al radical Humberto Illía. El “merito” que acreditó Rucci -y que explotó Perón- radicó en lo gris de su figura lo que suponía una CGT controlada por el General sin apetencias políticas » neovandoristas».
El » leal» José Ignacio Rucci conspiró, desde el primer día, contra Héctor Cámpora a quien sindicaba como mascarón de proa de la izquierda peronista. Paradójicamente con Cámpora ocurrió lo mismo que antes había sucedido con Rucci, Perón lo ungió como candidato a presidente por el Frejuli especulando con su completa falta de independencia y su sometimiento. Complementariamente, Perón se valió de los Montoneros y las FAR (las formaciones especiales), para negociar con Lanusse. Más tarde el enfrentamiento de Perón con la Tendencia le daría a la burocracia sindical un eje unificador contra los “infiltrados” y los “bichos colorados” como llamaba Rucci a los activistas clasistas, de la izquierda y de la Juventud Trabajadora Peronista (JTP).
En 1974 se reuniría el Plenario convocado por las comisiones internas de Acindar, Metcon y Marathon en respaldo a la recuperación de la UOM de Villa Constitucion. Jorge Fischer, miembro de la dirección nacional del Política Obrera (PO, nombre anterior del actual Partido Obrero) y secretario general de la fábrica de la pintura Miluz, concurrió al Plenario de Villa con mandato de sus compañeros para proponer un acto del clasismo el 1° de Mayo. La propuesta defendida por PO incluyó la conformación de una tendencia nacional del clasismo a partir del Plenario de Villa Constitución. Ambos planteos fueron rechazadas por las corrientes sindicales afines a René Salamanca, el secretario general del Smata Córdoba y dirigente del PCR, al » sindicalismo de liberación» de Agustín Tosco y el Partido Comunista y a la corriente guerrillerista del PRT de Santucho. El acto clasista fue cuestionado para no chocar con el «sentimiento peronista de las masas». El PST de Nahuel Moreno también bloquearía la moción presentada por las delegaciones clasistas del PO de realizar un acto independiente el 1° de Mayo. Pero, si coincidía en plantear la necesidad de conformar una Coordinadora Nacional antiburocrática. LA JTP de Montoneros se desentendió, ausentándose del Plenario de Villa Constitución, para no romper con Perón (mientras reclamaba para sí, ser la «nueva CGT»). La vacancia que dejó el clasismo dejó abierto el escenario para el acto del 1° de Mayo de 1974 donde Perón chocó brutalmente con la Juventud Peronista.
La responsabilidad de Rucci y Perón en la Masacre de Ezeiza
Rucci y la Juventud Sindical Peronista (JSP) fueron parte de la Comisión Organizadora encargada de «recibir» a Perón en Ezeiza. La custodia del palco quedó a cargo del coronel retirado Jorge Osinde y de Norma Kennedy, ambos pertenecientes a la derecha peronista. Osinde preparó la emboscada y pertrechó -junto a López Rega- a las bandas fascistas del Comando de Organización (CDO) y de la Concentración Nacional Universitaria ( CNU ) con armamento pesado, fusiles y ametralladoras. En Prensa Obrera referimos en otra nota a los contactos de Rucci con la CNU y su presencia en el lanzamiento de la Concentración Nacional Universitaria en Mar del Plata.
Estas bandas operaban conjuntamente con el Ministerio de Bienestar Social del “Brujo” López Rega. Las patotas de la UOM marcharon “calzadas” a Ezeiza mientras que los “culatas” de Rucci y Lorenzo Miguel ocupaban sus lugares de tiradores en el palco. Jorge San Pedro, alias el Negro Corea, custodio personal de Rucci, fue el jefe de los torturadores que actuaron en el Aeropuerto adonde llevaban a los militantes y simpatizantes de la JP, capturados en los alrededores y campos de Ezeiza. El número de muertos alcanzó a varias decenas -posiblemente en una cifra cercana al centenar- y a unos 400 heridos, tiroteados y torturados por la derecha peronista. Al día siguiente, Perón responsabilizó a la JP por «empañar la fiesta del 20 de junio», en un mensaje muy claro de lo que se venía. Rucci aplaudió a Perón e intentó encabezar una caravana de la CGT para forzar la renuncia inmediata de Cámpora.
Entre los coordinadores de la «recepción» a Perón estuvieron también Felipe Romeo, quien editaba la revista «El Caudillo», bajo el lema de “el mejor enemigo es el enemigo muerto“, y Alberto Brito Lima, jefe del Comando de Organización (CDO) y quien fuere diputado peronista del 73 al 76 y volvería a serlo en el bienio 1983/85. Tempranamente en 1963 el CDO de Brito Lima editó un folleto donde denunciaba la infiltración marxista en la Juventud Peronista de esa época. La CNU de La Plata y Mar del Plata fue responsable de múltiples crímenes y secuestros de militantes, reciclándose en las las 3 A y después del 24 de marzo de 1976 en las patotas de la dictadura.
Jorge Fischer y Miguel Ángel Bufano fueron secuestrados y asesinados por la Triple A en diciembre de 1974 cuando salían de la fábrica Miluz, donde trabajaban y eran delegados de la interna clasista. Política Obrera, escribió a propósito de esta masacre obrera que “Miluz alcanzó su más alto nivel de organización sindical antes y después del asesinato de nuestros dos compañeros. La democracia sindical existente, el nivel de conquista alcanzado, la unidad obrera antipatronal y antiburocrática alcanzada fueron producto de la orientación llevada por nuestro partido. Sólo mediante el más despiadado terror podía la burguesía intentar liquidar este proceso”. Este fue el papel jugado por la vuelta contrarrevolucionaria de Perón a la Argentina.
De la firma del Pacto Social al 1° de Mayo de 1974
El Plenario de Villa Constitución emergió al calor de una ola de luchas contra el Pacto Social: en la fábrica del plástico Panam, en Insud, Banco Nación, ATE Rosario, entre otras acciones obreras. La firma del Pacto Social bajo el gobierno de Cámpora sería ratificado por Perón cuando asumió la presidencia. La JTP de Montoneros se sumaría a la lucha contra el Pacto Social tardíamente y después de haberlo defendido inicialmente como una alianza policlasista de contenido nacional pidiéndoles a Gelbard y Rucci la “mayoría obrera». El «burgués nacional» Gelbard, siguió en el gobierno de Perón-Perón hasta la asunción de Gómez Morales, el ministro de Economía que precedió al tristemente célebre Celestino Rodríguez, el del Rodrigazo devaluador de Isabel.
En su discurso del 1° de Mayo de 1974 Perón atacó a los “imberbes” –por la JP- que “creen tener más méritos que el movimiento obrero organizado”- como llamaba a la burocracia sindical antes y después de Rucci. Para el 1°, Perón ya había propiciado el golpe contra el gobernador bonaerense Bidegain -reemplazado por el burócrata metalúrgico Victorio Calabró que apoyó abiertamente el golpe del 76 – y el “Navarrazo” policial en Córdoba contra Obregón Cano y Atilio López. El Pacto Social no sucumbió por derecha como afirma la Agencia Paco Urondo, en uno de los varios artículos reivindicatorios de Rucci, sino por la combinación de la crisis económica internacional, la suba de los precios del petróleo, el aumento creciente de la carestía y el rechazo de la vanguardia obrera al congelamiento de las paritarias.
Esta vanguardia tenía una considerable implantación en las grandes fábricas de la Zona Norte, en La Plata, Berisso y Ensenada, en Villa Constitución, Córdoba y en distintos lugares del país. Por eso desde la CGT de Rucci se promovió la ley «sindical» que habilitaba la intervención de los sindicatos rebeldes como ocurriría con el Smata cordobés presidido por René Salamanca y la seccional Córdoba de Luz y Fuerza dirigida por Agustín Tosco, y con la represión oficial y paraoficial al activismo obrero independiente y antiburocrático.
Los herederos de Rucci
En el 2007 siendo ya presidenta, Cristina recibió a los hijos de Rucci en la Casa Rosada prometiéndoles acompañar la reapertura de la causa por la muerte de su padre. Prescripta judicialmente la causa, Claudia Rucci exigió que el atentado fuese declarado «crimen de lesa humanidad» – equiparando el terrorismo de estado con las acciones de la guerrilla. Ni lerda, ni perezosa, la derecha y el periodista de los servicios, Ceferino Reato, aprovecharon la reunión de Cristina con los Rucci para justificar la «guerra sucia». La funcionalidad de Cristina – alentando la reapertura de una causa judicial que ya había prescripto- le dio pasto a la derecha negacionista, punto para Reato y para Victoria Villarruel, vocera pública de la libertad de los genocidas.
La Néstor Kirchner -una agrupación peronista de la Matanza con militancia en el Suteba- también se prodiga en elogios a Rucci en cada aniversario de su muerte. Roberto Baradel y Estela Díaz, ambos de la CTA yaskista cantaron presente en el acto de homenaje a José Rucci en la CGT platense. Si bien Máximo, Taiana y Grabois no fueron parte del acto de la CGT La Plata, sí estuvo allí Sergio Palazzo puesto por Cristina en la lista de diputados nacionales por la provincia de Buenos Aires. La ausencia de Taiana en el acto platense -días después de haberse reunido con la cúpula de la CGT nacional- posiblemente haya sido fruto de un compromiso aceptado por el candidato a primer diputado de pasado montonero.
Sin referirse directamente a Rucci, pero sí con claridad, a la burocracia sindical peronista de los 70, Néstor Kirchner bajo línea a la juventud -que constituiría la Cámpora- para que no repitiese los errores de la vieja JP que se había enfrentado al «movimiento obrero organizado». En el 2005, Néstor Kirchner fue el orador principal, de la “nueva” Juventud Sindical Peronista que mantuvo el viejo nombre de la JSP de José Ignacio Rucci. En el acto de la Juventud Sindical se sentó en primera fila el camionero Hugo Moyano, cercano a la CNU a principios de los 70.
La revisión ruchista alcanza al rol jugado por la dirección de la CGT en la Huelga General del 75 que marcó el punto más alto de ruptura de la clase obrera con el peronismo, una huelga política de masas contra el Rodrigazo de Isabel que comenzó con un paro activo de los obreros de la Ford quienes movilizaron por miles por la Panamericana en defensa del salario y las paritarias.
La huelga general del 75 y la CGT
El “Rodrigazo” de la camarilla lopezreguista fue un golpe directo contra la clase obrera. Celestino Rodrigo devaluó un 160% el peso, duplicó el precio de los combustibles y disparó una carestía que llegó al 200% en artículos de primera necesidad, como el pan. Después de los “techos” a los aumentos de salarios y en una clima de gran agitación obrera, Isabel Perón anuló las paritarias a las que consideraba incompatibles con el «plan de estabilización» de Celestino Rodrigo. Lorenzo Miguel , que había movilizado poco antes a la UOM, para agradecer a Isabel un aumento salarial que absorbía aumentos anteriores, quedó pagando en medio de la bronca obrera. Desbordada, la CGT convocó a una movilización a Plaza de Mayo el viernes 27 de junio para el lunes siguiente que congregó a 250.000 manifestantes y, finalmente, a un paro de 48 horas para el 7 y 8 de julio en las vísperas del feriado nacional patrio. La CGT «apareció casi un mes después de que la insurgencia obrera paralizara las grandes fábricas del Gran Buenos Aires, de Córdoba y Santa Fe desde principios de junio y para intentar frenarla y salvar al gobierno.
En una reseña en 1995, a 20 años de las Jornadas de Junio y Julio, nuestro compañero Luis Oviedo, escribió sobre la gran agitación obrera que se vivía en junio y julio de 1975 y como la huelga fue extendiéndose por toda la zona norte, el Gran Buenos Aires y el Gran La Plata con la irrupción de las internas combativas del Astillero Río Santiago y Propulsora Siderúrgica, entre otras grandes concentraciones obreras. Con la generalización de la Huelga impuesta por la base obrera surgieron las Coordinadoras que agrupaban a los activistas más combativos por lugar de trabajo, ciudad o región con capacidad de movilizar fábricas enteras. El clasismo tuvo un peso muy importante y Política Obrera se desarrolló fuertemente en la vanguardia con sus agrupaciones clasistas.
La CGT apareció tardíamente para convocar una huelga cuando ya estaba paralizado el país. Isabel fue obligada a homologar las paritarias en el punto más crítico de la crisis del tercer gobierno peronista. Como parte del operativo rescate, a López Rega lo expulsaron del gobierno y Luder asumió el interinato temporal durante la «licencia» de Isabelita. Todo este operativo tuvo a las FFAA como potencial actor principal para bloquear la insurgencia proletaria.
Si hay una postal de la burocracia fue la huida de Casildo Herreras -secretario general de la CGT- a quien se lo recuerda por la frase infame » Yo me borro» que dejó a los obreros a merced de los milicos en los días del golpe. El 24 de marzo varias fábricas fueron al Paro- a pesar de la CGT- contra el golpe. De los «sindicatos son de Perón», la burocracia de la CGT pasó a integrar las Comisiones Asesoras de los interventores golpistas.
Conclusiones
En estos 52 años transcurridos desde la muerte de Rucci la burocracia tuvo varias caras. El peronismo de las Cristina y los Kicillof recuerdan el primer paro nacional contra la dictadura convocados por la “Comisión de los 25” -antecesora de la CGT Brasil, de Ubaldini – pero esconden la deriva menemista de sus dirigentes principales. Roberto Digón del Tabaco sería subsecretario del Ministerio de Trabajo de Triacca durante el gobierno de los Menem-Bunge y Born. Otro conspicuo menemista, José Rodríguez, secretario general del Smata, fue acusado por los familiares de obreros secuestrados de Mercedes Benz -donde funcionaba un centro clandestino dentro de la planta- por entregar listas de activistas al Ejército. El taxista Roberto García también apoyó a Carlos Menem y fue amigo estrecho de José Manzano quien amasó la fortuna de un magnate con las coimas de las privatizaciones.
Saúl Ubaldini del gremio cervecero, fue convocante del Paro de los 25 y llamó a marchar el 30 de marzo de 1982 contra la dictadura por “pan y trabajo”. Ubaldini ganó protagonismo durante el gobierno de Alfonsín con los 13 paros generales de la CGT y como uno de los fundadores del MTA opositor de los 90 junto a Moyano y Palacios. El secretario general de la CGT, Saúl Ubaldini, nunca se arrepintió de su apoyo a Menem rescatando el programa con que éste había llegado al gobierno, en síntesis otro vende humos del mentiroso “Salariazo”. Ubaldini fue electo diputado nacional en 1997 y desde su banca dio quorum para el tratamiento de la Reforma Laboral menemista siendo repudiado por una concentración frente al Congreso por traidor.
Las » traiciones» de la burocracia y su papel de lobistas de los capitalistas es funcional a un nacionalismo burgués decadente en tiempos de crisis mundial del régimen capitalista. El peronismo necesita, como el alma, al cuerpo de las burocracias sindicales para contener las luchas obreras si quiere «que lo llamen» los capitalistas. Las CTAs han dejado de lado las críticas a la burocracia empresarial y comparten actos con Andrés Rodríguez. Junto a Gerardo Martinez -el burócrata de la UOCRA que ocupa un sillón en el Consejo de Mayo de Milei –Andés Rodríguez de UPCN perteneció a la camada de los «jóvenes brillantes del ubaldinisno » de los 80. Los negociados de Rodríguez lo convirtieron en un millonario cuyo pasatiempo es la cría de caballos de carrera. Todas las burocracias entraron en el curro de las AFJP y la estafa de la jubilación privada. El gráfico Raimundo Ongaro que fue secretario (ungido por Perón) de la CGT de los Argentinos antes del “cordobazo” y que luego sufrió prisión e incluso el asesinato de uno de sus hijos por las 3 A, termino convertido al menemismo, se asoció con la jubilación privada de Clarín (AFJP Activa) y apoyó los indultos menemistas.
En el 2022, Cristina llevó sus condolencias al funeral de Antonio Cassia, el burócrata que entregó la lucha petrolera en favor de la privatización de YPF. La privatización de la empresa nacional de petróleo contó con el entusiasta y rentable apoyo del entonces gobernador de Santa Cruz Néstor Kirchner, de la diputada provincial Cristina Fernández y del otrora menemista furioso Oscar Parrili, integrante del círculo íntimo de los Kirchner. El entongue de la burocracia con las privatizaciones perduró más allá de Menem. José Pedraza fue un símbolo de la corrupción y el responsable político del asesinato de Mariano Ferreyra cuando la patota de la Unión Ferroviaria disparó a los tercerizados y militantes del Polo Obrero que se retiraban de una protesta. Días antes de este crimen contra la clase obrera, Cristina se fotografiaba con la gorrita de la Lista Verde de Pedraza.
Otro MTA de los 90, Hugo Moyano se pasó del kirchnerismo al macrismo, de vuelta al Frente de Todos -al compás de los negocios del Clan- para recalar ahora junto a la «nueva musiquita» de Axel Kicillof quien lo premió con la candidatura a diputado nacional de su hijo «Huguito». La historia de las CTA es muy reciente y conocida así como la abstención cómplice del diputado Hugo Yasky en el 2022 cuando se votó el acuerdo de Martín Guzmán con el FMI. Las dos CTAS son bomberas de las luchas y reclamos de los trabajadores bonaerenses. Con Kicillof y Baradel, los docentes de la provincia están en el ranking de los peores pagos en todo el país.
La turbulenta gobernabilidad de Milei se sostiene con la colaboración de la CGT que “no ve, ni está” en la resistencia popular al gobierno reaccionario. Como agente de la burguesía en el movimiento obrero, las distintas fracciones burocráticas insisten al igual que Kicillof, Massa, los Kirchner y Juan Grabois, que Milei debe seguir gobernando hasta el 2027: un cheque abierto a una mayor precarización laboral, despidos, caída de los salarios y pérdida de derechos gremiales.
La CGT dice que va sentarse a discutir con el gobierno «una reforma laboral que no sea regresiva» cuando es público y notorio lo que quieren el gobierno y los capitalistas. Los ejes de la reforma los conoce bien Daer y son los convenios por empresa, los acuerdos individuales para dinamitar la negociación colectiva y las paritarias, las jornadas de trabajo de hasta doce horas, los “bancos de horas” para no pagar horas extras, el “fondo de cese laboral” pagadero en cuotas para reventar las indemnizaciones por despido y los límites a la afiliación sindical. Una reforma laboral «a la griega» y de esclavitud para los trabajadores, que los burócratas no quieren derrotar mientras cotizan la entrega sector por sector.
La GCT y las CTAs que se unen para reivindicar a Rucci son peso muerto para la clase trabajadora. Enemigas del Paro General y de la más mínima lucha antiimperialista, dejaron correr el chantaje de Trump y del tío Scott -como llaman los traders de la City al secretario del Tesoro norteamericano- y a los piratas Morgan que coparon el gobierno «libertario». Son responsables junto a todo el peronismo por desmovilizar a la clase obrera y por haber permitido el avance -desde varios años atrás- de los “contratos”, las tercerizaciones, el pluriempleo y los convenios flexibles tipo Vaca Muerta y Galperín-Mercado Libre, atomizando y dividiendo a la clase obrera.
Los Rucci de ayer y hoy son una lápida para los trabajadores. El asesinato de Rucci (de Alonso, Vandor, Kloosterman, etc.) no elimino la corrupta plaga antiobrera de la burocracia sindical. Fue parte de una lucha interna entre fracciones peronistas. Terminar con la burocracia sindical agente de la clase patronal será obra de la acción organizada de la clase obrera. Para recuperar los sindicatos y derrotar la Reforma Laboral hay que construir una nueva dirección en el movimiento obrero. A esa tarea estratégica están abocados el Partido Obrero y la Coordinadora Sindical Clasista del PO.