La historia de Palestina es la historia de la lucha del pueblo palestino por su liberación. Es un capítulo, a la vez heroico y amargo, del movimiento por la independencia de los pueblos árabes contra el imperialismo de las potencias capitalistas. Solo desde este punto de vista podemos evitar atascarnos en discusiones sobre problemas étnicos entre judíos y árabes, cuando desde sus orígenes el conflicto se deriva únicamente de la naturaleza reaccionaria del sionismo y su rol de gendarme del imperialismo contra las aspiraciones nacionales árabes.
Tal conflicto no existía hasta que comenzó la colonización sionista. De hecho era una zona habituada a las peregrinaciones y las migraciones que motivaron una diversidad religiosa en la que convivían las mayorías musulmanas suníes con minorías cristianas, drusas, judías y musulmanas chiitas. «No había problemas de acceso a los santos lugares de las tres religiones abrahámicas. De hecho, Palestina no vivió la oleada de judeofobia que se desencadenó en algunos lugares de Europa a finales del siglo XIX”1RamosTolosa,Jorge; Una historia contemporánea de Palestina-Israel, Catarata libros, Madrid, 2020; pág. 12.. Historiadores destacan que existía un alto grado de integración de las comunidades judías mizrají y sefardí en la sociedad palestina, e incluso una progresiva arabización de las mismas 2Ferrero,Roberto; Marxismo y sionismo, Ediciones Octubre, BuenosAires,1973; pág.54.. El origen de los conflictos modernos inició con la declinación del viejo Imperio Otomano y la injerencia creciente de las potencias capitalistas que se disputaban el reparto del mundo en zonas de influencia; proceso que tuvo su culminación en la Primera Guerra Mundial. Ya entonces el naciente sionismo, creado en Europa de espaldas incluso a las poblaciones judías de Palestina, buscaba su objetivo de fundar un Estado (para albergar a los judíos europeos) en base a alianzas con los gobiernos imperiales, ofreciéndose como una barrera contra la corriente que comenzaba a volcar a las masas árabes a la pelea por su independencia. Es por eso que hoy existe un conflicto árabe-israelí.
Incluso durante las primeras décadas de la colonización sionista, en las que la inmigración masiva de judíos europeos iba erigiendo una «economía cerrada» a fuerza de desplazar a los árabes y se ocasionaban los primeros enfrentamientos, los grandes levantamientos del pueblo palestino se dirigieron contra la administración del imperio británico. Pero su Gran Revuelta fue derrotada, y para cuando iniciaba la Segunda Guerra Mundial la represión encarnizada de las tropas inglesas había descabezado a la dirección política y dislocado la vida económica y social de las comunidades palestinas; lo cual se ejecutó con el favor del sionismo, que ganó por ello en crearse una fuerza militar organizada y una base económica de un mercado nacional para su anhelado Estado. Luego la fusión con el imperialismo yanqui -e incluso el apoyo de Stalin- terminó por dar al sionismo la posición ventajosa que explotó en 1948, en la guerra que dio nacimiento a Israel. El círculo de responsabilidades se completa con la capitulación y la incompetencia de las monarquías teocráticas árabes, que habían sido reinventadas hacía no mucho por el propio imperialismo que se jactaba de «modernizador».
Desde entonces la lucha por la liberación nacional de Palestina es una lucha contra Israel, en cuanto es un Estado colonialista sostenido por el imperialismo y la burguesía judía mundial. Fue parte de la marea de los pueblos árabes por la descolonización, y tras el fracaso de las direcciones nacionalistas se abrió paso una verdadera revolución palestina con sus propias fuerzas. Su derrota, al igual que la de sus pueblos hermanos en la región, no es solo una trama trágica, sino también una fuente de valiosas lecciones históricas y conclusiones políticas. Es siguiendo los intereses y las prácticas del imperialismo que puede explicarse la actual fisonomía religiosa de las direcciones árabes, las estructuras estatales monárquicas de la región y la traición sangrienta de las burguesías de Medio Oriente a la causa palestina. Una causa que, aún cuando parecía que el mundo le daba la espalda, dio nombre propio a la rebelión popular contra los opresores con sus Intifadas. Supo así atraer el apoyo de grandes movilizaciones populares en todos los continentes.
El apoyo incondicional al pueblo palestino plantea también la comprensión de las fuerzas sociales en conflicto, sus estrategias y sus limitaciones. El siguiente recorrido histórico obedece a esa preocupación militante, hoy, desde una región remota, pero donde innegablemente también sufrimos la opresión y el despojo del capital imperialista, y vemos en la liberación de Palestina una causa de todos los explotados contra nuestros explotadores. Es, por eso, una lucha que los socialistas tomamos como propia, para darle una salida internacionalista de los trabajadores árabes y judíos.
Los orígenes del movimiento nacional árabe
Como todos los movimientos nacionales modernos, los árabes emergieron a la lucha por la constitución de un Estado independiente ante la reorganización económica y social promovida a escala global por el capitalismo durante el siglo XIX.
En la época en que en nuestras latitudes se libraban guerras por la independencia contra la decadente corona española y crecía la influencia de las nuevas potencias, lo que denominamos Medio Oriente vivía también un proceso de grandes transformaciones sociales, al calor de la crisis del Imperio Otomano y su integración en el mercado mundial. A principios del siglo XIX la región había sido sacudida por la invasión de Napoleón bajo el impulso de la Revolución Francesa, a lo que siguió la separación del reino de Egipto al mando de Mohamed Alí (quien originalmente había sido enviado a la cabeza de tropas otomanas para recuperar la provincia). Sus ejércitos serían recibidos con entusiasmo en las ciudades de Gaza, Jaffa, Nablus y hasta Jerusalén, que más tarde se integrarían al efímero reino árabe unificado entre 1832 y 1840. Junto con la Gran Siria, donde nuevas clases burguesas y pequeñoburguesas aparecían en escena, toda la zona fue epicentro de la Nahda, el «despertar» de un amplio movimiento cultural en las provincias de idioma árabe, que originó una pujante corriente literaria y política donde se dio forma a concepciones nacionalistas. «Sus raíces fueron laicas, puesto que destacaron los lazos históricos y culturales que unen a estos pueblos, sobre otros de tipo étnico o religioso».3Martinelli, Martín Alejandro; Palestina (e Israel) entrei ntifadas, revoluciones y resistencia, Edunlu, Luján, 2022; pág. 78.
Para la segunda mitad del siglo XIX avanzaba, paralela a la declinación de la dominación otomana, la penetración de las nuevas potencias europeas; Francia, Italia e Inglaterra fueron ocupando el norte de África. Después de la Guerra de Crimea, en 1856, se abrieron las provincias del Imperio Otomano a la inversión de capitales europeos. Esta inserción en el cambiante mercado mundial capitalista dio un salto con la apertura del Canal de Suez en Egipto, que convirtió a esta región en el nudo de las comunicaciones de Europa con la India y Oriente. Incluso las reformas económicas otomanas promovieron la producción para el mercado y la propiedad privada, con la abolición de formas comunitarias de posesión y rotación de la tierra como el sistema musha’a en Palestina.
Hasta entonces Palestina era una tierra de aldeas rurales, con ciudades que funcionaban como «el núcleo de la infraestructura comercial, el punto de conexión» de las poblaciones urbanas, rurales y el exterior. Además de la producción de las aldeas, concurrían también allí los nómadas beduinos que suministraban materias primas, y ambos sectores eran los principales consumidores de los productos manufacturados de las ciudades. 4Pappé, Ilan; Historia de la Palestina moderna, Ediciones Akal, Madrid, 2024;pág.46. Pero a medida que se insertaba cada vez más en los circuitos comerciales internacionales aumentó significativamente la exportación de naranjas, aceite de oliva, algodón, cereales, sésamo y tabaco; mientras crecían otros centros económicos como la manufactura de madera de olivo de Belén, la industria textil de Gaza, la de vidrio de Hebón; el núcleo ferroviario, industrial y portuario de Haifa; las industrias de mármol y jabón de Nablus, e incluso la cultura y la comunicación en Jaffa. Para las últimas décadas del siglo XIX ya había un servicio postal y rutas navales regulares que comunicaban con Europa, y se trazaron carreteras y líneas de ferrocarril entre las principales ciudades.5RamosTolosa, Unahistoria…;págs.12y13.
Como ocurre con todo desarrollo capitalista, el correlato de estas transformaciones sociales fue la destrucción de las formas de vida de grandes masas de campesinos empobrecidos y de los beduinos. Las reformas otomanas forzaron a los fellahim (campesinos), que no podían hacer frente a los impuestos, a desprenderse de la tierra, en favor de los terratenientes cuasi feudales que pasaron a concentrar los campos como propiedad privada. Éstos los arrendaron para producir para el mercado mundial, en detrimento de la subsistencia de las aldeas. Crecía el desempleo por los trabajadores expulsados de sus tareas agrícolas. El fellah se empobrecía por el peso agobiante del pago de la renta al terrateniente, el endeudamiento con el usurero y los impuestos; cargas que en total llegaban a absorber la mitad de su producto. Esto favorecía el acaparamiento, al punto que la mitad de las tierras productivas de Palestina pasó a pertenecer apenas a unas 250 familias de tipo feudal. A su vez, a los beduinos se los fue obligando a abandonar las caravanas comerciales y asentarse, obligando a muchos a buscar otro sustento.6Pappé;Historia…;pág54.
Esta transformación agraria, a mitad de camino entre la conversión en explotaciones capitalistas y las relaciones semifeudales, con la consiguiente crisis del fellah palestino, fue seriamente aprovechada por la colonización sionista. Con fondos colectados de magnates judíos europeos, como Rothschild o el barón Hirsch (preocupados por alejar el «problema judío» de Europa), se financió la compra de tierras a los propietarios absentistas siriolibaneses para la instalación de aldeas de migrantes judíos, desplazando a los árabes.
Los colonos europeos se encontraron con que en Palestina no solo había un pueblo, sino que toda la región vivía fuertes cambios. Damasco y Beirut, actuales capitales de Siria y Líbano, se convirtieron en centros políticos y culturales del movimiento por la independencia. En 1913, antes del inicio de la guerra, se realizó un congreso árabe en París ,ciudad en que se editaba desde unos años antes e lperiódico L’Indépendance Arabe, con participación de intelectuales palestinos. Se planteaba como un movimiento nacional común de todos los pueblos arábigos; pero esa aspiración chocaría de lleno con los intereses de las potencias imperialistas y de las clases capitalistas y terratenientes subordinadas a ellos.
El sionismo, desde sus orígenes, se plantó en oposición a este nacionalismo árabe. Buscó alianzas con todos los gobiernos imperialistas, incluso los mayores promotores de la discriminación y las matanzas contra las comunidades judías. Theodor Herzl, fundador del movimiento sionista, se reunió ya en 1903 con el ministro de Interior zaristaViacheslavvon Plehve, quien fomentaba los pogroms antijudíos en Rusia. No fue para exigir el fin de la persecución, sino para proponerle un acuerdo sobre impulsar la migración de esas comunidades a Palestina, ofreciéndose como contrapeso a la creciente actividad revolucionaria entre los judíos.7Ejemplos de esa actividad son el Bund, la liga de trabajadores judíos de Europa del este, y su elevada participación en general en las corrientes que confluían en la socialdemocracia, de la que emergerían luego los partidos Bolchevique y Menchevique. Eso fue después que fracasaran las gestiones con el sultán otomano Abdul Hamid, al cual le habían ofrecido asistencia financiera para las quebradas cuentas del imperio y buscaron convencer que la colonización sionista sería una fuerza de oposición a los movimientos independentistas árabes. Se entrevistó también con el emperador alemán Guillermo II, pero se estancaron las negociaciones porque el Kaiser priorizó preservar la relación con su aliado el sultán.
Este repaso muestra que no es fortuito que el gran hito del sionismo hacia la construcción de su Estado haya sido la declaración de un ministro de Relaciones Exteriores británico, la llamada Declaración de Balfour, por la que en octubre de 1917 manifestó la intención del gobierno inglés de favorecer la fundación de un «hogar nacional judío» en Palestina. No se trataba de simpatías para con los judíos, sino de intereses coloniales. Balfour, de hecho, había sido antes primer ministro de Gran Bretaña y en 1905 supervisó la Ley de Extranjería que impedía el ingreso a los judíos de Europa del Este que huían de los pogroms zaristas.
Si la dirección del sionismo se fue abriendo paso en base a sus negociaciones con los gobiernos imperialistas es porque la región había sido arrastrada a la corriente de los grandes choques que marcarían el reparto del mundo en zonas de influencia de esos Estados, en lo que Lenin definió como la fase monopolista del capitalismo.8Que el sionismo político haya surgido recién en la etapa imperialista del capitalismo no es fortuito, sino que forma parte de su propia naturaleza histórica: mientras que los movimientos nacionales europeos «florecieron durante todo el siglo XIX, como expresión del desarrollo de la producción capitalista que buscaba un marco óptimo para su desenvolvimiento, el sionismo aparece al filo del siglo XX, cuando ha cesado la formación de las grandes naciones europeas. El movimiento nacional refleja los intereses de la burguesía europea en la etapa ascendente del capitalismo, pero es justamente en esta época cuando los judíos son menos «nacionalistas» (sionistas) que nunca; la asimilación y la igualdad de derechos son los objetivos de su acción política». Ferraro; Marxismo…; pág. 91. Palestina era un objetivo clave de Gran Bretaña, que desde que ocupó Egipto buscada una continuidad territorial hacia el Golfo Pérsico y la Península Arábiga, conectando el Mediterráneo con Mesopotamia y el subcontinente indio; para ello pretendía la franja que iba de Acre al Sinaí.
Por el Canal de Suez pasaba buena parte de las importaciones británicas, y europeas en general, que provenían de Asia. El puerto de Haifa oficiaba de salida del interior árabe al Mediterráneo, además de ser un paso de rutas aéreas. Los ingleses no eran los únicos interesados en lo que era ya un centro neurálgico del comercio internacional. El proyecto del Kaiser de Alemania de unir con un ferrocarril a Berlín con Bagdad fue señalado como una de las causas del estallido de la Primera Guerra Mundial. Y, de hecho, luego de salir victoriosa en la contienda, fue Gran Bretaña la que construyó una red ferroviaria que, pasando por Haifa, interconectaba El Cairo con Beirut y Trípoli, el norte de la Península Arábiga y con Irak.
La caída del Imperio Otomano tras la Primera Guerra Mundial marcó la consolidación del dominio de británicos y franceses, que habían acordado cómo repartirse el botín. Los respective cancilleres, Mark Sykes y François George-Picot, habían firmado un acuerdo secreto en mayo 1916 que trazaba sobre el mapa con qué se quedaría cada uno. Era una alevosa traición a las promesas que esas potencias aliadas habían hecho a los árabes, acerca de otorgar la independencia si ayudaban a combatir a los ejércitos otomanos. Esta infamia, que pasó a la historia pintando de cuerpo entero la diplomacia imperialista, fue revelada al mundo un año y medio después cuando, en una de sus primeras medidas como Comisario del Pueblo para Asuntos Exteriores, Trotsky hizo públicos los acuerdos secretos firmados por el zar con los gobiernos británico y francés. El imperio ruso era la otra pata de los Aliados en la guerra, y en el reparto tenía sus pretensiones sobre territorio turco. Tras la revolución de octubre los bolcheviques abolieron la diplomacia secreta, renunciaron a las reclamaciones zaristas, proclamaron una paz sin anexiones y la defensa de la autodeterminación nacional. Los primeros pasos de la Unión Soviética mostraron cuán profundo era el antagonismo entre el gobierno obrero y las potencias imperialistas.

El compromiso asumido con el sionismo en la Declaración de Balfour no distaba de las falsas promesas hechas a los árabes, pero Gran Bretaña tenías sus intenciones en el establecimiento de una población judía; no para que constituyera un Estado judío sino precisamente lo contrario, para postularse como su protector. Los británicos contrarrestaban así la representación con que contaban hasta entonces Francia en nombre de los católicos y Rusia por los cristianos ortodoxos que habitaban en Palestina. Además, la declaración buscaba concitar el apoyo de la colectividad judía a nivel internacional: de la norteamericana para presionar a Estados Unidos a ingresar en la guerra en el bando de los Aliados -postura ante la cual había sido crítica, en la medida que significaba la alianza con el zar de los pogroms-; de la rusa para que presione al nuevo gobierno a continuar en la guerra; y bloquear un acuerdo del sionismo con Alemania.
Con todo, tras el final de la Primera Guerra Mundial los planes de las potencias imperialistas no se impusieron sin convulsiones profundas. A la revolución rusa que derrocó al zar le siguieron procesos revolucionarios en todos los imperios que se derrumbaban, desde los consejos obreros en Alemania y en Hungría a la fundación de la república en Turquía. La región que nos ocupa no fue la excepción.
Gran Bretaña debió enfrentar una sublevación en Egipto en 1919 (momento en que desgaja al Neguev y lo incorpora a Palestina, para tener una separación con el reino saudí). Al año siguiente apoyó el intento de proclamar el reino de la Gran Siria -que incluía a Siria, Líbano y Palestina- por parte del emir hachemita Faisal, hijo del emir de La Meca, Hussein bin Alí; pero Francia lo aplastó militarmente para tomar posesión del territorio que se había asignado en el acuerdo de Sykes-Picot y lo dividió en dos Estados diferentes separando de Siria al Líbano -donde impuso un régimen de representación confesional y dio el poder político a los banqueros cristianos maronitas. Los británicos nombraron al derrotado Feisal como rey de Irak, un territorio vital para asegurar el paso de los oleoductos y la ruta hacia la India, aunque separaron Kuwait para privarlo de salida al mar por aguas profundas. Para su hermano Abdullah, crearon el reino de Transjordania (la actual Jordania) en la mayor parte del territorio que le había sido concedido a Gran Bretaña en el mandato otorgado por la Liga de las Naciones. Palestina, así dividida, quedó bajo la administración directa del Mandato Británico.
La artificialidad de la invención de una nación jordana fue reconstruida por Joseph Massad en su libro Colonial Effects: The Making of National Identity in Jordan, donde describe la política de construcción de una identidad nacional en oposición a los palestinos, como fundamento de un Estado marcadamente antidemocrático que por ley sólo concebía como ciudadanos plenamente autónomos a los hombres de los centros urbanos, mientras regían leyes diferentes para los beduinos relegados a los márgenes del país y las mujeres dependían de sus familias .Destaca también el rol de la construcción de los palestinos como un «otro», especialmente por oposición a los refugiados y habitantes de Cisjordania y Jerusalén Oriental que fueron anexados al reino en 1948. 9Wilson,Mary;»Massad: Colonial Effects:The Makingof National Identity in Jordan»,Journal of Palestine Studies Vol. 32, 2002. Esta creación reaccionaria de la corona británica tendría profundas consecuencias históricas contra la lucha del pueblo palestino. En lo inmediato, la instauración de las nuevas monarquías hachemitas, con regímenes confesionales reaccionarios y una dinastía «exportada» desde los reinos arábigos de La Meca y Hedjaz, le permitió al imperialismo británico garantizarse la seguridad de su predominio en las compañías petroleras (en las que también tenían participación yanquis y franceses), incluida la instalación de varias bases militares por la región.
En total, dividieron el Magreb, la Gran Siria y la Península Arábiga en veinte Estados artificiales. Este desmembramiento de la región en países diferenciados -y enemistados- ocurría por entonces también en otro de los viejos dominios otomanos, los Balcanes, proceso que dio nombre al concepto político de «balcanización» para referirse a la dispersión en numerosos Estados separando territorios y pueblos que hasta entonces tenían cierta unidad histórica. En ese proceso se perpetró también el genocidio armenio, y se privó de autonomía nacional al pueblo kurdo, que desde entonces combatiría la opresión en Turquía, Siria e Irak. Otro caso es del reino de Arabia Saudita, un Estado fundado en 1926 en la interpretación más fundamentalista y puritana del Islam, que jugó un papel decisivo en el impulso de la contrarreforma integrista islámica por parte de los suníes. Con esta nueva configuración política, avanzaría a pasos acelerados la injerencia de capitales europeos, particularmente en el control absoluto en la producción, refinación y transporte de petróleo.
La fuerza social que consolidó la balcanización promovida por el imperialismo radicó en los sectores que se habían favorecido con la inserción en el mercado mundial durante las últimas décadas del imperio otomano: la burguesía semicolonial de comerciantes y banqueros y los terratenientes, cuyos intereses económicos dependían del comercio exterior más que de la integración regional y el desarrollo de un mercado nacional. Es un proceso análogo a la dispersión de repúblicas diferentes en América Central y del Sur tras la decadencia de la corona española, solo que en el Medio Oriente el imperialismo se apoyó en el poder que conservaban estructuras político-religiosas precapitalistas para erigir Estados monárquicos teocráticos. Así sembraría las bases de los fundamentalismos en una región donde la diversidad confesional era mayor que en cualquier otra, y donde primaba la convivencia aún cuando la religión ocupaba un lugar importante en la vida social.
Ante esta balcanización de la nación árabe, en sectores de la nueva burguesía y pequeña burguesía palestina de las ciudades portuarias de Jaffa y Haifa se abrían paso agrupamientos políticos y periódicos que reivindicaban la identidad palestina como base para un Estado independiente,en oposición al dominio colonial británico. Ejemplo de ello es la circulación de Filastin en Jaffa y Al Karmil en Haifa. Como concluye Khalidi,10Khalidi,Rashid; Palestina, cien años de colonialismo y resistencia;CapitánSwing,Madrid,2023; pág. 61. esto refuta que la construcción de una identidad nacional palestina haya sido un resultado de la oposición al sionismo.
Como vimos, el contraste con esta rapiña imperialista lo dio la Unión Soviética, lo cual vale específicamente para nuestro caso. La naturaleza del sionismo fue definida con claridad en el segundo congreso de la lll Internacional, realizado en julio de 1920, en cuyas resoluciones sobre la cuestión nacional y colonial -basadas en tesis escritas por Lenin- se denunciaba: «Como hiriente ejemplo de los engaños perpetrados contra la clase trabajadora de los países sojuzgados por los esfuerzos combinados del imperialismo de los aliados y de la burguesía de tal o cual nación, podemos citar el asunto de los sionistas en Palestina; donde con el pretexto de crear un Estado judío, en ese país donde los judíos forman una minoría insignificante, el sionismo ha entregado a la población marginada de los trabajadores árabes a la explotación de Inglaterra».
Paralelamente, en los primeros años desde la revolución rusa se había abierto un período de florecimiento de la cultura judía en la Unión Soviética, donde tuvieron libertad para la publicación de libros, revistas, periódicos y escuelas en idioma idish, como reseña Isaac Deutscher, incluido «el mayor teatro hebraico de la historia, la Habima, fundado por la iniciativa del comisario de instrucción pública Lunacharsky». 11Citado por Clemesha, Arlene;»Octubre y la cuestión judía»,PrensaObreran°570,1997 Era el corolario de una orientación defendida desde los orígenes del partido bolchevique, considerando que ya en 1903 Lenin se opuso al autonomismo del Bund sosteniendo que los trabajadores judíos debían ser parte de una organización común, teniendo en cuenta como socialista la «tendencia histórica mundial a romper las barreras nacionales, destruir las diferencias nacionales y asimilar a las naciones». Esta divergencia no iba a impedir la acción unitaria, como ocurrió cuando las unidades de autodefensa del Bund resistieron los pogroms durante la revolución de 1905 con el apoyo de los trabajadores no judíos. En palabras del historiador Nathan Weinstock: «cuando los rumores de un pogrom se esparcieron por San Petersburgo en octubre de 1905, cerca de 12.000 obreros armados fueron movilizados en cuestión de horas por el soviet para derrotar las bandas de los Centurias Negras».12Ídem. Luego de la revolución de 1917, la política bolchevique tendría impacto en los acontecimientos que sobrevendrían en Palestina.
Colonización y conflicto durante el Mandato británico
En 1922 la Sociedad de Naciones promulgó el Mandato Británico en Palestina, con una carta orgánica en la cual –como antes había ocurrido en la Declaración Balfour- las palabras árabe y palestino ni siquiera aparecen. En ella se designa la constitución de una autoridad política sionista como representante oficial de la población judía del país, otorgándole estatus de «organismo público» a lo que luego sería la Agencia Judía. Esto cuando todavía la mayor parte de la comunidad judía local estaba integrada por religiosos o mizrajíes que no eran sionistas (o que se oponían abiertamente a él). No se designaba a ningún representante oficial árabe.
Otra invención británica fue crear, como autoridad político religiosa, el cargo de un gran muftí para toda Palestina (cuando tradicionalmente había cuatro muftíes cuya jurisdicción abarcaba solo Jerusalén, uno para cada uno de los ritos diarios), nombrando a Mohamed Amin al Husseini. También montaron un Consejo Supremo Musulmán. Buscaban erigir una estructura política vasalla, dividir a la principal familia aristocrática, obstaculizar los reclamos por instituciones democráticas de carácter nacional y fragmentar al movimiento nacionalista. Negaban su carácter nacional a la población árabe de Palestina, para definirla exclusivamente como una comunidad religiosa.13Khalidi;Palestina…;pág.79.
En este cuadro comenzaría una nueva oleada migratoria de judíos azkenazíes de Europa, y se desatarían los primeros choques importantes con la comunidad árabe en Jerusalén en abril de 1920 y en Jaffa en mayo de 1921. La Organización Sionista emprendía ya una política segregacionista para impedir la explotación de trabajadores árabes en los kibutzim (aldeas agrícolas) y empresas sionistas. Con ese objetivo se funda la Histadrut, una «central obrera» exclusivamente para judíos y cuya tarea era velar por una «economía cerrada» sionista, expulsando a los árabes hasta de las empresas concesionarias de capitales extranjeros, con el fin de crear una base económica para un futuro Estado sionista. Lo denominaban la «conquista del trabajo», correlato de la «conquista del producto» que era un boicot a la compra de productos árabes. Vemos que, por su esencia, la Histadrut no se planteaba defender los intereses de clase de los obreros judíos, sino que los llamaba a hacer sacrificios y ganar menos en nombre de contribuir a la constitución del Estado judío. También jugó un papel importante en la creación de un sistema de asistencia social en vistas a suplir la ausencia de cobertura estatal.
Como lo describió el libanés Fawwaz Trabulsi, la colonización sionista demolía las viejas relaciones de producción pero no erigía otras nuevas para absorber a la fuerza de trabajo nativa, sino que apuntaba a desplazarla.14Trabulsi,Fawwaz; La revolución palestina y el conflicto árabe israelí, Cuadernos Pasado y Presente n°14, Córdoba, 1969. Mientras impedía la formación de un mercado nacional unificado, el sionismo se fortalecía por el apoyo del imperialismo y el capital extranjero, lo que le permitió ir superando progresivamente a la industria árabe en términos de inversión de capital y productividad. Se consolidó así como un freno al desarrollo tanto de una clase burguesa como de una clase obrera palestina.
Esto ocurría al mismo tiempo que crecía la migración desde el campo hacia la ciudad, por el agravamiento de la desocupación entre la masa de fellahim que quedaban sin tierra al no poder pagarlos impuestos, las deudas o las inversiones indispensables. La crisis agrícola se profundizaba por la imposibilidad de modernizar los métodos productivos, y como resultado de la escasez de tierras cultivables debido a la compra sionista de tierras a los propietarios absentistas de Beirut y Damasco.
La situación incitaría enfrentamientos entre campesinos árabes y colonos judíos, como en la aldea de Al Fula a finales de noviembre de 1924. En esa ocasión aparecería ya en escena el joven Partido Comunista de Palestina (PCP), integrado por judíos, que apoyó a los fellahim contra la fuerza de choque sionista, la Haganah. También comenzarían las manifestaciones y huelgas de los trabajadores árabes contra las autoridades británicas, como las protagonizadas en abril de 1925 en varias ciudades palestinas para protestar por la visita de Balfour.
Sin embargo, incitados por las direcciones políticas reaccionarias sionista y árabe, se producirían los primeros conflictos sangrientos a gran escala. El mayor se desarrolló a mediados de 1929, en lo que pasaría a llamarse la «sublevación de Buraq» -nombre del muro occidental de la mezquita Al-Aqsa de Jerusalén. Una provocación sionista, una manifestación árabe que desencadenó ataques a la población judía, y luego una brutal represión del ejército británico a los sublevados, terminó con un saldo de asesinados de113 judíos y 116 árabes. El hecho incluso tendría resonancias horadando la convivencia y la integración de las comunidades judías que desde tiempos remotos habitaban en el Magreb y el Golfo Pérsico.
Los enfrentamientos comenzaron a menos de una semana de creada la Agencia Judía en Zúrich, la cual instó al gobierno británico a abrir Palestina a los inmigrantes judíos. El 15 de agosto de 1929 los sionistas revisionistas, el movimiento de inspiración fascista liderado por Vladimir Jabotinsky,15A nivel internacional impulsó el movimiento juvenil de derecha Betar. se dirigieron de Tel Aviv a Jerusalén con la consigna «el muro es nuestro», en alusión al muro occidental del Antiguo Templo, lindante con la mezquita Al-Aqsa sagrada para la religión musulmana. En respuesta, el Gran Muftí instó a emprender un ataque indiscriminado contra los judíos, que terminó dirigido contra la histórica población de Jerusalén y hasta contra los ortodoxos antisionistas que hacía mucho habitaban Hebrón, dando así inicio a un conflicto en ciudades donde hasta entonces primaba la convivencia.
Luego vino la represalia de las autoridades británicas, que llegaron a movilizar aviones, vehículos blindados y unidades militares de bases de fuera de Palestina para reprimir a los árabes.
El sangriento episodio mostró la capacidad de los líderes reaccionarios judíos y árabes para convertir los choques derivados de la colonización sionista en un conflicto de carácter étnico y sobre todo religioso, en torno a la disputa por los sitios sagrados, con revueltas antiárabes y antijudías.
Jabotinsky fundaría en 1931, por fuera de la Haganah, a la milicia fascista del Irgún, un grupo terrorista particularmente enfocado en ataques hacia poblaciones árabes. En su división con la dirección oficial, la orientación del sionismo revisionista no era antagónica sino la que más claramente entendía las fuerzas sociales en pugna. En su libro Sionismo de Estado, de 1935, escribía: «No necesito ocuparme de la verdad trillada de la importancia de Palestina desde el punto de vista de los intereses británicos; tan solo debo agregar que su validez depende de una condición fundamental, a saber: que Palestina deje de ser un país árabe… pero una Palestina predominantemente judía, una Palestina como un Estado judío, rodeada por todas partes por países árabes, tenderá siempre, en interés de su propia preservación, a apoyarse en un poderoso imperio, no árabe y no mahometano. Esta es una base casi providencial para una alianza permanente entre Inglaterra y una Palestina judía, pero nada más que judía».16CitadoporFerraro, Marxismo…;pág.87.
En paralelo a aquellos enfrentamientos, se producía en las concentraciones obreras una tendencia inversa: a la confluencia de trabajadores árabes y judíos por las demandas comunes. Intervendría en este proceso otra ruptura con el sionismo, que se procesaba desde una posición de clase opuesta.
Nos referimos a la escisión de núcleos de militantes provenientes del sionismo socialista, en particular de Poalei Zion (Obreros de Sión), un movimiento internacional dirigido por el ruso Dov Ber Borojov. En 1919 estos activistas fundaron el Partido Socialista de los Trabajadores, que solicitó unirse a la Internacional Comunista. Esta resolvió en 1920 rechazar que los desprendimientos de Poalei se integraran como organización, pero planteó que se aceptaría la incorporación a modo individual de esos militantes en los partidos comunistas de sus respectivos países a condición de que hubieran roto con el sionismo. En el caso de Palestina se formuló la condición de adoptar una política de «arabización» -de acercamiento de trabajadores árabes, además de los miembros judíos- y de romper relaciones con las corrientes sionistas socialistas. Luego de una serie de debates y divisiones se fundó el Partido Comunista de Palestina, y en 1923 declaró la aceptación de las condiciones para unirse a la Internacional Comunista. Su acción se haría sentir de forma inmediata.17Kebler,Mario;»ThePalestinianCommunistPartyintheInterwarPeriod»,RosaLuxemburgStiftung, 2019.
Ese mismo año participarían en importantes tentativas de organización de un movimiento obrero común. Luego de que la Histadrut se opusiera a la demanda de los trabajadores ferroviarios de Haifa de organizar una huelga conjunta, se difundió el reclamo por una reestructuración de la Unión de los Trabajadores de los Ferrocarriles, Correos y Telégrafos para separar sus funciones sindicales de las demás de tipo social o asistencial (e inclusive patronal) y permitir el ingreso de no judíos. La respuesta sería la expulsión de los comunistas de la Histadrut en 1924. Aún así, en enero del año siguiente una reunión del Consejo de los Ferroviarios votó la apertura del gremio a todos los trabajadores y eligió una dirección ejecutiva con igual número de árabes y judíos, lo cual favoreció el ingreso de centenares de obreros árabes. Mientras la Histadrut reaccionó amenazando con cerrar el sindicato, se creó la Sociedad de Trabajadores Árabes de Palestina (PAWS, por sus siglas en inglés), primera central sindical árabe.
Los militantes comunistas se propusieron impulsar un movimiento obrero judeoárabe unificado, y formaron Ishud (La Unidad), que para fines de 1925 había abierto clubs obreros en Haifa, Tel Aviv, Jerusalén y algunos pueblos agrícolas. La administración británica no tardó en prohibir sus reuniones y comenzar el arresto de sus dirigentes. Muchos de ellos pasaron varios meses detenidos y luego fueron exiliados. Hacia el final de la década del ’20 habían sido expulsados de Palestina sus principales organizadores, entre ellos Leopold Trepper y otros cuadros políticos revolucionarios judíos que más tarde jugarían un notable papel en el combate a los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
A pesar de estos esfuerzos, y en parte debido a los golpes recibidos por la persecución y la represión, el PCP aún seguía siendo una organización principalmente judía. Esto lo dejaría en una posición comprometida en los enfrentamientos de agosto de 1929, cuando ante los ataques antijudíos se puso a resguardo de la Haganah. El episodio sería aprovechado por Stalin para imponer un descabezamiento de la dirección y colocar, en nombre de la «arabización», a agentes fieles a los dictados de la burocracia soviética. Siguiendo los zig zag del estalinismo, sobrevendrían nuevas crisis y escisiones.
Aún así, la lucha de clases seguiría alimentando una poderosa tendencia a la unidad obrera. En noviembre de 1931 se desarrollaron huelgas conjuntas de choferes de taxi, ómnibus y camiones que paralizaron los transportes por nueve días. En abril de 1932 los marineros árabes de Haifa en lucha fueron acompañados por los portuarios judíos, impulsados por el movimiento sionista de izquierda HashomerHatzair contra la oposición de la Histadrut. Esa misma ciudad sería escenario, en febrero y marzo de 1935, de una huelga de tres semanas de trabajadores árabes y judíos en la refinería de Haifa y en la terminal del oleoducto de la Iraq Petroleum Company, que arrancó algunas reivindicaciones; y en mayo también consiguieron algunas demandas los ferroviarios, quienes para negociar con el gobierno habían elegido en asamblea una delegación con igual número de miembros de árabes y judíos.18Clemesha,Arlene;»De la Declaración Balfour a la derrota del movimiento obrero árabe-judío», EnDefensa del Marxismo n°30.
La situación internacional, sin embargo, iba a tener impacto directo al dotar de nuevas fuerzas a la colonización sionista. Si el aumento de la discriminación a los judíos en Europa sumaba contingentes de migrantes hacia Palestina, la Agencia Judía buscó activamente explotar esa posibilidad incluso mediante acuerdos con los gobiernos fascistas. Ya en 1926 el dirigente sionista Jaim Weitzman se entrevistó con Mussolini, interesado en la propuesta de financiar la migración judía en aras de contrarrestar la influencia británica en Oriente. En 1933 el líder sionista David Ben Gurión firmó con Hittler el «pacto de Haavara» (transferencia, en hebreo) para promover el traslado de las familias judías alemanas y sus bienes hacia Palestina, a cambio del fin al boicot económico a Alemania que estaba en franco crecimiento. Un artículo del New York Times reflejó en marzo de ese año cómo se impuso el rechazo al boicot a los nazis en el congreso sionista realizado en Praga.

El historiador Edwin Black, en su libroTheTransferAgreement,19Black,Edwin;E lAcuerdodeTransferencia.La dramática historia del pacto entre el Tercer Reich y la Palestina judía; Euskal Herriko Komunistak. definió a la Haavara como «una compañía comercial creada por la Organización Sionista Mundial que tenía como misión comerciar con los nazis». Significó la importación clave de materias primas, insumos y maquinaria para la industria y la agricultura sionistas, que en esa década pasaban a superar definitivamente al sector árabe; y la llegada de capital, como dinero en efectivo, depósitos y créditos. «Todo esto produjo una explosión económica en la Palestina judía, que exigió la creación de empresas, la realización de inversiones y, sobre todo, la creación de puestos de trabajo». Con los fondos así adquiridos se fundó, por ejemplo, la compañía de aguas Mekorot, que utilizaría luego las restricciones hídricas como arma de guerra contra las comunidades palestinas. El beneficio para los nazis fue importante, ya que les permitió montar una red regional para ampliar sus exportaciones en Oriente, como los vehículos de Volkswagen. Le seguiría la firma de otros acuerdos de transferencia con gobiernos fascistas como los de Italia y Hungría.
Es a la luz de la naturaleza del sionismo como enemigo de la causa nacional árabe que se comprenden los motivos que lo llevaron a pactar aún con las fuerzas imperialistas que protagonizaron los mayores crímenes antijudíos: era una vía para romper las restricciones migratorias que sostenían en Palestina los británicos. Esta colaboración política y económica de la dirección sionista era una traición a la lucha contra el nazismo en la propia Alemania, aún después de las humillantes Leyes de Nüremberg. Convalidaba la concepción racista que identificaba al judaísmo con los pueblos semitas de Oriente como justificativo de su expulsión del continente que habitaban desde hacía siglos.20Massad,Joseph;»The last of the Semites», AlJazeera,2023. En esa acepcióneltérmino»semita» fue acuñado recién a finales del siglo XIX por Wilhelm Marr.
La Gran Revuelta contra el imperialismo británico
Aún así los árabes iban a dirigir sus grandes luchas contra la ocupación británica. En octubre de 1933 estallaron levantamientos y huelgas en varias ciudades palestinas, sobre todo Jerusalén y Jaffa, para protestar contra las autoridades británicas por su complicidad ante el armamento de las organizaciones sionistas y la persistente inmigración judía en Palestina. Entre los reclamos figuraba la formación de un gobierno nacional.
La primera gran manifestación masiva se desarrolló el 21 de noviembre de 1935 en Haifa, en ocasión del funeral de uno de los mártires de la lucha palestina: el jeque Ezzeddine Al-Qassam, asesinado durante una emboscada tendida por el ejército británico en los alrededores de una aldea de la región de Jenin. Era un anticipo de lo que vendría.
1936 pasaría a ser el año en que comenzó la Gran Revuelta contra el imperialismo inglés. Con ese nombre se conoce a un proceso que inició con la declaración de una huelga general del 20 de abril y se extendería durante six meses, convocada por un comité nacional en Nablus tras el asesinato de cuatro palestinos en Jaffa por colonos judíos.
Rápidamente el movimiento ganó a la población árabe y se formaron comités por localidad para atender los asuntos de la huelga y la organización del abastecimiento.
Fue para evitar que el curso de la huelga general quedara en manos de esos comités locales que se formó el Alto Comité Árabe, un comando central presidido por el gran muftí de Jerusalén, Amin al Husseini. Fue esta dirección la que más tarde llamaría a levantar la huelga para negociar con los británicos. Luego de abordar la cuestión, en 1937 el imperialismo haría su primera propuesta de partición del territorio, elaborada por la Comisión Peel, dividiendo a Palestina en dos estados, uno hebreo y otro árabe, y reservándose Gran Bretaña su tutela en la zona de Jerusalén y Haifa, además de funciones como la defensa y las relaciones exteriores. La oposición de la comunidad árabe fue total, con la excepción del emir Abdullah de Transjordania, quien ya dejaba asentada su voluntad de anexar la porción palestina para su reino.
La propuesta de Partición desató una ola de indignación popular y en octubre de 1937 estalló una insurrección armada que se extendió por todo el país, dirigida contra las fuerzas británicas. Estas perdieron el control de varias zonas urbanas y rurales, que pasaron a estar dominadas y gobernadas por los rebeldes. Jenin, Nablus y Tulkarem fueron algunos de los centros urbanos tomados. Se crearon tribunales y administraciones locales con amplias atribuciones: recaudaron impuestos, reclutaron combatientes, formaron redes de inteligencia, además de sistemas de aprovisionamiento, alojamiento y traslado, e incluso alumbraron formaciones paramilitares. Charles Andersonlo definió como una «formación del Estado desde abajo».21Anderson,CharlesW.;»State Formation from Below and the Great Revoltin Palestine», Journal of Palestine Studies Vol. 47 N°1, 2017. Proliferaban órganos de dirección de la huelga basados en el activismo de los jóvenes, los trabajadores y las mujeres, que se otorgaron a sí mismos poderes de administración comunal y movilización de recursos, sosteniendo una solidaridad con la mayoría rural oprimida. Incluso formaron tribunales deliberativos, algo que dicho autor reseña como un rejuvenecimiento de prácticas locales de resolución de conflictos y el mutualismo campesino.

Fue durante la Gran Revuelta, punto más alto de cuestionamiento al dominio británico, que se expresaría con toda su fuerza el papel antirrevolucionario del estalinismo. En lugar de constituir un canal para superar los límites que imponía el Alto Comité Árabe, el Partido Comunista se convirtió en un obstáculo para ello. Siguiendo la orientación impuesta a la Internacional Comunista desde 1935 con la táctica del Frente Popular en alianza con las burguesías de sus respectivos países, el PCP planteó que la lucha de liberación nacional requería la formación de un frente antiimperialista con los «partidos reformistas nacionales». Este planteo nacionalista lo llevó a abandonar la consigna de una federación árabe en toda la región. Concentró sus objetivos en presionar sobre el ala radical del nuevo Partido Istiqlal (Independencia) y a los jóvenes urbanos denominados shebab, en una política de seguidismo al nacionalismo pequeñoburgués. Llevando esa política hasta su consecuencia lógica, ante el levantamiento árabe se crea dentro del PCP una Sección Judía que proclama la necesidad de un frente popular con sectores sionistas.
El PCP no se propuso movilizar de manera independiente a la clase trabajadora contra la represión británica ysus aliados sionistas, sino que adoptó el programa nacionalista del Alto Comité Arabe y dio total apoyo a su orientación, que ya se había mostrado como una vía muerta al levantar la huelga para terminar con la propuesta de la Comisión Peel. Se subordinó al muftí Husseini, cuyas apelaciones islámicas fueron reproducidas en la prensa comunista, y se elogió su propuesta de reclamar una representación nacional árabe dentro del imperio británico, en lugar de exigir la independencia de Palestina. Por ese motivo no llamó a los trabajadores agrícolas y a los campesinos a levantarse contra los effendi (terratenientes semifeudales) y las plantaciones sionistas, ni llamó a los trabajadores árabes y judíos a paralizar los medios de transporte, las refinerías de petróleo, las fábricas y los departamentos de gobierno, camino que hubiera hecho avanzar al movimiento en una lucha por la independencia de la mano de una revolución proletaria. De esta manera la gran huelga de los portuarios de Jaffa quedó aislada.22Kebler,»ThePalestinianCommunist…»
La respuesta del imperialismo sería cruenta. Ampliando la legislación represiva primero, atentando masivamente contra la población árabe luego, y finalmente con un enorme despliegue militar después de reforzar sus tropas con divisiones traídas desde otros dominios. Sería la primera vez que los palestinos sufrirían prácticas genocidas, incluso muchas que hoy reconocemos como características de los crímenes de Israel.
El Alto Comité Árabe fue ilegalizado por los británicos en 1937, después de la rebelión que estalló ante la indignación de la propuesta de partición de la Comisión Peel. Se prohibieron los órganos del movimiento y comenzaron las detenciones masivas de líderes políticos, seguidas de exilios y hasta ejecuciones sumarias. En simultáneo, empoderaron al sionismo como apoyo contra la revuelta árabe: legitimaron la actuación de la Haganah, a la cual le asignaron protección de los oleoductos británicos, e incluso permitieron los actos terroristas del Irgún. También se construyó una red de carreteras que conectaba las principales colonias sionistas, incluido el trazado de la carretera central de Haifa a Tel Aviv, y allí se construyó un nuevo puerto para eludir el bloqueo del puerto árabe de Jaffa. La represión de las tropas británicas fue así acompañada de una política que tendría mayores consecuencias aún, ya que apuntaba a quebrar la integración de la economía árabe, privándola de infraestructura vital y destruyendo su agricultura y ganadería.
En otro de sus trabajos, Charles Anderson concluye que la derrota de la Gran Revuelta árabe se debió, más que a la superioridad militar, a la restriction de la vida cotidiana, ya que «la contrainsurgencia británica sacudió los cimientos socioeconómicos de la sociedad y rompió las bases institucionales del movimiento revolucionario».23«La avalancha de castigos colectivos destruyó la vida cotidiana de los árabes palestinos, como sigue siendo hoy en los territorios palestinos ocupados, donde se han convertido en un método –y modelo–poderoso que guía la interminable contrainsurgencia de Israel» .Anderson,CharlesW.;»The Suppression of the Great Revolt and the Destruction of Everyday Life in Palestine», JerusalemQuarterly n° 79, 2019.
Desde el inicio de la revuelta los británicos reforzaron la legislación represiva para establecer castigos colectivos y emprendieron redadas punitivas en las aldeas de las zonas rebeldes: destruyeron casas, negocios, bienes y alimentos; asesinaron al ganado y hostigaron a los aldeanos; e impusieron sanciones financieras a las aldeas. La pretensión era aislar al movimiento de su base de apoyo rural. También ocuparon las escuelas, instituciones religiosas y lugares de reunión comunitarios para utilizarlos como cuarteles del ejército británico.
Pero la huelga siguió con una amplia adhesión, y en junio de 1936 la administración colonial amplió sus poderes represivos para arrestar a palestinos y obligarlos a realizar trabajos forzados con el objetivo de recuperar los espacios urbanos que, barricadas mediante, había fuera de la injerencia estatal. Legalizaron también la demolición de viviendas, que practicaron en decenas de aldeas y tuvo su mayor expresión criminal en Jaffa, donde arrasaron gran parte de la Ciudad Vieja para allanar el acceso de sus fuerzas militares, destruyendo centenares de viviendas y dejando alrededor de una sexta parte de los habitantes árabes temporal o permanentemente sin hogar.
Aún así, la represión no lograba derrotar al movimiento. La destrucción de los medios de vida básicos de las poblaciones rurales, afectando el ganado y la cosecha de trigo, amenazó con la hambruna a la población árabe; pero generó el efecto opuesto de volcar nuevos contingentes a la rebelión. Entre el otoño de 1937 y el de 1938 los ingleses debieron retirarse de buena parte de las ciudades y hasta de sus bases militares. Vendría entonces una nueva etapa en la ofensiva del imperialismo británico.
A mediados de 1938 entraron en acción los Escuadrones Nocturnos Especiales, unas fuerzas paramilitares judías que bajo el mando de oficiales británicos llevaron a cabo redadasy ejecuciones extrajudiciales. El sistema judicial del Mandato fue convertido «en un tribunal de ahorcamiento para árabes», y se practicó el encarcelamiento masivo en verdaderos campos de concentración.
Más letal aún fue la aplicación de severos controles de movimiento en noviembre de 1938, que interrumpieron el comercio cotidiano y amenazaron el abastecimiento de alimentos.
Nablus, Nazaret, Haifa, Jenin y la Ciudad Vieja de Jerusalén fueron puestas bajo un toque de queda vespertino permanente. Se cerraron las carreteras a los árabes que no contaran con un permiso expedido por los militares, generando una dislocación simultánea del comercio, la agricultura y la industria que hizo subir los precios. La extorsión británica terminó por doblegar a los palestinos, especialmente ante el advenimiento de la temporada de cosecha de cítricos que los empujó a inscribirse para solicitar los permisos de circulación.
La derrota de la revuelta dispersó a los líderes políticos árabes. El Gran Mufti huyó y se refugió en Berlín, bajo la protección del régimen nazi. Sus opositores, el clan Nashashibi, habían sido seriamente atacados por los propios palestinos por su apoyo inicial a la Partición de Palestina propuesta por la Comisión Peel. En general, se agudizaron la división interna, las rivalidades locales y los conflictos religiosos. Pesaba también la traición de las monarquías de Transjordania, Irak y Arabia Saudita. A su vez, centenares de comunistas y activistas pasaron largos meses presos en un campo de concentración cerca de Beersheba o fueron exiliados.
Sin embargo, para despejar temores sobre una reiniciación de la Gran Revuelta, cuando el inicio de la Segunda Guerra Mundial demandaba una movilización militar plena, el Mandato Británico publicó el «Libro Blanco» que limitaba la inmigración y la compra de terrenos por parte de la comunidad judía. Este hecho cambiaría por completo sus relaciones con el sionismo.
De la unidad obrera árabejudía a la Nakba
La guerra iba a tener profundas implicancias en Palestina, especialmente sobre la clase obrera. La instalación permanente de tropas británicas y francesas en la región, con su necesidad de fabricaciones militares, redundó en un notable crecimiento del empleo. Si bien los sionistas monopolizaron los contratos para proveer de suministros a los británicos, distintos serían los efectos entre los trabajadores. Árabes y judíos fueron empleados en ferrocarriles, refinerías de petróleo, fábricas metalúrgicas y en la construcción de los campos militares. Los obreros urbanos palestinos aumentarían de unos 40.000 a 130.000 en estos años. Este crecimiento de la actividad económica y el fortalecimiento del movimiento obrero decantaron en un amplio proceso de huelgas conjuntas.24Clemesha,»De la Declaración Balfour…».
Ferroviarios árabes y judíos de Haifa realizaron en diciembre de 1942 una huelga de tres días de todos los talleres de la ciudad, desafiando la prohibición de medidas de fuerza en los sectores considerados esenciales. En mayo del año siguiente estalló un conflicto salarial en los campamentos militares británicos, en cuya construcción habían sido contratados nada menos que 15.000 judíos y 35.000 árabes; confluyeron en huelga a pesar del divisionismo promovido por la Histadrut,25Cuya representatividad era débil entre la mayoría de judíos mizrajim. de la dirección nacionalista árabe del PAWS e incluso del PCP que -siguiendo las órdenes de Moscú, aliado a Inglaterra- se opuso a las acciones de lucha porque boicoteaban los esfuerzos bélicos. El episodio sería el detonante final de una nueva división en el PCP, cuyos miembros árabes fundaron poco después la Liga de Liberación Nacional, organización que jugó un papel combativo en el movimiento obrero y apoyó resueltamente la causa palestina, aunque políticamente fuera reformista y no superara el democratismo burgués.26Budeiri,Musa; *ElPartidoComunistadePalestina(1919-1948)*,Ediciones Dos Cuadrados, Madrid, 2025; pág. 199.
Los mismos campos militares serían epicentro de una gran lucha una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, cuando los miles de obreros habían quedado amenazados con el despido. Fue un proceso que desafió seriamente a la burocracia sindical nacionalista árabe. En agosto de 1945 la Liga de Liberación Nacional formó el Congreso de los Trabajadores Árabes y ganó a las seccionales del PAWS de Jaffa, Jerusalén y Gaza; un mes después lideraba, junto a un ala izquierda de la Histadrut, una huelga de una semana en un campo cercano a Tel Aviv, que incluyó una movilización por las calles centrales de la ciudad al grito, en árabe y hebreo, de «larga vida a la unidad entre los trabajadores árabes y judíos», «los trabajadores árabes y judíos son hermanos».27Clemesha,»De la DeclaraciónBalfour…».
Este movimiento obrero árabejudío seríaun actor de peso en el período que se cerró con la Nakba y la creación del Estado de Israel. En abril de 1946 hubo una huelga de 12 días en todo el país en la petrolera norteamericana Socony Vacuum. Y, más importante, comenzó un conflicto de los trabajadores del correo, telégrafos y telefónicos que, a pesar de las concesiones otorgadas por el gobierno y el intento de la Histadrut y la PAWS por levantarlo, se transformó en una huelga general de empleados públicos cuando adhirieron los ferroviarios, paralizando la principal vía de transporte, y más tarde los portuarios. A fin de mes la huelga terminaría con la conquista de un importante aumento de salarios y otras reivindicaciones.
La intervención de los trabajadores, aunados por sus reclamos comunes, planteaba realmente la posibilidad de superar el conflicto que había iniciado con la colonización sionista. En una declaración de septiembre de 1947, la organización trotskista Liga Comunista Revolucionaria planteaba claramente esta alternativa para el pueblo judío, postulando que «para resolver el problema judío, para liberarnos del peso del imperialismo, solo hay un camino: la guerra de clases común con nuestros hermanos árabes; una guerra que es un eslabón inseparable de la guerra antiimperialista de las masas oprimidas en todo el Oriente árabe y en todo el mundo» .
El ascenso de luchas obreras que hermanaban a árabes y judíos fue combatido violentamente por el sionismo, que presionaba para precipitar el fin del Mandato Británico y desatar la guerra contra la población árabe. Un caso testigo es el de la refinería de Haifa de la Iraq Petroleum Company, una ciudad y una concentración obrera en particular que albergaban una importante tradición de lucha común. Desde comienzos de 1947 protagonizaron varias huelgas de centenares de trabajadores, pero para fin de año la situación sería diametralmente distinta.
El 30 de diciembre en un ataque terrorista los fascistas del Irgún arrojaron dos bombas sobre una reunión de un centenar de obreros árabes. A diferencia de otros atentados que esta banda ejecutaba en lugares de concentración de la población árabe, esta vez se realizó en coordinación con la Haganah y formaba parte de un plan con un objetivo muy definido: expulsar a los palestinos de Haifa.28Pappé;Ilán;La limpieza étnica de Palestina, Editorial Crítica,Barcelona,2008;págs.91y92. El ataque del Irgún generó una reacción y se produjeron enfrentamientos en los que algunos trabajadores judíos fueron asesinados. Era el final de aquella tradición de unidad. La noche del 31 de diciembre la fuerza de élite de la Haganah, el Palmaj, irrumpió en la localidad de Balad al Sheikh donde vivían muchos obreros de la refinería y masacró a decenas. Dos semanas más tarde ejecutaría otra matanza en el barrio de Hawassa, una de las zonas más pobres de la ciudad donde residían cinco mil palestinos. Le seguirían ataques sucesivos en todos los barrios árabes de Haifa, hasta que se concretó la huida de decenas de miles de palestinos en abril de 1948.
Eran los albores del Estado de Israel.
Esta guerra contra la población árabe de Palestina había sido largamente preparada. La historia que la presenta como una respuesta a la Shoá perpetrada en Europa es directamente falsa. Por un lado, el sionismo había explotado los temores británicos a una invasión alemana en Medio Oriente para conseguir su aval y su apoyo para profesionalizar una fuerza militar propia, gracias a lo cual instruyó al Palmaj como comando de élite de la Haganah y se formó una Brigada Judía dentro del propio ejército británico. Sin embargo, ya nada revertiría la ruptura que había comenzado a procesarse tras la publicación del «Libro Blanco» que restringía la migración judía a Palestina.
El enfrentamiento del sionismo con el imperialismo británico no debe entenderse como un intento por salvar a los judíos del genocidio, sino únicamente favorecer la creación de su Estado. Ya en 1938 Ben Gurión había cuestionado a Gran Bretaña por recibir a miles de niños judíos luego del cruento pogrom conocido como la Noche de los Cristales Rotos en Alemania, en lugar de enviarlos a Palestina. En ningún momento de la Segunda Guerra Mundial el sionismo exigió de sus aliados imperialistas la apertura de sus respectivas fronteras,que habían sido cerradas a los judíos europeos condenándolos a la trampa mortal de los campos de exterminio. La Haganah llegó a volar un buque con 250 refugiados judíos del nazismo frente al puerto de Haifa a los cuales las autoridades del Mandato no dejaban desembarcar, para generar una corriente de opinión internacional contra la administración británica.29«Con nuestras propias manos asesinamos a nuestros hijos», confesaría muchos años después un miembro del Comité de Acción Sionista sobre la detonación del Buque Patria el 25 de noviembre de 1940. Walsh, Rodolfo; La revolución palestina, Colectivo Editorial Último Recurso, Rosario, 2007; pág. 25.Todavía en enero de 1941 los líderes de la Banda Stern, la otra milicia fascista sionista, buscaba un acuerdo con los nazis argumentando que la «solución para librar a Europa del problema judío» era su expulsión a Palestina.
Al calor de esta ruptura el sionismo cambió de tutor y se colocó finalmente al amparo del imperialismo yanqui. Este tenía su propio interés en el rediseño político de Medio Oriente ante la pérdida de influencia de Gran Bretaña y Francia, y ya había puesto bajo su tutela al monarca saudí. El hito de este pasaje fue el congreso sionista de Biltmore, Nueva York, realizado en 1942, en el que triunfaron por primera vez las posiciones pronorteamericanas. La burguesía judía yanqui, por su parte, financió al sionismo en lugar de reclamar al gobierno de Franklin Roosevelt que abriera las puertas de Estados Unidos a los que sufrían los crímenes del nazismo, para evitarse un «problema judío» en sus propias latitudes.
El cambio de frente del sionismo le dio su oportunidad ni bien finalizó la guerra. En octubre de 1945 se unieron los tres principales grupos paramilitares sionistas (la Haganah,e lIrgún y la Banda Stern) para iniciar una ofensiva simultánea tanto contra la población árabe como contra las autoridades inglesas. Volaron vías de tren, atacaron comisarías y estaciones de radio, asesinaron a funcionarios y militares británicos; e incluso protagonizaron atentados en Londres. La mayor acción contra la administración del Mandato fue la detonación del Hotel Rey David de Jerusalén, donde funcionaban oficinas del gobierno británico, perpetrada el 22 de julio de 1946 para destruir los documentos secretos de la Agencia Judía que habían sido secuestrados y probaban los vínculos de esta con los grupos terroristas sionistas. El objetivo final era forzar una retirada del Mandato. Como vimos, para cuando esto se concretó ya estaba en marcha el plan de terror contra la población árabe.
El 11 de diciembre de 1947 el gobierno británico anunció que pondría fin al Mandato en Palestina el 14 de mayo del año siguiente, y que no iba a ocuparse de poner en práctica el plan de Partición que había aprobado la ONU. Desde entonces el sionismo ya no se limitaba a los ataques terroristas del Irgún en lugares concurridos por árabes, sino que había iniciado la ofensiva militar de destrucción de aldeas palestinas enteras para expulsar a sus habitantes. Los casos de Deir Yassin30Ver el informe de Ralph Bunche, secretario principal para la Comisión Sobre Palestina de las Naciones Unidas, escrito el 20 de abril de 1948. y tantos otros, en el marco del Plan Dalet, son bastante conocidos. Cuando llegó la fecha indicada de mayo de 1948, y tras crear cientos de miles de refugiados desplazados de sus hogares, el proclamado Israel se había apropiado de buena parte de los territorios adjudicados al Estado palestino: cientos de aldeas árabes fueron ocupadas por los sionistas en Galilea occidental y en el corredor estratégico Jerusalén – Tel Aviv.
La creación de Israel y el nuevo mapa de Medio Oriente
Para el imperialismo, la creación del Estado sionista era una pieza dentro del tablero de una región que atravesaba realineamientos geopolíticos de magnitud. El plan de Partición de Palestina votado en la ONU fue promovido por Estados Unidos para avanzar en el diseño de un nuevo mapa del Medio Oriente sin la injerencia predominante de Gran Bretaña. Sus objetivos eran fácilmente conciliables con los del sionismo, pero evidentemente opuestos al establecimiento de Estados árabes verdaderamente independientes.
La población palestina palpitaba esta situación. Cuando arribó al país un comité enviado por las Naciones Unidas, el 16 de junio de 1947, lo recibieron con una huelga tras denunciarlo como cómplice del sionismo y lo boicotearon negándose a cooperar. La colaboración árabe vendría por parte del rey Abdullah de Transjordania, quien en agosto se entrevistó con los enviados de la ONU en Amán y les manifestó que en caso de producirs e la partición de Palestina la parte árabe debía incorporarse a Transjordania. Se iba delineando así una nueva traición de las monarquías y las burguesías árabes al pueblo palestino, el cual en diciembre aún protagonizaría una huelga general ante la aprobación del plan en la ONU que dividía al territorio en dos Estados imbricados, dejando los sitios religiosos bajo supervisión internacional.

El voto de la Unión Soviética en las Naciones Unidas a favor de la Partición había estado dictado por las mismas intenciones que el imperialismo yanqui, es decir, debilitar a los británicos en Oriente Medio y encontrar nuevos aliados en una región que pasaba a estar en el centr o de los choques internacionales. Si bien la pretensión duró muy poco, siendo que ya en 1950 Israel apoyaría a Estados Unidos en la Guerra de Corea, en el momento decisivo fue otro elemento favorable a los sionistas para imponer su Estado. Fue siguiendo esta orientación del estalinismo que la Liga de Liberación Nacional, tras haber organizado huelgas en rechazo a la Partición, finalmente claudicó y se adaptó al voto de la URSS.
Además de las armas norteamericanas y soviéticas, en el triunfo del sionismo fue clave también el papel de los gobiernos árabes. Los ejércitos de la Liga Árabe no solo estaban en desventaja militar, sino que su dirección no tenía la menor fuerza moral. Ella había sido creada pocos años antes al amparo de Gran Bretaña para intentar contrarrestar la creciente influencia yanqui, como una suerte de «OEA árabe» en Medio Oriente,31Ferraro,Marxismo…;pág.160. y se vería atravesada por intereses contradictorios. La «guerra de independencia» de Israel se libró contra un oponente dividido entre las pretensiones de las monarquías hachemitas de Transjordania e Irak de apropiarse de Palestina para su «Gran Siria», la enemistad de éstas con la monarquía egipcia, el emir de Arabia Saudita que ya se había convertido en aliado yanqui, y la desesperación de la burguesía comercial de las recientes repúblicas de Líbano y Siria que perdía un importante mercado y veía surgir una economía rival.32Trabulsi,La revolución palestina…;págs.80y81.
El primero en traicionar abiertamente al pueblo palestino fue el rey Abdullah, quien firmó un acuerdo con los sionistas que en gran medida predeterminó el curso de la guerra. Los motivos de fondo de esta colaboración quedaron en evidencia pocos años después, cuando el monarca pagó esta traición con su vida y al asumir el trono su nieto Hussein recibió un rescate financiero de Estados Unidos para salvar el reino artificial que hasta entonces había dependido de los subsidios británicos.33Lyautey,Pierre; Las revoluciones del CercanoOriente,Lauro,Barcelona,1961;pág.32.
Los trabajadores palestinos habían sido sitiados por un nuevo mapa de poder dominado por: a) una nueva potencia capitalista hegemónica, que había encontrado en el sionismo un peón de sus intereses en la región, b) la posición contrarrevolucionaria de la burocracia estalinista de la Unión Soviética, y c) el carácter vasallo de las burguesías árabes. Como caracterizó en tiempo real el militante trotskista Tonny Cliff, estas últimas no solo eran raquíticas en comparación con las inversiones imperialistas que abarcaban los préstamos a los Estados, los ferrocarriles, la energía, el agua, los bancos y la industria; aún más, la burguesía comercial y los banqueros se favorecían de un intercambio basado en las exportaciones de los terratenientes semifeudales y las importaciones del capital imperialista, mientras que la fracción menor de la burguesía industrial dependía del mismo sistema económico para garantizar la superexplotación de la mano de obra, las materias primas baratas y los créditos del capital extranjero.34Clemesha, «De la Declaración Balfour…». Tony Cliff fue el seudónimo adoptado por Yigael Gluckstein,quien emigró a Gran Bretaña y fuedirigentedelPartidoSocialistadelosTrabajadores (SWP).
En su declaración publicada en diciembre de 1947, la Cuarta Internacional llamó a luchar contra la Partición y por una Palestina única e independiente, cuyo carácter fuera determinado por las masas en una Asamblea Constituyente soberana. Sostuvo que sólo ellas podían decidir cuánto abrir las fronteras a la migración extranjera, a la vez que llamó a pelear contra los gobiernos de cada país por la apertura a la inmigración judía. Alertaba que la Partición era un medio para «desviar la lucha de las masas árabes y el descontento de la población de trabajadores judíos, de una explosión antiimperialista a una lucha fratricida», y por lo tanto enfrentarla era una condición previa para una lucha revolucionaria también dirigida contra los capitalistas y los effendi. Advertía incluso que el establecimiento del Estado sionista como peón de las grandes potencias condenaba a su población a una permanente tensión, que sería mayor cuanto más fuerte fuera el impulso de la revolución árabe.35«La Cuarta Internacional y la división de Palestina»,EnDefensadelMarxismon°36,2009. Esta advertencia se revelaría crudamente certera.
Ascenso y caída del nacionalismo árabe
Luego de la Nakba el pueblo palestino había quedado fragmentado, privado de derechos políticos como tal y de la posibilidad de ejercer su identificación nacional. Era la situación por igual de quienes quedaron viviendo dentro de lo que ahora sería Israel, de los que residían en la Cisjordania anexada al reino de Hussein- que en 1950 prohibió la referencia a «Palestina» y denominó a ese territorio bajo su jurisdicción Ribera Occidental de Jordania- y hasta de los habitantes de la Franja de Gaza que quedó bajo administración egipcia. En este nuevo escenario, la lucha por la liberación de Palestina contra el ya creado Estado sionista se planteaba como parte de la lucha antiimperialista de los pueblos árabes, tanto por su contenido como en cuanto a sus posibilidades.
Así como para el imperialismo la catástrofe del pueblo palestino fue una pieza del rediseño de su injerencia en la región, la causa por su liberación iba a verse contenida dentro de la marea del movimiento nacional árabe que emergería con enorme fuerza. Tras el colapso del poderío británico y francés iban a ser barridas las estructuras políticas que éstos habían creado para sostenerse. Sucesivamente, los pueblos árabes iban a ajustar cuentas con las monarquías y gobiernos proimperialistas, y a encarar un período de grandes luchas sociales. Se enfrentarían entonces a la nueva gran potencia capitalista, con intereses muy precisos en la explotación de las riquezas petroleras del Medio Oriente.
Ya en 1943 se obtuvo la independencia en el Líbano, aunque con una constitución que establecía un gobierno sectario confesional; y en 1946 en la vecina Siria, liderada luego por el Baas (Partido Socialista de la Resurrección Árabe) que aspiraba a unificar a los pueblos del Levante en una gran nación, y poco después abolió las diferenciaciones legales religiosas que habían sido fomentadas por los franceses. Ese mismo año una ola de huelgas sacudía a toda la región desde el Magreb hasta el Golfo Pérsico. En El Cairo, capital egipcia, hubo una huelga general de obreros y estudiantes para exigir la retirada de Gran Bretaña del país. En Irak unos 6.000 trabajadores petroleros de la provincia de Kirkuk protagonizaron una importante lucha, al igual que en Irán donde en mayo estalló una huelga general en los pozos de Anglo-Iranian Oil Company (mayormente británica), además de paros en los ferrocarriles. Crecía al calor de este proceso la organización sindical y los partidos que se proclamaban de la clase obrera.36Los Partidos Comunistas de estos países iban a experimentar enormes crecimientos, aunque políticamente actuarían en función de los intereses de la burocracia de Moscú. Era el anticipo de que ya nada volvería a ser igual.
Las protestas contra la permanencia de las bases militares británicas en Irak iban a decantar en 1948 en una amplia movilización popular contra la monarquía, que caería una década después. En Irán el impulso de la pelea contra el saqueo petrolero ejercido por la Anglo-Iranian Oil Company alcanzó su punto máximo en 1951, con la primera nacionalización de una compañía petrolera en Medio Oriente y la primera elección de primer ministro que llevó al poder al promotor de aquella medida, Mohammed Mossadegh. Este defendería la expropiación ante la ONU probando que solo el año anterior las ganancias de la petrolera habían sido mayores a lo que habían aportado los británicos en el casi medio siglo que llevaban explotando el subsuelo iraní. Pero la reacción imperialista tendría ahora a la cabeza a Estados Unidos, que con un golpe de Estado orquestado por la CIA derrocó a Mossadegh en 1953 para reponer el trono del Sha, quien desde entonces actuaría como gendarme yanqui en la zona y sería uno de sus principales compradores de armas.
El nacionalismo árabe cobraría un nuevo impulso en Egipto, luego de la toma del poder por el grupo de los Oficiales Libres en 1952, que echaron al rey Faruk aliado de Gran Bretaña. Desde entonces irían escalando los choques con el imperialismo, hasta la enorme pulseada que se libró a partir de la nacionalización de la compañía del Canal de Suez en 1956. Por allí pasaban dos tercios del petróleo oriental que abastecía a Europa, cuya dependencia energética del Medio Oriente iba en ascenso.37Como proporción del consumo de Europa, el suministro de petróleo de Medio Oriente pasó de representar el 43% en 1947 al 85% en 1960. Los habitantes del país de las pirámides veían cómo transitaban riquezas gigantescas por esa vía estratégica sin dejar nada m ás que ganancias para el capital inglés y francés. El conflicto se precipitó cuando las potencias capitalistas se negaron a financiar la construcción de la represa de Assuan, cuyo impacto en la agricultura y la economía egipcia sería de gran magnitud. La respuesta del presidente Gamal Abdel Nasser fue recurrir a la nacionalización de esta compañía clave del comercio exterior para financiar el proyecto. Vino entonces una invasión de tropas francesas, británicas e israelíes, que fue derrotada por el apoyo popular generalizado a la nacionalización. Esta victoria le merecería un amplísimo respaldo al presidente Nasser y abriría una fase de radicalización del nacionalismo árabe.
El lugar del imperialismo británico y francés sería ocupado por Estados Unidos, con poderosos intereses capitalistas y militares, particularmente en el cuadro de la Guerra Fría. Los yanquis buscaron agrupar a los Estados árabes en un bloque antisoviético bajo su tutela militar, con el Pacto de Bagdad. El objetivo declarado era bloquear un avance de la Unión Soviética sobre estos países petroleros, cuya influencia se veía favorecida por las convulsiones sociales y la emergencia de gobiernos enfrentados con el imperialismo. Al lado de la disputa estratégica por asegurarse las fuentes de energía,38En Estados Unidos el consumo de petróleo superó al de carbón como principal fuente de energía para 1950, seguido de Europa Occidental y Japón en la década de 1960. lo que se jugaba para el imperialismo norteamericano era la apropiación de una fuente extraordinaria y vital de ganancias, que empezarían a inyectar un caudaloso y constante flujo de capital a los banqueros de Wall Street.
La producción petrolera en el Medio Oriente triplicaba los beneficios que obtenían las compañías yanquis en el Golfo de México, aunque eso a condición de que pudieran trasladarla y comercializarla sin dificultades evitando bloqueos como el del Canal de Suez.39Lyautey,Lasrevoluciones…,pág.24. Esto atrajo ingentes inversiones, que llevaron a un aumento exponencial de la producción en esta zona. Tras la Segunda Guerra Mundial apenas siete pulpos petroleros anglonorteamericanos controlaban la totalidad de las líneas de distribución, casi todas las reservas de hidrocarburos y la mitad del tonelaje marítimo del crudo.40Lyautey,Lasrevoluciones…,pág.21. En particular, las empresas estadounidenses pasaron de controlar en 1940 el 10% del petróleo de los países de Medio Oriente y el Norte de África a casi el 60% en 1967.41Daher,Rudolph; La cuestión palestina y el marxismo, EditorialSylone,Barcelona,2024;pág.61. Semejantes intereses capitalistas demandaban la consecuente fuerza para su protección y seguridad.
Este dominio se ejercía a cambio de jugosas rentas que se apropiaban las familias reales y semifeudales, que eran los únicos beneficiarios locales. Las concesiones de los yacimientos eran a largo plazo y cedían derechos exclusivos sobre vastas extensiones de tierra y el control de la infraestructura, lo que significaba de hecho una transferencia de soberanía a las empresas extranjeras. Estas multinacionales estaban integradas verticalmente, es decir que manejaban a libro cerrado desde la extracción hasta el refinado, transporte y venta.Los países productores no tenían incidencia ni sobre las cantidades producidas, ni sobre los niveles de exportación, ni sus precios; eran confinados al papel de meros recaudadores pasivos de impuestos.42Hanieh,Adam;»El contexto de Palestina: Israel, los Estados del Golfo y el poder de los Estados Unidos en Oriente Medio», TNI. De esta manera, la lucha contra el saqueo y la disputa por la apropiación de la renta petrolera se combinaba con la pelea de las masas trabajadoras por derechos políticos elementales y la constitución de Estados democráticos e independientes.
Los gendarmes de la penetración del imperialismo norteamericano serían los regímenes más reaccionarios e integristas: la monarquía saudí, el Sha iraní, y el sionismo. En este último caso son ilustrativas las palabras del propio embajador israelí Abba Eban, quien en abril de 1952 elevó al Congreso de Estados Unidos un memorándum donde explicaba que la fuerza militar sionista «representa una arma poderosa» para defender los intereses yanquis en el petróleo árabe, las bases aéreas africanas y el uranio del Congo Belga: «El uso del ejército israelí para esos fines significa que los soldados norteamericanos no serán enviados a esos lugares».43Ferraro,Marxismo…;pág193. No pasó mucho tiempo para demostrar que no eran palabras vacías, en la crisis de Suez. A pesar de la derrota de la invasión a Egipto, el sionismo salió beneficiado debido a que a cambio de su participación obtuvo de Francia el compromiso de construir un reactor nuclear en Israel y suministrarle material fisible, lo que le permitió convertirse en una potencia nuclear.
Al calor de estos enfrentamientos se desarrolló, al lado del panislamismo reaccionario,una corriente panárabe que pugnaba por la unión de los países árabes. Ese era el único marco que podía permitir una integración económica basada en un desarrollo de las fuerzas productivas y una base sólida para la constitución de una nación independiente. Esto, sin embargo, solo podía ser defendido de forma vacilante por la dirección pequeñoburguesa y militar que estaba al frente del nacionalismo árabe.
La mayor experiencia en esa dirección fue la breve unificación de Egipto y Siria en la República Árabe Unida, bajo la presidencia de Nasser, en 1958, que emprendió una reforma agraria, nacionalizaciones y limitaciones a la concentración capitalista.44Fueron nacionalizados bancos y compañías de seguros; el Estado se quedó con el 51% de las acciones de las principales 300 empresas industriales y mineras, otorgando una participación de los trabajadores en el 25% de las ganancias; se fijaron límites a la cartelización empresaria permitiendo integrar sólo un directorio a cada persona. También se puso un límite a la propiedad de la tierra, obligando a grandes terratenientes a venderla a los campesinos; aunque el proceso tuvo sus limitaciones: en Siria sólo alcanzó a las dos terceras partes de los campesinos sin tierras, mientras los antiguos propietarios conservaban las parcelas en que estaban las estaciones de bombeo del agua, manteniendo el control. En última instancia, las nacionalizaciones fueron un instrumentó de ascenso de la pequeña burguesía gracias al control burocrático de las empresas nacionalizadas. Una suerte de capitalismo de Estado dirigista, con importantes concesiones sociales pero centrado en estimular la emergencia de una nueva burguesía local, en gran medida en base a contratos públicos cuyos beneficiarios a menudo eran al mismo tiempo empresarios y funcionarios.
Para esta tarea, como apunta Rudolph Daher, el ejército ocupaba una posición preeminente como única institución con la cohesión interna y la disciplina organizativa necesarias.45Daher,Lacuestiónpalestina…;pág.77.Pero este carácter pequeñoburgués de la dirección determinaba una orientación de conciliación de clases, que puso un freno a la lucha antiimperialista.
En su libro Filosofía de la Revolución, Nasser definía que «la revolución fue una lucha popular progresista, no una lucha de clases», que reunió a «campesinos, obreros, soldados, intelectuales y el capital nacional como alternativa a la alianza del capital explotador y feudal». Este contenido social explica su persecución a la izquierda y la regimentación de la clase obrera en sindicatos corporativistas dirigidos por el Estado, en ocasiones utilizados para reprimir las luchas. Sería su límite infranqueable en los momentos decisivos, porque para derrotar al imperialismo se requería una lucha a fondo apoyada en la movilización de las masas y el armamento popular.
Aún a costa de la estrategia de la dirección nacionalista, las luchas popu lares contra el imperialismo y sus gendarmes mantendrían su impulso. En febrero de 1966 el gobierno de Siria quedaba en manos del ala izquierda del Baas, con Nuredin El-Atassi, de orientación decididamente favorable a la causa palestina. Otro de los hechos más salientes fue la toma del poder en Adén por el Frente Nacional para la Liberación y la creaci ón de la República Democrática Popular de Yemen en 1967, luego de la guerra civil que siguió a la revolución contra la monarquía apoyada por Arabia Saudita. Bajo esa influencia política creció fuertemente la guerrilla en la región de Dhofar en Omán, que en 1968 adoptó el nombre de Frente Popular de Liberación del Golfo Arábigo Ocupado. En este cuadro, el imperialismo se lanzaba a una ofensiva.
Estados Unidos se planteó seriamente el derrocamiento del Baas en Siria, la derrota de la revolución en Yemen y el aislamiento de Nasser. En esa orientación se apoyó en el oscurantismo religioso para contrarrestar la influencia de las fuerzas nacionalistas y de la izquierda. Desde Arabia Saudita, cuya monarquía era la principal enemiga de la corriente panarabista liderada por el gobierno egipcio, promovió y financió la expansión de movimientos fundamentalistas islámicos suníes, en particular de los Hermanos Musulmanes .En simultáneo, inició su ofensiva: desde1965,en solo dos años orquestó una serie de golpes de Estado y sangrientas contrarrevoluciones en Argelia, Ghana, Grecia, Indonesia y Vietnam. Se preparaban combates decisivos contra el pueblo árabe, y para ello iba a recurrir al Estado sionista.
Para Israel este enfrentamiento se planteaba como vital. La artificialidad de este enclave colonial se expresaba en el carácter paras itario de su economía, sostenida por los ingresos del exterior aportados por la burguesía judía mundial, las indemnizaciones pagadas por Alemania por los crímenes del nazismo y el apoyo militar del imperialismo. La necesidad de convertirlo en una economía capitalista viable llevaba al Estado sionista al expansionismo territorial y a garantizarse aspectos fundamentales, como romper el bloqueo a comerciar por el Canal de Suez. Se apropió del curso del Río Jordán, fuente fundamental de agua para toda la zona, concentrando el uso exclusivo del lago llamado Mar de Galilea, cercano a las nacientes del mismo.
Para los palestinos que quedaron habitando dentro de Israel se agravaba el problema de la tierra. Mediante leyes como la de «dueños ausentes» o la de «lotes baldíos o no eficazmente cultivados» se reglamentó la expropiación de los árabes que habían sido desplazados de su residencia, aún si continuaban viviendo en Israel. Otros fueron expropiados mediante la declaración de «zonas de seguridad» por el Ministerio de Defensa. En paralelo se promovía la inmigración de población judía con la Ley de Retorno, que es un verdadero fraude, porque ningún Estado soberano reconoce a Israel como representante de los ciudadanos judíos en sus países.46«El Departamento de Estado (yanqui) reconoce al Estado de Israel como un Estado soberano, como así también a su ciudadanía. Desconoce cualquier otra soberanía o ciudadanía en conexión con el mismo. No reconoce ninguna relación político-legal basada en los vínculos religiosos que ciudadanos norteamericanos pueden tener en común. Por consiguiente, debe quedar claro que el Departamento de Estado no considera al ‘pueblo judío’ como un concepto del derecho internacional», Declaración Talbot, 20 de abril de 1964; Ferraro, Marxismo…, págs. 219 y 220. Todo esto alimentaba el expansionismo.
El punto de viraje llegaría en junio de 1967, en lo que pasó a llamarse la Guerra de los Seis Días, cuando los ataques relámpago del ejército israelí destruyeron las fuerzas aéreas egipcias y sirias. Es en este momento que el sionismo le arrebató la Franja de Gaza y la península del Sinaí a Egipto, Cisjordania y Jerusalén Este a Jordania, y los Altos del Golán a Siria. Entonces comenzó la práctica de establecer asentamientos sionistas en Cisjordania para romper toda continuidad geográfica entre las poblaciones palestinas, por ejemplo con el programa «Judaizar Galilea», que fue clandestino hasta que en 1976 se convirtió en lema público del Ministerio de Vivienda.
La guerra del 1967 hirió profundamente al panarabismo y evidenció una superioridad militar de Israel que alimentó el sentimiento de que el sionismo era invencible. En un sentido, la Guerra de los Seis Días equilibraba la situación tras la frustración del ataque por el Canal de Suez, una década atrás. Política y militarmente demostró la impotencia del nacionalismo pequeñoburgués de Nasser y Baas, quienes se apoyaron únicamente en las fuerzas regulares sin movilizar a las masas contra la agresión imperialista. Los gobiernos sirio y egipcio firmaron un cese del fuego tras la certera ofensiva sionista, en condiciones de inferioridad, cuando la única posibilidad de revertir la situación era por el contrario un proceso de lucha popular más prolongada, ya que Israel no podría combatir de la misma manera si se decidía a una invasión. La guerra clásica entre fuerzas armadas hace del factor técnico el aspecto decisivo, campo en el que Israel dominaba con amplitud. Es el carácter pequeñoburgués de la dirección árabe lo que explica su reticencia a apelar a la movilización de las masas, porque hubiera dado a estas un papel independiente. La derrota militar podía revertirse con la creación de milicias populares, pero Nasser se opuso.
Solo de esa manera podía hacer frente a la presión concentrada del imperialismo y preparar la pelea por recuperar los territorios ocupados por Israel, incluso como respaldo concreto a cualquier presión diplomática. Por su contenido de clase, el nasserismo y el Baas culminaron en una negativa a armar a las masas, ya que suponía avanzar en el control democrático sobre las fuerzas armadas. El temor a esa intervención de los trabajadores fue el infranqueable límite de clase de la dirección de la revolución árabe. Quedó de manifiesto el carácter reaccionario de la regimentación y los ataques a la independencia organizativa y política de la clase obrera. También pesó la pasividad internacional de las burocracias soviética y china ante la ofensiva imperialista.
Como resultado, se fortalecieron las oligarquías árabes vasallas de Estados Unidos. Esto cuando se evidenciaba que para modificar la relación de fuerzas era una necesidad romper con el mito de la unidad panárabe, que encubría los antagonismos sociales internos, y llamar a derrocar a los regímenes monárquicos y proimperialistas. Una vez más, eso requería organizar en forma independiente a las fuerzas nacionalistas para librar una guerra civil revolucionaria. Solo eso hubiera podido, además, tender un puente hacia las masas judías más explotadas demostrando que su objetivo no era la «guerra santa» ni su exterminio, sino la liquidación de la forma estatal colonialista/imperialista de Israel, justo en el momento en que quedaba al descubierto como Estado conquistador.
El nacionalismo árabe había sido golpeado en particular en su capacidad para contener las aspiraciones palestinas. Desde el punto de vista de los gobiernos y sus relaciones con Israel, las conquistas territoriales del sionismo desplazaron el centro de gravedad del conflicto palestino-israelí a una disputa por las fronteras jordanas, egipcias o sirias. Al concentrarse cada uno en la defensa de intereses nacionales particulares, se abría una grieta en la solidaridad árabe. Esta política alimentaría desde entonces la encerrona de negociaciones diplomáticas, que derivó en la aceptación de las resoluciones de las Naciones Unidas en la búsqueda de lograr una retirada israelí de los territorios ocupados a cambio del reconocimiento de la soberanía del Estado sionista sobre los territorios palestinos apropiados en 1948.
En esta nueva situación se replantearon las relaciones entre los gobiernos árabes y la dirigencia palestina, y también de Israel para con la nueva población que quedaba bajo su jurisdicción. El eje se trasladaría entonces a la resistencia directa del pueblo palestino.
Continuará en la próxima edición.



