En las vísperas de su I° Congreso, la parálisis y la crisis interna y externa del PT ha alcanzado su límite. En el cuadro de una crisis política que pone en jaque al propio gobierno, el PT se limita a indicar una vaga preferencia por el parlamentarismo. En el cuadro de una hiperinflación galopante, la bancada petista votó por el congelamiento salarial “de oposición” (que además de ser una miseria en sí era también completamente impotente para oponerse al congelamiento “oficial”). Ni soñar con llamar a los trabajadores a ganar las calles para frenar los despidos, combatir el congelamiento y poner fin al gobierno antiobrero de Collor, por cuya sobrevivencia ni siquiera apuesta el vicepresidente Itamar Franco. En las condiciones de la crisis general de Brasil, la política petista es claramente un factor de orden y sustentación del régimen político vigente: toda la teoría de buena parte de la izquierda petista según la cual, puesto en condiciones límites, el PT se vería forzado a enderezarse en el camino combativo y revolucionario (un dirigente de Convergencia Socialista llegó a comparar, en este sentido, a Lula con Fidel Castro) está haciendo agua. En el I2 Congreso del PT están en juego todas las conquistas políticas y organizativas conquistadas por los trabajadores brasileños en la última década y media.
El Manifiesto de Lula
En los encuentros anteriores, Lula intentaba hacer valer su carácter de máxima figura del PT, poniéndose al margen de los debates entre las tendencias y concluyendo, con su discurso final en la afirmación de la línea crecientemente derechista de la “Articulación” dirigente, pero dando también una palmada en el hombro a la mayoría de las tendencias opositoras. Si este comportamiento no tenía, en sí, nada de revolucionario (ni siquiera puede ser considerado democrático) hay que hacer notar que ahora se está tomando casi nulo el margen de maniobra de Lula para mantener la “unidad” en torno de su “carisma”.
Así, Lula se vio obligado esta vez, a poner las cartas en la mesa, antes del Congreso. Lo hizo a través de un Manifiesto que es, antes que nada, una verdadera confesión de la quiebra política de una dirección.
Si no, ¿qué significa afirmar que “el PT no existe hoy con el mismo ímpetu (de 1982)… el trabajador de manera general está hoy fuera de la estructura del PT … el PT está dejando de caracterizarse como un partido de lucha… Los directorios tienen una vida apenas administrativa. Sólo se reúnen para cumplir con los rituales de la vida interna del partido, para elegir delegados y disputar cargos… Varios directorios se convirtieron en clubes de amigos… Después de once años, el PT toda-vía no tiene mecanismos democráticos para elegir sus candidatos. Los encuentros del PT se limitan a homologar una lista ya confeccionada… entramos en la intendencia para cambiar la máquina y, en cierta medida, la máquina nos cambió a nosotros… nuestros métodos de trabajo fueron determinados por la máquina, no por nosotros — ¿qué puede significar este listado (no exhaustivo) sino la negación de los objetivos proclamados por el PT desde su fundación (sin discutir, siquiera, el carácter de esos objetivos)?
Lo peor es que se reafirman los objetivos políticos que condujeron a tan desastrosos resultados (y hay otros mucho peores, que Lula púdicamente calla: la utilización por las intendencias petistas del aparato estatal y de las fuerzas represivas para reprimir a los trabajadores, por ejemplo…): “amplia unidad de las fuerzas progresistas … una política de alianzas clara con las entidades y los sectores democráticos … gobernar para toda la ciudad’, etc. Una política de alianzas con la burguesía, sus instituciones y sus partidos: una política de conciliación de clases. Con un objetivo estratégico: “el trabajador tiene que ser pagado de acuerdo con la importancia de su actividad y de su capacidad profesional” (¿y el patrón también? ¿Inclusive cuando es un inútil que sólo sabe cobrar sus dividendos? ¿O un provocador profesional como Maric Amato (1), con quien Lula se sienta para discutir “una salida estratégica para la crisis”?). “El Estado debe mantener en sus manos sólo los sectores estratégicos para el desenvolvimiento nacional” (el resto puede quedar en manos de los patrones), “sectores” que el PT nunca definió, y de los cuales sólo se sabe que son muy pequeños cuando se trata de definir la política de privatización y de entrega al capital extranjero (el PT votó el fin de la reserva de mercado para la informática: ¿acaso no es estratégica?),y sin embargo muy amplios cuando se propone limitar o prohibir el derecho de huelga.
Frente a la enormidad de la crisis capitalista brasileña, las propuesta; del PT de “redistribución de la renta” parecen la tentativa de combatir el cáncer con aspirinas — como el “impuesto a la renta negativa” del inefable senador San Eduardo Suplicy (quien parece creer que la burguesía moderna es como los mercaderes del Templo de Jerusalem) que olvida sólo el “detalle” del desempleo de millones y de la hiperinflación.
Todo el discurso tiene sólo un objetivo que es la única propuesta concreta del Manifiesto de Lula: “se terminó el ciclo del partido organizado en tendencias”. Fin de las tendencias, por lo tanto, y manos libres para que la tendencia dirigente aplique la política desde arriba con las únicas “tendencias” que cuentan: Amato, Brizóla (2), Covas (3) y ¿por qué no? … Collor.
Basta de especulaciones. Lo que significa el “fin de las tendencias” lo dijo, no Lula sino el portavoz de la “comunidad de los negocios”, con una satisfacción tan grande como inocultable: “las doce tendencias ultra-radicales abrigadas en el PT tienen los días contados” (Gazeta Mercantil, 27/8). “Con los días contados”, o sea, agonizantes como expresión organizada de cualquier política opuesta a la conciliación de clases.
Un proyecto para el FMI
La derecha partidaria (particularmente la “NuevaIzquierda ”y la “Vertiente Socialista”, cuyo dirigente Augusto de Franco es también coordinador del Congreso) también publicó su manifiesto, “dejando a salvo su libertad para apoyar otras tesis” (o sea, las de Articulación). El “Proyecto para Brasil” no es ningún proyecto sino un rejunte de lugares comunes sacados del arsenal teórico de la burguesía y de los apologistas del imperialismo “democrático” (“internacionalización de la economía, de la política, de la información y de la comunicación por la revolución científico-tecnológica que abre una nueva época histórica en el mundo”). No es, tampoco, para Brasil, porque su eje es la “apertura externa de la sociedad brasileña, en todos sus dominios” (¡sic!), “poder real para la ONU” (¿para declarar otra guerra del Golfo y negarse a votar contra el bloqueo norteamericano contra Cuba?), “renegociación de la deuda externa” (¿y el gobierno de Collor qué está haciendo?), etc. Demagógico hasta la médula, se declara “profundamente anticapitalista”, sin que esto le impida defender “la presencia del capital extranjero o de empresas internacionales” (respetando, claro está, la “legislación anti-mono-polista”; visto el resultado de eso en los Estados Unidos). Defiende con todo las privatizaciones (nuevamente, ¿y Collor qué es lo que está haciendo?) con fuerza comparable a la empleada para condenar el “clasismo” y el “comunismo” El espíritu privatizante (económico), no le impide defender con todas las fuerzas al Estado (reducido entonces a sus funciones represivas) contra “la utopía comunista”.
Es necesaria una gran dosis de cretinismo para decir que esta derecha petista “trabaja las reformas democratizantes dentro del orden” como hace Democracia Socialista(4): en verdad, sólo defiende el orden, con democracia o sin ella (a menos que se considere a la ONU o al FMI como modelos de la “democracia”).
Se trata de un manifiesto cuyo objetivo es eliminar todo vestigio clasista del PT, transformarlo en una versión empeorada del “trabalhismo” var-guista (5) y que consigue, bajo el pretexto del “humanismo socialista”, formular las ideas centrales de los defensores del capitalismo salvaje.
La izquierda petista
El hecho más notable es que, a pesar de este claro reagrupamiento derechista de la derecha, la izquierda petista se coloque en una posición defensiva, reivindicando “la unidad dentro de la diversidad” (Florestan Fernandes, Folha de Sao Paulo, 14/10), sin denunciar el contenido ni los objetivos reaccionarios de la derechización del PT. Esto es más notable cuando es la propia izquierda la que caracteriza que la derechización tropieza con enormes dificultades y que las propias tendencias derechistas no consiguen movilizarse para imponer su programa en el partido (innumerables directorios no alcanzaron el quórum y las instancias dirigentes decidieron prorrogar los plazos de elección de delegados, esto en oposición al propio reglamento, para evitar que el Congreso del PT reedite las dificultades del IV° Concut (6).
Así, Democracia Socialista defiende el derecho (restringido) de tendencia, con argumentos pragmáticos: “El PT no se sostiene por la contribución financiera de sus afiliados sino por los parlamentarios; no dispone de una red de instrumentos de comunicación y prensa; los directorios se vacían, cada año tienen mayores dificultades para reactivarse; no dispone de una estructura nacional de formación; y, principalmente, no organiza partidariamente a su base militante” (Em Tempo, setiembre de 1991).
En cuanto a la tendencia considerada más radical (entre las reconocidas), Convergencia Socialista, afirma que “una tendencia sin un programa, como quiere Lula, no pasa de ser un club de amigos. Y sin tener condiciones para divulgar sus pasiones es un club de amigos inútiles” (Convergencia Socialista, 11/ 10).
Muy bien. ¿Pero cuáles son los objetivos de Lula y de Articulación al proponer la disolución de las tendencias? (Nos referimos a los objetivos políticos y sociales, no al obvio de mantener la hegemonía dentro del PT). ¿Y por qué esos objetivos necesitan imponerse por una vía antidemocrática?
Con esta política de presión, las tendencias de izquierda se ubican en la perspectiva de reformar la orientación mayoritaria —en la versión extrema, CS propone una mítica “vuelta al PT de los orígenes” (7)— y manifiestan, de entrada, su disposición para un acuerdo sobre la base de una limitación mayor del derecho de tendencia, o sea, sobre la base de la preservación mutilada de su propio aparato (o aparatito). Esto es posible porque estas tendencias comparten, con matices, una misma base programática con Articulación, la “alternativa democrática popular” (DS), o todavía, “el socialismo es la democracia lleva-da a sus últimas consecuencias” (CS-ídem). O sea, que carecen de una alternativa estratégica (gobierno obrero y campesino – dictadura del proletariado – crítica de la orientación frentepopulista democratizante) a la de Articulación. Sobre esa base programática, todo “frente de la izquierda petista” que puede sembrar ilusiones entre los activistas de izquierda del PTy la CUT, en realidad, prepara una capitulación mayor ante el curso derechista de la dirección, (como ya ocurriera en el IV2 Concut) justificada con concesiones de segundo orden en relación al derecho de tendencia.
Por un partido revolucionario de los trabajadores
La evolución de la lucha política en el PT habla a las claras de todas las organizaciones del movimiento obrero brasileño. El directorio nacional del PT aprobó un “documento de alerta” a la CUT, criticando su ”parálisis” y reivindicando, en las palabras de su secretario general, José Dirceu, “la necesidad de que la CUT vuelva a ser lo que era antes, la interlocutora de la sociedad” (Folha de Sao Paulo, 15/10). Esto significa reivindicar que la CUT se alinee claramente con la política del PT de sustentación “crítica” del régimen, dentro de la institucionalidad burguesa. Para hacerla corta: después del fin de las tendencias en el PT, será el fin de las tendencias (contrarias a la conciliación clasista) en la CUT.
Si a eso le sumamos las arbitrariedades usadas por Articulación para mantener su hegemonía en el PT, y su manifiesta disposición (evidenciada en el congreso de la CUT) para imponer sus objetivos apelando a métodos dignos de los pelegos (8) (chantaje y violencia física) tenemos claro (y la mayoría de los activistas ya lo percibe) que no estamos frente a un “enfrentamiento de ideas” sino a la traducción dentro del PT de la lucha de clases general de la sociedad brasileña.
Pretender, en estas condiciones, la “vuelta al de los orígenes“ es una perfecta y nociva utopía porque: 1) Es claramente una política de presión sobre una dirección profundamente integrada a la política burguesa, que expresa intereses ajenos a los del proletariado, y no vacila en utilizar los recursos de la sociedad burguesa contra las tendencias clasistas; 2) Ignora que “el PT de los orígenes” tenía un programa tan democratizante como el actual, sólo que apenas más abstracto: los aspectos reaccionarios de ese programa (que la izquierda petista pretendía eliminar a través de la “presión de los hechos” y no a través de la lucha política, haciéndose ilusiones en base a declaraciones genéricas “socialistas ”, que se revelan ahora claramente como un engañabobos) esos aspectos se desplegaron ahora abiertamente; 3) Los principal es que el PT fué dirigido desde el principio por una alianza (inestable) entre la burocracia sindical “auténtica” (surgida de la ruptura del sindicalismo pelego) y la intelectualidad pequeño burguesa “progresista” — cuyos representantes más importantes, otrora ligados al stalinismo, fueron ingresando al PT después de haberlo combatido en defensa del MDB (9). Esta alianza, con intereses ajenos y crecientemente hostiles a los de la clase obrera (cuya miseria es usada hipócritamente a la hora de negociar posiciones en la llamada “lucha institucional” con los representantes de la burguesía) fue avanzando en su consciencia y en su organización de clase, en la medida que avanzaba en su integración y su conquista de posiciones en el interior del Estado burgués (intendencias, representaciones parlamentarias federales y estaduales y municipales; direcciones administrativas de todo tipo y tamaño) y ahora plantea su hegemonía incontestable en el PT y la CUT, contra todos los sedimentos dejados por la demagogia “clasista” inicial, con vista a dar un salto cualitativo en su integración a la institucionalidad burguesa; 4) Ignora que la cristalización referida fue contradictoria (y no complementaria, como pretenden DS, CS, OT (10) y otros) con el ascenso clasista del movimiento obrero en los años "80, con la expulsión de los pelegos de los principales sindicatos del país (que no fue hegemonizada, ni siquiera impulsada, por Articulación) y que dejó direcciones clasistas en importantes organizaciones, así como una vasta organización de lucha independiente en la ciudad y en el campo, organización que tiende a castrarse si permanece encor-setada en un partido donde carece hasta de los medios para intervenir en las decisiones de lucha cotidianas, para no hablar de las estratégicas (pues, según el propio Lula, núcleos y directorios de todo tipo están vaciados, lo que deja claro que todas las decisiones importantes son adoptadas por media docena de caciques, fuera de toda instancia orgánica).
Para la vanguardia obrera está planteado el agotamiento del PT democratizante como cuadro político para su desenvolvimiento. Levantar un programa revolucionario significa chocar no sólo con la orientación política de la dirección sino también con su organización cada vez más integrada al Estado. El papel de la política “reformista” de las tendencias de izquierda, revela así todo su carácter anti-revolucionario. Un frente de tendencias que se oponga a la dirección solamente tendrá futuro si levanta una alternativa política (programática) y organizativa, o sea, la lucha por un auténtico partido de los trabajadores, que deberá ser revolucionario.
NOTAS:
(1) Presidente de la Federación de Industrias de San Pablo (FIESP).
(2) Jefe del PDT, gobernador de Rio de Janeiro.
(3) Dirigente del PSDB y ex intendente de San Pablo.
(4) Corriente del PT que responde al mandelismo. E. Mandel, dirigente histórico del Secretariado Unificado de la IV- Internacional (revisionista).
(5) Getulio Vargas, presidente de Brasil entre 1930 y 1945 (nacionalista).
(6) IV- Congreso de la CUT, setiembre de 1991, en el que la dirección proscribió los mandatos de numerosos delegados para obtener una mayoría que luego resultó precaria.
(7) Ver artículo en esta misma edición de Rui Costa Pimenta.
(8) burócratas sindicales que dependen del Estado.
(9) principal partido patronal de Brasil, hoy PMDB. Lambert
(10) OT, O Trabalho, corriente que responde a Pierre, del Centro de Reconstrucción de la IV9 Internacional, declaradamente democratizante.