I. El carácter de la discusión
Convergencia Socialista, considerada como una de las principales corrientes de izquierda del PT, presentó para los debates preparatorios del primer congreso del partido, una pre-tesis titulada “Socialismo o barbarie” la cual, según su introducción se propone hacer “la defensa teórica e ideológica de la aguda necesidad y actualidad del socialismo” y “la defensa del marxismo”.
Pretende ser, por lo tanto una exposición de la base teórica de esta corriente y no una formulación coyuntural. Según esta tesis la defensa del socialismo y del marxismo se volvió necesaria debido a que “en el último año, con el derrocamiento de los regímenes burocráticos de los Estados obreros, ganó peso un campaña mundial de los apologistas del imperialismo proclamando la victoria histórica del capitalismo, que habría enterrado definitivamente los ideales socialistas, y afirmando la vigencia, la “modernidad” y la estabilidad del sistema capitalista por toda la eternidad”. A continuación, CS hace una caracterización de lo que considera es la importancia del debate para el PT: “Portavoces importantes de nuestro propio partido se hicieron eco de esa campaña con frases rimbombantes sobre la “legitimidad del lucro y el fracaso del sistema de economía planificada”.
La pre-tesis de CS presenta, por lo tanto, la discusión sobre él socialismo al interior del PT como un debate entre socialistas en torno a las mejores opciones de lucha por el socialismo y consecuentemente señala lo que entiende como una distorsión o desvío de “algunos portavoces” del partido. Se trata de un punto de partida que revela una completa inconciencia sobre lo que realmente está en juego en el actual debate del PT.
En primer lugar, no se trata de que “portavoces importantes del partido” se hayan hecho eco de la campaña del imperialismo. Un conjunto de tendencias del PT, justamente las que lo dirigen, como Articulación, Vertiente Socialista y Nueva Izquierda vienen elaborando desde hace ya un tiempo un conjunto de concepciones articuladas y sistemáticas sobre lo que llaman “nueva utopía socialista”, en “sustitución del marxismo”, de la “ortodoxia”, de los ”dogmas” del leninismo y de la izquierda tradicional. Se trata, en realidad, de una operación política antes que ideológica. Desde antes del VII2 Encuentro Nacional se viene estructurando claramente una amplia ala derecha, conscientemente antimarxista y en particular antitrotskista, como sus dirigentes no tratan de ningún modo de esconder. La operación política de Vertiente Socialista, Nueva Izquierda, Articulación y otros agrupamientos ligados a intendentes procura consolidar una dirección política que ha multiplicado en los últimos años sus ligazones con el Estado burgués.
Estas ideas, a su vez, no son el resultado de una confusión política o de un debilitamiento ideológico en función de los acontecimientos de los tres últimos años en el Este europeo. La derecha del partido utiliza los acontecimientos del Este europeo como un pretexto, y esto se ve en que desde el primer momento fue solidaria con la “perestroika” y con sus alcances restauracionistas. La defensa de la democracia burguesa por parte de estas corrientes precede a los acontecimientos del Este. La convocatoria del I Congreso, aprobada por la Ejecutiva Nacional del partido, de la cual CS forma parte, explica que después de las elecciones del '89 “el PT se ve hoy confrontado con la necesidad de afirmar su vocación hegemónica, de mostrarse a sí mismo y a toda la sociedad que es capaz de gobernar elpaís y realizar el gran proyecto de transformación social en los umbrales del año 2.000 (del manifiesto La reorganización del partido será el gran desafío del Congreso, en el Jornal do Congreso NQ1, Marzo de 1991- subrayado nuestro). Queda claro que la política de la dirección está determinada por las elecciones presidenciales que deben tener lugar en 1994.
Estamos ante una política del partido que es anterior al Este europeo: la defensa de la democracia burguesa como estrategia no necesitó del fracaso de la “dictadura del proletariado” en el Este. La estrategia democratizante, establecida en los documentos originales del partido por los intelectuales pequeñoburgueses, se profundiza como expresión creciente de la adaptación del PT al régimen burgués a medida que el partido se fue incorporando a las instituciones del Estado (parlamento, administraciones municipales). La estrategia de la “conquista de la hegemonía de la sociedad civil” es sostenida desde hace años y fue la base “teórica” de la política de frente popular llevada adelante por el PT en las elecciones presidenciales (de forma más clara, porque ya se había manifestado en las elecciones municipales del '88).-., Las afirmaciones más recientes sobre la “legitimidad del lucro” son la expresión de una culminación de esta evolución. El “balance”del Este europeo ya está predeterminado por esta posición de clase vigorosamente antiinternacionalista. Es pre-
ciso recordar que mucho antes de la caída del Muro de Berlín, los partidos comunistas y socialistas, de donde provienen los “intelectuales” del partido, ya habían descubierto la vía pacífica al socialismo, el valor universal de la democracia y la legitimitad del lucro, es decir que la tendencia restauracionista de los stalinistas no necesitó de la caída del Muro de Berlín para ponerse de manifiesto, y tuvo una expresión internacional que tampoco esperó la declaración oficial de Moscú sobre la “economía de mercado”, aunque estaba dictada indudablemente desde el Kremlin.
Lo que está planteado para el PT y para este I9 Congreso es una lucha que expresa antagonismos sociales entre la pequeña burguesía y la burocracia sindical y estatal, de un lado, y la vanguardia obrera que lucha por la independencia de clase, del otro. Es una lucha donde la pequeña burguesía democratizante, que se volvió conservadora en relación al régimen político que ha pasado a integrar, ataca resueltamente toda perspectiva de independencia política del movimiento obrero. La oposición a toda movilización independiente del proletariado contra la burguesía (Villa Socialista, Choferes de San Pablo, etc.); la oposición a un salario mínimo del DIEESE (instituto sindical que calcula el costo de la canasta de “emergencia”) — que ya está muy por debajo de suplir las reales necesidades de una familia obrera; la propuesta de reglamentación del derecho de huelga defendida por Lula en el debate con Collor; la represión a los choferes por la intendencia de San Pablo; la votación del fin de la ley de reserva de mercado, de acuerdo a los intereses del imperialismo; el respeto a la constitución del Estado burgués, etc. demuestran que los sectores dirigentes del partido consideran al actual régimen político no como un (obstáculo, sino como un medio para la defensa de sus intereses.
No se trata, por lo tanto, de establecer cuál es la mejor concepción de socialismo sino de poner en claro la tentativa de liquidar la independencia política de la clase obrera a través del aparato pequeñoburgués y burocrático instalado en el PT.
La exclusión de Causa Operaría en función de sus posiciones y de su lucha revolucionaria es una expresión aguda de esta situación. CS ha atribuido la persecusión a CO a la “inhabilidad táctica” o “al no cumplimiento de esta o aquella formalidad”, es decir que la ha justificado. Quienes hoy declaran que van a defender al marxismo contra los que “se hacen eco” de la campaña imperialista, ya han hecho un frente con aquéllos (y no por primera vez, si se tiene en cuenta que apoyaron la política de frente popular con el PC do B, el PV y el PSB, en 1988), contra los trotskystas de CO y contra la democracia obrera interna del PT.
II. La dictadura del proletariado
Según la tesis de CS, “destruir el Estado burgués no significa sustituirlo por otro de tipo totalitario” con lo que procura esquivar la acusación de la derecha acerca del carácter intrínsecamente autoritario del marxismo. Así, afirma que “el Estado obrero es por definición más democrático que el más democrático de los Estados burgueses porque está al servicio de la mayoría de la población y no de una minoría de explotadores”.
Con toda evidencia, CS esquiva el bulto a lo fundamental, a saber, que el régimen proletario consiste en el derrocamiento político de la burguesía, en la quiebra de su monopolio político y social, en definitiva, en la expropiación de los expropiado-res, por “la conquista de la supremacía política por parte del proletariado”, por “la destrucción del Estado burgués” (ejército permanente, burocracia política, armamento de las masas). Que esta dictadura proletaria tenga características más o menos democráticas; gobierne con procedimientos legales o excepcionales, asuma la forma del régimen de un solo partido, hombre o pluripartidista; todo esto depende de un conjunto de factores históricos y de circunstancias internas del país en cuestión o internacionales, y marca seguramente el grado de intensidad de las contradicciones por los cuales atraviesa. Pero sin expropiación del monopolio capitalista y destrucción de su Estado no hay dictadura del proletariado. Una “democracia popular99 en ausencia de las mencionadas características históricas es simplemente el viejo y conocido Estado burgués, que atraviesa la primera fase de un gobierno de frente popular. A esto arriba la posición de CS, democratizante, que en nada se diferencia por esto del ala antimarxista del PT; más bien pone de relieve en qué consiste su acuerdo de principios con ésta.
Al explicar el problema desde un punto de vista histórico, el del Estado obrero de la URSS bajo la dirección de Lenin y Trotsky, CS incurre en una completa falsificación cuando dice que: “Es el socialismo de la autodeterminación de las masas, en donde son ellas mismas, en su creatividad y organización las que dan vida a la democracia. Es el socialismo de las más amplias libertades de prensa, de organización, de libertad de pensamiento, de libertad absoluta para el arte, la cultura y la investigación científica. Un régimen así no es utópico. Existió en forma pionera y embrionaria durante un corto período después de la revolución rusa de 1917. Fue el régimen de Lenin y Trotsky, antes de ser destruido por la contrarrevolución stalinista”.
La tesis agrega más adelante que “el Estado obrero democrático es aquél basado en los organismos que las friasas hayan creado para tomar el poder, sean ellos consejos, sindicatos, o cualquier otro. En estos organismos reina la más amplia democracia, derecho de intervención de todos los partidos, grupos o tendencias”.
Lo que tenemos aquí no es el régimen de Lenin y Trotsky, tal como existió en la vida real, sino una idealización democratizante o sea pequeño burguesa. Las “amplias libertades de prensa*9 de la dictadura bolchevique de la primera época son una fantasía: los bolcheviques confiscaron y colocaron en la ilegalidad, además de las publicaciones abiertamente contrarrevolucionarias, como las del partido burgués Kadete, las del ala derecha de los Socialistas Revolucionarios ya en 1917 y la de los mencheviques de varias fracciones (Tcheidze, Ple-janov, Martov) al año siguiente, y después la de los socialistas revolucionarios de izquierda. Prácticamente todas las publicaciones de la izquierda “socialista99 fueron declaradas ilegales. Lo mismo vale naturalmente para la “amplia democracia99 en los soviets y el “derecho de intervención de todos los partidos, grupos y tendencias99. En realidad, “todos99 los partidos, grupos y tendencias sin excepción fueron colocados en la ilegalidad. Buena parte de la dirección de los partidos “socialistas99 fue llevada a prisión y algunos inclusive fueron fusilados. No es menos fantasiosa la idea de que en los primeros años de la revolución regía una libertad “absoluta de pensamiento, para la cultura, el arte y la investigación científica99. Según Trotsky, los bolcheviques fueron obligados “a limitar la actividad creadora basándose en consideraciones políticas” (La Revolución Traicionada). Aun así, este régimen era, por su función histórica, por las tareas que ejecutaba y por su dirección, una dictadura proletaria.
El año 1918 fue marcado por la consigna “contra el terror blanco, el terror rojo”. La imagen que la tesis de CS pinta del régimen bolchevique no tiene, como se puede ver, el menor punto de contacto con la realidad. Lo que nos brinda no es el régimen de la clase obrera sino la trasposición de la democracia parlamentaria ideal, no la revolución y la contrarrevolución sino una ceremonia de transición constitucional del poder. Se trata de una concepción de la lucha de clases y del Estado completamente ajena al marxismo y aún a los revolucionarios burgueses de los siglos anteriores.
El régimen proletario creado por los bolcheviques se enfrentó desde el comienzo con una feroz resistencia de la burguesía, la cual, como señaló el propio Trotsky, no creía que el régimen pudiese durar y contaba con la certeza de la victoria. Esta resistencia, la guerra civil y el bloqueo económico que la sucedieron determinaron las características del Estado obrero que colocó en primer plano no la garantía de determinadas formalidades democráticas sino la defensa de la revolución amenazada contra sus enemigos. El principio fundamental del Estado surgido de la revolución proletaria no fue la defensa abstracta y formal de la democracia sino la defensa de los intereses de clase del proletariado.
Trotsky explicó clara y rudamente este concepto fundamental: “para mí, la dictadura revolucionaria de un partido proletario no es algo que se pueda aceptar o rechazar libremente: es una necesidad objetiva que nos impone la realidad social—la lucha de clases, la heterogeniedad de la clase revolucionaria, la necesidad de una vanguardia revolucionaria seleccionada para asegurar la victoria. La dictadura de un partido, como el propio Estado, pertenece a la prehistoria bárbara, pero no podemos saltar este capítulo que puede abrir (no de un solo golpe) el camino a la auténtica historia humana. (…) El partido revolucionario (vanguardia) que renuncia a su propia dictadura entrega a las masas a la contrarrevolución. Hablando en términos abstractos, sería muy bueno que la dictadura del partido pudiese ser sustituida por la *dictadura9 del pueblo trabajador en su conjunto, pero eso implica un nivel de desarrollo político de las masas tan elevado que no podrá jamás ser alcanzado bajo las condiciones creadas por el capitalismo. La razón de la existencia de la revolución proviene del hecho de que el capitalismo no permite el desarrollo moral y material de las masas” {Dictadura y Revolución, en Escritos, tomo VII, volumen III, 1937). Es obvio que incluso la dictadura proletaria más democrática, con numerosas organizaciones representadas en los soviets y la posibilidad de relevo constitucional del gobierno, tampoco sería esa “dictadura del pueblo trabajador en su conjunto”, ya que esto no depende de las formas políticas o constitucionales, sino del desarrollo social y cultural, y porque logrado ese nivel ya no tiene sentido ninguna clase de dictadura.
Las promesas anticipadas que CS hace sobre las formas superestructurales del futuro régimen obrero significan “la renuncia a la dictadura99 y “entregar a las masas a la contrarrevolución”, además de mostrar el grado de demagogia de CS y de su adaptación a la opinión pública democratizante en el PT.
La idea clave de esta concepción es la de la “autodeterminación99 de las masas, o sea que éstas no son movidas por una determinación exterior sino por su propia voluntad, que ellas deciden libremente su destino. Esta idea confusa está en boga en este momento en el PT y ha sido utilizada por la derecha del partido para combatir al “determinismo”, o sea, como dice Marx, que los hombres aunque hacen su propia historia, no la hacen como quieren, sino bajo las condiciones heredadas del pasado. La derecha condena la idea de que la acción de los hombres esté determinada por la condiciones materiales, sociales y culturales heredadas y que su “autodeterminación99 (su libertad de elección) es relativa, o mejor, que esa libertad consiste precisamente en la comprensión de esa situación, en la conciencia de las determinaciones, es decir, en la conciencia de clase. Según las creencias de la derecha del partido, que descarta explícitamente la idea de revolución, “sólo hay revolución profunda allí donde se desenvuelve la capacidad de autonomía de cada uno frente a todas las determinaciones externas que esclavizan las voluntades. Inclusive aquellas determinaciones alienantes producidas por una cierta izquierda bien conocida por nosotros” (de la pre-tesis de Nueva Izquierda al congreso del PT). ¡Para esta gente la libertad consiste en alienar al hombre de su medio, en perpetuar la contradicción entre el uno y el otro, en asegurar (de este modo) la eternidad de la explotación del hombre por el hombre!
La adhesión de CS a la teoría de la “autodeterminación” tiene una implicancia obligada, pues significa renunciar a la necesidad del partido obrero. ¿O éste no actúa como “una imposición exterior”, a través de la propaganda, agitación y organización? No esclavicemos a las masas en un partido que sea realmente tal, es decir que actúe, perturbe y presione, dice la derecha; dejemos que eso sólo lo hagan los partidos patronales y el Estado. CS responde: ¡Ókey! que “las masas se autodeterminen”.
El régimen proletario, sin duda se apoya en la voluntad de las masas. Este fue el caso del primer Estado obrero, el cual puede contar con ejemplos de sacrificio, abnegación de la clase obrera y de un alto nivel de conciencia política. Sin embargo, esta voluntad de las masas no fue en ningún momento una trasposición de la democracia parlamentaria al terreno de la revolución. Ella se manifestó en el agrupamiento de las masas en torno a la dirección del partido bolchevique, en la aceptación y en el sostenimiento activo de la dirección por una vanguardia revolucionaria y, finalmente, en la acción de la propia dictadura proletaria. La propia conquista del poder político no fue decidida plebiscitariamente a través de una votación en los soviets; fue decidida por el partido bolchevique y la demostración de que correspondía a la voluntad de las masas es que fue acompañada, apoyada y sostenida por ellas mismas a través de los sacrificios más extremos. El proceso revolucionario no tiene nada que ver con el proceso parlamentario de consulta de opiniones y voto individual sino que opera por la síntesis y por la acción política y, principalmente,’ por la demarcación de las cuestiones fundamentales y de las opiniones a través de la lucha.
En ningún régimen político hay una manifestación directa de “autodeterminación” de las clases sociales, toda vez que ellas son heterogéneas y se desarrollan desde el punto de vista de su conciencia política, con ritmos desiguales y en forma contradictoria.
En el régimen democrático creado por la burguesía, esta noción es formal e ilusoria y sirve para encubrir la dominación de vina burocracia profesional, estatal, o partidaria sobre el conjunto de la población. La democracia burguesa supone individuos con igual capacidad de decisión y de “autodeterminación” y utiliza el mecanismo plebiscitario y el voto para manipular las profundas desigualdades individuales. El mejor ejemplo de eso es la defensa sistemática que hace la burguesía de la necesidad de imponer los mecanismos de la democracia formal, como el voto secreto en las asambleas obreras, o como la necesidad de un quórum mínimo para tomar decisiones sobre las huelgas. Este mecanismo es sistemáticamente rechazado por el movimiento sindical combativo porque aún sin analizar el diferente contenido de la democracia obrera y de la democracia burguesa, los trabajadores saben que en una huelga hay sectores vacilantes, que una votación nominal puede inducir una gran inseguridad entre los obreros, etc. La decisión de una asamblea obrera es una decisión colectiva, una síntesis práctica y concreta de voluntades que se manifiestan, se modifican y se funden frente a los acontecimientos.
III. Socialismo con democracia
CS levanta la reivindicación del “socialismo con democracia”, a la cual procura hacer pasar por una versión popular de la estrategia revolucionaria, que es la dictadura del proletariado, concepto que en ningún momento siquiera menciona en un texto cuyo objetivo central sería hacer la defensa del marxismo.
La primera cosa que llama la atención es que el concepto de socialismo precise de adjetivos en una corriente que se proclama marxista. El socialismo es, según la concepción de Marx, en primer lugar, un fenómeno histórico, de ninguna manera el recetario, adjetivado o no, de la felicidad humana. Es posible en aquella etapa en que el desarrollo de las fuerzas productivas, las relaciones sociales fundadas en ellas y la conciencia colectiva de los productores sociales permiten la abolición de la explotación del hombre por el hombre y la desalienación del trabajo humano (lucha por la existencia). El socialismo implica la abolición del Estado, instrumento de coerción social. La desaparición del Estado implica la desaparición del régimen político de la democracia, sea ella obrera o burguesa. Desde el punto de vista de la teoría marxista, “socialismo con democracia” es una contradicción en sus términos, es decir no dialéctica sino una incoherencia. El socialismo y la democracia son históricamente incompatibles, esto porque el primero es la gestión colectiva de las cosas, en tanto que la segunda es una variante de la “administración de los hombres”, la que está a cargo de otros hombres (Estado, burocracia). El texto que se propone defender al marxismo, se caracteriza espectacularmente por una completa ignorancia del marxismo.
Se nos podría objetar que la expresión “socialismo con democracia” se refiere al período inmediatamente posterior a la revolución, cosa que de ninguna manera se deduce de la tesis presentada. De todos modos Marx es claro: “Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista hay un período de transformación revolucionaria de una en la otra. Durante este período de transición política, el Estado no puede ser sino la dictadura revolucionaria del proletariado” (Crítica al programa de Gotlia). En la tesis de CS no hay ninguna mención a esta cuestión fundamental. Esta omisión es la demostración cabal de que CS no es una corriente marxista. El propio Marx definió su contribución a la teoría del socialismo en haber demostrado que la “lucha de clases conduce necesariamente a la dictadura del proletariado (ya que) ésta misma dictadura sólo constituye la transición hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases” (Calia a Joseph Weide-meyer, 1852).
La expresión “socialismo con democracia”, sustitución de la estrategia marxista de dictadura del proletariado, revela claramente que CS comparte con el conjunto de las corrientes democratizantes del PT que la dictadura del proletariado es una fórmula constitucional, es decir, que caracteriza una forma de gobierno y no el carácter de clase del Estado. Para CS “el gobierno de los trabajadores , su consigna política central, equivale al régimen proletario o al Estado obrero porque exprésala autodeterminación de los trabajadores” concretando el socialismo con democracia”, esto independientemente de que haya habido una revolución proletaria, de que se haya destruido el Estado burgués o derrocado el poder político y el monopolio económico de la burguesía. CS no podría ser más clara en sus designios aunque busque enredarlos en la mayor confusión: propone un gobierno obrero en un Estado capitalista, es decir, un “gobierno obrero liberal”.
En sus tesis, CS señala, en defensa del “socialismo con democracia” que “el Estado obrero será la primera república de la mayoría para la mayoría” — algo muy democrático, y por sobre todo muy vacío (¿para quién iría a gobernar la mayoría si no es para ella misma2), que omite señalar la destrucción del Estado burgués y el aplastamiento de la resistencia de clase de la burguesía. Para Engels, al revés “el proletariado, mientras necesita todavía el Estado, no lo necesita en interés de la libertad, sino para someter a sus adversarios, y tan pronto como sea posible hablar de libertad, el Estado como tal dejará de existir” (Carta a Augusto Bebel, 1875).
Lenin deja absolutamente en claro esta idea cuando explica que “la dictadura del proletariado, esto es la organización de la vanguardia de los oprimidos en clase dominante para reprimir a los opresores, no se puede limitar pura y simplemente a una extensión de la democracia. Al mismo tiempo que se produce una considerable ampliación de la democracia, que se convierte por primera vez en la democracia de los pobres, en la del pueblo, y no sólo en la de los ricos, la dictadura del proletariado trae una serie de restricciones a la libertad de los opresores, de los explotadores, de los capitalistas. Debemos reprimir su actividad para liberar a la humanidad de la esclavitud asalariada, debemos quebrar su resistencia por la fuerza; ahora, es claro, que donde hay represión, donde hay violencia, no hay libertad no hay democracia”. (El Estado y la revolución).
El “socialismo con democracia” defendido por CS es, en realidad, la democracia pura transportada al escenario de la revolución, es decir, el estrangulamiento de la revolución por medio de la democracia.
La pre-tesis presentada por CS llega al extremo de afirmar que en el Estado surgido de la revolución regiría “el derecho de intervención de todos los partidos, grupos y tendencias” lo que significa dar una garantía anticipada a los enemigos de la revolución y adherir a la tesis de la derecha del partido que defiende el “pluripartidismo” como principio. Los marxistas al defender la dictadura del proletariado no establecen como principio ni el pluripartidismo ni el régimen de partido único. El Estado no surgió, históricamente, para garantizar la libertad y la democracia, sino como un instrumento de una clase para reprimir a otra por la fuerza. Las garantías dadas por CS de libertad para todos los partidos son una renuncia a la dominación de la clase obrera, y por lo tanto, al socialismo.
IV. Stalinismo y Este europeo
La idea del “socialismo con democracia” tío está planteada simplemente como una abstracción teórica en las tesis de CS sino como una orientación política concreta en lo que se refiere a los acontecimientos de la URSS y del Este europeo: “La caída de los regímenes burocráticos del Este europeo no demostró el fracaso del socialismo sino el de su deformación stalinista. El monstruoso Estado burocrático erigido por los PCs acabó llevando a esos países al estancamiento y a la crisis. Las masas, con sus acciones revolucionarias conquistaron la democracia”. ¡Ahora resulta que el stalinismo es una “deformación del socialismo”! Para esto hubiera sido necesario que en los países mencionados hubiese habido algún tipo de socialismo. Trotsky explicó que “es bastante más exacto llamar al actual régimen soviético, con todas sus contradicciones, no como socialista, sino como transitorio entre el capitalismo y el socialismo, o preparatorio para el socialismo”, y agregó “este deseo de una terminología justa, no implica ninguna especie de pedantería. La fuerza y la estabilidad de los regímenes se definen en último análisis por el rendimiento relativo del trabajo. Una economía socializada, que supere técnicamente al capitalismo, tendría realmente asegurado un desarrollo socialista en cierto modo automático, lo que por desgracia no puede afirmarse de ninguna manera de la economía soviética” (La Revolución Traicionada).
En 1921, cuatro años después de la victoria de los bolcheviques, Lenin afirmaba que “aún no hubo, me parece, ninguna persona que al ocuparse de la cuestión de la economía de Rusia haya negado el carácter de transición de esta economía. Ningún comunista negó, me parece, que la expresión República Socialista Soviética' signifique la decisión del poder soviético de realizar la transición al socialismo, pero de ninguna manera el reconocimiento del actual orden económico como socialista” (Sobre el impuesto en especie).
Desde el comienzo, el marxismo estableció que el socialismo no puede ser implantado en un terreno puramente nacional, pues tiene como punto de Partida un desarrollo de las fuerzas productivas Que está planteado sobre el terreno del mercado mundial y de la división internacional del trabajo.
El stalinismo no es una “deformación” del socialismo sino de un Estado obrero aislado y atrasado, traicionado por las direcciones “democráticas” de la clase obrera mundial (social-democracia ¡como lo señaló Rosa Luxemburgo!). Trotsky caracterizó a la URSS como un “Estado Obrero degenerado” pero no exclusivamente como abstracción sociológica, sino para hacer referencia a la victoria de la burocracia sobre la clase obrera. La burocracia stalinista es una fuerza política consciente de carácter contrarrevolucionario, no una deformación del socialismo. Es un agente de la burguesía mundial en el interior del Estado obrero, que trabaja por su degeneración y desintegración.
Dominados por la burocracia contrarrevolucionaria de la URSS, los partidos stalinistas, los PCs, se constituyeron en un aparato político orientado a impedir la revolución proletaria, o sea, una fuerza antiobrera y antisocialista.
La idea del “socialismo con democracia” presupone que estos países son socialistas totalitarios, que es necesario corregirlos a través de la democracia. Con esto, queda claro también, que la condena del stalinismo se restringe a su carácter antidemocrático y no a su carácter contrarrevolucionario. El stalinismo sería una variante antidemocrática, autoritaria, del “socialismo”. La explicación de que “el monstruoso Estado burocrático erigido por los PCs llevó en esos países al estancamiento y a la crisis”, es una abstracción que pretende oponer las ventajas de la gestión democrática a la totalitaria. (En la década del 30 la intelectualidad pequeñoburguesa justificaba el totalitarismo stalinista porque había permitido independizar a la URSS y garantizar el pleno empleo en un mundo en completa crisis). De acuerdo a la tesis de CS, el “estancamiento y la crisis” no tienen un contenido social, el aprovechamiento de la burocracia, sino que responden a defectos de método. Los corrige, entonces, con la “democracia”, no con la revolución y la dictadura del proletariado (expropiación económica y política de los dieciocho millones de burócratas soviéticos ). La revolución política vuelve a colocar el tema universal de la revolución proletaria: la dictadura del proletariado. CS, al omitir que la bandera del democratismo formal es el intento del imperialismo para restaurar el capitalismo, concluye como un agente ideológico de la restauración capitalista.
Para CS precisamente, “las masas, con sus acciones revolucionarias, derrumbaron los regímenes burocráticos y conquistaron la democracia”. Ni una cosa ni la otra; la burocracia sigue en pie, transformada en acaparadora privada de la propiedad del Estado y en todos lados los gobiernos recurren a poderes excepcionales o de emergencia. De todos los casos, el más relevante es el alemán, porque ahí Gorbachov, Bush y Kohl pactaron la absorción del Este a espaldas de los pueblos, que en ningún momento fueron consultados sobre los términos político-constitucionales de la “unificación” y absorbieron a la mayor parte del aparato o del personal del stalinismo del Este.
La posición del CS sobre la crisis revolucionaria en el Este europeo y en la URSS es mistificadora en la caracterización y contrarrevolucionaria (“democratizante”) en términos de política.
En ninguno de esos países, las masas conquistaron la “democracia”, ni siquiera en el sentido más estrecho de la palabra: continúan intactas las estructuras fundamentales del régimen político, recubiertas con frágiles fachadas de parlamentarismo. La democracia, o sea la soberanía popular, pasa necesariamente por el desmantelamiento del aparato represivo, o sea de las fuerzas armadas, de la policía política y de la burocracia civil del Estado, en resumen por la destrucción del Estado burocrático. Los actuales regímenes políticos del Este son el producto de un acuerdo entre la burocracia stalinista y los representantes políticos de la burguesía mundial en esos países. Se trata de una confiscación política de la acción potencial o embrionariamente revolucionaria de las masas y no de la expresión de esa acción. En lugar de tener un carácter revolucionario, esa “democracia” encubre la tentativa contrarrevolucionaria para proceder a la destrucción de todas las conquistas obreras, de la economía estatal y reprimir el ascenso de las masas. El levantamiento de las masas está orientado contra los planes de hambre y miseria que estas “democracias” pretenden justamente profundizar. CS confunde íntegramente las conquistas democráticas de las masas (derecho de huelga, de manifestación etc.), que solamente pueden surgir y mantenerse por la acción de las propias masas, con el régimen político sustentado por la burocracia y el imperialismo y por eso acaban colocándose en una posición de apoyo a los regímenes reaccionarios que se yerguen en el Este europeo, lo cual es una posición claramente antirrevolucionaria.
V. Estrategia política
Sobre la cuestión cardinal del Estado no existen diferencias de principios entre CS y el ala derecha y de centro del PT, aunque la idea de la revolución se encuentra repetida varías veces en el texto, pero sin ningún contenido concreto.
Para CS “la estrategia del PT tiene que tener un norte: la toma del poder por la clase obrera” y agrega “eso es muy diferente de la toma del poder por el PT. Quien toma el poder es la clase, democráticamente autodeterminada en sus organismos, y no el partido”. La derecha del PT ya estableció que “el poder no es una cosa que pueda ser tomado” (Vertiente Socialista y Nueva Izquierda). Ahora, CS defiende la “toma del poder” por la clase, pero no por el partido, convirtiendo a la idea de la “toma del poder” en una cosa abstracta y hasta etérea. El problema consiste justamente, en saber como una clase social, compuesta de millones de hombres y mujeres, puede tomar el poder si no es a través de un partido, y para que diablos serviría un partido que no tiene por objetivo la toma del poder. Siguiendo esta teoría de CS, la clase no concentra su acción por medio del partido, sino que éste se diluye en las diversas determinaciones sociales heterogéneas de la clase.
La explicación de CS es que “de los organismos de la clase forman parte muchos partidos y tendencias obreras. Nuestro partido luchará para tener sus posiciones mayoritaria-mente aprobadas por los organismos de la clase, pero eso es muy diferente de que el partido tome el poder”. La toma del poder se daría por lo tanto a través de los “organismos de la clase”, pero no por el partido, de lo que se deduce que el partido no es un “organismo de clase”, y mucho menos la principal organización de la clase, como clase consciente. El partido revolucionario no sería como dice Marx, “la constitución del proletariado como clase, o sea como partido político”. La “toma del poder” sería, para CS, la obra de otras organizaciones que carecen del atributo esencial del partido: el programa, la conciencia de clase y toda la acción de combate enderezada a realizar ese programa a través de la experiencia de las masas.
Convergencia Socialista lleva la ilusión del parlamentarismo a un plano al que ninguna otra corriente burguesa o pequeño burguesa osó llevarlo hasta el momento. Las votaciones en los soviets o consejos obreros, así como su renovación por medio de las elecciones, resolverían pacifica y amigablemente los problemas de la revolución. La historia habría llegado así al punto más alto, final, de su racionalidad, toda vez que los “costos” de la anárquica lucha de clases serían eliminados por la acción parlamentaria. El parlamento sería un espejo no común de la lucha de clases, a la cual no sólo reflejaría (lo cual supone un retraso respecto a la realidad cambiante) sino que tendría la capacidad de anticiparla (lo que no deja de ser una descomunal idealización, ¡no de la capacidad de autodeterminación de las masas sino de la omnisciencia de los partidos, que para el caso podrían prescindir, entonces, de la “autodeterminación de quien sea”. En nombre de la “democracia” CS nos presenta una hipertrofia de los organismos representantivos y de los partidos, es decir la burocracia. La explicación de la contradicción en que entran, necesariamente, las premisas democráticas de CS con sus conclusiones burocráticas y hasta totalitarias (manipulación de las masas por el parlamento “obrero” y los partidos, que dígase de paso tienen el poder); la explicación de eso es que CS sustituye la realidad contradictoria (lucha de clases) y la consciencia de la realidad (praxis de un partido, es decir basada en su programa), por un artificio institucional.
¡Pero la toma del poder por la clase obrera a través de sus organizaciones está en contradicción con la “autodeterminación de los trabajadores” —quienes pertenecen a distintas clases, en especial a la, a veces, numerosa clase de los propietarios privados campesinos!. Una de dos: o la toma del poder por la clase obrera significa la dictadura del proletariado, consagrando para éste un privilegio político especial, como por ejemplo mayor representación en el nuevo parlamento y monopolio político del ejército (como se empeñaron consecuentemente los “demócratas Lenin y Trotsky”); o las “organizaciones de la clase”, de CS, son el viejo o remozado parlamentarismo burgués. En este último caso, el partido no toma el poder porque en eso consiste su colaboración con la burguesía.
Las caracterizaciones puramente sociológicas (clase obrera, pueblo trabajador) no pueden ser trasladadas en forma directa a la política sin caer en monstruosas abstracciones. Entre la sociología y la política existe una mediación, una contradicción que debe ser reconciliada. La sociedad es heterogénea y en ella están presentes no solamente los intereses contradictorios sino también antagonismos históricos. Algo similar ocurre, hasta cierto punto, claro, en cada clase social, pues ninguna puede escapar a la presión de las otras (una parte del proletariado es atraída hacia la burguesía, una parte de ésta se arruina y se proletariza como consecuencia del desenvolvimiento anárquico del capital). Solamente a través de sus partidos pueden las clases tomar conciencia de su lugar e intereses históricos, o mejor, éstos conducen obligadamente a la formación de partidos. La democracia burguesa es la forma más desarrollada de este fenómeno. La sola pretensión de negar este rol explica una atrasada posición política y una completa falta de conciencia de clase. Ningún obrero puede confiar en la política que ofrece un partido sin conciencia de clase como Convergencia Socialista. La ilusión extrema de CS en el parlamentarismo le impide ver simplemente la crisis de éste y su agotamiento en cada situación extrema o crucial de la lucha de clases.
“La toma del poder —dice CS— nada tiene que ver con un golpe de Estado y mucho menos se retringe a la mítica toma del Palacio de Invierno. Es un movimiento de conjunto de la clase obrera, que comprende que no se puede esperar más nada de las diferentes variantes burguesas y que sólo ella misma, en tanto clase, se puede colocar al frente de la sociedad y resolver los problemas del país. La toma del poder es la culminación de un profundo movimiento social y no de una maniobra militar”. Precisamente lo que condena la derecha, ex-foquista y ex-militarista del PT, la “maniobra militar”, la “lucha armada” el “arte de la insurrección”. En Argentina el Mas anunciaba la insurrección pata un determinado día de 1989, en Brasil Convergencia la anuncia para nunca. ¿Contradicción? No, total coherencia, pues la fecha concreta para el Mas era tan abstracta y demagógica como la negación abstracta de la “maniobra militar” de Convergencia, es concreta.
La derecha del partido juega con la confusión intencional y maliciosa, entre lo que los bolcheviques llamaron “el arte de la insurección” y el foquismo. El foquismo, movimiento militar voluntarista, pregonaba la necesidad de tomar las armas contra el régimen burgués dictatorial, como resultado de la decisión arbitraria de pequeños grupos y no como el resultado de la evolución de la conciencia de las masas, de su organización y de las condiciones políticas generales. Todos los elementos de la derecha del PT son ex-foquistas (oriundos del PC do B, como Genoino y la Nueva Izquierda, de las APML, VAR-Palmares, PCBR, etc.) y ahora hacen una verdadera expiación de culpa del fracaso de esta política ostentando un pacifismo meloso e hipócrita. El foquismo es la expresión política desesperada de la pequeña burguesía democrática. “(La Socialdemocracia) —dice Trotsky— no niega la revolución en general, como catástrofe social así como no niega los temblores de tierra, las erupciones de los volcanes, los eclipses de sol, las epidemias de peste. Lo que ella niega por ser 'blanquismo', o peor aún, bolchevismo, es la preparación consciente de la insurrección, el plan, la conspiración. En otras palabras, la socialdemocracia está dispuesta a sancionar, con atraso es verdad, los golpes de Estado que hacen pasar el poder a la burguesía, condenando los métodos indispensables para transmitir el poder al proletariado” (Historia de la Revolución Rusa, Volumen III, capítulo 6 “El arte de la insurrección”).
¿Qué significa entonces decir que la toma del poder no se “limita a una maniobra militar”? Bajo la cobertura de que se trata de un “movimiento consciente del conjunto de la clase” tenemos aquí el retorno a las posiciones de la social-democracia.
Trotsky continúa: “De sus observaciones y reflexiones sobre el fracaso de numerosos levantamientos en los cuales participó o de los cuales fue testigo, Augusto Blanqui dedujo cierto número de reglas tácticas, sin las cuales la victoria de la insurrección es extremadamente difícil, si no imposible. Blanqui encarecía la organización con tiempo de destacamentos revolucionarios regulares, su dirección centralizada, buena provisión de municiones, distribución bien calculada de barricadas, cuya construcción sería prevista y que había que defender sistemáticamente, y no episódicamente. Como es lógico, todas esas reglas, concernientes a los problemas militares de la insurrección se modifican de acuerdo con las condiciones sociales y la técnica militar; pero de ningún modo hay que considerarlas4 blanquismo’ en el sentido que los alemanes dan al{putchismo1 o al (aventu-rerismo9 revolucionario” (ídem, ibídem).
Queda claro, por lo tanto, que la “toma del poder”, la insurrección, consiste también en que la “maniobra militar” es un aspecto supremo de la revolución, es decir de la evolución de las masas; un salto en calidad, concreto, en la evolución que se ha operado “en el profundo movimiento social”, Al declarar, por ejemplo, que “la toma del poder no tiene nada que ver con golpe de Estado”, CS elimina justamente cualquier posibilidad de que el concepto de “toma del poder” tenga un contenido concreto, o sea, que no pase de una mera frase. Trotsky se refiere así, de forma concreta, a la toma del poder: “Privado de teléfono, de telégrafo, de un Banco, de un Estado Mayor, el Comité Militar Revolucionario no podía gobernar. Disponía de casi todas las premisas reales y de los elementos de poder, no del poder mismo” (ídem, cap. IX. “La insurrección de octubre,T) y agregaba, “en febrero, los obreros pensaban en quebrar las resistencias del Ejército pero no en tomar el Banco o el Palacio de Invierno. Lucharon para atraerse el alma del soldado, no para conquistar ciertos puestos de comando” (ídem, ibídem). Tomar el poder, por lo tanto, no consiste simplemente en poner a las masas en las calles y conquistar una mayoría en los soviets sino que tiene que completarse por la toma de los puestos de comando, los telégrafos, los teléfonos, los medios de comunicación, transportes y finanzas; si no se transforma en una idea abstracta y absurda, pero fundamentalmente en una renuncia al “poder”. Cuando la derecha dice “el poder es una cosa que no puede ser conquistada”, simplemente confiesa que no sabría qué hacer con él, es decir, que no pretende expropiar a la burguesía. Aunque la insurrección revolucionaria sea bastante distinta de un golpe militar, tiene, desde el punto de vista práctico, una semejanza con él, en particular en lo que se refiere a los objetivos técnicos: apoderarse de los mecanismo de comando del Estado. La diferencia entre ambos consiste en que los golpes militares, tan conocidos nuestros, son realizados a espaldas y contra las masas en tanto la insurrección proletaria es un aspecto decisivo del levantamiento del conjunto de las masas.
Veamos como Trotsky describe la insurrección de Octubre: “Casi no hubo manifestaciones, combates en las calles, barricadas, todo lo que es común entender por insurrección; la Revolución no tenía necesidad de resolver un problema que ya había sido resuelto. La toma del aparato gubernamental podría emprenderse con un plan, con el auxilio de destacamentos armados relativamente poco numerosos, a partir de un centro único. Los cuarteles, las fortalezas, los depósitos, todos los destacamentos donde actuaban los obreros y los soldados podrían ser tomados por intermedio de fuerzas internas. No pasaba lo mismo con el Palacio de Invierno, el Pre-Parlamento, el Estado Mayor de la región, los ministerios, las escuelas de junkers. Tampoco los teléfonos, los telégrafos, el correo, el Banco del Estado: los empleados de esos establecimientos, aunque pesasen poco en la correlación general de fuerzas, eran los dueños detrás de aquellos muros, que estaban, además, fuertemente defendidos. Había que forzar desde afuera estos altos reductos burocráticos. Aquí la violencia sustituía la ocupación con recursos políticos” (ídem, ibídem).
Este “detalle” hace toda la diferencia entre la política revolucionaria del bolchevismo y las diferentes variantes políticas del oportunismo que, hablando de revolución, se oponen a una medida de fuerza consciente, planeada, destinada a arrancar de las manos de la burguesía los mecanismos del poder y colocar en su lugar otro poder, el de la clase obrera. La diferencia entre el blanquismo y el marxismo es concreta y no reside en la maniobra militar en sí. “La insurrección es un arte y como cualquier arte tiene sus leyes. Las reglas de Blanqui respondían a una visión realista de la guerra revolucionaria. El error de Blanqui no estaba en su teorema directo, sino en su recíproca. Del hecho de que la incapacidad táctica condenaba a la insurrección al fracaso, Blanqui deducía que la observancia de las reglas de la táctica de la insurrección era capaz, por sí misma, de asegurar la victoria. Sólo desde este punto es legítimo oponer el blanquismo al marxismo. La conspiración no sustituye la insurrección. Por mejor organizada que esté, la minoría activa del proletariado, no puede apoderarse del poder independientemente de la situación general del país. En esto el blanquismo está condenado por la Historia. Pero sólo en esto. El teorema directo conserva toda su fuerza. Para conquistar el poder, al proletariado no le alcanza un levantamiento de las fuerzas elementales. Precisa de la organización correspondiente, el plan, la conspiración, y es de esa forma que Lenin plantea la cuestión” (ídem, cap. VI, “El arte de la insurrección”).
CS sustituye, por lo tanto, el mecanismo real de la revolución, por una abstracción democrática. La toma del poder es un movimiento del conjunto de la clase, es un movimiento consciente, pero al colocar este movimiento en oposición a la “maniobra militar”, a la “mítica toma del Palacio de Invierno”, al “golpe de estado”, se transforma en una abstracción, lo que significa que para CS la toma del poder debe ser un movimiento parlamentario en el interior de los soviets. Pura ficción.
Según Trotsky, “Los soviets son los órganos que preparan a las masas para la insurrección, los órganos de la insurrección, y, después de la victoria, los órganos del poder. Pero los soviets no resuelven, por sí mismos, la cuestión. Según sea su programa y su dirección pueden servir a fines diversos. Es el partido el que da a los soviets un programa. Estos últimos, cuya existencia es menos que imposible fuera de épocas revolucionarias, engloban al conjunto de la clase, excluidas sus capas más retrógradas, primitivas o desmoralizadas; el Partido, en cambio, está a la cabeza de la clase. El problema de la conquista del poder sólo puede resolverse mediante la combinación del Partido con los Soviets o con otras organizaciones de masas que de un modo u otro les equivalgan” (ídem, ibídem).
La toma del poder resulta, por lo tanto, de una combinación entre los soviets y el partido, lo que ya quiere decir que la idea de que no es el partido el que toma el poder, es falsa. Resulta, sin embargo, de una combinación concreta, o sea de una combinación donde el partido cumple un papel dirigente en el interior (¡y fuera!) de los soviets, de un agente que toma la iniciativa y no de una combinación de tipo parlamentaria, donde “entre todas las tendencias” el partido va a luchar por sus “posiciones mayoritariamente aprobadas en el organismo de clase”. De acuerdo con Trotsky “si por azar, respecto de la insurrección se hubiese organizado previamente un referéndum, habría dado resultados contradictorios e indecisos. No es posible identificar la disposición íntima de sostener una insurrección con la conciencia anticipada de su necesidad. Además, en gran medida, las respuestas dependerían de la manera de formular la pregunta, del órgano encargado de la consulta o, hablando simplemente, de la clase que ocupara el poder. Los métodos de la democracia tienen sus límites. Se puede preguntar a todos los pasajeros de un tren cuál es el tipo de vagón que más les conviene, pero no puede preguntárseles a todos si hace falta frenar en plena marcha un tren que va a descarrilar. No obstante, si la operación se realiza correctamente y en el momento exacto, estamos seguros de la aprobación de los pasajeros” (ídem, ibídem).
La derecha del PT pretende explotar al máximo todo el respeto supersticioso que sectores del partido, en particular los de tipo pequeño burgués, tienen con relación a la democracia formal. No faltan propuestas que pretendan introducir en el PT, junto a varios otros instrumentos ficticiamente democráticos, la elección directa de la dirección, el respeto a la representación parlamentaria a los efectos de la representatividad en el interior del partido, etc. Uno de los grandes mitos en el interior del PT es el de su “democracia interna”: delegados electos para encuentros donde se decide por el voto, etc. Sin embargo, la manipulación de estos mecanismos supuestamente democráticos es una de las armas fundamentales para el fraude sistemático contra las bases del partido. Hay delegados electos y decisiones por el voto, pero no hay preparación, no hay discusión política de las tesis en los encuentros zonales, no hay formación de los militantes sobre la base de un programa revolucionario y, lo más importante, el PT no es un partido de combate, donde las decisiones son tomadas en función de las necesidades de lucha de las masas sino un partido electoral. Que haya una tentativa permanente de revocar incluso este tipo de mecanismo extremadamente limitado es una demostración de la fragilidad política de la dirección que no es capaz de convivir con los más limitados mecanismos de deliberación, pero no de su virtud en cuanto método de organización de masas.
La izquierda pequeño burguesa radical entiende muchas veces que la esencia de la crítica marxista a la democracia formal es que ella no funciona en la práctica debido al abuso del poder económico, a los fraudes de la clase dominante, etc. Que se trataría entonces de suprimir éstos “excesos” para dar vida al ideal democrático. Su lenguaje se adorna, entonces, con diatribas antiburguesas, pero siempre para salvar el edificio político formal cuando, sin la demolición de éste, no es posible la emancipación política primero, y social, después del proletariado. Sin embargo, el marxismo condena a la democracia formal por su limitación histórica, por el hecho de que ella constituye una ficción jurídica de hombres iguales, con igual poder de decisión y voluntad, en un mundo y en una sociedad profundamente desiguales, contradictorias, donde se torna imposible una decisión democrática real.
VI. ¿Internacionalismo o “nacional-trotskismo”?
La estrategia fundamental del marxismo es la revolución proletaria mundial. Sobre este problema, la tesis de CS también se coloca en un terreno de profunda confusión: “Finalmente el PT precisa tener claro que la lucha de los trabajadores brasileños no se resuelve simplemente a escala nacional. Mientras el imperialismo domine el mercado y la política mundiales, nuestra lucha no puede parar porque las conquistas alcanzadas estarán permanentemente en peligro. Mientras el imperialismo no sea derrotada, cualquier victoria social estará amenazada de aplastamiento militar o de aislamiento y burocratizáción. La única forma de evitarlo es la construcción de una organización internacional de los trabajadores, una nueva internacional, capaz de movilizarlos en su conjunto contra la internacional de los patrones —las empresas trasnacionales, los gobiernos imperialistas y sus organismos multinacionales”.
Para CS, el internacionalismo se resume en una política defensiva frente al imperialismo. La justificación principal para una nueva organización internacional de los trabajadores es que “las conquistas alcanzadas”, en el terreno nacional, “estarán permanentemente en peligro”. No se trata de liquidar a la burguesía internacional, sino de defenderse de los “peligros” de ella. Esta manera de abordar el problema del internacionalismo y de la Internacional no es nueva. Ya en 1927 Trotsky criticaba este enfoque del programa aprobado por el VI9 Congreso de la III° Internacional, redactado por Bujarin.
“La nueva doctrina dice: el socialismo puede ser construido en un Estado nacional, a condición de que no hubiera intervención armada. De ahí puede y debe desprenderse, a despecho de todas las declaraciones solemnes del proyecto del programa, una política de colaboración con la burguesía del exterior. El objetivo es evitar la intervención: en efecto, esto garantizará la organización del socialismo, y así el problema histórico fundamental estará resuelto. La tarea de los partidos de la Internacional Comunista asume ahora un carácter secundario: preservar a la URSS de las intervenciones, y no luchar por la conquista del poder. No se trata de intenciones subjetivas, sino de la lógica objetiva del pensamiento político” (La III- Internacional después de Lenin).
La cuestión de la revolución mundial como estrategia política está ausente del texto. Se habla de “derrotar” al imperialismo, una flagrante abstracción. En el texto se habla también de “aislamiento” pero no se explica de qué aislamiento se trata. La nueva Internacional debería movilizarse conjuntamente contra los gobiernos imperialistas y sus organismos pero no se plantea la tarea de tomar el poder. Pero ya en 1847, poco antes de la redacción del Manifiesto Comunista, Engels planteaba la cuestión de la siguiente forma: “¿Esta revolución será hecha en un sólo país? No. La gran industria, creando un mercado mundial, aproximó ya tan estrechamente a unos pueblos de la tierra de otros, y principalmente a los más civilizados, que cada pueblo depende estrechamente de lo que pasa con los otros. (…) La revolución socialista no será por lo tanto un fenómeno puramente nacional. Se producirá al mismo tiempo en todos los países civilizados, o sea, por lo menos en América, en Francia y en Alemania. Se desenvolverá en cada uno de estos países más rápido o más lento según si exista, en cada uno de ellos, una industria más desarrollada, una mayor riqueza nacional y una masa más considerable de fuerzas productivas” (Principios del Comunismo).
Durante todo el texto, CS habla del socialismo como un fenómeno nacional. Habla de socialismo al referirse a los países del este europeo, defiende la construcción de un socialismo sobre la base de la revolución en el Brasil, y ahora, al hablar directamente de internacionalismo, lo coloca como una cuestión de “solidaridad internacional”.
El “internacionalismo” de CS, sin ningún fundamento teórico, es en realidad una política nacionalista. Y, como tal, en la medida en que coloca en primer plano los intereses del Estado nacional “socialista”, conduce a una política internacional de colaboración con la burguesía.
VIL ¿Qué socialismo?
Uno de los ejes del programa “socialista” de la derecha del PT es la negación de la reivindicación fundamental del socialismo de expropiación de la propiedad privada de los medios de producción. Según la “nueva” teoría, el partido “debe asumir la idea de la diversificación de las formas de propiedad, incluso para que allí también se materialice el pluralismo. En la línea sugerida por Alee Nove —dice la tesis presentada por la Nueva Izquierda— podrán ser estimuladas, por ejemplo, entre otras las siguientes formas de propiedad: propiedad autogestionaria, propiedad cooperativa, propiedad estatal en sectores bien delimitados, empresas privadas en pequeña escala, actividades autónomas no empresariales”, etc. etc. Esta “diversificación” en realidad, esconde justamente el carácter esencial del modo de producción, que continuará siendo capitalista, apoyado en la vigencia de la ley del valor, en la explotación del trabajo asalariado, en la acumulación de plusvalía y de capital. Todas esas formas de propiedad existen ya bajo el capitalismo, sin que por eso, el capitalismo deje de ser capitalismo. Bajo la máscara del “nuevo socialismo”, la derecha pretende conducir al PT a colocarse integralmente, en el terreno de la defensa de la propiedad privada.
En este terreno, la tesis de CS propone como una de las dos ideas centrales de su propuesta, “la defensa teórica e ideológica de la aguda necesidad y actualidad del socialismo, la propuesta de una forma superior de civilización humana, que comprenda la defensa de la propiedad social (y por tanto de la expropiación de los monopolios y del control de los grandes medios de producción por los trabajadores) y de la planificación democrática de la economía”. Pero la expropiación de los monopolios no es una reivindicación socialista aunque constituye una medida preparatoria hacia el socialismo, si es ejecutada por un régimen de dictadura proletaria.
Convergencia Socialista pretende “defender el marxismo” pero confunde al capital con una de sus formas —la “privada” en oposición a la “pública”. El “socialismo” de CS se confunde con el “estatismo”, y su marxismo es sólo “populismo”. Para éste no hay capital versus trabajo, sino ricos versus pobres, y en algunos casos “judíos” ricos versus “cristianos” pobres.
El capital es una relación social, que engloba diversas formas jurídicas de propiedad y diferentes formas de organización — el monopolio es una de ellas, no un nuevo régimen de explotación social. El capital existe potencialmente en todo régimen de producción de mercancías, es decir, cuando los medios de producción se separan de sus productores directos. El régimen de la producción de mercancías engendra a partir de aquí, a partir de la compra-venta de la mercancía fuerza de trabajo y de su explotación, la producción y reproducción del capital —se encuentre éste en manos de monopolios o de mútliples capitalistas, del Estado o de personas jurídicamente privadas. La reivindicación del socialismo es, por lo tanto, la abolición no de los monopolios sino del trabajo asalariado.
Pero si bien el régimen de mercancías engendra el capital y éste al Estado capitalista, la conquista del socialismo es, al revés, primero la conquista del poder político por parte del proletariado, luego el comienzo de la expropiación del capital, finalmente la superación del régimen mercantil. Las características de esta etapa de transición son determinadas por la evolución de la lucha de clases y de los progresos y retrocesos de la revolución en el plano nacional e internacional, y de ninguna manera por un calendario de expropiaciones que identifica al socialismo con la nacionalización del monopolio o con el estatismo. En la lucha contra los grandes monopolios y los Estados imperialistas, los marxistas no defienden al pequeño o mediano capital ni a los Estados nacionales relativamente atrasados, todos los cuales están condenados de antemano por la gran explotación capitalista internacional y la internacionalización de las fuerzas productivas del capital. Los marxistas defienden el socialismo, es decir, la supresión mundial de la esclavitud asalariada.
La expropiación de los monopolios como tales no será nunca la expresión de “una forma superior de civilización humana”. Exactamente lo mismo ocurre con el control de los grandes medios de producción por los trabajadores, que puede nacer, en los marcos de la sociedad burguesa en una etapa de crisis aguda, sin por eso transformar el capitalismo en crisis en (cuna forma superior de civilización humana”. La planificación democrática” es fundamental (¡como el monopolio del comercio exterior!) como introducción a un futuro socialismo, si lo ejecuta un régimen de dictadura proletaria, pero tampoco es el “estadio superior de la civilización”. ¿En qué se diferencia la “planificación democrática” del “papel regulador del Estado” de la Nueva Izquierda? ¿En qué se diferencia la “propiedad social” del “carácter social de la propiedad” propuesto por la Nueva Izquierda y otros?
En la famosa “Declaración de los derechos del pueblo trabajador y explotado”, redactada por Lenin, el nuevo poder soviético después de la revolución declara sin rodeos que su “tarea fundamental (es) liquidar toda la explotación del hombre por el hombre, suprimir por completo la división de la sociedad en clases, aplastar implacablemente la resistencia de los explotadores, establecer la organización socialista de la sociedad, la victoria del socialismo en todos los países”. Esta declaración sí expresa con claridad el propósito de construir “una forma superior de sociedad”. La confusión que hace CS entre algunas medidas de estatización y el socialismo es característica de todas las alas dentro del PT y esta confusión está siendo utilizada en este momento para presentar sin rodeos un programa de defensa pura y simple del capitalismo.
VIII. Socialismo o barbarie
La pre-tesis de CS afirma en forma contundente que “la alternativa socialismo o barbarie está cada vez más a la orden del día” y que “el capitalismo, en su fase imperialista, sólo es capaz de conducir a la humanidad a la barbarie (o sea, a una regresión histórica de la civilización)”. Sin embargo, más adelante, leemos una tesis completamente distinta: “la tesis, muy popular entre los marxistas de principios de siglo, de que el socialismo vendría inevitablemente como consecuencia de la crisis mortal del capitalismo, no se demostró verdadera”. Lo mismo piensa la derecha, uno de cuyos caballitos de batalla “teóricos” es que “el socialismo no es una necesidad histórica” sino “un proyecto” y hasta una “exigencia ética”. La derecha “supera” a Marx volviendo a los “imperativos categóricos” con los que Kant procuró eliminar las conclusiones revolucionarias de su “Crítica a la Razón Pura”. Hay que hacer, con todo, la salvedad que para gran parte de la Nueva Izquierda el “imperativo categórico” debería ser, al revés, condenar al socialismo como una tentativa moral totalitaria y lo mismo hacer con toda clase de “imperativos categóricos”, porque éstos cometen el error de deducir los deberes morales del hombre de la razón.
Es necesario dejar en claro que la tesis de la “inevitabilidad”, de cualquier “inevitabilidad”, sea del socialismo o de lo que fuere, es extraña al marxismo, dialéctico por definición. Lo inevitable no es el socialismo, sino el “socialismo o barbarie”.
Pero los “marxistas” de principios de siglo (revisionistas) no creían en modo alguno en la inevitabilidad del socialismo ni siquiera en la decadencia del capitalismo.
Según Bernstein, “el materialista viene a ser un calvinista sin Dios. Si no cree en una predestinación ordenada por una divinidad, cree y debe creer que, partiendo de un punto cualquiera en el tiempo, todos los acontecimientos están previamente determinados a través de la materia existente y de los designios de la fuerza.
“La aplicación del materialismo a la interpretación de la Historia significa, por consiguiente, antes que nada, que los acontecimientos y desenvolvimientos históricos son inevitables” (Socialismo práctico y teórico). Para Bernestein, (así como hoy para la derecha del PT), determinismo histórico y necesidad histórica equivalen a fatalismo histórico, con lo que construyen una caricatura del marxismo para poder atacarlo. Es que para Bernstein, la derecha del PT y CS, una determinación es una determinación, en tanto que para Heráclito, Hegel y Marx, “determinatio es negatio”.
La tesis de CS se propone defender el marxismo teóricamente pero adopta la categoría revisionista y no marxista de la inevitabilidad. Para los marxistas, el socialismo sólo, o inevitablemente, puede surgir de la declinación capitalista, pero de ésta decadencia puede surgir, contradictoriamente, la barbarie capitalista.
Respondiendo a Bemrntein, Rosa Luxemburgo destacó que en realidad, para Bernstein, existía, sí, una predeterminación: la eternidad del capitalismo: “Según el socialismo científico, la necesidad histórica de la revolución socialista se revela sobre todo en la anarquía creciente del capitalismo, que provoca la impasse del sistema. Pero, si acordamos con Bernstein en que el desenvolvimiento del capitalismo no se dirige a su propia ruina, entonces el socialismo deja de ser una necesidad objetiva” (Reforma o revolución).
El socialismo es una consecuencia necesaria del capitalismo, o, más precisamente, de su proceso de desenvolvimiento y crisis inevitable. Sin esta tesis, queda la “utopía9* socialista, o sea, un “proyecto” que se realizaría impulsado por el “hombre” a partir de su carácter metafísicamente ético, moral, de su rechazo a la injusticia, etc. Cuando CS habla de “socialismo o barbarie” sumado a su crítica a la “inevitabilidad” del socialismo, lo que queda retratado es un socialismo moral, o sea, el socialismo como necesidad moral.
El socialismo no es una opción, sino una necesidad del desenvolvimiento de la sociedad moderna. En su informe al congreso de fundación del Partido Comunista de Alemania, Rosa Luxemburgo pudo decir que “las cosas llegaron a un punto tal que ante la humanidad se plantean hoy dos alternativas: perecer en el caos o encontrar su salvación en el socialismo. El resultado de la guerra mundial es que para las clases capitalistas es imposible salir de sus dificultades mientras continúen en el poder. Comprendemos ahora la verdad que encerraba la frase que formularan por primera vez Marx y Engels como base del socialismo en la gran carta de nuestro movimiento, el Manifiesto Comunista. El socialismo, decían, se volverá una necesidad histórica. El socialismo es inevitable no sólo porque los proletarios ya no están dispuestos a vivir bajo las condiciones que les impone la clase capitalista sino también porque si el proletariado no cumple sus deberes de dase, si no construye el socialismo, nos hundiremos todos juntos”.
En su “defensa del marxismo” CS rechaza ¡el materialismo histórico! Es que todo está encadenado: no se puede hacer la apología constitucional de la “libre autodeterminación (sic) de los trabajadores” y seguir defendiendo la doctrina que explica la conciencia de los hombres, no por una tautológica libre determinación, es decir, por su indeterminación, es decir por la imposibilidad de una conciencia; sino que la explica por la existencia social.
IX. CS y el PT
La pre-tesis de CS prácticamente no se pronuncia sobre una de las cuestiones fundamentales del 1° Congreso que es el balance del PT y la cuestión de la reorganización partidaria, pero lo poco que dice es muy significativo para comprender su concepción del PT y su conducta sobre él y su evolución política. Según la pre-tesis, “fue de las luchas obreras del ABC, primero y de todo el país después, que surgió nuestro Partido de los Trabajadores y la CUT. Fue de la clase obrera que surgió Lula, que en 1989 aglutinó en torno suyo a una gran franja de los explotados en una candidatura presidencial que casi salió vencedora. El PT y Lula son la mejor demostración de que los trabajadores pueden, y, más que eso, deben gobernar”.
CS repite aquí la mistificación común a todas las corrientes de la izquierda del PT de que éste surgió como resultado de las huelgas del ABC y de las huelgas en general, pretendiendo ignorar las determinaciones y articulaciones políticas que dieron lugar al PT (¡incluida la articulación del CS en favor de un "partido socialista”!); ver En Defensa del Marxismo, N°1, “Las tendencias trotskistas en los orígenes del PT”). De esta manera queda completamente oscurecido el hecho fundamental de que el PT surgió de una articulación política de sectores de la burocracia sindical e intelectuales y parlamentarios pequeño burgueses salidos del antiguo MDB y de las filas del stalinismo.
Sus primeros documentos políticos plantean como objetivo la “democratización del Estado” y la “participación de los trabajadores” en este Estado, que es el Estado burgués. En ningún momento, los dirigentes del PT, incluido evidentemente Lula, se propusieron organizar al PT como expresión del movimiento huelguístico, en cuyo caso hubiera surgido, no un partido parlamentario sino anarco-sindicalista, con la consigna de la huelga general y la asociación de los productores al margen del Estado.
Desde el inicio propusieron la adaptación de la estructura partidaria, con algunas modificaciones, a la legislación vigente de la dictadura, se colocaron totalmente contra la idea de un partido de clase, estigmatizado como “de mono” y no sólo no lanzaron sino que bloquearon cualquier posibilidad de que se llamase a los obreros del ABC, en particular y a las demás trabajadores en general a construir el PT a partir de sus lugares de trabajo. Una de las principales teorías al inicio del PT fue la defensa de la “autonomía de los movimientos nacionales y populares”, típica del partido parlamentario que procura la “autonomía” de la bancada del Congreso. La utilización de la campaña del 139 como ejemplo de que los trabajadores pueden gobernar es otro ocultamiento de la realidad. La campaña del '89 fue realizada contra la perspectiva de un gobierno propio de los trabajadores, pues comenzó con un programa burgués de administración del Estado, con un vicepresidente latifundista y en un frente con partidos burgueses como el PSB y Verde o pequeñoburgueses oriundos de la oposición burguesa como el PCB y el PC do B (ex miembros del PMDB). Tales planteos dejan claro que para CS, el PT es un partido obrero con una política independiente o de clase. Las posiciones de CS sobre el socialismo y la democracia, por otro lado, evidencian que hay una amplia base de acuerdo entre esta organización y las demás corrientes que componen la dirección del PT. En este sentido, CS es incapaz de estructurar una oposición de principios, revolucionaria, en resumen diferenciarse de la actual dirección del PT y señalar claramente que la política de ésta es incompatible con un partido obrero y con la independencia de clase. Esta limitación se puso en evidencia en diversas oportunidades, como en el caso de la campaña electoral —-donde la dirección del partido condujo el PT a un frente con los partidos burgueses, un frente popular en la denominación trotskista, lo que constituye un completo abandono de cualquier perspectiva de independencia de clase y una traición a los principios fundamentales de la lucha del proletaria-0 y CS consideró que la “candidatura de Lula se sobrepone” a estas cuestiones.
Más recientemente, el diputado federal Ernesto Gradella, militante de CS, estableció en el interior de la bancada del PT un acuerdo con todas las alas del partido para votar la propuesta de un salario mínimo en la Comisión de Trabajo de la Cámara, conforme él mismo relata al periódico Convergencia Socialista, lo que significaba dar su apoyo a un proyecto de reducción salarial en conjunto con la oposición burguesa, abandonando el principio más elemental de la lucha obrera que es la sobrevivencia física del proletariado y sólo reculó cuando la bancada del PT decidió votar un proyecto que no se diferenciaba prácticamente en nada del proyecto del propio gobierno de Collor. En ningún momento CS hizo una campaña en defensa de un salario mínimo que correspondiese a las necesidades elementales de la clase obrera, una reivindicación central de la lucha de clases del proletariado.
Lo más importante, en tanto, fue la posición a optada por CS durante el proceso promovido por a dirección del PT contra Causa Operaría, el cual tomó cuerpo después de un choque en tomo a la cuestión del frente popular. Ante la persecución política a una corriente revolucionaría por un conjunto de corrientes frentepopulistas, que pregonan abiertamente la conciliación con la burguesía, CS se mostró completamente incapaz de defender una posición de principios, de la misma manera que lo hizo el Mas en La Tablada, valiéndose en todo momento de evasivas. El silencio de CS sobre esta cuestión fue tan flagrante que ni siquiera se menciona el asunto en ningún número de su periódico, a pesar de haber sido objeto de varias resoluciones del directorio nacional y de su ejecutiva (de los cuales CS forma parte) distribuidas nacionalmente e impresas en las publicaciones oficiales del partido. Al extremo, CS llegó a votar, en coryunto con el directorio nacional, sin emitir siquiera una protesta, una resolución que autorizaba a proceder a la exclusión de los militantes de Causa Operaría y, en algunos lugares, apoyaron las sanciones contra militantes de Causa Operaría, votando por su suspensión por dos años en Porto Alegre y absteniéndose frente a un reclamo para que sus delegados en el Encuentro Municipal de Volta Redonda fueran acreditados.
Esta conducta dé CS tiene un carácter concreto. Se realiza en el PT un proceso de expulsiones de todos los sectores que se oponen a la política mayoritaria de alianza con la burguesía, de apoyo a los gobiernos burgueses, de persecución a los trabajadores en las intendencias y de encaminar al partido hacia posiciones clara y definidamente burguesas y procapitalistas. La exclusión de los militantes de Causa Operaría no es una cuestión de reglamentos (que no fueron respetados por la propia dirección nacional del partido), sino de lucha contra las posiciones de clase. En este ataque, CS, sea por omisión sistemática, sea por abierta concordancia eventual con las posiciones de la derecha, mostró que se coloca en un terreno de principios con las posiciones oficiales del PT y que su oposición tiene un carácter circunstancial, coyuntural o específico.
Anexo Correcciones que profundizan los errores
Nuevos errores
En su tesis definitiva al I° Congreso del PT, publicada en su segundo cuaderno de tesis, Convergencia Socialista presenta nuevas cuestiones que sirven para ilustrar su posición sobre el socialismo expuesta en la pre-tesis anterior, exponer sus puntos de vista sobre la cuestión partidaria y modificar algunas de las posiciones presentadas anteriormente. En su conjunto, las tesis definitivas no modifican ninguna de las cuestiones fundamentales anteriormente criticadas.
Las modificaciones comienzan por el cambio del propio título de la tesis que pasó de "Socialismo o barbarie”. “En defensa del PT de los orígenes, por un PT socialista”. Esto deja claro, por un lado, lo que decimos sobre la concepción de la CS sobre el PT, toda vez que defiende sus “orígenes9 (democratizantes) sin explicar realmente cuál sería el “desvío” ulterior y, por otro lado, plantea una consigna característica de los movimientos nacionalistas burgueses o pequeño burgueses, el socialismo, nacional.
II. ¿Qué es el stalinismo?
En su pre-tesis, la CS presentaba al stalinismo como una “deformación9* del socialismo (“la caída de los regímenes burocráticos del Este europeo no demostró el fracaso del socialismo, sino de su deformación stalinista”). La tesis definitiva presenta un viraje al menos aparente.
“Lo que fue derrotado en el Este europeo fue la burocracia stalinista, un régimen político de una casta social basada en la opresión y la tiranía sobre los propios trabajadores para mantener sus enormes privilegios”. Para eso, usurpó las banderas del comunismo y del socialismo. El stalinismo no es, y tampoco nunca lo fue, una variante, incluso perversa, del socialismo o el marxismo. El stalinismo fue una contrarrevolución política que usurpó el poder en la Unión Soviética sobre una montaña de millones de cadáveres de trabajadores y sobre la propia liquidación física del partido bolchevique”.
La transformación del stalinismo de “deformación" del socialismo en “contrarrevolución política” no encuentra ninguna explicación en la nueva tesis de la CS. En realidad se trata de una corrección puramente verbal pues líneas más adelante, como conclusión fundamental del capítulo sobre el Este europeo y el stalinismo podemos leer que “hay que extraer una gran lección de todos estos acontecimientos: el socialismo sólo existe, se desenvuelve y se profundiza si es acompañado de la más amplia democracia de los trabajadores, infinitamente superior a la falsa democracia que la burguesía afirma que existe bajo el capitalismo”.
Al procurar extraer la “gran lección” de los acontecimientos del Este, la CS reduce la burocracia al stalinismo y éste a uno de sus aspectos, el antidemocrático.
La burocracia, y aún la burocracia stalinista, ha tenido, sin embargo, un ala no stalinista o renovadora que, aunque justificó todos los crímenes contra el trotskismo, planteaba un “Estado de derecho”, es decir la progresiva institucionalización de sus privilegios en derechos de propiedad. Esto es lo que está imponiendo la burocracia hoy con el “derrumbe del stalinismo”. CS festeja esto último pero oculta lo primero. Esta “casta” (todavía) no fue derrotada. El stalinismo, por otra parte, es una expresión política consciente de la burocracia privilegiada gobernante, sí, y no solamente una forma de gobierno. Instrumento de la contrarrevolución, sí, su acción destruye las bases sociales de la revolución, una caracterización que no puede ser reemplazada, en su contenido histórico, por la constatación de los millones de cadáver se que produjo, porque no menos cadáveres produjeron las democracias capitalistas en las dos guerras mundiales y centenares “locales”. La insistencia en lo “democrático” vela el carácter de la burocracia y su condición de agente de la burguesía mundial. Por último, el stalinismo fue el sometimiento del movimiento obrero mundial a los intereses de un Estado obrero burocrático o contrarrevolucionario. Si CS no dice esto, no puede caracterizar a los partidos comunistas.
La esencia del stalinismo es su defensa de los intereses de la burocracia soviética, de sus privilegios, contra el movimiento obrero tanto en el terreno nacional como internacional. El stalinismo no es una fuerza contrarrevolucionaria porque esté dirigido contra la democracia en general (¡en diversas oportunidades, los partidos stalinistas defendieron de manera intransigente la democracia burguesa!). La gran lección, por lo tanto, que se debe extraer de los acontecimientos del Este no es el reconocimiento de la necesidad de luchar por la democracia sino por la dictadura del proletariado.
Tanto en la tesis como en la pre-tesis, CS presenta la democracia como un correctivo para el stalinismo, como un antídoto. Lo que significa que, a pesar de haber abandonado la especie de que el stalinismo es una “deformación” del socialismo, esta posición sigue en pie. La democracia en general, aunque reciba el nombre de “democracia obrera” o “socialista”, no transforma el régimen burocrático en revolucionario socialista. Solamente la defensa de la revolución proletaria mundial puede ofrecer una alternativa a la crisis de los países del Este y también para el conjunto de la humanidad en la actual situación.
II. Socialismo
En nuestra crítica a la pre-tesis de CS señalábamos que su internacionalismo tenía un carácter puramente verbal que, en realidad, correspondía a una política nacionalista. En la tesis, CS defiende la propiedad estatal señalando que “es verdad que, en los últimos años, las economías de los Estados obreros venían en un proceso de estancamiento y retroceso. Pero eso no puede acreditarse a la socialización de sus economías, y sí a las deformaciones (sic) del planeamiento burocrático, que se transformaron en un obstáculo insuperable para el crecimiento. (…) El problema estuvo y está en los regímenes políticos de estos países, controlados por la burocracia stalinista, con la cual las masas ya comenzaron a ajustar sus cuentas”.
Es por lo menos difícil considerar el desastre económico de la gestión burocrática como meras “deformaciones” en la planificacióno, o incluso “en los últimos años" (¿y la crítica de La Revolución Traicionada?). Así planteado, se trata de “corregir” la “deformación”y no de derrocar a la burocracia.
CS omite que la crisis de los países del Este está ligada a la política de colaboración de la burocracia contrarrevolucionaria con el imperialismo a un nivel mundial. La sustitución de una política internacionalista por la coexistencia pacífica produjo el obligado super-armamentismo de la URSS que fue, al mismo tiempo que la carga intolerable para la economía, la fuente de grandes privilegios para la burocracia de la industria militar. El “socialismo en un solo país” fracasó en su premisa original — la seguridad militar del país. Esa misma política internacional se expresó en el endeudamiento externo, que ya había llevado a la bancarrota a Hungría o Polonia por lo menos quince años antes del “Muro de Berlín”.
En resumen, la reivindicación de la democracia no resuelve nada; escamotea que es la bandera de la restauración.
III. ¿Cuál fue el “error” en Nicaragua?
La tesis definitiva presenta un capítulo que no estaba presente en su tesis anterior, titulado “Nicaragua, las lecciones de la derrota de los sandinistas no pueden ser ignoradas”. Según CS, la tesis oficial del PT es que la derrota sandinista se debió a la presión y al sabotaje norteamericano, pero en realidad la dirección del PT responsabiliza de la derrota a las masas nicaragüenses que, según ella, votando a Violeta Chamorro “no supieron defender las conquistas revolucionarias”
Según CS, el problema central habría sido la “política adoptada por la dirección del FSLN”, no expropiar a la burguesía, lo cual “hubiera sido un duro golpe al imperialismo y sus guerrilleros, además de permitir disminuir los costos sociales de la guerra”. El hecho de que “los sandinistas aplicaran una política económica con grandes sacrificios para las masas (…) y con concesiones económicas a la burguesía” y, finalmente, hicieron “varios pactos con el imperialismo”. La conclusión es que “el conjunto de la política de la dirección del FSLN fracasó, llevó a la Revolución a un pantano, está en la raíz de la derrota electoral”.
CS no cuestiona, sin embargo, el derecho político que el FSLN otorgó a la contrarrevolución de disputarle el poder, permitiendo incluso la participación del imperialismo. El FSLN consagró de este modo todos los acuerdos y garantías pactados con el imperialismo desde la formación del co-gobierno con la burguesía en 1979. En una palabra, ¡al FSLN no se le puede reprochar el “vicio” antidemocrático del stalinismo, ni la posibilidad dada a los diferentes partidos de actuar en el marco de la “autodeterminación libre de los trabajadores”! ¡El FSLN realizó el programa de CS y de la LIT!
El hecho de que los sandinistas hayan colocado el poder en juego en una disputa electoral con la contarrevolución, con el imperialismo, expresa el reconocimiento de un terreno común con ellos y la conclusión de que los sandinistas entregaron el poder a la burguesía contrarrevolucionaria voluntariamente. ¡O bien de otro modo hubieran sido “totalitarios”! ¿De qué se queja CS?
¿De la política de “austeridad” del FSLN? ¿De los subsidios a la burguesía? Pero en el marco de una estrategia democrática, ¿cómo hubiera evitado, sin esos subsidios y sin esa “austeridad”, una guerra civil incontenible a la escala de América Central y la propia dictadura del proletariado? Es meridianamente claro que una política revolucionaria, nacional e internacional, era incompatible con la democracria que reivindica Convergencia Socialista junto a todas las tendencias democratizantes del PT.
En el discurso de clausura del Encuentro de San Pablo de partidos de izquierda, Lula se extrañó de que el FSLN hubiera convocado a elecciones en medio de una hiperinflación. El metalúrgico que Lula aún guarda en su inconsciente le jugó una mala pasada al Lula democratizante, pues la sola propuesta de postergar las elecciones indefinidamente hasta el arreglo de la situación económica es propia de un “dictador” y de un “sectario de Causa Operaría”.
Al dejar de criticar esta cuestión fundamental —en realidad, la única cuestión realmente fundamental— CS plantea a las claras que su “socialismo con democracia” se encuentra en frontal oposición a la estrategia marxista de la dictadura del proletariado. La posición de CS sobre la liquidación de la revolución nicaragüense es una demostración práctica de su carácter democratizante. En este punto, todas las corrientes del PT están de acuerdo en no criticar el hecho de que la dirección sandinista, en lugar de aplastar a la contrarrevolución con métodos dictatoriales, le entregara el poder por vía electoral, supuestamente democrática (la democracia consiste en que primero el imperialismo destruyó el país y después lo corrompe electoralmente). Este procedimiento “democrático” constituye una completa e integral traición a la revolución y al sacrificio de millares de nicaragüenses que dieron la vida por el triunfo de la causa popular.
IV. PT de los orígenes
En la versión definitiva de su tesis, CS hace una verdadera apología de la creación del PT, señal de que se encamina a un entendimiento con la derecha y Articulación. sí, para CS “el PT nació de cara a las huelgas obreras y por eso se hizo de lucha (el PT tuvo, ergo tiene, una dirección combativa). Nació independiente de cualquier partido patronal, lo que expresaba un alto grado de conciencia política de los trabajadores en un momento en que el PMDB gozaba de gran prestigio como oposición a los militares (tuvo, ergo tiene, una dirección con conciencia de clase) atrayendo a varios sectores de la izquierda tradicional (que fue, ergo es, revolucionaria). Por eso se hizo clasista. Más que eso, la historia del PT es la historia del debate y de la diversidad de ideas, visiones y opiniones políticas del movimiento obrero y socialista que confluyeron en la tarea de construir el PT. Por eso, nuestro partido es democrático desde su origen (es decir, tiene todas las características de una tendencia políticamente homogénea, dirigida por el centralismo democrático)”.
La mayoría de los sectores que estuvieron presentes en la construcción del partido, rechazaron explícitamente construir el PT como un partido obrero (“<clasista”), así como también vincularlo con las luchas obreras. Lula y varios de los sectores pequeñoburgueses que participaron de la fundación del PT solamente lo hicieron después de una tentativa frustrada de acuerdo con el MDB a través del ala auténtica, a la cual apoyó en las elecciones del '78. La mayoría de las corrientes de izquierda del PT, incluida CS, militaban en el partido burgués de oposición. ¿La idea de que el PT “se hizo de lucha” corresponde a la política seguida por la principal dirección del partido que enterró las huelgas del 79 y el '80 en el ABC, llegando al extremo de negociar la suspensión de la intervención en el sindicato por la suspensión de la huelga? Lo mismo vale para la noción de que el PT “es democrático desde su origen”, un partido donde, desde el primer momento, su dirección se levantó contra que los núcleos tuvieran cualquier poder deliberativo o incluso que existiesen (proponían la completa adaptación del partido a la estructura legal), donde se realizaba sistemáticamente campaña contra los supuestos “grupos clandestinos” y los militantes con “dos camisetas”, que privilegió desde el inicio el poder económico a través de campañas electorales individuales con finanzas propias.
Para CS, la política de la derecha va en el sentido de “refundar”, “descaracterizar el partido, renegando de su pasado . Contra eso, presenta siguiente proposición, el PT no necesita convertirse en otro partido. Tiene que ser el mismo PT que los trabajadores construyeron al mismo tiempo en que construían su conciencia de clase, su independencia y su organización, su militancia”. Esta es la propuesta de acuerdo que CS ofrece para la negociación interna.
En lo esencial, no hay ningún cambio programático o estratégico de la dirección del PT. El cambio principal consiste en el cambio de la situación de conjunto. Con el advenimiento del régimen constitucional (en realidad, una ficción de régimen constitucional), la pequeña burguesía y la burocracia sindical que antes buscaban un espacio político propio para la defensa de sus intereses, que se expresaban a través de la reivindicación de la democratización del Estado, hoy se sienten contempladas por el actual régimen político que permite su ascenso a la administración de importantes intendencias, al parlamento e, inclusive, a la presidencia de la República. Pero, por otro lado, el “desvío democrático” de 1979-80 no logró disipar por mucho tiempo la situación pre-revolucionaria en el país. Un “PT de lucha”, un “PT clasista”, significaría un partido de acción revolucionaria. El Estado exige al aparato del PT que se defina; lo hace abiertamente por medio de los grandes medios de comunicación. Esta es la situación que se ha creado; los sectores democratizantes han cobrado una conciencia clara en su política. Es lo que no ocurre, y para nada, con CS, Democracia Socialista u O Trabalho. La política del PT apunta abiertamente a la colaboración de clases y a la integración al Estado — e incluso ¡a la religión! (enseñanza confesional en el municipio de San Pablo).
Convergencia Socialista pretende, en lugar de ofrecer una salida a esta crisis irreversible, que la gallina vuelva al huevo. De ahí su seguidismo y rastrerismo, y su inevitable fracaso.
En el momento en que el Estado se organiza como un régimen de relativa participación política, relativa en función de las características esencialmente antidemocráticas de este régimen, la pequeño burguesía se vuelve conservadora y propone simplemente la defensa del status quo. La defensa del pacto social, del entendimiento nacional, votación del salario de 42.000 cruceiros, la votación del fin de la Ley de Reserva de Informática, ^ apoyo a las privatizaciones, la defensa de la legitimidad de Collor, etc., son la expresión de esta situación concreta.
La vanguardia solamente puede ser independiente rompiendo completamente con esta estrategia democratizante y con sus voceros y sus representantes políticos, lo único que permitirá un reagrupamiento de fuerzas para desarrollar la posibilidad de un partido obrero realmente independiente y realmente socialista.
El conjunto de la izquierda del PT, incluida naturalmente CS se colocaron desde los “orígenes” e n contra de defender un programa revolucionario para el PT y su estructuración como partido de clase en nombre de que “no era el partido revolucionario” (como si ser el partido revolucionario fuera una característica inmanente de algún partido), de que “era un partido legal” (como si para conquistar la legalidad un partido precisara ser obligatoriamente oportunista) y que “estrecharía al PT” (como si el programa revolucionario y no el programa democratizante contrariase las tendencias objetivas de la lucha de clases y de la evolución de las masas).
No hay más lugar para un “PT de los orígenes”. Ahora entramos en una nueva etapa política.
La política de CS, de defensa del “PT de los orígenes” es un callejón sin salida. Y como decía Hegel, una política que no es real; existe, sí, pero no tiene perspectivas; es, entonces, un freno; no una brújula, sino un espejismo.
V. Tendencias
Según la tesis presentada por CS, “el llamado régimen de tendencias que existe en el partido es inherente a su carácter democrático”.
Nuevamente, CS recae en su ilusión parlamentarista —ahora pretendiendo que un partido no tenga una línea política homogénea y que se transforme en un club de discusión.
La homogeneidad del PT en estos diez años, estuvo dada, precisamente, por el carácter democratizante del 99% de sus tendencias, lo que permitió tolerar a los revolucionarios como una no molesta minoría. La crisis del Estado y la lucha de masas han puesto esta homogeneidad en crisis (además, claro está, de los apetitos contradictorios de sus protagonistas con relación al presupuesto del Estado). Hasta el PS francés sufre esta misma crisis — allá las tendencias se llaman “sensibilidades”. ¿El PS francés es democrático? Solo si se logra un acuerdo con la derecha y Articulación, las tendencias, meras “capillas internas”, podrían subsistir. Pero es natural que todos los partidos de régimen interno parlamentarista sufran el hundimiento del parlamentarismo.
Los “trotskistas” de CS se lanzan a rescatar este régimen sin comprender sus limitaciones, dejando que se agote sin usarlo para luchar por una política revolucionaria.
El supuesto carácter “pluralista" del PT es señalado como un gran mérito por todas las corrientes, las que al mismo tiempo son favorables a duras restricciones a la actividad de las tendencias divergentes y concuerdan con la expulsión de Causa Operaría. Sin embargo, esta seudo-pluralidad está lejos de ser una fuerza. Un partido fuerte es aquel que consigue un alto grado de homogeneidad política, de cohesión interna, donde los intereses de clase permiten superar los intereses particularistas de grupo. El PT surgió como un partido de diversas tendencias. Sin embargo, su progreso como partido obrero debería reflejarse en su absorción, no en forma organizativa, sino de una evolución política y de clarificación de las divergencias a través de la prueba de la acción política. Lo que ocurre hoy es lo opuesto: las tendencias se cristalizan cada vez más como agrupamientos independientes y, lo que es peor, en la forma de tamarillas cuyos propósitos políticos son completamente desconocidos por la militancia partidaria. No hay unidad política, no hay superación de las tendencias, sino su preservación detrás de una unidad administrativa.
Un partido obrero no puede basarse en un régimen de tendencias; debe buscar la unidad política para transformarse en expresión de los intereses de la clase y de su conciencia de estos intereses. En este sentido, debe prever, entre los métodos de funcionamiento y organización, el derecho de tendencia y el derecho de fracción, no como un objetivo estratégico, sino como un recurso necesario para que el partido pueda obtener su unidad a través de la libre discusión de las divergencias.
El PT, por el contrario, funciona a través de un régimen de tendencias, pero no permite el derecho de tendencia. En el V9 Encuentro Nacional del PT, su dirección, con el apoyo de todas las corrientes, inclusive CS, aprobó una reglamentación de tendencias que fue saludada como un gran avance. La reglamentación de un derecho es siempre la restricción de este derecho. La reglamentación del derecho de huelga, por ejemplo, significa imponer límites a la utilización de este derecho por los trabajadores. Un derecho reglamentado no es sino un derecho limitado y restringido. La reglamentación del derecho de tendencias en el interior del PT es uno de los mejores ejemplos en este sentido: el PT nació ya con varias tendencias en su interior; en ealidad, fue formado por estas tendencias. El derecho de tendencia no preciso ser reglamentado en el inicio y ni siquiera establecido, porque fue impuesto naturalmente por los hechos y porque hubiera sido imposible prohibirlo. Este derecho fue ejercido sin restricciones legales (a pesar de que la dirección del partido intentase siempre imponer restricciones políticas) hasta que la reglamentación de este derecho prohibió prácticamente toda sus características básicas: derecho de publicar sus opiniones en un periódico, de recolectar fondos, de tener sedes, de expresar sus divergencias “fuera” del partido (en realidad dentro, porque la mayoría de los militantes y afiliados está “fuera” del partido) etc.
Estas restricciones formales fueron apenas la cobertura para establecer un régimen de Estado de Sitio político dentro del partido. Escudándose en esta reglamentación, la dirección del partido se otorgó el derecho de vigilar el pensamiento de toda la izquierda del PT. El proceso contra Causa Operaría, que es el principal ejemplo de este hecho, tiene como base las divergencias políticas con la dirección y un pedido de retractación de posiciones políticas, un procedimiento inquisitorial y de caza de brujas.
En el pasado reciente, CS —que ya se había pronunciado a favor de la reglamentación del derecho de tendencias como principio— acordó en someterse sin ninguna crítica a las restricciones impuestas por la dirección del partido, realizando incluso una conferencia nacional, bajo la fiscalización de la dirección del partido, para aprobar resoluciones políticas del agrado de esta dirección, aceptando asila interferencia administrativa en la formulación de sus ideas políticas. Este procedimiento equivale a una capitulación frente a la dictadura de la dirección del PT y del régimen de Estado de Sitio.
Lo más grave, sin embargo, es que en una tesis que tiene un capítulo sobre la cuestión del derecho de tendencia, CS se limite a generalidades y no sea capaz de denunciar abiertamente las brutales violaciones ya cometidas contra el partido. CS no dice una sola palabra sobre el proceso contra Causa Operaría (el que calla, otorga) lo que por sí solo ya revela un completo abandono de la lucha por este derecho. Si la CS no va a luchar por los derechos de una tendencia revolucionaria perseguida, en un foro de tamaña importancia como el I- Congreso del Partido, y no es capaz de mencionar siquiera este hecho en sus tesis, ¿cuándo, dónde y cómo irá a defender un régimen democrático para el partido? Esta es una lucha a la cual CS renunció completamente y, con eso, se transformó en un rehén de la política stalinista de la derecha del partido.
Este hecho es todavía más notable porque la propia CS ha sido sistemáticamente amenazada con las mismas sanciones que Causa Operaría. Esto quiere decir que CS escogió el camino de un acuerdo, que cree posible, para permanecer en el PT. Sin embargo, tal acuerdo solamente puede hacerse a través del completo abandono de cualquier oposición de principios al actual curso derechista y burgués del PT.
VI. El programa de las intendencias
Las intendencias administradas por el PT se caracterizan como administraciones capitalistas: privilegios a los empresarios locales (transportes), congelamiento salarial, despido de empleados públicos, persecución política, planes económicos de saneamiento financiero, subordinación a la constitución del Estado burgués y no se apoyan en la movilización de las masas en lucha sino en la burguesía y los partidos burgueses. La explicación de este hecho, que CS no caracteriza de conjunto (sería necesario responder: ¿cuál es el carácter de las administraciones petistas?) es la siguiente: “la presión de este aparato (del Estado burgués, NR) fue más fuerte que el programa, constantemente pisoteado por las intendencias”. Esta conclusión evidencia, primero, el acuerdo de CS con el programa del PT (un programa burgués, de administración y “democratización” del Estado) y, segundo, que CS es incapaz de combatir programáticamente a la derecha del partido porque ni siquiera sabe reconocer qué es un programa político. Las intendencias no pisotearon el programa del PT sino que lo adaptaron a las condiciones de administración del Estado burgués, lo que puso en evidencia todas sus limitaciones intrínsecas. La columna vertebral de un programa es su estrategia política. El programa con el cual el PT ganó las elecciones para las intendencias preveía el respeto al Estado burgués, ya que proponía un gobierno democrático popular y la democratización de este Estado. Los demás planteos del programa solamente pueden caracterizarse por referencia a esta estrategia. CS es incapaz de distinguir lo fundamental de lo accesorio. Una vez que un partido acepta lo fundamental, o sea, el respeto al Estado burgués y se coloca en la perspectiva de su defensa, lo demás es una consecuencia de esta estrategia. CS señala que las intendencias archivaron la propuesta de consejas populares, lo que es apenas una confusión. El PT nunca defendió consejos populares soberanos y que se estableciesen como organismos de soberanía de las masas; sólo dejó esta cuestión como una ambigüedad dentro del programa. Las intendencias crearon consejos populares ficticios, un simulacro de organización popular con carácter consultivo, una completa inutilidad y una pantalla para su administración burguesa. Es evidente que es necesario denunciar esta manipulación de la opinión pública dentro y fuera del partido, pero eso no tiene nada que ver con reclamar que las intendencias cumplan su programa, que es un programa de defensa del Estado burgués.
VII. Pacto social
En el IV° Concut, CS presentó como crítica principal a la dirección de la CUT su participación en las negociaciones del pacto social propuesto por el gobierno de Collory propuso la estructuración de un frente, que se concretó en tomo a esta cuestión. En este documento, CS lanza la consigna de “ningún pacto social”, caracterizado como “una tregua social, con el aval de las direcciones del movimiento de masas para continuar saqueándonos con tranquilidad”.
CS demuestra una vez más que tiene una comprensión formal del pacto social, al cual concibe como un acuerdo firmado que eliminaría las huelgas y todas las luchas de los trabajadores para entregarlos con las manos atadas a la burguesía. Esta es sólo la versión más extrema del pacto social, cuya inviabilidad en este momento está dada no por la política de la dirección de la CUT sino por la resistencia del movimiento obrero contra la política de la burguesía que se transforma permanentemente en una resistencia a la política de la dirección de la CUT que es, independientemente de cualquier acuerdo formal con el gobierno y la burguesía, una política de pacto social. Este hecho que es infinitamente más importante que la denuncia de un posible pacto social firmado entre la CUT y el gobierno, no es mencionado siquiera por CS. La huelga general de protesta, la sistemática negativa de la dirección de la CUT a unificar las luchas, el inmovilismo frente al congelamiento y a los despidos, el desvío de todas las expectativas hacia el congreso nacional sin ninguna política para movilizar a los trabajadores, la política sistemática de derrotas en las huelgas en todos lados, el “apoyo crítico” a los planes del gobierno, la defensa de la “gobemábilidad”, esto es el pacto social. Esta política tiene su raíz en la estrategia política del PT, que dirige la CUT, y que hace un frente con los partidos y gobiernos burgueses, que propone la defensa de la democracia, etc. En estas condiciones, la caracterización de que “correctamente, la dirección del partido rechazó el pacto con el gobierno el año pasado, lo que no fue seguido por los petistas que dirigen la CUT”, es una verdadera política de complicidad. La política de pacto social es estratégica para la dirección del PT que lo rechazó con Collor porque percibió que éste no estaba dispuesto a negociar un “verdadero” pacto social, sino apenas un simulacro de negociación. A esto se refiere la crítica común, de parte de los dirigentes del PT y de la CUT, de que el gobierno “no es serio”.
La demostración fundamental de que el pacte social es una línea estratégica del PT puede verse en el debate de la cuestión salarial en el congreso nacional. El PT adoptó —con el apoyo de la dirección nacional— la política de conseguir lo “posible”, o sea, de conseguir aquello que podría acordarse con la burguesía. Es importante resaltar que no se trataba de una cuestión menor, sino de la cuestión de interés más vital para la clase trabajadora, su sobrevivencia material. En este punto, la política inicial del PT fue la de defender —no las necesidades vitales de los trabajadores— sino la propuesta de la Comisión de Trabajo de la Cámara, de 62.000 cruceiros, en torno de la cual se formó un amplio acuerdo con la “oposición” burguesa. (PMDB, PSDB, PDT, etc.), propuesta ésta que era nada más, como se verificó un poco después, que una propuesta de negociación con el gobierno. |Qué otro nombre se puede dar a esto sino el de pacto social! Nadie firmó un documento que tampoco era necesario. No se hizo ninguna campaña de denuncia de los acuerdos en marcha en el Congreso nacional; durante la llamada huelga general de abril, la reivindicación de un salario mínimo vital (o de cualquier salario), ni siquiera estuvo entre las reivindicaciones de la movilización y, finalmente, salario de 42.000 cruceiros fue considerado como una “victoria”. Frente a esto, ¿cuál es la necesidad de firmar un pacto social?
La política de CS frente a este episodio crucial fue de participación en la política del PT. CS, que cuenta con un diputado federal en la bancada del PT, no hizo ninguna campaña contra el acuerdo que se estaba armando a costa de los trabajadores; no luchó para que la huelga general fuese una huelga de lucha por las reivindicaciones vitales de las masas (lo que comprendería un salario mínimo equivalente a las necesidades básicas de una familia trabajadora), sino, al contrario, apoyó esta política, absteniéndose apenas de sus consecuencias últimas, o sea, de la capitulación total frente al gobierno de Collor en la votación del salario de 42.000 cruceiros, lo que, sin embargo, no transforma su política anterior en una política de clase, pues llegar a un acuerdo con los partidos patronales para aprobar un salario de hambre de 62.000 cruceiros puede ser todo, menos una política de clase. Así su rechazo al pacto social no va más allá de un rechazo formal.
Se debe decir una palabra adicional, también, de la defensa que hace CS del salario mínimo de la DIESSE. La tarea de un partido revolucionario es defender los intereses inmediatos e históricos del proletariado. En este sentido, la cuestión salarial es un aspecto absolutamente central. La reivindicación histórica del movimiento obrero es de un salario mínimo que satisfaga las necesidades fundamentales de una familia trabajadora (alimentación, vestimenta, salud, vivienda, educación, transporte, esparcimiento, etc.), o sea, que la fuerza de trabajo sea vendida, por lo menos, por su valor — que como enseñó Marx es el mínimo necesario para la producción y la reproducción de la fuerza de trabajo. Esta es una reivindicación elemental. El salario mínimo de la DIESSE ya hace bastante que no cumple con este requisito fundamental porque se apoya en criterios técnicos que no tienen nada que ver con este criterio fundamental, como por ejemplo, el de que el alquiler debe corresponder al 36% del salario total, con lo que la parte destinada a la vivienda no es suficiente para pagar el alquiler de una casa de dos ambientes en ningún lugar del país.
El rechazo del pacto social no puede ser una política declamatoria; solamente será una lucha real si es una acción política que rompe con los marcos de la colaboración de clases. No basta oponerse a que la CUT se siente a una mesa con el gobierno y la FIESP para firmar un acuerdo. Lo fundamental es oponer a la política de colaboración, de inmovilismo, de quiebra de las huelgas, etc., una política de movilización independiente de los trabajadores por sus reivindicaciones fundamentales. Esto es lo que CS efectivamente no hace, constituyéndose así en el ala izquierda de la misma política seguida por la dirección de la CUT y del PT.
VIII. La CS en la encrucijada
CS —y el conjunto de la izquierda del PT— se encuentra en este momento en una encrucijada política. Tanto la pre-tesis como la tesis definitiva presentadas por CS ponen claramente en evidencia que esta corriente no es una alternativa a las corrientes oficiales del PT, que es incapaz de romper efectivamente con ellas, tanto desde el punto de vista teórico como desde el político. Hasta hoy, CS viene practicando el arte de diferenciarse de Articulación y de la derecha del PT en cuestiones prácticas u ocasionales, sin establecer nunca una oposición de principios. Esta vía está, sin embargo, completamente agotada en función de la evolución de la situación política y del propio PT.
CS refleja este agotamiento en la medida en que se adapta a los planteamientos más reaccionarios de la dirección del PT y de la CUT como en la cuestión de las tendencias, del salario mínimo, del pacto social, etc.
El entrelazamiento de CS con esta política conduce a una enorme crisis política en su interior y a su liquidación integral como corriente independiente.