Buscar
Close this search box.

Argentina: Una etapa excepcional

Declaración política del Xº Congreso del Partido Obrero, aprobada por unanimidad por los 108 delegados.


Con la presencia de 108 delegados, sesionó entre el 8 y 11 de julio el Congreso Nacional del Partido Obrero. Estuvieron presentes delegaciones del Partido de los Trabajadores de Uruguay y de la Oposición Trotskista de Bolivia. Enviaron saludos al Congreso los compañeros del Movimiento Sin Tierra de Brasil, del Partido Revolucionario de los Trabajadores (EEK, de Grecia) y del Colectivo En Defensa del Marxismo, de España.


 


 


 


Los trabajadores debemos tomar conciencia de que la Argentina ha entrado en una etapa de crisis de características excepcionales. Es decir, de una crisis de conjunto que abre la rica posibilidad de pasar a una nueva etapa, no de derrotas sino de triunfos, no de pérdidas sino de transformaciones decisivas.


 


La experiencia sobre las posibilidades transformadoras de un gobierno del conjunto del peronismo, se ha agotado por completo. El menemismo concluye su mandato en condiciones de dislocamiento económico y de derrumbe social superior al dejado por el alfonsinismo. La producción industrial está cayendo a razón del 15% anual; la desocupación afecta a más de 4 millones de personas; no sólo el Estado nacional y las provincias sino también los grandes monopolios se encuentran en cesación de pagos con referencia a la deuda externa.


 


El proyecto de integración económica sudamericana se ha transformado en un campo de agudas rivalidades capitalistas y nacionales. La gran patronal argentina y el partido político que ha encarnado su proyecto nacional, el justicialismo, han fracasado en toda la línea. La desnacionalización completa del sistema bancario y de gran parte de la industria y de los latifundios ha reducido aún más la capacidad de los explotadores capitalistas para gobernar en términos de autonomía nacional.


 


Bajo el gobierno menemista del conjunto del peronismo, los trabajadores hemos perdido el 90% de las conquistas sociales y de organización que habíamos arrancado al cabo de un siglo de luchas. Han sido pulverizadas la seguridad social, la salud, la educación y el salario mínimo vital. La desocupación supera a la de la nefasta década de 1930; el salario real es el más bajo del siglo; los índices de pobreza, analfabetismo y desnutrición no tienen paralelo.


 


En las fábricas, la flexibilización laboral está haciendo añicos la existencia social de los trabajadores y la falta de seguridad, cobrando sus vidas. Los cuerpos de delegados y las comisiones internas han sufrido golpes devastadores. El frente nacional que en 1945 prometió la justicia social a los trabajadores culmina su trayectoria política como uno de los más antiobreros que conociera la Argentina (lo que no es poco).


 


El intento de reconstruir una izquierda del peronismo para recomponer el caduco movimiento nacional, como se hace desde varios sectores de la izquierda (IU y Patria Libre), va completamente a contramano de una salida progresista y trabajadora a la crisis. 


 


La burocracia sindical de todas las tendencias, que ha atado a las organizaciones obreras al proyecto nacional de los partidos patronales y del Estado, ha demostrado su definitiva incapacidad para defender las conquistas históricas de la clase obrera y las propias organizaciones sindicales.


 


Arriba no pueden, abajo no quieren


 


El carácter excepcional de la crisis actual no sólo está representado por la situación social desesperante de las masas. También está determinado por la feroz resistencia que nos esforzamos en desplegar los trabajadores mediante los cortes de rutas, la ocupación de edificios públicos, las manifestaciones masivas y la toma de los lugares de trabajo.


 


Esta resistencia se empeña en ingresar en una etapa ofensiva.


 


Lo demuestran el recule del gobierno frente a la movilización educativa; las victorias contra los despidos en Telefónica y Metrovías; la victoria de los docentes de San Luis contra el establecimiento de escuelas aranceladas (chatarra); el retroceso de la patronal de Perkins en su intento de rebajar los salarios; las luchas de los trabajadores de Mar del Plata contra la veda a la pesca; la serie de luchas fabriles en la zona norte del gran Buenos Aires; los paros de los trabajadores del azúcar y de los municipios en Tucumán; la gigantesca pueblada de Corrientes; y otras tantas manifestaciones combativas como la todavía inconclusa huelga de dos semanas de los estatales y docentes de Neuquén.


 


Los de abajo estamos demostrando que no estamos dispuestos a soportar la terrible descomposición que se abate sobre nosotros. Pero tampoco los explotadores están soportando a su propio régimen. Asistimos al fenómeno excepcional de la incapacidad de la clase dominante para seguir gobernando como lo venía haciendo.


 


¿No lo demuestran acaso así los paros rurales que incluyen a la oligárquica Sociedad Rural; los cortes de rutas de los chacareros, incluidos los medianos y los grandes; el lock out de las empresas camioneras; y las protestas de la anti-obrera Unión Industrial?


 


Incluso los bancos y los acreedores internacionales participan de este movimiento de subversión de su propio sistema. En los últimos 60 días han salido más de 2 mil millones de dólares del país; pulpos como Alpargatas o Soldati han visto negada la posibilidad de refinanciar sus deudas con el exterior; las tasas de interés que cobran los bancos nacionales e internacionales ya son un 250% superiores a las del mercado mundial; el peso argentino cotiza en Chicago a 1,20 el dólar. La bancarrota ha forzado a la fuga a un menemista del Citibank, como Moneta.


 


La gran prensa, es decir las propias patronales, habla abiertamente de un vacío de poder. Sin embargo, la inviabilidad con que concluye el régimen menemista expresa el fenómeno más general de la situación sin salida del conjunto del sistema capitalista; por eso tuvo que apelar precisamente al menemismo como su único recurso frente a la crisis. El derrumbe del plan Cavallo y del pacto de Olivos están a la vista.


 


Hay una salida


 


La salida que prepara la clase capitalista, a una situación que no tiene salida para su sistema, pasa por un mayor agravamiento de las penurias populares.


 


Aunque lo nieguen todos los días, los técnicos de Duhalde y de De la Rúa están planificando la devaluación del peso. Esta devaluación, sumada a una renegociación de la deuda externa e interna y a una mayor entrega de la economía, es la base del acuerdo entre Duhalde y Cavallo.


 


Los candidatos oficiales de la patronal hablan descaradamente de la necesidad de mayor flexibilización laboral. De la Rúa y Fernández Meijide ya han planteado la necesidad de privatizar la asistencia social. Esto supone que la desocupación seguirá en pie y que se darán nuevas concesiones impositivas a los capitalistas para que aporten a la ayuda a los pobres. También forman parte de la salida patronal: una mayor represión, la llamada tolerancia cero con el delito que practican los pobres, y una mayor cantidad de cárceles.


 


El FMI y el Banco Mundial exigen la privatización completa de la educación y de la salud y el establecimiento de fueros especiales para juzgar litigios financieros. Es decir, un panorama de mayor miseria para el pueblo y de posibilidades de rápida confiscación económica en beneficio de los grandes pulpos.


 


Esto no es una salida para los trabajadores.


 


La salida es que la crisis la paguen los Citibank, los Soros, los Techint y los Macri.


 


Que se prohíban los despidos y se reincorpore de inmediato al trabajo, compulsivamente, a todos los desocupados, repartiendo las horas disponibles en las empresas, sin afectar el salario.


 


Que haya un salario mínimo vital, de acuerdo con el valor de la canasta familiar, que el Indec ha calculado en 1.200 pesos.


 


Que se eliminen los impuestos al consumo y se grave exclusivamente al gran capital y sus beneficios.


 


Que se estaticen por completo la salud y la educación en condiciones de absoluta gratuidad, bajo el control de los profesionales, docentes, estudiantes, organizaciones de la cultura y el conjunto de la clase obrera.


 


Que se estatice el sistema jubilatorio, bajo control obrero, y que se restablezca el aporte patronal y el 82% móvil.


 


Que se abran los libros de todos los bancos y grandes empresas al control obrero. Que se desconozca la deuda pública asumida a espaldas del pueblo en términos usurarios. Que una conferencia obrera internacional determine el destino de la deuda mundial creada por los especuladores capitalistas a costa de la superexplotación de los trabajadores.


 


Que se desmantelen los aparatos represivos. Que organizaciones de trabajadores y de jóvenes se hagan cargo de su propia defensa y del país. Que los jueces y todos los funcionarios sean electos y revocables.


 


Que se llame a la inmediata unión política de América del Sur y del conjunto de América Latina, para elaborar un plan económico continental que desenvuelva la independencia nacional y el progreso de los trabajadores.


 


Por la reorganización del presente régimen social sobre la base de principios sociales que permitan el desarrollo colectivo e individual de las mayorías populares. Que un congreso democráticamente electo de trabajadores discuta un plan económico, social y cultural de conjunto.


 


Por un plan de lucha del conjunto del movimiento obrero y de los trabajadores, que plantee la huelga general.


 


Por una nueva dirección obrera


 


La crisis terminal del menemismo ha puesto más al desnudo todavía la completa inadecuación de todas las direcciones tradicionales del movimiento obrero, es decir de la burocracia.


 


La CGT concluye la presente etapa histórica presidiendo el mayor derrumbe de derechos obreros que se hubiera conocido. Sus burócratas corren ahora apresurados a cobijarse bajo el dudoso refugio de Duhalde.


 


El MTA, adversario de palabra de Menem y de la dirección cegetista, no ha luchado por ninguna conquista nueva, pero sí ha firmado convenios de flexibilización laboral y ha mirado pasivamente la caída de los salarios. Ahora, al igual que la CGT, busca la protección del duhaldismo y propone emparchar a la CGT mediante un acuerdo de cúpula entre las burocracias oficiales. Su diputada en el Frepaso, Alicia Castro, defiende los intereses de los pulpos aeronáuticos que no quisieron pagar el impuesto educativo.


 


La CTA plantea una estrategia de regulación de las relaciones sociales a través de la participación de los sindicatos en la gestión del Estado capitalistas. Un ejemplo de ello es la política de Ctera, que se ha asociado a los funcionarios de Menem en la defensa de un régimen de financiamiento de la educación que significa una carga para los sectores populares, que no representa ninguna mejora salarial y que admite la flexibilización laboral de la enseñanza y la anulación del estatuto del docente.


 


La CTA pregona la descentralización sindical, o sea el sindicato por empresa y hasta la representación individual de los afiliados, sin organización, en la central sindical; o sea la atomización de la clase obrera. Al mismo tiempo, defiende el ultraverticalismo sindical como ocurre con Ctera. Hace dos años, su dirección nacional (De Gennaro) fue la artífice de la formación de la Alianza UCR-Frepaso, la cual defiende abiertamente los programas del FMI.


 


Apoyando a Duhalde o a De la Rúa, estas burocracias sindicales siguen manteniendo a las organizaciones obreras en la ruta muerta del seguidismo a los partidos patronales.


 


El apoyo de la izquierda democratizante (Patria Libre, IU) a la burocracia sindical de la CTA y a sus pretensiones de central alternativa lleva a un callejón sin salida al activismo y a los luchadores.


 


La crisis plantea, con la fuerza de la necesidad, que las organizaciones obreras rompan con el Estado y los partidos patronales.


 


Para eso es necesaria una nueva dirección obrera, que transforme a los sindicatos en escuela de lucha clasista y que batalle por una transformación social bajo la dirección de la clase obrera.


 


Para abrir la perspectiva de una nueva dirección, llamamos a los activistas y luchadores a organizar un polo clasista. La virtual liquidación de la Corriente sindical del Perro Santillán, debida a su colaboración en una Mesa de Enlace con las políticas de las burocracias del MTA y de la CTA, demuestra la necesidad apremiante de un polo de real carácter clasista, que luche para sustituir a la burocracia de los sindicatos y no para colaborar con ella.


 


En la lucha por hacer renacer el movimiento obrero y dar paso a una dirección obrera clasista, es necesaria la concurrencia práctica de los jóvenes y de la mujer, y la organización de los desocupados. La organización independiente de la juventud y de la mujer trabajadora, y la organización de los desocupados, contribuirán enormemente a la formación de un polo clasista.


 


No puede haber un auténtico movimiento nacional, es decir antiimperialista consecuente, si no está dirigido por la clase obrera. Para ello, la clase obrera tiene que tener su propio partido, no puede continuar siendo el furgón de cola de los dirigentes y organizaciones patronales del peronismo o la Alianza. Hay que construir un Partido Obrero. El partido obrero es necesario porque todas las medidas y las luchas para imponer una salida obrera constituyen un problema de poder; sólo pueden resolverse, en definitiva, mediante la toma del poder por la clase obrera.


 


Las elecciones, una tribuna de agitación y lucha


 


En el cuadro de la enorme crisis actual, la campaña electoral tiene un carácter claramente distraccionista. Las elecciones son el pretexto para que el gobierno saliente no haga nada frente al derrumbe social y para que los que se postulan como candidatos prometan sus soluciones para después del 10 de diciembre. Se aprecia de este modo la faceta reaccionaria del electoralismo patronal, donde lo que importa no es que el pueblo elija a sus representantes sino que se induzca a los ciudadanos a soportar la crisis pasivamente durante meses, con el pretexto de que la salida debería darla un nuevo gobierno.


 


Pero incluso este distraccionismo pro-patronal ha entrado en contradicción con las necesidades de la misma clase patronal, que les exige a Duhalde y a De la Rúa que pacten ya un acuerdo nacional; ni los grandes capitalistas pueden esperar; también para ellos la campaña electoral se transforma en un distraccionismo disolvente.


 


Es decir que hay un gobierno que no puede gobernar y dos candidatos patronales que no quieren intervenir en la crisis por el temor a comprometer sus posibilidades electorales.


 


La campaña electoral se ha transformado, ella también, entonces, en una víctima de la crisis. Aunque los encuestadores registren esta o aquella intención de voto, De la Rúa y Duhalde no concitan ninguna movilización ni esperanzas en el pueblo, precisamente porque no resuelven nada. En estas condiciones, la llamada transición puede crear situaciones de acentuada crisis política e incluso revolucionaria. Ecuador, Venezuela, Brasil y Colombia se proyectan como ejemplos.


 


El Partido Obrero va a la campaña electoral no con un programa electoralista de promesas sino con un programa de lucha, planteando una salida que no necesita de esperas electorales.


 


El Partido Obrero va a la campaña electoral no para hacer propagandismo sino para levantar tribunas de agitación en favor de las reivindicaciones que reclaman los trabajadores movilizados, por un plan de lucha, por la huelga general, para que las organizaciones obreras rompan con las patronales, por un gobierno de trabajadores.


 


El Partido Obrero se valdrá de la campaña electoral para desarrollar la independencia de clase de los trabajadores. Por este motivo, el Partido Obrero repudia la decisión de la izquierda argentina en su conjunto de concurrir a las elecciones de Santa Fe con un empresario como candidato a gobernador.


 


Los candidatos del Partido Obrero no han sido reclutados en los laboratorios de las minorías explotadoras sino que son militantes que están participando en las actuales luchas y en la organización de los explotados.


 


LA LISTA DEL PARTIDO OBRERO ESTARA ENCABEZADA POR JORGE ALTAMIRA Y PABLO RIEZNIK.


 


El Partido Obrero rechaza el abstencionismo electoral, porque significa dejarle el terreno libre a los candidatos patronales y a su política distraccionista para derrotar al pueblo.


 


Por estas mismas razones, el Partido Obrero llama a todos los luchadores y activistas a integrar sus listas.

Temas relacionados:

Artículos relacionados