Buscar
Close this search box.

América Latina: Cuadro de situación


Los primeros meses del nuevo siglo han sido testigos de una agudización de la lucha de clases, de crisis políticas de fondo y de una febril intervención política del imperialismo en toda América Latina.


 


El levantamiento indígena-campesino en Ecuador que provocó la salida de Mahuad; la larga y combativa huelga de los estudiantes de la Unam mexicana; las fracturas en el movimiento de Hugo Chávez en Venezuela, de las filas del ejército y en el propio gobierno; las grandes movilizaciones obreras y populares contra Fujimori; las masivas movilizaciones de campesinos sin tierra en Brasil y en Paraguay; las huelgas generales y la movilización de los piqueteros en la Argentina; la guerra del agua en Cochabamba, que rápidamente se convirtió en una rebelión nacional, extendiéndose a los campesinos, al movimiento obrero, a los estudiantes y hasta a las bases policiales, que se sublevaron en La Paz; la rebelión contra la privatización de la electricidad en Costa Rica, y la pueblada contra los tarifazos en Honduras; todas estas movilizaciones y crisis políticas forman un cuadro que no se veía en América Latina desde la década del 80. La presente ola de movilizaciones populares no enfrenta dictaduras sino a los regímenes democratizantes diseñados por el imperialismo y los explotadores locales.


 


En el corazón de la crisis latinoamericana se encuentra Colombia, el régimen político más débil y convulsionado de la región. En el plano económico, su situación es sencillamente de catástrofe (1). En el plano político, la debilidad del gobierno se puso en evidencia cuando fracasó en su intento de cerrar el Parlamento y convocar a una Asamblea Constituyente, o en la abierta oposición del Ejército al diálogo de paz de Pastrana con la guerrilla (2). En el plano estatal, el Estado colombiano no domina su territorio (3).


 


Donde la descomposición del régimen político colombiano se pone en evidencia de una manera más aguda es, por supuesto, en los territorios dominados por las Farc. Inicialmente, el gobierno y la guerrilla habían acordado que las autoridades civiles de la "zona desmilitarizada" (alcaldes, jueces, etc.) seguirían en sus puestos, aun cuando su autoridad fuera meramente formal. En aquel momento señalamos que este "compromiso con la continuidad de la formalidad jurídica del Estado (…) responde a la orientación (de las Farc) de no quebrar en forma revolucionaria el orden actual sino de modificarlo a partir de sus propias bases (…). Detrás (de este compromiso) está, claro, la propiedad privada, la deuda externa, el respeto de los compromisos internacionales y, en general, la preservación de un régimen estatal" (4). Pero en poco menos de un año, las Farc han debido anunciar que pondrán en pie su propio sistema judicial, un "impuesto revolucionario" y hasta una especie de aduana interna. La razón es que el poder del Estado se ha desvanecido, obligando a las Farc a llenar ese vacío.


 


Este cuadro de grandes crisis políticas y profundas movilizaciones de masas es la consecuencia de los devastadores golpes que ha asestado la crisis mundial a las débiles economías latinoamericanas y a sus sometidos regímenes políticos. La caída de los precios de las materias primas y el retiro de los capitales especulativos que inundaron el continente en la década del 90 provocaron recesiones, elevadísmas tasas de desempleo, devaluaciones y quiebra de los sistemas fiscales y bancarios. La consecuencia ha sido una violentísma y acelerada pauperización de las masas latinoamericanas en los últimos dos años y una intolerable polarización social (5).


 


La caída de los precios internacionales de los productos agropecuarios y las recesiones internas, que cerraron los mercados para la producción campesina, explican el gran desarrollo del movimiento de lucha campesino, que en Ecuador, Colombia, Bolivia y Paraguay está a la cabeza de las movilizaciones populares.


 


El retroceso económico es tan agudo que incluso ha arrastrado a los países que hasta hace poco eran considerados como modelos por el propio imperialismo: "El aspecto más perturbador de la declinación de Perú y Bolivia *decía no hace mucho un vocero del capital financiero* es que hasta hace poco eran vistos como ejemplos relativamente exitosos. Ambos adhirieron a la doctrina económica liberal, privatizaron industrias estatales, liberalizaron el comercio y siguieron políticas fiscales y monetarias austeras" (6). Incluso la excepcional recuperación de los precios del petróleo en el último año (está en los valores más altos de la última década) no ha podido sacar a Venezuela y a Ecuador, grandes exportadores de crudo, del marasmo económico en que se encuentran (7).


 


La crisis golpeó con todas sus fuerzas a los raquíticos regímenes políticos de la región. Los partidos tradicionales en los países más débiles casi desaparecieron (Apra y Acción Popular en Perú; Copei y Acción Democrática en Venezuela; liberales y conservadores en Ecuador). Lo mismo sucedió con el MNR y el MIR en Bolivia y, hasta cierto punto, con el partido colorado paraguayo. De este cuadro de retroceso político no escapan el peronismo (que en las últimas elecciones parlamentarias de la Capital tuvo una votación insignificante) e incluso la propia UCR, que debe recurrir a la muleta del Frepaso. El derrumbe del PRI mexicano, que es previo a su derrota en las recientes elecciones presidenciales, forma parte de este mismo proceso.


 


Las masas del continente, sin embargo, no van a la lucha con consignas que planteen su propia salida a la crisis. Es lo que aprovecha el imperialismo, la mayor parte de las veces, o la burguesía por su cuenta, para armar nuevas alternativas y liderazgos, aunque su precariedad histórica salte a la vista.


 


El imperialismo interviene


 


A caballo de esta crisis, el imperialismo norteamericano llevó adelante una intervención política y diplomática (e incluso militar) a gran escala. Lo hizo con su clásico método: definió públicamente una amenaza *en este caso, la narco-guerrilla (las Farc colombianas) y el populismo (en especial la alianza entre los indígenas y los militares medios ecuatorianos)* para justificar esa intervención en nombre de la democracia.


 


El propio Clinton dio la puntada inicial, afirmando que "el populismo y el narcotráfico son un riesgo para el sistema democrático". Le siguió Madeleine Allbright, quien sentenció que "las democracias latinoamericanas están en peligro". A los pocos días, las "amenazas" a la "democracia latinoamericana" (una singular categoría que excluye al venezolano Chávez, elegido por el sufragio popular, pero que incluye al ecuatoriano Noboa, designado a dedo por el alto mando militar) se habían convertido en un tema recurrente de la prensa norteamericana: el Miami Herald alertaba sobre el "peligro de un retorno populista" y The New York Times calificaba a la región andina como "los Balcanes de América Latina". Esta prédica imperialista debía servir como preparación psicológica de una intervención política directa en el continente.


 


Pero lo que en realidad tuvo lugar en los primeros meses de este año en América Latina es una verdadera explosión democrática. Las movilizaciones y los reclamos de los "sin tierra" de Brasil son mucho más democráticos que cualquier cosa que pueda hacer Cardoso, sometido a los latifundistas brasileños y a la banca internacional. Lo mismo puede decirse de la justicia y de los impuestos que se proponen montar las Farc colombianas frente a las masacres del ejército y de los escuadrones de la muerte apañados por Pastrana y sus impuestazos contra el pueblo. El agua en Bolvia es, por así decirlo, más democrática después de la pueblada que impidió su privatización y la triplicación de sus tarifas. Hay pocas cosas más democráticas que los reclamos de tierra de los indios ecuatorianos o el reclamo de pan y trabajo de los piqueteros del norte argentino. Las crisis políticas y las irrupciones de masas en América Latina no estaban poniendo en riesgo a la democracia sino a los regímenes fondomonetaristas.


 


* * *


 


Utilizando sus vastos recursos, el imperialismo logró, hasta un cierto punto y dentro de ciertos límites, contornear el escenario de crisis política aguda que América Latina vivía en los primeros meses de este año.


 


El ecuatoriano Noboa logró pasar sus primeros y cruciales meses en el poder y dar los primeros pasos de su programa de dolarización (incluso ha derrotado la huelga de 46 días de los docentes, fracasó el primer intento de huelga general contra su gobierno); el peruano Fujimori ha logrado sortear la crisis planteada por el fraude electoral; en Paraguay, el aborto del golpe oviedista de mayo y la propia detención de Lino Oviedo en Brasil le han dado un poco de aire al debilísimo gobierno del González Macchi; las elecciones mexicanas fueron ganadas por el proimperialista Fox, candidato de un partido clerical devenido agente del liberalismo yanqui.


 


Todo esto ha ocurrido bajo la directa intervención de la diplomacia norteamericana, que tuvo su mayor desempeño en el continente con la aprobación del llamado Plan Colombia. Mediante la presión militar y la masiva fumigación de cultivos, este plan dice pretender erradicar las plantaciones de coca y amapola en el sur del país, en los territorios dominados por las Farc. Los 1.300 millones de asistencia militar y el apoyo político de los Estados Unidos (y la no menos importante cantidad de millones comprometidos por la Unión Europea, y su correspondiente respaldo político) han servido para fortalecer a Pastrana frente a su propio alto mando y el Congreso colombiano.


 


La intervención política imperialista en el continente fue de la mano de una intervención militar que no se limita a Colombia. Una serie de acuerdos marítimos y aéreos permiten a las fuerzas armadas de los Estados Unidos vigilar las costas y los cielos de Centroamérica; y lo mismo sucede con Perú, Ecuador, Colombia y Bolivia, a los cuales recientemente se ha sumado Brasil, que tras una larga negativa de un cuarto de siglo firmó un acuerdo que permite a los militares norteamericanos penetrar libremente en el espacio aéreo brasileño con la excusa del combate al narcotráfico.


 


Venezuela es el único país de América del Sur que no ha aceptado estos "sobrevuelos" de su espacio aéreo y el patrullaje de sus aguas territoriales por los norteamericanos, lo que ha llevado al general Barry McCaffrey, jefe militar norteamericano de la lucha antidrogas en América del Sur, a definirlo como "un agujero negro" para los Estados Unidos en la región. Toda una amenaza.


 


Nada de este despliegue militar, por supuesto, tiene que ver con el promocionado combate al narcotráfico (los cielos colombianos y caribeños son constantemente sobrevolados por la fuerza aérea norteamericana, lo que no impide que decenas de aviones cargados de droga despeguen diariamente de Colombia y se paseen libremente por todo el Caribe), sino con el control político-militar de un continente en ebullición.


 


Una respuesta de crisis


 


Frente a la crisis latinoamericana, el imperialismo norteamericano puso en juego sus recursos políticos, diplomáticos, financieros y militares. Pero tuvo que hacerlo al calor de la propia crisis, empíricamente, bajo los golpes de la movilización de las masas, del hundimiento de los regímenes políticos e incluso del fracaso de las salidas que él mismo había montado con anterioridad.


 


Ecuador


 


La profundidad que alcanzó la crisis ecuatoriana (8) obligó a Estados Unidos a aceptar una dolarización a la que se oponía. Un conjunto de entidades financieras internacionales, como Merril Lynch o el Chase Manhattan, habían declarado públicamente su cerrada oposición al proyecto de Mahuad (9). En la misma dirección se habían pronunciado hombres claves del capital financiero y del Estado norteamericano, como Alan Greenspan, jefe de la Reserva Federal (banco central) norteamericano.


 


Pero ese salto al vacío, según la textual definición del propio Mahuad, fue antes que nada una medida política. Su anuncio "engendró un reagrupamiento entre los sectores financieros y empresariales y entre los partidos de derecha y centro-derecha, que había sido imposible durante todo el período de gobierno (de Mahuad)" (10).


 


La dolarización fue "un acto de desesperación" (según otra gráfica definición, en este caso del ministro de Finanzas de Mahuad, Alfredo Arizaga) dictado por el colapso de la moratoria de los bonos Brady auspiciada por el FMI. La default ecuatoriana formaba parte de una estrategia que pretendía forzar, de aquí en más, a los acreedores a hacerse cargo de parte de los quebrantos, en el marco de una nueva "arquitectura financiera internacional". Pero los acreedores no aceptaron compartir la carga: rechazaron violentamente el planteo ecuatoriano e iniciaron una fuga de capitales que llevó al derrumbe de la economía y a la caída de Mahuad (11).


 


La crisis ecuatoriana cobró un alcance estratégico para la propia Ecuador (12), pero también para la situación en Venezuela y, sobre todo, en Colombia. Una victoria de la insurrección indígena-militar habría fortalecido a Chávez y, al mismo tiempo, debilitado las posibilidades de una intervención militar en Colombia. Venezuela "rechaza el apoyo militar norteamericano al gobierno de Colombia en la lucha contra el narcotráfico" (13). Así, el fracaso de la moratoria ecuatoriana respaldada por el FMI amenazaba con poner en crisis a toda la política norteamericana para la región andina.


 


Esta perspectiva explica la intervención directa y personal del propio Clinton en el derrocamiento de la "junta de salvación nacional" y su reemplazo por Noboa. Rápidamente, entre amenazas de sanciones y "un aislamiento peor que el de Cuba" (14), Clinton y el Departamento de Estado norteamericano armaron un frente entre el alto mando y todas las fracciones del gran capital ecuatoriano para deshacerse de los indígenas y su Junta. El alto mando militar se hizo del poder sin disparar un solo tiro ni derramar una gota de sangre; le bastó apoyarse en la confianza que depositó en él la dirección campesina (15). Así, el ministro de Defensa de Mahuad, el general Mendoza, reemplazó en la Junta al coronel Gutiérrez para renunciar inmediatamente y traspasar el gobierno a Noboa. Los norteamericanos, y el coro de gobiernos latinoamericanos adictos, calificaron a este segundo cuartelazo como un triunfo de la legalidad. Los indígenas, derrotados, se retiraron a sus pueblos y el movimiento huelguístico refluyó. Este peligro explica también el tardío y obligado apoyo norteamericano a la dolarización ecuatoriana.


 


La devaluación había desatado una inflación cercana al 100% anual, mientras que la brusca reducción del dinero en circulación agravaba la recesión y el desempleo. Además, se estableció la eliminación de los subsidios al combustible (lo que duplicará su precio), la masiva privatización de las empresas públicas y una reforma laboral flexibilizadora. El gobierno de Noboa, con el pleno respaldo del FMI y de la diplomacia norteamericana, está siendo extremadamente cuidadoso en la aplicación de este plan, por temor a provocar nuevos levantamientos populares. Los tarifazos están siendo aplicados en varias etapas, y en cada una de ellas son parcialmente compensados con aumentos salariales. En mayo fueron obligados a renunciar el ministro de Finanzas, Jorge Guzmán, y el presidente y el vice del Banco Central, que reclamaban la duplicación, de un solo golpe, del precio de los combustibles. Comentando esta noticia, un vocero de los círculos financieros imperialistas se congratuló de que aunque "en dos semanas (Noboa) perdió a dos de los hombres fuertes de la dolarización… evitó el estallido social" (16). Al mismo tiempo, para cerrar la fractura del Ejército, Noboa impulsó la amnistía de los coroneles implicados en el levantamiento de enero. Mientras tanto, fracasaron la huelga docente, que duró 46 días, y la primera huelga general convocada por los sindicatos urbanos y el movimiento indígena (la Conaie se negó a apoyar activamente la huelga general, a la que sólo dio su [textual] "apoyo moral").


 


México


 


Mientras se prepara para intervenir en la selva colombiana, el imperialismo norteamericano festeja la victoria del candidato del Partido de Acción Nacional (PAN), Vicente Fox, un ex gerente de la Coca-Cola cuyo programa es establecer un acuerdo monetario con los Estados Unidos (la alternativa a la dolarización) y privatizar el petróleo.


 


El imperialismo ha logrado imponer, de una manera hasta ahora indolora, una salida democratizante de derecha a la crisis mexicana. Este resultado no parecía fácil en un país donde "la desigualdad salarial y regional se ha incrementado en los 90 más que en cualquier otro país de América Latina, donde los salarios reales cayeron el 19% en los últimos seis años (y) donde el 43% de los mexicanos vive con menos de dos dólares por día" (17); en un país donde la crisis de Chiapas no ha sido resuelta y donde se desarrolló una enorme huelga universitaria y una enorme lucha de la juventud explotada; en un país donde la oposición al PRI estuvo encabezada durante años por el centroizquierdista PRD, que gobierna el Distrito Federal. Mucho menos cuando el partido llamado a terminar con el priato estuvo durante décadas integrado al régimen del PRI y canalizaba las presiones de la Iglesia.


 


Fox pudo derrotar a la maquinaria política del PRI, herida pero todavía formidable, gracias a los enormes recursos políticos y financieros aportados por el gran capital norteamericano y sus asociados del norte de México (18). Fox se apropió de la demagogia de centroizquierda y ganó para su campaña a algunos de sus más promocionados intelectuales, como Jorge Castañeda, ex asesor estrella del PRD, aunque la colaboración entre ambos venía de lejos. El propio Castañeda informó que "Fox participó en la serie de encuentros convocados desde 1996 por Roberto Mangabeira Unger y el que suscribe, a los que asistieron una treintena de políticos y académicos latinoamericanos de centro y de izquierda (…). La adopción por la campaña de Fox de posiciones, definiciones y ubicaciones coincidentes con las tesis centrales de los documentos programáticos redactados en esas reuniones (…) bastaría para pensar que (…) una victoria electoral de Fox sería altamente benéfica para México" (19). Estos respaldos le permitieron a Fox pasar el rastrillo entre la intelectualidad centroizquierdista, en la pequeñoburguesía acomodada, entre los tradicionales votantes del PRD e, incluso, en su propio aparato (Vicente Muñoz Ledo, uno de los principales dirigentes del PRD, respaldó públicamente la candidatura de Fox).


 


"El hábil empalme entre el centroizquierda y la derecha se manifestó en la capital, donde el electorado votó al PRD para la gobernación y al PAN de Fox para la presidencia. Pero es en Chiapas donde se percibe todo el alcance de esta trama. En ese Estado convulsivo, se ha formado una alianza de ocho partidos, que incluye al derechista PAN y al centroizquierdista PRD, para participar en las próximas elecciones a gobernador. El candidato, Carlos Salazar, le suma al rejunte su calidad de dirigente del PRI y su obediencia protestante. Según el corresponsal del Financial Times (19 de julio), "la inclusión de las fuerzas de izquierda le ha ganado (a Salazar) el respeto de los partidarios del Frente Zapatista (…). Ni la sociedad civil ni los zapatistas confían en gente con la trayectoria de Fox. Por eso es importante para Fox contar con Pablo Salazar si desea un eventual diálogo con los zapatistas". La coalición PAN-PRD no tendrá ningún inconveniente en tomar como propios los discursos humanistas del zapatismo, mientras el resultado final sea el respaldo al régimen político vigente en su versión post-priista" (20).


 


Perú


 


También en Perú, la democracia norteamericana se vio obligada a actuar bajo el fuego de los acontecimientos e incluso a rehacer su política sobre la marcha.


 


Las grandes movilizaciones populares desatadas por el fraude montado por Fujimori en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, permitieron que el imperialismo forzara la realización de una segunda vuelta. Pero este operativo fracasó, por la intransigencia de la camarilla fujimorista (que recurrió en una escala aun mayor a los métodos del fraude) y por la debilidad política del propio Toledo, que no se presentó al segundo turno. Como reconoció en ese momento un funcionario del Departamento de Estado norteamericano, "Toledo le entregó la elección a Fujimori. Era muy difícil defender a un candidato que se retira" (21).


 


Toledo, un ex funcionario del Banco Mundial, pudo competir con el enorme aparato fujimorista gracias a los fondos aportados por los grandes capitalistas norteamericanos, coordinados por Baruch Ivcher, propietario de canale s de TV intervenidos por Fujimori, y por Elliot Abrams, secretario de Estado para Asuntos Latinoamericanos en la época de Reagan y figura del establishment imperialista. Precisamente, uno de los puntos principales del programa de Toledo, tras la muletilla de la libertad de prensa, era "la devolución de los canales a sus legítimos dueños" (22).


 


Como Fox en México, Toledo fue la figura elegida por la diplomacia norteamericana para darle una salida democratizante de derecha a la crisis del régimen de Fujimori. A los ojos de los voceros del gran capital, como declararon los representantes del Banco Santander Central Hispano, en Lima, "lo ocurrido en los últimos cuatro años (es que) el gobierno no puede continuar a fondo con su programa de reformas de mercado" (23). Una expresión del agotamiento del ciclo privatista es el retroceso de las inversiones externas, que cayeron abruptamente *de 499 millones de dólares en los primeros tres meses de 1999 a sólo 62 millones en el mismo período de este año (24).


 


El papel que el imperialismo reservaba a Toledo era reabrir este ciclo privatizador. Pero la manipulación política de las masas resultaba mucho más dificultosa y peligrosa para el imperialismo porque en Perú, a diferencia de México, las masas estaban en la calle.


 


Aunque en las primeras horas después de la segunda vuelta la diplomacia norteamericana declaró "inválido" el resultado electoral, rápidamente dio marcha atrás y reconoció el triunfo de Fujimori. La Organización de Estados Americanos (OEA) planteó entonces un cronograma de democratización aceptado tanto por los oficialistas como por los opositores. Así, Fujimori asumió su tercer mandato con el reconocimiento pleno del imperialismo norteamericano y del conjunto de los regímenes democratizantes latinoamericanos.


 


El rápido giro de la diplomacia norteamericana hacia el reconocimiento de Fujimori es, también, una evidencia de sus propias divergencias, porque para el Pentágono, la CIA y la DEA, Fujimori debía ser respaldado por su papel en "la guerra contra la subversión y el narcotráfico" (25).


 


Colombia


 


Los pasos de la diplomacia norteamericana en la región andina *el respaldo a Noboa y la dolarización ecuatoriana; la convalidación del fraude de Fujimori en Perú; el apoyo más o menos abierto al candidato opositor a Chávez en Venezuela* y los acuerdos militares establecidos con los países de la región, en especial con Brasil, están dictados, en última instancia, por las necesidades que plantea su intervención político-miltar en la crisis colombiana.


 


El Senado norteamericano aprobó una financiación de 1.300 millones de dólares para el llamado Plan Colombia, promovido por el gobierno de Pastrana para erradicar las plantaciones de coca en el sur del país, en el territorio dominado por la guerrilla de las Farc. Esta financiación, que será utilizada para la compra de helicópteros de combate y para el pago de asesores militares norteamericanos que entrenarán batallones antidroga colombianos, constituye la mayor partida del presupuesto estadounidense destinada a un país latinoamericano en la última década. El Plan Colombia también ha sido respaldado por la Unión Europea y "se espera que su contribución empareje o supere la de los Estados Unidos" (26).


 


El Plan Colombia establece la fumigación con pesticidas de vastas zonas con plantaciones de coca y amapola y el hostigamiento militar a plantadores y traficantes. Pero, en la medida en que el operativo se desarrollará en las áreas dominadas por las Farc, "en Washington no es un secreto que los objetivos primarios serán las Farc y el menos conocido Ejército de Liberación Nacional (ELN)" (27).


 


El imperialismo ha intervenido en la región andina para cerrar todos los potenciales focos de crisis porque es plenamente conciente de que un desmadre de la situación en Colombia podría arrastrarlo *como denuncian los senadores norteamericanos opuestos al plan Colombia* a un "nuevo Vietnam". Este temor explica la enorme demora del Senado norteamericano para aprobar el Plan Colombia, las sistemáticas negociaciones y revisiones a que fue sometido (28), y las limitaciones y resguardos con que finalmente salió aprobado.


 


La primera de dichas limitaciones es que la selección del personal militar colombiano que integrará los batallones antidroga será realizada por los propios norteamericanos: en la primera selección fueron dejados fuera una media docena de militares que habían sido juzgados por "violaciones a los derechos humanos", lo que revela el intento de reconstruir no sólo militar sino también políticamente al Ejército colombiano. Esto último muestra, de paso, cómo pretende resolver el imperialismo la cuestión de los paramilitares: fortaleciendo al Ejército frente a la guerrilla, que el Ejército haga lo que se ha revelado incapaz de hacer (o no puede hacer oficialmente).


 


El Senado norteamericano también ha establecido que "funcionarios estadounidenses revisen cada misión que involucre a los helicópteros donados" (29) y ha puesto un límite al número de asesores norteamericanos, para que su intervención no escale hasta convertirse en una guerra abierta como sucedió en Vietnam. Finalmente, en los próximos meses habrá un ensayo general en un área restringida para evaluar sobre el terreno el desarrollo de la operación.


 


Lo que quebró las últimas resistencias y reticencias del Senado norteamericano para aprobar una intervención que plantea el peligro de la vietnamización del conflicto, fueron las evidencias de la completa debacle del gobierno de Pastrana y las limitaciones de las negociaciones de paz. El objetivo estratégico del plan financiado por norteamericanos y europeos es "recuperar el control del Estado sobre los centros de producción de coca" (30), lo que significa reconstruir al Ejército como pilar del Estado. Esto significa, al mismo tiempo, fortalecer la autoridad de Pastrana (el hombre que convenció a los norteamericanos de financiar el Plan Colombia) frente a los militares y a los partidos patronales colombianos.


 


El Plan Colombia es una réplica de la política de tolerancia cero: una escalada represiva bajo la cubierta de las instituciones democráticas. Se trata de un replanteo del conjunto de las relaciones políticas del imperialismo con toda América Latina que se hará sentir en todo el continente.


 


La izquierda latinoamericana


 


La izquierda democratizante y movimientista latinoamericana, agrupada en el Foro de San Pablo, ha jugado un papel relevante en los sucesos que se desarrollaron en el continente en los últimos meses. De México a Colombia, de Ecuador a Bolivia, los integrantes del Foro de San Pablo o sus aliados políticos estuvieron a la cabeza del movimiento de las masas explotadas.


 


La agudeza de la lucha de clases, la profundidad de las crisis políticas planteadas y la variedad de las maniobras a las que han recurrido el imperialismo y los explotadores locales para enfrentarlas, permiten trazar un completo balance de la política de la izquierda movimientista continental en sus distintas *y, a veces, aparentemente contradictorias* variantes. En cada uno de estos casos, ya sea en su versión armada, indigenista, electoralista o autogestionaria, la izquierda democratizante ha cosechado gruesas derrotas políticas.


 


La confianza política de la Conaie en el alto mando militar llevó a la derrota del movimiento indígena en Ecuador, en enero. La base de esta confianza se encontraba en el planteo, típicamente frentepopulista y anti-revolucionario, de "unidad de los opositores". En su primera aparición pública como miembro de la "junta de salvación nacional", Antonio Vargas, principal dirigente de la Conaie, declaró que "queremos invitar a los empresarios de buena fe, a los honrados, a los banqueros honrados para que participen de este gobierno. Lo único que queremos es que de hoy en adelante no se le robe al país. Basta de robos. Queremos un Ecuador sin ladrones" (31).


 


Después de la derrota de enero, la dirección de la Conaie persistió en el mismo rumbo. En las elecciones municipales de mayo, formó un frente con partidos patronales (como el del ex presidente Rodigo Borja) y militares progresistas. En el principal centro político del país, esta alianza estuvo encabezada por un general retirado, Francisco Moncayo, que fue nada menos que el jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas durante la guerra entre Ecuador y Perú en 1995. Moncayo ganó con el 53% de los votos y se perfila como uno de los principales candidatos para las elecciones presidenciales de 2002 (32). La política de la dirección indígena ha servido para potenciar como representante popular a uno de los hombres de confianza de la burguesía ecuatoriana.


 


Los aliados no le han aportado nada a la Conaie en términos de movilización o de apoyos populares *la alianza ganó sólo en aquellos lugares donde el movimiento indígena es fuerte (la sierra, algunas provincias de la Amazonia y la capital de Esmeralda, provincia limítrofe con Colombia)*, pero perdió en la costa. Sin embargo, los aliados han puesto a la cabeza sus hombres y, tanto o más importante, su programa. Para el dirigente indígena Miguel Lluco, "la unidad (…) compromete a todos los que participan en esta tendencia, al movimiento indígena y a los movimientos sociales, a realizar un trabajo cada vez más pluralista, olvidando sectarismos…" (33). El planteo de Lluco es claro: la subordinación de los reclamos sociales de las masas explotadas al "pluralismo", es decir a la convivencia con los "empresarios y banqueros honrados" a los que hacía mención Vargas en su discurso de enero. En consonancia con estos planteamientos, la Conaie ha abandonado los llamados a la movilización (se negó a acompañar el paro general convocado por los sindicatos urbanos contra Noboa) y se ha enfrascado en una estrategia puramente parlamentarista: reunir firmas para que se convoque un plebiscito sobre la dolarización…


 


En Perú, la izquierda democratizante ha desaparecido políticamente después de haberse alineado con Toledo en la segunda vuelta.


 


En Bolivia, la burocracia sindical y la izquierda democratizante montaron a las apuradas un "Acuerdo Político Antineoliberal", que actúa como un bombero de las luchas. En los sindicatos combativos, en importantes centros obreros departamentales, en los sectores más radicalizados del movimiento campesino, existe una fuerte oposición a la burocracia de la COB y a la política conciliacionista del APA (algunos sectores rompieron con éste, después de haber adherido inicialmente). Mientras tanto, los dirigentes de la lucha contra la privatización del agua en Cochabamba, los llamados "autogestionarios", se han convertido en gestores directos del imperialismo: uno de sus principales dirigentes, Oscar Olivera, viajó a Estados Unidos a gestionar créditos para montar una "empresa autogestionaria" que, según sus propios mentores, demolería "la falsa dualidad entre el privatismo y el estatismo que había guiado las propuestas políticas contemporáneas" (34). ¡Cómo si el problema fuera la forma jurídica de la propiedad y no la quiebra de una empresa obligada a expoliar a los consumidores (obreros y campesinos) para hacer frente a sus acreedores!


 


La izquierda latinoamericana sufrió sus mayores derrotas políticas precisamente allí donde más a fondo se había desarrollado la política democratizante y movimientista: México y Colombia.


 


En México, el PRD ha retrocedido significativamente como consecuencia de la captura, por parte del derechista Fox, de sus votantes, de sus aliados e incluso de una parte de su militancia. La derrota electoral sumió al centroizquierdista PRD de México en una crisis aguda. En unos pocos días, renunciaron su secretario general y cinco miembros de su Comité Ejecutivo. Hasta el propio liderazgo de Cuauhtémoc Cárdenas, fundador del PRD, está cuestionado: "Pocas veces se han escuchado tantos insultos y acusaciones como los vertidos en el IV Consejo Nacional del PRD (realizado después de las elecciones)" (35).


 


Ni la victoria derechista ni la crisis del PRD deberían extrañar; en primer lugar porque fue la propia centroizquierda la que le dio a Fox chapa de demócrata, y en segundo lugar porque los sponsors imperialistas que en el pasado respaldaron al PRD esta vez se inclinaron por la salida derechista (36).


 


Las elecciones han confirmado que el partido de la izquierda moderna que proclamaba ser el PRD no era más que una cáscara vacía: "El PRD se parece cada vez más al PRI de antaño (…). En los Estados que gobierna, como Nayarit, Zacatecas, Tlaxcala, el PRD debe su victoria a candidatos priistas disidentes y al aparato local del PRI del cual éstos mantuvieron el control. En muchas otras regiones, no es más que una etiqueta que pueden utilizar los grupos más diversos. En Chiapas, por ejemplo, en las elecciones municipales de 1998, una disidente del PAN, salida de la más reaccionaria élite local, y que arrastraba una sólida reputación de racista, se presentó como candidata del PRD a la intendencia de San Cristobal" (37).


 


¿Cómo piensa el PRD remontar la crisis? Ofreciéndose como aliado parlamentario del derechista Fox. Después de haberlo calificado como "fascista", Cárdenas declaró que "no apostamos al fracaso del gobierno" y planteó "una negociación madura" con Fox. Comentando la noticia del "ablandamiento" de la posición del PRD frente al nuevo gobierno mexicano, un vocero del capital financiero sostiene que "esta rama de olivo que le ofrece el partido centroizquierdista a Fox, ofreciéndole negociar reformas políticas vitales (…), será una considerable ayuda para Fox", que no ha logrado obtener una mayoría parlamentaria (38). Las "reformas vitales" de Fox son, recordémoslo, la privatización del petróleo y la unidad monetaria con los Estados Unidos.


 


El apoyo financiero y político de los países de la Unión Europea al Plan Colombia tutelado por los norteamericanos constituye una seria derrota política para las Farc. La guerrilla colombiana intentó interesar a las potencias europeas en la financiación de un plan de erradicación de los cultivos de coca y amapola alternativo al patrocinado por Pastrana y los norteamericanos. El planteo de las Farc, que preveía el control de la sustitución de cultivos por parte de las potencias imperialistas europeas, supone *se sobrentiende* el pleno respeto a las relaciones internacionales, es decir a la opresión de la inmensa mayoría de los países por un puñado de grandes potencias imperialistas, y por lo tanto a la propiedad privada y a la continuidad jurídica de los Estados.


 


La ocasión para un planteo de esta naturaleza parecía inmejorable: los europeos habían criticado en más de una oportunidad el "enfoque puramente militar de la política anti-drogas norteamericana"; por otra parte, la propuesta de las Farc les daba a las diplomacias europeas un protagonismo que hasta entonces no tenían en un área dominada exclusivamente por la diplomacia norteamericana. Pero, pese a los atractivos, los europeos rechazaron ostentosamente el convite de las Farc.


 


En el mes de junio, se reunieron en la selva colombiana los representantes de las Farc con enviados de todos los gobiernos de la Unión Europea, de Japón, de México, de Brasil y hasta del Vaticano. Allí, las Farc presentaron un plan de sustituición de plantaciones (en lugar de las fumigaciones promovidas por los norteamericanos) que debería ser financiado por los gobiernos europeos. El plan presentado por las Farc fue rechazado de plano por los países de la UE, que sólo se mostraron dispuestos a estudiar la financiación de un plan de esta naturaleza que estuviera respaldado por el gobierno colombiano. A pocas semanas de haber rechazado este plan alternativo, las potencias de la UE resolvieron respaldar y financiar al Plan Colombia y a Pastrana. La derrota política de las Farc no podía ser más completa.


 


Todo esto confirma, una vez más, las limitaciones de la política de "negociaciones de paz" de la guerrilla colombiana. En este cuadro continental, estas negociaciones pueden arrojar, en el mejor de los casos, resultados similares a los acuerdos de Contadora en América Central de la década pasada, que sólo sirvieron para encubrir la capitulación de los grupos guerrilleros ante el imperialismo (39) y que no resolvieron ningún problema social de las masas.


 


Una crisis históricamente superior


 


Para trazar un cuadro de la situación continental, lo que importa destacar es, por sobre todo, las limitaciones de todo orden que enfrentan las salidas tanto del imperialismo como de la izquierda.


 


Las brutales contradicciones que se manifestaron en las recientes crisis se han agravado (la contradicción entre las necesidades de desarrollo económico de los países atrasados y el mercado mundial dominado por el capital financiero; la contradicción entre las necesidades apremiantes de las masas explotadas, y la tendencia del gran capital a resolver su crisis expropiando a los pueblos y saqueando las naciones oprimidas). Lejos de resolverlas, la intervención imperialista las ha hecho más densas, más explosivas. El imperialismo y los explotadores locales sólo han logrado encontrar una salida provisoria; desde un punto de vista histórico, el conjunto de las contradicciones sociales encuentra menos posibilidad de salida dentro del capitalismo. Se desarrollan las bases para nuevas y más violentas crisis políticas y nuevos y más profundos movimientos de masas. No hubiera podido ocurrir de otra manera por la sencilla razón de que estas contradicciones son la consecuencia de la crisis capitalista mundial y de un régimen social históricamente agotado.


 


En Ecuador, la dolarización no logra reducir la inflación galopante (40) ni sacar al país de la recesión. Peor aún, con una crisis bancaria irresuelta (el 65% de los activos bancarios han sido tomados por el Estado para evitar su quiebra), Ecuador ha liquidado las posibilidades de remontarla haciendo uso de una política monetaria. Por eso, seis meses después de iniciada la dolarización, el sistema bancario "rápidamente puede causar problemas en caso de shock interno o externo" (41). Con la dolarización, y dada la enormidad de la deuda pública, Ecuador liquidó también las posibilidades de realizar una política fiscal. Noboa tendrá que comenzar un programa de privatizaciones masivas, desde la electricidad a los bancos. Para imponer todo este paquetazo, explica el economista argentino Guillermo Calvo, asesor del FMI, "hay que hacer la reforma laboral" (42).


 


La deuda externa ecuatoriana alcanza a 16.000 millones de dólares, el 137% del PBI (43). Los aportes comprometidos por el FMI alcanzan apenas a 300 millones hasta abril de 2001, mientras que los vencimientos de la deuda externa superan los 900 millones en los próximos seis meses. Como los precios internacionales del petróleo han alcanzado un pico y han comenzado a descender, se vuelve a plantear la perspectiva de una cesación de pagos. En otras palabras, el gobierno de Noboa deberá abandonar la política de ajuste matizado y pasar a un ataque frontal.


 


El programa de Fox de dolarizar México plantea aun más la perspectiva de choques y crisis agudos. La dolarización implica un grado de supervisión del imperialismo norteamericano, que plantea choques ineludibles con la burguesía local y con los rivales europeos y japoneses. Pero Estados Unidos no puede incorporar a México sin incorporar, a su vez, las explosivas contradicciones mexicanas; este puede ser el límite insalvable del intento de dolarizar, que sólo se podría ejecutar con una previa anexión política.


 


En Perú, el cronograma de democratización de la OEA ha entrado rápidamente en crisis. La camarilla fujimorista se niega a desprenderse del jefe del Servicio de Inteligencia, Vladimiro Montesinos, sindicado por la oposición como el verdadero cerebro del régimen. La impotencia de Toledo agotará su capital político ante las masas, que están en la calle para echar al régimen fujimorista.


 


En Colombia, la intervención militar imperialista plantea, como ya lo ha advertido la Iglesia, el desplazamiento de decenas de miles de campesinos y el agravamiento de la guerra civil. La fumigación envenenará la tierra y el agua y no sólo destruirá las plantaciones de coca sino también todo tipo de cultivo y matará al ganado, obligando a los campesinos a abandonar sus tierras. No se plantea la sustitución de la coca porque el monto de dinero necesario para ello es sencillamente fabuloso, además del problema ulterior de encontrar mercados para la producción emergente. El capitalismo no le puede dar una salida a los campesinos colombianos.


 


El Plan Colombia pone en evidencia la completa incompatibilidad entre las necesidades del desarrollo agrícola de Colombia y las tendencias de la agricultura mundial dominada por los monopolios capitalistas, y entre las reivindicaciones más elementales de los campesinos y los pulpos mundiales que pretenden monopolizar sus tierras. Expone, por lo tanto, las limitaciones insalvables de la política de las Farc porque revela la inviabilidad de su planteo de resolver la cuestión agraria y campesina de Colombia en el cuadro del orden social existente.


 


Al conjunto de las contradicciones que enfrentan las salidas que el imperialismo ha ido armando hay que agregar otra. Toda la política norteamericana hacia América Latina tiene como presupuesto la salud de la Bolsa de Wall Street. Por sus pesadísmas deudas externas, por la carga del pago de los intereses de esas deudas sobre sus débiles estructuras fiscales y por el destino de su comercio exportador, América Latina sufrirá como ningún otro un derrumbe financiero. Pero los indicios de una caída de Wall Street abundan. La evolución de la crisis mundial irá marcando los próximos pasos de la crisis latinoamericana, de la misma manera que el hundimiento de Asia llevó, a término, al derrumbe de la región andina, a la devaluación brasileña y al agotamiento de la convertibilidad argentina.


 


Las condiciones revolucionarias de América Latina están determinadas por la situación sin salida de millones de obreros, campesinos y explotados; por la desintegración de sus regímenes políticos, y por la impasse de sus economías atrasadas en el cuadro de una gigantesca crisis mundial del capitalismo.


 


El cuadro de esta crisis histórica supera las posibilidades políticas de la izquierda democratizante: el agravamiento de las condiciones históricas de las crisis latinoamericanas hace todavía más inviable la política democratizante de la izquierda, tanto armada como civil.


 


La resolución de la cuestión latinoamericana, la expulsión del imperialismo y la unidad política de los pueblos del continente, plantea urgentemente la necesidad de partidos obreros revolucionarios y, sobre todo, de una Internacional Obrera que tenga como bandera estratégica la unidad socialista de América Latina.


 


 


NOTAS:


 


1. "Colombia atraviesa la peor recesión de su historia, con desempleo récord del 20% (según las propias cifras oficiales que ocultan, y mucho, la verdadera dimensión de la desocupación). La fuga de capitales ha devaluado al peso hasta su nivel más bajo y la Bolsa de Bogotá ha batido todos los récords bajistas. Pero lo que marca "una sorprendente medida de la rapidez de la actual descomposición de Colombia" es la caída de la cotización de sus bonos de deuda externa, que "se negocian a niveles similares a los de los más riesgosos mercados emergentes" (Financial Times, 12 de mayo de 2000). El gobierno de Pastrana pretende salir de esta crisis mediante un programa fondomonetarista de impuestazos, reforma jubilatoria y recorte de gastos públicos; en otras palabras, se encamina a desatar una rebelión popular en las grandes ciudades" (Luis Oviedo; "Colombia: con una consigna de poder, la situación sería revolucionaria"; en Prensa Obrera, 25 de mayo de 2000).


 


2. El Ejército colombiano critica las "negociaciones de paz" de Pastrana con la guerrilla: hace poco menos de un año, el ministro de Defensa (un militar), 17 generales y 200 coroneles pasaron a retiro en señal de protesta por estas negociaciones.


 


3. No sólo porque ha entregado una "zona desmilitarizada" a las FARC en el sur del país y otra al ELN en el norte. Otra parte importante de su territorio está en manos de los paramilitares, que escapan al control del gobierno pero que están asistidos por los militares.


 


4. Jorge Altamira, "Todavía siguen dentro de las reglas del juego"; en Prensa Obrera, 8 de julio de 1999.


 


5. El informe de la Cepal (Comisión Económica para América Latina y Caribe) señala que "aunque entre 1990 y 1997, la pobreza de la región disminuyó del 41 al 36% (…) la crisis del bienio 1998/99 hizo retroceder esos índices (…) y agudizó la desigualdad social en el continente" (Gazeta Mercantil Latinoamericana, 22 de mayo de 2000).


 


6. Financial Times, 26 de abril de 2000.


 


7. El ejemplo de Venezuela es altamente ilustrativo. El aumento internacional de los precios del petróleo no obedece a una mayor demanda (la economía mundial está estancada) sino a una reducción de la producción de los principales exportadores resuelta por la Opep, con el voto favorable de Venezuela. La producción venezolana se redujo, entonces, en un 20% pororden del propio gobierno. Se cerró la mitad de los pozos, se redujeron las inversiones y se despidió a 8.000 trabajadores petroleros. La huelga de los petroleros contra los despidos fue ilegalizada por Chávez.


 


Las consecuencia fueron demoledoras: la reducción de la producción petrolera es la principal causa de la caída del PBI y de la recesión (Business Week, 6 de marzo de 2000). La desocupación ¡se ha duplicado! y alcanza (incluyendo a los subocupados) al 50% de la población; casi el 90% de la población esté por debajo de la línea oficial de pobreza (Gazeta Mercantil Latinoamericana, 23 de abril de 2000).


 


Como las compañías extranjeras no están obligadas por las resoluciones de la Opep, toda la reducción recayó sobre la compañía estatal (PDVSA). El daño que ha sufrido esta compañía "es irreversible en el corto plazo": aunque su producción se redujo en unos 625.000 barriles diarios en 1999, ahora sólo podría ser aumentada en unos 150.000 barriles porque muchos de los pozos cerrados no podrán reabrirse (Financial Times, 6 de abril de 2000). Mientras tanto, las compañías extranjeras, produciendo a plena capacidad, embolsaron grandes beneficios con el aumento del petróleo.


 


8. El intento de Mahuad de evitar la quiebra del sistema financiero llevó al colapso a la economía ecuatoriana. La crisis bancaria estalló como consecuencia del reflujo de los créditos internacionales provocado por el derrumbe asiático de 1997, el hundimiento del fondo de inversiones norteamericano LTMC de 1998 y la devaluación brasileña de comienzos de 1999. Durante el período anterior, los bancos ecuatorianos se habían endeudado fuertemente en el exterior (entre 1992 y 1997, la tasa media de crecimiento de la deuda bancaria con el exterior fue del 46%). El gobierno de Mahuad, un rehén político de los grandes banqueros, intentó zanjar la crisis mediante una masiva emisión monetaria: entre 1998 y 1999, el Estado ecuatoriano transfirió a los bancos recursos por unos 1.400 millones de dólares, el equivalente al 12% del PBI. Mientras tanto, el pago de los intereses de la deuda externa consumía el 54% del presupuesto nacional. En setiembre de 1999, apoyado por el FMI, Mahuad declaró la cesación de pagos de una parte de la deuda externa (bonos Brady). El rechazo de los especuladores internacionales abrió las puertas a la fuga de capitales y a la acelerada devaluación de la moneda nacional, cuyos principales impulsores y beneficiarios fueron los propios bancos: al igual que en Brasil, los bancos transformaron en dólares la liquidez que les transfería el Banco Central. Frente a la hiperinflación y a la hiperdevaluación, Mahuad congeló los depósitos bancarios a comienzos de este año, agudizando la ya profunda recesión existente (el PBI cayó 8% en 1999). Cuando Mahuad decretó la dolarización, el pasado 9 de enero, la economía ecuatoriana había colapsado.


 


9. Franklin Gallegos; "Ecuador: la crisis del Estado y del modelo neoliberal de desarrollo"; en Problèmes dAmérique Latine, enero/marzo 2000.


 


10. Idem anterior.


 


11. Mahuad, sin embargo, no fue la única víctima del fracaso del plan fondomonetarista de la moratoria ecuatoriana. Junto con el manejo de los préstamos a Rusia, posteriormente reciclados por la burocracia a los bancos occidentales (ver Luis Oviedo, "La restauración en Rusia y la banca internacional"; en En Defensa del Marxismo, N° 26, marzo/abril de 2000), la cuestión de la cesación de pagos ecuatoriana fue uno de los motivos que llevó a la renuncia anticipada de Michel Camdessus al frente del FMI en diciembre de 1999.


 


12. Ecuador es un país históricamente dividido entre la sierra (Quito) y la costa (Guayaquil), donde reside una poderosa burguesía que ha levantado, en diversas oportunidades, planteos separatistas. Apenas la "junta de salvación nacional" anunció que asumía el poder, voceros de la burguesía costeña replantearon vivamente la perspectiva de su separación.


 


13. Declaración del canciller venezolano José Rangel, en Tiempos del Mundo, 13 de julio de 2000.


 


14. Clarín, 24 de enero de 2000.


 


15. En los días posteriores a los acontecimientos, se conocieron detalles de las entrevistas mantenidas por la dirección de la Conaie con el alto mando militar, en particular con el general Mendoza: "la revuelta indígena comienza el 15 de enero, con la convocatoria de los parlamentos populares (…) Simultáneamente, los dirigentes indígenas organizan una serie de reuniones con el alto mando militar en las que plantean la idea de tirar abajo los tres poderes del Estado (…) Son cada vez más numerosas las indicaciones de que personalidades políticas influyentes y militares de alto rango figuraron entre los principales actores de estos acontecimientos" (Franklin Gallegos; Op. Cit.).


 


16. Financial Times, 25 de mayo de 2000.


 


17. The Washington Post, 8 de junio de 2000.


 


18. "El norte (mexicano), pro-norteamericano y petrolero, es la guarida tradicional de una derecha de tipo tejano, el grupo de Monterrey" (Courrier Internationale, 29 de junio de 2000). Este grupo capturó el PAN, un partido tradicionalmente anti-liberal, para catapultar a uno de sus hombres, Fox, a la presidencia.


 


19. El País, 31 de mayo de 2000.


 


20. Jorge Altamira, "Un Fox en el gallinero"; en Prensa Obrera, 27 de julio de 2000.


 


21. Clarín, 28 de julio de 2000.


 


22. Tiempos del Mundo, 13 de julio de 2000.


 


23. The Wall Street Journal, 27 de julio de 2000.


 


24. Financial Times, 25 de julio de 2000.


 


25. The New York Times, 6 de julio de 2000.


 


26. The Guardian, 2 de julio de 2000.


 


27. Idem anterior.


 


28. "En los últimos dos años, Pastrana, o miembros de su gabinete, han hecho 46 visitas a Washington y cerca de cincuenta congresistas y senadores estadounidenses han ido a Colombia" (The Wall Street Journal, 23 de junio de 2000).


 


29. Idem anterior.


 


30. Financial Times, 22 de junio de 2000.


 


31. Pulsar, 21 de enero de 2000.


 


32. Brecha, 25 de mayo de 2000.


 


33. Idem anterior.


 


34. Gutiérrez y García Linera, La Razón, 23 de abril de 2000. Citado por Osvaldo Coggiola, "Después de la guerra del agua"; en Prensa Obrera, 20 de julio de 2000.


 


35. El País, 24 de julio de 2000.


 


36. Cuauhtémoc Cárdenas, candidato presidencial del PRD, llamó "delincuente electoral" a Fox. La respuesta de Jorge Castañeda, asesor de Fox después de haberlo sido de Cárdenas en las elecciones presidenciales de 1994, no tiene desperdicios: "Yo le conseguí dinero a Cuauhtémoc de la Fundación Novid de Holanda en 1992 y 1993. Yo llevé a Cárdenas con Danielle Mitterrand a la Fundación France Liberté para recaudar fondos. Pedí dinero para Cárdenas en seis fundaciones europeas: Limade, de Bélgica; Novib, de Holanda; France Liberté, de Francia; Konrad Adenauer, Neumann y Ebert, de Alemania" (El País, 26 de junio de 2000). Hoy, esos aportes, junto con Castañeda, han ido a parar a la campaña de Fox.


 


37. Henri Favre, "Mexique, an 2000"; en Problèmes dAmérique Latine, enero/marzo 2000.


 


38. Financial Times, 25 de julio de 2000.


 


39. La integración de los ex guerrilleros, hoy reconvertidos en demócratas, en el cuadro de la dominación imperialista de América Latina es realmente impresionante, como da cuenta la crisis que envuelve al Farabundo Martí de El Salvador. José Luis Merino, un importante dirigente del FMLN, no tiene empacho en afirmar que "en las presidenciales del año pasado, el Frente tuvo un planteamiento desde su candidatura y su equipo de campaña que nunca se diferenció del planteamiento de la derecha" (Propuesta, 29 de junio de 2000). Refiriéndose a la fracción del FMLN que denomina "renovadores" y que ha venido ejerciendo la dirección efectiva del Frente en los últimos años, Merino va muy lejos: "Ellos, dice, tienen un rumbo distinto, metas distintas. Y conocemos aquí compromisos por la vía de Europa, por la vía de Norteamerica y por la vía de las propias fuerzas políticas internas donde sus amarres y compromisos andan por rumbos totalmente distintos a los intereses de la nación y del pueblo … (Son) grupos del FMLN que se suman a la ola mundial neoliberal que aplasta y destruye los intereses de los pueblos y los pone en función de las grandes transnacionales" (ídem). En resumen, por boca de sus propios dirigentes, lo que tenemos es una sorpresiva confesión de que el FMLN ha sido, en los últimos años un agente directo del imperialismo y del gran capital contra el pueblo salvadoreño.


 


Merino opone a estos planteamientos la campaña electoral municipal del FMLN de principios de este año que, afirma, "estuvo dominada por un contenido revolucionario". Héctor Silva, candidato ganador de la intendencia de San Salvador por el FMLN, explica los alcances de ese supuesto "contenido revolucionario": después de su victoria declaró que "este triunfo abre las puertas para una concertación de mi gobierno con el presidente Francisco Flores (derechista) y con la empresa privada" y que "tenemos que aprender a vivir con Estados Unidos (ya que) "cada vez tenemos más experiencias positivas en nuestra relación con los norteamericanos" (El País, 14 de marzo de 2000).


 


40. Recientemente, la misión del FMI elevó la meta de inflación para el año en curso del 60% al 100%, ante la evidencia de que el aumento de los precios traspasaría largamente esa cifra.


 


41. Financial Times, 6 de julio de 2000.


 


42. Página/12, 20 de enero de 2000.


 


43. Gazeta Mercantil Latinoamericana , 22 de mayo de 2000.


 

Temas relacionados:

Artículos relacionados

Deja un comentario


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.