I. Un gran giro histórico tuvo lugar un año atrás: la guerra de la Otan contra Yugoslavia en 1999 fue la primera guerra en el corazón de Europa después de la II Guerra Mundial, la primera guerra de la Alianza Atlántica contra un Estado soberano, la primera guerra del siglo XXI, de la así llamada "era de la globalización". La mayor máquina bélica de la historia fue movilizada por Estados Unidos contra un pequeño país balcánico para dar, como prometió Madeleine Albright, alias Blackbright, un rápido e incisivo golpe que llevaría a la inmediata capitulación de Belgrado, imponiendo sobre los Balcanes el inquebrantable Orden Mundial Yanqui. Blackbright y la Otan se equivocaron completamente.
La Otan envió más de 1.000 aeronaves para llevar a cabo más de 38.000 vuelos, a un costo estimado de decenas de miles de millones de dólares. La guerra continuó 78 días y noches, destruyendo la infraestructura yugoslava, escuelas, hospitales, fábricas, puentes, monumentos culturales, casas, vidas inocentes, pero dejó casi intacta la capacidad militar yugoslava. El bombardeo de la Otan fue una catástrofe humanitaria disfrazada de "acción humanitaria", pero al mismo tiempo fue un fracaso militar y político.
El cese de fuego de junio de 1999 se dio gracias a las presiones del régimen de Yeltsin sobre Belgrado. Pero este tipo de capitulación no es lo mismo que una victoria militar en el campo de batalla, con todas sus consecuencias políticas. La Otan, y particularmente los imperialistas americanos, tuvieron miedo de comprometer tropas terrestres en una confrontación sangrienta, que podría haberse transformado en un nuevo Vietnam, esta vez en los Balcanes. A pesar de todo el triunfalismo de la era Reagan, y especialmente después del fin de la Unión Soviética, el "complejo Vietnam" es todavía un factor poderoso en la vida política americana e internacional.
El imperialismo EE.UU.-Otan también fracasó en ganar el apoyo político de las masas serbias o en imponer un régimen títere de la pseudo oposición financiada por Occidente. El pueblo de la Federación Yugoslava, a pesar de sus resentimientos contra el régimen de Milosevic demostró, tanto antes como después de la guerra, una poderosa voluntad de resistencia y estuvo unido contra el agresor. La llamada oposición quedó desacreditada por sus contactos abiertos con la Otan y se fragmentó por la rivalidad de los diferentes candidatos al rol de un Quisling. Las manifestaciones después de la guerra, y hasta hace poco, fracasaron no porque el pueblo apoye al régimen, sino porque odia a los agresores y a sus colaboradores.
La propia ocupación militar de Kosovo por 38.000 hombres de 28 países al servicio de la Otan, pasó de ser una victoria táctica del imperialismo a una pesadilla. La ocupación no estabilizó la región. Por el contrario, aceleró la desestabilización y desintegración de todo el área sin siquiera estabilizar su control por parte de los imperialistas. La Otan no puede siquiera controlar a sus propios aliados locales y a sus mercenarios, como el notorio UCK (KLA).
Según el acuerdo del cese de fuego de junio de 1999, el UCK debía ser desarmado y disuelto. Cerca de 5.000 ex integrantes del UCK se incorporaron al Cuerpo de Protección de Kosovo (KPC), una especie de fuerza policial o Guardia Nacional con permiso para portar armas. En la realidad, el UCK se volvió un Estado (de mafiosos) dentro de un (no) Estado armado hasta los dientes, destruyendo todo a su alrededor. Un caudillo lucha contra los otros por el botín de la guerra y por el control de la región, continuando la limpieza étnica de la población serbia remanente, después de la partida forzada de los 200.000 refugiados hacia Serbia, así como de la comunidad romaní (1). Otras unidades del UCK, autoproclamadas UCPMB ("Ejército de Liberación de Precevo, Medevja y Bujanovac") están realizando ataques provocativos en las regiones vecinas del sur de Serbia, denominadas por ellos "Kosovo del Este". Otras bandas militares del mismo UCK están en este momento muy activas en la región de Tetovo en la ex República Yugoslava de Macedonia, la cual está directamente amenazada de desaparecer del mapa.
Cuando las bandas del UCK no están implicadas en provocaciones, se ocupan de su actividad predilecta: el tráfico de drogas. "De dos a seis toneladas de heroína, que valen 12 veces su peso en oro, atraviesan Turquía hacia Europa del Este cada mes. La ruta, que conecta los campos de opio de los talibanes en Afganistán con el mercado de heroína de Europa Occidental, tiene un valor estimado de 400 mil millones de dólares anuales y está controlada por los albaneses kosovares. La Ruta Balcánica provee el 80% de la heroína de Europa. Para el KLA, la Ruta Balcánica no es sólo una manera de transportar heroína a Europa para obtener grandes beneficios, sino también una vía para la infiltración de armas en los Balcanes devastados por la guerra. Los contrabandistas cambian directamente las drogas por armas o compran armas con el dinero de la venta de drogas, en Albania, Bosnia, Croacia, Chipre, Italia, Montenegro, Suiza o Turquía" (2).
En las áreas rurales de Kosovo, a pesar de la presencia de las llamadas "fuerzas de paz" del KFOR, ¡la tasa de asesinatos equivale hoy a la de Los Angeles, California!
La Otan está frente a un dilema: o aumenta el número de tropas o pierde incluso el nivel de control que ejerce sobre Kosovo. El aumento del número de tropas es muy problemático, ya que los miembros de la Otan son reacios a desplegar tropas suficientes como para reunir el actual mandato de 50.000 cascos azules. Más aún, esas tropas tienen que hacer frente a la eventualidad de un enfrentamiento con las fuerzas armadas de Yugoslavia y también a un conflicto con sus aliados locales, los gángsters del UCK de Thaci-La Serpiente, tan estimados por la señora Albright-Blackbright…
Esos fracasos y problemas profundizan las contradicciones inter-imperialistas dentro de la propia Otan, entre Europa y Estados Unidos, particularmente en relación a la estrategia a seguir para imponer el control imperialista sobre la región. Clinton no ocultó el hecho que los Estados Unidos exigen de Europa el pago de la cuenta por todos los costos para reabsorber esa tumultuosa región al mercado mundial, a través del llamado "Pacto de Estabilidad" para recolonizar los Balcanes.
II. El fracaso de la Otan revela la debilidad histórica y la crisis del sistema capitalista en su estado de avanzada decadencia imperialista. Ya no hay espacio para ninguna complacencia: esa decadencia y crisis se vuelven fuerzas propulsoras de la barbarie.
Un año después del fin de la guerra en Kosovo, y a pesar de *o mejor, debido a* su fracaso, el imperialismo intensifica sus esfuerzos para subyugar la región con sus recursos financieros y militares, a través de su desmembramiento y el control de esos fragmentos impotentes.
La Otan y, particularmente, Estados Unidos promueven el régimen pro-imperialista de Djuganovic, en Montenegro, como una forma de presión sobre Belgrado, bajo la amenaza de separar a Montenegro de lo que resta de la Federación Yugoslava. La campaña por la separación de Voivodina y Santzak de Serbia continúa, así como los ataques del UCK por la separación de una parte de Serbia del Sur. Macedonia está al borde del abismo. La balcanización está siendo sustituida ahora por la pulverización de la trágica península.
Al mismo tiempo, la Otan es "reestructurada", internacionalmente y en la región, y se fortalece, entrenando sus fuerzas militares con ejercicios continuos de contrainsurgencia para enfrentar la eventualidad de rebeliones de masas. Esos pasos militares son acompañados por medidas económico-financieras del FMI/Banco Mundial y de la Unión Europea para integrar por la fuerza a los países balcánicos al llamado "mercado libre".
La guerra continúa por otros medios. El verdadero casus belli perdura y se intensifica. Como resaltamos anteriormente (3), las causas más profundas de la actual tragedia balcánica no son regionales ni nacionales, sino internacionales. Es la manifestación de la interconexión e interacción entre la explosión de las contradicciones de la globalización capitalista y la implosión de la Unión Soviética y de todos los regímenes burocráticos del llamado "socialismo real", incluyendo la Yugoslavia de Tito.
Cronológicamente, la implosión de los regímenes stalinistas precedió a la explosión de las contradicciones globalizadas del capital financiero. Pero, en un nivel más profundo, fueron las contradicciones mundiales del capitalismo, agudizadas al punto de explosión, las que llevaron a la implosión de las sociedades de transición bloqueadas por el burocrático "socialismo(s) en un solo país".
El equilibrio y la expansión del capitalismo occidental de posguerra se basaron en dos pilares: el Acuerdo de Bretton Woods, de las políticas keynesianas internacionalizadas financiadas por EE.UU., y los Acuerdos de Yalta. El primero colapsó en 1971 con la transformación del prolongado boom capitalista de posguerra en una crisis mundial de sobreproducción sin precedentes. El segundo colapsó en 1989-91, conjuntamente con el Muro de Berlín, el Pacto de Varsovia y la Unión Soviética.
La reproducción del capitalismo como sistema, y sobre todo la dominación del capitalismo americano, requieren del restablecimiento de un nuevo equilibrio mundial, que ellos mal denominan el "Nuevo Orden Mundial".
Trotsky, en su discurso en el Tercer Congreso del Comintern (4), desarrolló el concepto dialéctico del restablecimiento y ruptura constantes del equilibrio en la vida del sistema capitalista, en todas sus esferas: en la economía, en las relaciones de clase, en las relaciones inter-estatales. Ese concepto, de una unidad temporaria de fuerzas conflictivas, es lo opuesto del concepto mecánico de equilibrio propuesto por Bujarín. El capitalismo "posee un equilibrio dinámico, siempre en vías de ruptura o restauración" (5). Pero ese proceso se desenvuelve de manera muy diferente en el período de ascenso del capitalismo que en el de su declinación. De hecho, el período histórico de declinación del capitalismo, el imperialismo, es "la época en que los propios fundamentos del equilibrio capitalista son sacudidos y colapsan" (6). Disminuyó la capacidad del sistema para restaurar su equilibrio. Cada esfuerzo por alcanzar el equilibrio crea una reproducción ampliada de sus contradicciones y un colapso mucho más catastrófico del equilibrio.
Para el capitalismo americano, el punto históricamente más alto del desarrollo capitalista, el problema es más complejo: un equilibrio interno no puede ser alcanzado sin la mediación de las contradicciones mundiales (7).
El inicio de la revolución socialista mundial en Rusia, en octubre de 1917, y su posterior extensión a Europa del Este, China, Cuba y Vietnam, fueron eventos históricos mundiales que manifestaban no sólo la ruptura del equilibrio capitalista existente en la época, sino también la debilidad histórica de la capacidad del capitalismo mundial, como tal, para mediar sus contradicciones en su época de decadencia.
El capitalismo necesita restaurar esa capacidad. Es vital para el capitalismo reabsorber al mercado mundial el vasto espacio que va desde Praga a Vladivostock y Pekín, donde el capital había sido expropriado y la transición al socialismo iniciada. En otras palabras, la restauración del capitalismo en la ex Unión Soviética y los otros países del "ex bloque socialista" no es sólo una salida para el capital occidental excedente que busca nuevos mercados: es una necesidad para la reproducción del sistema como un todo. Restablecer la continuidad de la cadena internacional del capitalismo imperialista, quebrada en 1917, es una precondición para un nuevo equilibrio mundial de la economía en crisis, de las relaciones de clase, de las relaciones interestatales e interimperialistas.
La expansión del capital financiero de las últimas dos décadas, conocida como "globalización", fue un intento de encontrar una salida provisional para la crisis de sobreproducción de capital, iniciada a comienzos de los años 70. Con la crisis asiática de 1997, ese proceso alcanzó su punto de explosión. Hasta el momento, la consecuencia más importante de ese huracán financiero internacional fue precisamente la cesación de pagos rusa de agosto de 1998.
Esto marca también un giro en la estrategia del imperialismo occidental para reconquistar el "salvaje Este".
Para los círculos imperialistas gobernantes más agresivos, la cesación de pagos rusa demostró que la tan propagandizada "transición hacia el mercado" fue un fracaso. La restauración capitalista, que ya era dada como cierta y dogma liberal sacrosanto en todas las consideraciones del período post-1991, se encontró en una vía muerta.
El economista húngaro-norteamericano George Soros, e incluso Fukuyama, tuvieron que admitirlo. En octubre de 1999, un año después de la cesación de pagos de Rusia y durante los últimos días de la transición de Yeltsin a Putin, la firma privada de inteligencia Stratfor, de Austin, Texas, escribió: "Después de años de declinación, el coqueteo de Rusia con el capitalismo llegó a un punto crítico. La experiencia con el capitalismo de tipo occidental colapsó. La invención de un capitalismo ruso, peculiar y salvaje, terminó en un indignante escándalo y en el descontento popular. Una década de inversiones y ayuda externa dejaron a Rusia como una nación pobre. Escaldada por su experiencia en la post-guerra fría, Rusia está ahora en posición de hacer retroceder el reloj de la economía (…). La economía está en un estado tan crítico que la única opción viable es el retorno a alguna forma de planificación centralizada" (8).
III. Inmediatamente después del colapso de la Unión Soviética, nosotros ya habíamos hablado de un tipo particular de impasse histórico y crisis: la crisis de la transición (9). En una crisis de transición, el proceso de una contradicción en movimiento no puede avanzar o retroceder o siquiera quedar donde está, y la entidad entera se desintegra, hasta el momento que emerge un mediador para mediar un progreso más adelante, la negación de la negación.
Después de la implosión de la Unión Soviética, el stalinismo entró en un colapso definitivo y el proceso de degeneración burocrática de la sociedad de transición y del Estado Soviético completó la negación de todo el período previo. Un salto cualitativo ocurrió con el golpe de agosto de 1991 y el contra-golpe y el giro abiertamente contrarrevolucionario de la burocracia gobernante en dirección al mercado, a la restauración capitalista. Ya no era posible un retorno a la forma anterior de transición al socialismo, debilitada y finalmente bloqueada por la burocracia. Pero la negación de aquella negación, el avance, o mejor, el retroceso en dirección al capitalismo, también estaba bloqueado por obstáculos insuperables.
Habíamos mencionado en su momento los tres principales:
* La ausencia del necesario agente de clase para esa transición. En agosto de 1991 el poder fue transferido, de una sección de la burocracia a otra del mismo grupo social, no hubo una transferencia de una clase a otra. (Una década después, el 10 de octubre de 1999, cuando Stratfor analizó el fracaso de la transición hacia una economía de mercado en Rusia, tuvo que admitir, a su manera burguesa, lo siguiente: "Hubo un defecto fundamental en la apreciación que Occidente hizo de Rusia después de la guerra fría: nadie percibió que no hubo una *contra* revolución. Occidente ignoró, ante el colapso de la Unión Soviética, el hecho de que permanecían intactos los políticos, la burocracia y las actitudes del viejo régimen").
* La presencia del poder socio-económico de la clase trabajadora, en el sentido no sólo de la propiedad nacionalizada entonces existente, sino sobre todo, de la no-mercantilización de la fuerza de trabajo soviética. El excedente producido no era, y no es todavía, extraído en la forma social de valor excedente. No había, y hasta hoy no hay, un mercado de trabajo en Rusia, y esta es una manifestación poderosa de la resistencia del legado de la propia revolución socialista de octubre de 1917.
* Finalmente, pero no menos importante, el estadio avanzado de la declinación histórica del sistema capitalista mundial, crea la necesidad urgente pero, al mismo tiempo, la incapacidad para reabsorber a este espacio. El bajo nivel de la inversión externa en Rusia, en una región políticamente caótica, no confiable e incontrolable, la relación especial de robo en masa establecido en condiciones de un parasitismo financiero globalizado, etc., son manifestaciones de esa incapacidad creciente.
IV. Diez años de esfuerzos para restaurar el capitalismo en Rusia prueban la imposibilidad de la tarea hasta ahora. Podemos distinguir tres principales fases en esos esfuerzos.
Primero, la implementación de la "terapia de shock" del FMI-Jeffrey Sachs-Gaidar, con la liberación de precios, que falló miserablemente y se frenó después de 18 meses, produciendo hiperinflación, el colapso de la producción, una miseria sin precedentes y una fuga masiva de capital.
Segundo, el "plan voucher de privatizaciones" que terminó en un fiasco.
Tercero, el esquema de privatización que fue implementado mediante préstamos por acciones, lo que aseguró la reelección de Yeltsin para presidente en 1996 y el robo colosal de la propiedad pública por un puñado de "banqueros" transformados en "oligarcas".
Como señala Stratfor, "las fuertes relaciones de los oligarcas con el Kremlin aseguraron que la estructura legal de Rusia favoreciera a las grandes firmas sobre las pequeñas y medianas, que forman el grueso en las economías occidentales. Cuando estas grandes firmas fueron expuestas a la economía internacional, descubrieron que tenían poco para ofrecer fuera de las materias primas. La industria de extracción soviética *especialmente en el caso del petróleo* era el único sector competitivo. Como resultado, más del 47% de todas las reservas en divisas fuertes de Rusia venía de la exportación de petróleo, según el Times de Moscú. Las inversiones externas se concentran en el único sector lucrativo, el petróleo" (10).
Los oligarcas se convirtieron en un vínculo comprador vital entre la industria de extracción y el capital mundial. "Más que invertir en la reestructuración de sus compañías industriales, los oligarcas las saquearon", afirmó Foreign Affairs. ¿Cómo se produce este saqueo? Uno de los métodos más usados por los oligarcas es el de los precios de transferencia. Los magnates fuerzan a las compañías de producción de petróleo rusas a vender su producción a compañías relacionadas a precios por debajo del mercado. Una parte de ese petróleo es entonces revendida en el mercado mundial a los precios normales. Los oligarcas extraen entonces sistemáticamente los beneficios de las compañías operantes y de sus accionistas. Por ejemplo, en los primeros nueve meses de 1999, Yukos forzó a las tres subsidiarias que parcialmente le pertenecen, a vender cerca de 240 millones de barriles de petróleo a aproximadamente 1,70 dólar el barril, en un momento en que el precio medio del mercado era de 15 dólares. Yukos exportó casi un cuarto de ese petróleo. Con eso, consiguió quedarse con cerca de 800 millones de dólares en un lapso de 36 semanas" (11).
Los oligarcas no reinvierten su fabulosa fortuna en la producción. De esa forma u otra similar, miles de millones de dólares fueron y todavía son extraídos del país. Los cálculos más sobrios muestran que cerca de 400 mil millones de dólares dejaron el país hacia el seguro paraiso del sistema financiero y bancario de Occidente, hacia EE.UU. y Suiza especialmente. Ese flujo continuo de dinero fue crucial para el sistema financiero de Occidente para enfrentar su crisis, particularmente después del crash de 1987. Si Occidente habla de los "barones ladrones de Rusia", tenemos que agregar que son "made in USA", como bien señaló Luis Oviedo (12).
La deuda externa de Rusia es de 166 mil millones de dólares, contra cerca de 400 mil millones que fueron robados por los gángsters de Occidente conjuntamente con los oligarcas rusos y su régimen restauracionista. Dice Stratfor: "Técnicamente, como los nuevos préstamos del FMI sólo alimentan la deuda rusa con el FMI, Rusia ya entró en cesación de pagos. El FMI está escondiendo el hecho sólo para prevenir el pánico y el completo colapso de Rusia. Frente a la inevitabilidad de la cesación de pagos rusa, el FMI puede optar por aceptar el pedido ruso de perdonar por lo menos la deuda de 100 mil millones de dólares heredada de la Unión Soviética" (13).
Por lo tanto, el país está en bancarrota y sus oligarcas, con sus socios occidentales, se enriquecen con el robo del patrimonio público…
El ya mencionado ejemplo de Yukos incluye, en una palabra, el conjunto de relaciones sociales y contradicciones de la economía post-soviética. A través de sus conexiones políticas con el Kremlin, los oligarcas controlan el sector más rentable, el de produción energética. Acumulan enormes cantidades de dinero que no es invertido en la producción. No compran la fuerza de trabajo rusa como mercancía para transformar ese dinero en capital. El dinero recorre el laberinto del sistema financiero globalizado para crecer como capital financiero. Por lo tanto, la fuente de acumulación de riqueza de los oligarcas no es la extracción de plusvalía de la producción rusa donde la relación de valor todavía no está aún establecida; esta es la diferencia esencial entre un mercado mundial regulado por la ley del valor y los activos de una economía post-soviética donde la ley del valor no es aún el principio regulador. Esa diferencia esencial y las relaciones sociales que la sostienen están reflejadas en la diferencia entre los precios artificialmente bajos del petróleo ruso en el espacio económico interno y los precios diez veces mayores en el mercado mundial, donde Yukos y otros obtienen sus gigantescos beneficios.
Por esos motivos, los oligarcas ejercen un doble papel: por un lado, perpetúan la subordinación de los recursos de la economía rusa al parasitismo y pillaje del capital financiero occidental; por el otro, impiden el desenvolvimiento de verdaderas relaciones monetario-mercantiles en el mercado ruso. Particularmente, después de la cesación de pagos rusa de 1998, Occidente se preocupa por este segundo papel. Si la restauración capitalista fracasó hasta el momento y el poder de los oligarcas impide el desenvolvimiento de relaciones sociales de producción capitalistas, entonces el poder de los oligarcas tiene que ser quebrado. Esa tarea le fue asignada a Putin. Como señala el analista de Foreign Affairs, Lee S. Wolosky, "dadas las circunstancias extraordinarias y los riesgos considerables, Estados Unidos y las organizaciones multilaterales deberían alentar activamente y apoyar la renacionalización y la reprivatización, estudiando caso por caso. En la batalla contra los oligarcas, Moscú y Occidente deben utilizar cada arma disponible. De lo contrario, los oligarcas lo harán" (14).
En todo caso, la crisis de la transición en Rusia se dirige a un enfrentamiento con los oligarcas: o la clase trabajadora y las masas populares quiebran el poder de los oligarcas, rompen las relaciones impuestas por los oligarcas con el capital financiero mundial y expropian las riquezas robadas, a través de un control y administración obreras en el cuadro de una nueva planificación económica, camino al socialismo; o el régimen restauracionista del Kremlin, con el auxilio del imperialismo occidental, tomará a su cargo esa tarea para promover la restauración capitalista.
V. Como dijimos en numerosas ocasiones, "ahora los círculos occidentales más agresivos e influyentes están convencidos de que el único capitalismo viable que puede ser restaurado en el salvaje Este es uno de tipo semi-colonial con una burguesía local compradora. En base a esa horrorosa hipótesis de trabajo, la Otan se extendió hacia el Este, hacia las fronteras de Rusia, lanzó su guerra en los Balcanes con el objetivo primero, pero no último, de Yugoslavia, y cambió su concepto estratégico y consecuentemente su estructura militar para volverse una agencia global de intervención y represión…" (15).
La necesidad de reincorporar el espacio de la ex URSS al capitalismo mundial, más urgente que nunca después del crash de 1997, chocó con la realidad del colapso de los esfuerzos de 10 años para realizar esa reabsorción. La restauración del capitalismo como un proceso gradual y natural probó ser lo que es: una fantasía reaccionaria. Donde la mano oculta del mercado no funciona, viene el puño (no tan) oculto del Ejército, la Fuerza Aérea y la Marina de los EE.UU., asistidos o no por la Otan en su conjunto, como mencionó cínicamente Thomas Friedman en la revista Times de Nueva York, al comienzo de la guerra de Kosovo…
El control imperialista de la estratégica península balcánica, situada bajo la ex Unión Soviética y en el cruce de las rutas del petróleo desde el Cáucaso y Asia central hacia Europa Occidental, se convirtió en la batalla inicial crucial de la larga campaña por el destino de la tierra de Octubre y de todas las tierras ex soviéticas.
El objetivo final de la estrategia paranoica de Brzezinski, seguida en este momento por EE.UU. en el cuadro de la Otan, es colonizar los Balcanes y balcanizar a Rusia.
VI. La cesación de pagos rusa de agosto de 1998 fue un punto de viraje tanto para la política imperialista occidental como para la política de la élite gobernante rusa.
La primera tomó un rumbo más agresivo, siguiendo el delirio geopolítico de Brzezinski de imponer un control Euro-Atlántico sobre lo que aquél llama los "Balcanes euro-asiáticos", que incluyen no sólo al Cáucaso sino a toda la vieja Unión Soviética.
La segunda trató de capitalizar políticamente el impacto que la prim era embestida agresiva del imperialismo tuvo en el Este, en Rusia y hasta en China. La élite rusa, acomodada en el Kremlin, comenzó a jugar la carta del nacionalismo, procurando explotar en beneficio propio los temores reales y los sentimientos antiimperialistas de las masas populares, que ven en la guerra de Kosovo de la Otan el inicio de una nueva Operación Barbarroja.
Este aparente giro en la postura política, fingiendo luchar para restablecer a Rusia como potencia mundial, alcanzó un clímax con la llegada de Putin al poder y con la nueva guerra en Chechenia.
La base económica de esto está en los cambios que siguieron a la cesación de pagos de agosto de 1998: la devaluación del rublo, el proteccionismo y el tímido resurgimiento de algunas industrias nacionales, el nuevo crecimiento de la industria militar, hasta cierto punto un giro hacia una proto-planificación, particularmente bajo Primakov, para enfrentar las necesidades inmediatas y urgentes, que ayudaron a generar una estabilización relativa y frágil del nivel de vida. El grupo social gobernante, que no es otro que la vieja casta burocrática, se asustó después de la debacle de la planificación burocrática y de su abandono final, en 1991, al ver en 1998, el naufragio de su giro restauracionista hacia el mercado. Tuvo que realizar un nuevo giro, y reaccionó, como de costumbre, empíricamente, con una mezcla pragmática de los viejos y nuevos métodos.
Ideológicamente, el campo fue preparado para Putin por la sistemática línea nacionalista del llamado principal partido de oposición, el stalino-chauvinista PCFR de Guenadi Ziouganov. El nuevo realineamiento interno de la élite gobernante del Kremlin bajo Putin encontró un cuadro ideológico programático ya preparado por los ideólogos de Ziouganov. Por lo tanto, las fuerzas que apoyaban a Putin, incluyendo al oligarca Berezovsky en el Nyezavissimaya Gazeta (16), no encontraron dificultades en rehabilitar a Stalin y hasta compararlo con Pedro el Grande y … ¡Alexander Pushkin!
El propio Putin, exhibiendo sus credenciales de la KGB (!), cuando él pidió que Occidente aceptase a Rusia como miembro… de la Otan, recordó a todos que el primero en hacer un pedido tan extraño fue nada menos que ¡Iossif Vissarionovitch Stalin!
Nuevos tiempos requieren nuevas consignas, dice un antiguo refrán. En el momento actual, la consigna "¡Za Rodinou! ¡Za Stalinou!", "¡Por la madre patria, por Stalin!", es lanzado por la misma gente que por más de una década denunció al stalinismo sólo para atacar al comunismo. Ahora, quieren continuar el ataque al comunismo y al legado de la Revolución de Octubre, refiriéndose a esa figura gran-rusa, el georgiano Djugashvili…
En los viejos tiempos, la consigna "¡Por la madre patria, por Stalin!" fue usada genuinamente por los millones que luchaban contra los ejércitos de Hitler durante la Operación Barbarroja. La misma consigna es lanzada ahora para promover una especie de Operación Barbarroja Nº 2: la restauración capitalista, que es el objetivo estratégico del imperialismo.
Putin y sus socios agregaron algo vital a la vieja consigna de la guerra. Ahora se dice: "¡Za Rodinou!, ¡Za Stalinou, ¡Za Rinokou!" *"¡Por la madre patria, por Stalin, por el mercado!"…
La contradicción interna del régimen de Putin es precisamente ésa: por un lado, juega con la carta del nacionalismo y la política de gran potencia, fingiendo luchar contra la arrogancia y los esquemas de recolonización del occidente imperialista, para devolver al país el antiguo status de la Unión Soviética; y por otro lado, tiene que avanzar todavía más resueltamente hacia las llamadas "reformas de mercado" *una segunda terapia de shock cuyo objetivo es la privatización de la tierra, la abolición de los subsidios de los servicios sociales, etc. German Gref, jefe de la usina de ideas de Putin, el Centro de Estudios Estratégicos; Andrei Illarionov, miembro del equipo de Gaidar y ahora consejero económico personal de Putin; y hasta el primer ministro Mikhail Kasyanov, recomendaron una nueva ronda de terapia de shock, esta vez bajo la forma de una "liberalización acompañada de la nacionalización de industrias claves, reforzada con servicios de seguridad más fuertes". No fue por casualidad que el nuevo equipo del Kremlin invitó a comienzos de mayo de 2000, a antiguos oficiales del régimen de Pinochet, en Chile, y de Nueva Zelanda, para dirigirse a los oficiales rusos sobre la "reforma de la economía"…
Esta vez, la terapia de shock no será administrada en nombre de la democracia, del anti-stalinismo y del mercado, sino en nombre de la madre patria, del stalinismo y del mercado.
Por este motivo, en el próximo período, después del shock y la pérdida de ilusiones en Putin, la clase obrera, y principalmente sus elementos de vanguardia, pueden y deben reunirse políticamente en un partido obrero revolucionario, el que será al mismo tiempo verdaderamente internacionalista, genuinamente comunista y anti-stalinista. La nostalgia por Stalin y el stalinismo durante los últimos diez años, como una primera reacción empírica a la devastación del proceso de restauración capitalista realizado bajo la bandera del anti-stalinismo; ahora la utilización de esa nostalgia por Putin para esparcir ilusiones sobre la remodelación del régimen, se verificará en la vida real y será disipada. Nuevamente será planteada la cuestión no resuelta de la historia y de la verdad histórica, tan cínicamente usada y desacreditada por la Perestroika de Gorbachov. Sólo el anti-stalinismo bolchevique, y toda la tradición revolucionaria comenzando con la Oposición de Izquierda soviética en los años 20, puede realmente enfrentar de modo comunista la catástrofe creada por el giro hacia el mercado y por el desastroso legado stalinista.
Fue, en primer lugar, el "giro hacia el mercado" de la nomenclatura gobernante del PCUS stalinista, las "reformas para avanzar en dirección a una economía de mercado"; esto es, el proceso contrarevolucionario de la restauración capitalista, la fuerza centrífuga todopoderosa para la disolución de la URSS, que ahora favorece también la desintegración de la Federación rusa.
Sólo el reemplazo revolucionario de la primacia del mercado por la revolución socialista de Octubre y el establecimiento de una economía planificada podían superar la centralización burocrático-militar de la Rusia zarista, que bajo el impacto de las contradicciones de la época imperialista y de la primera guerra imperialista estaba colapsando: la única alternativa para la Unión Soviética, si venciese la contrarrevolución, como señaló Trotsky, es el desmembramiento de Rusia y su retroceso a la condición de una semicolonia de las potencias imperialistas occidentales.
Eso es lo que comienza a ocurrir ahora; sólo un revivir de la Revolución Socialista en la tierra en la que fue victoriosa por primera vez, puede tanto salvar la integridad de Rusia como asegurar los derechos nacionales de todos los pueblos y nacionalidades soviéticas.
VII. El régimen de Putin, en tanto régimen de fuerzas restauracionistas, unió a neoliberales como Chubais y a oligarcas como Berezovsky, candidateándose para ser… miembro de la Otan! Un régimen ligado por miles de lazos y eslabones al capital financiero internacional, ni siquiera podía jugar la carta nacionalista por mucho tiempo. La contradicción entre una postura aparentemente dura con relación a Occidente y una estrategia restauracionista pro-mercado que lleva inevitablemente a la subordinación al Occidente imperialista, hace de este régimen, a pesar de sus promesas, inclusive aquella de volverse una dictadura de la ley, un régimen débil.
Ser al mismo tiempo pro y contra Occidente, pro y contra las reformas liberales, pro y contra los oligarcas, etc., expresa una vacilación entre fuerzas e intereses sociales conflictivos, en las condiciones de una prolongada crisis social, sobre la base de lo cual crece una forma peculiar de bonapartismo.
Trotsky resaltó que el Estado no es un cuerpo muerto y estático de instituciones estables, sino que refleja y personifica "una relación de fuerzas sociales conflictiva" que determina históricamente su forma política. Desde este ventajoso punto de vista analizó las conflictivas tendencias obreras y burguesas en el Estado soviético y, previamente, el papel peculiar del Estado zarista.
La burocracia estatal no disminuyó en tamaño después del colapso del stalinismo en 1991; por el contrario, hubo tanto un considerable crecimiento de la burocracia como de todas sus conexiones con la mafia que controla recursos específicos y redes de distribución. El crecimiento del aparato burocrático del Estado significa mayor succión de un disminuido producto social excedente, sobre una clase obrera que todavía no vende su fuerza de trabajo como mercancía y que todavía mantiene algún grado de control sobre el proceso de trabajo. El paternalismo administrativo burocrático durante la última década, la conservación de muchos de los servicios sociales del pasado, el control de la tasa de desempleo para prevenir una explosión social que podría producirse por el atraso incluso del pago de salarios y pensiones; además, por supuesto, de la genuina desconfianza de los trabajadores hacia el sistema político; todos estos son factores que hasta ahora evitaron en cierta medida mayores enfrentamientos sociales y mantuvieron bajo control el surgimiento de una lucha políticamente independiente de la clase obrera, de un lucha como clase para sí.
Por un lado, hasta cierto punto, el viejo grupo social gobernante, la casta burocrática, no podría transformarse en clase gobernante, a través de la explotación del trabajo excedente en la forma de plusvalía. El complejo burocracia estatal-mafia, con su banda de oligarcas, consciente de su debilidad, trató hasta ahora de posponer un enfrentamiento mayor con la clase trabajadora, por ejemplo, promoviendo la formación de un mercado laboral a través del cierre masivo de empresas obsoletas y no competitivas en el mercado mundial y de la creación de una masa de desempleados de más de 50 millones de individuos. Por otro lado, la clase trabajadora es todavía políticamente débil y está, en cierto grado, atomizada.
El crecimiento del Estado post-soviético resulta de la crisis de una transición histórica prolongada, en la cual los campos antagónicos todavía no pueden ofrecer una solución. Sometida a las poderosas presiones occidentales, derivadas de la peor crisis capitalista mundial y de una crisis social interna irresuelta, el Estado crece por sobre la sociedad. Después del fracaso de las reformas asociadas al régimen de Yeltsin, la promesa de Putin de un Estado fuerte capaz de enfrentar a Occidente y reglamentar el caos interno crea expectativas e ilusiones.
Es interesante notar cómo algunos analistas de los servicios de inteligencia occidentales ven este fenómeno. En junio de 2000, Stratfor escribió: "Ahora comienza el verdadero test para Putin. Conseguir que los oligarcas se desprendan de sus inmensas riquezas secuestradas en el extranjero es crítico para el futuro de Rusia (…). Putin declaró, él mismo, ser un Kerensky, el revolucionario que no quiso ir demasiado lejos. Kerensky fracasó y de la nada surgió Lenin, el revolucionario sin límites. En nuestra opinión, la situación en Rusia es muy crítica. Putin está tratando de controlar la situación como puede. No somos optimistas. Sin embargo, Putin ofrece hoy la zanahoria. Si demuestra que también puede esgrimir el garrote, podría salvar lo poco que queda de las reformas post-comunistas. Caso contrario, Rusia entrará en una situación revolucionaria".
Esta declaración es notable. Muestra que en Occidente existe la conciencia de que Putin representa un bonapartismo del tipo de Kerensky. Ellos no se oponen al autoritarismo bonapartista; por el contrario, esperan que él "use el garrote para salvar lo poco que quedó de las reformas post-comunistas". Lo que temen es que su fracaso dé lugar a una situación revolucionaria en Rusia, con revolucionarios sin límites y venidos de la nada, como Lenin…
Como escribió Jacob Heilbrunn, el columnista de Suddeutsche Zeitung: "La Unión Soviética decidida a hacer la revolución mundial, era de hecho un enemigo mortal para Occidente (tomando prestada la frase de Solzhenitsyn); Rusia, persiguiendo sus intereses nacionales limitados en Chechenia, no importa con cuánta violencia, no lo es" (17). Lo que preocupa a Occidente no es tanto el "nuevo nacionalismo" del Kremlin sino el peligro de que pierda el control y que resurja la revolución en la tierra de Lenin. Es este temor lo que lleva a la Otan al Este, para colonizar los Balcanes, balcanizar a Rusia, y acabar con el peligro de una vez por todas.
VIII. No hay duda que el imperialismo amenaza a los Balcanes y a Rusia con una catástrofe que superaría todas las tragedias ya conocidas de nuestra región. Crea nuevos instrumentos, la nueva Otan, y utiliza todos los viejos instrumentos, particularmente a las burocracias locales, a los sepultureros del socialismo transformados en pioneros de la restauración capitalista, que ahora como ya sucedió en el pasado se visten con la anticuada bandera del nacionalismo.
Pero la catástrofe que nos amenaza puede y debe ser evitada por la movilización de la única fuerza social que está en condiciones de dar una salida progresiva a la crisis: la clase trabajadora.
Todos los revolucionarios de vanguardia, trabajadores e intelectuales, deben unirse y luchar para fomentar y desarrollar el movimiento de la clase trabajadora, que está renaciendo, como lo demostraron las luchas de Vyvorg y Tula. Tiene que establecerse una coordinación de la lucha no sólo en la región sino a nivel nacional (e internacional). Sobre todo, precisamos un programa político que dé solución a la crisis: tenemos que derrotar toda tentativa de una segunda terapia de choque y todas las desastrosas reformas llamadas pro-mercado; expropiar toda la riqueza robada por los oligarcas y la burocracia, riqueza producida y perteneciente al pueblo soviético: renacionalizar las empresas del Estado privatizadas; restablecer el monopolio estatal del comercio externo; elaborar un Plan de Emergencia para la economía acorde a las necesidades sociales, por un congreso de delegados electos por todos los coletivos obreros.
En última instancia, se plantea nuevamente la cuestión del poder del Estado: la clase trabajadora tiene que organizarse, construir su propio partido independiente de la burocracia y de todos los partidos políticos revolucionarios charlatanes; formar nuevos soviets y derribar a los restauracionistas en el poder; revivir el poder soviético y una nueva y voluntaria Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Por sobre todo, no debemos olvidar que en este período de internacionalización avanzada de la vida socioeconómica y política, de globalización capitalista, el imperialismo capitalista interviene globalmente, con una organización y estrategia internacionales. La clase trabajadora necesita una estrategia internacional y una organización propias para resisti r el ataque, para organizar la contraofensiva revolucionaria, para vencer. El internacionalismo no es sólo un principio, es la única salida ante la barbarie.
Sobre esta base, revolucionarios de muchos países y continentes tomaron ya la iniciativa y luchan por una Internacional revolucionaria de los trabajadores. La quinta reunión de este movimiento tuvo lugar recientemente, a fines de mayo de 2000, en Buenos Aires, Argentina. Para nosotros, esta Internacional de los trabajadores de todo el mundo no puede ser construida sin sacar todas las lecciones históricas de las revoluciones del pasado, principalmente de la gran Revolución Socialista de Octubre de 1917, de sus luchas y conquistas heroicas, de sus tragedias, del stalinismo, y de los bolcheviques como Trotsky, fundador del Ejército Rojo y de la Cuarta Internacional, que combatió hasta la muerte las traiciones de la burocracia en el poder contra la revolución mundial y la Unión Soviética. No podemos tener una Internacional que sufra una amnesia histórica fatal, una Internacional lobotomizada. No debemos y no podemos aceptar que nuestra tradición revolucionaria sea difamada por burócratas o confiscada por demócratas pequeñoburgueses. Por todos esos motivos y más, luchamos por la refundación de la IV Internacional.
Sobre esta base y perspectiva es que se fundó el Centro Socialista "Christian Rakovsky", por la Primera Conferencia Socialista Balcánica Anti-Otan, en Atenas, en enero de 2000. La formación de un centro internacional de actividad por marxistas de todos los países balcánicos y Rusia fue nuestra primera respuesta al desafío de la guerra de Kosovo. Ahora estamos preparando nuestra intervención en Praga, en septiembre de 2000, participando de las manifestaciones programadas por toda Europa contra la cumbre del FMI/Banco Mundial. Lucharemos contra el FMI y la Otan como instrumentos de la barbarie en nuestra región, contraponiéndoles internacionalmente la unificación socialista de los Balcanes y de Europa contra la tiranía del capital europeo y americano. Será un paso más en la construcción de una Internacional revolucionaria de los trabajadores de todos los países.
Solamente por ese camino de lucha internacional, por el socialismo, es que la catástrofe que nos amenaza puede ser enfrentada y derrotada.
Atenas, 15 de junio de 2000
(*) Conferencia Internacional sobre "Los problemas de Rusia en la era de la globalización", organizada por el diario Alternativi, Museu V. V. Mayakovsky, Moscú, 19 de junio de 2000.
NOTAS:
1. Gitana [Nota del Traductor].
2. Stratfor. "Kosovo: One Year Later", 17 de marzo de 2000
3. Cf. "Otan, Globalización y Guerra", Belgrado 1999; "Barbarie y Socialismo después de Kosovo", Conferencia 2000 de Estudiosos del Socialismo, Nueva York; etc.
4. Informe sobre la Crisis Económica Mundial y las Nuevas Tareas de la Internacional Comunista, 23 de junio, 1921; ver: Los Primeros Cinco Años de la Internacional Comunista, New Park Publications, 1973, vol. 1, pág. 226.
5. Op. Cit.
6. Op. Cit.
7. Ver L. Trotsky, Europa y América.
8. The Economy: Rusia Turns Back, 10 de octubre de 1999.
9. En el Seminario Internacional sobre "Economía y Democracia", organizado por la Facultad de Economía de la Universidad Estatal de Moscú y por el Prof. A. V. Buzgalin, del 9 al 12 de diciembre de 1991. Ver las actas "Economía y Democracia", Moscú, 1992, pág. 68/76.
10. Stratfor. "U.S. Loses Influence Over Caspian Basin Oil", 23 de marzo de 2000.
11. Foreign Affairs, marzo/abril 2000, págs. 21/22.
12. Ver L. Oviedo. "La restauración en Rusia y la banca internacional", En Defensa del Marxismo, Buenos Aires, marzo/abril 2000, Nº 26, pág. 49.
13. Stratfor. "Rusia 2000: The Economy", 10 de octubre de 1999.
14. L. S. Wolosky. "Putins Plutocrat Problem", Foreign Affairs, op. cit., pág. 31.
15. Ver Savas Michael-Matsas. "Globalización como Transición al Socialismo", Simposio Internacional: Socialismo y el Siglo XXI, Wuhan, China, 18 a 21 de octubre 1999. Publicado en En Defensa del Marxismo Nº 26, marzo/abril de 2000.
16. Ver Vitaly Tretyakov, editor en jefe, "Stalin-Our One and All, Russian reformism as a Dictatorship", 22 de diciembre de 1999.
17. The Times Literary Supplement , Nº 5.071, 9 de junio de 2000, pág. 6.