En la "zona republicana" y particularmente en Cataluña y Aragón, las colectivizaciones constituyen, para mí, el fenómeno más importante en la trama de los acontecimientos revolucionarios de ese período1. Las colectivizaciones, violentamente calumniadas por sus adversarios, con los comunistas a la cabeza, prácticamente ignoradas durante mucho tiempo por los historiadores, o incluso idealizadas por la mayoría de los comentaristas anarquistas, constituyen una realidad contradictoria en la que aparece, más claramente que en el terreno "militar" o "político", lo que está en juego en la lucha en curso. Lo que se ataca acá es todo el orden social; con la transformación de las relaciones de producción, toda la vida económica está conmocionada, toda la pirámide jerárquica de la sociedad se derrumba. No sólo los principios "sacrosantos" de la propiedad privada, sino además aquellos juzgados como sacrosantos por los partidos llamados de "vanguardia" que justifican la división entre dirigentes y ejecutores, los que son felizmente arrasados.
Pero veremos cómo, a lo largo de su experiencia, los trabajadores tendrán que luchar y cómo no hacerlo luchar eficazmente no solamente contra las dificultades inherentes, por ejemplo, a la guerra; no sólo, contra los adversarios declarados de las colectivizaciones, sino también contra los nuevos obstáculos surgidos de la propia experiencia.
La primera comprobación que se impone es el carácter espontáneo de laa experiencias de colectivización. Es sin duda el movimiento masivo y espontáneo de las colectivizaciones sobre el que se basa mi afirmación sobre la importancia del "movimiento autónomo" de las masas obreras en Cataluña, que si no sería simple habladuría "ultraizquierdista".
Efectivamente, los comités dirigentes de la CNT-FAI lanzaron el 18 de julio, la consigna de huelga general revolucionaria para enfrentar el levantamiento militar en Africa del Norte. "El 28 del mismo mes exactamente, los mismos comités dieron la orden pura y simple de retomar el trabajo2." Ahora bien, desde el 21 de julio, se producen las primeras incautaciones (tomas). El movimiento comienza en los servicios públicos. Ese mismo día, los ferroviarios catalanes colectivizan los ferrocarriles. El 25 los transportes urbanos. El 26, la electricidad, y continúan con otros.
"Hasta los primeros días de agosto, la CNT no se ocupa, de manera oficial y organizada de canalizar las colectivizaciones3". La primera reacción oficial es por otra parte restringida: los dirigentes de la CNT intervienen para que no se colectivicen las empresas extranjeras, como lo reclamaban a gritos los consulados.
En un gran movimiento entusiasta, los trabajadores, sobrepasan a sus "tutores", y se lanzaron a la colectivización de las industrias, transportes públicos, servicios públicos, comercios y salas e industrias del espectáculo, cafés, hoteles, peluquerías, etc.! Desde un comienzo las colectivizaciones constituyeron en cada momento casos particulares, pero se puede, sin embargo, clasificarlas en tres sectores principales (hablaré de la agricultura más adelante):
1. Las empresas en donde el propietario queda teóricamente en su lugar, pero en donde los trabajadores eligen un Comité de control obrero, cuyos poderes, por lo menos al principio, son tanto reales como extensos (se trata sobre todo de empresas extranjeras)
2. Las empresas en donde el patrón es pura y simplemente reemplazado por un Comité electo.
3. Las empresas socializadas.
La diferencia fundamental entre las empresas colectivizadas y las socializadas es que estas últimas agrupan a todas las empresas de una misma rama de la actividad. El mejor ejemplo es, indudablemente, la industria maderera, que bajo la tutela del sindicato maderero (CNT) unificó todas las actividades en relación a la madera, desde el corte de los árboles hasta la venta, reorganizando por completo talleres y comercios. Las empresas socializadas constituyen sin embargo una minoría. Las empresas colectivizadas se desconocen unas a otras, incluidas las del mismo sector industrial, ya sea textil o metalúrgica.
Estas colectivizaciones fueron ampliamente expandidas en toda Cataluña en donde más del 70% de las empresas industriales y comerciales fueron incautadas por sus trabajadores, unos días después del alzamiento militar del 19 de julio. En algunas ciudades chicas o pueblos- de la provincia catalana, especialmente en Aragón, se realizaron fórmulas originales en donde se unificaban colectivizaciones agrícolas e industriales, en el seno de una comuna libertaria.
Los protagonistas de esta ola anti capitalista fueron sin duda alguna los trabajadores anarquistas y anarco sindicalistas de la CNT. Ciertamente, ellos no obedecieron ninguna consigna venida "de arriba" , ya que sus dirigentes se quedaron mudos sobre este tema, muy ocupados en "hacer política" (y también en organizar la guerra). Pero esto no les ocasionó ningún problema grave de conciencia, pues aplicaban tan sólo las ideas libertarias, en particular, las del reciente congreso de Zaragoza. Se separaron de sus dirigentes sobre el punto de que decidieron que era el momento de poner en práctica esas ideas, mientras que sus líderes decidían por su parte que hacía falta sacrificar el "programa del comunismo libertario" en el altar de la unidad antifascista.
Hay que destacar que las colectivizaciones fueron objetivamente favorecidas por la fuga al extranjero o al campo franquista de una cantidad de patrones, gerentes o directores de empresas. En su libro Por qué perdimos la guerra Diego Abad de Santillán revela que en el curso de los 15 días que precedieron al levantamiento franquista, 90 millones de pesetas fueron retiradas de los bancos catalanes. Por supuesto, los capitalistas no iban a huir con las manos vacías. Los patrones que quedaron, que no fueron "eliminados de la esfera social" y que aceptaron el nuevo régimen, encontraron trabajo en su antigua fábrica, en función de su calificación profesional (se estima en un 10%). Fueron ingenieros, o contadores, o agentes comerciales, o simples operadores. Sus salarios eran los mismos que los de los demás empleados que ejercían las mismas funciones. Daniel Guerín no se equivoca cuando señala que los trabajadores catalanes tuvieron suerte, con respecto a otras experiencias del mismo tipo, de haber contado con la colaboración de una cantidad relativamente importante de ingenieros y de técnicos. "Durante más de cuatro meses, las empresas de Barcelona, en las que flameaba la bandera roja y negra de la CNT fueron administrada por los trabajadores agrupados en comités revolucionarios4."
No obstante, en algunos sectores industriales, aparecieron rápidamente, serias dificultades dificultades originadas, entre otras, en la falta de materias primas y en la reducción de salidas, consecuencia de la guerra.
"La situación no es tan buena en la industria textil, [importante en Cataluña en esa época CS-M]: por falta de materias primas no se trabaja más que 2 a 3 días por semana en muchas fábricas, pero los salarios son por 4 días. La prolongación de esta situación debilita a esas empresas. El ingreso de los obreros que cobran el salario de 4 días es insuficiente. No es consecuencia de la colectivización sino de la guerra. La industria textil de Cataluña ha perdido su principal salida. Una parte de Andalucía, Extremadura, Castilla la Vieja y todo el norte de España, con la populosa e industrial región de Asturias que se encuentra en mano de los facistas"5.
Lo que el autor no dice es que el gobierno catalán encargaba en el extranjero las telas para los uniformes del nuevo ejército: tal era su desconfianza hacia las colectivizaciones. La situación mejora a comienzos de 1937, la industria textil catalana trabajaba en ese momento para el ejército republicano.
Sin embargo, los trabajadores cometieron varios errores graves. Uno fue no tocar los Bancos, cayendo en el error de sus ilustres antecesores de la Comuna de Paris. Fue la "Generalitat [el gobierno Catalán-N de T] quien estableció el control sobre todos los Bancos catalanes. Esto le trajo inconvenientes con el Banco de España y por ende con el Gobierno central, como lo veremos más adelante, pero al mismo tiempo le permitió ejercer una presión muy eficaz hacia las empresas colectivizadas que tenían dificultades financieras, o simplemente problemas de caja.
Las tomas
El 27 de julio, los empleados de las agencias marítimas, adheridos a la UGT, se presentan en sus oficinas y proceden a la toma de la Compañía Transatlántica. Lo mismo pasó en las Compañías Mediterráneas, Ibarra, Ramos, etc. Esta toma constituye prácticamente el único ejemplo en el cual la UGT toma la iniciativa con respecto a la CNT. Recordemos que la UGT, organización esquelética en Cataluña, tenía sin embargo algunas secciones entre los empelados administrativos, funcionarios y demás proletarios "de corbata". De todos modos, la CNT participó desde un comienzo en el Comité Central de Control de la Compañía Transatlántica, compuesta de: 3 miembros de la CNT, 3 de la UGT y dos delegados gubernamentales, uno por el la Generalitat y el otro por el gobierno central.
La flota de esta Compañía era de cien mil toneladas. La primera medida del Comité Central que dirigía la actividad de los comités de barcos, comercios, oficinas, etc., fue destituir al administrador gerente, a su adjunto y a la mayoría de los responsables de la anterior dirección. Se suspendió el pago a los accionistas.
En Barcelona los servicios públicos de transportes, tranvías, subterráneos y autobuses, formaban una única empresa privada. Desde el 19 de julio, el Sindicato Único del transporte decidió la toma. La empresa fue dividida en tres sectores: tranvías, subtes y buses. A la cabeza de cada rama, se eligió un comité. La generalitat, también en este caso, nombró a un delegado, pero su rol, al menos al principio, sólo fue simbólico. La estructura organizativa creada por la sección de los tranvías sirvió de modelo para las otras secciones. Se eligió un Comité de fábrica formado por un delegado de cada rama o sección e trabajo. Cada sección tiene su comité, que organiza su trabajo en coordinación con el Comité de empresa. Unas de las medidas más importantes fue la equiparación de los salarios. Los ingenieros y técnicos que continuaban en su trabajo, por ejemplo, sufrieron una rebaja de sus sueldos, mientras que se aumentaron los salarios más bajos. Se reorganizó el trabajo, se suprimieron los puestos burocráticos, considerados inútiles. De julio de 1936 hasta el fin de la guerra los servicios de transportes urbanos de Barcelona, en manos de los trabajadores, funcionaron mejor que antes, según muchos testimonios..
Todas las redes catalanas del ferrocarril fueron colectivizadas por los ferroviarios organizados en Comités Revolucionaros de estaciones, depósitos, etc. Se les comunicó a los ex jefes de sectores que estaban licenciados. Algunos volvieron pero ya no en calidad de directores papel asumido por los comités sino en calidad de técnicos.
En Cataluña, el servicio telefónico era propiedad privada de un pulpo norteamericano. Siguiendo las órdenes de la Generalitat y de sus propios dirigentes, los sindicatos telefónicos no colectivizaron esa empresa sino que instauraron un severo control obrero, dirigido por los comités de CNT-UGT, en cada central, en toda Cataluña. Los patrones norteamericanos o sus representantes españoles sólo se ocupaban de verificar los ingresos y los egresos de su negocio. Se les impuso, entre otras cosas, el despido de los directores y jefes considerados inútiles y de paga muy alta.
Sería muy largo de enumerar la lista de las colectivizaciones. Antes de estudiar con detenimiento algunos casos concretos, señalemos que la ola colectivizadora invadió casi toda la actividad productiva de Cataluña incluidas las peluquerías: los peluqueros sindicalizados echaron a sus patrones y administraron ellos mismos sus salones de belleza, suprimieron las propinas e impusieron precios únicos. En algunos cafés y hoteles pasó lo mismo. Los comunistas, para demostrar la "locura colectivizadora" de los anarquistas, decían que los famosos burdeles del no menos famoso barrio chino de Barcelona fueron también colectivizado. Pero no hemos encontrado ninguna huella de esta interesante iniciativa en los documentos y libros que tratan este tema.
Por el contrario, existe una documentación importante sobre las colectivizaciones realizadas por el sindicato del espectáculo-CNT. Toda la actividad teatral, cinematográfica, ballets, music-hall, efectivamente fue colectivizada. Productores, patrones y demás propietarios fueron licenciados y el sindicato administró directamente todas las actividades del espectáculo, ocupándose tanto de los programas como de los cachets de los artistas, del precio de las entradas, etc.
El sindicato maderero
El sindicato de la Madera realizó, como dije anteriormente, la "socialización" de dicha industria. Es lo que la CNT entendía entonces por socialización: la unificación de todas las empresas y actividades de una rama industrial en el seno de una única entidad socializada, directamente administrada por el sindicato correspondiente. El sindicato y no sólo el de los madereros, por supuesto cambia de "naturaleza". De organismo de "lucha revolucionaria y económica del proletariado" lo que era realmente en buen a medida, la CNT antes de 1936, se convierte en organizador y dirección de ramas importantes de la economía una vez que los "expropiadores fueron expropiados". En la Cataluña revolucionaria, el sindicato (CNT) va a jugar un papel prácticamente único en la historia del movimiento obrero internacional: en pocos días, se va a convertir en la primera fuerza política del país jugando un rol determinante desde el Comité Central de las milicias hasta el más pequeño comité revolucionario de barrio, la fuerza militar más importante, aunque más no sea por la cantidad de milicianos y al mismo tiempo el elemento primordial de la economía catalana, cuyas tres cuartas partes había sido colectivizada por los trabajadores mismos.
Esta situación original va a dar nacimiento a toda una serie de problemas y de contradicciones. El primer y más evidente de todos es el surgimiento rápidamente liquidado por la derrota de una burocracia obrera.
El 6 de octubre de 1936, el sindicato único maderero (CNT), publica un informe sobre su actividad que comienza así:
"Queremos todo: Decíamos ya en otro artículo que debemos tomar todo, transformar todo lo que existe, que hay que liquidar los hogares de infección. Debemos dar una impresión de estabilidad reconociendo que ha llegado la última hora para el régimen burgués.
Debemos resucitar la confianza entre los trabajadores. Debemos decirles y les decimos: Obreros de la madera, los patrones no existen más y para que sean conscientes, presentamos este balance. Los patrones carpinteros refugiados en las "trabucadas" de Fomento6, no existen más y en su lugar el sindicato de la madera ha instalado una de sus oficinas. La canallada ebanista que tenía su sede en la Escuela de Artes y Oficios, está hoy completamente desorganizada, destruida, no existe más y el local y los archivos están bajo nuestra custodia. La patronal embaladora y tapicera también ha desaparecido. Locales y documentos están en nuestra posesión. Queremos todo y tenemos el deber de imponernos y nos imponemos como sector revolucionario. Los pequeños patrones, los reagrupamos en grandes talleres. Una vez obtenido esto, controlamos toda la producción. Creamos nuestros talleres confederados, debemos impulsar nuestras actividades. Queremos y cuando lo decimos es porque estamos seguros de lograrlo a corto plazo controlar toda la producción. Todos los trabajos deben hacerse por intermedio del sindicato. Ya que fueron organismos de lucha contra el capital, hoy son ellos los que deben administrar la producción7."
Igual vivacidad de tono lo vemos en el texto publicado el 25 de diciembre de 1936, en el Boletín CNT-FAI, pero esta vez no está dirigido sólo contra los patrones, y dice:
"En lugar de proceder a verdaderas tomas, en lugar de dar plena satisfacción a las exigencias del pueblo, se obliga a los patrones a pagar el salario semanal, se aumentan los salarios y se reducen las horas de trabajo. ¡Y esto en plena guerra!
La generalitat ha tomado todos los valores, se acepta el préstamo sobre inventarios imaginarios y se prestan sumas fabulosas, de lo que se arrepentirán cuando, balance hecho, se podrá demostrar la cantidad de millones que se gastaron por nada y cuánto esta sangría ha perjudicado a la economía.
Se creó una enorme cantidad de burócratas parásitos [subrayado mío CS-M] que el sindicato maderero ha intentado reducir en las actividades que él controla. Hay demasiados comités de control que no producen y esto es intolerable (…)."
En el sindicato de Bois, con un agudo sentido de nuestras responsabilidades, dándonos cuenta de las exigencias del momento, quisimos no solo seguir la marcha de la revolución, sino canalizar, teniendo en cuenta nuestra economía, la economía del pueblo.
Es así que recogimos a los pequeños propietarios, esos pequeños propietarios arruinados, sin medios de subsistencia propios; estamos cargados con pequeños talleres microscópicos con un número insignificante de obreros, sin preguntarles cual era su sindicato, no viendo en ellos más que trabajadores cuya inactividad perjudicaba a la economía. Pues bien, de estos minusculos talleres, sólo con nuestros recursos y las cotizaciones de los trabajadores, hemos organizado talleres confederados de docientos y más trabajadores como no hubo nunca tan grandes en Barcelona y solo algunos en toda España.
Cuando se dio cuenta de la incomprensión y del sabotaje que esta reorganización de la industria maderera levantó en todos los medios, se quejaron de la actitud de los comités de control gubernamentales con respecto a ellos. Estos les vendían las materias primas que necesitaban a precios exorbitantes. "Es pagando las deudas, continúa el texto, su vencimiento y cualquiera su monto" cosa que nadie debía estar haciendo en Cataluña que comenzaron a ser tomados en serio.
Esto demuestra que no alcanza con algunas declaraciones de intención para eliminar el espíritu mercantil de las relaciones sociales. El texto termina así:
"Hay un malentendido cuando se afirma que no aceptamos el decreto de colectivización. Por el contrario, lo aceptamos, pero en la práctica le damos una interpretación diferente. Lo que para algunos es fácil y lógico es hacer esta especie de colectivizaciones que no son más que cooperativas, en las que únicamente las industrias prósperas pueden continuar existiendo. Mientras que las demás, las que están en dificultades, están abandonadas a su suerte. Esto desemboca en la creación de dos clases: los nuevos ricos y los pobres de siempre. Una desigualdad que no se puede administrar de ninguna manera.
Nosotros aceptamos la colectivización de todas las industrias, pero con una caja común y única para lograr una división equitativa. Lo que no aceptamos es que haya colectividades pobres y otras ricas. Este es el verdadero problema de la colectivización: o bien se colectivizan todas las ramas de la producción en general, o bien se deja la libertad de proceder con ensayos prácticos."8
El verdadero problema de las colectivizaciones es el planteado por la desigualdad provocada por toda clase de factores (falta de dinero, falta de salidas, de materias primas, etc.) entre las empresas colectivizadas que, en su inmensa mayoría, eran independientes, forman una entidad aislada, cada una actuando por si mismo.
El problema de la coordinazión entre las empresas colectivizadas fue rápidamente percibido por numerosos sectores de la CNT y no solamente por el sindicato de la madera. En octubre de 1936 se realiza en Barcelona un congreso sindical, que representa a 600 mil trabajadores, que tiene por objetivo la socialización (en el sentido que se indicó anteriormente) de la industria. Se tomaron una serie de medidas prácticas que tendían a agrupar a todas las empresas de una misma rama industrial, y a coordinar las actividades de diversas ramas, todo esto bajo el ojo y control de los sindicatos. Pero esas medidas, que apuntaban a responder a dificultades reales, nunca fueron aplicadas. Además, el decreto de Colectivización del 24 de octubre de 1936 propuso una organización diferente en la que, por supuesto, el Estado cepillaba en todo el aparato de los sindicatos y los comités.
Para luchar contra el problema de las colectividades "ricas" que se desinteresaban de la suerte de sus "hermanas pobres", todos, tanto la Generalitat como los sindicatos, multiplicaron las tareas administrativas y burocráticas, los organismos de control, etc. los burócratas parásitos denunciados por el sindicato maderero que no lograrán una verdadera planificación democrática, pero que sí harán proliferar los conflictos y abusos inherentes al funcionamiento obrero.
El sindicato maderero no parece haber logrado resolver el problema de la coordinación. Como lo hemos visto, se desembarazaron rápidamente de los patrones, agruparon en vastos talleres a los pequeños artesanos, ebanistas y otros, con los obreros carpinteros, etc. Talleres que se ocupaban también de la venta de los productos que ellos fabricaban. El pasaje de las empresas microscópicas y desparramadas a los talleres confederados en donde estaban agrupadas las diversas actividades de la industria de la madera, permitía una planificación de la producción, una reducción de la burocracia improductiva y una equiparación de los sueldos de los trabajadores medida que encontramos en la mayoría de las experiencias de colectivización. Teóricamente, las condiciones parecen las requeridas para una verdadera gestión obrera de la producción. Pero el "gerente" es designado explícitamente, es el sindicato. Cuando en los textos del sindicato maderero se afirma que son los sindicatos los que deben hoy "administrar la producción", están en el camino exacto de la ortodoxia de la CNT. Como yo tengo una gran desconfianza hacia toda ortodoxia, me habría gustado ir más allá de las palabras y poder saber más concretamente lo que significaba la gestión sindical en la industria de la madera. Los documentos faltan o yo no los he sabido encontrar. Para mí, es evidente que no se puede confundir para nada sindicato maderero y trabajadores de esa industria. Tomemos un ejemplo banal: el sindicato puede tanto designar al secretario general y a los adjuntos como el conjunto de los trabajadores miembros de la CNT (o sea, la mayoría) que ejercen así democráticamente sus derechos y realizan real y colectivamente la gestión de la producción. En el primer caso, "en nombre del sindicato", los dirigentes de éste pueden imponer algunas medidas a los trabajadores, manipular las asambleas y los votos y en por último reconstruir el monopolio del saber y del poder en beneficio de la "dirección". Mecanismo conocido que yo resumo- que lleva a la jerarquización burocrática. En el segundo caso, hubiera sido interesante estudiar cómo se habría ejercido la democracia y la gestión obreras a través del sindicato y cuáles habrían sido las relaciones de la CNT con la minoría de la UGT y con los no sindicalizados al menos en las primeras semanas, pues la afiliación a un sindicato se volvió rápidamente, en la práctica, obligatoria. La ideología propia de la CNT constituye aquí un obstáculo para el análisis: ya que el sindicato es la forma superior de organización social y de democracia obrera, la gestión de una industria por medio del sindicato correspondiente, no puede ser más que eficaz y democrática! La palabra mágica de sindicato oculta entonces los conflictos que pudieran existir.
La industria textil
La industria textil es tradicionalmente una de las más importantes de Cataluña. Pero su estructura era, incluso para esa época, arcaica y los pequeños talleres, por ejemplo, pululaban.
Les detallo aspectos del balance oficial de la colectivización en las textiles, según el informe del Sindicato único de Barcelona, (CNT) publicado, sin fecha, en el folleto de la CNT La obra constructiva de la revolución española :
Una de las industrias más importantes de Cataluña, concentrada sobre todo en Sabadell y en Tarrasa, es la industria textil. El sindicato único controla, en Barcelona únicamente, 40.000 trabajadores de la CNT. El conjunto de los trabajadores controlados por las dos centrales sindicales suma 230 mil obreros, entre los cuales 170 mil pertenecen a nuestra confederación. Entre los trabajadores sindicalizados, 70% pertenecen a la CNT y 30% a la UGT.
Jornadas: Antes del movimiento, los trabajadores de la sección tintorería percibían un salario de 68 pesetas por semana. Hoy reciben 78,2 pesetas, o sea un aumento del 15%. El mismo salario reciben los trabajadores de la sección mantenimiento.
Tejeduría: Los trabajadores de esta subdivisión trabajaban por piezas y realizaban, antes del 19 de julio, semanas de 179 pesetas y hacían un promedio de 10 horas de trabajo por día. Hoy, ganan 135 pesetas por semana de 40 horas y trabajan por jornada.
Los obreros que trabajan por piezas en "Estándar" y recibían entre 60 y 70 pesetas, reciben hoy un salario fijo de 65 pesetas por semana.
Los salarios de los técnicos industriales pasaron de 250-350 pesetas a 200-250 pesetas por semana.
El de los encargados de servicio de 125 a 125-130 pesetas.
Parece que, de acuerdo a estas cifras, los salarios sufrieron una disminución. En realidad, hay una ventaja cierta para el obrero, ya que éste recibe un salario fijo y permanente, el trabajo por piezas ha desaparecido. Otro factor que debemos tener en cuenta es el de las horas de trabajo.
Antes del 19 de julio, los obreros trabajaban en "Algodón" y "Estándar"; para obtener los salarios mencionados más arriba debían hacer semanas de 80 horas; hoy en las fábricas en las que no se adoptó la jornada reducida (por falta de materias primas) se trabaja sólo 40 horas.
El coeficiente del salario horario es, entonces, por mucho, superior hoy, al que se daba en el régimen burgués [estos argumentos me parecen poco convincentes- CS M]
Milicias y frente: La cantidad de afiliados a la CNT, sección textil, que han abandonado el trabajo en las fábricas y los talleres controlados por nuestra confederación para ir al frente es muy elevada. Podemos decir que, en el actual momento, la mano de obra está muy reducida en esta rama de la industria. En la ciudad de Barcelona, 20 a 25 mil hombres afiliados a la CNT partieron al frente como voluntarios. Contamos con 3000 afiliados a la UGT. (…)
Donaciones para las víctimas del fascismo: El SUFT (Sindicato Único Fabril y Textil) aportó hasta la fecha al Comité por las víctimas del fascismo 2.500.000 pesetas. Debido a la disminución del trabajo, por falta de materias primas, las donaciones bajaron de 110.000 pesetas por semana a 55.000".9
Después de haber señalado que los trabajadores textiles cedían de un 5 a un 15% de sus sueldos, según el monto, al Comité de milicias para las necesidades de la guerra, el informe continúa describiendo la estructura organizacional de las empresas textiles colectivizadas. Lamentamos la falta de precisión en la fórmula "casi toda la industria textil está colectivizada en Cataluña", que no dice cuál era el porcentaje de la industria aun privada, ni las relaciones entre la industria colectivizada y los comités de control en la industria privada. Sin embargo, la segunda parte del informe comenzaba con: " Cuando hayan implantado la colectivización, los comités de control se convertirán en comités técnicos administrativos", lo que parece indicar que en el momento en que se redacta el informe (septiembre u octubre 1936, por las alusiones al Comité de milicias) la colectivización estaba lejos de haber terminado.
La estructura organizacional es la clásica desde el punto de vista de la CNT. Se trata de una pirámide de comités: Comité de empresa, Comité local de delegados de los comités de fábrica de la localidad, comité de zona, comité regional (para la CNT, Cataluña siempre fue una "región") y Comité nacional Textil. Los textos insisten en el aspecto democrático de las estructuras de organización, no sólo porque todos los comités son elegidos, sino también porque, en caso de conflicto, el recurso a la asamblea plenaria de trabajadores de una empresa o incluso de una localidad está decidido, y es esta asamblea la que cuenta y decide.
Sobre el papel: Pareciera haber una coordinación a través de los comités electos entre todas las empresas textiles catalanes, que permitía la lucha contra las desigualdades que he mencionado. El informe se limita a comprobar que debido al trabajo y a los salarios reducidos, los trabajadores de algunas empresas no podían aportar más que una cotización baja para las necesidades de la guerra. No se dice nada sobre las medidas que se toman para remediar este estado de cosas. ¿Dicha coordinación ha realmente sobrepasado el estadio de piadosos deseos? Por otra parte, no sabemos que es lo que subsistió una vez que el decreto sobre las colectivizaciones puso en pie otra estructura estatal-sindical.
Quisiéramos tener más información sobre el hecho de que cada comité, a su vez subdividido en cuatro o cinco departamentos podía nombrar "al personal técnico y burocrático (sic) necesario para el cumplimiento de sus funciones".
La industria metalúrgica
En la metalurgia, las cosas no son tampoco más simples. Se debe señalar, ante todo, que una cantidad de fábricas metalúrgicas de cierta importancia, era extranjera y entonces esas fábricas no fueron colectivizadas. Algunas como la Barret SA, que lo había sido, tuvo que dar marcha atrás y pasar de la colectivización al control obrero, por la intervención del consulado belga que hizo saber que el 80% del capital era belga. Obviamente, la metalurgia catalana se volvió si no toda, casi toda, una industria de guerra que se esforzó en ponerla bajo el control directo del Comité de milicias, primera y de la Generalitat luego, y del gobierno central finalmente, como veremos después. Sin embargo, la iniciativa obrera se desarrolló, acá también, un poco por todas partes. Citemos el ejemplo de la fábrica Hispano-Suiza:
"Los talleres de esta importante empresa son los que trabajan con mayor intensidad y en las ramas más diversas para el abastecimiento de las milicias obreras. Las organizaciones sindicales procedieron, desde los primeros momentos de la toma de la fábrica, a la organización de los trabajos bajo la dirección integral de los organismos creados por el proletariado, con el fin de adaptar la fabricación a las necesidades impuestas por la guerra civil. Nunca una modificación de los servicios fue tan completa y tan rápida transformando una producción de paz en producción de guerra. Los trabajos que salen de todos los establecimientos de la industria metalúrgica son para las necesidades de la guerra, al estar sometidos al control del Comité de milicias, éste funciona bajo la forma de un delegado directo especialmente nombrado para ello. El camarada que cumple dichas funciones tan complejas y delicadas es uno de los miembros más destacados del sindicato único de la metalurgia (CNT), Tiene sus oficinas instaladas en la misma fábrica Hispano-Suiza. La dirección de la producción metalúrgica de guerra está centralizada allí.
Mil obreros trabajan bajo el régimen de empresa colectivizada. El total de los salarios de la semana remonta a 110.000 pesetas.
La dirección interna de la fábrica está asegurada por un Comité de empresa formado por un representante de cada sección, incluidos los delegados de los técnicos, empleados administrativos, ingenieros, etc.
Se construyeron en la fábrica, las siguientes especialidades: Camiones blindados, bombas de mano (granadas), ambulancias, soportes de ametralladoras, correas y mochilas.
La fabricación de tanques y de obuses fue estudiada. Entre los trabajos corrientes, la fabricación de automóviles y motores de aviones continuó. Cierta cantidad de estos últimos fue entregada al aeródromo del Prat y al gobierno de Madrid.
El ánimo de los trabajadores es admirable. Todos aportan la conciencia más grande para la confección de estos instrumentos especialmente útiles en el combate anti-fascista. Luego de los primeros 7 días, quince camiones fueron blindados con doble capa metalizada y una corteza aislante. Lo que representa un verdadero record. Todos estos camiones fueron enviados a los frentes de Aragón.
La producción de granadas aumenta a 500 por día, terminadas y entregadas de inmediato para la carga. Es, superfluo subrayar que esas granadas son seguras y de gran poder asesino.
No se puede por ahora establecer cuadros de comparación con la situación anterior, pues la diferencia de trabajo y circunstancias surgidas de la guerra civil falsearon los cálculos. Pero el orden de trabajo de esta empresa y la situación financiera permiten tener grandes esperanzas Esta es una de las expresiones más evidentes de las posibilidades del proletariado y de la nueva organización, tan llena de promesas para el futuro"10.
El decreto sobre las colectivizaciones y sus consecuencias
Algunos ejemplos de colectivizaciones que acabamos de leer sólo dan una idea somera y quizás abstracta sobre lo que fue realmente el movimiento de colectivización. Hay que poder imaginar lo que representaba ese movimiento: centenares de miles de trabajadores se van a encontrar de la noche a la mañana en una situación que sin duda habían soñado, pero nunca vivido. Los patrones han sido liquidados, la propiedad privada abolida, ellos son los dueños. Durante casi cuatro meses (desde fines de julio al 24 de octubre de 1936) ninguna autoridad patronal o estatal se atreverá a avanzar en este terreno conquistado por ellos. Todo está por inventarse. Cierto, inspirándose en ideas libertarias sobre la cuestión, pero esas ideas definen una línea de conducción general y no aportan la solución a problemas concretos. Y los problemas concretos de todo tipo, (cajas vacías, falta de materias primas, falta de salida, etc.) era lo cotidiano y la guerra civil hacía que la solución se vuelva aun más difícil.
Hay que repetir que cada colectivización es un caso aparte. En la ebullición del primer período (hasta el decreto de colectivización) es en el día a día donde debemos encontrar las soluciones. Parece que en este período la democracia directa fue la más completa: las asambleas de trabajadores eligen los comités de fábrica o de control y deciden sobre las cuestiones importantes.
En los servicios públicos (ferroviarios, transportes urbanos, electricidad, etc.) la naturaleza misma de su trabajo ligaba a los trabajadores de una ciudad, o hasta cierto punto, de toda Cataluña. Era casi lo mismo en la metalurgia, casi totalmente transformada en industria de guerra (pero aquí se plantearon problemas particulares de los que hablaremos más adelante). Se realizaron intentos de coordinación entre empresas de una misma rama industrial, no sin éxito, por ejemplo el sindicato maderero, o el conjunto de industrias de algunas ciudades catalanas. Pero frecuentemente, cada empresa autogestionada constituía una entidad autónoma, un bastión a la vez aislado (con problemas financieros u otros) y ligados al conjunto del movimiento a través de mil lazos. Esto se comprende fácilmente: los trabajadores de cada empresa se ocupan primero de reorganizar su vida y su trabajo en el seno de su empresa.
Pero rápidamente, esta situación va a plantear problemas económicos (aunque los problemas puramente económicos sean sólo una ilusión más). La guerra, las necesidades de toda clase de la población, etc., exigían inclinar la producción en tal o cual sentido y algunas empresas continuaban produciendo los mismos objetos que antes de la guerra, sin llegar a hacerlos circular. Podemos dar un ejemplo pintoresco: en el entusiasmo por crear una "nueva vida", una sociedad "proletaria", se empezó una gran campaña, por cierto espontánea, contra la vestimenta burguesa (incluso los burgueses se vestían como obreros para no hacerse notar). Símbolo de la vestimenta burguesa de la época era el sombrero que entonces cayó en completo desuso. Ahora bien, los obreros fabricantes de sombreros, por medio de su sindicato protestaron contra esta "discriminación". Toda su vida, habían hecho sombreros, continuaban haciéndolo, pero ahora nadie se los ponía, ¿cómo vender?. Se encontraban en una situación sin salida…
Este ejemplo "chaplinesco", elegido entre muchos otros, muestra en todo caso, que una reconversión de algunas ramas industriales era necesaria. No alcanzaba con seguir produciendo, también había que, sobre todo, producir de otra manera. "Producir de otro modo" exige, una vez más, saber quién decide qué, y cómo producir. "Producir por producir" no puede ser de ninguna manera el objetivo de una economía autogestionada. El fin habría sido el de producir para satisfacer cada vez más las necesidades libremente expresadas de las masas. Evidentemente, la inmensa mayoría de los catalanes estaban de acuerdo con algunas prioridades nacidas de la guerra: creación de una industria de guerra, abastecimiento de las milicias, etc. Pero todos los problemas no se detenían ahí.
La coordinación, la reconversión de ciertas industrias, la nueva orientación que había que dar a la producción, la igualdad de las condiciones de vida y de salario, no sólo al interior de cada empresa, sino para el conjunto de los trabajadores catalanes, etc. Exigía crear puentes entre las islas del inmenso archipiélago que eran las empresas colectivizadas. Durante los cuatro meses de ese primer período, fueron los sindicatos (y sobre todo la CNT) los que constituyeron el único lazo entre trabajadores de diferentes empresas, de diferentes ciudades y de diferentes ramas de la industria (la CNT creará incluso un Consejo de Economía que tendrá un rol de consulta). Ese lazo, lo hemos visto y volveremos más adelante, se convertirá, cada vez más con el pasar de los días, en burocrático, pero parecía perfectamente normal para los trabajadores, quienes en su mayoría estaban afiliados a la CNT y aceptaban en una amplia medida la ideología cenetista según la cual los sindicatos después de la revolución se vuelven en órganos de gestión de la producción.
Pero nosotros sabemos que los estados mayores de la CNT, no sólo no habían organizado las colectivizaciones, sino que éstas se hicieron a pesar de ellos. Habiendo el fenómeno tomado tal amplitud, la CNT, y también, la UGT e incluso la Generalitat, se conmovieron. La economía catalana estaba prácticamente en manos de los trabajadores, no se podía seguir ignorando este estado de cosas. Obvio, sobre estos errores y defectos de las experiencias, a veces reales, a veces inventados, se monta la recuperación de las colectivizaciones en manos del Estado catalán.
Las "exigencias de la racionalización económica", acá también, van a ocultar las intenciones profundas de las burocracias políticas. ¿Quién dirigía la economía catalana, al estar los patrones despojados? Nadie, ese es el escándalo que no podían tolerar. Después de cuatro meses de creatividad, de democracia obrera, de tantear también, y por qué no de equivocarse, se podían encarar varias soluciones, ora para ir más lejos, ora para "poner orden". Fue la solución más autoritaria, en el contexto de la Cataluña revolucionaria., la que se eligió.
El 24 de octubre de 1936, el gobierno catalán institucionalizó por decreto las colectivizaciones. Esto a menudo ha sido presentado, incluso por un buen número de exégetas de tendencia libertaria, como el reconocimiento de lo que había sido llevado a cabo por los propios trabajadores. En realidad, se trataba exactamente de lo contrario: el Estado toma en mano las colectivizaciones, para limitarlas primero, pero también y sobre todo para extender su propia influencia y control en detrimento de la autonomía obrera. Con el tiempo y debido a la acumulación de problemas que plantea inevitablemente la transformación radical de la vida económica en plena guerra civil, se podían haber encontrado distintas soluciones. El hecho de que se haya escogido las previstas por el decreto no tiene nada de sorprendente. No se puede aislar la cuestión de las colectivizaciones de los demás problemas que la situación revolucionaria planteaba cotidianamente. Aquí también, como lo veremos, los dirigentes anarquistas elegirán la autoridad, como escogieron o escogerán "la unidad antifascista" contra la revolución, el ejército contra las milicias, etc.
El decreto fue preparado por el consejero económico del gobierno catalán, Juan P. Fabregas. Este, además, adhirió a la CNT recién en julio de 1936. Antes había sido director del Instituto de Ciencias Económicas de Barcelona, estaba políticamente ligado a los medios nacionalistas burgueses de la Lliga. Parece ser que el decreto fue ásperamente discutido por las diferentes tendencias políticas representadas en la Generalitat antes de ser aprobado. Algunos lo encontraban demasiado revolucionario…
El decreto y la organización de la economía
Artículo 1. De acuerdo con las reglas establecidas por el presente decreto, las empresas comerciales e industriales de Cataluña se clasificarán en:
A. Empresas colectivizadas, en las que la responsabilidad de la dirección recae en los obreros que componen la empresa y que están representados por un Consejo de empresa.
B. Empresas privadas, en las que el propietario está a cargo o administra, con la colaboración y control del Comité obrero de control.
A. Empresas colectivizadas:
Art. 2: Serán obligatoriamente colectivizadas todas las empresas industriales y comerciales que al 30 de junio de 1936 ocupaban a más de cien asalariados, como así las que ocupaban a una cantidad inferior de obreros pero cuyos patrones han sido declarados facciosos o hayan abandonado la explotación. Excepcionalmente, las empresas de menos de cien obreros podrán ser colectivizadas después de firmar un acuerdo entre la mayoría de los obreros y el o los propietarios. Las empresas de más de cincuenta obreros y de menos de cien podrán colectivizarse con el acuerdo de los tres cuartos de los obreros. El Consejo económico (del gobierno catalán CS M) podrá decidir además la colectivización de las demás industrias que, por su importancia en la economía nacional o por otras razones, tengan que ser retiradas de la acción privada."
Recordemos a los que se tienten de encontrar estos artículos muy favorables a la idea de colectivización, que todo lo que allí se estipula ya había sido realizado por los obreros hacía cuatro meses y que además, era políticamente imposible volver atrás. Además encontramos un primer intento de limitación al querer dejar al margen de las colectivizaciones a las empresas de menos de 100 obreros. Esas empresas constituían la inmensa mayoría en la Cataluña de 1936 notemos que éstas ya estaban, en su gran mayoría, colectivizadas.
De acuerdo al decreto, el sindicato maderero, por ejemplo, habría tenido que remitir al sector privado el enorme porcentaje de talleres que contaban con menos de 100 obreros el 30 de junio de 1936. No se hizo nada, por supuesto.
Incluso desde el punto de vista de la productividad, se trata de un absurdo el dejar vegetar a una masa de empresas comerciales e industriales microscópicas, como era el caso de España, tan atrasada con respecto a los países industriales europeos. Su reagrupamiento y fusión constituían condiciones necesarias para la expansión como se dice hoy. Esta medida choca con la "filosofía" del decreto, que, sostenida por todos los estados mayores políticos, pretendía organizar la economía obedeciendo a los dictámenes de la producción.
No era a los llamados "dictámenes de la producción" que obedecían, sino a los dictámenes políticos, buscaban no alienarse de las capas medias, entonces no atacaban los principios sacro santos de la propiedad privada, a los que ellas, como se sabe, están fuertemente atadas.
La alianza con las "clases medias" campesinos, comerciantes, industriales formaba parte del programa de los estalinistas, era incluso el eje principal de su llamada estrategia de revolución "democrático-burguesa". El POUM también consideraba que esta alianza era necesaria en la etapa imaginaria en la que ubicaban la lucha: la etapa democrático-socialista. Amplios sectores de la dirección de la CNT eran sensibles a estos argumentos, no en la óptica de la teoría absurda de las "etapas" de la Vulgata marxista-leninista, sino en la de la unidad antifascista, considerada indispensable para ganar la guerra. En cuanto a los partidos "burgueses" y nacionalistas del Frente Popular, representantes políticos de dichas clases, estaban allí naturalmente para defender su derecho a la propiedad.
Además de las empresas de menos de 100 asalariados, un sector privado subsistió efectivamente, en paralelo al sector colectivizado. De hecho, se trataba esencialmente de respetar a empresas extranjeras o que tengan una parte de capital extranjero en el sentido de no alterar a las democracias occidentales, para esto, por una vez, todos los estados mayores de las organizaciones políticas o sindicales estaban de acuerdo.
Gran Bretaña, Francia y Bélgica estaban entre los países que tenían los más grandes intereses en Cataluña.
En el sector privado se instauró el "control obrero".
De acuerdo al decreto, los poderes del Comité de control obrero eran los siguientes: "(Art. 22):
a. El control de las condiciones de trabajo y el cumplimiento estricto de las medidas vigentes en cuanto a salarios, horarios, obra social, higiene y seguridad, etc., así como el cuidado de la disciplina estricta en el trabajo. Todas las notificaciones y comunicados que el gerente debiera hacer al personal se encaminarán vía el Comité.
b. Control administrativo: las cobranzas y los pagos tanto en especie como por intermedio de los Bancos, vigilando que éstos respondan a las necesidades del negocio, control de las demás operaciones comerciales.
c. Control de la producción, en estrecha colaboración con el propietario de la empresa a fin de perfeccionar el desarrollo de esta producción. Los comités obreros de control mantendrán las mejores relaciones con los técnicos, teniendo como objetivo asegurar el buen funcionamiento del trabajo.
Art. 23. Los patrones tendrán que presentar a los comités obreros de control, los balances y memorias anuales que ellos enviarán al Consejo general de la Industria correspondiente".
Como se ve, este texto podía permitir ya sea a un patrón hábil y emprendedor de endosarle al comité obrero todas el trabajo pesado para el mantenimiento de una "disciplina estricta" y el "desarrollo de la producción" como a obreros decididos de ejercer un verdadero control. Pero ése es el destino de los textos legales, ser ambiguos y tratar de ocultar los conflictos reales. Hubo aquí, también, una evolución ligada a la evolución política general de Cataluña; al principio, los patrones no llevaban las de ganar, pero luego, con la ayuda de las autoridades gubernamentales, van a intentar de a poco, retomar su poder.
(Sea lo que sea, la noción de control obrero es por lo menos ambigua pues nos hace decir frecuentemente que los obreros deben controlar ellos mismos, ¡su propia explotación!)
El decreto estipulaba además, que los comités de control debían estar compuestos por delegados de todos los sectores: obreros, técnicos, empleados y cuadros administrativos. Eran elegidos, pero la representación de cada sindicato tenía que ser proporcional a la cantidad de afiliados respectivos en la empresa. Lo que aseguraba automáticamente el predominio de la CNT, dada la influencia mayoritaria en el seno de la clase obrera catalana.
Volviendo a las empresas colectivizadas y a las medidas que limitaron la autogestión de los primeros meses:
"Art. 15. En todas las empresas colectivizadas habrá un control la Generalitat, que formará parte del Consejo de empresa y que será nombrado por el consejero de Economía, en acuerdo con los trabajadores."
Como el consejero económico era de la CNT, se puede lógicamente pensar, con el clima de la época, que el controlador lo fue también, la mayor parte del tiempo. Lo que no lo exime automáticamente del espíritu burocrático o de incapacidad pero al menos y en principio, no debía ser hostil a las colectivizaciones. Esto cambió como consecuencia y después de las Jornadas de mayo de 1937, donde se verá la restauración del poder del Estado en casi todos los campos, los "controladores" se volvieron, en muchísimas empresas, los verdaderos directores. Sobre todo en todas las empresas consideradas necesarias para el esfuerzo de guerra. Desde un comienzo, esos "controladores" que eran representantes de la autoridad suprema en Cataluña el gobierno autónomo, gozaban de una gran autoridad política, y ante las dificultades financieras de una cantidad importante de empresas y el control del Generalato sobre los Bancos, ellos la utilizaban como medio de presión y de chantaje, al otorgar o rechazar créditos.
"Art, 14, Para velar de manera permanente por el buen funcionamiento de la empresa, el Consejo nombrará a un director, en el que delegará todo o parte de sus funciones [subrayado mío C.S-M]
En las empresas en las que trabajan más de 500 obreros, en aquellas en las que se fabrican, transforman o venden material interesante para la Defensa nacional, el nombramiento del director deberá estar aprobado por el Consejo de Economía."
Este articulito es muy significativo, pues anula de hecho, el ejercicio de la democracia directa basada en los consejos de delegados elegidos y revocables (incluso en este tema de la revocación, nos faltan detalles y no parece haber sido admitida más que en casos extremos en que la asamblea general de la fábrica debía decidir). La jerarquía de la producción se introduce aquí en su aspecto más tradicional y retrógrado: a la cabeza de una empresa como de un partido, como de un ejército ¿y por qué no de un país? se necesita un jefe.
El esquema se repite, en forma incansable. A pesar de todos los discursos sobre la democracia, sobre la anarquía, concretamente se opone una jerarquía supuestamente buena a otra juzgada mala. Y son justamente los anarquistas, adversarios feroces de toda jerarquía, los principales autores de este proyecto.
Pero, aquí no se detiene el control estatal. El decreto prevé igualmente, la creación de consejos generales de Industria:
"Art. 24. Los Consejos generales por Industria estarán constituidos por:
– 4 representantes del Consejo de empresa de esa industria, cuyo modo de elección se especificará oportunamente (subrayado mío, C.S-M)
– 8 representantes de distintas centrales sindicales, designados de acuerdo a un porcentaje proporcional
– 4 técnicos nombrados por el Consejo de Economía. Cada uno de dichos Consejos estará presidido por el representante de dicha rama en el Consejo de Economía (subrayado mío, C.S.-M)
Art. 25. Los Consejos generales de Industria determinarán los planes de trabajo de la industria, planificarán la producción de su rama y regularán todas las cuestiones que le conciernen.
Art. 26. Las decisiones adoptadas por los Consejos Generales de Industria son de ejecución. Ningún Consejo de empresa, ni ninguna empresa privada podrá oponerse a su ejecución. Podrán, a lo sumo, presentar un recurso ante el consejero económico, cuya decisión no podrá apelarse."
Estos consejos de industria compartían con la asamblea plenaria de la empresa el privilegio de poder revocar todo o parte de los consejos de empresa. Pero cuando el Consejo de industria era el que había decidido la revocación de un Consejo de empresa, éste tenía únicamente el recurso de llamar al consejero económico, o sea al ministro si la asamblea lo apoyaba "pero la decisión de este último, una vez presentado el informe al Consejo Económico, era definitiva" (Art.20).
Los consejos de Industria fijaban, además, "el plan general de producción" para los Consejos de empresa. "Para el establecimiento del margen de beneficio, fijará las condiciones generales de venta, la compra de materias primas y todo lo que se refiere a las reglas de amortización del material, la parte del capital en circulación, los fondos de reserva y la distribución de los beneficios, para todo ello se informará a los organismos de los consejos generales de Industria" (Art. 12)11.
Notemos que de acuerdo al modelo de estatutos de las empresas colectivizadas, previsto para el gobierno catalán, el 50% de las ganancias tenía que ir a la Caja de crédito industrial de Cataluña (es decir la Generalitat); 15% a obras comunitarias de carácter colectivo; 15% debía ser puesto a disposición de los obreros, para que éstos, reunidos en asamblea, lo utilicen como sea necesario. El 20% restante estaba destinado al Fondo de reserva, amortización de las máquinas, etc.
El poder se reestablece de arriba para abajo, la autonomía obrera se ve reducida, prácticamente a la nada. La pirámide burocrática en las empresas se vuelve a levantar: "controlador" del gobierno y director a la cabeza de las empresas, los consejos de industria por encima de ellos y por arriba de todos, como corresponde en el universo burocrático, el ministro y su Consejo de Economía.
Sin embargo, una lectura rápida podría hacer creer que esos consejos de Industria, como teóricamente están dominados por los representantes de los trabajadores, estaba entonces la democracia obrera automáticamente garantizada. Pero esto es confundir, una vez más, burocracia con clase obrera. Confusión además corriente, sobre todo en esta época. Examinemos las cosas más a fondo: los únicos delegados de los trabajadores, los 4 representantes de los consejos de empresa, no sólo están en minoría, sino que aun su modo de elección no está especificado. ¿Por qué, si no es porque ellos serán elegidos directamente en las asambleas de trabajadores? Los 8 representantes de las centrales sindicales son funcionarios sindicales "no productivos" que dependen y obedecen a los jefes de la CNT y la UGT y en consecuencia al gobierno catalán pues son los líderes de esos sindicatos que los representan tanto en el gobierno autónomo catalán como ante el gobierno central.
Por último hay 4 "técnicos" directamente nombrados por el gobierno catalán. Lo menos que se puede decir es que el gobierno catalán tenía un rol preponderante en esos consejos, rol reforzado y afirmado por el hecho de que en caso de conflicto, siempre era el ministro quien en definitiva decidía.
Además, esto es lo que se afirma con todas las letras en el texto del convenio firmado en Barcelona el 22 de octubre de 1936 (dos días antes de la publicación del decreto), por la CNT-FAI y la UGT-PSUC:
"1. Nosotros nos comprometemos formalmente a ejecutar los acuerdos y las decisiones del Consejo de la Generaitat, poniendo en juego toda nuestra influencia y nuestra fuerza organizacional, a fin de facilitar su aplicación.
2. Nosotros somos partidarios de la colectivización de los medios de producción, es decir de la expropiación sin indemnización de los capitalistas y de la transferencia de esa propiedad a la colectividad. Somos partidarios de la colectivización de todo lo que sea necesario para las necesidades de la guerra.
Estamos de acuerdo en estimar que esta colectivización no dará el resultado deseado si no fuera dirigida y coordinada por un organismo, que sea una representación natural de la colectividad y quien, en este caso, no puede ser otro que el Consejo de la Generalitat (subrayado mío, C.S.-M). Con respecto a la pequeña industria, no estamos de acuerdo con la colectivización, salvo que fuera para un caso donde haya elementos facciosos o necesidades ineluctable de la guerra"12.
Toda la filosofía del decreto está resumida aquí.
La industria de guerra constituye un caso particular en el problema de las colectivizaciones. Si bien Cataluña era una de las regiones más industrializadas de España, las fábricas de armamento casi no existían. La primera tarea fue crear una verdadera industria de guerra. Lo que fue llevado a cabo. Y, por supuesto, fue el sindicato CNT metalúrgico que hizo el principal esfuerzo.
El 21 de julio de 1936, el sindicato de la Metalurgia, según García Oliver, designa a Vallejo para organizar las fábricas de material de guerra. Desde el 19 de julio varias empresas de Barcelona se distinguieron al armar espontáneamente la fabricación de tanques, con más buena voluntad que tecnología. Vallejo recorrió todos los lugares de trabajo para organizar la producción y designar a los camaradas capaces de llevar adelante ese trabajo. Seis días después, los primeros tanques estuvieron a disposición del Comité de milicias13.
Dichos "tanques" lo más a menudo, eran simples camiones blindados. Sea lo que fuese, se creó una verdadera industria de guerra, artesanal cierto, con todas sus piezas.
El sindicato CNT de la Metalurgia y Vallejo, como delegado, tomaron las primeras medidas. En el Comité de milicias primero (con Isgleas como delegado en Defensa y Diego Abad de Santillán en Economía, los dos de la CNT, recordémoslo) y luego en la Generalitat, los responsables gubernamentales de la industria de guerra fueron dirigentes anarquistas. Esto cambió después de las jornadas de mayo, cuando el gobierno central tomó directamente en sus manos Defensa y la Policía en Cataluña, como veremos.
Esta responsabilidad de los anarquistas en la muy nueva industria de guerra catalana no podía satisfacer a los estalinistas, quienes, en varias oportunidades lanzaron campañas de prensa contra el "sabotaje" y la "injuria" de la CNT en este esfuerzo bélico. La CNT contratacó vigorosamente en su propia prensa. Y el 15 de abril de 1937, José Tarradellas, siendo primer consejero de la Generalitat, refutó las insinuaciones y ataques de la prensa del PSUC, defendiendo los esfuerzos realizados en Cataluña para la industria armamentística. Después de mayo de 1937, los estalinistas, en la persona de Comorera, se dirigieron directamente al socialista de derecha Indalecio Prieto, ministro de Defensa del gobierno central, renovando sus acusaciones. Prieto escribió a Companys, presidente de la Generalitat, y éste respondió en una extensa carta defendiendo la obra emprendida, cuyo extracto sigue:
"En Cataluña, debido a su situación industrial y económica, nuestras masas obreras sintieron, como reivindicación histórica, la necesidad de apoderarse de toda la industria. Esta toma, en particular en lo que se refiere a la metalurgia, no sólo obedeció al deseo de tenerla entre sus manos, ya que hay que reconocer inmediatamente se pensó en transformarla para que pueda producir material de guerra"14. La carta sigue con el reconocimiento de los conflictos surgidos entre el gobierno catalán y los comités obreros por la dirección y la organización de esta industria, conflictos que fueron "resueltos" a favor de la Generalitat. Companys hace un balance de la producción de guerra y recuerda todas las fábricas y el material de guerra que estaba puesto a disposición del gobierno central, de acuerdo al decreto de Prieto mismo, escrito después de los acontecimientos de mayo.
Vemos, entonces, aquí también, reproducir el escenario clásico. Los sindicatos de la CNT toman la iniciativa de crear con todo una industria de guerra. Companys bendice esta iniciativa audaz, pero considera, por supuesto, muy peligroso dejar esta industria en las manos de los comités obreros. Logra que la Generalitat ejerza el control. Después de mayo, la autonomía de Cataluña será limitada tanto por ser demasiado revolucionaria como porque la corriente jacobina que predominaba en el gobierno central y en las organizaciones que lo apoyaban, exige el retorno al centralismo estatal. El gobierno central tomará en sus manos, poco a poco, lo esencial de la industria de guerra catalana. La campaña de difamación de los estalinistas tenía como único objetivo el de favorecer la expulsión de los comités obreros.
¿Cómo reaccionaron los trabajadores a las medidas del decreto de Colectivización? Parece ser que en la mayor parte de los casos rechazaron pura y simplemente, su aplicación. Juan Andrade nos da así su testimonio de la situación:
"El 17 de mayo de 1937, (es decir algunos días después de la "semana sangrienta" de Barcelona CS-M) una comisión nombrada por la federación local de los sindicatos CNT Barcelona publicaba una nota sobre la reorganización económica de Cataluña, que declaraba sobre los factores de desorden: Es necesario ante todo subrayar como factor de perturbación el no cumplimiento estricto del decreto de colectivización vigente, cada vez que vastos sectores de trabajadores han hecho total abstracción del contenido y del espíritu del decreto y se han lanzado a colectivizaciones que no tenían ningún fundamento económico y científico (…) La preocupación desmesurada de colectivizar todo, especialmente las empresas que poseen reservas monetarias, ha despertado entre las masas una idea utilitaria o pequeño-burguesa incalificable. Al considerar cada colectividad como la propiedad particular de la empresa colectivizada y no como solo el usufructo, se ha hecho abstracción de los intereses del resto de la colectividad, se han comportado de una manera egoísta y cruel, y se ha puesto en práctica procedimientos que son el patrimonio del régimen capitalista. En lugar de avanzar rápidamente hacia la creación de los conejos generales de Industria, las mismas organizaciones sindicales lo han dilatado complicando el proceso de desarrollo y de perfeccionamiento prescripto por el decreto (…) Las empresas colectivizadas se preocuparon únicamente de su pasivo, produciendo un desequilibrio en las finanzas de las empresas, lo que implica otros elementos de perturbación (…) También existe un factor de indisciplina social: falta un estimulante moral para obligar a cada uno a un rendimiento indispensable para su mantenimiento (subrayado mío C.S-M) dejando bastante margen para sostener los otros gastos del frente y de la retaguardia"
Entre las medidas susceptibles de remediar esta situación, la Comisión de la federación local de los sindicatos de la CNT de Barcelona, aconsejaba las siguientes:
"Aplicación estricta y rigurosa del decreto de colectivización vigente, sin permitir la más mínima derogación. Concentración de las industrias y reducción del personal de cada una de ellas, siguiendo las necesidades concretas de la producción del momento. Obligación, para todas las colectividades, de liquidar su pasivo. Establecer un impuesto de guerra a todos los salarios con el fin de igualarlos lo más posible y evitar la existencia de obreros manuales de primera, de segunda y de tercer clase, así como funcionarios que perciben tres, cuatro y cinco veces más que los más elevados salarios de los obreros. Creación de un préstamo de guerra alto para las ganancias de todas las empresas, colectivizadas o no, para reducir esas ganancias al mínimo durante la guerra."
Y la nota terminaba así:
"La Comisión estima que se necesita aplicar rápidamente esas medidas si queremos evitar, antes de algunas semanas, el derrumbe que amenaza la economía de la región. Hay que obtener esta reacción favorable, asegurar el orden social e imponer la moral y la austeridad. Hay que fijar nuevamente la política económica que se va a seguir para salvar la experiencia que estamos realizando. La comisión insiste de nuevo sobre el hecho de que el crédito o el descrédito del decreto de colectivización vigente están íntimamente ligados a la CNT que es quien lo defendió, lo impuso y quien principalmente se encargó de su ejecución. La comisión estima que nuestros propios camaradas han creado las más grandes dificultades para la aplicación del decreto, haciendo constantemente abstracción de estos consejos, poniendo al decreto en una situación crítica en Cataluña y en otras partes" 15.
No se puede evitar el golpe que produce el espíritu autoritario y burgués de este texto: un llamado vehemente a la autoridad del gobierno, insistiendo en los principios de disciplina, rentabilidad, productividad considerados como prioritarios. Únicamente quedan ideas libertarias en la cuestión de la igualación de los salarios. Y todo esto algunos días después que la contra revolución estalinista hubo intentado, y en parte lo logró, liquidar con sangre la revolución catalana.
No he disimulado los defectos y las fallas de la experiencia colectivizadora en la industria catalana (ni sus dificultades de cualquier naturaleza), pero es por lo menos extraño ver en la resistencia a la aplicación del decreto un "resurgimiento del espíritu capitalista" siendo que se trataba esencialmente de una resistencia de los trabajadores a las medidas que liquidaban de hecho su autonomía y la autogestión de los primeros meses. A esto se mezclaba, por supuesto, intereses particulares egoístas de algunas colectividades "ricas" que querían conservar su autonomía y el statu quo les permitía compartir beneficios relativamente importantes. Pero debido a la situación difícil de la industria catalana en su conjunto, esos casos particulares eran de todos modos, muy pocos y lo que realmente estaba en juego, eran dos concepciones radicalmente distintas de las colectivizaciones: la democrática basada sobre la autonomía y la autogestión y la estatal que reintroducía la jerarquía burocrática en la economía. Una vez más la CNT estaba en los dos campos.
Las colectivizaciones en la agricultura
Algunas experiencias de colectivización agrícola tuvieron lugar en todas las regiones en donde se venció a la insurrección franquista. Hablaré aquí de las de Cataluña y Aragón la de Aragón está directamente ligada tanto militar como socialmente a la de Cataluña, por lo que es difícil separarlas, al menos para el período que estamos tratando acá.
No hablaré de las colectivizaciones del Levante (Valencia, Alicante, etc.), la región de España más rica, sin duda alguna, desde el punto de vista agrícola, y en donde las colectivizaciones llegaron muy lejos.
En Cataluña, las secciones agrícolas de los sindicatos CNT y UGT, no eran las únicas organizaciones campesinas importantes, como en otras regiones de España (incluida Aragón, dominada por la CNT). Existía igualmente una poderosa organización campesina, específicamente catalana y principal fuerza social y política de la Ezquerra: la Unión de los rabassaires. Estaba compuesta principalmente por aparceros y pequeños campesinos. Los "rabassaires" se oponían al principio de colectivización y eran partidarios de la distribución de tierras, de la liquidación del aparcero y de la creación de explotaciones agrícolas de tipo "familiar". Lo que, por otra parte, fue lo que se hizo. Desde julio de 1936, los campesinos catalanes quemaron las actas de propiedad de los grandes propietarios terratenientes y los aparceros se convirtieron en los propietarios de la parcela más o menos grande de tierra que cultivaban. Sin embargo, al realizarse el congreso regional de campesinos catalanes, en enero de 1937, la CNT intentó poner el punto "una política agrícola común" con los demás sindicatos agrícolas. Los rabassaires y los sindicatos agrícolas de la CNT se pusieron de acuerdo en un "pacto" cuyos puntos principales eran los siguientes:
"1) Cada familia tendrá la tierra que le será asignada. Las demás tierras y los terrenos comunales podrán ser colectivizados con la condición de que haya individuos controlados por organizaciones responsables que voluntariamente quieran colectivizar.
2) La extensión de la explotación familiar se fijará en cada pueblo de acuerdo a las características propias y a la calidad de la tierra.
3) Los frutos de la tierra pertenecerán a los que la trabajen, y no podrán ser despojados de allí mientras cultiven convenientemente.
4) Para organizar las colectividades en los pueblos o localidad donde vayan a ser creadas, los colectivizadores pondrán en comunidad las tierras que poseen y todas las demás tierras no cultivadas individualmente, siendo como condición indispensable al entrar en una colectividad el ceder a ésta todas las tierras e instrumentos de trabajo que se posean."
Otros puntos se refieren a la concentración de tierras, la cooperación en un sindicato agrícola único por localidad de las colectividades y campesinos individuales; el derecho para los obreros agrícolas sin tierra de ingresar en una colectividad aportando su "fuerza de trabajo" con los mismos derechos y deberes que los demás miembros, etc.
En una palabra, se trataba de hacer coexistir e incluso hacer cooperar al sector individual y al sector colectivizado. Pero la UGT, bajo distintos pretextos, no asistió a ese congreso y no firmó el acuerdo. Como los rabassaires consideraban indispensable la firma de la UGT para ponerlo en práctica, se tuvo que convocar a una nueva reunión, y allí, la UGT declaró que no podía firmar el acuerdo pues estaba en contra de las colectivizaciones "no por principio sino en razón de las circunstancias". El rechazo de la UGT a firmar este acuerdo rompió las relaciones de las tres organizaciones en lo que se refiere a la tentativa de coordinar una política agrícola común16.
Pero, evidentemente, las colectivizaciones habían sido creadas a partir del julio-agosto de 1936, en la agricultura y en la industria. Se realizaron la mayor parte del tiempo en forma espontánea, y a veces bajo la presión o el impulso de la CNT. Cuando la Columna Durruti penetró en Aragón, unos días después del aplastamiento militar en Barcelona, ésta constituyó un fermento de colectivizaciones y del "comunismo libertario" en la región.
A pesar de la diversidad de las experiencias y los conflictos a veces armados entre colectivistas y campesinos individuales o más bien entre organizaciones favorables a una u otra solución se puede resumir los principios generales que dominaron la constitución y la actividad de las colectividades de la siguiente manera:
La colectivización tenía que ser libre y voluntaria. En un pueblo dado, todos los campesinos y obreros agrícolas que lo desearan se reunían en colectividad agrícola autogestionada. Aportaban todo lo que poseían a la colectividad; tierras, instrumentos de trabajo, animales de laboreo, etc. obvio, los obreros agrícolas, como lo hemos dicho, sólo traían sus brazos. En un registro se inscribían los bienes que cada campesino donaba a la colectividad, para que cuando quisiera irse, derecho que tenía en todo momento, retomara sus bienes. No se podía expulsar a un miembro de la colectividad sin el acuerdo de la asamblea general de miembros y luego de una notificación o varias de parte de esa misma asamblea. Todas las tierras de la comuna eran colectivizadas, las de sus miembros, pero también las de los grandes propietarios terratenientes, así como las tierras comunales y municipales. Las únicas tierras no colectivizadas eran las que pertenecían a campesinos individuales que las trabajaran con sus familias pero que no tenían derecho a explotar el trabajo de un prójimo, o sea, no podían contratar obreros agrícolas. Por supuesto, estas normas generales chocaron a menudo con dificultades y provocaron conflictos. Por otra parte, tuvieron una importancia desigual, depende de la región. Allí en donde los rabassaires eran mayoría en Cataluña, lo que dominó fue la distribución de tierras entre campesinos individuales. En Aragón, por el contrario, gracias a la influencia de las ideas libertarias, las colectividades fueron numerosas.
Con frecuencia se ha acusado a los anarquistas (obviamente sobre todo los estalinistas) de haber obligado, por medio del terror a los campesinos, a colectivizarse. Estas acusaciones calumniosas que obedecen a un partido político, han sido desmentidas por numerosos testimonios (los citaré más adelante). Es perfectamente ridículo hablar de terror cuando las comunas libertarias de Aragón (justamente allí en donde los supuestos excesos anarquistas tuvieron más alcance) estaban autogestionadas y en las cuales la asamblea de trabajadores elegía y revocaba sus comités y decidía directamente, en sus reuniones periódicas, sobre todas las cuestiones importantes. ¿Quién ejerce el terror y contra quién, cuando la inmensa mayoría de una comuna (aldea, pueblo o aun un gran poblado) participa directamente de su gestión? Ciertamente, encontronazos, a veces armados, existieron en Cataluña entre partidarios y adversarios de las colectivizaciones, entre miembros de la CNT y rabassaries o del sindicato agrícola creado por la UGT dominado por los estalinistas. Pero eran casos aislados y si hubo abusos, se cometieron contra minorías hostiles a las colectivizaciones, ya que lo que sobresale sobre todo en las colectivizaciones agrícolas (como en las industriales) es su carácter de masa, su creatividad, en una palabra su espontaneidad.
Además como se verá en la última parte de este libro, cuando las tropas comunistas dirigidas por el inefable Lister entraron en el verano de 1937 en Aragón para liquidar por el terror a las comunas libertarias, no lo lograron, tan grande era la resistencia de los trabajadores agrícolas y otros. Los comunistas tuvieron que dar marcha atrás y suspender la "reorganización de la agricultura" (la liquidación de las comunas) bajo el pretexto de no "interferir en los trabajo de la cosecha". Por supuesto la intervención armada de las tropas de Lister frenó, limitó y redujo el movimiento de las colectivizaciones agrícolas en Aragón. Para liquidar el "terror imaginario de los anarquistas" largaron una verdadera represión armada sobre esta región y, a pesar de ello, no alcanzó su objetivo: involuntaria y sangrienta demostración de la adhesión de las masas campesinas a las colectivizaciones.
Veamos algunos ejemplos de colectivizaciones en la agricultura en primer lugar, en Cataluña:
"Pla de Cabra: Dos mil habitantes, una parte trabajaba en la fábrica textil Marti Llopart. En junio de 1937, la colectividad estaba constituida por apenas 270 personas. Cultivaban 45.000 hectáreas. La productividad aumentó un 75%. No había horario de trabajo fijo y obligatorio (esto era una norma bastante difundida entre las colectividades predominantemente libertarias). El salario era familia. Cada "colectivista" recibía 5 pesetas de salario por día, más 2 pesetas por cada miembro de su familia, sin tener en cuenta la edad. Producción de cereales, frutas tempranas, viñedos, árboles frutales. El excedente del consumo era vendido afuera, o intercambiado con productos manufacturados, por ejemplo: 500 gallinas para producción de huevos, nueve vacas, seis terneros y un toro. Los colectivistas organizaron un depósito en la iglesia. Abrieron comercios cooperativos para el abastecimiento. Faltaban máquinas agrícolas. La fábrica textil, también colectivizadas, estaba en crisis, por falta de materias primas y productos químicos. Los obreros formaban parte de la CNT y de la UGT.
Septiembre 1936-agosto 1937
Ingresos Netos Gastos
1er. Trimestre 432.710,37 pst 416.973,09 pst
2do.Trimes. 910.756,81 pst 794.628,51 pst
3er. Trimes. 1.655.045,20 pst 1.312.305,10 pst
4to. Trimes. 2.007.992,80 pst 1.643.773,05 pst
5.006.505,18 pst 4.167.679,75 pst
Hospitalet de Llobregat: Las tierras cultivadas por la colectividad representan una superficie de 15 km2. Más de 1000 colectivistas, hombres y mujeres. Se pagaban cerca de 90.000 pesetas semanales de sueldos. La cosecha de habas de 1937 fue de 555.000 kilos. Las tierras eran distribuidas en 38 zonas. 35 eran de Ragadio y las tres restantes de Secano 17. Desde su creación, la colectividad gastaba 7000 pesetas semanales en trabajos de interés general. En 10 meses se compró material agrícola y otro por un valor de 180.000 pesetas. Este es un balance muy ilustrativo de su administración.
La colectividad envió al frente cerca de 8 vagones de alcauciles valuados en 30.000 pesetas y varios camiones de legumbres (evidentemente envíos gratuitos CS-M). También aportó su solidaridad a otras colectividades en dificultades. Cada 3 meses, la asamblea general se reunía para estudiar los resultados obtenidos y señalar las nuevas necesidades. Antes de las asambleas, el Consejo de administración presentaba a los miembros de la colectividad un balance detallado. Dicho Consejo de administración estaba compuesto por cinco miembros electos, con la colaboración de dos delegados de zona, uno sindical y el otro técnico. Los delegados técnicos se reunían cada 15 días para estudiar las necesidades del trabajo. De acuerdo a las informaciones de los delegados técnicos, el Consejo de administración determinaba cada día lo que debía ser transportado a los mercados de Hospitalet o de Barcelona. Los colectivistas tenían el proyecto de canalizar las orillas del río Llobregat para evitar las frecuentas inundaciones. Todos eran miembros de la CNT salvo unos 60 colectivistas. La colectivización de las tierras acá era total. Se compró un camión para el transporte de los productos." Estos dos ejemplos, sacados del libro de Peirats18 permiten hacerse una idea sobre el funcionamiento de las colectividades agrícolas en Cataluña. Los principios que rigen esas experiencias se inspiran en teorías anarquistas. Señalemos que el aspecto democrático y de autogestión de las colectividades, la asamblea general como "órgano supremo del poder", el Consejo de administración elegido y revocable; la igualdad de todos los miembros en derechos y deberes es absoluto. En general no se imponía horarios de trabajo rígido, sino que se compartían las tareas entre equipos de 5 o 10 personas. Señalemos además la racionalización del aumento de la producción, la ayuda al frente por medio de donación con comida ¡y en hombres!- etc. Un punto importante es el gran esfuerzo social en el plano de la educación y de la salud realizado por las colectividades agrícolas. Todos los informes señalan la creación de escuelas nuevas, cursos de alfabetización o de perfeccionamiento para adultos, la apertura de clínicas y hospitales, y la creación también de bibliotecas y de clubes culturales. En los pueblos en los que la colectividad agrupaba a la mayoría de los habitantes, colectividad y municipalidad se mezclaban de hecho o de derecho. En las demás, había una municipalidad formada por todas las organizaciones antifranquistas y según el informe de las fuerzas políticas, tensiones y fricciones habían existido. En regla general, se puede decir que, de julio de 1936 al verano de1937 en la mayoría de los casos, los comités revolucionarios y los comités de las colectivizaciones constituían los órganos del poder local; los consejos municipales o se integraban a los comités revolucionarios, o existían paralelamente pero como simples postizos o restos de un pasado momentáneamente abolido. A partir del verano de 1937, las autoridades gubernamentales intentarán y a veces lograrán volver a otorgar a los consejos municipales sus funciones legales. Estos consejos municipales apoyados por el gobierno no eran reelegidos sino cooptados en el seno de las organizaciones del Frente Popular.
Hay que señalar en lo que se refiere a las colectivizaciones agrícolas en Cataluña y en otras partes una increíble discriminación en relación al salario de las mujeres, también en el caso de la industria. Aunque el sistema de sueldos no fuese uniforme, sino que se decidía en común en cada colectividad: salario familiar o salario individual o la combinación de los dos, las mujeres cobraban menos que los hombres. Cualquiera sea el pretexto invocado, encontramos aquí la sobrevivencia del pasado reaccionario que encaja con la experiencia profundamente liberadora de las colectivizaciones.
El 14 y 15 de febrero de 1937 se realizo en Caspe, capital de la Aragón revolucionaria y sede del Consejo de Aragón, el congreso constitutivo de la Federación de las colectividades de Aragón. Veinticinco federaciones cantonales estaba representadas, o sea 275 poblados y 141.430 familias. Algunos meses más tarde, la cantidad de colectividades en Aragón llegará a 450 y agrupará a 433.000 trabajadores.
Obviamente, el objetivo de la Federación de colectividades era el de coordinar y planificar la actividad de cada una de ellas, respetando su autonomía.
"El 4to. Punto del orden del día fue el establecimiento de un Reglamento general que estipulaba las directivas del conjunto de colectividades aragoneses. Veamos su texto:
1. Bajo la denominación de Federación de colectividades agrícolas, se constituye en Aragón una Asociación que tendrá como objetivo defender los intereses de los trabajadores que componen esas colectividades.
Las tareas de esta Federación consistirán en lo que sigue:
a. Extender intensamente los beneficios del colectivismo basado en la práctica de la solidaridad.
b. Controlar las granjas experimentales y las estaciones de ensayo que estarán organizadas donde convenga mejor.
c. Favorecer la formación de los jóvenes más capacitados gracias a la organización de escuelas técnicas especializadas.
d. Organizar un cuerpo de técnicos que estudiará la manera de obtener mejores rendimientos del trabajo en las diversas especializaciones agrícolas.
e. Investigar la forma de establecer y mejorar las relaciones de intercambio fuera de la región.
f. Organizar los intercambios a escala internacional, con el establecimiento de estadísticas relativas a los excedentes de producción de la región, se constituirá una Caja de resistencia a fin de recolectar fondos para los requerimientos de las colectividades federadas, siempre de acuerdo con el Consejo regional de Aragón.
[La Federación se encargará también de:]
a) Proveer a las colectividades de todos los elementos que favorezcan el ocio y el desarrollo de la cultura de cada uno.
b) Organizar conferencias que contribuyan a la educación del conjunto del campesinado, y proyecciones de cine y funciones de teatro, salidas, excursiones y toda actividad de propaganda y cultura posible.
c) Es, además, necesario, constituir en cada colectividad, establecimientos de cría para seleccionar animales de distintas razas, con los aportes de la ciencia moderna, para obtener mejores rendimientos de los obtenidos hasta hoy. (…) Todas estas actividades serán guiadas por técnicos calificados.
d) Por otra parte, toda explotación agrícola debe englobar a la vez agricultura y animales. (…) Consideramos mejor la disposición de colectividades de diversos planos y de granjas experimentales10.
La federación se ocupaba también de aconsejar una planificación de cultivos según la naturaleza de los suelos, de la relación de coexistencia con los campesinos privados, etc. El órganos "político" de la Federación era el Consejo de Aragón, presidido por el CeNeTista Joaquín Ascaso, quien reemplazaba al ex gobernador (o prefecto).
Finalmente, ese mismo congreso de Caspe tomó posición con respecto a un decreto del gobierno por el cual debían constituirse en todas partes los consejos municipales. El congreso decidió aceptar el decreto, considerando "que los consejos municipales jugaban un papel diferente al de las colectividades" y "que ellos ejercían una función distinta a la de los comités administrativos de las colectividades". Recomendaba, sin embargo, a la CNT que estaba en todas partes la tarea de velar por el buen entendimiento entre estos dos organismos y controlar políticamente los consejos municipales. Aunque estos últimos tenían que representar al conjunto de la población, como no todos eran miembros de una colectividad, parece que el decreto no fue realmente aplicado en las comunas libertarias en donde la inmensa mayoría de la población pertenecía a una colectividad. En esos pueblos y aldeas, que consejos municipales no elegidos serán instalados, por la fuerza, con el ataque militar de los estalinistas contra las colectividades agrícolas de Aragón. Acá también, la democracia libertaria, tan expandida, va a coexistir con la "legalidad republicana" antes de ser brutalmente atacada por ésta. Esto confirma una vez más que un ataque es la mejor defensa y que habría que haber renovado radicalmente los miembros, los métodos y las funciones de los consejos municipales nombrados o no- y designarlos por vía democrática, por elecciones libres, y no por regateos entre partidos. Sea lo que sea, lo esencial, creo, no es esto sino la importancia y el triunfo de las colectivizaciones agrícolas de Aragón.
El periodista socialista, Alardo Prats, que visitó la colectividad de Graus, en mayo del 37, cuenta lo que vió:
"Aquí todo está colectivizado: forjas de la colectividad, talleres metalúrgicos, colectivos, almacenes de la colectividad, taller mecánico de la colectividad, molino de la colectividad.
Todas las expresiones materiales, morales y económicas del pueblo están fundidas en el conjunto de la colectividad. El trabajo esta dividido. Cada sector, en sus asambleas, decide el trabajo que cada miembro debe realizar. Se podría pensar que estas asambleas por sector o por rama dan lugar al charlatanerismo: Por lo contrario. Se habla muy poco. Porque cada uno conoce su deber y no lo rehuye.
Los hombres de mas de 60 años están dispensados de trabajar. Al principio temían las iniciativas de la juventud, que marcaba, siendo mayoría, las normas colectivistas como reglas a seguir. Temían ser aplastados por el trabajo. Sin embargo, pura y simplemente se los dispensó de éste (…).Entonces, los viejos, reunidos en asamblea, decidieron trabajar. Juzgaron necesario trabajar para no ser una carga demasiado pesada para los otros miembros de la colectividad y para contribuir a sacar al pueblo de la postración, con el objetivo de ubicarlo a la cabeza de los poblados de los alrededores . Para ayudar a ganar la guerra, la edad y las limitaciones físicas no podían ser consideradas como argumentos suficientes. Es así como los viejos del Graus decidieron la formación de una brigada de choque. Se la llamó la " Brigada Internacional". (…). Los progresos realizados por la colectividad son sorprendentes. Todos los sábados, los colectivistas van a la Caja central de la colectividad, a firmar su recibo y cobrar su salario. En las cooperativas de la colectividad, encuentran todos los objetos y alimentos necesarios para su subsistencia.
Cuando un colectivista va a casarse, se le da una semana de asueto pago, se le busca una casa todas las casas están colectivizadas y se le procuran muebles gracias a la cooperativa correspondiente, cuyo valor puede amortizar a largo plazo y sin la menor dificultad.(…)
Los niños son objeto de una particular atención. No trabajan hasta los 14 años, esto es redhibitorio .Las parturientas y las embarazadas también reciben mucha ayuda y no trabajan.
Las muchachas trabajan todas, sea en los talleres donde cosen ropa para el frente, en el campo, o en las oficinas. Graus es una colmena de trabajadores, regulada por las sirenas que señalan las horas de trabajo y las de descanso para todos los habitantes.20 (…)
Cuando el secretario general de la colectividad, el camarada Portella, me llevó al departamento de estadísticas y sacó un fichero para darme detalles de la marcha de los trabajos y las cifras de producción de todo el pueblo, no daba crédito a lo que veía! Cualquier organismo estatal, disponiendo de los más calificados funcionarios, los más rigurosos en la precisión de las cifras, estaría feliz, de parecerse un poco, a la organización de la colectividad de Graus. Los escépticos no tienen más que verificarlo en el lugar mismo.
Todo esta organizado según un plan sistemático. Cada rama de la producción tiene su fichero con los datos exactos de su desarrollo y de sus posibilidades, día por día, hora por hora! (…). Esa organización facilitó todas las mejoras realizadas por la colectividad. Cerca del pueblo, por ejemplo, se construyó una granja para criar cerdos, en la que hay en este momento 2000 animales de edad y razas diferentes.(…) El próximo invierno, cada familia de Graus podrá faenar su cerdo. La granja está montada de manera ultramoderna. Los animales tiene duchas y todos los cuidados que la crianza científica del ganado exigen. Pregunté a los camaradas que se ocupan de la granja de donde habían tomado el modelo para una granja tan moderna. Sin darle mayor importancia, me explicaron, que una vez decidida la creación de la granja, estudiaron y discutieron distintos modelos, para elegir, finalmente un modelo americano, exactamente igual a las granjas porcinas de Chicago.
En otra parte, en los alrededores del pueblo, hay una granja avícola que fue instalada, también muy bien organizada, equipada con un laboratorio ultramoderno. (…) Las mas variadas especies de aves se agitan en los distintos departamentos de la granja. Encaran para el próximo otoño, tener más de 10.000 especímenes en pleno rendimiento. Por ahora hay 6000. Aquí todo es nuevo y magnífico. Todo fue instalado según las exigencias de la técnica más avanzada y la experiencia de esta técnica. El director de la granja inventó una incubadora de mejor rendimiento que todas las conocidas. Miles de pollitos se agitan en los alveolos calefaccionados. Centenares de patos y de gansos. Pollos y gallinas igualmente por centenares. Como la granja porcina, todo aquí está perfectamente pensado y logrado. Vienen de todos los rincones de Aragón para estudiar sus realizaciones. Graus constituye un lugar de peregrinación para los trabajadores aragoneses y una escuela para la reconstrucción de nuestra patria.
Todos los habitantes dieron rienda suelta a sus dotes creativas. Magnificas escuelas a las que se les dio el nombre de Joaquín Costa 21 y una biblioteca, muy bien provista de los libros más diversos, funcionan allí. La colectividad posee su propia imprenta y una librería. Abrieron una escuela de Artes y Oficios, donde estudian mas de sesenta jóvenes del pueblo, y donde todos pueden seguir cursos de perfeccionamiento. En el mismo edificio se instaló un museo de pinturas y esculturas.
Graus tomó a su cargo una colonia de niños refugiados, con sus maestros, instalada en un gran castillo rodeado de un jardín y situado a cierta distancia del pueblo. (…). por lo demás, acogió más de 50 refugiados adultos.
Graus figura a la cabeza de todos los pueblos de Aragón en lo concerniente a la ayuda a las exigencias de la guerra. Se arreglaron rutas y caminos. Se estudia la posibilidad de la explotación de algunas zonas de la región ricas en carbón y en pirita. El rendimiento de sus industrias ésta al máximo. Se construyó un nuevo molino con una instalación muy moderna. Se compraron nuevas máquinas agrícolas y en particular un modelo muy nuevo de cosechadora. Se industrializaron los derivados ganaderos.(…) la vida del pueblo se transformó, y por su ejemplo, transforma también la de los pueblos aledaños. Se hizo la revolución".22 El autor de este reportaje señala sin embargo, que Graus constituye una experiencia piloto y que otras colectividades visitadas por él no lograron resultados tan satisfactorios. Se trata, sin embargo, de un pueblo bastante chico: 700 habitantes, todos ellos miembros de la colectividad salvo 170. Se notará, que aquí el dinero no fue abolido. La caja central de la colectividad pagaba todos los sábados el salario de los colectivistas. El autor no precisa si el salario era individual o familiar. Había un banco en Graus, que fue abandonado tras la quema de sus registros. Los empleados trabajaban como contables de la colectividad, cuya caja central se ocupaba de todas las operaciones internas y externas.
En las comunas libertarias, donde el dinero fue abolido, los salarios eran pagados en bonos, según el principio del salario familiar. "Las colectividades de la CNT se caracterizan, mayoritariamente, por la adopción del salario familiar.
Se pagan los salarios según la necesidad de sus miembros y no sobre la base del trabajo de cada obrero.23." Cuando, en una colectividad había abundancia de vino, de pan o de aceite, por ejemplo, se distribuían raciones gratuitas, los otros artículos podían ser comprados con bonos, que en realidad, cumplían la función de "moneda interna", porque cuando había que comprar o vender externamente, el dinero retomaba sus derechos. Salvo, por supuesto, cuando dos colectividades anarquistas, intercambiaban entre sí. Kaminski describe la colectividad de Alcora:
"Cada uno recibe lo que necesita, ¿ de quien? del comité, naturalmente. Sin embargo, es imposible aprovisionar a 5.000 personas, mediante un solo centro de distribución. Hay negocios en Alcora, donde uno puede proveerse lo necesario como antes. Pero estos negocios, nota Kaminski, no son más que centros de distribución: "Pertenecen al poblado entero, y sus antiguos propietarios ya no obtienen ganancias. Sobre todo no se paga con dinero, sino con bonos. Hasta el peluquero, solo afeita intercambiando bonos. Estos campesinos quieren tener "todo en común", como cuenta la Biblia de los anacoretas.
Y consideran que la manera más segura de lograr la igualdad general es la abolición del dinero. Tanto en Alcora, como en otras comunas libertarias de Aragón, el dinero es reemplazado por bonos, distribuidos por el Comité. "La teoría según la cual las necesidades de cada uno serán satisfechas, solo se cumple en parte, ya que se parte del principio, de que todos tenemos las mismas necesidades. No se hacen diferencias individuales, o para ser exactos no se reconocen individuos: se reconocen familias. Solo, los solteros son considerados individuos."
¡Extraña actitud viniendo de anarquistas!
Kaminski prosigue:
"Cada familia y cada persona que vive sola recibe una tarjeta. Esta es marcada, día a día en el lugar de trabajo, así ninguno puede sustraerse. Se basan sobre esas tarjetas para la distribución de los bonos. Y aquí está el problema del sistema. A falta de otro forma de medida, se tuvo que recurrir de nuevo al dinero para calcular el equivalente del trabajo cumplido. Todos: obreros, comerciantes, médicos, perciben por cada día de trabajo bonos por valor de 5 pesetas." Notemos, además, que en la mayoría de las colectividades, los médicos, los maestros, ingenieros agrónomos, enfermeras, etc, se convertían en asalariados de la colectividad y sus prestaciones eran gratuitas para los miembros de dicha colectividad.
" Una parte de los bonos lleva la mención "pan" (por ejemplo), siendo el valor de cada bono el de un kilo. Pero otra parte representa explícitamente un contra valor en dinero. Sin embargo no se pueden considerar estos bonos como billetes de banco. Sólo se pueden intercambiar por bienes de uso, y eso, en medida restringida. Aún si el monto de estos bonos fuera más grande, sería imposible adquirir medios de producción y convertirse en capitalista, aunque fuese a la escala más modesta, ya que solo los bienes de consumo están a la venta.
Los medios de producción pertenecen a toda la comunidad."
Hasta aquí, escribe Kaminski, el Comité es el representante elegido por toda la comunidad. Es el Comité el que tiene todo el dinero de Alcora, cerca de 100.000 pesetas.
"El comité intercambia los productos del pueblo con otros productos faltantes, y lo que no se puede procurar mediante intercambio, es comprado. Pero el dinero solo es tenido en cuenta como mal menor, válido mientras el resto del mundo no se haya plegado al ejemplo de Alcora."
Es el Comité, el que se ocupa de todo, el que dirige todo, el que posee todo, como una suerte de "pater familias".
"Cada pedido especial, escribe Kaminski, debe serle sometido. Solo él juzga en última instancia. Se puede objetar que los miembros del Comité pueden convertirse en burócratas y hasta en dictadores. Esto no se les escapó a los campesinos. Por eso se previó que el Comité fuera renovado en breve plazo de manera que cada poblador forme parte de él durante cierto tiempo."
Esto es común a la mayoría de las colectividades de Aragón y Cataluña.
"Toda esta reglamentación tiene en su ingenuidad algo emotivo. Sería un error ver en esto sólo un intento campesino para establecer el comunismo libertario y criticarla demasiado seriamente. No hay que olvidarse que los obreros agrícolas y aun los pequeños comerciantes pueblerinos han tenido hasta ahora un nivel de vida extremadamente bajo. Sus necesidades están a penas diferenciadas. Antes de la revolución, un pedazo de carne ya era un lujo para ellos y sólo algunos intelectuales que viven entre ellos piden cosas que sobrepasen las necesidades inmediatas. Este comunismo libertario parte en realidad del estado actual de las cosas. La prueba es, que la tarjeta de familia deja al ser mas oprimido de España, la mujer, bajo la entera dependencia del hombre.24"
En efecto, el salario familiar y la tarjeta de familia preconizados por la CNT como un gran progreso social, se revelan como profundamente retrógrados, ya que no sólo la mujer efectivamente el ser más oprimido de España está sujeta al hombre, sino también los niños al padre de familia. Pero los jóvenes y con más razón las muchachas de 18/20 años y algo más, sin duda quedan bajo la tutela paterna.
Seguramente no es en Alcora, que se podía ser sexualmente liberado!!!
Es el principio mismo de la familia, en lo que tiene de más conservador y tradicional, lo que, paradójicamente es afirmado como valor progresivo. Lo que demuestra, como lo nota con justeza Kaminski, "el estado actual de las cosas", es decir el atraso en que se encontraba España entonces, sobre todo en el campo, en el seno mismo de las transformaciones revolucionarias de Cataluña y de Aragón, en la conciencia misma de los protagonistas de estas transformaciones.
Para volver a "la abolición del dinero", hay que destacar además de la conmovedora "ingenuidad " de la que habla Kaminski, lo extremadamente complicado que era el sistema de bonos. El autor cuenta con humor que si un joven trabajador de Alcora, quería visitar a su novia en el pueblo vecino, debía apersonarse al Comité para cambiar los bonos contra dinero para pagar el ómnibus. lo mismo, si se quería ir a la ciudad, al cine, o visitar un pariente. El Comité tenía derecho a negar, a decidir la cantidad de visitas a la novia, o de idas al cine, etc, que los colectivistas podían hacer! Es imaginable los abusos que un miembro rigorista del Comité podía permitirse. Otros testigos como Borkenau o Bolloten, con opiniones muy diferentes sobre las colectivizaciones, cuentan abusos de ese tipo.
Es evidente que la abolición del dinero en Alcora y en otras comunas libertarias, constituye una operación fetichista, casi mágica. Siendo el dinero el mal absoluto, abolirlo, es abolir el MAL, reestablecer el BIEN. Tan así fue, que, en ciertas comunas se sacaron los cofres con billetes de banco para quemarlos en medio de la calle o para hacer fogatas. Nadie duda que fueron fogatas alegres, pero lamentablemente fueron incapaces de liquidar la "dominación del dinero". "Es imposible abolir el dinero en el seno de las colectividades, mientras siguiera dominando las relaciones sociales en el seno de la sociedad aledaña, es necesario para comprar y vender, para viajar, para ir al cine, etc.
Mientras que las mismas colectividades vecinas, generalmente igual de libertarias, pagan sus salarios en dinero, y por lo tanto no reconocen los bonos.
Si el dinero puede ser tomado a la vez como expresión de la penuria relativa (abundancia=gratuidad) y de la desigualdad social, la abolición del dinero sólo podría ser el resultado de la abolición de la desigualdad y de la penuria y no a la inversa.
Hay un decreto del gobierno autónomo catalán para las Colectivizaciones agrícolas, cuyo texto fue publicado por Solidaridad Obrera los dias 4 y 6 de noviembre de 1937. Este decreto firmado por Luis Companys, presidente, y por José Calvet y Mora, consejero Agrícola, y líder de la Unión de los rabassaires, no tiene el interes del de la industria. En efecto, aquí se trata del reconocimiento del hecho ya concretado. Por supuesto, para justificar su existencia el decreto intenta establecer las normas generales y obligatorias para el funcionamiento de las colectividades agrícolas. Notamos en ellas la voluntad de un derecho a observación (y de disolución) por parte de las autoridades gubernamentales sobre la actividad de estas colectividades y la introducción de un "sector privado" en su seno. Se prevé la posesión particular para los miembros de la colectividad de una huerta, aves, ganado (cabras, cerdos, ovejas) como en los koljoses soviéticos. Sin embargo, nos parece que marca la amplitud y la importancia real de la colectividades agrícolas, que el gobierno catalán, después de las Jornadas de Mayo del 37, publique este decreto reconociéndolas y estableciendo normas, que grosso modo eran las que regían su actividad desde hacía más de un año.
Intento de balance
"La empresa se reveló como un éxito notable , hasta el momento en que fue aniquilada por las armas", escribe Naom Chomsky. En efecto es notable ver a las masas y a los trabajadores industriales y agrícolas transformar tan profundamente el orden social existente. No obedecieron a ninguna consigna venida "de arriba", pero debieron luchar contra las órdenes y las presiones de todo tipo venidas de los estados mayores de todas las organizaciones políticas y sindicales, y esto en plena guerra revolucionaria contra "el ejército de los grandes capitalistas y de los terratenientes."
Todo el mundo, en efecto, estaba de una u otra manera contra las colectivizaciones, salvo los propios trabajadores. Cierto, la CNT- FAI reivindica las colectivizaciones como "su" creación y la mayor parte del tiempo fueron los militantes de estas organizaciones los que tomaron las iniciativa. Pero el decreto que las limitaba y desnaturalizaba también es en gran parte obra de la CNT. Y todas las medidas resultantes del decreto, administrativas y burocráticas, cuyo objetivo era liquidar la autonomía obrera, serán tomadas con la participación activa de la CNT- FAI. Y, cuando, como se verá más adelante, durante las Jornadas de Mayo, se intentará liquidar por la fuerza las colectividades y la democracia obrera en general, la CNT ira a defenderlas en las barricadas, y la CNT los ministros, los dirigentes, los burócratas, grandes y chicos predicará el compromiso, la paz civil, la capitulación en una palabra. La CNT va a ser dual a lo largo de los acontecimientos analizados aquí. Decir que los dirigentes traicionaban el impulso revolucionario de la "base", sin ser falso, no explica nada.¿ Por qué fueron generalmente seguidos , en una organización que, en principio no aceptaba la "disciplina de hierro", ni el "culto" a los dirigentes"?
En la "base", los obreros y campesinos libertarios, colectivizan todo, desde los primeros días de la revolución: transportes, servicios públicos, comercio, industria, y agricultura. La autogestión está en todas partes, o casi. Al lado de éxitos notables, observé una falta de coordinación y de solidaridad entre "colectividades ricas" y colectividades pobres. No es lo único que falta: se puede señalar también la ausencia de reconversión de ramas industriales obsoletas, y un insuficiente cambio de orientación en la misma producción. Todo es, si se puede decir, normal en la primera etapa cuyo sentido general muy importante puede resumirse así: los trabajadores toman sus empresas en sus manos. Como es normal las más avanzadas experiencias de democracia directa se desenvolvieron en los pueblos y aldeas de Aragón y Cataluña, donde las asambleas de trabajadores podían reunirse periódicamente y decidir, todas las medidas necesarias. En la industria, el problema es más complejo aunque más no sea por la cantidad de trabajadores; la cuestión de la "delegación de poderes" se plantea, los sindicatos intervienen (la burocracia sindical aparece con sus propias finalidades), etc. Todos estos fenómenos cobran gran importancia apenas se "sale" de cada empresa. Al interior de cada una de ellas, por supuesto, la democracia directa es posible, y cómoda tan cómoda como en una comuna libertaria de Aragón. Y esto, explica, sin duda, muchas cosas.
En las esferas dirigentes de la CNT, para paliar los defectos y "proteger" las colectivizaciones en realidad para dirigirlas se propone una organización cuya expresión es el decreto del 24 de octubre de 1936. El decreto limita las colectivizaciones mediante la exclusión de las empresas extranjeras (para agradar a las democracias occidentales) y de las de menos de 100 obreros. Un sector industrial importante (dado el escaso grado de concentración de la industria catalana de entonces) habría sido devuelto al sector privado. En realidad, no hubo nada de esto, salvo en lo concerniente a las empresas extranjeras. Además, el decreto reestablece
la pirámide jerárquica de la producción, en cuya cúspide se encuentra el Estado, cuyo papel en la economía se vuelve determinante por primera vez en España (aunque, en distinto grado, este fenómeno sobrepasa netamente el cuadro de Cataluña). Paralelamente al intento de establecimiento de una autoridad estatal "de nuevo tipo", los círculos dirigentes anarquistas van a intentar implantar una autoridad sindical sobre las colectivizaciones. El decreto, hemos visto, les fija a los sindicatos un papel muy importante en la nueva organización económica, pero un papel subordinado al gobierno catalán, autoridad suprema (al menos en los papeles, el gobierno central no aceptará jamás del todo la autonomía catalana, logrando liquidarla casi totalmente a partir de junio 1937). Pero siempre hubo en la CNT una tendencia bastante fuerte que quería que los sindicatos gerenciaran directamente la economía, sin ingerencia del Estado. De más está decir que fue tendencia fue reforzada durante los períodos en lo que la CNT no tiene representación en los gobiernos catalanes y central, para debilitarse cuando está fuertemente representada en ellos, como es el caso en el gobierno catalán en el momento de la publicación del decreto. Esta tendencia, digamos "sindical", jamás del todo preponderante, no luchará, contrariamente a lo que se pueda creer, contra el fenómeno burocrático, sino que a su manera contribuirá con él.
El Partido Comunista tiene sobre las colectivizaciones una posición mas "coherente": esta en contra, contra bajo el pretexto que no corresponden a "la etapa democrático burguesa" en la cual quiere encerrar a la revolución. pero, más profundamente, está en contra de la autogestión y de la autonomía obreras, como siempre lo estuvo y lo seguirá estando. Su posición es así resumida por José Díaz, secretario general del PC, en su discurso del 2 de febrero de 1937, pronunciado en el Teatro Olympia de Valencia, en un acto de homenaje a … Maurice Thorez:
"Debemos cuidarnos de lo que se podría llamar la epidemia de las tomas, de las tomas de los bienes de pequeños industriales, de la "socialización" de pequeñas industrias, de todos los abusos de ese tipo. Y al mismo tiempo que hacemos esto, debemos plantear el problema francamente y hacer todo lo posible para lograr las nacionalizaciones de las grandes industrias, que las industrias de base pasen, como debe ser, a manos del Estado, que se decrete la nacionalización de todas las industrias necesarias a la guerra. (…) En las fábricas debe haber un control organizado de los obreros y de los sindicatos. esto es justo; pero los sindicatos, por su lado no deben olvidar tampoco que su deber, en los momentos presentes, es organizar e intensificar la producción cueste lo que cueste, bajo la dirección del gobierno, realizando todos los sacrificios necesarios para ganar la guerra."25
Por lo tanto, respeto a los pequeños y medianos industriales, "aliados naturales" del proletariado en la revolución democrático-burguesa;" control obrero" de la producción para, bajo la autoridad gubernamental, reforzar la disciplina y la productividad; y nacionalización reforzando el papel del Estado en la economía, lo que constituye el abono necesario para el desarrollo de la burocracia como clase dominante. Todo el mundo sabe, hoy, que las nacionalizaciones frutilla del postre habitual de los programas comunistas no contribuyen de ninguna manera a liquidar la explotación de los trabajadores, sino que simplemente refuerzan el capitalismo de Estado. Y esto tanto en los llamados países capitalistas (como si hubiera países que no lo fueran!) donde el sector estatizado convive con el sector privado (que lo es cada vez menos), como en los denominados países socialistas, donde todo es nacionalizado, donde se realizó la concentración total del capital, es decir en los países del capitalismo burocrático estatal.
En el campo, el PC se alía con más firmeza aún con los pequeños y medianos terratenientes (los grandes, así como los grandes industriales y banqueros están todos del lado de Franco o huyeron del país). Vicente Uribe, dirigente del PC y ministro de Agricultura, llega a ofrecer los fusiles del partido para defender la propiedad campesina contra los colectivistas.
"En los primeros momentos, el problema fundamental, para algunos, no era crear las bases de una nueva economía agraria, sino efectuar una especie de intento loco, forjado en la cabeza de gente que había perdido completamente el sentido de la realidad. Querían resolver el problema agrario mediante las colectivizaciones! 26"
La indignación del Señor Ministro da pena! Su colega del gobierno catalán, Calvet y Mora, líder de la moderada Unión de los Rabassaires, que reconoció las colectividades agrarias de Cataluña como su amigo político, el presidente de la Generalitat, Companys son peligrosos revolucionarios al lado del comunista Uribe. Y de hecho, le gobierno central no reconoció nunca las colectivizaciones en la industria, ni en el campo. El ministro de Agricultura, Uribe, se limitó a legalizar ciertas divisiones de tierras de latifundistas, ya realizadas por los campesinos, y a luchar ferozmente contra las colectivizaciones. Si en el resto de España, la UGT era más bien favorable al control obrero, se vio al principio arrastrada, en Cataluña, por el poderoso movimiento de las colectivizaciones. Pero el cepo estalinista en la UGT catalana va pronto a hacer de ésta una aliada del PSUC, en la lucha contra la autonomía y la gestión obreras.
El POUM no tiene, sobre este tema tampoco una posición muy clara. El Consejo Económico, mientras dependía del Comité Central de las Milicias, y en el seno del cual se encontraban Santillán (CNT) y Andrés Nin (POUM) publicó el 11 de abril de 1936, un plan económico con 11 puntos:
1- Reglamentación de la producción siguiendo las necesidades del consumo.
2- Monopolio del comercio exterior.
3- Colectivización de la gran propiedad agraria, la que será explotada por los sindicatos campesinos y sindicalización obligatoria de los campesinos individuales.
4- Desvalorización parcial de la propiedad urbana por la imposición de tasas y la reducción de los alquileres.
5- Colectivización de las grandes industrias, de los servicios públicos y de los transportes comunes.
6- Toma y colectivización de las empresas abandonadas por sus propietarios.
7- Extensión del régimen cooperativo en la distribución de los productos.
8- Control obrero de las operaciones bancarias, llegando hasta la nacionalización de los Bancos.
9- Control sindical obrero sobre todas las empresas que continúen siendo explotadas en forma privada.
10- Reubicación rápida de los desocupados.
11- Supresión rápida de diversos impuestos, para llegar al impuesto único.
Según W: Solano, estos puntos fueron redactados por el propio Andrés Nin y pueden de alguna manera ser considerados como el punto de vista oficial del POUM. Como se ve, su posición es mucho más radical que la del PC y corresponde a su concepción del carácter democrático-socialista de la revolución: la revolución debía cumplir acabadamente los objetivos de la revolución democrático-burguesa, inconclusa, y, al mismo tiempo, llevar a cabo las premisas de la transformación socialista. Como los comunistas, quieren "respetar" la propiedad de la pequeña y mediana burguesía. Desgraciadamente para los esquemas de unos y otros, "el movimiento autónomo de las masas" había llegado mucho más lejos en la transformación radical de la sociedad. Y es con relación a esta verdad que la actitud del POUM difiere radicalmente de la del PC. Con la imperturbable tranquilidad de conciencia que infunde la mentira burocrática, los estalinistas se convirtieron en los enemigos más encarnizados de las colectivizaciones y de la democracia obrera. El POUM, por su parte, superado por la iniciativa obrera y subestimando sus realizaciones, se situó sin embargo -en los momentos importantes, como durante las Jornadas de Mayo- al lado de los obreros, sin dejar por ello de condenar particularmente a través de la pluma de Juan Andrade las realizaciones "espontáneas y carentes de un plan unificador" de la clase obrera en general y de los anarquistas en particular. Aquí también, su visión centralista-leninista los obligaba a subestimar una experiencia rica y llena de vida, en nombre de dogmas que la juzgaban imposible mientras no se realizara bajo la conducción de "un gobierno obrero y campesino" y la férula del partido de vanguardia.
Por sorprendente que esto pueda parecer a los ingenuos que siguen creyendo que los comunistas se encuentran en la extrema izquierda, las fuerzas nacionalistas catalanas el Esquerra, los rabassaires se mostraron más perceptivas que los comunistas en la ponderación de los matices que ofrecían las colectivizaciones. La primera comprobación que parece hacer Lluis Companys en cuanto se producen las primeras expropiaciones, poco después del 19 de julio, es que la industria catalana ha vuelto a ponerse en marcha. En poder de los obreros, sin duda, pero esto es preferible a una parálisis total que sólo podría desembocar en el caos económico. Luego, poco a poco y sin precipitaciones, se tratará de "restablecer el orden", es decir, restaurar la autoridad del Estado.
El único poder que tuvo la Generalitat durante los primeros meses de la revolución fue un poder financiero. Como ya lo he señalado, en las incautaciones y expropiaciones los Bancos fueron respetados (¿habrá sido a causa del desprecio de los anarquistas por el dinero?). Por su parte, la Generalitat se apresuró a implantar un control riguroso de todas las operaciones bancarias.
La oficina reguladora de los pagos salariales concedió a las empresas controladas por los obreros préstamos por un valor de 44 millones de pesetas, mientras que la Caja oficial de préstamos y descuentos distribuyó 35 millones de pesetas entre julio y noviembre de 1936. […] Para poder atender las exigencias del frente de Aragón, ayudar militarmente al gobierno central, abastecerse de armas y municiones y subvenir a las necesidades de la población y de un país cuyas exportaciones habían quedado reducidas a cero, el gobierno catalán creyó legítimo exigir al gobierno central la autorización de girar 180 millones de pesetas sobre su cuenta en el Banco de España. Pero, en vez de responder a esta solicitud, el Tesoro nacional ordenó a la delegación de las Finanzas de Barcelona que le desembolsara 373 millones de pesetas. El viejo antagonismo regionalista volvió a exacerbarse en agosto [1936].
Como el poder obrero sólo existía aún en un estado embrionario, la única autoridad capaz de resolver el conflicto era el gobierno de la Generalitat. El 27 y 28 de agosto, el consejero financiero ordenó el embargo de la sucursal catalana del Banco de España […]. Después de haber confiscado, como represalia, 36.000 libras esterlinas que Cataluña poseía en París, el gobierno central cedió y declaró legales las operaciones efectuadas por la Generalidad, (pero, por otra parte, en el convenio concluido entre ambos poderes, se preveía que éste sólo era válido para el gobierno de la Generalitat!28.
Esta última reserva no carece de importancia, ya que manifiesta la desconfianza rayana en el sabotaje que el gobierno central experimentaba hacia el comité central de las milicias emplazadas a la sazón y, de manera más general, hacia los comités obreros y las colectivizaciones. Único poder financiero de Cataluña, la Generalitat se valdrá de ello para desarrollar su creciente control sobre toda la vida económica del país.
"La cuestión del crédito, verdadero "gollete" de las colectivizaciones, tampoco se resolverá de acuerdo con las opiniones de los revolucionarios. Es la crisis del crédito (…..) la que amenaza el funcionamiento mismo de las empresas colectivizadas. El Consejo de la Generalitat de Cataluña rechaza la creación de un Banco para la Industria y el Crédito que piden la CNT y el POUM. […] Los Bancos pueden reservar sus créditos sólo a las empresas privadas e incluso descontar previamente comisiones exorbitantes a las transferencias de fondos ordenadas por el gobierno. Juan Peiró propone la creación de una banca industrial para financiar las actividades de las plantas colectivizadas. Pero el Ministro de Finanzas Negrín se opone a esta iniciativa […..]. De esta manera, el movimiento de las colectivizaciones se encuentra restringido, primero, y estancado, después, con lo que el Gobierno sigue siendo el patrón de las empresas a través de los bancos. Poco a poco va consolidando su autoridad en las empresas incautadas (colectivizadas) y también en las intervenidas (bajo control obrero), a través de su elección de los contralores y directores. Su búsqueda de eficacia y sus preocupaciones políticas lo llevan con frecuencia a reponer en sus puestos con otros títulos a los antiguos propietarios o técnicos de las empresas29.
Esta cita, extraída del libro de Broué y Temime, podría hacer creer en la liquidación total de las colectivizaciones antes de la derrota republicana. Pero no fue así. En Cataluña, sobre todo y contra viento y marea, sectores todavía importantes de la industria y servicios públicos habrían de seguir en manos de los trabajadores hasta el fin de la guerra. Sin duda que el gobierno catalán y el gobierno central incrementaron su influencia, en el sentido ya indicado, en una serie de sectores industriales y, además del sabotaje financiero, recurrieron a toda una serie de medidas legales para "disolver" las colectivizaciones. Así, en el mes de mayo y después de las jornadas de las barricadas, el gobierno central anuló el decreto de las colectivizaciones del 24.10.36, alegando para ello que la Generalitat carecía de competencia en la materia: el Art. 44 de la Constitución especificaba que sólo el Estado estaba facultado para expropiar y socializar y que la Generalidad no podía sustituir al Estado español.
El 28.8.37 se dictó otro decreto por el cual el Gobierno central quedaba facultado para la intervención y control absoluto de las minas y del conjunto de las industrias metalúrgicas. En octubre del mismo año, Solidaridad Obrera denunció una decisión del servicio de compras del Ministerio de Defensa, según la cual éste sólo debía suscribir contratos de compra con aquellas empresas que funcionaran "bajo la dirección de sus antiguos propietarios o con arreglo al régimen equivalente asegurado por el control del Ministerio de Economía y Finanzas30".
Repitamos entonces que ni el sabotaje financiero ni todas las demás medidas legales y presiones políticas lograron liquidar las colectivizaciones. Cuando, en agosto de 1937, las tropas comunistas avanzaron y trataron de liquidar a sus enemigos irreconciliables (las comunas libertarias de Aragón), fueron obligadas, como hemos visto, a retroceder. Las autoridades gubernamentales y los partidos políticos anti colectivistas también tuvieron que dar marcha atrás en el sector industrial, cediendo a la presión de los obreros, que no aceptaban ese retorno al capitalismo, aunque se tratara de un capitalismo de Estado. Por más que se designaran, por ejemplo, directores con plenos poderes, si los trabajadores se negaban a obedecerlos y seguían nombrando a sus propios representantes, esos directores no eran más que figuras decorativas gubernamentales. Así, las colectividades agrícolas e industriales hostigadas y sitiadas por todas partes se mantendrían sin embargo hasta la entrada de las tropas franquistas en Aragón y en Cataluña, que acabarían con sangre el retorno al orden intentado a veces también con sangre por las autoridades republicanas.
Tenemos entonces que lo esencial en esta batalla de tantos frentes, de los que algunos y no ciertamente los menos importantes fueron producto del imaginario, nunca llegó a ser escrito. Se ha hablado, bien y mal, de las colectivizaciones, citando para ello cifras, hechos, etc.; se ha hablado del decreto, de su funcionamiento, de la organización sindical, de las disposiciones legales, a favor o en contra. En una palabra, se han hecho muchos esfuerzos para estudiar las instituciones, ya sea para encomiarlas y erigirlas como ejemplo al resto del mundo (¿no se dice acaso, con orgullo, que Yugoslavia llegó a inspirarse en ellas? Se ha citado, incluso, como ilustración en un derroche increíble de humor negro a la misma Argelia….!), ya sea para censurarlas y tratar de demostrar que la autogestión es un señuelo, cuando no se habla de otra cosa, justamente, de todo lo que se ha emprendido contra la autogestión. Pero jamás se ha hablado del estado de ánimo de los trabajadores ni de su relación con la autoridad. Si bien no me propongo compensar ese vacío ahora con algunas frases, no está de más señalarlo, pues es a mi juicio más importante que la rehabilitación nostálgica de "las buenas instituciones", que permiten un "mejor funcionamiento de la economía". Además, no existen que yo sepa "buenas" instituciones…!
Pero, a través de los textos y los testimonios, de manera demasiado imprecisa y velada, lamentablemente, como para que podamos entrar en detalles, aparece un comportamiento masivo de "desobediencia civil". Esta democracia salvaje de la que ya he hablado (como las huelgas del mismo nombre, se afirma a la vez contra el Estado, los patronos y las burocracias "obreras" y no está institucionalizada) no está expresada, por supuesto, en ningún texto legal, en ningún programa de ninguna organización ni en ningún análisis de ningún investigador teórico, por la sencilla razón de que reconocerla equivaldría a una auto-negación en cuanto "ley", en cuanto "vanguardia dirigente" y a menudo también en cuanto "investigador teórico". Ha sido sin embargo el estado de ánimo revolucionario y libertario de los trabajadores el que hizo posible esta democracia salvaje, ese estado de ánimo que los impulsó contra los militares y los fascistas, que los impelió a colectivizarlo todo -o casi todo- y que alimentó su soberbia desobediencia a la Autoridad. ¡Claro que no bien se desmoronó el viejo mundo, todos los aparatos se apresuraron a reconstruir "el nuevo", que casualmente tomó del antiguo sus valores esenciales, donde se canonizan, apenas re-maquillados, los buenos y viejos principios de la esclavitud contemporánea: la Autoridad y la Disciplina, las Fuerzas Armadas y la Patria (¡ah sí, no nos olvidemos, por favor, de la Patria…!), la Productividad y el Orden, etc., etc…!
Todo esto no es ninguna novedad. En cambio, lo que sin ser nuevo es al menos poco usual es la relación de las masas con la Autoridad en la Cataluña de aquel entonces. Ésta, sin embargo, trata de afirmarse por todos lados no sólo mediante la paciente y solapada restauración de un Estado totalitario, sino además por la sutil secreción de fantasmas; el espectáculo de los héroes y los caudillos; esos jóvenes generales cubiertos de cuero y cartucheras que descienden en línea directa del Año II 2, con su inevitable atuendo guerrero bolchevique. Kléber y Boudienny se llaman ahora Lister o Durruti (éste una vez muerto; en su caso era más prudente). La imagen de los líderes venerados (en cuya primera fila aparecía por supuesto Stalin, que no sólo era adorado por los estalinistas), esos "íconos" que aparecen sobre todos los muros de las ciudades derruidas y en los locales de todas las organizaciones políticas, cada uno con sus propias deidades que entregan como alimento a las masas para que, henchidas éstas de devoción, se mostraran más obedientes. Desde un afiche, un dedo vengador señala al campesino analfabeto y al obrero holgazán, quienes, obedeciendo a ese admirable "gesto heroico" se han lanzado imprudentemente a una aventura sin paralelo, tratando ingenuamente de cambiar su vida. No era ése su lugar. Ahora los acusan de sabotear la guerra. También los acusan (porque el gesto heroico está muy bien y es, incluso, indispensable, pero no lo es todo) de sabotear la producción y, por supuesto, el Orden, el Orden que exige que cada uno esté en su lugar y ejecute las tareas que le han sido asignadas por la Autoridad. Es inconcebible, dice la Autoridad desde alguna de sus múltiples facetas comunista, republicana o anarquista es inconcebible que las fábricas estén "en manos de los obreros". Eso no tiene ningún sentido. Para dirigir una fábrica hace falta un director. Eso cae de maduro. Para organizar y planificar la economía hay que contar con organizadores, especialistas y técnicos con autoridad y conocimientos especializados. Cada organización saca a relucir entonces a "sus" especialistas, a menudo, como se ha visto, a sus antiguos patrones, lo que no deja de tener cierta lógica: ¿acaso no han demostrado ellos su capacidad como patronos siéndolo? Pero el obrero "vago", acusado incluso de alimentar "intereses capitalistas" como no hace tanto tiempo en China, durante el sangriento ajuste de cuentas entre fracciones de la burocracia, púdicamente denominado "revolución cultural" y el campesino analfabeto oponen a todas las tentativas de la Autoridad una resistencia magnífica. Sencillamente, ellos no reconocen a esta Autoridad. Trabajan y luchan, diga lo que diga la mentira burocrática y, además, ¿cómo podrían proceder de otra manera? Ellos no rechazan las exigencias de la técnica y de la cultura al contrario, se sentirían más bien inclinados a respetarlas en exceso pero pretenden decidir y seguir siendo los artífices de su vida y de su trabajo, por duros e incluso miserables que éstos sean. Si ésta no es una actitud revolucionaria, ¿en qué consiste, entonces, la revolución?!
¿Cómo pudo ser restaurado el Estado autoritario aun obedecido a regañadientes dado este estado de espíritu rebelde y esa democracia salvaje impuesta por los trabajadores? ¿Cómo se pudo limitar si no liquidar el alcance del movimiento de las colectivizaciones? Es precisamente a través de cierta manera de vivir la solidaridad de clase, de una fidelidad a la organización y de una concepción de la militancia que la Autoridad pudo reintroducirse "en la cabeza" de los militantes, incluso de los más rebeldes; es esta fidelidad filial a la Organización (en este caso la CNT-FAI) la que, al fin de cuentas, limitó hasta un cierto punto el alcance extraordinario del gran rechazo. Y esto nos lleva naturalmente al tema del fenómeno burocrático en el movimiento de las colectivizaciones.
El estudio de este fenómeno siempre está ausente de los textos que, a favor o en contra, dan cuenta de las colectivizaciones. Voy a referirme ahora a las transformaciones burocráticas que se produjeron en la CNT-FAI "al calor" del poder. Insistir en cuestiones demasiado conocidas como la burocracia estalinista, o la de los sindicatos dominados por ella, como fue el caso de la UGT en Cataluña no sería más que una pérdida de tiempo.
En su folleto "Ne Franco, ne Stalin : Lattività sindacale nella transformazione sociale" 31, Gastón Leval retoma las acusaciones de un importante sector de los dirigentes de la CNT contra el "neo-capitalismo obrero" (sic) acerca de las empresas industriales y comerciales que desarrollaban sus actividades por su propia cuenta y por sus propios medios, las mismas que después del 19 de julio encontraron las cajas llenas de dinero y que, al haber podido colocar su producción en el mercado, se convirtieron en lo que dio en llamarse "las colectividades ricas" y dejaron de interesarse según Laval en el interés general. Pero, incluso las "colectividades pobres" son acusadas de neo-capitalistas, ya que, privadas de materias primas y de una demanda de sus productos, pedían dinero prestado al gobierno catalán para pagar a los obreros "que no hacían nada". ¡Qué vergüenza…! (El camarada Gastón no parece haber advertido que los capitalistas no suelen pagar a los obreros que "no hacen nada"…..).
Para Leval, como para un sector de la CNT, la solución a ese problema se encuentra en lo que ellos llaman "la socialización" (¡viva la ambigüedad!), vale decir la gestión de las distintas ramas industriales integradas por los sindicatos correspondientes. Pero es justamente en la gestión sindical que el fenómeno burocrático adquiere en Cataluña un relieve en cierta medida original. Si nos trasladamos a esa época veremos que, contrariamente a lo que pasaba en la CNT antes de la revolución (cuando el único puesto remunerado, en una organización que tenía más de un millón de afiliados, era el del secretario general, que se iba renovando periódicamente; en una organización, en una palabra, que le tenía fobia al burocratismo y luchaba contra ese fenómeno inherente a toda organización), una nueva capa de funcionarios sindicales empezó a pulular en todos los organismos estatales o propiamente sindicales, los cuales se ocupaban o querían ocuparse de la gestión, coordinación, planificación y comercialización de la producción de las empresas colectivizadas. Esta nueva capa de responsables sindicales, separados del trabajo productivo, tenía un poder real y un poder que era a la vez económico, político, militar e incluso policial. En los consejos municipales, en la administración estatal hasta e incluso en el seno de los gobiernosen los organismos políticos de alianza antifascista o propiamente anarquistas (CNT-FAI-FIJL), en el seno de las asociaciones de las colectividades agrícolas e industriales, en el nuevo ejército creado sobre las ruinas de las milicias (volveremos a referirnos a este asunto), en la policía, paralela o no, en cada una de las áreas donde se sitúa el nuevo poder, en la cumbre de la nueva jerarquía, encontramos al mismo grupo de dirigentes, la capa de responsables sindicales con amplios y variados poderes cuya rotación por mecanismos electorales está substituida cada vez más por la cooptación (una vez más, la guerra obliga…!). No nos engañemos, a pesar de su bandera negra y roja y todo su palabrerío sobre la libertad, se trata en realidad de una burocracia, vale decir de una capa separada de dirigentes que se cristaliza alrededor de intereses específicos que derivan del ejercicio del poder, de un poder, por supuesto, económico y a la vez político que habla "en nombre" (o sea en lugar) del proletariado, mientras que éste se expresa cada vez menos, hasta ser reducido a un completo silencio…!
"La burocracia es a nuestro juicio (escribe Claude Lefort) un grupo que tiende a hacer prevalecer un cierto modo de organización que se desarrolla en determinadas condiciones, en función de un cierto estado de la economía y de la técnica, pero que, en su esencia, sólo es lo que es en virtud de una actividad social. Por lo tanto, todo intento de comprensión de la burocracia que no ponga en evidencia un tipo de conducta específica nos parece condenado al fracaso. La burocracia sólo existe por los burócratas, por su intención común de formar un grupo aparte, a distancia de los dominados, de participar en un poder socializado, de determinarse los unos respecto de los otros en función de una jerarquía que garantice a cada uno ya sea un status material, ya sea un status de prestigio. Pero (sigue Claude Lefort) no se puede reducir la burocracia a una suma de comportamientos similares. El comportamiento del individuo aislado es "ininteligible" y sólo cobra sentido cuando se lo reubica en el marco del grupo. La burocracia se constituye, en efecto, dentro de una socialización inmediata de las actividades y de las conductas. El grupo no es, en ese caso, una categoría de actividad o de status socioeconómico, sino un medio ambiente concreto del que cada uno extrae su propia determinación. Pero esta observación permite percibir, además, el vínculo de la burocracia con la institución de masa; en ella ministerio, sindicato, partido, empresa industrial encuentra su forma adecuada, pues la unidad de cuadro, la interconexión de las tareas, la cantidad de puestos de trabajo, la proximidad de los hombres en el interior de cada sector, la perspectiva ofrecida de un desarrollo creciente de la organización y el volumen de los capitales involucrados circunscriben un campo social del poder. De ahí que la identificación del burócrata con la empresa a la que pertenece constituya una mediación natural en la conciencia que el grupo adquiere de su propia identidad.
Pero esta identificación […] no debe disimular que en realidad la burocracia no encuentra su destino estrictamente impuesto por la estructura técnica de la institución de masa, sino que ésta, a su vez, le impone también el suyo. Agente de una estructuración muy particular, la burocracia multiplica los puestos y los servicios, divide con tabiques los diversos sectores de las actividades, crea artificialmente tareas de control y coordinación, desplaza hacia una función de puros ejecutores una masa siempre creciente de trabajadores para oponerles en todos los niveles una función de autoridad tratando de alcanzar su amplitud máxima mediante la creación de un sistema de relaciones de dependencia lo más diferenciado posible."32
Evidentemente, en plena guerra civil y en medio de la violencia de los conflictos sociales, la burocracia no pudo desarrollar en Cataluña sus rasgos definitivos y no fue más allá de lo que podríamos llamar "un borrador" de lo que acaba de describir Lefort. Pero su definición le sienta a la perfección. Esta burocratización "sindical" tampoco era monolítica. Ligada por momentos al aparato estatal, se confunde con éste y, al mismo tiempo, se le opone. Estallan conflictos entre funcionarios sindicales, colocados por la situación política en el aparato económico del Estado, y funcionarios que aunque sólo tengan responsabilidades sindicales, poseen de todas maneras un poder de gestión. Sin ir más lejos, podemos mencionar como ejemplo los "consejos industriales", donde los miembros de la CNT delegados por el gobierno catalán compartían bancas con otros miembros de la misma CNT, delegados éstos de los sindicatos de los distintos sectores industriales; los primeros encargados de defender la autoridad del Estado y los segundos de hacer valer la autonomía de los sindicatos y su influencia en la conducción económica (unos y otros enfrentados de todos modos a la resistencia de "las bases"). Y, por supuesto, no voy a referirme siquiera a las rivalidades, más enconadas aún, entre la CNT y la UGT, en este terreno y en todos los demás.
Los responsables cenetistas ubicados en distintas ramas de la burocracia debían hacer un llamado, cada uno en su área, a "la disciplina de la organización". Los unos exigían respeto a la autoridad del camarada ministro (en Cataluña, las carteras que más tiempo estuvieron en manos de ministros anarquistas fueron las de Economía y Defensa); los otros exhortaban a acatar la del compañero secretario general del sindicato correspondiente. Se trata de algo más importante que una simple querella entre personas y atribuciones, mucho más allá del desorden y el papeleo derivados de esta proliferación de comités y comisiones que ejercían toda suerte de controles a la que se refieren todos los testigos de la época a veces estatales y otras sindicales (o de los partidos), que se superponían y disputaban unas con otras. Se trata más bien de una lucha por la hegemonía entre dos tendencias de la burocracia. La primera, que yo llamo "sindical" y que en Cataluña estaba casi exclusivamente representada por la CNT-FAI, y la segunda: la burocracia estatal donde participan todas las organizaciones políticas y sindicales antifascistas incluso la CNT pero donde, con el correr del tiempo, la influencia estalinista se fue haciendo cada vez más marcada.
Se puede encontrar un interesante enfoque teórico de la primera tendencia en un artículo publicado en Solidaridad Obrera por Juan Peiró, uno de los líderes anarco-sindicalistas más influyentes (que no era miembro de la FAI), en ese momento ministro del gobierno central, lo que permite advertir debidamente la complejidad del fenómeno. Criticando, no sin lucidez, la ausencia de un plan general económico que abarcara todas las industrias de la zona republicana, Peiró declara sobre la gestión sindical:
"Lo que siempre he querido decir y repito ahora, es que antes de programar las colectivizaciones y socializaciones que hoy han adquirido el gusto amargo del corporativismo, hay que dar prioridad a la creación de organismos capaces de dirigir y administrar [subrayado por mí, C.S.-M.] la nueva economía, sin que esto implique tutela alguna del Estado ni de sus instituciones. Pero crear los organismos que habrán de servirnos para estructurar la colectivización y socialización de la riqueza social equivale también a hacer una revolución, ya que el hecho de conquistar posiciones y de formarnos en su seno para que, una vez terminada la guerra, seamos capaces de organizar la nueva economía, es también una tarea profundamente revolucionaria, mucho más revolucionaria que destruir una economía expropiando, colectivizando o socializando sus industrias, tarea ésta para la que nadie estaba preparado, entre otras cosas por falta de organismos adecuados, únicos y necesarios para la realización de una tarea político-social tan noble y majestuosa."33
Buen ejemplo de lenguaje burocrático: las colectivizaciones que no vienen decididas de arriba destruyen la economía. De acuerdo con nuestro teórico, hay que dar prioridad a la creación de organismos directivos y administrativos. Y, aunque la palabra burocracia no aparezca en ese diagnóstico, no cabe duda de que, bajo la máscara de la eficiencia, de eso se trata: prohibido socializar, expropiar y colectivizar mientras no se haya instaurado la nueva jerarquía. En cuanto representante de la tendencia "sindical", el camarada ministro niega al Estado toda intromisión en la "nueva economía".
El triunfo de esta tendencia habría exigido el triunfo de la CNT (esa "dictadura anarquista" que los dirigentes habían sacrificado en el altar de la unidad antifascista). Pero, como se sabe, y a pesar de que los dirigentes de la CNT-FAI consideraron en cierto momento la posibilidad de realizar un golpe de Estado…! 34, nada de eso ocurrió. La transformación burocrática de la CNT-FAI nos permite pensar que, aunque los anarquistas españoles hubieran querido y logrado tomar la economía, se habrían quedado en eso. Vale decir que habrían apartado del poder a las fracciones rivales de la burocracia política (comunistas, socialistas, republicanos) sin destruir por ello ese "poder". Seguramente, disfrazado bajo una denominación del tipo Consejo central obrero, habría sido un Estado burocrático el que habría surgido de semejante "victoria".
La tendencia burocrática que a lo largo de toda la guerra civil pugnaría por lograr la hegemonía del Estado (de un Estado pretendidamente legal, republicano y democrático que prefiguraba sin embargo lo que serían los Estados de las "democracias populares") y que, de haber triunfado, habría puesto a los sindicatos nuevamente en su lugar, convirtiéndolos en meros mecanismos burocráticos al servicio del Estado. A pesar del constante fortalecimiento del Estado, éste nunca logró someter del todo a los sindicatos de la CNT ni a la autonomía obrera. Comorora, líder del PSUC, confesaba esta derrota que él esperaba pasajera en una reunión celebrada por su partido en Lérida, en enero de 1938:
"Los sindicatos no pueden ser apartados de la dirección económica del país. En primer lugar, porque el gobierno no dispone aún de un aparato económico suficientemente bien montado que le permita asumir solo toda la responsabilidad de la dirección. Por otra parte, Cataluña es un país con una antigua y bien arraigada tradición sindical. No podemos quemar etapas […]. Hoy es absolutamente necesario que las centrales sindicales intervengan en la dirección económica del país 35."
No olvidemos que en el seno de la tendencia "estatal" estaban representadas todas las organizaciones comprendida la CNT-FAI y que para concretar ventajosamente el reparto de responsabilidades en la dirección de la economía con los sindicatos, habría sido necesario ante todo que una organización, o bloque de organizaciones, hubiera logrado imponerse a las demás y asumir la totalidad del poder, primero en el aparato estatal y luego en todo el país. Los estalinistas y sus aliados lograron buenos resultados por esta vía, sin llegar empero a imponerse totalmente.
Fue la victoria franquista la que resolvió negativamente el conflicto, pero no es absurdo suponer que, si la victoria hubiera sido republicana, la lucha entre las diversas tendencias de la burocracia se habría resuelto por las armas. Todo esto no está dicho para librarse al pequeño juego de las hipótesis históricas, sino simplemente para mostrar la diversidad de vías que podían conducir al capitalismo burocrático de Estado.
Los trabajadores, que fueron quienes realizaron la obra al fin de cuentas ejemplar de las colectivizaciones y que tuvieron que hacer frente a mil dificultades y a los ataques de todas las burocracias, no supieron organizar el contraataque para la defensa y profundización de sus conquistas. Su resistencia fue pasiva y se limitó a no aplicar las cláusulas del decreto y a no obedecer las órdenes y exhortaciones de los dirigentes de la CNT y si, acuciados por la falta de dinero, aceptaban a un director nombrado por la Generalitat, después no lo obedecían. Y así sucesivamente. Cada resistencia "defensiva" favorecía, e incluso justificaba, el aislamiento de cada empresa, en cuyo seno (y seguramente en algunos casos incidieron motivos egoístas) los trabajadores se habían convertido en los nuevos patrones. En cuanto salían de la fábrica o se implementaba un nuevo proyecto local o regional, los burócratas sindicales y estatales se adueñaban de ella en nombre de la racionalidad, la planificación, las necesidades de la guerra o la razón de Estado. Sintiéndose desposeídos, los trabajadores volvían a refugiarse en sus empresas como en fortalezas sitiadas. Sólo en los pequeños pueblos y aldeas de Cataluña y Aragón se pudo implantar, como hemos visto, una democracia directa y, en consecuencia, un plan local general discutido y aprobado por todos, unificando las empresas industriales y agrícolas, las actividades culturales, etc.
Sin embargo, los trabajadores jamás pusieron en duda la estructura sindical y no parecen haber tenido una clara conciencia del fenómeno burocrático. Para los militantes de la CNT su organización era algo sagrado, aunque algunos de sus dirigentes no entraran en esa categoría. Esto explica sin duda por qué no llegó a hacerse ningún esfuerzo serio para desbaratar la jerarquización de la CNT y hacer oír la voz de la masa de los trabajadores, así como para poner en pie una coordinación verdaderamente democrática. Sin embargo, en un cierto momento, se habría podido (por decirlo de alguna manera, sin duda, ya que, como los trabajadores ni siquiera se planteaban esta cuestión, esta posibilidad sigue siendo una abstracción) oponer a los funcionarios sindicales los delegados elegidos y revocables en cualquier momentode los trabajadores. Estos delegados, que no habrían abandonado su trabajo en sus respectivas empresas, habrían podido ser diferentes en cada reunión inter-empresaria y habrían estado en condiciones, por supuesto, de promover una coordinación y una solidaridad prácticas entre las distintas empresas y ramas industriales catalanas. De haber tenido lugar, esta iniciativa podría haber constituido un primer paso de la contra-ofensiva obrera contra la burocracia. Pero, dados los lazos de dependencia de los obreros revolucionarios con sus respectivas organizaciones (la CNT, en este caso) semejante iniciativa sólo podía parecer sacrílega, tanto a las "bases" (que se resistían y rehusaban, pero sin pasar nunca a la contra-ofensiva abierta y generalizada contra la burocracia) como a ésta misma, que, dicho sea de paso, no habría vacilado en arrestar como "saboteador fascista" a toda persona que se atreviese a cuestionar abiertamente la estructura sindical y "el derecho divino" de la organización.
El problema de la burocracia no es un problema secundario de las sociedades contemporáneas en general ni de la Cataluña revolucionaria en particular. No se trata en absoluto de un fenómeno marginal que pueda ser reducido o superado por quién sabe qué buen funcionamiento de las "instituciones democráticas" o por "el derecho de tendencia". El problema de la burocracia es un problema central de nuestro tiempo. Por cierto que, después de la revolución española, la suma de experiencias burocráticas ha aumentado considerablemente con la victoria de las burocracias totalitarias en numerosos y vastos países, así como con la burocratización del capitalismo moderno. Y hoy debería ser perfectamente claro para todo el mundo que las diferencias que pueden existir entre los dos sistemas el "capitalista" y el "socialista" ya no pueden ocultar su tronco común, hecho de explotación y mentira.
Pues la gestión burocrática se basa, tanto como y a veces más que la gestión capitalista, en la explotación y alienación de los trabajadores. Habría que acabar de una buena vez con los viejos y arcaicos mitos según los cuales la gestión burocrática (esa supuesta "propiedad socialista de los medios de producción") constituye un gran paso hacia la buena sociedad, porque ha suprimido "la propiedad privada de los medios de producción". La prueba la tenemos hoy en día (y con cuánta evidencia a través de la experiencia proveniente de todos los campos de trabajo que se conocen en un gran arranque paranoico como "países socialistas") en que la propiedad privada de los medios de producción no es ni "el freno al desarrollo de las fuerzas productivas", de acuerdo con la tesis marxista, ni la única forma moderna de explotación.
Pero en 1936-1937, la única referencia, el único modelo existente de sociedad burocrática era, por supuesto la URSS. Hacia ese modelo de "socialismo" iban los estalinistas españoles por la vía indirecta de la legalidad republicana. Pero también a los miembros del POUM y a muchos socialistas de izquierda se les iban los ojos tras la sociedad soviética (con algunos retoques). Nadie advertía entonces el peligro ni veía claramente lo que se estaba jugando en la lucha que se desarrollaba en Cataluña, ni la verdadera naturaleza de la sociedad soviética. Incluso los sectores anarquistas que habían permanecido fieles a sus ideas y desconfiaban podríamos decir que instintivamente del aspecto dictatorial del régimen soviético y de los PCs, no habían analizado la importancia del fenómeno burocrático y sólo tenían una idea vaga y superficial aunque no falsa de la naturaleza de clase de la URSS.
"La sociedad rusa es una sociedad dividida en clases [escribe pertinentemente Cornelius Castoriadis, alias Pierre Chaulieu], entre las cuales las dos fundamentales son la burocracia y el proletariado. La burocracia desempeña el papel de clase dominante y explotadora en todo el sentido de la palabra. No se trata tan sólo de una clase privilegiada cuyo consumo improductivo absorbe una parte del producto social comparable (probablemente superior) a la que absorbe el consumo improductivo de la burguesía en los países del capitalismo privado. Se trata de una clase que gobierna soberanamente la utilización del producto social total, determinando ante todo el reparto en salarios y plus-valía (tratando a la vez de imponer a los obreros los salarios más bajos posibles y de extraer de ellos el máximo de trabajo posible) y estableciendo después el reparto de esta plusvalía entre su propio consumo improductivo y las inversiones que habrán de realizarse en los distintos sectores de la producción.
Pero la burocracia sólo puede gobernar la utilización del producto social porque es ella quien regula su producción. Es porque ella administra la producción en cada fábrica que puede obligar constantemente a los obreros a aumentar su producción por un mismo salario; es porque ella administra la producción a nivel de la sociedad que puede decidir que se fabriquen cañones y sederías en vez de viviendas y textiles de algodón. Se comprueba entonces que la esencia y el fundamento de la burocracia en la sociedad rusa consiste en el dominio que ejerce desde el interior de las relaciones de producción; al mismo tiempo se comprueba que esta misma función ha sido siempre la base del dominio de una clase sobre la sociedad. Dicho de otro modo, en cada momento, la esencia actual de las relaciones de clase en la producción es la división antagónica de quienes participan en ella en dos categorías fijas y estables: dirigentes y ejecutores. El resto se refiere a los mecanismos sociológicos y jurídicos que garantizan la estabilidad de la capa social dirigente; tales son la propiedad feudal de la tierra, la propiedad privada capitalista o esta extraña forma de propiedad privada impersonal que caracteriza al capitalismo actual; tales son en Rusia la dictadura totalitaria del organismo que expresa los intereses generales de la burocracia, el partido "comunista", y el hecho de que el reclutamiento de los miembros de la clase dominante se haga mediante una cooptación extendida a escala de la sociedad global 36".
(Por supuesto, esto que hoy se aplica tanto a Rusia como a China, Rumania, Cuba, etc. es lo que estaba en juego en la lucha de clases de la Cataluña revolucionaria).
Nada tiene de original afirmar que el nudo gordiano de la explotación se sitúa en las relaciones de producción. Estas relaciones de producción son dominadas por el antagonismo entre dirigentes y ejecutores, lo que significa que el trabajador, ubicado en el proceso de producción en un papel de simple ejecutor, se encuentra desposeído de toda decisión relativa a su trabajo, de toda intervención, reducido a un mero engranaje de una actividad decidida y organizada por otros los dirigentes que se adueñan de sus "frutos" y deciden soberanamente cómo utilizarlos. Es evidente que, a ese nivel, las relaciones de producción serán idénticas tanto si la fábrica pertenece a un trust capitalista con sus valores cotizados en bolsa como a un trust estatal. Las diferencias que puede haber entre los dos sistemas mucho más netas en la época que estudiamos, pero que posteriormente tienden a desdibujarse por la burocratización acelerada del capitalismo no cambian en nada esencial la explotación y la alienación del trabajador asalariado de las sociedades modernas.
Si insisto aquí sobre la explotación y la alienación del obrero es porque éste es uno de los temas predilectos de la mentira burocrática (la de que los obreros prefieren la gestión burocrática . . . ¡Ése sí que es un chiste . . . !). Pero es evidente que, en grados diferentes, es el conjunto de la sociedad, el conjunto de las actividades humanas y la vida cotidiana en su conjunto que sufren y tienen que luchar contra la explotación, la alienación y la división jerárquica entre dirigentes y ejecutores, pues no será lógicamente en su calidad de ciudadano que el obrero desposeído (ni todos los demás) podrá intervenir eficazmente ni participar realmente en las decisiones de los Estados sobre la utilización de los frutos de su trabajo ni, más allá incluso, sobre su propia vida. En este aspecto, la comparación es aún más netamente desfavorable a los regímenes totalitarios ("socialistas" o no). Por más que los curitas "revolucionarios" se burlen de las libertades democráticas a las que tildan de "burguesas" cuando éstas se suprimen, la situación es todavía peor.
Lo que llevamos dicho nos permite esclarecer en alguna medida el contenido de la lucha de clases en Cataluña. Detrás de la propaganda de los partidos de izquierda y de sus programas más o menos moderados (por razones políticas, conservemos importantes sectores del capitalismo privado), o más o menos "revolucionarios" (aceleremos la nacionalización de la economía), se transparenta la lucha entre la autogestión de los trabajadores y la gestión burocrática, con su versión en cierta medida original segregada por los círculos dirigentes de la CNT. La dominación estatal de la economía y de la vida social en general me parece inscrita en la evolución política y social de la república española durante la guerra civil. (Pero el triunfo franquista también representa, a su manera, una estatización de la sociedad y de la economía, con su corolario burocrático, que se aproxima hoy en día, no sin mal, a lo que ciertos sociólogos denominan "las sociedades industriales").
Por lo tanto, los trabajadores que habían realizado y defendido durante largos meses la autogestión de numerosos sectores industriales y agrícolas (aunque también de la cultura, la educación, etc.) no sólo tenían como enemigos a los militares y fascistas que representaban a las clases dominantes de la burguesía y de los latifundistas, sino, además, "objetivamente" a las nuevas capas burocráticas que, bajo sus mismas banderas, se aprestaban (ya habían empezado) a restablecer, a veces bajo nuevas formas, la vieja explotación del trabajo asalariado y la jerarquización totalitaria de la vida social.
Una vez más, tenemos que comprobar, entonces, la sutil implementación, en la sociedad, de mecanismos que funcionan siempre aunque no siempre de idéntica manera para restablecer a nivel de la producción y de la sociedad en su conjunto la división entre dirigentes y ejecutores. El papel desempeñado en este caso (y en otros) por las organizaciones políticas y sindicales de "la clase obrera", en este proceso, es tan evidente que uno se pregunta qué nuevas pruebas habría que aportar para demostrar que partidos y sindicatos forman parte -hace ya mucho tiempo- de los instrumentos específicos de la coerción generalizada de las sociedades modernas.
(*) Extraido del libro Revolución y contra-revolución en Cataluña.
NOTAS:
1. Varios libros hablan de las colectivizaciones en la zona republicana en general y en Cataluña en particular.
Citemos:
Gaston Leval, La España Libertaria", 36-39, ed. de Cercle y ed. de la Tete des Feuilles, París 1972. Se trata de la versión francesa revisada y corregida del libro publicado en italiano bajo el título Ni Franco, ni Stalin.
Frank Mintz, La Autogestión en la España Revolucionaria, Bélibaste, París, 1970.
En Cataluña fueron publicadas en catalán.
Albert Perez-Baro, 30 meses de colectivismo en Cataluña, Ariel, Barcelona, 1970.
Joseph María Bricali, Política económica de la Generalitat -1936-1939, Edición 62, Barcelona, 1970.
2. José Peirats, en Presencia, nº 5 (Sept.-Oct. 1966).
3. Ibid.
4. Daniel Guérin, El Anarquismo, Gallimard, col. «Idées», p. 157.
5. A. Souchy, Colectivizaciones: La obra constructiva de la revolución Española 1036-1939 (documentos), Ediciones CNT, Tolouse, reeditado en 1965, p. 21. Durenta mucho tiempo este folleto fue el solo trabajo algo sistematico sobre la cuestión publicado en frances.
6. Trabucarios del Fomento, los bandidos de la organización patronal (Fomento).
7. Archivos personales.
8. Archivos personales.
9. A. Souchy, Colectivizaciones…, p., 48-50. Hay que señalar como "Vestigio reaccionario del pasado" que la discrimación salarial respecto a las mujeres (reflejo, sin duda de la discriminación más generalizada) persiste tanto en las colectivizaciones industriales como en las de la agricultura.
10. Ibid. p., 71.
11. El texto del decreto está reproducido entero en Baldomero Cerdi Richart, Empresas colectivizadas intervenidas, Bosch, Barcelona 1937. Ver también Peirats, op., cit., t., I.
12. Citado por J. Andrade, Los sindicatos en la revolución Española, Confrontación Internacional, nº 3 (1949).
13. Solidaridad Obrera, citado por Pierats, op., cit., t. II, p. 133.
14. Ossorio y Gallardo, op. cit., p. 210.
15. Juan Andrade, «La intervención de los sindicatos en la revolución Española», Confrontación Internacional (sept.-oct. 1949), p. 43.
16. Peirats, op. cit., p. 46-48.
17. Regadio, Tierras irrigadas. Secano: Tierras sin irrigación.
18. Peirats, op. cit., p.304.
19. Gaston Leval, España Libertaria, p. 83-88.
20. Contrariamente a lo que pasa, en otras colectividades, los horarios aquí parecen ser muy rígidos.
21. Joaquín Costa: Escritor y hombre político p. 85-93.
22. A. Prats, Vanguardia y Retaguardia en Aragón, folleto p. 85-93.
23. A. Souchy, en Tierra y Libertad (6 de agosto de 1930).
24. E. M. Kaminsky, op. cit., p. 118-121.
25. Folleto de la comisin nacional de Agit. Prot. del PC espaol, Valencia, 1937.
26. Ibid.
28. H. Rabassaire, op. cit., p. 228-229.
29. Brou y Temime, op. cit., p. 204.
30. Morrow, op. cit., p. 98.
31. G. Leval, op. cit., Mlan, 1948, p. 36-38 y 40-41.
32. Claude Lefort, Elementos de la crtica de la burocracia, Droz, Genve-Pars, p. 306.
33. Solidaridad Obrera, (26 de enero de 1937)..
34. Sobre esta tesis, ver nota anexa VI, p. 326.
35. Citado por G. Munis, Jalones de derrota, promase de victoria, Lucha Obrera, Mexico, 1948, p. 348.
36. Pierre Chaulieu, ÇSobre el contenido del Socialismo, en, Socialismo o BarbarieÈ, n¼ 17, p. 6-7. -Retomado por C. Castoriadis, La sociedad burocratica, 1018.