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Otra capitulación de las burguesías nacionales de América Latina


Una política para que los Bush y los Uribe muerdan el polvo


 


La masacre perpetrada contra un campamento de las FARC al interior del territorio ecuatoriano, un verdadero crimen de guerra, por parte del gobierno de Uribe, y el asesinato del líder guerrillero Raúl Reyes, han tenido como objetivo fundamental liquidar las posibilidades de pasar de la liberación unilateral de rehenes a un intercambio humanitario de secuestrados y guerrilleros, y de aquí a un arreglo negociado del conflicto armado en Colombia. Raúl Reyes era el contacto excluyente de los numerosos gobiernos envueltos en estas negociaciones, desde Francia y España hasta Venezuela, pasando incluso por Estados Unidos. La masacre renueva la intención del gobierno de Uribe de liquidar el conflicto colombiano mediante una guerra sin cuartel, por medio del apoyo político, financiero y militar de Washington ("plan Colombia"). La operación criminal le fue prácticamente impuesta al gobierno de Colombia por parte de Bush, quien le entregó la ubicación del campamento guerrillero, obtenida por medios satelitales. Pero en el ajetreo diplomático internacional que provocó esta masacre no se escuchó todavía ningún reclamo de condena contra el gobierno de Bush. Objetivamente, sin embargo, la masacre de la semana pasada coloca a una parte decisiva del territorio latinoamericano en el área de la ‘guerra preventiva contra el terrorismo' que el imperialismo mundial libra en Irak, Afganistán, Palestina y los Balcanes. En Haití opera una fuerza de ocupación indefinida reclamada a la ONU por el gobierno norteamericano. Hace unas pocas semanas pasaron por Colombia la secretaria Condoleezza Rice y el jefe del Comando Sur del Pentágono para presionar ostensiblemente a Uribe, para que hostigue la liberación unilateral de rehenes que desde hace varios meses viene negociando con éxito el venezolano Hugo Chávez.


 


Asesinatos selectivos 


 


Como lo señaló, precisamente, desde un comienzo el mismo Chávez, la masacre de los guerrilleros es una clonación perfecta de los operativos que realiza el ejército sionista en Gaza. Se trata de los llamados asesinatos selectivos. Las imágenes de video muestran que el campamento arrasado no tenía ninguna clase de protección militar: su falta de infraestructura mínima delataba la improvisación. El gobierno de Uribe prefirió aniquilarlo a rendirlo por la fuerza, para dejar en claro su mensaje político de que libra una guerra de exterminio. Para las decenas de naciones latinoamericanas que sufrieron sus respectivas guerras de exterminio a manos de las dictaduras militares, financiadas por el mismo Comando Sur de los Estados Unidos, el planteo no podría ser más amenazante. Sin embargo, en la reunión de la OEA que se realizó el martes 4, los diplomáticos se agotaron en argucias jurídicas: a saber, si la soberanía de los Estados es un ‘bien jurídico' superior al de la ‘lucha contra el terrorismo'. 


 


Carácter del Estado colombiano


 


La orientación de conjunto del gobierno de Uribe está determinada por la estructura social y política que ha emergido luego de décadas de narcotráfico, paramilitarismo y resistencia guerrillera. A diferencia de sus predecesores, el gobierno de Uribe ha integrado al paramilitarismo y al narcotráfico a la estructura del Estado, los ha cooptado; es su expresión política. El Estado colombiano ha recuperado el ‘monopolio de la violencia' por medio de esta asimilación; los partidos tradicionales – el liberal y el conservador – han sido relegados por la fuerza política emergente que encabeza Uribe (él mismo organizador de unidades paramilitares durante su gobierno en la provincia de Antioquia). Del mismo modo, el gobierno norteamericano ha ‘puesto orden' en todas las operaciones políticas y militares en Colombia. La ‘paz americana' impuesta en ese país sigue cobrándose su cuota de sindicalistas asesinados, campesinos expulsados de sus tierras y poblaciones desplazadas. Esta nueva estructura estatal ha desarrollado, con el dinero y los asesores del Pentágono, un fuerte ejército ‘contrainsurgente' – de hecho el segundo más importante, luego de Brasil; sin embargo, la prensa gorila del continente arremete contra el ‘armamentismo venezolano'. La masacre de Putumayo es, como se decía antes, "la continuación de la política por otros medios". No hubo errores, no hubo excesos… 


 


¿Ecuador sí, Venezuela no?


 


La masacre desató una crisis internacional que igualmente habría estallado aunque no hubiera habido violación de fronteras nacionales. La atención que se pone en esta última es parte importante de un operativo distraccionista, pues viene a decir que Uribe puede masacrar a su gusto fronteras adentro, sin que importe el proceso político internacional que estaba en desarrollo. El tema de la soberanía de Ecuador sirve ahora para confinar el asunto a una pendencia entre dos países y a permitirle al peruano Alan García reclamar que ‘Venezuela no se meta', porque el conflicto se limitaría a Colombia y Ecuador. Pero Hugo Chávez tuvo la iniciativa y hasta el mérito de poner al descubierto la crisis internacional al denunciar la masacre el domingo pasado, con lo cual desbarató las tentativas de sofocarla y hasta obligó al retrasado Correa a una definición tajante. 


 


Una crisis sin final escrito


 


Es que toda la cuestión es Venezuela, por un lado, y Colombia, por el otro: lo demás es una cortina de humo. La masacre y la acción general del imperialismo yanqui y la mafia colombiana apuntan, por un lado, a desestabilizar al gobierno de Chávez, que se había jugado a la liberación de rehenes, al intercambio humanitario y a la solución negociada del conflicto armado colombiano; pero, por otro lado, a reforzar al Estado mafioso de Colombia, que tiene las fracturas crecientes propias de un régimen de esta naturaleza y enfrenta el descontento popular, como se manifiesta en las victorias electorales reiteradas de la oposición de centroizquierda en Bogotá. La oposición gorila (‘escuálidos') de Venezuela, por su lado, ya se apresuró a llamar a una movilización para el próximo sábado con la consigna de Bush: apoyar ‘la guerra contra el terrorismo'. Esta misma oposición apoyó, unos días antes, a Exxon, cuando el monopolio yanqui consiguió un embargo preventivo de 12.000 millones de dólares contra la venezolana PDVSA (en Colombia habrá, el jueves 6, una movilización por el intercambio humanitario). La crisis internacional que se ha abierto consiste, por sobre todo, en una internacionalización de las crisis políticas internas en los países andinos y de sus procesos revolucionarios y contrarrevolucionarios. Por eso no podrá ser contenida en los marcos de la OEA o de los compromisos de los gobiernos democratizantes o nacionalistas con Bush y con Uribe. Se ha iniciado una crisis internacional y política de características prolongadas.


 


Dejan todo como está, para ver cómo queda


 


La consigna de la "paz", que enarbolan los Kirchner y los Lula, es, a todos los efectos prácticos, la defensa de un ‘status quo' que se ha quebrado irrevocablemente, encubre los fines últimos de Bush y de Uribe, una reprimenda por el ‘exceso', y por eso deja la iniciativa en manos de la reacción política que encabeza el imperialismo yanqui, que seguirá llevando adelante el ‘plan Colombia' y la completa militarización de este país, hasta las últimas consecuencias. Es una consigna que apacigua a los pueblos al ofrecerles como garantía un compromiso diplomático, o sea un pedazo de papel; es decir, los adormece frente a los peligros de la situación concreta. La consigna realista para el campo popular es: abajo el gobierno masacrador, desmantelamiento del Estado paramilitar y narcotraficante de Colombia. Solamente así se podrá lograr el fin del conflicto armado y el cese de las acciones inhumanas (masacres y secuestros) en Colombia (y en Guatemala, México, Venezuela…). Estos objetivos están fuera de los intereses, la capacidad o el horizonte de los gobiernos capitalistas de América Latina, sean revolucionarios o contrarrevolucionarios, democratizantes o nacionalistas. Para alcanzarlos es necesaria la acción común de los obreros y campesinos de América Latina (en primer lugar de ¡la gran Colombia!: Venezuela, Colombia, Ecuador, Panamá), y su completa independencia política.


 


Hoy ni una condena, mañana una traición 


 


La reunión de la OEA, reclamada por Ecuador para tratar la violación de su territorio, fue incapaz de condenar a Colombia por este hecho; ni siquiera se lo propuso, porque el objetivo de sus participantes es obtener una resolución por acuerdo. Los gobiernos que condenaron, en sus discursos, la violación de la soberanía de Ecuador, pretenden obtener con ello un salvoconducto para actuar como mediadores entre Correa y Uribe,y con ello dejar afuera la solución al conflicto en Colombia y la polí- tica de desestabilización contra Venezuela, que lleva adelante el gobierno de Bush por vía directa o por intermediarios. Con esta línea cobarde y capituladora viajó Cristina Kirchner a Venezuela, como estaba previsto con anterioridad, pero introduciendo la novedad de un ‘paseo' por Haití, para recordarle a Bush su continua fidelidad a la intervención extranjera contra los llamados ‘Estados fallidos' o ‘víctimas del terrorismo'. Festejada en los días previos por piquetruchos y burócratas sindicales, la primera mandataria de Argentina no deja dudas de su vocación pro-imperialista. También aquí la política exterior es la continuación de la política interior, consistente en mandar matones contra los trabajadores del Subte, del Casino, de la construcción, los choferes y los docentes; o sea, como lo tradujo Van der Kooy, "mandar a los anárquicos a la banquina".1 


 


La CIA y el Mossad


 


Los diplomáticos de la OEA (¡reunidos en Washington!) omitieron cualquier referencia al papel del espionaje satelital de Bush en la violación de la soberanía ecuatoriana y en la masacre perpetrada, y también a la actividad del sionismo, tanto en lo que atañe a la presencia de los servicios secretos de Israel en Colombia,como a los convenios militares firmados por los dos países. Esto no debe sorprender cuando el Mercosur ha firmado un tratado de libre comercio con Israel, en los mismos momentos en que Israel destruye el comercio, la infraestructura y las vidas en Gaza y Cisjordania. Los diplomáticos fingen olvidar el papel de estos mismos servicios en el apoyo a Pinochet y a la contra centroamericana en los años '80, y en el armamento y entrenamiento de los paramilitares colombianos desde esos mismos años. Los regímenes políticos que se sentaron en la OEA están confabulados con el régimen sionista en la estructuración y en el reforzamiento de los aparatos de represión que asolan a los pueblos de América Latina. 


 


La variante de la contrarrevolución democrática


 


La enorme conspiración contrarrevolucionaria que ha puesto a luz la crisis en curso, ha dejado ver también sus limitaciones y contradicciones. Un periodista uribista advierte: "no nos conviene a los colombianos (¿son todos uribistas?) dejarnos llevar por el patrioterismo guerrerista… Para empezar, es peligroso creer que las FARC están acabadas….; (no hay que volver a); acudir a aventuras audaces que pueden costar al país tanto o más que lo obtenido con ellas".2 En definitiva, las ‘aventuras audaces' tienen sus beneficios, pero tampoco hay que engolosinarse. Mucho más serio, un estudioso argentino, el profesor Gabriel Tokatlian, advierte contra "la eventual consolidación de una ‘pax mafiosa' en distintos ámbitos territoriales"3 , o sea contra el peligro que entraña para el sistema latinoamericano en vigor (capitalista, burgués, dominado por el capital extranjero) un asentamiento del Estado uribeño en Colombia. "Estamos – concluye Toklatian – ‘ad portas' de una escalada violenta en las relaciones entre Bogotá y Caracas…El conflicto armado colombiano va camino de una internacionalización negativa". Tokatlian, entonces, propone una salida internacional por medio de la intervención de Cuba (!!), Brasil, Panamá, México, Chile y Argentina. Pero para el estudioso, esta salida requiere "ajustes internos muy delicados…; en especial en Colombia y en Venezuela"; es decir, neutralizar recíprocamente a los procesos revolucionarios y contrarrevolucionarios respectivos, por medio de una intervención extranjera de características múltiples y democratizantes. Tokatlian no se animó, quizás, a añadir que este plan depende de quién sea el futuro presidente de Estados Unidos o, mejor todavía, e los ‘ajustes' que también deberá sufrir Estados Unidos, que atraviesa por una crisis capitalista sin precedentes y por una enorme crisis internacional y de régimen político. Bush busca con la masacre derechizar la elección norteamericana y favorecer al partido Republicano. El respaldo que los candidatos a la presidencia de Estados Unidos le dieron a Uribe y a Bush disimula, sin embargo, el hecho de que el Congreso de Estados Unidos no ha ratificado el tratado de libre comercio con Colombia, precisamente por los reparos que produce otorgar esa ventaja a un régimen controlado por aparatos descontrolados. Como se puede ver, la masacre perpetrada por Uribe y por Bush no le ha dado ninguna salida a sus respectivos regímenes y ha convertido en más explosiva la crisis política e internacional en América Latina.


 


Venezuela, el ojo de la tormenta 


 


Objetivamente, el conjunto de la crisis abierta se focaliza en Venezuela, y subjetivamente en el régimen de Hugo Chávez. Los trabajadores de América Latina debemos concentrar nuestra atención en Venezuela y en la conducta de los regímenes de cada uno de nuestros países en relación con Venezuela. La reunión de la OEA, del martes pasado, demostró que la finalidad fundamental de sus protagonistas es aislar a Venezuela bajo la cobertura de una discusión limitada a un conflicto territorial entre Colombia y Ecuador.


 


Como ya fue dicho, Chávez advirtió que la mira de la acción colombonorteamericana es Venezuela, pero su reacción se limitó a enviar tropas a la frontera para defenderse de una guerra que no tiene ninguna probabilidad de producirse en las presentes condiciones. La movilización militar ha sido acompañada, en parte obligadamente, de trabas al comercio con Colombia, que conspiran contra la tarea número uno que plantean las circunstancias presentes, que es la unidad de los trabajadores de Venezuela y de Colombia contra las masacres y las guerras preventivas del uribismo y del imperialismo. Esta movilización militar representa una carga económica para los trabajadores de Venezuela y, desde el punto de vista político, constituye un golpe en el vacío, que distrae la atención del problema fundamental del régimen bolivariano, el cual es el completo impasse del proceso político y nacional que está encabezando. La carestía, el desabastecimiento, incluso la inseguridad y no hablemos de la corrupción, son la expresión de las limitaciones de un proceso nacionalista que se mantiene en el marco del Estado burgués y que se esfuerza por sobre todo por someter políticamente a la clase obrera y reforzar su explotación por el capital. La tarea más elemental para la defensa de Venezuela contra una agresión que no sería de Colombia, en sí misma, sino del imperialismo, es el armamento de los trabajadores y de las masas de Venezuela.


Toda la historia de los países rezagados enseña que el Estado venezolano no puede hacer frente a sus problemas estructurales si no es por medio de una vigorosa planificación, lo cual supone la gestión política y económica de la clase obrera y de los campesinos. Ni siquiera se trata de que el Estado acumule nacionalizaciones o expropiaciones, como se lo aconsejan los marxistas de palacio, porque dentro del marco de un régimen burgués obligadamente van al fracaso, como lo demuestra PDVSA o la electricidad nacional, o el aluminio. Se trata de qué clase dirige el país y de los métodos de los que ella se vale. Las fuerzas armadas no pueden cumplir esta función, ni menos aún las camarillas militares o de palacio. La cuestión fundamental que tiene planteada Venezuela y sus masas explotadas es la estructuración política del proletariado como clase independiente. Pero en la semana en que estalló la crisis que se había incubado durante meses, Chávez se encontraba amenazando a los obreros de Sidor con ilegalizarles la huelga contra Techint y enfrentaba una crisis al interior del nonato Partido Socialista Único, con expulsiones de diputados y denuncias de infiltración contra lo que él mismo ha comenzado a llamar la ‘ultraizquierda'. A diferencia de Lula o Tabaré Vázquez, Chávez no ha logrado estabilizar su régimen político, de cara a la oposición gorila y a las permanentes presiones populares. Por eso, a diferencia del brasileño o del uruguayo, se puede terminar creando una situación como la de Chile en 1973, algo que por otra parte ya ocurrió en ocasión del golpe gorila de abril de 2002 o del sabotaje patronal de finales de ese año, y de los cuales Chávez salió airoso, no por su capacidad de respuesta sino por la movilización popular. La crisis internacional desatada por Uribe y Bush pretende tantear la posibilidad de producir una nueva desestabilización política. Es precisamente contra lo que advierten, recordemos, aquellos que llaman al imperialismo a imponer ‘ajustes internos', pero en forma coordinada y ‘democrática'.


 


Jornada internacional contra Bush y Uribe


 


En función de esta caracterización, el Partido Obrero promueve una jornada internacional de condena a los gobiernos de Bush y de Uribe, y un llamado especial para que sea acompañada por los trabajadores y la juventud de los Estados Unidos; impulsa la confraternización y la unidad política de los obreros y campesinos de la región andina; levanta la consigna de desmantelar el Estado paramilitar y narcotraficante de Colombia y la expulsión del Comando Sur de América Latina; llama a los parlamentos del Mercosur a no ratificar el acuerdo de libre comercio con Israel; plantea el intercambio humanitario y la discusión pública y abierta del fin del conflicto armado en Colombia, con la presencia de las organizaciones populares; convoca a defender a Venezuela contra el imperialismo yanqui y mundial; plantea que la clase obrera se estructure políticamente en cada país del continente para luchar por un gobierno de trabajadores y la unidad socialista de América Latina.


 


5 de marzo de 2008


 


 


Notas:


1. Clarín, 5 de marzo de 2008. 


2. Idem anterior. 


3. La Nación, 5 de marzo de 2008.

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